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Los presos de conciencia en la URSS

LOS PRESOS DE CONCIENCIA EN LA URSS (•)
POR
NATALIA S0LZHENITSIN
Queridos amigos: Quiero llamru:les así, porque nadie de ustedes
esperaba
hoy de mí historias divertidas, y sin embargo han venido.
Han venido a enterarse de nuestra desgracia. Gracias.
Este verano, la prensa ameriawa ha escrito más que nunca de
los
condenados
sin culpa en la

Unión
Soviética. Han pasado miles,
millones de personas por nuestros campos de cooa-ntración, pero
ha

sido la primera
vez que la prensa lo 'ha comentado mocho y en pro­
fundidad.

La prensa
ha descrito la cruel presión que se había ejercido
sobre
los acusados durante
la instrucción, en qué condiciones,

inima­
ginables
para los libres ciudad= de Occidente, traJnscUttió el jui­
cio. También ha
esccito la

prensa
que aquellos hombres no se confe­
saron
culpables ni

imploraron
:Ia clemencia del tribunal. Que han
salvado su honor, que han conservado su dignidad.
Ellos

sí lo
han salvado., Ellos sí lo han conservado.
Pero ¿y nosotros?
(*) Bl 29 de noviembre de 1978, en el campus uníveisitacio de Dart­
mouth (Nueva Inglaterra, USA), tuvo lugar _el primer acto público organizado por la asociación «Cristianos por la libei;tad», fundada a iniciativa de los
estudiantes de Dartmouth y miembros de la sociedad «Comunidad Cristiana». En e'ste acto tomó 1a palabra Nata.lia, esposa del premio Nobel de literatura
Alejandro Solzhenistsin, · como pcesidente del Fondo Social Ruso de ayuda
a los presos de conciencia, cu.yo discurso reproducimos a rontinuá.ción. Al acto asistieron, pese a la intensa nevada y -,el peligroso estado· de las carre­teras, cerca de 2.000 personas, que escucharon a la oradora con intensa
emoción, muchas con
lágrimas en

los ojos.
La prensa y televisión americana
han hecho amplio
eco de esta intervención.
Sentimos el deber de publicar este discurso
que Natalia Solzhenitsin pronunció en ese acto.
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Fundaci\363n Speiro

NAT ALIA SOLZHENITSIN
Nosotros, ¿qué? Contra nuestro honor parece que nadie ha aten­
tado, -nuestra dignidad está intacta, se lee en nuestro rostro.
En agosto, los condeoados se han ido a los campos de concen­
tración, y
nosotros, de vacaciones. Bueno -me dirán ustedes--no
puede
deteoerse la vida

porque eo algún sitio haya injusticias.
Y
además, no sabemos exacramente qué ocurre a11i está tan lejos. Y
por fin, seamos realistas: ¿qué podemos hacer noSOtros desde el otro
lado del océano?
Y o quisiera hacer notar que esta meota:lidad de isleño tiene, hoy
día, al menos
doo profundoo fallos. El primero es precisameote el
olvido de la realidad. El mundo actmd está unido ,en un apretado
ovillo. No hay
que ser especialista, no hay que ser político, econo­
mista, para comprender que la ignorancia se vuelve peligrosa para
ustedes
mismos. Sin ~go, no es éste el tema de nuestro en­
cuentro de hoy. Sólo quisiera desear que superen ustedes este pe­
ligroso error antes de que pueda llamarse fatldico. Hoy quisiera
hablar de

otro
peligro, quizá más profundo aún.
Siempre

había esrado convencida de que
[os hombres
habían cam­
biado poco en el tiempo de su existencia histórica. De que e[ hom­
bre que apretaba la ,empuñadura de una espada se diferencia del
que tiene
el dedo puesto en el botón "Arranque", im:onmensura­
blemeote menos de

lo que
se diferencia la espada del cohete. Pero
ahora
ya llevo cinco años viviendo en: Occidente y empiew a dudar
de
es,e hecho.

En los primeros
slg!os de

cristianismo, cuando una
comunidad su.fría crueles persecuciones, enviaban a un correo a las
demás comunidades, a las demás Iglesias. No había tipografías para
imprimir llamamientos, no había radio,

no
había aviones. Y el des­
calm
emisario lba de Corinto a Antioqu.la, comiendo de lo que
mandara Dios,

caminaba semanas y
meses, llega¡ba, sacaba la epístola
de
su
zurrón de mendigo, y no oía en respuesta: "¡ Es asunto inter­
no del Imperio
Romano! ".
¿Dónde

está, pues,
su respuesta a la epístola de nuestros mártires?
Comprendo
muy bien que la compasión no puede ser
abstracta.
Es

difícil
compadecer sin
saber a quién, es
dificil llevar una res­
ponsabilidad sin saber por qué. Pero ustedes han venido, y esto
puede
querer decir

que desean
saber.
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LOS PRESOS DE CONCIENCIA EN LA URSS
Mi exiperiencia en Amé.rica me ba ~ostrado que, casi siempre,
incluso los que
se interesen por la Unión Soviética no saben por
qué wsas, realmente, se mete en la cárcel en nuestro país. Y por
qué tenemos tantos de los llamados
.presos de conciencia. Pero
es
muy sencillo. Lo que pasa es que nuestro . Estado, como cualquier
Estado comunista, no se
contenta sólo
con
funciones económicas
y politicas. Ptetende asumir el papel de jefe espiritual absoluto. No
se reconocen, no -se toleran ni las más mÍ!llimas desviaciones de las
ideas que están obligados a profesar los ciudadanos de un pa!s comu­
nista. Por
esto tenemos tantos presos de conciencia. Algunos ejem­
plos:
En Leningrado, en 1967, detuvieron a un
grupo de

estudiantes.
Habían decidido esaidiar por

su cuenta, sin
un romisario encima, el
marxismo. Fueron detenidos todos, condenas de entre 2 y 12 años.
Un
sacerdote, el ucraniano V asili Romaniuk, puso su firma bajo
una
carta en defensa de otro ucraniano, historiador: ocho años al cam­
po de concentración sov,iético más terrible, el e,-pecial. ¡Pero es el
deber de un sacerdote, interceder por los perseguidos!
Una

simple obrera de Riazán, Svetlana
Shramko. Protestó
más
activamente que los
demás de que su subnrbio obrero lo envenena­
ban los humos de la fábrica vecina: la
metieron en la casa de

locos.
Y por fin, Alejandro
Guinsburg, cuya

suerte nos ha
reunido hoy
aquí, recibió su primera condena, aun en sus .años de estudiante,
por lo siguiente: había tecleado a máquina y divulgado entre sus
amigos
unos
versos no

comprobados por la
censuta. Entre

los autores,
los

los que hoy vienen a Europa y aquí como representantes
oficiales de la
poesía soviética. Su crimen eta haber impreso estos
versos antes de que hubiesen pasado la
ceosura estatal:
sólo
el Es­
tado puede decidir qu.9 han de leer y qué no han de leer sus ciuda­
danos.
Ahora intentemos acompaña! a un detenido en su "víacrucis". Ya
el primer día, la primera hora de su detención, el preso de concien­
cia comprende que para él no
habrá compasión. En sesenta años no ha
habido en nuestro
pals un

solo
caso de

absolución de un acusado
po·
!frico. Y m una sola amnistía política en sesenta años. ¿Puede alguien
indicarme

otro
país igual? Y ya el primer día, el detenido sabe que
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NATALIA SOLZHENITSIN
la instrucción será cruel, que el juicio será una comedia, y que el
cálli tendrá que beberlo hasra el fondo. Así desoribe su primer día
de
cárcel el historiador V anlentín Moroz, que por cierto, aún sigue
en un campo de concentración:
"El

primer
día de cárcel es una infinidad llena de dolor. Todo
absolutamente, los
sooidos, l.os olores, las formas, las palabras, está
tejido de dolor.
El primer

día de
cár
un hombre sin piel. Cada
recuerdo es

una gora al rojo vivo... El
primer día

de cárcel es el
mundo partido en
dos. Gada nervio pattido en dos."
Esto, el primer día, pero hoy Moroz ya lleva 2.800 días. En el cam­
po donde está, y donde
está ahora Alejandro Guinzburg, hay un pre,
so,

Daniil
Shumuk, que

está oumpliendo ¡su 34º año! Y
otro, el li­
tuano
Balis Galyauskas, cumplió 25 años; en 1973 fue puesto en li­
betrad, pero este verano fue condenado a 10 años más.
Hablábamos de lo difícil, de lo duro que es el primer día, pero
el primer día el preso aún no tiene hambre, aún recuerda las ma­
nos delicadas de su mujer y las caritas sonrientes de sus hijos., Pero
¿y después?
He estado muchos años estudiando documentos sobre
los campos soviéticos, los de
ahora, los
campos de Jrusohev y de
Bre7Jhnev, y

con plena responsabilidad declaro
que los actuales cam­
pos

de
concentración soviéticos
son campos
de tortura. Seis días a la
semana, ocho horas al día, un durísimo, agotador trabajo. Vacaciones
no hay nunca. Celdas húmedas,
frías. La luz especialmente rapada. De
comida, apenas
más de una libra de pan crudo al día. Col podrida,
parata podrida. Categórioamente prohibidas las vitaminas.
La Biblia,
prohibida, Los libros preferidos, prohibidos.

Recurrir, imposible.
Ponerse enfermo sí se permite, pero no
>habrá médico. Miren lo
que
escribe el detenido

de
un campo especial, Inri Fiódorov

(está
escrito en verano de 1977): "Me es difícil imaginar una cárcel en que no
maten de

hambre,
no aterroriceri, no insulten, no provoquen all preso a cada paso, en
que dejen ver a los familiares y amigos. En cár he estado. He
e,q,erimentado en au,ne propia toda la gama de es·
carnios

y
castigos, pensados pata quebranrar espiritualmente y matar
físicamente.
"En siete añOS he visto a mi mujer y "a mi madre cinco veces. Por
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LOS PRESOS DE CONCIENCIA EN LA URSS
intento .de escribir un recurso me metieron en solitaria por dos meses.
Desde allí fui directamente a la enfetmetla, pesaba 5 5 kilos, mi­
diendo 185 cm. Durante la alimentación forzosa, cuando mi huelga
del
hambre, me ponlan oada vez unas. esposas, ceJ:!tárulolas cerca del
codo. Es un dolor tan infernal que hasta pierdes el conocimiento.
Cuando dije al oficial que _por ley las esposas se ponen en las muñecas,
rontestó, en

son de burla: «pues aquí las muñecas llegan hasta
el
hombro>.
"Por si acaso, ruego que cuiden de mi familia si no vuelvo.
Ruego a todos los cristianos del mundo una oración por la salvación
de
mi alma."
Pero nuestros verdugos tienen otra arma más, quizá la -más re­
rrible: las casas de locos. Si .una perocma no ha cometido, ¡vaya!, nada
en absoluto que bien o mal se pueda encajar en la ley, lo meten en
la casa
de loros. Y 3illí lo

someten a
tratamiento, a

la
fuerza, des­
truyen

su mente, destruyen su alma. He aquí el grito, desde la casa
de locos,
del preso Grerriyshov.
"Apelo

a los creyentes. Aquí lleva más de 25 años consumién­
dose N. I. Broslavski,
creyente. Y Timonin... sus

sentimientos
re­
ligiosos son escarn·ecidos, exigen que .reniegue de su fe, si no 110 lo
sueltan. jCríscianos! Vuestros hermanos en CriSto están sufriendo.
¡ Salid en defensa de mi alma! No es mi cuerpo, es mi alma que
quieren
clavar en la cruz, ¡mejor que pisoteen

el
cuerpo! ¡Cristñanos!
No

toleréis
que a un hombre sano le empiecen a administrar una
oustancia que

destruya su alma".
Aquí, ahora, ha oscurecido; en cambio en Rusia está amaneciendo.
Y pronto
empezarán los

tratamientos médicos. Y la
primera de ¡.,,
tres inyecciones diarias para destruir el alma, se la van a poner
bajo
la pie! a los desdic!hados.
Hoy aquí hay muchas mujeres. Imagínense que es a su marido
al que se han llevado y no sabe cuándo Jo volverá a ver. Y acto se­
guido de su detención, a
usred, tal vez, la despiden de su trabajo. Sé
que es
difídil de

imaginar,
¡pero hagan
un esfuerzo! Usred necesita
sacar adelante a
los hijos,

necesita ir
al campo a la visira. Pero el
billete
cuesta tres,

cinco,
quizá siete

de sus sueldos mensuales. ¿Y con
quién dejará a los nifios? Llevárselos con una es muy caro y muy cruel.
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NATALIA SOLZHENITSIN
Y también puede ser que usted llegue, y Je diga un guardián, con una
risita: "Pues

su
marido está castigado sin visitas". Y se irá usted
de vuelta, tragándose las lágrimas.
Lágrimas, lágrimas, desdicha, abandono, Pero, ¿dónde están los
amigos, dónde

están las
orgánizaciones --no estatales, privadas­
llamadas a

atendet a estos
infelices/ Ullll pregunta

lógica.
Pero su
respuesta son

los 60
años de

guerra sin cuartel que lleva haciendo el
comunismo contra la
misei,icordia en

nuestro
país. Después de

la
revolución fueron sup.rimidas todas las entidades
benéficas, que

eran
numerosísimas en

Rusia, A
la · Iglesia se la ha privado legalmente
del derecho a la
beneficencia. De modo que

hoy las parroquias pue­
den recoger fondos, pero no tienen
derecho a gastárselos en

ayuda
del prójimo. Y
cada petsollll que por su propia cuenta ayuda a sus
amigos o familiares caídos bajo
las nreclas de nuestra "justicia"

sabe
que por este solo
hecho y.. se hace sospechosa y se pone ella también
en peligro. Pero la misericordia está profundamente arraigada en
nuestro pueblo

y no
han podido matarla. Y as~ cada vez más, cada
vez más abiertamente se han puesto las personas a ayudarse unas a
otras. Y ha aparecido un hornbte que decidió hacer esta ayuda re­
gular, importante,

seguida. Para
aquella fecha, este hombre

ya
había
estado dos veces en nuestro "archipiélago". Su nombre es Alejandro
Guinsburg. En 1972
salió en libertad tras su segunda condellll, gra­
vemem-e enfermo. Y conoció a Alejandro Solzhenitsin. Los dos son
auténticos
hijoo de1 Gu/,ag. No a todo el que ha estado allí se Je
puede llamar hijo
del Gulag, sino sólo al que no ha olvidado a
los que quedan·
tras rejas. Sol,,henitsin y Guinsburg decidieron or­
ganizar un Fondo Social Ruso de aynda a
loo presos
de conciencia.
Para este

fin A. Solzhenitsin entregó sus
derechos de autor sobre
sus obras publicadas en Occidente. Y
la ayuda empezó a materiali­
zarse ya en 1973. Cuando en 1974 Solzhenitsin fue
expulsado por
la fuerza del país, ·su primer acto en el extranjero fue la confirma­
ción en Suiza de esta Fundación .
.A:lejandro Guinsburg pasó a ser
su
director-administrador en

la
URSS.
Eta amigo íntimo de nuestra familia. Y puedo decir que es
una de las personas más maravillosas de nuestra generación. Autén­
tico cristiano, vivía con la
conciencia de
que
la fe sin fas obras .es
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LOS PRESOS DE CONCIENCIA EN LA URSS
muerta. Gravemente enfermo, jamás se .negaba a quien lo necesi­
taba. Para
rodos encontraba

tiempo, una
p,!lahra amable, . compren­
sión.
Tenía una memoria
privilegiada, y en su memoria ronservaba
las

direcciones,
loo nombres de cientos de reclusos. Se le podía des­
pertar en mitád de '.la noche y sabía exactamente quien necesitaba
U!geotemente dinero para ir a viSitar a su marido, qué niño, · hijÓ
de un preso, estaba enfurmo, y qué medicina necesitaba, a qué niña
se le había quedado
pequeña la ropa de abrigo ron el invierno en
puertas. Lo que es ser
oristiano. Pero

mirémosle desde el punto de
vista
del poder.

Desde
el punto de viista del poder, es un peligro0
sísimo delincuente, desde el momento en que nuestro Estado nao
considera a todos como su propiedad, no sólo nuestros cuerpos, sino
también nuestras almas. Quiere no sólo matar físicamente, sino
también quebrantar el alma. Pero a un preso le es más fácil
resistir si sabe que sus hijos no pasarán hambre ni frío, que a su
mujer la ayudan. De modo que el delito de Guinsburg es haber aten­
tado

a la totalidad del poder.
Luego es un

enemigo,
luego hay
que
quitarlo de

en
mwio, y lo mejor matarlo.
Lo detienen. La. instrucción

dura diecisiete meses. Ahora se ha
sabido que los 17 meses enteros le
han esmdo ilegalmente amena­
zando con fusilarlo.
Las leyes soviéticas no permiten tener abogado
durante la instrucción. Está usted sólo frente a su juez de instrucción
hasta que -no termine el sumario: ni una carta a su famil~ ni una
visita. Pues bien: 17 meses de instrucción, 400 testigos ititerrogaR
dos, los acosaban: ¿habéis recibido ayuda del Fondo? ¿Cuándo, de
quién, cuánta?; 55 grandes tomos de
expediente judicial.
Y esta
grane
diosa instrucción, ¿qué?

¿Cuál
es su
conclusión, qué delitos ha des­
cubierto? Pues ahí tienen un doa.unento impresionante, 1a sentefida
de Guinsburg. Les ruego a todos que se hagan bien cargo de lo que
van·a oír:
. -En 197 4 Guinsburg entregó a Podobáilov Archipiélago Gu,.
lag
de Solzhenitsin y la oolección Habla Sáiarov.
-En 1975, dio a Gradobóyev Archipiélago Gulag.
-A otros ciudadanos (se enumeran seis nombres) dio la colee-
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NATAUA SOIZHENITSIN
ción Voces he,;o /a, ,ocas, las revistas "Viestnik RSJD" y "Continent"
(editadas fuera

de la
URSS, n. del t.).
-Además, Guinsbntg participó en la confección de docwnentos
de

contenido calumnioso
para el régimen social soviético. (Se trata
de documentos acerca de la
süwción en las cárceles y campos de
concentración, y de la perserución religiosa.)
-Asimismo Guinsbntg ha confeccionado tres documentos di­
rigidos al Praesidium del Soviet Supremo de la
URSS y a la Comi­
sión de ilos Detechos del Hombre.
¿Y nada más?
Nada mós. Sigo leyendo la sentencia:
- La culpabilidad de Guinsbntg de tenencia, propagación y
divulgación de la citada Iitetatura antisoviética está probada.
- Por
todo lo expues.to fallamos: declaramos a Guinsbutg, Ale­
jandro Ilyich, culpable del delito previsto en el
art. 70, aparrado 2.',
del
C. P. de la RSFSR y lo rondenamos a la pena de privación de
libertad por tiw,po de odbo años, que cumplirá en una colonia de
reeducación por el
trabajo de

régimen
especial.
Con la salud quebrantada de Gulnsbu especial es la muerte, y los jueces lo sabían petfectament!e. Luego
lo
asesinaban. Pero no hubieran sido ellos si se hubiesen con­
formado con
esto. Todos
nuestros juicios
siempre se
acompañan,
además, de

escarnios.
Ahí van sólo unos pocos:
El enfermo Guin rante .la vista,
y ,en un momento dado solicitó la autorización de
sentarse.
El juez

se la denegó.
El tribunal se basó en las declaraciones del ratero Gradob6yev,
cuatro veces
condenado por

hurto, falsificaciones
y pornografía. Cuan­
do el
primer día hubo

lanzado rontra Guinsburg un torrente de
sucias
fulsedades, la mujer del

acusado Je dijo
en un receso: "Dios
te
juzgue por las lágrimas de mis hijos". Este testigo
se quejó
al
tribunal,
y la mujer de Guinsbutg fúe expulsada de la sala del jui­
cio,
hasta el
final.
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LOS PRESOS DE CONCIENCIA EN LA URSS
Los amigos de Alik, a ninguno de loo cuales se les dejó presen­
ciar el juicio, estuvieron loo cuatro días enteros de pie ante el juz­
gado,
literalmente de

pie. Allí enfrente, en un jardincito, siempre
habían estado
uno,; bancoo; la

víspera del juicio, se los llevaron.
Y, por fin, la escena final. Los que la han presenciado dicen
que no la olvidarán
jamás. La

mujer de Guinsburg
y todos sus
amigo esperan de pie en la calle, en un silencio contrito, que lean
la sentencia. El último día, todos han ttaído floces. Para tirarlas
bajo las medas del furgón que se
lleve a Alik

Guinsburg. No pue­
den darle un ab~az:o, ni estrecharle la mano, ni siquiera verle: só­
lo echar flores a la mugrienta calzada. Conocen el furgón en que
se lo llevan cada día y espera.o. que . arranque. Callados, rinm6vi1es,
cada

uno con una flor en la mano, como cirios en un entierro. El
furgón arranca, y los amigo,; van tras él. Empiezan a escandir:
'· ¡A-lik! ¡A-lik!
", El académico Sájarov,
nuestro orgullo
y nuestra
conciencia, con su cabeza
oana, jadeando, corre tras el furgón y
grita: "¡A-lik!".
Yde pronto

el
furgón se para, alrededor se levan­
ta

una algarabía,
unas risotadas: son gente

de la KGB. Abren las
puertas traseras
y se ríen: "¡Mirad vuestro Alik!". Lo que hay son
cajones

de botellas vacías de
leche.
¿Verdad

que es divertido?
Nuestros anfitriones hoy aquí son estudiantes. Her~éis un
mundo alegre y doliente, inmenso y complejo. Uno no elige a sus
padres, y tampoco elige a su patria. Vuestra patria es el líder del
mundo
libre,
y Jo queráis o no, esto os impone obligaciones. La
suerte del mundo depende no sólo de la riqueza de vuestro país,
no sólo del acierto de vuestros políticos, sino también de su espí­
ritu, o sea, de vuestro espíritu. Ya sé que el orgulloso espíritu d-e
hombres libres es difícil de ronservat. Máxime que mudhoo de
vuestros líderes os dan lecciones de oportunismo, de cinismo e
indiferencia. Este otoño el consejero del Presidente Marshall Shul­
man redactó un informe sobre las · !elaciones soviético~americanas.
Enwneró diversos gestos de pretendida buena volunmd de la URSS,
que significaban, en opinión del corisejero, ·su intención de mejorar
las relaciones. Entre estos .. movimi-enros de buena volutad" nom­
bró Cínicamente: la Unión Soviética ·no ha condenado a la pena
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NAT AUA SOLZHENITSIN
máxima a sus ciudadanos. No será "la pena máxima", pero hay de
sobra
para morirse. No será la pena máxima, · pero la han impues­
to
a
hambres inocentes. Este informe, y esve argumento, "La Voz
de América" los ha
radiado a la Unión Soviética. Y allí la gran
masa lo .ha interpretado como lo que es, como cinismo. Y la se­
mana pasada, el presidente del
Comité Olímpico publicó una de­
claración de que todo deportista
occidental que
en
Moscú hiciese
un
acto que pudiese
ser calificado

de manifesmción política, sería pri­
vado de sus medallas. Pero desde el .punto de vista del
gobierno
soviético, dar una Biblia a quien lo necesita es una manifestación
política. Y si uno intenta hablar sin chivatos, sin policías disfra­
zados, con un
soviético, también
es una manifestación política.
De modo que este
respetado Hder os

invita
a, lo siguiente: no pen­
séis en los que sufren, no penséis en Sll'S mujeres e hijos, no pen­
séis en los que quieren la Biblia; pensad en las fotos, en las me­
dallas, en

el
éxito. Pero

una juventud, si se vuelve
tal como la
quiere el O,mité Olímpico, ¿qué falta le hará a la humanidad?
¿Qué le podrá
aportar?
¡ Estudiantes! Os enseñan a comprobar la teoría en la práctica.
No os pido

que me
oreáis, pero os pido que comprobéis lo que
he
dicho hoy.

Sólo os pido una cosa: no
seáis iruliferentes. Dudad.
Pero

comprobadlo. Cread comisiones, no oficiales, privadas, esas
vuestras, estudiantiles,
y tratad de que os dejen simplemente ver
los campos de concentración y las cárceles soviéticas. Ni un sólo
extranjero ha visitado nunca nuestros campos. En cambio Chile,
este -año, ha dejado a una comisión vuestra, americana, visitar sus
cárceles. No os dejarán entrar, no os contestarán, o lo harán con
groserías, pero con esta sola exigencia . aliviareis la suerte de los
prisioneros en los
campos.
¡Cristianos!

No
os haré

ningún llamamiento, por que cada uno
de vosotros, quien es de verdad cristiano, ya está llrunado. Pero
permitidme que pregunte: ¿dónde estáis? Es que en el siglo XX,
Rusia está mucho más cerca de América que Corinto de Antioquía
en los
primeros siglos. ¿ Dónde estabais

cuando
destrulan nuestra
Iglesia?

Nos
han dejado sin pastores: 300.000 sacerdotes había en
Rusia al final del siglo pasado; ahom hay 14.000. Han enmudecido
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LOS PRESOS DE CONCIENCIA EN LA u~s
las campanas. 60.000 iglesias, 25.000 capillas, 800 .monasterios ha­
bla en Rusia. Ahora los monasterios son menos de diez, y las igle­
sias, 6.500. La gente va a cientos de kilómettos pata encontrar una
iglesia., Y

en
las fiestas,

la multitud
es tan
densa que no se puede
levantar la mano
pata persignarse. Y

jóvenes padres están
horas
con sus hijos

en
btazos y sus rostros irradian · luz.
En
nuestros
dlas se utiliza mucho
la
palabra "milagro".
Va
un
cohete a

Venus,
es un mi1agro. Y
aprenden a
operar el corazón,
otro milagro. Yo,

de profesión,
soy maremático. Y sé qué profun­
da emoción, qué
alegria, im::luso júbilo,

puede provocar en noso­
tros una idea humana fuerte y luminosa. Pero a pesar de todo, yo
llamaría milagro sólo a

lo que tiene relación con
el Espíritu. Y
tengo la
dicha de

decirlo
hoy que uno de estos milagros se ha pro­
ducido en
mi Rusia. La Iglesia asesinada, escupida, destrozada, está
viva. La fe no ha muerto, ha renacido. No estuvisteis con no­
sotros cuando nos asesinaban. Pues venid hoy, cuando nos levan­
tarnos. Habrá muchas víctimas más. Un hombre
estupendo, mag­
nífico,

fuerte, Igor
Ogurrsov, del

que
podrla enorgulleoerse cual­
quier pueblo, y llegará el día que se enorgullezca Rusia, jha reci­
bido veinte años de condena! Por el delito de pensar en las
vías
de rocristianización de nuestra patria. Once años ya los ha. rom­
plido, y su salud está destruida irreversiblemente, está pereciendo
en el campo, Quizá la semana que viene será el juicio del jefe de
los adventistas,
Vladimir Andréyevich
Shelbov, de 83 años. Es su
cuarta detención, en
las cárceles de

la Unión Soviética ya ha
pa­
sado

veintitrés años. Y ayer ha llegado a Occidente la noticia de
que han detenido al joven Alejandro Ogoródnikov. Su crimen
está
en

haber organizado
grupos de estudio de jóvenes, grupos de estu­
dio cristianos. Es que en nuestro país es delito criminal reunir a
un grupo de más de tres niños y enseñarles el catecismo.
¿Quién cuidará de viejos y
jóvenes metidos

en la cárcel? ¿ De
mujeres y hombres? ¿De sus hijos
y ancianos padres? Nuestro fon­
do lo hará.
Pero también

el Fondo
está amenazado. Ahora lo diri­
ge la mujer de Guinsburg, Irene. Pues ya la están amenazando.
Alrededor de ella se organiza una mascarada de pseudobandidos.
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NATAUA SOLZHENITSIN
La am.eruu:an con asesinar a sus hijos si no entrega el dinero, si no
renuncia al Fondo. ¿Tal vez hoy acudáis en ~a?
No hare ningún Uaroaroiento a los cristianos, pero quiero com­
partir
con eUos una reciente alegría.
Hace tres semanas he reci­
bido, naturalmente, no por correo, un escrito de la Unión Sovié­
tica. mm carta la ha escriro un obrero que ya ha estado dos veces
en
nuestro "arelhlpiélago",. Escribía sobte 1a importancia del Fondo,
no
sólo
por el apoyo material, sino mmbién por el mota!. Daba las
gracias, y desde luego, recibir una carta así es agradable. Peto la
príncipe[, la inmensa, la indecible alegría que be tenido fue por
lo siguiente: de epígrafe a su escrito,
había puesto las palabras del
Salvador:
Porque tuve hambre, y me disteis de comer;
ruve sed, y me disteis de beber;
esta!ba desnudo, y me vestisteis;
enfermo, y me visitasteis;
preso, y vinisteis a verme.
Creedme, ésta es la máxima alegría que puede experimentar un
cristiano.
Trobajad, ayudad, y vosotros también compartiréis esta.
alegría.
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