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Número 445-446

Serie XLIV

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Sólo de Dios proviene la verdadera revolución, el cambio decisivo del mundo

SÓLO DE DIOS PROVIENE LA VERDADERA
REVOLUCIÓN,
EL CAMBIO DECISIVO DEL MUNDO
«En nuestra peregrinación con los misteriosos Magos de Oriente he­
"mos llegado al momento que San Mateo describe asl en su evangelio:
"«Entraron en la casa (sobre la que se habla detenido la estrella), vieron
"al niflo con Maria, y cayendo de rodillas lo ad.raron» {Mt 2, 11). El
"camino exterior de aquellos hombres terminó. Llegaron a la meta. Pero
"en este punto comienza un nuevo camino para ellos, una peregrinación
"interior que cambia toda su vida. Porque seguramente se hablan imagi­
"nado de modo diferente a este Rey recién nacido, Se hablan detenido
"precisamente en jerusalén para obtener del rry local información sobre
"el Rry prometido que habla nacido. Sablan que el mundo estaba desor-
• denado y por eso estaban inquietos. Estaban convencidos de que Dios
• existfa, y que era un Dios justo y bondadoso. Tal vez hablan ofdo hablar
"también de las grandes profoclas en las que los profetas de Israel hablan
"anunciado un Rey que estarla en Intima armonla con Dios y que, en su
"nombre y de parte suya, restablecerla el orden en el mundo. Se hablan
"puesto en camino para encontrar a este Rey; en lo más hondo de su ser
"buscaban el derecho, la justicia que debla venir de Dios, y querfan ser­
"vir a ese Rey, postrarse a sus pies, y asl servir también ellos a la renova­
"ción del mundo. Eran de esas personas que «tienen hambre y sed de jus­
"ticia» {Mt 5, 6), Un hambre y sed que les llevó a emprender el camino;
"se hicieron peregrinos para alcanzar la justicia que esperaban de Dios y
"para ponerse a su servicio.
»Aunque otros se quedaran en casa y les consideraban utópicos y so­
"fladores, en realidad eran seres con los pies en tierra, y sablan que para
"cr,mbiar el mundo hace falta disponer de poder. Por eso, no podlan bus­
"car al niflo de la promesa sino en el palacio del Rey. No obstante, ahora
".re postran ante una criatura de gente pobre, y pronto se enterardn de que
"Herodes -el rey al que hablan acudido-le acechaba con su poder, de
"modo que a la familia no le quedaba otra opción que lafoga y el exilio.
Vn-bo, núm. 445-446 (2006), 331-334. 331
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"El nuevo Rey ante el que se postraron en adoración era muy diferente de
"lo que se esperaban. Debían, pues, aprender que Dios es diverso de como
"acostumbramos a imaginarlo. Aquí comenzó su camino interior. Comen­
"zó en el mismo momento en que se postraron ante este Niño y lo recono­
"cieron como_ el Rey prometido. Pero deblan aún interioriutr estos gozo­
"sos gestos.
»Debían cambiar su idea sobre el poder, sobre Dios y sobre el hom­
"bre y as{ cambiar también ellos mismos. Ahora hablan visto: el poder de
"Dios es diferente del poder de los grandes del mundo. Su modo de actuar
"es distinto de. como lo imaginamos, y de como quisiéramos imponerlo
"también a él En este mundo, Dios no le hace competencia a las formas
"terrenales del poder. No contrapone sus ejércitos a otros ejércitos. Cuan­
"do jesús estaba en el Huerto de los olivos, Dios no le envía doce legiones
"de dngeles para ayudarlo (cf. Mt 26, 53). Al poder estridente y prepo­
"tente de este mundo, él contrapone el poder inerme del amor, que en la
"cruz --y después siempre en la historia-sucumbe .J! sin embargo, cons­
"tituye la nueva realidad divina, que se opone a la injusticia e instaura
"el reino de Dios. Dios es diverso; ahora se dan cuenta de ello. Y eso sig­
"nifica que ahora ellos mismos tienen que ser diferentes, han de aprender
"el estilo de Dios.
»Hablan venido para ponerse al servicio de este Rey, para modelar su
"majestad sobre la suya. Este era el sentido de su gesto de acatamiento, de
"su adoración. Una adoración que comprendía también sus presentes
"-,JTO, incienso y mirra-, dones que se haclan a un Rey considerado
"divino. La. adoración tiene un.contenido y comporta también una dona­
" ción. Los personajes que ventan de Oriente, con el gesto de adoración,
"querían reconucer a este niño como su Rey y poner a su servicio el propio
"poder y las propias posibilidades, siguiendo un camino justo. Sirviéndole
y siguiéndole, querían servir junto a él a la causa de la justicia y del bien
"en el mundo. En esto tenlan razón. Pero ahora aprenden que esto no se
"puede hacer simplemente a través de órdenes impartidas desde lo alto de
"un trono. Aprenden que deben entregarse a si mismos: un don menor que
"este es poco para este Rey. Aprpzden que su vida debe acomodarse a este
"modo divino de ejercer el poder, .a este modo de ser de Dios mismo. Han
"de convertirse en hombres de la verdad, del derecho, de la bondad, del
"perdón, de la misericordia. Ytt no se preguntardn: ¿Para qué me sirve
"esto? Se preguntardn más bien: ¿Cómo puedo contribuir a que Dios esté
"presente en ·el mundo? Tienen que aprender a perderse a si mismos .J!
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"precisamente así, a encontrarse. Al salir de Jerusalén, han de permane­
'cer tras las huellas del verdadero Rey; en el seguimiento de Jesús.
»Q},eridos amigos, podemos preguntarnos lo que todo esto significa
"para nosotros. Pues lo que acabamos de decir sobre la naturaleza diver­
"sa de Dios, que ha de orientar nuestra vida,· suena bien, pero queda algo
" vago y difuminado. Por eso Dios nos ha dado ejemplos. Los Magos que
"vienen de Oriente son sólo los primeros de una larga lista de hombres y
"mujeres que en su vida han buscado constantemente con los ojos la estre­
"lla de Dios, que han buscado al Dios que estd cerca de nosotros, seres
"humanos, y que nos indica el i:amino. Es la muchedumbre de los santos
"--conocidos o desconocido,-mediante los cuales el Señor nos ha abier­
"to a lo largo de la historia el Evangelio, hojeando sus pdginas; y lo estd
"haciendo todavía. En sus vidas se revela la riqueza del Evangelio como
"en un gran libro ilustrado. Son la estela luminosa que Dios ha dejado
"en el transcurso de la historia, y sigue dejando aún. Mi venerado prede­
'cesor, el Papa Juan Pablo lL que estd aquí con nosotros en este momen­
"to, beatificó y canonizó a un gran número de personas, tanto de tiempos
"recientes como lejanos. Con estos ejemplos quiso· demostrarnos cómo se
"consigue ser cristianos; cómo se logra llevar una vida del modo justo,
'cómo se vive a la manera de Dios. Los beatos y los santos han sido per­
"sonas que no han buscado obstinadamente su propia felicidad, sino que
"han querido simplemente entregarse, porque han sido alcanzados por la
"luz de Cristo.
»De este modo, nos indican la vía para ser felices y nos muestran
,.cómo se consigue ser personas verdaderamente humanas. En las vicisitu­
"des de la historia, han sido los verdaderos reformadores que tantas veces
"han elevado a la humanidad de los valles oscuros en los cuales estd siem­
pre en peligro de precipitar; la han iluminado siempre de nuevo lo sufi­
"ciente para dar la posibilidad de aceptar -tal vez en el dolor--lapa­
"labra de Dios al terminar la obra de la creación: « Y era muy bueno».
"Basta pensar en figuras como San Benito, San Francisco de Asís, Santa
'Teresa de jesús, San Ignacio de Loyola, San Carlos Borromeo; en los
"fandadores de las órdenes religiosas del siglo XIX, que animaron y orien­
"taron el movimiento social· o en los santos de nuestro tiempo: Maximi­
"liano Kolbe, Edith Stein, madre Teresa, padre Pío. Contemplando estas
figuras comprendemos lo que significa «adorar» y lo que quiere decir
"vivir a medida del Niño de Belén, a medida de Jesucristo y de Dios
"mismo.
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»Los santos, como hemos dicho, son los verdaderos reformadores.
"Ahora quisiera expresarlo de manera más radical aún: sólo de los santos,
"sólo de Dios proviene la verdtuiera revolución, el cambio decisivo del
"mundo. En el siglo pasado vivimos revoluciones cuyo programa común
"fae no esperar nada de Dios, sino tomar totalmente en las propias manos
"la causa del mundo para transformar sus condiciones. Y hemos visto que,
• de este modo, siempre se tomó un punto de vista humano y parcial como
"criterio absoluto de orientación. La absolutización de los que no es ab­
"soluto, sino relativo, se llama totalitarismo. No libera al hombre, sino
"que lo priva de su dignidad y lo esclaviza. No son las ideologías las que
"salvan el mundo, sino sólo dirigir la mirada al Dios viviente, que es
"nuestro creador, el garante de nuestra libertad, el garante de lo que es
"realmente bueno y auténtico. La revolución verdtuiera consiste única­
"mentt
en mirar a Dios, que es la medida de lo que es justo JI al mismo
"tiempo, es el amor eterno. Y ¿qué puede salvamos sino el amor?».
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BENEDICTO XVI: Homilía durante la Vigilia de oraci6n
con más de un millón de jóvenes, d.bado 20 de agosto.
L'Omrvatore Romano, edición semanal en lengua espaf\ola,
afio XXXVII, núm. 34 (1913), 26 de agosto de 2005.
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