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Tesoros en la literatura greco-latina como instrumento de buena formación

TESOROS E'.N LA LITER,ATURA. GREC()..LATINA COMO
INSTRUMENTO DE BUENA FOR.MACCON .
POR
E. GUBIUUlRO, S. ].
Quien se · haya metido algo a fondo en la lectura y en estudio
de
los
clásicos griegos y latinos, como Esquilo, Eurípides, Sófock:s,
Cicerón, Virgilio y. Horado, y ,k tat>tns otros, habrá hallado, aun sin
buscarlos, resows inapreciahles desdé el punto de vista de la Jorn'Ml­
ción perfocta del hombre, aun minu,do al aspocto espiritual.
Muestra evidente de que aqucllos · aurora, teSOto< · ellos mismoo
de sensatez, tllllento, finura y profundidad. de espíritu, ¡,ese a grandes
debilida.des y
a perversas costumbre;, hablan llegado a oonocer y
sentir muchos. problemas humanos,
tan honda y perfectamente; que en
ello
no han sido superados por las solas fuen:as el~ la !razón natw:al,
en

el
posterior am;o .de la historia; y, si· acaso algunas voces nosotros
hemoo ido más adelante -<10 hablo del pr()grCSO· en las ciencias
natw:ales,
que requieJJen '1}ucha experiencia y curiosa obsérvación;
sino

de los
saberes, del espíritu-; 1o debémos, · a lo menos en gran
parte, a las enseñanzas de la fe CltÍ:stili.Qá, que; ciertamente; en a1gunó6
puntos nos ha dado mayor lllí: que nos puede dar. la sola·óarimtleza.
Vayan algunos ejen,plos, muy pocos, de aJgunoo autores latinos,
para no alargar desmesuradamente este artículo, , que; además de am•
pilarse, no hallada aquí espacio suficiente.
l.º En la guerra civil entré César y Pompeyo; Liguio había
seguido

el partido
de Pompeyo, que fue el vencido. Como solfa ser
costumbre, y bien cruel e injust:a, de aquellos tiempos, los vencedores
exterminaban. con frecuencia,
y, en todo caso, en cuanto podían;
castigaban, de:,terraban, inutilizaban
a sus adversarios, para disfrutu
ellos

solos
del poder; ya para gozarlo, ya, a lo menos, mejor asegurar
111
Fundaci\363n Speiro

E. GUERRERO, S. J.
la paz y el bien romún, si a tanta pmeza de intención llegaban sus
miras.
El juego de enemistades y odios fomentaba las venganzas, ape­
lando ante

los
vencedores con acusaciones y denuncias contra !os
vencidos,
- ante, tribunales, presididos 'a veces por

el sumo
vencedor
en persona.
En este caso de Ligatio, el triburud era presidido por César; y el
reo, Ligarlo, defendido por Cicerón mismo, que también hl!bía se­
guido
la causa de Pompoyo, aunque ya por entonces se bahía recon­
ciliado con César. Todo lo cual muestra que César tendría ambición
de ser el primero en el poder, pero también generosidad y nobleza
pata no _serlo con crueldad.
Cicerón, que era e=aotdinario omdor forense, lJ)ás aún que po­
lítico, después de defender hábilmente -a Ligari<>, éomo había defen­
dido a
tantos otros, hasta agota.t 'las prillcipales razones excusantes o
justificantes
de
su conduaa, se dirigió al mismo César implorando
su misericordia,
como razón suprema, según era· cmtnmbre en aquellos
juicios, y pronunció estas iru:ompatal,les palabras: «Perdona, pues,
a Llgario, César, porque "con nada se asemejan más ilos hombres a
Dios
que peroooando a sus enemip"> (1).
¡Qué delkadem de espíritu supone el hecho de que un hombre,
Cicerón, tantos años anterior a Cristo y a su Iglesia y desc::onooedor
de su Evangelio,

alegue
tan bella y cristiana razón evangélica, pata
conseguir -la absolución de Ligarlo, como de hecho la consiguió!
Y
eso que no sólo no·-había leido el Evangwo, todavía inexistente,
pero ni siquiera, a lo que sabemos, conocía nada del Antiguo Tes­
tamento, ni por lecmms de la F.scrituta, ni por convarsaciones con Ios
rabinos u
otros judíos

doctos en la
religión de Israel

Y si no lo
sac6
de su puro natur.d, sino que •lo raptó, formal o virtualmente, de su
ambiente, el hecho probaría que en aquella sociedad y en aquella
cultura, en medio de graves des6rdenes, bullían ideas sublimes que
0 )' Al fin de la oración_ forense en defensa de Ligario. Tomo -XVIII.
págióa··s3,-de la edicióll señalada en la n~-siguie!l.te. !El número 37 y las
líneas coo. ',que acaba el número 38 son de lo inás bello y noble que darse
puede.
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Fundaci\363n Speiro

TESOROS EN LA UTERATURA GRECO-LATINA
inspiraban a mentes selectas, como -la de Marco Tullio. En los
giga.o.tes dramatu1rgos griegos halh,,,/woos pensaroieoros y sennimien­
tos semejantes, y, par cierto, en gran abundancia.
2.º En otro pasaje de sus obras, en la. orncióndorense, defenoa
de Cluentio ( cap. LIII, fin del núm. 146), nos dejó el roisroo Cicetón
esta p«la. preciosa: , leyes, pw:a poder ser libres». &ta insuperable frase nos ofrece el
más exacto com;epto de la libertad política. Goncepto que nó implica
franquicia para . que uno haga -lo que quie!ll, 'Sll!O s6lo lo que debe
y lo que puede ffsia,. y moralmente, y, en especial, siQ mengua de
los derecho, de los deroás (2).
Como la ley tutela los derechos de los demás, prohibe el ejercicio
de todos aquellos aa:os que a trues derechos se oponen ·sin m.zón Sil·
ficiente, y aun garantiza, según las cirrunstancias, con oportunas san­
ciones o OlStigos, su inmunidad. Poniendo limites oon~tes a

la
espom,,,ieidad
de los unos Y· .constriñéndolos al cumplimiento de sus
deberes en la. sociedad, i,nc!uso oon la aroenaza de un CO$tig<>. o con
su
aplicación, llegmo el caso, asegura la iliberoid de los otros pa,a
cumplir
sus propiall obligaciones y oonsem,r inviolados sus verda­
deros derechos.
Pero

no se
opone la ley a Ja libertad, sino al Jibertinaje, puesto
que
l!cto de libertad no es ha,:er todo lo que se desea ha<:er; aun
contra la razón y derecho de los demás, sino lo que la justicia y el
bien común consienten o exigen; mientras que el acto de libertinaje
es
la realización de lo que condenan como injusto y jerjudicirul patá
los ciudadanos.
Por
eso, cuando las leyes son justas y provechosas a la sociedad
y son obe&cidas, los ciudadanos son, por U11a r,,,tte, siervos de la
ley, pero, al. mismo tianpo, y precisamente ,por ser siervos de la ley,
son libres, pues IJ>ll'f'den cumpilit los deberes y ejetcitar los dereciios
. (2) La frase textua! en latín ES. esta: «Legum denique idcirco nmnes
serví swnUS: ut liberi ~ p_ossimus», y se halla. .en 111, oraqón o d¿"ensa de
Cici,rón poc A,. Ciuentío, cap. UII, hacia su nútad, y al fin. del núm. 146,
que concluye con la dÍcha_ fras~. (París, So_ciété d·édition «Les belles' tettres»
95, Boulevard ·Raspail, ·95_ Afio 195f Tómó VIII, «Cicéroo, discow:s.». El toníó
es para !iólo la' defenaa de Cluentio.) ·
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)
E. GUERRERO, S. J.
que la ley tutela y, en realidad, sólo ella pirede tutelar; todo esto en
suma brevedad quala expuesto; pero podríamos adargamos, en bien
de una mayor claridad, distinguiendo esms libertades: libertad de libre
albedrío, libertad moral y libermd jurídica; y contrlbu,irfamos así a
que disminuyem el número de lo& que defienden la libertad, romo
bien supremo, sin ser capares de definirla ni de entenderla en su
oatura1eza, en sus c,species y en sus fu,.es.
Añadirlamos,
pues, a lo dicho, que libertad de libre albedrío es
la pot cual acción u omisión, por talles o cuaies ramnes, que, sin c:oea:ionarle,
le

inspiran esa
elección, ya sólo sea dentro de su espíritu, ya hasta
eón proyección exterior en $0 romporramiento, cuando esa proyec­
ción es posible.
Esa libertad acompaña al adulto saficienremen11e desarrollado y
nonml; a lo menos · 1e OICOIIlpaña en mayor o inenor grtido, pero
realmente, y nadie puale privarle de ella, mient:l"llS no lo prive de su
personalidad.
La libertad moral es la carencia de obligación en una persona
respecto de tal o cuai aooión u omisión, por no existir ley alguna que
se fa prescriba o se la prohíba.
La libertad jurídica es la facultad reronocida y ,g¡a,rantizada · por
la ley positiva, civil o edesi&stica, de ejercitur sus OO!'fChos y cumplir
sus obligaciones, deriven de '1a ley positiva o de la natuntl. Así, por
ejemplo, de !a misma 11arwial"2ll nace el derecho de loo padres a
dirigir
fa edooación de sus hijos conforme a razón; y la ley positiva
ci.,il l" la práctica. Por otra po.tte, la ley positiva cid concede y p,rore!lf
ciertos derochos, como impone y garanti21a el cumplimiento de cier­
tos deberes.
·
Pues
eso
,s libertad jurídica, y debe existir en cualquier Estado
de
derecho, pam que di F.stl1do sea tal: es decir, que debe haber cier­
tas leyes positivas que aseguren a los ciudadanos el uso de sus dere­
chos, siempre que sea rot'recro y conforme con las exi~ del
bien común. Tal uso corrootlO, rotmcieri.te, humano, en la vida social,
supone, de
uno

u
otro modo, 1a existencia del libre albalrío o llber­
.tlad flsi.:a, .de la aoonci6n a la ley moral y de la sumi&6n a ella, a lo
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Fundaci\363n Speiro

TESOROS EN LA LITERATURA GRECO-LATINA
menoa virtual, y, por t>Ulto, del respeto a la ley positiva, civil o ecle­
siástica; ron
la

debida
obediencia. Si falta esoo respeto a

las ley<:s,
positivas o naturales, !la conducta es libertinaje, no ejercicio de li­
bertad.
Es muy triste poder y deber decii, que muchos de los que invocan
la libertad, como uno
de los mejores resoros de la vida, lo que en
realidad illVOOlll es· el libertlimje; pótque anlrelan cumplir su deseo
en rodo, · sin más ley que el d espon1"!1eidad como nonna · de la vida y norma única:
Pero esa . norma oo podrá jamás setlo, sin enfrentar a unos con
otros; sin promover la gu,,rra universal; sin hacer ~ el triun­
fo de los más audaces y má,; potentes sobre todos los demás, en cada
caso; sin convertir en esclilvos a los vencidos; sin desterrar en absoluto
del moodo fa verdad perio de la ley en todos; pues ese imperio impone a todos cie11as
limitaciones, que son el precio de la relativa libertad, aquí posible;
porque
la absoluta jamás .puede darse sino en los hijos de Dios, ya
ciudada.nos
de

la
Jerusalén celestie.
3.0 El mismo Cicerón, hablando en su famoso diálogo «De
Amicitia»
de [os bienes y de la belleza que se contienen en la ver­
dadera amistad, jcuántos suresos emocionantes y realmente forma­
tivos P""ª los jóvena; sanos cuenta! Enire ellos fügura el referido en
estas pa1bbras: «Un sabio literato de Agrigento (Empédocles, allá
nacido hacia la mitad del siglo
v antes de Cristo), en poemas entu­
siastas mundo existe por .ttJdo el universo, y todo lo que en . él se agita, es
unido
por la a.mistad y disipado por la. discordia. Y así, cuando un
a.migo ha prestado un servicio, expooiéndose a un peligro o !""tici­
pa.ndo
en

él,
¿quién no le tributará los mayores elogios?>. Y como
prueba,

tan bella como contundente, aduce ésta:
«jQué ovaciones en
el teatro de mi huésped y a.migo M. Pacuvio cuando recientiemente
se representaba su nuevo dimmo., e ignamodo cl rey cuil de los dos
acusados

era
Orestes, Pilades afirmaba que

era
él, no siéndolo, pata
morir
por

su
a.migo; y Orestes, siéndolo, perseveraba en que él era!
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Fundaci\363n Speiro

E. GUEIU1ERO, S. J.
Los asistentes, puestos de pie, aplaudian·en un tema deficción. ¿Qué
pensamos que habrían beCho tmtá;ndO('le deuna verdad?» (3).
M. Pacuvio era un gran; amigo de Cicerón, y parece que había
hecho una adapta,ción de la tragedia de Eurlpides Ifigema m T atlride
( Crimea). En este sitio deseml>arcó O restes con _su amigo Pilad es
pam apoderarse de la. diosa_.AftlemJs. Fueron ambos apresadas por el
rey Thoas, y condenado a muerte Orestes; pero como el rey ignoraba
cuál de los dos era Oresties, con. ocasión de averi.guatlo, se entabló
una generosa lucha entte ambos, en la cual cada uno hace cuanto
puede pam moriir por el ooo. Cioerón comenta esa noble potfía con
aquellas
pa!ahms: «Los asi:stentes, puestos de ;pie, aplaudían y ova­
cionaban en

una
ficción. ¿Qué pensarnos que habrían hecho si se
ttata "'l""llos hombres (los que apilaudfu.n) no podrían hacet por si mismos,
juzgaban que fos ottos (Orestes · y Pílad,es) tenían m2Ón al hacer­
lo» (4). ¿Quién puede dudar, digo yo, de que este pasaje es eminen­
temente fommtivo, educativo?
4.0 Eri. las Geórgicas escribe el incomparable Virgilio: «¡Qué
afortunados,

si conocieran
las maravillas de la naturaleza, que conti­
nua.mente maniejan, seríal11 los agricu.ltores!» (5). Va describiendo allí
cielltalS nmravillas encantadoras de la narullll.eza, que a todas horas
conocen de algún modo o llevan entre manos los agricultores y gentes
del campo, que continuamente están. en amtacto con los animaies,
sus habilidades y costumbres, sus instintos, sus actividades y precio­
sos efectos que de ellas ,e derivan. Maravillas que causan admiración
y
gozo a Virgilio, que las describe, las estudia, las conoce, fas ama.
Ese conocimiento detallado, desinreresado, acumulado y sabormdo
por este hombre de cu!ltUa y _ de fino sentimiento, que, c1aro, no
padecla ,las mdlestias de los que en el campo han de sopormr i.s
inclemencias del tiempo, romo frío y calor, sequedrul o lluvia, ni el
oansancio de los esfuerzos prolongados y agoradores, es la causa de
(3) Cicerón: Z:Amitié,·tomo único para ese diálogo «De Amicitia», nú·
mero 24, pág. 16, VII~28, de 18. edición indicada en la nota. anterior.
( 4) Líneas finales del texto de la nota anterior, núm. 24.
(5) Versos 458-460 del libro 11, pág. 85, en la edición antes citada.
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1'ESOROS EN LA UTERATURA GRECO-LATINA
que comprendiera. y rusfrutara de los enai.nros .d., la mtuIIIJeza, pero
también de que .percibiera la dureza y mOOQIOO/a que al. agicultor,
ca.rente de esa cultm,,,, y de ese ocio, produce su ocupación, que fá­
ci!Jneme le res11)t¡¡ fustidiosa, fatigosa., abllllrida en suttnO grado, como
lo prueba hoy la emi¡¡ración dcl. campo .a la ciudad, y el· descontento,
Y\l amenazador, de la c:la:se agr/rola. Por eso amtaba en sus in.mo,,­
t!l]es versos que los awicultores $e!C/an hombres singulanneo.te afor.
tlllllldos y feli<:e>, si, por la cultura y <11 conveniente bwnema:r y n_ivel
socm:I, se .hicieran capares de compm,der los bienes y encantos que
a todas horas llevan ennre sus IDIUlOS · y sus ojos conremplaa, sin
llegar a v-erlas nli en su belleza ni en su utilidad.
¿Quién
se negarla a r<;COllOCet que ese pensamiento virgiliano
es •-te profundo, hulll31llo, bello y educativo?
5.0 En Horado. y en Ovidio, pero sobre todo en Horado, po&cla­
mos recoger. una preciosa antología de sentencias sensatas y profun­
dos, rereladoras de esa sabiduría y sclea:i6n de moote que em,unos
a!lábando. Pero no q\liero.· pre$Cindk, ,por [o que a Horado atañe, de
invitar a saborear, de.ser posible, algunas de la Eplsto/11 ad Piirmú,
o .Al'tle Poética, como también suele llamal.'6e, y ron toda propiedad.
De la cual, pw,,. mi uoo,. no pude nrenos de extnlC!lli algunas funda.
mentailes
de vilor permanentt; cuya. asimilación en el propio com­
portamiento será, sin duda alguna, y así lo he considerado siempre,
utilísima, pues enriquecerá notablemente la bu:eru,. foirmad6n de un
hombre serio e inteligente. normal cualquiera (6).
En ]ns 1'rOCe primeros versos se expresa con suma clairidád y fuerza
poética la feaildad de una y 1:a propotrción de Jas pall'teS entre sí rpa,a formar un todo armooiro
agradable; y sin otras.frases famosas entre los cultos, se lee aquélla:
«Los pintores y loo poetas siempre tuvieron la tazona.1:¡]/e fucu!l.md de
tomarse algunas lioencias de ex:¡,,:,esi6n; pero desde luego con cierro.
límites que no pueden rraspasa,rse sin disgusto de 1ecror,s discretos
y observadores».
En los vv. 26-31, con .maravillosa concisión, se clescribe la difi-
( 6) Tomo de las Ep!stolas de Horado, libro II, Epístola 3, denominada corrientemente De Arte poética, págs .. 202' y sisgs., en la misma edición.
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B. GUERRERO, S. J.
atltad de evitar los extremos, de suerte que, por huir de uno, con
frecuencia se cae en su contrmrio.
En !os 38..41 nos tltallquiliza con el sapíellltÍSimo pensamiento de
que si escogemos · pata asunto de nuestm obra lo que se acomoda a
nuesrras fuerzas y cuailidades de esoriwir, y no lo que las supera, po­
demos estar seguros de que ni en el fondo nos faltará la disposici6n
convmienre
ni, en !a expres.i6n, la exactitud lumwosa.
Qué profunda sabiduría y belleza de exptleSi6n en los vv. 60-73,
pa:m dar a e111teruler la inevi1l>bilidad de los cambios en el uso de las
palabras y de los diversos giros, y cómo hay que somet!etSe al supremo.
y oooisivo poder a.,,bitral con que se va sentlellCiando cada día qué
pafabras han de usarse y qué otras suprimirse.
Y si hubiera tiempo para ca!lifimr el concenido de los vv. 135-139,
179-189,

289-294, 312-317, 243-255,
408..419, y escogoer y reunir
aquí siquiera algunos de las frases que encierran un tesoro de sabi­
duría, experiencia, prndencia, pienso que serfun no pocos loo que las
aprenderían de memoria j>3ltll recordarlas, sab,xe,.r!as y usarlas en la
s,,brosa conversooión dé quienes aun hoy· sean capaces de apreciar la
belleza y ,el genio de la incomparnble lengua de los clásicos latinos,
con perdón, desde Ju.ego, de los griegos, de quien,,s los latinos tanto
aprendieron, hast>L que se pudo decir que Graecia cr,pta cepit Lati#m.
6.0 Y al fin me pregunto: ¿No sería de gran eficacia formativa
que
usáramos de todos estos tesoros para educa,r a. nuestros adoles­
centes y jóvenes en los años del bacWileraro? Aprenderían a pensar
y a sentir lo noble y lo bello en el campo de la rniÓn natural, fuera
de 'lo que les haya darlo y puede daliles, es claro, el conocimimto y
sentimiento de la religi6n de Jesucristo, para lo cual aquella cultura
greco-latina selecta es

pedagogo, como
sentía Clemente

alejandrino.
Estas cónvicciones y nobles sentimientos acerca de las venlades
fundamentales y espirituales de fa vida humana son, por otra parte,
muy accesibles a
la mente; y cuando el adolescente y el joven los com­
prenden y valoran, máxime ayudados por el buen maestro, fácilmente
se conveooen de su realidad y eterno va!lor y adquieren apoyos iDr
mutt>bles, perennes, para su oomportamiento acertado y honesto, y
se hacen más aptos para percibir y gustar las prolongaciones y ne­
cesarios
com¡,lementos propuestos por la fe sobrenatural a la rnzón
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Fundaci\363n Speiro

TESOROS EN LA LITERATURA GRECO-LATINA
'misma, al descubrir que no conttadicen, sino dan mayor gra,ocle,a y
perfección, belleu y luz a las exigencias natw:aJes y nuevas motiva­
ciones para satisfacerlas.
Legítima, pues, y sumamente necesaria y -laudable sería la liber­
tad de enseñanza en cuanto establecieran y garantizaran las leyes que
los
padres de familia, por sí o por otros de su confianza, pudieran
lograr
que sus hijos, adolescentes
y jóvenes, gustaran y aplicaran a
su
formación
esos tesoros de sabiduría y belleza.· moral, mediante
planes

de estudio libres,
y no a toda · costa impuestos por el Estado
monopolizador de

ideas
y de métodos, como si sólo él fo supiera todo.
La razón misma de que antes decía, tratándose de esos clásko,¡ se­
lectos, actúa como pedagogo, para introducir al alma en el mundo
del Evangelio, mostráodale que la acepración del misterio es una
necesidrul humana vil'all. y "1 ,precio que ha de pag¡u, el hombre para
satisfacer sus mhelos más profundos de luz y de felicidad, y para
hallar la •solución de [os enigmas que, sin el misterio cristiano, hacen
dura
y hasta in.soportable la vida de nueslira inteiligencia y de nuestro
corazón.
Un precio que no implica una 1Nl'l!.dicoi6n, sino una simple
constatación
de

que
para ser perifecros y felices nó tenemos propia
suficiencia, sino ¡,ecu!liu indigencia de Jesucristo.
¡ Con qué razón se quejarían los gmod,,s escritXllres de la litera­
tura clásica, la grecolatina, de nuestra inconsciencia e ingratitud, po<
haber despreciado hasta un grado tan inveroslmil su sabiduría y los
tesoros que ella nos !regó, de forma que los ignoremos casi· en abso­
luto;
y esta gener,roi6n se haya incapacitado aun pa:ra advertir su exis­
tencia,
cuánto más su

belleza
y su utilidad!
•••
Al estudiar y al enseñar la literatura grecolamna conforme al
R.tllio St11dior11m
de fa Compañía de Jesús, fomentando los pensanuen­
tos y ~timientos de los autores clásicos escogidos como modelos de
equilibrio, sensatez, sabiduría, finura dé espíritu, no sólo en sus ideas,
sino
en :la 1bellfsima ex:ppesión de ellas, y en. hechos de significación
humana
y, en ,pa,rt:irular, ética, namidos por talles autores, éompréndí
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Fundaci\363n Speiro

E. GUERRERO, S. J.
y aun palpé la e{icacia formativa y educativa de aquellos escritores,
seleccionados
con

acierto por los
antiguos jesuitas
para
sus jóvenes
alumoos.
Claro es(á que en esta literatura, como en las estructuras diversas
y en toda la cultura de aquel mundo, se hallan acciones y costum­
bres
tealmente bruta.les, bárbaras y muy gravemente opuestas a la
dignidad de la naturaleza humana, como lo · soo también no pocas de
las hay corrientes en las nuestras,
aun después
de más de
dos mil añoo
de

influencias cristianas; pero junto a tales desórdenes,
y en grupos
selectos de aquella sociedad, se veían los brillantes destellos
de idea.les
nobillsimos,

de virtudes
naturales eminentes, de criterios
sapienti­
simo,;, y de genero,;oo .sentimientos, cuya contemplaci6n recrea y cuyo
ej=plo estimula al amor y asimilación de. los valores humanos más
estimables, como la verdadera amistad, el auténtico patriotismo, la
valentía heroica, la sincera piedad religiooa, y otros ta.les que después
perfeccionó, en su aspecto
sobrenatural, la
religión cristiana, fundada,
explicada,
· practicada e ilustrada

por las enseñanzas y las acciones de
Nuestro Señor Jesucristo
y de sus imitadores, los santos; y no sólo
los perfeccionó, sino, que-noo facilitó la· 1uz y el impulso necesarios
para

tratar en serio
de conocerlos y vivirlos.
En el presente artículo
hemoo indica;!o solacoente,

mediante
al,
gunoo
ejemplos,_

la
eficacia que selectos dásicoo greco-latinos pueden
tener
para lograr en los educandos - claros pensamientos .y -nobles
sentimientós~ .base de cOO.venieñ.te educación, suponiendo, desde luego,
que · las literaturas cristianas auténticas són ]osustituiblés, desde ese
punto de
vista: No
pretendo con esto negar·
que en
los tiempos actua­
les la preparación
necesariá i los jóvenes para' acceder a los estudios
universitarios
haya de
ser en

contenido
y manera de asimilarlo bien
diferentes de como
era en

la época del
Rt,tio Studiorum de

la
Com­
pañia de Jesús, cuando la educación para la vida en general y para
la Universidad
én particnlar era muy otra.
Pero
siempre"
será verdad - que aquel sistema-era, desde muohos
puntos de vista,

muy -laudable,
- como lo prob6 la historia; -y que el
actual tiene mucho de· memorista y de ibhúrnano, además de anti­
criStiano.
-Tacobién lo es que el monopolio. estatal de la ·enseñanza, tan no-·
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Fundaci\363n Speiro

TESOROS EN LifUTERATURA GRECO-LATINA.
toriamente usado entre noso11"9S en )os siglos del liberalismo y aun
en el presente, necesita ser
muy recortado pa.ra conformarse

cou las
exigencias de la sana
democracia, qire n:.:.ia troga de demagogia, y de
la· auténtica liJ,ertad. ·
No

se tiene
verdad<;ro y legítimo concepto de la libertad de en­
señanza y de educaci6n, si las· leyes ,;o respetan el sagrado derecho de
los
padres cultos
y bien
formados páta dirigir

por sí y por hombres
de su confianza la formación
y edll\>!Oón el¡, sus hijos en todos sus
aspectos,
máxime en el religioso .¡ moral; ni de la auténtica demo­
CrjlCia,
si

la usada no
sirve pa.ra tan noble fin.
Si nos sirviérámos de falsos conceptos y prii:lcipios acerca de la
democracia -hoy
tan de

moda-
para aplicarla de tal forma que se
tomara como coutraria a ella toda profesión publica de la religión
católica apostólica romana,
y, por lo mismo, se proihlbiera la ense­
ñanza

y
práctica de ésta, so

pretexto de
que no todo~ los ciudadanos
del determinado país de que se trate so.n católicos, se pisotearían
los

mismos
taxativos doa,:¡nentos del

Concilio
V aticaÍio II, tocantes
al
tema, y la tal democracia impondria, no ya el debido respeto a las
convicciones religiosas de los ciudadanos no
aitólicos, sino la· perse­
cución manifiesta de los que anhelan el cáto!Ícismo para' sí y para
sus

hijos,
y el favor injusto e intolerable a quienes lo aborrecen y
profesan inclusive la irreligión total.
Por eso, es necesario aclarar todavía el sentido· de la declaración
Dignitatis Human,ie y el de la: democracia que exige; lo que hare­
mos en un próximo artículo.
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