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Libertad, liberalismo y tolerancia (II)

IJBERTAD, LlBERALISMO Y TOIJFJRANCIA
POR
MICHEL ÚEUZBT
IV
¿Es POSIBLE EL LIBBRALISMO?
Con frecuencia, los «liberales» sinceros traducett sus motivaciones
en
términos simples y generosos; he aquí algunos ejemplos:
«-DeslltJlno, vivir en bumas relaciones con aquellos que no
piensan como nosotros.»
«-Deb.emos respeto " todos.»
«-Q11eremo, defender al hombre contra las presiones totalita­
rias, las propagandas, los lavados de cerebro, ele., que hacen
de

él
11n robot.»
«-Debe ser po,ible d~ s11 opinión sin temor a la prisión, al
campo de concentración o " la muerte.»
«-Queremas·edurar a n11estro.s hi¡os según_nuertro· parecer.»
«-Exigimos un sistema de libertades profesional,; contra las
in¡erencias
del Estado.»
Ett:étera.
Suscribimos todo esto poo¡ue la 'libertad es la caxacterlotica del
hombre ioteligente y libre; sus actos no le son impuestos por un íos­
tinto ciego. No
se le puede considerar como a un animal del que
se pueda disponer. Cuando
la sociedad desprecia esas libertades terumos la esclavitud.
Este

es
el caso de demasiados sistemas pollti<:os, eron6micos, educa-
S35
Fundaci\363n Speiro

MICHEL Cl/EUZET
tivos ... , de nuestros días, incluso con estructuras sociales que preten­
den ser «libres».
Hace

falta
ahoca examinar si el liberalismo filosófico, en la prác­
tica
y en
la historia, ha realizado los idea.les de libertad y de respeto
del hombre que
acabarnos de evocar.
Testimonios de lo hi.stmia
a) Las ideas
Nos limitaremos a algunos ejemplos, a los más conocidos y más
fácilmente verificables.
Uno

de los
padres del liberaliSJno, Lutero,

en nombre del
libre
examen de cada uno en la interpretación de las Sagradas Escrituras,
rompe con los
dogmas y con la disciplina de la Iglesia católica.
Frecuentemente se le p1"15 romo si
fuese el iniciador del to­
lerantismo moderno. Pues

bien, he
aquí lo que escribió ( 41) :
«Habéis quedado muy asombrados porque digo que el
hombre
esfá justifiradO' solamente por la fe. La única raz6n
que
he de dar es que yo ar/ lo quiero y yo arí lo ordeno, que
mi voluntad sirva de
razón.
»AqueA qu• enseñe otr,4 «l!a distinta de lo que yo enseño,
o el que me condene en esta materia, condena al. mismo Dios
y permanecerá para siempre como hiju del infierno,. Mi doc­
trina no puede ser juzgad" por nadie, ni incluso par /as án­
geles, pues estoy seguru de su verdad: por ella pretendo ser
juez westro y harta de los mismos ángeles, como dice San
Pablo

... »
Lutero no se limita a imponer moralmente su voluntad como sola
regla de
fe. Tiene la intención de que sea la única y de que el brazo
secular
la

imponga al pueblo.
< pia iglesia, su propia doctrina. En primer lugar, el catolicismo ...
Después,
el
exterminio de aquellos de sus discípulos que van
(41) Citado por Marie Carré: J1ai choi.ri l'unité, Apostolat des Edi­
tions,
1962, pág. 260 (reedición, Diffusíon de la Pensée Fran~aise, 1973).
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Fundaci\363n Speiro

UBER:rAD, UBERALISMO Y TOLERANCIA
demasiado lejos en el libre examen», escribe María Carré, que,
como
saben, se ha convertido del protestantismo aJ catolicis­
mo (42).
El 9 de febrero de 1526, en una carta al nuevo elector, Juan de
Sajonia,
afirma que un príncipe secular no debe tolerar divisiones
religiosas entre sus súbditos, y que, por el contrario, «en un mismo
lugar no se debe sufrir más de una predicación».
Melachton, el más dulce de todos los reformadores, aquel a quien
las violencias de Lutero entristecían tan a menudo, prosigue María
Carré ( 43), predicaba, sin embargo, 1a misma intolerancia. En 15 3 7,
ante los
F.sta todoo los príncipes

alemanes la
supresión por la fuerza del culto ca­
tólico y el establecimiento obligatorio del protestantismo. Zwinglio,
el reformador suizo,
contemplaba la

matanza de
obispos y sacerdotes
como querida por Dios ( 44).
< de libertad>>, escribe también María Carré ( 45).
Ahora bien,
«en el reinado de Enrique VIII se cuentan
"1go
más

de 70.000
mártires, por crimen de religió11. Este rey inmoló, además de a dos reinas, .4 12 duques 1 rondes, 164
abades, 500 priores y mon¡es, y 38 doctores en Teorogla o en Derecho canónico. Todos estos cató-licos murieron sin juicio,
táÍ como habla preconizado Cro'frtwell».
En el siglo XIX y al comienzo del xx encontraremoo de nuevo esa
paradójica
intransigencia, y hasta ese exclusivismo, entre los partida­
rios del
«librepensamiento».
En

nombre de su
liberalismo, estiman
que
loo votos de

los reli­
giosos alienan su
libertad y, por esa razón, el poder, aJ cual inspiran,
prohibe las congregaciones
y las obliga a exiliarse.
( 42) Op. <ÍI., págs. 262-263.
(43)
o¡,. ,;,., pág. 210.
(44) Carta de 16 de mayo de 1529. En ella habla de la caridad que
exigirá su exterminio Pt,tra la salvación gen-eral.
(45) fai croisi l'unité, pág. 270.
837
Fundaci\363n Speiro

MICHEL CREUZEI'
En nombre de la «libertad de conciencia>> liberal, suprimen la en­
señanza de la religión en las escuelas públicas y luego promulgan
leyes que
desembocan en la «seperaeión de las Iglesias y del Estado»,
en los inventarios de iglesias
y en verdaderas persecuciones.
Una guerra civil

larvada tiene lugar en esta
época. Hasta
el
ejército queda
desmantelado por

una vigilancia de los oficiales ca­
tólicos, etc.
En resumen, en nombre de una ideología liberal, se ejercen pre­
siones totalitalrias.
El

liberalismo de Jules Ferry es
el que, en 1878, otorga su es­
píritu

a la Universidad francesa, fundada
por Napoleón: tolerancia,
neutrailidad y

eclecticismo en
la enseñanza. Se manrendrá hasta mayo
de.1968, en

que
desemboca en

los vidlentos
acontecimientos que
todos
conocemoo. En efecto, el incremento de la subversión se produce inte­
riormente y
mediante la

ayuda de estructuras liberales.
De muy
buena gana

se denuncia
el aspecto dictatorial y las vio­
lencias

de los sistemas comunistas, pero
se olvidan que Marx ha

fun­
dado su teoría
económica apoyándola en

las mismas
bases que el li­
beral
Ricardo. Tanto

para uno como
para otro, el salario no es más
que el precio de la fuerza del
trabajo.
b) Los hechos
La primera República instauró el sufragio universal, fundado en
la opinión. En 1789, la Declaración de los Derechos del Hombre
asienta el principio de la libertad liberal en política, de que ya hemos
hablado.
La propia República acaba bajo

la bota del primer cónsul que no
rechaza los principios de
aquélla, ya

que, tras el
asesinato del
duque
de
Enghien, declaró: «Yo soy la revolución.»
Robespierre, que fue implacable en su poder dictatorial y sangui­
nario, era, en 1 793, el discípulo del tierno Rousseau, el cual deseaba
que el hombre, aunque se asocie con otros, no obedezca, sin embargo,
más que a .rí mismo. Hasta-en sus discursos más violentos cita Robes­
pierr'e a Rousseau elogiosamente.
838
Fundaci\363n Speiro

UBERT AD, UBERAUSMO Y TOLERANCIA
La revolución que en 1830 derribó a Carlos X es abiertamente
liberal. En nombre de su liberalismo,
persigue al clero parisiense, hasta
tal punto

que, durante
meses, los sacerdotes no

pueden
circular con
ropa
eclesiástica sin

correr
graves peligros. ·
La divisa de los anarquistas es «ni Dios, ni amo». Ahora bien,
esos anarquistas constituyen,

en 1871, el Gobierno de la Comuna de
París, que
aterroriza y fusila durante varios meses.
Cuando

el Gobierno
legal, presidido por Adolfo Thirn, conocido
por su
carrera de

ministro
liberal, reconquista París, hace matar a
los cumm11nards con dureza, y, a menudo, con in justicia y sin cle­
mencia.
La revolución Rusa, comenzada por el socialista Kerensky, insti­
tuye,

en 1917, un poder liberal. Continúa la evolución del
sistema
con

Lenin
y luego con Stalin, con el sangriento tribun-1 de la Cheka
y con el terror
de las
policías (GPU, NKVD, MVD), de las
maz.
morras y de las torturas en el Archipiélago Gulag de que nos habla
Solschenitzin ( 46). En el ejército,
fa libertad liberal se realiza mediante «comités de
soldados»
y por la intrusión del sindicalismo en la tropa:
Algunos meses más tarde, ese liberalismo desemboca en la cons­
titución

del ejército rojo
por Trotsky. Y sabemos qué disciplina tan
poco
liberal reina

en él desde
sus orígenes.
Veamos

otras
ilustraciones limitadas
a un objeto
más preciso.
Estas comprobaciones asombran: Uno se pregunta cómo los Ji·
berales pueden llegar a ser totalitarios ... , y los tolerantistas, perse­
guidores.
Ahora

bien, el siguiente razonamiento
· permite explica,, esa CU·
riosa evolución:
1. El pensamiento de cada uno debe ser libre·.
(46) Archipiélago Gu/ag, Plaza & Janés, dos-volúmenes, 1974, 1977.
839
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MICHEL CREUZET
2. Es así que la Iglesia somete dicho pensamiento a los dogmas
y
a una
palabra recibida.
3.
Luego, por conoiguiente, los partidarios de la Iglesia deberán
ser combatidos.
Jacques Mil:errand,
antiguo

gran
maestre del
Gran Oriente de
Francia, escnbe en ese mismo sentido:
«En c11rJnto a los frrJncmarones, hace falta -textos en
mano--intentar ver claro. Un humanista no acepta ninguna
dictadura, cualquiera que sea su fuente,- a este respecto, el
h111Tldnista recusa al papado, tanto en razón de sus pode­
res exQfbilrJntes como en razón de su proclamada infalibili­
dad» (47).
He ahí
una repulsa
que los francmasones no vacilan en
impQner,
cuando inspiran a los gobiernos.
Así,
por lo que se refiere a la escuela:
«Cuando una nación acepta, en nombre siempre de la li­
bertad, que sean abiertas ffl su 111elo escuelas co-nfesionales,
entrega sus hi¡os a la enseñrJnza d(Jgm!ttica ... Existe todo un
mundo para proclamar los derechos
de

los padres ...
Para los
francmasones, pt>t> encima de los derechos de los padres, están
los derechos del niño» ( 48).
De ese modo,
para proteger los derechos del niño contra las pre­
siones de los padres y del
Estado ...

, se le
confía en

depósito a la vo­
luntad general ... , o sea, a fin de cuentas, ¡al Estado! Es
el paso del
liberalismo al estatismo autoritario y
monopolizador.
La «liberación», en materia religiosa, desemboca en una inquisi­
ción por parte del clero (libera,! en doctrina), peor que la de antaño,
puesto que ignora
el derecho canónico y ya no juzga ante tribunales
en donde el
acusado pueda defenderse. Es el dominio de las «corrien­
tes de pensamiento», de las «jerarquías
paralelas» y
de las «comi­
siones».
840
(47) La politique des fran&Ntulf (48) Op. cit., págs. 100-101.
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UBERTAD, UBERALT.SMO Y TOLERANCIA
Uno de nuestros amigos emplea la siguiente imagen: «desapari­
ción

por el agujero del lavabo».
Se quita el tapón y desaparece el
indeseable
por el agujero, sociológicamente
separado de

su comunidad
parroquial
o diocesana, aislado, arrojado al campo de los intocables.
Ni procero, ni juicio, ni sanción pública. Aquel que no admita la
opinión liberal del momento, es objeto de· presiones, a fin de que se
desautorice a sí mismo y ceda a las corrientes de moda.
La autoridad suprema está disuelta en las interpretaciones y co­
mentarios tendenciosos. El fiel ya no
sabe exactamente lo que ha
dicho el
Papa, pero sl sabe lo que se le hace decir. Es necesario des­
confiar de las traducciones.
La autenticidad de los textos es dudosa.
A veces,
la aplicación que hace la «mafia» es opuesta a las decisiones
oficiales del Magisterio
Romano.
Los dos últimos ejemplos nos muestran cómo sinceroo liberales
llegan
hasta a la agresividad
y la imposición autoritaria de sus miras,
sin

apelación
alguna.
Las

leyes
son el mecllo privilegiado
que los liberaJes
utilizan para
hacer

de sus opiniones una regla
general y oficial.
El

Parlamento
francés, partiendo del slogan liberal mi vientre es
mío, deja a las mujeres la capacidad de elegir entre la vida y la
muerte de su hijo. Ha votado una
ley, y por ese hecho, en adelante,
el
Estado ha
tomado partido en fáVor del aborto.
En un régimen de «tolerancia», la ley llega a ser la medida de
todo, ya que el
Estado rechaza las normas de juicio superiores a las
opiniones y corrientes de pensamiento. Se llega así a esta paradoja:
incluso cuando la ley prohíbe prohibir ( caso del
aborto), su

prohi­
bición es autoritaria y constituye una toma de posición imperativa
que .viola la libertad de las conciencias fieles al orden riatural de las
cosas.
Ya no se puede hablar de liberalismo.
Una segunda consecuencia es el progresivo Constreñimiento del
Estado para con aquellos que no quieren aplicar la ley llamada de
<. En Suecia acaban de tomar medidas contra los médicos
refractarios a la ejecución de los
abortoo. Y ya en Polonia habían obli­
gado
a los médicos a llevar a efecto los abortos
so.Jicitados por
madres
con más de tres niños.
841
Fundaci\363n Speiro

MJCHEL CREUZET
De la presi6n indirecta, romo es el ejemplo dado por la ley -en
bien

o
en mal-, se pasa a la presión directa que constituye la exi­
gencia
legal, y

luego
a los coostreñimi.entos inherentes a la aplicación
de
la ley a los recalcitrantes.
Recordemos a esa joven que, en nombre de sus principios, recha·
zaba el aborto, pero que deseaba el voto de una ley de «liberaliza­
ción», ya que ella no quería imponer su moral a los otros (
49).
La ley ha sido votada ... e impone la «moral» del Estado.
La ley, norma oficial, se aplica a todos los ciudadanos; los ad­
versarios del aborto
se ven obligados a desobedecer a la ley, si quie­
rm quedar libres para reprobar lo que juzgau un crimen. La joven
no quería imponer su moral a los otros, y hoy la ley, que ella deseaba,
impoue
fa suya, tanto a los partidarios como a los adversarios del
aborto.
¿Dónde está el liberalismo en que pretendía inspirarse
el Estado?
En los Estados Unidos, el famoso asunto Grassey ha mostrado cómo
un Estado, para hacer aplicar su ley sobre la educacióo sexual conver­
tida en

obligatoria, ha llegado a
arrancar a los. niños de una familia
para colocarlos
en un establecimiento público. Constreñimiento debido
a una
supuesta <
los tabúes morales.
A partir de nuestra descripcióo de la mentalidad liberal, en sus
diversas aplicaciones,
hemoo puesto de, relieve resuJtados. totalitarios
sorprendentes.
842
¿Cómo explicarlos?
Mediante dos

hipótesis:
-o el liberalismo suscita reacciones que provocan presiones de
loo poderes establecidos sobre loo individuos hostiles,
-o el resuJtado totalitario proviene del mismo liberalismo.
(49) Le FigMo, 9 de febrero de 1973.
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UBERT AD, UBERAUSMO Y TOLERANCIA
V
EL LIIIEllALISMO TOTALITAIIIO
Anarquía y NlflOOionea tiránicas
¿Cuál es la primera explicación que viene al espíritu?
Si todo el mundo fuese libre de pensar
y de hacer lo que quisiera,
sería

la
a¡rarq11ía. Ahora bien, la experiencia muestra que ninguna so­
ciedad puede vivir en la anarquía. Siempre es necesari~, al menos, un
cierto orden externo y temporal. De ahí viene la reacción de una
autoridad,
cualquiera que
sea,
«restableciendo el
orden», aunque
sólo
sea

el orden en la
calle y en las costumbres públicas. Tras la «jarana»,
el «palo».
Enrique IV
restabloció la

autoridad real
en una Francia que lle­
vaba. mucho

tiempo
dividida por la guerra eutre católicos y protes­
tantes. El liberalismo
de Micho! de l'Hópital expiraba a los pies del
foderador supremo: el
rey. Bonaparte puso fin a la anarquía del
Directorio.
N apole6n III se
aprovoch6 de
la
división de
opiniones
republicanas
para tomar el poder.
La República de W eimar había llevado a la vencida Alemania a
una
pulverización tal,

que Adolfo
Hitler pudo reagrupar rápidamente
a los partidarios del
orden. Aquellos

que no
participaban de su ideo­
logía

socialista
y racista confiaron durante mucho tiempo en él, a
causa del
restablecimiento de la autoridad. Algunos años antes, Benito
Mussolini había
reunido a

su alrededor a la
gran mayoría de los
italianos, cansados de

una
anarquía. endémica.
Este

argumento solamente tiene un valor
extemo ( o extrínseco).
No

afecta a la naturaleza del liberalismo, ya que se
trata de
simples
reacciones del orden ante
una situación anárquica. De ahí su insu­
ficiencia, tanto más irritante cuanto que, frecuentemente, los nuevos
«jefes» estaban imbuidos de la misma ideología que los protagonistas
de

la
anarquía.
La

ideología
liberal del
siglo xvm y de la Declaración de los
Derechos del Hombre
la volvemos a encontrar en los principios del
Gobierno
napole6nico, en
particular en el
C6digo civil.
Por consi-
843
Fundaci\363n Speiro

MICHEL CREUZET .
guiente, Bonaparte no tomó el pod~r bajo el impulso de una fundada
oposición
al liberalismo filosófico.
Asimismo, en las
SS y en las SA, tropas de choque de Hitler,
encontramos de nu~o a jóvenes que, algunos años antes, militaban
en lo más anárquico del liberalismo, especialmente en la Universidad.
¿C.onversión? ¿Arribismo? No estamos muy seguros de ello, sino
que más bien pensamos en esa incoercible necesidad que siente el
joven sin principios de ¡ hacerse dar patadas en el trasero! Al no
poner orden en sus
pensamientos y
en sus actos, corre tras la obliga­
ción que
le impone un «orden» exterior ( incluso un pseudoorden
puramente
formal, sin fundamento en la naturaleza de las cosas).
La ánarquía reclama la tiránía, igual que un hoyo en la playa atrae
a la ola que
lo llenará.
Nos queda la lección que esta reacción
externa lleva consigo. Ella
hace que palpemos la insuficiencia del pensamiento liberal para ofre­
cer
posibilidades de

vida en
socieda¡l. Si
todo el mundo quiere
man­
dar, nadie manda ... , y el más audaz se impone, nada más que por la
carencia que

intenta
colmar: por

ambición,
honestidad o
amor a su
pals,
y, algunas veces, por todos estos motivos reunidos.
Segunda lección: se quiera o no, es necesario consignar que existe
un orden de las rosas. La vida social no puede descansar, de manera
duradera, en la multitud de juicios personales, ni incluso de opi­
niones colectivas.
La naturaleza se venga «mediante la anarquía». De
donde un «retorno
al orden», aunque éste de .orden sólo tenga la
apariencia, o aunque

sirva a otras ideologías que también aplastan
al
hombre.
Estas razones, insuficientes, explican que jamás se haya visto al
tolerantismo realmente aplicado en la ciudad, bien porque los go­
biernos se

vean
obligados a
reprimir iniciativas anarqnistas que se
hayan
hecho intolerables

y paralizantes de su
autoridad, bien
porque
los mismos tolerantistas, víctimas de su teoría, se conviertan en per­
seguidores de los no liberales, o bien porque sus tropas les rebasen y
les obliguen a renunciar al carácter •bsoluto y universal de la libertad
de opinión.
No se puede hacer de la
tolerancia y de la libertad absolutas la .
regla

de gobierno de )os hombres.
Imposible liberalismo.
844
Fundaci\363n Speiro

UBERTAD, UBERALISMO Y TOLERANCIA
a) Tiranía de la o,pinión colectiva
La simple descripción del liberalismo 1100 ha conducido a mostrar
su

evolución lógica: la opinión personal
cada vez está más dominada
y
condicionada por la opinión coloctiva, reflejo, a su vez, de una
evolución irresistible. La libertad del individuo no tiene sentido más
que
por su inserción voluntaria y activa en un proceso fatal.
No queda ya nada del liberalismo filosófico de donde habíamos
partido. El hombre, de
rey, se vuelve esclavo voluntario y sumiso de
una «revolución permanente», de un puro cambio de todas las
cos ..
con respecto "1 cual él no puede nada.
El < produce fuera de él. No se maotiene la promesa de «liberalización»
del «yo»,
pu.esto que el hombre libre ya no tiene valor en sí, sino so­
lamente
por

su inserción
eo las estructuras sociales en evolución. La
liberta:d total de opinión nos
lleva a la impotencia ante la evolución.
Impasible liberd!ismo.
b) Alteración de la naturaleza del hombre
Lo que los hechos nos revelan hoy lo había previsto Juan Jacobo
Rousseau,
mas no como una alteración de los principios sentados por
el Contrato so'Cial, sino como su ,eatizaci6n lógica.
Que «cada uno, mriéndose a todo!, no obedezca, .sin embargo, más
que a sí mismo y quede tan Hbre como ant'es» (50), tal era la exi­
gencia
fundamental.
¿Pero

cómo garantizar esta
libertad absoluta contra las voluntades
partirulares
de

los
otros ciudadanos y contra si mismo?
Las cláusulas del
pacto sociaJ, dice Rousseau,
(50) El contrato social, libro 1, cap. 6.
845
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~C:HBL CRBUZEI'
<<.se reducen todas a una sola: a sabt!t', la alienación a toda la
comllnidad. Cada uno de nosotro, pone en comAn .rz, persona
y todo su poder bajo la suprema direcci6n de la vflluntad ge­
neral, y, además, recibimos a cada miembro como pMte indi­
visible del todo» ( 51). ·
Y he aqul la consecuencia:
«Quienquiera que se niegue a obedecer la voluntad general
será obligado a
ello por todo el cuerpo·: esto

no
significa otra
cos"
sino

que
se le oblig"fá a ser libre; pues. tcil es I" condi­
ción que, entreg,mdo· cad" cittdad,mo a la patria, le gár,mtiza
contr"
toda dependencia personcil» (52).
He ah! ¡¡J ciudadano liberado de las ql,ligaciones de la familia, la
empresa, los cuerpos intermedios y las mil autoridades de la jerarqula
social, pero totcilmente dominado por la «voluntad general», de la
que
se hace esclavo voluntario.
La
argumentación
de Rousseau es más externa. Ve el riesgo de la
anarquía; pero no sólo en el peor de los casos coloca al individuo,
«con todas sus libertades», en manos de la voluntad general.
Su razonamiento refleja una cohesión interna del liber"1ismo. El
tránsito
a
la dictadura ~parece más bien como la conclusión lógica de
la
libertad absoluta de los ciudadanos que como un medio «de volver
a poner orden allá dentro».
846
Escuchemos a Rousseau:
«Aquel que se atreva a comprometerse a instituir un pue­
blo

debe
sentirse en condiciones de cambiar, por as! decir, la
naturaleza hu.mana; de transformar a cada individuo que, por
si mismo,
es un todo

perfecto
y solitario, en parte de un todo
mayor del que este individuo recibe, en cierto modo, su vida
y su ser; de alterar la constitución del hombre P"'ª reforzdrle;
de sustituir
la existencia física e independiente que hemo, re­
cibido de la naturcileza, por una existencia parcial y morcil (?).
En una pcilabra, es necesária que quite cil hombre sus fuerza,
propi"', P"'ª dárle otrar que
le ,ean elxtra.ñas y de las cuciles ·
(51) Op. cit., libro !, cap. 6.
(52) Op. cit., libro !, cap. 7.
Fundaci\363n Speiro

UBERT AD, LIBERALISMO Y TOLERANCIA
no pueda hacer uso sin el socorro de. otro. Cuanto más muertas
y aniquiladas estén sus fuerzas natura/e,, tan/() más grandes
y duraderas serán las adquiridas y, t"171bién, lantr, más sólida
y perfecta será la institución, de suerte que si cada ciudadano
no es nada, no puede nada sin todos los otros, y si la fuerza
adquirida
por

el
tr,do es igual o superior a la suma de las
fuerzas naturales
de

todos los
individuos, se puede decir que
la legislación
está en el inás alto grado de perfección que
pueda al~anzdl'>>
( 5 3).
Ahí tenemos, pues, el término final d.e la libertad liber"1:. el hom­
bre se hace extraño a sí mismo. < todos los

otros».
Las s_ociedades com.1:)-llistas. el < dan una idea bastante próxima de la concepción roosseauniana.
Pocos maestros han visto

aplicado sn pensamiento, con tanta pre­
cisión, desde 1793
hasta nuestros

días.
Pocos
textos recogen en algunas páginas el sistema completo de
un autor, llevado hasta sus últimas consecuencias.
o) La opinión liberal no ,e iinpone: es impuesta
< pio un respetr, igual a todas
las o·piníones; esta, equivale a
condenar la idea
de elección, y, a la vez, a condenar toda opi­
nión,
excepto
la liberd!.»
¿Cómo mi opinión, mi parecer personal, se va a imponer a los
otros? ¿En nombre de qué preeminencia? ¿Con qué derecho? ¿Quién
osará pretender que su opinión es
más válida que la del vecino?
¿Qué

grupo va a pretender imponer
una opinión
colectiva? ¿En
virtud
de

qué superioridad? ¿Cómo una opinión va a ser admitida con pre­
ferencia a
otra cualquiera?
La opinión no tiene en sí misma ninguna «autoridad» para impo0
nerse. El liberalismo no decid.e entre las opiniones, no e,tablece nin­
guna
jerarquía, ni ninguna
dependencia de
una con respecto a la
otra.
(53) Op. rit., parte 11, capítulo 7.
847
Fundaci\363n Speiro

MICHEL CREUZET
Su peso numérico, su fuerza m&terial o su pres1on psicológica
permiten que únicamente las opiniones más poderosas dominen a las
otras
{54).
* * *
Un liberalismo radical, plenamente coherente, tiene dos salidas:
l. La de no ser áplicado: razón en virtud de la cual decimos
que
no hay imtit11ciones to.talmente liberales (o tolerantistc,s), en
ningún
pals, en ninguna civilliación.
Y, en la práctica, ninguna ética es liberal.
2. La de desembocar en 11na disciplin" totalitaria, en la conducta
privada o pública, y
en las

leyes. La observación de los hechos nos
lo ha demostrado.
Los más débiles, los pobres, aquellos que no tienen los medios
materiales o físicos suficientes, son siempre las victimas, harta cuando
tienen razón.
¿Pero qué es tener razón?
Estamos en el centro del debate.
VI
¿Se puede decir que se tiene razón-, probarlo, y con ello obligar
en nombre de la verdad reconocida?
Si se responde afirmativamente, tal opinión se impone, puesto que
es
verdadera, y la que la contradiga será doclarada falsa. Si sabiendo
que es falsa, se apJica, no se puede hablar ya de
sincerida la
sanción
llegará con los hechos. No es posible que la verdad y el
error traigan consigo las mismas ventajas prácticas. Si hay una verdad
( 54) Será preciso no olvidar el reinado de verdaderas mafias intelectua­
les o financieras que controlan·
periódicos, radio, televisión y hasta gobiernos,
que lanzan las «ideas que están en el aire>> y que elaboran la opinión del
día. Poder a menudo más implacable que el de las armas.
848
Fundaci\363n Speiro

UBERT AD, UBERALISMO Y TOLERANCIA
objetiva, es que hay fuera de nosotros un orden de las cosas, cuya
observación nos condujo ya a reconocer su existencia por los efectos
producidos. Y si hay un orden de las cosas, no se puede violarlo im­
punemente.
< de
Saint-Bonnet {55).
Burlada, evitada y negada, la verdad se venga, se puede decir,
mediante los
males que arrastra coo. su ansencia.
Reconocida, aceptada,

servida
y aplicada, la verdad, reflejo del
orden de las
cosas conocido

por la
razón, impone
a los débiles,
al
igual que a los poderosos, las normas de la justicia y de la búsqueda
del bien.
Consideremos las dos proposiciones siguientes :
l. El hombre no tiene más rozón de ser que la sociedad en la
cual vive.
La sociedad, .en coo.secuencia, tendrá sobre él todo el poder,
y el hombre deberá someterse a ella sin condiciones.
2. La sociedad no tiene más razón de ser que el servicio del
hombre. En consecuencia, las leyes que dicte tendrán por objeto el
bien

de los hombres,
y éstos se someterán coo. miras a ese bien.
Una de las dos proposiciones
es verdadera, y la otra, falsa.
La M.<ón puede encontrar cuál es la verdadera y cuál es la falsa.
La voluntad humana y la acción deberán sorneteóe a la que es
verdadera y combatir a la que es fals".
La solución verdadera traerá consigo bienes, y la solución falsa,
males. La solución verdadera permitirá decir: es bella, y la falsa: es
horrorosa
(56). Estos .criterios determinan toda la orientación de la
vida pública. Esto adquiere un sentido.
La autoridad que presida su dirección está bien fundada. Aquel
(55) Antoine Blanc de Saint-Bonnet fue un filósofo lionés del siglo XIX,
autor de La restaura/ion franfaise, Le capital, La douleur, L'amaur et la chute ...
(56) Lo verdadero, el bien, lo bello, son atributos del ser. Se les llama
«trascendentales».
849
Fundaci\363n Speiro

MJCHEL CREUZEI'
que obede-zca sabe f>or qué obedece. Aquel que manda sabe por qué
manda. Sus

motivaciones tienden
al mismo ob¡eto. Dar una orden
no
es una cosa arbitraria. Obedecer no

es
sufrir la sujeción gratuita
de

los
más fuertes. La palabra «orden» puede emplearse entonces en
sus dos acepciones : mandato y disposición
normal de
las cosas.
¿Y si
hubiese error?

¿O injusticia?
El sentido
de
la verdad y el
gusto por la verdad
permitirán corregir

el
error y reemplazar fa me­
dida injusta
por otra más conforme con la justicia. Vayamos más lejos.
Se sabrá que hay error o injusticia en relación con lo que es obieúva­
mente
justo. Se sabrá que hay error por referencia a la verdad.
Tenemos un f>unto de referencia, una regla de f>ensamiento y de
acci6n, a los que la razón puede referirse y la conducta (privada o
pública) ordenarse.
Es tan grande este beneficio que Henri Massis llegó a escribir:
«Lá verdad es la única fuerza que impone, puesto que es único poder
que protege.» Los pobres, los débiles, son los primeros beneficiarios
de un orden
verdadero. Escapan así a la opinión de los más fuertes
-<¡u.e no siempre son los más inte!ligentes-y a su tiranía.
Cuaudo se

adhieren
a una verdad, · 1a unión se hace por ella.
La verdad se impone por sí misma cuaudo las inteligencias ia
reconocen.
La autoridad de la verdad proviene de la reconocida conformidad
de los
espíritus con

la realidad de
las cosas. La razón es la facuitad
más

alta del hombre, el atributo que le distingue del
animal. Nuestra
razón, cuando

conoce
la verdad,

se encuentra unida a la de los otros
hombres. Unión por lo
alto, unión en lo indudable, unión que el
ju.ego de las opiniones múltiples no pnede nuevamente
poner en duda
sin cesar.
Es cierto que las opiniones no dejan de existir por el hecho
de

que los hombres descnbran verdades: la
imperfección de nuestras
inteligencias no
permite saberlo

todo, algunos conocimientos son
dudo.sos, algunas verdades sólo

son
conocidas parcialmente,

existe la
zona de las
opiniones libres.
Pero

se está dispuesto a abandonar su opinión
cuaudo se

apercibe
de que es falsa. Cuando se sabe de lo que se habla, no es posible ya sostener un
parecer personal que no se corresponda con lo que
es, con la verdad.
850
Fundaci\363n Speiro

LIBBRT AD, LIBERALISMO Y TOLERANCIA
¿Qué es la """"'1d?
Por
lo demás, ya no tenemos elección. El imposible libeJ'a/ismo
no ha mantenido. sus promesas de «liberación». Llegamos a la hora
del vencimiento de
·los plazos.
< dad?»,
proponía, hace un siglo, el cardenal Pie (57).
Las sociedades han persistido en sn escepticismo; y en la orgu­
llosa deificación del «yo» personal y
colectivo,. Por
todas partes
rose­
chamos los frutos de nuestra obstinación... ¡ Y siguen presentándonos
liberalismos,
apresuradamente repintados con «nuevos» colores,

como
remedios al totalitarismo mundial!
Es cierto
que, de

entrada, la
concepción liberal agrada: ¡ no más
sujeciones! ¡Sólo mi fantasía y mi capricho van .a ser los jueces de
todo!
Por el contrario, el sentido
de la verdad es exigente. Supone una
disponibilidad del espíritu, una acogida a lo verdadero, una humildad
ante lo real, una actitud receptiva del sujeto ante el obieto (58).
Volvamos nuevamente
aJ análisis del conocimiento a la luz de
una simple ilustración.
«Me has cogido cinco duros», pregunta la madre enfadada a su
hijo.

Y precisa: «¿Es verdad o es mentira?» Esto es
lo que
Je
inte­
resa:

¿ha cogido el niño los
cinco duros
o
no? Si
no
los ha
cogido,
la madre buscará la
realidad que explica fa desaparición de la mone­
da. Si el niño la hubiere robado, no
nos lo imaginamos respondiendo:
«Todo

depende
del punto

de vista
en que

uno se
sitúe>>, o «no puedo
decirlo,
e.stoy en búsqueda», o «la idea que

me hago de la propiedad
difiere de la
tuya», o

también «todo
depende de
las
cirrunstancias»,
etcétera.
«Tú me estás embrollando y no respondes a mi pregunta», gri-
(57) Cfr. E. Catta: La doctrine politique et socia/e du cardinal Pie,
N.
E. L.,
1959.
(58)
Consúltese la primera parte de la obra ·de J. M. VaissiCre: Fun­
damenlo-J de la polílita, Speiro, 1966.
851
Fundaci\363n Speiro

MICHEL CREUZET
tará la mamá en el colmo de su enfado. Y la conversación corre el
riesgo de adquirir ¡un aspecto desagradable!
Verdadero o falso:
tal es la alternativa en qne nos encontramos a
cada hora del
día.
El escolar se la encnentra haciendo problemas; el sabio, en sus in­
vestigaciones; el historiador, en la crítica de los documentos que con­
sulta; el policía, en su investigación; el hombre político, en su análisis
de
la situación; el moralista y el sacerdote, cnando deben pronunciarse
sobre el carácter

legítimo o ilegítimo de un
pensamiento, de
una
ac­
titud, etc.
Hasta cnando estos hombres se engañan involuntariamente, hasta
si no alcanzan toda la verda:d, hasta si su juicio no tiene en cuenta
el conjunto de las realidades sobre fas cnales se asoman, quien con­
diciona, sin
embargo, su gestión es lo real.
Conocer lo que es, tal es la operación propia de la inteligencia
hwnana. Y no solamente conocer .mediante nuestros sentidos, sino
conocer lo esenciall (la esencia) de las cosas por la razón (59).
Con el < en ruenta las sujeciones
impuestas por una ley de la naturaleza. En
lugar-de llegar a la Luna, fue necesario, catastrófica.mente, regresar
a la Tierra1 y, además, contentos, porque se hubiese previsto un dis­
positivo de socorro ... , sometiéndose a lo real con mayor precisión.
«A la naturaleza no se la manda más que obedeciéndola», ha es­
crito Bacon,
y más tarde, Claude Bernard.
Hacerse
una
cierta
idea de la gravedad, tener su opinión sobre la
gravedad, no sirve
para nada. Si la idea, si la opinión, hacen pasar
nuestra
concepción personal antes de lo que
es, las consecnencias se
harán sentir en seguida... ¡ Intentad tiraros desde el piso 15 ... para
verlo!
Los filósofos cristianos de la Edad Media, a los que llamaban
escolásticos (60), definían la verdad como:
adaer¡natio rei et intel­
leclus.
('.59) Cfr. Fundamentos_ de la politica, op. :it.
(60)

De
.rcola, escuela (los filósofos de la escuela).
852
Fundaci\363n Speiro

UBERTAD, UBERAUSMO Y TOLERANCIA
Balmes ( 61) decía que es la realidad de las cosas.
Concordancia estrecha entre lo que es y lo qne se afirma. El pen ·
samiento de acuerdo con las oooas, tal es la verdad. El pensamiento:
es decir, el pensamiento de alguien, de un s11¡e10,.
Las cosas, la realidad (62), es decir, el objeto a conocer.
Para que haya verdaid es n~ario, en el conocimiento, un ob~
jeto (una realidad) que sea aprehendido, pensado, expresado, por un
s11jeto conocedor.
Una idea es
verdadera cuando está de acuerdo con las cosas; es
falsa en el caso contrario.
La
moral sólo tiene sentido por la ordenación de nuestros actos,
según un ord natural y sobrenatural. De ahí que sus principios no sean «tabúes»
arbitrarios,

sino aplicaciones de la verdad.
El
Derecho no es la simple copia de «lo que se hate» y k lega­
lización

de los hechos. Es
la ordenación de las realidades sociales (tales
como

son) en relación
con la 1ey trascendente de un real querido por
Dios,

dentro de
un orden verdadero.
De
ahí su doble aspecto normativo y conforme con las realidades
sociales (sin lo
cual resulta

puramente teórico,
y verdaderamente ya
no ordena).
El arte está guiado por el sentido de lo bello, «esplendor del sen>,
según la expresión de Maritain. Supone la representación de un ob­
jeto por aquel que le ve y que, con su talento personal, transfigura su
imagen (63).
La fe es la confianza en la palabra de Dios que nos ha sido re­
velada, y que se expresa en Jos dogmas y en la enseñanza constante
de
la Iglesia romana. La
fe es objetiva. Es recibida ex at1dit11 (por el
oído).
(61) Sacerdote y filósofo español contrarrevofo.ciona.rio del siglo XIX. (62) En latín: res,-la cosa.
(63) Cfr. A la découverte du beat1, J. Ousset, Ed. Montaba, 1971.
853
Fundaci\363n Speiro

MlCHEL CR.EUZET
Nirestra
adhesión
persooal no depende de los
impulsos afectivos
de
nuestro subconsciente, sino

de nuestra conformidad con la
Verdad
revelada. Supone, por tanto, una enseñanza inmutable, datos estables,
y, por nuestra parte, una fidelidad sin tacha.
Fidelidad
y fe vienen del latín fides: un mismo origen y una
misma readidacl.
La pedagogía está ordenada a la búsqueda de la Verdad en el
conocimiento.
El niño deberá aprender la búsqueda apasionada de la
verdad,
fa sumisión a lo real, cueste lo que cueste a su vanidad y a
su
egocentrismo.
La educación se aplica a la. sumisión al Bien objetivo, verdad en
el orden de nuestros actos. El maestro enseña.
ese bien
a su discipulo
o alumno: mediante su ejemplo le enseña la práctica de la verdad
y del bien.
La p(Jl//ica es la conducción de los pueblos en conformidad con
leyes
trascendentes que

la. sobrepasan ; ella tiene un fin objetivo: per­
mitir el
desarrollo personal

de los ciudadanos, su felicidad
y, en un
plano más elevado, la salvación de su alma. El voto
puede ser un. medio de designación de los responsables
de

un puesto polltico, cuando los electores son
competentes sobre el
objeto de la elección. Pero el sufragio no es quien hace la verdad.
No es el fundamento de ningún derecho.
Con mayor razón, no puede
ser «universal», es decir, .que la opinión., personal o colectiva, no
puede reemplazar a un principio.
De este. modo, las aplicaciones del liberalismo se alejan gravemente
de la
retJlidad de las cosas, qne cada cual pnede observar y estudiar
para establecer y hacer respetar el orden social.
_¿Cómo •dheritse a

una
< después de todo, solamente
es el reflejo de nosotros mismos?
A
fuerza de buscarse sólo a


mismo,, ya
sólo se encuentra uno
a sí mismo. El espíritu gira en círculo. El
corazón se

seca. Desaparece
el ardor de servir, de
darse, de amdr. ·
854
Fundaci\363n Speiro

UJJERTAD, UBERAUSMO Y TOLERANCIA
Drama de los hombres de hoy.
Drama más horrible todavía cuando el hooibre. se siente el robot
de la
socieda.d en la que le ha encerrado y le mantiene el escepticismo
liberal. «Dos mil ,mllones de

hombres
ya no oyen más ,¡11e al ro·bot,
ya no comprenden más ,¡11e al robot, se h,>,:en robots», escribe A. de
Saínt.Jlxupéry en su Carta al General X... ( 63 bis).
Y
continúa Saint-Exupéry:
< facilidad, Son intercambiables los "frigidaire". Y también la casa, si no es más que 1111 con¡unlo de pieza;. Y la granja.. Y la religión. Y el partido. Y" ni siquiera se puede ser infiel:
¿Ser itrfiela ,¡11é? ¿Le¡os de

dónde e infieles
a ,¡11é? Desierto del hombre.» ·
El hombre de hoy siente tan claramente el vacío de uoa existencia
que ha llegado a

no tener
razón de ser pa.ra él, que busca los «paraísos
artificiales». Se «desfonda» pa.ra olvidar la tristeza de uo muodo que
ninguna «novedad»,
ningún «ocio organizado», ninguna planifica­
ción,
pueden hacer feliz.
La sociedad comunista intenta anexionar, en, su provecho, las más
altas aspiraciones de los hombres: generosidad, abnegación, don de
sí. Sin
embargo, sólo ofrece la visión sin esperanza de uo uoiverso
concentracionario, en donde se
les destruye.
Demostración por
la

negativa de lo que los humanos persiguen,
de lo que 1es eleva, les equilibra,
les ennoblece y les hace dichosos.
Aquel
que ama la ve,-dad no se miente. a sí mismo con fórmulas
equívocas. Ama las ideas claras, las definiciones precisas. Sabe que
la verdad no
está en un témúno medio entre lo verdadero y lo falso.
En
donde el mediocre se abre uo oportuno camino entre las opiniones
existentes
(verdaderas o

falsas), a
fuerza de

«condenas simétricas»,
de
hechos, «vengan

de donde vengan»;
para, de

ese modo, congra-
(63 bis) Escrito en julio de 1943; Cfr. Un sens a la vie, Gallimard, 1956, págs, 223-231.
855
Fundaci\363n Speiro

MICHEL CREUZET
ciarse con todo el mundo, el hombre consecuente desemboca en una
síntesis ordenada y armoniosa ele! saber.
Ahí

está la verdadera
sabiduría, que tanta falta hace en nuestra
época.. Sensatez y sentido común son su humilde y, a la vez, .segura
manifestación. Sabiduría y amor a la verdad, que presuponen odio al
error:
< que se te opone un blanco lo mas puro y brillante posible,
que denuncie
y condene di griI la mismo que di negro» ( 64)'·
Y Ernest
Helio escribe:
«Quienquiera que ame la verdad aborrece el error, y este aborre­
cimiento,
del error es la piedra de toque medi"'1fe la cual se reconoce
el amor a /" verddd.
»Si no amáis la verdad podréis decir que ki amáis e incluso hacer­
lo creer a Jois demás,' pero estad seguro,s que, en este caro, careceréis
de horror ht>cia lo que es fólso,, y por esta señal se reconocerá que no
amáis la verdad» (65).
Odio al erro1:, que no tiene nada qne ver con el odio a las perso­
nas, las cuales, con mayor frecuencia, son más bien víctimas que pro­
tagonistas de esos errores ambientes. «Tener el espíritu duro y el
ccrazón suave», aconsejaba Louis Veuillot. Volveremos a hablar de
ello
más ampliamente.
Amor ,l"1, biien, horrar del mal
El amor a la verdad y fa aversión al error tienen como corolarios
el

amor
al bien y el horror al mal. El bien es lo que es preciso
hacer para que nuestros actos estén en ,la verdad del orden. Mientras
n@ desaparezca la

regla moral, mientras subsista el sentido de la
perfección que ella indica,
nada se

ha perdido. Las caídas podrán
ser
numerosas. Al menos harán tomar conciencia

al
pecador de
su
debilidad
y, por consiguiente, aumentarán su humi1dad.
856
(64) R. P. Bruckberger: Les rosaques el le Saint-esprit, Ed. Jeune Parque,
( 65) Citado por J. Ousset: Para que El reine, pág. 2, Spoiro, 1961.
Fundaci\363n Speiro

UBERTAD, UBERAUSMO Y TOLERANCIA
Los
santos se coosideraban a sí mismos grandes criminales, pues
hasta tal punto tenían un sentido agudo de
la perfección moral.
El
arrepentimiento es el camino de la conversión. El liberal no
puede
corregirse por

sí mismo
un defecto
que cree
es una
cualidad.
El liberalismo
hace algo peor que llevar el pecado. Rompe el resorte
moral del pecador. Los desenfrenos de Luis XIV con la duquesa
de Lavalliere
o la marquesa de Montespon, ¿llaman la atención?
«No valían
más que los

otros», concluye el
liberalismo.
Sin embargo, su vida pecadora tenía, con respecto a la actitud
liberal, una

gran ventaja: conservaban el
«sentido del pecado», prin­
cipio de la penitencia, que es la clave de la misericordia divina.
La duquesa
de Lavalliere terminó sus días en el Carmelo, y la
marquesa de
Montespan, con el cilicio. Pecadoras, sin duda, como
aquella de la cual un día dijo Jesús que le sería
perdonado mucho
...
porque había
amado mucho.
«De todos los capitales precio,os, el

más
decisivo son
los
hombren>,
ha

escrito Stalin ... , ¡que sacrificó millones!
Y es
que un

Estado,
cualquiera que sw, tiene siempre necesidad
de
personalidades, de

jefes, de gentes que tengan
el gusto y el sen­
tido
de
las responsabilidades, así como el poder de aplicarlas.
San Francisco Javier pedía a Sao Ignacio que le enviase refuer­
zos
a sus misiones.
He aquí las cua:J.idades que exigía:
«Para sacar fruto de las almas es necesario q11e las per­
sonas q11e vengan a
este pals posean d(J! c11alidtkies: la pri­
mera, que hayan sido ampliamente probados en lo, traba¡os,
con

ello
htlbrán obtenido, experiencia y grandes beneficios;
la seg11nda, q«e tengan ciencia ...

Por
no haber sido

bien
probtkios en E11ropa, he

despedido
a los que habíais envitkio
aquí. En
efecto, salen
de ese santo Colegio de Coimbra con
grandes fervores, pero sin obtener con ello experiencia ... »
Que no se piense en un espíritu de clase. La mediocridad de
aquellos que
conservan una parcela de autoridad social se siente
857
Fundaci\363n Speiro

MlCHEL CREUZEr
por todas partes. Nadie quiere tener «problemas», na:die quiere to­
nw:se el trabajo de reflexionar y decidir. Las élires campesinas es­
ca.sean. El obrero capaz no intenta llegar a ser jefe de equipo y pre­
fiere
«seguir tranquilo». El soldado procnra «emooocarse». El pro­
fesor teme

«señalarse» en
el instituto. Los padres, «a la escucha de
sus
hijos», hacen que les

den lecciones
en lugar de darlas ellos.
Un
siglo y medio de liberalismo ha «castrado» a las generaciones.
La moda consiste en la mugre y la vulgaridad, y las colnrnnas
vertebrales han tomado la irritante costumbre de doblarse. Cuando
se
enderez.an es para lanzar adoquines, arrojar insultos, para la re­
vuelta y la repulsa.
Las ca.usas más santas. están mal servidas, porque no _ se atreven
ya a proclamarlas. Ante los servilismos de su época,, Dom Delatte,
abad
de Solesmes, se atrevió a declarar a los monjes lo siguiente:
8~8
«A todos esos seres, borracho.r de servilismo, gust,c,samente
les diría en sentido opuesl'o: "Acordaos que sois hombres;
un

poco de
arrogancia y un poco de orgullo." Ncsolros, man­
do obedecemos y ruando nos indin<1mos es ante Dios. Ah bien, inclinarJe ante Dios no es una btJjeza. Nos inclinamQs
ante n11ettro · Señor, ante el único Señor, el hijo único de
Dios.
Tenemos 11n Señor, no iniles. Los utros na existen para
nosotros,
y creo honrt!fos ál -decir que todos -ellos, mientras
vivamos,· -Ji todavía estuviésemos en la sociedad hll'(lk,lfl;a, si
tod"1)ia perteneciésemos a este siglo impuro, del que ron
r repetir las pdabras de Tácito: "Corromper

y
ser
corrompido: he ahí a lo que se llama et siglo1
', yo os
hago el honor de creer que, si

le
pertene'riésemo~, seríamos
anarquistas. Una
vez qge se recháZa la autoridad de

Dios
para no reronoeer ya más que la autoridad de l(Js hombres
y

del
mímero, (Y que se admite que ·et poder, en ve: de ser
el lugarteniente y el representante de Diós, no es otra cosa
que el resultado de~ número, 'Jº no, me· inc/inO': ¿por qué me
iba a indinar? ¿Qué derecho tienen sobre mí? Y este derecho,
¿quién se

lo
ha dado? V

os
otros tenéis vuestra vol1111tad, yo
tengo la mia. ¿La vol1111tad naciond? Pero, ¿qué es
eso?
Unos humbres que nO' ·tienen ningún derecho subre mí. Sin
duda son el númiero, _pero ¿desde cuándo el número da auto­
ridad?
Y si cck:ld unti de esas voluntades no

tiene ningún de­
recho sobre
tní, ¿en virtud de qué fantást'if:a operación, esas
Fundaci\363n Speiro

UBBRIAD, UBBR.ALISMO Y TOLERANCIA
vol1111tades que individualmente no tienen ningún derecho
sobre mí, van a encontrarse investidas de dicho derecho por­
que estén sumadas con¡zmMmente? Si no somos socialistas es,
¡,recistlfltente, porque sabemos cuál es la autoridad ante la
que
nos inclinamos» (66).
El padre De Fow:auld, durante la primera guerra mundial, escri­
bió
al
general Laperrine

lo
siguiente:
< que a.onse¡ar, so,bre todo, duiZNra
y humildad; con el tiempo
veo que lo q11e falta, la mayor parte de las veces, es dignidad
y gallardía» ( 67).
El liberalismo de tal modo ha hecho borrosas las verdades, em­
botado las

convicciones,
discutido las evidencias, ablandado los ca­
racteres por la manía de las concesiones y el horror a las afirmacio­
nes
dlaras, ahogado

las responsabilidades ... , que no tenemos ya
per­
sonalidades.
El

hombre de
gobierno se ha transformado en funcionario; el
oficial, en témico; el padre de familia, en posadero; el médico, en
veterinario; el maestro, en animador; el jefe de empresa, en hombre
de negocios.
Y el hombre de Iglesia se hace servidor de las fuerzas
que parecen garuu:: Estado o tropas revolucionarias. La huida d~
responsabilidades
ha sustituido al

espíritu
de iniciativa. Se abandona
éste a los estafadores, a los. granujas, a los po!ítiOOB sin escrúpulos.
¡ Y se quejan de la mediocridad en todos los escalones sociales !
rn,;,,,,,. Y medwcri.daa '1iberol,es
El R. P. Garrigou-Lagrange escribió:
«La mediocridad t1parece como una sabia ·mezcla de lo
verdad.ro y de lo falso, y como una ciencia del bien y del
( 66) Dom. Delatte: Contempler /'invisible, Ed, Alsatia, 19.64, páginas
86-87.
{67) Carta de 6 de diciembre de 1915. Cfr. R. Bazin, la Vie de Cbarle.r
de Fo11ca11ld1 Pion, 1921.
8~9
Fundaci\363n Speiro

MICHEL CRÉUZET
mal. El mediocre pretende redlizar <>qui lo que Dios jamás
ha podido hacer. .Qukre, dice, armonizáirlo todo y se dis­
pone
a confundir/o

todo, con lo
cuttl todo quedará embro­
llado y destruido. Comienza por establecerse en el centro, a
igual distancia del
bien y de ldS formas opuestdS del mttl
manifiesto. Para obtener el favor de

todos, o
del mayor nú­
mero, se declara amigo de todo el mundo; se presenta mo­
destamente como el sabio que, 41 fin, puede conciliar los di­
versos dSpectos
de la verdad y el error; extiende su indulgen­
cia a toddS las variedades de mal para reunMdS con

el mismo
bien.
Identifira misericordia y ju:rticia, hasta el punto de per­
donar tll impen#ente y reC"onocer los mismos derechos al­
error que a la verdad ... » ( 68).
¿Cree · alguien que el liberalismo puede escapar a la amenaza
del

capítulo
tercero del Apocalipsis?
< el

Amén, el Testigo fiel
y veraz, el principio
de

lt1,
cred,CÍón de

Dios: Sé
tus obrdS, que ni eres fría

ni
ca­
liente.

¡O¡,.!,á
fueras frfo o cttliente! Así,

puesto
que eres
tibio,

y ni
caliente ni

frlo, estoy
para vomitarte de m; boca.»
Tibieza y mediocridad liberales, ruyo efecto inmediato es lo que
corrientemente se llama «falta de hombres».
Cierros gobernantes tit11en graves r~sobilidades al respecto.
Han «roto.» a fos ejércitos en el momento en que eran victorio­
sos, transigido con el enemigo, dispersado a los jefes, desmoralizado
a
las tropas, mantenido en la población el desprecio por el suelo
francés, el egoísmo y la cobardía. Y han edificado su gloria sobre
el abatimiento
de

la
nación. Han jugado con el olvido de la digoi­
dad
y del espíritu de · sacrificio, cediendo a las presiones de la sul>­
versión inrernacional.
Han orgaoizado la cultura de «masa» para que no produzca éli­
ta. La fuerza de las cosas les obliga ahora al retomo a una selec­
ción bruta:!, pues si no los jóvenes se estancan en estudios sin por­
venir,
agria:dos y dispuestos a servir a cualquier causa.
En el origen : el liberalismo. Todo vale, no importa quién pueda
( 68) Die11, pág. 733, Beauchesne.
860
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UBEÍIJ'AD, UBERALISMO Y TOLERANCIA
hacer cualquier cosa, ni tampoco dónde ni cómo. ¿Por qué establecer
un

orden en las competencias
y responsabilidades? ¿En nombre de
qué la ética
libera:! iba

a poder justificarlas?
«No hay hombres -exclamaba el cardenal Pi.,_ allí donde no
hay ajirtnd&Íones, doctrinas y pritrcipios» (69).
La educación está como para volver a empezar enteramente. Y
esto
desde
la infancia: enseñar a esforzarse para
conocer la verdad ;
buscar sin
descanso no

lo que nos gusta,
sino la realidad de las
cosas; conocer el bien y ponerle en práctica; amar .a Dios y servirle.
Esto es «cosa pasada» entre los liberales. ¿Pero qué novedades
nos presentan éstos que hayan producido caracteres?
¿Qué queda en el reino de las opiniones, a no ser ideales mate­
rialistas? ¿Y

quién
querrá hacerse matar por la producción de acero
o

de petróleo, por
el dólar, el «cambio>> y otras pomposas sandeces?
La juventud tiene ne::,sidad de otras_ metas en 1a vida que en­
tusiasmen
más. Dur.utte cierto

tiempo se ha cre!do que un discurso
sentimental podría sustituir a una
el desinflado. Producir
y consumir no es todo en el hombre.
Si
rehusamos a

nuestros
contemporáneos el atractivo de la verdad,
del bien
y de lo bello, tendremos hippies o guardias rojos, que en­
viarán a sus amigos a pudrirse en campos de concentración ... en
nombre de la libertad.
(continuará)
(69) Cfr. E. Catta: La doctrine poiitiqu-e et sociale du cardinal Pie,
N. E. L., 1959.
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