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Número 130

Serie XIII

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Un extremecedor testimonio: Alexandr Solzhenitsyn, Archipiélago GULAG

INFORMACION BIBLIOGRAFICA.
lizar aquí con una absoluta disponibilidad ante Dios, que mueve
montañas
y con el auxilio de la gracia.
"Con mucha ligereza se dice hoy que el empeño es sumergirse
en el mundo hasta olvidatse de Dios y de los viejos «mitos» de lo
sobrenatutal, lo que
es perder el verdadero cristianismo y cualquier
posibilidad de amar al prójimo. El cristianismo tiene dos fines que
se resumen en uno solo; amar a los demás por amor a Qios. Mi sal­
vación sobrenatural está, pues~ ligada a mi acción cristiana en el
mund~, sin

que éste sea mi fin. Este equilibrio entre
naru.ral y so­
brenatural, entre mundo y Dios, entre ·amor a Dios y amor al pró­
jimo, en el «ineScindible empeño», consiste la gran economía meta­
física, ontológica, moral y religiosa del Cristianismo, la esperanza
de salvación del hombre en la tierra y en el Cielo".
El libro del profesor Sciacca concluye con un apéndice dividido
en dos capítulos: I, Sacerdocio y mundo moderno y 11, El sacerdote
y la política, repletos de aétualísimo interés. la conclusión resulta
fluida:
"Si clericalismo significa injerencia del clero en la política mi­
litante, es _decir, en la _política de partido o
en cuestiones que co­
rresponde
al poder secular, mediante lo cual se trata de constituir
una verdadera y propia potencia política
clerical, decimos
sincera­
mente que el sacerdote no debe hácer est_a política, y que de hacerla
da lugar a un claricalismo nocivo
al catolicismo, que acaba por pro­
vocar inevitablemente el anticlericalismo". Pero si se trata de la de­
fen~a
de

los principios cristianos, en concreto, en
la conciencia de
los católicos,
en su vida personal, familiar, social y política, "la in­
tervención · de los católicos y del clero es sacrosanta, es un deber
elemental

e improrrogable, que no constituye injerencia en el
ám­
bito del Estado y del poder laico". Su competencia "es afirmar la
política de la verdad para que sea una verdad de la política Sin cle­
ricaUsmo
y sin compromisos".
JUAN V ALLET DE GOYTISOLO.
UN EXTREMECEDOR TESTIMONIO.
Al:exandr Soljenit•in: "ARCHIPIELAGO GULAG"
(1918-1956) (*)
En el Archipiélago GULAG (siglas en ruso de Dirección Gene­
ral de Campos de Concentración), Alexandt Soljenitsin nos da a co­
nocer
el sistema que rigió en estos campos de la URRS entre 1918
y 1956.
(*) Madrid, Ed. Plaza Janés, ma:yo 1974, 456 págs.
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Sistema que tuvo con.io una· de sus más destacadas Características
la "masividad". Según informesde los socialdemócratas Nikolaievski
y Dalin -'-nos dice Soljenitsin-'---, la población penitenciaria en los
campamentos oscila entre los quince
y veinte .millones.
A través de
esta obra

seguimos paso a paso la vida de los arres­
tados, desde que son det.enidos
hasta su

llegada a los campos de
concentración. El autor nqs cuenta la preferencia por las detencio­
nes
nocturnas,
y cómo la Carga de prisioneros en los trenes se, hace
de noche, "se ha de evitar que se asuste la gente al ver tantos pre­
sos juntos". Nos habla de las celdas donde llevan a los arrestados
que como "sardinas en lata" esperan saber su condena tras pasar
el horror de los interrogatorios. Soljenitsin aprovecha
también su
obra para declarar la
injusticia
del

reparto "equitativo" de la tierra según el número de bocas (sin
valorar el amor al trabajo
y el tesón) y escribe, " ... Y .hora esos
campesinos, cuyo pan comía Rusia en 1928, eran ~tirpados por los
fracasados del pueblo y por gentes llegadas de la ciudad. Como fieras,
perdiendo todo
el concepto
de «humanismo», perdiendo todos los
valores humanos -acumulados durante milenios-, agarraban a los
mejores labradores· juilto con sus familias y, sin piedad alguna, des­
nudos, los echaban al norte desértico, a la tundra y a la taiga."
Respecto a las raz.ones para que un individuo resultase culpable,
Soljenitsin advierte que
.son muchísimas

y que no necesitaban ser
muy claras. Así, por
ejemplo_, se

amplió el punto sobre traición (a
través del artículo 19 del
C. P.) que propone castigar no la malicia,
sino los "preparativos", pero una
lecru.ra dialéctica permite interR
pretar

las intenciones como preparativos. Y "los
p.i:-eparativos son
igual

de punibles que el delito consumado".
¿A quiénes se detenía? "Nadie está seguro" advierte Soljenitsin,
quien refiriéndose a
la detención de campesinos nos dice: "Había
que limpiar también
la aldea de aquellos campesinos a quienes no
les
daba la gana ingresar ~n el Koljós, que se mostraban reacios a
la vida colectiva que jamás habían visto y de la que sospechaban
(ahora sabemos con cuanto fundamento) que estaría sometida a la administración de los vagos,
y en la que se debería trabajar mucho
y pasar mucha hambre. También tenían que deshacerse de los cam­
pesinos (algunos de ricos no tenían nada)
que~ por
su audacia, su
fuerza física, su decisión, su franca forma de expresarse en las
asam~
bleas

de vecinos, su amor a la justicia, eran queridos por el pueblo
y que, por su independencia, se hacían peligrosos a la administración
del Koljós. Además, en cada aldea, había
gente a la que PERSO­
NALMENTE tenían ojeriza los "activistas" locales. Por celos, por envidia, por agravios,
esta era

la mejor ocasión de ajustarles las
cuenR
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tas. Para todas estas víctimas se requería una palabra nueva: ésta
nació. Ya. no había
·en ella ningún contenido "social'', económico,
pero sonaba estupendamente: "podkulachnik" · (secuaz del kulak,
"akulakádo"). O

sea, yo a ti te considero cómplice del enemigo.
¡ Con eso bastaba! Al bracero más desharrapado se le podía incluir
entre
los. "akulakádós". · ·
Lós

artestados
pasan a
ocupar unas celdas "inhumanas", frías,
~uchas veces sin mobiliario y siempre ocupadas por un número de
prisioneros muy superior al que les correspondería contener por su
tamaño.
Las celdas por sí mismas son: un tormento~ pero todavía existe
otro mucho peor; el · dei interrogatorio,·· que ácaba con la vida de
algunos
y mina las fuerzas físicas de todos, unas fuerzas que ya no
se volverán a reponer. Se utilizaron todo
tipó de
recursos
para que~
brantar la voluntad y la personalidad del arrestado, algunos sin dejar
huella en el cuerpo (los· métodOs psíquicos), pe:ro todos crueles
( el autor enumera hasta treinta y uno).
Los presos que poseen algún valor son cebo muchas veces de la
codicia personal. Soljehitsin nos relata un hecho que le ocurrió a_
él

mismo: "El funcionario del servido de contraespionaje del 48.º
Cuerpo de Ejército,
qüe me

arrestó, se enamoró de mi pitillera
ale­
mana; que no era tal pitillera, sino una simple caja, pero de un color
carmesí muy llamativo. Y por aquella mierdá desplegó
toda una
ma­
niobra profesional: en primer lugar, n:o -
incluyó mi

pitillera entre los
objetos que figuraban en el
sumaric_J ("eso

puede usted quedárselo");
después, ordenó que me cachearan de nuevo, sabiendo perfectamehte
que en

mis bolsillos no había
nada más:
"¡Ah!, ¿qué es eso?
¡ Quí­
tenselo!" Y para que yo no
pro_t~~tara ordenó: "¡Al_ ~$bozo co_n
él!" (¿Qué gendarme zarista se hubiera atrevidó a tratar así a un de­
fensor de la patria?)". A través de esta obra,
Solfenirsiri

·¿~lata
la
tremenda
injuSti_cia
iinpet"ante.
"Los

tribunales sufrían una
· humillante·
subordinación a
los Organos." En realidad, tanto el Tribunal como el Ministerio fiscal eran simples peones del Ministerio de
la Seguridad del Estado.
Un claro caso de injusticia se nos presenta en
el juicio al Pa­
triarca Tijon, declarado traídor por haber publicado una circular
con-
denando

la confiscación del_ tesoro de
la iglesia. ·
Se

pretendía atacar a
la iglesia y para ello se aprovechó una si­
situación desacreditadora para el vencedor: el hambre
espantosá." que
hubo

al finalizar la guerra civil en la región del
Volga, •
¡ Qué los
popes den de comer a los campesinos del Volga! Son almas .cristianas
y compasivas, ¿no? Si se niegan, les cargamos a ellós la culpa del
hambre
y, de paso, desacreditamqs a .la Iglesia. Si 3.cceden, les vaciamos
los templos de un buen barrido. De un modo o de
otro, llenamos
de
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divisas nuestraSc reservas". El Patriarca estaba dispuesto (y lo había -
puesto en práctica) a dar el
tesoro de

la iglesia para remediar
el ham­
bre de sus feligreses, pero
_ se

negó al sacrilegio de la confiscación
y
condenó las profanaciones.
Otro punto caractetísitco del sistema de la URSS es el referente
al terror. Se defiende el. terror. Lenin envió al Gen.eral Kurski el si­
guiente texto: "General Kurski: como continuac;ión a· nuestra con­
versación le envío el borrador de un ·artículo adicional para el Código
Penal. Se trata de un borrador que debe revisarse
y _estudiarse a fondo.
Espero que, pese a las deficiencias del
borrador,· la
idea básica esté
clara: exponer una tesis real (no sólo puramente jurídica) que apoye
la entidad
y la justificación del terror, su necesidad y sus límites. El
tribunal no debe eliminar el terror -prometerlo sería engañarnos a
nosotros mismos" o a los demás-:-, sino establecerlo y reglamentarlo
por principio, con claridad
y sin adornos. La artiClµación debe ser
lo más extensa posible, pues
sólo la conciencia ·del derecho revolu­
cionario impone las condiciones para una más o menos amplia apli­
cación práctica. Un saludo comunista, Lenin." Vistos los arrestos, los juicios, la vida en las superpobladas pri­
siones
y todo el horror de su sistema interno, Soljenitsin nos habla
de los interminables viajes a los campos de concentración (algunos
como el de Leningrado a Vladivostok duraban tres meses) en trenes
destinados al ganado.
"Se cargaba

a la gente en vagones sin estufas
ni bancos
y há.bía que ·viajar en el suelo cubierto de nieve, sin reci­
bir alimento
caliente durante
el viaje". La ración diaria consistía en
pan
y arenque y no se daba agua a los prisioneros. Cuando había co­
mida caliente se servía en los cubos del carbón (como en el viaje a
Dishinev), que no habían podido limpiarse porque el agua escaseaba.
Muchos llegaban muertos.
También se utilizaron
-para

el transporte las barcazas
"hervide1'os
de

piojos" en cuyas bodegas se encerraba a los presos sin luz, apenas
sin alimentar
y sin permitírseles.salir "para nada".
Había
también transportes a caballo
y a pie. "En 1940, la par­
tida de Oleniov -tuvo que cruzar la
taiga a

pie, desde Kniazh-Pogost
hasta el Chib-Yu, después del viaje en barco. Y se hizo sin comer.
La gente bebía agua del pantano, enfermaba de disentería y caía des­
vanecida. Los perros hacían trizas las ropas de los caídos. En el lzhtna,
cogían peces con los pantalones
y· se los comían crudos. (Y al llegar
a un claro del bosque recibieron la orden:
"¡ Aquí tenéis que cons­
truir la línea ferroviaria Kotlas-Vorkuat! ").
Los que llegan vivos a los campos de concentración albergan la
esperanza_ de que se suavice
la cosa y de que en el campo tal vez se
esté

mejor. Pero no; en el campo se está aún peor ...
MARÍA TERESA V Al,LET REGÍ,
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