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Número 453-454

Serie XLV

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Ángel García-Sanz Marcotegui, César Layana Ilundáin y otros: Los liberales navarros durante el sexenio democrático

Ángel García-Sanz Marcotegui, César Layana Ilundáin y otros: LOS LIBERALES NAVARROS DURANTE EL SEXENIO DEMOCRÁTICO
(*)
El lector se encuentra ante un interesante y novedoso trabajo
c o l e c t i v o elaborado por cuatro especialistas de Historia contem-
poránea de N a varra. Este libro de microhistoria local y r e g i o n a l
(social y electoral), concluye con una síntesis global que los auto-
res muestran inacabada según las fuentes. En él, tam bién se
o f rec en elementos biográficos r e l a t i vos a los nava r ros más signifi-
c a t i v os entre los adscritos al liberalismo durante el sexenio re vo-
lucionario, sus parentescos y relaciones, y precisa las dife re n t e s
tendencias políticas de las élites liberales. Los autores investigan el sector ideológico liberal en N a va r r a
durante un período temporal concreto, tema sólo r e l a t i va m e n t e
olvidado por haber sido objeto de otros estudios. Por el contra-
rio, la carencia de estudios sociológicos y biográficos del amplio
sector carlista o tradicionalista se agudiza ahora, tras la publica-
ción de este trabajo, lo cual anima a cubrir dicho déficit. Este libro, denso y claro, retoma el gusto por el dato empíri-
co, la descripción espacio-temporal y la Historia narrativa, lo que
es necesario para realizar un buen análisis. Se basa en abundantes
fuentes, que, no obstante, son sobre todo de hemeroteca (cu yo s
contenidos deben ser contrastados) y electorales. Tras una introducción de carácter metodológico y bibliográ-
fico, la p r i m e ra part edel libro desarrolla numerosos aspectos del
Se x enio re volucionario en N a varra. Explica la dinámica política
de 1856 a 1873, la reorganización de los liberales en 1865 —los
últimos años de Isabel II—, los antecedentes del s e p t e m b r i s m o, y
la polémica de algunos miembros del embrionario partido demó-
crata con el Obispo de Pamplona, controversia que quizás ocupe
un exc e s i vo número de páginas en relación con la re l a t i va impor-
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(*) Pamplona, U n i versidad Pública de N a varra, 2005, 388 págs., 240 x 168 mm.,
18 euros.
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tancia de sus contenidos (pág. 43-69). En t re todos los par t i d o s
liberales, el libro se centra ex c e s i vamente en el partido d e m ó c ra t a,
quizás por su novedad. Así mismo, los autores analizan el pr o c e-
so de institucionalización del régimen surgido de la Re vo l u c i ó n
de 1868, dirigido por la efímera Junta Su p rema de Gobierno de
N a varr a, la aparición de una abundante y efímera prensa liberal-
republicana en Pamplona y Tudela, siendo extenso el tratamien-
to del periódico La Mo n t a ñ a p e rteneciente al embrionario par t i-
do republicano federal (págs. 125-150). Por último, esta primera parte incluye temas como la actuación
de los tradicionalistas o carlistas frente a la R evolución radical, la
ev olución de los diferentes par tidos políticos (unionistas, pr ogre-
sistas, radicales y , sobre todo, el embrionario republicanismo), los
procesos electorales —entre 1868 y 1874— al Congr eso y al
Senado, a la D iputación Provincial y a los Ayuntamientos, siendo
la dinámica sociopolítica en las cinco cabeceras de M erindad uno
de los aspectos más interesantes de esta primera parte. Esta parte
finaliza con la emigración a P amplona de los liberales de aquel
territorio navarr o que estaba bajo el control de las autoridades y
Armas carlistas en 1873-1875, capítulo éste que quizás no sea tan
importante como el lector puede deducir del número de páginas
dedicadas a él. En este y otros aspectos, el lector puede tener la
impresión de que, si bien los datos r ecogidos son exhaustivos, han
sido tratados por igual al margen de su impor tancia y significación.
La segunda par t ede este libro realiza un interesante análisis
p rosopográfico de una muestra de unos 300 individuos que for-
man las élites liberales del Se xenio: diputados a Cortes y sena-
d o r es, diputados Forales, miembros de la Junta Su p rema de
Gobierno y del Comité Liberal-F u e r i s t a - Mo n á rquico, personajes
republicanos federales, alcaldes y concejales de las cinco capitales
de Merindad. De esta manera, los autores pueden ofrecer un aná-
lisis detallado sobre quienes sustentaban las tendencias liberales
— e n f rentadas entre sí pero unidas frente al tradicionalismo o
Carlismo—, así como cuáles eran sus motivaciones y origen
s o c i o e c o n ó m i c o .
Este trabajo muestra la existencia y arraigo de una minoría
liberal en N a varra. Iniciada políticamente con la R e volución de
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1868, dicha minoría supuso una fractura ideológica y en las éli-
tes políticas del liberalismo. Su perfil socio-profesional re s u l t a
h e t e rogéneo, pues los liberales monárquicos pertenecían más a las
clases altas y los republicanos a las bajas . Los autores dejan patente el predominio del Carlismo en
N a var ra, incluidas las ciudades y su capital Pamplona, a exc e p-
ción de la pequeña población de Aoiz. También el peso carlista
era fuerte —aunque menor— en Tudela y los valles más septen-
trionales, zonas en las que el liberalismo tenía una significativa
p resencia, aunque parece exagerado hablar de una “gran vitali-
d a d” (pág. 367). Los autores (como Ga rc í a - San z en otros traba-
jos, y, sobre Pamplona, Garralda —1820— y Larraza —tras
1874—) señalan como errónea la identificación de la ciudad con
el liberalismo y mundo rural con el Carlismo. Así mismo, otor-
gan una gran importancia al aspecto económico y social (pág.
372), aunque —a mi parecer— es obligado reconocer que los ele-
gidos para los diferentes cargos no tienen por qué reflejar el estra-
to económico y social de los electores. La hegemonía de los carlistas está fuera de duda, por ejemplo
en las elecciones, aunque los tradicionalistas se re t r a j e ron desde
agosto de 1872 debido a las trampas electorales observadas. Es
i n t e r esante la noticia (demostrada en otros trabajos) de que tam-
bién había carlistas en la Milicia Nacional local (pág. 362).
Queda claro que la mayoría de los n ava r ros se opuso al liberalis-
mo y al nuevo estado de cosas inaugurado por la Se p t e m b r i n a . El
Carlismo catalizó la cuestión religiosa (la Unidad Católica de
España, libertades civiles c o n c retas y limitadas, etc.), la cuestión
Foral y la legitimidad, aunque el libro sólo lo cite, quizás por cen-
trar la atención en los liberales del momento. Efectuemos algunas precisiones a los contenidos del libro.
Los tradicionalistas admitían y defendían la participación de los
vecinos en los asuntos públicos de su propia jurisdicción, afir-
mando —por ejemplo Aparisi G u i j a r ro— que el Liberalismo no
era r epresentativo. T ampoco es adecuado identificarles con los tér-
minos utilizados por sus enemigos políticos liberales, ni eran una
simple “reacción contrar re vo l u c i o n a r i a” (pág. 365), p re c i s a m e n t e
p o rqu e tenían planteamientos propios. Sus tesis no eran una
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“a m a l g a m a ” de la cuestión religiosa y foral, ni “instr u m e n t a l i z a-
ro n ” los F u e ros que defendían (pág. 365). No parece que pueda
aceptarse sin análisis —a diferencia de lo hacen sus autores— la
versión de los liberales de la época, según la cual los clérigos coac-
c i o n a ron al electorado (págs. 39-41, 366, etc.). Por otra par t e ,
digamos también que el c a b r e r i s m oc a reció de re l e van cia en el
pueblo y dirigentes carlistas, incluida N a varra, aunque Díaz de
Rada optase finalmente por seguir a Cabrera separándose de don
Carlos VII. De todas maneras, la afirmación —criticada por los
a u t o res— de que el liberalismo en N a varra tuvo un origen forá-
neo (pág. 362), no significa que el liberalismo fuese inapr e c i a b l e
sino minoritario, y el evidente desajuste existente entre el exiguo
n ú m e ro d e liberales y su considerable presencia política en la pro-
vincia (salvo cuando entró el sufragio universal m a s c u l i n o, pues
los carlistas coparon los 7 escaños a Diputados a Cortes en enero
de 1869 —págs. 88-98—, y casi lo hicieron también en las suce-
s i vas elecciones).
Al p are c e r , algunas de las conclusiones del libro no se deri va n
de los datos cuantitativos. No en vano, la muestra utilizada es
reducida (que los autores reconocen, sobre todo para Aoiz, pág.
371), es necesario enmarcar los datos en el total así como en la
clasificación socio-profesional (padrones) de la población, y ésta
última debe referirse a los diferentes sectores y élites que optar o n
por el Carlismo, o bien que, sin ser carlistas, estaban lejos de ser
liberales y próximos al Carlismo. Una cosa es analizar el peso
s o c i o - p rof esional dentro de la muestra, y otra extender sus re s u l-
tados a la sociedad que elige los cargos (pág. 353). Sin embargo,
es saludable que los propios autores se pongan indirectamente en
g u a rdi a contra este er ro r, cuando señalan que si una parte de las
élites re volucionarias “ p e rtenecía a los sectores económicamente
más poderosos (...) ello no significa necesariamente que re p re s e n-
taran los intereses de tales sectores (...), pues la mayor parte de sus
integrantes permanecieron al margen” de la re volución (pág.
371). Desde luego, más importante que las élites eran las bases
sociales, que no tenían por qué coincidir con la clasificación
social, profesional y económica de los cargos elegidos. Por último,
indicaré que el 40% de sufragios de la candidatura liberal monár-
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quica fuerista de Pamplona a favor de los liberales de la página
366, debe reducirse al 30% de la página 205. Terminamos. Creo que el lector debe agradecer a los aut ore s
esta investigación por iluminar, con seriedad y rigor, una etapa
poco conocida de la historia de N a varra, que re a b re la necesidad
de analizar de la misma manera la oposición política tradiciona-
lista o carlista al liberalismo triunfante, fruto de los pr o n u n c i a-
mientos militares l i b e r a l e sde 1868 (radical) y 1874 (moderado).
A ello animamos a los auto re s .
J
O S ÉFE R M Í NGA R R A L D AAR I ZC U N
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