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Número 381-382

Serie XXXIX

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Manuel A. de Paz Sánchez: Intelectuales, poetas e ideólogos en la francmasonería canaria del siglo XIX

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nas agradecemos por las sugestivas enseñanzas y orientaciones
que encierran como hitos válidos
en la edificación de la Ciudad
Católica.
AGUST!N ARREDONDO, S. l.
Manuel A. de Paz Sánchez: INTELECTUALES,
POETAS E IDEÓLOGOS
EN LA FRANCMASONERÍA
CANARIA DEL SIGLO
XIX'"
Otro libro -poco más que un opúsculo en esta ocasión­
sobte la masonería hispana, aunque, en el caso presente, con
algunas variaciones sobre lo habitual. No es una relación de .
logias, afiliados a las mismas, grados,
nombres simbólicos y
profesiones
que siguen pareciéndonos una absoluta pérdida
de tiempo porque nada aportan a la historia, salvo en lo que
pueda tocar a ese campo, cuasi estéril, de los ultralocalismos.
Quiero decir
que no tiene el menor interés, por poner un
ejemplo de mi ciudad natal, publicar un libro sobre las perso­
nas
que habitaron a lo largo de los últimos años en el núme­
ro 25 de la calle de García Barbón. Y si ya lo precisamos al
tercero izquierda,
pues menos todavía, si es que cabe algún
menos.
El libro de Paz rompe los moldes habituales y se refiere a
algunos masones canarios y a sus escritos, que, además, repro­
duce. Una vez más esos personajes
son de penúltima fila, salvo
e) Ecotopía, Santa Cruz de Tenerife, 1983, 135 págs.
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Villalba Hervás que es de tercera o cuarta. ¿Cuántos de mis lec­
tores
han oído hablar de este sujeto? Estoy seguro de que
poquísimos. Y es el único que es alguien, aunque no dema­
siado.
La introducción (págs. 9-51) es la aportación original del
autor, aunque
no negamos el mérito que tenga por haber encon­
trado los documentos
que reproduce en las páginas siguientes.
La masonería canaria, salvo la posible adscripción a la secta
de algunos diputados de
Cácliz, no existió hasta 1870, por lo
menos con
un mínimo relieve. Y después parece que casi tam­
poco, al menos en el siglo XIX.
El estudio sobre Villalba Hervás (1837-1899) es interesante.
El fue, sin duda, el único personaje de algún relieve entre los
estudiados. Revolucionario exaltado,
con algún cargo político
en las islas -secretario del Gobierno civil, gobernador interi­
no--, fue en alguna ocasión diputado por Tenerife, historiador
de escaso crédito por su sectarismo y republicano impenitente.
Se caracterizó siempre por su "fanatismo anticatólico" (pág.
17).
El autor le considera como "el auténtico protagonista de la
ofensiva masónica contra la Iglesia Católica" (pág. 23)
y, si
tenemos
en cuenta que esa ofensiva fue de escasa entidad y de
aun menores consecuencias pues tampoco es para tenerle
como una gran figura de la masonería. Los problemas del
Hermano Tácito
con sus propios compañeros, por lo repetitivo
en tantos otros casos, no merece la pena que nos detengamos
en ellos (pág. 27). El médico Miguel Buenaventura Espinosa de
los Monteros Rodríguez (1838-1898)
no pasa de una mediocre
figura local (págs. 29-30). Pío Ramos López, "personaje
un
tanto especial" (pág. 37), caracterizado por su "mal carácter"
(pág. 38),
es un absoluto desconocido. Como Domingo Car­
ballo. Y Elías Mújica.
Los textos reproducidos de estos cinco masones son tam­
bién desiguales. La "Respuesta a un obispo romano" de Villalba
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(págs. 56-75) es una contestación airada a una pastoral del
obispo de Málaga, Esteban
José Pérez, llena de los tópicos anti­
clericales al
uso en la época en los que no nos vamos a dete­
ner. No aporta nada original ni digno siquiera de tenerse
en
cuenta. Aunque tal vez debiera el jesuita Ferrer Benimeli,
patrocinador y alentador
de todos estos trabajos y valedor de
las bondades de la masonería, recapacitar sobre lo que los
masones opinan de la Compañía
de Jesús, a la que él pertene­
ce: "esa sociedad tenebrosa armando de puñales el
brazo de
Ravaillac y el
de Jacobo Clemente; envenenando al gran
Clemente XIV y cometiendo otros crimenes no menos ho­
rrendos, por más que sus detalles sean menos conocidos"
(págs. 68-69). A los Papas les pone todavía peor. ¡Pues, qué
bien, señor Ferrer Benimeli!
La "Memoria" de Espinosa de los Monteros (págs. 78-99) es
igual de deleznable. Y los ataques a la Compañía del señor Ferrer
Benimeli igual de atroces (págs. 83-90).
Pio Ramos sostiene que los súbditos de Felipe II creian que
era "hijo de Dios" (pág. 106). ¿Vale la pena insistir en tal basura?
Domingo Carballo, comunero, publica unos malos versos sobre
la persecución a los comuneros tras el Trienio liberal (págs. 115-
121), de escasisimo interés. De
Elias Mújica se reproducen dos
poemas,
uno al entierro civil de un hermano y el otro a la insta­
lación de una logia (págs. 126-133), que
no pasarán, no ya a la
historia de la poesia española, sino ni siquiera a la de la canaria.
Pues esto
es todo. Una vez más una pérdida de tiempo y de
papel.
FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA C!GO! 180
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