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Número 453-454

Serie XLV

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Juan Pablo Fusi: Identidades proscritas. El no nacionalismo en las sociedades nacionalistas

Juan Pablo Fusi: IDENTIDADES PROSCRIT AS.
EL NO NACIONALISMO EN LAS SOCIEDADES NACIONALISTAS
(*)
Este libro es un interesante ensayo histórico sobre la configu-
ración y desarrollo de las sociedades donde el nacionalismo tiene
una importante presencia. Es tal la importancia de esta síntesis de
n a t u r a l e za histórica, que la visión global ofrecida en ella sin duda
m u e ve al lector a desear una mayor profundización.
En el estudio del nacionalismo vasco, de Irlanda, del pueblo
judío, Sudáfrica, Escocia y Quebec —seis casos en E u ropa, Áfri-
ca y América—, este libro tiene en cuenta tanto la historia de su
población como la conciencia personal y aportaciones culturales
de una galería de personajes opuestos al nacionalismo, cuya bio-
grafía el autor conoce bien. Sin embargo, y en función de ello, el
hecho de suponer que todos —el q u i é n —los que viven en un
lugar son igualmente vascos, irlandeses, etc., le lleva al autor a
soslayar el tema de la identidad, esto es, qué es serp ro p i a m e n t e
vasco e irlandés. Tampoco distingue el autor entre el nacionalis-
mo por un lado, y las personas, grupos y sectores que, sin ser
nacionalistas por no ser “ m o d e r n o s” (el Estado moderno) n i i d e o -
l ó g i c o s, valoran las exigencias de los lazos específicos de per t e n e n-
cia a una comunidad. Cuando este libro estudia los nacionalismos como el va s c o ,
de Irlanda, y Quebec —lugares estos que albergan comunidades
escindidas—, los presenta como expresión de lo arcaico, del cato-
licismo ultramontano, lo antisemita y lo contrario a las modernas
transformaciones socioeconómicas. En este punto, las exp re s i o-
nes críticas del autor al catolicismo (que señala como op re s i vo ,
c o n t ro l a d o r , etc., pág. 285) son un exceso verbal que, además de
gratuito, no tiene en cuenta la naturaleza de la Iglesia católica, es
un reduccionismo, y abstrae las circunstancias propias de Ir l a n d a
y Quebec. El libro también pinta con tonos grises las consecuen-
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(*) Barcelona, Ed. S eix Barral, 2006, 348 págs., 135 x 229 mm.
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cias que el nacionalismo tuvo en Irlanda como Estado indepen-
diente, sin adve rtir las dificultades materiales de esta isla, fruto de
su carencia de recursos. Tampoco advierte las grandes dife re n c i a s
que existen entre las circunstancias objetivas de Irlanda y las
Vascongadas en relación con el problema nacionalista. Si pasamos
a Quebec, el autor toma partido por el antinacionalista Tr u d e a u
(págs. 295 y 300 y sigs.), mientras que, en relación con España,
se muestra meramente narrativo y descriptivo, para concluir algo
sencillo e irrebatible, esto es, que el País Vasco alberga en la actua-
lidad una comunidad plural, aunque el libro no profundiza qué
es lo que une a todos sus naturales o ciudadanos. Además de estos tres países —P aís Vasco, I rlanda y Q uebec—,
cuyas diferencias son muy acusadas, el autor analiza otras tre s
comunidades que, a pesar de tener un sector nacionalista en su
seno, poseen un marco general no nacionalista. Es el caso de
Sudáfrica, que, según Fusi, superó el racismo blanco bajo el
impulso del comunismo y la minoría liberal. Es más, finalizado
el a p a r theid en 1991, el nacionalismo blanco no habría sido sus-
tituido por un inexistente nacionalismo negro (pág. 234). Por su
p a r te, Escocia lograría su autonomía gracias al laborismo y no al
nacionalismo escocés (pág. 271). En tercer lugar, la mayoría judía
sería, en vez de sionista, integracionista (salvo los del Este de
Eu ropa), originando así una singular simbiosis allá donde ha vivi-
do, aunque —según esto— parezca contradictorio hablar tam-
bién de la “espléndida cultura judía c o s m o p o l i t ade la Eu ropa cen-
t r a l ” (pág. 169).
La tesis central del libro, sencilla y probada, es que dichas
comunidades poseen abundantes elementos no nacionalistas , así
como un amplio sector social ajeno al nacionalismo. Otra cosa es
que el profesor Fusi no profundice sobre los elementos que tienen
en común nacionalistas y no nacionalistas. Según el autor, el
nacionalismo de los lugares analizados sería un importante factor
de división política, tanto dentro de los límites territoriales donde
se asienta, como en relación con otra comunidad mayor de re f e-
rencia (España, Canadá...). El nacionalismo también quebraría la
c o n v i v encia en las sociedades donde se desarrolla. Así, la polari-
zación, tensión o choque interno producida por el nacionalismo
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(añado que identitario y exc l u yente, esto es, ideológico), tendría
lugar en comunidades forjadas como sociedades plurales tanto de
origen como en su desar ro l l o.
Este libro muestra que, en cada una de las seis nacionalidades
estudiadas, lo común con otras comunidades es tan importante como
las singularidades étnicas y lingüí sticas de cada nacionalidad. No
sólo se observa un pluralismo interno en el ámbito cultural, ar t í s-
tico y político (así, Quebec no es “un solo país, y una sola cultu-
r a ”, pág. 281), sino que, antes de aparecer el nacionalismo actual,
fue la incorporación a otra comunidad lo que hizo posible la pro p i a
personalidad e identidad . Por ejemplo, el patriotismo escocés y el
patriotismo británico serían complementarios (pág. 268), por lo
mismo que la identidad de Escocia debe entenderse “como una
pluralidad de identidades suce siva s” (pág. 273).
De esta manera, Fusi concluye atribuyendo al nacionalismo
los caracteres siguientes. El nacionalismo ignora la pluralidad
como un bien y como una riqueza humana y cultural; e xc l u ye la
posibilidad de convivencia; y rechaza el hecho según el cual las
identidades son más aparentemente contrarias que re a l m e n t e
d i f e r entes, pues no en vano unas y otras identidades se suponen
y aún exigen mutuamente para poder hablar de una configura-
ción identitaria, sea en su interior uniforme o plural. Esto es así,
máxime cuando —según el autor— dichas nacionalidades siem-
p re han vivido en la pluralidad y han creado una identidad más
amplia, que admite y exige dicha pluralidad. Lógicamente, la crí-
tica al nacionalismo (y al nacionalismo separatista) desde un aná-
lisis tradicionalista (Elías de Tejada, Ál va ro d’ Ors, Rafael Ga m -
bra y tantos otros autores), enriquece lo anterior con otras
muchas consideraciones. El autor atribuye al no nacionalismotres caracteres: a) Es una
realidad social y política en el seno de las sociedades nacionalistas.
B) N o es necesaria ni prefer entemente antinacionalista. C) N o es
esencialista, por que la propia identidad es una r ealidad compleja, y
la configuración de dicha identidad no sólo supone la interacción
de muchos factores, sino también el hecho de no ser una realidad
política. Esto explica que hoy exista una nacionalidad histórica
—por ejemplo Escocia— que no vota nacionalista (pág. 273).
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El libro señala importantes problemas y critica con aciert o
varios aspectos del nacionalismo. Sin embargo, quizás sea por q u e
no profundiza más allá de lo f e n o m é n i c o, lo cierto es que no des-
c u b re toda la raíz del problema, que en realidad interpela a los
ámbitos filosófico, jurídico-político y espiritual. Quizás por esto,
admite el término n a c i o n a l i d a d, y lo hace sin precisión ulterior y
sin diferenciarlo de la n a c i ó n. Centra su crítica en la s o b e r a n í a
n a c i o n a l, pero omite criticar la s o b e ranía popul ar, soslayando así,
en ambos casos, la crítica al concepto de s o b e ra n í ay a la natura-
l e za del Estado mo dern o(ideología esta que, además de centralis-
ta y uniformista, exige la “razón de Estado”), al que está unido el
e j e r cicio de ambas soberanías ya mencionadas.
El autor critica con acierto el nacionalismo en lo que contie-
ne de e xceso nacional (en realidad motivado por el concepto s o b e-
r a n í a), y descubre la realidad no nacional (en sentido de no nacio-
nalista) de las sociedades analizadas, con el objeto de criticar así
lo que entiende como la esencia del nacionalismo. Aquí re a p a re-
ce nuestra crítica, porque ello debiera servir también al autor para
rechazar el concepto moderno de s o b e ra n í a. Quizás sea por esta
insuficiencia, por la que el libro identifique el nacionalismo con
algunas realidades nacionales separadas de él. Por otra parte, si
utilizamos el término moderno de s o b e ra n í a, parece secundario
dilucidar a qué realidad se aplica, si a la nación (nacionalismo), al
pueblo (liberalismo individualista o “patriotismo constitucio nal” )
o al proletariado en versión clásica o postmoderno (socialismo).
Quizás por eso, el no nacionalismoentendido como s o b e r a n í a
p o p u l a r no sea —según el autor— necesariamente antinacionalis-
ta, pues compartiría con el nacionalismo el concepto de s o b e ra -
n í a . Termino diciendo que, a mi par e c e r, la s o b e r a n í a ( s e g ú n
Bodino, el racionalismo y el liberalismo) es un factor de división
y polarización, ya se aplique a la nación (convirtiéndola en n a c i o-
n a l i s m o ) o al llamado pueblo (convirtiéndola en e s t a t i s m o). En
efecto, no es igual l a s o b e ra n í aque la jurisdicción, ni la a u t o n o m í a
(y autodeterminación) que la a u t a r q u í a. De esta manera, el autor
no desvela que el nacionalismo (moderno) suponga el Estado
moderno, el Estado liberal, y la secularización en materia re l i g i o-
sa, como tampoco desarrolla la relación o dependencia existente
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e n t re el nacionalismo y el socialismo, her e d e ros ambos de las
ideas de la R e volución francesa.
En suma, el autor no advierte que los nacionalismos re p ro-
ducen en su seno el Estado al que combaten para lograr la inde-
pendencia de éste, aunque sí admite —es el caso de Q u e b e c ,
pág. 303— que el nacionalismo exige un re p a rto de las funciones
del Estado camino a la independencia. El autor considera —a diferencia de los nacionalistas— que
no es necesario politizar los elementos de identidad de una comu-
nidad cuando esta expresa su peculiar forma de sociabilidad y sus
c i rcunstancias o caracteres específicos. Ahora bien, pre g u n t e m o s
si esta no-politización debe suprimir las instituciones políticas
antiguas (F u e ros en el País Vasco), en conflicto con un Estado
moderno cuya s o b e r a n í atodo lo politiza y, además, en un sentido
i g u a l i t a r i o . Coincido con el autor en que no es necesario ni ade-
cuado politizar la propia identidad cultural —una cosa es la cul-
tura y otra la política—, pero por eso mismo tampoco hay que
politizar la enseñanza, la familia, etc., controladas por el Estado
moderno (liberal o socialista) y la llamada “voluntad general” (o
de la partitocracia), que consideran tener una soberanía ilimitada
ante Dios, la religión positiva, los cuerpos sociales, la familia y la
persona. En efecto, ni la nación debe derivar en nacionalismo, ni
el Estado (potestad suprema) debe caer en el estatismo. El libro ofrece algunos términos indefinidos y muy discuti-
bles como “patriotismo constitucional” y “nacionalismo nacio-
n a l ” (pág. 298), “soberanía cultural” por oposición al “ s o b e r a n i s-
mo político” (pág. 301), y “ s o b e r a n í a - a s o c i a c i ó n” de Quebec que
no independencia (pág. 302). A pesar de las anteriores puntualizaciones, este libro tiene
muchos aciertos cuando desvela y crítica el nacionalismo moder-
no, en cuanto que éste supone una ideología (además e xc l u ye n-
te) y dificulta —e incluso a veces hasta impide— la convi ve n c i a .
Este libro, de contenidos densos y redactados de forma escueta y
clara, tiene estilo rítmico y dinámico, y es de lectura rápida y
muy agradable.
J
O S ÉFE R M Í NGA R R A L D AAR I Z C U N
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