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Número 219-220

Serie XXII

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Metafísica cristiana de la familia

METAFISICA CRISTIANA DE LA FAMILIA
POR
JUAN VALLET DE GOYTISOLO.
I
La actual crisis que padece nuestra sociedad tiene una de sus
causas principales en
la pérdida de la visión universal que la me­
tafísica proporcionaba y su
sustitución por

los múltiples enfoques
parciales que ha ensayado la filosofia moderna, idealista y racio­ nalista, de un modo totalizante y totalitario, tratando de imponer
a
la realidad sus esquemas mentales, como planos de una cons­
trucción, y de
efectuar su
edificación por medio de un cientismo
operativo. El mundo,
la naturaleza, las cosas, que se venían tratando de
contemplar en su
plenitud, en
la universalidad de su orden diná­
mico, trazado tanto física como metafisicamente, desde su crea­ ción, por la providencia de su Creador, deja de contemplarse así
por creer que este conocimiento es inasequible. Pero no sólo se duda de nuestra capacidad para la metafísica, sino que, incluso,
se niega la propia existencia de ese orden. Y, así, en adelante, ya
sólo se observa la singularidad de las cosas y de sus fenómenos,
empíricamente, con finalidades utilitarias y operativas, y, exclusi­
vamente, dentro del campo de las ciencias físicas, que, consecuen­
temente, se consideran como únicas verdaderas ciencias.
Ello ha traído la sustitución de la búsqueda de la verdad
como expresión de la plena realidad --estática y dinámica- del
mundo, por una voluntad operativa que trata de cambiar ese mundo y al mismo hombre; de rehacerlos mediante la racionali­
zación científica de todo, con
el empleo de toda clase de técnicas
de cuantificación social, a fin de fabricar nn mundo nuevo y un
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
hombre nuevo, aun cuando los resultados escapan al proyecto y
al control de quienes lo propusieron y pusieron en marcha.
Ante esto, para la
realizaci6n de esos proyectos, solo se atien­
de a los datos de esa ciencia operativa y
el obrar se regula por la
técnica. :s. S. JUAN PABLO II ha hecho sonar repetidamente su
voz de alerta. Una vez más el 14 de diciembre de 1982,
.en su
audiencia

con los miembros del I Congreso médico internacional
del «Movimiento en
favor de

la vida», ante quienes diagnosticó:
«Uno de los peligros más graves al que está expuesta nuestra
época, es efectivamente el divorcio entre ciencia y moral, entre
las posibilidades ofrecidas por una tecnología proyectada hacia
metas cada vez más sorprendentes y
las normas
éticas que emer­
gen de una naturaleza
cada vez más olvidada. Es necesario que
todas
las personas responsables estén concordes en volver a afir­
mar la prioridad de la ética sobre la técnica, el primado de la
persona sobre
las cosas, la superioridad del espíritu sobre la ma­
teria.
Sólo con

esta condición el progreso científico, que nos en­
tuSiasma por tantos- aspectos, no se transformará en una especie
de moderno Moloch que devora a sus incautos secuaces».
Hoy el hombre sufre
con mayor fuerza que nunca la tentación
del «Sereis como dioses». Se rebela contra su destino y pretende
elevarse a demiurgo de un mundo nuevo, de una nueva sociedad
y hasta de un hombre nuevo, obra suya. Pero cae en objeto de
experimentación de las ciencias y de
manipulación, tanto econ6-
mico-consumista,

como
política; es
movido por la propaganda y
la
111oda, socialmente

impuesta,s con las más dispares
técnicas de
dominio,

y amenazado con ser también biológicamente manipu­
lado.
Nos hallamos inmersos entre una fabricaci6n de modelos men­
tales producto
de las ideologías más desencarnadas, cuando nci
de

la
última utopía, y con una sumisi6n infrahumana a las téc­
nicas operativas más esclavizantes. Por lo demás, estos dos pa­
peles de demiurgo y de objeto no se comparten, sino reparten,
porque quienes detentan el poder y los tecnócratas a su servicio
asumen el primero e imponen el segundo al hombre-masa, aun-
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METAFISICA CRISTIANA DE LA FAMILIA
que la letra y la música de los mass media le proclaman «so­
berano», con una soberanía que queda en el papel.
El remedio, que
JuAN PABLO 11 nos muestra sin cesar, está
en
recuperar al

hombre en concreto, entero, en todas sus dimen­
siones. Para esto debemos saber qué somos, cuál es nuestto ori­
gen, nuestra función y nuestro fin.
La sabiduría no puede ser unidimensionaLNo puede consistir
en
iluminar solamente una parte de la realidad
y dejar lo demás
en
la oscuridad. Po~ esto no se agota con las ciencias, en la «fí­
sica» en su sentido lato. Debe, además, alcanzar la metafísica
-es decir, aquellos saberes que están más allá de la física-, que
estudia -como
explicó ARISTÓTELES--

el ser en tanto que ser
y
sus atributos esenciales, considerándolo en general y no sólo en
una parte -como hacen las otras ciencias particulares-- e inves­
tigando los primeros principios
y las causas más elevadas, como
ciencia que es de las
causas fottnales y finales -----<1 diferencia de
la
física, que

es
la ciencia de las causas materiales y eficientes--.
La metafísica tradicional se halla donde
EINSTEIN creía vislumbrar
-aunque con otro
contenid<>--la metafísica del futuro: o sea,
entre el «miedo a la metafísica», que es una
«enfermedad de
la
actual filosofía empírica»,
y el «filosofar en las nubes, que creía
poder deshacerse
y prescindir de lo dado por los sentidos», ilu­
sión de la filosofía idealista a
la cual la edad moderna se adhirió
a partir de DESCARTES.
Se halla entre ambas posturas; pero, por encima de ambas,
sobre las dos, porque nuestra mente dispone de dos caminos que
debemos recorrer, constantemente de ida
y de. vuelta, para en­
riquecer recíprocamente los conocimientos que uno y otro nos
proporcionan.
Por uno -que de ser ángeles nos bastaría- captamos en
la realidad de
las cosas,

los primeros principios teóricos o especu­
lativos, por
la facultad intelectiva auxiliada por el hábito lla­
mado
intellectus principiorum, que nos permite conocer al ser y
la verdad, que no es sino la adecuación de la cosa y el entendi­
miento, haciéndola inteligible;
y, par el cual, partiendo de ese
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
conocimiento de lo verdadero, también captamos ( constituyendo
el hábito natutal
de la sindéresis) los primeros principios de la
razón práctica u operativa,. que nos permiten juzgar
lo bueno y
lo'malo.
Por el otro, partimos de los juicios prudenciales, de lo sin­
gular, bien compulsados y completados por la inducción; y así.
del

conocimiento de hechos y cosas singulares, ascendemos a lo
universal y nos elevamos
de los

efectos a las causas, enlazando
con los principios teóricos y prácticos de nuestra razón.
Una y otra vía, como
hemos dicho,

deben complementar nues­
tro saber. Nuestro
inte/lectus principiorum y nuestra sindéresis
adquieren con

la experiencia mayor perspectiva, se enriquecen. Y
nuestra
inducción y

nuestros juicios prudenciales logran mayor
penetración, resultan más esclarecidos,
aléazan a

ver más lejos
con mayor perspicacia y con mejor aptitud para lograr certeza en
las previsiones, a través
de la incertidumbre de los sucesos; es
decir, perfeccionando las cualidades que
SAN ISIDORO
DE SEVILLA
estimaba derivadas de la prudencia.
El enunciado de nuestro titulo añade al sustantivo
metafísica
el calificativo cristiana. Rememora el viejo problema de saber en
qué medida la
metafísica se

funde con la teología y en
cuál tiene
por objeto el contenido de la fe cristiana. Es sabido que la teo­
logía
es 1a ciencia de la Revelación, es decir, de la fe en ella, de
acuerdo con la tradición del magisterio de la Iglesia;
y la meta­
física consiste

en
el conocimiento

racional, con bases propias, de
los mismos objetos explicitados por la teología. Pero cuando la
metafísica, identificada con
el saber

racional, llega a su objeto
primario de estudio de la verdad, la del ser en su mayor univer­
salidad, se encuentra con la teología como explicación, aunque
basada en la fe de lo que nos trasciende y que la
raz6n sola
únicamente atisba.
Como decía JUAN PABLO II al cuerpo académico de la Uni­
versidad
de Padua, «el estudio de la verdad, en cuanto a tal, co­
rresponde a aquélla noble disciplina que se llama metafísica, la
cual coloca en su lugar los diferentes aspectos· de la verdad y los
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METAFISICA CRISTIANA DE LA FAMILIA
integra de modo jerárquico reconstruyendo en el plano del cono­
cimiento, aquella unidad profunda de las cosas que tiene lugar de antemano en el
plano del

ser».
11
Esta introducci6n nos puede ayudar para la observaci6n más
lúcida del
planteamiento actual
de los derechos y deberes
en
la familia y de la familia en la sociedad y ante el Estado y las or­
ganizaciones
internacionales.
Hoy está de moda plantear la perspectiva de los
desiderata,
estimados de justicia, como derechos humanos, es decir, por su
lado activo. Antes, en el medievo y, después, en los inicios de
la edad moderna entre los
te6logos y

juristas
hispánicos se
enfo­
caba, por
el contrario, desde la perspectiva de los deberes del
Príncipe, y de quienes ostentaban
el poder, para con los súbditos.
Deberes que incluían lo que no debían hacer, lo que
debían per­
mitir

y lo que debían hacer para procurar el bien de su pueblo.
Esos deberes, aunque, a veces, se incorporaban en textos que hoy
catalogaríamos de constitucionales -como los Usatges del Con­
dado de Barcelona o la
Carta Magna inglesa- y, en otras, en las
denominadas cartas pueblas
-o cartas de población, franquicias
o fueros- se entendían, de una parte, como conclusiones con­
cretas concreciones de
un ordo natura/is trascendente a las vo­
luntades del príncipe y del pueblo, y, de otra,
como fuente po­
sitiva de libertades y franquicias concretas frente al poder. De­
cimos concretas en contraposición a abstractasi no en ~ sentido
de individuales, pues, muchas de ellas, se referían a la familia
o a su
localizaci6n en
el hogar, la casa, como receptáculo y re­
fugio inviolable,
y, otros., a la comunidad ciudadana o aldeana
de la que se tratase.
Pero, desde el siglo de las luces, la perspectiva se invierte.
No solo por ser enfocada desde los derechos del hombre, como
individuo abstracto, sino por su fundamento idealista, inmanente
en la conciencia del hombre o derivado de
un imaginario.

pacto
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JUAN V ALLBT DE GOYTISOLO
social. Si este pacto ha erigido el inmenso poder del Leviathán
encamado en
el Estad01 moderno, aquella conciencia hipertrofiada
en
la denominada «conciencia universal» es el actual residuo del
derecho natural idealista, a veces racionalista
y otras utópico, na­
cido de
la Ilustración.
Esa dimanación de la conciencia universal
--<:0nfundida con
la

opinión pública,
y ésta co(l las manifestaciones y consignas que
trascienden
en y de los mass media-, la formulación generalizada
y abstracta de las, declaraciones y l,as deducciones sacadas mono­
linealmente, con visión parcial
y unilateral, ha favorecido el indi­
vidualismo de los miembros de la familia que llevan a destruirla,
y a que su derecho a la protección del Estado facilite que éste
encadene lo que de
ella va quedando.
Del derecho a la libertad de cada persona ( arr. 3 de la Decla­
ración universal

de Derechos del Hombre, proclamada por la Or­
ganización de las Naciones Unidas) se pretende deducir la dispo­ nibilidad por la mujer de lo que
lle"a en

sus entrañas. Su derecho
a abortar1 primero, y, después, en una .socialización antisocial, su
derecho a que el Estado, a través de su seguridad social, la sub­sidie el ejercicio gratuito de ese sedicente derecho a matar el
fruto que lleva en sus entrañas, de modo que todos cooperemos
económicamente a pagar
el costo de ese asesinato. El derecho a la
libertad de expresión ( art.
19) permite hacer impunemente la
apología de ese crimen. Y el dogma de la igualdad (art.
1) sirve
de apoyo para reclamar que toda embarazada pueda hacer en el
propio país gratuitamente lo que -se asegura- otras, más favo­ recidas por la fortuna, hacen en
el extranjero

con menor sacrificio
económico de su parte.
De la libertad de contraer matrimonio solo por el libre y pleno
oonsentimiento de los esposos (art. 16, 2), se deduce que solo ese
consentimiento continuado lo conserva; por lo tanto, al faltar éste,
se tiene derecho a \::lisolverlo; con lo cual se desvirtúa la institución
matrimonial
y se hace inestable la familia.
De
la igualdad de derechos y libertades sin disti.nción de sexo
( art.
1 ), no solo se deduce la igual dignidad del marido y de la
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METAFISICA CRISTIANA DE LA FAMILIA
mujer, sino que se pretende igualar, casi hasta lo imposible, sus
funciones en el matrimonio, lo que está trayendo la desinterioriza­
ción y la desintegración de la
familia con una terrible crisis de la
juvetud en una
rebeldía y

un nihilismo que hoy la aflije y compro­
mete su futuro.
Del derecho de la
familia a su protección por el Estado ( ar­
tículo 16. 3) y del derecho a la educación
(art. 26), está dimanando
de hecho, en muchos países, el dominio
por el Estado de todos
los medios económicos y educativos precisos,
~a así «colonizar»
a todas las familias, o,
por lo

menos, a la gran mayoría
de ellas.
III
Todas estas pretendidas consecuencias, que van ~etrando
incluso
en las legislaciones
de los países con población en su ma­
yoría católica, nos muestran la pérdida de la
fe cristiana, un de­
bilitamiento de la sindéresis y un fallo del juicio prudencial.
La verdadera
fe en la Revelación y :la metafísica bien fundada van
siendo
suplantadas, con el apoyo de la ignorancia y el oscureci­
miento de la inteligencia que, en palabras de
\SCIACCA -al perder
sus límites ha caído
en, la stupiditil-por el voluntarismo racio­
nalista y operativo que pretende construir un ¡nuevo modelo poié­ ticamente ideado, es decir, imaginado -utópico- de sociedad,
de familia e incluso de hombre.
Es necesario retomar el conocimiento de
la ontología, pe­
netrando

desde su
raíz en

el conocimiento de la antropología filo­
sófica, y, con
el auxilio de la teología, hay que profundizar el
estudio
de la revelación divina de cómo
fue creado
el hombre.
Los hombres no somos pura esencia, pues_ además existimos.
Somos seres vivos, animales en el sentido lato de ;,sta palabra,
mamíferos superiores.

Pero nos destacamos de todos los demás:
por esa chispa divina que es nuestra inteligencia; la capacidad de
abstraer lo inteligible en lo sensible; la aspiración a conocer las
verdades que escapan a nuestros sentidos; nuestra
,emotividad
ante la belleza; la aptitud que tenemos, en mayor o menor grado,
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
para lograr algunas de sus realizaciones; nuestra )lctividad poiética
y
la capacidad de admirar en una especie de convivencia con las
leyes de la naturaleza; nuestro sentimiento µe lo bueno y de lo
malo, de lo justo y de lo injusto; nuestra intuición de
la divinidad
y

de la eternidad; la libertad que, por encima de nuestros instin­
tos nos permite guiarnos por nuestra razón y formarnos la volun­
tad; nuestra aspiración de alcanzar las verdades divinas y ganar la
vida eterna; la capacidad de amar al semejante herido y cuidarle
en su debilidad durante años; la de amar también a quienes se
hallan más allá de la vida
y hasta después de la muerte, pues s6lo
el hombre ha construido tumbas y pensado en el camino hacia el
más allá; la de amar y servir
al Creador y comprender el orden
físico y metafísico por
él ínsito en el cosmos y, con él, de una
parte, la imposibilidad de
variar los

parémetros que regulan
el
curso de los astros por la gravitación, y, de otra, atisvando las
leyes físico-químicas, la posibilidad de utilizar cada vez mejor la energía; así como la capacidad de sentir
la existencia de un orden
moral que regula nuestra libertad y ordena las relaciones entre
nosotros, los hombres, como animales sociales, pero racionales
que somos:
a) Como seres por participaci6n del Ser infinito, del Ab­
soluto, eternamente acio, de quien dimanamos, pues nues­
tro origen, al ser seres finitos, necesita de un acto creador suyo, como Ser, que siempre Es, que nos ha dotado de la
potencia precisa para que lleguemos a ser en acto y nos
vayamos realizando a medida que nos perfeccionemos. Por
esoi no podemos considerarnos como seres autónomos,
perdiéndonos sucesivamente en el laicismo, el ateismo
y
el agnosticismo.
b) En nuestra existencia, somos cuerpo y espíritu, materia­
forma.
Integración de ambas, pues separadas no existen,
y ni la una ni la
otra son
entes de por
sí. Por eso, si ol­
vidamos qne somos algo más que materia, por pensante
que la supongamos, vamos a parat
al materialismo, sea
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un hedonismo liberalista o bien un .socialismo que trata de convertir en providencia al Estado
y que, al final, nos
encierra, con la dialéctica del
=terialismo histórico,

en
un
archipiélago de

GULAG, allí donde el espejismo nos
mostraba un
mundo feliz,

sin clases ni Estado.
O bien,
abstrayendo nuestro espíritu de nuestro cuerpo, como si
éste solo fuese un vestido temporal, y haciendo a aquél
soberano de éste, nos consideramos espíritus puros con el
riesgo de perdernos en un angelismo desencarnado, con
alas de cera, como !caro, y sin equilibrio, para acabar pre­
cipitados
!y hundidos en cualquier bestialis!Jlo.
Además, ni zoológicamente como animales, ni como seres do­
tados de inteligencia, ni en nuestro alumbramiento individual, ni al irnos haciendo con nuestro desarrollo
y perfeccionamiento: no
somos seres aislados. No nos engendramos sintéticamente, no na­
cemos
ni vivimos en una campana neumática. Nacemos de 1a co­
municación de esperma de un hombre en la ovulación de una
mujer. Y vivimos, somos educados
y nos desarrollamos en comu­
nicación interpersonal. Operacional'!lenteJ somos alllmales sociales.
Como sintetiza con e:xtraordinatia precisión el P. VrcTORINO
RODRÍGUEZ:
«La condición social del hombre es un hecho de la
naturaleza. Nace necesatiamente social y sociable, como nace ne­
cesariamente racional, libre1 operativo»: «Siendo la persona _on­
tológicamente
incomunicable1 in se indistinctum, ah aliis vero
dístínctum (Sto. TOMÁS DE AQUINO: S. Th., I, 29, 4), metafísica­
mente solitario, la comunicación interpersonal es racional
y se
funda en la operación». De modo que
«la incomunicabilidad subs:
tancial

de la persona ( racional
y libre) se abre dinámicamente por
las propias operaciones a la comunicación interpersonal, a la vida
social».
El hombre solo no puede educarse
.ni desarrollar

sus posibi­
lidades. Las leyendas y novelas de
niños desarrollados

como hom­
bres entre monos, lobos o
-gacelas .no corresponden

a la experien­
cia de la realidad que los
ha mostrado, siempre que han sido ha-
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
liados, sin apenas desarrollo mental irrecuperablemente surbnor­
males. Aislado el hombre, es físicamente más indigente, desamparado
y falto de recursos que los demás animales, menos dotados para su conservación
y defensa. También les es inferior en instinto,
para
·conocer lo

que le conviene y evitar lo que puede resultarle
dañino. Pero, en cambio,
ha sido dotado de la razón para guiarse
y dirigir su arte a la satisfacción de sus necesidades, y de
socia­
bilidad
para remediar aquellas limitaciones y alcanzar, como seres
libres con posibilidades siempre abiertas, un bienestar físico, eco­
nómico, moral y espiritual. Así la sociedad es el estado natural
del hombre, que por
naturaleza -subraya el P. ABELARDO Lo­
BATO-
es un
animal familiar y palitico.
La calificación de animdi familiar resulta de nuestra propia
naturaleza. Además del instinto
sexual, que
nos lleva como a los
demás animales a reproducirnos, sentimos de un modo especial
el instinto de complementamos, auxiliamos recíprocamente hom­
bre y mujer.
SANTO TOMÁS DE AQUINO, en su Tratado del matrimonio de
su
Lib. IV Sent .. , y en el libro III de su Suma Contra géntiles,
capítulos. 122 y 123, sefiala la diferencia de la especie humana
respecto
de los demás animales en la crianza de los hijos. Des­
pués de un análisis de varias especies animales, señala que, a diferencia de éstas, la hembra de
la especie humana en general,
sin que las excepciones
lo contradigan, no se basta por sí sola
para criar bien los hijos; observa: que la solicitud por los hijos
es menor en aquellas especies animales en que
el macho puede
tener varias hembras; y que
fa certeza de la prole exige que la
mujer no tenga vatj.os varones·.
Los hijos necesitan instrucción1 que en 1a· especie humana ha
de ser mucho más larga que en los otros animales, siendo nece­
saria, según explica
el AQUINA'tENSE, larga experiencia para llegar
a la
madurez y dominio de las pasiones que enturbian el juicio
de la prudencia.
Lo cual, también requiere el concurso de la razón
y fortaleza del padre, y que la familia se prolongue hasta que el
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METAFISICA CRISTIANA DE LA FAMILIA
menor de los hijos haya solidificado la instrucción adecuada y el
preciso dominio de sí mismo. Todo esto requiere certidumbre
de la prole, que se ensom­
brece si
el varón puede repudiar a la mujer o ésta abandonar a
aquél, y, por lo tanto --concluye--, «es contrario al instinto de
la especie humana que la mujer ~e separe del varón, y su unión
no sólo ha de ser duradera, sino aún individual». Aparte de
la
conveniencia de que los padres atesoren -y no solo bienes ma­
teriales, sino saberes y experiencias que, por tradición, transmiten,
y que siempre hacen valioso el consejo de los ancianos- para
los hijos, y éstos hereden de ellos.
Aún añade que
el mutuo auxilio entre los cónyuges no ter­
mina una vez concluida
la educación de los hijos, sino que debe
continuar cuando la mujer pierde fecundidad y belleza o
el varón
declina. Debe prestarse en la felicidad y en
el dolor, en la suerte
y
en la desgracia. A este efecto, hace reparar que
el grado de
amistad es

tanto mayor cuanto
más firme

y duradera sea ésta. Así
«la amistad entre hombre y mujer puede alcanzar un incompara­
ble grado de intensidad» . . . «su
unión se realiza no solo en el
acto de la cópula carnal, que incluso entre los animales produce
una agradable saciedad, sino que se extiende a una total comu­
nidad de vida doméstica».
Es más, repara Santo Tomás que la unión indisoluble entre
marido y mujer
!«afecta verdaderamente
a las buenas costumbres»,
tanto respecto al hombre en sí mismo como respecto de la familia
y de la sociedad civil. Es algo que un positivista como AuGuSTE
CoMTE ha

hecho notar, afirmando
el carácter decisivo para la
civilización que

ha tenido la institución de la monogamia en la
que
el hombre y la mujer, «conservando cada uno su verdadero
carácter, deben unirse por vinculo, a la vez exclusivo e indisolu­
ble, que resista incluso a
la muerte».
Por este dictamen de
la naturaleza, Santo Tomás concluye que,
no solo la monogamia en el matrimonio, sino también
su· indiso­
lubilidad

«es de ley natural».
Dictamen confirmado hoy por la sociología con
el auxilio de
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
las estadísticas, y por la profundización de la psicología, la peda­
gogía y la patología infantiles. Sus observaciones muestran y significan bastante más que la
afirmación de que
el matrimonio debe ser indisoluble, Implican
que
el matrimonio, verdaderamente tal, es indisoluble; que la
indisolubilidad, como
la unidad, constituye una cualidad intrín­
seca y esencial al concepto natural
de matrimonio, aunque esta
palabra no siempre se aplique con esta propiedad terminológica.
IV
Sin embargo, estamos en una época en que el hombre, eri­
giéndose en demiurgo, pretende reformar las instituciones de
acuerdo co sus deseos y apetencias, experimentando su libertad
como
liberaci6n del orden de la naturaleza, deslumbrado por es­
pejismos que le
presentim como

metas asequibles utopías inalcan­
zables por ser antinaturales. La pretendida
desalienaci6n de lo
que se califica de mitos y tabues anticuados,
aliena a errores
nuevos
de raíz
filos6Hca, pero

transfundidos a
la acción política
y vulgarizados por los
mass media, que coartan la libertad como
drogas intelectuales, que calientan y enturbian las cabezas como
el aguardiente, que sumen a veces en una orgía pasional colectiva.
La raíz de esta pretensión dimana de que el hombre olvida
que tiene su ser finito por participación del Ser infinito, lo que
-como ha dicho ScrAccA-«le vincula a ser absolutamente por
el Ser»;
y, por lo cual, su ser ha de ser «fiel al orden del Ser».
Por eso
-añade--el

ser propio del hombre resulta negado «en
cuanto es negada
la ontología» por una antropología que sólo es
del
hamo faber y que niega al hamo metaphysicus, que pretende
hacer del hombre un dios
y lo reduce a ganado, al que se trata _de
«engordarlo

bien».
La radicalidad de
la uegaci6n de toda ontología por el nomi­
nalismo
y el pesimismo antropológico de LUTERO, y, más atenua­
damente, en un escepticismo gnoseológico, por LocKE, o por el
cientifismo de los tres últimos siglos, ha dado lugar a que el
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METAFISICACRISTIANA DE LA FAMILIA
hombre haya renunciado a conocer el mundo, con la paradoja
-hecha notar por
LEo STRAuss--de pretenderlo construir, a su
guisa, dándole su propia inteligibilidad. El consciente olvido de que bajo
las estrellas existen muchas más cosas que debajo la
tapa de nuestros sesos, ha llevado a quererlo gobernar todo en
nuestro mundo con las ideas que
nos caben

en
nuestr¡I cabeza.
Este

idealismo inmanentista
y operativo ha hecho mella en al­
gunos teólogos contemporáneos y motivado una interpretación,
calificada de progresista, de las palabras del Génesis al narrar la
creación del hombre
y de otros textos del Antiguo testamento
relativos al
señorío del
hombre. sobre las
demás creaturas.
- «Hagamos

al hombre a imagen y
seme¡anza nuestra;
y do­
mine a los peces del mar, y a
las aves

del cielo,
y a las
· bestias,

y a toda la tierra, y a todo reptil que se mueve
sobre
la tierra» (Génesis, 1, 26).
- «Creced y multiplicaos. Que teman y tiem!}¡en ante vo­
sotros todos los animales de
la tierra, y todas las aves del
cielo, y

todo
cuanto se

mueve sobre la tierra: todos los
peces del mar están
suietos a

vuestro poder. Y todo
lo
que tiene movimiento y vida os servirá de alimento: todas
estas cosas os las entrego
asl como las legumbres y yerba»
(Génesis,
9, 1, 2 y 3).
- «¡Oh Dios de mis padres, y Señor de misericordia, que
hiciste todas las cosas por medio de tu
pe/Jabra. Y

con tu
sabidur!a formaste al hombre, para que fuese señor de las
criaturas que tú hiciste!» (Sabidurla,
9, 1 y 2).
- «Cri6 Dios desde el principio al hombre, y de¡6le en manos
de consejo» (Eclesiástico,
15, 14).
La oonstitución pastoral Gaudium et spes del Concilio Vati­
cano II explica estos textos. «La Sagrada Escritura enseña que el hombre ha sido creado
a imagen de Dios, capaz de conocer
y amar», oomo señor de todas
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JUAN V ALLET. DE GOYTISOLO
las creaturas de la tierra, «para gobernarlas y servirse de ellas para
la gloria de Dios» (12, 3);
«el hombre cuando cultive la tierra
con el trabajo de sus brazos y con la ayuda de la técnica» ...
«actúa según

e designio
de Dios, manifestando al principio de
los tiempos de someter·
la tierra y de perfeccionar la creación, y
se cultiva a sí mismo» (57, 2).
E'Sta creación a imagen y semejanza de Dios ,y con señorío
sobre las demás creaturas de la tierra; según la interpretación tra­
dicional de la teología, explica que aquella imagen y semejanza indicaba que el hombre es un ser dotado de inteligencia, de
libre arbitrio y de dominio sobre sus propios actos
(TOMÁS DE
AQUINO: S. Th., 1, 96, 6, ad 2). Y ese dominio le constituye en
causa segunda de la causa primera, a
la cual se halla subordinado
(S. Th., 1, 103).
Un sector de la antropología teológica actual ha destacado la
perspectiva
dinámica y el carácter progtesivo del dominio del
hombre sobre los demás seres de la tierra, como la concesión al
hombre de un papel activo en
el gobierno de lo creado. Dice que
la facultad
de dominar le conoede el ejercicio de su poder sobre
la
naturaleza, para

descubrir y desarrollar sus energías, a fin de
conseguir que el universo infrahumano se adecue dinámicamente
al
ptogteso de

la humanidad para mayor gloria de Dios.
Esta perspectiva no se aparta de la interpretación tradicional
en tanto no considere esa delegación sino como un encargo subor­
dinado, y no como un derecho innato o adquirido por
el hombre
erigido en cocreador
y libre de toda subordinación· a cualquier
orden establecido, ni se
afiim~ que
sólo
. a él '1e compete cons­
truir con su libertad y potencialidad creadora.
Sin embargo, se ha dado este paso y pretendido sobrepasar
aquellos límites. Incluso los de orden moral del que se quiere
prescindir también para actuar sobre la estructura biológica de
la misma persona, a partir del acto copulativo
y de sus conse­
cuencias. Se trata de asumir ilimitadamente -según Schille­
beecks---la potencia somática de la propia persona, de modo no
diverso que la de las cosas extrínsecas, en un laborioso proceso
1126
Fundaci\363n Speiro

METAFISICA CRISTIANA DE LA FAMIUA
que pretende la progresiva humanización liberadora de toda pro­
creación no deseada, llegando hasta
la práctica y el dominio de
las manipulaciones genéticas. Este tema ha sido bien estudiado recientemente
por el

padre
MARCELINO
ZALBA, s. l., en Divinitas, 26, n. 3 ( 1982), quien
advierte:
a) Que «el objeto del dominio viene concedido plenamente
al hombre, al hombre integral, cuerpo y espíritu, no sólo
a algún componente extrínseco del mismo, es solamente sobre
la naturaleza infrarracional extrínseca a él mismo,
pues su concepción bíblica es unitaria, sin dualismo entre
el componente somático y el espiritual, que es forma de aquélla. Por ello, las leyes biológicas referentes a la per­
sona humana no son cosas a su libre disposición; «los
procesos biológicos forman parte no solo de
la naturaleza
especifica del hombre, sino incluso de su personalidad
ontológica». En suma, la naturaleza humana es unitaria
y
completa, solo sometida al plano superior divino.
b) Que la delegación en el hombre no' fue incondicionada,
sino dentro de un orden.
Resulta así de la propia Sa­
grada Escritura. El
Eclesiástico, en los versículos siguien­
tes al citado, añade:
«Diole además sus mandamientos
y preceptos. Si guardando constantemente la fidelidad
que le agrada, quisieres cumplir los mandamientos ellos
serán su salvación»
(15, 15 y 16). Y lo confirma, entre
otros textos del
Nuevo Testamento, la epistola de
SAN PABLO a los romanos (14, 7 y 8): «Ninguno de
nosotros vive por sí "!ismo; pero si vivimos, vivimos
por el Señor, y si morimos, morimos por el Señor» ...
«somos del Señor».
La norma de la actividad humana
es la de correspond_er al verdadero bien propio y al de
los demás, según el designio
. y

la voluntad divinos.
«Siendo imagen y semejanza de Dios, el hombre
--dice
el

padre ZALBA- deberá conformarse, incluso en sus
1127
Fundaci\363n Speiro

JUAN VALLET DE GOYTISOLO
obras, con la mente y la voluntad divina», obedeciendo
--como dice

el Vaticano II en
Dignitatis humanae, 3, 1,
«a la ley divina, eterna, objetiva y universal, por medio
de
·la cual Dios, con sabiduría y amor, ordena, dirige
y gobierna el universo
y la sociedad humana».
El ethos está por encima de la voluntad y la técnica
de los hombres. Siendo así, el hombre
--como respon­
sable

de todos sus
actos deliberados-
debe conformar
todas
las inclinaciones de su naturaleza animal con las
exigencias de la razón, que ordena todas las operacio­ nes propiamente humanas, en cuanto tenga posibilidad
de controlarlas y dirigirlas. El dominio de la naturaleza comienza por el propio
autodominio»
--escribía el

entonces Cadena! W OITYLA,
comentando la
Humanae Vitae (L'Oss. Rom., 5, I,
1969~; no le cabe al hombre abdicar su propia res­
ponsabilidad escudándose en los medios técnicos
(Hum.
Vit.,
18).
V
La metafísica crisdana no puede aceptar ni la referida «nueva
teología» ni la
racio;,alidad insensata
del idealismo cientifista y
operativo.
SANTO TOMÁS DE AQUINO, en la quest. 103, S. Th., I, De go­
bernatione rerum in commune, recuerda lo que ARISTÓTELES al
principio de su Metaphysica había narrado. Algunos filósofos an­
tiguos negaron el gobierno del mundo afirmando que todas las
cosas suceden por azar. Anaxágoras y, tras de
él, tanto el ESTA­
GIRITA como el AQuINATEl'iSE, hicieron notar que esto es clara­
mente insostenible, pues el orden del universo manifiesta a las
claras que el mundo está gobernado, ya que la perfección última
de cada cosa se cifra en la consecución
. de
.su fin, lo que requiere
el gobierno en. ese sentido. Pero ese orden es dinámico y opera
suaviter, · por causas se-
1128
Fundaci\363n Speiro

METAFISICA CRISTIANA DE LA FAMILIA
gundas. La unidad se realiza a través de la diversidad ,y la libertad
humana forma parte de esas causas segundas sin que la contin­
gencia y
'las contradicciones

de éstas alcacen el orden total del
universo.
GIAMBATTISTA Vrco indagaría, a través del laboratorio de la
historia universal,
la actuación dinámica de las causas segundas
en el orden de
la causa primera, para comprender la que deno­
mina «historia ideal y eterna», que muestra la existencia de una
providencia con
nn orden

dinámico que actúa según actuemos los
hombres al realizar, con nuestro libre albedrío, el mundo civil
histórico; ya que, según lo hagamos, serán las consecuencias. Es
decir, el orden o el desorden particulares, que respectivamente
producirán la paz y el bienestar, o bien las reacciones febriles
consecuentes al. malestar, la injusticia,
la anarquía ... hasta que
se restaure de nuevo el
_orden perdido.
Ese

orden se desarrolla de un modo natural a través de la
sociabilidad, la racionalidad y la libertad humanas. El instinto de
sociabilidad y la libertad de hombre se conjugan por su raciona­
lidad, evitando que la segunda aboque la primera o que ésta im­
posibilite

el desenvolvimiento de aquélla.
De ello resulta:
Que la sociedad es algo más que una mera adición de in­
dividuos, pero no alcanza a ser una realidad sustantiva in­
dependiente de los seres que
la componen. En su aspecto
dinámico no es sino la convivencia del conjunto o grupo
de personas que, en su perspectiva estática, la integran
en una convivencia indispensable para potenciar al máximo
las vidas personales.
- Y que la sociabilidad humana no se desarrolla en un solo grado, sino, escalonadamente y de modo natural, en dis­
tintos gtados y órdenes
de comunidades. Por lo cual, el
Estado no es una
sociedad de individuos, sino una sociedad
de sociedades,
en una interacción que constituye un entra-
1129
Fundaci\363n Speiro

JUAN V ALLBT DE GOYTISOLO
mado estructurado en el cual las formas más elevadas no
deben absorber las inferiores, sino complementarlas. En
esto consiste el
principio de subsidiariedad.
Sin darle nombre, lo había enunciado .Aru:sTÓTELES, expre­
sándolo con esta aparente paradoja: «el mayor bien de las ciuda­
des, las destruye; cuando, por el contrario, el bien de cada cosa
lo conserva». Es así, porque «toda ciudad es por naturaleza
si
lo son las comunidades primeras: porque la ciudad es el fin de
ellas, y la naturaleza es fin», el fin común que constituye el
bien
común de cada comunidad.
Por eso, según explica
EMIL BRUNNER, «la familia precede al
Estado en cuanto a derechos; y, también,. la serie de cuerpos
in­
termedios entre aquélla y éste, que, asimismo, tienen precedencia
sobre el Estado, como «formas
de comunidad que son necesaria­
mente partes integrantes de la vida humana». Esta es la visión natural de la sociedad, entramada por den­
tro y desde abajo hacia arriba, dinamizada por la
solidaridad
que se revitaliza desde las sociedades de inferior grado, comen­
zando por su primera célula, la familia, y que es regulada por
el
Principio de subsidiariedad.
Contrapuesta, a ella, es la perspectiva ideológica de la socie­
dad vista desde fuera y por arriba, como obra del cerebro y la
técnica que la rigen desde las palancas del mando del Estado
totalitario, que encarna la pretendida
voluntad general por la
ficción de su aliénation totale, que masifica al pueblo y le so­
mete

a la manipulación tecnocrática de sus dirigentes.
VI
La procreación y la educación de la prole quedan encuaclradas
en esta perspectiva antropológica y en
la social dimanante.
El respeto a la vida humana y, de modo específico, la invio­
labilidad de la vida humana inocente, deben comenzar desde que
ésta se inicia.
1130
Fundaci\363n Speiro

METAFISICA CRISTIANA DE LA FAMIUA
A este respecto, el biólogo agnóstico }EAN RosTAND habla
declarado
rotundamente en 1973 ante la Asamblea Nacional Fran­
cesa:
«El ser. humano comienza en el huevo ... Por lo tanto, todo
aborto es, sin duda, un pequeño asesinato». Y, en el coloquio
de
Mónaco en

1973, 2.000 especialistas ginecólogos y mujetes
prudentes, concluyeton:
«El verdadero nacimiento es la concep­
ci6n».
El profesor de genética, doctor }BROME LEJEUNE, en su co­
municación de 1 de octubre
de 1974 a la Facultad de Medicina
de París,
«Le massage de la vie», explio6 que todas las cualidades
de cada individuo: el color de sus ojos, el corte de su
foz o
cual­
quier
otro lazo personal, se hallan genéticamente inscritos en las
largas
moléculas de los ácidos nucleicos; ya que la célula primi­
tiva,
«el óvulo fecundado, dotado de 23 cromosomas traídos por
el espermatozoide del padre y los 23 cromosomas llevados por el
óvulo de
la madre, contienen así todo su programa. Es más, la
célula enteta está equipada para
viyir y cada cél.ula surgida de
las divisiones sucesivas desarrolla fielmente. los diversos movi­ mientos de esta sinfonía, común a todos los hombres y propia de
cada uno de ellos y
de lo que en cada versión. única e irreempla­
zable se llamará más tarde Pedro, Pablo o Magdalena».
Esa .vida. individualizada que tiene inscrita de .ese modo forma
humana, es, además, una vida distinta de la
~ida de

la madre,
independiente de .ella en ese sentido. Esa independencia es confir­
mada por la
técnica más

reciente de la fecundación
in vitro, que
demuestra
-romo ha

ratificado hace unos meses
el mismo pro­
fesor LEJEUNE-que, también en nuestra especie, un. nuevo ser
viene a la vida en el momento de la concepción.
Acaso esa vida independiente
de la vida de· la madre, que
ésta lleva en el seno y que ya desde el principio tiene inscritos
sus propios rasgos distintivos; desde
el color de sus ojos a sus
aptitudes mentales, ¿es algo que se halla a la libre disposición
de esa mujer que lo lleva en su vientre?; ¿puede ésta decidir su
muerte en aras a un pretendido derecho a su emancipación, o en
1131
Fundaci\363n Speiro

JUAN VALLET DE GOYTISOW
orden a una pretendida justicia social por la «liberación de la
mujer», o a una maternidad «feliz, consciente
y voluntaria»?
Proclamar la libertad de abortar, aunque solo sea en las diez
primeras semanas, o en caso de malformaciones o temor a taras,
o si el embarazo ha sido el resultado de una violación, es siempre
permitir
el asesinato de un ser vivo, matando en flor todo el pos­
terior desarrollo de su libertad.
La sacralidad de esa nueva vida explica la sacramentalidad del
matrimonio. Un pagano, el jurista romano MonESTINO, definió
las nupcias en un texto recogido por
el emperador JusTINIANO en
el Digesto, como «maris et feminaes consortium omnis vitae, di­
vini et humani iuris communicatio»; es decir~ «el consorcio de
var6n y hembra por toda la vida y comunicación del derecho di­
vino
y del humano».
En suma, la definición del derecho romano expresaba lo que
la metafísica nos muestra. Un derecho natural inscrito en el orden
divino, señala
lo que es el verdadero matrimonio, por encima de
toda ley positiva emanada del Estado. Un orden religioso, que
éste debe respetar, lo consagra.
Esto no contradice, sino que
le añade un fundamento tras­
cendente, al ajustado calificativo del matrimonio como
«principium
urbis y quasi seminarium reipublicae», principio de la ciudad y
casi seminario de la república, es decir, de toda sociedad organi­
zada, como formuló otro ilustre pagano romano,
CICERÓN. El
enunciado

principio de subsidiariedad y el fundamento natural y
divino del matrimonio sustentan tanto el derecho a contraer una
unión indisoluble como la prioridad, en cuanto le es fundamental,
de la
fanillia respecto del Estado, confirmando lo que antes he­
mos observado.
La educación es una función complementaria de la procrea­
ción, vinculada a ella como derecho y como deber de los padres.
Hay una serie de razones que fundamentan el papel educador
primario de la familia. En primer lugar, normalmente es en su
seno donde se obtienen los primeros conocimientos, en especial
de la madre; de ella se adquiere
el sentido de la realidad y apren-
1132
Fundaci\363n Speiro

METAFISICA CRISTIANA DE LA FAMILIA
de el significado de las palabras usuales. En segundo término, el
amor de los padres
le~ concede
una influencia sobre sus hijos en
sus primeros años que los pedagogos más aventajados no pueden
alcanzar, pese a sus mejores deseos. En tercer lugar, en la familia
hallan los hijos el medio educativo que les es más conveniente, en cuanto les es más natural. Son «ramas del mismo árbol que
van a continuar su crecimiento recibiendo la misma sabia nu­
tricia».
Y, finalmente, la experiencia enseña que el niño educado en
familia-desarrolla

más pronto sus facultades, tiene más iniciativa
y presenta menos dificultades de adaptación social.
MARCEL DE CORTE ha

señalado el carácter básico que
la edu­
cación familiar tiene incluso para
la educación política, tomada
en su más amplio significado. Conviene que releamos uno de
los párrafos más expresivos:
«Educación de la amistad, de la obediencia, de la confianza;
educación de la colaboración, de
la abnegación, de la responsabi­
lidad; educación de la justicia, de la generosidad, del espíritu de economía, del respeto, de la piedad hacia las tradiciones, de la
inteligencia y de
la voluntad; educación de la continuidad tem­
poral por
el recuerdo del pasado, por la ocupación del ·presente,
por la preocupación del porvenir; educación en el espacio social
por las relaciones con los próximos, los colaterales, los cosan­
guíneos, los uterinos, los allegados, los emparentados, etc. No
acabaríamos de enumerar las facetas de
la educación con resonan­
cia política que la familia dispensa, con inagotable prodigalidad,
sin el menor plan preconcebido, en función de las necesidades
siempre cambiantes de la vida, con una capacidad creadora y un
poder de invención que surge improvisadamente, que confunden
al observador bajo la imperiosa presión de la naturaleza social misma del
hombre actuando efi cada miembro de la comunidad
familiar y de la naturaleza de los seres, de las cosas y de los
acontecimientos con los cuales cada uno de ellos se haya con­
frontado».
La propia situación natural de los padres respecto de los hijos
1133
Fundaci\363n Speiro

JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
les concede una prioridad inviolable .-también encuadrada en el
principio de subsidiariedad- para determinar su educación.
VII
Lo que hemos visto al final del epígrafe I, al principio del 111
y en el IV, y cuanto hemos hallado reconocido por el jurista ro­
mano

MoDESTINO, nos invitan a pedir auxilio a la Revelación,
y
su iluminación por la teología y las enseñanzas pontificias.
El
Génesis contiene dos relatos de la creación del hombre que
enfocan
la unión del varón y la mujer. El primero, en 1, 27-28,
dice: «Creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo
hizo y fos hizo macho

y hembra, y los bendi¡o Dios diciéndoles:
procread y multiplicaros ...
». El segundo, en 2, 18 y siguientes,
explica:
«Se diio Yavé Dios: "No es bueno que el hombre esté
solo, voy a hacerle
una ayuda
semeiante a
l!l"» ... «formó Yavé
Dios a la
muier y

se la presentó
a Adán, Adán exclamó:
"Esto
si que es ya hueso de mi
.hueso y

carne de mi
carne". Esta
se
llamará varona porque del
varón ha

sido tomada. Por eso
de¡ará
el

hombre a
su padre

y a
cru madre;

y se unirá
a su mujer; y
vendrán

a ser los dos una sola
carne».
El profesor GoNZÁLEZ ALVAREZ compara ambos textos y
comenta:
En la primera narración se presenta la unión del hombre y
la mujer en función de la fecundidad; en la segunda se silencia la
procreación
y pasa a primer plano la ayuda, o, si se quiere, la
felicidad
y el amor.
»Ateniéndose rigurosamente
al orden
de
la narración mosaica,
la teología ha establecido dos fines para
la unión conyugal: uno
primario
-la procreación-
y otro secundario -la mutua ayuda
y la felicidad de los esposos-. Aquél es el fin social del matri­
monio, que consiste, en efecto, en
la procreación educadora. de
los
hijos. Este último es el fin individual, es decir,
la plenitud de
ser
y felicidad que los amantes buscan al casarse. Tales fines no
debieran ser en modo
alguno separados
como si
uno. fuese
esen-
1134
Fundaci\363n Speiro

METAFISICA CRISTIANA DE LA FAMILIA
cial y el otro resultase inesencial al matrimonio. Pero lo que co­
menzó siendo una distinción metodológica compatible con la ar­
monía, la subordinación y basta con la unidad esencial, se con­
virtió, por obra de ciertos movimientos ideológicos modernos, en
práctica disociación, que terminaría por anular uno de los fines
en beneficio del otro».
La declaración pastoral Gaudium et spes del concilio Vati­
cano II aclaró que no existe esa disociación, y
JUAN PABLO
II lo
ha explicado maravillosamente en sus catequesis en las audiencias
generales de los miércoles. Como dijo en la del 27 de julio de
1980: «El cuerpo humano, en su originaria masculinidad y femi­
nidad, según el
· misterio de la creación ---eomo sabemos por el
análisis del
Génesis, 2, 23-25-no es solamente fuente de fecun­
didad, o sea, de procreación, sino que desde "el principio" tiene
un carácter nupcial, lo que quiere decir que es capaz de expresar
el amor con que el hombre-persona se hace don, verificando así
el profundo sentido del propio ser y del propio existir. En esta
peculiaridad suya, el cuerpo es la expresión del espíritu y está
llamado en el misterio mismo de
la creación, a existir en la co­
munión de las personas a imagen de Dios». Y lo precisó el do­
mingo
5 de diciembre de 1982: «se puede decir que el matrimo­
nio es el lugar de encuentro del
.•ros con el ethos y de su recíproca
compenetración con el "corazón" del hombre y de la mujer, como
también en todas sus relaciones recíprocas».
Esto lo ha reafirmado en la
Familaris consortio y resumido en
la plaza de Lima de Madrid, el
2 de noviembre de 1982.
«Hablando del matrimonio, Jesús nuestro Señor hizo referen­
cia "al principio", es decir, al proyecto original de Dios, a la
verdad del matrimonio (dr.
Mt., 19, 8).
»Según este proyecto, el matrimonio es una comunión de
amor indisoluble. "Esta íntima unión, como mutua entrega de dos
personas, lo mismo que el bien de los hijos, exigen plena fide­
lidad coyugal y urgen su indisoluble unidad» (
Gaudium et spes,
48 ). Por ello, cuaquier ataque a la indisolubilidad conyugal, a la
par que es contrario al proyecto original de Dios, va también
1135
Fundaci\363n Speiro

JUAN VALLET DE GOYTISOLO
contra la dignidad y la verdad pues, que el Señor, proclaman enseñe que no le es lícito al hombre separar lo que Dios ha unido»
(cfr. Mt., 19, 6).
Y prosigue: «Además, según el
plan de Dios, el
matrimonio
es una comunidad de amor indisoluble ordenado a la vida como
continuación y complemento de los mismos cónyuges. Existe una
relación inquebrantable entre el amor conyugal y la transmisión
de la vida, en virtud de la cual -como enseñó Pablo VI-: "todo acto conyugal
debe pennanecer abierto a la transmisión
de la vida"
(Humanae vitae, 11: AAS 60, 1968, 448). Al con­
trario
-como escribí

en
la Exhortación
Apostólica
FamNiaris con­
sortio-
"al lenguaje natural que expresa la reciproca donación
total
de los esposos, el anticonceptionismo impone un lenguaje
objetivamente contradictorio, es decir, el de no darse al otro to­
talmente: se produce no sólo el rechazo positivo de la apertura
a
la vida,
sino también una falsificación de la verdad interior del
amor conyugal" (núm. 32).
»Pero hay otro aspecto, aún más grave y fundamental, que
se refiere al amor conyugal como fuente de la vida: hablo del
respeto absoluto a la vida humana, que
ninguna persona o insti­
tución, privada o pública, puede ignorar. Por ello, quien negara
la defensa a la persona humana más inocente y débil, a
la persona
humana

ya concebida, aunque
todavía no

nacida,
cometería una
gravísima violación

del orden moral. Nunca se puede legitimar
la muerte de un inocente. Se minaría el mismo fundamento de la sociedad.
»¿Qué sentido
tendría hablar de

la dignidad del hombre de
sus derechos fundamentales, si no se protege a un inocente, o se
llega, incluso, a facilitar los medios o servicios, privados o públi­
cos, para destruir vidas humanas indefensas?»
Respecto de la que ha sido denominada «paternidad respon­
sable», Juan Pablo II ,en
la Familiaris consortio (núm. 32), ha
distinguido y precisado:
«Cuando los esposos, mediante el recurso al anticoncepcionís-
1136
Fundaci\363n Speiro

METAFISICACRJSTIANA DE LA FAMILIA
mo, separan estos dos significados que Dios Creador ha inscrito en el ser del hombre
y de la mujer y en el dinamismo de su co­
munión sexual, se comportan como "árbitros" del designio divino
y "manipulan" y envilecen la sexualidad humana, y con ella la
propia persona del cónyuge, alterando su valor de donación "total". Así, al lenguaje natural que expresa la recíproca donación total
de los esposos, el anticoncepcionismo
impm¡e un

lenguaje objeti­
vamente contradictorio, es decir,
el de no darse al otro total­
mente: se produce, no sólo el rechazo positivo de la apertura a la
vida, sino también una falsificación de la verdad interior del amor
conyugal, llamado a entregarse en plenitud personal. »En cambio, cuando los esposos, mediante el recurso a pe­
ríodos de infecundidad, respetan la conexión inseparable de los significados unitivo
y procreador de la sexualidad humana, se
comportan como "ministros'\' del designio de Dios y "se sirven
de la sexualidad según el dinamismo original de la donación "total"
sin manipulaciones ni alteraciones.»
Los textos del Génesis, 1, 27; 2, 18; 2, 20; 2, 23, como hlzo
notar

Juan Pablo II el miércoles. 7 de noviembre de 1979, mues­
tran
la homogeneidad y la diversidad del hombre y de la mujer,
determinantes de su igual dingidad
« a base de la misma humani­
dad», expresada en
la homogeneidad somática, y «de la diferente
función por su diversa constitución, unida a su diferencia sexual».
Por lo primero -leemos en
Familiaris consortio, 23- «No hay
duda de que la igual dignidad
y responsabilidad del hombre y de
la mujer justifican plenamente
el acceso de la mujer a las funcio­
nes públicas. Pero, por otra parte, la verdadera promoción de la
mujer exige también que sea claramente reconocido el valor de su función materna
y familiar respecto a las demás funciones pú­
blicas
y a las otras profesiones» . . . «Por ello la Iglesia puede
y debe ayudar a la sociedad actual,. pidiendo incansablemente que
el trabajo de la mujer en casa sea reconocido por todos
y estimado
por su valor insustituible. Esto tiene una importancia especial en
la acción educativa; en efecto, se elimina la raíz misma de la po­
sible discriminación e.ntre
.· los diversos

trabajos
y profesiones
1137
Fundaci\363n Speiro

JUAN VALLET DE GOYTISOW
cuando resulta claramente que todos y en todos los sectores se
empeñan con idéntico derecho e idéntica responsabilidad».
El
derecho-deber educativo de los padres es también expuesto
en
la Familiaris consortio (núm. 36 ).
«La tarea educativa tiene sus raíces en
la vocación primordial
de los esposos a participar en
la obra creadora de Dios, ellos, en­
gendrando en el
amor y

por amor una nueva persona, que tiene
en sí
la vocación al crecimiento y al desarrollo, asumen por eso
mismo la obligación de ayudarla eficazmente a vivir una vida
plenamente humana. Como ha recordado el Concilio Vaticano II: "Puesto que los padres han dado
la vida a los hijos tienen la gra­
vísima obligación de educar a la prole y, por tanto, hay que re­
conocerlos como los primeros y principales educadores de sus
hijos. Este deber de la educación familiar es de tanta transcen­
dencia que, cuando falta, difícilmente puede suplirse. Es,
pues,
deber

de los padres crear un ambiente de familia animado por el
amor, por la piedad hacia Dios y hacia los hombres que favorezca
la educación íntegra personal y social de los hijos. La familia es,
por tanto, la primera escuela de las virtudes sociales, que todas
las sociedades necesitan".
»El derecho-deber educativo de los padres se califica como
esencial, relacionado como está con la transmisión de
la vida hu­
mana; como original
. y

primario, respecto al deber educativo de
los demás, por
la unicidad de la relación de amor que subsiste
entre padres e hijos; como insustituible e inalienable
y que, por
consiguiente, no puede ser totalmente delegado o usurpado por
otros.»
VIII
Destaca en la misma exhortación (núm. 37) que la familia es
la primera
y fundament!ll. escuela de la vida social:
«En una sociedad sacudida y disgregada por tensiones y con­
flictos a causa del choque entre los diversos individualismos
y
egoísmos, los hijos deben enriquecerse no sólo con el sentido de
1138
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METAFISICA CRISTIANA DE LA FAMILIA
la verdadera justicia, que lleva al respeto de la dignidad personal
de cada uno, sino también y más aún del sentido del verdadero
amor, como solicitud sincera
y servicio desinteresado hacia los
demás, especialmente a los más pobres
y necesitados. La familia
es la primera
y fundamental escuela de sociabilidad; como comu­
nidad

de amor, encuentra en el don de sí misma la ley que la
rige
y hace crecer. El don de sí, que inspira el amor mutuo de
los esposos, se pone como modelo
y norma del don de sí que debe
haber en las relaciones entre hermanos
y hermanas, y entre las
diversas generaciones que conviven en la familia. La comunión
y la participación vivida cotidianamente en la casa, en los mo­
mentos de alegría y de dificultad, representa la pedagogía más
concreta
y eficaz para la inserción activa, responsable y fecunda
de los hijos en el horizonte más amplio de la
sociedad.»
El

carácter de la familia como célula primera
y vital de la
sociedad es también mostrado (núm. 42):
«El Creador del mundo estableció la sociedad conyugal como
origen y fundamento de la sociedad humana; la familia es por ello
la "célula primera
y vital de la sociedad".
»La familia posee vínculos vitales
y orgánicos con la sociedad,
porque constituye su fundamento y
alimento continuo
mediante
su función de servicio a la vida.
En efecto, de la familia nacen los
ciudadanos, y éstos encuentran en ella la primera escuela de esas
virtudes sociales, que son el
alma de la vida y del desarrollo de
la sociedad misma. »Así
la familia, en virtud de su naturaleza y vocación, lejos
de encerrarse en sí misma, se abre a las demás familias
y a la
sociedad, asumiendo su función social.»
La proyección polltica de

la función social de la familia asi­
mismo es examinada (núm. 44 ).
«La función

social de las familias está llamada a manifestarse
también en la forma de intervención política, es decir, las familias
deben ser las primeras en procurar que las leyes
y las instituciones
del Estado no sólo no ofendan, sino que sostengan y defiendan
positivamente los derechos y los deberes de la familia.»
Inversamente, señala (núm.
45):
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
La conexión íntima entre la familia y la sociedad, de la misma
manera que exige la apertura
y la participación de la familia en
la sociedad
y en su desarrollo, impone también que la sociedad no
deje de cumplir su deber fundamental
de respetar y promover la
familia misma. »Ciertamente,
la familia y la sociedad tienen una función com­
plementaria en
la defensa y en la promoción del bien de todos
los hombres
y de cada hombre. Pero la sociedad, y más especí­
ficamente el Estado, deben reconocer que la familia es una "socie­
dad que goza de
qn derecho

propio y primordial" y, por tanto, en
sus relaciones con la familia, están gravemente obligados a ate­
nerse al principio de subsidiariedad.» Y seguidamente, son reafirmados y detallados los dos aspectos
-de suplencia

y subsidio- del principio de subsicliariedad:
«En virtud de este priocipio, el Estado no puede ni debe sus­
traer a las familias aquellas funciones que pueden igualmente rea­
lizar bien por sí solas o asociadas libremente, sino favorecer po­ sitivamente y estimular lo más posible la iniciativa responsable
de las familias. Las autoridades públicas convencidas de que el bien
de la

familia constituye un valor indispensable e irrenunciable de
la comunidad civil, deben hacer cuanto puedan para asegurar a
las familias todas aquellas ayudas --económicas, sociales,
educa­
tivas,

políticas, culturales- que necesitan para afrontar de modo
humano todas sus responsabilidades.» En fin, la familia es mostrada como
iglesia doméstica o san­
tuario
donMstico de, la Iglesia (núm. 55).
«También la familia cristiana está inserta en la Iglesia, pueblo
sacerdotal, mecliante el sacramento del matrimonio en el cual está
enraizada
y de la que se alimenta, es vivificada continuamente por
el Señor y es llamada e invitada al diálogo con Dios mediante la
vida sacramental, el ofrecimiento de la propia vida
y oración.
»Este es
el cometido sacerdotal que la familia cristiana puede
y debe ejercer en íntima comunicación con toda la Iglesia, a tra­
vés de las realidades coticlianas de
la vida conyugal y familiar.
De esta manera la familia cristiana es llamada a santificarse
y a
santificar a la comunidad eclesial
y al mundo.»
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MBTAFISICA CRISTIANA DE LA FAMILIA
IX
Quien expone estas considetaciones --- no es filósofo, sino jurista,
y, propiamente, jurista práctico de
profesión. Por ello, no puede concluir esta exposición sin efec­
tuar algunas precisiones desde
la perspectiva del derecho, es decir,
de lo justo jurídico. A
la perspectiva metafísica corresponde, en
el campo
del derecho, la definición amplia de la jurisprudencia
formulada por
ULPIANO (Dig., 1, 1, 10, 2): ·«divinarum atque
humanarum rerum notitía, iusti atque iniusti scientia». Este úl­
timo incluso define la tarea específicamente jurídica, y, el primeto,
muestra
la petspectiva que todo jurista, que lo sea y no meto
leguleyo, previa
y constaotemente debe maotenet a su vista.
Sin conocer
la vetdad, la búsqueda de la justicia se efectuaría
a ciegas. Ubi non est veritas, ibi non est iustitia.
El derecho debe, pues, conocer la realidad de las cosas divinas
y humaoas, en cuaoto nos sean asequibles, para poder juzgar de
la bondad y la justicia.
Ahora bien, no todo lo justo moral puede imponerse como
justo jurídico.
· Así

ocurre cuaodo, con su imposición, se produ­
cirían mayores males o se impedirían mayores bienes, tal como
mostró insupetablemente FRANCISCO SuÁREZ, S. I., en su De Le­
gibus, 3, 12.
En la familia grao parte de los deberes y derechos escapan del
campo jurídico, que no puede imponer su cumplimiento sin des­
naturalizar
la propia familia con coacciones de origen externo,
incompatibles

con un orden primordialmente de amor, incoercible
y con la libertad civil correspondiente a la familia frente a los
poderes públicos. Pero, cuándo
y dónde debe imponetse el de­
recho, éste no debe apartarse de aquel orden ético que hemos
contemplado al que ha de maotener
y salvaguardar del mejor
modo posible en aras del bien de
la propia familia y de cada uno
de sus miembros, así como del bien común de
la propia sociedad.
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