Índice de contenidos
Número 219-220
Serie XXII
-
Estudios
-
La siembra de Juan Pablo II en España
-
Una polémica sobre Ortega (En el centenario de Ortega: La polémica en torno al orteguismo católico, veinticinco años después)
-
Cristianismo y cosmovisión científica
-
Metafísica cristiana de la familia
-
Actualidad de Louis Veuillot
-
El pensamiento originario de Hispanoamérica y el simbolismo de las Malvinas
-
Forjadores de México (II)
-
- Actas
- In memoriam
- Información bibliográfica
- Verbo
Autores
1983
La siembra de Juan Pablo II en España
LA SIEMBRA DE JUAN PABLO II EN ESP~A
POR
VICTORINO RODRÍGUEZ, 0. P.
«Salió un sembrador a sembrar y, de la simiente, parte cayó
junto al camino, y viniendo las aves, la comieron. Otra cayó en
pedregal, donde no había tierra,
y luego brotó, porque la tierra
era paco profunda; pero levantándose el sol, la agostó, y como
no tenía raíz, se secó. Otra cayó entre cardos,
y los cardos cre
cieran y la ahogaron. Otra cayó sobre tierra buena y dio /ruto,
una ciento~ otra ,sesenta, otra treinta. El que· tenga oídos que
oiga» (Mt., 13, 3-19).
Desde el 31 de octubre al 9 de noviembre de 1982 cruzó
Juan Pablo II, de norte a sur, de este a oeste, las tierras de
España sembrando a mano llena doctrina de salvación. De esta
buena simiente hablaré más ampliamente luego; pero antes quie
ro consignar algunas características de nuestro agro religioso en el que iba a sembrar el Papa. ¿Duro camino? ¿Lugar pedregoso? ¿Erial de cardos? ¿Buena tierra?
Había más o menos de todo, como siempre y en todas partes,
con los correspondientes resultados fructíferos de la parábola evangélica. Caminos agnósticos de pensamiento, impermeable a
la idea de salvación trascendente; también religiosidad superfi
cial, fácilmente
impresionable y prontamente olvidadiza del com
promiso cristiano; mucho liberalismo o libertismo ético con am
plio margen para los cardos del vicio, del sincretismo, del permi
sivismo y de la incoherencia; una política desacralizada con le
gislación opuesta a la ley divina; un amplio sector del clero teo
lógicamente enervada, dubitativo, poco esperanzado, poco defini
do y, lógicamente, mucho pueblo fiel tentado de indiferentismo religioso; muchos seminarios vacios; muchos hábitos colgados;
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VICTORJNO RODRJGUEZ, O. P.
clérigos militando en el partido comunista; y algunos obispos
muy a gusto con el gobierno socialista imperante. También ha
bía tierra buena, con profundas ralees religiosas, sedientas del vigoroso mensaje papal, lúcido y firme, exigente y esperanzador,
bien dispuestas a «empaparse»: la tierra de Maria Santisima. «¡Hasta siempre, tierra de Maria!», fueron las últimas palabras
del Papa en el aeropuerto de Labacolla. Sabia él muy bien
-y
nos lo repitió en distintas ocasiones- que venia a una gran na
ci6n cat6lica, con una gran herencia de fidelidad cat6lica y de martirio, de teolog!a
y espiritualidad, de expansi6n cultural y
misionera. ¿ Y ahora?
Juan Pablo II tuvo palabras luminosas y estimulantes para
todos los grupos sociales: obispos y politicos, religiosos y reli
giosas, sacerdotes y seminaristas~ teólogos y universitarios~ hom
bres del campo y del mar, trabajadores y empresarios, j6venes y
familias cristianas, ciudadanos de España y de la Europa cris tiana. En conjunto, un hermoso compendio de doctrina cristia
na a punto de nuestras necesidades. La distribuci6n de miles de
ejemplares del
texto completo de los discursos repartidos a fina
les de 1982 continúa la siembra y afianzará la persistencia del
mensaje. La eficacia vendrá, en definitiva, de Dios: «Yo planté,
Apolo regó, pero quien dio el crecimiento fue Dios»
(I Cor.,
3,6).
En esta recensión conmemorativa no trato Je comentar las
palabras del Papa. tan netas y oportunas en todo momento, ni
tampoco de reducirlas o condensarlas, sino de subrayar simple
mente o enfatizar . algunas admoniciones especialmente significa
tivas para los correspondientes estamentos destinatarios. Repro
duciré textualmente sus palabras, con referencia a
las páginas
de la edici6n de
B. A. C.
l. A lo,
oeñore, Obispos.
«Tenéis una grave responsabilidad, para que se respete la
verdad de la doctrina y su transmisi6n, de acuerdo con el Ma
gisterio. Consecuentemente no podéis olvidaros de las publica-
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LA SIEMBRA DE JUAN PABLO II EN ESPAi
ciones de carácter teológico y moral, que tanto influyen en la
fe del pueblo . ..
»Porque no pueden los cristianos
deiar a
un lado su
fe a
la
hora de colaborar en la construcción de la ciudad temporal. Han
de hacer sentir su voz, coherente con los
valores en
los que creen
y respetuosa con las convicciones a;enas. Basta pensar en la de
fensa y protección de la vida desde su concepción, en la
estabili
dad
del matrimonio y de la
familia, en
la libertad de
enseñanza
y en el derecho a recibir instrucción religiosa en las escuelas, en
la promoción de los valores que
moralizan la
vida pública, en la
implantación de la ;usticia en las relaciones laborales» (páginas
14-15). Les recomendaba, además, «firmeza y
seguridad» en
la
función prioritaria de la predicación, evitando siempre las «am bigüedades» (pág. 13), o la «cómoda neutralidad»
(pág. 16).
rectificando
con
firmeza, si fuera necesario, «las eventuales des
viaciones» de los teólogos (pág.
13).
II. A los religiosos.
«Sois una gran riqueza de espiritualidad y de iniciativas apos
tólicas en el seno de la Iglesia.
De vosotros depende en buena
parte la suerte de la Iglesia ...
Vuestra vocación es iniciativa di
vina; un don· hecho a vosotros, y, al mismo tiempo, un regalo
para la Iglesia. Confiados en la fidelidad del que os llamó y en
la
fuerza del Espíritu, os habéis puesto a disposición de Dios
con los votos de pobreza, castidad consagrada
y obediencia, y
esto no por un tiempo, sino para toda la vida, con un compro
miso irrevocable. Habéis pronunciado en la fe un sí para todo
y para siempre... Vosotros sabéis amar. La calidad de una per
sona se puede medir por la categoria de sus vínculos. Por eso
cabe decir gozosamente que vuestra libertad se ha vinculado li
bremente con Dios con un voluntario servicio, en amorosa ser
vidumbre. Y, al hacerlo, vuestra humanidad ha alcanzado ma
durez» (pág.
80).
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V,CTORJNO RODRJGUEZ, Q. P.
«Hay que recuperar la confianza en el valor y actualidad de
los conse;os evangélicos, que tienen su origen en
las palabras
y
en el ejemplo de Jesucristo ...
Es la sinceridad real en el se
guimiento radical de Cristo la que atraerá vocaciones a vuestros
institutos, ya que los ¡óvenes buscan precisamente esa radica
lidad evangélica, El Evangelio es definitivo y no pasa. Sus crite
rios
son para siempre. No podéis hacer "relecturas" del Evan
gelio según
los tiempos, conformándoos a todo lo que el mun-
do pide» (pág.
83). ·
«Tenéis que evitar todo lo que pueda hacer creer a los fieles
que existe en la Iglesia un doble magisterio, el auténtico de la
Jerarquía y el de los teólogos y pensadores, o que las normas
de la Iglesia han perdido hoy su vigor» (pág. 84).
«Procurad educar integralmente, inculcar
un profundo res
peto
y amor a la Iglesia y animar a una sincera adhesión a su
magisterio. No seais portadores de dudas
o de "ideologias", sino
de
"certezas" de
fe
... Todo
esto hay que tenerlo especialmente
presente cuando vuestros Oyentes son religiosas que siguen vues
tros cursos y oyen vuestras conferencias ... ; hay que salvar la ¡;..,
delidad al pensamiento y a las normas de la Iglesia; más con
cretamente,
en campo doctrina/
y en materia litúrgica» ( pági
na 84).
«La fidelidad al Magisterio no es un freno para una recta
investigación, sino condición necesaria de auténtico progreso de
la verdadera doctrina« (pág. 84).
«El consagrado es una persona que, renunciando al mundo
y a si mismo, se ha entregado por completo a Dios y, lleno de
Dios, vuelve al mundo para trabajar por el Reino de Dios y por
la Iglesia ...
La vida y actividad del consagrado no se pueden
reducir a un horizontalismo terreno, olvidando esta consagra
ción a Dios y esa obligación de impregnar el mundo de Dios.
En todas
vuestras actividades
tiene que estar presente este fin
teológico» (pág. 85).
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III. A los sacerdotes.
«En la conciencia de vuestra llamada por parte de. Dios ra
dica, a la
vez, el
secreto de vuestra
identidad sacerdotal. Las pa
labras del profeta]eremias sugieren esa identidad del sacerdote
como llamado por una elección, consagrado. con una unción, en
viado por una misi6n . .. ·Participes de la unci6n sacerdotal de
Cristo
y de su misi6n, los presb!teros actúan "in persona Chris
ti"
(pág. 216).
«En este contexto de entrega total, de uni6n a Cristo
y de
comuni6n con su dedicación exclusiva
y definitiva a la obra del
Padre se comprende la obligación del celibato
.. No
es una limi
taci6n, ni una frustración.
Es la expresi6n de una donaci6n ple
na,
de una consagraci6n peculiar, de una disponibilidad absolu
ta.
AJ don que Dios otorga en el sacerdocio, responde la entre
ga del elegido
con tod_o su ser, con su coraz6n y con su cuerpo,
con el significado esponsal que tiene, referido al amor de Cris
to y a la entrega total a la comunidad de la Iglesia, el celibato
sacerdotal. El alma de esta entrega es el
amor. Por el celibato
no se renuncia al amor, a la facultad de vivir
y significar el
amor en la vida; el
coraz6n y las facultades del sacerdote que
dan impregnados con el amor de Cristo, para ser en medio de
los hermanos
testigo de una caridad pas\oral sin fronteras» (pá
gina 218).
«Ante todo, configurados con el Señor, debéis
celebrar la
Eucaristía, que no es un acto más de _vuestro ministerio; es la
raíz y la razón de ser de vuestro sacerdocio. Seréis sacerdotes.
ante todo, para celebrar y actualizar el sacrificio de Cristo» (pá
gina 219).
«No temais
asi ser
separados de vuestros fieles y de aquellos
a quienes vuestra misión os destina. Más bien os separaría de
ellos el olvidar o descuidar el sentido de la consagraci6n que
distingue vuestro sacerdocio. Ser uno más en la profesión, en
el estilo de vida, en el
modo de
vestir, en el compromiso
po
litico,
no os ayudarla
a realizar
plenamente vuestra· misi6n;
de,
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VICTORINO RODRIGUEZ, O. P.
fraudar!ais a vuestros propios fieles, que os quieren sacerdotes de
cuerpo entero:
liturgos, maestros, pastores, sin de;ar por ello de
ser, como Cristo,
hermanos y amigos. Por eso, haced de vuestra
disponibilidad a Dios una disponibilidad para vuestros fieles.
Dad/es el verdadero pan de la palabra, en la fidelidad a la ver
dad de Dios
y a las enseñanzas de la Iglesia. Facilitad/es todo
lo posible el acceso a los sacramentos y, en primer lugar, al sa
cramento de la penitencia) signo e instrumento de la misericor
dia de Dios y de la reconciliación obrada por Cristo, siendo
vosotros mismos asiduos en su recepción» (pág. 220).
«La oración, sello
distintivo de vuestra piedad sacerdotal»
(pág. 216). Se lo dirá también a los seminaristas: «Ofreced a
Cristo vuestro corazón ;oven en la meditación y en la oración
personal. La oración es el fundamento de la vida espiritual ...
Que
vuestra oración sea
la expresión concreta de vuestro amor
a Cristo» (pág. 226).
IV. A las religiosas.
«Vuestra opción por la castidad perfecta y vuestra obedien-·
cia
religiosa han venido a completar vuestra donación de amor
y a convertir vuestra vida comunitaria en
una realidad
teocén
trica y cultual; así toda vuestra vida queda consagrada y re
sulta un testimonio vivo del Evangelio.
La Iglesia y el mundo
necesitan poder ver el Evangelio vivo en vosotras»
(pág. 240).
«Además de vuestra vida en
común, vuestro
modo de com
portaros y aun vuestro modo de vestir
-que os
distingue siem
pre como religiosas- son en medio del mundo una predica ción constante e inteligente, aun sin palabras, del mensa;e evan
gélico/ os convierten no én meros signos de los 'tiempos, sino
en signos de vida eterna en el mundo de hoy» (pág. 240).
« Y cuando se trate de comunicar a los otros vuestro men
saie procurad transmitir siempre las certidumbres de la fe y no
ideologías humanas que pasan» (pág. 241). «Impartid la doc trina Integra, sólida
y segura; utilizad textos que presenten con
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LA SIEMBRA DE JUAN PABW II EN ESPA&A
fidelidad el magisterio de la Iglesia. Los jóvenes tienen derecho
a no ser inquietados
por hipótesis o tomas de posición aventu
radas, ya que aún no tienen la capacidad de juzgar» (pág. 241).
«Por ello, vuestro primer deber apostólico como
maestras,
educadoras
y religiosas es vuestra propia santificación» (página
241).
V. A los teólogos.
«La función esencial y específica del quehacer teológico no
ha cambiado
ni puede cambiar...
La fe
es la
raiz vital
y perma
nente de la teologia, que brota precisamente del preguntar
y
buscar, intrinsecos a la misma fe, es decir, de su impulso a com
prenderse a si misma, tanto en
su opción
radicalmente libre de
adhesi6n personal a Cristo, cuanto en su asentimiento al con
tenido de la revelación cristiana. Hacer teología es, pues, una
tarea exclusivamente propia del creyente en cuanto creyente, una
tarea vitalmente suscitada y en todo momento sostenida por la
fe, y por eso pregunta
y búsqueda ilimitada» (pág. 51).
«La situación de la cultura actual, doininada por los méto
dos y por la forma de pensar propios de las ciencias naturales,
y fuertemente influenciada por las corrientes
filosóficas que pro
claman
la validez exclusiva del principio de verificación empí
rica, tiende a dejar en silencio la dimensión trascedente del hom bre, y por eso, lógicamente, a omitir o negar la cuestión de Dios
y de la revelación cristiana. Ante esta situación, la teologia está
llamada a concentrar su
reflexión en
los que son sus temas ra
dicales
y decisivos: el misterio de Dios, del Dios Trinitario, que
en Jesucristo se ha revelado como el Dios-amor; el misterio de
Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, que con su vida y men
saje, con
su muerte
y resurrección, ha iluminado definitivamente
los aspectos más profundos de la existencia humana;
el misterio
del hombre,
que en la tensión insuperable entre su finitud y su
aspiración
ilimitada lleva dentro
de si mismo
la pregunta
irre··
nuncíable
del sentido último de la vida.
Es la teologla misma
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VICTORJNO RODRJGUEZ, O. P.
la que impone la cuestión sel hombre para poder comprenderlo como destinatario de la gracia y de la revelación de Cristo» (pá
gina 52).
«Aquí
se· funda
la grave responsabilidad del teólogo, quien
debe tener siempre presente que el Pueblo de Dios, y ante todo
los sacerdotes y futuros sacerdotes que han se educar la fe de
ese pueblo, tienen el derecho a que se les explique sin ambigüe
dades ni reducciones las verdades fundamentales de la fe cris tiana» (pág. 53).
«Por eso el magisterio eclesial no es una instancia ajena tl
la teologia, sino intrlnseca y esencial a ella. Si el teólogo es ante
todo y radicalmente un creyente,
y si su fe csistiana es fe en la
Iglesia de Cristo y en el magisterio, su labor teológica no podrá
menos de permanecer fielmente vinculada
a su
fe eclesial, cuyo
intérprete auténtico y vinculante es el magisterio» (pág. 53). «Magisterio y teología tienen una función diversa. Por eso
no pueden ser reducidos uno al otro ... Pero no son dos tareas
opuestas, sino complementarias» (pág. 54). «La enseñanza sin la investigación corre el peligro de caer
en la rutina de la repetición. Sabed ser creativos
cada día,
para
lo cual tenéis que estar en vanguardia de las cuestiones actua
les mediante una lectura asidua de las publicaciones de más alta
calidad
y el duro esfuerzo de la reflexión personal» (pág. 54).
VI. A los -universitarios e intelectuales.
«Una fe que no se hace cultura es una fe no plenamente
acogida, no totalmente
pens,¡da, no
fielmente vivida» (página
94). «Es cierto que ciencia y fe representan dos órdenes de co
nocimiento distintos, autónomos en sus procedimientos, pero
convergentes finalmente en el descubrimiento de la realidad in
tegral que tiene su origen en Dios» (pág. 97).
«Nuestra época tiene necesidad de
una ciencia del hombre,
de una reflexión e investigación originales. Al lado de las cien
cias fisicas o biológicas es necesario que los especialistas de las
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LA SIEMBRA DE JUAN PABLO II EN ESPAAA
ciencias humanas den su contribución. Está en ;uego el servi
cio del hombre, porque es una res sacra, como bien diio Séneca.
La amplitud de los temas enunciados podria desanimar a los in
vestigadores o pensadores aislados. Por esto, hoy más que nun
ca, la investigación debe realizarse en común» (pág. 99 ).
«Una exigencia particularmente importante hoy para la re
novación cultural es la apertura a lo universal. En efecto, se ad
vierte con frecuencia que la
pedagogia queda
reducida a la pre
paración de los estudiantes para una profesión, pero no para la
vida, porque, más o menos conscientemente, se ha disociado, a
veces, la educación de la instrucción. Sin embargo, la Universi
dad debe desempeñar su función indispensable de educación.
Esto supone que los educadores sepan transmitir a los estudian
tes, además de la ciencia, el conocimiento del hombre mismo, es
decir, de su propia dignidad, de su historia, de sus responsabili
dades morales y civiles, de su destino espiritual, de sus
lazos con
toda
la humanidad. Ello exige que la pedagog/a de la enseñanza
se base en una imagen coherente del hombre, en una concepción
del universo que no parta de concepciones apriorísticas y que
sepa también acoger
lo trascendente. Para los católicos, el hom
bre ha sido criado a imagen de Dios,
y está llamado a trascender
el universo» (pág. 100). «Finalmente, el progreso de la cultura está unido, en defini
tiva, al crecimiento moral y espiritual del hombre. Porque es por
medio de su espiritu que el hombre se
realiza en
cuanto tal.
Para ello hay que tener una visión del hombre integral. Por eso
la Iglesia siente la responsabilidad de defender al hombre contra
ideologias teóricas o prácticas que lo reducen a objeto de pro
ducción o de consumo, contra
las corrientes fatalistas que para
lizan los ánimos; contra el
permisivismo moral
que abandona al
hombre
al vado del
hedonismo; contra las ideologias agnósticas,
que tienden
á desalojar a Dios de la cultura» (pág. 101).
«Y, ojalá que
en vuestro deber bien cumplido, en
vuestro
servicio
a la humanidad, encontréis esa Verdad total que da
sentido pleno al hombre y a la creación. Esa Verdad que es el
horizante dé vuestra
búsqueda» (pág. 102).
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VII. A los políticos y diplomáticos.
«La Iglesia, respetando gustosamente los ámbitos que no le
son propios, señala un rumbo moral, que no es divergente o
contrario, sino que coincide con las exigencias de la dignidad
de la persona humana
y los derechos y libertades a ella inheren
tes. Y que constituyen la plataforma de una sana sociedad. Es
16gico a la
vez que, fiel
a su deber
y aún respetando la autono
mla del orden temporal, la Iglesia pida la misma consideraci6n
hacia su misi6n, cuando se trata de la esfera de cosas que miran
a Dios
y que rigen la conciencia de sus hl¡os. En las diversas ma
nifestaciones de
su vida
personal
y social, privada y pública» (pá
gina 59). «Os deseo que se salvaguarde siempre la libertad solidaria
y
responsable, ese don precioso de la persona humana y fruto de
su dignidad. Y que vuestro sistema de libertad se base en todo momento en la observancia de los valores morales de la misma
persona.
As/ podrá ella realizarse de veras, individual y colecti
vamente» (pág. 607). «La funci6n necesaria de la ética en las relaciones interna
cionales no puede extrañar; detrás de cada Estado y Gobierno
hay siempre unos pueblos, unos grupos humanos
y más concreta
mente unas personas revestidas de dignidad espiritual, sujeto,·
siempre de derechos
y deberes inalienables. La persona huma
na, con sus exigencias trascendentes y eternas, es criterio y me·
dida de los esfuerzos de toda política, incluso internacional ...
Los derechos del poder
civil no
pueden ser entendidos de otro
modo más que en base al respeto de los derechos
ob¡etivos e
inviolables
del hombre. En otras palabras, el poder de los
Es
tados y las relaciones internacionales deben ser e;ercidos según
normas éticas exigidas por la dignidad de los pueblos
y de · /as
personas»
(pág. 66).
«Pensad
-dec!a el
mismo
dia a
los representantes
de los
medios de comunicaci6n social- en vuestras familias
y en vues
tros hijos, receptores asimismo de un· gran número de mensajes;
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LA SIEMBRA DE JUAN PABW II EN ESPA1M
algunos de los cuales no edifican, no construyen, sino que trans
miten una idea degradada del hombre y de su
dignidad, en
aras
quizá del
permisivismo
sexual, de
la ideología de
moda, de
una
critica antirreligiosa de viejos resabios o
de. una
cierta condes
cendencia ante fenómenos como la violencia» (págs. 69-70).
VIII. A los representantes del apostolado seglar.
«La primera actitud del testigo de la fe es profesar esa mis
ma fe que se predica, dejándose convertir dócilmente por el Es plritu de Dios y conformando su vida
a esa
sabiduría divina. En
cuanto testigos de Dios, no somos propietarios discrecionales del
anuncio que recibimos; somos responsables de un don que hay que transmitir con fidelidad ... No se trata de amoldar el Evan
gelio a la sabiduría del mundo. Con palabras que podrían tra
ducir la experiencia de San Pablo, hoy se podría afirmar: no son
los análisis de la realidad, o el uso de las ciencias sociales, o el
manejo de la estadlstica, o la perfección de métodos y técnicas
organizativas -medios útiles e instrumentos valiosos a veces
los que determinarán los contenidos del Evangelio recibido profesado. Y tanto menos será
la connivencia con ideologías secula
res la que abra los corazones al anuncio de la salvación. Como
tampoco deberá dejarse seducir el apóstol por la pretendida sa
biduría de
"los príncipes
de este
siglo", cifrada
en el poder, en
la riqueza y en el placer, que al proponer el espejismo de una
felicidad humana, de hecho aboca, a los que sucumben a su cul
to, a una total destrucción» (págs. 128-129 ).
«La vocación cristiana es esencialmente apostólica; sólo en
esta dimensión de servicio al Evangelio el cristiano encontrará
la plenitud de su dignidad
y responsabildiad... Los laicos... es
tán llamados a la santidad y son enviados a anunciar y realizar
el reino de Cristo hasta que El vuelva. Si queréis ser fieles a esa dignidad, no es suficiente acoger pasivamente las riquezas
de la fe que os han legado vuestra tradición y vuestra cultura.
Se os confía un tesoro, se os otorgan talentos que han de ser
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VICTORINO RODRIGUEZ, O. P.
asumidos con responsabilidad para que fructifiquen con abun
dancia» (pág. 129-130). «El mismo Evangelio nos apremia
a compartir toda situaci6n
y condici6n del hombre con un amor apasionado por todo lo que
concierne
a su
dignidad
y sus derechos, fundados en su condición
de criatura de Dios, hecho a su imagen y semejanza, participe
por la gracia de Cristo de la filiación divina. El Concilia Vati
cano II subrayó justamente que la tarea primordial de los segla res católicos es la de impregnar y transformar todo el tejido
de la convivencia humana con los valores del Evangelio, con el
anuncio de una
antropología cristiana que de estos valores deri
va»
(pág. 130).
IX. A los trabajadores y empresarios.
«El concepto cristiano del trabajo ve en éste una llamada a
colaborar con el poder
y amor de Dios para mantener la vida
del hombre
y hacerla más co"espondiente a su designio. Así en
tendido, el
trabajo no
es una necesidad biológica de subsisten
cia, sino un deber moral; es un acto de amor y se convierte en
alegría: la alegria profunda de darse, por medio del trabajo a la
propia familia y a los demás, la alegría íntima de entregarse a
Dios
y de servirlo en los hermanos, aunque tal donación con
lleva sacrificios. Por eso el trabajo cristiano tiene sentido pas
cual» (págs. 196-197). «La falta de trabajo va contra el derecho al trabajo, enten
dido
-en el
contexto global de los demás derechos fundamen
tales- como una necesidad primaria,
y no un privilegio de sa
tisfacer las necesidades vitales de la existencia humana a través
de la actividad laboral ...
La Iglesia, a través de su magisterio
social, recuerda que las vías de solución justa de este grave pro
blema exigen hoy una revisión del orden económico en su con
junto. Es necesaria una. planificación global y no simplemente
sectorial de la producción económica: es necesaria una correcta
y racional organización del trabajo, no sólo a nivel nacional, sino
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LA SIEMBRA DE JUAN PABLO II EN ESPANA
también internacional; es necesaria la solidaridad de todos lo,
hombres del traba¡o» (pág. 198).
«Al invitaros a reflexionar sobre la concepción cristiana de
la empresa quisiera, ante todo, recordaros que por encima de sus
aspectos técnicos y económicos --en lo que sois maestros- hay
uno más profundo: el de su dimensión moral. Economía y téc
nica} en efecto, no tienen sentido si no son referidas al hombre,
al que deben servir. De hecho el trabajo es para el hombre, y
no el hombre para el trabajo; por consiguiente, también
la em
presa es para
el hombre, no el hombre para la empresa. Superar
la innatural
e ilógica antinomia enrre capital y trabajo -exaspe
rada a menudo artificialmente por la lucha de clases programa
da-_ es, para una sociedad que quiere ser ;usta, una exigencia
indispensable, fundada sobre la primacía del hombre sobre las
cosas» (pág. 200).
«Por su misma dinámica intrlnseca, la empresa está
llamada
a
realizar, bajo vuestro impulso, una función social -que
es
profundamente ética-: la
de contribuir al perfeccionamiento del
hombre, de cada hombre, sin ninguna discriminación; creando las
condiciones que hacen posible un trabajo en el que, a la vez que
se desarrollan las capacidades personales, se consiga una produc
ción eficaz y razonable de bienes y servicios y se haga
al hombre
consciente
de trabdjar realmente en algo propio ... Las relaciones
de trabajo son, ante todo, relaciones entre seres humanos y no
pueden medirse con el único método de la eficacia» (pág. 201).
X. A las familias cristianas.
«Hoy más que núnca se hace también necesario este impulso
interior del Esplritu. Para que con él vosotros, los esposos cris
tianos) aún viviendo en arizbientes donde las normas de vida cris
tiana no sean tenidas en la. justa consideración o puedan no ha
llar el debido eco en la vida social o en los medios de comuni
cación más accesibles al hogar, seáis capaces de realizar el pro
yecto cristiano de la vida familiar. Resistiendo y superando con
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VICTORINO RODRIGUEZ, O. P.
el dinamismo de vuestra fe cualquier presión contraria que pue
da presentarse. Sabiendo discernir entre el bien y el mal, no fal
tando a la obediencia
debida a
los preceptos del Señor, continua
mente recordados por el
Espiritu a
través del magisterio de la
Iglesia ... El matrimonio es
una comunión
de amor indisoluble ...
Por ello, cualquier ataque a la indisolubilidad conyugal, a la par
que es contrario al proyecto original de Dios, va también contra
la dignidad y la verdad del amor conyugal. Se comprende, pues,
que el Señor, proclamando una norma válida para todos, enseñe
que
no le es lícito al hombre separar lo que Dios ha unido ...
Estáis llamados a vivir ante los demás la plenitud interior de
vuestra unión fiel y perseverante, aun en presencia de normas
legales que puedan ir en otra dirección. Así contribuiréis al bien
de la institución familiar, y daréis prueba -contra lo que al guno pueda pensar- de que el hombre y la mujer tienen
capa
cidad de donarse para siempre;
sin que el verdadero concepto de
libertad impida una donación
voluntaria y perenne» (págs. 72-33)
«Además, según el plan de Dios, el matrimonio es una comu
nidad de
amor indisoluble
ordenado a la vida como continua
ción y complemento de los mismos cónyuges. Existe una rela ción inquebrantable entre el amor conyugal y la transmisión de
la vida, en virtud de la
cual, como
enseñó Pablo VI: Todo acto
conyugal debe permanecer abierto a la transmisión de la vida ...
Pero hay otro aspecto, aún más grave y fundamental, que se refiere al amor conyugal como fuente de la vida: hablo del res
peto absoluto a la vida humana, que ninguna persona o institu
ción, privada o pública, puede ignorar. Por ello, quien negara
la defensa a la persona humana más inocente y débil, a la per
sona humana ya concebida, aunque todavía no nacida, cometerla
una gravlsima violación del orden moral. Nunca se puede legi
timar la muerte de un inocente. Se minarla el mismo fundamento de la sociedad. ¿Qué sentido tendrla hablar de la dignidad
del hombre, de sus derechas fundamentales, si no se protege a
un inocente o se llega incluso a facilitar los
medios o
servicios,
privados o públicos, para destruir vidas humanas indefensas?» (págs. 73-74).
1032
Fundaci\363n Speiro
LA SIEMBRA DE JUAN PABLO II EN ESPANA
«Tratándose de un deber fundado sobre la vocación primor"
dial
de los cónyuges a cooperar con la obra creadora de Dios, le
compete el correspodiente
derecho de educar a los propios hi
¡os.
Dado su origen, es un deber-derecho
primario en compara
ción con la incumbencia educativa de otros,
insustituible e inali~
nable, esto es, que no puede delegarse totalmente en otros ni
otros pueden usurparlo. No hay lugar a dudas de que, en el
ámbito de la educación, a la
autoridad pública
le competen de
rechos
y deberes, en cuanto debe servir al bien común. Ella, sin
embargo, no puede sustituir a los padres, ya que su cometido es
el de ayudarles, para que puedan cumplir su deber-derecho de
educar a los propios hi¡os de acuerdo con
sus convicciones
mora
les y religiosas.
La autoridad pública tiene en este campo un pa
pel subsidiario» (pág.
7 5 ).
«Por otra parte, el derecho a la libertad religiosa quedar/a
desvirtuado en
gran medida si los padres no tuviesen la garan
tia de que sus hi¡os, sea cual fuere la escuela que frecuentan,
in"
cluso
la escuela pública, reciben la enseñanza y la educación re
ligiosa» (pág. 75).
«La familia es la única comunidad en la que todo hombre es
amado por si
mismo, por
lo que es y no por lo que
tiene. La
norma fundamental de la
comunidad conyugal
no es la de la
propia utilidad o del propio placer. El otro no es querido por lo
utilidad o placer que puede procurar; es querido
en sí mismo y
por sí mismo.La norma fundamental es, pues, la norma persona.
lista» (pág. 77).
XI. A los jóvenes.
«Hace unos momentos se nos invitaba a reflexionar sobre el
texto de las bienaventuranzas. En la base de ellas se halla una
pregunta que vosotros os ponéis con inquietud: ¿por qué existe
el mal en el mundo? Las palabras de Cristo hablan de persecu
ción, de llanto, de falta de
paz y de iniusticia, de mentira y de
insultos. E indirectamente hablan del sufrimiento del hombre en
su vida temporal.
Pero no se detienen abí. Indican también un
1033
Fundaci\363n Speiro
VICTORJNO RODRIGUEZ, O. P.
programa para superar el mal con el bien... ¿ Es iésta solamente
una promesa de futuro? Las certezas admirables que Jesús da a
sus
disc!pulos, ¿se refieren s6lo a la vida eterna, a un reino de
los cielos situado más allá de la muerte? Sabemos bien,
queridos
¡6venes,
que este reino de los cielos es el reinio de Dios y que
está cerca ... Somos nosotrós, bautizados y confirmados en Cris
to, los llamados a acercar ese reino ... Vosotros, ióvenes españo
les, vencéis el mal con el bien cada vez que, por amor y a eiem
plo de Cristo, os libráis de la esclavitud de quienes miran a
tener 'más y no a ser más. Cuando sabéis ser dignamente senci
llos en un mundo que paga cualquier precio al poder; cuando sois limpios de coraz6n entre quien juzga s6lo en términos de
sexo, de apariencias o hipocresía; cuando construis la paz, en un
mundo de violencia y de guerra; cuando lucháis por la justicia
ante
la explotaci6n del hombre por el hombre o de una
naci6n
por
la otra; cuando con la misericordia generosa no buscáis la
venganza, sino que llegáis a amar al enemigo; cuando en medio
del dolor y las dificultades no perdéis la esperanza y la constancia en el bien, apoyados en el consuelo
y ejemplo de Cristo
y en el amor al hombre hermano. Entonces os convertís en
transformadores eficaces y radicales del mundo y en constructo
res de la nueva
civilizaci6n del
amor, de la verdad, de la justi
cia, que Cristo trae como mensaje» (págs. 113-114).
«¡J6venes! ¡Amigos!
Habéis de ser vosotros mismos, sin de
jaros manipular; teniendo criterios s6lidos de conducta. En una
palabra:
con modelos de vida en los que se pueda confiar, en
los que
podiiis reflejar
toda vuestra generosa capacidad creativa,
toda vuestra sed de sinceridad
y mejora social, sed de valores
permanentes
dignos de elecciones sabias. Es el programa de
lu
cha,
para superar con el bien el mal. El programa de las bien
aventuranzas que
Cristo os
propone» (pág. 115).
«Con esa transformaci6n interior se vence el mal, el
egols
mo,
las envidias, la hipocres/a
y se hace prevalecer el bien. Lo
hace prevalecer nuestro conocimiento de Dios como Padre. Y,
por lo tanto, la visión del hombre como objeto de amor divino, como imagen
de Dios,
con destino eterno» (pág. 116).
1034
Fundaci\363n Speiro
LA SIEMBRA DE JUAN PABLO II EN ESPARA
XII. A España y a Europa.
«Entre todos esos pueblos que no recbazaron, sino que hi
cieron de ta fe en Jesús el centro de su historia, está ta querida
España, profundamente cristiana» (pág. 107). «Esa fe cristiana
y cat6/ica que constituye la identidad del pueblo español» (pági
na 248). «Que sepáis iluminar desde
la fe
vuestro
futuro y
cons
truir sobre un humanismo
cristiano las bases de vuestra actual
convivencia» (pág. 264).
«Se debe afirmar que ta
identidad europea
es incomprensi
ble sin el cristianismo
y, que,
precisamente en él se hallan aque
llas ralees comunes, de las que ha madurado la
civilización del
continente, su cultura, su dinamismo, su actividad, su capacidad
de expansión constructiva también en los demás continentes; en
una palabra, todo lo que constituye su gloria.. . Y mientras ben
digo al Señor por haberlo iluminado con -su luz
evanf!¡élica desde
los
ar/genes de la predicación apostólica, no puedo silenciar el
estado de crisis en el que se encuentra, al asomarse al tercer mi
lenio de ta era cristiana ... Yo, obispo de Roma y Pastor de la
Iglesia universal, desde Santiago te lanzo,
vie;a Europa, un grito
lleno
de amor:
Vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus
orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que
hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los de
más continentes. Reconstruye
tu unidad
espiritual en un clima
de pleno respeto a las otras religiones y a las genuinas liberta
des. Da al César lo que es del César y a Dios lo que es de
Dios»
(págs.
258-259). _
Las llamadas más apremiantes.
He querido seleccionar los pasa;es más programáticos del men
sa;e papal. En un segundo subrayado aún señalarla estas cons
tantes en sus llamadas pastorales: fe y predicación Integra y cier
ta, sin reducciones, dudas o ambigüedades,- personalidad cristia-
1035
Fundaci\363n Speiro
VICTORINO RODRIGUEZ, O. P.
na en la vida individual, familiar y social; sentido ético de la
vida
socio-política; continuidad con la propia historia religiosa
y
mariana¡ sentido transcendente de la vida y dinamismo de es
peranza teologal; humanismo teocéntrico. El carácter teocéntri
co del humanismo predicado por Juan Pablo II lo he comproba
do anteriormente (ABC, 16 de enero de 1983) deseando evitar
algún mal
entendido. Pues bien, el mismo Juan Pablo II en la
reciente
alocución a
los Dominicos ( 5 de septiembre de 1983)
señala este primer principio de teocentrismo, válido para todos.
«El primero de estos principios es la afirmación de la primacía
absoluta de Dios
en la inteligencia, corazón y vida del hombre ...
Si no se acepta esta subordinación, si se exalta la
grandeza del
hombre
en detrimento
de la primacía de Dios, se llega al fra
caso de las ideologías que proclaman la autosuficiencia del ham
bre y dan origen
a la
proliferación de errores, cuyo peso sufre
el hombre moderno, sin conseguir sacudir el yugo cultural y
psicológico de aquéllas. Los fundamentos de la vida moral y so cial vacilan por doquier»
(Oss. Rom., 18 de septiembre de 1983).
!036
Fundaci\363n Speiro
POR
VICTORINO RODRÍGUEZ, 0. P.
«Salió un sembrador a sembrar y, de la simiente, parte cayó
junto al camino, y viniendo las aves, la comieron. Otra cayó en
pedregal, donde no había tierra,
y luego brotó, porque la tierra
era paco profunda; pero levantándose el sol, la agostó, y como
no tenía raíz, se secó. Otra cayó entre cardos,
y los cardos cre
cieran y la ahogaron. Otra cayó sobre tierra buena y dio /ruto,
una ciento~ otra ,sesenta, otra treinta. El que· tenga oídos que
oiga» (Mt., 13, 3-19).
Desde el 31 de octubre al 9 de noviembre de 1982 cruzó
Juan Pablo II, de norte a sur, de este a oeste, las tierras de
España sembrando a mano llena doctrina de salvación. De esta
buena simiente hablaré más ampliamente luego; pero antes quie
ro consignar algunas características de nuestro agro religioso en el que iba a sembrar el Papa. ¿Duro camino? ¿Lugar pedregoso? ¿Erial de cardos? ¿Buena tierra?
Había más o menos de todo, como siempre y en todas partes,
con los correspondientes resultados fructíferos de la parábola evangélica. Caminos agnósticos de pensamiento, impermeable a
la idea de salvación trascendente; también religiosidad superfi
cial, fácilmente
impresionable y prontamente olvidadiza del com
promiso cristiano; mucho liberalismo o libertismo ético con am
plio margen para los cardos del vicio, del sincretismo, del permi
sivismo y de la incoherencia; una política desacralizada con le
gislación opuesta a la ley divina; un amplio sector del clero teo
lógicamente enervada, dubitativo, poco esperanzado, poco defini
do y, lógicamente, mucho pueblo fiel tentado de indiferentismo religioso; muchos seminarios vacios; muchos hábitos colgados;
1019
Fundaci\363n Speiro
VICTORJNO RODRJGUEZ, O. P.
clérigos militando en el partido comunista; y algunos obispos
muy a gusto con el gobierno socialista imperante. También ha
bía tierra buena, con profundas ralees religiosas, sedientas del vigoroso mensaje papal, lúcido y firme, exigente y esperanzador,
bien dispuestas a «empaparse»: la tierra de Maria Santisima. «¡Hasta siempre, tierra de Maria!», fueron las últimas palabras
del Papa en el aeropuerto de Labacolla. Sabia él muy bien
-y
nos lo repitió en distintas ocasiones- que venia a una gran na
ci6n cat6lica, con una gran herencia de fidelidad cat6lica y de martirio, de teolog!a
y espiritualidad, de expansi6n cultural y
misionera. ¿ Y ahora?
Juan Pablo II tuvo palabras luminosas y estimulantes para
todos los grupos sociales: obispos y politicos, religiosos y reli
giosas, sacerdotes y seminaristas~ teólogos y universitarios~ hom
bres del campo y del mar, trabajadores y empresarios, j6venes y
familias cristianas, ciudadanos de España y de la Europa cris tiana. En conjunto, un hermoso compendio de doctrina cristia
na a punto de nuestras necesidades. La distribuci6n de miles de
ejemplares del
texto completo de los discursos repartidos a fina
les de 1982 continúa la siembra y afianzará la persistencia del
mensaje. La eficacia vendrá, en definitiva, de Dios: «Yo planté,
Apolo regó, pero quien dio el crecimiento fue Dios»
(I Cor.,
3,6).
En esta recensión conmemorativa no trato Je comentar las
palabras del Papa. tan netas y oportunas en todo momento, ni
tampoco de reducirlas o condensarlas, sino de subrayar simple
mente o enfatizar . algunas admoniciones especialmente significa
tivas para los correspondientes estamentos destinatarios. Repro
duciré textualmente sus palabras, con referencia a
las páginas
de la edici6n de
B. A. C.
l. A lo,
oeñore, Obispos.
«Tenéis una grave responsabilidad, para que se respete la
verdad de la doctrina y su transmisi6n, de acuerdo con el Ma
gisterio. Consecuentemente no podéis olvidaros de las publica-
1020
Fundaci\363n Speiro
LA SIEMBRA DE JUAN PABLO II EN ESPAi
fe del pueblo . ..
»Porque no pueden los cristianos
deiar a
un lado su
fe a
la
hora de colaborar en la construcción de la ciudad temporal. Han
de hacer sentir su voz, coherente con los
valores en
los que creen
y respetuosa con las convicciones a;enas. Basta pensar en la de
fensa y protección de la vida desde su concepción, en la
estabili
dad
del matrimonio y de la
familia, en
la libertad de
enseñanza
y en el derecho a recibir instrucción religiosa en las escuelas, en
la promoción de los valores que
moralizan la
vida pública, en la
implantación de la ;usticia en las relaciones laborales» (páginas
14-15). Les recomendaba, además, «firmeza y
seguridad» en
la
función prioritaria de la predicación, evitando siempre las «am bigüedades» (pág. 13), o la «cómoda neutralidad»
(pág. 16).
rectificando
con
firmeza, si fuera necesario, «las eventuales des
viaciones» de los teólogos (pág.
13).
II. A los religiosos.
«Sois una gran riqueza de espiritualidad y de iniciativas apos
tólicas en el seno de la Iglesia.
De vosotros depende en buena
parte la suerte de la Iglesia ...
Vuestra vocación es iniciativa di
vina; un don· hecho a vosotros, y, al mismo tiempo, un regalo
para la Iglesia. Confiados en la fidelidad del que os llamó y en
la
fuerza del Espíritu, os habéis puesto a disposición de Dios
con los votos de pobreza, castidad consagrada
y obediencia, y
esto no por un tiempo, sino para toda la vida, con un compro
miso irrevocable. Habéis pronunciado en la fe un sí para todo
y para siempre... Vosotros sabéis amar. La calidad de una per
sona se puede medir por la categoria de sus vínculos. Por eso
cabe decir gozosamente que vuestra libertad se ha vinculado li
bremente con Dios con un voluntario servicio, en amorosa ser
vidumbre. Y, al hacerlo, vuestra humanidad ha alcanzado ma
durez» (pág.
80).
1021
Fundaci\363n Speiro
V,CTORJNO RODRJGUEZ, Q. P.
«Hay que recuperar la confianza en el valor y actualidad de
los conse;os evangélicos, que tienen su origen en
las palabras
y
en el ejemplo de Jesucristo ...
Es la sinceridad real en el se
guimiento radical de Cristo la que atraerá vocaciones a vuestros
institutos, ya que los ¡óvenes buscan precisamente esa radica
lidad evangélica, El Evangelio es definitivo y no pasa. Sus crite
rios
son para siempre. No podéis hacer "relecturas" del Evan
gelio según
los tiempos, conformándoos a todo lo que el mun-
do pide» (pág.
83). ·
«Tenéis que evitar todo lo que pueda hacer creer a los fieles
que existe en la Iglesia un doble magisterio, el auténtico de la
Jerarquía y el de los teólogos y pensadores, o que las normas
de la Iglesia han perdido hoy su vigor» (pág. 84).
«Procurad educar integralmente, inculcar
un profundo res
peto
y amor a la Iglesia y animar a una sincera adhesión a su
magisterio. No seais portadores de dudas
o de "ideologias", sino
de
"certezas" de
fe
... Todo
esto hay que tenerlo especialmente
presente cuando vuestros Oyentes son religiosas que siguen vues
tros cursos y oyen vuestras conferencias ... ; hay que salvar la ¡;..,
delidad al pensamiento y a las normas de la Iglesia; más con
cretamente,
en campo doctrina/
y en materia litúrgica» ( pági
na 84).
«La fidelidad al Magisterio no es un freno para una recta
investigación, sino condición necesaria de auténtico progreso de
la verdadera doctrina« (pág. 84).
«El consagrado es una persona que, renunciando al mundo
y a si mismo, se ha entregado por completo a Dios y, lleno de
Dios, vuelve al mundo para trabajar por el Reino de Dios y por
la Iglesia ...
La vida y actividad del consagrado no se pueden
reducir a un horizontalismo terreno, olvidando esta consagra
ción a Dios y esa obligación de impregnar el mundo de Dios.
En todas
vuestras actividades
tiene que estar presente este fin
teológico» (pág. 85).
1022
Fundaci\363n Speiro
LA SIEMBRA DE JUAN PABLO II EN ESPANA
III. A los sacerdotes.
«En la conciencia de vuestra llamada por parte de. Dios ra
dica, a la
vez, el
secreto de vuestra
identidad sacerdotal. Las pa
labras del profeta]eremias sugieren esa identidad del sacerdote
como llamado por una elección, consagrado. con una unción, en
viado por una misi6n . .. ·Participes de la unci6n sacerdotal de
Cristo
y de su misi6n, los presb!teros actúan "in persona Chris
ti"
(pág. 216).
«En este contexto de entrega total, de uni6n a Cristo
y de
comuni6n con su dedicación exclusiva
y definitiva a la obra del
Padre se comprende la obligación del celibato
.. No
es una limi
taci6n, ni una frustración.
Es la expresi6n de una donaci6n ple
na,
de una consagraci6n peculiar, de una disponibilidad absolu
ta.
AJ don que Dios otorga en el sacerdocio, responde la entre
ga del elegido
con tod_o su ser, con su coraz6n y con su cuerpo,
con el significado esponsal que tiene, referido al amor de Cris
to y a la entrega total a la comunidad de la Iglesia, el celibato
sacerdotal. El alma de esta entrega es el
amor. Por el celibato
no se renuncia al amor, a la facultad de vivir
y significar el
amor en la vida; el
coraz6n y las facultades del sacerdote que
dan impregnados con el amor de Cristo, para ser en medio de
los hermanos
testigo de una caridad pas\oral sin fronteras» (pá
gina 218).
«Ante todo, configurados con el Señor, debéis
celebrar la
Eucaristía, que no es un acto más de _vuestro ministerio; es la
raíz y la razón de ser de vuestro sacerdocio. Seréis sacerdotes.
ante todo, para celebrar y actualizar el sacrificio de Cristo» (pá
gina 219).
«No temais
asi ser
separados de vuestros fieles y de aquellos
a quienes vuestra misión os destina. Más bien os separaría de
ellos el olvidar o descuidar el sentido de la consagraci6n que
distingue vuestro sacerdocio. Ser uno más en la profesión, en
el estilo de vida, en el
modo de
vestir, en el compromiso
po
litico,
no os ayudarla
a realizar
plenamente vuestra· misi6n;
de,
1023
Fundaci\363n Speiro
VICTORINO RODRIGUEZ, O. P.
fraudar!ais a vuestros propios fieles, que os quieren sacerdotes de
cuerpo entero:
liturgos, maestros, pastores, sin de;ar por ello de
ser, como Cristo,
hermanos y amigos. Por eso, haced de vuestra
disponibilidad a Dios una disponibilidad para vuestros fieles.
Dad/es el verdadero pan de la palabra, en la fidelidad a la ver
dad de Dios
y a las enseñanzas de la Iglesia. Facilitad/es todo
lo posible el acceso a los sacramentos y, en primer lugar, al sa
cramento de la penitencia) signo e instrumento de la misericor
dia de Dios y de la reconciliación obrada por Cristo, siendo
vosotros mismos asiduos en su recepción» (pág. 220).
«La oración, sello
distintivo de vuestra piedad sacerdotal»
(pág. 216). Se lo dirá también a los seminaristas: «Ofreced a
Cristo vuestro corazón ;oven en la meditación y en la oración
personal. La oración es el fundamento de la vida espiritual ...
Que
vuestra oración sea
la expresión concreta de vuestro amor
a Cristo» (pág. 226).
IV. A las religiosas.
«Vuestra opción por la castidad perfecta y vuestra obedien-·
cia
religiosa han venido a completar vuestra donación de amor
y a convertir vuestra vida comunitaria en
una realidad
teocén
trica y cultual; así toda vuestra vida queda consagrada y re
sulta un testimonio vivo del Evangelio.
La Iglesia y el mundo
necesitan poder ver el Evangelio vivo en vosotras»
(pág. 240).
«Además de vuestra vida en
común, vuestro
modo de com
portaros y aun vuestro modo de vestir
-que os
distingue siem
pre como religiosas- son en medio del mundo una predica ción constante e inteligente, aun sin palabras, del mensa;e evan
gélico/ os convierten no én meros signos de los 'tiempos, sino
en signos de vida eterna en el mundo de hoy» (pág. 240).
« Y cuando se trate de comunicar a los otros vuestro men
saie procurad transmitir siempre las certidumbres de la fe y no
ideologías humanas que pasan» (pág. 241). «Impartid la doc trina Integra, sólida
y segura; utilizad textos que presenten con
1024
Fundaci\363n Speiro
LA SIEMBRA DE JUAN PABW II EN ESPA&A
fidelidad el magisterio de la Iglesia. Los jóvenes tienen derecho
a no ser inquietados
por hipótesis o tomas de posición aventu
radas, ya que aún no tienen la capacidad de juzgar» (pág. 241).
«Por ello, vuestro primer deber apostólico como
maestras,
educadoras
y religiosas es vuestra propia santificación» (página
241).
V. A los teólogos.
«La función esencial y específica del quehacer teológico no
ha cambiado
ni puede cambiar...
La fe
es la
raiz vital
y perma
nente de la teologia, que brota precisamente del preguntar
y
buscar, intrinsecos a la misma fe, es decir, de su impulso a com
prenderse a si misma, tanto en
su opción
radicalmente libre de
adhesi6n personal a Cristo, cuanto en su asentimiento al con
tenido de la revelación cristiana. Hacer teología es, pues, una
tarea exclusivamente propia del creyente en cuanto creyente, una
tarea vitalmente suscitada y en todo momento sostenida por la
fe, y por eso pregunta
y búsqueda ilimitada» (pág. 51).
«La situación de la cultura actual, doininada por los méto
dos y por la forma de pensar propios de las ciencias naturales,
y fuertemente influenciada por las corrientes
filosóficas que pro
claman
la validez exclusiva del principio de verificación empí
rica, tiende a dejar en silencio la dimensión trascedente del hom bre, y por eso, lógicamente, a omitir o negar la cuestión de Dios
y de la revelación cristiana. Ante esta situación, la teologia está
llamada a concentrar su
reflexión en
los que son sus temas ra
dicales
y decisivos: el misterio de Dios, del Dios Trinitario, que
en Jesucristo se ha revelado como el Dios-amor; el misterio de
Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, que con su vida y men
saje, con
su muerte
y resurrección, ha iluminado definitivamente
los aspectos más profundos de la existencia humana;
el misterio
del hombre,
que en la tensión insuperable entre su finitud y su
aspiración
ilimitada lleva dentro
de si mismo
la pregunta
irre··
nuncíable
del sentido último de la vida.
Es la teologla misma
1025
Fundaci\363n Speiro
VICTORJNO RODRJGUEZ, O. P.
la que impone la cuestión sel hombre para poder comprenderlo como destinatario de la gracia y de la revelación de Cristo» (pá
gina 52).
«Aquí
se· funda
la grave responsabilidad del teólogo, quien
debe tener siempre presente que el Pueblo de Dios, y ante todo
los sacerdotes y futuros sacerdotes que han se educar la fe de
ese pueblo, tienen el derecho a que se les explique sin ambigüe
dades ni reducciones las verdades fundamentales de la fe cris tiana» (pág. 53).
«Por eso el magisterio eclesial no es una instancia ajena tl
la teologia, sino intrlnseca y esencial a ella. Si el teólogo es ante
todo y radicalmente un creyente,
y si su fe csistiana es fe en la
Iglesia de Cristo y en el magisterio, su labor teológica no podrá
menos de permanecer fielmente vinculada
a su
fe eclesial, cuyo
intérprete auténtico y vinculante es el magisterio» (pág. 53). «Magisterio y teología tienen una función diversa. Por eso
no pueden ser reducidos uno al otro ... Pero no son dos tareas
opuestas, sino complementarias» (pág. 54). «La enseñanza sin la investigación corre el peligro de caer
en la rutina de la repetición. Sabed ser creativos
cada día,
para
lo cual tenéis que estar en vanguardia de las cuestiones actua
les mediante una lectura asidua de las publicaciones de más alta
calidad
y el duro esfuerzo de la reflexión personal» (pág. 54).
VI. A los -universitarios e intelectuales.
«Una fe que no se hace cultura es una fe no plenamente
acogida, no totalmente
pens,¡da, no
fielmente vivida» (página
94). «Es cierto que ciencia y fe representan dos órdenes de co
nocimiento distintos, autónomos en sus procedimientos, pero
convergentes finalmente en el descubrimiento de la realidad in
tegral que tiene su origen en Dios» (pág. 97).
«Nuestra época tiene necesidad de
una ciencia del hombre,
de una reflexión e investigación originales. Al lado de las cien
cias fisicas o biológicas es necesario que los especialistas de las
1026
Fundaci\363n Speiro
LA SIEMBRA DE JUAN PABLO II EN ESPAAA
ciencias humanas den su contribución. Está en ;uego el servi
cio del hombre, porque es una res sacra, como bien diio Séneca.
La amplitud de los temas enunciados podria desanimar a los in
vestigadores o pensadores aislados. Por esto, hoy más que nun
ca, la investigación debe realizarse en común» (pág. 99 ).
«Una exigencia particularmente importante hoy para la re
novación cultural es la apertura a lo universal. En efecto, se ad
vierte con frecuencia que la
pedagogia queda
reducida a la pre
paración de los estudiantes para una profesión, pero no para la
vida, porque, más o menos conscientemente, se ha disociado, a
veces, la educación de la instrucción. Sin embargo, la Universi
dad debe desempeñar su función indispensable de educación.
Esto supone que los educadores sepan transmitir a los estudian
tes, además de la ciencia, el conocimiento del hombre mismo, es
decir, de su propia dignidad, de su historia, de sus responsabili
dades morales y civiles, de su destino espiritual, de sus
lazos con
toda
la humanidad. Ello exige que la pedagog/a de la enseñanza
se base en una imagen coherente del hombre, en una concepción
del universo que no parta de concepciones apriorísticas y que
sepa también acoger
lo trascendente. Para los católicos, el hom
bre ha sido criado a imagen de Dios,
y está llamado a trascender
el universo» (pág. 100). «Finalmente, el progreso de la cultura está unido, en defini
tiva, al crecimiento moral y espiritual del hombre. Porque es por
medio de su espiritu que el hombre se
realiza en
cuanto tal.
Para ello hay que tener una visión del hombre integral. Por eso
la Iglesia siente la responsabilidad de defender al hombre contra
ideologias teóricas o prácticas que lo reducen a objeto de pro
ducción o de consumo, contra
las corrientes fatalistas que para
lizan los ánimos; contra el
permisivismo moral
que abandona al
hombre
al vado del
hedonismo; contra las ideologias agnósticas,
que tienden
á desalojar a Dios de la cultura» (pág. 101).
«Y, ojalá que
en vuestro deber bien cumplido, en
vuestro
servicio
a la humanidad, encontréis esa Verdad total que da
sentido pleno al hombre y a la creación. Esa Verdad que es el
horizante dé vuestra
búsqueda» (pág. 102).
1027
Fundaci\363n Speiro
VICTORJNO RODRJGUEZ, O. P.
VII. A los políticos y diplomáticos.
«La Iglesia, respetando gustosamente los ámbitos que no le
son propios, señala un rumbo moral, que no es divergente o
contrario, sino que coincide con las exigencias de la dignidad
de la persona humana
y los derechos y libertades a ella inheren
tes. Y que constituyen la plataforma de una sana sociedad. Es
16gico a la
vez que, fiel
a su deber
y aún respetando la autono
mla del orden temporal, la Iglesia pida la misma consideraci6n
hacia su misi6n, cuando se trata de la esfera de cosas que miran
a Dios
y que rigen la conciencia de sus hl¡os. En las diversas ma
nifestaciones de
su vida
personal
y social, privada y pública» (pá
gina 59). «Os deseo que se salvaguarde siempre la libertad solidaria
y
responsable, ese don precioso de la persona humana y fruto de
su dignidad. Y que vuestro sistema de libertad se base en todo momento en la observancia de los valores morales de la misma
persona.
As/ podrá ella realizarse de veras, individual y colecti
vamente» (pág. 607). «La funci6n necesaria de la ética en las relaciones interna
cionales no puede extrañar; detrás de cada Estado y Gobierno
hay siempre unos pueblos, unos grupos humanos
y más concreta
mente unas personas revestidas de dignidad espiritual, sujeto,·
siempre de derechos
y deberes inalienables. La persona huma
na, con sus exigencias trascendentes y eternas, es criterio y me·
dida de los esfuerzos de toda política, incluso internacional ...
Los derechos del poder
civil no
pueden ser entendidos de otro
modo más que en base al respeto de los derechos
ob¡etivos e
inviolables
del hombre. En otras palabras, el poder de los
Es
tados y las relaciones internacionales deben ser e;ercidos según
normas éticas exigidas por la dignidad de los pueblos
y de · /as
personas»
(pág. 66).
«Pensad
-dec!a el
mismo
dia a
los representantes
de los
medios de comunicaci6n social- en vuestras familias
y en vues
tros hijos, receptores asimismo de un· gran número de mensajes;
1028
Fundaci\363n Speiro
LA SIEMBRA DE JUAN PABW II EN ESPA1M
algunos de los cuales no edifican, no construyen, sino que trans
miten una idea degradada del hombre y de su
dignidad, en
aras
quizá del
permisivismo
sexual, de
la ideología de
moda, de
una
critica antirreligiosa de viejos resabios o
de. una
cierta condes
cendencia ante fenómenos como la violencia» (págs. 69-70).
VIII. A los representantes del apostolado seglar.
«La primera actitud del testigo de la fe es profesar esa mis
ma fe que se predica, dejándose convertir dócilmente por el Es plritu de Dios y conformando su vida
a esa
sabiduría divina. En
cuanto testigos de Dios, no somos propietarios discrecionales del
anuncio que recibimos; somos responsables de un don que hay que transmitir con fidelidad ... No se trata de amoldar el Evan
gelio a la sabiduría del mundo. Con palabras que podrían tra
ducir la experiencia de San Pablo, hoy se podría afirmar: no son
los análisis de la realidad, o el uso de las ciencias sociales, o el
manejo de la estadlstica, o la perfección de métodos y técnicas
organizativas -medios útiles e instrumentos valiosos a veces
los que determinarán los contenidos del Evangelio recibido profesado. Y tanto menos será
la connivencia con ideologías secula
res la que abra los corazones al anuncio de la salvación. Como
tampoco deberá dejarse seducir el apóstol por la pretendida sa
biduría de
"los príncipes
de este
siglo", cifrada
en el poder, en
la riqueza y en el placer, que al proponer el espejismo de una
felicidad humana, de hecho aboca, a los que sucumben a su cul
to, a una total destrucción» (págs. 128-129 ).
«La vocación cristiana es esencialmente apostólica; sólo en
esta dimensión de servicio al Evangelio el cristiano encontrará
la plenitud de su dignidad
y responsabildiad... Los laicos... es
tán llamados a la santidad y son enviados a anunciar y realizar
el reino de Cristo hasta que El vuelva. Si queréis ser fieles a esa dignidad, no es suficiente acoger pasivamente las riquezas
de la fe que os han legado vuestra tradición y vuestra cultura.
Se os confía un tesoro, se os otorgan talentos que han de ser
1029
Fundaci\363n Speiro
VICTORINO RODRIGUEZ, O. P.
asumidos con responsabilidad para que fructifiquen con abun
dancia» (pág. 129-130). «El mismo Evangelio nos apremia
a compartir toda situaci6n
y condici6n del hombre con un amor apasionado por todo lo que
concierne
a su
dignidad
y sus derechos, fundados en su condición
de criatura de Dios, hecho a su imagen y semejanza, participe
por la gracia de Cristo de la filiación divina. El Concilia Vati
cano II subrayó justamente que la tarea primordial de los segla res católicos es la de impregnar y transformar todo el tejido
de la convivencia humana con los valores del Evangelio, con el
anuncio de una
antropología cristiana que de estos valores deri
va»
(pág. 130).
IX. A los trabajadores y empresarios.
«El concepto cristiano del trabajo ve en éste una llamada a
colaborar con el poder
y amor de Dios para mantener la vida
del hombre
y hacerla más co"espondiente a su designio. Así en
tendido, el
trabajo no
es una necesidad biológica de subsisten
cia, sino un deber moral; es un acto de amor y se convierte en
alegría: la alegria profunda de darse, por medio del trabajo a la
propia familia y a los demás, la alegría íntima de entregarse a
Dios
y de servirlo en los hermanos, aunque tal donación con
lleva sacrificios. Por eso el trabajo cristiano tiene sentido pas
cual» (págs. 196-197). «La falta de trabajo va contra el derecho al trabajo, enten
dido
-en el
contexto global de los demás derechos fundamen
tales- como una necesidad primaria,
y no un privilegio de sa
tisfacer las necesidades vitales de la existencia humana a través
de la actividad laboral ...
La Iglesia, a través de su magisterio
social, recuerda que las vías de solución justa de este grave pro
blema exigen hoy una revisión del orden económico en su con
junto. Es necesaria una. planificación global y no simplemente
sectorial de la producción económica: es necesaria una correcta
y racional organización del trabajo, no sólo a nivel nacional, sino
1030
Fundaci\363n Speiro
LA SIEMBRA DE JUAN PABLO II EN ESPANA
también internacional; es necesaria la solidaridad de todos lo,
hombres del traba¡o» (pág. 198).
«Al invitaros a reflexionar sobre la concepción cristiana de
la empresa quisiera, ante todo, recordaros que por encima de sus
aspectos técnicos y económicos --en lo que sois maestros- hay
uno más profundo: el de su dimensión moral. Economía y téc
nica} en efecto, no tienen sentido si no son referidas al hombre,
al que deben servir. De hecho el trabajo es para el hombre, y
no el hombre para el trabajo; por consiguiente, también
la em
presa es para
el hombre, no el hombre para la empresa. Superar
la innatural
e ilógica antinomia enrre capital y trabajo -exaspe
rada a menudo artificialmente por la lucha de clases programa
da-_ es, para una sociedad que quiere ser ;usta, una exigencia
indispensable, fundada sobre la primacía del hombre sobre las
cosas» (pág. 200).
«Por su misma dinámica intrlnseca, la empresa está
llamada
a
realizar, bajo vuestro impulso, una función social -que
es
profundamente ética-: la
de contribuir al perfeccionamiento del
hombre, de cada hombre, sin ninguna discriminación; creando las
condiciones que hacen posible un trabajo en el que, a la vez que
se desarrollan las capacidades personales, se consiga una produc
ción eficaz y razonable de bienes y servicios y se haga
al hombre
consciente
de trabdjar realmente en algo propio ... Las relaciones
de trabajo son, ante todo, relaciones entre seres humanos y no
pueden medirse con el único método de la eficacia» (pág. 201).
X. A las familias cristianas.
«Hoy más que núnca se hace también necesario este impulso
interior del Esplritu. Para que con él vosotros, los esposos cris
tianos) aún viviendo en arizbientes donde las normas de vida cris
tiana no sean tenidas en la. justa consideración o puedan no ha
llar el debido eco en la vida social o en los medios de comuni
cación más accesibles al hogar, seáis capaces de realizar el pro
yecto cristiano de la vida familiar. Resistiendo y superando con
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VICTORINO RODRIGUEZ, O. P.
el dinamismo de vuestra fe cualquier presión contraria que pue
da presentarse. Sabiendo discernir entre el bien y el mal, no fal
tando a la obediencia
debida a
los preceptos del Señor, continua
mente recordados por el
Espiritu a
través del magisterio de la
Iglesia ... El matrimonio es
una comunión
de amor indisoluble ...
Por ello, cualquier ataque a la indisolubilidad conyugal, a la par
que es contrario al proyecto original de Dios, va también contra
la dignidad y la verdad del amor conyugal. Se comprende, pues,
que el Señor, proclamando una norma válida para todos, enseñe
que
no le es lícito al hombre separar lo que Dios ha unido ...
Estáis llamados a vivir ante los demás la plenitud interior de
vuestra unión fiel y perseverante, aun en presencia de normas
legales que puedan ir en otra dirección. Así contribuiréis al bien
de la institución familiar, y daréis prueba -contra lo que al guno pueda pensar- de que el hombre y la mujer tienen
capa
cidad de donarse para siempre;
sin que el verdadero concepto de
libertad impida una donación
voluntaria y perenne» (págs. 72-33)
«Además, según el plan de Dios, el matrimonio es una comu
nidad de
amor indisoluble
ordenado a la vida como continua
ción y complemento de los mismos cónyuges. Existe una rela ción inquebrantable entre el amor conyugal y la transmisión de
la vida, en virtud de la
cual, como
enseñó Pablo VI: Todo acto
conyugal debe permanecer abierto a la transmisión de la vida ...
Pero hay otro aspecto, aún más grave y fundamental, que se refiere al amor conyugal como fuente de la vida: hablo del res
peto absoluto a la vida humana, que ninguna persona o institu
ción, privada o pública, puede ignorar. Por ello, quien negara
la defensa a la persona humana más inocente y débil, a la per
sona humana ya concebida, aunque todavía no nacida, cometerla
una gravlsima violación del orden moral. Nunca se puede legi
timar la muerte de un inocente. Se minarla el mismo fundamento de la sociedad. ¿Qué sentido tendrla hablar de la dignidad
del hombre, de sus derechas fundamentales, si no se protege a
un inocente o se llega incluso a facilitar los
medios o
servicios,
privados o públicos, para destruir vidas humanas indefensas?» (págs. 73-74).
1032
Fundaci\363n Speiro
LA SIEMBRA DE JUAN PABLO II EN ESPANA
«Tratándose de un deber fundado sobre la vocación primor"
dial
de los cónyuges a cooperar con la obra creadora de Dios, le
compete el correspodiente
derecho de educar a los propios hi
¡os.
Dado su origen, es un deber-derecho
primario en compara
ción con la incumbencia educativa de otros,
insustituible e inali~
nable, esto es, que no puede delegarse totalmente en otros ni
otros pueden usurparlo. No hay lugar a dudas de que, en el
ámbito de la educación, a la
autoridad pública
le competen de
rechos
y deberes, en cuanto debe servir al bien común. Ella, sin
embargo, no puede sustituir a los padres, ya que su cometido es
el de ayudarles, para que puedan cumplir su deber-derecho de
educar a los propios hi¡os de acuerdo con
sus convicciones
mora
les y religiosas.
La autoridad pública tiene en este campo un pa
pel subsidiario» (pág.
7 5 ).
«Por otra parte, el derecho a la libertad religiosa quedar/a
desvirtuado en
gran medida si los padres no tuviesen la garan
tia de que sus hi¡os, sea cual fuere la escuela que frecuentan,
in"
cluso
la escuela pública, reciben la enseñanza y la educación re
ligiosa» (pág. 75).
«La familia es la única comunidad en la que todo hombre es
amado por si
mismo, por
lo que es y no por lo que
tiene. La
norma fundamental de la
comunidad conyugal
no es la de la
propia utilidad o del propio placer. El otro no es querido por lo
utilidad o placer que puede procurar; es querido
en sí mismo y
por sí mismo.La norma fundamental es, pues, la norma persona.
lista» (pág. 77).
XI. A los jóvenes.
«Hace unos momentos se nos invitaba a reflexionar sobre el
texto de las bienaventuranzas. En la base de ellas se halla una
pregunta que vosotros os ponéis con inquietud: ¿por qué existe
el mal en el mundo? Las palabras de Cristo hablan de persecu
ción, de llanto, de falta de
paz y de iniusticia, de mentira y de
insultos. E indirectamente hablan del sufrimiento del hombre en
su vida temporal.
Pero no se detienen abí. Indican también un
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VICTORJNO RODRIGUEZ, O. P.
programa para superar el mal con el bien... ¿ Es iésta solamente
una promesa de futuro? Las certezas admirables que Jesús da a
sus
disc!pulos, ¿se refieren s6lo a la vida eterna, a un reino de
los cielos situado más allá de la muerte? Sabemos bien,
queridos
¡6venes,
que este reino de los cielos es el reinio de Dios y que
está cerca ... Somos nosotrós, bautizados y confirmados en Cris
to, los llamados a acercar ese reino ... Vosotros, ióvenes españo
les, vencéis el mal con el bien cada vez que, por amor y a eiem
plo de Cristo, os libráis de la esclavitud de quienes miran a
tener 'más y no a ser más. Cuando sabéis ser dignamente senci
llos en un mundo que paga cualquier precio al poder; cuando sois limpios de coraz6n entre quien juzga s6lo en términos de
sexo, de apariencias o hipocresía; cuando construis la paz, en un
mundo de violencia y de guerra; cuando lucháis por la justicia
ante
la explotaci6n del hombre por el hombre o de una
naci6n
por
la otra; cuando con la misericordia generosa no buscáis la
venganza, sino que llegáis a amar al enemigo; cuando en medio
del dolor y las dificultades no perdéis la esperanza y la constancia en el bien, apoyados en el consuelo
y ejemplo de Cristo
y en el amor al hombre hermano. Entonces os convertís en
transformadores eficaces y radicales del mundo y en constructo
res de la nueva
civilizaci6n del
amor, de la verdad, de la justi
cia, que Cristo trae como mensaje» (págs. 113-114).
«¡J6venes! ¡Amigos!
Habéis de ser vosotros mismos, sin de
jaros manipular; teniendo criterios s6lidos de conducta. En una
palabra:
con modelos de vida en los que se pueda confiar, en
los que
podiiis reflejar
toda vuestra generosa capacidad creativa,
toda vuestra sed de sinceridad
y mejora social, sed de valores
permanentes
dignos de elecciones sabias. Es el programa de
lu
cha,
para superar con el bien el mal. El programa de las bien
aventuranzas que
Cristo os
propone» (pág. 115).
«Con esa transformaci6n interior se vence el mal, el
egols
mo,
las envidias, la hipocres/a
y se hace prevalecer el bien. Lo
hace prevalecer nuestro conocimiento de Dios como Padre. Y,
por lo tanto, la visión del hombre como objeto de amor divino, como imagen
de Dios,
con destino eterno» (pág. 116).
1034
Fundaci\363n Speiro
LA SIEMBRA DE JUAN PABLO II EN ESPARA
XII. A España y a Europa.
«Entre todos esos pueblos que no recbazaron, sino que hi
cieron de ta fe en Jesús el centro de su historia, está ta querida
España, profundamente cristiana» (pág. 107). «Esa fe cristiana
y cat6/ica que constituye la identidad del pueblo español» (pági
na 248). «Que sepáis iluminar desde
la fe
vuestro
futuro y
cons
truir sobre un humanismo
cristiano las bases de vuestra actual
convivencia» (pág. 264).
«Se debe afirmar que ta
identidad europea
es incomprensi
ble sin el cristianismo
y, que,
precisamente en él se hallan aque
llas ralees comunes, de las que ha madurado la
civilización del
continente, su cultura, su dinamismo, su actividad, su capacidad
de expansión constructiva también en los demás continentes; en
una palabra, todo lo que constituye su gloria.. . Y mientras ben
digo al Señor por haberlo iluminado con -su luz
evanf!¡élica desde
los
ar/genes de la predicación apostólica, no puedo silenciar el
estado de crisis en el que se encuentra, al asomarse al tercer mi
lenio de ta era cristiana ... Yo, obispo de Roma y Pastor de la
Iglesia universal, desde Santiago te lanzo,
vie;a Europa, un grito
lleno
de amor:
Vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus
orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que
hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los de
más continentes. Reconstruye
tu unidad
espiritual en un clima
de pleno respeto a las otras religiones y a las genuinas liberta
des. Da al César lo que es del César y a Dios lo que es de
Dios»
(págs.
258-259). _
Las llamadas más apremiantes.
He querido seleccionar los pasa;es más programáticos del men
sa;e papal. En un segundo subrayado aún señalarla estas cons
tantes en sus llamadas pastorales: fe y predicación Integra y cier
ta, sin reducciones, dudas o ambigüedades,- personalidad cristia-
1035
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VICTORINO RODRIGUEZ, O. P.
na en la vida individual, familiar y social; sentido ético de la
vida
socio-política; continuidad con la propia historia religiosa
y
mariana¡ sentido transcendente de la vida y dinamismo de es
peranza teologal; humanismo teocéntrico. El carácter teocéntri
co del humanismo predicado por Juan Pablo II lo he comproba
do anteriormente (ABC, 16 de enero de 1983) deseando evitar
algún mal
entendido. Pues bien, el mismo Juan Pablo II en la
reciente
alocución a
los Dominicos ( 5 de septiembre de 1983)
señala este primer principio de teocentrismo, válido para todos.
«El primero de estos principios es la afirmación de la primacía
absoluta de Dios
en la inteligencia, corazón y vida del hombre ...
Si no se acepta esta subordinación, si se exalta la
grandeza del
hombre
en detrimento
de la primacía de Dios, se llega al fra
caso de las ideologías que proclaman la autosuficiencia del ham
bre y dan origen
a la
proliferación de errores, cuyo peso sufre
el hombre moderno, sin conseguir sacudir el yugo cultural y
psicológico de aquéllas. Los fundamentos de la vida moral y so cial vacilan por doquier»
(Oss. Rom., 18 de septiembre de 1983).
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