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Número 219-220

Serie XXII

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Forjadores de México (II)

FORJADORES DE MEXICO
(Continuación)
POR
NEMESIO Ro»RÍGUEZ L01s
IV. Tres obispos.
Como anteriormente señalamos, fue a parrir de 1524 -con
la

llegada de los doce primeros frailes- que se inició de un modo
continuo y sistemático
la evangelización de la Nueva España.
Una vez dado tan importante paso y colocadas tan medula­
res columnas era necesario establecer la jerarquía o sea designar
obispos santos y dinámicos que consolidasen y expandiesen la
obra evangelizadora
de los primeros apóstoles.
La extensión de este trabajo nos impide tratar a fondo

con

lujo de detalles acerca
de todos los obispos que a estas tierras
vinieron; por eso es que nos limitaremos a mencionar los hechos
más sobresalientes de tres dignisimos sucesores de los apósto­
les cuya labor fue decisiva para moldear el alma de México. Estos tres santos varones -verdaderos padres de la nación
mexicana- fueron: Fray Julián
Garcés, Fray

Juan de Zumárraga
y don V asco de Quiroga.
·
l. Fray Ju/ián Garcés.
Empezaremos diciendo que fue d primer obispo que tuvo
México ya que la primera diócesis que
d Papa erigió en nuestra
patria fue
la de Tlaxcala, decisión tomada en premio a la leal­
tad con que los tlaxcaltecas
hablan servido
a
fos españoles.
Alfonso

Trueba nos cuenta cómo «jamás pudieron los me-
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NEMESIO RODRJGUEZ LOIS
xicanos sojuzgar a los independientes tlaxcaltecas, pero éstos
vivían cercados por todas partes y carecían de sal, de algodón
y otras cosas esenciales que sus tierras no producían y que es­
taban impedidos de adquirir fuera de sus fronteras porque sus
implacables enemigos. no se .lo permitían. _Estas privaciones so­
portaban con
tal de no estar sujetos a nadie, según se lo hicieron
saber a Cortés; sin embargo,
· convinieron
en declararse vasallos
de Carlos V, y peleando bajo sus banderas y el mando de Hernán
Cortés, ayudaron a destruir
el poderío de los aztecas y contri­
buyeron de esta suerte al establecimiento de la civilización cris­
tiana. »Para premiar este servicio, quiso
el emperador don Carlos
que los tlaxcaltecas tuviesen prelado antes que el resto de la
Nueva España» (23 ). Se designa como primer Obispo de Tlaxcala al dominico
Fray Julián Garcés quien llega
a México en 1527 y toma pose­
sión de su diócesis en
la Iglesia de los franciscanos de Tlaxcala.
Cerca de

80 años tenía Fray
Julián Garcés
cuando
llegó a
estas

tierras · de la Nueva España y según vemos aceptó
el obis­
pado más por venir a evangelizar
á los indios que por la digni:
dad

que la mitra representaba.
Una vez en su diócesis, Fray Julián Garcés se ocupó de
lleno
en

el ejercicio de la santa misión que le
habfa sido
encomendada'
la conversión a la fe y la protección a los naturales. Según refiere la crónica de la orden, Fray Julián «mostrase
muy fraile siempre, con tanta · pobreza y encogimiento como si
no fuera

obispo».
Toda su renta la empleaba en dar limosna a los pobres y
en remediar las necesidades de los menesterosos. A su costa hizo
edificar el Hospital de Perote -situado en el camino de Vera­
cruz a
México-----y
que sirvió de refugio a los pasajeros que
venían de España, a los enfermos, a los pobres
y a los desca­
rriados.
(23) Dos libertadores, ·Editorial Campeador, l.ª edic., México, 1955,
págs. 5 y 6.
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FORJADORES DE MEXHJQ
Hombre de una gran capacidad intelectual ya que, según-)á
crónica refiere, de las veinticuatro horas del día estudiaba doce;
poseía feliz

memoria, claro ingenio y los sermones que predicaba
eran excepcionales;
Hoy en día que tanto se habla
de incorporar

a los indígenas
marginados a los beneficios. de la civilización moderna es bueno
recordar que fue precisamente
Fray Julián

Garcés todo un
carn,
peón

de los derechos del indio.
En aquellos años
-'primera mitad

del siglo
XVI-se había
desatado

una feroz
persecución contra las razas

indígenas.
)f
para justificar tales crímenes se difundió la opinión de que los
indios eran seres irracionales . .
Pues bien, fue la Benemérita Orden de Santo Domingo la
que, en general, tomó a su cargo la campaña .en defensa de los
derechos humanos de los indígenas; y, en particular, fue Fray
J ulián Garcés quien consiguió el triunfo con su carta al Papa. Fray Julián dirige al Papa Paulo III una carta en la cual· ex­
pone los razonamientos en favor de la capacidad de los
indios,
Según

Alfonso Trueba, dicha carta «representa, a nuestro
juicio, la piedra angular de las libertades indígenas. Es un elo­
cuente testimonio que demuestra cómo la, Iglesia, por voz de
uno de sus prelados, amparaba y protegía a los déb;Jes.
»Con

razón podemos llamar lumbrera a quien tanta luz
de­
rramó sobre un negocio que, si hoy nos parece indisputable, -era
entonces motivo de apasionadas controversias.
»La figura de Fray Julián Garcés debería ocupar_ un alto
sitio entre
las de
los campeones de las libertades humanas,
títu­
lo que suele darse a declamadores vacuos y reformadores aviesos
que, si bien se mira, no hicieron sino conculcar los derechos del
hombre» (24 ).
En efecto, de un tiempo a esta parte se ha difundido la ten­
denciosa versión de que la Iglesia había vivido de espaldas al
pueblo y que había mirado con desdén e indiferencia la suerte
de los «marginados». Y como. colofón rematan diciendo que fue
(24) lbíd., págs. 19 y 20.
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NEMESIO RODRIGUEZ LOIS
hasta que llegaron los curas y obispos progresistas cuando la
Iglesia empezó en verdad a preocuparse por
la triste suerte de
los humildes. Quienes eso afirman se encuentran ante una
mala disyuntiva:
o son ignorantes u obran de
mala fe.
Porque alguien que se jacte de poseer una aceptable cultura
hist6rica y, como consecuencia de ello, actúe de buena
fe al
reconocer méritos a quien se debe, tendrá que aceptar que ya en los albores de nuestra nacionalidad, la Iglesia Católica -por
medio de sus santos misioneros y enérgicos obispos- actuó como
Madre y Maestra. Más adelante veremos con mayor detalle las maravillosas con­
secuencias que produjo la carta de Fray
Julián Garcés.
Y ya para concluir esta semblaza edificante ,!iremos que este
egregio varón muri6 un frío día de diciembre de 1542. Su cuerpo
yace en la catedral de Puebla
y al pie de su retrato pueden leerse
tres palabras que lo pintan de cuerpo entero: SAPIENS, INTE­
GER, EMERITUS, o sea, sabio, íntegro
y benemérito.
2. Fray Juan de Zumárraga.
Las noticias que en España se tenían acerca de la conquista
realizada por Hernán Cortés y sus valientes capitanes, así como
del incremento que iba logrando la naciente Cristiandad gracias
a los esfuerzos de los misioneros, hicieron que, en 1527, pensara
Carlos V en la necesidad de erigir un segundo obispado. Al mismo tiempo llegaban también a España noticias alar­
mantes de los malos tratos que los indios recibían por parte de
los conquistadores, malos tratos que los misioneros no podían impedir. Por todo ello crey6 el Emperador don Carlos que era ne­
cesaria la presencia de un obispo que con la autoridad conferida por su carácter episcopal y con la que la
Co~na de

España le
añadiera por el título de Protector de los Indios, pudiera poner
coto a tales desmanes.
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FORJADORES DE MBXICO
Por cédula real, de fecha 12 de diciembre de 1527, nombró
Carlos V como obispo de México al franciscano Fray Juan de Zumárraga.
Nótese un dato que no deja de ser significativo: Zumárraga
es nombrado obispo de México un 12 de diciembre, precisamen­
te cuatro. años antes del Milagro del Tepeyac. Tal parece que, desde el cielo, la Virgen de Guadalupe en­
viaba una señal para manifestar su preferencia por ese humilde
fraile que tanto contribuiría a la evangelización de nuestra patria. Zumárraga fue obispo y arzobispo de México durante veinte
años (1528-1548). Fue un hombre de vigorosa personalidad, así
como un acendrado defensor de los indígenas.
Zumárraga favoreció la introducción de nuevos productos
para la agricultura y quiso que aquí se establecieran campesinos
españoles; fue él quien trajo
la primera imprenta que hubo en
América; fundó los colegios de San Juan de Letrán
y de San­
ta Cruz

de Tlaltelolco, así como
el Hospital del Amor de Dios;
coadyuvó a la obra educativa de Fray Pedro de Gante y fue el
verdadero iniciador de
la creación de la Real y Pontificia Uni­
versidad de México, la cual se estableció tres años después de
su muerte, o sea en
1551.
Cuando los miembrós que integraban la Primera Audiencia
--entre ellos
el sanguinario Nuño Beltrán de Guzmán- come­
tían bestiales atropellos contra inermes indígenas, Zumárraga
salió abiertamente en defensa de aquellos humildes
y al hacerlo
no le

importó desafiar a los oidores
y de poner en riesgo su pro­
pia vida. Asediado por los oidores, Zumárraga escribió una carta al
Emperador dándole detalles de lo que en México estaba ocurrien­
do
y esta carta fue decisiva para que don Carlos mandase des­
tituir
y arrestar a los tiranuelos y designase una Segunda Audien­
cia la cual estuvo integrada por elementos probos
y virtuosos.
Alberto Maria Carreña, al referirse a la figura de quien fuera
primer obispo y arzobispo de México nos dice lo siguiente: «Zumárraga, considerado y estudiado desde cualquier punto
de vista resulta figura muy notable como guía de hombres, como
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NEMESIO RODRIGUEZ LQIS
misionero activor como _-benefactor piados.o que creó un célebre
hospital, como ·promotor de la educación en diversos grados y
como introductor de la imprenta en el Nuevo Mundo. »Naturalmente no fue un
hombre perfecto,

porque no hay
hombre que pueda serlo; pero cuando se miden sus debilidades
y sus vigorosas virtudes, está uno obligado a confesar que no
solamente foe uno de los más grandes hombres de su tiempo.
sino que a
medida que
se le conoce mejor resulta indispensable
declarar que es uno
. de

los hombres más grandes de todos
· los
tiempos»
(25 ).
3. Don Vasco de Quiroga.
Este noble varón nació en el año 1470 y nació en la misma
villa

donde naciera Isabel la Católica o sea en Madrigal de las
Altas Torres (Avila), y tan benéfica
y grandiosa fue la obra por
él

realizada que el historiador francés Marce] Bataillon llegó a
comentar que don Vasco era el español más grande que hasta
el momento ha cruzado el Océano. Durante su juventud hizo una brillante carrera en jurispru­
dencia, licenciándose en cánones, en Valladolid. Ocupaba un cargo importante cuando
el Emperador Carlos V
lo envió a México, formando parte de la Segunda Audiencia que
presidía don Sebastián
Ramírez de
Fuenleal.
Como oidor, contribuyó a la pacificación de los ánimos y a
la reorganización de la sociedad que tan perturbada había que­
dado por
el mal gobierno de Nuño de Guzmán y demás miem­
bros de

la Primera Audiencia.
Al
conocer las _calisas de los males sociales, especialmente
el mal
trato que sufrían los
indígenas, don
Vasco· ideó
una for­
ma adecuada para resolverlos: se trataba de los hospitales-pueblo,
original institución
·que educaba

al indígena dentro de una con­
vivencia humana y cristiana. Al mismo tiempo, se asistía a los
(25) Don Fray Juan de Zumárraga, Editorial Jus, l.ª edic., México,
1950, pág. 81.
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enfermos, se trabajaba en común, se repartían justamente los
frutos
y se aprendían. los principios de la verdadera economía.
Fue así que, habiendo autorizado para poner en práctica
esta obra, don Vasco funda
-en 1532-el hospital de Santa Fe,
a poca distancia de la ciudad de México. Más tarde, con
el pro­
pósito

de restañar las heridas producidas entre
las poblaciones
tarascas por la rapiña
y avaricia de Nuño de. Guzmán, funda
don
Vasco otro hospital: Santa Fe de
la Laguna,
cerca
de· Tzint­
zuntzán.
Todos estos méritos hicieron que el Papa Paulo III, siendo
solamente un seglar,
lo nombrase obispo de Michoacán, diócesis
que

tenía la sede en la capital tarasca de Tzintzutzán.
Uno de sus
biógrafos nos

dice de don Vasco que «precedido
de la fama de evangelizador, a su regreso a México
halló el re­
conocimiento adecuado de su
vocación, cuando

a finales de
1538
el seglar Quiroga recibió en una sola ceremonia desde la ton­
sura hasta la consagración episcopal. Y de allí
pasó a
ser
el pri­
mer obispo de Michoacán, nueva
diócesis que

había empezado
a gobernar en calidad de obispo electo» (26).
Aquí es donde conviene deternerse un.os instantes para re­
flexionar sobre la trascendencia , de este acontecimiento.
Una antigua costumbre adoptada por la Iglesia y reafirmada
en
el Código de Derecho Canónico, establece que para recibir
la consagración episcopal,
el candidato tenga, cuando menos, cin:
co

años de haber sido ordenado sacerdote.
Pues bien, imaginemos por un instante cuáles serían las
vir,
tudes y capacidad de don Vasco que fue .el mismísimo Papa
quien
accedió a

pasar por alto este requisito
y disponer que, en
el curso de la misma ceremonia, don Vasco recibiera desde la tonsura hasta la mitra.
En toda la Historia de la Iglesia sólo un caso análogo se
(26) Felipe Tena Ramfrez, Vasco de Quiroga y sus pueblos de Santa
Fe
en los siglos XVIII y XIX,
Editorial Potrúa, l.ª edic., México, 1'977,
págs. 36 y 37. 1,
1253:
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recuerda: El de San Ambrosio, quien también en la misma ce·
remonia de seglar
se. transformó
en obispo.
El gran San Ambrosio, obispo de Milán, que por sus peca­
dos impidiera la entrada al templo al Emperador Teodosio y a quien se debe la conversi6n de San Agustín. Pues bien, en
el momento en que el Santo Padre le confería
tan grande honor a don Vasco de Quiroga es porque veía en
el
recio y enjuto castellano virtudes dignas de equipararse a las de
los grandes santos de
la Iglesia.
Y es que don Vasco de Quiroga estaba destinado a realizar
grandes proezas; no iba, como San Ambrosio, a convertir a un
San Agustín; más bien iba a convertir a .todo un pueblo, lo iba
a civilizar e iba a fundar entre los buenos michoacanos una obra
que aún perdura en nuestros días. La grande distinci6n conferida al abogado nacido en Madri­
gal de las Altas Torres era no s6lo una honra para
él, sino para
Michoacán
y en general para toda la naci6n mexicana.
Como bien nos dice Luis Medina Ascensio,
J. J.: «La gran­
deza de su obra ha atraído a los historiadores para ocuparse de
ella. Como vamos a ver luego,
la huella de su paso qued6 mar­
cada para siempre en los viejos caminos de su obispado de
Mi­
choacán

y el admirable perfil de su persona y de su obra sigue
atrayendo, no sólo a nosotros los ·mexicanos, sino a los estudio~
sos y admiradores de otras muchas naciones del mundo» (27). En 1542 traslada su sede a
Pátzcuaro, en
donde fund6
la
catedral y el colegio de San Nicolás. Este centro de enseñanza
de latín y ciencias morales
y teológicas fue de gran beneficio
para la Iglesia ya que
allí convivían los jóvenes españoles con
los jóvenes indígenas, y así casi todos supieron hablar en lengua
española y tarasca. Como prueba del florecimiento
de dicha instituci6n dire­
mos que, en 1576, eran más de doscientos los sacerdotes y re­
ligiosos que habían egresado de las aulas de San Nicolás.
(27) Las Casas y don Vasco. Dos actitudes humanas, Obra Nacional
de la Buena Prensa, l.' edic., México, 1983, págs. 12 y 13.
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También, bajo la protección de don Vasco, floreció la Casa
de Altos Estudios de Tiripetio, para cuya dirección mandó ve­
nir a Fray Alonso de la Vera Cruz.
Don Vasco fundó curatos
y puso las bases de muchos pue­
blos en regiones que hoy pertenecen a los actuales estados de
Micboacán, Jalisco y Guanajuato.
Grande fue el empeño de don Vasco por civilizar, esto es,
por reducir a los indios a la vida civil y fruto de este empeño
fue la fundación
de numerosas poblaciones.
Y en el momento en que los indios abandonaban su vida
agreste,
nómada y dispersa para asentarse en una población de­
terminada, don Vasco procuró que los neófitos se hiciesen útiles
recíprocamente, haciendo que aprendiesen artes y oficios.
Pero aún fue más
allá el genio previsor de don Vasco: para
evitar competencias desleales, envidias y rivalidades, nuestro
hombre les formó un plan admirable en el
cual todos pasaron
a ser recíprocamente necesarios.
Ordenó que sólo en un pueblo se ocupasen de cortar
made­
ra

(Capula); que sólo en
otro (Cocupao,

hoy Quiroga) estas ma­
deras se labrasen y pintasen de un modo original y primoroso;
que otro (Teremendo) se ocupase únicamente en curtir pieles;
que en diversos lugares (Patamban y Trintzuntzán) solamente
hicieran utensilios de barro; que otro se dedicara al cobre (San­
ta Clara del Cobre); y finalmente que otros se dedicaran a los
trabajos de herrería (San Felipe de los Herreros).
«De esta manera se consiguió que los hijos tomasen el ofi­
cio de los padres y que éstos les comunicasen los secretos del
arte.
»El plan de don Vasco se ha observado casi hasta nuestros
dias, y es argumento de la veneración en que se tiene la memoria
del fundador» (28).
Quien hoy en día visite ese hermoso rincón de la patria que
es Micboacán
y, concretamente, haga un recorrido por los pue-
(28) Alfonso Trueba, Don Vasco, Editorial Jus, 2.ª edic., México,
México, 1958, pág. 39.
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blos que rodean el lago de Patzcuaro y allí le. pregunte -pon­
gamos por caso-- a u.Q alfarero, quién, le enseñó su oficio, en­
contrará que el humilde indígena, con las manos curtidas por
años de honrada e incansable. labor, le responderá:
-Tata
Vasco--,-.
«Tata»,

en tarasco significa «padre»,
eri .el sentido filialmen­
te, cariñoso de «papá», así como «nana» quiere decir «mamá».
Al decir «Tata Vasco» se está expresando cariño y evocando
atributos paternales . de .. ternura:, defensa, comprensión y entrega
total hacia sus hijos.
Después de cuatro siglos, los descendientes de aquellos
agi:es­
res· tarascos que fueran· llamados por. don_ Vasco a compartir los
beneficios de la civilización occidental y cristiana siguen rin­
diendo a su protector
un, culto

permanente de amor y gratitud.
El historiador francés .
Marce! Bataillon

nos dice que «más que
a una sociedad económicamente feliz y justa, aspira Quiroga a
una sociedad que viva conforme a la bienaventuranza cristiana.
O, mejor dicho, no hace distinción entre los dos ideales. Para
él,
como para .otros, se tra.ta. de cristianizar a los naturales de
América, de incorpararlos al cuerpo místico de Cristo, sin echar a· perder sus buenas cualidades. Así se fundará en el Nuevo Mun­
do una 'Iglesia nueva· y primitiva', mientras los cristianos de
Europa se empeñan, como dice Erasmo en 'meter un mundo en
el'cristianismo y torcer la Escritura divina hasta confomarla con
las costumbres del tiempo', en
vez de 'enmendar las
costumbres
y' enderezarlas con la regla . de las Escrituras'» (29).
Vasco de Quiroga es el humanista cristiano del siglo
XVI que
supo aplicar en México los postulados de la « Utopía» de Santo
Tomás Moro.
«Singular

coincidencia de los destinos. Moro
y Quiroga, cu­
yos nombres se enlazan en la obra del segundo, vuelven a
jun­
tarse en nuestro tiempo por la admiración convergerite que les
profesan ideologías no · siempre afines entre sí. Disputados en
{29) Erasmo y Espai/a (traducción: Antoruo .Alatorre), Fondo de Cul­
tura Económica, 1." reimpresión, México, 1982, pág. 82l..
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en una puja de elogios, para nadie son ajenos por su excelsa
calidad humana.
»Acaso sólo difiera el paralelismo contemporáneo entre uno
y otro en que, a diferencia de Santo Tomás Moro, para Vasco
de Quiroga · no se ha alcanzado el reconocimiento formal de la
santidad.
»Pero más acá de los altares oficiales,
él conserva el suyo
eo la memoria y en el corazón de su pueblo, donde se le rinde
culto centenario bajo una advocación no conocida en santorales: Tata Vasco» (30).
Un humanista católico que por
lo mismo era uo ferviente
devoto de la Virgen María, y prueba de ello la tenemos en el
hecho de que para que los indios se volviesen también marianos,
mandó fabricar uoa imagen de caña de maíz, de gran consistencia
y peso ligerísimo.
Don Vasco constituyó a la Señora como Patrona de los en­
fermos de aquel lugar y por ello fue que grabó eo la imagen la siguiente inscripción:
Salus Infirmorum. Este y no otro es el
origen de la imagen que

en Michoacán es
tan venerada bajo el
nombre de Nuestra Señora de
la Salud.
Un dato que muy pocos conocen es que fue precisamente
imagen de Nuestra Señora de la
Salud la primera que se hizo
de

la Virgen María en el Nuevo Mundo.
Grande honor para México. Otro mérito de don Vasco. Con el paso del tiempo, quienes
viaj~ban hasta

las Islas Fi­
lipinas fabricaron uoa réplica idéntica de dicha imagen y allá
-en aquel trozo de Hispanidad disperso en el Pacífico- la
Madre de Dios es venerada bajo. la advocación de Nuestra
Se-.
ñora

de la Paz y del Buen Viaje.
Hablar de la benemérita obra de don Vasco de Quiroga como
civilizador y misionero sería tema inagotable, por eso es que po­
nemos··puoto final a este análisis diciendo que falleció en Urua­
pan el 14 de marzo de 1565. Tenía
95 años de edad y en México
(30) Féllpe Tená Ramírez, ap. cit., pág. 181.
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había realizado su gran labor durante treinta y cinco. Mérito más
que suficiente para que se le considere mexicano por adopción.
_Sus restos
se guardan en una caja fuerte que está situada en
la Basílica de Pátzcuaro, concretamente detrás del Altar Mayor
de Nuestra

Señora de la Salud, de quien -por obra de don
Vas-·
co-los michoacanos son tan devotos.
Allí, custodiado por la Reina del Cielo y el cariño de su
pueblo, espera don Vasco el glorioso día de la resurección de
los muertos.
Una figura excepcional, fuera de serie, cuya vida hay que
leer de rodillas y con el sombrero en
la mano.
V. El humanismo cristiano.
El historiador jesuita Constantino Bayle, S. J. intefPreta con
fidelidad
el espíritu que movía a los monarcas españoles una vez
que Colón hubo rasgado el velo del Mar Tenebroso y le ofreció
a España un Nuevo Mundo: «España no podía dar por cumplida su misión providencial,
ni sus reyes el cargo de conciencia anexo a la soberanía, mien~
ttas quedase un rincón en América donde fuese Nuestro Señor
desconocido y las almas de los indígenas, perdidas» (31 ).
Por otra parte, «el descubrimiento de América», según nos
dice Vicente D. Sierra, «ocurre en un momento de verdadera encrucijada histórica. Comienza la conquista junto con el si­
glo xvr, es decir, cuando la Edad Media, en cambio brusco, en­
tra en decadencia» (32). Es el momento de
una encrucijada histórica: la Edad Media
ha entrado

en agonía y, en
el horizonte, aparece ya el Renaci­
miento.
Un acontecimiento histórico de gran trascedencia -la caída
(31) La expansión misional de España, Editorial Labor, l." edic., Ma­
drid, 1946, pág. 154.
(32) El sentido misional de la conquista de América, Ediciones de
«Orientación Espafiola», l." edic., Buenos Aires, 1942, pág. 101.
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de Constantinopla en poder de los turcos, acaecida en 1453-
derrumba un viejo imperio y hace que los sabios bizantinos hu­
yan hacia Europa llevando consigo obras de arte que aún con­
servaban del mundo pagano. Al llegar a Europa estas reliquias artísticas, se produce un
curioso movimiento cultural que hace que sabios e intelectuales
de la época vuelvan los ojos hacia la anrigüedad pagana, con­
cretamente hacia Roma y Grecia.
Al mismo tiempo, el hecho de que Bizancio esté en poder
de los turcos hace que se cierren las puertas a los mercaderes
que continuamente viajaban hacia China o la India en busca de
las codiciadas especies.
Por eso es que los navegantes buscan a toda costa nuevas
rutas. Eso explica la efervescencia exploradora que se manifiesta
en Portugal
y el hecho de que Colón insista en que se puede
llegar hasta
el Oriente navegando hacia Occidente.
Simultáneamente aparecen en Europa la pólvora y la impren­
ta, inventos que hacen cambiar toda una mentalidad. Al enrrar la pólvora en las artes bélicas los castillos feuda­
les dejan de ser inexpugnables, esto hace que los nobles se vuel­
van cortesanos, se sollletan al Rey y que, por ende, el monarca
pase a detentar un poder absoluto.
Y con respecto a la imprenta, diremos que este invento hace
que todo escrito deje de pasar por la censura de los monjes
amanuenses con lo cual cada quien podrá escribir
y publicar lo
que le venga en gana y, con ello, influir poderosamente_ en la
sociedad.
Así pues, sumemos todos estos factores: inquietud por co­
nocer la antigüedad pagana¡ libertad de escribir
y difundir lo
que se guste, sin previa censura eclesiástica; derrunibe del feu­
dalismo; fortalecimiento del poder real; y nuevos descubrimien­
tos geográficos a raíz de las exploraciones en busca de una nue­
va ruta hacia
el Oriente.
No hay duda. El mundo ha cambiado. Las últimas décadas
del siglo xv marcan el fin de la Edad Media
y dan paso al Re:
nacimiento.
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Y el concepto que el hombre tiene del mundo va a sufrir
también
un cambio brusco. Se dejará a un lado el piadoso teo­
centrismo para recibir con vítores al soberbio antropocentrismo.
Explicaremos esto.
Durante la
Edad Media, la piadosa cristiandad
de aquellos
siglos veía en Dios al centro de todo universo ( teocentrismo)
y
consideraba que este mundo no es más que un valle de lágrimas,
en

el cual debemos de
cargar con
santa humildad nuestra Cruz
pata que, en un bienaventurado día, podamos alcanzar el cielo.
El Cristianismo lo impregnaba todo
y ese ambiente místico
se manifiesta en la literatura, en ]a pinturai en la escultura, en
la arquitectura y en las relaciones entre gobernantes y gobernados.
Dios eta el centro de todo
y alrededor de tan divino núcleo
giraba todo el orden social. Peto con la llegada del, Renacimiento el hombre se vuelve
soberbio, desafía a su Creador y pregona a los
cuatro vientos
que

por set
él la

criatura predilecta de la Cteaci6n, el centro del
mundo es el hombre y no Dios (antropocentrismo).
Por todo ello se verá a esta vida ya no como un valle de
lágrimas, sino como un lugar donde habrá que pasarla lo mejor
que sea posible.
Y esta tendencia se manifiesta en todas las facetas creativas
del hombre: en la literatura, pintura, arquitectura y escultura. Se le da culto al cuerpo
humane, y los artistas imitarán los
modelos desnudos
que' tanta

fama tuvieran en Grecia
y Roma.
Afortunadamente España, gracias a ese gran hombre que
fue el Cardenal Cisnetos supo modelar ese humanismo
pagiUlo
y ctistianizarlo de tal modo que no se llegase a los tristes exce­
sos de otras partes. Asimismo Cisneros emprende una
reforma a fondo de

la
Iglesia Española, empezando
por su propia orden

o sea la fran­
ciscana.
«El revuelo que se aririó fue estrepitoso y no se apaciguaron
los ánimos
durante largo tiempo. Muchos

frailes
y monjas sa­
lieron de sus conventos
y se marcharon al Africa no pata con-
126o
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FORJ;WO~S DE MEXICO
vertir a los infieles, smo para vivir_ como infieles, sin frenos de
pobreza, castidad ni obediencia» ( 3 3 ).
Esto va a ser de
providenciales consecuencias

ya que
la causa
primordial de que España no se haya vuelto luterana se debió
a que Cisneros se le adelantó a Lutero, o sea que los grupÓs
protestantes que en el fururo pudieran haber surgido no encon­
traron ninguna bandera que enarbolar entre los españoles.
«Gracias a· la obra de Cisneros, cuando años más tarde es~.
talló el gran terremoto luterano, con la consiguiente deserción
masiva de frailes y monjas por toda Europa, los conventos y
monasterios españoles se mantuvieron adictos a Roma. No es
posible calcular los beneficios espirituale~ y materiales que esta
previsora reforma cisneriana consiguió para nuestra patria, que
permaneció intacta, mientras en el resto de Europa corría abun­
dantemente
la sangre por discusiones religiosas» (34 ).
Don Marcelino Menéndez Pelayo -fecundo polígrafo, toda
una autoridad en lo que a Historia de España se
refiere-coinci­
de

también en este punto al decirnos que «la reforma llevada
a cabo con tan incontrastable tesón por el antiguo capellán del
convento de
la Saceda y el no haber en España relajación de
doctrina, aunque
sí de
costumbres, es lo que nos salvó del pro­
testantismo» (35).
Por otra parte, Cisneros y los frailes que le apoyan en su
reforma cristianizan ese humanismo que con tanta virulencia bro­
ta por los cuatro puntos cardinales de Europa.
Y al
cristianizar ese

humanismo se llega a la siguiente con­
clusión: en efecto, el hombre es un ser privilegiado y lo es por
ser hijo de Dios, por estar hecho a su imagen y semejanza
y
porque el Redentor se encarnó en el linaje humano para pagar
(33) Eusebio Ceballos Piñas, Cisneros, un gran español, Publicacio­
nes Españolás, 1.• edic., Madrid, 1973, pág. 32.
(34) !bid., pág. 33.
(35) Historia de los heterodoxos españoles, Biblioteca de Autores
Cristianos, t.a edic., Madrid, 1956, tomo I, pág. 763.
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la gran deuda que nuestros primeros padres habían contraído en
el Paraíso.
Por todo ello, por ser el hombre un ser privilegiado habrá
que hacerlo digno de recibir los copiosos frutos de
la Redención.
Y para que el hombre se beneficie del Sacrificio de Cristo
habrá que respetar su dignidad humana, haciendo florecer al má­ ximo todas sus virtudes y proporcionarle un nivel de vida acor­
de con su condición de hijo de Dios.
El
humanismo cristiano

-a diferencia
del humanismo pa­
gano-- nos
dirá que, en efecro, el hombre es una pieza clave
dentro del orden natural y lo es por una razón
muy simple:
por
estar destinado a la conquista del Reino de los Cielos.
Por todo ello, por amor al hombre -hecho a imagen y
se­
mejanza de Dios-, será imperativo de conciencia el contribuir a su pleno
desarrollo para
que, siguiendo el
plan divino,
en toda
la humanidad se instaure el Reinado Social de Cristo, antesala
que conduce a la salvación eterna.
Esa es
la mentalidad que impera en la España de Isabel la
Católica
y del Cardenal Cisneros.
Esa es la mentalidad que impera en
la España que hace unos
cuantos años acaba de descubrir un Nuevo Mundo al cual habrá
que llevar cuanto antes la luz de
la Fe.
Esa es
la· mentalidad que inflama a los santos misioneros que
llegan a tierras de México una vez que
la conquista ha terminado.
Por todo ello es que estamos plenamente de acuerdo con
Carlos Alvear Acevedo cuando nos dice que «la actitud del es­
pañol en América -frente al indio y frente al paisaje-- estuvo inspirada en una
cierta medida,

por las ideas del Renacimiento
y por las hondas inquietudes cristianas que en España había con
motivo de la reforma interna de
la Iglesia.
«El Renacimiento exaltaba al hombre, exaltaba su dignidad
de persona, su libertad y su
?estino individual.
»España, como otras partes-~-Europa, vivía entonces, hacia
el siglo XVI y en los tiempos inmediatos, una situación que to·
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FORJADORES DE MBXICO
maba en cuenta esto, pero en el marcó más sólido del pensa­
miento cristiano» (36 ).
Los misioneros que en el siglo
XVI llegaron a México eran
frailes reformados por el Cardenal Cisneros
y que estaban in­
fluidos por un profundo humanismo cristiano.
Sin temor a equivocarnos, podemos decir que el Humanismo
consiste en la valoración del hombre como persona integral.
La educación humanista se fijará en lo que es más propio
y
característieo del hombre y educará el entendimiento humano
para que sepa captar claramente
la verdad.
El humanista es un hombre que sabe pensar
y -lo que es
muy importante-- que sabe usar rectamente
de su libertad con
responsabilidad.
Al Humanismo se le oponen
la técnica y el positivismo.
La técnica que sólo enseña especialidades: ejemplo especia­
lista en decorar recámaras para niñas. El positivismo que se
basa en los datos que da la ciencia o sea que se concretiza en lo
que solamente se puede contar, pesar
y medir.
La finalidad del Humanismo deberá consistir en que el in­
dividuo aprenda esencialmente dos cosas: a pensar
y a exptesar
su pensamiento.
Pondremos un par de ejemplos.
La Escuela de Historia debe enseñar que el historiador, por
medio de ejemplos tomados del pasado, sepa
r.esolver un

caso
determinado. La cultura del historiador deberá
concretarse a
aplicar

la expetiencia pasada a la problemática. Ni duda cabe que
esa sería una buena formación de historiadores. En cambio el positivismo histórico -antítesis del Huma­
nismo--consiste en dar un gran-número de datos, siendo que
son los datos lo que menos interesa. Lo que realmente importa
es el pensamiento filosófico que
hizo que los acontecimientos
históricos se enfilaran por tal o cual rnmbo. Un ejemplo más.
(36) La Iglesia en la historia de México, Editorial Jus, l.ª edic., Mé­
xico, 1975, pág; 75.
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La Facultad de Derecho debe enseñar a que el abogado sepa
aplicar su recto criterio jurídico para resolver una determinada controversia de acuerdo con los eternos lineamientos que nos
marca el Derecho natural. En cambio, el positivismo jurídico consiste en abrumar al
alumno o al litigante con cientos de normas jurídicas y en atibo­
rrarle la memoria con datos superfluos que ya existen en los
más
diversos

códigos.
Volvemos a lo mismo: al buen abogado lo que
menos debe
interesarle

es memorizar los miles de artículos impresos en los
códigos. Lo que realmente interesa es saber que el Derecho debe procurar la justicia
y, en un momento dado, saber aprovechar
las normas jurídicas existentes para resolver justamente un litigio.
El Humanismo trata de buscar
el «porqué» de las cosas.
Trata de verlo todo claramente
y de no aoeptar ser movido por
los sentimientos sino por la razón.
El pensador humanista no será jamás influido por oradores
demagogos, ya que siempre buscará saber la verdadera causa
de todo. El pensador humanista sabe muy bien que la cultura no
consiste en adquirir conocimientos a tontas y a locas, sino en
aprender a pensar. Y, precisamente, es en el pensar en lo único
que debemos ser especalistas; en comprender el problema, re­
solverlo y saber expresarlo. En esto consiste
el Humanismo.
Por todo esto, cuando hay pensadores salen sobrando los
ptofesionistas.
Por eso es que el ideal de toda Universidad -aunque parez­
ca paradójico-- deberá ser que sus egresados sirvan para todo
y que, en un momento dado, puedan ser capaces de ganarse
la
vida sin ejercer su profesión.
En cambio, pobres de aquellos que carecen de
educación hu­
manista y que se concretizan únicamente a conocer su especiali­
dad. Es el caso -por ejemplo-, del mecánico que sólo sirve
para arreglar motores, del químico que sólo sirve para oomponer
fórmulas o del odontólogo que sólo sirve pra extraer
muelas:
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Dignos de compas10n son todos aquellos técnicos de men­
talidad positivista que sólo conocen su especialidad
y que se
sienten naufragar en cuanto les piden que se salgan un poco de
su área.
El humanista, en un mol)lento dado, puede convetirse en
polifacético
y desarrollar aptitudes de las que nadie podría creerle
capaz.
El caso es que los santos varones que España
y la Iglesia
enviaron para forjar la gran nación hispanoamericana fueron hom­
bres que estuvieron impregnados de un, profundo espíritu hu­
manista.
Recordemos cómo don Vasco de Quiroga tenía la profesión
de abogado
y, sin embargo

-gracias a su concepción humanís­
tica-,
fue, un gigante de la cultura

que sirvió para todo.
Y es así que vemas a don Vasco en Michoacán construyen­
do escuelas, fundando pueblos, curando enfermos, abriendo ca­
minos y educando a sus amados indígenas.
Gigantesca labor
la que don Vasco realizó en las orillas del
Lago Pátzcuaro, ya que
al ser un hombre de espítitu integral
supo --en un momento dado-- actuar como ingeniero, agriad~
tor, sacerdote, arquitecto, legislador, médico y educador.
Y como don Vasco, otros frailes fueron también humanistas
cristianos, tales como Zumárraga, Motolinía, Gante, Salvatierra,
Kino, Junípero
Serta y
otros de los que más adelante nos ocupa­
remos.
Como bien nos dice el historiador norteamericano Carlos F.
Lummis:
«No solamente fueron los españoles los primeros conquis­
tadores del Nuevo Mundo y sus primeros colonizadores, sino
también sus primeros civilizadores. Ellos construyeron las pri­
meras ciudades, abrieron las primeras iglesias, escuelas y univer­
sidades; montaron las primeras imprentas y publicaron los pri­
meros libros; escribieron los primeros .diccionarios,
historias y
geografías, y trajeron los pfimei:-os misfonerÓs; y antes qe gtle
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en Nueva Inglaterra hubiese un verdadero peri6dico, ya ellos
habían hecho un ensayo en Méjico, ¡y en el siglo
XVII!» (37).
La idea clave que cierra estas reflexiones es la siguiente: El
Cardenal Cisneros reformó oportunamente
la Iglesia Española;
cristianizó el" humanismo renacentista que, en otros países, fue
la antesala del protestantismo y -gracias a esto- fue posible
que a tierras de
la Nueva España y, en general, a toda la Amé­
rica Española llegaran santos varones que apreciaban la diguidad
humana en cuanto que significaba ver como hermanos suyos a seres inermes e ignorantes que -por ser hijos de Dios- esta­
ban también llamados a disfrutar de las abundantes gracias de
la Redenci6n.
(Continuará)
(37) Los exploradores españoles del siglo XVII (traductor: Arturo
Cuyás), Editorial Espasa-Calpe, Argentina, l.ª ed.ic., Buenos Aires, 1945,
pág. 50.
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