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Número 381-382

Serie XXXIX

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Santo Tomás de Aquino, el orden de las cosas creadas y su cognoscibilidad por el hombre

SANTO TOMÁS DE AQUINO,
EL ORDEN DE LAS COSAS CREADAS Y SU
COGNOSCIBILIDAD
POR EL HOMBRE ('>
POR
JUAN BMS. V AllET DE GOYTISOLO (')
l. Hace años (1) comparé a una catedral gótica la visión que
SANTO ToMAs DE AQUINO tuvo del orden de la creación.
La armonía de la catedral gótica requiere de todos sus pilares
y
el equilibrio de todos sus elementos. No es posible que cual­
quiera
de ellos absorba a los demás.
Asi ocurre también en la visión que el AQUINATENSE tiene del
orden de las cosas creadas.
Santo Tomás vislumbra
en ese orden diversas esferas: divinas
y humanas; sobrenaturales y naturales, determinadas inmediata o
mediatamente por la adecuación racional a un fin común; de
consejos y de preceptos, morales y juridicos; de derecho natural
y de
derecho positivo, divino revelado y humano, etc. Todas
estas esferas forman
un conjunto del que ninguna puede sepa­
rarse, hipertrofiarse ni minusvalorarse. Cada
una tiene su propio
papel en la armonía del conjunto. Los ámbitos de lo fisico y lo
metafisico, lo biológico, lo moral, lo social y lo jurídico son dife­
. rentes pero inseparables. Lo son igualmente ser y devenir, la
naturaleza y la historia, las esencias y la existencia, lo estable y
e) Lección magistral expuesta en el aula magna de la Universidad San Pablo
CEU, en la festividad de SANTO ToMAs DE AQUINO, el 28 de enero de este año.
(1) Observaciones de orden metodológico en torno a la concepción del dere­
cho natural de Santo Tomas de Aquino, Á.R.A.J. y L. 3, 1975, págs. 42 y sig.¡ reco­
gido en Estudios sobre fuentes del derecho y método Jurídico, Madrid, Montecorvo,
1982, págs. 777
y sig.
Verbo, núm. 381-382 (2000), 121-134. 121
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JUAN BMS. VALLET DE GOYTISOLO
lo que se halla en movimiento, la naturaleza de las cosas y la de
cada cosa, el orden general de todas las cosas
y los órdenes par­
ticulares, su causa primera y sus causas segundas; lo justo natu­
ral y lo justo positivo. Lo que, en cada ámbito debe ser exigido
por el poder político y lo que ha de ser determinado por los órga­
nos sociales naturales o
bien por las personas individualmente.
Esos distintos órdenes
son inseparables pero no deben interferir­
se sin riesgo de la estabilidad de los órdenes humanos.
Si alguno de estos ámbitos deja de funcionar -verbi gracia,
el de
la moral por debilitarse su sentimiento social-la pérdida
del equilibrio
es inevitable, y entonces:
o
bien el ámbito de lo positivamente impuesto por el
poder del Estado se extenderá, creando una presión
que asfixiará las libertades, adormecerá la libre iniciati­
va, el impulso individual
y, con él, la espontaneidad
social del progreso, y se destruirán los vínculos socia­
les naturales;
o bien, se caerá en un hedonismo egoista y materialista
que llevará a la disolución social, a la corrupción, a la
anarquía, a las revoluciones ...
Es cierto que el orden divino de lo creado es uno, universal
e indivisible,
y que la visión de esas diversas esferas es tan sólo
efecto
de nuestras limitaciones; pues la inteligencia humana no
puede abarcar en acto el conocimiento pleno de ese orden. El
mismo SANTO ToMAs advierte que sólo lo podemos vislumbrar
borrosamente, fragmentado
por partes y viendo una parte detrás
de otra, elevándonos de lo sensible a lo inteligible, de lo simple
a lo complejo, de los efectos a las causas, de lo finito a lo infini­
to, sin
poder alcanzar a divisar plenamente y en acto su unidad,
que sólo vislumbramos.
Quien mejor ha penetrado y más equilibradamente en la
perspectiva general y en la de cada parte de ese orden es preci­
samente el
DocroR COMÚN. Para mostrar como él lo observa se
requeriría
un grueso volúmen. Aquí deberé limitarme a tratar de
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SANTO TOMÁS DE AQUINO, EL ORDEN DE LAS COSAS CREADAS ...
mostrar, en unas rápidas ojeadas, lo que él dice de ese orden de
las cosas creadas y acerca del modo realista
en que trata de des­
velar su conocimiento.
2. En
la quaestio 103 de la l.' pane de su Summa theologiae
que titula De gubernatione rerum, comienza por advertir que la
observación del orden que reina
en el universo nos manifiesta a
las claras que el mundo está gobernado, y que la perfección últi­
ma de cada cosa se cifra
en la consecución de su fin. Y esto, nece­
sariamente también requiere su gobierno, dirigido a ese
fin (2).
Este orden es dinámico, opera
•con suavidad•, por causas
segundas.
En él la unidad se realiza a través de la diversidad,
donde la acción humana
se integra entre las causas segundas eje­
cutoras de ese orden, sin
que la contingencia y las contradicciones
de éstas alcancen a afectar
al orden universal de la causa primera.
Trataremos de verlo, proyectando
en una especie de flash girato­
rio los textos más expresivos
de esta quaestio 103 de la prima pars.
•En todo ser creado hay algo permanente (stabile), al
menos en la materia prima, y hay también algo sujeto a
movimiento
(ad motus pertinens) ... • (3).
·En el gobierno deben considerarse dos cosas: el plan de
gobernación
que es la providencia propiamente dicha; y
la ejecución del plan·. En cuanto ésta
·Deus gubernat
quaedam mediantibus
alil9', haciendo que unas cosas
-sean causa de las otras•

( 4).
·El orden de la providencia divina puede considerarse de
dos modos: universalmente,
en cuanto procede de la
causa que gobierna todo el universo; o en particular, en
relación con alguna causa particular, ejecutoria de la
gobernación divina• (5). Sin duda,
-es posible que algo
(2) SANTO TOMÁS DE AQUINO, S. Th. l.ª, 103, 1, resp.
(3) !bid., ad 2.
C 4) !bid., 6, resp.
(5) !bid., 8, resp.
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JUAN BMS. VALLET DE GOYTISOLO
suceda fuera del orden de una causa particular; pero no
puede ocurrir fuera del orden de la causa universal•;
pues, para que
,algo suceda fuera del orden de la causa
particular es necesario
que intervenga alguna otra causa
particular;
pero no es posible que nada suceda fuera del
orden de la causa universal·, pues todas las causas par­
ticulares se hallan ,dentro de
la causa primera univer­
sal, (6). Por eso, ,el hecho de que unas cosas se opongan
a otras indica que el orden puede contrariarse en cuanto
al orden de una causa particular, mas no en cuanto al
orden que depende del orden total del universo• (7).
Para que el hombre se dirija a su fin se requiere que
tenga
,el concepto de fin, de los medios y de las cosas
que son [instrumentos] para el fin· (8). Todo cuanto ,las
criaturas reciben de Dios [los tactismos las plantas, su ins­
tinto los animales, la razón el hombre] les es natural; mas
lo que hace el hombre fuera de
la condición de las cosas
naturales
,tiene carácter de violencia• (9). Las criaturas
racionales y dotadas de voluntad
,obran por sí mismas en
cuanto tienen dominio de sus actos11; pero «necesitan ser
gobernadas por Dios• porque su entendimiento y su
voluntad ,necesitan ser regidas y perfeccionadas
por el
entendimiento y
por la voluntad divina•; ,inducidas al
bien y retraídas
al mal por medio de mandatos y prohi­
biciones, de premios y castigos». Así, quienes «se oponen
a algún bien particular que les es conveniente según su
estado•: ,por eso,
son justamente castigados por Dios•
(10); pues, el desorden de una causa particular provoca
la reacción del castigo dentro de la causa universal.
Cuatro siglos después,
GIAMBATTISTA Vrco proyectarla la visión
de este orden universal a la historia de los pueblos y
a las civili-
124
(6) !bid., 7, resp.
(J) !bid., 8, ad 3.
(8) !bid., 1, ad 1.
(.9) !bid., ad 3.
(10) !bid., 5, ad 2 y 3.
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SANTO TOMÁS DE AQUINO, EL ORDEN DE LAS COSAS CREADAS ...
zaciones, mostrando que sus progresos, apogeos, decadencias y
finales son debidos a si, en su conducta, siguen o se apartan del
orden,
que él denomina de la historia ideal y eterna, trazado por
la providencia (11),
3. ¿Cómo el hombre puede conocer la naturaleza de las
cosas creadas y su orden?
SANTO ToMAs DE AQUINO reconoce que nunca conoceremos
tantas cosas que no podamos conocer más; por lo cual, ni actual
ni habituahnente el hombre puede alcanzar lo infinito. Nuestra
intelección no abarca sino lo que puede entender sucesivamen­
te, una parte después de otra, ya que las especies inteligibles
penetran sucesivamente
en nuestro entendimiento que. no puede
abarcar en acto muchas cosas simultáneamente (12). El objeto del
entendimiento es el ser y la verdad; pero, a diferencia
de los
ángeles, no podemos conocerlos inmediatamente, porque duran­
te esta vida terrena el objeto de nuestro entendimiento no es
cualquier verdad, sino únicamente el ser y la verdad considera­
dos
en las cosas materiales, a través de las cuales llegamos a los
conocimientos que nos son asequibles (13).
Y, más adelante, al tratar de la ley eterna, comienza por reco­
nocer (14) que ·no podemos conocer las cosas de Dios en sí mis­
mas; pero se nos manifiestan
por sus efectos, tal como indican
aquellas palabras de la epístola a los romanos:
"Las cosas de Dios
son alcanzadas mediante el conocimiento de las cosas creadas"».
Y sigue (15): ·Si bien todos, según su capacidad, conocen la ley
eteina de la manera que hemos expuesto, nadie puede com­
prenderla totalmente, porque no puede manifestarse plenamente
a través
de sus efectos. Por eso, es necesario que quien conozca
la ley eterna de la manera expuesta advierta la perfección del
orden
en que están colocadas admirablemente todas las cosas,. Y
(11) GIAMBATTISTA V1co, Scienza nuova, 1, IV, 349 y ·Conchiusione dell'ope-
ra•, 1102-1106.
(12) SANTO TOMÁS DE AQUINO, S. Th., l. 86, 2.
(13) !bid., 87, 3.
(14) !bid., 1.'-2.", 93, 2, ad l.
(15) !bid., ad 2.
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JUAN BMS. VALLET DE GOYTISOLO
aclara (16) que ,una cosa puede entenderse de dos maneras:
Primera: de modo tal
que una facultad cognoscitiva juzgue de su
propio efecto, como lo expresa
Jos: "¿No juzga de los sonidos el
oído y del sabor
el paladar del que come?". A ese género de jui­
cio acude
ARISTóTELEs al decir que "cada uno juzga bien de lo que
conoce"; es decir, juzgando si
es verdadero lo que propone.
Segunda:
al modo que un superior juzga del inferior con un jui­
cio práctico; es decir
si debe ser así o si no debe ser así; y de esta
manera nadie puede enjuiciar la ley eterna».
4.
Si, para conocer el orden trazado por la ley eterna en el
gobierno de las cosas, es preciso conocer éstas, ¿cómo alcanza­
mos su conocimiento
y conocemos sus formas?
SANTo TOMÁS (17), en su versículo Sed quia Arlstoteles
explica que éste, en contra de PLATÓN, no admite que las for­
mas de los seres naturales subsistan sin
que exista la materia.
Pero,
por otra parte, advierte que esas formas ,sensibles• que
existen en la materia •no son inteligibles en acto», sino una vez
abstraídas de sus condiciones materiales por nuestra inteligen­
cia agente.
Conocemos intelectivamente
por el universal correspondien­
te a los singulares conocidos sensiblemente.
El mismo SANTO
ToMAs (18) explica que, "según opina ARISTóTELES, el universal
considerado
no es principio de ser ni sustancia. Ya que si la natu­
raleza misma del género la consideramos
en los singulares, el
universal tiene
en cierto modo, respecto de éstos, razón de prin­
cipio formal; pues, el singular es lo que es por la materia, mien­
tras que la forma es la razón de la especie•.
Es decir, los sentidos externos perciben; los internos reúnen
esas percepciones, trazan su figura o imagen, y la estiman, y la
inteligencia entiende. De ese modo, pasamos del saber sensible
al conocer intelectivo. Y, asi, observamos las «formas universales.
abstrayéndolas de sus condiciones particulares. El mismo SANTO
126 (16)
!bid., ad 3.
(17) !bid., l.", 79, 3, resp., vers. Sed
quia Aristóteles.
(18) !bid., 4, resp.
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SANTO TOMÁS DE AQUINO, EL ORDEN DE LAS COSAS CREADAS ...
ToMAs explica (19) que las imágenes phantasmata-son repre­
sentaciones
en acto de ciertas formas universales que obtene­
mos ·despojando los objetos,
por abstracción, de la materia
individual•. Conozco
sensiblemente a Pedro cuando mis sentidos lo iden­
tifican, pero no lo conozco intelectivamente .mientras no lo he
estimado como un hombre, varón, de tal nacionalidad. Y conoz­
co sensiblemente a Boby cuando mis sentidos lo aprehenden,
pero
no lo conozco intelectivamente si no me percato de que es
un perro, y no un gato o un lobo, de tal raza. Es decir conozco
intelectivamente cuando conozco
por el universal correspon­
diente y
puedo identificarlo por su nombre genérico, que podrá
ser más o menos genérico o específico.
Los nominalistas dicen que cada nombre no es más que ésto,
un mero nombre -nomina--, en el que convenimos los hom­
bres para entendernos. En cambio, el realismo aristotélico-tomis­
ta dice que el universal, al que damos un nombre común, es
representación e imagen de una realidad genérica, de un tipo real
que se da en la naturaleza.
Así como para PLATÓN y sus seguidores el universal existe
ante rem y se halla en las ideas que para conocer las cosas trae­
mos de la caverna de donde vienen nuestras almas, y el raciona­
lismo moderno -hijo del nominalismo-- sólo admite lo general
post rem, entendido a modo de un concepto configurado men­
talmente, sea idea o sólo nombre,
en cambio el realismo metódi­
co descubre
in re -en la cosa-el universal.
GUILLERMO DE OcKHAM decía que el denominado universal no
es sino un conocimiento borroso, imperfecto, de una cosa. Esto
debe aclararse. Aunque el universal comprende virtualmente
todos los singulares considerados, el conocimiento de éstos
según ArusTóTELEs (20) y SANTO ToMAs (21) no termina en el uni­
versal sino que requiere un segundo movimiento cognoscitivo. Si
el primero va de las cosas a la mente, el segundo retorna de ésta
(19) !bid., 85, 3, ad 4.
(20) ARrsTóTELF.S, Meta.física, 1, 1.
(21) SANTO TOMÁS DE AQUINO, De verita.te, 10, 5, en re!. III, Sent 14, 3, 3.
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JUAN BMS. VALLET DE GOYTISDLD
hacia aquéllas. El conocimiento se va perfeccionando progresi­
vamente mediante
un repetido ir y venir del singular al universal
y de éste
al singular. En el siglo XVI, el dominico lusitano Juan de
SANro ToMAs (22) explicaría, con gran claridad, por qué razón es
necesario ese retorno del concepto universal
al singular. Ocurre
que aquél de ningún modo
•agota la significación de la voz.; por
lo cual, es un ·concepto no ultimado•, ya que «representa una voz
que tiene muchas significaciones» --como una mesa, un mamífe­
ro, un pez, etc.-, las cuales, debido a los muchos accidentes
variantes de cada singular, «no están en el concepto formalmen­
te, sino objetivamente». Por eso,
debe retornarse para precisarlos
al examen de tal singular.
5. Ese conocimiento de la naturaleza de la cosa, obtenido
por su universal, se ha entendido de varias maneras:
Una achaca
al realismo metódico que, en el universal,
estereotipa la naturaleza de las cosas y de cada cosa,
fijándolo
en nuestra cabeza como una diapositiva, y a
ésta pretende adecuar la cosa. Esa visión
-creo-es la
que HEIDEGGER acusa de tener al realismo y, por eso, lo
rechaza a la par
que a ella.
Por esto, entiende
HEIDEGGER que sólo percibimos el
sentido (Sinn) de las cosas del mundo exterior. Éstas
•estando
ahí•, en -estado abierto•, se nos reflejan en esa
especie de espejo interior del que había hablado
LEIBNIZ.
La manera genuína de conocer empleada por el realismo
aristotélico-tomista proyecta los universales
en imagen en
una especie de pantalla interior, siempre abierta y recep­
tiva,
en la que configuramos las percepciones de los
fenómenos que captan nuestros sentidos externos, que el
sentido común -raíz común de todos esos sentidos­
unifica, poniéndolas en relación con las imágenes que
(22) JUAN DE SANTO ToMAs, Ar:s Joglca-Secunda pars super libros periherme­
neias, Cinco libros prlorum, quaest XXXIII, art. IV.
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SANTO TOMÁS DE AQUINO, EL ORDEN DE LAS COSAS CREADAS ...
tenemos atesoradas en la memoria; la figurativa diseña y
nuestra cogitativa estima, indicándonos cuál es la con­
ducta que debemos tener respecto
de esa cosa, hecho o
acto reflejados
en nuestra pantalla. En ella operamos inte­
lectualmente, comparando los objetos inteligidos, capta­
dos del modo indicado, con los más o menos universales
y tipificados que,
en imagen, atesoramos en la memoria.
Pero también las nuevas imágenes que catalogamos inci­
den en la configuración de nuestras anteriores imágenes
generales de cada universal.
De ese modo,
si bien a veces sólamente encuadramos en
éstas las figuras de las cosas singulares que captamos, otras veces
la percepción de nuevas imágenes singulares
de ellas puede
hacernos modificar la previa configuración universal que tene­
mos de
un género, provocándonos rectificaciones o acomoda­
ciones. Y así progresivamente.
Es muy posible que la imagen fija en diapositiva la tengan
algunos filósofos que, siendo realistas respecto de la existencia
de los universales, son metódicamente idealistas e, incluso, algu­
nos neotomistas
que entienden a la letra algunos textos del
AQUINATENSE pero no siguen su método. Esta visión no es la de
ArusTóTELES ni la de SANTO ToMAs.
6. Como vemos, captamos géneros, especies, tipos -o sea
los universales--por abstracción integrativa de las formas de
todos los singulares considerados. Pero el conocimiento
por
abstracción no concluye aquí según el AQUINATENSE; pues, advier­
te (23) que, además, podemos abstraer las cualidades
-e igual­
mente podemos decirlo de los
valores--si consideramos las pro­
piedades de las cosas sin hacer referencia a éstas,
y, como ejem­
plo,
pone el color de la manzana si lo consideramos sin hacer
referencia a ésta.
Ese conocimiento por abstracción sigue elevándose por gra­
dos más y más. A este respecto, y siguiendo también a
ARisTó-
(23) SANI'O ToMÁS DE AQUINO, S. Th., L 85, 1, ad l.
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JUAN BMS. VALLET DE GOYTISOLO
TELES (24), explica SANTO ToMAs (25) que el entendimiento huma­
no "J)Or primer objeto de su intelección• tiene ·algo extrínseco•,
•la naturaleza de la cosa material·; pero ,en segundo lugar, cono­
ce el acto mediante el
que ha entendido el objeto, y, por el acto,
el propio entendimiento cuya perfección es el mismo
entender,,.
E insiste (26) en que, para esta ascensión cognoscitiva, •el objeto
primero
de nuestro entendimiento durante la vida presente· es ·el
ser y la verdad considerados en las cosas materiales, a través de
las
.cuales se llega al conocimiento de todas las demás•.
Es así porque no es verdad --explica (27)-que las sustan­
cias inmateriales sean «lo primero que nuestro entendimiento
conoce, como creía
PLATÓN, porque éste suponía que las cosas
inmateriales subsistentes,
·a las que llamaba "ideas", eran los obje­
tos propios de nuestro entendimiento•. SANTO ToMAs, de acuerdo
con el criterio de
ARISTóTELES, creía, •más conforme con la expe­
riencia», que «nuestro entendimiento durante la vida presente,
está naturalmente ordenado a las esencias de las cosas materia­
les, por. lo cual no entiende nada sin recurrir a las imágenes»; y,
por esa razón, ·las [esencias] que no caen en el dominio de los
sentidos y de la imaginativa•,
•no pueden ser entendidas primaria
y directamente•, sino después.
Con esa manera de entender nos elevamos a otros sucesivos
grados de abstracción, ya
no sólo formal, sino metafísica y lógica.
También los explica
(28): ·las cantidades -como números, dimen­
siones y figuras que son sus límites-- pueden ser consideradas sin
las cualidades sensibles, lo cual es abstraerlas de la materia
sensi­
ble; mas no pueden considerarse sin referencia a la sustancia cuan­
tificada, lo cual
serla abstraerlas de la materia inteligible común. Sin
embargo, como no es preciso referirse a ésta o a aquélla sustancia;
consiste en abstraerla de la materia inteligible individual [previa­
mente conocida intelectivamente
por su universal].
130
(24) ARISTÓTELES, De anima, 2, 4, 1.
(25) SANfO TOMÁS, s. Th., 1.•, 87, 3, resp.
(26) !bid., ad l.
(27) Jbid., 87, 3, ad l.
(28) ]bid., 85, 1, ad 2, versículos Specles autem al final y Quaedam vero sunt.
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SANTO TOMÁS DE AQUINO, EL ORDEN DE LAS COSAS CREADAS ...
·Por último, hay esencias que pueden ser abstraídas hasta de
la materia inteligible común, como son el ser, la unidad, la poten­
cia y el acto y otras cosas similares,
que también pueden existir
sin materia alguna, como sucede con las sustancias inmateriales».
7, Así como la forma de las cosas, las esencias, los valores
y las cantidades los conocemos elevándonos
por grados sucesi­
vos de abstracción a partir
de las cosas materiales que ilumina­
mos intelectivamente con la luz de que, para ello, se halla dota­
do nuestro entendimiento; asímismo, con nuestro intellectus
principforum, por el choque de la lumen mentís con el fulgor
objecti,
alcanzamos el conocimiento de los principios de la razón
teórica, y de
modo semejante de los hechos y los actos, en suma
de las cosas,
por sindéresfs, captamos los primeros principios de
la razón práctica.
ARISTÓTELES, en sus Analíticos posteriores, había escrito que
•no podemos poseer un conocimiento innato de los principios, ya
que los principios no pueden formarse mientras no tengamos
algún conocimiento y algún
hábito-. Razón por la cual <>debemos
necesariamente poseer alguna potencia para adquirirlos,,.
Comentando este texto,
SANTO ToMAs (29) dice que incluso
los animales
,poseen una potencia innata para la discriminación,
llamada percepción sensible•. Pero, entre ellos,
en unos la per­
cepción sensible
no perdura y en otros sí perdura. En estos últi­
mos,
,de la sensación viene lo que llamamos recuerdo y del
recuerdo de una cosa muchas veces repetida viene la experien­
cia, pues una multiplicidad numérica de recuerdos constituyen
una sola experiencia».
En el hombre, ·de esta experiencia en su desarrollo• •nacen
los principios del arte y de la ciencia; del arte
si se considera el
devenir,
y de la ciencia si se considera el ser,,. Esto explica que,
acerca de ese juicio derivado de la experiencia del
que resultan
los primeros principios especulativos, el mismo
AQUINATENSE (30)
dice que «no pertenecen a una potencia especial, sino a un
(29) ]bid., ad II Sententiarum Jibrum, distinc. XXIV.
(30) !bid., S. Th. !.', 79, 12, resp.
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determinado hábito denominado tntelectus principiorum o en­
tendimiento de los principios•.
El razonamiento de AruSTóTELES, referido a la intelección de
los principios, lo extiende
SANTo ToMÁs (31) a los principios de la
razón práctica, •que nos
son naturalmente infundidos• mediante
«un hábito especial que denominamos sindéresis», que «estimula
al bien y censura el mal, en cuanto que, por los primeros princi­
pios procedemos a investigar y
por ellos juzgamos lo averigua­
do·. As!, •por la razón y la sindéresis, juzgamos de modo natural•
de las cosas, los hechos, los actos.
8. El dato de que los principios se captan de la experiencia
de los hechos y
de que el juicio moral de cada hecho concreto
se obtenga proyectándolo
en el mismo hecho -tal como el jui­
cio de lo justo se obtiene
ex ipsa natura ret, es decir de la misma
naturaleza de la cosa, como dice
SANTo ToMÁs DE AQUINO (32),
bien sea considerándola en si misma o en las relaciones que de
ella dimanan
(33}--ha sido tachado por algunos de incongruen­
te, a partir de que HUME (34) objetase: «me veo con la sorpresa
de que,
en vez de las cópulas habituales de las proposiciones es
o no es, no veo ninguna proposición que no esté conectada con
un debe o un no debe. El cambio es imperceptible, pero resulta,
sin embargo de la mayor importancia. En efecto
en cuanto este
debe o no debe expresa alguna nueva relación o afirmación, es
necesario que ésta sea observada y explicada, y que, al mismo
tiempo, se dé razón de algo
que parece absolutamente inconce­
bible, a saber, cómo es posible que esta nueva relación se deduz­
ca de otra totalmente diferente• (35).
SANTO ToMÁs DE AQUINO se habfa adelantado cuatro siglos y
medio en prevenir esta crítica y en refutarla, dando una convin-
(31) ]bid., versículo Unde synderesls y ad 3.
(32) !bid., S. Th., 2.'-2.", 57, 2, resp.
(33) !bid., 58, 3, resp.
(34) DAVID HUME, Tratado de la naturaleza humana, 469, In fine-, cfr. en cas­
tellano, Madrid, Tecnos 1992, págs. 633 y sig.
(35)
Cfr. mi comentario Contraste entre un texto de Baldo y otro de Hume,
3, RA.j. y L. 27, 1997, págs. 140 y sigs.
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SANTO TOMÁS DE AQUINO, EL ORDEN DE LAS COSAS CREADAS ...
cente explicación de lo que a HUME, en su nominalismo, le pare­
cía totalmente inconcebible. En efecto, el AQUINATENSE, advier­
te (36):
•que el bien, se dice, consiste en que algo sea apetecible·
y
•las cosas son apetecibles en la medida en que son perfectas,,;
por ello, el bien y el ser son realmente una sola cosa, aunque el
bien tenga la razón de apetecible
que no tiene el ser•.
Esta advertencia ha de ser entreligada con lo que, más ade­
lante, dice G7): ·Bien es lo que todos los seres apetecen•. Por lo
cual, infiere el primer precepto de la ley natural:
·Se debe obrar
el bien y proseguirle y evitar el mal. Todos los demás preceptos
de
la ley natural se fundan en éste, de suerte que todas las cosas
que deben hacerse o evitarse, tendrán carácter de preceptos de
la ley natural
en tanto en cuanto la razón práctica las juzgue natu­
rahnente como bienes humanos•.
El insigne jurista italiano FRANCESCO CARNELUITI (38) -sin citar
a SANTO ToMAs ni a HUME, y tal vez no conociendo estos textos­
observó, en las postrimerías de su actividad juridica, que la valo­
ración de un supuesto de hecho se ·obtiene de la observación de
la historia•, prestando atención a la
•convertibilidad de la reladón
causal en relación final,,; pues, •no hay ley causal que no pueda
ser enunciada como ley final•. Para patentizado observa cómo el
médico, a la vez
que diagnostica, medica, y cómo quien ordena
un movimiento ferroviario no se limita a decir que quien atravie­
sa la vía corre el riesgo de
ser arrollado por el tren, sino simple­
mente
que no debe atravesarse la vía. Del mismo modo -dice-­
·el legislador, una vez cumplida la valoración del supuesto de
hecho, enuncia la ley causal, con lo cual le resulta necesario
enunciar, tanto en forma causal como final, la norma de con­
ducta. Ésta ·observa lo que debe ser• y no sólo lo que es, como
las leyes de
la naturaleza material.
Ciertamente,
SANTO ToMAs DE AQUINO, en sus antes referidas
enunciaciones
no efectúa salto lógico ni ilógico alguno del ser al
(36) SANI'O TOMÁS DE AQUINO, S. Th., 1.", 1, 5, resp.
(37) !bid,, l.'-2", 94, 2, resp.
(38) FRANCF.SCo CARNELUTI'I, L'antinomia del diritto naturale, 4, 10; publicado
en Rivista di dirltto processuale, 1959, recogida en sus ·Discorsi in torno al dirit­
to•, vol 111, Padova, CEDAM, 1961, págs. 272, in fine y sig.
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JUAN BMS. VALLET DE GOYTISOLO
deber ser. sino que, empleando la razón práctica, enuncia con­
juntamente dos predicados. Uno dirigido al conocimiento y otro
a la acción.
Al decir -esto es bueno• y ,esto debe hacerse·, éste
segundo predicado no es conclusión del primero, puesto que no
dice «eso es bueno simplemente», sino «esto es bueno en relación
a la acción·, identificando así -esto es bueno• con -esto es debi­
do,,. Siendo de notar que juzga la bondad moral, y no la bondad
instrumental al estilo del imperativo hipotético kantiano.
Es de advertir que esta interrelación y entreligado comienzan en
los sentidos internos antes de concluir en la razón práctica, como se
observa si
no se padece una escisión mental en la visión del mundo,
pensada por DESCARTES a consecuencia de su nominalismo, en res
cogitans -el mundo del pensamiento puro, abstracto-y res exten­
sa-el mundo informe e inarticulado de las cosas que necesitaría
ser conformado
por el pensamiento y la voluntad del hombre. Como
Santo
TOMÁS DE AQUINO (39) indica, el entendimiento o la razón se
aplica a
lo singular -es decir a cada caso-mediante la cogitativa,
que es -como queda dicho-uno de los sentidos internos. De
modo
tal que, desde los sentidos internos hasta el juicio, se poner!
en constante e íntima relación las cosas, captadas por los sentidos,
y nuestra inteligencia, que enjuicia su bondad o maldad. Este texto
del
AQUINATENSE, Jo comenta y explica V!CTORINO Rom «mientras nuestra alma siga encamada,
in sta.tu unionis, el entendi­
miento
no alcanza Jo singular sin la colaboración subsidiaria de la
cogitativa, y, por tratarse del conocimiento del bien, esta función es
justamente la estimación del bien singular,,.
• • •
Concluyo insistiendo en lo que he dicho al comenzar. Todos
los elementos del orden universal trazados
en la concepción
tomista están
bien trabados y equilibrados en ella; se sostienen
mutuamente como los pilares y los arcos
en la catedral gótica.
(39) SANTO TOMÁS DE AQUINO, De anima, 3, 16, 845-846.
(40) VtCTORINO RoDRfGUEZ, Los sentidos internos, Barcelona, P.P.U., 1993, IV,
III, 4, pág. 155.
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