Índice de contenidos

Número 445-446

Serie XLIV

Volver
  • Índice

Carlos Etayo Elizondo

IN MEMORIAMCARLOS ETAYO ELIZONDO
Don Carlos Et a yo El i zondo ha fallecido recientemente, el
pasado 26 de mayo, en N a varra, donde nació en 1921. Ha b r á
p resentado ante el Señor una vida llena y coherente, aunque poli-
facética, fer vo rosamente entregada al servicio de la Religión y de
la Patria, desde su condición de seglar, con puesto de mando en
Pamplona. Fue muy amigo de todos los amigos de La Ciudad
Católica y por ello bien merece un re c u e rdo en estas páginas.
En los balances que de vez en cuando hacemos de las activi-
dades de Editorial S p e i ro, de la revista Ve r b o y de los Amigos de
la Ciudad Católica, a lo largo de casi cincuenta años, corremos el
riesgo de limitarnos a la labor editorial, porque es fácil de objeti-
var y de cuantificar. P e ro hay mucho más, aunque sea imposible
de describir y de medir con exactitud. Son las relaciones entre
s e g l a r es propagandistas católicos y con personas sin especial cali-
ficación, españolas y extranjeras, que han tenido como sopor t e
material y visible nuestros locales de la calle de José A b a s c a l ,
n.º 38, bajo izq., denominada antes de la democracia calle del
General Sa n j u r j o. Por allí han pasado miles y miles de personas
i n t e r esantes. En t re ellas, Carlos E t a yo, siempre que venía a
Madrid. Era un animador formidable y un paradigma de re l a c i o-
nes públicas. Conocía a todo el mundo, y muchos querían cono-
cerle a él, y para eso se dejaban caer por Sp e i ro. Así que a él al-
canza también la observación de que además de sus escritos y
a venturas ha tenido en su haber una cantidad incontrolable, pero
oceánica, de gestiones, contactos y conversaciones edificantes. Para retocar este fragmento de zócalo o de contexto inicial
recogeré una observación repetida en las conversaciones entre
IN ME MO R IA M
Verbo, núm. 445-446 (2006), 335-340.335
Fundaci\363n Speiro

Et a yo y yo: que ni la Iglesia ni el Tradicionalismo político han
agradecido la inmensa contribución intelectual que les ha hecho
gratuitamente el grupo de los Amigos de la Ciudad Católica. Em p e zando por la familia, que ahora está de moda, hay que
consignar en este apunte que Carlos Et a yo nació y creció en una
familia distinguida de Pamplona. Antes de la guerra de 1936, la
vieja Iruña era una capitalita pequeña donde todo el mundo se
conocía. El embalse de espiritualidad religiosa y política que
encerraba entre sus murallas, aún en gran parte conservadas cuan-
do Carlos era niño, y que estalló y se desbordó sobre toda España
aquel glorioso 18 de julio de 1936, no era un producto meteóri-
co ajeno a la actividad humana, sino fruto de la ejemplaridad sos-
tenida por familias como la E t a yo - El i zondo, muy ancien régime.
Por resumirlo todo, anotaremos que su padre, don Hilario, fue
nombrado por el inolvidable general Mola, Gobernador Mi l i t a r
de N a varra desde el mismo comienzo del Alzamiento, a pesar de
estar en situación de retirado en su carrera militar. Y que el her-
mano mayor marchó al frente inmediatamente, se hizo piloto de
caza y murió de resultas de un combate aéreo con un avión ro j o
al que derribó. Todo esto tiene interés para acceder a la clave de la vida de
Carlos, una clave poco conocida, precoz y siempre p re s e n t e
dando unidad y cohesión a su aspecto polifacético aparente. Esa
c l a ve fue la meditación de Las Dos Banderas de los Ej e rc i c i o s
Espirituales de San Ignacio, que él trasladó a la arena política con
la distinción entre la R e volución y la Cristiandad.
Otra amiga de la Ciudad Católica, Alexandra W i l h e l m s e n ,h i j a
del mayor hispanista anglosajón contemporáneo, Frederick, nos
contaba que en el entorno de su residencia habitual en Tejas hay
personas que requeridas para una confrontación intelectual y
política católica, se escabullen de ella y tratan de justificarse con
limosnas para el T e rcer Mu n d o. Les han calado y les han coloca-
do la etiqueta de “los devotos de los niños de M a d a g a s c a r”. A p ro -
vechemos esto para explicar que Carlos Et a yo, a pesar de su carac-
ter ave n t u r e ro y universal, no mostró interés por enviar leche
condensada a los Niños de Ma d a g a s c a r, y sí, y mucho, en com-
batir al pr o g resismo periconciliar judeo masónico que amenaza al
IN M E M O R IA M
336
Fundaci\363n Speiro

ser de España, que era, en feliz comparación del arzobispo don
Luis Alonso Mu ñ oye r ro, la gallina de los huevos de oro de la
Cr i s t i a n d a d . M. Jean Ousset, fundador de La Ci té Ca t h o l i q u e ,en la cual se
i n s p i r a ron don Eugenio Vegas Latapie y don Juan B. Vallet de
Goytisolo para los primeros pasos de la Ciudad Católica española,
tenía como uno de sus temas favoritos romper la disyuntiva entre
h o m b r es de pensamiento y hombres de acción, denunciándola
como mala y de extremos malos, y postulando una síntesis acri-
solada del pensamiento y de la acción a la vez. ¿En cuál de esas
dos posturas se situaba Carlos Et a yo? En ninguna de las dos y sí,
en cambio, en su síntesis de la acción al servicio de unas ideas
claras, hondamente sentidas. Es obligado aclarar este punto en su
biografía, porque la espectacularidad de sus viajes en carabela y su
actividad incesante pueden dar a los que no le conocieron ínti-
mamente la falsa impresión de esa polarización errónea que es el
a c t i v i s m o. Voy a desmentir esto. Era Teniente de Navío y dejó la Armada, a pesar de que cuan-
do lo hizo se vivía en los buques una elevada moral militar, para
e m b a rcarse en diversos proyectos, algunos ligados a la constr u c-
ción y navegación en carabelas, y que se concretarían singular-
mente en la conmemoración del Centenario del De s c u b r i m i e n t o
y Evangelización de América con un contenido religioso y patrió-
tico distinto del de las ceremonias oficiales. Ot ros amigos han
explicado sus viajes a través del Altántico en unas carabelas y con
unas derrotas exactamente iguales que las de Colón, por él dise-
ñadas e inicialmente financiadas. T u vo dificultades oficinescas,
muchas más de las previsibles y justificables, y ninguna su bve n-
ción oficial. Las dificultades materiales y técnicas de trasladar a
pie de grada sus especificaciones de arqueología naval, fue ro n
vencidas una a una por su inmenso saber marinero y su paciencia
de ermitaño de luengas barbas. De todo aquello y de alguna polé-
mica de oscura intención, han quedado reflejos en la Re v i s t a
Ge n e r al de Ma r i n a , en los periódicos El Alcázar yDiario de
N a v a r r a, y en preciosas publicaciones de la Fundación He r -
nando de Larramendi. Quedó acreditado como un hombre de
acción de una capacidad realmente extraordinaria. ¡Ah, pero no
I N M E M O RI A M
337
Fundaci\363n Speiro

solo eso! Yo tuve el privilegio de ver y sentir de cerca, junto a él,
que en los entresijos de los complicados mecanismos de la pre p a-
ración de aquellos viaj es, latía la ilusión, que los alimentaba, de
que sirvieran finalmente para dar resonancia a unas cuentas ideas
sencillas y conmovedoras acerca de las grandezas de la Religión y
de la Patria, en tan solo media docena de alocuciones públicas
b r e v es que iba también preparando con sumo esmero. ¡Ya lo cr e o
que era también un hombre de pensamiento! Igualmente asoció pensamiento y acción, como en un nudo
g o rdiano, en la creación de su “Editorial Sancho el F u e r t e”, con
sede en su querida ciudad natal. Su misión, bien en alto pr o c l a-
mada, era desvelar y luchar contra la Re volución Mundial que
i n vad ía España, mediante la edición de libros propios y difusión
de obras ajenas, amen de un enjambre, grueso, de pequeñas
publicaciones no venales, como hojas volanderas c oy u n t u r a l e s
que r e c o rdaban los titulados “Rayitos de So l” del P. Re m i g i o
Vilariño en el Apostolado de la Prensa de Bi l b a o. Re p o b l ó
España de una obra fundamental del pensamiento contrarr e vo-
lucionario mundial, “Los Protocolos de los Sabios de Si o n”, con
dos ediciones (1982 y 1986) a las que incorporó sendos comen-
tarios personales agudos y eruditos. O t ros libros y folletos suy o s
se titularon, Socialismo y R e volución (1981), La amenaza comu -
nista (1986), El momento cristiano actual, ¡V i va Na va r ra 1936!
Vigencia de su espíritu en 1980, Glorias del Requeté. La defensa
de los Montes T o ro zos (1990). El también amigo común y tradi-
cionalista don José Fermín Garralda Arizcun ha recogido la
m a yor parte de su producción intelectual en la revista n ava r r a
S i e m p re p ’ Alante, de 16-VI-2006. Insisto en contar que fundía
sus pensamientos con habilidades de hombre de acción, como
comprar papel y tinta para su imprenta a los mejores precios del
m e rc a d o .
Su generosidad y desprendimiento habituales y conocidos se
m a n i f e s t a r on exageradamente en la prodigalidad con que r e g a l a-
ba libros a todo el mundo. P o rque había llegado por su cuenta
— h o m b re de pensamiento y acción— a la misma síntesis que
p res idió la trascendencia de otra persona inolvidable, Carmela, la
mujer de Rafael Gambra: que el problema real, más que la edi-
IN M E M O R IA M
338
Fundaci\363n Speiro

ción, era la distribución. Con esa aguda percepción alumbró
Carmela su Fundación Stella. Con lo que llevamos anotado ya se vislumbrará que el cora-
zón de Carlos estaba en el Carlismo. Era un requeté que disfru-
taba estando entre requetés. Donde había carlistas, estaba como
p e z en el agua. Acudía a cuantas reuniones de ellos conocía, y
estaba a bien con todos, sin encastillarse en ningún grupo, pero
disgustándose con las cesiones, por ejemplo, respecto de la U nidad
Católica de algunos de ellos. S i e m p re alegre y jovial, era un gran
dinamizador en todas partes. S.A.R. Don Sixto de Borbón le con-
cedió la distinción, poco frecuente, de Caballero —y luego Co-
mendador— de la Orden de la Legitimidad Proscrita. No sería honesto silenciar en la biografía de Carlos Et a yo el
impacto que pr o d u j e ron en él, como en los de su edad cons-
cientes, el Concilio Vaticano II y sus concomitancias hasta nues-
t ros mismos días. Ha sido tremendo ver cómo se descristianiza
España, día tras día. Tremenda la sensación de impotencia ante la
almoneda, a la baja y sin tasa, del gigantesco esfuerzo religioso de
la Cruzada de 1936. P e ro él no era de la clase de llorones estéri-
les, y se aprestó a la defensa y transmisión del Depósito r e c i b i d o ,
hasta hacer de ellas uno de los ejes de su vida. Con todo, como
tantos otros, más peleones que llorones, consiguió salvar a pesar
de todo, su fidelidad a Roma, soslayando formalizar sus simpa-
tías por las actitudes iniciales de monseñor Be r n a rd Lefebv re .
P e ro nunca quiso ser encubridor de encubridores.
Al día de hoy aparecen en el pontificado de S.S. Be n e d i c t o
XVI algunos despuntes como de querer salir de la crisis actual de
la Iglesia mediante la reorganización y endurecimiento de las
organizaciones piadosas de seglares (véase el artículo de don S a n -
tiag o Ma r tín, pre s b í t e r o, en La Ra z ó n del 7-VI-2006, titulado “El
sexto mandamiento”). Carlos está ya felizmente ausente de los
n u e v os planteamientos y conflictos que se vislumbran. P e ro ellos
nos re c o r darán quizás, por contraposición, un rasgo simpático y
definitorio de su fisonomía: fue un guerrillero, muy poco más
que en solitario, reacio a los requerimientos de consagrarse a
organizaciones grandes y poderosas, que a fin de cuentas no se
sabe a quién ni cómo sirven. Cuando alguien desarrolle el pensa-
I N M E M O RI A M
339
Fundaci\363n Speiro

miento del Papa Pío XII sobre la opinión pública y la libert a d
d e n t r o de la Iglesia, y el respeto a los carismas individuales, ten-
drá que recurrir si busca un apoyo histórico a guerrilleros como
Carlos Et a yo que hacen la guerra por su cuenta con ubérrimos
f r utos.
Vo l v amos nuestra mirada hacia N a varra, hacia P a m p l o n a .
Hacia otro hombre excepcional, igualmente maestro eximio en
aunar pensamiento or t o d oxo y acción, el sacerdote M. I. Sr. D.
José Ignacio Dallo Larequi. Fue, primero, rompeolas donde se ha
e s t r ellado eso de las absoluciones colectivas, y después fundador
y mantenedor de la revista quincenal católica Si e m p re p’ Al a n t e ,
que ya lleva editados desde 1982 más de quinientos números de
doctrina purísima sin publicidad ni subvenciones. En ese f aro ,
batido por olas y vientos de ingratitudes domésticas, que son las
que más duelen, han transcurrido muchos años de la vida de
E t a yo. No se puede escribir la historia de la Contrarr e volución en
el final del siglo
X Xsin incluir en ella la de Si e m p re p’ Alante, y en
la de esta revista, la del esforzado capitán E t a yo, parapetado tras
su foco. Querido Carlos: perdóname que no cuente, por hoy, muchas
más cosas de tu hermosa vida. Ya irán saliendo. Hasta pr o n t o ,
A
L B E R TORU I Z D EGA L A R R E T A
IN M E M O R IA M
340
Fundaci\363n Speiro