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Número 78-79

Serie VIII

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Michèle Federico Sciacca, Gli arieti contro la verticale

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Michele Federico Sciacm: GLI ARIETI CONTRO
LA VERTICALE
(*).
En un momento de confusión y desorientación, de conflictos
ideológicos
y de conflictos vitales, de controversia entre ¡¡con­
servadores" y "progresist3.s", entre los que creen en la meta­
física y en la filosofía perenne y entre los que sólo rinden culto
a una cultura tecnológica y corren tras de todo viento de doc­
trina nueva, este nuevo libro del conocido pensador italiano Mi­
guel Federico Sciacca viene a ser una palabra de luz y de invi­
tación a
la reflexión serena y profunda sobre temas de palpitante
actualidad. El libro sigue en la línea de
Filosc,fia e antifiloso,fia, del que
ya dimos noticia a nuestros lectores.
Lo que allí era tema medular
es aquí, en Gli arrieti contra la verticale, irrupción vigorosa y
de amplio frente sobre los más graves problemas de nuestro
tiempo, los
que el autor estudia y analiza con su reconocida
competencia, hablando, como él mismo nos dice,
un lenguaje que
todos entienden, sin sobreentendidos ni eufemismos, a cuerpo
limpio y sin otra intención que la de salir por los fueros de la
filosofía y de la
fe contra tanta apariencia de filosofía y tanta
traición, confusión o enmascaramiento de la verdadera fe. Más
que nada, me interesa dejar constancia en este libro -añade­
de mi posición personal como católico, en un momento de con­
fusión
y desorientación, de envilecimiento de los valores huma­
nos
y de un como miedo cerval a quedar desfasado -si uno no
se une al coro de los que aclaman al "progreso" .
Sabe el
autor -cómo está hoy montada la -campaña tación a todo lo que sale
en línea "progresista", mientras un
silencio de muerte, una auténtica conjura de silencio, se cierne
sobre todo lo que
no está en línea, no obedece a esas co­
rrientes de presión que canaliza la gran Prensa. Pero no
le importa; quédense ciertos mercados para ciertos merca­
deres
de la cultura. A él lo que le interesa, es decir, lo que siente,
(*) 'Marzorati-Editore-Milán, 1969.
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sin miedo a la acusación de "conservador" o de "reaccionario",
marca infamante con que a
uno le marbetan para recluirlo en
un jardín zoológico. "Allí voy, aun a sabiendas que ni ahí hay
puesto
para mí, ni aun ahí han de dejarme tranquilo ; pero voy
contento
porque no quiero pertenecer al número de los borre­
gos ~machos o no, pero al fin borregos-que, al silbido del
laicismo,
pastor con caña y yerba tierna, arremeten, baja la tes­
tud,
contra la «vertical», creyendo que hacen la revolución re­
ligiosa y cultural" (pág. 12). Yo estoy por una concepción "in­
tegral" de la cultura, donde filosofía -y metafísica tienen derecho
de ciudadanía en la búsqueda de la verdad, como lo tiene 1a teo­
logía tradicional
y lo tienen los valores espirituales. Soy, en este
sentido,
un "aristocrático", no un "democrático", y en esto está
quizá, para algunos, mi pecado original. No importa, mi postura
va en línea con lo que reflejan estas palabras de Pablo VI: "La
indiferencia religiosa está de moda. La secularización es hoy ad­
mitida
por muchos como un procedimiento del pensamiento, el
cual encuentra en sí mismo y en el conocimiento de las cosas una
autonomía que lo dispensa de referirse a un Principio superior
y trascendente llamado D:-os. La metafísica, se dice, ha term:nado.
El ateísmo se ampara en la ciencia para presentarse como una
liberación y una conquista. El conocimiento de Dios, afirman al­
gunos, es impnsible;
más aún, es inútil y nocivo" (L'Osservatore
Romano, 14 de noviembre de 1968).
Y, con arreglo a esta profesión de fe y de filosofía, va Sciacca
estudiando los problemas
de: evolucionismo e historia humana,
¿historicismo o historicidad de los valores?, la metafísica, Dios
en la :filosofía, Dios muerto y Dios vivo, cultura y anticultura,
la libertad y d Vaticano II, mi ser católico, etc.
No es posible, en una Simple reseña, recoger, ni aun per summ,a
capita, lo mucho y bueno que, al abordar cada tema, va diciendo
el filósofo italiano con tanta verdad como actualidad. Vale la pena
leer todo el libro de punta a cabo. Se lee además con placer,
porque junto a la solidez de pensamiento y la claridad de exp~e­
sión
está el gracejo del estilo.
Así, al hablar del evolucionismo y la historia
humana, advierte
muy bien que historia humana y evolucionismo no tienen nada
que ver entre sí. El evolucionismo no puede dar razón más que
de ese animal que llamamos hombre y de lo que hace el hombre
como animal.
El hombre, como hombre, ser inteligente, libre y res­
ponsable, es
el que hace la historia y pertenece a la historia. Pero
esta historia, por ser humana, ya no cabe dentro del evolucionis-
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mo, por la sencilla razón de que ya no pertenece al género de
conocimíento de que se ocupan las "ciencias, sino a otro esencial­
mente distinto, como que supone
un "salto cualitativo" que la
ciencia no quiere ni puede
daL
Lo que sucede es que algunos evolucionistas tratan de saltar,
con sola experiencia, del
terreno de la ciencia biológica al de la
filosofía y sociología, llegando a hacer coincidir el proceso bioló­
gico
.con el llamado escatológico, cifrando la felicidad humana en
un progreso evolutivo que dará al hombre, sobre la tierra, la
plena realización de sus aspiraciones. "Así, evolucionismo y pro­
greso se encuentran y se dan la mano y, convertidos en mito~
alimentan el p1erfectiismo: adoración del _mundo, el nuevo dios
incluso
dC no pocos católicos, perfección de línea horizontal que
se paga de un mediocre y utopístico amor del prójimo, sustitu­
tivo de Dios, como si el prójimo pudiera sin Dios ser conside­
rado tal,
y no más bien «lejanísimo», y, si cercano, lo que hay
que hacer con él es alejarlo y descuartizarlo" (pág. 30).
No es
por los caminos de la biología como se hace filosofía,
la eficacia y la acción no resuelven
el problema de la verdad y
la contemplación. Y
en nom.bre de una felicidad mundana sin
verdad
lo que se hace es atentar contra la filosofía y contra la
historia, si ésta ha de ser algo más, referida al hombre, que pura
búsqueda de sus huellas a través de los siglos, como buscamos
y analizamos los distintos modos de cultivar patatas o de criar
conejos. "El evolucionismo como perfectismo y en sentido pro­
gresista es
un mito estúpido" (pág. 31). La verdad es actual por­
que eterna y perenne, no precisan1ente porque hija de cada tiempo.
Y el historicismo, que temporaliza
el ser y todos los valores, a
lo que lleva es a la muerte de la filosofía, al más craso empirismo
y a la más espantosa depresión cultural bajo los nombres de pro­
greso industrial-tecnológico-burocrático, de sociologismo y de cul­
turalismo marxistizante. Nuestro
ser histórico y contingente guar­
da relación necesaria con lo suprahistórica y eterno. Y porque
es infinito
.el ser que nos constituye, por eso nuestro perfeccio­
namiento definitivo está más allá de la historia. Vivimos en
el
tiempo, pero en función de eternidad. Y la dialéctica de tiempo
y eternidad no supone ni anulación panteística del tiempo en la
eternidad (Spinosa), ni anulación de la eternidad en
el tiempo
(historicismo), sino
la salvación del tiempo en la eternidad, su
fin último. Tales son los problemas de los que es necesario hablar
seriamente como filósofos,
y seriamente quiere decir con sentido
ontológico
y metafísico" (pág. 39).
Y
la ra~ón es que, sin identificar la filosofía con la metafí-
ss1
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sica, no hay saber filosófico perfecto sin metafísica, y la .filosofía
sin metafísica se resuelve en esto o lo otro, historia o ciencia,
pero no es filosofía.
Y cuando esto sucede, la filosofía está en
crisis, y con ella lo está la verdad, que es reemplazada por la
"doxa", que engendra la filodoxia o antifilosofía. Y a no hay cri­
terios teóricos, sino prácticos, lo útil eso es lo verdadero. Pero
los criterios prácticos pierden toda validez auténtica desde el
momento -en que carecemos de un criterio teórico o de verdad
para juzgarlos. Con la "doxa" nos precipitamos en el caos. No
hay recurso técnico capaz de resolvernos el problema del buen
uso de la técnica, porque éste es un problema moral cuya solución
va ligada al problema de
la verdad. En efecto, el principio mismo
de
la verdad funda al mismo tiempo el de la ley moral: /Jonum
et veru.m convertuntur.
Como no hay filosofía sin metafísica, asi no hay tampoco filo­
sofía ni metafísica sin Dios. Y el antropocentrismo que cortoe
el pensamiento filosófico-teológico moderno es la muerte del a11-
téntico pensar filosófico y de la genuina teología. Dentro de esta
"teología" desteologizada o secularizada laten el evolucionismo y
el progresismo perfectivista, esto es, la mundanización radical del
Cristianismo, entendido como puro amor del prójimo y compro­
miso para con el mundo que hace el vacío a Dios (la "vertical")
y se pone en conivencia con el marxismo. No hay más Dios que
el
mundo llevado al máximo de su perfección con el progreso de
las ciencias y
de la técnica (pág. 54).
De este modo, con un mito se combate otro mito, la "libera­
ción" del hombre se contrapone a la "alienación" religiosa. La
religión es la fe y la esperanza en la inmortalidad de la humanidad
triunfadora sobre la tierra, Cristo no es más que un ideal de la
Humanidad, un filántropo, un modelo que imitar, y la Iglesia un
medio o un ar:tl1a más para promover la justicia y el bienestar
temporal.
Estamos ante un arrianismo ateo y un pelagianismo de
nuevo cuño.
Así se explican tantas cosas como hoy ocurren en la
Iglesia de Dios.
De todas ellas habla Sciacca con lucidez y aplomo, desentra­
ñando el misterio
de las mismas y apuntando para cada J)TOblema
una solución. Solución siempre católica y siempre en línea con
esa su
filosofw della integra/ita de que hace profesión y que tanto
sabe a filosofía perenne.
B. MoNSEGÚ, C. P.
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