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Número 535-536

Serie LIII

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AA. VV., A Catholic Witness in Our Time. A Festschrift For Robert D. Hickson: Essays and Remembrances in His Honor

AA.VV., A catholic witness in our time, A festschtift for Robert D. Hickson: essays and remembrances in his honour, Fitzwilliam, Loreto Publications, 2014, 538 págs.

En este homenaje publicado en honor del Dr. Robert Hickson para conmemorar su larga y proficua carrera, encontramos numerosos artículos de valor. Al ser lamentablemente imposible comentarlos en su totalidad por cuestiones de espacio, me limitaré en este breve análisis a algunos de los estudios más significativos, que de por sí justificarían la adquisición de esta notable publicación.

por sí justificarían la adquisición de esta notable publicación. La obra comienza con un estudio de John M. Hass titulado «Robert Hickson y su mentor Joseph Pieper», donde el autor pone de relieve su admiración hacia los profesores Pieper y Hickson. Señala que Hickson abrazó la causa de los tradicionalistas carlistas, así como rechazó de los errores del siglo de las Luces y su compromiso respecto a un orden social anclado en las verdades naturales y reveladas de la Iglesia Católica. El Dr. Haas, siguiendo la línea del Dr. Pieper, muestra cómo en la sociedad contemporá- nea el lenguaje ha sido terriblemente distorsionado y cómo de esta manera se socava la sociedad. Esto sucede cuando la «igualdad en el matrimonio» se vuelve defensa de la homosexualidad, y la «libertad de elección» significa justificar el aborto. En contra de las dudas contemporáneas sobre la existencia de la naturaleza humana, el Dr. Haas demuestra que la recibimos del nuestro Creador. Dicha naturaleza tiene una existencia objetiva, y por lo tanto rechaza con razón la que puedan existir los llamados «artesanos de la humanidad», capaces de remodelar la naturaleza humana a su antojo. Demuestra cómo el acto mismo de Dios consiste en la bondad divina que organiza toda la creación en función de su naturaleza. Para lograr su plenitud, el hombre debe encarar sus acciones de acuerdo a su naturaleza creada.

En «Robert D. Hickson, paladín de la Verdad», Stephen J. Sniegoski relata que el Dr. Hickson fue condenado al ostracismo por parte del Departamento de Educación por haber sido extremadamente crítico, por razones de principios, respecto a uno de los asesores, y por sus opiniones sobre la ideología social contemporánea. El autor subraya como en el mundo moderno Dios ha sido dejado de lado, y en consecuencia el mundo occidental ha rechazado todo lo que hace que la vida sea digna y aun disfrutable. Si se concibe al cosmos sin Dios y sin un fin, la verdad misma se vuelve problemática. Los intelectuales occidentales modernos han reemplazado la verdad con una nueva ortodoxia basada sobre ideologías, sentimentalidad y escapismo, creando una fantasía estéril anclada en la idea que de alguna forma las concepciones mentales pueden cambiar la realidad. Esto nos lleva a comprender por qué, cuando la verdad es rechazada como categoría objetiva, la tolerancia se vuelve una ficción. La tolerancia de transforma en una contraseña que permite al control social para impedir que las enfermedades morales y sociales sean llamadas por su nombre.

La humildad es una cualidad cristiana sumamente específica que Peter Chojinowski aborda con gran precisión en su artículo «La humildad y el hombre del alma grande». Demuestra los trágicos errores de Friedrich Nietzche, que ha tenido una influencia tan negativa ha tenido en el siglo XX. Promovió la «liberación» del hombre de la idea de Dios, de una ley moral universal, de la tradición, de cualquier autoridad, incluso de la autoridad de la verdad objetiva. El prof. Chojnowzski señala cómo para Santo Tomás el rasgo más específico de la humildad es la honradez, la afirmación de la posición de una determinada persona dentro del conjunto del orden creado. Es una afirmación de la posición del hombre con relación a Dios Creador, que lo lleva a someterse a Dios. La verdadera humildad conduce a la salvación mientras que el orgullo conduce a la perdición. Por lo tanto concuerdo plenamente con el autor cuando afirma que «siendo la humildad una confesión y una afirmación de la majestad de Dios, la misma engendra un estado espiritual que nos permite estar dispuestos a aceptar todo lo que Dios quiere para nosotros». La humildad, según lo demuestra el prof. Chojnowski, no debilita nuestra lucha por conseguir las grandes cosas que nuestras capacidades nos permiten alcanzar. La pregunta que debemos plantearnos es: cuales son las cosas que nuestras capacidades nos permitirán lograr? La respuesta a esta pregunta se basa en el conocimiento de Dios y de nosotros mismos, según la oración frecuentemente pronunciada por San Agustín: «¡Que pueda conocerte para conocerme a mí mismo!».

Es necesario agregar una precisión respecto a este valioso artículo. Luego de afirmar con toda razón que un hombre excelente y superior debe aceptar lo que proviene de Dios en las demás personas, agrega que con base en la misión que ha recibido, una persona puede «considerarse a sí mismo superior a quienes lo rodean». Esta posibilidad lleva consigo el peligro de caer en el orgullo y la quimera. Si un hombre discierne con justa razón que Dios le ha confiado una misión particular, tiene derecho a considerarse diferente y tiene el deber de llevar a cabo dicha misión, pero podría ser peligroso que el hecho de tener conciencia de su misión lo lleve a sentirse superior respecto a los demás.

Los problemas del ecumenismo en la Iglesia contemporánea son tratados con competencia por Anthony Fraser en su artículo «Falso ecumenismo». Establece una distinción entre la implementación del Concilio Vaticano II y las dificultades causadas por la ambigüedad que reflejan algunos temas del Concilio. El principal tema de preocupación se encuentra en Lumen Gentium 8, donde se expresa que la Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia Católica. El uso de la palabra «subsiste» ha dado lugar a innumerables interpretaciones conflictivas. Si el texto hubiera en cambio afirmado que la Iglesia de Cristo «es» la Iglesia Católica, se podría haber evitado esta confusión. La ambigüedad de la interpretación aparece en las afirmaciones del Cardenal Kasper, cuando describe al ecumenismo cono un enriquecimiento mutuo que conduce a la conversión hacia Cristo y excluye la conversión de los no-católicos en contradicción a las perennes enseñanzas de la Iglesia Católica, lo que él llama un ecumenismo «de retorno». El autor señala también que según Kasper la Antigua Alianza es salvífica para los judíos. Cita al Dr. Hickson, que expresa su preocupación de que el ecumenismo contemporáneo tiende a subestimar diferencias doctrinales fundamentales que fomentan tanto el indiferentismo como incluso el sincretismo. El otro riesgo es que crea una atmósfera que propicia mayor facilidad para los matrimonios mixtos. Otra consecuencia inquietante del movimiento ecuménico es que ha desalentado conversiones. En sus conclusiones el autor demuestra como el ecumenismo contemporáneo ha decepcionado aun a sus más fervientes defensores.

El prof. Miguel Ayuso explica el significado del Carlismo en su artículo «Introducción al Carlismo español». Presenta tres elementos del Carlismo. En primer lugar el hecho histórico del conflicto dinástico que comenzó con la muerte de Fernando VII en 1833, lo que da nacimiento al movimiento carlista. Los derechos de Don Carlos, hermano de Fernando VII, fueron violados mediante un cambio ilegal de la ley de sucesión. Este cambio puso en peligro la legitimidad de la monarquía española. La segunda idea central es el concepto de continuidad espiritual histórica y cómo el Carlismo es el vehículo de dicha continuidad. El Carlismo impidió que la historia de España perdiera su sentido. A través de un breve pero muy bien articulado análisis histórico que arranca de la revolución protestante recorriendo el liberalismo del siglo XIX, el prof. Ayuso demuestra que el Carlismo es lo que queda de la antigua cristiandad y lo que queda de la antigua España. El tercer punto es el Tradicionalismo hispánico, la continuidad histórica, sobre la que vela la dinastía legítima presentándose en el marco de una doctrina conocida como tradicionalismo. El Carlismo nunca fue una ideología sobreimpuesta a la realidad, se trataba y se sigue tratando ante todo de personas que viven de acuerdo a una tradición, o sea a un orden recibido como herencia. Al comienzo el Carlismo fue una reacción espontánea contra cambios que ponían en peligro la continuidad de la sociedad, pero con el pasar del tiempo y los progresos de la revolución se volvió necesario explicar algunos puntos básicos. Empezando por la Realeza Social de Nuestro Señor Jesucristo, basada en la unidad católica que debe ser respetada, explicando el estatuto jurídico de cada uno de los órganos sociales llamados fueros.

El prof. Ayuso demuestra como el lema de las guerras carlistas, «Dios, Patria y Rey» es el eje de la reacción de los católicos tradicionales ante la revolución liberal. «Dios» significa que la comunidad humana debe adorar a Dios y que en ello reside el primer deber de la sociedad. El Rey Católico es quien debe preservar la unidad católica de la comunidad. El Carlismo siempre protegió los «fueros», el reconocimiento de los derechos históricos de cada comunidad. La protección de estos derechos respondía a la implantación del principio de subsidiaridad. El Rey tiene la autoridad política suprema, pero su poder está limitado por la soberanía de Dios y los derechos de los diferentes órganos, nacionalidades y regionales que componen la confederación española. El prof. Ayuso concluye este conmovedor resumen del Carlismo señalando que si no existe un sentido de comunidad religiosa, algo que trascienda la voluntad del hombre, no puede existir la vida en sociedad.

Encontramos un breve y sensato comentario sobre la Regla de San Benito y su aplicación respecto a la familia en un artículo del prof. William Fahey. Su análisis de la expresión «labor de obediencia» manifestada por San Benito es sumamente perspicaz. Muestra que lo que el Santo Abad pretende para los miembros de su comunidad va mucho más allá de una obediencia mecánica, y que la mente, el alma, el corazón y el cuerpo de sus hermanos deben estar enérgicamente volcados a hacer aquello que se les pide. Se podría agregar que este tipo de obediencia con un objetivo concreto es lo que asegura el bien común de la comunidad.

El Hno. André Marie presenta un serio estudio sobre la filosofía perenne, basándose en el pensamiento del Hno. Francis Maluf. Ilustra acertadamente las distorsiones provocadas por enfoques parciales de la realidad, que ponen énfasis exclusivamente en las ciencias naturales, dejando de lado la filosofía, la cual garantiza unidad cultural y un enfoque equilibrado.

El Diácono Eugene McGuirk ha escrito un inspirador ensayo sobre la modestia, virtud lamentablemente olvidada, lo que lleva a cometer pecados contra el sexto mandamiento. Tiene razón en recordar las severas objeciones de Pío XI en contra de la co-educación, algo sobre lo que deberían reflexionar los educadores católicos.

En un artículo sumamente interesante titulado «La virtudes de la paciencia estratégica», el General Raymond E. Frank se refiere, con ejemplos históricos bien presentados, a los serios problemas provocados por la falta de paciencia en la planificación estratégica. El autor señala las vulnerabilidades y debilidades de la democracia liberal moderna en el combate contra el terrorismo y la guerrilla. Demuestra en forma acertada como la aplicación militar de las nuevas tecnologías ha acrecentado la impaciencia estratégica, generando la expectativa de una victoria rápida e indolora.

En un breve pero bien documentado estudio titulado «¿Dónde está la victoria? Las consecuencias de las guerras injustas», Harry Veryser muestra las terribles consecuencias que han derivado de las numerosas guerras emprendidas por los Estados Unidos durante el siglo XX.

El problema gnóstico está bien presentado por la Dra. Maike Hickson en su artículo «Poder y gnosis, poder sin gracia», un estudio sobre Jung y la Fundación Bollingen. Demuestra cómo esta institución promovió ideas gnóstico-ocultistas que fomentaron la revolución anti-cristiana en los Estados Unidos y todo el mundo occidental a mediados del siglo XX. Jung tuvo un considerable impacto en el ámbito cultural y espiritual del siglo pasado, socavando la cristiandad ortodoxa. Era visto por algunos de sus discí- pulos como un maestro y un mago. La Dra. Hickson muestra el terrible riesgo que representa la tesis presentada por un miembro de la Fundación Bollingen: la permanente tentación, inspirada por el enemigo del hombre, de tratar de integrar el bien y el mal dentro de una síntesis superior, con el aparente objetivo de obtener una visión completa de la realidad, como lo hiso el Padre de todas la mentiras cuando sedujo a nuestros primeros progenitores. La consecuencia de dicha integración es que la misma elimina la repulsión al mal, y por el contrario lo fortalece, debilitando de esta manera el bien, lo que conduce al relativismo moral. Lo más preocupante en este caso es que los promotores de esta ideología creían en el Demonio. La única respuesta consiste en restablecer las eternas leyes morales de Dios.

Ignacio BARREIRO CARÁMBULA