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Número 219-220

Serie XXII

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La siembra de Juan Pablo II en España

LA SIEMBRA DE JUAN PABLO II EN ESP~A
POR
VICTORINO RODRÍGUEZ, 0. P.
«Salió un sembrador a sembrar y, de la simiente, parte cayó
junto al camino, y viniendo las aves, la comieron. Otra cayó en
pedregal, donde no había tierra,
y luego brotó, porque la tierra
era paco profunda; pero levantándose el sol, la agostó, y como
no tenía raíz, se secó. Otra cayó entre cardos,
y los cardos cre­
cieran y la ahogaron. Otra cayó sobre tierra buena y dio /ruto,
una ciento~ otra ,sesenta, otra treinta. El que· tenga oídos que
oiga» (Mt., 13, 3-19).
Desde el 31 de octubre al 9 de noviembre de 1982 cruzó
Juan Pablo II, de norte a sur, de este a oeste, las tierras de
España sembrando a mano llena doctrina de salvación. De esta
buena simiente hablaré más ampliamente luego; pero antes quie­
ro consignar algunas características de nuestro agro religioso en el que iba a sembrar el Papa. ¿Duro camino? ¿Lugar pedregoso? ¿Erial de cardos? ¿Buena tierra?
Había más o menos de todo, como siempre y en todas partes,
con los correspondientes resultados fructíferos de la parábola evangélica. Caminos agnósticos de pensamiento, impermeable a
la idea de salvación trascendente; también religiosidad superfi­
cial, fácilmente

impresionable y prontamente olvidadiza del com­
promiso cristiano; mucho liberalismo o libertismo ético con am­
plio margen para los cardos del vicio, del sincretismo, del permi­
sivismo y de la incoherencia; una política desacralizada con le­
gislación opuesta a la ley divina; un amplio sector del clero teo­
lógicamente enervada, dubitativo, poco esperanzado, poco defini­
do y, lógicamente, mucho pueblo fiel tentado de indiferentismo religioso; muchos seminarios vacios; muchos hábitos colgados;
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VICTORJNO RODRJGUEZ, O. P.
clérigos militando en el partido comunista; y algunos obispos
muy a gusto con el gobierno socialista imperante. También ha­
bía tierra buena, con profundas ralees religiosas, sedientas del vigoroso mensaje papal, lúcido y firme, exigente y esperanzador,
bien dispuestas a «empaparse»: la tierra de Maria Santisima. «¡Hasta siempre, tierra de Maria!», fueron las últimas palabras
del Papa en el aeropuerto de Labacolla. Sabia él muy bien
-y
nos lo repitió en distintas ocasiones- que venia a una gran na­
ci6n cat6lica, con una gran herencia de fidelidad cat6lica y de martirio, de teolog!a
y espiritualidad, de expansi6n cultural y
misionera. ¿ Y ahora?
Juan Pablo II tuvo palabras luminosas y estimulantes para
todos los grupos sociales: obispos y politicos, religiosos y reli­
giosas, sacerdotes y seminaristas~ teólogos y universitarios~ hom­
bres del campo y del mar, trabajadores y empresarios, j6venes y
familias cristianas, ciudadanos de España y de la Europa cris­ tiana. En conjunto, un hermoso compendio de doctrina cristia­
na a punto de nuestras necesidades. La distribuci6n de miles de
ejemplares del

texto completo de los discursos repartidos a fina­
les de 1982 continúa la siembra y afianzará la persistencia del
mensaje. La eficacia vendrá, en definitiva, de Dios: «Yo planté,
Apolo regó, pero quien dio el crecimiento fue Dios»
(I Cor.,
3,6).
En esta recensión conmemorativa no trato Je comentar las
palabras del Papa. tan netas y oportunas en todo momento, ni
tampoco de reducirlas o condensarlas, sino de subrayar simple­
mente o enfatizar . algunas admoniciones especialmente significa­
tivas para los correspondientes estamentos destinatarios. Repro­
duciré textualmente sus palabras, con referencia a
las páginas
de la edici6n de
B. A. C.
l. A lo,
oeñore, Obispos.
«Tenéis una grave responsabilidad, para que se respete la
verdad de la doctrina y su transmisi6n, de acuerdo con el Ma­
gisterio. Consecuentemente no podéis olvidaros de las publica-
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LA SIEMBRA DE JUAN PABLO II EN ESPAi ciones de carácter teológico y moral, que tanto influyen en la
fe del pueblo . ..
»Porque no pueden los cristianos
deiar a

un lado su
fe a
la
hora de colaborar en la construcción de la ciudad temporal. Han
de hacer sentir su voz, coherente con los
valores en

los que creen
y respetuosa con las convicciones a;enas. Basta pensar en la de­
fensa y protección de la vida desde su concepción, en la
estabili­
dad

del matrimonio y de la
familia, en
la libertad de
enseñanza
y en el derecho a recibir instrucción religiosa en las escuelas, en
la promoción de los valores que
moralizan la
vida pública, en la
implantación de la ;usticia en las relaciones laborales» (páginas
14-15). Les recomendaba, además, «firmeza y
seguridad» en

la
función prioritaria de la predicación, evitando siempre las «am­ bigüedades» (pág. 13), o la «cómoda neutralidad»
(pág. 16).
rectificando

con
firmeza, si fuera necesario, «las eventuales des­
viaciones» de los teólogos (pág.
13).
II. A los religiosos.
«Sois una gran riqueza de espiritualidad y de iniciativas apos­
tólicas en el seno de la Iglesia.
De vosotros depende en buena
parte la suerte de la Iglesia ...
Vuestra vocación es iniciativa di­
vina; un don· hecho a vosotros, y, al mismo tiempo, un regalo
para la Iglesia. Confiados en la fidelidad del que os llamó y en
la

fuerza del Espíritu, os habéis puesto a disposición de Dios
con los votos de pobreza, castidad consagrada
y obediencia, y
esto no por un tiempo, sino para toda la vida, con un compro­
miso irrevocable. Habéis pronunciado en la fe un sí para todo
y para siempre... Vosotros sabéis amar. La calidad de una per­
sona se puede medir por la categoria de sus vínculos. Por eso
cabe decir gozosamente que vuestra libertad se ha vinculado li­
bremente con Dios con un voluntario servicio, en amorosa ser­
vidumbre. Y, al hacerlo, vuestra humanidad ha alcanzado ma­
durez» (pág.

80).
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V,CTORJNO RODRJGUEZ, Q. P.
«Hay que recuperar la confianza en el valor y actualidad de
los conse;os evangélicos, que tienen su origen en
las palabras
y
en el ejemplo de Jesucristo ...
Es la sinceridad real en el se­
guimiento radical de Cristo la que atraerá vocaciones a vuestros
institutos, ya que los ¡óvenes buscan precisamente esa radica­
lidad evangélica, El Evangelio es definitivo y no pasa. Sus crite­
rios

son para siempre. No podéis hacer "relecturas" del Evan­
gelio según
los tiempos, conformándoos a todo lo que el mun-
do pide» (pág.
83). ·
«Tenéis que evitar todo lo que pueda hacer creer a los fieles
que existe en la Iglesia un doble magisterio, el auténtico de la
Jerarquía y el de los teólogos y pensadores, o que las normas
de la Iglesia han perdido hoy su vigor» (pág. 84).
«Procurad educar integralmente, inculcar
un profundo res­
peto
y amor a la Iglesia y animar a una sincera adhesión a su
magisterio. No seais portadores de dudas
o de "ideologias", sino
de
"certezas" de

fe
... Todo

esto hay que tenerlo especialmente
presente cuando vuestros Oyentes son religiosas que siguen vues­
tros cursos y oyen vuestras conferencias ... ; hay que salvar la ¡;..,
delidad al pensamiento y a las normas de la Iglesia; más con­
cretamente,
en campo doctrina/
y en materia litúrgica» ( pági­
na 84).
«La fidelidad al Magisterio no es un freno para una recta
investigación, sino condición necesaria de auténtico progreso de
la verdadera doctrina« (pág. 84).
«El consagrado es una persona que, renunciando al mundo
y a si mismo, se ha entregado por completo a Dios y, lleno de
Dios, vuelve al mundo para trabajar por el Reino de Dios y por
la Iglesia ...
La vida y actividad del consagrado no se pueden
reducir a un horizontalismo terreno, olvidando esta consagra­
ción a Dios y esa obligación de impregnar el mundo de Dios.
En todas
vuestras actividades

tiene que estar presente este fin
teológico» (pág. 85).
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LA SIEMBRA DE JUAN PABLO II EN ESPANA
III. A los sacerdotes.
«En la conciencia de vuestra llamada por parte de. Dios ra­
dica, a la
vez, el
secreto de vuestra
identidad sacerdotal. Las pa­
labras del profeta]eremias sugieren esa identidad del sacerdote
como llamado por una elección, consagrado. con una unción, en­
viado por una misi6n . .. ·Participes de la unci6n sacerdotal de
Cristo
y de su misi6n, los presb!teros actúan "in persona Chris­
ti"
(pág. 216).
«En este contexto de entrega total, de uni6n a Cristo
y de
comuni6n con su dedicación exclusiva
y definitiva a la obra del
Padre se comprende la obligación del celibato
.. No
es una limi­
taci6n, ni una frustración.
Es la expresi6n de una donaci6n ple­
na,
de una consagraci6n peculiar, de una disponibilidad absolu­
ta.
AJ don que Dios otorga en el sacerdocio, responde la entre­
ga del elegido
con tod_o su ser, con su coraz6n y con su cuerpo,
con el significado esponsal que tiene, referido al amor de Cris­
to y a la entrega total a la comunidad de la Iglesia, el celibato
sacerdotal. El alma de esta entrega es el
amor. Por el celibato
no se renuncia al amor, a la facultad de vivir
y significar el
amor en la vida; el
coraz6n y las facultades del sacerdote que­
dan impregnados con el amor de Cristo, para ser en medio de
los hermanos
testigo de una caridad pas\oral sin fronteras» (pá­
gina 218).
«Ante todo, configurados con el Señor, debéis
celebrar la
Eucaristía, que no es un acto más de _vuestro ministerio; es la
raíz y la razón de ser de vuestro sacerdocio. Seréis sacerdotes.
ante todo, para celebrar y actualizar el sacrificio de Cristo» (pá­
gina 219).
«No temais
asi ser

separados de vuestros fieles y de aquellos
a quienes vuestra misión os destina. Más bien os separaría de
ellos el olvidar o descuidar el sentido de la consagraci6n que
distingue vuestro sacerdocio. Ser uno más en la profesión, en
el estilo de vida, en el
modo de

vestir, en el compromiso
po­
litico,

no os ayudarla
a realizar
plenamente vuestra· misi6n;
de,
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VICTORINO RODRIGUEZ, O. P.
fraudar!ais a vuestros propios fieles, que os quieren sacerdotes de
cuerpo entero:
liturgos, maestros, pastores, sin de;ar por ello de
ser, como Cristo,
hermanos y amigos. Por eso, haced de vuestra
disponibilidad a Dios una disponibilidad para vuestros fieles.
Dad/es el verdadero pan de la palabra, en la fidelidad a la ver­
dad de Dios
y a las enseñanzas de la Iglesia. Facilitad/es todo
lo posible el acceso a los sacramentos y, en primer lugar, al sa­
cramento de la penitencia) signo e instrumento de la misericor­
dia de Dios y de la reconciliación obrada por Cristo, siendo
vosotros mismos asiduos en su recepción» (pág. 220).
«La oración, sello

distintivo de vuestra piedad sacerdotal»
(pág. 216). Se lo dirá también a los seminaristas: «Ofreced a
Cristo vuestro corazón ;oven en la meditación y en la oración
personal. La oración es el fundamento de la vida espiritual ...
Que
vuestra oración sea

la expresión concreta de vuestro amor
a Cristo» (pág. 226).
IV. A las religiosas.
«Vuestra opción por la castidad perfecta y vuestra obedien-·
cia
religiosa han venido a completar vuestra donación de amor
y a convertir vuestra vida comunitaria en
una realidad

teocén­
trica y cultual; así toda vuestra vida queda consagrada y re­
sulta un testimonio vivo del Evangelio.
La Iglesia y el mundo
necesitan poder ver el Evangelio vivo en vosotras»
(pág. 240).
«Además de vuestra vida en
común, vuestro

modo de com­
portaros y aun vuestro modo de vestir
-que os

distingue siem­
pre como religiosas- son en medio del mundo una predica­ ción constante e inteligente, aun sin palabras, del mensa;e evan­
gélico/ os convierten no én meros signos de los 'tiempos, sino
en signos de vida eterna en el mundo de hoy» (pág. 240).
« Y cuando se trate de comunicar a los otros vuestro men­
saie procurad transmitir siempre las certidumbres de la fe y no
ideologías humanas que pasan» (pág. 241). «Impartid la doc­ trina Integra, sólida
y segura; utilizad textos que presenten con
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LA SIEMBRA DE JUAN PABW II EN ESPA&A
fidelidad el magisterio de la Iglesia. Los jóvenes tienen derecho
a no ser inquietados
por hipótesis o tomas de posición aventu­
radas, ya que aún no tienen la capacidad de juzgar» (pág. 241).
«Por ello, vuestro primer deber apostólico como
maestras,
educadoras

y religiosas es vuestra propia santificación» (página
241).
V. A los teólogos.
«La función esencial y específica del quehacer teológico no
ha cambiado

ni puede cambiar...
La fe
es la
raiz vital
y perma­
nente de la teologia, que brota precisamente del preguntar
y
buscar, intrinsecos a la misma fe, es decir, de su impulso a com­
prenderse a si misma, tanto en
su opción
radicalmente libre de
adhesi6n personal a Cristo, cuanto en su asentimiento al con­
tenido de la revelación cristiana. Hacer teología es, pues, una
tarea exclusivamente propia del creyente en cuanto creyente, una
tarea vitalmente suscitada y en todo momento sostenida por la
fe, y por eso pregunta
y búsqueda ilimitada» (pág. 51).
«La situación de la cultura actual, doininada por los méto­
dos y por la forma de pensar propios de las ciencias naturales,
y fuertemente influenciada por las corrientes
filosóficas que pro­
claman

la validez exclusiva del principio de verificación empí­
rica, tiende a dejar en silencio la dimensión trascedente del hom­ bre, y por eso, lógicamente, a omitir o negar la cuestión de Dios
y de la revelación cristiana. Ante esta situación, la teologia está
llamada a concentrar su
reflexión en
los que son sus temas ra­
dicales
y decisivos: el misterio de Dios, del Dios Trinitario, que
en Jesucristo se ha revelado como el Dios-amor; el misterio de
Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, que con su vida y men­
saje, con

su muerte
y resurrección, ha iluminado definitivamente
los aspectos más profundos de la existencia humana;
el misterio
del hombre,
que en la tensión insuperable entre su finitud y su
aspiración

ilimitada lleva dentro
de si mismo

la pregunta
irre··
nuncíable

del sentido último de la vida.
Es la teologla misma
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VICTORJNO RODRJGUEZ, O. P.
la que impone la cuestión sel hombre para poder comprenderlo como destinatario de la gracia y de la revelación de Cristo» (pá­
gina 52).
«Aquí
se· funda

la grave responsabilidad del teólogo, quien
debe tener siempre presente que el Pueblo de Dios, y ante todo
los sacerdotes y futuros sacerdotes que han se educar la fe de
ese pueblo, tienen el derecho a que se les explique sin ambigüe­
dades ni reducciones las verdades fundamentales de la fe cris­ tiana» (pág. 53).
«Por eso el magisterio eclesial no es una instancia ajena tl
la teologia, sino intrlnseca y esencial a ella. Si el teólogo es ante
todo y radicalmente un creyente,
y si su fe csistiana es fe en la
Iglesia de Cristo y en el magisterio, su labor teológica no podrá
menos de permanecer fielmente vinculada
a su

fe eclesial, cuyo
intérprete auténtico y vinculante es el magisterio» (pág. 53). «Magisterio y teología tienen una función diversa. Por eso
no pueden ser reducidos uno al otro ... Pero no son dos tareas
opuestas, sino complementarias» (pág. 54). «La enseñanza sin la investigación corre el peligro de caer
en la rutina de la repetición. Sabed ser creativos
cada día,

para
lo cual tenéis que estar en vanguardia de las cuestiones actua­
les mediante una lectura asidua de las publicaciones de más alta
calidad
y el duro esfuerzo de la reflexión personal» (pág. 54).
VI. A los -universitarios e intelectuales.
«Una fe que no se hace cultura es una fe no plenamente
acogida, no totalmente
pens,¡da, no
fielmente vivida» (página
94). «Es cierto que ciencia y fe representan dos órdenes de co­
nocimiento distintos, autónomos en sus procedimientos, pero
convergentes finalmente en el descubrimiento de la realidad in­
tegral que tiene su origen en Dios» (pág. 97).
«Nuestra época tiene necesidad de
una ciencia del hombre,
de una reflexión e investigación originales. Al lado de las cien­
cias fisicas o biológicas es necesario que los especialistas de las
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LA SIEMBRA DE JUAN PABLO II EN ESPAAA
ciencias humanas den su contribución. Está en ;uego el servi­
cio del hombre, porque es una res sacra, como bien diio Séneca.
La amplitud de los temas enunciados podria desanimar a los in­
vestigadores o pensadores aislados. Por esto, hoy más que nun­
ca, la investigación debe realizarse en común» (pág. 99 ).
«Una exigencia particularmente importante hoy para la re­
novación cultural es la apertura a lo universal. En efecto, se ad­
vierte con frecuencia que la
pedagogia queda

reducida a la pre­
paración de los estudiantes para una profesión, pero no para la
vida, porque, más o menos conscientemente, se ha disociado, a
veces, la educación de la instrucción. Sin embargo, la Universi­
dad debe desempeñar su función indispensable de educación.
Esto supone que los educadores sepan transmitir a los estudian­
tes, además de la ciencia, el conocimiento del hombre mismo, es
decir, de su propia dignidad, de su historia, de sus responsabili­
dades morales y civiles, de su destino espiritual, de sus
lazos con
toda

la humanidad. Ello exige que la pedagog/a de la enseñanza
se base en una imagen coherente del hombre, en una concepción
del universo que no parta de concepciones apriorísticas y que
sepa también acoger
lo trascendente. Para los católicos, el hom­
bre ha sido criado a imagen de Dios,
y está llamado a trascender
el universo» (pág. 100). «Finalmente, el progreso de la cultura está unido, en defini­
tiva, al crecimiento moral y espiritual del hombre. Porque es por
medio de su espiritu que el hombre se
realiza en

cuanto tal.
Para ello hay que tener una visión del hombre integral. Por eso
la Iglesia siente la responsabilidad de defender al hombre contra
ideologias teóricas o prácticas que lo reducen a objeto de pro­
ducción o de consumo, contra
las corrientes fatalistas que para­
lizan los ánimos; contra el
permisivismo moral
que abandona al
hombre
al vado del

hedonismo; contra las ideologias agnósticas,
que tienden
á desalojar a Dios de la cultura» (pág. 101).
«Y, ojalá que

en vuestro deber bien cumplido, en
vuestro
servicio

a la humanidad, encontréis esa Verdad total que da
sentido pleno al hombre y a la creación. Esa Verdad que es el
horizante dé vuestra

búsqueda» (pág. 102).
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VII. A los políticos y diplomáticos.
«La Iglesia, respetando gustosamente los ámbitos que no le
son propios, señala un rumbo moral, que no es divergente o
contrario, sino que coincide con las exigencias de la dignidad
de la persona humana
y los derechos y libertades a ella inheren­
tes. Y que constituyen la plataforma de una sana sociedad. Es
16gico a la
vez que, fiel

a su deber
y aún respetando la autono­
mla del orden temporal, la Iglesia pida la misma consideraci6n
hacia su misi6n, cuando se trata de la esfera de cosas que miran
a Dios
y que rigen la conciencia de sus hl¡os. En las diversas ma­
nifestaciones de
su vida
personal
y social, privada y pública» (pá­
gina 59). «Os deseo que se salvaguarde siempre la libertad solidaria
y
responsable, ese don precioso de la persona humana y fruto de
su dignidad. Y que vuestro sistema de libertad se base en todo momento en la observancia de los valores morales de la misma
persona.
As/ podrá ella realizarse de veras, individual y colecti­
vamente» (pág. 607). «La funci6n necesaria de la ética en las relaciones interna­
cionales no puede extrañar; detrás de cada Estado y Gobierno
hay siempre unos pueblos, unos grupos humanos
y más concreta­
mente unas personas revestidas de dignidad espiritual, sujeto,·
siempre de derechos
y deberes inalienables. La persona huma­
na, con sus exigencias trascendentes y eternas, es criterio y me·
dida de los esfuerzos de toda política, incluso internacional ...
Los derechos del poder
civil no
pueden ser entendidos de otro
modo más que en base al respeto de los derechos
ob¡etivos e
inviolables

del hombre. En otras palabras, el poder de los
Es­
tados y las relaciones internacionales deben ser e;ercidos según
normas éticas exigidas por la dignidad de los pueblos
y de · /as
personas»

(pág. 66).
«Pensad
-dec!a el

mismo
dia a

los representantes
de los
medios de comunicaci6n social- en vuestras familias
y en vues­
tros hijos, receptores asimismo de un· gran número de mensajes;
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LA SIEMBRA DE JUAN PABW II EN ESPA1M
algunos de los cuales no edifican, no construyen, sino que trans­
miten una idea degradada del hombre y de su
dignidad, en
aras
quizá del

permisivismo
sexual, de
la ideología de
moda, de
una
critica antirreligiosa de viejos resabios o
de. una

cierta condes­
cendencia ante fenómenos como la violencia» (págs. 69-70).
VIII. A los representantes del apostolado seglar.
«La primera actitud del testigo de la fe es profesar esa mis­
ma fe que se predica, dejándose convertir dócilmente por el Es­ plritu de Dios y conformando su vida
a esa

sabiduría divina. En
cuanto testigos de Dios, no somos propietarios discrecionales del
anuncio que recibimos; somos responsables de un don que hay que transmitir con fidelidad ... No se trata de amoldar el Evan­
gelio a la sabiduría del mundo. Con palabras que podrían tra­
ducir la experiencia de San Pablo, hoy se podría afirmar: no son
los análisis de la realidad, o el uso de las ciencias sociales, o el
manejo de la estadlstica, o la perfección de métodos y técnicas
organizativas -medios útiles e instrumentos valiosos a veces­
los que determinarán los contenidos del Evangelio recibido pro­fesado. Y tanto menos será
la connivencia con ideologías secula­
res la que abra los corazones al anuncio de la salvación. Como
tampoco deberá dejarse seducir el apóstol por la pretendida sa­
biduría de
"los príncipes

de este
siglo", cifrada

en el poder, en
la riqueza y en el placer, que al proponer el espejismo de una
felicidad humana, de hecho aboca, a los que sucumben a su cul­
to, a una total destrucción» (págs. 128-129 ).
«La vocación cristiana es esencialmente apostólica; sólo en
esta dimensión de servicio al Evangelio el cristiano encontrará
la plenitud de su dignidad
y responsabildiad... Los laicos... es­
tán llamados a la santidad y son enviados a anunciar y realizar
el reino de Cristo hasta que El vuelva. Si queréis ser fieles a esa dignidad, no es suficiente acoger pasivamente las riquezas
de la fe que os han legado vuestra tradición y vuestra cultura.
Se os confía un tesoro, se os otorgan talentos que han de ser
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asumidos con responsabilidad para que fructifiquen con abun­
dancia» (pág. 129-130). «El mismo Evangelio nos apremia
a compartir toda situaci6n
y condici6n del hombre con un amor apasionado por todo lo que
concierne
a su

dignidad
y sus derechos, fundados en su condición
de criatura de Dios, hecho a su imagen y semejanza, participe
por la gracia de Cristo de la filiación divina. El Concilia Vati­
cano II subrayó justamente que la tarea primordial de los segla­ res católicos es la de impregnar y transformar todo el tejido
de la convivencia humana con los valores del Evangelio, con el
anuncio de una
antropología cristiana que de estos valores deri­
va»

(pág. 130).
IX. A los trabajadores y empresarios.
«El concepto cristiano del trabajo ve en éste una llamada a
colaborar con el poder
y amor de Dios para mantener la vida
del hombre
y hacerla más co"espondiente a su designio. Así en­
tendido, el
trabajo no
es una necesidad biológica de subsisten­
cia, sino un deber moral; es un acto de amor y se convierte en
alegría: la alegria profunda de darse, por medio del trabajo a la
propia familia y a los demás, la alegría íntima de entregarse a
Dios
y de servirlo en los hermanos, aunque tal donación con­
lleva sacrificios. Por eso el trabajo cristiano tiene sentido pas­
cual» (págs. 196-197). «La falta de trabajo va contra el derecho al trabajo, enten­
dido
-en el

contexto global de los demás derechos fundamen­
tales- como una necesidad primaria,
y no un privilegio de sa­
tisfacer las necesidades vitales de la existencia humana a través
de la actividad laboral ...
La Iglesia, a través de su magisterio
social, recuerda que las vías de solución justa de este grave pro­
blema exigen hoy una revisión del orden económico en su con­
junto. Es necesaria una. planificación global y no simplemente
sectorial de la producción económica: es necesaria una correcta
y racional organización del trabajo, no sólo a nivel nacional, sino
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también internacional; es necesaria la solidaridad de todos lo,
hombres del traba¡o» (pág. 198).
«Al invitaros a reflexionar sobre la concepción cristiana de
la empresa quisiera, ante todo, recordaros que por encima de sus
aspectos técnicos y económicos --en lo que sois maestros- hay
uno más profundo: el de su dimensión moral. Economía y téc­
nica} en efecto, no tienen sentido si no son referidas al hombre,
al que deben servir. De hecho el trabajo es para el hombre, y
no el hombre para el trabajo; por consiguiente, también
la em­
presa es para
el hombre, no el hombre para la empresa. Superar
la innatural
e ilógica antinomia enrre capital y trabajo -exaspe­
rada a menudo artificialmente por la lucha de clases programa­
da-_ es, para una sociedad que quiere ser ;usta, una exigencia
indispensable, fundada sobre la primacía del hombre sobre las
cosas» (pág. 200).
«Por su misma dinámica intrlnseca, la empresa está
llamada
a

realizar, bajo vuestro impulso, una función social -que
es
profundamente ética-: la

de contribuir al perfeccionamiento del
hombre, de cada hombre, sin ninguna discriminación; creando las
condiciones que hacen posible un trabajo en el que, a la vez que
se desarrollan las capacidades personales, se consiga una produc­
ción eficaz y razonable de bienes y servicios y se haga
al hombre
consciente

de trabdjar realmente en algo propio ... Las relaciones
de trabajo son, ante todo, relaciones entre seres humanos y no
pueden medirse con el único método de la eficacia» (pág. 201).
X. A las familias cristianas.
«Hoy más que núnca se hace también necesario este impulso
interior del Esplritu. Para que con él vosotros, los esposos cris­
tianos) aún viviendo en arizbientes donde las normas de vida cris­
tiana no sean tenidas en la. justa consideración o puedan no ha­
llar el debido eco en la vida social o en los medios de comuni­
cación más accesibles al hogar, seáis capaces de realizar el pro­
yecto cristiano de la vida familiar. Resistiendo y superando con
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el dinamismo de vuestra fe cualquier presión contraria que pue­
da presentarse. Sabiendo discernir entre el bien y el mal, no fal­
tando a la obediencia
debida a

los preceptos del Señor, continua­
mente recordados por el
Espiritu a

través del magisterio de la
Iglesia ... El matrimonio es
una comunión

de amor indisoluble ...
Por ello, cualquier ataque a la indisolubilidad conyugal, a la par
que es contrario al proyecto original de Dios, va también contra
la dignidad y la verdad del amor conyugal. Se comprende, pues,
que el Señor, proclamando una norma válida para todos, enseñe
que
no le es lícito al hombre separar lo que Dios ha unido ...
Estáis llamados a vivir ante los demás la plenitud interior de
vuestra unión fiel y perseverante, aun en presencia de normas
legales que puedan ir en otra dirección. Así contribuiréis al bien
de la institución familiar, y daréis prueba -contra lo que al­ guno pueda pensar- de que el hombre y la mujer tienen
capa­
cidad de donarse para siempre;
sin que el verdadero concepto de
libertad impida una donación
voluntaria y perenne» (págs. 72-33)
«Además, según el plan de Dios, el matrimonio es una comu­
nidad de

amor indisoluble
ordenado a la vida como continua­
ción y complemento de los mismos cónyuges. Existe una rela­ ción inquebrantable entre el amor conyugal y la transmisión de
la vida, en virtud de la
cual, como

enseñó Pablo VI: Todo acto
conyugal debe permanecer abierto a la transmisión de la vida ...
Pero hay otro aspecto, aún más grave y fundamental, que se refiere al amor conyugal como fuente de la vida: hablo del res­
peto absoluto a la vida humana, que ninguna persona o institu­
ción, privada o pública, puede ignorar. Por ello, quien negara
la defensa a la persona humana más inocente y débil, a la per­
sona humana ya concebida, aunque todavía no nacida, cometerla
una gravlsima violación del orden moral. Nunca se puede legi­
timar la muerte de un inocente. Se minarla el mismo fundamen­to de la sociedad. ¿Qué sentido tendrla hablar de la dignidad
del hombre, de sus derechas fundamentales, si no se protege a
un inocente o se llega incluso a facilitar los
medios o

servicios,
privados o públicos, para destruir vidas humanas indefensas?» (págs. 73-74).
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Fundaci\363n Speiro

LA SIEMBRA DE JUAN PABLO II EN ESPANA
«Tratándose de un deber fundado sobre la vocación primor"
dial
de los cónyuges a cooperar con la obra creadora de Dios, le
compete el correspodiente
derecho de educar a los propios hi­
¡os.

Dado su origen, es un deber-derecho
primario en compara­
ción con la incumbencia educativa de otros,
insustituible e inali~
nable, esto es, que no puede delegarse totalmente en otros ni
otros pueden usurparlo. No hay lugar a dudas de que, en el
ámbito de la educación, a la
autoridad pública

le competen de­
rechos
y deberes, en cuanto debe servir al bien común. Ella, sin
embargo, no puede sustituir a los padres, ya que su cometido es
el de ayudarles, para que puedan cumplir su deber-derecho de
educar a los propios hi¡os de acuerdo con
sus convicciones

mora­
les y religiosas.
La autoridad pública tiene en este campo un pa­
pel subsidiario» (pág.
7 5 ).
«Por otra parte, el derecho a la libertad religiosa quedar/a
desvirtuado en

gran medida si los padres no tuviesen la garan­
tia de que sus hi¡os, sea cual fuere la escuela que frecuentan,
in"
cluso

la escuela pública, reciben la enseñanza y la educación re­
ligiosa» (pág. 75).
«La familia es la única comunidad en la que todo hombre es
amado por si
mismo, por

lo que es y no por lo que
tiene. La
norma fundamental de la
comunidad conyugal

no es la de la
propia utilidad o del propio placer. El otro no es querido por lo
utilidad o placer que puede procurar; es querido
en sí mismo y
por sí mismo.La norma fundamental es, pues, la norma persona.
lista» (pág. 77).
XI. A los jóvenes.
«Hace unos momentos se nos invitaba a reflexionar sobre el
texto de las bienaventuranzas. En la base de ellas se halla una
pregunta que vosotros os ponéis con inquietud: ¿por qué existe
el mal en el mundo? Las palabras de Cristo hablan de persecu­
ción, de llanto, de falta de
paz y de iniusticia, de mentira y de
insultos. E indirectamente hablan del sufrimiento del hombre en
su vida temporal.
Pero no se detienen abí. Indican también un
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Fundaci\363n Speiro

VICTORJNO RODRIGUEZ, O. P.
programa para superar el mal con el bien... ¿ Es iésta solamente
una promesa de futuro? Las certezas admirables que Jesús da a
sus

disc!pulos, ¿se refieren s6lo a la vida eterna, a un reino de
los cielos situado más allá de la muerte? Sabemos bien,
queridos
¡6venes,

que este reino de los cielos es el reinio de Dios y que
está cerca ... Somos nosotrós, bautizados y confirmados en Cris­
to, los llamados a acercar ese reino ... Vosotros, ióvenes españo­
les, vencéis el mal con el bien cada vez que, por amor y a eiem­
plo de Cristo, os libráis de la esclavitud de quienes miran a
tener 'más y no a ser más. Cuando sabéis ser dignamente senci­
llos en un mundo que paga cualquier precio al poder; cuando sois limpios de coraz6n entre quien juzga s6lo en términos de
sexo, de apariencias o hipocresía; cuando construis la paz, en un
mundo de violencia y de guerra; cuando lucháis por la justicia
ante

la explotaci6n del hombre por el hombre o de una
naci6n
por

la otra; cuando con la misericordia generosa no buscáis la
venganza, sino que llegáis a amar al enemigo; cuando en medio
del dolor y las dificultades no perdéis la esperanza y la cons­tancia en el bien, apoyados en el consuelo
y ejemplo de Cristo
y en el amor al hombre hermano. Entonces os convertís en
transformadores eficaces y radicales del mundo y en constructo­
res de la nueva
civilizaci6n del

amor, de la verdad, de la justi­
cia, que Cristo trae como mensaje» (págs. 113-114).
«¡J6venes! ¡Amigos!
Habéis de ser vosotros mismos, sin de­
jaros manipular; teniendo criterios s6lidos de conducta. En una
palabra:
con modelos de vida en los que se pueda confiar, en
los que
podiiis reflejar

toda vuestra generosa capacidad creativa,
toda vuestra sed de sinceridad
y mejora social, sed de valores
permanentes
dignos de elecciones sabias. Es el programa de
lu­
cha,

para superar con el bien el mal. El programa de las bien­
aventuranzas que
Cristo os

propone» (pág. 115).
«Con esa transformaci6n interior se vence el mal, el
egols­
mo,

las envidias, la hipocres/a
y se hace prevalecer el bien. Lo
hace prevalecer nuestro conocimiento de Dios como Padre. Y,
por lo tanto, la visión del hombre como objeto de amor divino, como imagen
de Dios,
con destino eterno» (pág. 116).
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Fundaci\363n Speiro

LA SIEMBRA DE JUAN PABLO II EN ESPARA
XII. A España y a Europa.
«Entre todos esos pueblos que no recbazaron, sino que hi­
cieron de ta fe en Jesús el centro de su historia, está ta querida
España, profundamente cristiana» (pág. 107). «Esa fe cristiana
y cat6/ica que constituye la identidad del pueblo español» (pági­
na 248). «Que sepáis iluminar desde
la fe

vuestro
futuro y
cons­
truir sobre un humanismo

cristiano las bases de vuestra actual
convivencia» (pág. 264).
«Se debe afirmar que ta
identidad europea

es incomprensi­
ble sin el cristianismo
y, que,

precisamente en él se hallan aque­
llas ralees comunes, de las que ha madurado la
civilización del
continente, su cultura, su dinamismo, su actividad, su capacidad
de expansión constructiva también en los demás continentes; en
una palabra, todo lo que constituye su gloria.. . Y mientras ben­
digo al Señor por haberlo iluminado con -su luz
evanf!¡élica desde
los

ar/genes de la predicación apostólica, no puedo silenciar el
estado de crisis en el que se encuentra, al asomarse al tercer mi­
lenio de ta era cristiana ... Yo, obispo de Roma y Pastor de la
Iglesia universal, desde Santiago te lanzo,
vie;a Europa, un grito
lleno

de amor:
Vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus
orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que
hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los de­
más continentes. Reconstruye
tu unidad
espiritual en un clima
de pleno respeto a las otras religiones y a las genuinas liberta­
des. Da al César lo que es del César y a Dios lo que es de
Dios»
(págs.

258-259). _
Las llamadas más apremiantes.
He querido seleccionar los pasa;es más programáticos del men­
sa;e papal. En un segundo subrayado aún señalarla estas cons­
tantes en sus llamadas pastorales: fe y predicación Integra y cier­
ta, sin reducciones, dudas o ambigüedades,- personalidad cristia-
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Fundaci\363n Speiro

VICTORINO RODRIGUEZ, O. P.
na en la vida individual, familiar y social; sentido ético de la
vida

socio-política; continuidad con la propia historia religiosa
y
mariana¡ sentido transcendente de la vida y dinamismo de es­
peranza teologal; humanismo teocéntrico. El carácter teocéntri­
co del humanismo predicado por Juan Pablo II lo he comproba­
do anteriormente (ABC, 16 de enero de 1983) deseando evitar
algún mal

entendido. Pues bien, el mismo Juan Pablo II en la
reciente
alocución a

los Dominicos ( 5 de septiembre de 1983)
señala este primer principio de teocentrismo, válido para todos.
«El primero de estos principios es la afirmación de la primacía
absoluta de Dios
en la inteligencia, corazón y vida del hombre ...
Si no se acepta esta subordinación, si se exalta la
grandeza del
hombre
en detrimento

de la primacía de Dios, se llega al fra­
caso de las ideologías que proclaman la autosuficiencia del ham­
bre y dan origen
a la

proliferación de errores, cuyo peso sufre
el hombre moderno, sin conseguir sacudir el yugo cultural y
psicológico de aquéllas. Los fundamentos de la vida moral y so­ cial vacilan por doquier»
(Oss. Rom., 18 de septiembre de 1983).
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