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El apostolado de la palabra y la prensa. Un apunte biográfico de San Francisco de Sales

EL APOSTOLADO DE LA PALABRA Y LA PRENSA
UN APUNTE BIOGRÁFICO DE SAN FRANCISCO DE SALES
POR
NEMESIORODRÍGUEZLOIS
Empezaremos diciendo que todos nuestros esfuer zos por anali-
zar la polifacética personalidad de S an Francisco de S ales serán
inútiles si antes no pr esentamos un pequeño bosquejo biográfico .
Sin ánimo de ser exhaustivos, presentar emos los acontecimien-
tos más importantes de su vida con el objeto de mejor situarnos en
el ambiente que le r odeó, comprender a nuestr o personaje y, por
ende, convencer a nuestros lectores de cómo su vida –a casi cuatro
siglos de su muer te– sigue siendo un ejemplo para los hombr es de
inicios del siglo XXI. La vida de San F rancisco de Sales, Doctor de la Iglesia y
P atrono de los periodistas y escritor es católicos, se inicia con un
sueño que su madre, F rancisca de Boisy, tuvo antes de que el niño
naciera: v eía un pastor que apacentando su rebaño en las verdes
campiñas de Saboya no sólo guiaba a sus ovejas sino que iba en pos
de las que se habían extraviado, las traía a lugares segur os y, de
modo muy especial, cuidaba a las que corrían peligro de per derse.
U n sueño que era toda una premonición ya que aquel niño que
habría de nacer el 21 de agosto de 1567 en el castillo de Sales esta -
ba destinado a ser no un pastor de o vejas que apacentase rebaños en
las campiñas de S aboya sino más bien un celoso pastor de almas que
no sólo v elase por el bien espiritual de sus feligreses sino que traje-
se de r egreso a quienes se habían alejado de la fe católica.
Sabo ya, pr ovincia situada al sur de F rancia y al norte de Italia,
en plena r egión donde las altas montañas y los azules lagos le dan al
paisaje una belle za cuya contemplación pr oduce un placer espiritual
inmediato.
Verbo, núm. 461-462 (2008), 123-148. 123
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Francisco de Sales, el hijo mayor de tr ece hermanos, pertenecía
a una familia de alcurnia que a su v ez era pr ofundamente católica,
de la cual dio prueba disponiendo que la criatura fuese bautizada al
día siguiente de su nacimiento .
P or her encia, F rancisco de Sales pr ovenía de una familia noble
en la cual las finas maneras eran el modo normal de compor tarse.
N i duda cabe que esto le será de gran ayuda cuando, siendo adul -
to, tenga que echar mano de una fina habilidad diplomática que de
ningún modo significa concesiones v ergonzosas.
El ambiente que le rodeó en sus primer os años fue de una belle-
za indescriptible –lagos azules y nevadas montañas– que cautiv a
tanto a los pintor es como a los poetas y que hace las delicias de
quienes, contemplando esas maravillas naturales, descubran cómo
detrás se encuentra la bondadosa pr esencia de Dios.
Años más tarde –y dentro del medio ambiente que habría de
forjar su personalidad– F rancisco convive con gente culta tanto en
P arís como en P adua. Ni duda cabe que al tratar con todo tipo de
personas esto le hace conocer distintas personalidades y doctrinas. Y dicho conocimiento en mucho contribuyó para que nuestro
personaje supiera entender las tesis que defendían sus opositor es,
compr enderlos, ser indulgentes y –fruto de esa compr ensión e
indulgencia– saber tratarlos con esa fina amabilidad que no es más
que el preludio de la gran virtud de la caridad. Ahora bien, en lo que respecta a la v oluntad como elemento
integrador de la personalidad, empezar emos diciendo que San
F rancisco de S ales era de temperamento sanguíneo, el cual, según el
psicólogo Conrado H ock se define del modo siguiente:
“El alma del sanguíneo se excita rápido y vehementemente por
cualquier impr esión y la reacción sigue al instante: per o la impre-
sión queda muy poco en el alma ” (1).
Según esto, el noble saboyano que en P arís tuvo la oportunidad
de tratar con gente de las más div ersas clases y condiciones era de
un temperamento que saltaba a la menor provocación lo cual, en
caso de no controlarse, podía traer consecuencias. Quien no le conociera a fondo podría pensar que el joven estu-
diante era persona difícil y de “ armas tomar”.
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(1) Los temper amentos.(Traducción de Teodora Maas, C.ss.R) Librería P arroquial
de Clav ería. 1ª. E dición. México, 1991. Página 53.
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Más sin embargo quienes conocen acerca de temperamentos
nos dicen que el sanguíneo tiene como cualidades ser comunicati -
v o y simpático; afable y alegre; atento y obsequioso; sensible y com -
pasivo… Y lo que más nos importa en nuestro personaje: quien posee un
temperamento sanguíneo olvida pronto las ofensas sin guar dar ren-
cor , tiene facilidad para repr ender sin lastimar y, en un momento
dado, sabe ser dócil con los superiores. No obstante, F rancisco de Sales logró ir dominando su tempe-
ramento hasta dar la impresión de ser más bien del tipo flemático
que con nada se inmuta y que tiene siempre una sonrisa en los
labios. ¿Cuál había sido el secreto? O ración, sacrificios, comunión dia-
ria y un afán por irse perfeccionando día a día y minuto a minuto .
“En el sanguíneo San F rancisco de Sales”, nos sigue diciendo
Conrado H ock, “se habían extinguido por completo los arrebatos y
explosiones de ira; lo cual no lo obtuvo ciertamente sino después de
22 años de combate consigo mismo ” (2).
U na lucha constante consigo mismo que dejó huellas en su
organismo ya que, según datos revelados por la autopsia, su hiel
apareció endurecida, seca y dividida en trescientas piedr ecillas. Un
fenómeno extraño que los médicos explicaron diciendo que se
debió a la violencia que el santo había tenido que hacerse a lo largo
de toda su vida. Durante su juventud, concr etamente cuando estudiaba en
P arís, sufre una dura prueba: la tentación de la desesperanza.
Desorientado por las enseñanzas de algunos profesor es de ten-
dencias calvinistas que afirmaban que, hagamos lo que hagamos,
nuestr o destino eterno ya está predestinado, F rancisco de Sales sufre
una depr esión física.
Al llegar a este punto, prudente será citar lo que al respecto nos
dice el P adre Jorge Loring, S.J.: “ A veces se oye preguntar… Si D ios
es bueno, ¿por qué me cr ea sabiendo que me voy a condenar? Me
hubiera hecho un favor no creándome. Te equivocas. N o creándo-
te no te hace ningún favor. Si no existes, no puede hacerte fav ores.
E n cambio, al crearte te da el billete de entrada para el cielo, lo cual
es un bien inmenso.
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(2)Idem. Página 23.
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“Si tú rompes esa entrada no es culpa de Dios, sino ex clusiva-
mente tuya. E l ya hizo bastante comprándote esa entrada a costa
de su vida. ¿Vas a dudar de su Bondad? Si Dios no creara a los que
se van a condenar , haría un perjuicio a los posibles descendientes de
esos hombres, que podrían ser excelentes, salvarse y ser eternamen -
te felices. “Todos podemos tener en nuestr os ascendientes alguno que se
haya condenado . Si para que él no se condene, Dios no lo crea,
tampoco hubiéramos existido nosotr os, y nos veríamos privados de
la felicidad eterna que esperamos conseguir… “Además, si Dios creara sólo a los que se iban a salvar , entonces
los hombr es, seguros de sus salvación a última hora, se despreocu-
parían de hacer buenas obras. E l riesgo de la condenación estimula
a practicar el bien. Con esto se aumenta el pr emio eterno” (3).
Será en la oración donde nuestro personaje encuentr e la res-
puesta al grav e dilema y es entonces cuando al Señor le ofrece una
compensación anticipada a su desdicha eterna: “Dios mío: Si por un decreto de vuestra P rovidencia que no
puedo compr ender, debo ser separado de Vos, al menos no permi-
táis que alguna v ez os maldiga y blasfeme contra vos. Y si no puedo
amaros en la otra vida, puesto que nadie os alaba en el infierno, que
al menos apr oveche yo, para amaros, todos los momentos de mi
corta existencia aquí abajo ”.
U na v ez señalados los elementos que ayudar on a formar el
carácter de quien sería conocido como “E l Santo de la amabilidad”,
procedamos a tratar brevemente acerca de su biografía. Como antes dijimos, cursa estudios en P arís y allí recibe una
cultura humanística que mucho habrá de servirle en sus diálogos
tanto con los pr otestantes como con personajes poderosos de su
época. E n 1591, a los 24 años de edad obtiene su doctorado en
Derecho. T odo parecía indicar que un destino glorioso le esperaba
en el campo de las Leyes e incluso ese era el deseo de su padr e.
Más sin embargo otros eran los planes de Dios y fiel a su voca-
ción F rancisco de Sales es or denado sacerdote el 18 de diciembr e de
1593. El nuev o sacerdote es enviado a Ginebra, zona dominada por
los calvinistas.
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(3) Para salvarte. EDIBESA. 54 Edición. Madrid, 2001. Páginas 795 y 796.
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Antes de seguir adelante, preciso será recordar que nuestro per-
sonaje vivió aquellos difíciles tiempos en que el protestantismo le
arr ebatara media E uropa a la Iglesia Católica.
Al llegar a este punto, resulta oportuno citar lo que al respecto
nos dicen dos ilustr es historiadores mexicanos:
“El P rotestantismo es la may or catástrofe que ha sufrido la
Iglesia ”, nos dice el P adre Daniel Olmedo, S.J., “ en tanto que las
her ejías precedentes apenas arrancar on de su seno puñados de
lamentables descarriados y que el triste Cisma de Oriente desgarró
su unidad sin perver tir su Fe ni contraponer otro C ristianismo
diverso; el P rotestantismo, que es Cisma y Herejía, arrancó del gr e-
mio de la M adre Iglesia a muchas naciones hijas suyas, inquietó y
dividió a no pocas, y logró establecer en el sector más civilizado y
más influyente del mundo (Occidente de Eur opa y más tarde
América), otro C ristianismo opuesto y hostil al que por siglos había
predicado y defendido la Iglesia ” (4).
P or su parte, Carlos Alvear Acevedo afirma que “la consecuen -
cia más honda de la Reforma en el mundo –ya que, si bien se ori -
ginó en E uropa, se ha proy ectado a todas par tes– ha sido el despe-
dazamiento de la unión de los cristianos, no sólo porque supuso un\
enfr entamiento rebelde entre la I glesia Católica, sino porque los
grupos r eformistas se subdividieron en acerbas contradicciones
entre sí, hicieron imposible en sus dominios una afirmación religi\
o -
sa unitaria, ya la larga produjer on un desconcierto propicio a mul -
titud de desviaciones espirituales, sociales y políticas ” (5).
Época difícil en la cual se requiere un temple especial no sólo
para defender la fe sino para practicar las virtudes que nos exige la
moral católica. Época difícil en la cual un buen católico podía recibir el mar ti-
rio y en la que ascender al Episcopado, más que un título de noble-
za, era una gravísima responsabilidad ya que ser obispo en tierra de
h e rej es era mucho más difícil que ser misionero en tierra de infieles.
Y es que, se nos estaba olvidando decirlo: debido a su gran celo,
piedad y v asta cultura religiosa, F rancisco de Sales es consagrado
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(4) La I glesia Católica en la Edad M oderna.Obra Nacional de la B uena Prensa. 2ª.
E dición. México, 1963. Página 85.
(5) Manual de Historia de la C ultura.Editorial J us. 2ª. Edición. México, 1969.
Página 362.
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obispo el 8 de diciembre de 1602, fiesta de la Inmaculada
Concepción.Un obispo en una z ona dominada por los protestantes. U n cor-
der o en medio de los lobos.
A base de amor , comprensión y utilizando su gran cultura como
v ehículo transmisor de la fe, logró frutos copiosos en muy poco
tiempo. Y así le vemos dialogando en Ginebra con el calvinista
Theodor e de Beza, escribiendo libros, difundiendo sus sermones en
hojas impr esas que deslizaba cada noche por debajo de las puer tas e
incluso fundando la Or den de las Hermanas de la Visitación.
U n personaje excepcional y fuera de serie, algo así como un far o
que lanza sus ray os en distintas dir ecciones.
Decimos esto porque San F rancisco de Sales, aparte de ser un
creador que cautiva al auditorio con su encendido verbo y que sabe
manejar la pluma con singular galanura fue también un obispo
misioner o que supo dar testimonio de su v ocación apostólica en
una época en la cual muchos pr elados se comportaban como nobles
aburguesados. San F rancisco de S ales muere el 28 de diciembr e de 1622. Sus
r estos se conser van en la Basílica de Annecy (F rancia) y a casi cua-
tro siglos de su muerte se le considera como un santo de tiempo
completo que supo cultiv ar los campos más diversos buscando
siempr e “la mayor gloria de Dios ”.
El papa Alejandr oVII lo beatifica en 1661 y lo canoniza en
1665. En 1887 es Pío IX quien lo proclama Doctor de la I glesia.
“El magisterio infalible de la Iglesia es quien ha hecho la elec-
ción ”, nos dice F ray Rafael Sineux, O.P ., “Y el sabe lo que hace: si
proclama a «un Doctor» es porque descubr e en sus obras una ense-
ñanza digna de conservarse y de proponérsele a la Iglesia U niversal.
E n este punto, como en todos los demás, al simple discípulo no le
toca más que inclinarse sin discutir ” (6).
La historia es el desarr ollo del plan providencial de Dios inter-
pretado por la libr e voluntad del hombre.
Y en el momento en que el hombre, haciendo uso de su liber-
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(6)Los Doctor es de la Iglesia. (Traducción: Salvador A bascal). Editorial Tradición.
1ª. E dición. México, 1980. Página 8.
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tad, interpreta o mal interpreta el plan divino, se producen una
serie de acontecimientos que serán los que generen los grandes cam -
bios de la humanidad. Como antes dijimos, la vida de San F rancisco de Sales se des-
arrolla en medio del gran cisma protestante que le arr ebató al cato-
licismo infinidad de pueblos. Tiempos duros y difíciles como pocos ya que, apar te de la gran
mutilación sufrida por la Iglesia, el Turco amenazaba con inv adir
Europa. “Allios ventos vidi, alliasque pr ocellas” (“He visto otr os vientos
y otras tempestades ”) dice la vieja frase latina que nos recuer da
como en peores trances se ha visto la Iglesia y como, al final, cuan -
do todo parece humanamente per dido, la Providencia de Dios
acude en su auxilio .
C uando Luter o, Calvino y Enrique VIII parecían competir
entre sí para ver quien de ellos le causaba mayores estragos al cato-
licismo, cuando eran millones los que apostataban y millones los
que se desesperaban, en esos momentos surge un hombre pr oviden-
cial: San Ignacio de Lo yola.
N o deseamos abundar en la vida y obra de este gran santo ya
que eso nos distraería de nuestro proyecto inicial. Más bien r ecordaremos que era un soldado español que, tras un
edificante proceso de conv ersión, tomó conciencia del angustioso
momento histórico y se decidió salir en defensa de la Iglesia. Ignacio se propuso fundar una orden religiosa que fuese di fere n-
te a las que existían en aquel entonces puesto que las que habían sido
fundadas con anterioridad al siglo XVI estaban dedicadas a misiones
muy concre t a s .
Así –v algan los ejemplos– los franciscanos se santificaban
viviendo una vida de pobreza; los dominicos estudiando y pr edi-
cando; los benedictinos, cartujos y carmelitas entonando alabanzas
al S eñor dentr o de sus monasterios; los mer cedarios rescataban cau-
tiv os; había quienes cuidaban enfermos o hacían obras de caridad,
etc., etc., etc. Tomando cabal conciencia del difícil momento histórico,
Ignacio de Lo yola comprende cómo en aquellos momentos se hacía
necesario fundar una orden r eligiosa que atacase directamente las
raíces del problema.
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Ignacio compr ende que todo tiene su origen en la eterna lucha
entre el B ien y el Mal o sea entre los ejér citos de Cristo y las hues-
tes de S atán.
“La visión que Iñigo tenía del mundo que lo r odeaba era clara
y definitiv a: existía universalmente una guerra en progreso constan -
te. N o había que confundirla con las guerras locales…
“La guerra que Iñigo v eía era la guerra de Lucifer, jefe de los
ángeles caídos, que recorrían el mundo buscando la manera de de\
s -
truir –fuera mediante el homicidio de la guerra, la destrucción de
la cultura religiosa o la degradación de la pobr eza, la injusticia y el
sufrimiento– la imagen de D ios y la gracia de Cristo en las almas de
todos los hombr es. Puesto que la guerra de Lucifer contra Cristo y
su gracia y salv ación eran universales, así la guerra contra Lucifer y
sus seguidor es tendría que ser también universal.
“Consecuencia inmediata de este principio fue que el suy o no
podía ser el apostolado de un solo hombre ….T endría que actuar
corporativ amente, necesitaría un grupo de hombres que pensaran
como él y que trabajaran por las mismas metas en el mundo ente-
ro… “Y la sola arma garantizada por C risto como eficaz en esa gue-
rra era la gracia sobr enatural que Cristo sólo podía dar y que con-
cedía ex clusivamente a través de su r epresentante personal en la tie-
rra: el P apa, en Roma. P or tanto Iñigo desarrolló un segundo prin-
cipio fundamental: trabajar dir ectamente por el Papa en Roma y
bajo su dir ección. Mientras más precioso y estr echo sea nuestro lazo
con el P apa, se dijo, más estrecho será nuestro lazo con el Caudillo,
C risto, y más eficaces nuestros actos en esta guerra univ ersal perpe-
tua ” (7).
Ha nacido una nueva orden religiosa que, a diferencia de todas
las existentes hasta el momento, habrá de tener un estilo muy espe-
cial. Un estilo militar como era su fundador en el cual se verá el paso
por este mundo como un continuo combate entr e los ejércitos de
C risto y las tropas de S atán.
Estilo de lucha y de un profundo misticismo es el que poseen
los sacer dotes de la Compañía de J esús.
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(7) M alachi Martín. Los Jesuitas. (Traductora: Margarita Álv arez Franco) Lasser
Pr ess M exicana, S.A, 1ª, Edición. México, 1988. Páginas 154 y 155.
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Un estilo muy propio que el P adre Jerónimo de N adal, S.J.
definió como “contemplativo en la acción” ya que los Jesuitas no se
conformaron con estar r ezando ante el S antísimo o cantando en el
Coro. Los J esuitas consideran que la acción es oración y por este moti -
v o salen al mundo a dar la batalla.
Por otra parte y con la finalidad de que sus sacerdotes no fue -
sen a perder el carisma pr opio de la vida religiosa, S an Ignacio de
Loyola escribe los famosos “E jercicios Espirituales” con los que no
solamente los J esuitas sino cualquier persona queda espiritualmen -
te reforzada para emprender cualquier labor de tipo material por
muy difícil que esta sea. Los J esuitas –toda una milicia bajo las órdenes del P apa– son
religiosos con un agudo sentido práctico que pr eparan a sus hom-
bres en las div ersas disciplinas del saber procurando ser los mejores
en cada una de ellas. Y una vez que destacan en campos tan diversos como pudieran
serlo la M edicina, la Astr onomía, la Literatura, el Derecho, la
T eología, el P eriodismo, la Ar queología, la Enseñanza, etc., salen a
dar la batalla defendiendo los derechos de D ios y de la Iglesia, fie-
les siempre a su lema que no es otro más que luchar “por la mayor
gloria de Dios ”.
Es tal la superioridad de los J esuitas y tan sabia la organización
que los rige que esto hace que cada uno de ellos acabe siendo un
soldado en su puesto de combate. Una or den religiosa que desde lo Alto fue bendecida desde el
instante mismo de su fundación (27 de septiembre de 1540) ya que
a los pocos años de haber obtenido la apr obación pontificia por
parte de P aulo III no sólo se extendían por toda Eur opa sino que
enviaban ya misioner os a los puntos más lejanos del orbe.
U na orden diferente a todas las que hasta el momento existían
y que, como antes dijimos, surgen en un momento pro videncial o
sea justo cuando la Iglesia Católica la estaba necesitando . Señal
indudable de que el Divino M aestro cumple siempr e la promesa de
que asistirá a P edro y a los sucesor es hasta el final de los tiempos.
Es muy probable que al llegar a este punto se pr egunten nues-
tros amigos lectores: ¿y qué tiene que ver todo esto con San
F rancisco de Sales?
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Mucho, ya que S an Francisco de Sales le debe gran parte de su
formación al P adre Antonio P ossevino, S.J., miembr o ilustre de la
Compañía de Jesús, quien ayudó a nuestro personaje a ser hábil en
la contr oversia, en la Teología Moral, en el arte de pr edicar y –muy
impor tante– en saber utilizar los medios adecuados para lograr
siempr e la mayor gloria de D ios.
N i duda cabe que el P adre Possevino fue el pr ofesor predilecto
de San Francisco de Sales.
De este modo, aunque San Francisco de Sales no per tenecía a
la Compañía de Jesús, de hecho, tanto por su formación como por
su piedad y modo práctico de r esolver los problemas, era todo un
Jesuita. Considerando que el campo de apostolado de los J esuitas es
múltiple –ya sea en hospitales, tierras de misión, cátedras univ ersi-
tarias, labor es diplomáticas, investigación científica, etc.– ni duda
cabe que dicho espíritu apostólico se reflejó en el modo de ser de
S an F rancisco de S ales quien –como antes hemos dicho– es un
santo que supo abar car diferentes facetas.
“Realizó plenamente el ideal plasmado por otra gran personali-
dad, el santo del Ad mejorem Dei gloriam. S an Ignacio quería ver a
sus hijos no sólo como soldados, combatiendo si era preciso por la
gloria de D ios, sino también como los pacíficos heraldos de esa
misma gloria por su trato humano, ya en Colegios y U niversidades,
ya trabajando por llevar a cristo las difer entes clases sociales. Los
quería caballer os entre los caballer os, eruditos entre los sabios…
“San F rancisco de Sales, discípulo de los jesuitas y que siempr e
tuvo como dir ector a alguno de la Compañía, actuó de acuer do con
ese altísimo pr ograma. Siempre humano en medio de las dificulta -
des de su propia vida o de las vidas ajenas; caballero cabal en sus
r elaciones públicas o privadas, fue alabado como el modelo de la
perfecta “ cortesía”, que es respecto de los hombres lo que el culto es
r especto de Dios, una señal exterior de nuestros sentimientos.
P odríamos decir que es el culto del prójimo ” (8).
A la vista de todo lo anterior , no nos cabe la menor duda de que
si San F rancisco de Sales hubiera sido J esuita, la Compañía de Jesús
lo pr esentaría como uno de sus miembros más destacados, quizás a
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(8) María Teresa G uevara. El Humanismo de S an Francisco de Sales. Editorial Bajo
el signo del ábside. 1ª. E dición. México, 1955. Página 239.
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la altura de aquellos también grandes Franciscos que fueron San
F rancisco de Borja y S an Francisco J avier.
Como más adelante v eremos, un suceso milagroso y providen-
cial que tuvo lugar medio siglo después de la muerte de nuestro
santo habría de unirlo aún más a la benemérita or den fundada por
San I gnacio.
R esumiendo un poco todo lo anterior: tenemos una Eur opa
convulsa y una I glesia asediada por sus enemigos; a continuación
v emos la ayuda providencial de Dios por medio de San Ignacio de
Lo yola fundando la Compañía de J esús; y dentro de este orden pro-
videncial vemos a un J esuita formando a quien habría de ser uno de
los grandes adalides en la lucha contra los herejes pr otestantes.
Y tenemos ya al personaje a punto de entrar en acción: un
v arón que, a base de sacrificios y diarias comuniones, ha logrado
controlar su temperamento sanguíneo hasta conv ertirse en el pro-
totipo de la amabilidad. Un noble de agradable presencia que se ha codeado con la
cr ema y nata de la nobleza europea, que se formó en las pr estigio-
sas universidades de P arís y de Padua y que supo darle un sentido
práctico a sus inclinaciones espirituales gracias a los consejos que le
dio un miembro ilustr e de la orden religiosa que en aquellos
momentos estaba dando las más importantes batallas en defensa de
la Iglesia. Con todo ese bagaje cultural y espiritual así como con la firme
resolución de lograr siempr e la mayor gloria de Dios, San Francisco
de S ales se decidió a cumplir la vocación que le había sido enco-
mendada. “Una figura apasionante: un sabio y un santo Doctor en ambos
der echos, sacerdote, misionero y apóstol, obispo, diplomático, pas-
tor y dir ector de almas, fundador y reformador de órdenes religio -
sas, místico, escritor…, su rica personalidad logra establecer un \
per -
fecto equilibrio entre sabiduría humana y santidad” (9). “En F rancisco de Sales la devoción (la piedad) se tiñe de clasi-
cismo, de amor a la cultura, sin desarraigarse por eso de las bases
populares. Esta tendencia espiritual nace en el momento pr opicio
de la mentalidad barroca, del espíritu de la Contrarr eforma, llena
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(9) H ermanas del Primer M onasterio de Madrid. San Francisco de Sales. S emblanza
Biográfica. EDIBESA. 1ª. Edición. Madrid, 2003.
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de optimismo, de alegría, de gozo, de confianza en la naturaleza
humana y en el futur o de la religión católica… Era la respuesta, más
práctica que teórica, al pesimismo inducido por la R eforma protes-
tante ” (10).
U na personalidad riquísima que, siempre con miras a lograr la
may or gloria de Dios, hizo de nuestro santo patrono un santo poli-
facético. Como hombre per teneciente al mundo de la C ultura diremos
que fue uno de los mejores maestros de la prosa clásica francesa ya
que poseía un estilo clar o y sencillo.
Según el escritor Alber t Petit, San Francisco de Sales es el autor
que ha prestado mayores ser vicios al idioma, tanto así que su
Intr oducción a la vida dev ota debería llamarse Introducción a la len -
gua clásica fr ancesa.
Es decir que, producto tanto de la educación esmerada caracte-
rística de quien pr ovenía de una familia noble como de la forma-
ción r ecibida en P arís y en Padua, San F rancisco de Sales poseía la
facilidad de manejar tanto la palabra como la pluma con la destr e-
za pr opia de los mejor es artistas de la Literatura.
Era un orador vehemente que hacía que sus homilías llegasen a
los coraz ones. Es un escritor de cultura tan accesible que todos pue -
den compr enderlo.
San F rancisco de Sales compr endía mejor que nadie como los
talentos que había recibido (vibrante elocuencia, agradable estilo
literario y fino trato humano) no eran para ensoberbecerse sino más
bien para utilizarlos como herramientas apostólicas. De este modo, a casi cuatro siglos de su muer te, San Francisco
de S ales le da un claro mensaje a los intelectuales del siglo XXI: los
talentos artísticos que han r ecibido no deben ser para alimentar la
soberbia sino más bien para hacer r eflexionar a quien los ha recibi-
do y –fruto de esa reflexión– comprender que son dones que D ios
les ha pr estado con miras a lograr ideales nobles y justos.
Y también, fr uto de esa reflexión, la conclusión lógica será que
el intelectual que ha r ecibido tales dones deberá tener conciencia de
la grave r esponsabilidad que supone no sólo utilizarlos a favor del
mal sino incluso desapr ovecharlos envaneciéndose tontamente.
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(10) Daniel de P . Maroto.El camino cristiano a tr avés de la Historia.CEVHA C. 1ª.
E dición. México, 1990. Página 22.
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Cuando lleguemos al final de nuestras vidas, el Buen Dios, que
ante todo es justiciero, habrá de pedirnos cuentas de cuanto se nos
dio y pobr e de aquel que haya desapr ovechado dichos dones o, peor
aún, que los haya utilizado con fines per versos.
N uestro santo patrono entendió esto desde el primer instante y ,
consciente de la gravísima responsabilidad que tenía, puso la pala -
bra y la escritura al ser vicio del Evangelio.
“F rancisco de Sales no escribe por el placer de escribir . Es el celo
por el bien de las almas el que le mueve a transmitir a través de la
pluma cuanto sabe y vive, deseando llegar al may or número posible
de personas ” (11).
P or todo ello, por tratarse de un humanista católico en una
época en la cual el humanismo de corte pagano desorientaba a miles
de personas, San F rancisco de Sales constituy e un ejemplo a seguir.
V ale la pena citar lo que F ray Antonio Royo M arín, O.P . le dice
a los escritor es católicos:
“ A) Tenéis en vuestras manos una fuerza infinita.
1) S ed actuales, limpios, luchadores.
2) Tened pr esente que os multiplicáis por miles.
3) Q ue vuestra palabra sonará hoy , mañana, siempre…
B) Vosotr os –creadores de mundos– cread un mundo mejor:
1) D onde no haya odios
2) D onde se amen los hijos de los hombres.
3) D onde las doctrinas de vuestros libros sean sanas.
4) D onde los personajes de vuestras farsas sean nobles.
5) Donde las palabras de vuestra pluma sean cristianas” (12).
Ahora bien, en el caso concreto de San Francisco de Sales no se
trata de un dramaturgo o no velista sino más bien de un teólogo que
presentará su doctrina de forma dispersa. “… la Teología de S an Francisco de Sales no se presentará a la
U N A PU NT E B IO G RÁ F IC O D E SA N F RA N CI SC O D E SA L E S
135
––––––––––––
(11) Idem. Página 37.
(12) Teología Mor al para seglar es.Biblioteca de Autores C ristianos. 6ª. Edición.
Madrid, 1986. Tomo I. Páginas 933 y 934.
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manera de un estudio ordenado y sistemático que conviene a un
manual o a una S uma, sino que más bien esparcida a lo largo de tra -
tados inspirados por las circunstancias de tiempos y de personas, o
por las necesidades inmediatas de las almas ” (13).
Apar te de las conocidas Introducción a la vida devota (publica-
da en 1609) y Tratado del Amor de Dios la doctrina de este santo
humanista se encuentra contenida en infinidad de car tas en las que
se daba prudentes orientaciones a quienes a él acudían pidiendo un\
consejo. “Más de mil car tas, al mismo tiempo que r evelan el corazón del
hombr e y el alma del santo, le proporcionan al teólogo otras tantas
ocasiones de precisar su doctrina, aplicándola a casos par ticulares, y
manifiesta la extensión de la cultura y de la influencia del gran
Doctor . Porque si la mayor par te de esas cartas son car tas de direc-
ción, están dirigidas a personas de condiciones muy div ersas, desde
las humildes religiosas de la Visitación hasta príncipes y obispos.
S us consejos son propios para todas las situaciones y para todas las
necesidades; trata todas las materias con la misma seriedad y a todas
las almas con la misma solicitud” (14). Los fieles católicos guardaremos siempre eterna gratitud al
grupo de monjitas salesas que, entre 1893 y 1935, r ealizaron un
ar duo trabajo en el monasterio de la Visitación de Annecy.
Durante casi cuar enta años, un pequeño gr upo de religiosas se
dedicó a descifrar , copiar y comprobar la autenticidad de las cartas
que S an Francisco de Sales enviaba a difer entes partes.
En la época en que nuestro personaje escribía sus cartas lo más
común era que el autor no conser vase una copia de lo que enviaba.
Esa es la explicación por la cual el trabajo r ealizado por estas religio-
sas fue de lo más ar duo que podemos imaginarnos ya que se trató
de una labor de búsqueda de manuscritos diseminados no sólo por
toda F rancia sino incluso por varios países del extranjer o.
Y una vez que alguna carta –amarillenta y semidestruida por el
paso de los siglos– caía en sus manos v enía después la difícil labor
de compr obar su autenticidad.
U na labor propia de quien tiene la paciencia de un benedicti-
no . Q uizás esa haya sido la explicación de que fuese pr ecisamente
NE M E SI O RO D RÍ G U E Z LO I S
136
––––––––––––
(13) F ray Rafael Sineux, O.P .Op.Cit. Página 469.
(14) Idem. Página 478.
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un monje benedictino, Dom Mackey quien dirigiera a las monjitas
con paciencia y tesón.
Arduo trabajo que se vio coronado por el éxito en el momento
en que se r ealizó la edición definitiv a de las obras.
Como hemos venido diciendo, a San Francisco de Sales le toca
vivir una época difícil no sólo por el cisma pr otestante sino por la
serie de cambios, inv entos y descubrimientos que se dan en unas
cuantas décadas.
Uno de esos inventos fue la impr enta, la cual revolucionará la
mentalidad de la gente de la época. Citamos a Carl G rimberg:
“Como era de esperar , los libros impresos llegar on a ser aún más
baratos que los manuscritos, y gradualmente su pr ecio bajó a tal
punto que pudieron imprimirse ediciones popular es. Las ideas no
quedaron ya sepultadas en bibliotecas integradas por manuscritos
raros y costosos, sino que cir cularon por miles de ejemplar es. Los
cristianos no se limitaron a conocer la B iblia mediante los sermones
de su párroco o contemplando las vidrieras de su iglesia, sino que
podían leerla en su texto íntegr o y quienes sentían la vocación de
cambiar la faz espiritual del mundo sabían que instr umento debían
utilizar para propagar sus doctrinas ” (15).
A partir de que aparece la imprenta, será muy difícil la censura
eclesiástica que anteriormente, gracias a los monjes copistas, se eje\
r -
cía en los monasterios para evitar distorsiones de la doctrina. Gracias a la impr enta, será posible que gentes per versas se apr o-
v echen del nov edoso invento para difundir lo que les venga en gana
y , de ese modo, corromper mentes y costumbr es.
Clar o está que la impr enta en sí es un instrumento neutr o cuyos
fr utos dependerán de la intención que tenga quien la utilice.
Así se explica que no se pueda condenar a la imprenta ni tam -
poco ho y en día se puede condenar la prensa escrita, la radio, el
cine, la televisión, el internet, los teléfonos móviles o, en general,
cualquier otro medio de comunicación. Todos ellos, desde los más sencillos hasta los más sofisticados,
son simples aparatos neutros que darán resultados buenos o malos
según las finalidades que se propongan quienes los utilicen.
U N A PU NT E B IO G RÁ F IC O D E SA N F RA N CI SC O D E SA L E S
137
––––––––––––
(15) Historia U niversal.Ediciones Daimon. 1ª. Edición. Barcelona, 1967. Tomo
VI. Página 327.
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Esto, como a continuación veremos, lo entendió muy bien San
F rancisco de S ales.
O curría que nuestr o buen obispo predicaba y pr edicaba solo
que, por hallarse en plena z ona protestante, mucha gente –por
temor a r epresalias o por simples r espetos humanos– rehusaba acu-
dir a la catedral para escuchar sus sermones. ¿Qué podría hacer para lograr que infinidad de ov ejas descarria-
das pudieran aprovechar los frutos de su elocuente doctrina? Es aquí donde el infatigable obispo repara en el invento de
G utemberg y como humanista de mentalidad moderna comprende
que se trata de un medio neutro que, si bien muchos han utilizado
para difundir el err or, también puede ser utilizado para difundir la
verdad. “No se le quier e oír; pues bien, se le habrá de leer . Y, helo ahí
escribiendo hojas, especie de “ tracts” como se les llamó después, que
son grabadas y distribuidas en la ciudad y en las casas. E ra la con-
troversia a domicilio . Colaborando la curiosidad, los reformados
podían leer a hurtadillas, sin temor a la cólera de sus ministros.
A demás, el escrito pasa de mano en mano, es examinado detenida -
mente, y no puede ser tan fácilmente desnaturalizado, como la
palabra huidiza y mal comunicada. “Durante dos años, F rancisco hablará bajo esta forma alada,
predicador invisible y presente. C rea así el género de la controver-
sia dir ecta. Va dir ectamente al grano, sin frases, sin adornos, como
un hombr e apresurado, sí, pero que toca suavemente y con juste za
el punto en que advierte la resistencia del espíritu” (16). “Yo hubiera mucho deseado ser oído –decía el santo– per o
como no lo lograba, sentí la inspiración de obtener ser leído .Y en
esto había una gran ventaja: el miedo de ser vistos había apartado a
todos los protestantes de ir a mis sermones, pero ahora, con un
papel en la mano, libr es del peligro de ser criticados, podrían dedi-
carse tranquilamente en sus casas a saber que era lo que yo les que-
ría decir ” (17).
Esta es la razón por la cual a San F rancisco de Sales se le consi-
NE M E SI O RO D RÍ G U E Z LO I S
138
––––––––––––
(16) M onseñor J ulién. San F rancisco de Sales. (Traducción; Néstor Mermot)
E ditorial Difusión. 1ª. Edición. Buenos Air es, 1945. Página 44.
(17) Citado por E liécer Salesman en su libr oEl S anto de la amabilidad. Apostolado
Católico . 3ª. Edición. Bogotá, 1996. Página 128.
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dera Patrono de los periodistas católicos ya que fue el primero que
puso el ejemplo al utilizar unos medios que de por si son neutros y
que, en su caso particular , aprovechó para combatir la herejía y
difundir el mensaje ev angélico.
E fectivamente el 26 de enero de 1923, con motiv o del Tercer
Centenario de la muer te de San Francisco de S ales, el Papa Pío XI,
por medio de la Encíclica “Rerum Omnium ”, declaró a este perso -
naje patrono de los escritor es católicos.
E n dicha E ncíclica, Pío XI da normas acer ca de cómo debe des-
arrollarse el apostolado de la pluma o sea de cómo deben conducir -
se los polemistas católicos. Vale la pena conocer este mensaje pontificio . Citamos textual-
mente: “Deseamos que consigan un fruto muy importante con estas
solemnidades los varones católicos que por los diarios u otros escri-
tos ilustran, propagan y defiendan la doctrina cristiana.
Conviéneles imitar y emplear en sus polémicas la energía de San
F rancisco unida a sus moderación y caridad. Cómo se han de con-
ducir en su delicada misión, el santo Doctor claramente se lo ense -
ña con su ejemplo: deben estudiar a fondo y retener la doctrina
católica; no confundir las cosas v erdaderas ni desfigurarlas o disi-
mularlas por el motiv o especioso de evitar la ofensa de los contra-
rios; cuidar la misma forma y estilo elegante de sus escritos y distin -
guir y adornar sus pensamientos con palabras tan luminosas que
deleiten a los lector es con la verdad. Y si tienen que atacar a las per -
sonas, sepan r efutar los errores y resistir la maldad de los hombres,
per o mostrándose siempre y ante todo animados de buen espíritu y
llenos de claridad ” (18).
Complementando lo anterior , Fernando R odríguez D oval nos
dice lo siguiente: “Es, pues, un buen momento para reflexionar
muy brevemente acerca de la misión de un periodista y un escritor
católico en una época de enorme desarrollo en los medios masivos
de comunicación. “El hecho de que un católico trabaje en algún medio de comu -
nicación, sea éste electrónico o impreso, no implica que tenga que
escribir o hablar todo el tiempo de cuestiones religiosas o que tenga
que r epetir una y otra vez lo que dicen los jerarcas de esa Iglesia a
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139
––––––––––––
(18) Encíclica Rerum Omnium. Número 26.
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la que él pertenece. Eso sería, en todo caso, la función de la prensa
católica, misma que es editada y publicada específicamente por las
curias diocesanas, las diversas congregaciones religiosas o grupos de
laicos compr ometidos. Más bien, un periodista católico debe carac -
terizarse por llevar a su vida pr ofesional los valores de la fe que pro-
fesa. Estos valores serían, entre otros, la v eracidad, la honestidad, la
v alentía, o la ética.
“En suma, un periodista católico, como cualquier otro profe-
sionista, debe ser coher ente con sus creencias, procurando que haya
una estricta corr espondencia entre lo que piensa, hace, dice y escri-
be, teniendo la obligación de llevar a su vida laboral el sistema de
v alores de su fe ” (19).
Andando el tiempo, todas esas hojitas que San F rancisco de
S ales repartía cada noche dieron vida a una obra que lleva por títu-
lo Contr oversias y que muchos catequistas consideran como libr o de
cabecera. De este modo, San Francisco de Sales se adelantaba más de tres
siglos a la actitud que la Iglesia Católica habría de adoptar ante la
prensa escrita. Sumamente oportuno r esulta recordar las diferentes posturas
que la Iglesia ha ido adoptando fr ente a los medios de comunica-
ción. Cuando G utemberg echa a funcionar la imprenta, al ver como
no todo lo que se imprimía era bueno, la Iglesia se limitó a elabo-
rar un Índice de libr os prohibidos.
En el siglo XIX el Papa G regorio XVI consideró que la liber tad
de imprenta debía ser condenada puesto que v eía a los opúsculos
anticlericales como enemigos de la F e.
Su sucesor, el beato Pío IX, mantiene la misma actitud defensi-
v a ante los medios, sólo que con dos modalidades: apo ya a los jesui-
tas para fundar La Civilità Católica (1850) y él mismo funda
L’Osservator e Romano (1861).
León XIII toma conciencia de cómo la prensa tiene personali-
dad pr opia, motivo por el cual puede llegar a ser un instrumento
digno de ser utilizado por la I glesia.
Bajo el pontificado de S an Pío X, la actitud de la Iglesia frente
NE M E SI O RO D RÍ G U E Z LO I S
140
––––––––––––
(19) Un santo para el aquí y el ahora”. Semanario Nuevo criterio. Semana del 18 al
24 de enero de 2003.
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a los medios se resume en la siguiente frase: “En v ano construiréis
iglesias, pr edicaréis, daréis misiones y edificaréis; todas vuestras
obras, todos vuestros esfuerzos serán en vano si no sabéis manejar al
mismo tiempo el alma ofensiva y defensiv a de la prensa católica”.
A partir de entonces, los sucesiv os Papas –ya antes menciona -
mos de manera especial a Pío XI con su Rerum O mnium – empie -
zan a exigirles a los católicos que den la batalla desde los medios. Pues bien, siglos atrás, S an Francisco de Sales, tomando con -
ciencia de lo que veía venir , se adelantaba a declaraciones concilia-
res como el decreto Inter M irificaque el Concilio Vaticano II publi -
có el 4 de diciembre de 1963. Antes de seguir adelante y a propósito del apostolado sui gene-
ris realizado por este intelectual-periodista, podemos sacar dos ense -
ñanzas: 1) La Iglesia Católica no solamente no se opone al p ro g reso de los
pueblos sino que, por el contrario, Ella es la primera que lo impulsa. 2) La grave r esponsabilidad que tenemos todos aquellos que
–de una u otra manera– estamos r elacionados con los medios. Una
grave r esponsabilidad que nos exige no solamente rechazar el error
y la mentira sino procurar combatirlos con todos los recursos que a
nuestr o alcance pone la técnica del siglo presente.
Al hablar de San F rancisco de Sales como precursor del gremio
de periodistas se nos antoja una r eflexión: ¿cuál debe de ser la
misión del periodista católico? Dejando a un lado la P rensa Católica, en este caso concreto, lo
más práctico es tratar acerca de la misión que los católicos deben
desempeñar dentro de la P rensa.
F ieles a la vocación r ecibida en el Bautismo, los periodistas
católicos están obligados a velar para que sus producciones –sean
por medios impresos, inter venciones radiofónicas o reportajes tele-
visivos– pr esenten la noticia o análisis de la misma haciendo hinca-
pié en unos cier tos valores.
Que conste que no se trata de presentar únicamente temas r eli-
giosos –eso se lo dejamos a la P rensa Católica– sino más bien de tra -
tar r eligiosamente los temas que se v ayan presentando.
Y al “ tratar religiosamente los temas ” el periodista católico, a la
luz de su F e, debe procurar que la noticia informe, oriente criterios
y –de ser posible– ayude a la superación personal del gran público.
U N A PU NT E B IO G RÁ F IC O D E SA N F RA N CI SC O D E SA L E S
141
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No importa tanto el presentar la noticia sino más bien como se
presenta esa noticia. El periodista católico –sea r eportero, editorialista o incluso un
simple técnico que colabora dentro de los medios– habrá de tener
muy presente un código de ética que le impulse a inv estigar y difun-
dir la Verdad con el objeto de que la justicia impere.
N o se trata de presentar la r ealidad cruda y descarnada indu-
ciendo quizás a situaciones de mal gusto, mal ejemplo o desánimo .
Más bien de lo que se trata es de presentar la r ealidad tal y como
es per o evitando que el morbo contamine los criterios.
Se trata de que el periodista católico, dentr o de su código de
ética, tenga muy presente lo que dice el octavo mandamiento de la
Ley de D ios: “No levantarás falso testimonio ni mentirás ”.
Ahora bien, la misión del periodista católico quedaría trunca si
se limitara a no calumniar ni mentir per o cruzándose de braz os al
v er como otros sí lo hacen. G ravísimo pecado de omisión.
N ada de eso . La misión del periodista católico va mucho más
allá de la simple obediencia pasiva al octav o mandamiento y que,
gracias al compromiso cuando fue bautizado y confirmado, habrá
de combatir err ores, mentiras y calumnias. Si no lo hiciera así, por
omisión, estaría contribuyendo a que la mentira oscur eciese el
panorama de la r ealidad.
El periodista católico, haciendo uso de esa riqueza de medios
que tenemos en nuestro siglo, deberá, como lo hiz o Don Quijote,
luchar por “ deshacer entuertos ”. Y eso, dentro del clima de podr e-
dumbr e que todo lo asfixia, no es fácil.
“A unque todo esto par ezca un enorme desafío ”, nos dice Juan
P ablo II, “ de ningún modo es pedir demasiado a los hombr es y
mujeres de los medios. Tanto por v ocación como por profesión,
están llamados a ser agentes de paz, de justicia, de libertad y de
amor , contribuyendo con su importante labor a un or den social
basado en la v erdad, establecido de acuer do con las normas de la
justicia, sustentado y henchido por la caridad, y r ealizado bajo los
auspicios de la libertad” (20). Apar te de intelectual, escritor y periodista, S an Francisco de
S ales fue obispo. U na faceta que –como las anteriores– desarrolló
NE M E SI O RO D RÍ G U E Z LO I S
142
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(20) M ensaje del Santo P adre Juan P ablo II para la 37 J ornada Mundial de las
comunicaciones sociales. 24 de enero de 2003. F iesta de San Francisco de S ales.
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con tal ahínco que a él se debe que más de 70 mil protestantes
regresaran al catolicismo .
“Hay que r econquistar Ginebra… pero con el amor ”, dijo el
santo misionero en una homilía pronunciada en la catedral,
“¡Derribemos los muros de G inebra con nuestras oraciones y nues-
tro amor fraterno! Con nuestro buen ejemplo y no por la fuerza,
inspir emos respeto y confianza ”.
Y dentro de esto, una idea medular que inspiró todos los actos
de su vida: “E l primer espacio a evangelizar es nuestr o corazón… El
reino de Dios cr ece si primero crece en nosotros ”.
“Llegaran Doctor es, con San Cirano y Arnaldo, que enseñarán
que «el mundo», es decir la vida en sociedad, no es más que un
medio de per dición, un parque de espera donde se divierte crimi-
nalmente y con despr eocupación una multitud de miserables pre-
destinada al infierno . Pero no es esto lo que piensa el santo obispo
de Annecy y de Ginebra. E l mundo es lo que nosotros hacemos.
P uede ser para nosotr os un cielo o un infierno. ¿Q uién nos impide
en medio de las obligaciones, e incluso entr e las satisfacciones de
nuestra vida familiar o mundana, mantenernos en los pensamien-
tos de la religión, elev arnos al reconocimiento de las gracias de D ios
y vivir en la familiaridad de sus misterios? N i los deberes de la corte,
de la magistratura o del ejército, ni las preocupaciones de la vida
conyugal deben apar tarse de Dios. No existe, por una parte, la
viuda del mundo y, por otra, «la vida devota»; en todo caso, ningún
mur o se elev a entre las dos. P odemos ser cristianos en el seno
mismo de la sociedad” (21).
Como ejemplo de su sentido práctico –que adquirió debido a
la influencia que recibió de sus maestros jesuitas– mencionaremos
como en la ciudad de Thonon fundó una comunidad de sacer dotes
que, al mismo tiempo que colegio, era un centro cultural donde se
enseñaban ciencias, artes y oficios. De allí salieron gran cantidad de
a c t i v os propagandistas que, en cierto modo, pueden considerarse como
p r e c u r s o r es de los modernos militantes de asociaciones católicas.
S u gran cultura, donde gentes y trato afable lograron, como
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––––––––––––
(21) Georges de Plinv al. Historia ilustrada de la I glesia.(Traducción: F ray Justo
Pérez de U rbel). Ediciones y P ublicaciones Españolas. 1ª. Edición. Madrid, 1961.
Página 124.
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línea arriba dijimos, que más de 70 mil protestantes volvieran al
seno de la I glesia Católica.
“San F rancisco de Sales ”, nos dice Pío XI, par ece haber sido
escogido por D ios para oponerlo a la herejía de los Reformadores
de la que salió aquella r ebelión tan grande de la sociedad civil con-
tra la autoridad de la I glesia, rebelión cuyas consecuencias funestas
aún hoy día lamentan con razón los hombres buenos” (22).
Como bien dijera J uan Pablo II: “F ue un hombre de unidad en
una época en que las divisiones constituían una herida en el costa-
do de la Iglesia ” (23).
U n santo varón que –dada su pr ocedencia nobiliaria así como
su v asta cultura y don de gentes– bien pudo haber regido alguna de
las archidiócesis más importantes de E uropa, obtener el capelo car-
denalicio y vivir cómodamente r odeado de aduladores.
San F rancisco de Sales no cayó en la tentación de conv ertirse en
un pr elado burgués sino que, plenamente consciente de la difícil
prueba por la que atravesaba la C ristiandad, prefirió ser el Buen
P astor que, arriesgando su propia vida, iba en busca de las o vejas
descarriadas.
Y para ello no dudó en utilizar los grandes dones que pr oviden-
cialmente se la habían dado: cultura, don de gentes, iniciativa, prag\
-
matismo, celo por la salv ación de las almas y una caridad heroica a
prueba de todo .
O tra faceta de este polifacético santo es la fundación de una
Congregación religiosa: las Hermanas de la Visitación, también lla-
madas monjas salesas o visitandinas. Una or den que nació el 6 de junio de 1610 y que así son llama -
das en homenaje a la Virgen María quien, al visitar a su prima I sabel
nos está diciendo como la M adre de Dios nunca niega su r espuesta
a quienes la inv ocan pidiendo su ayuda.
“ Al S anto de Sales se le ocurría que había que fundar una
Comunidad en la cual lo importante no fuera hacer grandes peni-
tencias ni pasar horas y horas sólo r ezando, ni vivir sepultado para
siempr e en una casa sin volver a salir, sino que allí lo impor tante
NE M E SI O RO D RÍ G U E Z LO I S
144
––––––––––––
(22) Encíclica “Rerum Omnium ”.Númer o 3.
(23) Mensaje del P apa con ocasión del IV Centenario de la consagración episcopal
de San F rancisco de S ales. 23 de no viembre de 2002.
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sería tener mucho amor a Dios y al prójimo y llevar una vida santa
pero sin masacrar el cuerpo ni hacer penitencias raras” (24).
P or su parte, Eugenio Alburquer que, al tratar acerca de la
corriente humanista tan de moda en aquellos tiempos y que en
nuestr o personaje tuvo matices muy especiales nos dice que “ su
visión humanista del hombr e se manifiesta de forma muy concr eta
en la valoración positiv a del cuerpo. En contra de la opinión de tan -
tos tratadistas de ascética y espiritualidad que veían en el cuerp\
o un
enemigo del hombre, Francisco de Sales realiza también en este
punto una cristianización del Renacimiento que, alejándose de la
E dad Media, había desarrollado una cultura del cuerpo y de la sen-
sualidad en el ar te y en la literatura. Como buen humanista, con -
templa la belle za y el valor de toda la naturale za humana y logra
ofr ecer la síntesis cristiana: “N uestros cuerpos son necesarios para
las buenas obras, forman parte de nuestra persona y par ticipación
de nuestra felicidad eterna ”. Ha de ser, por tanto, objeto de estima
y de r espeto y , consecuentemente, “ el cristiano debe amar su cuer-
po como imagen viviente del Salv ador, encarnado, como salido del
mismo tronco que el suyo y, por consiguiente, unido a El con lazos
de parentesco y consanguinidad ” (25).
A unque sólo sea de pasada, vale la pena recor dar que el prota-
gonista principal en esta fundación fue una noble viuda, Santa
J uana de Chantal, quien, influida por los consejos del Señor de
Sales, llevó a la práctica los deseos de fundar la orden contemplati -
v a de las Hermanas de la Visitación.
El carisma que impulsa a estas santas mujeres se apoya en cumplir
la voluntad de Dios con alegría lo cual explica que las monjitas salesas
se caractericen por la dulzura, humildad, sencillez y trato afable. Hablar de las r eligiosas visitandinas sin mencionar la dev oción
del S agrado Corazón de J esús dejaría incompleto nuestro trabajo .
En la segunda mitad de siglo XVII –ya había muerto S a n
Francisco de Sales– tienen lugar las apariciones a Santa M a r g a r i t a
María Alacoque: se trataban de una serie de r e velaciones y p ro m e s a s
que giraban en torno al amor que Jesús tiene por la humanidad así
como al descuido que ese amor divino sufre por parte de los homb re s .
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145
––––––––––––
(24) Eliécer Salesman. Op.Cit.Página 333.
(25) U na espiritualidad del amor . San Francisco de S ales.Editorial CCS. 1ª Edición.
Madrid, 2007. Página 41.
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Casi al principio de este trabajo, señalamos la gran influencia que
la Compañía de Jesús tuvo en la formación de San Francisco de S a l e s .
P ues bien, en el caso concreto de las A pariciones del Sagrado
Corazón de J esús a Santa Margarita María Alacoque –religiosa per-
teneciente a la congr egación fundada por el S eñor de Sales– tam-
bién aquí encontramos la pr ovidencial presencia de los J esuitas.
Cedemos la palabra a Malachi Martin:
“Fue una verdadera suerte para la Compañía y para sus jesuitas
el que tan temprano en su larga historia este carácter de amor y de
dedicación a J esús, de la espiritualidad jesuita y de su punto de vista
r ecibiera una confirmación literalmente celestial… de hecho, equi -
v alía a una comisión dada por el cielo a los jesuitas….
“Llegó a través de una monja de la O rden de la Visitación. S u
nombre era la hermana M argarita María Alacoque. En su conven-
to de P aray-le-M onial, en F rancia, recibió especiales rev elaciones
divinas que se iniciar on por el año de 1670. Es el suyo uno de los
r elativamente pocos casos en la historia de la Iglesia en que la auto-
ridad magisterial de R oma ha confirmado la autenticidad de reve-
laciones hechas a una sola persona. “Desde que Roma aceptó la autenticidad de las rev elaciones
hechas a la hermana Alacoque en las postrimerías del siglo XVII, los
jesuitas aceptar on oficialmente y con gran entusiasmo la comisión
de difundir esa devoción. Ninguna imagen habría de conquistar tal
piedad y devoción entr e el común de los fieles como la que habría
de llamarse en todas partes el S agrado Corazón de Jesús; ninguna
otra devoción ascética llegó a ser reconocida como tan típicamente
jesuita a como la devoción a ese S agrado Corazón, símbolo perfec-
to del ideal jesuita de santificación personal ” (26).
En 1675, teniendo tan sólo 34 años de edad, el jesuita Claude
La Colombière fue nombrado capellán de P a r a y - l e - Monial, supo
de las rev elaciones y ayudó a propagar la devoción del S agrado
Corazón. De este modo se entrelazan las H ermanas de la Visitación con
la Compañía de Jesús. De este modo se hace más firme el vínculo
que une a S an Francisco de Sales con su maestro S an Ignacio de
Loy ola. Todo forma par te de un plan providencial…
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146
––––––––––––
(26) M alachi Martin. Op.Cit.Páginas 203 y 204.
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Tiempos difíciles aquellos. N i duda cabe que es mucho lo que
aún falta por hacer con miras a lograr la unidad de los cristianos. Cuando S an Francisco de S ales entrega su alma al S eñor el 28
de diciembre de 1622 su dinamismo y celo apostólico hacían espe -
rar de él mayores frutos. “El pr oyecto de Dios no coincide con el de los hombres ”, nos
dice el P adre Valentín Viguera F ranco. “F rancisco estaba maduro
para presentarse ante D ios y para pasar a la historia de la I glesia
como un preclar o obispo que había tomado en serio la reforma de
Trento; había contribuido, como nadie en obras tan específicas
como la evangelización del Chablais, la orientación espiritual de \
los
laicos, la fundación de una Orden r eligiosa y la reforma de no
pocas. Dejaba a la Iglesia el tesoro de su espiritualidad y el encanto
de su dulzura pastoral ”.
“¿M uerte pr ematura o muer te madura? El juicio de los hombr es
considera prematura cualquier muerte. F rancisco, en efecto, no
contaba nada más que 55 años, tenía un amplio proy ecto sobre la
literatura espiritual y había organizado una amplia misión popular
en su diócesis, que todavía no se había llevado a cabo . También que -
daba en el proyecto de los hombres la posibilidad de su pr esencia
pastoral en la diócesis de P arís.
S us hijas de la Visitación contaban con él para que las acompa -
ñara en la fundación de otr os monasterios… Cualquier muerte es
prematura, porque siempr e quedan muchas cosas por hacer en esta
vida ” (27).
S us reliquias, junto con las de Santa J uana de Chantal, se con-
serv an en la basílica de Annecy (F rancia) santuario meta de peregri -
naciones que se encuentra en uno de los rincones de Eur opa en
donde, dada la belleza de sus lagos y majestuosidad de sus monta-
ñas, más pródigo se mostró Dios N uestro Señor.
N o nos cabe la menor duda –y esto ya que la Iglesia lo aclaró al
canonizarlo y pr oclamarlo Doctor– que su entrada en el Reino de
los Cielos debió de haber sido apoteósica ya que, al multiplicar lo
que r ecibió, a todos nos da un ejemplo de cómo deben compor tar-
se los hombr es de la pluma y de los medios.
U n santo que supo ser un hombre moderno, conocer los nove-
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(27) San F rancisco de Sales. Ediciones Palabra. 1ª. Edición. M adrid, 1990. Páginas
251 y 253.
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dosos inventos de su época y utilizarlos en la lucha por la causa de
Cristo. En S an Francisco de Sales encuadra perfectamente la evangéli-
ca figura del B uen Pastor que se arriesga por veredas de difícil acce-
so y con pr ecipicios a sus pies con tal de encontrar a la oveja per di-
da. Y una v ez que la encuentra la acaricia con ternura, gana su con -
fianza, la carga sobr e sus hombros y la restituye al redil.
Desde el momento en que la mitra coronó sus sienes, tomó
cabal conciencia de que el E piscopado entrañaba la gravísima res-
ponsabilidad de pr edicar la sana doctrina, gobernar con pr udencia,
ser víctima de injustos ataques y velar por la salud no sólo espiritual
sino incluso material de la porción de Iglesia que le había sido e\
nco -
mendada. Riquísima por dondequiera que se v ea la personalidad de este
v arón de noble porte y sonrisa amable.
Tanto así que cuando empezamos a conocer su vida nos engo-
losinamos deseando saber más y más… Sin embargo, nos conformamos con desper tar el interés de
nuestr os amigos lector es no sólo por conocer algo acerca de San
F rancisco de Sales sino –lo más importante de todo– hacerlos r efle-
xionar en el sentido de av eriguar cuál es el mensaje que nos da a
cada uno de nosotros. Porque –de esto no tenemos la menos duda– al ser un santo
polifacético este noble saboyano tiene un mensaje para todos.
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