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Número 557-558

Serie LV

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Hugo Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario

Hugo Herrera, La derecha en la crisis del Bicentenario, Santiago de Chile, Universidad Diego Portales, 2014, 214 págs.

Hugo Herrera (1974), doctor en Filosofía por la Universidad de Würzburgo con una tesis sobre Carl Schmitt, ha enseñado en distintas universidades tanto de Santiago de Chile como de Valparaíso y Viña del Mar, y en la actualidad es profesor de Filosofía Política en el Instituto de Humanidades de la Universidad Diego Portales de Santiago de Chile.

La crisis a la que se refiere el autor en el título de su obra es la de la derecha chilena. Desde luego. Pero, de algún otro modo, es la de la derecha en general. Y, aun si se apura, la de la divisoria de las aguas políticas en derechas e izquierdas.

Si hacemos caso del prefacio, en este caso adecuada presentación del contenido de la obra, la derecha chilena se encuentra ante una grave crisis de naturaleza intelectual. Porque se ha quedado atrapada en un relato (es el autor quien usa el término, respecto del que habría mucho que decir) formulado para la época de la guerra fría, pero incapaz de intervenir sólidamente en la harto más compleja coyuntura presente. Carece, pues, en resumen, de un discurso para nuestro tiempo. Y, en consecuencia, su apoyo electoral es siempre menor, como menor es su presencia en las «estructuras legítimas de poder» (en expresión que también es del autor). La tesis que postula es que «mientras la derecha no reconstruya su discurso y lo dote de la sofisticación necesaria para comprender los difíciles tiempos que corren, no recuperará la presencia en las dichas estructuras de poder» y, sin ella, su apoyo electoral «será declinante».

Vayamos por partes. En la que podríamos calificar como destruens parece tener razón al describir los caracteres del modelo que entiende agotado: «Una concepción individualista del derecho de propiedad, la idea de subsidiariedad entendida en su acepción negativa y –aunque esto se ha ido reformando– democracia protegida». En el fondo un modelo liberal capitalista, envuelto en lenguaje de la doctrina social de la Iglesia y sostenido en la dictadura militar. El cuadro parece convenir a la figura de Jaime Guzmán, ideólogo de la Constitución pinochetista de 1980. Más lábil encontramos la pars construens, que pretende bosquejar «algunos movimientos iniciales para superar la crisis», pero que quedan –como escribe– «ante todo», en una forma específicamente política (y no sólo económica o moral) de comprender la existencia, que incorpore (dándoles nueva vida) las diversas tradiciones intelectuales de la derecha y que se abra más y de modo más permanente a la realidad concreta. Esas diversas tradiciones intelectuales parecen emerger en el elenco que ofrece con los nombres de Diego Barros Arana, Abdón Cifuentes, Francisco Antonio Encina, Mario Góngora y Jaime Guzmán. Son, en síntesis, a juicio de Hererra, cuatro esas tradiciones, producto de la combinatoria resultante de un doble eje: liberal/no liberal y cristiano/ laico. Es significativo que el autor no alcance a calibrar el factor del tradicionalismo político y su importancia, más allá de la sociológica hodierna.

El recorrido se realiza a través de cinco capítulos y viene acompañado por un anexo final, amén de los siempre útiles bibliografía e índice onomástico. Los capítulos llevan las siguientes rúbricas: «¿Qué es un cambio de ciclo?», «Comprensión política», «Una mirada a la historia intelectual de la derecha en Chile», «El desafío comprensivo de la derecha chilena» y «Síntesis y aspectos fundamentales de una esperable nueva consciencia en la derecha chilena». Mientras que el anexo aborda «la crisis intelectual de la derecha chilena en sus últimos libros», donde pasa por extenso revista a siete textos, obra de Axel Kaiser, Francisco Javier Urbina y Pablo Ortúzar, Marcel Oppliger y Eugenio Guzmán, Cristián Larroulet, Luis Larraín, Jovino Novoa y Gonzalo Arenas.

El libro es interesante, como cabe esperar de la fina inteligencia de su autor. Más allá, como ya se ha apuntado, de la crítica de la situación presente, la opción por el eclecticismo intelectual que parece latir en su seno no constituye una verdadera respuesta a la crisis justamente apuntada. Crisis que, por lo demás, se observa por doquier, con los matices y la intensidad que se quiera, pero no es exclusiva del mundo chileno, lo que debiera llevar a limitar el peso del contexto en el análisis y quizá a centrar más el foco en las transformaciones de la realidad política contemporánea. Que muestra, también en este caso universalmente, la crisis más honda de la modernidad política, respecto de la que la postmodernidad no es salida auténtica, y con ella de la disyunción derecha e izquierda, por lo demás bien discutible desde sus inicios. El conocedor de la realidad política e intelectual chilenas leerá con provecho estas páginas, aunque las dejará con una cierta desilusión.

Manuel Anaut