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Número 115-116

Serie XII

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Congreso nacional de vida contemplativa. Intervención del profesor Sciacca: «La resurrección de Lázaro»

CONGRESO NACIONAL DE VIDA CONTEMPLATIVA
Or_\\anizado por el Instituto Pontificio CLAUNE, ha tenido lugar
en Madrid, en el Colegio de
la Consolación, entre los días 9 y 14
de abril,
el I CONGRESO NACIONAL DE VIDA CONTEMPLA­
TIVA, desarrollado con un .interesantísimo programa.
El
Rvdo. P. Gerardo Escudero, Director de CLAUNE expresó el
significado del día «Pro orantibus», que traduce el interés del Con­
greso.
"INTENCIÓN y MENSAJE.
"esencial
·_ promoción

de la estima de la oración por el pueblo cristiano,
- comprensión de la -vida dedicada enteramente a la oración
y
sacrificio,
:--estima, comprensión y aprecio de las personas dedicadas a
esa vida,
,
- consiguientemente, fomento de

vocaciones a la vida contem·
plativa.
"accidental pero importante:
-con delicadeza llamar la atención de los fieles sobre los pro-
blemas de los conventos necesitados.
-procurarles alguna ayuda efectiva.
-allegar

algunos fondos para la Organización."
La ponencia primera tuvo, precisamente, la finalidad de mostrar
que
la vida contemplativa es necesaria para que en plenitud se realice
la presencia de la Iglesia como comunidad orante y contemplativa.
Como su ponente, Mons. Guerra Campos! explicó:
< mundo sin
ser del mundoi subordinando

lo visible
a lo
invisible, la
acción a la contemplación.
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Fundaci\363n Speiro

»Es verdad que esta vocación es común a todos los miembros de
la Iglesia. Pero también lo es que, para ayuda de todos y para una
realización
plena,
el Señor ha
querido la
segregación especializada de
algunos. Hecho

original,
significativo y constitutivo

de la vida de la
Iglesia: El mismo fesús, con su Madre, siendo verdaderamente. hom­
bre
y partícipe sin privilegios de la condición humana universal, se
apartó de_

estados y
actuaciones que
ejercen la mayoría de los hombre'S.
»Los contemplativos hacen sensible la primada que corresponde
en la vida cristiana a la comunicación con Dios 'y a la actitud pere­
grinan/e, pregustadora de lo que esperamos. Compensan el déficit de
oración de los C1'istianos y se levantan como un signo contra la ten­
tación dominante,
que no
es la del «angelismo» sino la de la
carne o
la

de una
«praxis» naturalista. Contribuyen

a evitar el
falseamiento
de

la Encarnación y
a garantizar el

auténtico humanismo cristiano.
»Por
esoi cuanto más presente quiera estar la Iglesia en el mundoi
más necesita a los contemplativos. De ahí la fecundidad apostólica
que la

Iglesia les atribuye.»
INTERVENCIÓN DEL PROFESOR SCIACCA:
Nuestro egregio amigo el Profesor Michele Federico Sciacca des­
arrolló

la conferencia «La contemplación, acto supremo del espíritu
humano y fundamento de todo progreso». En ella comentó el tema
evangélico de la resurrección de
Lázaro, paralelo
al de Marta
y Maria,
que

a través del texto de San Lucas (X, 38-42) había glosado en la
ponencia que desarrolló en la «IX Reunión de amigos de
la Ciudad
Católica». Ahora, el análisis
lo ha centrado en el texto de San Juan
(XI, 1-45), en el cual, aún
más que en el de San Lucas, se pone
de evidencia
la primacía de fa contemplación. La importancia del
penetrante estudio de este episodio, creemos que merece su· íntegra
reproducción, por
lo rual -agradeciendo la expresa autorización del
autor- tenemos
el gusto de ofrecerla a continuación a nuestros lectores.
LA RESURRECCION DE LAZARO (Juan XI, 1-45)
Marta y Maria mandaron recado a fesús de que su hermario Lá­
zaro estaba enfermo. Jesús dijo: «Esta enfermedad no es para la
muerte, sino
para la
gloria de Dios, para
que sea glorificado el
Hijo
de Dios.» ( 11, 4).
Predice así

que el milagro no tendría el fin
te,
rrencd de restituir a Lázaro a las hermanas y al mismo Jesús el
amigo amado, sino el de glorificar a Dios y alimentar la fe en el
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Fundaci\363n Speiro

Hijo de Dio.s. Cuando decide ir a Betania a < que «estaba

dormido»,
repite a lo.r discípulo, que ,e alegraba

de
no haber
estado allí

y de
que entretanto Lázaro hubiera muerto,
porque
sólo ari estaba

en condiciones de hacer algo
para que de
ese modo cr
11, 15). En este episodio,
más aún que en la
narradón de Lucas de Marta y

Maria {10, 38-42), se pone en evi­
dencia la primada de

la
contemplación como
momento
.rupremo de
la

vida
cri.stiana.
Marta
está

dispuesta
a tomar
la iniciativa; en
cuanto sabe
que
Cristo se
aproxima, .re levanta, por su iniciativa, y va a su encuentro
(ú1t~vt1¡aov); María en cambio «domi sedebat» (ev T De estas dos diversas actitudes deriva el distinto .rentido de la misma
frase que una
y otra dirán a Cristo: < mi hermano no hubiera muerto» {11, 20-21). Son idénticas las pa­
labras
que pronunciará M.arla:

aparentemente la profesión de fe es
igual en /a, dos. Pero Marta añade en seguida: «Yo sé que cualquier
co.ra que tú
pidas

a Dios, Dios te la
concederá»/ al't~O'"f/ es pedir ro­
gando, pero en
relación con un deseo

nuestro._ Todavía la
1-betición
está

unida al
acto de

fe en la forma
más elevada,

porque
se hace
en
nombre de la relación
entre el Padre y el Hijo. Cristo respeta la
forma del requerimiento
y responde para poner e; prueba .ri la inten­
ción de

Marta corresponde a la forma de
su petición: «Tu hermano
resucitará>> (11,

22-23).
Marta queda desilusionada

por la
respuesta
y replica: «Sé que resucitará en el último día». La desilusión provie­
ne del hecho de
que en aquel momento
lo
que más
le importaba era
la
res11"ección inmediata. Cristo, en

respue.rta a este
acto de
fe en
las co.sas lejanas, y .sin embargo decepcionado, responde: «Yo .roy la
Resurrección y la Vidd>>. Es decir, no sólo puedo hacer que Lázaro
re.sucite .sino
que yo soy la. Resurrección. Cristo .rabe que la fe de
Marta no es
operante, aunque, se

mue.rtre
muy activa·; la capacidad
operativa

de
la fe

reside en
su indi.rcutibilidad. Sin

embargo
1 Crüto
no

dice nada
más ni

hace nada más;
y Marta .riente que no le queda
ya
nadtJ que decir por su-parte a Cristo, Necesita un intermediario
entre ella
y Cristo; y Este responderá a/, intermediario -María-no
por
Marta sino

por
María misma.
Marta
vuelve

a
casa1 donde .se había reunido m11cha gente para
consolar a la.r hermanas, se

aproxima a
María disimuladamente (A.át)pa)
y le dice: «El Maestro te 1/amd>>. María no le dice ni una palabra en
cuanto palabra
dicha a
Marta
y a su interés en la cuestión, De Maria,
antes,

el Evangelio había dicho, que
ante la
noticia de
que llegaba
Cri.rto,

no se movió de la
casa, y permaneció en espera; ahora bien,
a Qas pal,abras
de Marta, su. «vocación» despif!t'ta, tanto más en cuanto
estaba

esperando la
llamada. No

ha.-tomado ninguna iniciativa sino
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la de vigilar, orar y mfrir JU dolor; ahora Je levanta y va. Es Jigni­
ficativo q11e para expresar quf se levanta y va, emplea el Evangelio
para María un verbo distinto del aplicado por

Marta
cuando ha
hecho

la
misma acción: trslpe:tat ta.·¡,_u o «surgit cito», que no es, el
andar al encuentro, el tomar la iniciativa, Jino el surgir que es ya
imagen del
resurgir ante la palabra eJperada en Jilencio. También la
forma media del verbo
que aquí Je uJa, ETÉtpo¡,.m, significa el mo­
verse solícito de
quien está

en
guardia. V a hacia Cristo

solamente por
cuanto ha sido tlamada. ¿Dó~de lo encuent·ra? Cristo no .se habla
movido.
Esto
es
muy importante: Maria no
se movió cuando
supo
que Cri.rto Je aproximaba; Cristo no se movió cuando le mandaron a
decir que ilázaro estaba enfermo¡ .re mueve sol.amente lW.arta sin con~
seguir nada, porque

Cristo no se movió tampoco cuando
ella le
habló.
El Evangelio
es explícito

sobre
este punto: afirma que no se había
movido,
y reitera que estaba· en el mismo lugar en que lo había de­
jado Marta. La plegaria de J',Iarta, hecha bajo el impulro de un dolor
subjetivo
y por ra::.ones subjetivas, dejó a Cristo donde estaba; Cristo
-,-el Evangelio

Jo ha dicho en los
versí;ulos precedentes-
estaba ya
profundamente conmovido por la
muerte de Lázaro; por

consiguiente,
la
petición de

Marta no influye
en esta emoción. Cristo pide

la fe,
JU medida es la

fe
y .rolo el eJpiritu de fe; pero el esplritu de fe
no pide.
María cae a JIJJ pies (

cosa
que Marta
no había
heilio) y le
dice con

las mismas
palabras 4e Marta, pero no coino Marta: «Maestro,
si
tú hubieses ,estado aquí mi hermano . no hubiera muerto». Y no
dice nada más: no pide, no se lamenta. Su humanidad doliente está
toda presente, pero no mezcla
su fe
con ninguna petición para librarse
de su sufrimiento. Y
este .sufrimiento sí que penetra en la emoción
de

Jesús,
porque se apoya en una fé totcá. De

hecho,
Jesús, dice el
Evangelio, se conmueve. (<>)
y Je dirige hacia el sepulcro después de haber preguntado: «¿Dónde
lo habéis
puesto?» Todo
el comportamiento de María
eJ per_fecto y
Cristo

a ella, que ha esrogido la
parte mejor, que

no le
será quitada
( y por tanto que acepta la resurrección en el novísimo día, y no exige
la de ahora) responde, no haciendo el milagro, sino colocándose en
la

posición de aquel sí
más aüo: a

quien ha escuchado,
esperado, ser­
vido

en
silencio, Dios

le
dice <
dilección
suma, no
con conten­
to mundano. Si esto es
así, tanto

mejor; pero es cosa
marginal. De
hecho,

Cristo,
llegado al sepulcro, hará el milagro, pero sólo porque
-lo
dice expresamente-
«está presente la multitud,
y la multitud
tiene necesidad también de eJto
para creer>>. Es decir,, hace

el milagro
pero lo minimiza; lo
hace por

la
muchedumbre qui circumstat y siem­
pre
a

fin de
que <
fin del milagro
que
Cristo parece hacer

casi sin
quererlo, es

la gloria de Dios, la misma
67~
Fundaci\363n Speiro

que había indicado a Marta para despertar y probar su fe. Hace, pues,
el milagro

sólo porque la condición para hacerlo ha sido
María, pero
no

para
«contentar a Maria»: en ese-caso
no hubiera respondido a la
purísima fe de María. Una última observación:
Marta dice

a Cristo
que se
apresta
a/.
milagro: «Señor hace ya cuatro días (quatriduanus est)». Es /a cons­
tatación del

científico
que .se acerca

a la
mesa de
ensayos y observa si
allí se

reunen
todas las condiciones

favorables
para el
éxito del
exp_e­
rimento. Las condiciones, en este caso, no son favorables: «ya hiede»;
la
cobaya no
está en
las mejores
condiciones: está muerta y
pútrida
r:_"cÓmo podf'á tener éxito el experimento? El celo afanoso de Marta
no se desmiente, su iniciativa activista debe permanecer tensa hasta
el fin porque se apoya
en sí misma y no en la luz de la contemplación
y de la fe: y Cristo le responde: «¿No te he dicho que si tuvieses fe
veríais
ta gloria de Dios?». Cristo ya le había dicho, en el encuentro
en el
camino, estas palabrd.S. Ahora sabe que J\,larta no le· había en­
tendido,
Es como, por consiguiente, ahora le dijese: «aunque resu­
citase a
Lázaro, en cualquier caso,

esto
que tú
consideras como un
experimento, no es el resultado
de/. experimento.

Y si
vuelves a ver
a
fu hermano devuelto a la vida será como si aún estuviese muerto,
si tu no renaces a la fe».
La diferencia entre M.arta y Maria no se halla en la posible elec­
ción

del
.cristiano entre

vida
activa y contemplativa1 sino en la elec­
ción del principio por.el cual la
vida activa sea capaz de alcanzar

los
fines que debe proponerse a la luz de la fe. Sólo así podrá esa elec­ ción ser
justa,' sólo

si
Marta no

está sin
Maria. Sólo
María obtiene
el fin
que Marta

podría en su
limite máximo proponerse,

pero
que
sin María nunca

obtendrá. Porque sin María la vida del cristiano en
el mundo
.re convierte

en
«la vida

según el mundo»,
que tiene
por
fin el
rnundo y

no la gloria de Dios.
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