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Número 587-588

Serie LVIII

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Rosi Braidotti y Paul Gilroy (eds.), Conflicting humanities; Rosi Braidotti y Rich Dolphijn (eds.), Philosophy after nature; Rosi Braidotti y Maria Hlavajova (eds.), Posthuman glossary; Rossi Braidotti, Materialismo radicale. Itinerari etici per cyborg e

Rosi Braidotti y Paul Gilroy (eds.), Conflicting humanities, Londres y Nueva York, Bloomsbury, 2016; Rosi Braidotti y Rich Dolphijn (eds.), Philosophy after nature, Londres y Nueva York, Rowman & Littlefield International, 2017; Rosi Braidotti y Maria Hlavajova (eds.), Posthuman glossary, Londres y Nueva York, Bloomsbury, 2018; Rossi Braidotti, Materialismo radicale. Itinerari etici per cyborg e cattive ragazze, trad. y ed. de Angela Balzano, Milán, Meltemi, 2019 (epub); Rosi Braidotti, Posthuman knowledge, Medford, Polity, 2019 (epub).

Voy a reseñar, dentro de mis limitaciones, cinco libros recientes de una de las escritoras más viscerales (difícilmente puede dársele otro título) del poshumanismo: Rosi Braidotti, ideóloga feminista revolucionaria, nacida en Italia en 1954, educada (si así puede decirse) en Australia y profesora de la Universidad de Utrecht en los Países Bajos. Yo había leído de ella The posthuman, un interesante libro, por lo ilustrativo, publicado en 2013; y había intentado digerir Metamorfosis. Hacia una teoría materialista del devenir, de 2002 que se editó en español en 2005, pero confieso que tuve que suspenderlo a raíz de la indigestión que me produjo. Y los síntomas se repiten ahora, cuando me encuentro con todos estos textos, preanuncio de un ingenioso derroche de saliva y de muy pocas ideas comprensibles.

¿Por qué hago esto y pierdo el tiempo entre materiales inservibles? Sigo la consigna que me trasmitiera un viejo profesor: ¡hay que conocer al enemigo y para eso tiene que leerlos, Segovia! Eso hago, la mayoría de las veces a disgusto y muy especialmente cuando se trata de prestar atención a estas barrabasadas. Note el lector que queda dicho que se trata de una materialista y evolucionista, poshumanista y feminista, dicha y titulada filósofa, nihilista, que se maneja en estos temas igual que un barman sacudiendo una coctelera. Si me atraganté con su Metamorfosis se debió a la catarata de incongruentes «ideas» (no hallo otra que esta noble palabra para subrayar lo que parece ser producto de un razonamiento), que usualmente son proyecciones de la imaginación, plagada de afirmaciones gratuitas, muchas carentes de lógica, arrojadas al texto como si fueran certezas científicas o evidencias filosóficas. Pero abandonemos ya el introito y presentemos de la mejor manera posible estos escritos.

Humanidades en conflicto o conflictivas, el primero de los libros, editado con Paul Gilroy, es una colección de estudios presentados como ponencias en memoria del activista norteamericano-palestino Edward Said, profesor de la Universidad de Columbia, precursor del «orientalismo», figura en torno a la cual se van escribiendo las exposiciones del texto. Texto que trata de presentar el conflicto humano en sociedades globalizadas (las inter-civilizaciones) marcadas por el desarrollo tecnológico (genético e informático), la desigual distribución de beneficios, la violencia, el deceso del hombre del humanismo, el advenimiento del poshumano, la vida sometida a la necro-política de los gobiernos, etc. Esto es, buena parte de los temas explotados por los poshumanistas enmarcados en la crítica al susodicho humanismo, al Estado y sus aparatos científicos, al papel de las universidades y la educación poshumana, la resistencia y la emancipación.

Luego de una «Introducción» a cargo de los editores, la propia Braidotti escribe acerca de «Las poshumanidades disputadas», acerca del desarrollo actual de estos saberes nuevos que se reúnen bajo el nombre de poshumanidades y que no van más allá de una colección de tendencias (afincadas en el materialismo y los posestructuralistas franceses) censoras de la parodia del humanismo, bajo el cual se subsume toda concepción estable del hombre. Gayatri Chakravorty Spivak en el segundo capítulo se pregunta por «¿Un mundo sin fronteras?», es decir, no delimitado, el mundo del poscolonialismo, ejemplificado en el escenario palestino e israelí, que lleva a inquirir sobre el sentido de la liberación nacional, el valor de los tratados internacionales, etc. En el tercer capítulo Ankhi Mukherjee vuelve sobre el asunto en la colaboración titulada «¿Mundos sin fronteras?», pero al poner en plural el sujeto quiere salir de los marcos estrechos nacionales y abrirse a la dimensión planetaria. El capítulo que le sigue, a cargo de Jamila M. H. Mascat, «Humanidades y emancipación: la política de la crítica de Said entre la interpretación y la interferencia», es una crítica de las humanidades al estilo kantiano y una propuesta de emancipación siguiendo las actividades y los escritos de Said.

Paul Gilroy redacta el capítulo quinto, «No humanismo todavía o el judío no judío [non-Jewish Jew] convertido en el humanista no humanista [the Non-Humanistic Humanist]», típica formulación poshumanista de los saberes y los humanos devenidos críticos, al modo de Said, del humanismo, las ciencias humanistas y el propio ser humano. En el que le sigue, llamado «La Ilustración política: una mirada desde el sur», Akeel Bilgrami retoma la cuestión del orientalismo como una política de disenso y desalienación. Robert J. C. Young, más adelante, vuelve sobre el activismo político de Said para escribir acerca de «”Todavía pertenecemos a Palestina”: Edward Said y el desafío de la representación». En el octavo capítulo, Ariella Azoulay inquiere sobre el derrotero del mundo y de los hombres: «¿Adónde debo creer que ahora estoy yendo?», una suerte de texto deconstructivista sobre judíos y palestinos, sobre el camino y el destino, sobre si cuando se va en realidad se está volviendo.

El capítulo noveno, escrito por Aamir R. Mufti, versa sobre «La patria desaparecida de Edward Said», acerca de la cuestión de Palestina, el sionismo y las guerras. La feminista.

Judith Butler estudia seguidamente «Estilos de binacionalismo en Said y Buber», una comparación de la doble nacionalidad del palestino Said y el judío Martin Buber, que es un intento deconstructivista de las identidades nacionales. El conocido marxista Étienne Balibar, en el capítulo once, «Ulteriores reflexiones sobre el exilio; guerra y desplazamiento», critica a Lyotard y Derrida como representantes del posestructuralismo, si bien comparte algunas de sus observaciones anticapitalistas. En el doce, titulado «Nosotros, los no europeos», Engin F. Isin vuelve el orientalismo como crítica al europeísmo. Stathis Gourgouris, aborda el tema de «Los despojos [dis-possessions] musicales», esto es, la centralidad de la música en el humanismo no humanista de Said. El capítulo decimocuarto y último, a cargo de Marina Warner, se intitula «En el tiempo del todavía no: acerca del imaginario de Edward Said», dedicado al espíritu histórico crítico de Said.

Un breve balance. El libro es básicamente sobre el legado revolucionario de Said y en eso cumple. Es también un libro sobre cómo el poshumanismo es una crítica del humanismo, sea. Es además un libro sobre la deconstrucción como nuevo paradigma del saber poshumano, las poshumanidades. Todos estos empeños están sobradamente mostrados. Pero… Siempre hay un pero, ¿no se dan cuenta, estos críticos de la razón ilustrada o humanista, que es el suyo un ejercicio racionalista agudizado por un estilo ultrarracionalista, por una revulsiva pose superracionalista? Mucho del poshumanismo no pasa de ese ejercicio racionalista por negar lo que razón muestra.

En La filosofía después de la naturaleza, el libro que Briadotti curó con Dolphijn, la apuesta es otra, pues no se remite principalmente a un personaje sino a lo que resulta ser el saber filosófico una vez declarada la muerte de la naturaleza, es decir, de las esencias. Eso es lo que auguran los editores en su «Introducción», que funge de primer capítulo. A renglón seguido, iniciando la primera parte («Después de la materia») el filósofo de la Academia francesa Michel Serres, fallecido el pasado año, en «Información y pensamiento», escribe sobre el materialismo que puede serlo todo. Luego, Françoise Balibar, relaciona el concepto ilustrado humanista de naturaleza, en «Die Natur ist nur einmal da (La naturaleza es solamente una vez)», una crítica a la idea de la naturaleza como algo claro, inconfundible, inequívoco (eindeutig). Seguidamente, Vera Bühlmann se enfrasca en la «Medialidad [sic] genérica», que considera el papel de las cifras y los símbolos vicarios en un código basado en la alfabeticidad [sic] de significados ampliados, esto es, una crítica a la ciencia algebraica de la subsunción al estilo de Kant, y una propuesta de ver la naturaleza como espacios indirectos no cerrados de energía o comunicaciones, haciendo así accesible lo incognoscible. Confieso que si los anteriores trabajos me parecieron potables, éste me produjo jaqueca y dolor de estómago, porque si se trata de censurar el racionalismo cientificista kantiano, los hay mejores y más diáfanos. Si lo que se pretende es inventar un álgebra de espacios infinitos con códigos abiertos, no hemos salido de los monstruos soñados por la razón, doña Vera. Cerrando esta sección primera, Rick Dolphijn se mete con «La resonancia de los diversos. Spinoza, Damasio, Deleuze y la ecología de la forma», de donde resulta una ensalada de materialistas modernos (Spinoza) y posmodernos (Deleuze) y neurobiólogos (Damasio) para celebrar el advenimiento de una nueva humanidad en donde toda forma de vida está correlacionada, eso que otros llaman las «inter-especies».

La segunda parte («Después de las máquinas») comienza con un trabajo de Mark B. N. Hansen que estudia, en el capítulo sexto, la fenomenología enredada en los medios de comunicación, basada en la tesis de que los medios son la medida de las cosas y pueden constituirse en el gozne performativo de los mundos micro y macro, con todas las distorsiones que esto puede acarrear.

Pero, me pregunto: si no hay realidad, porque no hay naturaleza, ¿medida de qué son los medios sino de la propia subjetividad negativa?

David Roden escribe un capítulo sobre el poshumanismo limitado o encadenado de Robert Brandom al que llama «Sobre la razón y las máquinas fantasmales», un alegato en favor del poshumanismo unbounded, ilimitado y salido de cauce, que es precisamente con lo que sueñan, una bestia desbocada. Sigue Ashley Woodward con «Circuitos de deseo», un examen, breve e interesante, de las ideas de Jean-François Lyotard sobre la física general y de la organología general preconizada por Bernard Stiegler, en torno a la cibernética y lo posnatural, esto es, los proyectos de construir una biología poshumana. Luego, en el capítulo noveno, Damiano Roberi ensaya más allá de la naturaleza según Walter Benjamin: «La historia como un nicho ecológico», un combate contra el concepto capitalista de naturaleza y la pretensión del saber humano más allá del tiempo; de ahí que la historia se vuelva, en el poshumanismo, el camposanto de los sistemas. Finalmente, Debashish Banerji proyecta una filosofía constructiva poshumana bajo el lema «Naturaleza, tecnología y evolución consciente», un alegato a favor del evolucionismo dirigido sacado de las manos del espontaneísmo darwiniano.

La tercera parte («Después del hombre») abre con Richard Iveson y su «Ser sin vida», un escrito acerca de los rasgos o huellas de chauvinismo orgánico en Jacques Derrida y Manuel DeLanda, rescatando autores tales como Quentin Meillassoux y su Después de la finitud, una celebración de la contingencia que fuerza a pensar qué es la vida, cómo opera la evolución, etc., desde una perspectiva no vital ni mecánica sino espectral. Daniel Sands, en el capítulo doce intitulado «Volver al texto. Los paradigmas deconstructivos y el poshumanismo», modelo que admite démodé, y que invita a redoblar la deconstrucción como propone, entre otros, Cary Wolfe. Me parece una de las colaboraciones mejor presentadas, incluso por el irónico y perverso propósito destructivo. En «Naturaleza primaria y secundaria», Christopher Thomas se las ve con la noción y la función de la indeterminación en Spinoza y Bartleby, el personaje de la novela de Herman Melville; el primero, por la tendencia a la división; el escribiente porque toma la indeterminación como una provocación. Suficiente.

¿Esto es todo? ¡Vaya!, parece que estos poshumanos están usando de los devaneos científicos para escribir nuevas utopías en tono profético. Incompletas, se me ocurre, pues falta una última parte: «Después de los después», que ha sido siempre el motivo de las profecías. Sin embargo, no pueden quitarse de encima el tufo de la fantasía. Porque para decretar que la naturaleza ha muerto no basta con un asqueroso salivazo colectivo de los poshumanistas. Cada velorio y cada entierro de la naturaleza parecen ser nada más que la teatralización que los nihilistas hacen de la inmolación de un tótem. Quiénes matan, los nihilistas poshumanos, y cómo matan, con la palabra que es hija de la razón inclusive poshumana, son una muestra de que la naturaleza está vivita y coleando. A pesar que disparen contra ella.

El tercero de los libros que estamos reseñando, Glosario Poshumano, editado por Braidotti junto a Maria Hlavajova, tiene su interés porque esta última no es filósofa sino artista, fundadora del BAK (basis voor actuele kuns, en Utrecht) y ex directora artística de Former West, una instancia de colaboración internacional. El Glosario se compone breves entradas, de la A a la Z, desde «Affective Turn» hasta «Zombie», escritas por diferentes colaboradores, de escasa extensión (no más de 6 páginas, por lo general 2 o 3), algunos ilustrados, concluyendo con una voluminosa bibliografía y filmografía de más de setenta páginas y aproximadamente mil cuatrocientos asientos.

A diferencia de otras enciclopedias o catálogo de palabras, no se describen otros significados que no sean los que le dan los poshumanistas. Pero así y todo es incompleto. Por ejemplo, en vano se buscará una entrada sobre «Naturaleza», «Ley» o «Derecho». Tampoco la hay sobre «Política», que se disgrega en asientos como «Afectividad política» o «Cosmopolítica». Es inútil indagar por «Substancia», «Accidente», «Esencia», «Sexos», «Género» y otras por el estilo. Hay, en cambio, que bucear en las diversas voces del catálogo para desentrañar algún sentido alusivo.

Todo lo cual vuelve ilusoria una enciclopedia sobre el poshumanismo, por la simple razón de que el poshumanismo no es completo y todavía tiene mucho de ilusorio, ficcional, en el sentido de un conjunto de intentos subversivos racionales que se complacen en la crítica e idealizaciones quiméricas.

Pasemos ahora a Materialismo radical. Itinerario ético para ciborg y chicas malas, que es una recolección de diversos trabajos de Rosi Braidotti, traducidos por Angela Balzano quien, además, ha tenido a su cargo la edición. El libro es presentado en un «Prefacio» a cargo del denominado «Gruppo di ricerca Ippolita», fundado en 2004, intersección del hacking, la contracultura y el feminismo, y que colabora con la Ed. Meltemi en un proyecto de cultura radical. Con lo dicho sobre los patrocinadores basta ya para saber de qué va el prefacio y por qué se ha escogido a Braidotti para publicarle este libro, dado que los de Ippolita han editado otros con títulos como Tecnología del dominio, Ética hacker y anarco-capitalismo, Alma eléctrica, etc., en los que exponen la identidad digital humana en una época tecnológica capturada por Google o Facebook.

La Balzano y la Braidotti escriben la «Presentación», que tiene su interés por la declaración de propósitos: abrir horizontes de pensamiento para una política afirmativa en lo teórico y lo práctico; por la filosofía que inspira el fin: la filosofía de la inmanencia radical (Foucault, Deleuze y Guattari) apuntalada en un materialismo crítico de cuño spinoziano; y por el enemigo: la política necrológica (necropolítica) de los aparatos de control desarrollados a escala global. Lo que se quiere es liberar de estas manos los aparatos bio-info-tecnológicos, que están secuestrados. Esa teoría y esa práctica son la de un feminismo radical que augura una vida más allá del hombre y de la naturaleza por la bancarrota del antropocentrismo, en un ambiente que definen, como ya hiciera Mao Tsé-Tung, como «contradicción de las contradicciones», la esquizofrenia del capitalismo neoliberal, del que saldrá el posantropocentrismo.

Crítica de la economía, crítica de la política, crítica del humanismo, critica de la neutralidad de la ciencia capitalista, crítica del antropocentrismo, critica del bios (de la biopolítica y de la biociencia) de cara al poder del zoe, crítica del dualismo cartesiano frente a la exaltación de la corporeidad spinoziana. Afirmación spinoziana del hacer definido como afirmación del cuerpo, afirmación del cuerpo como interrelacionado de un modo indivisible con los otros cuerpos, afirmación de la vía revolucionaria como afirmación y autorrealización, afirmación de un feminismo radical no subjetivista, afirmación del deseo, de los deseos.

Me he detenido en las palabras e ideas de la presentación porque son ellas suficientes para seguir el sinuoso camino que seguidamente nos presenta Braidotti. En efecto, los capítulos que siguen son una explanación de ese ideario revolucionario alternativo lábil y contagioso. De todas maneras voy a presentar cómo está armado el libro. Una primera parte, llamada «Belleza disonante y práctica performativa», contiene los capítulos «Cuerpos mutantes y chicas malas», «Ciborgs, monstruos y sujetos mutantes. Para una nueva ontología procesal» y «Punk women y Riot Grrrls». La segunda parte («Pasión política y ética sustentable») se despliega en apartados con los siguientes nombres: «Potencia afirmativa» y «El poder de lo negativo y la potencia de la ética sustentable».

Todo esto parece muy posmoderno, muy poshumano. Pero… Otro pero, ¿no sabrá la Braidotti que su alegato de afirmación en todo tiene el mismo color que Blumenberg distinguió en la Modernidad, el color de la autoafirmación? ¿No sabrá la Braidotti que su tesis de autorrealización es muy parecida a la tesis de la autodeterminación, es decir, la libertad negativa, de la Modernidad? Seguramente lo sabe, pues se precia de culta. Bah, al menos de erudita. De modo que, me parece, que esto del poshumanismo tiene mucho de Modernidad travestida por arte de infracciones nigrománticas.

Al final de la «Presentación», la Braidotti y la Balzano, escriben esta página esclarecedora: «Resistir, durar: es decir, participar en un trabajo ético-práctico tenaz y constante, artesanal y cotidiano, que a través de la actividad empoderadora de los deseos singulares construye nuevas prácticas y nuevos discursos, esperando que sean capaces de sabotear las máquinas paranoicas y neuróticas que rutinariamente reproducimos y los dispositivos de control y exclusión del biocapitalismo de los que son la muleta. A medida que tratamos de averiguar cómo resistir, nuestra invitación es a apegarse a una modesta precaución metódica: las transformaciones afirmativas no son naturales ni espontáneas, sólo ocurren cuando la subjetividad encarnada está dispuesta a poner en juego todas sus diferencias, para confluir en espacios comunes, lugares de reunión altamente contaminantes. La ética es un proceso, no un producto, lo que importa está en el medio».

Digo esclarecedora, pues es el ambiente que están postulando es este en el que ya vivimos. Pienso en la revolución desatada en Chile y en muchos movimientos dichos «populistas» que pululan por el mundo entero, y que viven de esta política del contagio revolucionario; que parecieran no tener miras sino objetivos tácticos; que parecieran no tener métodos sino ir aprendiendo a medida que la revolución marcha; que parecieran no perseguir un paraíso, porque el paraíso está en los escombros revolucionarios.

Vayamos al último libro, Conocimiento poshumano, que tiene toda la pinta de ser una elaborada teoría del conocimiento no humanista ni antropocéntrica. Pura pinta no más. Tras una breve «Introducción», que funge de presentación, las ideas se desencadenan a lo largo de siete capítulos. El primero de ellos, «La condición poshumana», es una suerte de resumen de las líneas principales de su libro anterior, The posthuman, enriquecidas con nuevos instrumentos. Eso que se dice poshumano es una convergencia en términos teóricos y afectivos, un complejidad que despierta ansiedad y excitación, pero también fatiga, que deja exhaustos a los que no participan de los aparatos tecnológicos. La condición poshumana es estresante (la fatiga que domina a los sujetos, que padece la democracia), de la que se sale por una praxis colectiva de políticas afirmativas, de un nosotros enraizado, responsable y activo, tal como la intelectualidad radicalizada viene pregonando hace dos décadas en los ambientes universitarios y académicos, porque nos permite superar la burocratización y salir de la marginalidad literaria. En este sentido, lo poshumano es una «teoría» no solamente alternativa, además emancipadora de nuestra condición dominada por la humanista imagen del hombre racional. La condición poshumana liberadora es una práctica en un mundo de convergencias, es decir, sin especies.

El capítulo segundo, «Sujetos poshumanos», revisa ideas de su libro citado: el carácter relacional de la subjetividad, entrecruzada de múltiples fracturas y de diferencias aparentemente irreconciliables, un sujeto que no es unitario, humanisticamente definido, ni eurocéntrico ni masculino. Un sujeto que se construye no sobre el bios, sobre lo vital, sino sobre el zoe, la cruda materialidad, que lo hace un sujeto materialmente vinculado a lo geológico y lo tecnológico, un «zoe/geo/techno assemblage» (pág. 108), la manifestación de un materialismo inmanente y diferencial, un sujeto que es afirmación de sí sin que ello importa la negación del nosotros.

En «La producción del conocimiento poshumano», el tercero de los capítulos, quiere Braidotti decirnos cómo conocer esas diversas materias que forman el ensamble «zoe/geo/tecno» mediado. Y no lo hace, porque la mayor parte del texto se endereza a criticar la teoría capitalista del conocimiento, y mentar una aceleración de perspectivas epistémicas que no alcanzan a apresar el modo de acceder a ese nuevo sujeto. Es como si adoptara un conocimiento negativo, por lo que no es. Y lo mismo cabe decir del siguiente capítulo sobre «Las poshumanidades críticas», un puñado de ciencias y/o saberes que discuten el paradigma humanista del conocimiento pero que son incapaces de dar cuenta de eso poshumano, tal vez porque el sujeto poshumano no es, porque si es, es pura contingencia, un sujeto mutante, como insiste la autora. Entonces, ¿cómo alcanzar un conocimiento poshumano, «How to do posthuman thinking»?, que se nos propone en el capítulo quinto. El sueño de la ítalo-australiana es fundar una Universidad de Poshumanismo. Los párrafos bordean diferentes ciencias mayores y menores, la práctica jurídica o legal, en busca de una comprensión apropiada. Nada puede decirnos Braidotti, salvo que hay que tomar al sujeto en su complejidad descrita ya, un empirismo nuevo que parece tener su ápice en prácticas artísticas, como si el arte reemplazara a la sabiduría y la técnica a la metafísica.

El capítulo sexto encara la cuestión de «Las éticas afirmativas» para sujetos poshumanos, posantropocéntricos, incrustados, corporizados, relacionales, afectivos. Sujetos nómades, mutantes, viviendo en tropel. Esta ética no puede ser más que una ética dirigida por la afirmación del zoe, una ética relacional que crea «mundos posibles movilizando recursos que han quedado sin explotar en el presente, incluyendo nuestros deseos e imaginación. Relaciones que activan lo virtual en una web o rizoma de interconexión con otros» (sic pág. 386). He citado el pasaje para que se lea la vacuidad de la ética poshumana de la afirmación, tan vacua como la kantiana que critica, que quiere promover relaciones afectivas montadas sobre el deseo y el placer, lo único que puede decir. Cierra el libro un apartado conclusivo titulado «Lo incansable» por inagotable, incansable, una invitación a la resistencia poshumana activa, afirmativa.

Hemos recorrido más de mil quinientas páginas. Si Braidotti nos llama a no bajar los brazos, debo decir que estoy agotado. Varios días perdí en leerla y uno entera en volcar las notas en estas hojas críticas. No puedo decir de este libro y del conjunto de las publicaciones algo que no haya dicho ya de los anteriores que forman el manojo. Aunque viéndolo bien, no todo es pérdida, a esta altura. Mi viejo profesor sigue teniendo razón.

El poshumanismo de Braidotti es un ejercicio rebelde de la revolución imaginaria, pero que tiene enormes consecuencias prácticas y teóricas. Los desencantados del capitalismo son tentados por extravagantes elucubraciones que les llevan a trabajar en el área de las poshumanidades y aplastar la inteligencia, mientras otros son fortalecidos en su voluntad destructiva que ponen en acción del modo que pueden, demoliendo, aniquilando, devastando, aplastando también las vidas. No puedo sacarme de la mente las imágenes de Chile, donde parece emplazarse esa ética de la activa afirmación en la resistencia poshumana.

El poshumanismo pisotea todo lo que queda, que ya es poco; no sólo los vestigios de la Cristiandad, también los restos de una vida digna. El poshumanismo se ríe de los seres humanos que llama hombres del humanismo, sujetos racionales. En su lugar no pone nada, como no sea ese mazacote peligroso de idioteces vestidas de ciencias poshumanas. Ya sabemos que todo idiota es peligroso. Braidotti es muy peligrosa porque parece, solamente parece, muy idiota.

Juan Fernando SEGOVIA