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Número 124-125

Serie XIII

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La historia en el historicismo y en la Revolución. Del historicismo al sentido revolucionario de la historia

LA IDSTORIA EN EL IDSTORICISMO Y EN LA
REVOLUCION:
DiEL IDSTORICISMO
AL
SENTIDO
REVOLUCIONARIO

DE LA
IDSTORIA
POR
JosÉ F. LoRCA NAVARRETE.
SUMARIO: l. Historia, Historicismo, Revolución. 2. El Historicismo. Schel­
ling. Hegel. Escuela Histórica. -3. El sentido revolucionario: Marx. 4.
Teilhard de Chardin, 5. Conclusiones.
L Hi'storia, Historicismo, Revolución.
En su Fi/osofú, de la Historia Unwersal, Hegel desliza una afir­
mación de sentido hondo
y que acaso venga a ser como la expresión
conscientemente acabada y omnicomprensiva de todo su proceso dia­
léctico. Acaso, también, la manifestación dolorida de quien se ha
parado a contemplar el acontecer humano en sus avances
y retroce­
sos,
y ha percibido en su seno una "constante'.' dramática. Hegel nos
dice que "en la historia caminamos entre
las ruinas delo egregio" (1).
A poco que paremos mientes en dicha
afirn1ación, podtemos ad­
vertir siquiera veladamente, la posible unidad . o el posible enlace
que quepa establecer entre la historia, el historicismo y la revolución.
El porqué, en definitiva, del tránsito anunciado del historicismo al
sentido revoluciopario de la historia. Porque, -¿qué supone el histo­
ricismo?~ ¿qué la revolución?, ¿qué nos dice el historicismo y la re­
volución

de lo que hay que entender por historia?, ¿qué tienen en
común historicismo
y revolución?, ¿qué es la historia, en fin?
He aquí un manojo de pregunras que hemos de desvelar para dar
cumplidamente con
el sentido y el contenido que ha de llenar la ex-
(1) Hegel, J. G. F.: Fi/osofiá de la Historia Universal Trad. de J. Gaos, Ed. Anaconda, Buenos Aires, 1946, págs. 19-20.
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posición del tema propuesto. Por otra parte, parece se hace ineludi­
ble una advertencia. No se trata, en puridad, de caer en el tópico de
alertar acerca de
la dificultad del tema que ocupa nuestra atención.
No. Se trata de algo
más hondo. Es que hemos de ofrecer Jo que
entendemos por historia, lo que por historicismo
y revolución hay
que entender. Es que, al cabo, hemos de dar, o al menos eso están
esperando ustedes, una· interpretación de esos tres términos y su po­
,ibJe concatenación. Hemos de urgar en la historia y decit Jo que
la historia sea. Hemos de dar aquí, en fin, un personal sentido de la
historia
y además su justificación. Justificación que penderá de un
determinado bagaje de ideas
-en este caso el nuestro-, que en todo
caso van a constituir como el crisol interpretativo de esa historia.
Estamos, pues, en un terreno donde el dogmatismo o el relativismo
-que también es dogmatismo-- encuentran ancho campo a su des­
envolvitniento, doude la quimera o el mito, donde la profecía o la
utopía encuentran amplia base para modelar la realidad a su gusto,
para forjar sueños o mitos que la historia misma se encargará de
echar abajo, tan pronto como en cada caso se abra una adecuada pers­
pectiva que permita el juicio sereno y la crítica objetiva y desapa­
sionada.
Precisamente con esa perspectiva y en uso de aquel bagaje de
ideas -mejor diríamos de convicciones-, vamos a enfrentarnos hoy
con una serie de problemas que ya han quedado hasta cierto punto
señalados. Y hemos hablado de convicciones, porque para quien dia­
riamente se enfrenta a los eternos problemas del derecho, la polí­
tica o
la moral, desde la atalaya de la Filosofía del Derecho; ha de
hacerlo desde sus propias vivencias, desde sus convicciones más ín­
timas. Porque estoy firmemente convencido que no es posible enca­
rarse con los problemas de una disciplina como la nuestra, ni mucho
menos adentrarse con paso firme y seguro en la resolución de los
mismos, si no es después de haber dejado en el camino las hierbas
y los
matojos, para

quedarse con el fruto
granado que

representa el
continuo aquilatar con la reflexión serena y los impulsos contenidos.
Pesa sobre el filósofo del Derecho una responsabilidad y que es al
mismo tiempo como un compromiso tácito, callado: la de esclare-
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HISTORIA, HISTORICISMO Y REVOLUCION
cer orientan.do. Tal es, justamente, lo que al menos vamos a intentar
dentro de nuestras limitaciones. ¿Qué
es la hisroria? La historia se nos antoja como el testimo­
nio de nuestra propia vida, y de
la vida de todos los que nos han an­
tecedido en el tiempo.
La historia es una mirada al pasado, a Jo que
fue
y ya no es. La historia es un acercamiento a ese pasado.
Mas es acercamiento puede ser intencionalmente desinteresado
y nos encontramos con la historia a secas, con la historia como sim­
ple recuerdo o memoria, que diría Hobbes (2), de los hechos pasa­
dos. Es
la historia que campea en los relatos de un Herodoto o de un
Tito Livio. Es lisa y llanamente la historia.
Demos un
paso adelante y acerquémonos a ese pasado de un
inodo intencionalmente interesado, y nos topamos con una determi­
nada interpretación de los hechos pasados, con un determinado y
concreto sentido de la historia. Ya no se trata del simple recuerdo
o la memoria de unos hechos que acaecieron, sino de la interpretación
racional de los mismos. De dar raz6n de los mismos. Con todo, em­
pero, todavía podríamos aquilatar más y estimar esa interpretación
racional en

dos sentidos: como interpretación racional-objetiva,
y da­
remos en lo que podamos considerar como historia de la civilización
recortada a sus implicaciones colaterales y externas, y, como inter­
pretación racional encaminada a la indagación de la ley interna e
inmanente que orienta o debe orientar el curso de la historia, a la
indagación teleológica del discurrir histórico. Estaremos en el ám­
bito de la Filosofía de la Historia.
La Filosofía de la Historia unwersal de Hegel, puede servir de
ejemplo en los dos sentidos apuntados. Hegel expone en ella una
historia de la civilización, pero al
paso fuerza racionalmente su in-
( 2) Hobbes nos ha dejado en el Leviathan su · concepción de la historia
como conocimiento de los hechos basado en el puro conocer sensible y en
la memoria. «There are of Knowledge two kinds; whoreof are is Knowledge
of fact: the other Knowledge o-f the Consequenre of one Affirmation to anot­
her. The former is nothing else, but Sense and Memory ... The Register of
Know/edge of fact is called History» (Parte I, C. IX. Edited with an Intro­
duction by C. B. Macpherson. Penguin Books. Baltimore. Ma.ryland, 1968,
págs.·. 147-148).
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terpretación, hasta. concluir por afirmar que "para conocer los con­
ceptos de lo recto, lo justo, etc .... , no hace falta consultar
la his­
toria" (3). Sin
llegar a

esta postura extrema
hegeliana, la posibilidad
misma de una filosofía de la historia fue atisbada de un modo co­
rrecto por Donoso Cortés en su
Filosofía de

la Historia.
Juan Bau­
tista Vico, cuando escribía que '"si el género humano tiene una vi<;la
que

le es propia,
y si hay ciertas leyes inalterables a que forzosamente
obedece, esas leyes padrán reducirse a catálogo; el que le escriba será
un filósofo,
y c;:se catálogo, ordenado sistemáticamente, constituirá la
filosofía de la historia" (4).
Y decimos que fue atisbada correctamente porque en ella
Do­
noso deja entrever toda la concepción cristiana de la historia y del
mundo,
tal como quedó formulada

en San Agustín
y en la Escolás­
tica. Recordémosla.
Para la Escolástica, cima del pensamiento filosófico-cristiano, el
mundo es, ante todo, un conjunto ordenado de criaturas, que está sujeto a normas o leyes
expresión-de
un orden al par físico
y moral.
En la cumbre de las criaturas, el hombre es capaz de discernir am­
bos aspectos, físico
y ético, del universo orden. El hombre dentro
de los límites de su razón capta
la legalidad inmanente al mundo y
coopera o no,
se somete

o no, merced a su libertad asimismo limitada.
Dios es la causa primera del orden
mundo, los

hombres, las causas
segundas llamadas moralmente a colaborar en la perfección total del
orden cósmico. Y en esta colaboración, en este despliegue contin­
gente
y concreto de su naniraleza, el hombre se hace ser histórico,
siendo ya racional y libre. Por su
naturaleza (5)
racional
y libre el
hombre se inserta en ese orden mundo, en sociedad, y va labrando
su propia vida en un caminar diario con
la mirada puesta en su per­
fección, esto es, en un fin trascendente: su salvación eterna, su en­
cuentro último con su causa eficiente
y su causa final: Dios. Es que,
(3) Hegel, J. F. F.: Filosofia de la Historia universal, op. cit., pág. 160.
(4) Donoso
Cortés, J.: Filo.rafia de la Historia. Juan Bautista Vico, pá­
gina 623. En Obra.r Comp/eta.r, I, B. A. C., Madrid, 1970.
(
5) Entendiendo

por naturaleza según
la tradición aristotélico-tomista en
un sentido dinámico aquella «esentia rei secundum quod habet ordinem ad
propriam operationem
rei» (Santo

Tomás,
De ente et essentia, ·I, 98).
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HISTORIA, HISTORICISMO Y RBVOLUCION
como ha dicho el profesor Elías de Tejada "la historia es la socia­
bilidad en el tiempo" (6), lo que es tanto como decir encauzamiento
y orden de las conductas todas que permita ir ascendiendo desde un
orden jurídico hasta un orden ético de justicia, reflejo del orden so­
brenatural. Desde esta concreta perspectiva, hemos ofrecido nuestro
concepto de Derecho como "integración normativa de las relaciones
humanas dentro del contexto social, en virtud de su contenido justo,
por mor de su exigibilidad ética que conlleva a la instauración en ellas de la idea de orden" (7). Tras cuya fórmula late la idea de or­
den agustiniana, la idea de un orden cuya permanencia rutinaria, en
sentir del propio San Agustín, le priva de nuestra admiración (8));
orden que instaura la armonía y con ella la justicia (9) y reclama por
ello mismo nuestra adhesión incluso en el plano escuetamente on­
tológico (10).
Por ello, con San Agustín, y concretamente con su
Ciudad de
Dios, estamos ante la primera filosofía y, por ende, teología de Ja
historia. Falróle al mundo pagano una valoración exacta del Ab­
soluto, que sólo la Revelación cristiana podía ofrecer. Por eso, San
Agustín primero y Santo Tomás después, pusieron los pilares gran­
diosos de la filosofía cristiana, de la filosofía católica. Con su apoyo
sí que podemos iniciar una auténtica indagación teleológica del dis-
(6) Elías de Tejada, F.: La cuestión de la vigencia del Derecho Na­
tural, pág. 33. En el Tomo El Derecho Natural Hispánico. Biblioteca His­
pánica de

Filosofía
del Derecho. Vol. 11. Escélicer, Madrid, 1973.
(7) Lorca Navarrete, J. F.: Derecho y fuerza, pág. 390. En el Tomo
El Derecho NrJJural Hispánico, op. cit.
(8) San Agustín: Tratado sobre la Santísima Trinidad, L. III, C. II, 7.
(9)
«Debi6se esta armonía al orden de la justicia, de modó que ha­
biendo recibido el alma un cuerpo que le estaba sumiso, como ella estaba
sumisa al Señor,
así el cuerpo obedeciese y presta.se sin resistencia la servi­
dumbre

conveniente
pua aquella
clase de
vida». San Agustín: De los méritos
y perd6n de

los pecados y sobre el
bautfrmo de

los párvulos,
L. II, 22, 36. O
en De Civitate Dei:-«Así, en el hombre hay un orden justo procedente de
la naturaleza, según el
cual el alma está sometida a· Dios y la carile al alma,
y el alma y 1a carne a Dios», L. XIX, C. IV, 4.
(10)
Así, San Agustín en De la.r costumbres de la Iglesia católica y de
los maniqueos,
afirma «la tendencia al ser es tendencia al orden ... el des­
orden, al
contrario, produce
el no
ser», L.
I., C,
X., 28.
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currir histórico, describir y valorar las posibles, por decirlo con Gil­
son,
metamorfosi, de la Ciudad de Dio,. Y

ahora ya no podemos
decir que Donoso Cortés atisbara, sino que realmente acei:tó de
pleno, cuando un poco más adelante de su trabajo citado escribe cómo
"la filosofía de la Historia es imposible sin Dios, porque la historia
es el caos si Dios no ordena su trama, no dirige su curso
y no res­
plandece en su seno" (11). Y fue necesario que tras
la noche lute­
rana,

en un amanecer glorioso del día 26 de octubre de 1546, Diego
Láinez pronunciará su discurso sobre
la justificación, para que se
reafirmara
la doctrina tomista de que la salvación pende de nuestra
conducta, para que de nuevo volviera la unidad católica entre Dios
y el hombre, escindida por el protestantismo. Y fue necesario, que
"mientras que el siglo xvm se sumergía en los abismos de
la duda,
un joven de carácter melancólico
y ardiente" (12), poeta cantor de
Carlos II, rey de Nápoles
y de las Españas; el hispano Giambattista
Vico anclado en
la Contrarreforma tridentina echará los más sólidos
fundamentos de la filosofía de la historia (13).
Puede decirse que ante esta segunda perspectiva señalada
y que
ha quedado recortada en Jo que hemos denominado filosofía de la
historia, estamos ante el fruto legítimo a que puede llegar el hom­
bre cuando emplea su razón en el análisis del discurrir histórico
y,
(11) Donoso Cortés, J.: Filosofía de la Historia .... op. cit., pág. 626.
(12) Donoso Cortés, J.: Filosofía de la Historia ... , op. cit., pág. 626.
(13)
La obra capital de Vico Principi di Scienza nuova d'intorno al/a
comune natura de/le nazioni
en su primera redacción es del año 1725. Para
Vico la verdad consiste en la coincidencia de lo verdadero con el hecho,
en que
«verum et factum convertuntur». O sea, se conoce aquello que se
hace
y el único que conoce algo es quien hizo aquel algo correspondiente,
con la paralela de que desconoce una cosa
el que no es capiu: de hacerla.
De donde se sigue que
la naturaleza es conocida solamente por Dios,
quien la creó; quedando circunscrito el conocimiento de los hombres
al cam;
po de la historia, esto es, lo que llama Vico la «Filología». En su scienza
nuova .reconda
estampará las siguientes palabras: «Che l'uomo abbia libero
arbitrio, peró debole, di fare
delle passioni virtú; ma che da Dio e aiutato
natural.mente con la
divina Providenza, e soprannaturalmente della divina
grazia».
Ed. de Fausto Nicolini. Bari. Gius. Laterza e figli 1942-XX, nú­
mero
136.
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HISTORIA, HISTORJCISMO Y REVOLUCWN·
cuando en alas de esa misma razón se remonta hasta la suprema
Causa ordenadora de ese orden universo. En este sentido es filoso­
fía de la historia y al cabo teología de la historia,
tanto el

testimonio
de San Agustín como
el de Vico.
Mas podíamos, eli este perfilamiento de los términos que esta­
mos siguiendo, hablar de una tercera perspectiva ante la historia
o de la historia. Sería la posntra de los qrie se acercan al pasado in­
tencionalmente interesados no solamente de un modo
racional, sino
también

intencionalmente volitivo, queriendo encontrar en la his­
toria, en el pasado, aquello que es menester para justificar aquello
que "a priori" quieren
justificat, bien

sea con el propósito de anclar
en el pasado de un modo definitivo procediendo a una supervalo­
ración de la historia misma en sí, bien sea con el propósito de en­
contrar en el pasado, en la historia, la plataforma de lanzamiento de
sus sueños de grandezas y visiones megalómanas.
Aquí no estamos ya ni en el simple recuerdo o memoria del
pasado, ni tampoco en una interpretación racional o teleológica de
ese mismo pasado. Aquí estamos ya en presencia de una adulteración
de ese pasado y de esa historia, en una manipulación interesada de
su discurrir, en un fruto no legítimo, sino espúreo, de ese pasado y
de esa historia. En la historia -recordemos-caminamos entre las
ruinas de lo egregio, en la visión de Hegel, y ya va cobrando su real
sentido esta afirmación. Porque con ella pensamos que Hegel no
pretendió
solamente expresar

el flujo constante heraclitiano de que
"todo parece pasar y
nada permanece", sino que también nos indica
el talante específico que en su devenir acompaña a ese flujo histórico
constante. Y aquí el histor_icismo y la revolución. O del historicismo
al
sentido revolucionario de la historia.
Porque ¿qué es el historicismo?, ¿qué visión de la historia nos
da el historicismo? Sólo en términos de gtan generalidad podría darse
una concreta idea de lo que es el historicismo
y de su particolar con­
cepción de la historia. Es que el historicismo mismo está y vivió en
la historia y sólo a través de un análisis histórico de su génesis y
desenvolvimiento posterior, pueden aquilatarse sus características más
peculiares e incluso contradictorias. Tán contradictorias como la clase
de historicismo a que nos_. estemos refiriendo en cada momento.
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El historicismo como ideología nueva y revolucionaria surge en
el siglo xix. Meinecke, en su
EJ historici.rmo y su génesis, lo consi­
dera como "una de
las revoluciones

espirituales más grandes acae­
cidas en el pensar de los pueblos de Occidente" (14). A nuestro en­
tender, el historicismo fue una revolución dentro de la revolución
más general que por sí implica el siglo XIX en rodos los ámbitos del
conocer
y el actuar humanos. El siglo XIX, encrucijada de los siste­
mas ideológicos más dispares, era apropiado campo de cultivo para
que floreciesen las más insospechadas posruras
y rambién las más
esperadas oposiciones. En su seno se produjo el desconcierto ideo­
lógico y la agiración real más aguda.
En el siglo
XIX va a dejar de ser problema, a fuer de serlo, el
diálogo entre la razón y la naruraleza, que como afirma F. Puy fue
el problema capiral de la Ilustración (15).
Y dentro del siglo XIX,
el historicismo hunde sus raíces en el romanticismo imperante -no
en
vano entre sus precursores
se cuentan
Lessing, Schiller,
Müsser,
Herder y el propio Goethe--~ va a suponer en principio una fuerte
reacción contra la concepción iusnanrralista abstracta y racional, pro­
cediendo a "la sustitución de una consideración generalizadora de las
fuerzas
hum.anas históricás . por

una consideración individualizado­
ra" (16). Es decir, surge la oposición hecha por Droysen entre
la
naturaleza "das Nebeneinnander des Seienden" (la yuxtaposición de
lo que es) y la historia "das Nacheinaoder des bewordenen" (la suce­
sión de Jo que va siendo) (17). De esra guisa, "la orienración hada
la historia, dice Paulsen, es una señal que confiere un sello caracte­
rístico a roda la filosofía del siglo
XIX, en contraposición a la del
período anterior

. . .
Esta última descansaba en una concepción ma­
temático naruralisra de la realidad
y era abstracramente racionalisra.
Por el contrario, los sistemas especulativos de nuestro siglo dieron
(14) Meinecke, F.: El hisf.orh:i.Imo y su génesis, pág. 11. Fondo de
Cultura Económica, México, 1943.
(15) Puy, F.: El pensamiento tradiciona_l en la E.rpaña del siglo XVIll
(1700-1760), pág. 26. Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1966.
(16) Meinecke, F.: El hfrtori.(_ismo y.,., pág. 12, op. cit.
(17) Vid. Enrico de Michelis: El problema de las Ciencias históricas,
pág. 144~ nota. Editorial Nova, Bu~nos Aires, 1948.
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HISTORIA, HISTORICISMO Y REVOLUCION
origen a la construcción del mundo histórico-espiritual, tratando des­
pués de construir también históricamenet la naturaleza, al menos bajo
forma
de un esquematismo lógico-genético; y las ciencias natu­
rales han seguido ese impulso, realizando, en efecto, un tratamiento
histórico de la naturaleza en la teoría de la evolución cósmica y bio­
lógica" (18). He aquí, en este
texto, que estimamos no tiene desper­
dicio, condensado el talante historicista del siglo
XIX y las orienta­
ciones que a partir de
él se

van a dar.
En su ruptura con
el estado ideológico anterior, el historicismo
entona un
nova sint omnia y parcela la realidad toda en pequeñas
realidades. Se produce el abandono del ser en cuanto
tal y se pre­
tende compensar, como dice Eduardo Nicol "con una mayor atención
a los seres en tanto que presentes·· (19). De este modo dice Nicol "lo
que se perdía en
el campo de la metafísica, se iba a ganar en el
campo de la historia" (20), como si metafísica e historia fueran con­
ceptos contrapuestos o fuerzas que se repelen. Como si el hombre no
fuera a la postre "metafísica que hace historia" como no hace mucho
nos volvía a recordar el profesor Elías de Tejada (21). Y en su rup­
tura va a descomponer la unidad del h,ombre, la unidad de su natu­
raleza compendio de
racionalidad, libertad,
sociabilidad e historici­
dad,
y la unidad del hombre con Dios, al separar tajantemente el
orden moral del orden jurídico al modo protestante de los secuaces
de la Escuela Histórica.
Ya no va a ser posible en filosofía hablar de
una orientación
hacia verdades absolutas, sino en todo caso y a lo más hacia concep­
ciones subjetivas del mundo y del hombre como pretendió Dilthey
en su
Das Wesen der Philosophie (22), a fuer de cerrado historicista
(18) Paulsen, F.: lntroduzione al/a filosofía, pág. XXI. Turín, 1911.
Cit. por Enrico de Michelis en
El problema de las ciencias históricas, op. cit.,
págs. 10-11, nota
2.
(19) Nicol, E.; Historicismo y existencialismo.· La tempdralidad del ser
y la razón, págs. 67-68. Fondo de Cultura Económica, México, 1950.
(20)

Nicol, E.:
Historfrismo y existencialismo ... , op. cit., págs. 67-68.
(21) Elías de Tejada, F.: La cuestión de la vigencia del De1echo Na­
tural, op. cit., pág. 33.
(22)

En los
Gesammelte Schriten, V. (1957), págs. 339-439.
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que estimaba que "el hombre no es comprendido a fuerza de cavilar
y cavilar sobre si -mismo; esta cavilación -escribía-no puede dar
más que la gran miseria nietzcheana de una subjetividad hipertensa.
Sólo por la comprensión de la realidad histórica que él mismo produce
llega el hombre a la conciencia de sus capacidades, lo mismo para
el bien que para el ma1·· (23). De este modo se proclama paladina­
mente el axioma
indi,;iduum e,t ineffabile, menospreciándose todo
asidero trascendente de Verdad, de Bondad o Belleza. Las consecuen­
cias últimas será el positivismo a que desemboca la Escuela. Histó­
rica o la
fe en el devenir histórico, bien al estilo marxista marcada­
mente revolucionario, bien al socaire del progreso indefinido de un
Teilhard de Chardin. El historicismo mismo da en un existencialismo
a que le lleva la pérdida de un criterio firme y seguro de la ver­
dad (24), inevitable lastre de un extremoso subjetivismo que camina
hacia una "causación progresiva" (25) en la historia y que parece
como si
quisiera anegarse,

como
ha dicho J. V allet, "en ese río que
sigue el curso del devenir histórico, para escapar a nuestras respon­
sabilidades o para imponer nuestros criterios sin necesidad de demos­
trar la razón objetiva o moral de su superioridad"" (26).
Situémonos, pues, con J. Vallet en el río de la historia y contem­
plemos su discurrir. Según que se mire en su curso normal o acele­
rado, saltaremos de. la idea de evolución a la de revolución. Amba,
ideas, empero, son manifestaciones de una misma consideración, a
saber, empeñarse en poner el acento en la decisiva influencia del de­
venir histórico en los hechos humanos. Pero mientras que la idea de
evolución, como vamos a ver, es
hasta cierto punto connatural con el
discurrir histórico,
la revolución sólo existe en la mente de los que
la preconizan como panacea salvadora, consistente en acelerar el ritmo
de la historia.
(23) Dilthey, W.: El mundo Histórico, pág. 346. Fondo de Cultura
Económica. México, 1944.
(24) Nicol, E.: HistoriciJmo y ... , op. cit., pág. 9.
(2') Enrico
de Michelis: El problema de las ... ; op. cit., pág. 160,
nota 1.
(26) Vallet de Goytisolo, J.: Algo sobre temas de hoy, pág. 7. Speiro,
Madrid, 1972.
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HISTORJA, ~ISTORJCISMO Y RJ!.VOLUCION
Entre ambas ideas, de la de evolución y revolución, queda como
desprendida
la del progreso indefinido en la historia y de la historia,
como pulcramente ha distinguido Rafael Gambra (27). Atraído el
hombre por lo sugeiente de sus predicamentos, no pocas veces se ha
"abandonado al viento de la historia"' (28), insertándose en un pro­
ceso puramente biológico-evolutivo, confiando en el progreso tecno­
lógico o esperando vanamente que se cumplan
las profecías mar­
xistas. Y es que no se descubre nada nuevo con decir que la especie
evoluciona
y ha de seguir evolucionando biológicamente, ni que la
técnica camina y seguirá caminando en un progreso ascendente. Am­
bas cosas han caminado a compás con el desarrollo de la humanidad,
y más, por tanto que una ley de su devenir son una ley "constante"
de su natural desenvolvimiento.
Lo que ha sucedido hoy es que téc­
nica y fe en el progreso indefinido han venido a absolutizarse como
la Idea hegeliana. Y han sido consideradas como los polos dialécticos
en cuyo derredor camina a marchas forzadas la humanidad entera.
Para llegar a la idea de revolución sólo faltaba que se ahondara un
poco más en el proceso
·de insensibilidad

espiritual que de suyo im­
plica
la absolutización de la técnica y el progreso material, para inten­
tar "violentamente" acceder a lo que las leyes económicas nos tiene
predestinado inexorablemente.
Tendenciosamente todo ha quedado trastrocado. Porque, como dice
Marcel Clément, la revolución va a consistir en "aplicar la manera
del hombre a un dominio que pertenece a la manera de Dios. Consis­
te en querer reformar
la sociedad esencialmente con un remodelado
mecánico y actuado desde el exterior hacia el interior, donde
y cuan-
( 27) Distingue el profesor R. Gambra «dos realidades bien distintas:
una teoría -sumamente discutible-- y una realidad innegable. La primera
es el "progreso de la Historia"
-diríamos el mito o creencia hoy ambiental
-del progreso constante e inevitable del acontecer histórico--; la otra -el pro­ greso en
la historia- es el proceso perfeccionador que, entre avances y re­
trocesos varios,
ha conducido al hombre desde su estadio primtivo hasta la
civilización de nuestra época» · El mito del progreso: El progreso de la his­
toria y el progreso en la histaria «Verbo» Speiro, 1969, pág. 155.
(28) Gambra, R.: El mito del progreso.,., op. cit., pág. 167 .
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do es preciso trabajar desde el interior hacia el exterior" (29). Es
qµe la revolución es, según definición feliz de Albert de Mun, "una
doctrina

que pretende
fundar la sociedad sobre la voluntad del hom­
bre en lugar de
fundarla sobre la voluntad de Dios", y que se "ma­
nifiesnt, por
un.- siste~a social, político y económico, brotado de los
cerebros de los filósofos, sin la inquietud de la tradición y caracte­
rizado por

la negación de Dios
sobre la

sociedad política':. Como
aposrilla
J. Vallet: "la Revolución destruye el orden natural de las
cosas para
cánstruir un
mundo conforme a las elucubraciones ideo­
lógicas de la mente aislada de Jo real" (30). Jusramente Jo que se
propuso _ Carlos Marx con su materialismo histórico
y su correlato
en el materialismo dialéctico. Y
justamente ahí

reside una de las
críticas más certeras del marxismo.
Coino escribe Eduardo Nicol:
"Según· ~x, la situación ecoriómica considerada como étapa his­
tórica en. el proceso evolutivo de la producción determina las formas
de la vida espirirual de un pueblo y de un individuo. Pero una vez
sentado
el principio, Marx dedicó toda su atención al estudio del
aspecto económico

de
la hisroria, y desatendió el otro muy notoria­
mente. Explicó
el fenómeno de la producción económica, pero dejó
sin explicar el
acto de la producción espiritual" (31). Y es que al
cabo, con la revolución como con la idea más genérica del progreso,
nos instalamos en un universo secularizado, donde la
razón humana
ensoberbecida
y confiada en sus propias fuerzas será la determinan­
te única
y exclusiva de todo el dinamismo histórico. "La teoría del
progreso
-ha escrito certeramente Luis Diez del Corral- tenía que
reemplazar a la teoría de una Providencia activa; y sólo cuando los
hombres se sintieron independientes de
la Providencia pudieron cons­
truir una teoría del Progreso" (32).
Cuán lejos
esramos ya de
la in­
terpretación de la historia cristiana, como marcha del hombre hacia
(29) Clbnent, M.: La.s tres revoluciones, «Verbo» (VIII, núm. 80).
Speiro, diciembre 1969,
pág. 939. Madrid. ·
(30)

Vid. Vallet de Goytisolo,
J. en El municipio en la organización
de la
sociedad, págs. 125-126. Speiro, Madrid, 1'9'7L · ·
(31)

Nicol;
R: Hist01icismo y- existencialismo ... , op. cit., pág. 84.
(32)
Díe:z del

Corral,
L.: Secularización y dinamismo histórico. Revista
de Estudios Políticos (73), enero-febrero, 1954, pág. 57.
·
Fundaci\363n Speiro

HISTORJA, HISTORJCISMO·Y REVOLUCION
Dios, y qué cerca del aserto hegeliano de que en la historia camina­
mos
entre
las ruinas de lo egregio.
2, El· Historicismo. Sc,helling. Hegel. Escuela Histórica.
Kostas Axelos en su Héraclite et la philosophie. La premiere
1aisie de l' Ctre en devenir
de

la
tótaÜté, nos presenta a Heráclito COmo
un pensador, el primero en la historia que piensa en el ser en su
devenir total (33). Puede
afirmarse, en efecto, ·que con

Heráclito nace el intento de
penetrar en la dialéctica interna de
la historia. Con Heráclito estamos
en presencia de
la primera interpretación racional del devenir del ser.
Bastará que ese intento se inserte dentro de una amplia perspectiva
en el tiempo para que pueda hablarse de una historificación racio­
nalista, de una racionalización de
la historia. Tal es lo que acontece
con Schelling
y más propiamente con Hegel. Sus sistemas filosóficos
mismos no son sino, como ha dicho Xavier Tilliete de Schelling, "une
philosophie en devenir" (34). Ante Schelling
y Hegel, pues, estarnos
en esa modalidad del historicismo que es
más bien una filosofía de la
historia ea el sentido apuntado más arriba, esto es, ante una inda~
gación teleológica del discurrir o del devenir histórico. Indagación
(33) «Héradite est un penseti.r. Héradite pense, le premier, le logos de 1' etre du devenir total. Lu.i, pour la premiere fois, pense et dit, dans l'horizon
du logos ainsi nommé,
ce qu'

est
le Monde. Héraclite ne fait pas
encare de

la philosophie, c'est-a-dire de
la métaphisique. Sa pensée demeure
ouverte et

multidimensionelle, questionnante et énigmatique,
fragmentaire et poétique; elle

ne fixe
pas l'Etre, elle ne sépare pas l'etre du devenir -1' etre est devenir et le devenir est l'etre-, elle ne ferme pas la Totalité, elle ne
construit
pas de systématique. Héradite pellse avant me.me la constitution de
la· métaphysique et la
fo.rmation cÍes écoles philosophiques; n· est présocrati­
que, :l savoir préplatonicien. Héradité est le premiet penseúr qui déploie la pensée (le logos) sautant le sens (le logos) de la-nature, de la-divinité, de
l'homme et .de la
cité, modes d'etre du devenir de l't!tre du monde total -que Héradite

essaie de saisir»
-Kostas" Axefos, op. cit., prólogo, pág. 9. Les Edi­tions
de Minuit, París, 1968.
(34) Tilliete, X.: Schelling, Une

Phifosophie
en devenir, París; Librairie PhilosoplJ.igue J. V-rin, ~970, ~ Tomos.
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/OSE F, LORCA NAV ARRETE
teleológica que se va a caracterizar por su racionalización o intelectua·
lización misma
y porque va a advenir en pura teologización de la
historia, a fuer de Absolutizarla y orillarse en un puro panteísmo.
Parece

ocioso a la hora presente cuando los estudios sobre Hegel
florecen por doquier, intentar siquiera
llamar la

atención acerca del
papel que la razón va a ocupar en el rotal sistema hegeliano. Mas
desde la ilazón que estamos siguiendo en esta exposición vamos a
intentar una somera indicación que nos ponga al menos en la pista
del camino a seguir. El mismo Hegel se explica y explica el papel
de la razón en la Inrroducción de su
Filosofía de la Historia Univer­
sal
para poder inmediatamente llegar a la afirmación de que "la
razón rige al mundo y de que, por
tanto, también la hisroria uni­
versal

ha rranscurrido racionalmente" (35). Eduardo
.Nicol ha CO·
mentado ese papel de la razón en Hegel en conexión con la filosofía
precedente, diciendo que "esta es la fundamental
y perdurable in·
novación de Hegel. Los antecedentes que la hicieron posible
adquie­
ren

su valor preciso justamente en
la comparación de su insuficiencia
con la plenitud a que permitieron llegar.
La idea de la razón como
substancia aparece ya, en Descartes, en los orígenes mismos del ra­
cionalismo; pero este ser substancial es ajeno a la temporalidad, es
siempre idéntico a sí mismo. En Leibniz se hace dinámico, pero no
llega a ser auténticamente histórico, porque la fuerza de su propia
actividad ha sido regulada de antemano: la actividad no es creadora
del ser que la posee. En Kant la
razón es

temporal, pero ya no
es,
en el sentido onrológico, y su temporalidad formal le impide penerrar
este sentido. En Hegel, por el conrrario, la temporalidad está en la
enrraña del ser íntimo: es la substancia,
y la substancia es razón" (36).
Y en alas de esa
razón Hegel

nos eleva hasta la Idea Absoluta
ad·
viniendo,

como dicho queda,· a una
teologización de
la hisorria. El
camino también

en este sentido estaba abonado. Porque sin duda
alguna la idea de una divinidad está presente en roda la especulación
del idealismo. Divinidad como remate de. un proceso de inmanencia
primero, recortado en un panteísmo. Proceso que ha sido señalado por
436
(35) Hegel, J. G. F.: Filosofía áe la Historia ... , op. cit., pág. 14.
(36) Nicol,
E.: HiJtoricismo y existenrialismo ... 1 op. cit., -págs. 103-104.
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HISTORIA, HISTORICISMO Y REVOLUCION
Wilhelm Dilthey en Hegel y el idealiJmo afincándolo prima facies
en Schelling. Para Dilthey,
la metafísica del idealismo objetivo entra en una
nueva etapa con
la obra de Schelling .. Para el nuevo idealismo obje­
tivo, que concibe el universo como un todo cuyo interior se desplie­
ga en la naturaleza
y en la historia, una fuerza divina única está pre­
sente en cada parte del universo como conexión entre las partes y el
todo y entre las partes mismas fundada en la conexión del espíritu.
Como esta fuerza divina ___.:___gigue diciendo Dilthey--:::-opera tal co­
nexión por la ley que le es inherente, opera también necesariamente;
y romo su intetna necesidad legal determina a cada parte del uni­
verso, resulta a
la vez fundamento del mundo y vida de sus partes.
Así el nuevo idealismo objetivo se convierte en panteismo que, como
concluye Dilthey, se va a
diferenciar del
de otros tiempos sobre todo
porque la interpretación de lo dado a base de una conexión espiri­
tual se ha convertido en un método consciente, bien fundado en la
teoría del conocimiento de Kant y .de Fichte y en sus conceptos fi­
losóficos trascendentales de una conexión necesaria y universal del
espíritu.
Este panteismo se distingue así de los sistemas, por lo demás tan
afines, de estoicos
y neoplatónicos. Una segunda diferencia consiste
en la tendencia, condicionada por esta fundamentación a
concebir la
acción de la fuerza divina en el mundo como desarrollo (37). La
culminación del desarrollo de este pensamiento schelleingniano será
la inserción de lo histórico
en lo cultural. "Nat,nlhere de !'esprit est
(37) Dilthey, W.: Hegel y el Ideali.rmo, págs. 60-61. Fondo de Cultura
Económica,
México, 1944. Pudiéramos decir que en la filosofía schelleing­
niana. la

naturaleza se agranda, como consecuencia de sus
remirúscend~s ro­
mánticas

-como ha puesto de relieve Hinrich Knittenneyer en el capítulo IV
de su
Schelling und die Romantische Schule, y más concretamente en · las
págs,
160 a 183-(München Verlag Ernst Reinhardt, 1929). Y la naturaleza
no es sino un puro devenir, un proceso formador e informador de la realidad
toda, que nos conduce
al Espíritu, cCimo ·ha sefialado el prof. Elías de Tejada
(Vid.
Mecanicismo y organicismo en la_ Filosofía frtrldica del Schelling iu­
veni/,
pág. 733. Publica~ao do Instituto Brasilei:ro de Filosofia, sob Os Aus­
picios da Comissao do IV Centenario da Ciudade de Sao Paulo: Sao Paulo.
Brasil, 1956) .

Fundaci\363n Speiro

JOSE P. LORCA NAV ARRETE .
una fa~ón de désigner la philosophie comme genése, comme devenir,
le systéme de !'esprit étant coexcensif au
sysceme de
la
Nature. De
mCme l'etonante déclaration de la Préface: "'Ma· philosophie n'est elle
meme rien d'-autre que science de· la Naturé" (38). A través, pues,
de un organicismo primero y de un mecanicismo después, lo -natural
se va a insertar en la historia. ·como-ha escrito el prof. Elías de Te­
jada "el traslado de los conceptos de la filosofía schelleingniana de la
naturaleza a

una filosofía de la
hisroria a

ttavés de la especie, hállase
patente
en· el System des f1'anszendentalen Idealismus, cuando nos
manifiesta que el ideal bistóriCO lo realiza la especie humana, nunca
los hombres en particular" (39). Pero será a partit de 1815 con sus
lecciones sobre la 'mitología, cuando la historia de la conciencia hu­
mana comienza a desplegarse, hasta instalarse, como
ha señalado Vla­
dimir Jankélevitch, "au coeur de l'Absolu" (40). Estarnos ante la
doctrina del Todo
(Lehre vom Ali), del Hen Kai Pan. "La philoso­
phie suscitée par le Hen Kai Pan, la philosophie prodarnée
.á l'
envi
par les écrits de l'Identité, n'est pas une philosophie parmi les autres,
un systéme marqué du stigmate de la subjectivité. Elle est la philo­
sophie tout court, éternelle et absolue, savoir absolu et science de
l'Absolu ... " (41).
En
Lo spirito oggetivo ne/la teología hegeliana della storia, el
profesor Elfu de Tejada ha_ descrito magistralmente el proceso en
sus inicios. Nos dice cómo el lema de la filosofía de Hegel fue el
lema propio de su generación universitaria.
Aquel lema
que el estu­
diante griego, nacido en Suabia en 1770, Hans Christian
Hiilderlin,
escribiera

en 12 de febrero de 1791 en el cuaderno de apuntes de su
colega Georg Wilhelm Friedrich Hegel:
. Hen .Kai Pan .. El Uno y el
Todo, el Todo
y el Uno. Con esta fórmula Hegel. ha introducido, o
ha querido introducir, a · la Divinidad en el primer plano de la con­
cepción -del universo, y sobre todO en su coné:e_l)ción ele la hiSto-
(38) . Tilliete, X.: Schelling ... , op. cit., págs: 138·139,
(39)
ElíaS de Tejada, F.: Mect;Znicismo y ... , op. cit., pág. 737.
(40) Jankf:lévitth; V.: L'Odyssée de.la co'nscience darú la derníCre phi­
loiophie dé Schelling, pág: 3. Libráirie-FéliX Alean, Paris, i933,
(41) Tilliete, X.: Op, cit., pág. 409.
4}8.
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HISTORJA, HISTORJCISMO -Y ·RBVOLUCION
ria (42). Y así, escrib,e a la letra: "Con Hegel l'en kay-pan di Hol­
derlin

ascenderá all'identificazione dell'uno individuale con
il Tutto
divino. Iddio imprimera
il semó della storia ne! piú profondo della
coscienza umana e gli uo.rnini .aYtailno unitá -nel divenire storico conn
incarnazioni successive del m.a'.g1J.o processo.· del -Spit'ito. La s!oria sará
una perché opera di Dio e degli uomini, dello Spirito che m essa
si rea)izza e _degli uomini che fungono da pilastri dello Spirito nella
sua lenta realizazione -
atta verso la· dialettica -Ínes~rabile délla' Sto ria.
La filosofía della storia di Hegel e, quindi anche teología della storia,
teología secolarizata, -
.per cosí -dire, perché nel diven.ire stc>rico fo
Spiritto e sostenuto _ dell-'umanita, senza cadere per questo in una
sttetta antropologia,
poiche !'ultimo
punto
di ref~imento non _sera
l'uomo, ma lo Spirito, ~~rsione ·idealiSta dl Dio neI{a spea4azion~
Hegeliana" (43).
Tomando de aquí
y .de allá en la Filosofía de _la Historia .Uni­
versal
de

Hegel,
encontramos los textos que apoyan todo lo que an­
tecede. Así cuando palpa el propio proceso dialéctico
y escribe: ")JI
resultado

de este proceso es, por
~nto, _que el espíriru. al .Obje!iv.arse
y pensar su ser, destruye por un lado 4 determinación de su ser, pero
aprehende por otro lado Jo universal del mismo,
y de este modo da
a su principio una nueva determinación" (44)_. Así. ruando una vez
más, nos dice cómo el espíritu no
se mueve como en el vacío sino
que
tiende hacia Jo real,. ya que "solo lo real es un ideal" (45). Que
por ello mismo "damos por supuesto,. como verdad, ·
que
en los acon­
tecimientos de los pueblos domina un
fit,J.. último, q1,1e en la

historia
universal hay
una razón -no la.razón de un-sujeto particular, sino
la razón divina
y absoluta~. La demostración de esta verdad es el
tratado de la historia universal misma, imagen y acto de ra-
( 42) Elfas de Tejada, F.: Lo spiritto oggetivo ne/le teologia -hegeliana
della

storia,
págs. 137-138, en Hegel. L'esprit ohjectif. L'unité de l'hiJtoire.
Association des Publications de la Faculté .des Lettres et Sciences- Humaines
de Lille,
1970.
(43)
Elías de Tejada, F:: Lo spiritQ·.oggetivo ... , op: cit., págs. 13-9-140.
(44) Hegel, J. G. F.:_-Filosofía de la.:., op:cit., pág. 52.
(45)

Hegel,
J. G. Fe: Filosufia de la ... , óp. cit., pág. 58.
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JOSE F. LOR.CA NAV AR.R.BTE
zón ... " (46). Acto de razón definitivamente perfilado cuando más
adelante escribe: "Se acusa de orgullo a la razón, por querer saber
algo sobre Dios. Peto más bien debe decirse que la verdadera hu­
mildad consiste justamente en_ reconocer a Dios en todas las cosas
tributándole honor en todo y principalmente en el teatro de la his­
toria universal" (47). Porque al cabo "hemos de contemplar la histo­
ria universal según su fin último. Este fin último es aquello que es
querido en el mundo. Sabemos de Dios que es lo más perfecto
.. Por
tanto, Dios sólo puede quererse a sí mismo y a lo que es igual a sí.
Dios y la naturaleza de su voluntad son una misma cosa; y ésta es la
que filosóficamente llamamos Idea" (48). De donde emerge la posi­
bilidad
y justificación misma de· la filosofía de la historia: ".Dios
gobierna

el mundo;
el contenido de su gobierno, la realización de
su plan, es la historia universal. Comprender, esta es
la tarea de la
filosofía de la historia universal ...
" (49). Razón tiene el prof. Elías
de Tejada cuando por ello escribe que "la dignitá della filosofía
della storia procede della possibilitá di conoscere la storia in
Dio" (50). Sin embargo, el hegelianismo no logra ser un paréntesis de ver­
dadera religiosidad en la historiografía
y filosofía de la Historia entre
el anti-historicismo del racionalismo cartesiano y el empirismo de la
escuela historicista, pues la Historia es para Hegel la revelación del
Espíritu, el modo como éste conquista la autoconciencia de lo que
en sí es, o en otras palabras, "la historia universal es el progreso en
la conciencia de la
libertad" (51).
No se trata, pues, en el sistema
hegeliano de conocer la Historia en Dios, en el sentido personal
y
trascendente de este término, sino de hacer de la Historia y de Dios
la manifestación o el sinónimo del Espíritu Absoluto o razón uni­
versal.
44B
Por otra parte, como para Hegel el Estado es la realidad efectiva
(46) Hegel, J. G. F.: Filosofía de la ... , op. cit., pág. 15.
(

47) Hegel,
J. G. F.: Filosofía de la ... , op. cit., pág. 26.
( 48) Hegel,
J. G. F.: Filosofía de la ... , op. cit., pág. 36.
(49) Hegel,
J. G. F.: Filosoflade la ... , op. cit., pág. 57,
(50) Elías de Tejada, F.: Lo spiritto , .. , op. cit., pág. 142.
(51) Hegel, J. G. F.: Filosofía de la ... , op. cit., pág. 44.
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HISTORJA, HISTORJCISMO Y REVOLUCION
de la idea moral objetiva, que la realiza en la Historia Universal (pa­
rágrafos
257 y 259 de "Principios de Filosofía del De.recho"), nos
conduce
a un totalitarismo estatal que legitima los idealismos, de
quienes dominan el Estado en cuanto puedan imponerles, haciéndolos
realidad, con tabla rasa de toda la tradición
y de todos los órganos
sociales

sobre los que pueda imponer la realidad de
su idea que no
admite otro juicio que el de su realidad
histórica y el

de su futuro
destino
..
Pero, una vez más, el idealismo más absoluto llamó tras sí al em­
pirismo. Porque el propio siglo XIX pudo contemplar el nacimiento
y desarrollo de una corriente del pensamiento, que anclada en la his­
toria, a base
los campos jurídico
y moral la unidad panteística en el sistema he­
geliano.
La Escuela Histórica, que es a la que nos referirnos, nos trae de
nuevo la escisión protestante entre un orden moral y un orden ju­
rídico, entre un ser y un deber ser, entre lo individual y lo abstracto,
entre el hecho y la idea. Apegada a la hist0ria y ---<0mo ha señalado
Guillermo Augusto Tell
y Lafont como su rasgo nuevo y original­
tomando la parte por el todo
(52), va a restar en el confin de lo in­
dividual, del hecho, del ser a secas, del orden jurídico en suma. Con­
firiendo tal autonomía al orden jurídico que
podrá "subsistir -se­
gún palabras de Plá y Deniel- aun siendo contrario al orden di­
vino"

(53).
No vamos a entrar en detalles de este proceso histórico de
-y
me recreo en la redundancia- la Esruela Histórica, por la sen­
cilla razón de que aquí, en esta reunión, este tema va a ser tratado
más extensamente por A. Pérez Luño. Sí .ráe importa dejar ·constan­
cia que la postura de Savigny y sus secuaces -incluso la del propio
Friedrich Julius Stahl- van a ofrecernos
una concepción de la his-
(52) Tell y Lafont, G. A.: Un siglo de ·Esc11ela Histórka, pág. 15.
Revista Jurídica de Cataluña, Tomo XX. Enero-febrero-marzo, 1914.
(53) Plá y Deniel, E.: Crítica de la Escuela Histórica según los princi­
pios de Santo Tomá.r sobre la mutabilidad de las leyes, pág. 226. Revista
Jurídica de Cataluña.-Tomo Sexto; BarceIOna, 1900.
441
Fundaci\363n Speiro

/OSE P. LO.RCA lMVARRETE
toria adulterada de propio intento para justificar aquello que "a prio­
ri'' pretendieron

justificar.
,Por ello.que
pensemos
que. t,;as la

.desnu­
da
e,q,osición de

las directrices de la Escuela, tal como
quedaron en
sus "inicios en De la, vocación_ de nuestra épo-ca ·para ta· legislaci6n _y
.la .ciencia del Derecho, hubiera. algo más de pragmatismo y de in­
tereses en juego
. que lo

que la
doctriná por sí_ indica,
Así parece
intuirlo Tell y Lafont cuando
sitóa el destrona¡niento de

la Escuela
Histórica en los intereses que en su derredor se habían creado, mos­
trándose impotente para precisar y concretar sus postulados (54).
Mas ateniéndonos a la -letra y al "espíritu" -Y nunca ·mejor em­
pleada la palabra- podíamos- hacernos una serie de pregutitas cuya
respuesta certerá nos daría el auténtico mérito, la auténtica medida
de sus aportaciones. Porque con la noción vaga y' artificial del "Vólk­
geist" (5 5) ¿qué hly que entender? En ef ámbito del derecho, por
ejemplo, ¿se alude con ello a lo que puede denominarse concicimien­
to vulgar del derechó? Mucbo nos tememos que no. Es que la Escuela
Histórica -ya lo.hemos dicho- resta en lo singular,
en la ori]ja del
sentimiento popular, sin· querer re~ontarse hasta la racionalidad·_ que
capta el orden inmanente al mundo .Universo. Es que la Es.cuela His­
tórica
desde Savigny

a Friedrich Julius Stahl en la medida· que se
inserta en ella, pasando por un Pucbta o Bacboferi, han quedado por
siempre en los límites de Ún auténtico atavismo jurídico y de -~
positivism~ _
que _i~no'ra todo

lo. que sea
ttascendenci~. 4l separar
orden jurídico de orden moral
al estilo protestante -1~.o en·-vano
nació en el seno del llamado protest¡,ntismo ortodoxo alemán (56)-,
la .Escuela Histórica
ha .elaborado una teoría jurídica de tejas para
abajo. Plá y Deniel
ha escrito como Savigny "aunque poto aficio­
nado a la filosofía, sintió sin embargo, dice _Teodoro Meyer, el influ~
jo de la filosofía de Schelling, de qnien aprendió que las normas del
d_erecho se determinaban; no por. lás subjetivas ideas deL e~píriri,i hu­
mano, sino por el espíritu del mundo ...
y en cada uno.. de los pue-
('54) Telt y Lafont, .. G. A.: Un ,1iglo .de .&cuela-... , op. cit., pág. 26.
-('55) Tell y Lafont, .G. A.:-. Un siglo de EsN1ela ... , op: ~it--~ Pá:g-. _27-,
(56) Plá y Deniel, E.: Crítica de-la Escuela.Histórica, op.- cit.,_ pá-g;,_22_9.
442
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HISTORJA, HISTORJCISMO Y REVOLVCION
blos por el espíritu del pueblo perpetuamente activo y que por ín­
tima necesidad se revela perennemente en la historia" (57). Y aun suponiendo la posibilidad de captación del derecho a
tra­
vés

del "espíritu del pueblo", ¿estaremos seguros,
rorno se pregunta
Tell

y Lafont, de que ese derecho
exirtente debe ser derecho, (58).
He
aquí una pregunta que estimo nos lleva al corazón del
terna en
el ámbito jutídico. Consecuencia de la unión entre historia y dere­
cho, es la pérdida de todo critetio
último trascendente

de Justicia.
He aquí otra gtan diferencia entre Savigny y Hegel. Corno
ha es­
crito Raymond Polin: "si Savigny, dans ses oeuvres, He les regles du
Droit a leur hlstoire en établissant les principes de l'historicisme, ce
n'est pas du tout a la fa,on de Hegel, ce n'est pas en faisant dependre
sa doctrine

du Droit d'une philosophie de l'histoire qui en
ronstitue­
rait

le dernier mot" (59). Y es que una
rosa es
la génesis temporal
de una regla de Derecho, en este -caso,-y otra muy distinta su justi­
ficación, que es· lo que a fin de cuentas importa, si no queremos des­
cender hasta un
positivismo desolador y nefasto.
3. El sentido revolucionario: Mane,
Con Carlos Marx la historia adopta un senfido revolucionario que
lleva en su germen su misma muerte y destrucción. Un autor que
(57) Plá y Deniel, E.: Crítica de la Escuela Hist6rica; op. cit., pág. 230,
(58) «Esta pregunta -escribe Tell y Lafont- podría h_acérsela no sólo
el legislado;, sino el jurisconsulto y aun el misrño espiritll d~l Pu;blo en el
supuesto, por
mí riegado;· de · que existiera ºy fuera. capaz · de formular tales
preguntas;
pero nos
las hace

diariamente a los juristas el pueblo, si no en
esta forma espiritual y vaporosa, que
se deshace-entre las manos en forma
de

los individuos con quienes ·
herp.Os de

tratar
cues9ones_ que
hayan de
re-,.
sol

verse por la
ley o por un principio jurídico; y desde el momento eh que
tal pregunta se formula con la imperiosidad que obliga al ser racional de dar
cuenta de la razón de sus actos y ·que no se satisface ni queda contestada por
la
razóp:_ de

la
existencia o antigüedad del Derecho, que nos domina de un
modo fatal, como dec{.l:-Savigny, qu~da fuera de duda que la pregunta equi­
va_le
a-1~-siguiente, ~El Perecho-existente es justo?», op. cit;, págs. ?9-30.
(59)

Polin, R.:
Philosophie du Droit eJ philo.sophie de 'l'Histoire. chez
Hegel
-d'4prés. «Les Principe.t de la Philosop/Jie d.u

Droil» de 1821,
pág. 259,,
en Hegel. !!esprit obiectif ... , op. cit.
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]OSE F. LORCA NAV ARRETE
ya ha sido citado aquí, Eduardo Nicol, llega a afirmar que con Marx
"el historicismo se traslada del plano metafísico al plano cieodfi­
co" (60).
Ignorarnos cómo,
si no es con
uoa gran benevolencia de
ánimo; puede calificarse al

marxismo de
tamaña manera, cuando es la
negación misma de la historia
y sus postulados no pasan de ser uto­
pías. Porque

despojemos
al ·marxismo de su trasfondo revolucionario
que ranto
parece cautivar y veamos que

nos queda. Poco o nada. Tan
poco o nada que alguien corno U. Cerroni -y
creo que el testimonio
será de validez general- se lamenraba no hace mucho de la pobreza
de la tradición
marxista en

la teoría del Derecho
(61), extendiéndose
en consideraciones harto significativas
al respecto. Y nos pregunta­
mos ¿cómo es posible esra
penuria de

trabajos dignos sobre el aspec­
to jurídico -nada menos-, del
marxismo?; ¿es

que acaso ninguna
in­
·religencia medianamente

aceptable -los escritos
panfletarios no

son
del caso-ha quedado prendida de las bases de sus postulados o del
1igor de los
mismos, después
de más de cien años de que vieran
la
luz El Capital o El Manifiesto? Uno se siente perplejo ante esta si­
ru.ación y

piensa que no será si
es que
el marxismo, en
el revolucio­
nario marxismo, no hay sino ese salto vertiginoso al abismo de la
fanrasía (62) de que nos habla el profesor Elías de Tejada en su es­
tudio
El mito del marxismo.
Porque en puros términos filosóficos el marxismo no es sino una
tosca interpreraci6n de la dialéctica hegeliana, por más que alguna
vez se le presente como una reacción contra el "sistema hegeliano
congelado" (63). O,mo si el marxismo viniera a poner fin a las abs­
tracciones filosóficas, con un programa de actuación completo y sin
quiebras. Pretencioso error. Porque la innovación respecto del sis­
tema hegeliano realizada por Carlos Marx, constituye precisamente
el

punto
flaco del sistema. Cosa !6gica cuando falto de genio e in-
(60) Nícol, E.: Hisloricísmo y ... , op. cit., pág. 238.
(61) Cerroni, Umberto: Marxisme el droit. Con1ideration1 hiJtorico­
criliqttes,
en APh. D., Tomo XII, 1967, pág. 134, Sirey. París.
(62) Elías de Tejada, F.:
El mito del marxismo, pág. 185, en Los mitos
actuales.
Speiro, 1969.
( 63)
· Lefebvre,
Henri:
El materialismo dialéctico, pág. 65. Ed. La Pié-·
yade,

Buenos Aires, 1969.
444
Fundaci\363n Speiro

HISTORIA, HISTORICISMO Y.REVOLUCION
genio se pretende remodelar lo 'llle ya ha sido modelado y bien
modelado.
Marx al>andona toda espiritualidad, toda hnmana espiritualiclad,
y monta y elabora su sistema sobre Jo material: en el ámbito de la
economía. Pretendiendo ofrecer de

este modo
lo que. Je había faltado
a
la
dialéctica hegeliana.

Comentando Francesco Olgiati la
Deutsche
ldeolo gie, donde se trazará el materialismo histórico, nos dice que
"la tesi del materialismo storico vi é forzosamente proclamata, come
conquista definitiva. La formazione delle idee viene spiegata median­
te la prassi materiale; il valore dei concetti perde ogni assolutezza,
ma
e posto in relazione con le coodizíoni dell'economia in un 4eter­
minato momento" (64). De donde a la postre Marx y Engels esti­
matan al comunismo "non

come un
ideale che bisogna proporsi e
che occorre raggiugere con sforzi volontarii, ma come il movim.ento
realé che sopprime la situazione attuale, in quanto l'_evoluzíone eco­
nomica
_e necessariamente orienta~ verso quella meta" (65).
De donde también la repulsa a roda la historia tildada de un co­
nocimiento, según el prÓpio Engels, que tiene por
objeto la aprehen­
sión de

Jo transitorio
y perecedero (66). Es que, como ha indicado
Jean Yves _ Calvez, el marxismo Y-su consecuencia inevitable el co­
munismo,

son en sí mismos
la solución del enigma de la historia, ya
que toda la historia anterior al advenimiento del comunismo no tiene
sentido. El comunismo, en este aspecto, viene a ser el fin de la his­
toria (67). A partir de ese momento es cuando según el comunismo
comienza la historia. "En la acción revolucionaria del proletariado
y en la instauración del comunismo, toda la historia_ pierde su sen­
tido. 'Mejor dicho, toda la historia culmina en el gesto del proleta­
rio que se libera a sí mismo; toda ella constituye la
génesis del
co­
munismo. El movimiento entero de la historia es su verdadero acto
de génesis ... ; el acto de nacimiento de su existenoia empírica, y,
(64) Olgiati, F.: Cario Marx, págs. 218-219. Milano. Societá Editrice «Vita e Pensiero», 4.! ed., 1948.
(65) Olgiati, F.: Cario Marx, op. cit., pág. 219.
(66) Engels, F.: Anti-DUhring, pág. 86. Trad. y Prólogo de W. Roces.
Ed. Cenit, Madrid, 1932.
(67) Calvez,
J. Y.: El" pensamiento dd Carlos Marx, pág. 59r2. Tllurus, Madrid,
1964.
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JOSE P. LORCA NAVAR.RBTE
al mismo tiempo, para su conciencia pensante es el movimiento com­
prendido y sabido de su d~venir (el del comunismo). La historia
entera -concluye J. Y. Calvez- no ha tenido más sentido que la
génesis del hombre comunista" (68). Bajo este sentido
"la historia
es pata el marxista la verificación de todos los valores"
(69) ..
Toda

la historia no es sino
la historia de las luchas de clase que
debe
desembocar· en

la revolución. He aquí,
la. única
moral que co­
noce el
marxismo como

reconoce José Luis
Aranguren cuaodo
es­
cribe: "La revolución,
.es decir,

el cambio radical de la
estructura
económicá, social y política., es, ya lo hemos visto, un elemento cons­
titutivo de la praxis marxista y, por lo tanto, de su moral. La moral
de Marx no se encuentra,
q,mo el

ideal, separada de la realidad, no
es, de ningún modo, una nueva moral de la buena voluntad, de la
bueria intenció~ o de los ·-_bu~s sentimientos. (Por eso, entre _otras
tazones, rehusaba ~rx ver -en su sis~ema una "moral"). La moral
de Marx exige la transformación real del mundo ( transformación que
va
á orul'rit, ,Por la fuer~ misma de los ac;ontecimienros, es decir,_ sin
intervención moral, pero qúe los hombres
deben. apoyar, empujar
y acelerar" (70). No podía ser punto el· marxismo es congiu~nte y -se salva_ de sus propias· contra~
dicciones
0
inter11as. ¿Qué podía esperarse de un sistern¡i en que la
familia es concebida como ''la forrna

primera
y más simple de sociedad
puesta di servició de la' producci6n"? (71). Donde lo puramente ma­
terial, lo
económico, prima

sobre cualquier otra consideración hasta
el
punto .de le~a~tár las iris de Marx contra Proudhon (72), o quedar
(68} éaivez, J.-Y.:·0Et'i,"ensaniien~o de .. -:, op. cft':', págs: ~95-596.
(69)
-CalVez,.-J.: YfEI pensámien.tó de· ... , op. cit.; pág. ·u.
(70): Aranguren!". J.-~.=-Elº marxismo como-m-orál,'pf.g. 86. Alian.Za: Ed.
Madrid,, 1968.
(71) Engels, F.: Anti-Dühring, op. cit., pág. 95.
(72) «Miüs M. :(>.cohudh_on-.-:'-------§cri.bía, Uarx~~ -en avouant._qu.'il ne-.-com­
prend rien au d.éveloppement hísi:orique de l'hWil¡nité_ --et il l'avoue,, lQ.t.squ-'-ij
se sert des mots sonares de ;1aisqp: 1:1niverseUe~,- Q.ieu-,. ~tG.--:-n'av,outt-.Íl pas
im_pli$;:it~ent et_ nécessa,irement _qu'iL~t _ioaq,able de c()Illprendre def>-_deve­
/Óppem'ents Íco~omiqueJ
?». Carta dirigida a Anoenkov., e1 :28.'-0.e .diciembre
cÍe 1_8:46. __En_ De11x lettres sur Pro-udhon, .en Karl Mar,x:. O"e-uvres,-1.., pág.,'.,1439.
Ed. -Gallimard: P~í~, ·1965: -
Fundaci\363n Speiro

HIST0RJA, RIST0RJCISMO Y REJWLUCION
inscrito en el Prófogo de la Critica de la Economía Política (1859)
como
el cimiento inconm°'vible .del .sistema, (73 ), bien. explicach por
Engels al decir que '}a conce¡,ci6n .materialista .de. la lústoria pa,;te. de
la tesis .de. que la producción y con ella el J11ctercan:¡bio. de lo produ­
cido
.. es laJ,ase de t~do orden. social; de.que .en rodas las ~iedades
que

han
d~filado, p\)r la

historia la
.distribución. de los. productos y
la agrupació.n social ~e los hombres en clases o estamentos que lleva
aparejada,
se. halla presidida . por lo. que

esa sociedad produce
y por
el modo como cambia sus productos. Según eso, )as últimas causas
de todos los cambios. sociales y ,de todas las .revoluciones políticas, no
deben
ir a bnscar,se. a las cabezas de los ho,mbres ni a la idea que
ellos se.forjen.de la verdad.eterna ni de la eterna justicia,.sinq a_las
ttap.sformaciones operadas en eL régimen de producción e __ intercam­
bio; dicho en otros términos, han de ir a buscarse, no a la filoso/fa
sino a 1a economfa de la época que se trata" (74). Sin.comentarios.
E~ el marxismo~ en efecto, caminamos entt_e las ruinas 4e lo egregio.
4. Téilhard.
El P. Teilhard de Chardin ha sometido a todo lo vivo y más con­
cretamente a la naturaleza humana., a un zarandeo ascendente -en pos
de su perfección cada vez más- -creciente, qW? el jesuita sima ei:J.: _el
Punto Omega. Algo · así como una vis atrattivd hacia la que ha de
confluir el género humano (75) ....
_(73_) «Le~ ,rappq~~- juridjq~es; p~ plus .9ue Ie;s .f~~e~ de L'Eiat, .~
pe1:1ve.nt .s' ex,t,li:quer.
~ p_af eux-memes, ni_ par _la p.rétendue .éVolution -gé'néral~
de

_l'esprit humain;
_·bi,en-.p~t6t, ils-prennent
Jeurs
radnes_ daos les ~onditions
matériel~es
de , la

vie que
Hegel, a l' ex:em_]?le des A,~glais et des Fram;a!s du
XVIII
si~cle, _comprend ·dans leur. ·ense:T?Jble SOU:5 le. nom de '-société dvile';
et c'est dans l'economie politique qu'il convi_ent ·de chercher l'anatomie de
la société _ciyil~ (~ Karl Ma;.t:'.OeuvrCs. I,· pág. 27~, op. cit.).
· (74)

Engels, F.:
Anti-Dühring, pág. 292,_ op. cit.
(75) «El Padre Teilhar~ ----escribe )osé Antonio G~rcía de· Corf:ázar-,
ha·

denominado
·Punto _Omegá'. (

digamos
simpJe!D,ente, punto ._~inal) _.a· este
centro.
-d~ convergencia

natural
de. todos.

los espíritus. Este
Punto Omega -an-·
terio~ y

por encima de
toda, evol~ción, é~ mi~mo personal y és-piritual, no
puede
ser, en definitiva, más que _lo_ que. -los
metafísico~ llaman-Dios. La
~47
Fundaci\363n Speiro

JOSB F. Wl{CA NAV ARRBTB
Muy numerosa y abundante es . la literatuta que en torno a las
tesis del autor de
Le Milieu. Dwin y Le phlmometie Humain, existe
hoy

ya. Un largo trecho de nombres
podían aquí contarse entre los
que. se adhieren
y los que han .mostrado su repulsa más enérgica con­
tra sus.postulados fundamentales. Frente a los que Jo consideran .. un
precursor

de talento que nos traza, en su
lenguaje, las perspectivas
de una auténtica visión beatifica del mundo que será
la del maña­
na.. (76), o que .. resulta altamente interesante el contenido axioló­
gico
.de las
concepciones de Teilhard en orden a la socialización y la
moralización de la energía
humana, y la influencia que no dudo han
de tener en la filosofía jurídica de un fututo muy próximo" (77), los
hay quienes decididamente Jo
califican de
·'visionario"
(78).
Es importante hacer notar que tanto. sus detracrores como segui­
dores más entusiastas, enjuicien la doctrina de Teilhard situándose
en una perspectiva fututista a tono con
las predicciones de Teilhard
mismo. No parece sino que
m actu su doctrina no fuera válida. Que
su
do~trina haya

de
esperar esa

completa evolución que se preconiza
para lograr

un total cumplimiento,
allá donde el hombre impulsado
por
una especie de elán vital bergsonia:no se funda con el Punto
Omega.
existencia de este Dios aparece así, el té«D,ino de la investigación científica
no en virtud de los principios de causalidad eficiente o final, sino como
simple consecuencia del hecho de la evolución científicamente comprobada.
Esta evolución no puede realizarse más que como una marcha hacia ese Centro
de

convergencia
ción prueba así, sin recurrir a
la metafísica ni al principio de _causalidad, la
existencia de Dios, · de quien está supeditada toda esta evolución. Sin duda la
Metafísica no tendría dificultad para encontrar a este Punto Omega como causa eficiente
y final de todas las cosas; pero el autor del Fenómeno Hu.mano
se mantiene deliberadamente fuera de esa perspectiva», El mito del Punlo
Omega

del
Padre Teilhard de Chardin.,_pág. 11. Speiro, 1969.
(76)
Chauchard, Paul:
El ser humano según Teilhard de Chardin, pá­
gina 15.

Ed. Herder, Barcelona, 1965.
(77) Sánchez Gamborino, Francisco Miguel:
Conceplos sociales, mo­
rales y Jurídicos en la obra ,de T eilhard de Chemlin, Revista General de Le­
gislación y Jurisprudencia, noviembre de 1969, pág. 30. Reus, Madrid.
(78) Salleron,
l.ouis, Teilhard e anliTeilhard, pág. 97. Obra que recoge
otro trabajo de
André Monestier.

Borla
Editore. Torino,
1967.
448
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HISTORIA, HISTORlCISJ,40 Y REVOLUCION
Tomada en su estricta consideración biológica de la evolución,
no pasaría de ser
una versión más o

menos
afortunada de esa fe en el
porvenir, que desde los años románticos viene agitando las mentes
calenturientas , de científicos y filósofos con más o menos fundamen­
to. Julien

Bonnecase nos
cuenta cómo
nno
de estos profetas, Berthe­
lot,
allá por
el año 1870, después de haber descubierto los principios
de la síntesis química anuncia ni corto ni perezoso que por dicha
síntesis el hombre del futuro llegará a ser "le maltre des corps et
m&ne des ilmes" (79).
Pero es
. que
en
la doctrina teilherdiana hay en juego conceptos
y principios arraiga.dos fuertemente en la conciencia de la humani~
dad y q.ie Teilhard o ignon o ha menospreciado intecionadamente.
Y puede que haya ocurrido lo uno y lo otro. Porque según nos
cuenta el

P. Eustaquio Guerrero, su formación filosófica
y teológica
deja mucho qlle desear, hasta el punto de que "es patente en· sus
propios escritos que no llegó jamás a dominar aquella profunda sa­
biduría, como
tampoco dominaría
después la
. Teología
tradicional,
absorto en sus preocupaciones
Mturales" (SO). Y porque, a la hora
de construir. aquellos postulados sustentadores de su
dactrina, a
fuer
de buen evolucionista espigaría lo que mejor conviniera con los
mismos. Lo demás· sobraba. Es en este sentido que José Antonio Gar­
cía de Cortázar hace la juiciosa observación de que Teilhard ha ol­
vidado
"el principio de la indeterminación atisbada por Heisenberg,
en el . que se nos dice, ·en definitiva ... , que no siempre las mismas
causas producen los mismos e~ectos. Y que no existe un determinismo
rora! en la historia" (81).
Desconocimiento de la filosofía y de la teología tradicional y ma­
nipulación de la
historia a

capricho, son dos reproches que por lo
pronto se
podrían formular

a la doctrina de
Teilhard. Porque
en roda
(79) Bonnecase, Julien: Science d11 Droit et romantisme, Le conflit Je¡
conceptions juridiques en France de 1880 a !'héure acluelle, pág. 588. Li­
brairie du Recueil Sirey, París, 191'28.
(80) Guerrero, E.: Tei/hard de Chardin, pág. 18. Studium Ed., Madrid,
1969.
(81) García de Cortázar, J. A.: EJ mito del Pumo Omega ... , op. cit.,
pág. 35.
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JOSB F. WRCA NAVARRBTB
este proceso ¿4ónde _ sitúa, si _ es que ha _reparado en ella, a la. natu­
raleza racional del hombre?, ¿dónde hallar el principio dé que omne
agem agil propt.erfinen, de qµe el hombre, por eso mismo, b11Sca
a

Dios como fin
último porqµe es

el
.. Sumo
Bien, y
no. por
otra
ca11SO?, ¿por dóllde enC<,ll)trar el testirnonio .. de

la Providencia
divü:ia?
Pero

es
qµe atendiendo

a los fines perseguidos, esto es, llegar hasta
Dios como
pJIDto final

de
toda la evofoción, ¿no es esto lo qµe siem­
pre

ha predicado la filosofía
cristiana sin
necesidad del
ropaje evo-.
lucionista

con que la recubre Teilhard? Con gran agudeza ha visto el
P. Guerrero el problema y pregunta: "¿Me
querría señalar

cualquier
adorador de
Teilhatd. qué hay

de
nuevo y
original en
toda esa elu­
cubración escatológica teilhardiana
.si no es el hecho de relacionarla
con la evolución?·· (82). Teilhard sustituye la
razón, el conocimiento
racional,-por una ~ara como inp.ecesaria gnosis, por mucho que André
Monesder se empeñe en hacernos ver como "Eiriste'in prima, Teil­
hard poi,. ci

haono dimostrato che, per cogliere la totalitá de!le cose,
l'osservazione metodica dei fenomeni non e sufficiente'.', la
lógica y
la razón, y que la intuición "deve venire in soccorso della .ragione e.
completare

rosservazione" (83).
Por otra parte, la doctrina teilhardiana se reconduce _al dominio
en la sociedad del espíritu tecnocrático. Paul Chauchard comentando
a Teilhard nos ha descrito la evolución de la historia del hombre
hasta su perf~ciorÍamiento psicoso_ciol6gico. Perfeccionamiento· que
al dar en "una humanidad unificada e ilustrada puede por si misma
tomar en sus manos la suerte de la evolución" (84), definir "el sen­
tido de la historia" (85).
Nos hemos ocupado ya en alguna ocasión de las perniciosas con­
seruencias de la técnica

o de la tea10cracia más
.exactamente, funda­
mentalmente a cómo al dárnoslo todo. hed,o da pábulo a la implan­
tación del quietismo más peligroso, tanto en el orden del pensamien­
to como de
. las inquietudes

más naturales.
Es lo que sucede cuando
la política se reduce a una serie de planes
y contraplanes elaborados
f50
(82) GuerrerO,- E.: Teilhard de Chardin, op. cit, págs. 49-50
(83) Monestier, A.: Teilhard e anttTeilhard, op. cit., págs. 19-20.
(84)
Cha:uchard, P.: El Ser humano según ... , op. cit., pág; 127,
(85)
Chauchard, P.: El ser humano según ... , op. cit., pág. 119.
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HISTORIA, HISTORJCISMOY REVOLUaON
a espaldas de la realidad, _el derecho a una serie de axiomas preesta­
blecidos

o la religión a uo
=ino trazado
unilateralmente con la
osadía
-de quien

se cree estar en posesión de la_
Verdad.
En

este puoto hago mías las palabras del P.
G\letreto_ cuando
nos
dice que en definitiva "para llevar a Dios los hombres, aun los cien·
tíficos, n9 hay mejor medio,_

a mi
j~icio, que
el sistema tradicional,
bien _conocir,lo y prudentemente aplicado, según las circunstancias, que
prepara el camino de la razón, pero tiene presente que sólo se reco­
rrerá_ con la_ gracia divina, alcanzada po_r. la oración y la cooperación
de buena voluntad" (86). Creo_ que no es necesaria decir qué es lo
que hemos querido desde un principio recordar en esta exposición
hecha al hilo de uoa consideración cristiana y catÓlica de la vida, del
hombre
y del mundo y de su historia.
5.
Conclusiones.
Para terminar, solamente unas palabras con las que poner remate
a lo que antecede. Hemos intentado más que el desarrollo didáctico
y metódico del historicismo como doctrina propia, analizar las con­
secuencías de
ciertas posturas historicistas o
que
al encararse con _la
historia desde sus propios
sisteinas nos hán dejado _una interpretación
singular de
la misma y que-nierffía ser recordáda aquí por uno u
otro motivo. Si con Hegel estábamos ante el pensador que lucha por
iriteriorizar en el proceso de la historia, hasta los lúnitfS· de some­
t~Jo ~ los_ dominios. de ~a razón en su búsqueda _de Wr Panteístico
y totalitario Absoluto; en la Escuela Hist6rica, la historia es lo único
válido

concretada en
el" espíritu
del pueblo".
Si con Manda historia
tiene
asignado un
final inexorable, con Teilhard va a set el vehículo
de sus ansias de perfeccionamiento.
Tal vez tras estos distintos planteamientos quepa adivinar una
apetencia pragmática. Hallar y encontrar soluciones en la historia y
desde la historia para el hombre que es naturaleza histórica también.
Mas habría que recordar con Jnan Vallet aquello de que "si nuestra
generación logra

resolver los problemas inmediatos que hoy tenemos
(86) Guerrero, E.: Teilhard de Chardin, op. cit., pág. 7'5.
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JOSB P. LOll.CA NAV All.ll.ETB
planteados ¿podríamos, además, estar seguros de que no nos han
quedado olvidadas las soluciones de
una serie
de cuestiones perma­
nentemente planteadas, pero que hoy socialmente se han dejado de
contemplar por la obsesión de lo inmediato y de lo urgente?" (87).
No nos vaya a suceder el caso que
contaba Louis Jacot de la ballena
que después de haber experimentado la máxima evolución de los
animales terrestres retorna a la vida marina, donde evoluciona de
nuevo.
Cuando redactaba estas páginas llegaba a mis manos un artículo
de periódico firmado por Juan Pasquau
bajo el

título
¿Progreso o
regreso?,
donde nos alerta de los peligros de nuestra adelantada civi~
lización. Bueno es que se vaya produciendo una concienciac;ión en
este sentido y que todos vayamos entonando un mea culpa por esa
"loca ímpaciencia" que diría Jacobo Burckhardt (88) y que a Karl
R. Popper le indujo a escribir sobre
ú; miseria del historicismo (89).
Porque no hay que olvidar nunca que la verdadera evolución y si se
quiere la auténtica revólución, está en la unión de todos con todos.
Y que esta unión no es realizable, como recordaba la publicación
Le Centre-Reforme catholique au XX siecle al hacerse eco de las pa­
labras de San Pío X, sino por medio de la caridad católica, que por
sí sola, puede conducir a los pueblos en la marcha, en el camino del
progreso hacia el ideal de la civilización (90).
(87) Vallet de Goytisolo, J.: Ideologia, praxis y mito de la tecnocracia,
Escélicer, Madrid, 1971, pág. 117.
(88) Burckhardt, J.: Reflexiones sobre la historia del mundo, pág. 26.
Editor «El ateneo», Buenos
Aires, 1945.
(89)

Ultima edición en castellano.· _Alianza
ed., Madrid, 1973.
(90) Vid., publicación citada, Janvier, 1968, núm. 4, pág. 1,
Saint Pie X.
Lettre sur le Si/Ion.
452
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