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Número 78-79

Serie VIII

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Maritain, Mounier y la continuación

MARITAIN, MOUNIER Y LA CONTINUACION (*}
POR
Lou1s SALLERON
En Le paysam de la Garonne, Jacqnes Maritain dedica algu­
nas líneas a
Emmanuel Mounier:
"Gracias sobre todo, pienso, a Emmanuel Mounier, la ex.pre­
sión "personalista y comunitaria" se ha vuelto üna tarta de
crema para el pensamiento católico y la retórica católica france­
sa. Yo mismo no dejo de Sentirme, en parte, también respon­
sable. En una época en la que era ·importante oponer a los slor,ans
totalitarios otro slogan, pero verdadero, empleé gentilmente mis
células grises
y finalmente adelanté en uno de mis libros · de
aquel tiempo
la expresión de la que hablamos; y es de mí de
quien creo Mounier
la sacó. Es justa; pero viendo el uso que de
ella se hace ahora, ya no me siento tan orgulloso. Ya que des­
pués
de haber pagado un -lip serviice al "persónaliSmo" está
claro que es lo 1 "comunitario" lo que gana.'~
Maritain no dejará núnca · de asorribrarnoS. Porqué· ·Si' nos
complace verle reivindicar
el lugar· del "personalismo'' 'frente a
1o "comunitario'·', ·¿-se Cree él -a:casó · ..t.jérto ·a· las degradaciones
que su sloqan había ~ugerido? Después de todo, Mounier tam­
bién diría-.acaso:- "yo no:hé querido, esto".
(*) Nuestro amigo Louis Sa1JerQil publicó en, Permaff{!nCes, ,núm. 40,
el .trabajo que trad~do al .ca~eUano h;nerµqs la s~tisfa~dón de reprodu­
cir.
Es mucho 1o que VERBO tiene ·que agradecer-~ las ensefianzas de los
buenos amigos de Pernran.enc.eS ·y , en , VERBO los· siguientes estudios: Núm. 28-29: PÓder Y Propiedad en la
Empresa (sobre un libro de Bloch-Lai,né), págs. 421 y sigs·.-Núm. 34-35:
¿'(ÍC'l'IIC aún sentido la c(Jrta sob.r.e "Le S,illon!'?, págs. 254 y sigs.-Núme­
ro 55: Una Encíclica llena de luz (sobre la "Divini Redemptoris"), pági­
nas. 339 y sigs.-Núm. 56-57: La refo-rma· de la empre~: El ca:.ro buést­
France, págs. 491 ¡y sigs_.:.. ...... N,úm. 59: Empr,esa y Propiedad en-la "Gau­
diwm -et Spes", págs. 619 y sigs.
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LOUIS SALLERON
¡ Qué extraña aventura es el paso del Maritanismo al Mou­
nierismo, y el del Mounierisrno al progresismo!
A los ochenta y cuatro años, Maritain realiza esa paradoja de
la justaposición de una fe inquebrantable y de una filosofía política
en la que
el comunismo, que él repudia, halla todos los justificantes.
Mounier ha muerto. No sabemos cuál sería su posición actual.
Los progresistas constituyen _un abanico que va desde el cris­
tianismo revolucionario a· un revolucionarismo del cual se eva­
pora el cristianismo hasta su desaparición total para hacer sitio
al comunismo ateo.
¿ Quién hará el análisis de estas fil_iaciones y de estas_ desvia­
ciólles.?
En verdad, es rnás o menos esto lo que ha hecho el R. P. Fes­
sard en su gran obra
De l'actunJité históri,que (Desclée de Brou­
wer, 1960).
El segundo volumen, Progresisme chrétien y wP<>s­
tolat owurier, demuestra bien como una cierta filosofía de la
Historia, impregnada de marxismo, ha corrompido a la mayor
parte de nuestra intelligentsia católica.
·
En 1936, al dedicar un artículo al libro de Maritain Hwma­
nismo Integral, me estuve preguntando si no se trataba del anun­
cio de un marxismo cristiano.
Ahora bien el R. P, Fessard escribe:
"Si el progresismo cristiano apareció ha jo el avance de los
acontecimientos en 1944-,1945, es evidente que los pensamientos
de los que
se ha alimentado tienen un qrigen más lejano y que
aquellos que entonces
los adoptaron y los desarrollaron ya llevaban
el germen o lo recibieron de la mentalidad ambiente. Examinando
el "problema de concienCra"' ·al ·que los cristianos fueron en­
frentados entre 1826 y 1956, A. Dansette escribe que "M. P. Ma­
ritai:Q. y Emmanuel Mounier lo abordaron en términos proféticos",
el primero sobre todo en Humamsme integral, y el segundo en la
revista Esprit.
"Constatar la influencia· que ejercieron en razón de esta_ rara
clarividencia n'? implica hacer de ellos l~s padres . del progre­
sismo. En contra de los repro~es, sin duda demasiado . vivos,
pero no sin fundamento, que le dediqué a propósito de algunas
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torpezas en el lenguaje, Mounier se defendió, negando haber de­
seado este error. Si Maritain hubiera estado presente en nues­
tras discusiones de post-guerra, no hay duda de que se hubiera
mostrado en contra
de ellas de una forma aún más radical. No
obstante, es quizá en H umanisme integral donde hay que bus­
car todo
el primer germen." (Págs. 181-182.)
Maritain fue, en definitiva,
el portador del germen. El ger­
men que llevaba no
a)teró su salud personal, pero lo transmitió
a ambientes que con
él produjeron una epidemia.
¿ Cuál era, pues, ese germen? Era el reconocimiento de una
''misión histórica del proletariado'', expresión peligrosa, ''dos ve­
ces ambigua, a causa sobre todo de esa palabra en la que se ex~
presa ,(. .. ) "la obra de Marx" y también de la "misión" que
él le atribuía. Maritain eludió para sí mismo el peligro, piensa
el P. Fessard, pero añade, "dudo que consiguiera impedir que esa
doble ambig,üedad pro En realidad, eren yo que Maritain fue personalmente conta­
minado por
el marxismo, del· cual salvó su fe pero no su filosofía
política. En cuanto a sus lectores, sabemos, por su reacción ante
Le paysan M la Garonne, hasta qué profundidades el "germen'º
ha proliferado en ellos.
Mounier, por su parte, fue mucho más lejos que Marita~n, no
solamente del lado del marxismo, sino del lado del comunismo.
Mounier, en este aspecto, hace pensar un poco en S~rtre, · el
cual queda siempre f1,1era del "partido", toma en tal. o cual dr­
cunstancia sus grandes distancias con él, pero insiste en dejar
bien claro que en él está la salvaclón y la verdad, porque en él
está la Historia en marcha.
Me he preguntado cien veces:
¿ por qué lá filosofía de la His­
toria, cuando toma lo católico, lo arrastra inmediatamente hacia
el camino de Marx, hasta eonducirlo a menudo hasta el co­
munismo y aun hasta el ateísmo?
No veo más que una respuesta a esta pregunta. Y es que es
a través de Marx por dcmde se introduce al católico en la filo­
sofía de la Historia. No es seducido por la filosofía de la Historia,
sino por
una filosofía de la Historia : la de Marx.
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Toda Historia es filosofía. No se puede exponer el desarro­
llo de los hechos históricos sin ezplicwrlos, sin establecer entre
ellos rela,ci,anes, lo ·cual supone una filosófía, cónsciente o 'incons­
ciente. No nos queda, pues, por elegir más que entre las filoso­
fías de la Historia.
Veo claro que
Marx seduce porque reduce la filosofía a la
Historia. Üfrece, pues, al espíritu esa coherencia de uh ·monismo
~lITiplistá, en la que las propias dificultades se evaporan por obra
de un pequeño juego dialéctico elemental que da razón
de fodo.
Pero es ahí donde el cristiano debería estar inmediaw.mente en
alerta porCJ.ue j~sta!l.1~te el cristianismo es una Historia, y qÜe si
se quiere dar a la Historia una dimensión total, la filosofía de
la Historia se convie~e muy naturalmente para el cristiano tn
la teología de la Historía, ~de la que se distingue únicamen­
te por las formas de explicación que provienen de
la , libertad de
la inteligencia,
no imponiéndolas la Revelación.
Es, a mi entender,
Jo que ha comprendido el R. P. Fes~rd en
De factualité mstorique. Opone al progresismo cristiano (mar­
xista) una fílosofía de la Historia que no
es más. que la teología
de la Historia explicada de acuerdo con la dialéctica hegeliana. La
tentativa .es ingeniosa.. Es llevada con mano maestra. Hay que
hacer constar, no obstante, que no ha detenido a ningún católi­
co en la_ pendiente hacia el marxismo. ¿ Por qué?;_ no tengo _idea.
La única explicación plausible, .es la debilidad general de la fe.
Una filosofía cristiana de la Historia n~ puede estar, en efecto,
más que muy cerca de
la teología, muy cerca de la Revelación.
Hay que admitir "la Historia Sagrada'.', la "Biblia", la Encar­
nación, la Redenci6n, todos los últimos fines del hombre. No es,
pues, más que_ un cristianismo ard~ente y convencido el que puede
adaptarse a esta clase de filosofía, -la cual lo separa del mundo--.
¿ Cómo evitar el pensar que adoptando una filosofía de la Histo­
ria de tipo marxista, el cristiano busca, más o -menos, 1.lusio­
narse con una unión que establecerla entre dogmas en los que él
cree, sin hacerse muchas preguntas -sobre ellos; y 'Cúrrientes· · de
pensamiento en · las que puede ett apariencia salvar su calidad
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MARJTÁIN, MOUNIER Y LA CONTINUACION
especifica al ·mismo tiempo que "dialoga" largamente con un ene­
migo todopoderoso?
Mounier
ha vivido constantemente en esa ambigiíedad. Cris­
tiano sinceroJ sin duda, pero siempre preocupado en reconocer las
verdades del marxismo y del comunismo.
¿ Es verdad que aún ejerce una influencia sobre algunos am­
bientes? Me lo
dicen. Me cuesta creerlo, porque ¿ qué puede él
·darles? Hizo ·figura de inllovador entre las dos guerras por que
estableció una comunicaci'ón entre· el marxismo y aigunos círculos
importantes de la intelligentsia católica. Pero hoy día en que
él marxismo está por todas partes, Mounier debe parecerles a
los jóvenes una·vieille lune. Sus audacias harían sonreir. Ya están
_muy "superadas"'.
El P. Fessard cita de él una página muy característica:
"Comunismo y cristiánisíno' eStán atados el uno al otro como
Jacob al Angel, por un rigor y una fraternidad de combate que
sobrepasa infinitamente la fuerza del poder. Sería demasiado
cómodo si el comunismo fuera el Anticristo. El comimisrilo· lleva
elbnentos antícristo coni.o el propio mundo cristiano, pero lleva
también~ he aquí su carga misteriosa, ·una parte dei ·Reino de
Dios." (Pág. 54).
Este es el tipo de prosa que Mounier ha introducido en el
mundo católico. Es lo· qlle se ·11ama la literatura "profética''. Es­
tamos tan acostumbrados a ella hoy día que olvidamos que no era
corriente antes de Mounier. El mismo Marita:in ·no firmaría, me
parece, un texto como ése. Pero Teilhard de Chardin no dice otra
cosa, ·aunque bajo una perspectiva diferente. En cuanto a la
encíclica Divini Redem.ptoris, nunca ha' frenado a eStos maes­
tros del pensamiento del catolicismo francés.
En 1949 el R. P. Fessard escribi6 una carta muy larga a
Mounier. Extraigo aquí
el siguiente pasaje:
"Vea, mi querido Motmier,·su fe es demasiado tímida, dema­
siado limitada su esperanza. i Desea que el comunimo halle el
camino de la, Historia'! Haga, pues, de forma que lo halle real­
·mehte.· Y ,ante la mentira del "progresismo" empiece por pr6da­
mar con valentía 'qtie el comtmisrn.o corho doctrina y cOÍ1cepción
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del mundo no sigue el camino de la Historia. Convénzase, no por­
que se lo diga yo, sino porque la Iglesia del Verbo encarnado
_nos lo advierte, que· una "perversidad intrínseca" alcanza a todas
las proposiciones, todos los aspectos que nos son recomendados
del marxismo. Tenga cuidado en descubrir esa perversión bajo
las mejores apariencias. Mire que no penetre, sin usted saberlo, en
sus juicios o la haga subsistir en los del prójimo, sin descubrfrse­
la. Después, no tema declarar que si la alianza del ateísmo de la
doctrina y
del comunismo es indisoluble, por el contrario, la del
movimiento histórico de los pueblos y de las clases obreras con el
comunismo es provisional. Haga resaltar claramente el divorcio
entre ellas. Hágalo efectivo en sus
palarbras, en su revista, en cada
una. de sus páginas. Cuanto más firme y lúcido haya sido en per­
seguir la mentira, más derecho tendrá a abrirse al progreso."
Estas palabras son tanto más interesantes cuanto, en conjunto,
el R. P. Fessard siente simpatía por Mounier y por Sprit. Pero,
en definitiva, no puede dejar de ver lo que no está más que de­
m·asiado
a la vista.
Empezamos ahora a recoger los primeros frutos de la filo­
sofía política de Maritain y de Mounier. Los recogemos,
¡ des­
graciadamente!, en los vergeles del catolicismo.
Maritain hace frente. Con un coraje que no podemos dej ~r
de admirar, repite tanto su catolicismo integral como su "huma­
nismo integral". No admite ser, en su origen, portador de un
germen cualquiera de progresismo.
¿ Qué diría Mounier si estuviera aún entre nosotros? Creo
que
se conformaría con analizar, analizar sin fin 1a situación tal
como lo hizo toda su vida.
Todo ello representa
el pasado. Un pasado próximo, pero
que parece terriblemente lejano en vista de la situación religiosa y
política actual.
A aquellos que tuvieran coraje para ello, les aconsejaríamos
que releyeran los ensayos filosófico-políticos de Maritain y
je
Mounier después de la encíclica Divini Redemptoris. Verían
r,ápidamente dónde se encuentra el análisis a la vez más simple y
más lúcido del comunismo, y quién prevé· mejor el porvenir.
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