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El Estado socialista ¿opio del pueblo? Apéndice: Lo que piensa Santiago Carrillo

EL ESTADO SOCIALISTA, ¿OPIO DEL PUEBLO?
POR
JoEL-BBNOIT o'ON0RJ0.
«Asístent» de Derecho público de la Universidad de Aix-Marsella
III y Presidente Regional de los Juristas Católicos de Provenza.
SUMARIO: l. !.As VÍAS DB TRANSICIÓN POLÍTICA AL SOCIALlMO: A) La
via insureccionaJ..-B) La vía pacífica.-II. LAs FORMAS POLÍTICAS DBL
EsTADO SOCILISTA: A) E/ socialismo de EJtado.-B) El .rocialhmo Je
los Conseios.-Condu.rión,
De entrada, dejamos de lado la larguísima y casi interminable
lista de
.definiciones del

socialismo ( el sociólogo alemán W emer
Sombart ¡ha reunido 262, comprendida la suya!),
pues en este Con­
greso
ha sido ya objeto de una comunicación precedente, y centrare­
mos

nuestro interés directamente en tomo del Estado.
¿Qué es el Estado?
Conocemos la

definición .jurídica clásica: una
¡x,rsona moral
de
Derecho público, titular de
la soberanía política; ¡x,ro también po­
demos definir el Estado como
uu conjunto
de
órganos políticos lla­
mados «gobernantes», por oposición a los simples ciudadanos lla­
mados
«gobernados». El
Estado es la autoridad de que está dotado
el pueblo. Es tambiéo el soporte de la nación, de la patria.
Para los
marxistas, el

Estado es el aparato opresor empleado por
la
clase dominante

contra
los proletarios;
el aparato de dominación
de
una minoría

de explotadores sobre una mayoría de explotados.
Si
el Estado es el producto de la lucha de clases, el motor de la
lucha
de clases que él perpetóa, será tambiéo aniquilado por la acción
de esa misma lucha. Segrega, por lo
taoto; su
propio veneno. Se mata
a sí mismo «a fuego leo to».
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Fundaci\363n Speiro

JOEL-BENOIT D'ONORJO
Si logra mantenerse sin demasiados perjuicios, y si llega a su­
perar las diferentes crisis que le afectan, se debe a la ideología do­
minante que ha acreditado la idea según la cual, por una parte, el Estado responde a una necesidad, a una necesidad inevitable desde
que los hombres se agrupan,
y de que, por otra parte, el Estado
es un servicio público al servicio de toda la colectividad.
Puesto que, para los marxistas, el Estado no es en modo
alguno
un

fenómeno natural, no siempre
ha existido. El Estado no es más
que una superestructura, un epif enómeno. El Estado apareció cuando
la división del trabajo trajo
consigo la

aparición de
las clases sociales.
Nacido de la sociedad, el Estado se hace independiente para merecer
su título de árbitro
y juez de los conflictos sociales.
En realidad, el Estado, nacido de la división del trabajo, se en­
cuentra acaparado por los
más fuertes, esto es por los propietarios
de los medios de producción.
Estos utilizan el Estado para impedir
la sublevación de las clases dominadas («opresión>>), o bien para
doblegarlas («represión»). Como producto de la lucha
de clases el Estado es, por naturaleza,
violento, es
la violencia organizada (Engels), «La hegemonía armada
de
coacción» (Gramsci). Esta violencia estatal

puede ser abierta
(policía, ejército), institucional (justicia) o camuflada (administra­
ción). La expresión marxista, tradicionalmente empleada de «aparato re­
presivo del Estado», pone el acento sobre la gran envergadura de
la
empresa estatal y evoca una idea de monstruosidad, de maquinaria,
hasta· de intrigas. Por represivo que sea, ese «aparato del Estado», sin
embargo,
no

deja de ser utilizable para el establecimiento de un
régimen socia­
lista. Según Marx,
«la clase obrera no puede contentarse con tomar ta/.
o ,cual. órgano

del
Estado y hacerlo funcionar por s11 propia cuenta.
Es necesario
que rompa

la
máquina burocrática y militar» ( «La gue­
rra civil en Francia», 1871).
Para acceder al poder, las «fuerzas del progreso» van a transfor­
mar el Estado que, de Estado de la minoría capitalista, va a conver­
tirse en
el Estado de la mayoría de los proletarios. El proletariado,
ya en el poder, va a realizar la apropiación colectiva de los medios
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Fundaci\363n Speiro

EL ESTADO SOCIALISTA, ¿OPIO DEL PUEBLO?
de producción, es decir, que va a ~formar radicalmente la natu­
raleza de los beneficios de producción. Si no hay más propietarios,
ni,
por

lo
tanto, más explotadores, no habrá más explotados ni clases
antagonistas,
ni, como es lógioo,
más proletariado.
Incluso se
podría
decir que tomando el poder el proletariado se hace el hara-kiri.
El

Estado proletario sólo tiene que reprimir el pequeño núcleo
irrecuperable
de la burguesía, pero para eso, ya no hay necesidad de
poderes especiales de represión; la fuerza y la contribución dinámica
del pueblo proletario son suficientes.
«El Estddo prolet propiamente hr,blt>ndo un Estado:
es un medio Estddo» (Lenin, «El
Estado y la Revolución»). Según Engels: «La sociedad comrmisla
relegará la máquina
del Estado .al hlgar que le convenga, en el mu­
seo
Je antigüedades, al lado Je la rueca y del hd&ha de bronce'!>,
Estas distintas fases de evolución del Estado «gran burgués» al
Estado <
se
hacen de
un
día
para
otro,

como pretenden y desean los anarquistas.
La debilidad del
Estado se consigue con el tiempo, ¿Cuánto dura? Ni siquiera Lenin
lo sabe,
y aconseja: «Dejad en sNSfJenso la cuestión de los plazos Je
tiempo» ( «El Estado y la Revolución»). Se sabe solamente que el
Estado está en vía
de decrepitud o, como dijo más recientemente En­
gels,

en vía
de extinción. «El primer delo por el cual el Estddo ap"'
rece realmente como represen/,mte Je

toda
la sociedad, la toma de
p(Jsesiót1 de los.medios de producdón, es, aJ. mismo tiempo, s11 último
act/J, propio en cuanto Estado ( ... ) el Eslado no es abolido, se deshace.»
Pero antes de llegar ah!, ese órgano del Estado, si bien es des­
honrado,
será, sin embargo, utilizado previsoramente al servicio del
Partido para ir abriendo camino al socialismo.
l. LAs VÍAS DE TRANSICIÓN POLÍTICA AL SOCl'.Al.lSMO,
En «La enfermedad infantil del comunismo», Lenin indica las
tres condiciones necesarias pira que haya una «situaci6n revolucio·
naria».
Hace
falta: 1) que los oprimidos no quieran vivir
más como
antes, que pidan un
cambio; 2)

que los opresores no puedan
ya go­
bernar como antes; 3) que la vanguardia no sea la única en· agitarse
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Fundaci\363n Speiro

JOP.L-BENOIT IYONORJO
y querer la revolución; los sindicatos y los partidos políticos deben
contribuir a esta situación revolucionaria.
Esta debe terminar en la "Dictadura del Proletariado", nueva
forma del
poder de
Estado. La orientación de esta dictadura es «pri­
var de

ciertos medios
y procesos de. combate político a los antiguos
opresores-, que consérvan durante un período de· transición la volun­
tad y fa posibilidad de una restauración del orden antiguo». La dic­
tadura del proletariado es, por lo tanto, una exigencia objetiva para
esterilizar progresivamente las fuerzas hostiles para edificar el so­
cialismo» (Prof. R. Charvin, consejero general
de la

Comunidad de
los Alpes Maritimos,
«Los Éstados Socialistas Europeos», Compendio
de Dalloz, 1975,
págs. 97 y 98). La dictadur~ del Proletariado es
una
fase de transición hacia el comunismo. Esta fase
se llama
el so­
cialismo, cuyo resultado
lógico es

el comunismo que se
caracteriza por
la

propiedad colectiva de los
instrumentos de
producción, las em­
presas y las tierras, por la ausencia de explotación y de antagonismo
entre trabajadores

normales e intelectuales y, en fin, por la abun­
dancia de los bienes de consumo, pues la producción no se verá ya
nunca más frenada por la lucha de clases. Es as! como el comunismo
integral
apunta también

a convertirse en una sociedad de consumo.
Pero, antes de llegar ah!, hay que conquistar el poder.
Para eso
con
el i:amino lihre, en ese sentido, existe la posibilidad de elegit
entre la via insurrecciona! y la
vla pacifica. La elección libre resulta
de la ausencia de una teoria precisa, entre los más seguros autores
marxistas, sobre
fa naturaleza del paso del capitalismo al socialismo.
Marx y Engels no han dado más que vagas nociones a este respecto
para no caer, vista su inexperiencia en la materia, en un socialismo
utópico.
En
sus «Discursos sobre el Congreso de La Haya» (1872), Marx
declaró:
«No negamos que hay paires como América, Inglaterra y
añadirla quizá que Holanda,

donde los obreros
pueden conseguir su
fin

por
la via pacífica>>. Y segón Engels, < evolucionar . pacificamente hacia la nueva, en los países donde la
representación popular concentre en ella todo el poder, donde según
la Constitución, se
puede hacer Jo que se quiera, desde el. momento
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EL ESTADO SOCIAUSTA, ¿OPIO DEL PUEBLO?
en que se tiene tras de si a la mayoría de la nación». ( «Crítica del
Programa d'Erfurt», 1891).
·
La historia del movimiento socialista da ejemplos de dos catego­
rías de lucha por

el
poder.
AJ La vía insmreroional.
Esta vía de traosición hacia el socialismo es, sin duda, la pre­
ferida,

aquella por la cual hay una neta inclinación. Según
Marx,
en efecto, «no hay más que un medio para abreviar, simplificar y
concentrar los dolores sangrantes de la creación de. la sociedad nueva:
el terrorismo revolucionario». ( «La Nouvelle Gazette Rhénane>>,
1848.)

Para
Engels, «la violencia juega un papel en la historiá, un
papel
revolucionario; es, siguiendo
la palabra de Marx, la parte que
extrae de la vieja sociedad una sociedad nueva, el instrumento ·para
cuya ayuda el movimiento social ocupa su lugar y rompe las fuenas
políticas petrificadas o

fijas» ( «Papel de la violencia en
la Historia»).
La primera aplicación de la vía . insurrecciona! se hizo en Rusia.
De febrero a julio de 1917, Lenin piensa
utilizar «a título de ex­
cepción» la
vía pacífica;

hace multiplicar
el número de consejos de
obreros, campesinos y soldados, hasta 600 bajo el gobierno de Ke­
rensky; esta dualidad de poderes
debe hacer posible,

sin demasiados
daños, la dictadura del
proletariado. En

julio de 1917,
Kerensky reac­
ciona

contra
la descomposición del clima social y Lenin ordena la
sublevación insurrecciona!. Hecho Presidente del Consejo de los
Co­
misarios del Pueblo, lanza el 27 de octubre: «y ahora, pasamos a
fa construcción del sociali!mo». La dictadura del · Proletariado toma
la forma de
«soviets» inspirados

en
fa organización de la Comuna
de
Paris. Estos soviets son, según
el mismo Lenin, < del
poder de Estado, provistos de

plenos
poderes, los
organismos
p(J­
seedores
del poder de decisión». Y añade: «Tomad todo el poder
y confiádselo a nuestros soviets!». De ah! viene el célebre slogan:
«¡Todo
el poder para los soviets!».
Al principio clandestinos,
después tolerados,
los soviets acaban
por ser oficiales. Pero, poco a poco, su poder disminuye en beneficio
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/OP.L-BENOIT D'ONORJO
de una nueva expresión de la dictadura del proletariado: el poder
del Estado.
¡ Ese mismo Estado del cual se pretende prescindir! La
dictadura del proletariado no se convierte en una clase de dictadura
para el proletariado, como se acostumbra a sostener (Cf. Robert
<;:harsin: «Los
Estados Socialistas Europeos», Dalloz,
1975, pág. 106),
sino
¡una dictadura sobre el proletariado!
Se
preparo un

proceso parecido en
Portugal estos últimos años,
mostrando por sí mismo que la vía insurrecciona! está lejos de per­
teoecer al pasado completo o titubeante del socialismo. El golpe de Estado del
25 de
abril de 1974 fue seguido de la
instalación de soviets llamados «consejos»: Consejos de soldados
agrupados en las S.U.V. (Soldados Unidos Vencerán), consejos de
obreros, de campesinos, de inquilinos, de aldeas, de zonas, etc ....
Paralelameote, se practica el centralismo
democrático: las comisiones
de habitantes («moradores»), de
trabajadores y otras organizaciones
de base, formaron las asambleas
popolares locales

por barrios u otra
unidad administrativa, las asambleas populares locales enviaron de­
legados a una asamblea popular nacional. Toda decisión
o elección
se

hace elevando la mano. Evidentemente a cada instancia, el M.F.A.
está preseote o debidamente representado.
(CT. Plan-guia

de la Alian­
za del Pueblo-MFA, 9

de julio de 1975, publicado por el Ministerio
de la Comunicación social.) En los dos ejemplos citados, Rusia
y Portugal, se produce el fe­
nómeno capital de
la estrategia revolucionaria: la dualidad del poder,
condición sine qua non del éxito de la empresa.
¿En qué consiste la dualidad del poder?
A este respecto,
Trotsky nos
enseña:
«La preparaci6n histórica Je
una inJufferción conducida, en periodo pre-revolucionario, a que la
clase de.rtinada a· realizar et nt1-evo sistema social, sin haber llegado
a ser tddavia director del. pais, concentre efectivamente en sus manos
una parte importante del poder del Estado, mientras que el aparato
oficial
permanece todavía en las manos Je

los
antiguos poseedores.
Ese
es

el
punto Je partida Je
la
dualidad de poderes en
toda
revolu­
ci6n»
(«Historia de la Revolución Rusa»). Y Leoin precisa: « ... al
lado del gobierno provisional, el gobierno Je la burguesía, se ha
formado otro gobierno, débil
todavía, embrior,ario, pero que tiene
1088
'
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EL ESTADO SOCIALISTA, ¿OPIO DEL PUEBLO?
exisJencie, real, incontestable, que aumenta: son !o.r soviets .de los
diputados, obreros y soldadon> ( «Pravda», 9 de abril de 1971 ).
Paralelamente,
para los socialistas del CERES: «U na lucha socMista
consecuente, aun
teniendo

por
objetivo el Estado, debe permanecer
siempre

TAMBIEN
"a distancid' de sus instituciones, procurando,
al mismo
tiempo,

el desarrollo de
experiencias de
tipo "PODERES
POPULARES",
paral.elas y "externas" al Estado propiamente dicho:
(

.. .)
ya r¡ue, aun teniendo lugar físicamente "fuerd' del Estado, ella
(la
lucha) TENDRA

SIEMPRE, TAMBIEN Y FORZOSAMENTE,
• LOS EFECTOS EN EL INTERIOR MISMO DEL ESTADO». (Ni-
kos Poulantzas: «Crise de l'Etat: position du probleme;>, en Reperes,
núm. 39, enero 1977, págs. 7-8).
La
estrategia es sencilla y se desarrolla en tres tiempos :
l. Infiltración en los sectores-clases de la vida nacional (P'IT;
transportes públicos, información, liceos y universidades,
grandes empresas).
2. Observación del adversario o del enemigo de clase que en
adelante se
descubran.
3. Debilitamiento del órgano del Estado ( desarrollo de las
luchas, reivindicaciones. Es la táctica de los «zorros rojos»,
que en Francia paralizaron totalmente los correos en otoño
de 1973.
·
A

menudo esta acción se presenta como
«apartidista», es
decir,
fuera de los partidos oficiales,
pero es para nivelar mejor el terreno
al
«Partido de

la
clase obrera» ... Ha sido así en Rusia y Portugal.
Así fue también en Ohile.
Es decir, que el fenómeno de la dualidad
de poderes

es
válida tanto para la vía insurreciooal romo para la
pacífica.
B) La vía pacifica.
Para los marxistas, la vía pacífica no es sin6nimo del camino
institucional, del camino legal. Es sólo sinónimo de no utilizar las
armas. «Es la no utilización de la violencia armada; todas las otras
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/OEL-BENOIT D'ONORJO
alternativas son posibles, desde la insurrección popular sin ,,fusión
de

sangre,
hasta el camino electoral, pasando por
la comple¡a con­
¡ugación de todos

esos
medios» (R. Gha.rvin: «Los Estados Socia­
listas
Europeos», págs. 107,108). Es el camino deshonrado por Mao­
Tsé-Toung, quien la considera oomo dependiente del más puro re­
visionismo. Para él, el Estado
burgués no merece ninguna oonside­
ración, se toma por -la revolución; pues «ta. revoluci6n no es una
cena de gala».
Para los socialistas franceses del CERES, «la lucha contra el Es­
tado no es ( o ya no es) una lucha frontal, de tipó insurrecciona/ ins­
tantáneo, en una palabra: una guerra de movimiento1 sino un fario
proceso de guerra de posiciones, fundamentada sobre una lucha de
masas que refrenda

las
contradicciones internas del Estado» ( Cf. «Re­
peres», Revista del CERES, núm. 39, enero 1977, pág. 7).
· La vida pacífica supone; generalmente, dos· estadios :
l. Llegar al poder oomunistas y socialistas por la política de
unión de las «fuerzas del
progresp», inaugurando
una era
de grandes reformas
llamadas sociales.
2.

Reducción progresiva del «Estado burgués» en «democracia
popular», donde el Partido comunista es el elemento motor de la construcción del socialismo
(a excepción de

Chile, donde
ese papel fue asumido por el Partido Socialista, pero que era
más revolucionario que el Partido comunista local).
Ese segundo estadio de «democracia
popular>~ se

caracteriza, por
un lado, por
fa alianza de los obreros, campesinos, artesanos, comer­
ciantes
e intelectuales «iluminados», y, por otro, por un régimen po­
lítioo mixto aliando elementos del socialismo (izquierda en el poder,
control estatal de
la economía) con elementos de la dernocracia clá­
sica ( mantenimiento parcial de la propiedad privada, de los medios
de
producción, pforipartidismo). Pero,

poco a pooo, aumenta la pre­
sión del partido revolucionario,

que quiere atravesar una capa más
en las reformas.
Se pasa entonces a una nueva fase: la del aniquila-
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Fundaci\363n Speiro

EL ESTADO SOCIAUSTA, ¿OPIO DEL PUEBW?
miento de los aliados que desean pararse en el umbral, más allá del
cual la revolución parece irreversible .
. A este respecto, tenemos dos
grandes ejemplos históricos:

el de
los
países del Este de Europa y el. de Chile.
a) Los paí.oes del Este.
Se recurrió, en un primer tiempo,. a la llegada al poder de amplios
frentes de partidos políticos siempre con
el. P. C. y el P.S.O . .Se
inaugnraron
las grandes «reformas

nacionales» (reforma agraria, na­
cionalización
de las empresas más importantes). A la vez se mantuvo
la «democracia burguesa» : se aseguraron las libertades públicas, y
se garantizaba el pluralismo político en Hungría, Rumanía, Polonia.
Se llegó hasta revigorizar las Constituciones burguesas de antes de
la guerra (Polonia: Constitución de 1921; Checoslovaquia: Constitu­
ción de 1879), aunque con
ciertos. retoques
de
~pariencia anodina
pero

significativa. Es el procedimiento bien conocido en
derecho cons­
titucional,

del «fraude a
la Constitución», por medio del cual, gracias
a algunas modificaciones,
se. da a la ley suprema del Estado una
orientación completamente
nueva, engañando al

pueblo.
«Así, esta
"rC11olución democrática'' admitida por todos a nivel de principios
(con. reticencias por parte de algunos, en la práctica), modifica las
relaciones
de fuerzas sociales y políticas y abre el camino a re­
formas tod"1Jía más pu;antes y cambios de estructuras cada vez más
radica/en> (R. Cbarvin, op. cit., pág. 115).
Pero

cuanto
más tiempo pasa más reticentes son los socialistas,
mientras que al principio
eran • más favorables· a un régimen social
si no mixto al menos mitigado respecto a:! «modelo soviético». Por
la misma razón,
el P. C. lia suscitado grandes sospechas. Fueron con­
firmadas sus

dudas, en 1948, cuando la Conferencia de la Interna­
cional socialista, que tuvo
lugar en

Viena, declaró que la democracia
popular es la negación de la democracia. · La viva reacción de los
Partidos Comunistas de
Europa central fue seguida de una serie de
escisiones· en el interior de los partidos
socialistas, muy apegados a
la
unidad de acción, provocadas por el ala izquierda de
~da uno·
de
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JOIJL-BBNOIT D'ONORJO
ellos. Asl se, distinguieron un Cyrankiewicz en Polonia y un Fierlin­
ger en Checoeslovaquia. En esos
d donde
la
lucha resultó más dura, es decir, alll donde los P.S. eran
más fuertes, lo que no les ,salvó de desaparecer. Podríamos interro­
garnos acerca del
!'"1"'1 que
podría jugar
el CERES en

Francia,
en una situación parecida. El
Decano V

edel definió oportunamente la
naturaleza de las re­
laciones

entre el Partido Comunista
y sus aliados como «el combate
de
los Horáceos y

los
Curiáceos» ... En efecto, cuando no es lo bas­
tante fuerte
para liquidarlos a todos juntos, elimina uno tras otro.
Esto,
por
otra parte,
está de acuerdo con la estrategia expuesta por
N. Boris
Ponomareu en

su
célebre documento de

junio de 1974 sobre
«La situación mundial y el proceso revolucionario», donde escribe:
«En al g11nos países asislimos a los primeros pasos hacia la 1111idttd
de acción con 101 com11ni.rta.r. Ciertamente, esta tendencia positiva no
podrá tomar todo s11 valor ¡,,ira el mowmiento obrero más 911e en la
medMa en 9t1e los dirigentes

del
ala derecha
de
los partidos socialistas
haya sido neutralizttdtt>>
.••
En un segundo tiempo ( radicalización del régimen), el P. C.
acentúa claramente su posición dominante en los
órganos del
Estado
y en la sociedad en
general. «IA seg1111da fase de la evolución de la
Democracia Popular no es el fruto de tma decisión abstracta, sino
el resultttdo de 1111a acum11lación de medidas y de reformas concretas
tomttdas .
entre

1944
y 1947 creando las condiciones de un cambio
del contenido mismo de

la
noción de Democracia Popular». (C. R.
Charvin: op. cit., pág. 124.) ¡No se puede ser más claro!
Efectivamente, en Checoeslovaquia,
por ejemplo, el Frente Na­
cional
aumenta y disminuye a
la vez : aumenta ya que incluye sindi­
catos
y asociaciones simpatizantes, pero disminuye también, ya que
el abanico de las ideas
está menos extendido; la nniformidad de la
ideología entraña la de la
sociedad.
Ocurre

lo mismo en
Rumania, donde
el
P. C. y el P. S. se fusio­
naron en
febrero de 1948.
El ambiente
estaba maduro para nn cambio constitucional. Así,
entre 1945 y 1949, fueron promulgadas las nuevas Constituciones
elaboradas
sobre el modelo de la Constitución Soviética de 1936 con
1092
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EL ESTADO SOCIAUSTA, ¿OPIO DEL PUEBW?
algunas variantes locales. «Lo esencial, sin embargo, es común: todos
los

principios de
organizoci6n de
los
poderes públicos
son idénticos
y rechazan los principios de

la
Democracia clásicdl> (R. Charvin:
op. cit., pág. 131). Se puede inaugurar así la era de la dictadura del
proletariado. Treinta años
más tarde ocurrió algo similar en Chile.
b) Chile.
Durante la campaña electoral, Allende no había cesado de tran­
quilliar a los electores pronunciándo,e a favor del camino paáfico
de transición al .socialismo. Su insistencia a la menor ocasión en re­
afirmar su elección no tenía otra razón que la determinación del
P. S., y particularmente de su Secretario General Carlos Altamirano,
¡ a favor del camino insurrecciona!!
Sin embargo, el 21 de mar%<> de 1971, ante el Coogreso, aunque
Allende mantuvo su preferencia por el camino pacifico, no
excluyó
en absoluto el camino insurrecciona!: «A menos que la violencir.a,
bajo la forma q11e sea, física, sacial, económica o polltica, lleg11e a
amenazar el desarrollo normal del país y a poner en riesgo las con­
qllisti,,r de

los
trabajadores ... ». El nuevo Presidente acomodó sus
declaraciones con una
amenaza del
Congreso: un referendnm institu­
yendo una Asamblea Unica y Popular. Tratando de abrir el camino al socialismo, Allende
había decla­
rado: «En Chile podemos hacerlo. Presentamos un proyecto al Par­
. lamento. Si el Parlamento lo rechaza recurriremos al rejerendum. La
realidad chilena nos permite cambiar la Constiluci6n dentro de la
Constitución». ( «Diálogo Allende-Régis Debray». Edición española,
México, Siglo

XXI,
págs. 39 y 46). Es el proceso clásico del fraude
a la Constitución.
m republicano español Juan Garcés, consejero politico de Allen­
de, reveló
más tarde: «Entre los tres caminos posibles para la con­
quista del

Poder (institucional,
guerrilla interna e insurrección}, nin­
g11nt1 habla sido totalmente excluida a priori. La primera había sido
elegidt1
como preferible, pero no comt> ineluctable». (Juan Gateé,;:
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JO/lL-BENOIT D'ONORJO
«Vía .insurrecciona! y vía política», Revista de la Universidad téc­
nica

del
Estado;. mayo-junio 1973.)
Por otra. parte, estaba claro para todos,

dentro
y fuera de Ghile,
que el nuevo régimen quería ser marxista
y deseaba instaurar una
sociedad socialista. El Presidente Allende, ¿acaso no
había declarado
a

Régis Debray:
< constitucionales" a los demócratas cristiano.r, no es más que por
táctica para ganar las elecciones>>. En otra ocasión, había declarado
claramente al Congreso: «Como Rusia entonces, Chile se encuentra
ante
la

necesidad de
emprender de una forma nueva la
construcción
de ta sociedad socialista». Y ¡acaso no vimos más tarde, en la tele­
visÍón

francesa, al Presidente chileno enseñar ante las cámaras la
dedicatoria de un
libro que

Ghe Guevara le
habla dedicado: «A
Salvador Allende que,
por

otros medios,
quiere llegar. a los mismos
fines que nosotros>>.
A su vez, el Secretario General del Partido Gomunista chileno,
Luis
Gorvalán, el
26 de
noviembre de
1970 dio las siguientes
con­
signas a sus

militantes:
«Con la llegada de Allende a la Moneda, el
pueblo· ba conquistado el Gobierno y una parte del Poder Potitico.
Hay que consolidar esta conquista
e

ir
todavía más lejos.

Hay
que
conseguir que toda la organización del Estado pase a nuestras manos,
dentro de una .sociedad pluralisttt». Pero ¿qué significa «dentro de
una sociedad
pluralista» si

toda la organización del
Estado está
en
las
manos del Partido único,

el comunista? Solamente se trata de
un pluralismo

en el seno de
la Unidad Popular, de una clase de
«Pluralismo
organizado».
También
es

cierto que de
haber continuado de igual modo todas
las
cosas, sin

el brutal
y terrible fin que conoció, el régimen del Pre­
sidenre
Allende tomaba, sin
duda, el camino de
la Dictadura
del
Pro­
letariado,

que continúa siendo un dogma siempre en vigor.
Es lo consignado en un artículo de M. Zarodov (Miembro del
Gomité Central del Partido Gomunista de la Unión Soviética) que
apareció en la
«PRA VDA» del 6 de agosto de 1975 : «Lenin . ha
demostrado que el establecimiento de la dictadura revolucionaria y
democrática del Proletariado y de los campesinos constituye la con­
dición sine qua non de la victoria de ta revolución democrática ( ... )
1094-
Fundaci\363n Speiro

EL ESTADO SOCIAUSTA, ¿OPIO DEL PUEBW?
una dictadura as/ es la encarnación directa· de la i(/ea auténtica del
Poder Popular o, como dijo >Lenin, de la álllüf:racia del pueblo, que
es

el sustento
fundamental que permite asegurar el

paso
de la Revo­
lución
a

la etapa
socitJ!istd>> (ver

«Le Monde», 8 de agosto de 1975).
Se
sabe que, a partir de su XXII Congreso, el Partido Comunista
de
Francia ha decidido uo volver a referirse a la Dictadura del Pro­
letariado, renuncia que no llegó siu drama
al seno
mismo del Partido
( cf.
«La polémica con Louis Althusser»).
De

todos modos puede destacarse que la noción de Dictadura del
Proletariado figura siempre en los estatutos del Partido
y que el
obandouo de

esta referencia no ha impedido, siu embargo,
al P.
C. F.
aportar un apoyo total
al P.

C. portugués que
actuaba siguiendo los
cánones más tradicionales
y los más ortodoxos del socialismo le­
ninista..
¿Acaso debiera verse aquí, más bien, una nueva táctica del P. C.
que, aliado
a un P. S. todavía en su rnarotía hostil a la Dictadura
del Proletariado, debe hacerle concesiones que,
a la larga, no le
costarán
gran cosa? En efecto, o bieo la táctica se muestra infruc­
tuosa
y entonces el P. C. siempre está a tiempo de revalorizar la
dictadura del proletariado haciendo valer sris estatutos, o bien la
táctica resulta

fructífera así
y el fiu primordial es alcanzado, es decir,
que
el P. C.
accede al poder

con las otras fuerzas de izquierda.
En
este caso, todo lo que contiene la noción de dictadura del proletariado
va poniéndose eo su
lugar poco a poco. Este resultado lo explican en
una
recientísima obra
tres grandes responsables del Partido: «La
tarea ( ... } empieza por el cambio de la mayoría y la instat1ración de
un gobierno democrático encargado de poner en práctica el programa
común
de la izquierda. InmediaJamente deben empezar las grandes
transformaciones de las e.rtructuras pollticas y económicas, por e;em­
plo, las naciontJ!izaciones. Debe comprenderse que basta alcanzar un
umbral para debilitar primero, seriamente, la dominación monopo­
lista y, a partir de, ahí, hacer i"eversibles, en JtlS objetivoJ y en JIIS
medios, las conquistas democráticas respondiendo a la voluntad y' tJ!
voto

de
la mayoría. Así se hace hoy en día la Revolución en Francia.
(J. Fabre, F. Mincrer y L. Seve: «Los comunistas y el Estado», E.
D. Sociales, París, 1977.)
1095
Fundaci\363n Speiro

JOEL-BENOIT D'ONORIO
De ese modo, sin pronunciar jamás la palabra, se llega a los
mismos resultados que los esperados con la institución de la dicta­
dura del proletariado,
Esta actilnd nos la muestra el hilo de las dentes
de responsables
comunistas. Es así, a
pesar de las claras·
esti;
pulariones

del Programa
común ( < chazada por

los partidos
mayoritarios, éstos renunciarían al poder
para reemprender la lucha con

la
oposición») o de los recientes es­
critos de Georges Marcha!: ( «Respetaremos en todos los casos el
veredicto
expresado por el sufragio universal directo, secreto y pro­
porcional, nos sea favorable o desfavorable, ya que ¿acaso podriamos
afrontar, emprender
o tr"1ar de conseguir la constmcción de una
sociedad socialista
en Francia sin la ayuda del

pueblo
francés?»),
(CT. «m desafio democrático», Grasset, 1973 ), pues, opuestas a
ellas, se pueden anotar, entre tantas otras, estas declaraciones de
«L'Humanité», del

15 de noviembre de 1969:
«El Estado Socialista
,espetará Jo.r dererhos de la minoría siempre que .se conforme con
la legalidad establecida demomilkamerrte». El senador Jacques Du­
clos
había sido más
categórico el 9 de mayo de 1971, en el Coloquio
Internacional sobre la Comuna de París :
«No se puede afrontar una
especie
de tira y "flo¡a entre el capitalismo y el socialismo»; en
cuanto

a
Jean-Michel Catala, Secretario General del M.J.C.F., de­
claró con candor:
«La democracia socialista es mil veces más demo­
cratica que la más democrática de las democracias burguesas» (7 de
octubre de 1975). Esta afirmación, que no es original para un comunista,
merece
ser

verificada
para saber si revela valor o temeridad.
También conviene ver lo que queda del Estado Socialista una
vez
operada la

transición hacia el socialismo.
JL LAS FORMAS ·POLÍTICAS DEL EsTAOO SOCIALISTA..
Los partidarios del socialismo se dividen, aclnalmente, en clos
grandes categorías.
La mayoría son favorables a un SOC:ialismo estatal, como ocurre
1096
Fundaci\363n Speiro

EL ESTADO SOCIALISTA, ¿OPIO DEL PUEBLO?
actualmente en la mayoría de los países que se proclaman socialistas.
Una minoría, menos tradicional, se esfuerza en imaginar un socialis­
,:no desembarazado de las taras del totalitarismo y cree ver la soluci6n
en el socialismo autogestionario o «socialismo de los consejos».
A.J El 800.ia.lismo de Estado.
La. práctica del Socialismo estatal puede estudiarse a través de
dos

grandes distinciones, a
saber: el Socialismo de Europa y el del
Tercer Mundo.
a) El socialismo de Europa.
Montesquieu señal6 que

ese bien sagrado que es la libertad
s61o
puede

ser garantizado por un «gobierno
moderado». Sin
embargo,
para que la moderaci6n del
gobierno esté, a su vez, garantizada hay
que prevenir los abusos del poder, ya que «a lravés del tiempo la
experiencia

ha
demostrddo que todo

hombre
que tiene poder tiende
a ab11sar de él».
Para evitar el abuso del poder hay que conseguir que < pare al Poder». Es decir, que los diferentes poderes del Estado (Eje­
cutivo, Legislativo
y Judicial) estén separados, a fin de que se. equi­
libren
sin llegar
jamás a confundirse y que se vigilen sin llegar jamás
a anularse.
Sobre la base de este principio constitucional. vivimos desde hace
dos siglos. Aunque lejos de ser perfectos, ha dado, sin embargo, sus
frutos en Francia y en
otras partes del mundo.
Ocurre de otro modo en los Estados socialistas. Para ellos
· la se­
paraci6n de poderes· no es más que un subterfugio que enmascara la
dictadura de los explotadores sobre los explotados. No es útil
más
que en el seno de la clase dominante, sirve para regular sus contra­
dicciones internas como las que resultan de la actividad de
la plura­
lidad de
partidos políticos burgueses.
Es

decir, se afirma la
inadaptaci6n de

la
separaci6n de los po-
1097
Fundaci\363n Speiro

JOEL-BENOIT ,IYONORJO
deres en un régimen socialista: en efecto, si el Estado Socialista es
el
instrumento de la mayoría de los trabajadores que aniquila a la
clase dominante,
ya no es, por lo tanto, más que la expresión de la
única clase restante, la clase obrera; ¡ sería, en consecu.endá, absurdo
pensar que ésta pudiese abusar del poder en detrimento propio!
Así, pues, no es
la separación de poderes lo que conviene a una
sociedad en camino hacia el socialismo, sino, por el contrario;
la
unidad de poder. Todo el poder debe estar concentrado en las ma­
nos de
la clase trabajadora, liberada de la opresión capitalista.
Es por ello que
todos los Estados socialistas europeos predican

la
teoría de
la unidad del poder del Estado.
Se ha advertido que, por esta concentración de poderes, el Estado
va a
reforzarse, y

esto es, efectivamente,
lo que ha pasado y lo que
pasa todavía en los palses del Este. ¿Q;.é se deduce, por tanto, de
la teoría marxista del deterioro del Estado? Stalin respondió a esta
objeción en 1930, con motivo del XVI Congreso del Partido Co­
munista de la Unión Soviética, en estos términos: «Si' ca.da vez re­
forzarnos más el órgano del Estado, es para asegurar mejor su des­
aparición», y añadía con un humor muy personal: «el que no com~
prende e1ta contradicción ¡está muerto· para el Marxismo»! ... Tres
años más tarde, en 1936, ante el XVIII Congreso del P.C. U.S. el
mismo Stalin se esforzó en
afinar su pensamiento y dio como razón
del

omnipotente crecimiento del Estado el cerco capitalista de la
U.R.S.S. Adviértase que actualmente, cuando el cerco
comienza a
volverse

en beneficio del
marxismo, este
argumento de hace 40 años
está todavía

vigente y el Estado Socialista no cesa de consolidarse. Al­
gunos podrían sentirse inclinados a ver un debilitamiento
del Estado
en el federalismo soviético.
No hay nada de eso, pues todo lo que
el Estado Soviético pierde con la descentralización proveniente de
la práctica del federalismo,
¡ lo alcanza por la práctica del centralismo
democrático del Partido, previsto por
la misma Constitución ! Al «Ca­
pitalismo Monopolista del Estado»
le ha sucedido «El Socialismo
Monopolista del Estado».
En cualquier caso,
ese monopolio

del socialismo en los órganos
del Estado no se
hace bruscamente, sino mediante un largo proceso
1098
Fundaci\363n Speiro

EL ESTADO SOCIALISTA,. ¿OPIO DEL PUEBLO?
en el cual la doctrina constitucional ha mostrado cuatro fases suce­
sivas: (
cf. Doyen M. H. Fabre, «Principios Republicanos de De­
recho Constitucional»,

Librería General del
Derecho y de Jurispru­
dencia,
3.i ed., 1977, págs. 203-207).
l. El Estado postcapitalisla:
Esta primera etapa hacia el socialismo, que fue la de los países
del
Este desde
1945 hasta 1948 (excepto Yugoeslavia y Albania),
se caracteriza:
-en el plano socioeconómico: por el equilibrio entre el sector
capitalista privado
y el sector público nacionalizado (las pri­
meras
nacion.:lizaciones sólo se dirigieron
hacia
el· capital ex­
tranjero),
y por una reforma agraria que respeta la propiedad
privada de
las tierras.
~ en el plano político: por el plur.:lismo de partidos que hace
coexistir
«un frente de progreso» ( donde a menudo el P.C.
es minoritario) y los partidos burgueses (hostigados,
~o pese
a

ello con representación
· en el Parlan;iento), por el respeto
a
la separación de

poderes
y el mantenimiento del jefe del
Estado en sus funciones. Aunqne e!! Jefe del Estado ga­
rantiza las libertades, cataliza el descontento de los contrarre­
volucionarios, al

fin
sólo puede elegir

entre
la dimisión (Pre­
sidente Tildy en Hungría en 1948, Rey Miguel de Rumapla
1947) o la sumisión y después el suicidio (Presidente Bénes
en Checoeslovaquia en
1948).
2. El Estado presorialisla:
Se distingue:
-en el plano socioeconómico: pot un desequilibrio en prove­
cho del sector público; la nacionalización del capital naciónal
y la colectivización agraria.
1099
Fundaci\363n Speiro

/OBL-BBNOIT D'ONORJO
-en el plano político: por la turbación del pluralismo de los
partidos en

el seno
mismo del
«frente del progreso» ( en
be­
neficio del Partido comunista) y fuera de ese frente (prohi­
bición de
toda oposición)

;
y por atenuar la separación de po­
deres en beneficio de una imbricación de poderes.
Esta no es
todavía la

dictadura del proletariado, pues se colabora
siempre con la
pequeña burguesía. Así

sucedió en
Checoeslovaquia
desde

1948 hasta 1960, en Alemania del Este desde 1949 hasta 1968,
en Bulgaria desde 1947 hasta 1971, en Hungría desde 1949 hasta 1972; es la fase
actual del socialismo yngoeslavo y polaco.
3. El Es1atlo Socittlirta:
Esta tercera etapa se muestra:
-en

el plano socio-económico: con la absorción del sector pri­
vado por el sector
púbfü:o;
- en el plano político: por el mantenimiento en el poder del
Partido Comunista como único partido que ejerce la dictadura
del proletariado, sin admitir ninguna otra clase, ni siquiera la
pequeña burguesía;

por la derogación total de la separación de
poderes en provecho de la unidad de poder del Estado.
Así ocurre en Ghecoeslovaquia desde 1960, en Alemania del
Este desde 1968, en
Rumanía desde
1965, en Hungría desde 1972,
y
en Albania desde 1976.
4. El Eslado Socialista avanzttdo:
Este estadio de la evolución que la U.R.S.S. pretende haber al­
canzado desde
1936, se
caracteriza
por la desaparición de los capi­
talistas
y, por tanto, de los proletarios. Ya no habrá más que una
sola clase social: la de los
trabajadores manuales

e intelectuales.
1100
Fundaci\363n Speiro

EL ESTADO SOCIALISTA, ¿OPIO DEL PUEBW?
La dictadura del proletariado está, por consiguiente, superada,
puesto

que el proletariado no tiene ya a nadie sobre quien
ejercer
su

dictadura. Es la llegada de lo que la doctrina soviética llama
«dictadura de

todo
el pueblo».
La regla de la mayoría da lugar a fa unanimidad. El Partido ya
no es un partido de
clase, ni siquiera de vanguardia; es el Partido
de todo el pueblo
¡ Es el pueblo! '
Hay que indicar, de todos modos, que este análisis resulta de la
euforia imaginativa de los
soviéticoo, y ha sido impuguado por Mao­
Tsé Toung, para quien, incluso en el periodo de socialismo avanzado,
la

lucha de clases
y las contradicciones permanecen; en efecto, es
más fácil hacer desaparecer a los capitalistas que borrar el espíritu
pequeño burgués
y. antipartido. ta dictadura del proletariado se jus­
tifica siempre, aun mucho después
de la victoria total del socialismo.
ilsta consideración particular de los chinos, no. es más que una
(y

con seguridad la menor) de las numerosas
variantes que
conoce
el sociaÍismo en el tercer mundo.
b) El Socialismo del teroeir m.undo.
Se debería hablar más bien de los socialismos del tercer mundo,
pues como, .según el Presid<;nte
llumedian, hay. tantos caminos socia­
listas como

Estados que los reivindican, si
• se exceptúan los
Estados
verdaderamente
marxistas {Cuba,

Angola, etc.).
En el tercer mundo, y sobre todo · en Africa, el Socialismo es,
sobre todo, un
medio de

desarrollo.
Según el Presidente Leopoldo
Sedar Senghor:
«El socialismo para nosotros no qs un dogma, sino
una técnica de desarrollo». Por otra parte, los únicos ensayos de cons­
trucción doctrinal se deben a Nkrumah (Ganha), Sékou Touré (Gui­
nea), Julius Nyeréré
(Tanzania), J.L.S. Senghor (Senegal),
Pero,

como en
todos los casos, ese socialismo está fuertemente
teñido
de nacionalismo,

pues la elección
socialista se
debe; en pri­
mer
lugar, al

anticolonialismo
y al anticapitalismo. Es la resultante
de un
rechazo del pasado

colonial. Eso explica sus
particularidades
1101
Fundaci\363n Speiro

JOEL-BENOIT D'ONORIO
con respecto al socialismo europeo (Cf. Maurice Roy: «Los Regí­
menes políticos del tercer mundo», L.G.D.J., París, 1977). En los Estados socialistas en vías de desarrollo se comprueba el
rechazo de algunos elementos importantes del marxismo-leninismo.
El materialismo ateo se
rechaza porque

se opone a todas las tra­
diciones religiosas. Este es, sobre todo, el caso de los países islá­
micos.
El Presidente Nasser pensaba que «los eternos 11<1lores espiri­
t11áles e,n,m,tndo de las rel,giones son capaces de guiar ál individuo,
de il11minar su vida con

la fe y de otorgarle
las energías ilimitadas
para
el

bien,
la verdad y el amor». Para el Bhráman Nehru: < cambios económicos y JocitNes, 1ean lo importantes que sean, deben
apoyarse sobre 11na base espirituál».
La lucha de clases se evita a cualquier precio, pues el concepto
de clase no corresponde a nada en Africa
(J. Nyeréré) y, por otra
parte, esta lucha se opone a la unidad nacional
y retrasa el desarrollo
econ6mico y social.
La mayoria de los Estados del tercer mundo
practican abiertamente la colaboraci6n de clases (Bourgiba, Senghor, Nasser, etc .... ). La consecuencia lógica es que frecuentemente el
Partido comunista está prohibido. El internacionalismo proletario
también es rechazado, pues

corre
el peligro de deshacer una unidad nacional ya frágil.
En cuanto al colectivismo no tiene el carácrer sacrosanto que tie­
ne en Europa. Esto se comprende fádlmente cuando se conoce la
necesidad del tercer mundo
dé inversiones
extranjeras.
Las naciona­
lizaciones quedan lejos

de ser sistemáticas ( ex. América latina). El
colectivismo es sustituido sobre todo
por el

sentido comunitario en­
raizado en
las tradiciones

africanas. Según
L. S. Senghor, en efecto,
«la .rodedad negro-africana er una sociedad colectivista, más exacta­
mente comunitaria purq11e eJttl con1tit11ida por una comunidad de
almas máJ que por una agregación

de
individuos. Hemos realizado
ya

el
1ocialismo árlte la pre1enci<1 de Europa». Y Modibo Keita pre­
cisa
«mucho antes del período colonial el espíritu comunitario ha
predominado en nuestros
pueblos y ha constituido la base y la raíz
de

nuestra sociedad.
El pueblo es entre nosotros la célula de partida
y es la vitalidad de -esta célula lo que engendra la vitalidad de la
nación entera». De ese modo_ el socialismo de
Tanzania está
cons-
1102
Fundaci\363n Speiro

EL ESTADO SOCIALJSTA, ¿OPIO DEL PUEBW?
tituido inicialmente sobre los «ujarnaas», unidades de base de los
lugareños.
En desquite, el estatismo
.( que,

en el tiempo de espera, no es el
patrimonio
exclusivo del

socialismo) se vuelve a encontrar en todas
partes.
A nivel político, el partido único es investido con las mismas
misiones

de vanguardia
o de
guía del
pueblo que
en los
países so­
cialistas.

A nivel
socio-económico, el
Estado es
el motor del desarro­
llo;
ofrece la

planificación, sirve a
la consolidación de la indepen­
dencia

del
país y abunda en el camino del nacionalismo. Por eso,
nos
veremos llevados
con
más facilidad a hablar de dirigismo econó­
mico
y de capitalismo de Estado.
fil socialismo,

en
es!'," países, es, sobre todo, un socialismo verbal
que
se expresa con palabras, clichés sin reflejo real. Es, incluso, el
instrumento de dominación de
la casta dirigente que aletarga las rei­
vindicaciones populares por medio de una fraseología revolucionaria.
Es un disimulo
para el neocolonialismo, el colonialismo del interior.
Es
el opio del pueblo ...
Entusiasmados por
los resultados económicos de la revolución
china, muchos

Estados del tercer mundo han creído en la universa­
lidad de
la fórmula. Pues bien, se constata que son los países que
han vuelto la espalda al socialismo los que han tenido
más éxito en
su despegue económico (Brasil, Costa de Marfil, Irán, Corea del
Sur)
..
Este

socialismo básicamente fue preconizado por Rosa Luxem­
burgo
y puso el objetivo en una vana y breve tentativa por Bela Kun
de instauración
en Hungría (marzo-junio 1919).
Fue, sobre todo, en Yugoslavia donde conoció una aplicación más
duradera
con
la antogestión. Esta surgió esencialmente como el re­
sultado de una oposición con la U.R.S.S. En
1948, el Kominform, encargado de la coordinación de los
Partidos comunistas de Europa,
expresó una
serie
de criticas contra
la política interior de Yugoeslavia. Las dos principales eran: la len-
1103
Fundaci\363n Speiro

/011L-BEN0IT D10NORJO
titud de k colectivización rural, perjudicial para la revitalización de
los otros países socialistas, y la no adquisición por el Partido yu­
goslavo de una posición de superioridad en el interior del Frente
popular, acarreando así la pérdida del control del Ministerio del
Interior y comprometiendo con ello el porvenir socialista del
país.
Los yugoeslavos vieron en estas afrentas una injerencia intole­
rable de Stalin en sus asuntos interiores y rompieron con el bloque
socialista.
Para enfrentarse al peligro, el Partido suscita la unidad de todos
los
ciudadanos para asnmir la

elección de un camino específico
hacia
el socialismo: este fue la autogestión.
Así, pues, la práctica p~ecedió a 1a teri:t1a, si bien actualmente,
según el Profesor Djordjevic: «Todavía no hay teoría de autogestión»
(Djordjevic: «El concepto del sistema político autogestionario», Bel­
grado, 1974). En la práctica, la autogestión se presenta como un
nuevo modo de relaciones sociales que suprime no sólo la explota­
ción, sino también la dominación por
el lado de la auto-organización
de la clase obrera. Esta pretende estar en la línea
derecha del
pen­
samiento marxista-leninista en la medida en que señala la puesta en
marcha del proceso de debilitamiento del Estado
y de toda jerarquía.
A la propiedad colectiva o social le sustitnye la propiedad de
grupo.
La experiencia de la autogestión fue criticada por los mar­
xistas ortodoxos por desviación ( calificándole de comprometido con
la economía de mercado, estilo de vida no socialista), y también por
los socialistas.
En el análisis que
al respecto

fue hecho por Gilles Martinet, se
revela que, en los
afios 50 ; < mente pocas cosas autogestionada.r». En otro aspecto, «ta autogestión
no ha suprimido al asalariddo» y ha mantenido con engaño un tipo
de producción capitalista.
La desestatizadón ha entrañado la aparición
de
tecnócratas cuya presencia

es indispensable en el interior de los
consejos de obreros
para tomar las decisiones. En fin, y sobre todo,
resulta
que el papel del Partido,
la Liga de los Comunistas, .continúa
siendo determinante. Cuando Milovan Djilas osó pretender que en
un sistema auto-gestor:
«El tipo leninista del Partido y del Estado
1104
Fundaci\363n Speiro

EL ESTADO SOCIAUSTA, ¿OPIO DEL PUEBLO?
está superado», fue inmediatamente excluido de la Liga y arrojado
a prisión.
El Partido, que tan sólo mantiene una unidad yugoeslava bien
precaria, engendra entre la masa.
de sus responsables y de sus medios
una

burocracia enorme.
«su poder nr, se da sólo por el hecho de que
sea único y de que ocupe todos los puestos del gobierno. Detenta,
además, poderes

medios de
cuerci6n» (Gilles Martinet: «Los cinco
comunismos», edición Le Seuil, 1971). Hace mucho tiempo. que
tam­
bién la clase obrera ha perdido sus ilusiones =rea de la autogestión
que el
Mariscal Tito persiste en presentar como «Una forma especí­
fica
de

la
dictadura del Proletariado» (Discurso al X Congreso de
la Liga de los Comunistas,
Belgrado, 1974).
Consecuentemente,

ya no es
«el poder
de
los trabajadores»,
sino
el poder
a quienes

lo reclaman
! ...
Es exactamente fo que desea el CERES en Francia, en el caso de
que obtuviesen la victoria los partidarios del Programa Común, con
la multiplicación de los consejos de talleres, fábricas, barrios: «En
1936,

el Frente
Popular no fue solamente una victoria electoral. Sin
la ocupación de

las
fábricas, el gobierno

del Frente
Pqpular estaría
hoy

totalmente
olvidado ( ... ) sin un movimiento pujante de movi­
lización popular, la izquierda no obtiene nunca sino un wntrol pre­
cario
( y perverso) del gobierno ( ... ) . El desarrollo de una alianza
continua
entre la acción gubernamental y las diversas formas del
movimiento popular se impone· a la izquierda como una necesidad
vital. E.Ita función es la de un partido» (Didier Motchane: «El 2.2
Poder»,

Le Monde,
6 julio 1975).
«Esta función es la de un Partido». Se adivina fácilmente cuál ...
Es, sin duda, la razón por la que sobresa,le actualmente cierto movi­
miento de ideas, en el interior del P. C., con miras a reconsiderar
favorablemente la autogestión que durante mucho tiempo. estuvo eil
el índice (CT. J. Fabre, F. Hincker, L. Séve: «Los Comunistas y el
Estado»). Entre algunos disidentes del P. C., la conversión a la
autogestión
ha sido más clara. Así, para Roger Garaudy « ( ... ) el so­
cialismo sólo puede ser 11n socialismo de

los consejos de
trabajadores
Ct"eados básicamente por el control, la gestión y la oriemadón de
todas las actividades sociales. Los organismos centrales sólo pueden
1105
Fundaci\363n Speiro

J0/1L-BENOIT D'ONORJO
surgir de esos conse;os y sólo pueden tener una función de coordina­
ción, de
información 1 de educación y no de dirección 1 de manipu­
lación»
(R. Garaudy , «Del socialismo "por lo alto" al "socialismo
de
los Consejos"», Le Monde, 20 agosto 1975). Es
ahí donde

se sitúa toda
la ambigüedad del aruerdo que parece
alumbrarse

entre los
partidarios de la autogestión y el Partido co­
munista, pues mientras los primeros ven en el
socialismo de
los Con­
sejos un estado permanente,
los segundos

sólo ven una fase de tran­
sición hacia

el socialismo.
Por otra
parte, no hablan de

la misma autogestión, pues, ¿qué
hay de

común entre un
«socialismo no autoritario, de1centralizddo,
autogestor, que toma a su cargo las esperanzas libertarias o federa­
listar», como deseó Michel Rocard ( «Preguntas al Estado Socialista»,
Edición
Stock, 1972,
¡,Ag. 27) y
«tas formas de auto-organización
social parciales»
que conduzcan- a «ta auto gestión nacional de asam­
blea», como desean los comunistas? (Cf. J. Fabre, F. Himcker, L. Séve:
op. cit.) ...
Pero, si los marxistas sintiesen de repente alguna atracción hacia
la autogestión, ¿acaso no será, como ha didho muy bien el Profesor
Duverger, porque «ninguna república de los consejos ha podido
funcionar» y

«el
vacío así
creado es ocupado por la
organización más
fuerte y más dura entre los que subsistan, alrededor de la cu.J se
vuelva a constituir, poco a
poco, un nuevo órgano de Estado»? ( «El
2.2 Poder», Le

Monde, 24 junio 1975).
Es decir, que
autogestión y libertad no van automáticamente
juntas.

En cambio, Yugoeslavia
nos ha demostrado que autogestión
y dictadura se avienen
· perfectamente
...
Conclwñón.
Al final de esta rápida (y por fo tanto imperfecta) revisión de
los diferentes aspectos que puede revestir un Estado que se considera
socialista, se puede llegar
·brevemente a

tres series de conclusiones:
La primera serie se halla en· llnea con las contradicciones del
Socialismo marxista:
1106
Fundaci\363n Speiro

EL ESTADO SOCIAUSTA, ¿OPIO DEL PUEBLO?
-edificado sobre la diaMctica y la noción de conflictos, el Es­
tado
socialista, una vez situado,

ignora todo,
«rechaza las
di­
. ferencias

y las contradicciones»
y «se revela como un terrible
reductor
el.e las diferencias» (M. Rocard: «Preguntas al Es­
tado socialista», ed. Stock, 1971, pág. 146);
-proclamando

el
c!esarrollo de

las personalidades
y la promo­
ción de
las sociedades, el Estado socialista aparece como «nn
fabricante

de
poblaciones sumisas y anónimas» (Rocard, r,p.
cit., pág. 146);
-presentándose

como defensor de la
democracia y el.e la liber­
tad, el Estado socialista las c!estruye allí donde se instala; por
doquier donde pasa, éstas ya no se reproducirán más: «No existe
hoy un régimen politico que sea a la vez socialista y
democrático» (M. Duverger: < Ed. Albin Micb.el, 1977,
pág. 13 ).
La segunda serie de conclusiones concierne a lo que ridículamente
adopta el nombre de «socialismo no
marxista» que
revela
más la
ficción que
la realidad. ·
En efecto, o bien el socialism.O es. marxista, y se conocen sus re­
sultados, o bien el socialismo pretende no ser marxista y da lugar a
la social-democracia, cnyo papel está siempre limitado a generar el
capitalismo
en la incomodidad y la incertidumbre política que ello
supone
· entre

los socialistas ...
«Sin referencia a Marx, el socialismo permanece invertebrado e
ineficaz. Por haberlo olvidado los laboristas ingleses y los social-de­
mócratas alemanes
cb.apotean en
el oportunismo.
ürganizan el
orden
existente ( ... ) . Por el contrario, la
renovación del

Partido socialista
francés se
ha visto acelerada por el retomo a Marx que se manifiesta
desde Epinay». (Duverger,
op. cit., pág. 36).
Finalmente,
fa tercera y última serie de conclusiones se deduce
de las
dos precedentes y explica el título de esta comunicación: el
opio del pueblo no es la religión sino, lisa
y llanamente, el Estado
socialista,
1107
Fundaci\363n Speiro

JOBL-BENOIT D'ONORIO
-que ha sido siempre un remedio peor que la enfermedad ;
-que

jamás
ha podido, en ninguna parte del mundo, mantener
sus promesas;
-que

explota
la miseria { a menudo real, ¡ por desgracia!) de
innumerables hombres
y mujeres, prometiéndoles días veni­
deros felices;
-que

desvía, vicia
y, en definitiva, estropea el anhelo de ge­
nerosidad de toda una juventnd prendada de una libertad
verdadera, de una justicia auténtica
y de un progreso ar­
monioso;
-y, finalmente, que prometiendo un porvenir de felicidad sin
trabas, se reviste fácilmente del resplandor de
fos viejos ro­
manticismos pollticos, cuando

no adopta
la apariencia de una
nueva escatología en
la cual ¡los clérigos no son, desgracia­
damente,
loo últimos

en dejarse coger!
Es nuestro deber denunciar ese abuso del poder, ese abuso del
lenguaje, ¡ese abuso de
confianza!
Es

falso pretender que
hay un movim¡ento irresistible hacia el
socialismo. Nada
está predeterminado
en la historia.
En 1940 tam­
bién se vio -c6mo un· socialismo, nacional · aquél, se había atribuido
en muchos aspectos
las promesas de la vida eterna. Y después, hubo
Stalingrado, con el parón
y el comienzo del fin ...
Pero, antes de Stalingrado, hizo falta una decena de mentiras,
de atrocidades
y de iniquidades.
¡Que
jamás lleguemos a conocer
semejante aventura!
Nunca faltan quienes atacan con sns oprobios este género de
pensamientos. Son quienes
tratan de conseguir cierto «deshielo» ... ,
especialmente en la Iglesia, donde loo discípulos de Jesucristo llegan
a creer. que
la «gran noche» sería el amanecer de la Pascua.
Pero, sin embargo, como ha dicho Pablo VI, «realmente
no tanto
somos

nosotros los que condenamos los sistemas de
pensamiento que
1108
Fundaci\363n Speiro

EL ESTADO SOCIALISTA, ¿OPIO DEL PUEBLO?
niegan a Dios y persiguen a fa iglesia ... son ellos mismos los que
se oponen a nosotros radicalmente con sus ideas y nos oprimen con
sus actos» (Encíclica «Ecclesiam Suam>>, 1964).
En la sociedad,. también, algunos
podrían acusar este análisis de
matices «catastróficos» ... ¡olvidando
que si hay precipicios a lo. largo
de

una carretera
ho es

por culpa de
los postes
indicadores
!
Finalmente, no faltan quienes nos reprochan que juzguemos al
socialismo por sus experiencias pasadas, olvidando
el. socialismo del
futuro.
Pero acaso ¿no se juzga un árbol por sus frutos y una ideo­
logía

por sus aplicaciones políticas? ... , ¿de quién es la culpa si cada
vez que se crea un Estado socialista nunca
es el bueno? ¡Es normal
que

haya gentes qne
acaben cansándose de esperar •.. !
¿En nombre de qué hay que firmar un cheque en blanco a un
socialismo que siempre se vuelve en rojo?
¿En virtud de qué postulado hay que creer que nuestros socia­
listas quieren ser más inteligentes o más astutos que todos !OB otros,
a través de la historia y en
el mundo entero, para instaurar un socia­
lismo sin el muro de Berlín,
sin Budapest, sin Oiecoeslovaquia, sin
Stalin
y sin Siberia ... ?
Es verdad que ellos
reclaman un «socialismo con rostro humano»,
como aquel esbozado en la «Primavera de
Praga».
Desgraciadamente, :Señoras Y señores, desgraciadamente, ¡ nunca
es primavera en los cementerios ... !
APENDICE.
La redacción de VERBO ha creido que, como ,q,éndice de esta
interesante

conferencia del
profesor ¡oel-Benoit
d'Onorio,
resflltarán
muy ilustrativos los texto-s siguientes, que extraemos y reproducimos
de las ILUSTRACIONES CON RECORTES DE PERIÓDICOS de VERBO
133-134 (marzo-abril 1975 ). En ellas, recogimos las manifestaciones
que,
para

justificarse con los
suyo,, hizo Santiago Carrillo en el
libro Demain I'Espagne. Estas, hoy, no s6la conservan sino que aún
tienen mayor interh y actfllllidad que al salh a la luz, pues ayudan
a C mentos,

tiene el P.C. español y
muestran la trayectoria ffltflra que
éste pretende ,eguir.
1109
Fundaci\363n Speiro

APENDICE DOCUMENTAL
I
Las condiciones socio--económicas no de;an de ser tenidns muy. en
cuenliJ por los mar:ristas, y creemos

que
no es
inútil conocer
sus juicios
al respecto. El libro, DBMA.IN L'EsPAGNB, que contiene las converSfJCionea
de Santiago Carrillo cm, Régis Debray y Max Gallo (Ed. du Seuil,
París 1974) nos .lo muestra al explicar lo que, en ese contexto, el diri­
gente comunista eapañol considera fovorable a la instauraci6n del soscia­
lismo por la formación de nuevas fuerzas motrices de la revolución en
España.
a) En los estraJos intelectuales:
« ... , vivimos una gran revolución científica y técnica que si·
túa
una ancha franja-de los intelectuales en :los estratos asala­
riados .... » (pág. 180).
« •.• e«iste una diferencia con el pasado cuando los intelec­
tual~ en m gMD. mayoría, formaban parte de las profesiones Ji.
berales burguesas. En ese momento, solamente individualidades
aisladas aportaron la ideología revolucionaria al movimiento obre­
ro.
Hoy, una masa de intelectuales, se hallan en situación de asala­
riados. Es cierto que ganan-, en general, más que los obreros, Pero
deben acudir al .mercado, del trabajo, para vender· su fuerza de
trabajo oom.o obrer~ y a veces no-encuentran eµipleo. En el
proceso de producción so-n peones. Juegan un papel de suboficia­
les que encuadran, pero de hecho &e hallan en nna situación so­
cial parecida a la de loo obrero.»(pág. 181).
b) En la clase obrera:
-« ... la clase obrera. ha crecido mucho. Se cuentan actual­
mente cuatro o cinco millones de obreros en la industria y ·cua­
tro millones m, trabajadores en los servicios ... > (pág. 184).
e) En ·el campesinado:
1110
-«... el empobrecimiento relativo die los eampesinos, parale­
lo al enriquecimiento de los grandes propietarios. Estos campesi­
nos poblaban los que durante la Repúbilca llamábamos los "bur­
gos

podridos"
(lrituados bajo.
la
influencia de la reacción). Hoy
han venido a ser muy pobres, viven en condicione9' peoree que
Fundaci\363n Speiro

LO QUE PIENSA SANTIAGO CARRILLO
los obreros.. Con diez vacu, hoy se gana menos que un obrero
de la indu&tria. Hay descapitalización del -campo en beneficio de
la industria. Desde ahora esta gran masa --de campesinos se con­
vierte objm:ivamente en una fu.erz (pág. 184).
d) En la burguesía:
< ... En el pasado, el_Estado: burgués era el de toda burguesía,
defendía sm in~ y ~ propiedad. Hoy, sobre todo es el Esta­
do de un estrato monopolista de la -burguesía, que para ~
rrollar el capitalismo moderno considera necesario no solamente
explotar a la clase obrera sino 1ambién aniquiiar una parte de la
burguesía. Esto crea contradicciones !ffl' el sen,o de la clase domi.~
nant«> (pág. 187).
o) En las estructuras económícas (pág. 172).
« ... , bajo el régimen franqu.ista ha habido una transformación
capitalis'ta. en ~ es decir -que_ en 10 esencial los residuos de
feudalismo han sido liquidados por la vía más penosa que Lcnin
denominaba 1a "vía prusiana", y que España ee hoy un país ca­
pitalista>.
Sobre estos presupuestos, ad· -vistos por Carrillo, indica las etapaa
que estima precisas para la instauración del socialismo:
1.0
) AUanza con los intelectuales:
darln, en octubre, había t'ealizado la alianza de los obreros
con la masa campe8ina. diciéndoles: "La -tierra para el que la
trabaja".
F.ste fue -el. slogan, decisivo que permitió a los bolche­
viques
la

toma
del poder ... ».
Sabemos que esto fue cierto, como lo fue que las promesas no s6lo
no

se cumplieron sino que los
Kulaks fueron

aniquilados. (Véase
en
VERBO

130 en la reseña del Ubro de Soljenitzin
«EL ARCHIPIÉLAGO DB
GULAG).
Pero Carrillo, punto y seguido, prosigue imperturbable:
«Hoy, en los países desarrollados de Euro-pa occidental, desde
el punto de vista_ de las masas,. las fuerzas de la -cultura son aún
más importantes que loa campesinos y se convierten en un aliado
esenciai por su número y su ·contribución. Ya no es el gen:io
1111
Fundaci\363n Speiro

APENDICE DOCUMENTAL
solitario el hombre aisla.do que abandona la clase dominante, co­
mo lo hicieron Marx y Engels, sino que esto -ya -se ha convertido
en UD-fenómeno de masa. A estos hombres no les vamos a ofrecer
tierra, sino a intentar ligar el trazo ·de unión entre ellos y la cla­
se obrera, y este trazo de unión es la libertad de la cultura, que
para mí constituye un punto eaenciaL No hay alianza posible
sin ella>.
(A los efectos que a ellos les importa, igual {la que esa «cultura
sea para nosotros ·una pseudo--cultura, y que esa ~ibertadr» no sea sino
una colónizaci6n de la sociedad de masas. Lo que les importa es que sirva
a
:sus fines, aunque

también para ello les aprovechan
los errores
que
los
gobernantes occideiftales
cometen

en su política
educativa y de

medios
de comunicaci6n de masas).
2.0) Toma de las fortalezas del gran capital:
«Después de esto, en nuestra concepción de la marcha hacia
el socialismo, nos es necesario, 'antes de nacionalizarlo todo, in­
tentar la toma de las fortalezas del gran capital, es decir los gran­
des monopolios>.
Para dar este paso, hemos visto ·antes que les resultan favorables;
De
una parte,

el incremento de
esos estratos capi_talistas mono­
polistas: cuanto mayor

sea,
más y más fácilmente se socializará, y más
nw:nerosos serdn expempresarios
e

intelectualess que se incluirán en
los
estratos asalariados.
Y,
de

otra
parte, la creación de antagonismo entre el gran capitalis-­
mo y sus aliados f!n el

gobierno, por un
lado, y, de otro, Jas medianas y
pequeñas empresas presionadas por la alta tributación. y privadas del
crédito que les
es preciso, que es acaparado

por
las grandes.
3.0) Etapa de la democracia . politico-social en el poder:
1112
«Pensamos que la democracia político-social es una etapa
histórica

durante la
cual, en un largo periodo, las pequeñas y me­
dianas empresas, en manos de sus propietarios privados · continua,.
rán jugando respecto de las grandes empresas -hoy monopoli&­
tas, pero -en esa etapa de propiedad social-el mismo papel com­
plementario
que juegan en el sistema -económico actual. Pero
habrá est.a: diferencia favorable a las-pequeiiais y medianas em­
presas: gracias a la nacionalización del e.rédito, este será distri­
buido conforme el interés 60Cial general y ya no según el interés
particular de algunos grandes monopolios> (pág. 186).
Fundaci\363n Speiro

LO QUE PIENSA SANTIAGO CARRILLO
Pero, no olvidemos que la meta final es socializarlo todo. El cre­
cimiento de las empresas socializadas y la desaparición, a medida que,
de hecho, sea
posible, de

las empresas
privadas, entrará en los objetivos
del empleo del crédito nac.ionQlizado .•.
«Igualmente es preciso prever qu-e gran parte. de los servi­
cios perm.aneceráo largo tiempo aún entre las manos de propie­
tarios particulares<> (pág. 186).
Cree Carrillo necesario erplicar la necesidad de esta etapá intermedia
a
los afiliados al f'art/do:
«Cuando ha!yamos abatido el poder de los monopolios (y para
esto es necesaria la más· amplia '811.ianza), es indispensable mante­
ner toda una serie de fuerzas productivas que no deben pasar
inm.ediat:ameot de las manos de loe propietarlos a: las de la so•
ciedad

so
pena. do que 11e destruyan _(la experiencia de ciertos paí­
ses 90cialiatas lo muestra). Es, pues, preciso prever un tránsito
a1 socialimw en un período más largo. Es necesario, aunque
no sea más que para la clasificación ideológica, mostrar que el
socialismo no es algo que se haga bruscamente. En las condiciones
de nuestro paí~ será preciso este largo periodo dem.oerático,
antilatifundista, m1 el curso del cual obrero~ campesinos, int2-
loctuales y una parte do 1a burgueeía estarán representados en un
gobierno oola:c_ado bajo la hegemonía de_ las fu._enas socialistas>
(págs. 186 y oigo.).
« ... es preciso tener el valor de explicar a la clase obrera que
más. vale pagar -una plusvalía a este 6ector b._gué8 que producir
una situación en '.la que se 'COIT& el riesgo de que-. se revuelva en
co-a de ella» (pág. 187).
4.0
) La, última etapa será, pues, la implantación total del sodalismo:
Esta
no llegará sino después de consumada la fase anterior ;Y de ma­
durada suficientemente la mentalidad favorable a la completa abolici6n
de la propiedad privada de los medios de producci6n.
Ahora
bien,
estos
periodos conllevan una praxis dialéctica

contra lo
establecido y una
«concientización> socialista

de la
masa en
todos sus
niveles,
a id vez que requieren la colaboración de muchos elementos a;e­
nos
al comunismo.
El

modo como éste pretende realizarlo merece especial
eramen.
1113
Fundaci\363n Speiro

APENDICE DOCUMENTAL
Il
Santiago Carrillo enumera los sectores en loa cuales interesaba al
comunismo su política ~e alianz;a: en la Universidad, la Iglesia, el ca­
pital y la burguesía liberal.
a) Con los universitarios (pág. 185):
el.os profesionalee se convierten en UD.al fuerza de op,sición
al régimen fascista. Hallamos en este movimiento los estudiantes
con los que habíamos trabajado en los años 1956-1957, lo que
muestra que su actitud de entonces no era una simple "fiebre de
estudiante", como entonces se
deciai. Se han hecho adultos y la
cosa no ha variado.
>Hoy vendemos 2.000 ejemplares del MUNDO OBRERO en la
Universidad de Madrid, y frecuentemente porque no tenemos má8
ejemplares. La influencia de la izquierda en la Universidad es
capital>.
b) Con la Iglesia:
«, .••. 1boy tenemos la Iglesia tal vez más evolucionada de Eu­
ropa
desde el punto de vista político y socild, y iee sin duda un
demento muy importante para el porvenir. ... J> (pág. 166).
«... Cada vez más 'hemos desarrollado una poh'ltiea muy audaz
respecto de los católicos, partien® -desde el punto de vista
táctico-del hecho de que eran las únicas organizaciones legales
fuera de las fascistas; y -desde el punto de vista estratégico-de
nuestra convicción de que para avunzar hacia la vietoria de la
dem.OCl'acia y del socialismo, su colaboración era necesaria» (pá­
gma 167).
Aparte de la Iglesia institucional, en España:
1114
«hay una Iglesia ·.nueva que se 'aproxima al socialismo, que
va hacia él» ,(pág. 189).
c:Ae'er'ea de la colaboración oon los católicos, camaradas ---a
mi parecer sectarios- nos han preguntado si no afectaría al eo-n-
Fundaci\363n Speiro

LO QUE PIENSA SANTIAGO CARJULLO
tenido de nuestra ideología. -Yo les he contestado con una pregUD­
t.a que. parece ·un poco simplista: "'Desde· que hecemos esta po,­
lítiea ¿-cuántos camaradas se ben hedio creyentes? Y, po,r el con­
trario, ¿cumtos católicos se han ·heeho comnnistD&?":-t> (pág. 191).
e) Con el capitalismo (pág. 171):
«Lo que es verdad es que, para 'llD. desar,rollo del capitalismo
moderno
en Espafia, las estruehH'aS fascistas son ya un obstáculo;
hacen falta libertades. Esto produce una converpeia -objetiva
enll"e las fuerzas revolucionarias, y -este sector del eapit.alismo es­
pañol. Neresitan cicrta,, lihertad,s ·para de.arrollar sn sistema,
para entrar en Europa y nosotros pam desarrollar ·la democracia
en España. Se trata pu.es de 1111a convergencia momentánea, pero
es claro que pasado este estadio, vamos a diverger;. Pero, por el
momento, estamos prestos a realizar esta conva-geneia>.
«Evidentemente, la hurgneeía española, laS" fuerzas capitalistas,
tienen cada· vez mayor confianza en la poe:ibilidad dei mantenerse
en ca'SO de un cambio político en &pafia. En primer lugar, Es­
paña está situada en el área -geográfica occidental. :Este cambio
político va a efectu:ane sin destruir el aparato· del Estado. Piensan
que su suerte irá ligada a· la del capitalismo europeo> ... 1 el verdadero problema se plantea uí hoy: hay una integración de
fuerzas; el ré~men franquista integra a todo--el mundo en el &i.s­
tema, por fuerza. Mañan~ ,clertamént.e existirá ·et riesgo de que
continúe por otros medios; pero, -en todo caso, tendremos ma.
yoree posibilidades
de ganar las masas laboristas -al socialismo,
en democracia que bajo eJ] faacismo->.
d) Con la burguesía liberal (págs. 21 y sigs):
«Fin-ahnente, hemos aprendido a fuerza 1e recibir golpes.
Cuando hemos fonnulado la política del P.cto de la Libertad, de
esa amplia convergencia contra la dictadura fascista, ha habido a
veces retiemc:i.'88 y escepti-cism~ incluso, entn:i" algunos de nuestros
camaradas ... >.
«Debo decir que los ae'On'reci.mientos de Portugal nos han ayo­
dado enormemente a favorecer la -comprensión de esta línea ... >.
«Hoy, la gran cuestión es lia de romper esa integración forzada
que significa el fa&eismo.-Por-eeo, lee preeiso-un gobierno de alían,.
za que restablezca las libertades. Mañana 88 planlieari el. pr-o-
1115
Fundaci\363n Speiro

APBNDICE DOCUMENTAL
blema de una ~reha hacia el, socialimo. E& evidente que condu­
cirá, ea uo cierto momento, a una ruptura con el &istema capi­
talista. Esta es una -eoaa .evidente. Pero e& pcecisa una estrategia
que neutral.ice to® lo posible las fuerzas de resistencia que &in
duda hará falta combatir seguidamen.t~ Así, yo pienso que nues­
tro proyecto de m81l"cha hacia un socialismo debe indicar muy
claram1mte que, no vamos a so·cializarlo todo de un día para otro,
o hacer ol socialismo de la noche a la m.afíana. sino que vamos a
reali,zar ante todo _ una democracia antimon.opolista y antilatifun,.
dista. No queremos llamar a esto socialismo» ... «Es mejor pa­
gar waa plw.valia a este sector ea,-pitalista y avanzar más lenta­
mente hacia la sociedad soci.aliBta, no solamente en el sentido
de las· tran:sformacione8 .económicas, sino también en la forma­
ción
del hombre nuevo de. espíritu colectivista». _
En concreto (p4gs. 183 y sigs.) añade:
«Nuestm política, hoy, es la_ de acabar con el régi.men fascista,
jnsta-u,rar las ~des, y para conseguirlo ~ es -preciso llegar
a una conver~cia incluso oon los capitalistas dinámicos» ... «Una
vez instaurado d régimen democrátioo, habrá eq. E&pafia una geo­
gr¡,fia política próxima a la de Francia (oon diferencia,, sin duda),
es decir, una izquierda de tendencia socialista, .una derecha ca­
pitalista y nueetll'a estrategia tiende a organizar esta izqu,ierda eo­
lll9" una formación política nuen, ~perando el estadio de un
acuerdo eoy:nntoral; se trata de crear una nueva formación con
el
propósito de iniciar la maroha hacia el oociolismo en Espalia>.
< ..• En un momento dado, no sé aún cuándo., debe producir­
se la ruptura con el .sistema ¿ Cómo-? Todo lo que puedo decir es
que ·si
la

izquierda
tiene 1-a mayoría, lo haremos todo para no de­
jarnos derrotar
por la fuerza. Ee decir que la utilizaremos tam­
bién si ba.,o falta>.
Y mtis adelante ('pdg. 187), refiriéndose al fracaso chileno, advierte:
«Es esencial para el proletariado permanecer aliado, a los ea­
tratos. medios, y no aislarse>.
Precisando (págs.· J96 y siga.) que en Europa, con una -economia muy
desarrollada,
con tradiciones de libertades, de cultura ... :
1116
larm.ente
a profundiur . en las libert!adee y en la democracia-, es
Fundaci\363n Speiro

LO QUE PIENSA SANTIAGO CARJ.ULLO
decir que
no

se
trata., en nneld:ro país,. de que un partido deter­
minado
tome el ¡aoder y lo dirija todo él aolo. La revolución, en
nuestro país, conaiste 1IDte todo-en la lucha por desarrollar la de­
mocracia por doquier, en las fábrieas, en l-as empresas,. en el
aparato estatal. ¿Se podría i.mll:UBO hab~r de demoer~ la pro­
piedad? ¿por qué no? ¿No es acaso una .democraüzación. de la pro­
piedad hacer qno lu empr~ monopo:&tas y el crédito deven­
gan en propiedad socl,aI, en lugar de ser propiedad privada? Se
trat:a, pues, de hacer intervenir -cadai día :más eil poder de :las
masas, a
todos los niveles en. el desarrollo de ia Sociedad. Esto
requiere
la

toma
del poder, por las masas, a todos los niveles en
el desarrollo de la Sociedad. Eslto requiere la: toma del poder, no
del partido comuni81' eino por el conjunto d(I-las fuerzas que
tie-nen: un proyecto común de aviance hacia la sociedad soci.111.ista.
Y eet:a toma de poder debe ser democrática, es decir, que debe
realizane con el apolyo de la Dli8.ry-.oria ·dd_ pueblo, lo m111Yor po­
sible. En el curso dd proeeeo,. w-a llegar un momento en el
cual la dem.oencia formal w. a ser superada por las neceeidades
de profundización de la. detnAM.racia en el sentido del socialismo».
«El momento de la ruptura puede llegar cuando 'las fuerzas
más agresivas del campo oontrario traten de interrumpir el pro­
ooso revolucionario -por

medio
de la violencia. O bien, cuando
la
acumulación de los cambios c:.uanltitarti:vos en las estructuras y
en
la superestrnctnra habrá creado en los países de Europa una
situación sin retorno posible al capitalismo ... >.
un
choque entre 11111!1 fuerzas reaccionarias y lH fuerzas demo·crá­
tieas socialistas» .. . «Si debe llegar un, mo-mento de ruptura vio,.
L:mm
con las viejas estrue\m'as, es preciso esperar a que enton·
ces oeulT8 que las fuerzas de izquierda estén en el gobierno del
país».
«Se tra:ra~ en principio, de una weesión de rupturas que van
a culminar en un -cambio cualitativo en el momento en el cual el
aparato del :Estado se iden.itifi,cará con el socialismo ... ».
e) Con elementos del aparato del Estado:
También cuenta:
«Si tú me hablas del Estado, estoy de -aenerdo en quei hace
falta
transformar ese aparato, pero sin olvidar que hay cambios
1117
Fundaci\363n Speiro

APENDICB DOCUMENTAL
en el Estado moderno que no801ros los revolucionarios debemoB
reoonoeer.
EL Estado hoy ·es también todo el aparato económico y
el
aparato de propaganda. Utiliza una masa enorme de intelec­
tuales que-no está
del todo -aislada del pueblo, y, en esas condi­
ciones, las fuerzas avanzadas de la sociedad pueden encontrar
aliados que no-podrían haber encontrado en otras circunstancias
hiistórieas, en tiempos de Mm-x., de Engels o de Len.in. El Estado
se ha convertido casi en tm aparato de· ma~ con emplmdos que
,son intelectuales, hombres de ciencia, puhli:cistas •.. ,> (pág. 189).
«Yo
digo que el Esta.do continúa siendo e:I. aparato de domi­
nación olasista, pero pienso que hoy los· r-evolucionarioB pueden
hallar
en el interior de ese aparato aliados que wn a contribuir
a
cambiarlo desde dentro> (pág. 190).
«En lo que concierne al aparato del Eetado, comenzaremos
por hacer todos los ,esfuerzos posiblee para hallar la mayor can­
tidad! de apoyos posibles-·hasta en ese aparato ... >.
«'Initaremos de ganar en ese aparato el mayor número de
eliad<>S pooibl-(págs. 191 y oigs.).
lll
¿Ha renunciado el Partido comit.nista a la subversión? ¿Quiénes la
promueven hoy? ¿Qué nexos ocultos existen entre éstos y aquél? ¿A
qué

nivel?
Desde luego el Partido comunista ·no ha renunciado a -utilizar la fuer­
za en
el momento

que lo considere oportuno.
El
democratismo --en

el
sen'tido que
es
usual entre
nosotros- no
puede
ser sino para. un Comunista. Oigamos otra vez a

Santiago Carrillo
(págs. 192 y ,igs.):
«N080tros no tenemos tradición parlament.aria. Yo nunca he
votado> . . . «El 'Cretinismo-parlamentario del que habtlaba Lenin
no

es
nuestra enfermedad. Tal vez tengamos otras, pero no ésta.
Además, nuestra formación es la lucha. armada y b lucha clandes­
tina en las condiciones más difíciles ... >.
« ... Un partido revolucionario en h acción es como un ejér­
cito: en el cuno
de la batalla~ no se pone a discutir la orien­
tación ..• >.
, Su criterio es, pues, el de esperar cautelosamente el momento opor­
tuno (pág. 198):
1118
Fundaci\363n Speiro

LO QUE PIENSA SANTIAGO CARRJLLO
«Hallándome yo aeguro .de qu:e estamos prepantdos para ha­
timOB si hiciera fal11a,, ¿por qué correr el riesgo de conducir esa
política:? Haber sufrido el fa&cismo durante más de treinta años
para ·quitarle .eil poder y ser batidos: de nuevo dos o tres años más
tarde, no valdrí-á la pena. Unia vez restablecida la demo<:racia
en España, podríamos efectivamente tener un "Chile", es decir
una tentativa de golpe de Estado, pero esta vez el desenlace no
sería de ningún modo el mismo que en 1939, yo puedo aeegu­
rarlo».
Respecto de Id. ETA, explica su politica con ella (págs. 200 y sigs.):
«En
principio una solidaridad ante la represión de que era
dctima. Poc ejem.pilo~ en el momento del proceso dé-Burgos,
hemos
lanzado todas nuestras fuerzas en la batalla para salvar
a los jóvenes de la E'IlA. Hem08 hec,ho manifestaciones ilegailee
Por todas partes ro &,paiia y en Europa.>.
Pero, aunque ...
«gran número de militantes ETA se han afiliado a:l Parti­
do, después

...
» •
. . • la actuaci6n de la ET A ha dado lugar a que,
«ETA ha perdido en .,¡ País V asco par1le de su popularidad
y de su influencia».
No obstante,
«ante la aeeton de ETA hemos dicho: «No emplearemos es­
tos métodos, pero respetarem.OB a quienes los emplean porque
creen que pueden ser útiles"».
¿Utiles, a quién?, ¿A quienes los emplean o a quienes se beneficien
de

la subversi6n? ¿A quienes tratan de
realizar, en la dirección preconi­
zada por

ellos mismos, las
sucesivas sintesis que

vayen preparando
las
dialécticas

también exacerbadas, por sus propios agentes?
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Fundaci\363n Speiro