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La enseñanza laica

LA ENS~ANZA LAICA
POR
EsTANJSLAO CANTERO.
SUMARIO: l. ¿Qué es la enseñanza laica?-2. Argumentos en favor de la
enseñanza laíca.-3. La realidad de tales argumentos.-----4. Descristianiza­
ción de la sociedad.-5. Enseñanza laica versus libertad de enseñanza.-
6. Tolerancia con los no católicos.-7. Un nuevo ideal de la humanidad.
l. ¿ Qué es la enseñanza laica?
De todas las definiciones. que pueden darse para caracterizar a la
enseñanza laica,

resulta
la más apropiada aquella que hace directa­
mente referencia a su carácter negativo: enseñanza laica equivale
--cuando menos-a enseñanu rairre1igiosa, aausencia de enseñanza
religiosa.
Frente a la enseñanza y a la educación religiosa, que no_ busca
simplemente informar, sino formar religiosamente a los hombres,
haciendo de ellos fieles católicos, la enseñanza laica, por el contrario,
se mantiene, teóricamente,
al margen de la religión : lo que los hom­
bres
sean en el plano religioso no, le importa. De este modo,
la en­
señanza laica significa una educación no religiosa.
El antecedente de la enseñanza laica, de
la escuela laica, se en­
cuentra en la tesis de
la neutralidad de la enseñanza y la escuela
neutra, unida a
la tesis de la enseñanza estatal. Se pretendía una
enseñanza que en
el plano religioso fuera neutral. Pero la neutralidad
es imposible.
Hoy, nadie defiende ya que la educación o la ense­
ñanza puedan ser neutrales.
Porque ambas
se basan
en una filosofía,
cuando

no en una religión. De hecho,
la pretendida neutralidad
supone un
rechazo de

la educación
y la enseñanza religiosa, lo que
ya es una toma de posición determinada y bien característica.
En el fondo, y en su origen, tanto la tesis de la neutralidad como
la de la laicidad, son contrarias, y activamente contrarias, a la reli-
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EST ANISLAO CANTERO
gión católica, pese a que haya quien de buena fe no lo sepa o no lo
crea así (1). Porque, en
efecto, tanto

la escuela neutra como la laica
se caracterizan por
rechazar la

enseñanza y
la edru:ación religiosa;
por negar al hombre, en la etapa de su fonnación, el sendero por el
que puedan
~aminar hacia

Dios sin peligro, pues en ello estriba la
religión.
2. Argumentos, en favor de la enseñanza laica
En primer lugar, se arguye que la enseñanza y la escuela laica no
crean divisiones, ni entre alumnos ni entre familias, pues busca una
(1) Unas cuantas citas que lo recuerden parecen aconsejables; así, Fer­
dinand
Buisson (
colaborador de
Jules Ferry,
y uno de los padres del laicismo
en Francia), afirmaba en 1905: «Los maestros son los prolongadores, los
militantes del ideal laico ... la
neutralidad no

debe ser un pretexto
para ani­
quilar la influencia legítima que
la escuela laica debe tener en un país re­
publicano. No aceptamos que
la escuela sea neutra en el sentido absoluto
y total de esta palabra. Eso sería una monstruosa exageración».
El socialista René Viviani (uno de los jefes del partido socialista, Ministro
y Presidente del Consejo) señalaba: «La neutralidad escolar no ha sido
nunca más que una mentira diplomática
y una tartufferie de circunstancias.
La invocábamos para adormecer los escrúpulos de los timoratos ...
No hemos
tenido nunca otro objetívo diverso de hacer una universidad antirreligiosa,
y antirreligiosa de una manera activa, militante, belicosa». En
1925, en
Francia, un inspector de academia, declaraba: «El
fin de la
escuela laica no es
el de enseñar a leer, a escribir, a contar: es el de formar
librepensadores. Cuando a los trece años, al dejar los bancos de la escuela,
el
estudi'a:nte laico

no
ha aproveéhado la enseñanza si continúa siendo creyen­
te».
Citas tomadas de Miche:l Creuzet: Enieignement-E.ducation, Montalza,
París., 1973, pág. 14.
Y es que, como señalan Cramer y Browne, en Francia, tras la Revolución,
«el propósito de los dirigentes revolucionarios era sustraer todo el sistema
educativo del control de la
Iglesia, porque

consideraban que la actitud clerical
era antirrevoludonaria
y antirrepublicana» (Educación contemporánea, VTEHA,
México, 1967,
pág. 29; cfr. págs. 89 y sigs.). Propósito que sigue siendo
hoy una realidad.
En España, al igual que en Francia, la bandera de la
enseñanza neutra y
de la enseñanza laica, se alzó para sacar del influjo de la Iglesia a los hombres,
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LA ENSENANZA LAICA
unión por encima de cualquier credo religioso, que, esto sí, divide
y separa a los hombres (2).
de modo que así acepta.tan todas aquellas doctrinas contrarias a la religión y al orden natural, es decir, para que no ofrecieran resistencia a la revolución. Así, según el testimonio nada sospechoso de integrismo de Yvonne Turin,
la
necesidad de conseguir u.na opinión liberal ( contraria a Ja religión cató­
lica), para que el pueblo aceptase la democracia, fue lo que impulsó a los
liberales (padres de socialistas y de todos los revolucionarios) a ocuparse de
la
escuela; y se ocuparon
de ella para educar en el liberalismo, por lo que
habían de suprimir la enseñanza religiosa
e introducir la enseñanza laica; la
instrucción haría el papel de la religión en la futura y nueva sociedad. Cfr.
Yvonne Turin: La edur:aci6n y la escuela en España de 1874 a 1902, Libe­
ralismo y tradición, Aguilar, Madrid, 1967, págs. 35 y sigs. En idéntico sentido María Dolores Gómez Molleda, quien señala la necesidad del cambio de mentalidad para que el liberalismo pudiera arraigar en España. CTr. M. Gó. mez Molleda: Los rdormadores de la España contemporánea, C.S.I.C., Ma· drid, 1966, pág. 18.
Era, en realidad, la tesis de Ju.les Simon (Ministro y Jefe del Gobierno), que

posteriormente fue exacerbada en España por la
Segunda República.
Durante ésta1 no faltaron quienes, bajo la apariencia de la inocua ense·
ñanza laica, atacaron enfermiza.mente a

la
enseñanza de la religión
católica
y a la
Iglesia. Así, Rodolfo Llopis, quien el 3 de junio de 1936 afirmó: «Que
supriman
la enseñanza congrega.cional, porque lo peor que puede hacer la República es dejar que se sigan prostituyendo las conciencias de los niños». Citado

por
Mariano Pérez Galán: La enseñanza en la Segunda República
Española, «Cuadernos para el diálogo», Madrid, 1975, pág. 318. (Libro éste
donde
el sectarismo alcanza cimas inimaginables, pese a lo cual resulta útil
por las citas que contieñe, en las que se demuestra lo contrario de lo que
su autor, con toda clase de epítetos peyorativos, pretende.) El mismo Llopis, el 20 de octubre de 1931,
había dicho: «La enseñanza laica

en España supone, sobre todo, por no decir únicamente, respeto a la
conciencia del niño... La forma de
respetar la conciencia del niño es que
queden
a la puerta de la escuela toda clase de dogmatismos ... , la escuela
tiene que ser liberadora, libertadora,
y queremos tener la ilusión de que la
conciencia libre, cuando libremente
tenga que decidirse, ante la desigualdad
social, ante
la injustici>3. social,

sabrá elegir su camino.
Nosotros tenemos
la
ilusión de

que va a elegir nuestro propio camino... Haciendo conciencias
libres, hacemos socialistas».
Citado por Mariano Pérez Galán: op, cit., pá­gina
86. Las citas podrían prolongarse indefinidamente, pero carecería de
objeto para el presente trabajo. ( 2)
Los argumentos aducidos son los que los mismos partidarios de
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ESTANISLAO CANTERO
Así, la escuela y la sociedad funcionarán perfectamente cuando
todos sus miembros se estimen, respeten, convivan y colaboren en
las
tareas sociales,

con independencia de sus creencias
religiosas. De
otro modo, surgen divisiones-, guerras de religión, inquisiciones, rece­
los e incomprensiones.
En fin, la escuela laica vendría a formar el
ide•I de la humanidad ; de una humanidad unida en los valores co­
munes de las civilizaciones-. Se trata de olvidar en, la educación, lo
que pueda separar, y de fijarse en lo que pueda unir.
En segundo lugar,
Ia enseñanza laica educa en libertad, es la
escuela de la libertad, fomenta ésta y suprime las coacciones, no vio-­
lenta la conciencia

del niño,
al educarle religiosamente aséptico; y
ello, para que después, más adelante, pueda escoger libremente, con
fundamento de causa, la religión que prefiera, o incluso ninguna, si
ral
es su deseo. Con ello se evitarían las represiones, las taras y los
traumas de tantos y tantos que los han padecido a e.usa de una
formación religiosa, dogmática
y coactiva.
En tercer lugar, la enseñanza laica
proporciona mayor
objetivi­
dad, es
más objetiva

que la enseñanza religiosa, al
poder contemplar
la enseñanza laica no han dejado de repetir, tanto en Francia como en Es­
paña.
Sobre el laicismo en sus diversas manifestaciones en naciones distintas
(laicismo francés, alemán, norteamericano, soviético, tercer mundista, español,
italiano, incluso
el de la ONU y la UNESCO) puede verse el resumen de
Pedro -Chico González:
La escuela cristiana, Brufio, Madrid, 1977, páginas
83-140.
Sobre el laicismo en Francia, Michel Creuzet: L1 enseignement, dub du
livre civique, París,
1965, págs, 166-243; y Enseignement-Education, Montal­
za, París, 1973, págs. 11-37.
Sobre el laicismo
en España durante el siíglo XIX, el citado libro de1 lvonne
Turin; sobre

el laicismo de
la Segunda República, además del citado libro de
Mariano Pérez Galán, las obras recientes dé Mercedes Samaniego Boneu: La
politica educativa de la Segunda República durante el bienio azañista, C.S.I.C.,
Madrid, 1977, y Antonio Molero Pintado: La reforma educativa de la Segunda
República
española. Primer bienio, Santillana, Madrid, 1977. Sobre el laicismo
de la Institución
Libre de Enseñanza, sobre

todo
María Dolores Gómee:
Molleda: Los reformadores de la Espafia contemporánea, C.S.I.C., Madrid,
1966; y Vicente Cacho Viu: La Institución Libre de Enseñanza (l. Orígenes
y

etapa universitaria), Rialp,
Madríd, 1962.
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LA ENSERANZA LAICA
todas 1las religiones y creencias sin apriorismos dogmáticos, al tiempo
que aprende a valorar lo bueno de todas ellas.
En cuarto lugar, se fomenta el intercambio entre las naciones,
pueblos y personas, que ya no se m.ixarán con recelo o con antago­
nismo a causa de profesar religión diferente.
En quinto lugar, se afirma que, en rua1quier caso, la enseñanza
estatal ha de ser laica, pues al Estado
le es indiferente la religión que
profesen sus súbditos, con tal de que sean buenos ciudadanos. Lo
que importa es una moral cívica, laica,
al margen de cualquier credo
o creencia religiosa.
En sexto lugar, .se arguye, también respecto a la enseñanza estatal,
la injusticia de forzar a una enseñanza religiosa, católica, a quienes
no
1a profesan, o a quienes, simplemente, no la desean.
3. La realidad de tales argumentos A
la primera de las argumentaciones señaladas, con visos de pon­
deración, prudencia y justicia, hay que decir que no es más que un
allegro ma non tropo, canto de sirena.
Ello porque, de una parte, la unión sólo puede darse sobre la
base
común, prescindiendo totalmente de las diferencias
y divergen­
cias. Con ello,
la convivencia social se asentaría sobre los pilares
menos firmes que pueda haber, a su vez hundidos en las arenas mo­
vedizas del relativismo, puesto que
lo común
es lo
menos., y tanto
menor ruanto
más crezcan las diferencias de creencias. Porque, para
poder contenerlas a todas, el valor común será cada vez
más res­
tringido.
De otra parte, ¿cuáles pueden ser esos valores comunes? ¿Dios?
Es. evidente que no, pues es rechazado. ¿Lo será, por ejemplo, el
respeto a la vida? La eutanasia o el aborto nos dicen que no. ¿Exis­
ten, siquiera,
esos valores
comunes? El
único valor,
si es que se le
puede considerar como tal, es el total respeto a las creencias de los
demás, y a las mauifestaciones de tales creencias, cualesquiera que
puedan ser. El relativismo, que es cambiante por esencia, sería el
pilar común, el valor fundamental. ¿Qué cabe realizar en
la ruerda
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ESTANISLAO CANTERO
floja del relativismo, cuando él mismo permite que la misma cuerda
floja pueda desaparecer?
Pur los mismos motivos aducidos en la segunda argumentación
en favor de la enseñanza loica, tampoco habría que violentar la
conciencia del niño, coaccionándole para que aprenda las «dichosas»
matemáticas,
el «inútil» latín o las diferencias de las escuelas filo­
sóficas. Cualquier materia debería

ser rechazada en la enseñanza,
para que él,

sea mayor, escoja, libremente,
lü que
más le plazca. Con ello se evitarían las represiones, las taras y los
traumas de
tantos y tanros que los han padecido a causa de una for­
mación matemática, filosófica ... , dogmática y coactiva.
De hecho, llevando a la conclusión lógica el argumento, la en­
señanza y la educación, toda enseñanza y toda educación, deberían
desaparecer. Que los niños aprendan todo lo que requiera aprendi­
zaje,
es decir,
toda actividad,
la vida misma, como quieran, libre­
mente, y que después, cuando sean maryores, escojan.
La enseñanza religiosa, la educación católica, no supone el des­
conocimiento de las. demás creencias; por el contrario, una buena
educación religiosa reafirma la fe católica, al compararla con las
demás religiones; sin

que ello suponga que, por ser falsas, todo
en ellas sea malo.
El cuarto argumento es similar al ,primero, por lo que, además
de lo señalado respecto a
aquél, ¿acaso, el

orden internacional es hoy
un remanso de paz
y de comprensión? ¿No tiene nada que envidiar
al orden de la Cristiandad? ¿Es el materialismo fruto del catolicismo?
¿Lo es-el racismo? ¿El genocidio es consecuencia de la doctrina ca­
tólica? Podría señalarse un largo etcétera de actos y situaciones de
barbarie, fruto del abandono por parte de
los hombres
de la
Ley
de Dios.
La unión más provechosa, la verdadera unión y colaboración entre
los hombres y los pueblos, no viene de convivencias pacíficas, ni de
tratados internacionales que se rompen a gusto de las partes, sino
de
la unión en una misma fe: la fe católica. La religión católica
evangelizó, al tiempo que civilizó al mundo. Hoy
la barbarie más
absoluta

tiende sus alas sobre
el mundo, a causa del abandono de
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LA ENSEívANZA LAICA
la fe de sus mayores. El argumento de los hechos se vuelve en contra
de los
propugnadores de
la enseñanza laica.
En quinto lugar, y prescindiendo para la argumentación de que
el Estado no es competente en materia de enseñanza
más que de
modo subsidiario (3), ¿qué es ser
un buen ciudadano?

¿Cumplir las
leyes? En ese caso, si las
leyes son producto

del Estado, hechas con
independencia de

un orden superior a su voluntad, lo que por prin­
cipio
es rechazado,

hay que
concluir que

ser un buen ciudadano es
cumplir las
leyes del

Estado, cualesquiera que éstas sean. Y si las
leyes son

fruto de la voluntad general, sin reconocer
tampoco un
orden

superior a tal voluntad, ser buen ciudadano
es cnmplir tales
leyes. Y si son fruto de un hombre, cualquiera que sea, ser buen
ciudadana, es. cumplir su voluntad. En rualquier caso, ser buen ciu­
dadano
es ser esclavo. Es aceptar el totalitarismo y la tirania, ya sea
de uno, de pocos o de los
más.
Y esa moral ávica, laica, si no consiste en cumplir las leyes,
¿-dónde se encontrará? ¿ En qué consistirá? Nos encontramos con la
misma objeción formulada al primer argumento.
Y,
por otra parte, un ciudadano religioso, un ciudadano católico,
¿no es un buen ciudadano? ¿No es un buen súbdito? Un ciudadano
consciente del respeto que
debe a

las leyes,
a sus
semejantes, a
sus
gobernantes,

a Dios, ¿acaso no es un buen ciudadano? ¿Qué mejor
ciudadano
y súbdito que el católico que vive su fe consciente y res­
ponsablemente?
Por último, con
el mismo argumento, se podría decir la injus­
ticia de impedir que sean educados
religiosamente quienes

lo desean.
¿Acaso
son éstos

de peor derecho, que aquéllos? Como señalaba
Váz­
que.z

de Mella ( 4), la
enseñanza laica

supone una desigualdad de
derechos en

favor de quienes no quieren enseñanza religiosa
y en
perjuicio de quienes
desean que

sus
hijos sean

educados conforme
a la religión católica.
(3) Cfr. Estanisfao Cantero: «¿A quién corresponde educar y enseñar?»,
Verho, núm. 159-160, ncvierobre-diciemb!e 1977.
(
4) Cfr.
Juan Vázquez de

Mella:
Discurso en la Academia de

Jurispru­
dencia, 17 de
mayo de 1913, en el volumen Vázquez de Mella y la educaci6n
nacional,
Junta del Homenaje a Mella, Alcalá de Henares, 1950, pág. 76.
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4. Descristianización de la sociedad
En fin, lo que late en, todas estas argumentaciones, y en otras in­
numerables- que podrían formularse,
es el

relativismo
más absoluto;
la negación de los deberes para con Dios; la negación de una re­
ligión

verdadera;
la negación de la Revelación; el rechazo de una
sociedad cristiana, en cuanto sociedad; el ateísmo solapado.
Su conclusión es esa precisamente: el
ateísmo. Una
sociedad atea,
pase o no por un estadio-sincretista o· panteísta. En cualquier caso,
igualmente recha:zable (5).
Por eso, la enseñanza laica
no_ es
admisible para
los católicos,
cuestión

sobre la que la condición de católicos no nos permite dudar,
pese a que hora quienes bajo el nombre o el aspecto de católicos,
incluso hombres de iglesia importantes, laicos o clérigos, o incluso
obispos, digan lo contrario. Por ello, el Papa lo ha recordado y re­
calca.do sin cesar, siempre que tal situación se ha presentado ( 6).
( 5) «La neutralidad de la escuela -----escribía Enrique Gil y Robles- es
el ateísmo
escolar, encubierto con un término inocente de suyo y a primera
vista, que expresa, sin embargo,
todo el error contenido en la libertad de
conciencia según el naturalismo.
La neutralidad supone que la sociedad y el poder civiles no tienen obli­
gación de
ser religiosos

y fíeles
a. la religión verdadera por los motivos na­
turales y sobrenaturales de credibilidad ... , y de aquí la indiferencia y pasivi­
dad del Estado frente
a las diversas religiones-positivas.
Ni siquiera por razón de hip6tesis, esto es, de tolerancia forzo_sa y de
prudencia
gubernativa, puede justificarse la escuela neutra; porque, aun en
el calamitoso supuesto de una sociedad dividida en varias creencias, sin una
predominante y oficial, como el Estado no es docente, per se, cumple sus de­
beres estrictos dejando plena
libertad de elección y funcionamiento a las
escuelas confesionales».
Tratado de derecho político, Afrodisio Aguado, 2.ª
edición, Madrid, 1961, tomo I, págs. 239-240.
(6) Cfr., por ejemplo, Pío IX:
Syllabus, proposición 48; León XIII:
Nobilissima gd//orum gen11 4; Pío XI: Divíni i/lius MagiJtri, 64 y Firmis­
simam constantiam, 29.
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LA ENSENANZA LAICA
5. Enseñanza laica versus libertad de enseñanza
· Observemos que la tesis de la enseñanza laica se formula, no
como tipo de enseñanza para quienes
así la deseen, d,e modo

que
no alcance a quienes la reprueban y desean . que la enseñanza sea
religiosa, sino como enseñanza modelo, inmejorable, que, por serlo, se ha de imponer de modo obligatorio.
Por-elfo, la enseñanza laica
suprime la libertad de enseñanza en cualquiera de sus supuestos,
Así, si la tesis de la enseñanza laica se formula con carácter
obligatorio, es decir, que toda
la enseñanza ha de ser laica, es obvio
que la libertad de eoseñaoza desaparece. ¿Qué harán los padres que
desean que sus hijos sean educados en la religión católica? ¿Los
alumnos que quieren crecer en
el seno de la Iglesia? Se les suprime
la libertad para aprender la religión en los centros de enseñanza.
No son libres ni siquiera para crear centros de enseñanza en donde
ésta no
sea laica.
Si la tesis de la enseñanza laica se formula con carácter obliga­
torio respecto a
la enseñanza estatal, resulta igualmente claro que la
libertad
de eoseñanza desaparece. Es evideote que, si junto a la en­
.señanza estatal coexiste la enseñanza privada plenamente, ésta podrá
~er religiosa, por lo que parece, en principio, que la enseñanza es­
tatal laica, al no ser única, no ateota a la libertad de enseñanza.
Pero es que la cuestión no es tan simple. Así, si la enseñanza
estatal existe para favorecer a las familias, eo general a las más ne­
cesitadas econ6micameote, resulta que se hace a las familias católicas
de peor derecho que a las no católicas. Y
ello porque las familias
católicas deberán mandar a sus hijos a los colegios privados, a fin
de que reciban educación religiosa, católica, con lo, que resultará :
a) Que se les cierran las puertas de los colegios del Estado, mientras
que éstas están plenameote abiertas a los que desean la escuela laica;
b) Que dichas familias católicas teodrán que pagar la enseñanza de
sus hijos dos veces: a través de los impuestos, la enseñanza estatal;
y, aparte, la enseñanza privada; e) Se da la trerneoda injusticia de
que quienes carezcan de medios económicos. suficientes, se Verán
discriminados, frente a los que, en la misma situación económica, no
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EST ANISLAO CANTERO
sean cat6Iicos, y quieran la enseñanza laica, -los cuaJ.es gozarán de un
privilegio

totalmente injusto.
Bajo la concepción cristiana de la libertad, única concepción vá­
lida para los católicos por ser la única verdadera, la enseñanza laica,
cualquiera que pueda ser su forma o manifestación, es contraria a
la libertad. Y ello porque Jesucristo dijo: «Conoceréis, la Verdad,
y la Verdad os hará libres» (S. Juan 8, 32). Un católico tiene que
partir de esa base; y si se niega el conocimiento de la Verdad, como
hace la escuela laica,
¿cómo será posible la

libertad? La enseñanza
laica suprime, a priori, todo 'lo relativo, a Dios; y los católicos- hemos
de hacer nuestra vida dependiente en todo de Dios, pues para ello
fuimos creados, para seguirle
en la
tierra
y gozarle en el Cielo, porque
El
es «el camino, la verdad y la vida>>.
En realidad, la tesis de la libertad de enseñanza es tesis católica
y no liberal; los liberales, durante el siglo pasado
y el actual, y sus
antecesores, los hombres de
la Ilustración, nunca defendieron la li­
bertad de enseñanza, sino
la libertad de cátedra, la libertad de la
ciencia;
y eso cuando no la libertad solamente para todos los que
pensaran como ellos,
excluyendo a
quienes
peusaban de
distinto
modo, como era
el caso de los católicos.
Así, el radical-socialista Alvaro de
Albornoz, en
octubre de 1931,
exclamaba en las Cortes: «La enseñanza es una función ineludible
e indeclinable del Estado... La libertad de enseñanza no es ni ha
sido, históricamente, un principio liberal. Condorcet,
el gran peda­
gogo de la revolución, proclama el derecho de cada cual a enseñar
sus ,doctrinas, pero el derecho de enseñar vet-:dades, no de enseñar
dogmas ; y Mirabea.u, el gran político de la revolución, preconiza un
sistema de instrucción pública dirigido a formar una conciencia na­
cional, prohibiéndoles la enseñanza a todas aquellas corporaciones
representativas de intereses particulares.
La bandera de la libertad
de enseñanza, conviene decirlo aquí y en estos momentos, señores
Diputados, no es sino una bandera clerical ... La escuela laica, viejos
liberales españoles, que no es
la escuela impía, que no es la escuela
atea, que no es la escuela sin Dios, que es la
escuela que
piden los
grandes pedagogos, los Gerba, los Pestalozzi,
los Froebel,

que no
es sino la esruela libre y redimida del influjo teocrático conducente
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LA ENSERANZA LAICA
a conquistar el alma del niño en los primeros años, a influir antes
que nada y sobre todo en el alma del niño, depositando en él los
gérmenes
más fecundoo para el desenvolvimiento futuro de la vida
nacional» (7).
Como se ve en esta cita, no hay libertad para quien no piense
como ellos;
la escuela laica no permite otra que no lo, sea; no es
enemiga de Dios, ni impía, ni atea, pero impide la formación en el
respeto a Dios,
en la
piedad
y en la fe. En nombre de la libertad,
se combaten los dogmas, pero
-¡paradoja!-, do;gmáticamente, se
impone

la enseñanza laica. Con razón
la copla popular exclamaba,
. respecto

a los liberales del
XIX:
«El pensamiento libre proclamo en alta voz, y muera el que no
piense igual

que pienso yo.»
Lo que se puede
aplicar también

a
quieues hacen gala

de liberales
en nuestro siglo e intentan imponer la enseñanza laica.
6. Tolerancia con los no católicos,
Hasta ahora, resulta claro que se ha hecho referencia a las obli­
gaciones de una sociedad cristiana respecto a la enseñanza. Pero,
¿qué
ocurre con los no católicos,? ¿Han de recibir éstos obligatoria­
mente tina educación religiosa, una enseñanza católica?
Recordemos que la tolerancia del error (tolerar significa sopor­
tar, y la verdad no se soporta; sólo
se soporta el error o el mal), y
error es tanto la enseñanza laica como las religiones no católicas, no
es un bien en sí mismo considerado, sino un mal menor, y, como
tal, tiene que ser contemplado,. Por eso se habla de tolerar. Por lo
que nunca se podrá perjudicar a los católicos en lo que respecta a
la religión,
en beneficio

de cualquier otra religión.
Por ello, cabe, desde luego, que no se obligue a asistir a las roa~
nifestaciones religiosas a los no católicos ; que no se les eduque en
la religión católica, que no quiere decir que no se les enseñe, puesto
(7) Citado por Mariano Pétez Galán: op, cit., págs. 75~76.
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EST ANISLAO CANTERO
que educación y enseñanza no son términos idénticos (8); incluso
que, según las circunstancias de tiempo
y lugar, se permitan colegios
donde no
se dé

educación católica, para
los que
no sean católicos.
Con ello,

no se violenta la conciencia de los no católicos, pues
no se les educará en la religión católica, sin necesidad de acudir a
la formación de una sociedad donde
imperen el relativismo y el
ateísmo, como oc.urre con la «solución>> de la enseñanza laica.
7. Un nuevo ideal de la humanidad
En realidad, la enseñanza laica pretende ser, a través de la cul­
tura, el nuevo ideal de
la humanidad. De una hunmnidad sin Dios,
al que rechaza
a priori. La cultura sería ese nuevo ideal.
Marie Claire Gousseau (9), con citas de los
apóstoles de
la nueva
cultura,
-señala precisamente

ese carácter destructivo que hoy se
quier~
dar

a la cultura; a una cultura nueva, cultura efímera
y falsa, aun
cuaodo se la revista de una maravillosa apariencia ( contrapuesta a
la verdadera cultura, a la que se quiere sustituir hasta su desaparición),
como pese a su magnífica apariencia
era falso y efímero el ruiseñor
mecánico del cuento de Andersen, que desplazó, por la ceguera de
los hombres (como hoy ocurre con la cultura), al
verdadero ruiseñor.
Así,

el ideal de la humanidad consistiría en una enseñanza laica,
(8) Es decir, como señalaba Vázquez de Mella, la enseñanza religiosa,
de la religión católica, debe ser obligatoria en todas
Jas escuelas
españolas;
entendiéndolo como disciplina que
se imparte,

y no como obligación de
aceptar tales creencias. Y ello, porque, señalaba Mella,
para amar

a nuestra
Patria, a
España, hay que conocerla,

y no
se conoce si se desconoce la religión
católica, que está tan íntimamente
ligada a nuestra historia, al ser de España,
que sin ella no puede entenderse
nuestra historia, lo

que no ocurre con cual­
quier otra religión. Cfr.
el resumen que acerca de esta cuestión hace Manuel
Rodríguez Carrajo: El pensamiento sociopoliiico de Mella, edición de la re­
vista
Estudios, Madrid,

1974, págs. 97-99.
Sobre la religión católica, esencia de España, cfr.
el maravilloso «Epílogo»
de don
:Marcelino Menéndez y

Pelayo a su magnífica
Historia de
los
hetero­
doxos

españoles.
(9) Marie Oaire Gousseau:
La cultut·e et

le rossignol, «Nouvelles
Edi­
tions

Latines», París, 1970, págs. 37 y sigs.
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LA ENSEl'IANZA LAICA
que con una moral laica, proporcionaría la culru.ra; no se limitaría,
ya, a prescindir de Dios en el plano social, en el de la enseñanza
y la
educación, dejando

la religión relegada al terreno individual de
la conciencia del hombre, sino que, más aún, vendría a sustituir a
Dios y a la religión.
Como aidvierte Mari e Claire Gousseau ( 1 O), «·quizá sin consi­
derarse como una nueva religión,
la «cultura», sin embargo, tiende
a desempeñar ese papel respecto a los hombres carentes de religión ...
Ese hombre sin religión, el mismo André Malraux lo reconoce, es
nn hombre solo, que busca escapar a su soledad. La
cultura va a
ofrecerle nn
cadre'-foru, análogo al que forma la Comunión de los
Santos
para el creyente, lo que le permitirá, de ese modo, suscitar
nuevos lazos humanos».
Nuevo ideal de la humanidad, por supuesto también de una
nueva hum.anidad, don.de la religión, en especial la religión católica,
no tiene cabida, pues se
la considera vestigio cultural de épocas pre­
téritas,
por ignorantes
y superticiosas,, que el progreso moderno no
puede ya tener en cuenta; ideal de nna nueva humanidad que hoy
se quiere volver a hacer resurgir con análogos argumentos a los
que se emplearon en el pasado siglo (11).
Ideal de la humanidad que no puede
lograr más que

hundir a
la humanidad en el abismo de su propia
destrucción, al

privarle de
la religión, de la religación con Dios, que. es lo único que verda­
deramente puede conseguir una humanidad nueva, en la que la na­
turaleza humana es elevada por el don sobrenatural de la gracia
divina, de modo que cada hombre pueda
llegar a

alcanzar a Dios,
en virtud de los méritos de Nuestro Señor Jesucristo. Unica verdad
que realmente tiene importancia, y que ese nuevo ideal de la hwna­
nidad deshecha por completo, al sustituir a la religión por la cul­
tura; cultura que, por eso mismo, resulta falsa y efímera pese a los
brillos de oropel con que se la revista.
(10) Marie Claire Gousseau: op. cit., págs .. 38-39,
(11) Sobre esta cuestión iniciada en España por Sanz del Río, conti­
nuada por los demás krausistas y sus seguidores, en especial Giner y la Ins­
titución Libre de Ensefianza, véase la obra citada de María Dolores Gómez
Molleda.
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