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Número 279-280

Serie XXVIII

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Significado y frutos del III Concilio de Toledo

SIGNIFICADO Y FRUTOS DEL 111 CONCILIO
DE TOLEDO
POR
ELISA .R.AMÍREZ
«En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, en el cuarto año
del
reinado del muy gloriosísimo, piadosísitno y fidelísimo a Dios,
señor
rey Recaredo, el día 8. de mayo, era 627, se celebró este
santo concilio en
.la ciudad real de Toledo, por los obispos de
toda España y de las Gallas que finnl\fon a continuación» ( 1 ).
Así comienzan las actas del III Concilio en Toledo. Trasla­
dando la fecha a
nue,,tro cómputo, ya que en la documentación
peninsular
se utilizaba la llamada era hispánica, habría que leer
8 de mayo del 589,
cuarto año del reinado de Flavio Recaredo
que había comenzado en 586. En la ciudad
de Toledo, capital del
reÍl).o visigodo ya desde hacia muchos años. Pata ser más exactos
aún, no
e,,tuvieron presentes todos los obispos de España y de
la
Galla visigado, ya que en total eran setenta y siete y sólo
firmaron sesenta y dos. Las car las ausencias, aunque, a
pesar de ellas, acudieron los ocho
ol:,ispos de la provincia Narbonense, allende los Pirineos. En el
caso del obispo de Cartagena, Liciniano, el obstáculo fue, según
parece, el dominio ejercido en su ciudad por los bizantinos.
¿Qué significa e,,te acontecimiento que hoy nos reúne al cabo
de catorce siglos? ¿Qué importancia reviste pata nosotros, espa­
ñoles, europeos, dispuestos a contemplar el
comienz'O de un ter­
cer
milenio? ¿ Algo muerto en los molios de los archívos puede
transmitir hálitos de vida a nuestra postmodernidad?
(1) Todas las citas de las Actas del III Concilio-en J. VIVES: Conei­
lios Visigóticos e Hispano-Romanos,-Batcelona.:.Madrid, 1963.
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Pues sí. El 8 de mayo del 589 se reunieron en Toledo, pro­
bablemente en
la basílica de Santa Leocadia unos hombres como
nosotros,
los primeros españoles en el sentklo más estricto de la
palabra. Y tal vez también los primeros europeos.
Según nuestros
más o menos viejos textos escolares estos
hombres, este Concilio, apareclan en la
«lección» de los visigodos.
Hoy, estos dias, pueden cobrar vida, ante nosotros y tal vez
transmitirnos su vieja, su antigua lección, tan antigua que duer­
me en nuestro interior, como duermen en el olvido tantos días
de
ayer.
Los visigodos del Concilio no eran godos o más estrictamente
visigodos, sino godos e hispanorromanos. Ejemplo señero,
el obis­
po de Sevilla, San Leandro, el artífice del Concilio: era hijo de
hispanorrcimanos pero entusiasta de la monarquía
goda.
Los godos perreneclan al gran tronco de las poblaciones in­
doeuropeas, dentro del grupo de los pueblos germanos. En ex­
pansión desde el siglo m antes de Cristo al vrr después de Cris­
to,
se van moviendo incansablemente por el mapa de lo que más
tarde
será Europa, buscando la ruptura del limes romano. «Bár­
baros» para el Imperio, enfrentados a él, tienen, sin embargo,
importantes elementos comunes: lingüísticos, mitol6gicos, insti­
tucionales.
El empuje de unos pueblos sobre otros, la decadencia
de la Baja latinidad y, por último, la presencia en el horizonte
danubiano de los hunos, dirigidos por Atila, precipita a
los ger­
manos definitivamente dentro del Imperio en la gran oleada del
405 al 409, durante el reinado de Honorio. Poco a poca van
des
limitando sus posiciones y configurando unos estados que la de­
bilidad del Imperio Romano de Occidente permite y que se
estabilizan a partir del 4 7 6. Repasar los nombres de estos pueblos
es repasar
el mapa aciJUal de Europa: los francos que darán su
impronta y su nombre a Francia; los burgundios, a Borgoña; los
bávaros,
a Baviera; los lombardos, los anglos, los sajones; los
jutas, a la
península en que se asienta Dinamarca; los, escotos,
b-, frisoaes, ...
& ~,~~vándalos y alanos. En el 411
'Se reparten por sorteo la,,.~-la Galecia para los vánda-
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SIGNIFICADO Y FRUTOS DEL III CONCILIO DE TOLEDO
los asdingos y los suevos que se quedarán en ella, la Lusitana y
la Cartaginense para los alanoo, la Bética para loo vándalos si­
lingos. La Tarraconense parece quedó libre. Vándalos y alanoo
pasan enseguida a la Mauritania Tingitana, en 429. Los suevos
se quedan
y forman un reino independiente en la Galecia.
Loo visigodos, procedentes de Escandinavia, habían avanza­
do en un primet paso hacia
el Mar Negro. Allí en contacto con el
Impetio han aprendido el latín, han inventado su escritura rú­
nica, han firmado un pacro de tipo «Jetes» con Roma, estable­
ciéndooe en suelo romano a cambio de defender las fronteras, y
se han convertido al cristianismo, mejor dicho a la herejía arria­
na,
por la predicación del obispo Ulphilas, y probablemente en el
376 pasan el Danubio: ha comenzado la caída del Imperio, que
admite en su territorio un pueblo federado, ahora miembro del
Estado romano, aunque no con derecho de ciudadanía,
pero que
conserva sus leyes y su Estado propio. Durante el reinado de
T eodosio los visigodos
se detienen. Pero rompen el pacto con
Alarico. A partir de ahora buscan
ya las tierras del sur. Invaden
Italia por tres veces, la tercera en el 410, en que Alarico
y
Ataulfo saquean Roma. Tras un fracasado intento de pasar al
Africa los visigodos atraviesan los Alpes camino de las Galias
con riquísimo botín
y como rehen principia!, Gala Placidia, la
hermana del empetador Honorio. En calidad, parece, de federa­
dos del Imperio, Ataulfo pone su capital en Narbona, donde
contrae matrimonio con Gala Placidia. Pasa después a Barcelo­
na donde
es asesinado.
Por primera vez han pisado rierra hispana los visigodos y
con Walia entran definitivamente:
en el 416 firman un pacto
por el que se comprometen a prestar servicios militares frente
a los
bárbaros de Hispania a cambio de la «annona» pagada por
los romanos en cereal. Y en el 418 firman
el verdadero «foedus»:
a cambio de
los servicios militares reciben la «Aquitania secun­
da». De nuevo vuelven a la Galia instalando la capital en Tou­
louse; aunque no sabemos exactamente los límites el territorio
se extendía del Loira a Burdeos. El texto del tratado se ha
perdido pero pueden conocerse sus
-principios generales que eran
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los de la «hospitalitas» romana que aparecen en el Código Teo·
closiano del 438 (VII, 8, 1-16) y en el Código de Justiniano (XII,
40, 1-12). De aquí podemos inferir los dos problemas planteados
al pueblo visigodo: el
reparto de tierras y la forma de estable­
cerse
en ellas, y la relaci6n con los galorromanos y sobre todo
con los lúspanorromanos con los que van a
permanecer más en
contacto. El reparto de tierras se realizó según el sistema
roma­
no de las tercias (sors o sortes 'de los visigodos), es decir, en la
proporci6n de dos a uno pero favorable a los visigodos. Más
tarde el C6digo de Eurico y el Líber Iudiciorum nos transmiten
más noticias del reparto,
lo que prueba que la división de His­
pania
se hizo con el mismo sistema que el de la Galla.
El fundador del reino visigodo definitivamente
est,.blecido en
Hispania y separado del Imperio es Eurico, en el 476, por la
desaparición del último emperador, Rómulo Augfu;tulo. Los do·
minios visigodos, del Loira al Guadalquivir, se centralizan
cada
vez más en Hispania debido al poder del rey franco Clodoveo.
Y es Leovigildo quien establece definitivamente
la corte en To­
ledo.
Es también el organizador de la monarquía goda al con­
centrar los tres poderes y el unificador del reino visigodo. Se
plantea Leovigildo la unidad en cuatro vertientes:
-La territorial ante suevos, vascones y bizantinos: termi­
na con el reino suevo, domina a los vascones, pero no puede ex­
pulsar totalmente a los bizantinos.
-La social a través de la revisión del C6digo de Eurico.
-
La monetaria: es en su moneda donde aparece por pri-
mera
vez entre los visigodos la efigie del rey. ·
-La religiosa, a través de la imposición del arrianismo.
La unidad social y moral corre por la unificación del · Dere­
cho. El antiguo derecho consuetudinario, oral, personal, sin
uni­
dad, va siendo codificado por
los reyes visigodos, lo c¡ue les dis­
tingue de los demás pueblos germánicos, más atrasados en este
aspecto.
Los visigodos produjeron los grandes monumentos ju­
rídicos del comienzo de la Alta Edad Media, todos sobre el fondo
del Derecho romano vulgar, aun desde los tiempos
de Tolosa.
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SIGNIFICADO Y FRUTOS DEL III CONCILIO DE TOLEDO
Desde los primeros momentos el Derecho visigodo pasa a tener
un carácter territorial como
han señalado García Gallo (2) y
Alvaro D'Ors
(3 ), para quienes los sucesivos c6digos no dero­
gaban los precedentes. Incluso Vismara propone que ya en el
siglo v los bárbaros no conocían el derecho personal ( 4 ).
Indiquemos escuetamente la ·serie de los códigos visigodos
aunque sobrepasen
el campo de la época que estudiamos.
-
Las Leyes Teodoricianas, de los dos Teodoricos.
- El Código de Eurico, entre
el 466 y el 484. Esta compi-
lación visigoda va a influir en
la Lex Alamanorum y en la Lex
Baiuwariorum del siglo vrn.
- La
Lex Romana Visigothorum o Breviario Alaricense, de
Alarico
II en el 506, extraída del Derecho romano.
-
Los Capítulos Gaudenzianos, colección de catotce capí­
tulos que
no parece visigoda.
- La
Ley del rey Theudis, del 546.
- El Codex Revisus, revisión del
Código de Eurico por
Leovigildo. -
Las 98 Leyes de Chindesvinto, que probablemente debió
promulgar un Código.
- El Líber ludiciorum o
Lex Visigothorum, de Recesvinto
en el 654 promulgada para que fuese único cuerpo legal en todo
el territorio de la monarquía goda. Fue revisado por Ervigio. Su
última versión, llamada la Vulgata, publicada por Egica pasa a
los reinos cristianos de la Reconquista, con
la conocida denomi­
nación de Fuero Juzgo.
Por último, Leovigildo
se plantea conseguir una unidad ma­
yor para sus súbditos, godos e hispanorromanos, que desde el
(2) A. GARCÍA GALLO: «Nacionalidad y territorialidad del Derecho en
la época visigoda», Anuario de Historia del Derecho Español, 13 (1936-
1941)
168-264.
(3) A. D'ORS: «Derecho de los visigodos», Estudios Visig6ticos, 1,
Roma-Madrid (1956) 91-141, y «El Código de Eurico», ibid., II, 1960.
(4) G. VISMARA: «Le fonti del Diritto Romano·· nell'Alto· Medioevo
serondo la piñ recente stotiografia (1955-1980)», Studia el Documenta
Historiae el Iuris, 47 (1981) 1-30.
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punto .de vista religioso s.on irreconciliables; arrianos unos, cató­
licos otros. Para Leovigildo la solución es clara: la unificación
bajo el arrianismo. Insta, pues, a los hispanorromanos a la con­
versión. Ello produce el gran choque cuyo impacto más extremo
y conocido lo sufre el rey en su propia familia, el drama de Her­
menegildo. Dejando a un lado la
insurrección de Hermenegildo
como
«dux» de la Bética y su relación con los bizantinos nos in­
teresa más su vida privada.
Aparecen en este
capítulo unas vidas que se nos acercan.
Leovigildo, arriano, había tenido de
su primera esposa, hispano­
rtomana o bizantina, pero católica, dos hijos, Hermenegildo
y
Recaredo. Su segundo matrimonio con Goswintha fue también
el segundo
para ella, antes esposa del rey Atanagildo. Las dos
hijas de este matrimonio, Gailswintha y Brunekhilda, habían
casado en los reinos francos de Neustria y Austra,¡ia, católicos
desde
el bautismo de Clodoveo en la Navidad del 498 ó 499.
Mal concepto
tenía Goswintha del catolicismo, ya que ·Gails­
wintha había sido asesinada ,por su esposo Chilperico. Pero la
necesidad de alianzas conduce a Toledo a una princesa franca, ca­
tólica, Ingunda, hija de Brunekhilda y Sigeberto I y nieta, por
tanto, de
la reina visigoda, ferviente arriana y anticatólica con­
vencida. Ingunda desea seguir siendo católica, y con sólo tt=
años se enfrenta a su abuela. Estalla la tragedia familiar: la
reina conduciendo a la fuerza a Ingunda hacia la piscina bautis­
mal,
sería el acto más presentable de la tragedia.
Leovigildo ante su fracaso como rey y como padre, decide
nombrar duque de la Bética a Hermenegildo. En Sevilla, aquí
aparece en el
dtama San Leandro, su obispo, se produce la con­
versión del príncipe y la asunción por parte de Hermenegildo del
título de
«rex» de la Bética, respaldado por la provincia entera
y por
la importante ciudad de la Lusitania, Mérida, bastión no de
hispanorromanos católicos sino de importantes familias godas.
No es, pues,
un enfrentamiento de hispanortomanos y visigodos,
ni tampoco entre católicos y arrianos. En realidad se había pro­
ducido
ya la fusión de ambas poblaciones a través de matrimo­
nios mixtos. Desde luego no hubo intento
,por parte del prín-
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SIGNIFICADO Y FRUTOS DEL III CONCILIO DE TOLEDO
cipe de arrebatar el trono de Toledo a su padte. La intervención
del Imperio Bizantino, la represión de la sublevación por
parte
de Leovigildo, el destierro de Hermenegildo y su familia, y el
martirio del príncipe en Tarragona en la
Pascua del 585 por ne­
garse a recibir la comunión de manos de un obispo arriano, son
el final de
la tragedia.
En el año 586 muere Leovigildo. Tal vez aconsejó a su hijo
Recaredo la única posibilidad de una unificación religiosa, que
sería a través del catolicismo.
Lo único cierto· que sabemos es
que Recaredo se convirtió en el primer año de su reinado, pro­
bablemente entre febrero
y marzo del 587, seg6n dicen en sus
crónicas Juan de Bidaro y San Isidoro. A continuación
Recare­
do convocó el III Concilio de Toledo para instar a la conversión
a todo el pueblo
de los Godos.
Pero, ¿qué
es el Concilio? Distingámoslo del Aula o Curia
Regia. Ambas instituciones sustituyen a la antigua Asamblea
del pueblo, leéase,
de los guerreros godos, en el siglo vr. El
Aula Regia
es una nueva asamblea consultiva más amplia· y re­
gular que el Senado. Integrada primero por los magnates que
residen en la corte, acudieron
más tarde los gardingos que ejer­
cían cargos en las provincias, y desde
Recaredo, también los
obispos.
Sus funciones, preparar las leyes, juzgar, dirigir la ha­
cienda pública y jurar fidelidad a los nuevos monarcas.
El Concilio era
también un órgano asesor. Exclusivamente re­
ligioso hasta el que nos ocupa, el rrr, momento en que adquiere
además relevancia política
ya que entran en él los magnates como
reresentantes de la población
goda. Hay que tener en cuenta que
el pueblo
godo tenía una profunda relación personal con su rey,
lo que conducía a acompañarle no sólo en la guerra sino también
en decisiones que hoy consideraríamos como puramente privadas
y
de. conciencia. Esto explica la conversión del pueblo godo en
este histórico momento o la del pueblo franco acompañando en
el bautismo a Qodoveo. El Concilio era convocado
por el rey,
que en la primera sesión entregaba el llamado «Tomo Regio»,
discurso inaugural para que fuese leído ante la asamblea.
El Con­
cilio va a tener desde Recaredo dos partes claramente diferencia-
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das. En la primera se trataban, estando ausente el rey, los pro,
blemas religiosos. En la segunda, los asuntos civiles, y para ello
entraban en las sesiones los miembros del Aula Regia: he aquí
las Cortes, el Parlamento, los Estados General, la Dieta.
Según A badal ( 5) hay que un reparto de poder concretamente
desde el
III Concilio de Toledo o, según el padre Orlandis,
desde el IV: los nobles gobiernan, los obispos controlan su
ges­
tión. Concluidas las delibetaciones los acuerdos pasaban a la
sanción real. El Concilio es, pues, la suprema autoridad legisla­
tiva, más también la judicial, ya que las transgrasiones a estas
leyes civiles quedan castigadas con penas espirituales. Además
interviene el Concilio desde ahora
en la elección del nuevo rey.
Sabemos hubo dieciocho concilios
hispánicos de Toledo, de­
jando aparte dos que no tienen numeración y los provinciales. El
primero entre los afios 397 y 400 fue convocado para estudiar
las secuelas del priscilianismo, el segundo en el
afio 527 ... , el
décimo octavo
en el 702. Irregulares en su convocatoria, pues de­
pendían
de las circunstancias político-religiosas, puede calculár­
seles una media
de diecisiete afias de intervalo. Aún así son una
verdadera institución y prueban la estabilidad a que había llega­
do la monarquía visigoda, a
pesar de que pudiera hacernos creer
lo contrario la rapidez de su desaparición ante la conquista mu,.
sulmana.
Pero, ¿qué es el arrianismo? Una de las grandes herejías
de los siglos IV y v, ,los siglos de las grandes controversias tri­
nitarias y cristológicas.
El arrianimo nominado as! por el sacerdote Arrio, tuvo sus
orígenes bajo el emperador Constantino.
En la primera contro­
versia teológica en Alejandría expuso que «el Hijo de Dios ha­
bía sido creado del no-ser, que había habido un tiempo en el
que no existía, que en su voluntad tenían cabida tanto el mal
como la
virtud y que es una criatura y algo hecho» ( 6 ). Cristo,
pues, es hombre, pero
no Dios. En una profesión de fe que
(5) R. DE A.BADAL: Del reino de Tolosa al reino de Toledo. Discurso
de ingreso en la Real Academia de la Historia, Madrid, 1960.
(6) SOZOMENO: H. E., 1, 15,4.
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SIGNIFICADO Y FRUTOS DEL III CONCILIO. DE TOLEDO
redactó más tarde en Nicomedia dice que sólo el Padre es eterno
y sin principio, mientras
el hijo es una. criatura perfecta de Dios
y no
posee el ser simultáneamente con el Padre, puesto que el
Padte existe antes que el hijo. Ya medio siglo antes había apere·
cido este problema: así entre el 260 y el 270 Pablo de Samosata,
obispo
de Antioquía o Dionisia, obispo de Alejandría, rebatidos
por Orígenes, que se distinguió en
la defensa del Logos como
ser divino, aunque no con plena claridad.
Fue un hispano, Osio, obispo
de Córdoba, quien aconsejó al
emperador
la convocatoria de un concilio, lo que llevó a cabo
Constantino. Los obispos se reunieron en
Nicea de Bitinia el 20
de mayo del 325. Fue
el primer concilio ecuménico. Sólo asis­
tieron cinco obispos de Occidente, en1;re ellos Osio, y tal vez
como representante del Papa.
Del Concilio emana el símbolo
que todavía recitamos y
en el que destaca el «homousios», «con­
substancialis», «de
la misma naturaleza» que el Padre. Fue Cons­
tantino quien instó para que fuese
. ésta la palabra, y probable­
mente aconsejado por Osio. También como entonces recitamos
el «Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verda­
dero, engendtado, no creado».
Ha triunfado la ortodoxia, pero el espíritu de Nicea va a
tardar en ser reconocido por todo
la Iglesia universal. Tras mu­
chos años de luchas,
y no sólo teológicas, el Concilio de Cons­
tantinopla convocado para mayo de 381, durante el reinado de
un emperador hispano, Teodosio, y bajo el pontificado de otro
hispano, San Dámaso, dirime la cuestión poniendo término a
todas las discusiones sobre
el problema trinitario, que incluían
entonces
ya al Espíritu Santo denostado por sabelianos, mace­
doni.anos y novacianos. Habrá otras herejías, nestorianismo, euti­
quismo, pero dentro del Imperio ya no es problema el arrianis­
mo. Sólo que los godos,
ya arrianos, estaban ya a las puertas.
Examinemos ahora
el III Concilio de· Tokdo. Convocado
por
el rey, él pronuncia tres alocuciones.
La primera muy breve para exhortar a los obispos a
la pe­
nitencia y oración que han de ser el cimiento de la asamblea que
decretó un ayuno de tres días.
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La segunda, ya el día 8 de mayo, para presentar el Tomo
Regio. Dijo
así: «No creemos que se oculte a vuestra santidad,
cuánto tiempo Espafía padeció bajo el error de los arrianos y
cómo habiendo
""bido vuestra beatitud no mucho después de
la muerte de nuestro padre, cómo nosotros mismos nos había­
mos unido a
la santa fe católica, creemos se produjo por todas
partes
un inmenso y eterno gozo. Y, por lo tanto, venerados
Padres, hemos determinado reuniros
para· celebrar este concilio
a
fíen de que vosotros mismos deis gracias eternas al Señot con
motivo
de los homhres que acaban de volver a Cristo. Lo que
deberíamos tratar igualmente delante
de vuestro sacerdocio, acer­
ca de
la fe y esperanza nuestra que profesamos, os lo ciamos a
conocer por escrito en este pliegue. Léase,
.pues, en medio de
vosotros. Y nuestra persona gloriosa, aprobada por el dictamen
conciliar, brille ennoblecida
.por el testimonio de la misma fe
para todos los tiempos futuros».
Dice
así el Tomo Regio: «Aunque el Dios omnipotente nos
haya dado el llevar la carga del reino en favor y provecho · de
los .pueblos, y haya encomendado el gobierno de no
.pocas gen­
tes a nuestro regio cuidado, sin embargo, nos acordamos de
nuestra condición de mortales y de que podemos merecer de
otro modo
la felicidad de la futura bienaventuranza sino dedi­
cándonos al culto de
la verdadera fe y agradando a nuestro Cria­
dor al menos con la confesión de que es digno. Por lo cual,
cuanto
más elevados estamos mediante la gloria real sobre los
súbditos, tanto más debemos cuidar de aquellas cosas que per­
tenecen al Señor, y aumentar nuestra esperanza, y mirar por las
gentes que el Señot nos ha confiado, [ ... J.
Cuando los católicos sostenían y defendían la constante ver­
dad
·de su fe, y los herejes apoyaban con animosidad más .pertinaz
su propia perfidia,
yo también, según lo veis por los resultados,
encendido
por el fervor de la fe, he sido impulsado por el Señor
para que, despuesta
la obstinación de la infidelidad y apartado
el
furor de la discordia, condujera a este pueblo que servía al
error; bajo
el falso nombre de religión, al conocimiento de la fe
y al seno de la Iglesia católica.
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SIGNIFICADO Y FRUTOS DEL III CONCIUO DE TOLEDO
Presente está todo la ínclita raza de godos [. .. ) No sólo la
conversión de los godos
se cuenta entte ·la serie· de favores que
hemos recibido;
más aún, la muchedumbre infinta del pueblo de
los suevos {
... } ha sido traída por nuestra diligencia al origen
de la verdad [. .. ] Y así como
por disposición divina no fue dado
a nosottos ttaer a estos
pueiblos a la unidad de la Iglesia de
Cristo, del mismo modo
os toca a vosottos instruirlos en los
dogmas católicos,
para que instruidos totalmente con el conoci­
miento de la verdad,
sepan rechazar acertadamente el error de
la perniciosa herejía y conservar por la caridad el camino de la
verdadera
fe [. .. ]
Conviene, pues, que confesemos de palabra aquello que
cree­
mos de corazón { ... ]
Por
lo cual del mismo modo que anatematizo a Arrío con
todos sus
dogmas y todos us cómplices, el cual afirmaba que el
Hijo Unigénito de Dios era de sustancia inferior a la del Padre
y no engendrado por éste, sino creado de la nada, y anatematizo
a todos los concilios de malvados que celebraron en contta del
santo Concilio Nicea,
así respeto y venero para honra y alaban­
za la fe santa del Concilio niceno; la cual proclamó el santo
Concilio de los 318 obispos en contta de Attio, peste de la ver­
dadera
fe. Abrazo igualmente y fonfieso la fe de los 150 obis­
pos congregados en Constantinopla que, con el cuchillo de la
verdad, acabó con Macedonio, que restaba importancia la sus­
tancia del Espíritu Santo, y separaba la Unidad y la esencia del
Padre
y del Hijo. Creo igualmente,, y reverenció también la fe
del primer concilio de Efeso, la cual fue proclamada contra Nes­
torio y su doctrina. También acepto reverentemente con toda la
Iglesia católica la fe del concilio de Calcedonia, la cual, llena de
santidad
y erudición, proclamó este concilio contra Eutiques y
Dióscoro».
A continuación profesa el rey las fórmulas de
fe redactadas
en Nicea, Constantinopla y Calcedonia:
«Creemos en un
solo Dios, Padre Omnipotente, creador de
todas las
cosas visibles e invisibles y en Jesucristo Nuestto Se­
ñor, Hijo de Dios, nacido del Padre, Unigénito, esto es, de la
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sustancia del Padre, Dios de Dios, Luz de luz, Dios verdadero
de Dios verdadero, nacido, no hecho,
consustancial al Padre,
esto
es, de la misma sustancia del Padre, por el cual fueron he­
chas todas las cosas del cielo y de
la tierra, que bajó por noso­
tras y por nuestra salvación y se encarnó [ .. .J».
Firmó a continuación el
rey Recareclo y tras él la reina Baddo,
«con
mi mano y de todo corazón», escriben las Actas.
La profesión de fe, en forma de anatema, de los obispos,
presbíteros asistentes y nobles del pueblo godo, nos lleva a con­
templar a la
gozosa asamblea en el momento de firmar, de co­
razón, su adhesión a la única fe de la Iglesia santa y católica.
Por tercera
vez vuelve el rey a dirigirse al Concilio impo·
niendo la disciplina eclesiástica aprobada ya
por la asamblea.
No extraña que Juan de
Biclaro compare a Recaredo con Cons­
tantino
en el Concilio de Nicea y con Marciano en el de Cons­
tantinopla.
Al final las Actas incluyen el edicto real confirmando el
Concilio y sus cánones y las firmas de los asistentes, primero la
del rey, a continuación la de los obispos comenzando por el me­
tropolitano de Mérida, Masona.
Por último, la homilía de
San Leandro pronunciada como
acto final:
« ... Uno es el goó ,poseído y otro muy distinto el de los grandes tesoros reciente­
mente hallados,
por lo cual, también nosotros que experimenta­
mos tanta mayor
alegría presenciando cómo de repente han na­
cido
para la Iglesia nuevos pueblos, mientras antes lamentába­
mos la rudeza de algunos, ahora gozamos en fa fe de esos mis­
mos. Pues lo que hoy es el motivo de nuestro gozo, era antes
la ocasión de nuestra tribulación [ ..
.}
Y no hay que admirarse que llame [la Iglesia} hijas a las
herejías, puesto que han nacido de la semilla cristiana. Espinas
son, porque
crecen fuera del paraíso de Dios, esto es, fuera de
la Iglesia católica [
... } Las herejías se encuentran o en algún
rincón del mundo o en medio del pueblo. Pero la Iglesia cató­
lica
así como se extiende por todo el mundo, ,así también se
compone
de la unión de todos los pueblos, Rectamente, pues,
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SIGNIFICADO Y FRUTOS DEL III CONCILIO DE TOLEDO
las herejías reúnen en parte riquezas en 4is cavernas en las cua­
les se ocultan. Pero
Ja Iglesia católica, colocada a .la vista de
todo el mundo sobrepuja a todas.
"Recocíjate y alégrate, Iglesia de Dios [. .. ]". He aquí que
de
repente, olvidándote de tu esterilidad y tu pobreza, en un solo
parto has engendrado pueblos sin número para Cristo [ ... ]
Alégrate, pues, en el Señor, porque no han sido defraudados
tus
deseos, ya que aquellos que concebiste durante tanto tiempo,
entre gemidos ininterrumpidos y continua oración, ahora, pasa­
da la helada invernal, tras
la dureza del frío, tras la austeridad
de la nieve, repentinamente fos has dado a luz como un fruto
delicioso de los campos, como flores alegres de
la primavera, o
como sarmientos repletos de brotes [
... ]
Pues
si quedare todavía alguna parte del mundo, o algún
¡,ueblo bárbaro que no haya sido alumbrado
por la fe de Cristo,
no dudemos un
solo instante que ha de crear y ha de venir a la
única Iglesia si tenemos
por verdadero lo que el Señor dijo[ ... ]
Saltemos de
gozo con toda el alma, porque los pueblos que
peredan
por su afición a la discordia, Cristo les ha unido consigo
mismo en concordia, en una única Iglesia [
... ]
Prorrumpamos, pues, todos:
"Gloria a Dios en las alturas y
paz en la tierra a los hombres de buena voluntad" [. .. ] Que el
Reino y el pueblo que glorificó a Cristo en
la tierra sea glorifi­
cado
por El no sólo en la tierra, sino también en los cielos.
Amén».
Y concluyen las actas del III Concilio con la . carta del rey
Recaredo al papa Gregorio.
Los frutos del Concilio.
l. El canon lI del Concilio dice lo siguiente: «Que en to­
das las iglesias se recite el credo en domingo». Por primera vez
se va a recitar todos los domingos la profesión de fe del Conci­
lio Constantinopolitano o Credo largo, con el «Filoque», en las
iglesias de España, y decir España
es decir también. la Galla
del sur, entonces visigoda. Del rito visigodo, el que llamamos
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hoy mozárabe, pesará esta recitaci6n a las iglesias de la Galla y
de Germanía con el emperador Carlomagno, y a Roma y a la
. Iglesia universal durante el pontificado de Benedicto VIII. ¿Qué
más universal que el credo pudo aportar la España visigoda a la
Iglesia?
2. El grau fruto del Concilio es que España comienza a ser.
«Espafia
debe su primer elemento de unidad [. .. } al latinismo.
Pero faltaba otra unidad
más profunda [ ... } Esta unidad se
la dio a España el cristianismo. La Iglesia nos éduc6 [ ... ] con
el régimen admirable
de sus concilios. Por ella fuimos naci6n,
y gran nación, [
... ] Osio [ ... ], San Dámaso, Prudencia [ ... },
triunf6 [
... ] del arrianismo [ ... ] civiliz6 a los suevos, hizo de
los visigodos la primera nación del Occidente;
escribió en las
"Etimologías" la primera enciclopedia [ ... ], borró en el Fuero
o Juzgo la inicua ley de razas; llam6 al pueblo a asentir a las
de­
liberaciones conciliares» (7).
Espafia
com(enza a serlo por de pronto en el nombre: His­
pania comienza a
ser España. Es la ónica naci6n europea que
conrerva su autiguo nombre y no lo recibe del pueblo bátbaro
asentado en su territorio. Esto es un índice de la capacidad de
decisi6n y de
autoafumacion cultural de los hispauorromauos so­
bre los visigodos.
España comienza ahora también a formar su unidad
nacio­
nal, como nos ha dicho Menéndez y Pelayo en su epílogo de los
Heterodoxos.
«La primera naci6n del Occidente». En palabras
del
padre Villoslada, España nace cuaudo la Iglesia la recibe en
sus brazos. Pero
nó para formar un estado teocrático, ni una
Iglesia nacional, sino una nación católica, aún
más, una nación
que será modelo de Occidente, el
ejem¡,Io para .las otras monar­
quías bárbaras, según
escribirla el papa Gregario. El reino de
los francos se había adelautado en la conversión del paganismo
al cristianismo,
mas el reino de los visigodos se adelautó en el
magisterio: puede enseñamos con sus lecciones de ayer algo
para hoy .
. (7) M. MmfflNDBZ y !'ELAYO: Antologla General, I, BAC, Madrid,
1956, págs. 930-934.
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De esta enseñanza vamos a considerar tres de sus aspectos.
El primero: el Concilio toledano es un cuerpo intermedio y
ante una Europa que va a precipitarse
poco después en el feu­
dalismo, hay que pensar, con
García Moreno, que el feudalismo
como consagración de los
cuerpos intermedios es todo lo contra­
rio a
un estado totalitario.
El segundo: el elemento de entusiasmo por los destinos de
la monarquía goda que brilla en los escritos de San Leandro, del
Biclarense, de San Isidoro, es el primer proyecto colectiv~ en
nuestra Historia, proyecto que culmina en el 589, que nos de­
nomina y califica
para siempre, que permite a España salir a
flote después de ocho siglos
de islamismo, gracias a la autocon­
ciencia
de nación y de nación visigoda, porque todos los estados
cristianos
de la Reconquista se proyectan como recuperación. de
«la pérdida de Espaiia», juzgan con el último Código visigodo,
se gobiernan a través
de la estructura de la monarquía goda y
de las Cortes, estudian en las Etimologías (8). Es por tanto el
589 no sólo culminación sino comienzo de un futuro.
El tercer aspecto: ante un mundo que en 1989 busca nuevos
caminos
de autoafirmación y de libertad, el III Concilio de Tole­
do al ser el primer ensayo de lo que luego fue Europa nos re­
cuerda que la mejor novedad está. en la raíz. «Europa, sé tu mis­
ma, descubre tus orígenes», dijo Juan Pablo
II en su primera
estancia
en Santiago en noviembre de 1982. Si «la pérdida de
· España», llorada y cantada por nuestros poetas medievales co­
menzó a ganarse en la reconquista, volvamos los ojos a Cova­
donga. «Covadonga es, además, una
de las ,primeras piedras de
la Europa cuyas raíces cristianas ahondan en su Historia y en
su cultura.
El reino cristiano nacido en estas montañas puso en
movimiento una manera de vivir y de expresar la existencia bajo
la inspiración del Evangelio.
Por ello, en el contexto de mi pe­
regrinación jacobea a las raíces de la Europa cristiana, pongo
confiadamente a los pies de la Santina
de Covadooga el proyec-
(8) J. MARÍAS: España inteligible. Raz6n hist6rica de las Españas,
Alianza Editorial, Madrid, 1985, y Las consecuencias de Recaredo~ ABC,
28 de abril de 1989.
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to de una Europa sin fronteras, que no renuncie a las raíces cris­
tianas que la hicieron surgir, que no renuncie al auténtico huma­
nismo del Evangelio
de Cristo», nos ha dicho muy recientemen­
te (9).
«Una
nueva manera de vivir», «un estilo nuevo de vida» (10),
el que encatnó
España desde un 8 de mayo del 589, a través
de un largo camino que bellamente glosa Menéndez y Pelayo.
«España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo
de herejes, luz de Trento, españa de Roma, cuna de San Igna­
cio [
... ] esa es nuestra grandeza y nuestra unidad; no tenemos
otra» (
11 ). Lección de adhesión a la fe, leoción de sumisión a
Roma, lección de evangelización.
«Las épocas somos los hombres. Como somos los hombres
son las épocas», escribió San Agustín, No nos quejemos, pues.
Construyamos nuestra época. «La celebración del
XIV centena­
rio del
III Concilio de Toledo ofrece, pues, al Santo Padre 'la
ocasión para alentar a todos a ser fieles a las raíces cristianas que
han configurado la vida y la Historia de los pueblos de Espa­
ña» (12).
Y, por si fuese poco, el mismo Santo Padre ha venido a de­
cirnos en su hornilla de Santiago de Compostela: «Ser grandes
quiere decir servir
... , para ser testigos de Cristo en el barrio, en
la escuela, en
la universidad y en la fábrica» { 13 ). Nos indica
nuestra histórica misión, evangelizar el mundo, para que, como
ya nos dijo
San Leandro hace catorce siglos, cooperemos a que
«el reino
y el pueblo que glorificó a Cristo en la tierra, sea glo­
rificado por El no sólo en la tierra, sino también en los cielos,
Amén».
(9) JUAN PABLO II: Homilía en el Santuario de Covadonga, ,21 de
agosto de 1989.
(10) JuAN PABLO II: Mensaje a los jóvenes en el Estadio' Bernabéu,
Madrid, 4 de noviembre de 1982.
(11)
MBNliNDBZ Y l'BLAYO: ibid.
(12) Cardenal CAsAROLI: Mensaje al Cardenal de Toledo con motivo
del
XIV Centenario del III Concilio, 8 de mayo de 1989.
(13)
JuAN PABLO II: Homilía en el Monte del Gozo, Santiago de Com­
postela, 20 de agosto de 1989.
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