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Número 133-134

Serie XIV

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Mensaje de vida

MENSAJE DE VIDA (*)
POR EL
Dr. JIÍRÓMB LBJBUNB.
Profesor de Genética Fundamental en la Facultad de_ Medicina. de Pa.tis.
E.r un heredero q11e encuentra lo.r
1ít11/o.r de ¡u ca.ra. ¿Dirá, tal 11ez, qNe
JOtl falsos y descuidará examinarlos?
PA,Sc,u..
Lo propio de la vida es animar la materia y esta función se efec­
túa · en

el nivel
más sutil de la ttama del mundo.
¿ Ao,so no sabemos que la molécula de clorofila, que elabora el
verdor de
la primavera y alimenta la vida toda . con los rayos del
sol, reacciona al contacto de un solo
grano de

luz? Y esas minúscu­
las máquinas respiratorias, las encimas que des\:ilan la energía a
las células,

¿acaso no canalizan, uno a uno, esos granos de
electrici­
dad negativa que llamamos electt0nes?
Este
método elemental es,
ciertamente, el
que siguen los cons­
tructores.
El alb¡úiil para preparar su mortero,_ separa en primer lugar la
arena de la grava. Para hacerlo, deposita -la mezcla sobre una criba
(*) Comunicación remitida al último Sínodo Episcópal el 1.2 de oc­
tubre de 1974. Texto tomado de la revista Permanence.r, núm. 114, de no­
viembre de 1974. También ha aparecido en L'homme Nouveau, del 6 de oc­
tubre, que
ha publicado además una edición separada en esta comunicación.
Este himno a
la vida viene a confirmar, como subraya Pnmanences, lo
que había declarado Jean Fourastié a la salida de la cómu.aicaci6n del do~r
Lejeune

a la Academia de
Cietláas Morales y Política:s del 1 de ·octubre de
1973: «Tal
vez éstas son

las primicias de un mOvimiento que se
acentuará
y podrá fin a esa larga, dramática e incluso angllStiosa separaci6n entre la
filosofía y la ciencia, entre la religión y la.. ciencia y entre la poesía Y la
ciencia»~
309
Fundaci\363n Speiro

]BROME LEJEUNE
que después agita fuertemente. Attaídas por la gravedad, las pat­
tículas
de atena resbalan entte las mallas mienttas que la gtava se
queda en ellas. Cuando el albañil cesa de agitar su tamiz, el cribado
se detiene; pero cuando vuelve a moverlo,
la separación continúa.
Así, entre los seres· vivos~ -se eligen :las partículas, ya sean molécu­
las enormes o bien siempres granos de energía. Aquí, las leyes de
la gtavedad son sustituidas por las afinidades químicas, el vaivén del
tamiz por esa vibración que llamamos· calor, y las mallas de la criba
por la fina esttuctura de lo vivo.
La inmensa cadena de reacciones químicas que sustenta la vida
son co.rrio una cascada de cribas sucesivas. Cada una es receptora de
otra anterior y distribuidora a las siguientes.
Si -detenemos el movimiento, también se detiene
la .. ,ida.
Con

ciertas precauciones de enfriamiento controlado, las células
humanas pueden ser conservadas al frío intenso del nittógeni> líqui­
do,

incluso muy cerca del
ce.to absoluto.

Fijadas,
en esta
ausencia de
agitaci6n
molecular, las

células
tio se

mueven, no crecen, ni respiran,
durante un tiempo
indefinido.
¿Acaso

están muertas? De ninguna manera,. porque·
~as~ me­
terlas
·en una

esnifa
para ·verlas en seguida balancearse

como antes.
De
la · ilisma manera que el albafiil renunciáría a su cribado si
viera su criba rota, el observador diría que las células han . muerro-si
súpiera
que ha

destruido
torpemente su
precioso edificio.
La defi­
nición

operativa de la muerte es el abandono de la esperanza.
El principio de vida no
es en modo alguno un impulso, porque
es
posible detenerlo
y puest<> que se puede reemprender, sino que
consiste en un poder persistente de canalizar la energía, mediante
una forma
que la niateí-ia puede Cfectivamente soportar, pero que
por si misma no podría asumir (1).
( 1) Por otra parte, nada tiene de sorprendente que ese poder no pueda
manifestarse sino
· en
ciertos niveles muy ptécisos de
la energía del ambiente
(prácticamente entre 30

y 40 grados centígrados).
·
Las

-atmósferas electrónicas que
rodean los átomos

son muy sensibles
al
calor y sabernos que fas interacciones entre moléculas complejas ·dependen
de l_as · cargas eléctricas residqales a nivel de cada uno_

de los átomos.
Poi­
ello,

el calor suministra no solamente la agitación de las moléculas que
vie-.
310
Fundaci\363n Speiro

MENSAJ.E.PE •VlCM
. Ese poder. de informar Jo inerte es propio de todoslos construc0
tares, -es-común a .todos 'los que~_ crean:
El escultor, por ejemplo, hace emerger la estatua cincelando la
piedra o modelando el
barro, según el material que escoja. E, igual­
mente, el.s~ vivo ordena, según- dean, y los conforma a su imagen.
Es cierto que la ;eproducdón de una célula viva es infinitamen­
te más delicada que la de una efigie,
pero para conseguirla se sigue
el
mismo método. Entre la estatua
y el molde, y entre el molde y la réplica, existe
en cada instante una cierta contigüidad de inateria, pero lo ·que se
reproduce no es el material, que varía a capricho del refundidor, sino
la forma impresa por el genio del escultor.
Así, en los seres vivos,
los elementos celulares son reproducidos fielmente modelando las
moléculas nueyas de

estricta conformidad con las primeras
instruc­
cioD;es.
Como en. ese caso se trata. de captar la materia ·en su grado más
tenue, es necesaria una precisión extrema y la miniaruriz.ación de
las instrucciones de vida. llega a desconcertar a nuestro entendimiento.
Todas las cualidades de cada individuo, el color de sus ojos, su
corte de cara, o cualquier otro rasgo personal, se encuep.rran ya ins­
critos genéricamente en las largas moléculas de los ácidos nucleicos,
Esos

ínfimos filamentos, si se desenrollaran y pusieran
uno a

con­
tinuación de otro, medirían un metro· de. largo. Pero están- tan fina-
nen a dilatarse delante de los orificios de la criba que son los contor­
nos específicos de las proteínas
encim::iticas, sino que al mismo tiempo
afina
la
especialidad de_

esas zonas que permiten asociaciones
transito­
rias

tales
que, siendo imposibles las a.rquitectwas en un régimen de estab~lid.ad ..
puedan ser constantemente construidas y disociadas. .Así se explica la mecá­
nica encimática y todos los procesos dé síntesis biológica, que no viola'n en
manera
alguna las leyes de la
termodinámica, sino
que
éfectúan unas reac­
ciones

improbables
durante el

breve
ins~te en el que el reparto de la ener­
gía las hace moinentánamente posibles.
Otro medio sencillo de detener esas interacciones es rarificar el agua, ese
fluido indispensable
para el-juego de las· mOléculas, como ·sucede con las es­
poras de
las bacterias,-las semil~s de las plantas o las · células desecadas por
liofili2aci6n.
511
Fundaci\363n Speiro

/EROMB LE/BlJNE ·
mente
encadenados en min,ísculos rollos, en esos cromosomas que
vemos
en el microscopio ordinario, que se
ordenan en
un núcleo que
podría colocarse en la punta

de
una aguja.
Y,
sin .embatgo, gracias a ellos, .ese núcleo primitivo, el del óvu­
lo fecundado, contiene
toda la
información del hombre que inicia su
desarrollo.
Para comprender mejor esa admirable pequeñez, digamos que si
se recogieran
todas .esas tablas de la ley de la vida, que habrán de de­
finir exactamente a
cada uuo

de los
cuatro millares de

millones. de
hombres que

nos sustituirán en este mundo, su cantidad de materia
no llenaría
más de un dedal ,
Pero limitar la vida a esa codificación, por prodigiosa que sea,
sería una grave omisión.
Los virus, por ejemplo, poseen una codificación que define
ente­
ramente

los elementos que los componen,
ácidos nucleicos y proteínas
que les rodean. Sin
embatgo, si

bien esos pequeños organismos
pue­
den transferir pasivamente

diversas informaciones genéticas de una
célula a otra, en

cambio no saben reproducirse. La bacteria que los
alberga les presta su saber
hacer, y .es ella quien los reproduce.
Así resulta.

que la información de los
virus, o
la de los cromoso­
mas, es comparable a
la banda

magnética sobre
fa cual toda una
sinfonía se encuentra
registrada. Pero para

restiruirla en sonido es
necesario un aparato· de lecrura que

pueda poner en contacto ese do­
cumento en que ha sido fijada.
La
célula primitiva,

el huevo fecundado, provisto de 23
cromo­
S011ll!S llevados por el espermatozoide del padre y de los 23 cromoso­
mas

aportados por el óvulo de
fa madre,

contiene, así,
todo su pro­
grama. Pero la célula entera está equiparada para vivirlo, y cada
célula
· que

sale de sucesivas divisiones desarrolla fielmente los di,
versos movimientos de esta sinfonía, común a
todos los

hombres
y
propia de cada uuo de ellos, que en cada versión, única e irrempla­
zable,

se
llamara más tarde

Pedro, Pablo o Magdalena.
• • •
Descifrando así .la escritura de la vida, vemos hoy en día imbri­
carse paneles enteros de conocimiento que antaño parecían
totalmen­
te

separados.
Fundaci\363n Speiro

MENSAJE DE VIDA
La estructura de lo vivo nos ofrece la síntesis que abarca desde la
disimetría de las
moléculas codificadas
al ingenioso duende que
ima­
ginaba Maxwell para separar las partículas. La materia informada
ordena la .energía y, por ello, lo viviente. conforma _el azar a sus pro­
pias necesidades.
De esta manera, la biología más determinista, la menos
hipore­
tica y la más objetiva, llega a descubrir ese logos encarnado, esta
forma de
la materia a la cual modela y da vida.
Pero, ¿cómo es posible que esta convergencia permita _ que la
inquietud alcance tal grado que nuestra generación llega a vacilar y
hasta preguntarse acerca de su propia naturalez¡t?
¿Acaso

ese poco de ciencia nos ciega al deslumbrarnos hasta
obligarnos a cerrar los ojos?
¿O, acaso nuestra raz6n, por un ansia de poder, quiere arrastrar­
nos hacia-unos panoramas que no osamos_ contemplar?
¿O bien, nuestro ángulo visual es tan cerrado que no entrevemos
sino un minúsculo aspecto de
. la . verdad?
Estas

posibilidades
.,mer.ecen atención.
De nuestros conocimien_tos fragmentarios surge una pregunta
turbadora: ¿es inteligible el mundo biológico? Ciertamente tiene .sus
leyes;

peto éstas, ¿están
dictadas por un. plan que las. unifica? Como
sea que la experiencia resulta impotente
para dar respuesta, algunos
han dado por supuesto que este mundo es incoherente.
Al· no
hallar
sino caminos de los cuales desconocemos el objetivo y al no encon­
trarles ningún sentido, no somos capaces dC ver ·designio alguno re­
flejado en ellos.
En esta perspectiva, las formas de la vida se catalogan sencilla­
mente según
la hipótesis de escuela que es familiar a todos. los es­
tudiantes.
De lo imprevistas que
'resultan las
mutaciones, es decir, esos erro­
res de copia en la estructura de los genes, y dado el estrecho margen
que tienen las condiciones de su supervivencia, se saca ~sta constata­
ción:
la selección natural, al cribar en unas -variaciones ciegas, ha
hecho evolucionar progresivamente las formas hasta tal punto que
en una de ellas ha podido llegarse hasta
formar el espíritu.
La evidente ventaja de esta teoría radica en que, sin explicar nada,
• 313
Fundaci\363n Speiro

JEROME l.E/EUNE
remeda el ptoceso. de lo vivo remitiendo al azar todas las explicacio­
nes que nos son indispensables.
Pero esto equivale
a jugar a la ciencia, que, por muy imperfecta
que sea, no deja, sin embargo, de tener su perspectiva puesta en la
realidad.
Si nuestra inteligencia no es sino una
hechura, tan
sólo el resul­
tado del encuentro COincidente de diversos acontecimientos, ¿cómo
podrá entenderse que abarque el universo, aunque sea imperfecta­
mente?
Las

leyes del pensamiento lógico de ninguna
manera son
con­
vencionales, ni modificables a nuestro gusto, ni son medios de acción
obtenidos de la experiencia, ni tampoco prejuicios inculcados desde
la infancia.

Nos son dados al nacer, como lo comprobamos fácilmen­
te con cuanto nos
enseña la observación de los animales.
Escuchad
la llamáda del

grillo, ese elegre crujido de las
hermo­
sas noches de

vetaho; es
tina melodfa estrictamente genética.

Algu­
nas células nerviosas, en un punto muy determinado, custodian un
ritmo seguro,
claramente definic:lo, y dan a cada variedad su acento
personal.
Los cruzamientos dirigidos

entre troncos diferentes permi­
ten prever
las cualidades del canto, y la hembra virgen que no ha
oído todavía nunca esta llamada; reconoce desde el primer instante
el de su raza. Es un embrión de lenguaje y de comprensión entera­
mente recibido.
Más sorprendente es aún el pez torpedo que explora el medio
marino por medio dél
eco que
el mismo produce con descargas eléc­
tricas y que a su vez escruta. Si uno de Sl.J.S congéneres está próximo
explorando los mismos parajes, el pez cambia bruscamente su lon­
gitud
.de onda
para evitar la interferencia. Y este
efecto, digno

de
la
más refinada electrónica, depende de unas neuronas de las que se
halla provisto, y de ahí nuestra certidumbre de que este esbow de
comunicación también le es dictado por su patrimonio genético.
Por medio de este reconocimiento de la herencia en los compor­
tamientos, los etólogos han conseguido sus éxitos más recientes que
les han permitido interpretar las señales emitidas por los animales.
La . danza de las abejas y la algarabía de los gansos, o la pantomima
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Fundaci\363n Speiro

MENSAJE DE VlDA
de los peces, revelan éste algo innato, ya hecho lógico y coherente,
que
permitirá el

aprendizaje, pero que le precede absolutamente.
En el caso del hombre, el
análisis

es menos elemental porque la
neurología no ofrece esas precisiones. Sin embargo, rodos sabemos
que
las tres dimensiones que delimitan nuestro espacio están mate·
rializadas en los canales semicirculares del órgano del equilibrio.
No es posible dejar de
tener en

cuenta el hecho de que la revolu­
ción cartesiana, al descubrir
un espacio de puntos definidos por sus
distancias recíprocas, en un sistema coordinado, venía a considerarlo
prefigurado desde el principio por la estrucrura de la retina y los
cables nerviosos que ponen a
las células sensibles en relación con
la luz, por los
conos y

basrones. De donde resulta que la idea de
distancia entre punros
ha precedido a la línea recta y el análisis de
las figuras ha precedido a su definición.
La comprobación lógica, tan cara al científico, sin duda también
es heredada, no solamente por tta.4ici6n, sino incluso genéticamente.
Por ejemplo, el electrónico que al programar su ordenador cons­
truye un circuiro de análisis y lo pone en acción bloquea con su
construcción todo circuiro análogo, remedando
así a esa joya de la
lógica que consiste en la imposibilidad de ser y
no ser a la vez una
misma cosa.
Pero, ¿cuál de esos dos circuiros remeda al otr0?, ¿el del cere­
bro al de la máquina? o ¿el de la máquina al del cerebro?
Así, punto por punto, la biología descubre que los primeros prin­
cipios

son las leyes de la
naturaleza, y que los postulados que per­
miten que haya ciencia, esas evidencias lógicas que no se demuestran,
no son sino una toma de conciencia de los hallazgos de la vida.
Si estos felices halla,gos dotan a. nuestra inteligencia del ex·
traordinario poder de analizar el mundo, el postulado del que no
podemos partir
es del de. la incoherencia.
Ciertamente, el conocimiento se extrae de lo real. La realidad tie­
ne razón contra las teorías .,;nás elaboradas, y por esta razón estas
son incesantemente reelaboradas. Es evidente que el instrumento del
análisis ha de tener necesariamente
alguna relación

con el objeto
analizado.
En una palabra, para que el hombre haya podido construir los
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Fundaci\363n Speiro

]BROME LEJEUNE
vehículos y calcular las trayectorias que un día Je han permitido ir
a la luna, e incluso volver,. ha sido necesario que existiera una cier­
ta connivencia entre las leyes del cielo y las de su intelecto.
• • •
Queda por saber cómo esta inteligencia llega a los hombres y
no a los chimpancés.
NO hace aún veinte años, nadie habría sabido distinguir una cé­
lula de hombre de una célula de mono. Uistiti potenciado o gorila
amansado, el hombre podía ser considerado en aquella época romo
el heredero aforrunado de una forma desconocida, lograda mediante un gran número de
felices mutaciones

aforrunadamente acumuladas.
Desde hace unos dos
años, al afinarse considerablemente el aná­
lisis de· los cromosomas, si- bien encontramos- entre esa especie un
cierto aire de familia, sin
embargo, junto

a
cienos cromosomas.
que
parecen idénticos, observamos unas
__ diferencias determinantes de

su
disparidad.
Puede, esbozarse ya una prim~a comparación, aun prescindiendo
de las variantes que seguramente existen en los genes en número
muy grande, pero que ciertamente se hallan fuera de nuestros medios
de detectación.
Si asimilamos· las instrucciones de los genes a las definiciones
del diccionario, y si comparamos los cromosomas con los tomos de
esa. enciclopedia, entonces, siguiendo el simil, observaremos que las
mayores diferencias resultan de la disposición de la obra. Pasajes en­
teros cambian de
contexto y
en muchos parece que se lee lo contra­
rio. <;:apítulos enteros, que en el mono están separados, en nosotros
se leen
de un tirón.
En cuanto podemos juzgar, la diferencia está constitwda por el
orden de exposición más que por la letra del texto; y la famosa ex­
presión de Buffon, '"el estilo es el hombre", parece la premonición
de un biólogo, más que un recurso de escritor. Del mismo modo como esos cambios cromosómicos constituyen
la barrera genética que separa unas especies de otras, tal como suce­
de entre el burro y el caballo cuyo híbrido no puede procrear, así
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Fundaci\363n Speiro

MENSAJE DE VIDA
también esas diferencias imponen unas etapas sucesivas, unas espe­
cies intermedias, como por otra parte hace mucho tiempo que nos
ha sido demostrado por la paleontología. Algunos indicios permiten
ya pensar que-esos cámbios: están favorecidos por las estructuras cro­
mosómicas preexistentes y que pueden reaparecer en diversas líneas,
conforme unas leyes que .desconocemos todavía.
Así, lejos de
progresar lentamente

por modificaciones apenas
per­
ceptibles, los seres vivos evolucionan a saltos, pero a saltos que cons­
truyen verdaderos golpes de genio.
¿Cómo se
forma una
especie?
La respuesta es fácil darla para ciertos vegetales, pero nos resul­
ta imposible actualmente respecto de los animales.
El razonamiento demuestra que la novedad decisiva, qu~ _aparece
una sola vez, no tiene ciertas posibilidades de constituirse si no es entre unos
elementos, en número extraordinariamente reducido. La
más estrecha consanguinidad resulta aquí necesaria y la hipótesis de
una
pareja originaria

única forma
íntegramente parte del

conjunto
de soluciones. Entre los vegetales, por ejemplo, todas
las especies recientemente
fabricadas Jo han sido mediante este artificio. Construyendo un hí­
brido entre dos líneas diferentes, duplicando sus cromosomas por un
medio químico que bloquea su separación,
se obtienen

de un solo
sujeto unas células masculinas
y. unas células femeninas cuyo cruce,
hecho fértil, produce a
· partir de un individuo una especie nueva.
En los animales superiores la separación de los dos ·sexos se opo'
ne a esta separación.
Sin· embargo, en nuestra ·misma especie, la patología suministra
una curiosa indicación. Dos -gemelos
nacidos: de

un mismo huevo son,
en general, estti~erite idénticos; una misma natw'al~ ha sido se­
parada en dos personas distintas. A veces sucede, aunque muy ex­
cepcionalmente, que a partir de un huevo fecundado masculino, por­
tador de los cromosomas X e Y, se forman dos gemelos, de los cua­
les uno persiste en su devenir de chico, mientras que
el otro se des­
arrolla en
forma de

chica
. imperfecta, por

faltarle el
haber recibido
el

cromosoma. Esro
determina la masculinidad.

Una
mujer semejante,
verdaderamente surgida

de un fragmento de su hermano, es incapaz
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Fundaci\363n Speiro

JER.OME LEJEUNE
de procrear. Su constitudón, que no lleva más que un cromosoma X,
no le permite el desarrollo de los ovarios; pues son necesarios dos X
para el desarrollo de la feminidad.
No obstante, en los ratones,
una hembra así

es fecnnda, y se po­
dría conjeturar que

si
el huevo primitivo hubiera llevado por aña­
didura un remanente de cromosomas que impidiera todo cruce de
retorno con la especie
parent~ (son
conocidos accidentes de esre
tipo), el macho y la
hembra surgidos

de ese
cruce, corresponderían
bastante

bien al
artificio de
la autofecundaci6n que utilizan los
bo­
tánicos cuando inventan nuevos vegetales.
Es demasiado pronto para emitir juicio acerca de estas conside­
raciones porque todavla no
ha podido someterse a la comprobación
de la experiencia.
Pero, pese a que ese mecanismo evoca intensamente una histo­
ria muy venerable, sería peligroso construir imaginariamente a par­
tir

de
él una nueva concordancia,
por la potísima razón de que
las
teorías pasan y lo verdadero permanece.
• • •
Lejos de desconcertarse por los recientes progresos, el investiga­
dor, al notar unas analogías· .tan llamativas y unas coincidencias tan·
desconcertantes, experimenta el ~entimiento. de que en su gestión
llevada a tientas, obstinada, siempre reemprendida, quizá realiza
un
rodeo demasiado grande, pero que sin embargo no se halla en una
falsa ruta.
Mas si pretende arrogarse. el temible poder de arbitrar el desti­
no . de -los hombres, entonces pone en duda su directriz.
Podemos hacer peligrar. ese mensaje· de vida que informa nues­
tra especie.
Numerosísimos productos químicos y-, entre los agentes físicos,
esos flujos de partículas de alta energía que son los rayos X y las
radiaciones
del átomo, pueden alcanzar a los genes, modificar sil es­
tructura y provocar mutaciones. El poder· atómico, incluso usado con
fines pacíficos, inclusive medicinales, . y no digamos si es usado para
la guerra, constituye un riesgo para los seres vivos. Si ya ha dobla-
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MENSAJE DE VIDA
do el último cabo de la juventud, el orgánismo aún puede compensar
ciettos deteriotos sustituyendo
las células
desgastadas;
petO cuando
los

descendientes reciben un mensaje descompuesto; ya
no pueden
restablecetlo. Ese terrible
y maravílloso espíritu domestica
el fuego de las esttellas, no debe jamás hacernos olvidar
que nuestra generación es la única depositaria de ,un patrimonio
inalienable, el de los niños venideros.
¿Quién protegerá a estos hombres futuros? ¿Les abandonaremos
para liberar a sus padres? Su vida ha sido puesta a debate. Según
sean concebidos hermosos o
conttabechos, esperados

o no deseados,
¿podrían ser
rechazados por

el juicio de
los ttibunales?
En
el vientte de su madre, el hombre es inconfundible antes de
los dos meses. Y la .naturaleza· no se confunde.
En algunos mamífet0s inferiores, la regla es el rechazo precoz.
En los grandes
kanguros, cuyo·

desarrollo es comparable al
nuescco en
duración

y dimensiones,
el embrión se forma a las cinco semanas,
¿Quién

reconocería en ese bichito
a. un
pequeño kanguro? ¿Quién?
Su madre. Es el único
animal que ella soporta en su bolsa marsupial;
en la cual se perfeccionará durante seis o siete meses.
Si la hembra· de kanguro posee~ inscrita en ~u. ·escaso seso, esr.a
protección al humilde, o al indefenso, quién pensaría que una na­
turaleza
madrastra baya

omitido imprimir en
el corazón de las mu­
jeres un amor al pequeño y
· baya descuidado suministrar al cerebro
de los biólogos la facultad de reconocer
la humanidad de los conce­
bidos?
Si se considera
el latido del corazón como la señal de la vida, hay
que remontarse a los veinticuatro días. Y si . debemos _ referirnos a
la esencia de la naturaleza hw1lana, hay que remontarse al momento
preciso en que
toda la información indispensable y suficiente se en­
cuentra reunida para decidir que un nuevo s~r comienza a existir.
Ciertos tribunales no ven esta
.. -:supiema evidencia. Ante su ex·
ttaño veredicto, los defensores. de la vida, que se encuentran en el
banquíllo de los acusados, sienten en ellos el grito . que se atribuye
a

Galileo, que deslumbra a
·los jueces y za.aja el debate: "¡B p,,,­
si muo1111!".
319
Fundaci\363n Speiro

JER.OME LEJEUNE
El apetitO de poderío y la sed de actuar también pueden desfi.
gurar

la ciencia dándole una
fisQnomía tetrible.
'Tales
pasiones

no son
nuevas, pero quienes hoy
día
las sufren
son sabios .meticulosos que creen acrµar en concien~ Hasta tal
pwito;. a veces,-la ~ sáfre .unas e,g.ajenaciones que el cora7.Ón no
podría soportar.
.•·, ..
Ahí radica nuestra ignorancia; Al lado de la inteligencia hay otra
ley de vida, esa
oscura bondad · que viene del
fondo de los tiempos,
ese sentimiento confuso que -agita el corazón.·
Cuando Lorentz descifraba mediante un paciente trabajo los sen·
timient0s
de
los animales, su
afect0 por los semejantes, ¿no le acer·
caba

acaso a aquel hombre vestido
eón un
·sayal que recorría los
e&·
minos de Umbría hablando con los pájaros?
Esa otra realidad que alcanzan los
. nifios, que buscan los poetas,
los amantes y, los místicos, es,; : pues,_ también nuestra herencia. Y
es preciso que nos sea revelada.
El inmenso

despliegue del árbol de la ciencia que cubre a la
hu·
manidad

no debe
escondernos la luz., La
necesitarnos; debemos
ver
claro, . porque ese· árbol . de la ciencia lleva indistintamente frut0s
buenos y malos y
.estarnos oblig¡idos a

escoger.
• • •
Para responder a· ·vuestra solicitud, he· intentado, ·santísimo Pa·
dre y muy venerados Padres del Sínodo, examinar los títulos de esta
mansión carnal
de. la que somos herederos.
Desde

la criba de
partículas hasta : la organización del ser vivien·
te, desde la
· materia

informada
hasta la encarnación de la inteligencia,
de la
frater.nidad biológica de los

hombres, del amor al prójimo,
se
impone una .
idea lancinante,. inelucrable,

porque está inscrita en lo
más profundo 'de nuestro- sel:, e·s· -una formulación nueva que conoce-:
mos a ciencia cierta, paráfrasis poco hábil de una buena nueva:
320
Fundaci\363n Speiro

Al principio hay un mensaje.
Ese mensaje está en la vida.
Ese

mensaje
es la vida.
MENSAJE DE VIDA
RllFBRENCIAS BIBUOGRÁFICAS.
Pensées, por Blaise Pascal.
The Ne11robioJogy of cricket sona, David Bentley y Ronald H., hoy Scientific
Amerkan, 1974; vol. 231, págs .. 34-44.
Neuronal _analysis of wave form in the time domain: Midbrain 11nits in elec­
tric 'filh duting social behaviour, H. Scheich. «Sciencie», 1974, vol. 1s,,
págs. 36S-367.
&olulion.r caryotypiques de /1 homme el du chimpancé. Etude comparative dei
bant!es apres dénat(lrlion. men~gée, Lean de .Grouchy, C. Turleau, M,. Rou•
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Comparaison de la str11ct11re fir1e des chromalides d'Homo sapiens et de Pan
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Fundaci\363n Speiro

"CONTEMPLAcCION Y ACCION"
(Actas de la XI Reunión de amigos de la .Ciudad Católica,
Madrid, Residencia del
Pilar, 8,

9
y 10 de diciembre de 1972).
PALABRAS INICIALES DE LA XI REUNION DE AMI­
GOS DE LA CIUDAD CATOUCA, por Germán Al,,arez
de Sotomayor.
LA CONTEMPLACION COMO FUNDAMENTO DEL SA­
BER.
MARTA Y MARIA, por M;cbele Federico Sciacca.
MISTICA Y COMPROMISO, CARENTES DE CONTEM·
PLACION, por
V. Lamsdorff-Galagane.
AMOR Y CONTEMPLACION EN LA POESIA HISPANI­ CA, por
Gabriel de Arma.r.
SENTIDO CRISTIANO DE LA ACCION, por Rafael Gambra.
DEL LEGISLAR COMO "LEGERE" AL LEGISLAR COMO
"FACERE", por
Juan V allet de Goytisolo.
LA ECONOMIA DE LA ACCION PURA (EL PRECIO DEL
BIENESTAR), por
José Maria Carba/lo Fernández.
FORTALEZA Y VIOLENCIA, por Rrtanislao Cantero.
NUESTRA ACCION, por Francisco José Fernández de la Ci­
goña.
184 págs. 160 ptas.
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