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Número 279-280

Serie XXVIII

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En torno a la Perestroika «soltanto Stalin»

MISCELANEA
EN TORNO A LA PERESTROICA "SOLTANTO STALIN"
POR
JORGE USCATESCU
Es difícil ya, por no decir imposible, que tenga eco o sim­
plemente cabida material en los medios de comunicación occi~
t!entales, incluidos los de estos pagos, la duda sobre las buenas
intenciones y
la veracidad de la «perestroika». Es imposible insi­
nuar que mucha de la receptividad favorable de la gran manio­
bra estratégica
de Mijail Gorbachov, confunde los deseos, bue­
nos deseos, sin duda, con la realidad. La misma era Reagan se
cierra con un evidente entusiasmo por la «perestroika». Nadie
o casi nadie quiere recordar grandes vueltas que marcaran ver­
daderas etapas de ampliar esperanzas libertadoras en el pasado
de la Unión Soviética. Nadie quiere recordar lo que significó
con Lenin mismo la N.E.P. y
lo que vino después de ella. Ni la
fórmula de la definición del agresor, coincidiendo con
los Frentes
Populates
y la promulgación de una de las Constituciones más li­
berales del mundo, de Stalin, para que en seguida después vi­
nieran las grandes «purgas» en Rusia, el ataque a Polonia, Países
Bálticos, Finlandia y la ocupación de las provincias rumanas de
Besarabia
y Bucovina del norte. Nadie quiere recordar el mano
a mano, a
escala mundial, de Roosevelt y el Tio Joe, el buena­
zo, para que una
vez alcanzada la victoria, la Unión Soviética
ocupara media Europa
y viniera la «guerra fría», y Corea, y
Cuba y el «muro de Berlín», Vietnam y Afganistán.
El comienzo del «pandemonium» de las nacionalidades
y de
los derechos del hombre,·
la resistencia tenaz de la «nomenklatu­
ra», la inseguridad de la posición del ejército soviético ante el
gran cambio de la «perestroika» implicaría, en materia de desar­
me, todo ello al contrario de aumentar las dudas sobre el futuro
de la distensión a través de
la «perestroika», hace que con cierta
naturalidad de buenos impulsos
y buenas intenciones aumente la
confianza en
el mundo sobre la política de indudable alcance
de Gorbachov.
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JORGE USCATESCU
En este contexto leíamos hace no mucho un editorial publi­
ca'do en JI Giornale, de Milán, cuyo autor es el director de este
rotativo, el magnífico periodista y escritor Indro Montanelli.
Lo
leíamos con verdadero interés, no solamente en virtud de la
admiración por
Montanelli y tampoco por venir lo suyo, con
gran. brillantez y claridad, a coinci.dir con lo que hemos ido pu­
blicando en este mismo periódico cuando hemos tenido la
oca­
sión de hacerlo. A parte esto, el editorial de Montanelli ofrecía
una más que sugestiva imagen de la situación. «Solamente Sta­
lin». Admirado ante las bellas perspectivas de la parestroika den­
tro del Imperio soviético y fuera en sus relaciones con el mun­
do, Montanelli remarcaba la enorme dificultad de tamaña ope­
ración, capaz de dejarnos a todos, a sirios y troyanos, estupe­
fectos.
Viene a
decir Montanel!i, que para tener una idea de lo que
ocurre en Rusia
-y lo decía antes del discurso en la ONU y
del terremoto de Armenia-, no hace falta ser kremlinólogo. Bas­
ta con conocer un poco de historia. La historia rusa. Así se sa­
brá cuán difícil ha sido siempre «tener juntas poblaciones que
.durante siglos
se ha metido en el cuerpo». Enorme conglome­
údo, decimos, de nacionalidades, lenguas y religiones sobre un
inmenso territorio, dominadas durante siglos por
un poder cen­
tral y por una minoría, si se piensa que naciones como Ucrania
nunca han dejado de manifestar deseos evidentes de indepen­
dencia. Tan importante problema
es éste, que la propia carrera
y
el poder omnímodo de Stalin nacen con un estudio, que en­
tusiasmara al propio Lenín, sobre el problema de las nacionali­
dades en Rusia. Montanelli cree en la posibilidad de que los pa­
dres de la Unión Soviética «obraran en buena
fe» cuando a Rusia
dejaron de llamarla por su nombre y la rebautizaran
como Unión
de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Nadie, ni los zares, ni
Le­
nin, ni Stalin, ni Kruschov y tampoco Gorbachov, pensaron
nunca en la independencia de estas nacionalidades. Para Monta­
nelli, lo de las nacionalidades y su agitación
ya espectacular ha
sido una sorpresa.
El había esperado la resistencia de la no­
menklautra del partido y el Estado, pero no el despertar nacio­
nalista. Y ello a pesar de
los avatares del nacionalcomunismo.
El problema
es escuetamente éste: ¿con qué métodos doma­
rá Gorbachov este nuevo y según parece inesperado incendio?
Montanel!i
se declarara convencido de su buena fe, de su capaci­
dad de maniobrar y de su categoría. «El hombre tiene visión
es­
tratégica y coraje para vender. Y si realizara sólo una mitad de
lo que evidentemente pretende, pasaría a la historia como el más
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EN TORNO A LA PERESTROICA «SOLTANTO STALIN»
grande protagonista de este siglo». Peto estamos en el campo
de lo hipotético. Lo cietto, según Mantonelli, son dos lecciones
que se pueden deducir de cuanto
ocurre. «La primeta, es que si
setenta años de
internacionalismo proletario no han bastado P81"ª
desttuir los nacionalismos, quiete decir que la sangre, la lengua,
la religión, la culruta son más fuettes que c;ualquier ideología.
La
segunda, es que los totalitarismos son más difíciles de mon­
tar que de desmontat. Para liberalizar a Rusia
y curarla del st liuismo hubiera, quizás, tener éxito un solo hombre: Stalin».
Seguramente una paradoja, peto como
tal paradoja acaso la
única salida lógica en una grave encrucijada de
la historia. ¿Pero
no
es acaso una pa1"adoja el hecho de que sea Georgia, patria de
Stalin, la primeta bañada por él en la sangre de la represión an­
tinacionalista, el lugar donde todavía se mantenga su culto?
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