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Luis Alfonso Orozco: El martirio en México durante la persecución religiosa

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
Luis Alfonso Orozco: EL MARTIRIO EN MÉXICO
DURANTE LA PERSECUCIÓN RELIGIOSA
(*)
E l hecho que el libro que comentamos haya sido impreso en
2006 no impide hacer esta r eseña. Es que este libro tiene una actua-
lidad imperecedera, toda v ez que como sostuv e sobreMártires gr a -
nadinos de 1936 (Granada, 2006) del canónico Santiago Hoces,
respecto de la persecución religiosa en G ranada, me parece útil
poder llevar el hecho de la persecución religioso al “ microcosmos”
de cada caso, como han hecho ya algunos historiadores en México
y por cierto en España. Eso facilita una perspectiva integral del
tema, como una patología cultural del laicismo en nuestras nacio-
nes desafía el entendimiento, pero que se explican muy bien por las
ideologías sectarias y antirreligiosas. “En nuestr o siglo –dijo Juan
P ablo II en la Car ta Apostólica Tertio Millennio Adv eniente– han
vuelto los mártires, con frecuencia desconocidos, casi militi ignoti
de la gran causa de D ios. En la medida de lo posible no deben per-
derse en la Iglesia sus testimonios ”. Este y otros materiales me han
permitido hacer un curso sobre la ética del historiador en el que he
podido leer pasajes de la persecución en F rancia, México y España
a mis alumnos, que ilustran mejor que mil formulas los avatares de
la fe y los cr eyentes en tiempos modernos.
Como seguramente todos saben entre 1926 y 1929 la coacción
contra la Iglesia generó la rebelión cristera, pr oducto del intento de
imponer el ateísmo en México durante el proceso de la Rev olución
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151Verbo,núm. 461-462 (2008), 151-180.
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(*) Editorial P orrua, México, 2006, 181 pp.
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mexicana. Más tarde se reactivó durante el Rescoldo o la Segunda
(guerra cristera) de 1934 a 1938, de menor intensidad, pero no
menos sangrienta. Menos sabido es que dicho impulso anticristiano
venía de antes, y ya en 1915 se asesinaban sacerdotes y católicos. La
R e v olución mexicana, como la francesa, pasa por diversas etapas, y
como ella tuvo una fase de terror activo desde 1925, cuando se inten-
ta el cisma de la Iglesia Católica hasta el ascenso en 1940 del
Presidente Ávila Camacho, en que cesa la persecución. La pr o h i b i c i ó n
a los sacerdotes de usar la sotana, de repicar las campanas, y final-
mente de ejercer su ministerio fueron el resultado de la p ro p a g a n d a
de las ligas antirreligiosas, muy fuertes sobretodo en la zona norte del
país, y que buscaban monopolizar el proceso que institucionalizó la
Rev olución hasta el decliv e del Partido N acional Rev olucionario
(creado en 1929), que cambió después su nombra a P a rtido R e v o l u -
cionario Institucional (PRI), y el ascenso del Presidente Vicente Fox
y el P a rtido de Acción Nacional (PAN) el 2000.
F ue en ese contexto en que el derecho de rebelión cobró su vir -
tualidad, y dio inicios a la constitución de un E jército que anima-
do de su grito “ Viva Cristo Rey” sacrificó gustoso su seguridad, su
hacienda y su vida. U na milicia animada de un concepto claro de
sacrificio como se condensa en estas dos estrofas de Felipe Brondo,
“Hoy que está mi alma de ilusiones llena
Quier o morir así, robusto y sano
D efendiendo mi fe y ante el tirano
Con sangre jo ven empapar la arena
Quiero morir y por mi fe querida Quiero sacrificar mi propia vida
E n un suplicio que jamás se ha visto
E n una hoguera sacudir mis alas
O caer traspasado por las balas
G ritando al tirano, Viv a Cristo Rey”
E n esta lucha en que millares de campesinos y obr eros católi-
cos fueron asesinados o muer tos en los campos de batalla destacan
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los gestos de afirmación de la fe de muchos que relata este libro. El
autor, propone una lectura or denada en que su capítulo I se dedi-
ca a la definición teológica de mar tirio, destacando que no cual-
quiera que muere por la fe es mártir , pues se requieren cier tas vir-
tudes y circunstancias extraor dinarias. Hecho esto, sigue con la
narrativa histórica y la descripción de casos. Es curioso cómo algunos de los mecanismos para acabar con la
fe en la época se aproximen al esquema propuesto por A u g u s t i n
Cochin para la preparación de la R e volución francesa. La agudiza-
ción de la R e volución se da bajo el influjo del Presidente Ob re g ó n ,
quien controla el Congreso de Qu e r é t a ro y permite redactar la
Constitución de 1917, claramente persecutoria, que mediante los
a r tículos 3, 5, 24, 27, y 130 anulaba la personalidad de la Ig l e s i a
Católica en México. Entonces se echa a andar una maquinaria,
especialmente con Ob regón y Calles, que da paso desde lo jurídico
a la acción re p re s i va, policial y militar por cuanto es impopular e
injusta y genera legítima resistencia. Se verifica así el eclipse de los
moderados y de los díscolos: villistas, zapatistas, conv e n c i o n a l i s t a s ,
h u e rti stas, y católicos. En este ambiente se desata la acción antica-
tólica –se daba el absurdo que andar de sotana costaba la vida, pero
andar de traje de pastor protestante era admitido–, que intentaba
extirpar la fe mediante una serie de invocaciones al pro g reso y la
razón que eran lo más ausente. Enseguida venía la identificación de
los réprobos, en este caso los católicos, como una minoría car e n t e
de derechos y cuestionada existencia. P e ro, a la que se ofrecía maño-
samente la apostasía como un camino de integración y de perd ó n
s e c u l a r . La autoinculpación y la actividad proselitista atea a poste-
riori eran entonces los sellos de esta conversión a los ideales anti-
cristianos del socialismo, el anarquismo, y la masonería. Pero los casos que r elata el padre Oroz co son de aquellos que
rechazar on la vida tibia. La del padre David G alván, asesinado por
dar la extremaunción en el campo de batalla en 1915 en momen-
tos en que habían heridos y moribundos villistas y carrancistas. El
padre Atilano Cruz que pide ser ordenado sacer dote en secreto, en
plena matanza en 1927. O el padre Román A dame Rosales, de 68
años, que dice antes de ser arrestado, Qué dicha ser mártir , dar mi
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sangre por mi parroquia . Un soldado que se negó al fusilamiento,
Antonio Carrillo, fue asesinado por el oficial del destacamento .
Y esto es solo el comienz o. Florentino Álvarez, obrero católico,
socio y celador primario del Apostolado de la Oración. F ue arres-
tado en medio de una r eunión del sindicato de zapateros católicos,
el 7 de agosto de 1927, cuando el general Daniel Sánchez intervi-
no la reunión. Interrogado por el motivo de la sesión, Álvarez con-
testó –“Miente usted, General, nos reunimos aquí solamente para tra -
tar asuntos de nuestr a profesión. Y el General a su vez: ¿M iento yo,
desgr aciado? U stedes son los que gritan ¡Viva C risto Rey! Y Cristo no es
Rey . Replicó F lorentino, sí señor, Cristo es R ey”–(pág. 163). Eso
selló su suer te. Mandado a comparecer al pelotón, se presentó bajo
la formula de Mande Usted. M urió bajo el grito de Viva Cristo Rey
y V iva la Virgen de G uadalupe. Los 18 caídos en esa ocasión jamás
tomaron las armas, pero no abjuraron de la r ealeza social de Cristo .
S us restos fuer on llevados en 1931, cuando amainó un poco la per -
secución al Santuario de G uadalupe.
S in duda, lo que traza la línea divisoria entre la apostasía y la
fe, la línea entre el conformismo y el her oísmo, fue precisamente el
gesto de sacer dotes, seglares, soldados improvisados, modestos
obreros, familias completas, de rechazar el camino de seguir con
vida. Como se entr egaron con amor y fidelidad a una muerte que
como decía el escudo del conquistador de Chile, P edro de Valdivia,
“Da más vida ”, bajo ella acercaron y ganar on el cielo, y fueron
capaces de rev ertir aún en la negación, el engaño y la traición pos-
terior –los Arr eglos de 1929–, el pr oceso de descatolización del
país. Finalmente, el México ateo, se redujo a un Estado vaciado de
su identidad cristiana, pues el México pr ofundo, respiraba y respi-
ra por el influjo guadalupano .
C
RISTIÁNGARAYVERA
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