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La duda, el relativismo y la Verdad

LA DUDA, EL RELATIVISMO Y LA VERDAD
La dnda, .., ha hecho hoy espesa y habitual en el campo ooles,ial
por la equívoca interpretación del llamado "pluralismo"
y por el olvido de que la !libertad quiere la vocación de
verdad y no es una arhitraria· lioencia para oarri,in,e:r a ciegas
y por impulsos pe,rsonales.
<, "diversos puntos por incertidumbres acerca del propio ser y del propio
"destino: pensad en la frecuencia
y la insistencia con que se

propone
"una cuestión insólita, la de la propia

identidad.
La dudit ha llegado
"a ser una niebla espesa que no deja ver claramente ni dentro ni fuera
'·'de la propia conciencia, ni .siquiera en quien deberla tener por
"herencia de educación y por carisma propio _ de su estado en la
"Iglesia
de Dios,
la
visión limpia de ,su ser

cristiana
y de su deber
"de fidelidad. La duda se ha hecho además espesa y habitual, por
"la equívoca interpretación

de hoy
se da

del
así llamado

«pluralismo»,
"como Ji esta fórmula et11torizase la .incertidumbre sobre _la! verdat/es
"y .sobre las doctrinas que no la admiten por ser verdades y doctrinas
"garantizadas par la inviolable defensa de la fe y del magisterio
"autorizado de la Iglesia. La libertad no se ha empleado siempre
".según s11 vocación a la verdad y a la elección amorosa del querer
"divino ( cf. 2 Cor. 3, 17) sino como una arbitraria licencia de i:a­
"minar a ciegas, según impulsos, instintos o interese.r personales,
"hasta perderse,

también en el
campo religioso,
en ese· libre
examen
"que disuelve 14 unidad de la fe y debilita la energía del amor cris-
11tiano.»
· PAULO VI: Catequesis en la audiencia general
del miércoles, 13 de octubre de 1976; L'Os.rerva­
tore Romano, edición semanal en lengua espa­
ñola, año VII, núm. 407,
domingo 17 de octubre
de 1976.
La actual "crisis de identidad".
«Parece, en efecto, que cierto estado de incertidumbre, una incer­
"tidumbre interior, una incertidumbre

·.robre la misma definición per­
" sonal propia, impide una fácil y confiada aceptación del plan espi­
"ritua/, del Año Santo. ¿Cómo clasificar esta incertidumbre? Cada uno
"puede intentar un análisis propio y formular de sí el propio diagnós­
"tico interior. Nos, nos limitamos a la alu.rión de un fenómeno, hoy
"bastante difundido, que da un titulo a esta incertidumbre: lo lla­
nmamos «crisis de identidad». ¿Qué queremos decir?; queremos decir
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Fundaci\363n Speiro

"que con frecuencia, este anáüsis subjetivo sobre la propia existencia
"de.remboca en el 11acío, es decir, en una duda. Y

la
duda, cuando no
"es simplemente

metódica e
hipotética, es decir, un medio

de
btls­
"r¡ueda.
y de proceso cogitativo, sino una contestación interio.r, pesi­
"mista, de

la propia certeza
habitu(fl, se puede convertir en vorágine
"que sacude
y devora la fort(fleza de

la propia
mentalidad ordinaria.
nLa duda, en este caso, en lugar de

llevar
a la exploración de la ver­
"dad, conduce a la oscuridad- espiritual., a la tristeza, al hastío, a la
,, audacia iconoclasta contra la propia personalidad misma.»
. . . . . . -. . .
« ... en orden a lo r¡ue ahora nos interesa, recordaremos que· es 11 contrario al espíritu del catolicismo, al reino de Dios, detenerse en l'a
"duda

y
en la
incertidumbre sobre la
dactrina de
la fe, la
cual invita,
"ciertamente, a un
estudio

continuo
y progresivo, pero partiendo de
"algunas verdades seguras para
llegar a otras verdades, que son su
"profundización
y s11 gozo.»
.. . . . . . .
«Es necesario s11perar la crisis sobre la propia identidad. ¿Quién
"soy. yo?
Y para re,ponder a

esta
pregunta radical viene en nuestra
"ayuda la doctrina de

la
gracia, Cada uno. puede decir: yo soy hijo de
"Dios., yo soy 11n < "yo
soy un miembro de la Iglesia;
soy un pobre

hombre
de la
Tierra,
"pero en ruta hacia el

cielo ... Más
aún, soy un s-er, u11a perrona, un 11«.ranlo», sobre el que se ha grabado un carácter sacramental inde­
"leble, q11e, con
el b(llltismo, con la confirmación y -si he tenid() la
"inmen,a ,uerte de

ello-
con el

orden
sagrado, he
sido adornado
"con el sacerdocio de

Cristo
(cfr. St. Thomas, III, 63, 3);
y, si
"posteriormente un víné'ulo especial,

el voto, me ha
comprometido
"decididamente a su seguimiento, veo penetrada mi vida, mi persona­
"lidad,
por coeficientes perfectivos, de

los
cuales no
está permitido
"dudar, y
de los cuales no

es
ya posible apartarse, sin violencia para
"con mi ser natural y sobrenat11ral.
"«Una
vez éramos tinieblas -sigue diciendo San

Pablo-, pero·
"ahora somos luz en

el Señor:
adelante, caminad com0 hijos de la
"luz» (Efes., 5, 8}.»
PAULO VI: Alocución en la audiencia. general
del miércoles 13 de noviembre de 1974 (original
italiano
«O. R.», 14-11-74; traducción de &desia
núm. 1.718 del sábado 30 de noviembre).
Peligro del relativismo.
«Es preciso que observemos y que canozcamos la vida moderna. 11Se trata de t1n nuevo deber que nos hace salir de la rtllina (no que­
"remos

decir de la tradición), del empirismo, del
formalismo con-
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"1uet11dinario. Tenemos que llegar a Jer me;ores conocedores de las
"almas,
de
los
espíritus de
nuestro
tiempo. Existe ·el peligro de que
"esta observación prevalezca sobre la norma de la fe y de la ley de
"Dios. Hoy el relativismo constituye una gran tentación.»
PAULO VI: Alocución a la oonferencia Episcopal
italiana, traducción de Erdesia número 1.550 del
17 de julio de 1971.
El vacío de ,la duda y la necesidad verdad verdadera.
< ,,nuestro pen1amiento de gente nueva, y libre de las convenciones
"tradicionaJes
del ambiente; todo

es
ficticio, todo carece de verdad
"inl,/meca; hoy se 11iv.e de háb#os m,mtaJes hered«dos, que ya no
"tienen la suficiente razón de ser; se querría lanzar todo por los aire,;
",e experimenta el vértigo de la revolución, de la ,marquía, la fa.rci­
"nadón de
la negaciót,, de la naá,., Se re,pira la de,confian,;a, ,i
''bien emplricamente ,e vive de inten,iáaá, en el est#dio, en el tra­
"btljo, en la experienci,, del mundo exterior, y en la bú,queda intec
"rior de una plenitud, de una certidumbre, atm proviiional y prag­
nmáti.ca, que en ,-eaUdad no se consigue si no es cretmdo otf'ar pseu­
"doverdades.
»¿La vida, p11e1, e,tá vacía? ¿No vale para nada en realidad?
"también la religión, también la fe, ¿cómo se sostienen? En este pun­
"to la dificil cuestión se convierte en decisiva: quien es arrast,-ado por
"este escepticismo
desbordante advierte que éste es el último bal-uarte,
"y q11e el problema religío10 es fundamental en la búsqueda de un
"concepto orgánico y global de la vida, especialmente si por religíón
"se entiende la religión cristiana, la religión católica, que justamente
",e cualifica por 111 afirmación de ,er la verdadera, aquella a la que
"co"e,ponde objetivamente
la Realidad, subjetivamente

la
Salvación.
»No; es imposible, nos confia o nos grita nuestro querido inter­
"locutor; yo, afirma, no

tengo fe.
»Como
quiera que se pronuncie esta conclusi6n, se sabe que hoy
"circula btljo e,ta genérica y gravlsima etiqueta: cri1iI de fe.»
«El
problema
capital de la verdad permanece y los tortura ,e­
,, cretamenle, incitándolos a comenzar nuevMnente la búsqueda insomne.
"Y en lo que concierne a la fe presenta .rolucíones extrañas: la
"aceptación ciega, el fiáe!rmo, por una propemión -iva a abanáo­
''narse al, sentfllniento religioso, o bie11 la desmiúzaci6n, es deci-r1 el
"despojo de todo ClkJ'fJto de concreto, de hist6rico, de exterior, de
"autoritario puede e,tar reveitida la fe religiosa, en la Ü#IÍÓn de q,,.
''esta purificación, es decir, de q11e e,ta operaci6n negativa basta
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"par,. satisfacer J,. aspi,ación ,. """ fe auténtica y esencial,; o bien
"""" prudente vuelta
ai, oráen,,mi.ento re#gio10 m,dicio,.,.¡,, con tal
"de que e,té enmarcado en "" ambiente temógico determinado y
"moderno. Y 1ucede que en lo, umbrales de e,te ingre10 en el reino
"de
k, fe ,e nece1i1" una llave, no siempre di1ponible, se necesita
"""" «gracia», J,. gracia de J,. fe, porque 1" fe, todávía antes de ser
"vinud en su ejerciciQ afortu1J "teriosa del Erpíritu Santo, qué J,. hace acepu,b/e y posible.
»Aquí nuestro interlocutor puede sentirse extraviado. Más todavía,
"comencido de tener r "haber perdido la fe.

Si
así es, .riente la tentación de decir, la fe
"hoy

es imposible:
pertenece a un reino

del Espíritu, donde el hom­
" bre

moderno no
puede y no quiere llegar.
»Y sin embargo, justamente aquí, en la orilla del abismo entre
nel conocimiento natural y el ·misterio de la revelación sobrenatural,
"aquí puede estar fiiada la cita para el encuentro del Dios vivo de
"la fe.»
. . . . .
«El h(J1l'J,bre advierte, más_ que nunca, tras el caminar extenuante
11 a través de las experiencias espirituales de nuestra época, -la nece­
,, sidad -sí, la necesidad-de una solución positiva, de una certeza
"vital,
de 11na verdad verdadera.»
Verdad y caridad.
PAULO VI: Alocución en la audiencia general
del , de enero 1972;·

traducción
de Ecclesia núm.
1.575 del U de enero.
«Verdad y caridad: el binomio es sencillo, pero sicológica y social­
"mente
no

es
fácil; de c11alq11ier modo, induye y repre1enta aquellas
"virtudes fundamenta/e, que
definen 1ocialmente al hombre ideal, es
"decir,
al cristiano, y en

el
grado 'máJ perfecto, al santo. Ertas dos 11 actitudes morales parecen evidentemente conplementarias, es decir, 11 hechas para _integrar mutuamente en el -orden de la con11Ívencia 11h11mana; y asl es, según la exigencia superior de la unidad mora/,,
"propia del hombre perfecto; pero, en la experiencia de la vida
"real
debemos poner de relieve que. frecuentemente la profe1ión
"social de una verdad particular lleva a la intransigencia y la intole­
"rancia (cf. A. Vermeersch, s.¡., La toléraru:e, 1912); y que la pro­
"fe1i6n social de una filantropla agnóstica supone una indiferencia
"ideológica
que con frecuencia la hace poco practicable y no siempre
"realmente
generosa

y fiel. Es
difícil profesar una opinión que se
"considera expresión de verdad y mostrarse comprensivos e indul­
,, gentes hacia quien

no
condivide la misma adhesión a dicha menta-
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"liddd; como es igualmente difícil mostrar verdddero amor al pró­
"iimo si

se prescinde de principios ideales
que lo

hagan digno de
"una sincera abnegación y de un d11ro1 servicio. En otras palabras, en
"las relaciones humanas la fe sin caridad-puede hacerse eguísta; y Id
"caridad, sin la fe, puede carecer de motivaciones que la hagan perse­
" verante y heroica.»
«Como se ve, la síntesis entre verddd y cariddd toca aspectos de la
"vida muy importantes, que plieden ·camhiarla1 como· no raras veces 11 oc11"e en la realidad histórica, e:n antíte~is.»
« ... adhesi6n a la verdad, que mft'ece siempre el homenaje y, si
"fuera necesario, inc/1110 el sacrificio de nuestra existencia para pro­
"fesarla, difundirla y defenderla; y al mismo tiempo, adhesión a la 11caridad, maestra de libertad, de bondad, de paciencia, de abnegación,
"en todas nueitras relaciones con los hombres a quienes el Evangelio
"atribuye el nombre de hermanos.»
PAULO VI: Catequesis en _la audiencia general
del miércoles 18

de
febrero de

1976,
L10sser11a­
tore Romano. ·Edición semanal en lengua espa­
ñola, año. VIII, núm_ 8 (373), 22 de febrero de
1976.
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