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Discurso de A. Solzhenitsin en la Asamblea de graduados de la Universidad de Harvard: El mundo escindido

DISCURSO IltE A. SOLZHENITSIN EN LA ASAMBLEA
DE
GRADUADOS DE
LA UNIVERSIDAD DE HARV ARD
¡Me aJ!egro lle tener la posibilidad de saludar a la 327 promo­
ción
de la docana Universidad de .Harvard y doy mi más cordial
enhorabuena a
todoo loo

graduados!
El
lema de

vuestra Universidad es
Veritas. Algunoo de vOBOtroo
ya sabéis
y loo demás lo ssbrán en el tranSCUISO de su vida, que la
verdad se
nos ,scapa al

instante en
cuanto se debilita la .atención
de nuestra mirada, dejándonos, en cambio,
con la ilusión de
que
continuamos siguiéndola.

Por esto surgen
mÚchas discrepancias.
Y
otra
cosa: la ve,,dad raras v=s es dulce, casi siempre es amarga. Es­
ta amargura también estará presente en mi discurso de hoy, pero la
traigo no como enemigc,, sino como amigo.
Hace tres
añoo, en loo Estados Unidos

también,
tuve que
decir
cosas que se rechazaron, no se quisieron aceptar, pero con las que
ahora ya están de acuerdo muchos.
EL MUNDO ESCINDIDO
La escisión del mundo contemporáneo se nota hasta a la mirada
más superficial. Todo contemporáneo nuestro
distingue fácilmente
dos

fuerzas
mundiales, cada
una de las cuales es ya
capaz de ani­
quilar por entero a la otra. Pero la idea de· la escisión queda a me­
nudo limitada a este concepto polltico: a la ilusión de que el peli­
gro

puede
ser eliminado por unas felices conversaciones diplomáticas
o con
el equilibrio de las fuerzas armadas. En realid•d, el mundo
está
escindido más profundamente, y por
más grietas, y cada par­
te es más ajena a las restantes de lo que se ve a primera v!ista, y
esta multifonne, profunda división, nos amenaza a todos con -una
999
Fundaci\363n Speiro

A, SOLZHF.NITSIN
catástrofe asimismo pluriforme. Según la antigua verdad de que no
puede subsistir un reino -aquí, esta tierra nuestra,....., dividido en
sí.
Los mundos contemporáneos
Existe el concepto de «tercer mundo», o sea que ya son tres
mundos. Pero hay indudablemente más, que distinguimos a distan­
cia.
Toda antigua y estable cultura autónoma, si además abarca una
buena

extensión
de la superficie terrestre, ya constituye un mundo
aparte, lleno de
enigmas y sorpresas para
el occidental. Tales son,
cuando menos,
China, India, el mundo musulmán y el Africa, si
es
que los dos
últimos pueden con cierta aproximación, considerar­
se
en uno. Tal fue, durante mil
años, Rusia, aunque la opinión
occidental

cometiera sistemáticamente el error de negar su
autono·
mía,
por lo que no la entendió nunca, como sigue sin entenderla
ahora,

prisionera del comunismo. Y si el Japón en los últimos dece­
nios se ha ido convirtiendo
cada vez más en «Extremo Occidente»,
se ha ido occidentalizando
cada vez más ( no me atrevo a opinar) ;
en cambio, por ejemplo, Israel, yo no lo
asirni1aría al
mundo occi­
dental, aunque sólo fuera por la circunstancia decisiva de que su
ordenamiento político

está
radicalmente vincul,do a

la religión.
¡Que
poco tiempo

hace,
relativsamente, que
el reducido mundito
neoeuropeo conquistaba

fácilmente
colonias en
el mundo entero,
no sólo sin prever nffiguna resistencia seria, sino habitualmerite des~
preciando cualesquiera posibles valores en la cosmovisión de aque­
llos pueblos! El éxito
parecía arrollador,
no conocia fronteras geo­
gráficas. La
sociedod occidental se desarrolfaba como el triunfo de
la independencia
y del· poderío humanos. Y de pronto, en el si­
glo

xx se descubrió cuán frágil y quebradizo era. Y ahora vemos Jo
breve, lo
inestable que

resultó esta conquista ( claro testimonio de
los defectos del
sistema de ideas occidental que llevó a esas empre­
sas).
Ahora, las

relaciones
con lo
que fue el
mundo· colonial
se
han convertido en su opuesto, y el mundo occidental llega en no
pocas ocasiones a extremos de obsequiosidad; sin embargo, es dificil
1000
Fundaci\363n Speiro

EL MUNDO ESCINDIDO
pronosticar a cuánto subirá todavía la cuenta que estos países ex-co­
lonia:les presentaráo
a Occidente,
y si le bastará, para saldarla, con
entregar no sólo las últimas tierras coloniales, sino incluso toda
su fortuna.
La convergencia
Con todo, la tenaz ceguera de la superioridad continúa alimen­
tando
1~ idea de que todas las exteosas regiones de nuestro planeta
han
de: desarrollarse hasta
llegar a los actuales sistemas occidentales,
teóricamente los más elevados, prácticamente los más atractivos; que
todos esos mundos sólo están momeo.táneomente retenidos -por
malvados gobernantes o
por graves desarreglos, o bien por la bar­
barie y la incompreosión- de lanzarse por el camino de la demo­
cracia pluriparticlista occidental y de adoptar el modo de vida occi­
dental. Y los
países se valoran por cuanto hayan logrado adelantar
en esta dirección. Pero esta. idea se _ basa, por el contrario, en la
incomprensión occidental de la esencia de los demás mundos, en que
se miden erróneamente
por el rasero occidental. La realidad del
desarrollo del

planeta se
parece poco
a esto.
La nostalgia por el mundo escindido ha provocado también la
teoría de

la convergencia entre el adelantado Occidente
y la Unión
Soviética, una teoría arrulladora, que prescinde del
hecho de
que
esos mundos no se desarrollan en absoluto uno hacia el otro, e in­
cluso no son convertibles uno en otro sin violencia. Aparte de que
la convergencia implica también, inevitablemente, la recepción de
los
defectoo de
la parte contraria, lo
que dudo
que convenga a na­
die.
Si pronunciara este discurso en mi país, dentro
del esquema

ge­
neral de la
escisión del

mundo, me concentraría en las desgracias del
Este. Pero dado que llevo ya cuatro años obligado a vivir aquí y mi
auditorio· es occidental, creo que será más sustancioso centrarme en
algunos rasgos del Occidente actual, como yo los veo.
1001
Fundaci\363n Speiro

A, SOLZHENITSIN
La caída del valor
Quizá es lo más destacado que ve en el Occidente actual una
mirada extraña. El mundo occidental ha perdido el valor colectivo,
tanto en su conjunto como, in-cluso, país por país, gobierno por go­
bierno, partido por partido, y ya, desde Juego, en la Organización de
las Naciones Unidas. Esta mengua del valor es especialmente
q,anifies­
ta

en las capas gobernantes e intelectualmente rectoras, que es lo
que causa
.la impresión

de que ha perdido el valor
la sociedad entera.
Naturalmente,
sigue
habiendo multitud de

personas individualmente
valerosas, pero no
son ellas las que dirigen la vida de la sociedad.
Los

funcionarios
intelectuales y políticos manifiestan esta disminu­
ción,· esta molicie, esta pus'.ilánimidad en sus actos, süs discursos, y,
más aún, en las obsequiosas justificaciones teóricas de por qué esta
manera
de
aotuar, que pone la cobardía y la servilid•d por funda,
mento

de la política del Estado, es pragmática, sensata
y se justi­
fica a cualquier hivél intelectual e incluso moral. Esta calda del valor,
que, según donde, hasta parece llegar a
la ausencia total del elemento
masculino: adquiere, además,. llil: tinte especialmente irónico con oca­
sión de unos repentinos estallidos de bizarría e intransigencia en
esos mismos funcionarios: contra gobiernos débiles o países inofen­
sivos sin apofo de nadie, tendencias condenadas, de las que, a cien­
cia cierta, se sme que no se podrán defender. Pero se les seca la
lengua
y se les paira:lizan los brazos ante· gobiernos poderosos, fuer­
zas

amenazadoras, contra
los agresores y contra la Internacional del
Terror.
¿Es preciso recordar que
la calda del valor, desde antiguo, se ha
considerado
como la primera
seña.l del fin?
La prosperidad
Cuando se fundaron los estados occidentales actuales, se pro­
clamó un principio: el gobierno debe servir aJ hombre, y el hombre
está en
la tierra para disfrutar

de libertad
y tender a la felicidad
1002
Fundaci\363n Speiro

EL MUNDO ESCINDIDO
(mírese, por ejemplo, la declaración de independencia americana).
Y
hoy, por fin, en los últimos decenios, los progresos técnicos y so­
ciales han permitido cumplir lo esperado:
cl estado de bienesta< ge­
neral.
Cada ciudadano ha recibido
la deseada libertad y tal cantidad
y calidad de bienes materiales, que en teoría debiera estar asegurarla
su felicidad -en el sentido rebajado que en estos decenios se ha
venido
a dar
al témúno-. (Se olvidó sólo un detalle psicológico:
el constante deseo de tener siempre más y mejor, y la encarnizada lu~
cha por ello, ponen en muchos rostros occidentales la marca del de­
sasosiego e incluso de la desesperación, aunque tales expresiones se
procure disimularlas cuidadosamente. Esta activa y tensa competen­
cia llega a
ocupa, todos
los pensamientos del hombre
y no le abre
ninguna posibilidad de libre desarrollo espiritual.)
Está asegurada
a

cada hombre
la libertad de muchas foo:nas de presión estatal, a la
mayoría s·e le asegura un confort que no podían ni imaginar sus
padres y abuelos, ha surgido la posibilidad de educa< en estos
mismos
ideales a

la juventud,. de llamarla
y prepararla a la opu­
lencia material, a la felicidad, a la posesión de cosas, dinero, ocio,
a una libertad casi ilimitada de placeres, y ahora, ¿quién, para qué,
por qué
debería renunciar

a todo eso
y arriesgar su preciosa vida
por el bien común, máxime en el nebuloso caso en que la seguri­ dad del propio pueblo hubiera de ser
defendida en

un
pals de
mo­
mento lejano?
Incluso la biología sabe que el acostumbrarse a una vida extre­
madamente próspera no es una ventaja para el ser vivo. Hoy día,
también en la vida de la sociedad occidental, la prosperidad ha co­
menzado a levantar su fatídica máscara.
La vida jurídica
De acuerdo con sus fines, la sociedad occidental también se ha
elegido la forma de existencia más cómoda, que yo llamaría jurí­
dica. Las fronteras de los derechos
y de la razón de cada hombre
(muy amplias) se determinan por un sistema de
leyes. En esta si­
tuación, este movimiento y este maniobreo jurídico en los occiden-
1003
Fundaci\363n Speiro

A, SOLZHENITSIN
tales han adquirido una gran costumbre y habilidad. (Por cierto,
las
leyes son
tan complicadas que
el simple ciudadano es incapaz
de orientarse en ellas sin aynda de un especialista.) Todo conflicto
se resuelve
jurídicamenui, y esta es la forma suprema de solución.
Si una persona ,tiene raz'Ón jurídicamente, ya no se requiere nada
superior. Tras ello oodie puede indicarle que sólo tiene razón en
parte, ni inclinarla a la autolimitación, a la renuncia a sus derechos,
ni pedirle cualquier tipo de sacrificio de riesgo desinteresado: pa­
recerla simplemente
absurdo. La autolimitación voluntaria casi no se
encuentra: todos tienden a la expansión, hasta el punto de que ya
cruje
el marco jurídico. (Son jurídicamente irreprochables las com­
pañías petroleras,

al comprar el invento de
una nueva forma de ener­
gía
para no w:ilizarlo. Son jurídicamente irreprochables los envene­
n•dores
de
productos
para prolongar su conservación : el público es
muy dueño de no comprarlos). Habiendo pasado
toda mi vida bajo el comunismo, diré: es
horrible una sociedad en que no hay una imparcial balanza jurí­
dica. Pero
una sociedad en que no hay otra balanza que la jurídica,
también es
poco digna del hombre. Una sociedod que se ha colocodo
en

el
t=eno de la ley, pero no más alto, aprovecha una parte muy
pequeña de las posibilidades humanas.
El derecho es demasiado
frío y · formal para influenciar favorablemente una sociedad. Cuando
toda la vida está saturada de relaciones jurídicas, se crea una atmós­
fera de mediocridad espiritual que mata los mejores impulsos del
hombre.
Y ya ante las pruebas con que amenaza el siglo, retenerse con
sólo unos
soportes jurídicos será simplemente imposible.
La dirección de la libertad
En la sociedad occidental actual se ha descubierto un desequili­
brio entre
la libertad para actos buenos y la libertad para actos malos.
Y

un hombre ·de
Estado que
quisiera llevar para su
país una
impor­
tante obra creadora se ve obligado a
moverse con

pasos cautelosos,
incluso tímidos,
está todo el tiempo rodeado de millares de apresu-
1004
Fundaci\363n Speiro

EL MUNDO ESCINDIDO
ra la prensa y el parlamento. Ha de demostrar la alta irreprochabilidad
y la
jnstificación de cada paso qne da. En realidad un hombre des­
tacado, grande, con medidas inhabitnales e inesperadas, no pnede
surgir en absoluto: desde el mismo comienzo le pondrán diez zan­
cadillas.
Así, bajo

color de limitación democrática triunfa la
medio,
cridad.
La

subversión del
poder administrativo es en todas partes ase­
quible y libre, de modo qne todos los poderes de los países occi­
dentales están muy debilitados. La defensa de los derechos de la per­
sona se ha llevado hasta el extremo de que ya se .vuelve indefensa
la propia sociedad contra según qué personas, y en Occidente está
llegando el momento de insistir ya no
tanto en
los
derechos de
los
hombres,
como en sus obligaciones.
Por el contrario, la libertad destructiva, la libertad irresponsa.,
ble

recibe las más holgadas posibilidades.
La sociedad ha quedado
poco protegida contra los abismos de la caída humana; por ejemplo,
contra el abuso
de la libertad pa:ra la violencia moral sobre la ju­
ventud, tipo de las
pellcttlas con

pomograf
ía, criminalidad o dia­
bolismo. Todas hán entrado en

la esfera de la libertad
y se equili­
bran teóricamente con la libertad de la juventud de no verlas. Así,
la

vida jurídica ha resultado
ina,paz de

defenderse del corrosivo
mal.
¿ Y qué decir de las oscuras posibilidades de la delincuencia di­
recta?
La amplitud del marco· jurídico (patticularmente del ameri­
cano)

favorece no sólo la libertad de
la persona, sino también al­
gunos

de sus delitos, da al
delincuente la

posibilidad de
quedar im­
pune

o de beneficiarse de una inmerecida
benignidad, con el apoyo
de miles de
defensores en

la
sociedad. Si

en algún sitio las autori­
dades tratan de
acabar radicalmente con el terrorismo, la opinión
pública

las acusas
inmediatamente de vulnerar los derechos humanos
de
los bandidos. Hay muchos
ejemplos de esto.
Toda
esta

escoria
de la libertad en dirección al mal se ha for­
mado
gradualmente, pero

su
base originaria,
por lo
visto, ha
sido
sentada por la generosa idea
humanista de

que
el hombre, dueño
y señor de este llllllldo, nó tiene malicia en su interior, y todos los
100)
Fundaci\363n Speiro

A. SOLZHENITSIN
defectos que se observan sólo proceden de sistemas sociales inade­
cuados, que son los
qw: se·
han de corregir. Pero, ¡qué raro!, en
Occidente se
han logrado

las
mejores condiciones
sociales posibles,
y la criminalidad es indudablemente alta, notablemente mayor que
en la mísera y
ru:bitraria sociedad soviética. (Bajo
el
nombre de de­
lincuentes comunes allí tenemos en 1os campos de concentración a
mu:ltidudes tremendas de gente, pero en su inmensa mayoría no
son delincuentes, sino personas que se han defendido contra un
Estado arbitrario por medios no jurídicos.)
La
dirección de la prensa
Naturalmente, también goza de una amplísima libertad la pren­
sa ( utilizo aquí y en adelante este término incluyendo a todos los
mediot). Pero, ¿cómo?
Otra vez: sólo con tal de no traspasar el marco jurídico, pero
sin ninguna auténtica
re&ponsabilidad moral por la deformación,
por la desproporción. ¿Qué responsabilidad tiene un periodista
y un
periódico ante

su
público lector o ante la Historia? Si medionte una
información
inexacta o

unas
conclusiones erróneas han

dirigido a la
opinión
pública por un camino errado, incluso han provocado erro­
res

políticos, ¿Se
sabe ele casos, después, de arrepentimiento público
de este periodista o de este
periódico? No; comprorildería las
ven­
tas. En un
casó así

puede perder el
Estado, pero
el periodista
siem­
pre
sale

limpito. Lo
más probable es que ahora, con nuevo aplomo,
se dedique a
escribir lo
contrario
de ántes.
La neresidad de dar al instante una información indiscutible
obliga a rellenar los huecos con suposiciones, a recoger rumores e
hipótesis, que

luego no
serán nunca desmentidos, pero se depositarán
en

la memoria de
las masas. ·¡Cuán~ juicios apresurados, superfi­
cia:Ies,

inmaduros, desorientadores,
se formulan a diario, att'bottan
el cerebro del lector, y as! quedan! La prensa tiene la posibilidad
tanto de estimular a la opinión pública como de
maledurarla. Tan
pronto

se crea
una cel
los terroristas, como
se descubren incluso secretos militares del propio pals, como se
1006
Fundaci\363n Speiro

EL MUNDO ESCINDIDO
irrumpe descaradamente en la vida privada de las pe,:sonas cél bajo

el lema: «todos tienen derecho
a saberlo todo»

(lema falso
de un siglo falso: mucho más alto
es el

perdido
derocho de
los
hombres a no
saber, a

no atiborrar su
alma, creada a semejanza de
Dios,
con
comadreo.,, trivialidades, vacuas futilidades. Las perso­
nas de auténtico trabajo y de vida plena no necesitan en absoluto de
este prolijo,
agobiador flujo
de
inforoiación).
La superficialidad y el apresuramiento, enfermedad mental del
siglo
XX, se reflejan, más que nada, justamente en la prensa. Pa­
ra

la prensa es contraindicado entrar a fondo en un
problema, no
está

en su
naturaleza, sólo
caza al vuelo titulares sensacionales.
Y con todas estas cualidades, la prensa
se ha convertido en la
primerísima fuerza de los estados occidentales, superando la
fuerza
del poder ejecutivo, legislativo y judicial. Pero, sin embargo, ¿por
qué ley

electoral ha sido elegida
y ante quién es responsable? Si en
el Este comunista el periodista se considera con franqueza funcio­
nario del Estado,
¿quién, en cambio, ha elegido a los periodistas oc­
cidentales a su situación de poder? ¿Por qué plazo y con qué pre­
rrogativas?
Y otro motivo de extrañeza
para alguien venido del Oriente
totalitario, con su prensa severamente unifica.da: en la prensa occi­
dental, en su conjunto, también se descubre una dirección general
de
las simpatías

(
el viento

del siglo), unas fronteras
aceptadas por
todos

para
las opiniones, quizá también unos intereses comunes a
la
corporación, y todo esto junto actúa no competitivamente, sina
unificadamente. Hay libertad ilimitada para la prensa. en sí, pero
no
para el lector: con suficiente relieve y resonancia, los periódicos
transmiten sólo
las opiniones que no

contradigan·
demasiado las
pro­
pias
y esta dirección general.
La moda de las ideas
Sin censura
alguna, en Occidente se efectúa· una meticulosa se­
lección de las ideas de moda
y de las demás, y estas últimas, aunque
nadie las prohíba, no tienen difusión real ni en la prensa periódica,
1007
Fundaci\363n Speiro

A. SOLZHENITSIN
ni en libros, ni desde catédras universitarias-. La mente de vuestros
investigadores es libre jurídicamente, pero está cercada por los ído­
los

de la
moda del día. No por violencia directa, como en Oriente,
sino por esta selección . de la moda, por esta necesidad de amoldarse
a los
stan
masas, se priva de
hacer su
aportación a la socie­
dad a las personas de pensamiento
más independiente, y aparecen
peligrosos síntomas
de aborregamiento,

que impide un desarrollo
efectivo. En América me ha ocurrido recibir cartas de personas su­
mamente inteligentes,

algún profesor de un
alejado-College provin­
cial, que
hubiese hecho

mucho
po-r la

renovación
y la salvación de
su país, pero su país no
puede. oírlo;

no le
harán eco los medios.
Así se crean fuertes prejuicios en las masas, una ceguera peligrosa
en nuestro
dinámico siglo.
Por ejemplo, las ilusiones acerca de la ac­
tual situación mundial
forman. tal

blindaje petrificado
alrededor de
las
cabezas, que

ya no
lo penetra ninguna vo• humana desde los 17
países de Europa y Asia orientales;
sólo lo
hará
pedazos el inevita­
ble martillo de
los acnntecimientoo.
He enumerado algunos aspectos de la vida occidental que asom­
bran

a quien llega a este mundo de nuevas.
Las dimensiones· y el
cometido de este discurso no me
permiten proseguir el análisis de
cómo estas peculiaridades de la sociedad occidental se reflejan en facetas
tan impo-rtantes de la existencia nacional como son la ense­
ñanza
primaria, la enseñanza superior en hnmanidades y el arte.
El socialismo
Casi todos reconocen que Occidente está indicando al mundo
entero el camino económico de desarrollo
más ventajoso, interferido
estos últimos tiempoo, cierto

es, por una inflación
caótica. Pero taro­
bien

muchos habitantes de Occidente
están descontentoo con

su so­
ciedad, la
desprecian o

le reprochan que ya no
corresponde al
ni­
vel al que
ha llegado la humanidad. Y a muchos esto les hace indi­
narse
hacia la mendaz y peligrosa corriente del socialismo.
Espero que· n•die de los presentes tendrá la· sospecha de que yo
haya hecho esta critica
parcial del
sistema occidental
para proponer
100&
Fundaci\363n Speiro

EL MUNDO ESCINDIDO
en su lug;,.r la idea del socialismo. No, con la experiencia del socia­
lismo puesto

en práctica, en ningún
caso propornlré la alternativa
socialista. El que todo
socialismo, de cualquier matiz,

lleva
al ani­
qúilainriento de la esencia

espiritual del hombre y a la nivelad6n de
la
humanidad en

la muerte, lo ha
demostrado por un profundo
análisis

hist6rico el
matemático académico Shafarévich

en
su. brillan­
temente

argumentado libro El
socialismo·; pronto hará -dos años
que
se ha
publicado en

Francia,
pero nadie todavía ha encontrado
nada
que contestarle.

Dentro de
poco se publicará también en Amé­
rica.
No es un modelo
Pero si me preguntan, por el contrario, si quiero proponer co­
mo modelo a mi país,
el Occidente actual; tal cual es, tendría que
contestar
sinceramente:· no;
no podría
recomenda-r vuestra
sociedad
cómo ideal

para la transformad6n de la nuestra. Para el rico desa­
rrollo espiritual que ha asegurado
el sufrimiento en nuestro país
durante este siglo, el sistema occidental en su estado presente, espi­
ritualmente agostado, no resulta atractivo. Incluso las particularida­ des de vuestra vida que
acabo de enumerar provocan gran tristeza.
Hay un hecho indudable: el debilitamiento de los caracte­
res humanos en Occidente y su reforzamiento en el Este. En
seis. de­
cenios
nuestro pueblo, en tres deceni05, los pueblos de la Europa
Oriental
han pasado por una escue,la espiritual muy por delante de
la experiencia occidental. Una vida compleja y mortalmertte aplas­
tante
ha forjado caracteres más fuertes, más profundos e interesan­
tes, que la pr6spera y reglamentada vida de Occidente. Por eso, para
nuestra
sociedad, convertirse
en la vuestra en algunas
cosas .supon­
dría
W1 progreso, pero en otras --, muy preciadas-, una regresión.
Sí, es imposible que
una sociedad permanezca en tal sitna de des­
potismo como la nuestra, pero
poca cosá es el que .permanezca en
tal inhumana quietud jurídica como la vuestra. El alma humana,
tras decenios de
sufrimiento bajo la tiranía, as.pi« a algo más ele­
vado,
más cálido, más puro que lo que nos puede proponer la -ac-
1009
Fundaci\363n Speiro

A, SOLZHENITSIN
tual existencia de masas occidental, precedida, como por una tarjeta
de visita, por la fastidiosa machaconería de la publicidad, por el
entontecimiento · televisivo y por una música insoportable.
Y todo

eso
es visible a los

ojos de muohos observadores, desde
todos los mundos de
nuestro' planeta.

El modo de vida occideotal
va teniendo
cada vez menos perspectivas de

ser el modelo dominante.
Existen advertencias sintomáticas, que manda la historia a una
sociedad amenazada o en perdición: por éjempló, la decadencia de
las artes

o
fa ansencia de grandes estadistas. A veces las advertencias
son incluso más tangibles, directísimas : el centro de vuestra demo­
cracia y cultnra se queda unas horas sin electricidad -simplemen­
te-,

y en el acto multitudes enteras de ciudadanos americanos se
lanzan a saquear
y violar. ¡Tal es el grosor del barniz! Tal es la
inestabilidad del régimen social y

la ausensia en él de salud interna.
No será

algún día lejano, sino que ya está
empezada la
lucha
por
nuestro planeta,

¡ material, espiritual, cósmica! Y a
marcha y
aplasta en su. ataqué

decisivo
el · mal mundial, pero · vuestras pa.nta­
Uas

y publicaciones están Uenas
dé sonrisas
estereotipadas y de
copas levantadas. Celebrando
¿qué?
Miopía
Personá:Iidades vuestras inuy destacadas, como George Kentian,
dicen: 'al. entrar en. la esfera dé la álta polltica, ya no pod= usar
in'dicadoo,s mora.les.
Pues as!, confundiendo el bien y el mal, la
razón y la sinrazón, es como me)ór se prepara él terreno para el
triunfo ab.o1uto dél· mal: absoluto 'en :,e1 mundo. Contra la estrate­
gia

mundial,
cuida
del
comunismo, lo
único
que
puede oponer 'Occidente son ' jnstamente indicadorés morales,
que otros

no hay;
en ciunbio, cualesquiera razones coyunturales siem:
pre.se 'vendrán' ábajo aote
una estrategia. La

razón
juildica, a par'
tir de cierto nivel de problemas, petrifica: no permite ver ni' la
dimensión,
ni el . sentido de

los.
acontecimlentoo ..
· Pése
a la sn¡,eiabundáncia d~ irtfónnadón -'o en parte justa­
mente a causa de 'eUa-, el mtmdt> oécidental se orfoiita nial en. la
1010
Fundaci\363n Speiro

EL MUNDO ESCINDIDO
actualidad. Un ejemplo fueron las aneodóticas predicciones de al­
gunos expertos americanos de que la
URSS se encontraría en An­
gola con su
Vietnam, o

de que las descaradas expediciones africa­
nas de
Guba se

refrenarían mejor mimándolas los Estados
Unidoo.
Del mismo tipo son los consejoo de Kennan a su país : emprender el
desarme unilateral
(*). ¡Ay, si supieran ustedes cómo se carcajean de
vuestros augures políticos los más -jovencitos observadores de la
Plaza Vieja! Y ya Fidel Castro tiene fraocarnente a los Estados Uni­
dos en nada, si encontrándose aquí al lado, se atreve a lanzar sus
tropas a lejaoas aventuras.
Pero el fallo
más grande fue la incomprensión de la guerra de
Vietnam. Unos deseaban sinceramente que, como fuese, se acabara
lo antes posible toda guerra, otros opinaban que había que dejar
vía libre a la autodeterminación nacional o comunista del Vietnam
( o, como se ve her con especial claridad, de Camboya). Pero de
hecho, los antimilitaristas
americanos han
resultado ser cómplices
de la traición
a los

pueblos extremoorientales, del genocidio y del
sufrimiento que pasan
hoy allí

treinta millones de seres.
Y sus la-
. mentos, ¿los oren actualmente los pacifistas sistemáticos? ¿Recono­
cen
her su

responsabilidad? ¿O prefieren no oír?
Las clases ins­
truidas americanas perdieron los nervios, y -aJinio resultado la ame­
naza se ha acercado mucho a los propios Estados Unidos. Pero no
hoy conciencia

de ello. Vuestro
miope político· que

firmó la
~presu­
rada
capitulación

de Vietnam
pareció permitirle a América estirarse
en un relajado descanso, pero ya
crece ruite ustedes un Vietnam
multiplicado por cien. El
Vietnam pequeño ós fue enviado como
advertencia y motivo _para movilizar vuestro valor. Pero si toda un·a
América ha encajado toda una derrota, incluso ante un minúsculo
medio-país comunista, ¿qué resistencia puede esperarse de Occidente
en el
futuro?
Ya tuve ocasión de decir que en el siglo xx, fa democracia occi­
dental no ha ganado por sí sola ni una gran· guerra: cada vez se ha
resguardad.o tras un ftierte aliado, riCo ·en·· carne de cañón, sin me-
(•) La Plaza Vi~ja es ht sede del Comité c.:ntral del PCUS, el ~utén­
tiéo nOmbre del lugar q~ eri. Occidente lia.man convencionalmente ·el ·Kremlin.
1011
Fundaci\363n Speiro

A. SOLZHENITSIN
terse con su· ideología. Así, en la segunda guerra mundial, contra
Hitler, en lugar de gana,la con las fuerzas propias, que las había de
sobra, os habéis criado un enemigo aún más cruel y más fuerte.
porque jamás tuvo

Hitler ni tantos
recursos, ni tantos hombres,
ni
ideas tan eficaces, ni tantos partidarios en el mundo occidental, for­
mando quinta columna,. como

la Unión
So'\'iética. Pues
bien, ahora
en Occidente ya resuenan
voces :

a
ver si

en
otro conflicto mundial
más nos cubrimos contra la fuerza con otra fuerza, nos amparamos
ahora tras Ohina. Pero a nadie en el mundo le. deseo yo este resul­
tado: sin decir ya que serla otra vez una fatídica alianza. con el mal,
darla. a · América sólo un breve respiro, pero luego, cuando los mil
millones de chinos se revolvieran con armas americanas, sería la
pmpia América la entregada en genocidio camboyano de hoy.
La pérdida de J.a voluntad
Pero tampoco el rnaror aroiamento salvará a Occidente, mientras
no
venza la pérdida de
su voluntad.
Con tal debilidad de alma, es­
tas

mismas armas
se convierten en un estorbo para el capitulador.
Para la defensa
también se ha de estar dispuesto a morir, y esto
abunda
poco en

una
sociedad educada
en
el culto a la prosperidad
terrena.
Y entonces sólo quedan las concesiones, las dilaciones y las
traiciones. En el vergonzoso
Belgrado, los
libres diplomáticos occi­
dentales, en su debilidad, han
entregado las posiciones en las cuales,
bajo el
yugo, los miembros de los grupos Helsinki entregan sus
vidas.
La mente occidental se ha hecho conservadora: ojalá se conser­
ve

la situación internacional como en
·este momento,
ojalá no cambie
nada. El
debilitador sueño

con el
slálus-q110 es la señal de una so­
ciedad
·que ha. acabado su desá:rrollo. Pero hay

que
estar ciego
para
no
ver cómo han· dejado de pertenecer a Occidente los océanos, y
cada
vez se va reduciendo bajó él ·su porción de tierra emergida.
Dos guerras llamadas mundiales -pero que en realidad, de mundia­
les aún

no
tuvieron nada-

consistieron en que el pequeño Occiden­
te progresivo se destruyó él mismo dentro de si,
y de este modo
1012
Fundaci\363n Speiro

EL MUNDO ESCINDIDO
preparó su fin. La guerra siguiente -no forzosamente at6mica, yo
no creo en
ella-puede enterrar la civilización occidental definiti­
vamente.
Y ante este peligro, ¿cómo se puede, con tales valores históricos
a las espaldas, con
,tal nivel
de
libertad alcanzada y aparente apego
a

ella, perder hasta este punto la voluntad de resistir?
El humanismo
y sus consecuencias
¿Cómo

se
ha formado la desventajosa situación actual? Desde
una marcha triunfal, ¿de
qué modo ha caído el mundo occidental
en tal impotencia? ¿Hubo en
su desarrollo,

fat[dicos virajes,
pérdi­
das

del
rumbo adoptado? Pues parece que no. Occidente sólo ha
hecho que progresar y progresar en la dirección social declarada,
mano
a mano con
el brillante progreso técnico. Y de pronto se ha
encontrado en este estado de debilidad. Y entonces, Jo único que queda es
buscar el

error en
la misma
raíz, en la
base del pensamiento de la modernidad. Me refiero a la
cosmovisión dominante en Occidente, que nació 'en el Renacimiento,
que se fundió en moldes políticos a partir de la Ilustración, que ha
constituido
la base de todas las ciencias políticas y sociales y que
puede ser designada como humanismo racionalista, o bien como auto~
nomismo

humanista, por proclamar
y procurar la autonomía del
hombre de cualquier fuerza superior a él. O bien, si no, antropo­
centrismo: la idea del hombre como centro de todo Jo existente.
En sí, el viraje del Renacimiento fue, por lo visto, históricamente
inevitable:
la Edad Media había agotado su ciclo, se habia hecho
intolerable
por su despótica represión de la natnraleza física del
hombre en favor de
la espiritnal. Pero también nosotros nos hemos
precipitado desde el espíritu a la materia excesivamente, despropor­
cionad.amente. El pensamiento humanista, al proclamarse nuestro guía,
negó en el hombre la presencia de malicia interior, negó al hombre
cualquier otro cometido más allá de la felicidad terrenal y colocó
en
la base de la civilización occidental actnal un peligroso exceso de
reverencia ante el hombre
y sus necesidades materiales. Fuera del
1013
Fundaci\363n Speiro

A, SOLZHENITSIN
biene;tar físico y de la acumulación de bienes materiales, todas las
demás características y necesidades, del hombre, más refina.das y ele­
vadas,

quedaron ajenas a la atención de las
instil:lli:iones estatales y
de lOS sistemas socia1es, como si el hombre no tu.viera un cometido
más elevado en la vida. Así fue como se dejaron corrientes de aire
para
el mal, por donde sopla hoy con toda libertad. La nuda li­
bertad, por sí misma, no resuelve en absoluto todos los problemas
de la convivencia humana, sino que plantea multitud de nuevos.
Pero con todo, en las primeras democracias --también en la
americana en su nacimiento--, a la persona se le reconocían todos los
derechos sólo en calidad bertad se entregaba a la persona bajo condición, suponiendo su cons­
tante responsabilidad
religiooa: tal
era
la herencia del milenio an­
terior. Hace 200 años, en América .--e incluso hace 50--, parecía
imposible que el hombre recibiera una libertad ilimitada, así por las
buenas, para sus pasiones. Sin embargo,
desde entonces
en todos
loo países

occidentales esta salvedad se
ha evaporado, ha tenido
lugar la definitiva liberación de
la. herencia

ética
de los
siglos de
cristianismo, con sus grandes reservas de misericordia y de sacrificio,
y los sistemas poHticos han ido adoptando un cariz cada vez más
consecuentemente materialista.

Occidente, por
fin, ha
asegurado los
derechos del hombre hasta con exceso, pero ha perdido por comple­
to la conciencia de la responsabilidad del hombre ante Dios
y la
sociedad. En estos últimos decenios ese egoísmo jurídico de la ideo­
logía occidental ha quedado definitivamente asentado,
¡y el mundo
se ha en.contra.do en una cru-el crisis espiritual, y políticamente,
en un callejón sin salida! Y todas las realizaciones técnicas del cele­
brado progreso, coo su espacio inclusive, no han bastado para re­
dimir la miseria moral en que
ha caído ,el siglo xx, y que era im­
posible de prever, visto, incluso, el
XIX.
Parientes inesperados
Cuanto más se ha ido materializando el humanismo en su desa­
rrollo, tanta. más
base para aprovecharse de él fue dando al socialis-
1014
Fundaci\363n Speiro

EL MUNDO ESCINDIDO
mo, y después al comunismo. De forma que Karl Marx ha podido
escribir (1844): «el comunismo es el humanismo naturalizado».
Y no era ningún sinsentido. En la
oose del

humanismo ventilado
y de todo socialismo se pueden distinguir sillares comunes: un
materialismo ilimitado; la carencia. de religión
y de responsabi­
lidad . religiosa (llevada en el comnnismo hasta la dictadura anti­
rreligiosa)
; el centrarse en la

edificación social
y la. pretensión de
cientificidad al
h
del
XVIII y marxismo). No es
casual que

todos
los juramentos

verbales
del comunismo

giren al­
rededor del hombre con mayúscula
y de su felicidad terrena. Parece
wia desagradable comparación -¡ rasgos comunes en la cosmovisión
y en el régimen de vida del Occidente · actual y del Este actual!~,
pero

tal es la. lógica del desarrollo del
materialismo.
Con la agravante de que la ley de esta relación de parentesco es
qu_e siempre resulta más fuerte, más atractiva y_ más victoriosa la
corriente del materialismo más de izquierda, es decir, más cónse­
cuente. Y el humanismo, tras acabar de perder toda su herencia cris­
tiana, no es capaz de imponerse en esta competencia. Así, en el
transcurso de los µ]timos siglos, y especialmente de los µ]timos de"
cenios,

cuando el proceso se
agudizó, en
la correlaci6n mundial de
fuerzas, el
liberalismo se

vela inevitablemente desbordado por el ra­
dicalismo, éste

debía inclinarse ante el socialismo y el socialismo cedía
ante el comunismo. Justamente
por eso ha podido el régimen comunis­
ta sobrevivir
y afianzarse de esta forma en el Este, por que lo han
apoyado entusiásticamente (¡sintiendo su
parentesco con él!), literal­
mente, masas de intelectuales occidentales, que no notaban sus crí­
menes, y cuando no había más remedio que notarlos, los justifica­
ban. Y
también hoy:

allí en el Este, el comunismo, ideológicamente,
lo ha perdido todo, ya ha caído
hasta cero,

e incluso por debajo de
cero; en cambio, la intelectualidad occidental es,
en buena medida,
sensible a él, conserva la simpatía hacia él, y esto es lo que le hace
a Occidente tan tremendamente difícil resistir contra el Este.
1015
Fundaci\363n Speiro

A. SOLZHENITSIN
Ante un viraje
No. considero el caso de una catástrofe bélica universal y de los
cambios sociales

que traería consigo. Pero mientras nos desperta­
mos cada día bajo un apacible sol, estamos
también obligados

a vivir
nuestra vida

diaria. En
cambio, hay

una
catástrofe que

en buena
medida ya ha llegado: es la catástrofe del pensamiento humanista,
autonomista,
arrdigioso.
Ha

colocado como medida de todas
las cosas en la Tierra al
hombre, al
hombre imperfecto,

nunca libre de orgullo,
de codicia,
de envidia, de
vanidad y

de docenas de otros vicios. Pues bien, los
errores no

percibidos al iniciar
el camino se toman ahora su des­
quite. El
camino andado

desde el Renacimiento
ha enriquecido
nues­
tra experiencia, pero hemos perdido el todo,
lo, supremo que en su
día
ponia un dique a nuestras pasiones y a nuestra irresponsabilidad.
Demasiadas
esperanzas hemos
puesto en las transformaciones políti­
co-sociales,
pero ha resultado que nos quitan lo más valioso que te­
nemos: nuestra vida interior. En
el Este la pisotea el ferial político,
en el Oeste el comercial. Qué crisis : lo
más terrible
no es siquiera
que
el mundo esté escindido, sino el que sus principales partes
separadas
tengan
una
enfermeda.d análoga.
Si,

como
declaraba el
humanismo, el hombre hubiera nacido
sólo para la felicidad, no nacería
para la muerte. Y por ser corpo­
ralmente abocado a morir, su tarea terrenal es, evidentemente, más
espiritual: no dejarse absorber por la vida diaria, no es el mejor medio
de
procurarse bienes,
y después disfrutarlos alegremente, sino el
cumplir un constante
y difícil deber, de fom,a que el transcurso
de toda la vida se convierte principalmente en una experiencia de as­
censión moral: dejar la vida en un nivel
más elevado del que se te­
nía al iniciarla.
Es indispensable revisar la escala de valores admi­
tida entre los hombres
y asombrarse de su inexactitud hoy. Es im­
posible que la valoración del mandato de un
. presidente

se
reduzca
a

cuánto ganas
y si es ilimitada la venta de gasolina. Sólo el culti­
vo voluntario en si mismo de una radiante autolimitación alza a los
hombres por encima de
la corriente material del mundo.
l016
Fundaci\363n Speiro

EL MUNDO ESCINDIDO
Aferrarse hoy día a las fórmulas petrificadas de la época del
Renacimiento es retrógrado.
liste dogmatismo social nos

deja desar­
mados en las pruebas de nuestro siglo.
Incluso si
nos salvamos de

la ·hecatombe
bélica, nuestra vida
dejará inevitablemente de ser la actual, para no perecer por sí
misma. Es
inevitable que

revisemos
. los postulad°" fundamenta.les de
la vida y de la sociedad
humana: ¿estí realmente el hombre por
encima
de todo,
y no tiene sobre él un Espíritu Supremo? ¿Es
cierto que la vida del hombre y la acción de la sociedad deben de­
terminarse ante todo por la
expansión material? ¿Es permisible des­
arrollarla
en detrimiento .de nuestra íntegra vida interior?
Si no a la hecatombe, el mundo se acerca
hoy a

un viraje de su
historia, por su importancia
igual al viraje do la Edad Media al
Renacimiento,
y nos exigirá inflamarnos espiritualnÍ.ente, elevarnos
a una nueva altura de observación, a un nuevo nivel de vida, donde
no se maldiga, como en la Edad Media, nuestra naturaleza física,
pero donde
menos aún,
como
en la Modernidad, se pisotee la es­
piritual.
lista ascensión

puede compararse a la subida al siguiente pel­
daño antropológico.
Y a nadie en la Tierra le queda otra salida que
hacia
arriba.
La publicación en VERBO de esta conferencia ha sido especial­
mente autorizm:Ja por su autor y directamente traducida del ruso por
el profesor Vladimiro Lamsdorff-Gdlagane. Está prohibida so repro­
dttcción sin
la debida autorización del

propio
autor.
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