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Número 279-280

Serie XXVIII

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José Antonio García Noblejas

IN MEMORIAM
JOSE ANTONIO GARCIA-NOBLEJAS
Desgraciadamente nos estamos acostumbrando a la desapari·
ción
-lento goteo--de muchos de nuestros mejores hombres.
Primero fue España la que enfermó. Ahora comenzamos a pa­
decer la pérdida cruel de sus servidores más esforzados y cons­
cientes. En esta ocasión es José Antonio Garcfa-Noblejas quien
se nos ha ido, y por más que creo --con los profesores Gibert
y D'Ors-más en las estirpes que en las generaciones, no pue­
do por menos que reconocer
cómo en la generación de José
Antonio Garda-Noblejas ha encontrado la estirpe del pensamien­
to tradicional uno de sus más sólidos baluartes.
Es difícil para
mí evocar en toda su extensión y hondura la
personalidad del amigo fallecido. Pero aun a riesgo de olvidar
facetas o preterir dimensiones, no quiero dejar de dedicarle estas
líneas.
En su funeral el celebrante renunció a hacer su elogio
fúnebre y bellamente
prefirió situarnos en el corazón del enten­
dimiento cristiano de la muerte. Para un cristiano lo importante
son los sufragios por las almas. Sin
desconocer tan fundadas ra­
zones, creo que para sus amigos, más aún, para sus amigos que
compartimos con él las batallas de la inteligencia, es obligado
también recordar sus obras.
Que nos sirvan de consuelo y aci-
cate. ·
José Antonio García-Noblejas vivió toda su vida consagrado
a la profesión notarial. Incluso podría decirse que
el notariado
significó mucho
más que un mero ejetcicio profesional. Había
algo de notario rezumando en su personalidad y, sin duda, que
muchas de
sus virtudes se forjaron y acrisolaron en ese quehacer
de justicia y confianza. Pero José Antonio fue, sobre todo, un
hombre poseído por la pasión de España. Esta pasión le
con­
dujo a numerosas empresas y le situó en no menos abundantes
combates. Por ella salió de la esfera
meramente privada, desbor­
dándose hacia el servicio público: así, fue Gobernador
Civil de
Castellón
y Director General de Archlvos y Bibliotecas. Y en
ella
encontró su vocación por el estudio un campo de acción
privilegiado,
especi.tlmente en la lústoria, de la que fue cultiva-
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IN MEMORIAM
dor apasionado y no meramente curioso, haciendo buena la' irO'
nía de Radaelis cuando afirmaba que la historia sirve a los hom­
bres para dos cosas: para entretenerlos o para que hagan
po­
lítica. José Antonio nunca busc6 sólo entretenimiento en su
labor de historiador, sino que, por
el contrario, pretendió hacer
de la misma un bance de pruebas de sus inquietudes y anhelos.
Académico correspondiente
de la Real de la Historia, fue autor
de notables ensayos como Manzanares y la Guerra de la In­
dependencia,
y últimamente recopilaba una documentación abun­
dante y exhaustiva sobre Paracuellos del Jarama. En esas dos
obras brillan, respectivamente, dos aspectos muy destacados de
su pasión de España, unidos ambos en una intención piadosa y
amorosa: por un lado, la permanente dedicación
á los temas
locales de su Mancha querida (fue numerario del Instituto de
Estudios Manchegos y presidente de
la Comisión Provincial de
Monumentos de Ciudad Real); por
el otro, el incansable es­
fuerzo por enaltecer a los mártires de nuestra Cruzada de 1936
en todo tiempo ( no
en vano fue uno de los promotores de «His­
pania Martyr» y de la «Hermandad de Nuestra Señora de
los
Mártires de Paracuellos del Jarama» ).
Pero no quiero dejar de referirme a otro aspecto también
relevante de su personalidad y enmarcado igualmente en ese
en:
tendimiento de la pietas que hoy, desgraciadamente, brilla por
su ausencia y que inundaba sus acciones y sus palabras.
Su
preocupación por los problemas de la Iglesia, a la que sirvió
con perseverancia hasta el fin, a pesar de los pesares de que está
preñada tal tarea en nuestra época. Católico íntegro, fue siempre
fiel a la consigna de San Vicente de Paúl: «No estiméis jamás
las dificultades de una empresa, sino preguntaros
si ella está
en la voluntad de Dios, y
si lo juzgais así, emprendeclla». Pre­
cisamente, esta frase es la que figuró -quizás incluso por su
propia inspiración-en la cabecera del número primero de la
segunda época de la revista
¿Qué pasa?, que tanto debió a la
generosidad y abnegación de José Antonio. Presidente de la
Junta de Fundadores,
.fue uno de sus más espléndidos mecenas
a la par que uno· de sus cclaboradores
más brillantes. Junto
con
el director de esta segunda época, el también desaparecido
Guillermo de Reyna, y
el siempre sabio y eficaz Antonio Pas­
tor, constituyó un equipo que reanudó la ejecutoria de
la pu­
blicación que
más duramente ccmbatió el progresismo religioso
durante la década de los setenta. Tengo para mí, y lo
he dicho
muchas veces, que en el viejo ¿Qué pasa? de Joaquín Pérez Ma­
drigal, prolongado brillantemente por José Antonio García-No,
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blejas, Guillermo de Reyna y Antonio Pastor, hay un acervo fun­
damental para quien quiera entender la crisis religiosa de
Es­
paña. En este sentido, la Historia del progresismo en España,
cuya realización sería tan conveniente -y que estarían llamados
a escribir los queridos Eulogio Ramírez o Francisco José Fer­
nández de
la Cigoña, a quienes vuelvo a requerir para ello desde
estas páginas siempre
acogedoras---'-, . tendría en aquella comba­
tiva revista una fuente de primer orden. Desgraciadamente la
segunda época tuvo una duración escasa y, a pesar de que siem­
pre conservó José Antonio el deseo de su continuación,
final.
mente no apareció más. En los años p0steriores, y hasta hoy,
el espíritu de
la publicación se ha refugiado en una agradable y
provechosa tertulia en la que durante los últimos ocho años he
tenido
la oportunidad de admirar más, cada semana, la catego­
ría personal e intelectual de José Antouio García'Noblejas, sie1D­
pre impulsando proyectos, siempre aportando información, siem­
pre con un voluminoso manojo de sobres con revist.as
variadísi,
mas y documentación de todo el mundo para repartir entre los
contertulios
de acuerdo con las afinidades y conocimientos de
cada uno.
En esta casa que es Verbo, José Antonio fue amigo constan­
te aunque sólo nos visitó ocasionalmente. Da
igual; nosotros
siempre entendimos que nuestra misión era favorecer todas las
obras culturales
y p0líticas que laborasen por el orden natural
y cristiano. Por eso, siempre fue apreciado y su colaboración
aceptada gustosamente. Sólo
en dos ocasiones. asomó su pluma
en nuestra revista, pero su consejo siempre nos acompañó
y de
su amistad
y aliento nunca nos cupo duda. Algunos de sus hi­
jos, incluso, fueron más asiduos a nuestras reuniones, haciéndo­
noslo presente. Reciban, con toda su
familia, nuestro pésame.
MIGUEL AYUSO
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