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Número 167
Serie XVII
- Textos Pontificios
- Estudios
- Actas
- Información bibliográfica
Autores
1978
Conflicto generacional
CONFLLCTO GENElRACIONAL
POR
.ABBLARDO DE ARMAs
Y o era uno de estos crupilares de los cuales se nos está hablando
aquí, esa
aa:ión capilar por la cual la más insignificante celulita
puede
hacer una labor inmensa. Pero no
tenía ni idea de Sociología,
ni de
Religión.
Unicamente se me daba bien jugar al fútboL Me di
jeron:
«Tú siempre estás rodeado de eihavarles. ¿qué haces?». «Es el
fútbol».
«Pues entonces
puedes
utilizar esto».
A través del fútbol fue
como me introduje
rotre aquellos jóvenes. Al OJ.OO de veintiséis afios
voy
a exponerles a ustedes una
serie de experiencias basadas en una
metodología para la formación de la juventud. Una metodología que
incide
en cnatro puntos cardinales y que tampoco es original. No es
que la haya aprendido yo, ni que haya salido de mí, sino que me la
enseñó
el mismo Padre Jesuita que me cogió en unos Ejercicios Es
pirituales,
y trausformó mi vida como un calcetín al que se da la
vuelta. Con el Padre Tomás Morales, autor del método de formación,
he
tenido el privilegio de estar durante muchos años. Lo que yo he
ido
observando en él lo he ido introduciendo después en ese vaso
capilar que
actúa. Esta metodología tiene cuatro puntos: una mística
de exigencia, un espíritu combativo,
un cultivo de la reflexión y un
ejercicio de la constancia. Y todo encaminado a transformar el cora
zón humano, a transformar al hombre. Porque como se nos dijo
aquí,
ayer, el mal está dea:tro y lo que tengo que hacer hoy es refor
marou, yo. El salvador de España soy yo, el salvador de la Iglesia soy
yo, la solución a todos los problemas del mundo
sor yo; po,rque si
no,
siempre estamos pensando, cuando
escuchamos una
charla, una
alocución, una conferencia: «Qué bien le viene esto a fulano». «¡Hom
bre, si hubiera alguien que cogiera esto y lo llevara a la práctica!».
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ABELAlUJO DE ARMAS
¡No! Es usted el que <\ene que lleva, a la práctica Jo que escucha,
porque
si no, hacemos Jo que se llama la reforma de las estruccuras,
charlamos
por
la reforma. de las estructuras; pero las estructuras no se
que uo
es distinto de cada uno de los árboles que lo integran, las
reforman, porque fas estructua:res ¡somos nosotros! Así como un bos
estructuras uo sou distintas a mí. Es la reforma mía la que yo tengo
que
hacer.
He aprendido en mis chru,l,,s a los botones a colgar las ideas de
una percha, percha
que es el ejemplo, porque
se me distraen rapidísi
mamente. Como el audJ,torio que me escucha está cansado, y, por otra
parte, la atención, que es <~la aplicación de la mente a un objeto» (1 ),
según nos dice BaJ.lmes, tiende a irse de un sitio a otro, a mí me
gusta, y les pido que me perdonen por ello, ir colgando las ideas de
ejemplos. Vamos
a poner
el
primero para ver
la importancia de re
formar el
corazón humano.
Un arquitecto estaba un
día realizando
un
proyecto de obras en su casa, mientras su hijo, de diez años, se en
tretenía jugando a su lado haciendo un avión que timba al aire. Cada
vez que pasaba junto a la
mesa no
dejaba
de hacerle
preguntas. «¿Pa
pá, ¿po< qué has puesto ahí esa curva?». «Papá, ¿por qué haces eso?».
Y el padre, que estaba un poquito nervioso, cogió de una revista
una hoja que tenia un. mapamundi, se lo recortó, se lo descompuso
por naciones y iie dijo: «Mira, hijo, si me recompones este mapamundi
te compro una bicicleta>>. Cuando el niño se fue con todos los recor
tes,
el padre se dijo: «Ahora por Jo, menos me dejará un mes tran
quilo». Pero
a los
diez minutos llega
el niño. «Papá, toma, ya está
todo pegado!>. «Pero, hijo,
¿quien te
ha ayudado?». «Nadie». «¡Pe
ro si es imposible!». «Papá, no me ha ayudado nadie». «Pero, cómo
vas a coger tú un rompecabezas que yo no, hubiera sido capaz de re
componer y lo has resuelto
en diez minutos». <
muy sen
cillo. Mira
el mapa que has recortado, por detrás tenía un anuncio
con la silueta de un hombre. Yo he
recompuesto al hombre y he
arregfado el mundo>>. Pues
bien. Esto
tan sencillo es lo que tenemos
que hacer, y ésta es fa metodología que El P. Mor"1es imbuyó en mí.
Con
cuatro puntos cardinales ir a la reforma del hombre. Por eso,
(1) Balmes: Criterio.
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CONFUCTO GENERACIONAL
«conJ.licto generacional». Pero, bu,ino, ¿ustmes creen que hay con
flicto
generacional? ¿Realmente hay conflicto generacional? Lo que
pasa es
que vivimos en
una época ronflictiva en la que cuando no
hay
conflicto se
le
provoca y cuando lo hay se le encona y se le agu
diza
para que se agrave. Desde que Goomsci hizo el maravilloso
descubrimiento de que
con la dialéctiva de los enfrentamientos hege
lianos en
lucha de clases po< la econooúa, no era suficiente, sino
que había que llevarla,
además, al campo de la cultura, comenzó a
ponerse en práctica y
los
enfrentamienros se han multiplicado.
Y
así, ahora, hay enfrentamimrto entre hombre-mujer, empresario-obrero,
ancianos-jóvenes, partidarios del Real Madrid-Atlético de Madrid ...
Hay que fomentar todo lo que suponga lucha. Ante este
panorama
lo
que tenemos que
procurar sencillamente
es
hacer algo cons
trmtivo.
Conflicto generacional. Esto, ¿es algo 11JUevo? «Cuando los pa
dres se acostumbran a dejar a sus hijos hacer lo que quieren, cuando
los hijos desprecian los consejos
de sus padres, cuando los maestros
tiemblan ante los discípulos y
prefieren halagarlos,
cuando los jóve
nes desprecian las leyes porque ya no
recooocen por encima de
ellos
nioguna autoridad de nada, ni de
nadie, entonces
está a las
puertas
el comienzo de la tirnnía». ¿Les gustó? Pues es de Platóo (2). Se
conoce que pasó el túnel del tiempo, se vino a nuestra época actual y
nos dejó esto. Luego
ronflictos generacionales
los,
ha habido
siem
pre.
Lo, primero es no asustaroos. Hoy hay verdadero complejo de
miedo a la juventud.
Los educadores temen a fa juventud. Los padres
temen a
la juveotud.
Los profesores temen a la juventud. Hay una
especie de
adulación por los jóvenes. Dentro de
este viraje que he
mos dado
para construir una sociedad antropocéotrica y poner al
hombre como centro de todo, a
su vez, dentro
del hombre,
la juven
tud es el ceutro de todo, quizá po
época de los números en que las masas son las que cuentan. Y como
el 50% de la población del globo es menor de veinticinco años, de
ah!
este respeto
a
la juventud. Pero los jóvenes están deseando encon
trar
a quien les encauce y
saben que
es de eotre ellos mismos, sobre
(2) Platón: La R,p,iblica, VIII, 562c. 563a. 561.
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todo desde los veinte años de edad, de donde pueden sutgir esos lí
deres, que, por otra
parte, tienen
que estar
rupoyados en otras personas
un
poco más maduras. Lo que sucede es que esas personas no apa
recen, _porque a esta juventud, si se la quiere encauzar, hay que exigirle
mucho para que encuentren una respuesta a lo que bu.sean, a ese va
do interior tan
tremendo que tienen, y si no se 1a exige, se la defrau
da ... A mi me enseñaron a exigirme y a exigir a ,los demás, y esto es
lo
que vengo realizando
desde hace
veintisiete años: exigir a los
jóvenes.
Con magníficos resu!tados, porque «al joven, si se le pide
mucho, da
más; si
se le pide poco, no da nada» (3). Este principio
pueden ustedes
experimentarlo en cualquier latitud, a cualquier es
cala, en cualquier provincia de España. ¡ Siempre da el mismo re
sultado! ¡Hay que exigir
a la juventud! Mis experiencias se han de
sarrollado
en aquellos campos en que la juventud se desenvuelve:
campamentos, marchas, cursillos, reuniones, círados ... Voy a -contar
les una de ellas en el marco de un campoo,ento... Lo primero que yo .
digo es un principio del P. Morales: «Aquí, lo que se dice, se hace».
«Habéis venido a un sitio donde, a diferencia de todo lo que os ha
bían enseñando, esto se cumple.
Tú habías entrado en un club y te
habían
dicho que, si
no pagabas
la cuota, se te expulsaba. No pagaste
la cuota
y no se te expulsó. Tus padres te habían dicho que como
no
aprobaras no irías
de
vacaciones. Suspendisre y fuiste de vaca
ciones.
En el
Instituto te hicieron firmar un contrato: la no asisten
cia a clase será castigada con la expulsión. No asistes a clase y no te
expulsan. Hoy falta el principio de autoridad y todo el mundo hace
lo que le da
la gana. Aquí, nu, hijo mío. Aquí te has encontrado con
una
persona que lo que dice lo hace. Lo siento mucho por vosotros,
pero
lo vais a pasar mal. Ahora bien, no quiero cortar vuestra liber
tad ; por eso, si quieres, puedes marcharte. Si te quedas, lo haces li
bremente y desde ese momento pones en mis manos tu libertad. Si
quieres irte, puedes hacerlo, porque
eres libre. Pero yo te voy a hacer
sufrir». Y les voy poniendo cada vez las cosas más difíciles . .:Si tú
te quedas aquí, lo vas a
,pasar mal, francamente mal, así que no que
daros
por machotada, diciendo: «Es que como este tío ha dicho
(3) Forja de hombres, pág. 15; Tomás Morales, S. I.: Studium, 1968.
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CONFLICTO GENERACIONAL
que esto es para hombres y muy hombres, valientes y muy valientes,
si
yo me
marcho ahora
...
». No, porque si es que no te man:has y me doy
cuenta
que te
has quedado sólo por machota.da, te echo, y eso es peor;
así
que márchate». Y loo chicos se quedan
allí. «Pensad, reflexionad.
Mirad, esto
lo he aprendido en mi propia casa. Una de mis herma
nas, cuando estaba
embarazada, tuvo
un accidente de automóvil. Cayó
por un barranco
y salió despedida del auto por una ventanilla. Estaba
de
ruatro meses y
no
le sucedió apenas
nada, tan sólo rotura de
clavícula. Pero
cuando llegó el momento del parto, cinco meses más
tarde, el niño nació con los pies invertidos, hacia aitrás.. Mi cuñado
es
médico,
y cuando vio al niño, se dio cuenta que aquello no era un
defecto congéoito, no producto
dente que tuvo mi hermana. Cogió al niño, le enderezó los pies y se
los escayoló, Por espacio de quince o veinte días, el niño lloraba, no
les dejaba dormir. Pero ahora ha quedado con los pies perfectamente
puestos, juega al fútboJ, monta en bicicleta, anda, camina, corre,
es un niño normal. Es pooible ·que este niño, cuando tenga veinti
cim:o años Je
libertad y ponerme los pies
derechoo? Me has hecho
un desgraciado,
porque me hubiera librado
de la mili". Desde luego, una ventajilla le
ha quitado el padre al hijo, pero él no reniega, estálltentísimo, le
quiere a rabiar, rP°rque pasó de ser un minusvá!lido a una persona
normal».
Y les sigo diciendo a los, ohicos: «Mirad, vosotros-venis aquí
seducidos por la sociedad actual, con loo pies al revés y yo os loo
teogo
que poner bien
para que caminéis, para que os encontréis con
vosotros
mismos y
para que os encontréis con aquel
fina:! que Dias
os ha dispuesto. Por !J.o t:a:nto, os voy a poner loo pies. al revés de como
106 traéis; vais a berrear, vais a gritar, vais a estar hechos polvo, peio al
final me estaréis agradeddísimos. Así que no hay más remedio que
hacetlo>>. Los chicos lo aceptan, pero comienzan a peosat que, aunque
lio he puesto muy
duro, no pasaría de
la
teoría a la realidad.
Me
llamaron loo Jesuitas
de Madrid a dirigir un
campamento
suyo.
El
primer dia reoní ail campamroto y ,es
les acabo, de decir a ustedes.
«Aqu!, lo ,que se dice, se hace. Esta noche,
cuando yo toque el silbato para guardar silencio, es silencio, y no
quiero oír ni una mosca. El que hable, duerme fueta de la tienda, y
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la temperatura es bastante baja;>. Como estaban cansados y había ha
bido una tormenta, los chicos se dumúeron en seguida. Pero al día
siguiente
me viroe el jefe de una cieada y me dice: "Abel:udo, ios
preus dicen que no soportan esto y que estás sometiendo al campa
mento a una tiranía
terrible, y que ellos, esta noche, se van al pueblo
a
pasárselo bien».
El pueblo
estaba a seis kilómetros de dlstancia. Esa
noche
toqué sileocio y di las mismas
advertencias de la noche ante
rior. Después
me quedé dando vu:eltas alrededor del campamento. Al
cabo de una hora, en la tienda que me habían advertido, empecé a
observar movimientos y a oír cuchicheos. Me acerqué y dije: «Los de
esta tienda,
salid
fuera;>. Se oye dentro:
«El jefe de campamento, el
jefe de campamento». Salen.
«Como se
ve que no
tenéis sueño,
va
mos a estar aquí
fuera contemplando esta noche tan deliciosa
y estre
llada». Los tuve a la
puerta de la tienda una hora; yo, con ellos.
Aproveché para
hacer un
rato
de oración y luego les dije: «Me parece
que
empieza a hacer
un poco de
frío. Entrad dentro y coged una
manta para que no os quedéis
•helados». Y
yo seguí
pasando un po
co más de frío que ellos porque no tenía manta. Cuando pasó media
hora les. dije: «Os vais. a acostar, y mañana, como no tenéis sueño, os
voy a levantar una hora antes que al resto del campamento, y veremos
un
amanecer que también
es algo delicioso». Al día siguíeote
los
!ev
hora ontes y
me los llevé
ronmigo. Había una
capilla en
un barracón y
les dije: «Mirad, os traigo aquí porque el verdadero
j,efe del campamento no soy yo; el auténtico jefe del campamento,
del
campamento de un
colegio católico, está ahí.
Vuestros directo
res me han
dicho que la
ilusión de vuestros podres y del colegio es
que
se
os forme como católicos y
como católicos activos y
militan
tes.
Por
eso el
directo< de este campamento está ahí, en ese Sagrario,
y os traigo para que penséis aquí si vais a seguir en este campamento
en una actitud positiva o negativa... Si estáis en actitud negativa, os
echo del campameoto y por eso es mejor que libremente os mar
chéis. Pero si estáis en una actitud positiva, creo que seréis mis mejo
res colaboradores. Y como sois los mayores, la escuadra preu vais a
pensar
aquí, delante del Sagrario, lo que
decidís». Abrí
las puertas
del barracón.
Los dos subjefes del campamento, que eran de mi misma
Institución, estaban ya de
rodillas delante
del Sagrario. A ellos les hizo
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CONFIJ.CTO GENERACIONAL
un impacto ttomendo el verles así. Y o me qiredé allí también. Al mbo
de una hora, les dije: «Bien, ahora vais a la tienda, os acostáis, y cuan
do suene la señal, salís de 'la tienda y no ha pasado nada, porque yo
,no pienso decir a nadie qwe €Sta noche una escnadm en el ·campamento
ha dormido menos. Y vosotros creo que tampoco tengáis que decir
nada». Así lo hicieron.
Ese día
había una
marcha. Me fui con esa
escuadra
y pasé todo el día con ellos sin hacer ningun comentario,
como
si
no hubiese
pasado nada,
contando
chistes, cogiéndoles el
macuto
... Fueron
pasando los
días
y yo seguía conviviendo especial
mente
con aquella escuadra. Un
día me
dicen.
«Queremos ir
al pue
blo pues es el cumpleaños de un chico y queremos hacerle un regalo».
«Muy bien, podéis ir, pero no conviene que se entere nadie más. en
el campamento, pues, si no, parecería que a una norma que he dado
hacernos una excepción. Id oo el t!lempo de
si
fuerais a
una truudia radial buscando nuevas rutas.» Se fueron.
Tenían
dos
horas para ir
y
eran seis kilómetros de ida y otros seis de
vuelta. Fueron
corriendo y volvtieron corriendo, A pesar de ello, lle
garon
tar
la comida.
Corno el resto del campamento estaba dese
dncado ( como, por desgracia,
estarnas deseducados la mayoría de los
españoles), se
llegaba a comer a
la media hora de haber tocado el silba
to
para la comida. El tercer día había tenido que reunir a to
acampados para decirles que el que no llegue al primer plato se queda
sin comerlo; si llega tarde al segundo, se queda sin primero y segundo
plato,
y si llega tarde al tercero, se queda sin comer ... Y como sabía
que no ,iban a llegar, fui a los cocineros y les dije: «Hagan comida
del primer plato sólo
pata cuarenta,
en
lugar de para ochenta; del
segundo, para sesenta, y del tercero, ya lo comerán todos». Y efecti
vamente.
Al primer plato, ruaren.ta individuos se quedaron sin comer.
Del segundo plato no comieron veinte y el tercero lo comieron ya to
dos
así 'es que esta vez los que habían ido lli pueblo y llegaron tar
se quedaron fuera del campameoro. Vino un emisario para decirme
que
habían pensado no eotrar
en el
comedor
y quedarse sin comer.
Le contesté: «No, no; id al río, que venís sudando, y bañaros. Des
pués vais a comer; ya he avisado a los cocineros que un grupo llega
ría tarde ... ». Cuando se bañaron, vtinieron todo extrañados y por la
tarde me llamaron y me dijeron: «Mire, si le ofrecernos una cosa,
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¿nos la acepta?». «Depende>>. «Es que además de un regalo para el
que
cumplía años
le hemos
comprado un regalo para usted también».
Me
regalaron una
jarra de madera de
artesania y desde entonces hice
U'1ll amistad tremenda con ,los chiros. Sólo uno se quedó sin comulgar
el último día y me dijo: «Mire, no comulgo porque todo el campa
mento
sabe quién
soy yo en el colegio, y es por no ceder delante de
mis
compañeros y delante de los profesores, pero sepa que en cuanto
salga del campamento yo me confieso; usted ha sido la única per
sona que
me ha
reducido en la vida y le gnardaré una
gratitud in
mensa». El último, dla vinieron los padres de los alumnos y el recto,r
del
colegio de
los Jesuitas de Chamartín. Cuando
recorrieron el
cam
¡,am,,nto y vieron las tiendas, el orden que había, la limpieza, los
padres estaban
ertrañadlsimos, y en una
asamblea final les dijeron a
los chicos:
«Pero hijos, ¿qué ha
pasado
aqw? ¡Pero
cómo os han
camMado! ¡Pero
si
en casa sois desordenadísimos!». Entonces les dije
ron los hijos:
«Mamá, es que el jefe del campamento, si ve las cosas
desordenadas, te hace ponerte un autocorrectivo que ha de ser una cosa
quie nos cueste: te quedais sin comer un plato, tJe tienes que bañar por
la mañana con agna fría ... ». Los padres exclamaron: «¡Ah!, pues ya
sabemos lo
que
tenemos que haoer nosotros, lo mismo que hace el
jefe del campamento». Y dijeron los hijos: «Qué va, papá, no sois
capaces
de hacerlo». Y
es que «la educación
actual
-dice Ramiro
de
Maeztn-es radicalmente mala, porque no enseña a sufrir, sino a
gozar» (4). Y los padres aman mal a los hijos en este sentido. Ai
muchacho
hay que exigirle
y, por supuesto, exigirle con sentido común.
Al principio trataba a los chicos como si fuesen adversarios míos.
Luego, poco a poco, fui dándome ruenta que 1eran mis amigos, que
sufrían terriblemeote y que tenía que am,irles. Porque la juventud
hoy sufre, sufre
romo quizá ningnna de las anteriores generaciones.
La juventud actual sufre porque entiende y quiere, pero no puede. Ea
tiende porque su capacidad de conocimiento es muy grande, Hoy
con cualquier chava:l se entabla una conversación como si fuera una
persona adulta. Yo he contemplado a un niño, con su abuelito, en
un parque de Madrid. Tendría el niño unos cinco años. Le dice el
( 4) Defensa de la hispanidad, págs. 133-35. Ramiro de Maeztu.
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abuelito: «No te acerques ahí, que te vas a caer en el estanque y te
van a comer los-cocodrilos». Y iJ.e dice el niño: «Anda, abuelito, si
COCXlckilos sólo hay en el Nilo». Claro; ven al doctor Rodríguez de
la Fuente
y están despabiladt.imos. Se les forma pedagógicamente, loo
libros
de
enseñanza son
magníficos,
con procedimientos para quien
tiene una memoria auditiva, una memoria visual. Pero ¿quién forma.
a nuestra juventud en la vo!Wlltad? Nadie. Y, sin embargo, ésta es la
primera tarea en la educación. Pío XII decía: «A una voluntad rica en
ideas responda el
joven coa una voluntad fuerte y dócil» ( 5) . Sobre
esto no trabaja nadie. Hay
qk coger a
nuestros
jóvenes y foimarles
la
voluntad,
y esto supooe esfuerzo, supone trabajo, supooe lucha, y
un educador debe ir por delante. En definitiva, mí está el problema,
que como no estamos dispuesto& a exigimos nosotros, no les exigimos
a ellos, y en lugar de encerraroos para unos Ejercicios Espirituales
serios, profundos, metódicos, en una estructura de silencio, organi
zaruos un espectáculo musical donde todo es folklore, donde los .chi
cos hablan, gritan, juegan, llevan guitarras y de abí salen vacíos.
O se les predica sobre cuestión oocial para matar un vaáo interior
que
tieoen
inmenso, un de,eo de trasceodeocia que hay eu el hombre,
que tienen ansias de Dios; y a veces ocurre que un jovro se pone en
manos de un sacerdote y éste le manda trabajar ea algo para lo cual
ya
militó ea un partido político, y se quedó vacío después de una
huelga. Y ahora que viene a uu centro católico se le dice que dedique
sus
energías a [ochar poc lo social. F.sto no ~ llena. Hay que exigir
con
método
y con sentido común. Paso a otro ejemplito que nos mues
tra
la ludha generacional ea el campo de lo religioso, pero que prue
ba la
necesidad del sentido común.
Vi
un día al famoso Jesuita. Pa
dre l¼anucl Garda Nieto, que ya ha empezado a vivir ( está en la
eternidad), un santazo, discutir ea las escuelas de Cristo Rey de Va
lladolid con
uu sacerdote joven. Este le decía al P. Nieto: «Her la
juventud es más auténtica que antes». Contestó el P. Nieto, que dicen
que era tan santo como feo, y feo, era feísimo ~realmente en estado
glorioso
ea el cielo no habrá quien lo reconozca-: «¿Qúe es más au-
(5) Hora de los laicos, pág. 53; Pío XII (A los Consiliarios, septiem
bre 1953).
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téntica? ¿más auténtica? ¡Ande, andel Antes venían los seminarisw
tas y decían: "P. Nieto, tome usted, que he recibido un paquete de
comida, yi como tieine usted sus pobres, déselo a ~llos". Y eso ocurría
en la época del hambre. Ahora hablamos todos de la justicia social,
de la igualdad, del
aJmOr, de fa justicia distributiva. Resulta que aho
ra los seminaristas no me don nada y se gast~ un dineral en tabaco».
El sacerdote joven le replicó: «No hay que v:er en esto la autenticidad,
Padre;
ahí tiene
usted a fulano, que ha dicho en la homilía en Santan
der que
se han escandalizado en Madrid po
han arrojado nn Crucifijo desde un piso al suelo. Todo el mum!o se
ha rasgado las vestiduras en un acto de reparación y se rasga las
vestiduras ,en eso; mientras hay españoles que pasan hambre y que
son Cristos
vivos y nadie se escondaliza por ello. ¡ Por eso hay que ser
muy
auténtito !». Dice el P. Nieto: «Para eso lo que hay que ser es
un poco imbécil. Po
mania
le pegan una bofetada, nos quedamos todos tan campantes; y es
una representación viva de la patria; pero si ,nos rompen la ba,ndera,
que "" un trapo, se org¡¡niza una protesta diplomática.. Y es qu,,
tenga
usted en
cuenta que .no hay· que mirar a quien han dado el
golpe, sino • lo que representa. Ya sabemos que el Crucifijo es una
imagen solamente
d,, Cristo, pero representa al mismo Cristo». Y dijo
el
otro: «Pues sepa
usted, P. Nieto, que
""º lo ha dicho fulano de tal,
que es el
alumno más inteligente que ha tenido usted en Comillas».
Respondió el P. Nieto, y paira mí fue una gran lección: «Bueno, pero,
como
todos los inteligentes, tiene muy poco sentido común». Y el
sentido común pciotico nos falta a la mayoría de los españoles. Es
triste que el eniemigo se mera rnpilarmente por todos !os reductos y
llega.e al pueblo sencillo oon una simple &as,ci,a como «la religión
es
el
opio del
pueblo». Y
frases como ésa
han minado
fa Iglesia. Y
en cambio nosotros no sabemos encontrar antídoto para minar el co·
munismo, marxismo, masonería, y todo lo que suponga peligro para
nuestra
fe. No,
sabemos tener sentido común.
Yo aquel día recibí
una gran lección, y pensando en mis alumnos, que eran como enem..i M
gos, porque loo trataba con una místic~ de exigencia a ultranza, me
dije: «No, los tengo que tratar democráticamente. Se vive en de
mocracia
en un
país
donde uno
manda
y todo el mundo hace lo que
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CONFLIC'lO GENERACIONAL
quiertj <11 que lillUlda, y eso es la democracia. Lo que pasa es que hay
que
apañárselas
para que el que obedece crea que hace 1o que él quie
re. De esta manera ahora llego a m;s alumnos y no se me oeutto de
cirles: «De este
libro me tenéis que
hacer
todos un
trabajo, para lo
cual tenéis
que comprar el libro». Si digo estto, se organiza la marimo
rena. No, no. Yo llego con un libro forrado, que no se le v:ea el
título, ni nada, y les digo: «Os traigo aquí un :libro, que perdonadme
que lo traiga
tan forrado, ¡,ero es que dice, aquí en la contrruporn.da,
el
autor:
'"Este libro
no
debe ponerse jamás en manos de adolescentes'".
Por lo tanto,
voy a
leeros solamente un
pequeño rapítulo. "Cuándo
un beso va pasando de la afectividad a la sensu.ru.dad y a la sexua
lidad"». Después de leer aquello, lo comentamos. Cierro el libro, ter
mina la charla, se levantan todos, vienen y me dicen: «Oiga, ¿no
podemos leer ese libro?». «No», «Por favor, den06 usted el título
del libro». «No, yo tengo que respetar
los dera:,hos del
autor».
si nosotros sabemos _más que nuestros padres!». <{Sí, sabéis, más que
vuestros padres, pero es que aquí dice unas cosas -y se lo pongo toda
vía
más atractivo-que ni vuestros padres ni vosotros las debéis
saber».
«Hombre,
pero mire urted». Se acerca un ordenanza. «Oiga,
a lo mejor
yo lo podría leer». «¿Cuántos años tienes?». «Veintidós».
«Mira, a
ti sólo
puedo dejarte
leer el libro, pero si me
prometes que
no
se lo dejas leer a
na.die» (porque
yo he
visto en el Evangelio que
el Señor prohibía decir las cosas, y basta que las prohibiese para que
se divulgasen,
luegd hay
que
prohibirlas para
que las divulguen). Por
supuesto no le
di el libro, sino todos los daJtos editoriales, y el chico me
prometió nuevamente que sólo Jo leería él. A la semana siguiente,
nada más entrar en alase, leí en los ojos de todos mis alumnos pica,
rescos:
«¡Eh!,
ya hemos
leído el libro, no
se crea que no». Viene uno
Je los más lanzados y me dice: «¿Va a leer algo de ese libro que tra
jo el otro día?». «No, no voy a leer ninguna cosa». «Vaya, que pena,
pue; parecía un libro muy interesante». «¿SI?», yo me hago el tooto.
Pero
dire un adagio chino que la influencia de los ríos más cau
dalosos está en que, poniéndose por &bajo de fos afluenres, se eo
grosa
con sus
aguas. Por
consiguieote, hay que humillarse
para ser
ensalzado;
y
que ellos quieren y en realidad haceo lo que a mi me parece oportono
915
Fundaci\363n Speiro
ABELARDO DE ARMAS
para llevarloo a Dios, Y ésas soo mi< clases de sociología. Una vez
que
uu chico es conquistado, de la mística de la exigencia hay que
pasar al espírltu de combnte. Hay que lanzarle a Juchar por la idea,
porque «las ideas solamente se entienden cuando se viven y dejan de
entenderse
cuando dejan de
vivirse» (6), y «el hombre que no actúa
como piensa, termina pensando romo acnía» (7). Si nn chia, piensa
que puede vivir puro, pero oo vive en pureza, entonces acaba pensan
do como actúa y terminará creyendo que la pureza es imposible al
hombre. Cuando
loo chicoo se
esfuerzan por las ideas las
aman.
Tienen que sufrir, hay que =darles combatir. El español, para que
sea auténticamente español, si no tiene enemigo, lo debe buscar;
pero
como tiene enemigo, primero dentro de s~ hay que hacerlo
luchar
contra
esos enemigos interiores y que venza la pereza, la
lujuria, la
ira,
la soberbia, todoo los enemigos internos que tiene y,
después, que
se
lance a vencer la masa, la reacción de la masa. vendo a
la conquista de los demás y que se busque campañas de todo estilo,
crunpañas antlpomográfiais, campañas para llegar a un quiosco y
decirle a la señora que retire las revistas porque está lmcieodo daño.
Cuando más jóven es el chioo, mejor. Como aquel que llegó a uu
estanco y di jo: «Por favor, ¿me da usted una postal?». La pagó y de
lante de la señora y de todos los que estaban allí la rompió. La se
ñora le preguntó: «chico ¿por qué ha:ces eso?». «Porque con esto
está usted haciendo un daño =endo a la juventud». «Pues no las
mires». «No, si no las miiro, pero mi:s amigos no tienen la misma
fuerza de voluntad que yo y sí las mimo y usted está haciendo daño.»
Se
marchó y luego lo contó en una reunión diciendo que al dla si
guiente
la señora habla quitado todas las postales que tea.ía y había
puesto una im,,gen de la Virgen del Carmen. Y el chico se crece y,
en esa capilaridad que decíamos antes que se necesita, él empieza a
dar un codaro a su amigo, porque cuando nieva podemos todos pro
testar
y decir: «¿Qué hace el alcalde de Madrid, que no echa sal por
las calles? jEsto está indeceote!». Podemos, en lugar de maldecir las
tinieblas
encender una lucecita y empezar a barrer un trocito de acera
916
( 6) Po,¡a de hombres, pág. 94; Tomás Morales, S. J. Studium, 1968.
(7) Id.
Fundaci\363n Speiro
CONFLICTO GENERACIONAL
cada vecino y la calle estará limpia. V "'110> ""1.l.lpt,zai,c_JL r,¼rma=os~ _ El chia, que__reforma~~w¡pieza ~ a los que -~-
tiene alred.e
sufrir
tremen.da.meute en nuestra Ins-
----==•on. Tremendamente, porque no era comprendido. Hace 1.1Jl
añoo me llamó un Obispo, y me dijo: «Mira, Abelardo, tus chicos
avasal_lan
y este método quizá esté bien en una capital grande, pero
en un"a duda~c-íui. y :scncilfa. cvmo 6-ta no otá-hi~_Jo_ que estáis
haciendo, entranclo por las t:rendas paira hacer ma campaña ¡;ro mora-
lidad, hablando cuando veis a. ma pareja en imla actitud, que, aunqu~
sea
con
discreción, se
ha corrido
por toda la ciudad y está--<"'>yen
mal». «SabeJilQLijueestamos
cayendo mal, señor Obispo, per_2~ __ ___________
-----.¡ue ~ está ~~_¡,!entro de unos años
un
día
,le vengan a usted a quemar el palacio oque-k_a;pedreen e,
----~ Ese dia mirará usted alrededor buscando feligreses qu~ de---
fiendan,~amos acostumbrad.os los, católicos a estar ~~"----._
plan de combare, en plan de llll'ha, si=-que--5tamo!l_"®rmecidos, --
ese día los católicos no lucharán, no harán campaña ninguna, mien-
tras el euemigo sí las hace». El Obispo me dió la razón y me dijo:
«¿No has pensado nunca en hacerte sacerdote? ¡Realmente, qué bien
harías siendo sacerdote>>. Y
me añadió: «Si
quisieras ser sacerdoite, te
· ----Itaría diácono
en
el acto».
-~uedo eiotender po-rque se nos acaba el tiempo y hay que
ser puntual.-~efl~~~ Al_ joven hay que ayudarle
hoy a
encontrarse consigo mismo, con los demás
y funda.meutalmente
con Dios, y para esto hay que hacerle
reflexivo. Hoy los procedi
mientos de la educación, los sistemas de estudio, los medios, de comu
nicación social, -el aturdimiento ,en que vivimos, tiene a la gente fue
ra de sí, no es capaz de reflexionar por cuenta propia. Hay que bus
car
momentos de
silencio,
ponerle al chico en
contacto con
el silencio,
hacerle
gustar del silencio; y entonces esa juventud hace maravillas
de la Gracia de Dios, hace auténtiros contemplativos. En la última
tanda de ejercicios que yo he dado de siete días me he encontrado el
siguiente caso. Una noche me dijo un muchocho cuando se quedaban
haciendo media
hora de
oración después de que les hablaba yo
----por
que ya he dado 72 tandas de ejercicios espirituales, internos, siguien
do estrictamente el método ignaciano, con silencio, de manera que no
917
Fundaci\363n Speiro
ABELARDO DE ARMAS
._ileju.,c..ru,Aie hablar y sí vet> a alguno hablando, «aquí, lo que se dice,
se hace», selefuvita-~-«Poo.r~_ quedarme ~ta noche
un rato más?». Al día siguiente me encuentro un ~ándome
a la habitación urgentemente, y me dijo: «Quería consultarle~
que
anoche me ha
pasado». «¿Qué
te ha ocurrido?». Me quedé en
la
Capilla y estaba haciendo la oración, y de repente empecé a sentirl;"'
envuelto en un-a-mor· de Dios imlieli.:su, lfUC: me rWcaba., me envolv1a,
que se metía por todas mis entretelas, y de repente empecé a perder el
domínio de
mi 01erpo
y entré en uua especie de ingravidez, aunque te
nía sentiao-----de-todas Iás cosas, tenía conocimiento, pero con el cuerpo
------ -c _ _rnwo4podía y empecé a. lenvantarme». Y o les había ·habladO del P. Llo-
rent~misionero ~ m.nrla de .ejercttios--n
. _ b1a · dicho.-...-óem.ía el rooment.o de intimidad con Jesús, porque pa-
-/sa~erterreno de la fe al de la visión, y dec. fa el P. Llorente: ~_..,..--<
,.....,...,~ me aparezcas, Señor, no te me aparezcas, no_te_..meAt¡:ncrezcis». Por~
_/--que les hablo _siempre-~a.y mncMSimo ~ás mérito en la fe que en
la visión. El P. Nieto decía: «Si a mí me dijeran: "P. Nieto, P. Nieto,
baje
a la playa de Comillas que se ha aparecido Cristo", les responde
ría: "No voy, pierdo mérito; aquí caríshnos, al Sagrario, al Sagrario,
está aquí, aquí"». Les había contado yo esto, y este chico, me dijo: <
que me elevaba, y entonces romencé a decir: "No te me apairezcas~~,,.,
te me aparezcas, oo te me aparezcas", y ya podin salí ro.gj,,a
Capilla».
Esto, si
hay aquí personas..especialistas-en1arontemplaci6n,
varán que en este chico se iniciaba un éxmsis. Pero no es caso extra~
ño. El hijo de un famoso doct.or de Madrid, que en su casa tiene cuatro
televisores, se viene a nuestra residencia buSICalldo un Sagrario, y ante
él se pasa las horas y deja los televisores y está allí quieto en oración.
Multitud
de
muchachos buscan hoy,¡._ contemplación, una oración de
quierud
y amor. Cuando comieozan las tandas de ejeocicios, les
digo
a ,los chicos: «'Mirad, no busquéis consuelos; venimos a consolar a
Dios, que es tu Padre». Ent.onGes les cuento lo que ro,, sucedió aquí en
esta
bendita tietta valenciana, donde hace ruarenta y un años que yo
no venía, pero donde
pasé 1" guerra, porque me trajo aquí mi mru:lre,
evaruada, y aquí vino a morir mi padre y aquí est& enterrado en Cu
llera. Un día que iba yo
con mi padre, enfermo, porque vino a Cullera
a morir, nos sorprendió una tbr.menta y mi padre me cogió entre sus
918
Fundaci\363n Speiro
CONFUCTO· GENERACIONAL
brazos para protegerme de la lluvia y me envolvi6 en su chaqueta. El
iba empapándose. Yo me
puse a
llorar y mi
padre traro de
consolarme
diciéndome que no tuviera miedo. Contesté: «No papá, no
lloro porque
oonga-.niedo, -sino porque.estás .enfermo y te estás mojando por mí».
Al oír esto, mi padre
se acl,6 a
llorar. Y les digo a los
muchachos:
«Nuestro
Dios
es un Dios tan grande, que
se baja tanto
que se hace
digoo de
compasión y
hay
quie amarle, y tú vieoes aqui nada más que a
dejarle
el
gozo de estar unos días delante de El y que El esté contento
teniendo a sus criaturas delante». Y los chicos entienden esto y se que
dan en auténtica cootempladón. En una tanda que celebrábamos en una
casa de
la Compañía estaban los Jesuitas preparando la Congregación
General
y me llarn6 un provincial para decirme: «¿Qué haces?».
«Nada». «Es que estos chicos están en un silencio impresionante». «Lo
único que hago es lo que me enseñaron ustedes». «¡ Si les ves perdidos
delante
de los Sagrarios!».
Le contesté: «Buscando a Dios, que apete
cen; eso es
lo que
la juventud
necesita y ustedes han abandonado; y
afortunadamente el Espíritu Santo suscita otras instituciones en la
Igle
sia
para que lo hagan. Estos
chicos oran,
van amando a Dios
y van
aprendiendo a amar a
la Santísima Virgen». En esta última Campaña
de
la Inmaculada ]es dije un día en una reunión: «A muchos de los
carteles que habéis puesto
en la
calle, pasaros
por Bravo
Murillo, y los
veréis; les han puesto una nubecita, como si fuese una viñeta de tebeo,
que sale de la boca de la Virgen y que dice: "Y o también soy adúlte
ra"». A aquellos chicos se les veía en la cara un gesto de dolor, y al día
siguieote,
en plena
lluvia, se empaparon de
agna pegando carteles y se
machacaroo
por las
calles de Madrid con
las manos
ateridas, heladas,
todo el domingo
tapando los carteles que habían estropeado y buscando
otros nuevos. Cuando
alguno dice:
«Esto es un
espectáculo triunfalista,
esto es volver a la Iglesia constantiniana», les contesto: «Esos carteles
se pegan, primero, para _probar el esplritu de combate del chico dando
la
cara
por Madrid, y, segundo, para dejar testimonio de que todavía
hay quien
se atreve
a hacer
eso por
la Virgen y que hay una juventud
dispuesta al
herolsmo». La
pena
es que
no haya dirigentes para
coger
a
esos
chicoo y exigírles suavemente, obligarles, suavemente, pero obli
garles, porque decía Oliveira Salazar que < pueblos hay que obligarles sua,,emente a entrar por los caminos de
919
Fundaci\363n Speiro
ABELARDO DE ARMAS
salvación», pero obligarles. Y Dios lo hace con nosotros, porque la
cantidad de
fracasos que ten= .en nuestra vida, ¿no son Gracias de
Dios, que,
en su Providencia, nos va obligando a entrar por caminos
de
humildad,
para llevarnos a caminos de salvación, ,rorque-tendemos
coostantemente
a la
soberbia que nos ha dejado el pecado original?
Sí,
Dios
obliga también.
Con esro acabo mi intervenci6n de ahora: una mística de exigeocia,
un espíritu combativo, un cu:ltivo de la reflexión y un. ejercicio de la
coostancia, que me quedaría por puntualizar, sabiendo que para hacer
esto
hay que
amar mucho y tener mucha fe. No teoemos que teoer
ningún complejo. Los católicos tenemos que
armamos de fe; de aque
lla fe de Abraham, que creía que Dios podía resucitar a los muertos;
de aquella
fe de Job, que, viendo todo hundido, decía: «El Dios que me
salva está vivo», y ,no salía pa:ado de su boca; o de aquella fe de David,
que Je arman con
yelmo, con espada, coa armadura, y como no se po
día mover, va frente al enemigo sin nad.a diciendo: «Tu vienes a mí
con lanza y espada, pero yo voy a ti en el nombre del Señor», y con el
primer guijarro mar6 al gigante. Lo que ocum, es que hoy, como no
hacemos oración, tenemos perdida
la
fe y, desgraciadamente, no se pre
dica así. ¿Ustedes se dan cuenta de
Jo que podía hacer un sacerdote con
la ·homilía, con una predicación sistemática en la Iglesia, aunque a la
Misa no
vayan más que un 10% de los bautizados? Si esas 400.000 per
sonas que cada
semana reciben sistemáticamente la palabra de
Dios en
Madrid, que
salieran a
la calle a
hablar de
la vida eterna,
¡fa de conver
siones
que podían
lograr! Pero
se les
ha hablado de sociología porque
es
más fácil. Se ha convertido, la Misa en un espectáculo folklórico
en lugar de insistir scbre el
sacrificio, y ahí se pone fa linea hori
zontal sobre fa vertical, porque le es más fácil .,¡ sacerdoo, hacer esa
predicación.
Pero,
en medio de
todo este
ambiente que estamos vi
viendo,
se puede trabajar con nuestra
juventud, y lo
apetece, y lo
desean
multitud de almas y de padres de familia y de
gente que está
dispuesta a actuar.
El resultado
final de estas charfas que
hemos
tenido aqui,
de
este enruentro de Amigos de la Ciudad Católica, es que esto hay que
proyectarlo en
capilaridad, tenemos que
hacer ver
la
necesidad
de reunimos. Yo
a Speiro le tengo una
gran gratitud,
porque muchos
920
Fundaci\363n Speiro
CONFLICTO GENERACIONAL
de estoo chicoo, los trabajos que les piden en los Institutos o en las
Universidades, los hacen a través de los libros de la Editorial Speiro
y
se defienden ahí y
los divulgan. Pero no solamente hay que
pedirle esto, sino que junto a
una labor de categoda intelectual hagan
esta otra de sentido común, en la que colaboren todos coa slo gans
que pensamos, cosas que hacemos, cartas que escribimos, artículos que
ra:otta.mos, y centralizar para descentralizar después y que por vasos
capilares
llegue la
acción a todas partes, y al mismo tiempo colaborar
con aquella
institución católica
que
se está moviendo y a la cual hay
que comprender, hay que hacerle entender que no está sola. ¿Que
los padres
de familia se
están moviendo?
Pues
hay que ayudarles a se
guir. Aquí está
el doctor San Juan, que ha tenido uoa intervención,
anterior a mí, fabulosa. Su institución, Asociación Pro-Res.peto a la
Vida Humaoa, trabajando
ea Barcelona, cuenta ya con canales de
radio,
con programas de televisión; a éstos hay que aoimarlos, cola
borar todos, extenderlo, que
no sea local,
en nuestras
provincias tam
bién se pueden hacer cosas. Hay que dejar lo especulativo e ir a lo
práctico.
Hay que
trabajar, porque el enemigo está trabajando incesan
temente. &to es fo que teru,mos que hacer, trabajar y hacer que los
demás trabajen. Vale más encender una luz que malda:ir de las ti
nieblas;
todo el mundo
puede encender su lucecita. Pues hagamos
esto con
fe y con amor. Ustedes están en una disposición magnífica
de
hacerlo, porque para poder
meter esta
mística
de exigencia,
este
espíritu combativo, lo que
hac~ falta es muchísimo cariño, porque sin
amor
nada se puEde baicer.
Y o amo a mis muohachos con toda el alma, tremendaroeote; me
hacen
llorar,
me hacen llevanne unos disgustos tremendos, pero me
dan unos
consudos fabulosos. Es importantísimo el querer. ¡ Y cómo
no vamos a querer si para eso encontramos, a Cristo en fa oración
y los jóvenes son otros Cristos que sufren, un Cristo que desde mi
corazón me
lo pide prestado, porque Dios no tiene otra boca para
hablar que la mía, ni
otros brazos
para abrazar que los
míoo, ni otras
piernas para caminar que ]as mías, ni otros ojos para mirar con dul
zura quel los
míos. Esto
lo podemos hacer todos. Yo amo a los chicos
y la doctrina del
amor resuelve
conflictos generacionales. Acabo
coa
el último ejemplo. Uno de estos muchachos, alumno de Magisterio,
921
Fundaci\363n Speiro
ABELARDO DE ARMAS
hace unos meses, iba un domingo, un trágico atard= de domingo,
por
las caJles de Madrid; iba hacia su casa, y al pasar por un solar,
le sale una de
esas pandillas ,que tanto proliferan hoy. Se acerca uno
y le pide un duro. «No tengo». Le cogen por el cuello. «Que nos des
un duro». «No tengo». Empiezan a apretarle. Mete la mano en un
bolsillo y
dice: «Tomad, os
doy lo
mejor que tengo», y les da un
crucifijo. Se quedan aquéllos mirando y el crucifijo va pasando de
mano en mano. Bl, sin perder la calma, sin alterarse, contentísimo,
como me lo contó a mí, les, dice: «Mirad, es que es mi valor, todo
el precio, la perla que había encontrado, porque yo basta hace unos
años era como vosotros, pero resulta que en unos Ejercicios Espiritua
les
me encontré
COI1 Cristo y precisamente iba pensando en lo trá
gicas que
eran las tardes
de domingo para mí y
lo cont
ahora. V
tener una reunión con un grupo de
mududhos,
hemoo
hablado
de deporte, de
nuestros problemas. Así
no podéis ser
felices». Y
las manos. Al fin, dijo:
«De todas maneras, os
he
mentido, porque
me h,béis pedido
un duro y
06 he dicho que no tenía; y era verdad,
porque un duro suelto no
tenfa, pero tomad el
dinero que llevo».
«No, déjalo, si ha sido una broma que te queríamos
ga.star». «No,
no,
si necesitáis
dinero, cogedlo,
pe.ro no asaltéis a otro
y le deis
un susto
atl hacer estas =>. <
el dinero».
Entonces les
preguntó cómo se llamaban, dónde vivían
y, al final, se despidió de
ellos; Les dio a tados un apretón de manos,
y ruando ya había andado diez metros, se vnelve y les dice: «Perdo
nadme un
tru>IOOllto, Se
me
ha olvidado lo mejor: confesaos, con
fesaos».
Y dijeron los
otros, convencidos,: no en plan de burla: «Des
cnida, que lo baremoo>>,
El omor mina
todas las
bases de la sociedad. Donde no hay amor,
pon amor y isacarás amor Uuan de la Cm>:) ; por lo tanto, el fruto
final de
mi conferencia, empalmándose con la maravillosa que hemos
tenido antes de la señorita Elisa, sale del
amor de
Dios y del amor
de la Santísima Virgen, del
Amor del Corazón de Jesús, adonde
tenemos que acudir, que hemos
abandonado la
fuente de la oración
aun nosotros los católicos que estamos aquí.
En esto ya sale mi du
reza de
formador. En
estos días
he visto
poca
gente haciendo
oración,
922
Fundaci\363n Speiro
CONFLICTO GENERACIONAL
y está aquí uu Sagrario hermoso en la Iglesia; no es suficiente con
a:sistir a
la Misa
y rezar el Rosario. Ayer nos dijo el señor Obispo
( don
José M.ª G.ª Lahiguera) que hay que rezar, y rezar mucho.
Hoy hace tres años que subió al cielo la Madre Maravillas de Jesús,
contemplativa
Carmelita Descalza,
a la cual se debe la
fundación del
convento
del Cerro de los Angeles. A ella le dijo el Corazón de
Jesús: «España se
salvará por la oración» ( 8) . La oración mueve
montañas.
Vamos en el nombre del Señor, no estemos acomplejados.
Ahora, si dejamos la oración, buscaremos armarnos. de sociología, de
psicología, de pedagogía y de todas las «Ías» de este muudo, que no
sirven
para nada,
porque Dios se ríe de la inteligencia humana, que
es necedad para El, aunque para
nosotros sea
la
cumbre de todas
nuestras vanidades.
(8) Si tú/~ de¡as, B.A.C., 1977.
923
Fundaci\363n Speiro
POR
.ABBLARDO DE ARMAs
Y o era uno de estos crupilares de los cuales se nos está hablando
aquí, esa
aa:ión capilar por la cual la más insignificante celulita
puede
hacer una labor inmensa. Pero no
tenía ni idea de Sociología,
ni de
Religión.
Unicamente se me daba bien jugar al fútboL Me di
jeron:
«Tú siempre estás rodeado de eihavarles. ¿qué haces?». «Es el
fútbol».
«Pues entonces
puedes
utilizar esto».
A través del fútbol fue
como me introduje
rotre aquellos jóvenes. Al OJ.OO de veintiséis afios
voy
a exponerles a ustedes una
serie de experiencias basadas en una
metodología para la formación de la juventud. Una metodología que
incide
en cnatro puntos cardinales y que tampoco es original. No es
que la haya aprendido yo, ni que haya salido de mí, sino que me la
enseñó
el mismo Padre Jesuita que me cogió en unos Ejercicios Es
pirituales,
y trausformó mi vida como un calcetín al que se da la
vuelta. Con el Padre Tomás Morales, autor del método de formación,
he
tenido el privilegio de estar durante muchos años. Lo que yo he
ido
observando en él lo he ido introduciendo después en ese vaso
capilar que
actúa. Esta metodología tiene cuatro puntos: una mística
de exigencia, un espíritu combativo,
un cultivo de la reflexión y un
ejercicio de la constancia. Y todo encaminado a transformar el cora
zón humano, a transformar al hombre. Porque como se nos dijo
aquí,
ayer, el mal está dea:tro y lo que tengo que hacer hoy es refor
marou, yo. El salvador de España soy yo, el salvador de la Iglesia soy
yo, la solución a todos los problemas del mundo
sor yo; po,rque si
no,
siempre estamos pensando, cuando
escuchamos una
charla, una
alocución, una conferencia: «Qué bien le viene esto a fulano». «¡Hom
bre, si hubiera alguien que cogiera esto y lo llevara a la práctica!».
905
Fundaci\363n Speiro
ABELAlUJO DE ARMAS
¡No! Es usted el que <\ene que lleva, a la práctica Jo que escucha,
porque
si no, hacemos Jo que se llama la reforma de las estruccuras,
charlamos
por
la reforma. de las estructuras; pero las estructuras no se
que uo
es distinto de cada uno de los árboles que lo integran, las
reforman, porque fas estructua:res ¡somos nosotros! Así como un bos
estructuras uo sou distintas a mí. Es la reforma mía la que yo tengo
que
hacer.
He aprendido en mis chru,l,,s a los botones a colgar las ideas de
una percha, percha
que es el ejemplo, porque
se me distraen rapidísi
mamente. Como el audJ,torio que me escucha está cansado, y, por otra
parte, la atención, que es <~la aplicación de la mente a un objeto» (1 ),
según nos dice BaJ.lmes, tiende a irse de un sitio a otro, a mí me
gusta, y les pido que me perdonen por ello, ir colgando las ideas de
ejemplos. Vamos
a poner
el
primero para ver
la importancia de re
formar el
corazón humano.
Un arquitecto estaba un
día realizando
un
proyecto de obras en su casa, mientras su hijo, de diez años, se en
tretenía jugando a su lado haciendo un avión que timba al aire. Cada
vez que pasaba junto a la
mesa no
dejaba
de hacerle
preguntas. «¿Pa
pá, ¿po< qué has puesto ahí esa curva?». «Papá, ¿por qué haces eso?».
Y el padre, que estaba un poquito nervioso, cogió de una revista
una hoja que tenia un. mapamundi, se lo recortó, se lo descompuso
por naciones y iie dijo: «Mira, hijo, si me recompones este mapamundi
te compro una bicicleta>>. Cuando el niño se fue con todos los recor
tes,
el padre se dijo: «Ahora por Jo, menos me dejará un mes tran
quilo». Pero
a los
diez minutos llega
el niño. «Papá, toma, ya está
todo pegado!>. «Pero, hijo,
¿quien te
ha ayudado?». «Nadie». «¡Pe
ro si es imposible!». «Papá, no me ha ayudado nadie». «Pero, cómo
vas a coger tú un rompecabezas que yo no, hubiera sido capaz de re
componer y lo has resuelto
en diez minutos». <
muy sen
cillo. Mira
el mapa que has recortado, por detrás tenía un anuncio
con la silueta de un hombre. Yo he
recompuesto al hombre y he
arregfado el mundo>>. Pues
bien. Esto
tan sencillo es lo que tenemos
que hacer, y ésta es fa metodología que El P. Mor"1es imbuyó en mí.
Con
cuatro puntos cardinales ir a la reforma del hombre. Por eso,
(1) Balmes: Criterio.
906
Fundaci\363n Speiro
CONFUCTO GENERACIONAL
«conJ.licto generacional». Pero, bu,ino, ¿ustmes creen que hay con
flicto
generacional? ¿Realmente hay conflicto generacional? Lo que
pasa es
que vivimos en
una época ronflictiva en la que cuando no
hay
conflicto se
le
provoca y cuando lo hay se le encona y se le agu
diza
para que se agrave. Desde que Goomsci hizo el maravilloso
descubrimiento de que
con la dialéctiva de los enfrentamientos hege
lianos en
lucha de clases po< la econooúa, no era suficiente, sino
que había que llevarla,
además, al campo de la cultura, comenzó a
ponerse en práctica y
los
enfrentamienros se han multiplicado.
Y
así, ahora, hay enfrentamimrto entre hombre-mujer, empresario-obrero,
ancianos-jóvenes, partidarios del Real Madrid-Atlético de Madrid ...
Hay que fomentar todo lo que suponga lucha. Ante este
panorama
lo
que tenemos que
procurar sencillamente
es
hacer algo cons
trmtivo.
Conflicto generacional. Esto, ¿es algo 11JUevo? «Cuando los pa
dres se acostumbran a dejar a sus hijos hacer lo que quieren, cuando
los hijos desprecian los consejos
de sus padres, cuando los maestros
tiemblan ante los discípulos y
prefieren halagarlos,
cuando los jóve
nes desprecian las leyes porque ya no
recooocen por encima de
ellos
nioguna autoridad de nada, ni de
nadie, entonces
está a las
puertas
el comienzo de la tirnnía». ¿Les gustó? Pues es de Platóo (2). Se
conoce que pasó el túnel del tiempo, se vino a nuestra época actual y
nos dejó esto. Luego
ronflictos generacionales
los,
ha habido
siem
pre.
Lo, primero es no asustaroos. Hoy hay verdadero complejo de
miedo a la juventud.
Los educadores temen a fa juventud. Los padres
temen a
la juveotud.
Los profesores temen a la juventud. Hay una
especie de
adulación por los jóvenes. Dentro de
este viraje que he
mos dado
para construir una sociedad antropocéotrica y poner al
hombre como centro de todo, a
su vez, dentro
del hombre,
la juven
tud es el ceutro de todo, quizá po
el 50% de la población del globo es menor de veinticinco años, de
ah!
este respeto
a
la juventud. Pero los jóvenes están deseando encon
trar
a quien les encauce y
saben que
es de eotre ellos mismos, sobre
(2) Platón: La R,p,iblica, VIII, 562c. 563a. 561.
907
Fundaci\363n Speiro
ABELARDO DE ARMAS
todo desde los veinte años de edad, de donde pueden sutgir esos lí
deres, que, por otra
parte, tienen
que estar
rupoyados en otras personas
un
poco más maduras. Lo que sucede es que esas personas no apa
recen, _porque a esta juventud, si se la quiere encauzar, hay que exigirle
mucho para que encuentren una respuesta a lo que bu.sean, a ese va
do interior tan
tremendo que tienen, y si no se 1a exige, se la defrau
da ... A mi me enseñaron a exigirme y a exigir a ,los demás, y esto es
lo
que vengo realizando
desde hace
veintisiete años: exigir a los
jóvenes.
Con magníficos resu!tados, porque «al joven, si se le pide
mucho, da
más; si
se le pide poco, no da nada» (3). Este principio
pueden ustedes
experimentarlo en cualquier latitud, a cualquier es
cala, en cualquier provincia de España. ¡ Siempre da el mismo re
sultado! ¡Hay que exigir
a la juventud! Mis experiencias se han de
sarrollado
en aquellos campos en que la juventud se desenvuelve:
campamentos, marchas, cursillos, reuniones, círados ... Voy a -contar
les una de ellas en el marco de un campoo,ento... Lo primero que yo .
digo es un principio del P. Morales: «Aquí, lo que se dice, se hace».
«Habéis venido a un sitio donde, a diferencia de todo lo que os ha
bían enseñando, esto se cumple.
Tú habías entrado en un club y te
habían
dicho que, si
no pagabas
la cuota, se te expulsaba. No pagaste
la cuota
y no se te expulsó. Tus padres te habían dicho que como
no
aprobaras no irías
de
vacaciones. Suspendisre y fuiste de vaca
ciones.
En el
Instituto te hicieron firmar un contrato: la no asisten
cia a clase será castigada con la expulsión. No asistes a clase y no te
expulsan. Hoy falta el principio de autoridad y todo el mundo hace
lo que le da
la gana. Aquí, nu, hijo mío. Aquí te has encontrado con
una
persona que lo que dice lo hace. Lo siento mucho por vosotros,
pero
lo vais a pasar mal. Ahora bien, no quiero cortar vuestra liber
tad ; por eso, si quieres, puedes marcharte. Si te quedas, lo haces li
bremente y desde ese momento pones en mis manos tu libertad. Si
quieres irte, puedes hacerlo, porque
eres libre. Pero yo te voy a hacer
sufrir». Y les voy poniendo cada vez las cosas más difíciles . .:Si tú
te quedas aquí, lo vas a
,pasar mal, francamente mal, así que no que
daros
por machotada, diciendo: «Es que como este tío ha dicho
(3) Forja de hombres, pág. 15; Tomás Morales, S. I.: Studium, 1968.
908
Fundaci\363n Speiro
CONFLICTO GENERACIONAL
que esto es para hombres y muy hombres, valientes y muy valientes,
si
yo me
marcho ahora
...
». No, porque si es que no te man:has y me doy
cuenta
que te
has quedado sólo por machota.da, te echo, y eso es peor;
así
que márchate». Y loo chicos se quedan
allí. «Pensad, reflexionad.
Mirad, esto
lo he aprendido en mi propia casa. Una de mis herma
nas, cuando estaba
embarazada, tuvo
un accidente de automóvil. Cayó
por un barranco
y salió despedida del auto por una ventanilla. Estaba
de
ruatro meses y
no
le sucedió apenas
nada, tan sólo rotura de
clavícula. Pero
cuando llegó el momento del parto, cinco meses más
tarde, el niño nació con los pies invertidos, hacia aitrás.. Mi cuñado
es
médico,
y cuando vio al niño, se dio cuenta que aquello no era un
defecto congéoito, no producto
los escayoló, Por espacio de quince o veinte días, el niño lloraba, no
les dejaba dormir. Pero ahora ha quedado con los pies perfectamente
puestos, juega al fútboJ, monta en bicicleta, anda, camina, corre,
es un niño normal. Es pooible ·que este niño, cuando tenga veinti
cim:o años Je
derechoo? Me has hecho
un desgraciado,
porque me hubiera librado
de la mili". Desde luego, una ventajilla le
ha quitado el padre al hijo, pero él no reniega, está
quiere a rabiar, rP°rque pasó de ser un minusvá!lido a una persona
normal».
Y les sigo diciendo a los, ohicos: «Mirad, vosotros-venis aquí
seducidos por la sociedad actual, con loo pies al revés y yo os loo
teogo
que poner bien
para que caminéis, para que os encontréis con
vosotros
mismos y
para que os encontréis con aquel
fina:! que Dias
os ha dispuesto. Por !J.o t:a:nto, os voy a poner loo pies. al revés de como
106 traéis; vais a berrear, vais a gritar, vais a estar hechos polvo, peio al
final me estaréis agradeddísimos. Así que no hay más remedio que
hacetlo>>. Los chicos lo aceptan, pero comienzan a peosat que, aunque
lio he puesto muy
duro, no pasaría de
la
teoría a la realidad.
Me
llamaron loo Jesuitas
de Madrid a dirigir un
campamento
suyo.
El
primer dia reoní ail campamroto y ,es
«Aqu!, lo ,que se dice, se hace. Esta noche,
cuando yo toque el silbato para guardar silencio, es silencio, y no
quiero oír ni una mosca. El que hable, duerme fueta de la tienda, y
909
Fundaci\363n Speiro
ABELARDO DE ARMAS
la temperatura es bastante baja;>. Como estaban cansados y había ha
bido una tormenta, los chicos se dumúeron en seguida. Pero al día
siguiente
me viroe el jefe de una cieada y me dice: "Abel:udo, ios
preus dicen que no soportan esto y que estás sometiendo al campa
mento a una tiranía
terrible, y que ellos, esta noche, se van al pueblo
a
pasárselo bien».
El pueblo
estaba a seis kilómetros de dlstancia. Esa
noche
toqué sileocio y di las mismas
advertencias de la noche ante
rior. Después
me quedé dando vu:eltas alrededor del campamento. Al
cabo de una hora, en la tienda que me habían advertido, empecé a
observar movimientos y a oír cuchicheos. Me acerqué y dije: «Los de
esta tienda,
salid
fuera;>. Se oye dentro:
«El jefe de campamento, el
jefe de campamento». Salen.
«Como se
ve que no
tenéis sueño,
va
mos a estar aquí
fuera contemplando esta noche tan deliciosa
y estre
llada». Los tuve a la
puerta de la tienda una hora; yo, con ellos.
Aproveché para
hacer un
rato
de oración y luego les dije: «Me parece
que
empieza a hacer
un poco de
frío. Entrad dentro y coged una
manta para que no os quedéis
•helados». Y
yo seguí
pasando un po
co más de frío que ellos porque no tenía manta. Cuando pasó media
hora les. dije: «Os vais. a acostar, y mañana, como no tenéis sueño, os
voy a levantar una hora antes que al resto del campamento, y veremos
un
amanecer que también
es algo delicioso». Al día siguíeote
los
!ev
me los llevé
ronmigo. Había una
capilla en
un barracón y
les dije: «Mirad, os traigo aquí porque el verdadero
j,efe del campamento no soy yo; el auténtico jefe del campamento,
del
campamento de un
colegio católico, está ahí.
Vuestros directo
res me han
dicho que la
ilusión de vuestros podres y del colegio es
que
se
os forme como católicos y
como católicos activos y
militan
tes.
Por
eso el
directo< de este campamento está ahí, en ese Sagrario,
y os traigo para que penséis aquí si vais a seguir en este campamento
en una actitud positiva o negativa... Si estáis en actitud negativa, os
echo del campameoto y por eso es mejor que libremente os mar
chéis. Pero si estáis en una actitud positiva, creo que seréis mis mejo
res colaboradores. Y como sois los mayores, la escuadra preu vais a
pensar
aquí, delante del Sagrario, lo que
decidís». Abrí
las puertas
del barracón.
Los dos subjefes del campamento, que eran de mi misma
Institución, estaban ya de
rodillas delante
del Sagrario. A ellos les hizo
910
Fundaci\363n Speiro
CONFIJ.CTO GENERACIONAL
un impacto ttomendo el verles así. Y o me qiredé allí también. Al mbo
de una hora, les dije: «Bien, ahora vais a la tienda, os acostáis, y cuan
do suene la señal, salís de 'la tienda y no ha pasado nada, porque yo
,no pienso decir a nadie qwe €Sta noche una escnadm en el ·campamento
ha dormido menos. Y vosotros creo que tampoco tengáis que decir
nada». Así lo hicieron.
Ese día
había una
marcha. Me fui con esa
escuadra
y pasé todo el día con ellos sin hacer ningun comentario,
como
si
no hubiese
pasado nada,
contando
chistes, cogiéndoles el
macuto
... Fueron
pasando los
días
y yo seguía conviviendo especial
mente
con aquella escuadra. Un
día me
dicen.
«Queremos ir
al pue
blo pues es el cumpleaños de un chico y queremos hacerle un regalo».
«Muy bien, podéis ir, pero no conviene que se entere nadie más. en
el campamento, pues, si no, parecería que a una norma que he dado
hacernos una excepción. Id oo el t!lempo de
fuerais a
una truudia radial buscando nuevas rutas.» Se fueron.
Tenían
dos
horas para ir
y
eran seis kilómetros de ida y otros seis de
vuelta. Fueron
corriendo y volvtieron corriendo, A pesar de ello, lle
garon
tar
la comida.
Corno el resto del campamento estaba dese
dncado ( como, por desgracia,
estarnas deseducados la mayoría de los
españoles), se
llegaba a comer a
la media hora de haber tocado el silba
to
para la comida. El tercer día había tenido que reunir a to
sin comerlo; si llega tarde al segundo, se queda sin primero y segundo
plato,
y si llega tarde al tercero, se queda sin comer ... Y como sabía
que no ,iban a llegar, fui a los cocineros y les dije: «Hagan comida
del primer plato sólo
pata cuarenta,
en
lugar de para ochenta; del
segundo, para sesenta, y del tercero, ya lo comerán todos». Y efecti
vamente.
Al primer plato, ruaren.ta individuos se quedaron sin comer.
Del segundo plato no comieron veinte y el tercero lo comieron ya to
dos
así 'es que esta vez los que habían ido lli pueblo y llegaron tar
que
habían pensado no eotrar
en el
comedor
y quedarse sin comer.
Le contesté: «No, no; id al río, que venís sudando, y bañaros. Des
pués vais a comer; ya he avisado a los cocineros que un grupo llega
ría tarde ... ». Cuando se bañaron, vtinieron todo extrañados y por la
tarde me llamaron y me dijeron: «Mire, si le ofrecernos una cosa,
911
Fundaci\363n Speiro
ABELARDO DE ARMAS
¿nos la acepta?». «Depende>>. «Es que además de un regalo para el
que
cumplía años
le hemos
comprado un regalo para usted también».
Me
regalaron una
jarra de madera de
artesania y desde entonces hice
U'1ll amistad tremenda con ,los chiros. Sólo uno se quedó sin comulgar
el último día y me dijo: «Mire, no comulgo porque todo el campa
mento
sabe quién
soy yo en el colegio, y es por no ceder delante de
mis
compañeros y delante de los profesores, pero sepa que en cuanto
salga del campamento yo me confieso; usted ha sido la única per
sona que
me ha
reducido en la vida y le gnardaré una
gratitud in
mensa». El último, dla vinieron los padres de los alumnos y el recto,r
del
colegio de
los Jesuitas de Chamartín. Cuando
recorrieron el
cam
¡,am,,nto y vieron las tiendas, el orden que había, la limpieza, los
padres estaban
ertrañadlsimos, y en una
asamblea final les dijeron a
los chicos:
«Pero hijos, ¿qué ha
pasado
aqw? ¡Pero
cómo os han
camMado! ¡Pero
si
en casa sois desordenadísimos!». Entonces les dije
ron los hijos:
«Mamá, es que el jefe del campamento, si ve las cosas
desordenadas, te hace ponerte un autocorrectivo que ha de ser una cosa
quie nos cueste: te quedais sin comer un plato, tJe tienes que bañar por
la mañana con agna fría ... ». Los padres exclamaron: «¡Ah!, pues ya
sabemos lo
que
tenemos que haoer nosotros, lo mismo que hace el
jefe del campamento». Y dijeron los hijos: «Qué va, papá, no sois
capaces
de hacerlo». Y
es que «la educación
actual
-dice Ramiro
de
Maeztn-es radicalmente mala, porque no enseña a sufrir, sino a
gozar» (4). Y los padres aman mal a los hijos en este sentido. Ai
muchacho
hay que exigirle
y, por supuesto, exigirle con sentido común.
Al principio trataba a los chicos como si fuesen adversarios míos.
Luego, poco a poco, fui dándome ruenta que 1eran mis amigos, que
sufrían terriblemeote y que tenía que am,irles. Porque la juventud
hoy sufre, sufre
romo quizá ningnna de las anteriores generaciones.
La juventud actual sufre porque entiende y quiere, pero no puede. Ea
tiende porque su capacidad de conocimiento es muy grande, Hoy
con cualquier chava:l se entabla una conversación como si fuera una
persona adulta. Yo he contemplado a un niño, con su abuelito, en
un parque de Madrid. Tendría el niño unos cinco años. Le dice el
( 4) Defensa de la hispanidad, págs. 133-35. Ramiro de Maeztu.
912
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CONFUCTO GENERACIONAL
abuelito: «No te acerques ahí, que te vas a caer en el estanque y te
van a comer los-cocodrilos». Y iJ.e dice el niño: «Anda, abuelito, si
COCXlckilos sólo hay en el Nilo». Claro; ven al doctor Rodríguez de
la Fuente
y están despabiladt.imos. Se les forma pedagógicamente, loo
libros
de
enseñanza son
magníficos,
con procedimientos para quien
tiene una memoria auditiva, una memoria visual. Pero ¿quién forma.
a nuestra juventud en la vo!Wlltad? Nadie. Y, sin embargo, ésta es la
primera tarea en la educación. Pío XII decía: «A una voluntad rica en
ideas responda el
joven coa una voluntad fuerte y dócil» ( 5) . Sobre
esto no trabaja nadie. Hay
qk coger a
nuestros
jóvenes y foimarles
la
voluntad,
y esto supooe esfuerzo, supone trabajo, supooe lucha, y
un educador debe ir por delante. En definitiva, mí está el problema,
que como no estamos dispuesto& a exigimos nosotros, no les exigimos
a ellos, y en lugar de encerraroos para unos Ejercicios Espirituales
serios, profundos, metódicos, en una estructura de silencio, organi
zaruos un espectáculo musical donde todo es folklore, donde los .chi
cos hablan, gritan, juegan, llevan guitarras y de abí salen vacíos.
O se les predica sobre cuestión oocial para matar un vaáo interior
que
tieoen
inmenso, un de,eo de trasceodeocia que hay eu el hombre,
que tienen ansias de Dios; y a veces ocurre que un jovro se pone en
manos de un sacerdote y éste le manda trabajar ea algo para lo cual
ya
militó ea un partido político, y se quedó vacío después de una
huelga. Y ahora que viene a uu centro católico se le dice que dedique
sus
energías a [ochar poc lo social. F.sto no ~ llena. Hay que exigir
con
método
y con sentido común. Paso a otro ejemplito que nos mues
tra
la ludha generacional ea el campo de lo religioso, pero que prue
ba la
necesidad del sentido común.
Vi
un día al famoso Jesuita. Pa
dre l¼anucl Garda Nieto, que ya ha empezado a vivir ( está en la
eternidad), un santazo, discutir ea las escuelas de Cristo Rey de Va
lladolid con
uu sacerdote joven. Este le decía al P. Nieto: «Her la
juventud es más auténtica que antes». Contestó el P. Nieto, que dicen
que era tan santo como feo, y feo, era feísimo ~realmente en estado
glorioso
ea el cielo no habrá quien lo reconozca-: «¿Qúe es más au-
(5) Hora de los laicos, pág. 53; Pío XII (A los Consiliarios, septiem
bre 1953).
913
Fundaci\363n Speiro
ABELARDO DE ARMAS
téntica? ¿más auténtica? ¡Ande, andel Antes venían los seminarisw
tas y decían: "P. Nieto, tome usted, que he recibido un paquete de
comida, yi como tieine usted sus pobres, déselo a ~llos". Y eso ocurría
en la época del hambre. Ahora hablamos todos de la justicia social,
de la igualdad, del
aJmOr, de fa justicia distributiva. Resulta que aho
ra los seminaristas no me don nada y se gast~ un dineral en tabaco».
El sacerdote joven le replicó: «No hay que v:er en esto la autenticidad,
Padre;
ahí tiene
usted a fulano, que ha dicho en la homilía en Santan
der que
se han escandalizado en Madrid po
ha rasgado las vestiduras en un acto de reparación y se rasga las
vestiduras ,en eso; mientras hay españoles que pasan hambre y que
son Cristos
vivos y nadie se escondaliza por ello. ¡ Por eso hay que ser
muy
auténtito !». Dice el P. Nieto: «Para eso lo que hay que ser es
un poco imbécil. Po
le pegan una bofetada, nos quedamos todos tan campantes; y es
una representación viva de la patria; pero si ,nos rompen la ba,ndera,
que "" un trapo, se org¡¡niza una protesta diplomática.. Y es qu,,
tenga
usted en
cuenta que .no hay· que mirar a quien han dado el
golpe, sino • lo que representa. Ya sabemos que el Crucifijo es una
imagen solamente
d,, Cristo, pero representa al mismo Cristo». Y dijo
el
otro: «Pues sepa
usted, P. Nieto, que
""º lo ha dicho fulano de tal,
que es el
alumno más inteligente que ha tenido usted en Comillas».
Respondió el P. Nieto, y paira mí fue una gran lección: «Bueno, pero,
como
todos los inteligentes, tiene muy poco sentido común». Y el
sentido común pciotico nos falta a la mayoría de los españoles. Es
triste que el eniemigo se mera rnpilarmente por todos !os reductos y
llega.e al pueblo sencillo oon una simple &as,ci,a como «la religión
es
el
opio del
pueblo». Y
frases como ésa
han minado
fa Iglesia. Y
en cambio nosotros no sabemos encontrar antídoto para minar el co·
munismo, marxismo, masonería, y todo lo que suponga peligro para
nuestra
fe. No,
sabemos tener sentido común.
Yo aquel día recibí
una gran lección, y pensando en mis alumnos, que eran como enem..i M
gos, porque loo trataba con una místic~ de exigencia a ultranza, me
dije: «No, los tengo que tratar democráticamente. Se vive en de
mocracia
en un
país
donde uno
manda
y todo el mundo hace lo que
914
Fundaci\363n Speiro
CONFLIC'lO GENERACIONAL
quiertj <11 que lillUlda, y eso es la democracia. Lo que pasa es que hay
que
apañárselas
para que el que obedece crea que hace 1o que él quie
re. De esta manera ahora llego a m;s alumnos y no se me oeutto de
cirles: «De este
libro me tenéis que
hacer
todos un
trabajo, para lo
cual tenéis
que comprar el libro». Si digo estto, se organiza la marimo
rena. No, no. Yo llego con un libro forrado, que no se le v:ea el
título, ni nada, y les digo: «Os traigo aquí un :libro, que perdonadme
que lo traiga
tan forrado, ¡,ero es que dice, aquí en la contrruporn.da,
el
autor:
'"Este libro
no
debe ponerse jamás en manos de adolescentes'".
Por lo tanto,
voy a
leeros solamente un
pequeño rapítulo. "Cuándo
un beso va pasando de la afectividad a la sensu.ru.dad y a la sexua
lidad"». Después de leer aquello, lo comentamos. Cierro el libro, ter
mina la charla, se levantan todos, vienen y me dicen: «Oiga, ¿no
podemos leer ese libro?». «No», «Por favor, den06 usted el título
del libro». «No, yo tengo que respetar
los dera:,hos del
autor».
vuestros padres, pero es que aquí dice unas cosas -y se lo pongo toda
vía
más atractivo-que ni vuestros padres ni vosotros las debéis
saber».
«Hombre,
pero mire urted». Se acerca un ordenanza. «Oiga,
a lo mejor
yo lo podría leer». «¿Cuántos años tienes?». «Veintidós».
«Mira, a
ti sólo
puedo dejarte
leer el libro, pero si me
prometes que
no
se lo dejas leer a
na.die» (porque
yo he
visto en el Evangelio que
el Señor prohibía decir las cosas, y basta que las prohibiese para que
se divulgasen,
luegd hay
que
prohibirlas para
que las divulguen). Por
supuesto no le
di el libro, sino todos los daJtos editoriales, y el chico me
prometió nuevamente que sólo Jo leería él. A la semana siguiente,
nada más entrar en alase, leí en los ojos de todos mis alumnos pica,
rescos:
«¡Eh!,
ya hemos
leído el libro, no
se crea que no». Viene uno
Je los más lanzados y me dice: «¿Va a leer algo de ese libro que tra
jo el otro día?». «No, no voy a leer ninguna cosa». «Vaya, que pena,
pue; parecía un libro muy interesante». «¿SI?», yo me hago el tooto.
Pero
dire un adagio chino que la influencia de los ríos más cau
dalosos está en que, poniéndose por &bajo de fos afluenres, se eo
grosa
con sus
aguas. Por
consiguieote, hay que humillarse
para ser
ensalzado;
y
915
Fundaci\363n Speiro
ABELARDO DE ARMAS
para llevarloo a Dios, Y ésas soo mi< clases de sociología. Una vez
que
uu chico es conquistado, de la mística de la exigencia hay que
pasar al espírltu de combnte. Hay que lanzarle a Juchar por la idea,
porque «las ideas solamente se entienden cuando se viven y dejan de
entenderse
cuando dejan de
vivirse» (6), y «el hombre que no actúa
como piensa, termina pensando romo acnía» (7). Si nn chia, piensa
que puede vivir puro, pero oo vive en pureza, entonces acaba pensan
do como actúa y terminará creyendo que la pureza es imposible al
hombre. Cuando
loo chicoo se
esfuerzan por las ideas las
aman.
Tienen que sufrir, hay que =darles combatir. El español, para que
sea auténticamente español, si no tiene enemigo, lo debe buscar;
pero
como tiene enemigo, primero dentro de s~ hay que hacerlo
luchar
contra
esos enemigos interiores y que venza la pereza, la
lujuria, la
ira,
la soberbia, todoo los enemigos internos que tiene y,
después, que
se
lance a vencer la masa, la reacción de la masa. vendo a
la conquista de los demás y que se busque campañas de todo estilo,
crunpañas antlpomográfiais, campañas para llegar a un quiosco y
decirle a la señora que retire las revistas porque está lmcieodo daño.
Cuando más jóven es el chioo, mejor. Como aquel que llegó a uu
estanco y di jo: «Por favor, ¿me da usted una postal?». La pagó y de
lante de la señora y de todos los que estaban allí la rompió. La se
ñora le preguntó: «chico ¿por qué ha:ces eso?». «Porque con esto
está usted haciendo un daño =endo a la juventud». «Pues no las
mires». «No, si no las miiro, pero mi:s amigos no tienen la misma
fuerza de voluntad que yo y sí las mimo y usted está haciendo daño.»
Se
marchó y luego lo contó en una reunión diciendo que al dla si
guiente
la señora habla quitado todas las postales que tea.ía y había
puesto una im,,gen de la Virgen del Carmen. Y el chico se crece y,
en esa capilaridad que decíamos antes que se necesita, él empieza a
dar un codaro a su amigo, porque cuando nieva podemos todos pro
testar
y decir: «¿Qué hace el alcalde de Madrid, que no echa sal por
las calles? jEsto está indeceote!». Podemos, en lugar de maldecir las
tinieblas
encender una lucecita y empezar a barrer un trocito de acera
916
( 6) Po,¡a de hombres, pág. 94; Tomás Morales, S. J. Studium, 1968.
(7) Id.
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CONFLICTO GENERACIONAL
cada vecino y la calle estará limpia. V "'110> ""1.l.lpt,zai,c_JL r,¼rma=os~ _ El chia, que__reforma~~w¡pieza ~ a los que -~-
tiene alred.e
sufrir
tremen.da.meute en nuestra Ins-
----==•on. Tremendamente, porque no era comprendido. Hace 1.1Jl
avasal_lan
y este método quizá esté bien en una capital grande, pero
en un"a duda~c-íui. y :scncilfa. cvmo 6-ta no otá-hi~_Jo_ que estáis
haciendo, entranclo por las t:rendas paira hacer ma campaña ¡;ro mora-
lidad, hablando cuando veis a. ma pareja en imla actitud, que, aunqu~
sea
con
discreción, se
ha corrido
por toda la ciudad y está--<"'>yen
cayendo mal, señor Obispo, per_2~ __ ___________
-----.¡ue ~ está ~~_¡,!entro de unos años
un
día
,le vengan a usted a quemar el palacio oque-k_a;pedreen e,
----~ Ese dia mirará usted alrededor buscando feligreses qu~ de---
fiendan,~amos acostumbrad.os los, católicos a estar ~~"----._
plan de combare, en plan de llll'ha, si=-que--5tamo!l_"®rmecidos, --
ese día los católicos no lucharán, no harán campaña ninguna, mien-
tras el euemigo sí las hace». El Obispo me dió la razón y me dijo:
«¿No has pensado nunca en hacerte sacerdote? ¡Realmente, qué bien
harías siendo sacerdote>>. Y
me añadió: «Si
quisieras ser sacerdoite, te
· ----Itaría diácono
en
el acto».
-~uedo eiotender po-rque se nos acaba el tiempo y hay que
ser puntual.-~efl~~~ Al_ joven hay que ayudarle
hoy a
encontrarse consigo mismo, con los demás
y funda.meutalmente
con Dios, y para esto hay que hacerle
reflexivo. Hoy los procedi
mientos de la educación, los sistemas de estudio, los medios, de comu
nicación social, -el aturdimiento ,en que vivimos, tiene a la gente fue
ra de sí, no es capaz de reflexionar por cuenta propia. Hay que bus
car
momentos de
silencio,
ponerle al chico en
contacto con
el silencio,
hacerle
gustar del silencio; y entonces esa juventud hace maravillas
de la Gracia de Dios, hace auténtiros contemplativos. En la última
tanda de ejercicios que yo he dado de siete días me he encontrado el
siguiente caso. Una noche me dijo un muchocho cuando se quedaban
haciendo media
hora de
oración después de que les hablaba yo
----por
que ya he dado 72 tandas de ejercicios espirituales, internos, siguien
do estrictamente el método ignaciano, con silencio, de manera que no
917
Fundaci\363n Speiro
ABELARDO DE ARMAS
._ileju.,c..ru,Aie hablar y sí vet> a alguno hablando, «aquí, lo que se dice,
se hace», selefuvita-~-«Poo.r~_ quedarme ~ta noche
un rato más?». Al día siguiente me encuentro un ~ándome
a la habitación urgentemente, y me dijo: «Quería consultarle~
que
anoche me ha
pasado». «¿Qué
te ha ocurrido?». Me quedé en
la
Capilla y estaba haciendo la oración, y de repente empecé a sentirl;"'
envuelto en un-a-mor· de Dios imlieli.:su, lfUC: me rWcaba., me envolv1a,
que se metía por todas mis entretelas, y de repente empecé a perder el
domínio de
mi 01erpo
y entré en uua especie de ingravidez, aunque te
nía sentiao-----de-todas Iás cosas, tenía conocimiento, pero con el cuerpo
------ -c _ _rnwo4podía y empecé a. lenvantarme». Y o les había ·habladO del P. Llo-
rent~misionero ~ m.nrla de .ejercttios--n
-/sa~erterreno de la fe al de la visión, y dec. fa el P. Llorente: ~_..,..--<
,.....,...,~ me aparezcas, Señor, no te me aparezcas, no_te_..meAt¡:ncrezcis». Por~
_/--que les hablo _siempre-~a.y mncMSimo ~ás mérito en la fe que en
la visión. El P. Nieto decía: «Si a mí me dijeran: "P. Nieto, P. Nieto,
baje
a la playa de Comillas que se ha aparecido Cristo", les responde
ría: "No voy, pierdo mérito; aquí caríshnos, al Sagrario, al Sagrario,
está aquí, aquí"». Les había contado yo esto, y este chico, me dijo: <
te me aparezcas, oo te me aparezcas", y ya podin salí ro.gj,,a
Esto, si
hay aquí personas..especialistas-en1arontemplaci6n,
varán que en este chico se iniciaba un éxmsis. Pero no es caso extra~
ño. El hijo de un famoso doct.or de Madrid, que en su casa tiene cuatro
televisores, se viene a nuestra residencia buSICalldo un Sagrario, y ante
él se pasa las horas y deja los televisores y está allí quieto en oración.
Multitud
de
muchachos buscan hoy,¡._ contemplación, una oración de
quierud
y amor. Cuando comieozan las tandas de ejeocicios, les
digo
a ,los chicos: «'Mirad, no busquéis consuelos; venimos a consolar a
Dios, que es tu Padre». Ent.onGes les cuento lo que ro,, sucedió aquí en
esta
bendita tietta valenciana, donde hace ruarenta y un años que yo
no venía, pero donde
pasé 1" guerra, porque me trajo aquí mi mru:lre,
evaruada, y aquí vino a morir mi padre y aquí est& enterrado en Cu
llera. Un día que iba yo
con mi padre, enfermo, porque vino a Cullera
a morir, nos sorprendió una tbr.menta y mi padre me cogió entre sus
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Fundaci\363n Speiro
CONFUCTO· GENERACIONAL
brazos para protegerme de la lluvia y me envolvi6 en su chaqueta. El
iba empapándose. Yo me
puse a
llorar y mi
padre traro de
consolarme
diciéndome que no tuviera miedo. Contesté: «No papá, no
lloro porque
oonga-.niedo, -sino porque.estás .enfermo y te estás mojando por mí».
Al oír esto, mi padre
se acl,6 a
llorar. Y les digo a los
muchachos:
«Nuestro
Dios
es un Dios tan grande, que
se baja tanto
que se hace
digoo de
compasión y
hay
quie amarle, y tú vieoes aqui nada más que a
dejarle
el
gozo de estar unos días delante de El y que El esté contento
teniendo a sus criaturas delante». Y los chicos entienden esto y se que
dan en auténtica cootempladón. En una tanda que celebrábamos en una
casa de
la Compañía estaban los Jesuitas preparando la Congregación
General
y me llarn6 un provincial para decirme: «¿Qué haces?».
«Nada». «Es que estos chicos están en un silencio impresionante». «Lo
único que hago es lo que me enseñaron ustedes». «¡ Si les ves perdidos
delante
de los Sagrarios!».
Le contesté: «Buscando a Dios, que apete
cen; eso es
lo que
la juventud
necesita y ustedes han abandonado; y
afortunadamente el Espíritu Santo suscita otras instituciones en la
Igle
sia
para que lo hagan. Estos
chicos oran,
van amando a Dios
y van
aprendiendo a amar a
la Santísima Virgen». En esta última Campaña
de
la Inmaculada ]es dije un día en una reunión: «A muchos de los
carteles que habéis puesto
en la
calle, pasaros
por Bravo
Murillo, y los
veréis; les han puesto una nubecita, como si fuese una viñeta de tebeo,
que sale de la boca de la Virgen y que dice: "Y o también soy adúlte
ra"». A aquellos chicos se les veía en la cara un gesto de dolor, y al día
siguieote,
en plena
lluvia, se empaparon de
agna pegando carteles y se
machacaroo
por las
calles de Madrid con
las manos
ateridas, heladas,
todo el domingo
tapando los carteles que habían estropeado y buscando
otros nuevos. Cuando
alguno dice:
«Esto es un
espectáculo triunfalista,
esto es volver a la Iglesia constantiniana», les contesto: «Esos carteles
se pegan, primero, para _probar el esplritu de combate del chico dando
la
cara
por Madrid, y, segundo, para dejar testimonio de que todavía
hay quien
se atreve
a hacer
eso por
la Virgen y que hay una juventud
dispuesta al
herolsmo». La
pena
es que
no haya dirigentes para
coger
a
esos
chicoo y exigírles suavemente, obligarles, suavemente, pero obli
garles, porque decía Oliveira Salazar que < pueblos hay que obligarles sua,,emente a entrar por los caminos de
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Fundaci\363n Speiro
ABELARDO DE ARMAS
salvación», pero obligarles. Y Dios lo hace con nosotros, porque la
cantidad de
fracasos que ten= .en nuestra vida, ¿no son Gracias de
Dios, que,
en su Providencia, nos va obligando a entrar por caminos
de
humildad,
para llevarnos a caminos de salvación, ,rorque-tendemos
coostantemente
a la
soberbia que nos ha dejado el pecado original?
Sí,
Dios
obliga también.
Con esro acabo mi intervenci6n de ahora: una mística de exigeocia,
un espíritu combativo, un cu:ltivo de la reflexión y un. ejercicio de la
coostancia, que me quedaría por puntualizar, sabiendo que para hacer
esto
hay que
amar mucho y tener mucha fe. No teoemos que teoer
ningún complejo. Los católicos tenemos que
armamos de fe; de aque
lla fe de Abraham, que creía que Dios podía resucitar a los muertos;
de aquella
fe de Job, que, viendo todo hundido, decía: «El Dios que me
salva está vivo», y ,no salía pa:ado de su boca; o de aquella fe de David,
que Je arman con
yelmo, con espada, coa armadura, y como no se po
día mover, va frente al enemigo sin nad.a diciendo: «Tu vienes a mí
con lanza y espada, pero yo voy a ti en el nombre del Señor», y con el
primer guijarro mar6 al gigante. Lo que ocum, es que hoy, como no
hacemos oración, tenemos perdida
la
fe y, desgraciadamente, no se pre
dica así. ¿Ustedes se dan cuenta de
Jo que podía hacer un sacerdote con
la ·homilía, con una predicación sistemática en la Iglesia, aunque a la
Misa no
vayan más que un 10% de los bautizados? Si esas 400.000 per
sonas que cada
semana reciben sistemáticamente la palabra de
Dios en
Madrid, que
salieran a
la calle a
hablar de
la vida eterna,
¡fa de conver
siones
que podían
lograr! Pero
se les
ha hablado de sociología porque
es
más fácil. Se ha convertido, la Misa en un espectáculo folklórico
en lugar de insistir scbre el
sacrificio, y ahí se pone fa linea hori
zontal sobre fa vertical, porque le es más fácil .,¡ sacerdoo, hacer esa
predicación.
Pero,
en medio de
todo este
ambiente que estamos vi
viendo,
se puede trabajar con nuestra
juventud, y lo
apetece, y lo
desean
multitud de almas y de padres de familia y de
gente que está
dispuesta a actuar.
El resultado
final de estas charfas que
hemos
tenido aqui,
de
este enruentro de Amigos de la Ciudad Católica, es que esto hay que
proyectarlo en
capilaridad, tenemos que
hacer ver
la
necesidad
de reunimos. Yo
a Speiro le tengo una
gran gratitud,
porque muchos
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Fundaci\363n Speiro
CONFLICTO GENERACIONAL
de estoo chicoo, los trabajos que les piden en los Institutos o en las
Universidades, los hacen a través de los libros de la Editorial Speiro
y
se defienden ahí y
los divulgan. Pero no solamente hay que
pedirle esto, sino que junto a
una labor de categoda intelectual hagan
esta otra de sentido común, en la que colaboren todos coa slo gans
que pensamos, cosas que hacemos, cartas que escribimos, artículos que
ra:otta.mos, y centralizar para descentralizar después y que por vasos
capilares
llegue la
acción a todas partes, y al mismo tiempo colaborar
con aquella
institución católica
que
se está moviendo y a la cual hay
que comprender, hay que hacerle entender que no está sola. ¿Que
los padres
de familia se
están moviendo?
Pues
hay que ayudarles a se
guir. Aquí está
el doctor San Juan, que ha tenido uoa intervención,
anterior a mí, fabulosa. Su institución, Asociación Pro-Res.peto a la
Vida Humaoa, trabajando
ea Barcelona, cuenta ya con canales de
radio,
con programas de televisión; a éstos hay que aoimarlos, cola
borar todos, extenderlo, que
no sea local,
en nuestras
provincias tam
bién se pueden hacer cosas. Hay que dejar lo especulativo e ir a lo
práctico.
Hay que
trabajar, porque el enemigo está trabajando incesan
temente. &to es fo que teru,mos que hacer, trabajar y hacer que los
demás trabajen. Vale más encender una luz que malda:ir de las ti
nieblas;
todo el mundo
puede encender su lucecita. Pues hagamos
esto con
fe y con amor. Ustedes están en una disposición magnífica
de
hacerlo, porque para poder
meter esta
mística
de exigencia,
este
espíritu combativo, lo que
hac~ falta es muchísimo cariño, porque sin
amor
nada se puEde baicer.
Y o amo a mis muohachos con toda el alma, tremendaroeote; me
hacen
llorar,
me hacen llevanne unos disgustos tremendos, pero me
dan unos
consudos fabulosos. Es importantísimo el querer. ¡ Y cómo
no vamos a querer si para eso encontramos, a Cristo en fa oración
y los jóvenes son otros Cristos que sufren, un Cristo que desde mi
corazón me
lo pide prestado, porque Dios no tiene otra boca para
hablar que la mía, ni
otros brazos
para abrazar que los
míoo, ni otras
piernas para caminar que ]as mías, ni otros ojos para mirar con dul
zura quel los
míos. Esto
lo podemos hacer todos. Yo amo a los chicos
y la doctrina del
amor resuelve
conflictos generacionales. Acabo
coa
el último ejemplo. Uno de estos muchachos, alumno de Magisterio,
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Fundaci\363n Speiro
ABELARDO DE ARMAS
hace unos meses, iba un domingo, un trágico atard= de domingo,
por
las caJles de Madrid; iba hacia su casa, y al pasar por un solar,
le sale una de
esas pandillas ,que tanto proliferan hoy. Se acerca uno
y le pide un duro. «No tengo». Le cogen por el cuello. «Que nos des
un duro». «No tengo». Empiezan a apretarle. Mete la mano en un
bolsillo y
dice: «Tomad, os
doy lo
mejor que tengo», y les da un
crucifijo. Se quedan aquéllos mirando y el crucifijo va pasando de
mano en mano. Bl, sin perder la calma, sin alterarse, contentísimo,
como me lo contó a mí, les, dice: «Mirad, es que es mi valor, todo
el precio, la perla que había encontrado, porque yo basta hace unos
años era como vosotros, pero resulta que en unos Ejercicios Espiritua
les
me encontré
COI1 Cristo y precisamente iba pensando en lo trá
gicas que
eran las tardes
de domingo para mí y
lo cont
tener una reunión con un grupo de
mududhos,
hemoo
hablado
de deporte, de
nuestros problemas. Así
no podéis ser
felices». Y
«De todas maneras, os
he
mentido, porque
me h,béis pedido
un duro y
06 he dicho que no tenía; y era verdad,
porque un duro suelto no
tenfa, pero tomad el
dinero que llevo».
«No, déjalo, si ha sido una broma que te queríamos
ga.star». «No,
no,
si necesitáis
dinero, cogedlo,
pe.ro no asaltéis a otro
y le deis
un susto
atl hacer estas =>. <
Entonces les
preguntó cómo se llamaban, dónde vivían
y, al final, se despidió de
ellos; Les dio a tados un apretón de manos,
y ruando ya había andado diez metros, se vnelve y les dice: «Perdo
nadme un
tru>IOOllto, Se
me
ha olvidado lo mejor: confesaos, con
fesaos».
Y dijeron los
otros, convencidos,: no en plan de burla: «Des
cnida, que lo baremoo>>,
El omor mina
todas las
bases de la sociedad. Donde no hay amor,
pon amor y isacarás amor Uuan de la Cm>:) ; por lo tanto, el fruto
final de
mi conferencia, empalmándose con la maravillosa que hemos
tenido antes de la señorita Elisa, sale del
amor de
Dios y del amor
de la Santísima Virgen, del
Amor del Corazón de Jesús, adonde
tenemos que acudir, que hemos
abandonado la
fuente de la oración
aun nosotros los católicos que estamos aquí.
En esto ya sale mi du
reza de
formador. En
estos días
he visto
poca
gente haciendo
oración,
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Fundaci\363n Speiro
CONFLICTO GENERACIONAL
y está aquí uu Sagrario hermoso en la Iglesia; no es suficiente con
a:sistir a
la Misa
y rezar el Rosario. Ayer nos dijo el señor Obispo
( don
José M.ª G.ª Lahiguera) que hay que rezar, y rezar mucho.
Hoy hace tres años que subió al cielo la Madre Maravillas de Jesús,
contemplativa
Carmelita Descalza,
a la cual se debe la
fundación del
convento
del Cerro de los Angeles. A ella le dijo el Corazón de
Jesús: «España se
salvará por la oración» ( 8) . La oración mueve
montañas.
Vamos en el nombre del Señor, no estemos acomplejados.
Ahora, si dejamos la oración, buscaremos armarnos. de sociología, de
psicología, de pedagogía y de todas las «Ías» de este muudo, que no
sirven
para nada,
porque Dios se ríe de la inteligencia humana, que
es necedad para El, aunque para
nosotros sea
la
cumbre de todas
nuestras vanidades.
(8) Si tú/~ de¡as, B.A.C., 1977.
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