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Número 453-454

Serie XLV

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Perspectivas teológicas y filosóficas de la cuestión ambiental

PERSPECTIVAS TEOLÓGICAS Y FILOSÓFICAS
DE LA CUESTIÓN AMBIENT AL
POR
BERNARDINOMONTEJANO(*)
“Alterar los genes de las plantas contamina sólo aquello que comemos
y que cultivamos; alterar nuestr os propios genes contamina lo que somos
¿Salv ar la naturaleza? comenzad por la humana ”.
F
RANCISFUKUYAMA
I . UN A M I S I V AD E U N M Ó D I C O D E C A N O
Como Dios escribe derecho con líneas torcidas, hace unos
años, una nota insolente de un módico decano, quien nunca
entendió la permanente actualidad de la filosofía clásica y que en
e j e r cicio de su re l a t i vo poder, fue blando con los duros y duro con
los blandos, nos obligó a reflexionar hasta hoy, en forma explíci-
ta, acerca de temas de actualidad: las bienave n t u ranzas del políti-
co (1), la guerra, a propósito del despropósito de Irak, la h o m o s e -
____________
(*)Agradecemos a nuestr o ilustre colaborador, el profesor Bernardino M onte-
jano habernos entr egado el presente texto, procedente de la clase dictada en la P ontificia
U niversidad Católica Argentina “S anta María de los Buenos Aires”, Facultad de
D erecho, Cátedra de F ilosofía del Derecho, el 28 de abril de 2006, dentr o del tema
especial: “E l problema ambiental ”, en cuyo desarrollo también par ticipó el Dr. H oracio
P ayá (h), quien se ocupó del “ Estado actual del derecho ambiental argentino”. El autor ha
agr egado las notas. (N. de la R.).
(1) P ublicada en Cabildo ,Buenos Aires, Año III, n.° 24, junio-julio de 2002, con
el título “ Omnia instaur are in Christo .Las bienav enturanzas del político por el Car denal
Nguyen van Thuan”.
Verbo,núm. 453-454 (2007), 301-323. 301
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xualidad (2), el juicio a Cr i s t o, la democracia morbosa, el ateísmo
militante (3), la injusticia del terror (4) , el Domingo: último bastión
de la Cristiandad ( 5 ) ,Ética pública y privada, aplicación de la doc -
trina platónica a un caso de actualidad (el penoso caso del obispo
M a c c a r one), y la cuestión demográfica .
Este año, el tema de las papeler a s, el absurdo conflicto con
n u e s t ros hermanos orientales, causado por la absoluta falta de
p rovid encia, parte de la prudencia política arquitectónica, a la
cual nuestros gobernantes son particularmente ajenos, nos lleva a
incursionar en la cuestión ambiental por tercera ve z .
La primera, fue hace muchos años en un s y m p o s i oo r g a n i z a d o
por “Oikos, Asociación para la Promoción de los Estudios T e r r i -
toriales y Ambientales” (6); la segunda, fue con motivo de un
C o n g r eso organizado por la U n i versidad de Mendoza, llamado
pomposamente, “Primer Simposio I n t e rnacional sobre ecología y
f i l o s o f í a ” (7).
____________
(2) Término hoy prohibido en Inglaterra, pues el D e p a rtamento de N e g o c i o s
Constitucionales ha ordenado su cancelación en los documentos: se los debe llamar g a y,
lesbianas y bisexuales, según leemos e n “ Omosessuale? P a rola offensiva”, artículo de G u i d o
S a n t e v ecchi en C o r r i e re della S e ra, Milano, 23/4/2006. El tema fue tratado en la cátedra
por nuestro colaborador Gabriel Maino y su trabajo: “La ley frente al fenómeno de la homo -
s e x u a l i d a d”, Buenos Aires, n ov i e m b re de 2003, inédito, puede consultarse en el I n s t i t u t o
de Filosofía Práctica de Buenos Aires, junto con los nuestros no publicados todavía. (3) Publicado en Diálogo, San Rafael, Mendoza, n.° 38, mayo de 2005 y en
V erbo, Speir o, Madrid, núms. 427-428, agosto-octubr e de 2004.
(4) Publicado en Ve r b o , Sp e i ro, Madrid, núms. 437-438, agosto-octubre de 2005.
(5) Publicado en las mismas r evistas en la Argentina, n.° 39, julio de 2005 y en
España núms. 435-436, mayo-julio de 2005. (6) “ La conservación”, O ikos, Buenos Aires, 1981. Nuestro trabajo fue también
publicado en La Nueva P rovincia, Bahía Blanca, en dos partes, e1 11/4/1982 y el
18/4/1982. (7) “ Ecología y filosofía ”, Edium, Mendoza, 1992. Entre las pintorescas anécdo -
tas del Congr eso recuerdo dos: después de cada jornada los expositor es hablaban breves
minutos, contestaban pr eguntas de los asistentes y podían debatir entre ellos. Nos tocó
el turno después de un pr ofesor de filosofía de Mendoza, el D r. N orberto Espinosa,
quien castigó al público con su curriculum universitario: había estudiado el idealismo
en Heidelberg, en Salamanca el tomismo con el gran dominico S antiago Ramírez, y en
otras famosas universidades que cier ta esclerosis hoy impide que r ecordemos; después
llegó nuestr o turno y cierto castigo para el fanfarrón: “N unca estudié en el extranjero,
no puedo exhibir los diplomas de D r. Espinosa; soy un indígena, pero no so y estúpi-
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I I .LAE C O LO G Í A E NLABI B L I A
Pe ro esta tercera vez, comenzaremos por la cuestión teológica,
obligados a refutar los graves er ro res de Antonio Elio Br a i l ov s k y
que aparecen en su obra “ La ecología y la Bi b l ia” (8), porque más
allá de la perspectiva filosófica de los problemas ambientales, exis-
te una visión teológica, que sin menospreciar la anterior, la eleva
y la abre a otra dimensión. Por eso, es necesario considerar el pro-
blema a la luz de los datos re velados que encontramos en las
Sagradas Escrituras. Así, como la perspectiva filosófica indaga en el “ l i b ro de la
n a t u r a l e za”, re p r esentado para nosotros en los vastos horizontes de
la pampa, que se transforman en los días diáfanos en una inmensa
bandera celeste y ve rde; la perspectiva teológica reflexiona a par t i r
del “ l i b ro de la Es c r i t u ra”, re p r esentado con nitidez en las noches
claras de nuestro cielo con cuatro estrellas: la Cruz del Su r.
El problema ambiental, el de nuestra morada t erre s t re, en lo más
e l e vado de la última perspectiva, la teológica , no debemos considera r-
l o desde el ángulo de la virtud de religión, parte potencial de la
justicia, que se re f i e re al culto debido por el hombre a Dios, como
____________
do”. Con lo cual Espinosa se curó lo suficiente, pues nunca más habló antes que nos -
otros, por que públicamente reconoció que tenía miedo de quedar otra vez descoloca-
do. La segunda, fue el último día, durante el cual los expositor es podíamos resumir lo
dicho o plantear una ampliación del tema. Optamos por lo último: una consideración
teológica, más allá de la temática del Congreso que era filo\
sófica. Y como citamos a San
F rancisco de Asís y su cántico a las criaturas, recibimos la crítica de un chileno, el Dr.
A ugusto Merino M edina, vinculado con el Opus Dei, quien cuestionó nuestras v ague-
dades poéticas, sosteniendo que había que ir a lo concr eto e interesar a las empresas eco-
nómicas en las cuestiones ambientales. La respuesta, que creo puso el\
Señor en nuestr os
labios, resonó como un latigazo: S an Francisco era considerado por muchos en su tiem -
po, incluso por algunos de su familia un pobre loco . Pero no olvide, Dr . Merino, que
también el cristianismo , según San Pablo, era en su tiempo, como cr eemos que lo es hoy,
“escándalo para los judíos y locura para los gentil es” (Pr i m e r a Epístola a los Corintios, 1, 23).
Lo que sucede es que mientras los judíos de ho y, más allá de la buena fe personal de
algunos, son los continuadores de quienes negaron a Cristo su carácter mesiánico, los
gentiles de ho y, ya no son paganos, sino nuev os bárbaros apóstatas.
(8) Planeta, B uenos Aires, 1993.
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principio absoluto de ser y de gobierno, sino desde el ángulo del
don de piedad, que lleva a la plenitud, a la justicia infusa y a sus vir -
tudes anexas y que se r e f i e re a Dios, no como Cr e a d o r, sino como
P a d r e.
Ahora bien, ¿cómo sabemos que Dios es nuestro P a d re? Por la
re velación de Jesucristo, quien nos dice que a todos los que re c i-
b i e ron al Verbo, “les dio el poder de hacerse hijos de Di o s” (Ju a n,
1, 12). Es Jesús quien nos compara a nosotros, padres terr e s t res, que
siendo malos damos cosas buenas a nuestros hijos, con el P a d re
Celestial, es quien nos recomienda rezar el P a d re nuestro y es
quien nos ilustra acerca de la solicitud y la misericordia divina a
través de la parábola del hijo pródigo, ese hijo que tenía una casa
a la cual re g re s a r, y un P a d re, Dios, que siempre lo esperaba y que
nos espera, también a nosotros, pecadores, con paciencia infinita
y los brazos abiertos. Y es San Pablo quien escribe: recibisteis un
espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡ Ab b a , Pa d re ! …
Y si hijos también he re d e ros (Ro m a n o s, 8, 15 y 17).
Entonces, este mundo, que es nuestra morada terrenal, será la
“casa del P a d re”. La familia, la profesión, la Patria, serán dones de
Dios. Habrá una hermandad universal concreta entre los hom bre s
anudada en torno a un P a d re común; porque no existe fraterni-
dad ve rdadera, real, sin paternidad. Y también habrá una especial
consideración del resto de las criaturas de Dios, a quienes en sen-
tido metafórico se pueden llamar “hermanos”. Entonces adquiere sentido y puede comprenderse la p ro f u n-
didad del mensaje de San Francisco de Asís:
“Loado seas, mi Se ñ o r, con todas tus criaturas
especialmente el señor hermano S o l
el cual es día y por el cual nos alumbras…
Loado seas, mi S e ñ o r, por la hermana luna y las estr e l l a s
en el cielo las has formado luminosas, y preciosas, y bellas.
Loado seas, mi Se ñ o r, por el hermano viento , y por el aire, y el nublado,
y el sereno, y todo tiempo , por el cual a tus criaturas das sustento.
Loado seas, mi S e ñ o r, por la hermana agua,
la cual es muy útil, y humilde, y preciosa, y casta.
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Loado seas, mi Se ñ o r, por el hermano fuego,
por el cual, alumbras la noche:
y él es bello, y alegre, y robusto, y fuer t e .
Loado seas, mi Se ñ o r, por nuestra hermana la madre tierra,
la cual nos sustenta y gobierna
y produce diversos frutos, con coloridas flores y hierbas” (9).
San Francisco fue un santo medioeval, pero su mensaje es para
s i e m p r e… es medioeval, moderno, contemporáneo… es un gran
motor para transformar el mundo. Por eso, y por más repugnancia que nos pr o d u zcan cier t a s
n o vedades, no se trata de ser “ a n t i m o d e r n o” (10), título poco feliz
de un libro del primer Maritain, más allá de lo valioso de su con-
t e n i d o . Se trata de discriminar, distinguir, jerarquizar las cosas.
Un modelo de la que debiera ser nuestra actitud ante las “ c o s a s
n u e va s ”, es Sa i n t - Ex u p é r y. Un hombre muy moderno en cie rt o s
aspectos: inv e n t o r, abierto a todos los adelantos de la ciencia y de
la técnica, entusiasmado por los pro g resos humanos… pero a la
vez conservador de esa cordura que lo lleva a reconocer en el avión,
en ese avión que quería y acariciaba como si fuera un caballo, un
i n s t ru m e n t o. Es un medio magnífico que a través del encuentro
con la noche, con las estrellas, con la bruma, con la tormenta, con
la lluvia, con el mar y con el desierto, lo conduce a pensar todos
los viejos problemas, a descubrir una ve rdad campesina.
____________
(9) “ San F rancisco de A sís. Escritos. Biogr afías. Documentos de la época”, B.A.C.,
Madrid, 1998, págs. 49/50.
(10) Como expresa M arcel de Corte, en su magnífico libr o “Ensayo sobre el fin de
nuestr a civilización ” dedicado a Gabriel M arcel: “no se trata aquí de ser ‘ antimoderno’
y pr econizar una vuelta al pasado: no se pide a un enfermo que vuelva a la edad que
tenía cuando estaba bien, sino de eliminar su mal y r ecobrar sus fuerzas. No se trata,
pues, de ser antimoderno, sino de salvar al mundo moderno, de insuflarle\
hábitos y cos -
tumbres sanas y viv as, de eliminar de su seno todo mecanismo de muer te. Eso no será
fácil. Hemos llegado a un punto en el cual la esclerosis de la vitalidad, la pérdida del
sentido de la comunión vital con el mundo y el r echazo de la piedad hacia las almas y
las cosas, no constituyen ya fenómenos simplemente negativ os que roen la sustancia
humana, dejando intactas algunas r eservas de vitalidad capaces de explotar ulteriormen -
te en un sobresalto de energía. La desvitalización está, al con\
trario, afectada por un índi -
ce positiv o que revela la v oluntad de engendrar un ‘hombre nuev o’ y una ‘ nueva civili -
zación ’, cuyo ensayo será incansablemente pr oseguido”, Fomento de Cultura Ediciones,
V alencia, sin fecha de edición.
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Para entender la amplia visión del escritor y piloto, hay que
superar toda miopía del espíritu; nos los enseña en C i t a d e l l e, cuan-
do se re f i e re a la plegaria de aquél, que marcha con lentitud y
e s p a r ce la semilla de trigo bajo las estrellas: “de la semilla saldrá la
espiga, la espiga se transformará en carne del hombre, y del hom-
b re saldrá el templo para la gloria de Dios… Para que la tierra se
haga basílica basta una semilla alada a merced de los vientos (11).
I I I .E
LGÉ N E S I S N O S P RO P O RC I O N A E L G R A N C R I T E R I O
P A R A E N C A R A R LAC U E S T I Ó N
Al culminar la Creación de todas las cosas, dijo Dios: “haga-
mos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra…
Creó pues Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Di o s
le creó, macho y hembra los creó. Y bendíjolos Dios, y díjoles
Dios: Sed fecundos y multiplicáos y henchid la tierra y sometedla;
mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo ani -
mal que serpea sobre la tierra” ( G é n e s i s, 1, 26 y 28).
En el mismo libro Dios encarga al hombre una misión en el
j a rdí n del Edén: labrarlo y cuidarlo (2,15); encargo que puede
entenderse extensivo al conjunto del planeta. El pecado original
a g reg a una nueva nota, y hace que la relación del hombre con la
tierra sea difícil: “maldito sea el suelo por tu causa; con fatiga saca-
rás de él el alimento todos los días de tu vida. Espinas y abrojos te
p rod ucirá. Y comerás la hierba del campo. Con el sudor de tu ro s-
t ro comerás el pan” (G é n e s i s, 3, 17/19).
El pecado original ha desordenado todas las cosas terr e n a sy, por
eso, San Pablo escribe en la Epístola a l os Ro m a n o s: “la creación fue
sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino por aquél que la
sometió… Pues sabemos que la creación entera gime hasta el pre-
sente y sufre dolores de par t o” (8, 20 y 22). La Biblia de Je r u s a l é n
comenta, en su primera interpretación, que el que sometió a la
c reac ión a la vanidad fue “el hombre por su pecado” (12).
____________
(11) CLXXXI, en Oeuvres, Gallimar d, París, 1965, pág. 885.
(12) Desclee de B rouwer, Bilbao, 1975, pág. 1621.
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Esto explica las catástrofes de la naturaleza física en un mundo
c r eado por un Dios infinitamente bueno y justo, en algunas de las
cuales, no hay participación directa del hombre : cataclismos, terre-
motos, maremotos, erupción de volcanes, etc. Vivimos en una tie-
rra que será re n ovada, de acuerdo con el Ap o c a l i p s i s, que pro m e t e
“un cielo nuevo y una tierra nueva ” .
Un italiano, Francesco Tomatis, profesor de filosofía teórica
en Salerno, con motivo del maremoto, de la hecatombe del tsu-
nami sufrida por ciertos países asiát icos a fines del 2004, en es-
pecial Sri Lanka y Tailandia, señala: “A través de la caída del
h o m b r e originario, la naturaleza misma, no sólo el hombre se ha
a p a r tado de Dios, volviéndose violenta, feroz, mortal, al contrario
de una presencia de Dios mismo en cada criatura como en el esta-
do paradisíaco”. Respecto al futuro, sostiene que se encuentra en
manos del hombre, quien con su libertad, “puede re c o n c i l i a r s e
con Dios, introduciendo consigo a Dios incluso a toda la natura-
l e z a ” (13).
La voluntad del Creador es que el hombre se ponga en con-
tacto con la tierra como señor y cuidador, no como explotador y
d e s t r u c t o r .
En nuestros días, muchas veces se desobedece ese mandato
divino, y por ello, Benedicto XVI, el 20 de abril de 2005, se
queja: “ Los tesoros de la tierra no están más al servicio de la edifica -
ción del jardín de Dios, en el cual todos puedan vivir, si no sir ve n
a las potencias de la explotación y de la destr u c c i ó n”; y durante
sus vacaciones, en las montañas del Valle de Aosta, después de
destacar la importancia que tiene el contacto con la naturale z a ,
en especial para quienes vivimos en las ciudades, “donde las con-
diciones de vida a menudo frenéticas dejan poco espacio al silen-
cio y a la re f l e x i ó n”, afirma que esa naturaleza, como mensajera
de la belleza, es “un maravilloso libro al alcance de todos gr a n d e s
y pequeños .En contacto con la naturaleza, la persona encuentra
su justa dimensión, se verifica criatura pequeña, pero al mismo
tiempo única, ‘capaz de Dios’, porque interiormente está a b i e rta al
____________
(13) Citado por P aolo Conti, en su ar tículo “Non ha colpito il Dio castigatore
ma una natura non ancora per fetta”, en Corrier e della Ser a, Milano, 29/12/2004.
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infinito; en la naturaleza el hombre ve el reflejo de la belleza y de la
bondad del Cre a d o r” (14).
Incluso, el Catecismo de la Iglesia Ca t ó l i c a, ha recogido esta
doctrina que viene del principio de los tiempos: “el séptimo man-
damiento exige respeto de la integridad de la creación. Los anima-
les, como las plantas y los seres inanimados, están naturalmente
destinados al bien común de la humanidad pasada, presente y
futura… El dominio concedido por el Creador al hombre sobre
los seres inanimados y sobre los seres vivos no es absoluto; está
regulado por el cuidado de la calidad de la vida del prójimo,
i n c l u yendo la de las generaciones venideras; exige un respeto re l i-
gioso de la integridad de la c re a c i ó n” (15).
Este fue el espíritu teocéntrico del primer ambientalismo o ecolo -
g i s m o: el hombre era una especie de delegado de Dios, de admi-
nistrador de bienes que no eran suyos en sentido estricto; de su
gestión y del uso que de ellos hiciera debería dar cuenta algún día
al Dueño y Se ñ o r, en el día del juicio par t i c u l a r, ese juicio que
tememos, en el cual no servirá de nada nuestra retórica abogadil,
en el cual no existe la doble instancia, y por consiguiente, ningu-
na posibilidad de apelación.
I V. U
N A N U EVA R E L I G I Ó N S E C U LA R
Pe ro en los últimos tiempos ese espíritu cambió en forma
radical y en esta época en la cual los ídolos pululan “ha surgido
una enorme fuerza o movimiento para sacralizar la naturaleza en
____________
(14) C o r r i e r e della S e ra, Milano, 18/7/2005. Como bien señala el escritor para-
g u a y o Augusto Roa Bastos, “ahora reina el hombre de la decadencia que ha delegado su
poder en autómatas, que ha vendido su sabiduría a la insaciable lujuria del lucro, que se
jacta del desprecio de lo humano y ha entronizado su imagen artificial y vacía en los san-
tuarios de laboratorios y usinas. El proceso ha llegado a sus límites, sin que los gobier-
nos ni los grandes complejos industriales se hayan preocupado de encontrar antídotos
contra la destrucción del ambiente, base insustituible de las especies vivas. La ecología se
l e v anta contra esta condena aparentemente fatal. Y apela en primer término a la cultu-
r a ” (“ Ecología y cultura ante el nuevo milenio”, en La N a c i ó n, Buenos Aires, 28/3/93).
(15) P arágrafo 2415, Confer encia Episcopal Argentina, Buenos Air es, 1993,
pág. 596.
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todas sus formas: océanos, ríos, bosques tropicales, tierras panta-
nosas, montañas, murciélagos (16) y garzas, elefantes, ballenas y
r i n o c e rontes blancos, además de otras especies y re c u r s o s”.
En este tiempo de l o b b i e sel ecologismo se ha hecho podero-
so: Gre e n p e a c e, los Amigos de la Tierra, el Club de Roma y otr o s ,
p e r o como afirma Paul Johnson, es mucho más que eso: “ es una
f o r ma de religión. Sus seguidores… muestran todos los signos del fer -
vor religioso… adoptan una nueva forma de panteísmo. Ésta llena el
vacío en sus corazones y en sus almas. Se consideran estrictamen-
te razonables y científicos al exponer sus visiones apocalípticas
a c e rca de la tierra devastada por el efecto in ve r n a d e ro, la lluvia
ácida y el calentamiento del globo… P e ro en realidad no son más
sensatos que los antiguos israelitas quienes, mientras Moisés esta-
ba en la montaña comunicándose con el ve rd a d e ro Dios, hacían
un becerro de oro y danzaban en torno de él” (17). Y de aquí surgen una serie de re g resiones propias de nuestro s
días: del culto de adoración a la Pachamama, hasta la pr o c l a m a-
ción de los derechos de los entes infrahumanos. Y así en los Estados Unidos aparece como nueva disciplina
jurídica el derecho animal, se edita la revista Animal Law, Ga ry
Francione, profesor de derecho animal de la U n i versidad Ru t g e r s
sostiene que deberían exigir por vía judicial que “los gorilas deben
ser declarados ‘ p e r s o n a s’ de acuerdo a la Constitución” en tanto
una abogada de la Animal Legal Defense F u n d, ALDF, señala que
____________
(16) N uestra defensa de los murciélagos contra la v oluntad exterminadora de la
patrona de “San J oaquín”, quien manda en el casco de la estancia, aparece documenta -
da en el artículo: “U na lectura de ‘Camperas ’ del Padre Castellani ”, publicado en los
Anales de la Fundación Francisco E lías de Tejada, M adrid, año VI, 2000, pág. 262, per o
eso no nos conduce a la adoración de esos bichos, útiles, pero r epugnantes. Con mayor
razón defendemos a los sapos, que tampoco son lindos, pero los cuales, en una curio-
sa asamblea zoológica, a la cual hace alusión el gran sacer dote y escritor argentino, fue-
ron declarados los más vir tuosos, por las razones que expuso el Tero: “el S apo soporta
con paciencia la fealdad y la ab yección que le dio el cielo; él es inerme, limpio, come-
dido, amigo de los pobres; él no se mete con nadie; él agradece a Dios con su pobr e
cantito sin gracia la lluvia que le manda; él limpia los jardines de alimañas y r ecibe en
pago cascotazos de los chicos y patadas de los grandes…” ( “Camper as, bichos y personas ”,
D ictio, Buenos Aires, 1976, págs. 116/117).
(17) En busca de Dios, J avier Vergara E ditor, Buenos Aires, 1996, págs. 95/6.
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ella y sus colegas, han dejado de consumir productos alimenticios
de origen animal, y explica: “hemos asumido el compromiso de
no comernos a nuestros clientes” (18).Pe ro la inversión del orden natural, en lo tocante al señorío
del hombre respecto a los animales, se extiende a ámbitos insos-
pechados, y así Br a i l ov s k y, sostiene que “el Talmud afirma que si
los animales fueron creados antes que el hombre, son sus ma-
yo res y deben comer primero” (19). O sea que la merluza, la
p e rdiz, el pollo, el cerdo, el co rd e ro, el novillo, no son para el
h o m b r e, sino que es el hombre para estos nobles brutos. P o b re s
n o s o t r os cristianos; ahora tenemos dos especies de hermanos
m a yo res: los judíos (20) y los animales.
V. S
A NFR A N C I S C O D EAS Í S C O N T R ASA N T OTO M Á S D EAQU I N O
Y C O N T R A E L
ME D I O EVO
Pe ro aquí no terminan los desvaríos de Br a i l ov s k y, quien
detesta al mundo medioeval (21), con algunas excepciones que
confirman la regla, y así, escribe: “para el hombre religioso de la
Edad Media, la naturaleza no existe, no debe existir… la E u ropa
____________
(18) G
LABERSONWILLIAM, “Abogados para los animales ”, en La Nación, Buenos
Air es, 31/8/1999.
(19) Ob. cit., pág. 107.
(20) N osotros consideramos que nuestros hermanos mayor es en la fe son los
patriar cas y los profetas, los reyes Salomón y David, San J uan Bautista y los judíos, var o-
nes y mujer es, que aceptaron a Cristo; nos negamos a r econocer como hermanos mayo-
r es a quienes entonces no lo recibieron, lo negaron, lo juzgaron en forma escandalosa y
lo matar on; tampoco reconocemos a los seguidor es de éstos hoy. Unos y otr os, son
como los hermanos may ores de José —figura de Cristo—, a quien v endieron a los mer -
caderes ismaelitas por veinte monedas de plata y engañaron a su padre J acob, degollan-
do a un cabrito y tiñendo su túnica en sangr e, para que creyera que su hijo amado había
sido dev orado por alguna fiera ( Génesis, 37, 28/33). La venta de un inocente anticipa
la traición y el negocio de J udas.
(21) En un artículo publicado en La Nación, Buenos Air es, titulado “E l ambien-
te en el gueto medieval ”, describe así las magníficas ciudades del Medioevo (basta visitar
algunas bien conser vadas, como Carcassonne, en Francia, para admirarnos): “La ciudad
medieval es sucia y oscura. N adie levanta la basura que se acumula en las calles. Esta
ciudad no tiene espacios v erdes y en ella hay muy pocos sitios abiertos ”.
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m e d i e val encuentra peligrosamente sensual la tibieza del sol, el
rumor de los arroyos, el canto de los pájaros, el crujido de las
hojas de la espesura ” .
D e lo genérico pasa a lo específico, y se la agarra con Santo
T omás de A quino, quien sigue a Aristóteles: “ el contacto con la
naturaleza no le impor ta en lo más mínimo. Tomás llega a Dios por
el razonamiento, la suya es una teología de silogismos y teor emas,
en los que demuestra, fría y minuciosamente, que el mundo no
puede ser eterno, sino que hay un Dios que ha creado esa naturale-
za de la que él escribe con la misma asepsia que su maestro ” (22).
Ante esta especie de monstruo, he re d e ro de otro monstru o ,
Aristóteles, aséptico, incoloro, inodoro e insípido, enemigo del sol
y de las estrellas, de las flores y de los bosques, de los arroyos y de
los animales, surge la figura de San Francisco de Asís, quien,
según Br a i l ov s k y, “da vuelta la concepción cristiana de la natura-
l e za. Retorna al Dios de los Sa l m o s , a la sensualidad del encuentro
con la creación, que sólo puede ser percibida con el cuerpo que
Dios dio a los hombres, al igual que el resto de las criaturas” (23). ¡ Po b re Br a i l ovsk y! ¡Hasta dónde llega su ignorancia culpable!
¿ N o sabe acaso, que cuando Aristóteles quiso hacer el encomio de
la justicia legal, la comparó con las estrellas? Leemos en la É t i c a
N i c o m a q u e a , “que ni la estrella de la tarde ni el lucero del alba son
tan maravillosos” (24). ¿ No sabe este burro, que Aristóteles fundó el Liceo, en los jar-
dines de Academo, y que a sus miembros se los llamaban “ p e r i p a-
t é t i c o s ”, porque las clases se impartían cuando eran pocos pasean-
do por ellos, por senderos rodeados de plantas y flor e s ?
¿ N o sabe acaso este mentecato, que con la colaboración de sus
discípulos escribió la “ Historia de los animales ? ” .
Y respecto a Santo Tomás, podría haberse tomado el trabajo
p ropio de un hombre serio, de consultarlo de primera mano, y
en ese manual, que se llama la Suma Te o l ó g i c a , con re f e rencia a la
c reación, habría leído lo siguiente:
____________
(22) Ob. cit., págs. 111 y 110 r espectivamente.
(23) Ob. cit., pág. 112.
(24) L.V , 1, Ed. Porrúa, México, 1967, pág. 59.
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El tercer día se elimina el estado informe de la tierra… “q u e
c a rec ía del debido ornato, el cual le viene a la tierra de las plantas
de que se viste” (25). Pe ro vestida la tierra, entre muchas otras maravillas, con esos
lirios del campo, cuyo ropaje que no tuvo Salomón en la plenitud
de su gloria, como compara el Evangelio, continuó Dios la obra
de ornato: “el cuarto día son producidos los astros que se mue ve n
en el cielo y son su ornamento; el quinto las aves y los peces para
adorno del aire y del agua y el sexto los animales que se mue ve n
en la tierra y son su adorno” (26).
El hombre es colocado en el Paraíso, “cuya palabra griega se
traduce en latín por huer t o”, como escribe San Is i d o ro en sus
Etimologías (27). Y el Paraíso, según San Juan Damasceno, a
quien cita el Aquinate, es un lugar “ s o b resaliente por aire templa-
do, suave y puro, adornado siempre profusamente por plantas flo-
r i d a s ” (28).
Las palabras propias o citadas: ornato, vestido, ornamento,
adorno, aire templado, suave y puro, plantas floridas, man ifies-
tan la voluntad del Creador de engalanar, embellecer, decorar
la tierra, el agua y el aire; todo esto nos muestra más allá del par -
ticular lenguaje de cada uno, que sir ve para mostrar la riqueza
y singularidad de dos almas grandes, distintas y complementarias,
la profunda coincidencia entre Santo Tomás de Aquino y Sa n
Francisco de A s í s, todo lo que Br a i l ovsky es incapaz de per c i -
bir; pero los hombres como él no tienen remedio: su ceguera
consiste en que no quieren ver; su sordera, en que no quie-
ren oír.
____________
(25) I, q. 69, a. 2, en Ed. B.A.C., Madrid, 1959, t. II-III, pág. 1051.
(26) I, q. 70, a. 1, ed. cit., págs. 1056/1057.
(27) L. XIV , C. 3, B.A.C., M adrid, 1951, pág. 339. Allí, San I sidoro señala que
P araíso en hebr eo significa Edén, delicias, en nuestra lengua castellana, “pues es abun-
dante en todo género de árboles fructíferos… no hay allí frío ni calor , sino constante
templanza del aire”. (28) 1, q. 102, a. 2, Ed. B.A.C., Madrid, t. III (2.°), pág. 704.
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V I .ELT E M A D E LO SA N I M A L E S
Santo Tomás señala que los animales son “ a d o r n o” de la tie-
rra, como las aves lo son del aire y los peces del agua. Se trata de un tema que debemos comenzar con un planteo
c o r r ecto como lo hace el Doctor Angélico, quien, en la Suma con -
t r a gentiles , destaca el orden de la creación; la cita es larga, pero
vale la pena: “ Las criaturas racionales son gobernadas para ellas mis -
mas y las demás para las r a c i o n a l e s. El fin último del universo es
Dios, a quien sólo la criatura racional puede alcanzar en sí mismo,
conociéndolo y amándolo. Luego únicamente la criatura racional
es buscada por sí misma y las demás por ella… El comport a m i e n -
to de cada cosa r e vela su condición natur a l… La sustancia intelec-
tual se sirve de todas las cosas en orden a sí, bien para per f e c c i o-
nar su entendimiento, puesto que en ellas busca la ve rdad, o bien
para ejercitar su virtud y desarrollar su ciencia o también para el
mantenimiento de su cuerpo” (29). ¡ Mag nífico texto que muestra el orden mental de S a n t o
Tomás, del cual Br a i l ovsky carece! (30). Simple, claro, lógico:
Dios Creador en primer lugar, la criatura humana creada a su
imagen, en segundo, única capaz de conocerlo y amarlo; el re s t o
de las criaturas al servicio de ella, para perfeccionar su entendi-
miento, ejercitar la virtud, desarrollar la ciencia y alimentarse (31).
____________
(29) L. III, C. 112, B.A.C. M adrid, 1968, t. II, págs. 437/439.
(30) Creemos que B r a i l ovsky está muerto, pues si no lo estuviera sería invitado a
nuestra U n i versidad Católica para confundirnos un poco más, en una perfecta aplica-
ción del argumento a fort i o r i , en su expresión a maiore ad minus : si se ha invitado a
Gianni Vattimo, relativista absoluto, sodomita declarado, ateo militante, es r azo n a b l e
que se invitara a Br a i l ov s k y, sólo ignorante, confusionista y macaneador. Como hemos
e x p resado a nuestros alumnos hubiera sido preferible, dentro de la locura, invitar a los
m i n i s t r os de nuestra Corte S u p rema, Eugenio Za f f a roni, sodomita público, pero que no
se mete con Dios, o Carmen Argibay, la desaparecida aparecida, atea militante, pero que
manifiesta haber tenido varios novios pese a su cara… además, al menos, son argentinos. (31) Es la doctrina expuesta en el Catecismo de la Iglesia Católica: “Los animales
son criaturas de D ios, que los rodea de su solicitud pro videncial. Por su simple existen-
cia, lo bendicen y le dan gloria…” (2416); y en el parágrafo \
2417: “D ios confió los ani-
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Por respeto a este orden, el ve r d a d e r o ecologismo debe ser “inte -
g r a l” ; es bueno ocuparse del resto de las criaturas, pero es mejor
todavía ocuparse del hombre y de sus instituciones naturales; este
es el lugar para repetir lo expresado por Francis Fukuyama en un
a r tículo publicado en el C o r r i e re della Se ra, que aparece como
capitel de este trabajo: “Alterar los genes de las plantas contamina
sólo aquello que comemos y que cultivamos; alterar nuestros pro-
pios genes contamina lo que somos. ¿Sa l var la naturaleza?, comen-
zad por la humana ” .
P or eso leemos en los Salmos: “todo lo pusiste bajo sus pies:
todas las o vejas, los bueyes y demás bestias del campo ” (12,18), a lo
cual comenta S anto Tomás: con ésto “se refuta el err or de quienes
afirman que el hombr e peca si mata a los animales brutos, pues,
dentr o del or den natural, la pro videncia divina los ha puesto al ser-
vicio del hombr e. Luego el hombre se sir ve justamente de los mis-
mos matándolos o empleándolos para otra cosa. P or eso dijo el
S eñor a N oé: ‘Cuanto viv e y se muev e os servirá de comida, como
también toda v erdura’ (Génesis, 9,3). Mas si en las Sagradas Escri-
turas se encuentran ciertas prohibiciones de cometer crueldades con
los animales como la de no matar el ave con crías (32), ello obede-
____________
males a la administración del que fue cr eado por él a su imagen. Por tanto, es legítimo
servirse de los animales para el alimento y la confección de vestidos. S e los puede
domesticar para que ayuden al hombr e en sus trabajos y en sus ocios. Los experimen -
tos médicos y científicos en animales, si se mantienen en límites raz onables, son prác-
ticas moralmente aceptables, pues contribuy en a cuidar o salvar vidas humanas”, en ed.
cit., pag. 597.
(32) H ace años en nuestro campo “San J oaquín”, el hijo de un invitado, filósofo
del der echo mendocino, hoy con pr oyección internacional, quien tenía un afinado sen -
tido de la propiedad en general, y a la v ez un particular celo por la suya privada, deci -
dió salir a cazar liebr es. Nos negamos a acompañarlo, con una simple razón que en el
momento no entendió: somos ecológicos. D e la partida fueron algunos hijos y sobri-
nos, que me contar on el siguiente diálogo: El invitado: yo v oy a tirar y ustedes no, por-
que la escopeta es de mi papá y él compró los car tuchos. Y recibió la respuesta de nues-
tra sobrina la “Galletera ”: pero el campo es de mi tía M echa. Buen argumentador con-
testó el visitante: “ pero los animales silvestres son comunes; así que sólo tiro y o”.
V olvieron con una liebre muerta y como no sabían cuerearla se lo pidieron al malogra-
do “N egro” Olivera, un recor dado peón, hombre bueno, de singular inteligencia y bas -
tante mal carácter , asesinado vilmente años más tar de por ser testigo de un robo. Allí
advirtieron que la liebr e estaba preñada y esperaba varios pichones; entonces llegó el
momento de exponerles mis raz ones: Ven ahora por qué no los acompañé. Es época de
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ce a apartar el ánimo del hombre de practicar la crueldad con sus
semejantes, no sucediera que alguien, siendo cruel con los anima-
les, lo fuera también con los hombres…” (33). Finalmente, otra consideración importante hace S a n t o
Tomás: “Únicamente la criatura racional es dirigida a sus actos,
no solo atendiendo a la especie sino también al individuo. A la
criatura racional le compete proveer y gobernar a los demás”. P o r
eso leemos en los Sa l m os: “¿Quién es el hombre pues te acuer d a s
de él? (8,5) y en la Carta de San Pablo: “¿Acaso tiene Dios cuida-
do de los bueyes?” (I, 9, 9). Por eso concluye el Aquinate: “ D i o s
cuida al hombre no sólo en cuanto a la especie, sino en cuanto a la
persona, al individuo” (34). Po r que Dios crea a los hombres como personas, no para que des -
a p a re zcan en el N i rvana sino con un destino: integrar con Él y con
los otros hombres una comunidad en la que reine la amistad que en
su más alta forma se llama caridad, que comienza aquí, en el tiem -
p o , y concluye en la vida et ern a.
____________
veda de la caza, por que los animales se reproducen. La historia acabó peor: después de
varios días la liebre se pudrió porque ni siquiera se la comieron… con lo cual afectar on
su propia dignidad humana, pues como señala el Catecismo de la Iglesia Católica, en su
parágrafo 2418, “ es contrario a la dignidad humana hacer sufrir innecesariamente a los
animales y sacrificar sin necesidad sus vidas ” (pág. 597).
(33) L. III, C. CXII, B.A.C., Madrid, 1968, págs. 438 y si gs. Si e m p re nos viene
al r e c u e rdo el comentario del dueño de un v ive ro, donde comprábamos pequeños
árboles para plantarlos, cuando nuestros hijos eran chicos: “lo felicito, señor, porq u e
enseñándoles a ser buenos con las plantas, lo serán en ma yor medida con los animales
y con los h ombre s”. Gracias a sus cuidados en los primeros tiempos, de aquellos que
s o b r e v i v i e ron a una tierra avara, a los vientos y a las sequías, e incluso a veces, a l exc e-
so de agua, algunos son hoy majestuosos y buscan el cielo, como si fueran llamados
desde las alturas. (34) L. III, C. CXIII. E d. cit., págs. 442 y sigs. Brailo vsky en un artículo titula-
do “ Maimónides, el sabio de Cór doba”, se refiere al pensamiento del médico judío, lleno
en este caso de sensatez: “P ara Maimónides existen los derechos humanos, pero que la
idea de que los animales tengan derechos le r esulta inconcebible. Con respecto a los ani-
males ‘ se trata de una P rovidencia que vela por las especies y no por los individuos ’…
Sobr e los animales y vegetales, se trata de preser var las especies y las poblaciones de cada
especie por las funciones que cumplen en la naturaleza ”, en La Nación, Buenos Aires,
29/7/95. Como podemos apreciar , es notable la coincidencia con S anto Tomás de
Aquino en este tema.
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V I I .UNM U N D O S I N A N I M A L E S
Como afirma Santo Tomás y lo hemos citado, los animales
han sido creados para engalanar la tierra; ahora bien ¿cómo sería
un mundo sin animales? Un escritor judío contemporáneo, que no es un macaneador
periodístico, como Br a i l ov s k y, sino un escritor agudo y ocur re n t e ,
llamado Amos Oz, ha escrito una hermosa fábula para grandes y
chicos: “ De un tra zo en la espesura del bosque ” .
El argumento es sugestivo: Dios ha querido castigar la ausen-
cia de amor, la ingratitud de los habitantes de un pueblo. P e ro no
lo ha destruido como hizo con Sodoma y Gomorra; el castigo
aquí fue hacer salir a los animales del lugar, llevándoselos con Él:
“desde ese día el pueblo está melancólico y mudo. P a rece malde-
c i d o . Los peces no nadan más en las aguas del torrente; los gatos
no se revuelcan más al sol; las mansas ovejas no pacen más en la
hierba del campo; de los establos ha desaparecido aquel buen olor
que regala un sentido de paz en las largas tardes de invierno. El
silencio es profundo: no se escucha un rebuzno, un mugido, un
canto de los pájaros para anunciar la primavera. Los chicos que
han nacido después de aquella noche fatal, no conocen los anima-
les más que por los dibujos que en la escuela hace la maestra o por
la pequeña estatua re c o rtada en el leño de un viejo pescador; los
adultos dan respuestas e va s i va s” (35).
El pueblo se encuentra sumergid o en la tristeza y en el mal. Y son
dos chicos, Maya y Miti, quienes un día abandonan el pueblo y pene -
t r an en el bosque en busca del bien y de la alegría (36), hasta que de
____________
(35) “Il P aradiso perduto di Oz: U n mondo senza animali ”, artículo de Giorgio
M otefoschi, en Corriere della Ser a, Milano, 18/10/2005.
(36) Los niños son expresión de pureza e inocencia; desde H eráclito, cuando los
pone como ejemplo de algo ver dadero, hasta Saint-Exupéry, quien hace hablar a ese
chico que llev a en su corazón; en ambos casos, la contraposición es con las “ personas
mayores”, que han olvidado su niñez. Pero es Cristo quien nos da la clave divina: nadie
podrá entrar en el reino de los cielos, si no se convierte y vuelve a sus sentimientos ori-
ginarios: “Y o os asegur o: el que no r ecibe el reino de Dios como niño, no entrará en é l”
BE RNA R DI NO M O N T E J A NO
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i m p roviso, después de un largo caminar, encuentran un mur o ,
detrás del cual escuchan extraños r u m o res. Allí están los animales;
un hombre anciano con las sienes blancas y una sonrisa dulcísima
a p a rec e en el medio del jardín y los invita a permanecer con Él:
“es Dios, que una noche —como a los justos de Sodoma— ha lle-
vado fuera del pueblo a los animales. Es Él, quien llevando fuera
a los animales, ha cancelado del poblado la inocencia y la vida. Es
Él, en fin, que cada noche desciende de la montaña y va a espiar
a las familias que cenan, a los padres que leen libros a sus hijos
antes de dormir, a las madres que velan el sueño… P o rque D i o s
aun cuando mira a otra parte, aun cuando está dolorido por los peca -
dos del hombre, tiene una inmensa nostalgia del hombre. Y, a la
noche va a buscar l o”. Así concluye la fábula. “Ahora, Maya y Mi t i
deben vo l ver al pueblo. Relatarán aquello que han visto y sentido.
Y tal vez, en el pueblo, se abrirá un corazón nuevo” (37). Todo esto rezuma ternura y salud. Nada tiene que ver con las
Asociaciones Protectoras de Animales ni con las declaraciones de
sus absurdos derechos (38), empezando por la ridícula elaborada
por la UNESCO, cuyo primer artículo dice: “Todos los animales
nacen iguales ante la vida y tienen los mismos derecho a la exis-
t e n c i a ”. En t re el resto de la declaración, elaborada por “hijos del
a s f a l t o ”, que nunca vivieron en el campo, el bosque, la selva, la
sierra, la montaña o el mar, escogemos lo más saliente: Art. 2.º inc.
b): El hombre… tiene la obligación de poner sus conocimientos
____________
(Mar cos, 10, 15). Como comenta Hans U rs von Balthasar: “Es indudable que para J esús
el estado de la primera infancia no es algo éticamente indifer ente y sin importancia; al
contrario, los modos del ser del niño, ya pasados y sepultados en el \
olvido para los adul -
tos, señalan una zona imaginaria en la que todo discurre hacia lo recto, lo ver dadero y
lo bueno, un refugio cálido y seguro, que no puede devaluarse… sin\
o que muestra más
bien una esfera del estado de santidad originaria ” (“Si no os hacéis como este niño ”,
Herder , Barcelona, 1989, pág. 14).
(37) M
ONTEFOSCHI, artículo citado .
(38) H ace años —y en contra de la opinión de Werner Goldschmidt y otros,
quienes en la línea de Pitágoras, Empédocles, Séneca, U lpiano, Picard, reconocen per-
sonalidad a los animales, transformados, para el primero, en sujetos de derechos—
escribimos un ar tículo titulado: “El sujeto del der echo ¿podría hablarse de un derecho de
los animales? ”, publicado en Universitas,n.° 10, Buenos Air es, julio de 1969, págs. 51
y sigs. En estos días el error se r epite con nuevos atavíos lingüísticos.
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al servicio de los animales; c) Todos los animales tienen derecho a la
atención, a los cuidados y a la protección del hombre; Art. 4.° a):
Todo animal perteneciente a una especie salvaje tiene derecho a vivir
l i b re en su medio ambiente natural, t erre s t re, aéreo o acuático y
r e p roducirs e; b) Toda privación de libertad, incluso aquella que
tenga fines educativos, es contraria a ese derecho; Art. 7.°: Todo ani-
mal de trabajo tiene derecho a una limitación razonable del tiempo
e intensidad de trabajo, a una alimentación reparadora y al re p o s o ;
A r t. 10.° a): Ningún animal debe ser explotado para espa rc i m i e n t o
del hombre; b) Las exhibiciones animales son incompatibles con la
dignidad animal; Art. 14, inc. b): Los derechos del animal deben ser
defendidos por la Ley, como lo son los derechos del hombre” (39). Quisiéramos ver a estos legisladores de laboratorio y de ope-
reta, recorriendo el campo entre nubes de mosquitos o tábanos, o
picados por invisibles jejenes; quisiéramos verlos atacados por un
puma o un tigre; quisiéramos olerlos meados por un zorrino o
picados por una serpiente yarará; quisiéramos verlos perseguidos
por un enjambre de avispas o si van montando una yegua, ser aco-
sados por un padrillo calentón. Además, si todo esto se cumpliera y debiéramos respetar el
d e r echo de los zo r ros, ¡adiós c ord e ros y pollitos! Si debiéramos re s-
petar el derecho de las ratas, ¡qué difusión de triquinosis entre los
chanchos, no podríamos comer chorizos secos! Si debiéramos re s-
petar el derecho de la mosca de los cuernos, ¡pobres toros y va c a s ,
cuánto aumentaría su estrés! Si el artículo 10.° tuviera vigencia,
¡adiós al circo de nuestra infancia con sus leones, tigres, elefantes,
monos y caballos que daban magníficos espectáculos! (40). ¡Adiós
____________
(39) Clarín, Buenos Aires, 28/4/2000.
(40) En California, Estados Unidos, Mark Oliver Gebel, célebr e domador de ele-
fantes del circo Barnum, fue procesado ante un tribunal penal por haber usado violen-
cia contra la elefanta Asia, de cuatr o toneladas, que adiestraba desde hace 12 años.
C uando la “ pequeña” rehusó mo verse en un ejercicio, el acusado le pinchó la pata con
un arpón de un metro, lo que le pr odujo un hematoma. La defensa argumentó que,
dado el tamaño de la “ víctima”, esto era similar a una inyección con una aguja, en un
ser humano . Pero los acusadores invocaron “ daños psicológicos graves”, sufridos por la
elefanta, constr eñida a exhibirse por el terror de sufrir nuev os castigos (A
LESSANDRA
FRARKAS, “Domatore a pr ocesso per molestie ”, en Corrier e della S era, Milano, 19/12/
2001). P or desgracia no sabemos cómo acabó este pintor esco proceso.
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a las carreras de caballos, incluidas las cuadreras y las sortijas, a las
c a r reras de galgos! Y no hablemos de espectáculos, que en lo per-
sonal nos disgustan, como las corridas de toros y las riñas de
gallos, aunque debemos reconocer que en el primer caso, el toro
tiene más posibilidades de subsistir que en el matadero.
V I I I .U
NR E S U M E N D E N U E S T R A P O S I C I Ó N
Para ir concluyendo intentaremos resumir lo que pensamos
para eliminar todo equívoco, toda duda. Respetamos a las criaturas de Dios, compartimos el orden entre
ellas, señalado por la inteligencia de Santo Tomás de Aq u i n o, y nues -
t ro corazón late cerca de San Francisco de A s í s.
Al estar cada vez más cercanos a los animales, los comp re n d e-
mos mejor, los queremos más, verificamos la ve rdad de la quinta
vía de Santo Tomás, que es vía, camino y no demostración cientí-
fica para llegar a Dios (41).
____________
(41) En la Estancia “San Joaquín”, en cuyo casco conviven pacíficamente perros,
gatos y charitos (pichones de ñandú), sapos, ranas, una mulita y pájaros silv estres que
anidan en sus árboles y hasta en las enr edaderas de la gran galería, en ese lugar en el cual
gozamos de la fidelidad de un perro como “Matr ero” y de la increíble bondad e inteli-
gencia de nuestro caballo “P egaso”, cuando recorr emos el campo comprendemos, como
escribía S anto Tomás, que existe “ un ser inteligente que dirige todas las cosas naturales
hacia su fin y a éste llamamos Dios ” (“Suma Teológica ”, 1, q. 2, 3, ed. B.A.C., M adrid,
1957, t. I, pág. 121); allí comprobamos la vigencia de la ley del fomes, cuando los toros
montan a las v acas que se encuentran en “ servicio”, con menos entusiasmo que otr os
por los r esultados, los comprados a los monjes trapenses de P ablo Acosta, que tal vez
no entendieron que la templanza era para los monjes que los criaron y no para ellos. Y
¿quién pr omulgó la ley del fomes , que es natural entre los animales y que nunca se publi -
có en ningún boletín oficial?; además cuando intentamos extraer la miel y observamos
la magnífica organización de las colmenas, la división de funciones y del trabajo, la
heroica defensa de esas abejas que vigilan en las murallas de la “ piquera” para lanzarse
contra cualquier intruso o usurpador, y que se las ingenian para picarnos por más más-
caras, guantes y trajes de apicultor que llevemos, nos preguntamos: ¿Quién las organi-
za? ¿Quién las hace tan laboriosas y pr evisoras? ¿Quién les impuso el gobierno siempr e
monár quico y el régimen de monarquía electiv a? ¿Quién las mueve a ese proceso de
selección que llev a a una única autoridad? ¿Q uién las mueve a regular las poblaciones
que disminuyen en invierno y se incr ementan a partir de la primav era? ¿Quién las
mueve a ejecutar a los zánganos, que una vez cumplido su tar ea en el vuelo nupcial, se
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Sostenemos los deberes que los hombres tienen respecto al
cuidado de la naturaleza física, del medio ambiente, de los suelos,
de la flora, de la fauna si lve s t re, de los animales domésticos.
Negamos, sin embargo, todo derecho a los entes infrahuma-
nos. P e ro entonces, ¿quién tiene el título para exigir el cumpli-
miento de esos deberes? Lo tiene el poder político respecto a los
p a rt i c u l a r es y es por eso, p. ej., que existe SENASA, el Se rv i c i o
Nacional de Sanidad Animal, que controla, con más o menos efi-
cacia, entre otras cosas, la vacunación contra la aftosa. Pe r o también ese Poder tiene deberes en ejercicio de la pru-
dencia política arquitectónica, que muchas veces no practica: y
así, ¿cuánto costó al país el cese de la vacunación contra la afto-
sa dispuesto por un ex alumno de esta casa, durante el gobierno
del infeliz de la Rúa? Lo que no se sabe o ya se olvidó que dicho
cese fue acompañado por otra medida absurda: obligar a va c u-
nar contra la brucelosis, enfermedad imposible de erradicar, con
m a y or costo para los pr o d u c t o res, pero que era una forma de
seguir manteniendo toda la estructura que debería haber desapa-
re c i d o .
Lo mismo sucede con las papeleras. Los bosques que p re p a r a n
la materia prima en el Uruguay no cr e c i e ron en un día. Y ¿qué
pensaban nuestros gobernantes? ¿Que con tal volumen de madera
iban a fabricar escarbadientes? ¿Por qué no se quejaron desde el
principio? P o rque no tienen providencia, parte cuasi integral de la
p rudencia. Más que gobernantes son historiadores que mar c h a n
s i e m p r e detrás de los sucesos. Son grandes irresponsables (42).
____________
convierten en inútiles y molestos habitantes de la colmena, parecidos como dos gotas
de agua a muchos empleados públicos? Y pasando a otro tema, ahora que nos dedica-
mos a los hongos, ¿quién dispuso que sólo en la pampa húmeda existan más de 100
especies de hongos, algunos comestibles de tres tenedores, otros de dos, algunos dudo -
sos, otros tóxicos y unos pocos mortales? La respuesta para los tr es casos es la misma
para todo observ ador imparcial y objetiv o: sólo Dios.
(42) Aquí nos referimos a Alfonsín, M enem, de la Rúa, Duhalde y Kichner.
E xistió una solución antes de que comenzaran a construirse las papeleras: erigirlas a 40
kilómetr os al Sur de F ray Bentos, en la desembocadura del Río N egro y en una región
despoblada, lo cual hubiera evitado alguna contaminación (la cero no existe) y los
malos olor es a Gualeguay chú. Pero la opor tunidad para negociar con U ruguay el des-
plazamiento se perdió para siempre.
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Además, los argentinos ¿a quién vamos a dar clase de ecología
o de respeto al medio ambiente? Acaso ¿no buscamos la paja en
el ojo ajeno sin ver la viga en el propio, como nos señala el
E va n g e l i o ?
Algún normativista nos dirá: ¿No conoce Ud. el artículo 41 de
la Constitución que estatuye: “Todos los habitantes gozan del
d e rec ho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarr o l l o
humano y para que las necesidades p ro d u c t i vas satisfagan las
necesidades presentes sin comprometer el de las generaciones
futuras… las autoridades proveerán a la protección de este dere-
cho, a la utilización racional de los recursos naturales, a la p re s e r-
vación del patrimonio natural y cultural y de la diversidad bioló-
gica, y a la información y educación ambientales…”? (43). Les prometimos a principio de año que en este Curso se d ive r-
tirían, y ésto, ante la realidad, es un chiste casi de mal gusto, un
f r uto más de esa “Constitución obesa” surgida de la oscuridad del
pacto de Ol i vos entre Menem y Alfonsín, urgido uno por la re e-
lección, y el otro por no quedar marginado del re p a rto de p re b e n-
das; esa Constitución que afortunadamente adelgaza mediante la
d e s u e t u d o de muchas de sus disposiciones siguiendo nuestros con-
sejos (44). ¿ Qué tiene que ver ese texto con el estado del Riachuelo, del
Río Matanza, del Río T i g re y hasta del Río Azul? ¿Qué tiene que
ver con el estado de nuestras riberas del Río de la Plata donde está
____________
(43) V er nuestro trabajo “La N ueva Constitución”, en el “Curso de Derecho
Natural ”, 8.ª ed., Lexis-N exis, Buenos Aires, 2005.
(44) “La Nueva Constitución”, cit., pág. 323. E n esta conferencia pronunciada en
Madrid en el año 2000, en la Real Academia de J urisprudencia y Legislación, afirma-
mos lo siguiente: consideramos que la Constitución “ obesa” será sometida a un sev ero
régimen de desuetudo que la hará adelgazar y que nos permitirá desarr ollar una vida jurí-
dica más sana, más saludable. Y por lo tanto, más justa, por que, como afirma San
F rancisco de Sales, “la multitud de ley es y fórmulas legales sofocan a la justicia, de
modo que los que llegan a enr edarse en estos lazos son como los gusanos de seda, los
cuales, hilando su capullo, se fabrican su sepulcr o”. El no uso en nuestro país se extien -
de a las leyes or dinarias y de las 26.000 teóricamente vigenntes sólo unas 4.000 pu\
eden
aplicarse (conf. el artículo de Laura Serra, “N o sirve el 85 por ciento de las leyes que rigen
en el país”, en La Nación, Buenos Air es, 12/6/2006. Lo asombroso es el asombro de
positivistas, legalistas y normativistas que recién ahora advier ten una situación que
denunciamos desde la cátedra hace decenas de años.
P E R S P E C T I V A S T E O LÓ G IC A S Y F I LO S Ó F I CA S DE L A CU E ST IÓ N A M BI E N TA L
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p rohibido meter un pie? ¿Qué tiene que ver con las montañas de
basura que levanta el CEAMSE, sin discriminación ni pr e c a u c i ó n
alguna y que acabarán contaminando las napas de agua? ¿Q u é
tiene que ver con el ruido (45), el aire (46) y la contaminación
ambiental de las grandes urbes como Buenos Aires? ¿Qué tiene
que ver con la situación del Barrio Los Piletones de nuestra
Ciudad, donde sus habitantes “ v i ven en una suerte de lodazal con
aguas contaminadas que despiden un olor nauseabundo”, y que
ha dado lugar a un editorial del diario La Na c i ó n de hoy titulado:
“ Amenaza para la salud pública ”, por el probable colapso en Vi l l a
Soldati de las redes de provisión de agua potable y de desagües
pluviales y cloacales? Se trata de una situación muy grave que
puede extenderse a N u e va Pompeya, Fl o res, P a rque A ve l l a n e d a ,
Villa Lugano y Villa Riachuelo. ¿Qué tiene que ver con el impac-
to de las papeleras instaladas en nuestro territorio? …
____________
(45) En esta materia hemos subido al podio, después de H ong Kong y San P ablo,
las ciudades más ruidosas del mundo. S egún el Departamento de Acústica de la
U niversidad de B uenos Aires, el niv el de ruido en nuestra Ciudad supera los 70 deci -
beles; según la Organización M undial de la Salud, son dañinos a par tir de los 90. Este
niv el se supera en los boliches bailables, en medio de una absoluta impunidad y como
comenta Santiago K ovadloff , “las autoridades insensibles a estas brutales evidencias de
contaminación urbana son por lo tanto los cómplices preferenciales de este festín de la
barbarie ”. El excelente ar tículo, que acabamos de citar , titulado: “La dictadura del ruido
en B uenos Air es”, publicado en La Nación, B uenos Aires, 16/4/2006, comienza con un
texto sin desper dicio, que a pesar de su extensión, transcribir emos sin mutilar: “Lo sabe-
mos. Lo padecemos todos. Ya es imposible caminar por Buenos Aires sin exponerse al
estruendo aplastante de sus calles. De sus calles, de tantos de sus negocios, del griterío
de sus transeúntes y de los consumidor es de celulares, esa nueva secta de desaforados
que empuñan sus teléfonos móviles a los gritos sin considerar dónde se encuentran e
imponiéndonos lo que no nos importa. La polución sonora, esa catástrofe ambiental
que envilece no menos que la suciedad del air e, la aglomeración, la miseria, la basura
desparramada y la invasión del espacio público mediante un aluvión de carteles de pr\
o-
por ciones patológicas y despiadadas, contribuy e a hacer de Buenos Aires una capital
agónica. S u pavorosa expansión viene a pr obar que la exclusión multiplica entre nos -
otr os sus recursos operativos. Atur didos por la avalancha de ruidos que se entreveran y
potencian, la ciudad nos expulsa también de esta manera: ensor deciéndonos”.
( 4 6 ) Las autoridades han reconocido que el 90% de la contaminación ambiental
en la Ciudad de Buenos Aires es provocada por los vehículos automotores y para com-
p r obar la veracidad del reconocimiento basta ver las humaredas que despiden los caños
de escape de los colectivos. P e ro para los normativistas el problema no existe pues hace
casi dos años se promulgó la ley local 1356 de calidad atmosférica, cuya eficacia está a la
vista (Conf. editorial de La N a c i ó n, Buenos Aires, 25/7/2005, “El aire que r e s p i r a m o s ” ) .
BE RNA R DI NO M O N T E J A NO
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El editorial citado afirma que la situación es “la desbocada
resultante de una suma de bienintencionados proyectos posterga-
dos o directamente fracasados, y de urbanizaciones y otras obras
públicas mal realizadas, ya fuere por escasez de recursos, apr e s u -
ramientos proselitistas, desidias administrativas, imp re v i s i o n e s
varias, desconocimiento de las características de nuestra ciudad,
falta de educación cívica o corrupciones encubier t a s ” .
Todo esto es un magnífico ejemplo del di vo rcio entre la legis-
lación y la vida, de la hipocresía de proclamar derechos que luego
no se respetan ni se pueden concretar ni ejercer (47). Por eso en todo este doloroso conflicto con los orientales, no
tenemos ninguna razón de peso para argumentar; más bien, como
dice el Evangelio, estamos colando el mosquito y tragando el
camello, sordos a las adve rtencias de Cristo: “¡Ay de vo s o t ro s ,
escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta,
del eneldo y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley:
la justicia, la misericordia y la fe! Esto es lo que debías practicar
sin descuidar aquello. ¡ Guías ciegos que coláis el mosquito y os tra -
gáis el camello !” (Ma t e o , 23, 23/24).
____________
(47) S e puede consultar el ar tículo de Laura Rocha, que tiene un título sugesti -
vo “Ecología, fuera de agenda ”, publicado en La Nación, Buenos Aires, 12/3/2006,
donde, con toda razón, se señala: “Olvidada, víctima de desinterés y del descuido, la
ecología no ocupa un lugar de jerar quía institucional ni figura entre las prioridades de
los gobernantes, un estado de cosas que sólo cambia, como ocurre ahora con las pape-
leras de U ruguay, cuando alguna crisis adquier e proyección política ”.
PE R S P E C T I V A S T E O LÓ G IC A S Y F I LO S Ó F I CA S DE L A CU E ST IÓ N A M BI E N TA L
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