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La familia como célula social

LA FAMILIA COMO GELULA SOCIAL
POR
ANGEL GoNZÁLEZ ALvARBz--
Dos relato& sobre el origen del hombre,
Hay en el «Génesis» dos relatos de la creación del hombre que su­
gieren
d9s imágenes
un tanto diferentes de
la unión del varón y la
mujer
.. En el .primero se nos dice, < sora,

a
imagen de,

Dios
lo hizo y los hi:ro macho y •hembra; y los
bendijo Dios diciéndoles: procread
y multiplicaos ... (l, 27-28). En el
segundo relato parece cambiar por entero el decorado: «Se dijo Yavé
Dios: "No
es bueno que

el hombre esté solo,
voy hacerle uha ayuda
semejante a él"; ... formó Yavé Dios a la mujer y se la preséntó a
Adán. Adán ~ó: "Esto sí que es ya hueso de mi hueso y carne
de
mi carne". Esta se llaroará varona porque del varón ha sido toma­
da. Por eso dejará el

hombre a su
padre y a su madre; y se unirá a
su mujer;
y vendrán a ser los dos una sola carne» (2, 18 y sigs.). En
la primera narración se presenta la unión del hombre y la .mujer en
función de
la fecundidad ; en la segunda se silencia la procreación y
pasa a primer plano la ")'Uda o, si se quiere, la felicidad y el amor.
Ateniéndose rigurosamente al orden de 4 -narr¡¡ción __ mosaica., la
teología ha establecido dos fines para la unión conyugal: uno pri­
mario
-la, procreación-y otro secundario -'-la mutua ayuda y la
felicidad de los esposos-'-; ·Aquél es el fin social del matrimonio,
que consiste¡' en efecto, eri la procreación edútadora de los hijos/Este
último
es el fin individual, •es 'decir, la plenitµd de ser y felicidad que
los
amantes

buscan al casarse.
Tales fines no

debieran
sét en nmdo al­
gunn
~ados•como si uno fuese esencial y el otro resultase inesen­
cial al
tnatrim:onio .. Pero. lo que comenzó siendo una distinción meto­
dológica compatible· ton la· aimonía; la · subordinación y· hasta. con la
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Fundaci\363n Speiro

ANGEL GONZALEZ ALV AREZ
unidad esencial se convirtió, por obra de ciertos movimientos ideoló­
gicos
modernos, en práctica disociación,
que terminaría por anular
uno de
fos fines

en beneficio del otro.
Se comenzó, en efecto, poniendo el acento en uno de los fines de
la unión mient~.se deja al otro en J;t penumbri, Hay quienes ven en
el matrimonio un instrumento
para el ejercicio del amor. El fin que­
da circunscrito en el ámbito de la felicidad de los esposos. La fecun­
didad es
un simple resultado que

tiene la consideración de servicio
prestado a la sociedad. En esta situación
parece natural que los hijos
sean considerados desde
e'! primer .morµento ~ como miembros de
la sociedad que de la familia. El Estado ordenará
su crianza y dirigirá
la educación
... ·
Piensan

otros que el
matrimooio no tiene

nada
,que ver ron el
aml)1". Se le ,encomienda el cumplimiento de la fecundidad y las· tareas
de

la
cria,,za de· los hijos. Bl amor. puede buscarse en cualquier' parte.
Ciertos
movimientos .permiten y hasta fomentan · el ejercicio del amor
fuera del matrimonio, .Jo mismo •a.tites que después de ser contraído.
Institución puramente civil
está al servido de la renovación de los
miembros de la
sociedad; También ahora córresponde al Estado la re­
gulllción deJas, funciones fransmisorª5 de la vida. El matrimonio pier­
de su
significación más
genuina. La
a,nioo del hombre y de· Ja mujer
no se ttSiehta en la· amorosa fecundidad ni se··orienta a la creación del
arobiente que favorezca la educación, consistente en la prolongación de
la genet-ación · hasta sui término.
Amor sin· fecnndidad_
La unión del hombre y la mujer en el matrimotíio no puede ser
sustraída

al
cumplimiento de
la doble finalidad que
expresarnos con
las
palabras amor y fecundidad. Hay entre ambos fines razón de priori­
da.d
y de secundariedad. Unas veces habrá que poner el fin primario
en
la fecundidad y el secundario en el amor. Otras acontecerá justa­
mente lo
contrario: El

fin primario
podrá ser colocado en el amor y
la folicídad de la comunidad· de vida entre varón y mujer y el secun­
dario en la
procreación. Todo depende del

ámbito en
que coloque-
i2
Fundaci\363n Speiro

LA PAMILIACOMO CEWLA SOCIAL ..
mos la /inalidad. Lo importante es percatarse de la 4np<>Sil>ilidad
móra.r de separar
ambos fines. Más que coordinados, ~.verse: en
recíproca subordinación.

Principales
ambos, debemos considerad~
en todo caso, esencialmente vinculados. Como en tantos otros lugares,
tambren aquí 1a distinci6n y la diferencia están. p11estos ;cp,:¡ YÍSt la
unidad.
Una primera
.. posibilidad resultante

de
la disociación de loo fines,
igualn,.ente esenciales,

va a
consistiren la supresión del matrimon.io
mismo,
De :suyo, para)a simple fecundidad, es

decir, para
kproctea­
ción, no
es necesario eimatr.imoaio. Tampoco lo es para el a:retQ ejer­
cicio del
amor. La f=didad fuera

del matrimonio puede, en
efecto,
adoptar
dos modalida
resulte. de
una paternidad
natural o

de una inseminación artificial de la mujer; No
se considera
aquí la cuestión de 106 hijos naa.u-ales ni de lcis que son fruto de .Ja
fecundación artificial. Sólo intentaba mC>Strar que los prinieri:Js: resul­
tan de
separar el amor

de
la fecui:tdidad y los segundos proceden de
buscar
la
fo:undidad separada

dél
amocEn .el fondo de ánibas acti­
tudes se encuentra ·la.· proclamación presúnto derecho a li libertad en el amor sin la responsabilidad de su
fruto natural o al fruto artificial al margen del
amor; Pero nó éxisten
semejantes derechos en

el hombre
ni en; fa. mujer. · ·
¿Cómo apelar a la libertad, que está enraizada en la 'razón, para
unirla
al múndó de los instintos sin quebruítar el orden racional y
la dignidad de la persona? Si el hombre fuera mero ejecutor ele ruia:
melodía vital compuesta y dirigida desde el exterior, puro ánima!
guiado
por el instinto, se hallarla al margen de tóda responsabilidad
por el fruto de sus actoo. Mas desde el momento que ~ti cons.tituído
en

el rango de la persona y, por ello, dotado de entendimiento y
voluntad, se ve
précisado también a

componer
1a melodla que ejecutá.
El hombre es

autor y actor del
drama en <¡ue' su

vida
con.sTste.. ·
Precisamente
4a libertad eleva al hombre, por encinµ del animal,
a un qrdet superior y Jo sitúa íntegramente, induso CQllJO. sexo, et el
nivel
del ser
personal. El

mundo. de
los ipstintos quedó muy abajo y
la libertad np puede ser .reclamada ¡,ara segu,irlos (u!)ra d~l orden
racional, porque
prootituíría la natµraJ.eza huma.na. EUJ.amado derecho
Fundaci\363n Speiro

ANGEL GONZÁLBZ ALVAREZ
al, amor libre no es ciertamente nna prerrogativa de los hombres qué
quieran 'permanecer
en el nivel

del ser que
correspoode a
la
persona.
Fecundidad sin amor.
En el álllbito humano no parece éticamente posible separar la fe.
cundidad del amor. Dicen los filósofos que los actos humanos sé espe­
cifican por el .fin de' la obra et1 su ser ¡,sicológico y por el fin de la
obra
yl el fin del operante en su ser moral. En cwilquiera de estas
dos líneas se distingue entre un fin

que se
llama primario
y
el otro
que se dice secundario. Pero pueden conjugárse de dos fonnás ·dife­
rentes.
Parece claro. que el fin primario de la unión del varón y de la
mujer es la
procreación. Pero
el
matrimonio tiene
también
otro fin
principal, bien
que secundario, en la comunidad· de vida en el amor.
No tengo
indQ.live inconveniente

alguno en
oonceder que eri ladlnea
del
fin del operante --en este caso, de los. oonyuges--pueda declarar­
se fin ptima.io
al amor, la.ayuda mutua o la felicidad de siempre que-no
falte

la intención de subordinarles la
fecundidad que
puedan
igualmente pretender.
Para

que nadie se escandalice de lo
que acaba de

leer, traigo aqul
"lite texto

de
la enciclica C,isti connubii: .«Esta mutua forrnacón in­
terior
de Íos conyuges, este· asiduo cuidado de su mutuo
perfecciona­
miento,

puede también
llamarse en

cierto sentido
muy vc,r4ade¡,o cau'
sa y razón primaria del matrimonio; cuando no se toma estrictamente
como una 'institución
para procrear y educar convenientemente a la
prole, sino romo una comunión, estado y sociedad para toda la vida>>.
Lo que no resulta licito es la disociación de ambos fines. No hay de­
recho. que
valga para

separar el amor de
la fecundidad.
Tampoco existe de=ho alguno para separar la fecundidad del
amor.
Nuestro puesto en la jerarquía de los seres,
la más alta cumbre
de la
perfección en la naturaleza, que

se
describe como
el ser en
la
persona, nos ahte al' reino' moral y en él quedamos incardinados. La
misma libertad · no · puede entenderse · romo una prerrogativa que nos
faculte
para hacer lo que nos venga en gana, para artificializar nues­
tra vida
y negamos a un comportamiento natural. La libertad no pue-
14
Fundaci\363n Speiro

LA FAMIUA COMO CELULA SOCIAL
de emplearse en: segrega,: la biología de la raciomilidad, en escindir el
bias
del logos. El orden moral nos otorga derechos, pero también nos
impooe

obligaciooes.
La fecundación artificial en el ámbito humano
rio
pnede

tener
tratamiento exclnsivamen:te zoológico que margine
los aspectos ético y . jurídieo, fneluéliblemente esenciales.· La coociencia
moral
rechazará siempre la insemfuación artificial de la mujer mista
en

el caso que tuviera
lugar entre esposos. El ardiente deseo de .un
hijo

no sirve de
excusa algµna. Por noble que sea, el fin no jnstifirit
los medios.
Todavía más: nadie tiene

derecho al hijo. El estado
matrimonial
no ,concede tal

derecho. El contrato
matrimonial y

el sacramento mis­
mo 110 dan derecho al hijo, porque tampoco le tienen por objeto ni
se refieren

a
él directamente. Un

teólogo diría que la
santifiritción
del amor en el matrimonio

hace
santos los actos naturales ordenados a
la procreación, pero más que fuentes de ulteriores derechos exigibles
le, son de ob1igaciones y de responsabilidades que no se pueden eludir .
. No niego el

derecho
a ninguna mujer qne quiera adoptar un ni­
fio. Tampoco se le niega a ningún hombre. La adopción de los huér­
fanos que résultan

de los mil sucesos·
de· la vida actual por un ·matri­
monio,
merece

.toda gratitud y
. es digno de

los mayores
elogio/!. Pero
¿dónde
éncontrar· el derecho de una mujer a un «padre adoptado»
para su. propia fecundación artificial? y ¿dónde buscar el derecho
de
un hombre a una < no

puede
ejercer?. No,· Las. experiencias de

establo
o de laboratorio
suprimen
la dignidad · de la persona. ·
Pansexualimio
y asexualidad.
Voy

a situarme ante
uno de
los· misterios
más profundos de la
na­
turaleza. humana. Sfmple accidente

corporal, el sexo
entraña tal rique­
za
de

responsabilidad y de
coosecueocias que lo dotan de un valor
superior a toda

ponderación.
Ninguna ,otr,a diferencia exi~te entrf' los
seres

humaoos que sea comparable
a la· diferencia de fos sexos por·¡,
que

aquéllos
se.realizan como

hombres o como
mujeres, En compen­
sación, tampoco hay otra nota diferencial que supere al sexo en el ser'
Fundaci\363n Speiro

ANGBL GONZALBZ ALV ARBZ
vicio· que puede prestar a la superior unión vc:z sea. porque las diferencias que el se,;o introd.ucé son ciertamente
reales,

pero
también complementarias. .
1,~ sexualidad ha sido estudiada. en nuestro siglo eón pasión. Para
interpretarla
rectament~, conviene apartarse pór igual

de los
ext:remos :
el

que la
minimiza h~anulatia r el que la exagera hasta universalizar­
la.. Son las. posk:iones del asex:ualismo y de la pansexualidad. Hay
quienes
no concedeo
la más mlnima importancia al sexo :en la expli­
cación de la vida humana.
Óespués de todo, se trata de un accidente
que cae por

entero del lado de
111 materia, y el hombre se. define en
función
.del esplritu.

Las
almas carecen de sexo y, en rigor de tér­
minos,. no puede decirse que sean masculinas ni femeninas. En el nivel
de
la existencia personal no puede jugar el sexo un papel preponde­
rant~. Por
tanto, .. ta:mpoco deben exagerarse su.s consecueocias en el te­
rre,no ético. .
En el extremo opuesto. se sitúan quienes interpretan elcomporta­
miento hwm!no y . los

avatares de
fa existencia como manifestaciones
d~ _la sexualidad. Allltes
el sexo. ~o significaba nada;

ahora lo explica
tocio. &ta teoría procede de Freud, quien,. desde. el estadio. terapéutico
del
psicoanálisis, evolucionó
hacia una concepción filosófica de
la vi,
da

humana fundada en el principio de
la «libido>>, impulso erótico
que,
identificado con

el
inconsciente, explica la vida del espíritu y de
sus
creaciones históricas y culturale:s. E;, q,antp la libido sé identificó
con
la sexoalidad, · parece naturd ver en ella · el elemento que penetra
las estructuras de la existeocia humana y da razón de toda la vida, in­
dividual
y social, moral y religiosa, hi~tórica y cultural ..
Se dice con frecuencia que los extremos se tocan. El punto de
tangencia de las teorías contrapuestas. suele situarse en el error de
la
simplificación de lo que por naturaleza es complejo. La eseocia hu­
mana
no es simple, sino c;ompuesta. Querer
explic;arla desde
un
ele­
mento
material ~1 hombre sería pura materiasexuada-es empren­
der la ruta:
del pansemalismo. · Al intentar dar razón de fa vida del
espíritu, será preci~ hac;er funcionar co.mo causa lo que .sólo es condi­
ción. Pretender
explic;arla desde
su elemento
es¡,iritual --el hombre
serla.·
puro·

espíritu desencarnado- significa
abrir la vli. de
la
ase­
=lidad.
Al

querer dar
razón _de lavida q>rporal, ni siquiera el condi-
!6
Fundaci\363n Speiro

LA FAMILIA COMO CBLULA SOCIAL
cion:µniento de la materia puede tenerse en cuenta para que sirva de
escollo a
la libre expansión del espíritu. No. La naturaleza humana es
bipolar
y los principios que la realizán se abrazan y compenet¡-án de
tal
forma que
le proporciOlllll verdadera

unidad esencial compatible
con las diferencias individuales.
Varón y hmnbra.
El ser humano se realiza corno varón o corno hembra. Lo que
llamamos especie humana o

género humano se existencializa en dos
grupos:
el de las mujeres y el de Jos. hombres. La raíz y el funda-­
mento

de
<>ita distinción

se encuentra en el sexo.
Con esta

afirmación
nos
situamos ante

un
hecho. Y

los hechos se
testifican, se

registran.
Pueden ser interpretados, mas no
deben ser negados;
Debemos

huir de juzgar los
sexos tomando partido en

favor. de
uno o en perjuicio del otro. Semejantes comparaciones han llevado
con frecuencia a interminables disputas,
carentes por

entero de sentido.
Hay que precisar
el nivel en que se manifiestan las reales dife­
rencias de los
sexos. No
se les encontrará a la altura de
la existencia
personal.
Hombre y mujer son absalutamente iguales en cuanto, porta­
dores de idéntica naturaleza racional, realizan el rango
y la jerarqula
de la persona. Tienen también el mismo origen y están llamados a
idéntico destino.

El cristianismo
ha subrayado una cuádruple igualdad
fundamental
entre todos 1os seres
humanos: igualdad
de origen
-la
común paternidad de Dios-; igualdad de naturaleza -la dignidad
de
la persona creada a imagen de Dios--; igualdad de redención -la
sangre de Dios humanado--; igualdad de destino -Dios otra
vez­
formalmente

poseído. Pero también es cierto que Dios los
cre6 «hom­
bre

y mujer»,
es decir

en dos
sexos diferentes. La ley de la igualdad
tiene

que
compadocerse con la ley de la diferencia. La dialéctica de
los
sexos

está presidida por
la ley de la igualdad en la diferencia o,
mejor
aún, por
la norma de la unidad en la diversidad'.
Inicialmente,
la diferencia
sexual es
una cuestión de anatomia.
Pero
caeríamos en

un error de
miopfa si redujésemos semejantes di­
ferencias' a las qire se concretan en los órganos de la reproducción. El
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Fundaci\363n Speiro

ANGEL GONZALi!.Z ALV AREZ
organismo .entero en su estructura anatómica y funcional se ve afec­
ta ferencias al ser íntegro

del hombre
y de la mujer. No debe produár­
nos extraña: Es natural que lo fisiológico repercuta en la psíquico.
Reconocemos en el ser humano una
naturaleza compuesta de

materia
y
espíritu. La composición no destruye la unidad. Por tanto, las propie­
dades del organismo deben
condicionar la
actividad del alma de la
misma manera que las diferencias psiquicas deben
repercutir en

las
funciones orgánicas ..
La modalidad complementaria de la diferenciaáón sexual salta
a la
vista y
no es
necesario detenerse para ponerla

de relieve. Interesa
más decir algo sobre el sentido último y la finalidad esencial de la
duplicidad del sexo.
Las diferencias entre naturale2:as iguales sólo
pueden
introduárse con
vistas. a
la unidad.
«La ingeniosa naturaleza
o,

mejor, su Autor ha constituido al hombre
y a la mujer anatómica,
fisiológica
y psicológicamente complementarios y correlativos con el
fin de que
el amor alcance en eil matrimonio la unión real que am­
biciona>> (André Marc) y pueda cumplir la ley de la fecundidad,
gloria de la familia y
deber fundamental

del linaje humano.
Eros y ágape.
Hállase el sexo vinculado al amor, cuya mejor posibilidad humana
se
realiza en
la
cnión cónyugail, que tiene por fin la fecundidad, em­
presa común

del hombre
y· de la mujer. No puede llamarse «amor»
la

simple
explotación sexual de ún ser humano. Sería rebajarlo a la
pura delectaáón animal que

sacia el apetito. El amor sexual es infi­
nitamente superior,

aunque se llame «eros».
Es ya amor personal que,
con la
del~ón, busca la

felicidad y
el· acabamiento

en la persona
amada,
Contiene una

fuerza trasformadora que lleva
al enamoramiento
desinteresado

de la
uo1idad inmediata. Con

ello, lo sexual, sin supri­
mirse, se

ennoblece.
Nace aquí uno de los bienes fundamentales que
sostienen
la existencia 'humana.
Ya

Platón unió
eros y psydie, el
amor
sexual y el sentimiento
del
alma. Él amor es un delirio que envian los dioses para la mayor
18
Fundaci\363n Speiro

LA FAMII.IA COMO CBLULA SOCIAL
feliádad de los amantes. Es claro que se trata todavía del amor concu­
piscible, pero contiene una
fuerza espiritual
de
elev'!áón que
.busca
enriquocimiento y plenitud vital

en
el amado. El amor anímico vincula­
do al sexo contiene una doble fuerza
creadora: h~e_:resplandecer lo
mejor

en
la persona del otro y adereza la propia para ser correspon­
dido

con presteza. Surge así
el enamoramiento, por el que se iniáa el
intercambio
de los mejores dones del espírito.
Es claro que el eros no suele ofrecer. l(IS · garantias d.e dur'!áón y
perrnanenáa que

pide la unión
conyugal. Sobre
él hay que collocar
el
amor que San Pablo llama «ágape». Generoso y ~interesado, no tien­
de, como el eros, el enriquecimiento vital del
propio yo,
sino a
lama,
yor ¡ilenitud de la persona amada. No pretende ser feliz, sino hacer
feliz y se conserva lejos del peligro de un «egoilmo a dúo» (Joseph
Hoffner).
Ahora se
ve claramente
la. diferenáa entre el amor con­
yugal y el instinto sexnal. Este es egoísta, todo lo quiere ~a sí, todo
lo
acapara, todo

lo
posee con avaricia y no ofrece a .cambio nada. En
su propio disfrute se consume hasta que llega el hastío y, con él, la
tristeza
y el despreáo, Justo lo contrario sucede con_ el amor. Es al­
truista
porque siempre intenta dar y
darse en generosidad

pura, en eu­
trega desinteresada. A
la entrega del esposo corresponde la esposa re­
galándose.
Hay en

el amor conyugal mutua entrega y recíproca
recepáón.
Abiertos

el uno al otro, los conyuges,
. donándose
y recibiéndose,
cons­
titoyen

una comunidad en la que desaparecen lo
mío y lo toyo, al,sorbi­
dos

en lo
nuestro. Con ello

también el yo
y el tú, aun permaneciendo
siempre distinguidos, constitoyen el nosotros. El amor
conyugal y
el
acto· mismo

que lo expresa por mediación del cuerpo se dirige a la
persona como tal para alcanzarla en la zona del espírito.
La comu­
nidad conyugal
está asentada

en la
más profunda unión que pueda
haber entre personas humanas. Aspira a . ser íntima simbiosis de per­
sona
y persona. Marido y mujer se compenetran· en el amor con la
misma
fuerza del

conocer
y el querer en la vida del espirito. Unión
espiritu,l en

definitiva, hay también en
la comunidad coyu.gal conoci­
miento
y amor. Esposo y esposa se quieren al conocerse y se conocen
al amarse.
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ANGEL GONZALEZ.ALVAREZ
La comunidad conyugal.
El amor conyugal ocupa el más alto pu.esto en la jerarquía de los
amores humanos.
La mutua uoión se produce en el ámbito del espíritu
incorporado
y da origen a uru,. comunidad de dos personas. En el
matrimonio, cada esposo se orienta, dirige
y entrega al otro sin reser­
vas. Se sienten ambos más allá de las veleidades del tiempo
y están
dispuestos a eternizarse en el amor. Si ya una amistad que
ha podido
tetminar no ha'sido nunca verdadera,_ como sentia Aristóteles, ¡cuán­
to más el amor conyugal, que se instala en el espíritu y cultiva los
valores de

lo
eterno!
Como
ha señalado Marc, los esposos se convierten en un nosotros
indisoluble, porque sucede con el amor
ry el espíritu como con el bien y
la verdad, sustraídos a las vicisitudes dcl cambio. Siendo algo entero
por completo
y simulltáneo en· sus actos, desde los cuales domina el
tiempo, que los
marca, el
espíritu se da en bloque, definitivamente
para no volverse atrás jamás. Queda

así planteada
la cuestión
de la
unidad e indisolubilidad del matrimonio. Unión permanente de un
hombre solo y de sola
una mnjer

es, en primer término, una
exigencia
de

la
estructura misma
del
amor conyugal. Está claro que este amor es
ofrenda
y donación

de ambos
amantes. Nace

de la
naturaleza humana
la

exigencia amorosa del otro
y la unión total, absoluta y exclusiva de
quienes decidieron contraer
el matrimonio.
La indisoluhilidad está presente ya en su fin individual. El ma­
trimonio es ciertamente un.a. comunidad de vida en el amor, como pro­
moción y desarrollo de los esposos hasta llevarlos a su propio acaba­
miento y perfercción. El mutuo empeño de perfeccionamiento y reali­
zación de los esposos tiene categorla de motivo principal y de fin pro­
pio de la uoión.
Es preciso ver en la uoión conyugal la primera mani­
festación creadora del amor. Donde no se haya despertado, no existen
las condiciones m!nimas para acercarse al matrimonio. Quienes ven
en
el amor únicamente el fuego de la pasión y del instinto sexual
que lo envilecen no debieran aspirar al casamiento. El matrimonio
y el amor conyugal no son juguetes de la veleidad, del ensayo o de
la camaradería.
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LA FAMIUA COMO CEWLA SOCIAL
La unidad y la ÍI).disolubilidad de la comunidad conyugal se deri­
van
tanibién de

su
fin social. Consiste éste en la segunda de las fun­
ciones
creadoras del
amo.-: la superación de 106 esposoo en la ·procrea­
ción

educadora de
106 hijós. El

perfeccionamiento.
personal.
de
los
es­
pos06
en

la comunidad
conrugocl no

les encierra en un egoísmo
biJa,
teral. L06 abre más bien· a la ·realización de valores superiores. El amor
conyugal se orienta, por su misma
naturaleza, a la procreación de
nueva
vida. El
fin social

del matrimonio
-fin primario en la nomen­
clatura .habitual'-tiene su consistencia en la generación y educación
de
1a prole. Hay que poner la educación en el ámbito del fin, porque
toda .incoacción de perfección se endereza a la perfección consumada.
Las cláusulas del matrimonio están

configuradas en la
ley natural,
que los hombres han de cumplir
y no pueden derogar.
Padres e hljoe.
Con el nacimiento del primer hijo nace también la familia. He
aquí un orden bien sencillo: un hombre y una mujer decidieron
ha­
cerse esposos para convertirse en padres, encendiendo nueva vida y
fundando una familia, comunidad de amor desinteresado y gratuito.
Contemplando el nacimiento de un niño, se
006 patentizan

dos cosas
que el hombre
no puede

evitar:
ser en el mundo y pertenecer a la
comunidad de 106 hombres. Un

filósofo,
tras muchas
,reflexiones, con­
cluirá en
la necesidad de agregar una tercera, aceptando lo que un
teólogo
se apresuraría a. colocar con la rapidez de un relámpago: estar
vinculado
a Di06. En

el
hecho de la comunicación de la ;vida se reúnen
las relaciones del hombre con la naturaleza, con los hombres y· con
Di06. V eám06lo.
Los esposos, al suscitar nueva vida, se convierten en padre y ma­
dre. A la madre corresponde las tareas de la gestación y del alumbra­
miento, que espera entre sosegado e impaciente su marido, dispuesto
para hacerse cargo de las responsábilidades pertinentes. De este modo,
la
maternidad
universaliza la relación hombre-naturaleza. El padre
aparece como
jefe de la familia, dotado del poder político; ·él univer0
saliza la relación hombre•hombre ( A. Marc).
21
Fundaci\363n Speiro

ANGEL GONZALEZ ALV ARJ!Z
No puedo detenerme aquí para puntualizar esta atribución exclu­
siva

de la autoridad familiar al padre (
compatible con
igual potestad
en-la. madre), porque urge una referencia a Dios, ·a1 efecto de no ser
acusado de precipitación al haberlo implicado en este asunto. El libro
II de los Mdcabeos pone en boca de una valerosa madre dolorida ante
la muerte de sus hijos:
«Yo no
sé cómo habeís
aparecido en
mi seno;
no os

di yo
el aliento de vida ni compuse vuestros miembros. El crea­
dor del universo es
el Autor del nacimiento del hombre». Estamos
arite
la expresión más profunda del verdadero sentido de la crea­
tividad.
Si la
realidad natural

es creación, Dios habrá de
entendeme como
la

causa eficiente de todo cuanto
existe y
acontece en el mundo.
Y en lo que se refiere al
orbe humano,

por
partida doble.
En primer
lugar, porque el hombre
es· espíritu

incorporado
y la simplicidad del
espíritu finito
exige la acción creadora de Dios para surgir a la exis­
tencia. En

segundo
término, porque

toda nueva vida
~humana e
in­
frahumana-exige, además de la acción procreadora, el concurso de
Dios. Es lo
que expresan en

lenguaje popular los padres cristianos
cuando hablan de los hijos como una bendición de
Dios.
· La metafísica viene

en nuestra
ayuda, proporcionándonos la distin­
ción
entre la

causa primera
y las causas segundas. Suelen éstas lla­
marse
agentes naturales, y en esta naturalidad se diferencian de la
can­
sa

primera.
Más que un agente natural, la Cansa primera es un prin­
cipio trascendente que, además de ejercer la causalidad que
le es
pro­
pia, otorga a los
otros agentes la

prerrogativa
dé ser
causas
y• hace
que las causas segundas causen. En el haber de la absoluta eficacia de
la ciusalidad divina hay que poner no sólo la creación del alma espi­
ritual, sino también
la causalidad procreadora que los· padres ejercen.
El amor ein interés.
Pretendo examinar bajo este título, y en actitúd de reverencia, la
sociedad paterno-filial. Es, antes que otra cosa, una
comunidad de
amor.
Si algo· 1e faltaba al amor conyugal para fa'. plenitud del amor
humano, lo

obtiene ahora en la comunidad
Janiiliar'. La amorosa uri.i-
22
Fundaci\363n Speiro

LA FAMJUA COMO CELULA SOCIAL
dad conyugal se absolutiza y objetiva con la aparición del hijo. Porque
«el hijo es 'la unidad de los esposos realizada y proyectada fo.era de
ellos.
Cada uno reconoce al otro en el niño recooociéndose a si mismol>
(J. Leclercq). ¿No habrá que ver aquí la última meta significativa
del verskulo
«vendrán a

ser los dos una sola
carne»?
El

amor conyugal crece y se
completa en
el amor paterno, que res­
ponde al instinto de perpetuación,
y adquiere la máxima perfección
y madurez en el amor maternal, por el que la madre quiere al hijo
como efectiva
parte de si misma. Nace de esta forma el amor familiar.
Siempre el amor se
ha regido
por
el bien,
ya sea el que tiene
la per­
sona
amada o

el que en ella pone
la persona

amante.
En el caso de
los
padres, el

bien de los hijos se convierte en el propio bien, por la
sencilla razón de

que los hijos son suyos. Estamos
arite la

más
excelsa
participación
del amor· creador. Dicen los teólogos

que el amor
de
Dios infunde y crea la bondad en las cosas. De donde se concluye que
las
cosas y los hombres somos amores de Dios. He ahí -la liberalidad
suprema
y el más alto desinterés.
La mirada amorosa de Dios viste de alegria y hermosura al mundo.
Asi también. el
amor paterno
y materno en
el ámbito
familiar. En la
atmósfera del amor de los padres deben
respirar los

hijos
y correspon­
der .a él con su propio amor filial. Tambíén en el
amor de los padres
debe manifestarse

el
amor de

los hermanos entre sí.
Los padres se
aman
amando a

sus hijos, como
éstos se

amam
amando a sus padres'.
Paternidad, filaternidad, fraternidad: el

circulo
familiar se

completa-y
constituye en la comunidad
·de· patentesco, que

es
también unidad de
espíritus en

comunión de
corazones. Y como Dios anaa rondando en
este asunto; es en el amor divino donde se enciende(). 'los mejores· amo­
res familiares.
Trátase de
aquel amor que

se llama ágape y del · que
San Pablo
dice que
«es paciente, és benfgno; no es envidioso, no es jactancioso,
no se hincha; n() es des~ortés, n:o ·es interesado, no se irrita,--:no piensa
mal; no se alegra de la injusticia; se complace en fa verdad; todo lo.
excusa, todo lo creé, todo

lo
espera, ·todo

Jo
tolera». Subrayemos una
sola

de
éstas notas: nt> es interesado. Justo lo suficiente p.,;ra caracte­
rizar
el

amor familiar. El desinterés es su· misma esencia.
Los .miem­
bros de la famNia se mantienen efi la generosidad del· aníór como gra-
2l
Fundaci\363n Speiro

ANGEL GONZA.LEZ A.LV AREZ
tuidad absoluta. El.amor no es mercancía y, por ello, -no sé compra ni
se vende ni se. alquila. Para los padres, los hijos son sus hijos y esto
basta. Y los hijos deben maotener un comportamiento análogo. Padres
e hijos son
amores bilaterales cruzados por
el desinterés
y la gra­
tuidad.
La fa.tnilia, comunidad de vida.
Sobre el amor desinteresado y gratuito se estructura la familia, lla­
mada al cumplimiento de tres
tareas fundamentales, trenzadas

a su
triple misión como comunidad de vida,
c~lula de las formas SOiCiales y
núcleo., de los órdenes comunitarios, El ser personal tiene un sentido
comunitario y socia!l ·que no se debe desconocer ni mucho menos des­
deñar. -_El hombre,-más que vivir, convive, y más que existir, coexiste.
& con todo rigor coexistencia, convivencia; Y como el vivir htimai:Lo
consiste

en conocer, amar
y obrar, la. convivencia es un complacerse
en el conocimiento y en el servicio dé los demás.
Obras son
amores; las
solas razones no
bastan. La comurudad es
efectivo interounbio de. servicios

reales que se hacen presentes en el
mutuo conocimiento
y en la inmanencia real de la amistad. La comu­
nidad
familiar es

convivencia
y reconocimiento en el amor de los pa:
dres

-paternidad- con los
hijos, Je éstos entre
sí -fraternidad-
y
de nuevo con sus padres -filialidaJ,:_, Esta triple manif-estación del
amor fundado én fa naturaleza y derivado del conocimiento funda, pro­
mueve
y desarrolla fa familia.
Entre

el hombre
y la comunidad familia,: no se establecen rela­
ciones de prioridad o posterioridad,
La pregunta ¿«qué es antes: la
familia o
sus miembros»? constituye una interrogación carente de sen­
tido. El
hombre es simultáneamente individual y comunitario, En la
entrafia misma de su natura!leza puede descubrirse una dimensi6n social
que
cruza y penetra [las estructuras constitutivas de la, individnalidad.
Con la misma razón que «ser en el mundo», es el hombre un «ser en
la comunidad»., Individuo
y comunidad son realidades que viven en la
persona
en permanente relación y lnutuo influjo. «La comunidad
modela la vida
personaíl; la artuadón personal da forma y configu-
24
Fundaci\363n Speiro

LA FAMILIA COMO CELULA SOCIAL
raci6,n a la comunidad» (T. Steinbüchel). Todo hombre que viene a
este mundo
nace en
el seno de
una familia. De

ella
recibe herencia
biológica a través de una prolongada .serie de generaciones. Igual­
mente
recibe el

legado de una tradición
hist6rica acnmnlada a

lo largo
de los siglos. Y
en. la familia vive y convive el hombre. La familia
misma

es
esta comunidad

de
convivericia. Nada gregaria, por
cierto.
La familia no es un rebaño; mero agregado· de individuos materiales
yuxtapuestos.
La romunidad familiar es intercomunicación consciente y libre
obrada por
el. amor y unificada por un fin común. Este bien familiar
hace el

milagro de permitir el perfeccionamiento de
cada uno y la co­
muni6,n de todos. Cada familia es una comunidad de vida personal, con
un
peculiar espíritu
que, más que
«objetivo» u
«objetivado», está in­
corporado
. en el ámbito familiar, presente y vivo en cada uno de sus
miembros y actuante en el conócer querer y obrar de .las personas res­
pectivas.
La

comunidad de vida en el amor familiar
expresa la esencia
misma de la sociedad parental surgida del matrimonio gratificado con
la fecundidad. La felicidad es
regailo para todos sus miembros. m
amor a lós hijos hace más felices a ilos padres. Y esta felicidad se de-.
rrama

sobre los hijos para encender en ellos. el amor fraterno
y la
piedad filial,
creando así la atmósfera de la común prosperidad.
Sociedad y comunidad.
Comunidad y sociedad tienen significados diferentes, aunque em­
parentados. Il1 parentesco
se

descubre
al advertir que ambas palabras
nos remiten a vínculos de unidad. Vistas desde este
ángúlo, parece
que
son sinónimas. Comunidad
y socieda hombres.
Pero en la unión misma puede comeozar
lá diferencia. Mien­
tras a la estructura comunitaria le basta la vinculad6,n én UO: valor par­
ticipado
por igual, fa sociedad exige, además, organización. Uri ejem­
plo

nos
ª.!"'dará a

compreoderlo. Existe una comunidad de
amor entre
los
novios llamada

a transformarse en sociedad al contraer
él. matri­
monio y convertirse aquéllos 'en esposos.
El

binomio comunidad-sociedad fue establecido por el romanti-
2,
Fundaci\363n Speiro

ANGEL GONZALEZ ALV AREZ
cismo. Adquiere categoría científica en el libro de Tonnies tiwlado
precisamente

así:
Comunidad y sociedad. La contraposición de ambos
conceptos
es paralela a la que poderuos advertir entre lo natural y lo
artificial.
La voluntad arraigada· en la naturalleza une a los hombres
con
vínrulos esenciales que

originan comunidades. El
libre arbitrio
de

la voluntad
humana crea

sociedades convencionales. Hay en la anti­
nomia de TOrinies una inSosten.ible atribución posithramente valiosa
a la voluntad natural y a sus fuerzas inconscientes que contrasta con la
infravaloración del espíritu racional y ordenador de los · hombres. Las
tendencias Sentimentales y emotivas son naturalmente buenas, mien­
tras que el infllujo de la razón en las determinaciones libres es sierupre
sospechoso
y frecuentemente perverso.
Es urgente la superación
de los
planteamientos a
flor de
piel.
Lo comunitario y lo societario fincan en la naturaleza humana, que
tiene realización al
niveli 'de la

persona. Hay en el ser personal del hom­
bre un

sentido
comuriitario tan vivo como el de ~u componente in­
dividual.
Es lo que se manifiesta en la condición existencial de la
razón. Bl
espíritu

clava sus raíces en una sensibilidad y
sé hunde en
uri organismo corporall situado en el mundo. Pero este espíritu incor­
porado
es, al
mismo tiempo,
apertura y universalidad. Y la definición
clásica de la
persona como sustancia individual de naturaleza racio­
nal conserva hoy el valor que tuvo en su principio. La sociedad presupone lo comunitario, como
la comunidad apete­
ce la organización y busca lo societario. EL
secreto de la convivencia
humana hay que ponerlo en la conveniente dosificación de
ambos
eleruentos. Si potenciamos la organización, córre peligro IJo comuni­
tario. De modo
análogo, el

cuidado exclusivo del valor comunitario
anula la

sociedad y
todo· puede malograrse

en la anarquía. A la co­
munidad le
es esencial

la
fonná y á la sociedad no debe faltarle el
contenido. Bl perfecto maridaje de ambos elementos otorga idéntica
significación

a los
términos sociedad· y

comunidad. Sin perjuicio de
ello debemos abvertir que, si partimos de
1a peculiar organización de
la

comunidad,
encontraremos en el caniliio las diferentes formas so­
ciales; Si, empero, nos apoyamos en el valor común ·que una sociedad
incorpora, emprendemos la ruta de los
diversos órdenes
comunitarios.
26
Fundaci\363n Speiro

LA FAMIUA COMO CELULA SOCIAL
La célula social.
Los problemas de los hombres suelen trascender de los planos
físico, biológico y psicOilógico para situarse en una dimensión meta­
física.
Sólo en
ella se manifiesta ,Ja estructura de la persona, en la que
el aspecto social se
abraza a: la individualidad de cada. hombre con la
misma fuerza penetrativa de la
razón , y fa voluntad en el despliegue
de la existencia
humana. La persona es

simultáneamente individual
y social, Está marcada por los caracteres de 1a consistencia y la comu­
nicación, por
la posesión de sí en la clausura de .su propia intimidad
y
fa entrega a otras personas en la dimensión de la apertura.
Enseña

la teología que en Dios
se da la

plena
· comunicabilidad
y la 1'hsolnta irreductibilidad. Tres personas en la única naturaleza
de fa Deidad hicieron al! hombre a su imagen y semejanza. La socia­
bilidad
humana debe

reflejar la divina sociabilidad.
San Pablo nos
asegura que hemos sido
hechos hermanos

de Cristo, hijos del Padre en
el amor del Espíritu. Y Tomás de Aquino afirmó que en las
cri~turas
racionales, dotadas de

entendimiento
y voluntad, se encuentra la
representación de

la Trinidad a modo de imagen en cuanto
poseen
en verbo concebido y el amor originado.
F!l hombre,

como
ser _
anclado en la finitud,
és deficiente en su
sociabilidad lo mismo que en su
individualidad. No .es posesión plena
de


mismo ni absoltita entrega

a
los demás.

Pero
reconocida la
defi­
ciencia de
ambos polos,

subsiste la afirmación
de. que ,el hombre es, en
su estructura más profunda,
individual y social

con
la misma
medida
y semejante propon:ión. La dimensión social cruza y penetra todás las
estructuras de

la individualidad. No radica la sociabllidad humana
tanto en
fa menesterosidad de nuestro ser material cuanto en la ri­
queza
y abundancia del espíritu. Somos persoua en fuución del es­
píritu incorporado. Y
la persona busca en la sociedad su realización y
cumplimiento,.
su acabamiento
y plenitud.
La sociabilidad humana se rilanifiesta, en la constitución de dife­
rentes formas sociales de complejidad
creciente, en
el camino
de la
prdmoción y el desarrollo, hacia una meta de perfección consumada. La
primera de ellas es la familia
.. Se trata de uua comunidad original y
27
Fundaci\363n Speiro

ANGEL GONZALEZ ALV ARJJZ
originaria. Es original porque ninguna la precede, ya que el matri­
monio o comunidad de los conyuges, orientada a
la generación, es el
acto fundacional de
la familia, primera sociedad propiamente dicha
y la

única compuesta por individuos
,a título
de
padre, madre
e hijo.
Y es
originaria porque

a
partir de
ella se forman las
demás socieda­
des,

desde el municipio hasta el Estado, pasando normalmente por
la
provináa, la región y la nación. Nos hallamos ante la configuración
política de la sociedad: La estructuración gradual de las formas socia­
les

se funda en
fa naturaleza misma de la vida comunitaria y responde
al aspecto político del orden
sociaJ!.
La familia goza de

prioridad sobre todas las formas sociales,
incluida la comunidad política
perfecta con

la que apellidamos toda­
vía al Estado. Si aquella
originrulidad nos habla de

una
posesión de
derechos, prerrogativas

y propiedades que
nacen de la naturaleza
misma
de

la
familia, la posterioridad de

las
demás formas
sociales
está exigiendo

los deberes de reconocimiento
y protección. Uno de los
primeros cometidos del Estado,
por ejemplo, consistirá en hacer po­
sible a
las familias el cumplimiento de los suyos. La primacía de la
familia no
goza hoy de aquel reconocimiento. Es atacada por dos flan­
tos contrapuestos. entre sí, pero _ muy unidos en su común oposición
a la familia. La teoría individualista de la sociedad comparte con la
doctrina socialista del Estado
la convicción de que todas las formas so­
ciales son viooulaciones de individuos.
La convicción socialista
y la teoría individua:lista son dos extremos
que

se tocan en su respectivo error. El Estado nacional es también
comunidad de comunidades y al mismo tiempo miembro de la comu­
n:idad internacional

de los Estados. Lo mismo debe decirse
de nuestras
regiones :
miembros de

la
gran familia española y comunidad de las
provincias respectivas. También las provincias son comunidad de
municipios
y miembros de la región. Y ¿no es el municipio una comu­
nidad de familias
unidas por lazos de v,;cindad?
Esto
no

obstante, aquel doble carácter de ser origina:!
y originaria
no arguye
en la

familia
superióridad alguna.

Lejos de ser sociedad
perfecta, la

familia
está subordinada a las formas sociales superiores,
como el municipio, la provincia,
la región y la nación. En particnlar,
se

subordina a Estado, que, como comunidad política perfecta, es la
28
Fundaci\363n Speiro

LA FAMJUA COMO.CELULA SOCIAL
suprema forma natur'!l de la organización social. El hombe pertenece
también

esencialmente, como miembro de una
familia, a
la comunidad
estatal, aunque sin quedar
absorbido en

ella.
El nucleo oomunitario.
En paralelismo con las formas sociales que van desde la familia
hasta el
Estado, se
encuentran los llamados órdenes comunitarios,
cuya estructura obedece a la peculiar articulación de los
distintos
valores

en la jerarquía axiológica. Un orden comunitario se define en
función del valor que incorpora
y a cuyo cultivo dedican los l\ombres
sus

mejores esfuerzos. Existe todo un complejo de
valores naturales
necesarios.

al desarrollo
y perfeccionamiento del hombre. Afectan unos
a nuestro ser material
y se refieren otros al espíritu. Sop, materiales
los valores económicos
y los valores biológicos. Pertenecen al ser espi­
ritual del hombre los valores culturales
y los valores personales. He
aquí, simplemente, enumerados los órdenes comunitari05 que .resultan:
orden económico, orden biológico, orden cutural y orden personal.
Tal es
la configuración

axiológica
Compete al

orden económico el
cultivo de
los
valores de
ese nom­
bre. Es
el ancho campo de la economía, que abarca los tres clásicos
sectores productivos: agrkola, industrial
y de servicios. Todos se
refieren

a
la vida económica, que tiene realización en las empresas de
la más variada índole y en las grandes comunidades de producción.
Corresponde al orden biológico el cultivo de los
valores vitales
arrai­
gados en el organismo, el fomento de la vida corporal, el cuidado
de
la salud de toda la población y tantas otras actividades de este
importante sector de los servicios sociales.
Apuntemos también la peculiar
significación de

los
valores es­
pirituales

y su eficacia para configurar órdenes comunitarios.
Es com­
petencia
del orden

cultural el cultivo de los valores
dé la instrurci6n,
la ciencia y la cultura. Su campo de aa:ión se extiende a la enseñanza,
impartida en las
escuelas y difundida por los medios de comunica­
ción
social.
Comprende también
la investigación
cientffica. y el cul­
tivo de
las bellas artes. Digamos, por último, que los valores persona-
Fundaci\363n Speiro

ANGEL GONZALEZ ALV AREZ
les son cultivados por el orden comunitario de la educación en cuanto,
diferente de la
ensefianza y
de
la investigación,
se centra en la for­
mación de la personalidad y tiene que habérselas con valores morales y religiosos.
La edificación de la humanidad en la persona necesita res­
pirar
la atmósfera
del amor. Sin su influjo decisivo no se pone en
marcha el desarrollo de la persona para lograr la personalidad.
La estructura de los órdenes comunitarios en obediencia a la
artiéulación de ·]os distintos valores, materiales o espirituales, presenta
extraordinaria complejidad. Las comunidades que resultan pueden
tomar distintos nombres. Hay cámaras ( de comercio, de industria),
colegios ( de médicos, de abogados),
hermandades (

de labradores,
de
ganaderos),

asociacones ( de la prensa), sindicatos ( de todos los oficios
y sectores productivos). Para diferenciarlos de las
formas sociales,
situadas

en el
'otden pdlítico, los

llama la
d~ina social
cristiana
«corporaciones», cuya articulación, al margen de
lo político, da lugar
al orden corporativo. Y tal es la nueva línea de manifestación del
pluralismo social ·que, si es necesario comenzar por reconocer, es im­
prescindible terminar por respetar.
Tiene un
inte,rés superior
a toda ponderación la advertencia de
que en la familia están como resumidos y concentrados todos los ór­ denes
mológicos. Portadora

y realizadora de valores, la familia debe
cultivarlos con
esmero para ponerlos al

servicio de la edificación del
hombre. La primera esfera comunitaria qne la familia se ve obligada a
incorporar está constituida por los valores económicos, que sirven a la
configuración externa de la vida corporal y condicionan nuestro ser en
e'l mundo,.

El cultivo de los valores vitales, con el fomento de la
vida oorporal, la
fortaleza física

y el cuidado de la salud, son tareas
familiares que no admiten
aplazamiento. Corresponde

asimismo a la
familia incorporar el orden comunitario de
la cultura

que se refiere
a los valores de la verdad, el bien, y la
belleza. En el caso de la fa­
milia cristiana hay que registrar la apertura al orden de la gracia y
la cultura de los valores sobrenaturales.
Primera comunidad
eclesial
y
miembro de

la Iglesia, la familia se subordina también
a' la so­
ciedad

sobrenatoral
perfecta,
30
Fundaci\363n Speiro

LA FAMIUA COMO CELULA SOCIAL
La familia, primera comunidad de educación.
Por la especial significación que está adquiriendo en nuestra ho­
ra,
voy a concluir coosiderando
a
la familia como la primera comuni­
dad
educadora. El
homl:>re no

es un ser de
naturaleza puramente
ma­
terial.
Es también una realidad espiritual abierta al orden de la cul­
tura. Según metáfora clásica,
·Ja comunidad

familiar es cierto útero
espiritual en el que
debe verificarse la crianza de los hijos e ioiciar
su
educación por el cultivo de los valores de la
verdad; el bien y la
belleza. Debe decirse, pues, que la familia es para la sociedad, muy
en primer. término,
un.a Comunidad de

educación.
Entre procreación
y educación existe un vinculo que brota de la
naturaleza misma para imponer a los padres
el cuidado de los hijos
con obligación ineludible. Nuestro Alfonso el Sabio, extrajo
de la
ley
natural este precepto positivo:
<
el pueblo en
la tierra, solamente por facer
fijos, si

los que
01Úeren. feclio, no

los su­
piesen
criar e

guardar que vengan a acabamiento de ser
ornes». Nos
legó

con ello una de las concepciones más exactas de lo educativo:
poner a la prole, que nace inmatura
e imperfecta,

en
trance de
llegar
a acabamiento
y plenitud.
He
aquí una definición de la educación familiar: el complemen­
to obligado de la generación, es decir, el desarrollo de la vida
hwna­
na

que
la procreación comunicó a la prole. La educación es un grito de
la naturaleza que no pretende únicamente la generación, sino tambíén
la promoción y el desarrollo hasta el estado
del hombre

en cuanto
tal,
por la transformación de sus virtualidades en virtudes.
Los deberes educativos de los padres tienen dos fuentes. La pri­
mera brota de la misma tendencia natural a la crianza, la educación
y
al perfeccionamiento de los hijos. Hay que poner en el amor el prin­
cipio vivificador de la familia. Arranca de él una energía creadora que no tiene parangún en la eficacia de
despertar las

virtualidades
perfectivas que

dormitan en el trasfondo del espíritu incorporado
en que consiste la
persooa.
El

niño es persona desde el comienzo de su existencia en el seno
de la comunidad familiar. Podría inclusive decirse que la persona es
Fundaci\363n Speiro

ANGEL GONZALEZ ALV AREZ
anterior a toda comunidad humana. Sin embargo, no ha recibido el
ser personal totalmente
hecho y desarrollado. Y sabido es que en el
desarrollo de la persona, hasta adquirir la plena personalidad a que es­

llamada, hay que poner precisamente la esencia de la educación. La
personalidad se encuentra encerrada en el espiritu del niño. La llave
de oro que
abre la puerta de su liberación
es precisamente el amor
f
ami!liar. Y,

en primer término, el
amor parental,
que es la
más excelsa
participación
del amor creador de Dios. Estamos ante la segunda
fuente de la obligación
paterna de
educar. Consiste en el derecho na­
tural de los hijos a ser educados precisamente por sus padres.
Ahora bien, como en el
amor de

los padres se enciende el amor
filial
y se inflama el amor fraterno, de donde derivan todas las amis­
tades, resulta en definitiva, que en el cumplimiento de las obligacions
educativas
para con los hijos realiza la familia impagables servicios so­
ciales.
Habrá, pues,
que
reconocer estos servicios y facilitar aquel
deber.
La obligación familiar de la educación de los hijos, considerada
en relación a terceros,
se transforma
en un derecho inviolable. Nada
ni nadie tiene poder moral
para privar

a los padres de
semejante de­
recho

o impedir de alguna
manera su
ejercicio. Es, sencillamente, por­
que se trata del
derecho a

cumplir
con el deber.
32
Fundaci\363n Speiro