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Número 453-454

Serie XLV

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Francisco de Lucas Fernández

IN MEMORIAMFRANCISCO DE LUCAS FERNÁNDEZ
Me dice Juan Vallet, con la pena de no poder escribir él
mismo, por causa de un contratiempo de salud, estas notas dedi-
cadas a la memoria de quien fue su gran amigo, que Paco Lu c a s
no participó en la fundación de la editorial S p e i ro y la r e v i s t a
V e r b o. P e ro que debió contarse pronto entre sus suscriptor e s .
Re c u e r da haber hecho amistad con Paco a poco de haber llegado
éste a Madrid como notario avanzados los años sesenta. Amistad
p rofesional en sus orígenes, pero también de visión del mundo, el
celo apostólico que nunca ha abandonado a Juan había de con-
ve r tirla también en amistad de empresa. Y Paco comenzó así a
f recuentar el mundo amistoso y fraterno de la Ciudad Católica. Por mi parte, le re c u e rdo, ya en la segunda mitad de los seten-
ta, ocasionalmente en las reuniones de los martes, re g u l a r m e n t e
en los congresos anuales cuando tenían lugar en Madrid y prácti-
camente siempre en las cenas de San Fernando y en las de fin
de curso. Tengo grabado en mi memoria el primer encuentro. En
el local de General Sanjurjo, un martes, vivía todavía E u g e n i o
Vegas, eran los inicios del curso y un enjambre de amigos depar-
tía informalmente en grupos desde las siete y media hasta la hora
de comenzar la reunión, a las ocho y cuarto en punto. Estoy vien-
do a Paco, con magnífica planta, voz tan poderosa como agrada-
ble y bien timbrada. Y su por entonces inevitable cigarro. S i n
embargo, como antes decía, no frecuentó nunca las reuniones de
los martes, pues era día durante muchos años re s e rvado a sus
clases en la Escuela de Práctica Jurídica de la U n i ve r s i d a d
Complutense, uno de los quehaceres que más le agradaban y que
c o n s e r vó hasta el final con entusiasmo. En las reuniones anuales
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Verbo, núm. 453-454 (2007), 199-201.199
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sí era habitual verle. Incluso como ponente. Si no me equivo c o ,
en concreto, en las dedicadas a la propiedad (puede verse en el
n ú m e ro 187 de Ve r b o, de 1980, “Propiedad y emp re s a”) y a la
familia (en el número 339-340, de 1995, “Los cambios legislati-
vos en materia de familia: matrimonio, ¿hora cero?”). P e ro en
p a rticular en las cenas de San Fernando, los últimos años en el
C e n t r o Riojano, pero antes en tantos otros restaurantes, par t i c u-
larmente en el Manila de la calle Génova, ya desaparecido, o en
Jai-Alai. Y en las de fin de curso, durante muchos años en la terra-
za del Casino de Madrid, antes de su remodelación, o luego en el
Club de Campo. Y casi siempre con P a c i t a .
P e ro, siempre generoso, pudimos contar también con su cola-
boración para otras iniciativas surgidas del seno de la Ciudad
Católica, como la Confederación Española de Juristas Católicos,
que fundamos en los años ochenta, y que estamos ahora p re c i s a-
mente tratando de d evo l ve r, no a la vida, pues no ha dejado de
e x i s t i r , pero sí a una mayor actividad. O en la preparación del
gran homenaje a Vallet con motivo de su jubilación, que el nota-
riado —justamente— coordinó, en el que desde fuera algo tuvi-
mos que ver Estanislao Cantero, José María Castán y quien firma
estas líneas, y en el que Paco Lucas desempeñó un papel singular
y decisivo. O de nuevo en la edición de la obra metodológica de
n u e s t ro director por medio de la Fundación Cultural del N o t a -
r i a d o . Por todo lo anterior no sorprenderá que los últimos años
se hubiera incorporado al P a t ronato de la Fundación Sp e i ro.
También en esto se condujo con la discreción y señorío que sella-
ban todos sus actos. No faltaba a ninguna convocatoria y en todas
hacía gala de gran discreción y prudencia. En la última r e u n i ó n ,
pocos días antes de Navidad, parecía enfermo. Cuando le acom-
pañé a la puerta, con intención de hacerlo hasta su casa, me dijo
que estaba con gripe y que no me preocupara. Luego, en mar zo ,
me llegó la noticia de su muerte cuando estaba en Italia, impar-
tiendo un curso en la U n i versidad de U d i n e .
Paco Lucas era un notario a la vieja usanza, con un sentido
casi sacerdotal de la profesión. De esos notarios que ennoblecían
a la Corporación. Y que la desbordaban. Jurista elegante, era
quizá la máxima autoridad en control de cambios e i nve r s i o n e s
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extranjeras. Pe ro su obra escrita, reunida en quince libros y espar-
cida en innumerables artículos y conferencias, ha abordado otras
muchas cuestiones del derecho civil y mercantil. No éste, sin
embargo, el lugar para extenderse sobre estos ext re m o s .
Para los amigos de la Ciudad Católica es una pérdida bien
d o l o r osa la del amigo y colaborador siempre disponible y genero-
s o . En nombre de todos tengo la pena de despedirle desde estas
páginas. Reciban Paz, sus hijos y nietos, nuestro pésame más sin-
c e ro. Requiescat in pace.
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