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Número 193-194
Serie XX
- Textos Pontificios
- Estudios
- Actas
- Información bibliográfica
- Ilustraciones con recortes de periódicos
Autores
1981
Diversas perspectivas de las opciones a favor de los cuerpos intermedios
DIVERSAS PERSPECTIVAS DE LAS OPCIONES A FAVOR
DE LOS GUEiR!POS INI.1FlRiMiEIDIOS
POB.
JUAN V ALLHT DB GoYTISOLO
l. ¿Puede salvarse aún nuestra libertad, hoy a la deriva, al ha
berse perdido en pos del espejismo de una utópica liberación en el
futuro mundo
feliz de
una sociedad
homogénea que, acá abajo, pro
vea todas nuestras necesi~es, es decir, de un paraíso en esa tierra?
¿Pueden las democracias, advertidas de ese peligro, escapar a él?
La historia del último medio siglo nos muestra el fracaso de la
democracia
rousseauniam corno defen:sa frente a la concen1'rlle.ión
del poder en el Estado, conoecuencia de la alie1'k1IWn tota/,e a la
vokmté géné:rale, propugnada por él propio Rousseau (1). M.,ss
ner (2) lo advirtió hace bastantes años: «El baluarte "moral" que
en las democracias liberales de Occidente debiera constituir la res
ponsabilidad moral de los ciudadanos para ron sus derechos de li
bertad, ha probado su falta de fiabilidad en la democracia de ma
sas>,
No olvidemos que la igualdad, ideal democrático, facilita la ho
mogeneización que conduce a la sociedad de trlaSas, y, con ella, a dar
realidad a la visión que, hace más de cien años, proféticamente, hab~
anticipado Tocquevil!e (3), al advertir que «la anarquía no es el
(1) Cfr. nuestra comunicación al II Encuentro de la «Funda.2:ione Gioac
chino Volpe», El hombre anfe el totalitarismo estala/: U"ea..r fro/Jlko-jNridkas
de defensa, I y 2; cfr. en. Verbo, núm. 124-125, mayo-junio 1974, págs. 387
y sigs., o en Más .robre temas de hoy, págs. 364 y sigs.
(2) Johannes Messner, La cuesti6n social, vers. en castellano, Madrid,
Rialp., 1960, § 126, págs. 459 y sigs.
( 3) Alexis de Tocqueville, De la J'WÍ,ocratie en Amerique, ed. dirigida por J. R. P. Mayer, París, Gallimard, 1961, vol. II, IV ·parte, cap. I,
págs. 295 y sigs.
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JUAN V A1LEI' DE GOYTISOLO
principal mal que los pueblos democráticos deben temer, sino el me
nor>>; pues la democracia, además de esta tendencia, provoca otra que
«conduce por W1 camino más secrdo, pero más seguro, hacia la ser
vidumbre», a la que los hombres «se dejan conducir>>, «sin verla»,
,¡úent.~as se
produce
.«la
concen,tración gradual de
los derechos polí
ticos en las
sqlas manos
del Estado».
Por otra parte, unos partidos. presentan en sus programas, romo
meta, la de una futura sociedad homogénea que sólo se puede inten
tar hacerla realidad mediante un totalitarismo que
la imponga. Y los
otros partidos, por fines electorales, no escapan al reto de la dema
gogia.
La conquista- de votos · les incita a ofrecer a sus electores la
extensión de las funciones de la Administración del Estado para su
ministrarles un
bienestar,
cada vez más difundido. Pero esta acción
tutelar
dél Estado
tiene por
precio la
masificación y,
como contrapar
tida,
impele al
Estado democrático a confiar las palancas de su Admi
nistración a la
recnocracia. Puestos también en manos de los tecnó
°"'Í\" 1os· medios de comunicación de masas, permiten obtener, muy
democráticamente
(es d<"Cir,' con
el
refrendo de
votos mayoritarios),
la aprobación incondicional de los planes por ellos elaborados y el
logro de su realización total ( 4).
~ habló, ·en estOS últimos años, "de un so'Cidli.rmo Con rostro
hnm"'1o: Incluso se le creyó preanunciado por la denominada «Pri
mthlera de Pr,.ga» (5). La esperanza de ésta se esfumó violenta
mente. Pero, aunque hubiera tenido
éxito, esta
experiencia no hu
biera significado sino
una dúlcificación de
la
tiranía del
sistema.
Especialmente le
hubiera sido muy difícil, sino imposible, recuperar
la libertad ·perdida, cuando las democracias occidentales, por la vía
de
fa social-democracia, la están perdiendo.
Qertameµte, estas
.últimas se hallan
fuera del telón de
aoero que
las
sepa,,, dt!l roralitarismo tiránko, de 1'ts clínicas psiquiátricas para
( 4) Or. nuestro libro IJeologia, praxis. y mito de la tecn
logo,
sec. II. ar. 2.:!! ed. en castellano, Madrid, Montecorvo, 197', cap. II,
págs, 284 y sigs.
(5) Cfr. nuestra ponencia C~pitalism(J.-Socialismo-Tetnacracia, 11, B. b.
en
Verbo, núm. 101-102, .enerc;,-febre.ro 1972, págs. 97 y .sigs., o en Datos
y notas sobre el ,ambio de estruttura.r, págs. 35 y sigs.
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OPCIONES A PAVOR DE WS CUERPOS INTERMEDIO~
tratamiento de los disidentes y lejos aún del archipiélago de Gulag.
Pero siguen
otro modelo
de totalitarismo, preanunciado
por Toc
queville en unos párrafos que asombran por su clarividencia de más
de un siglo de anticipación. Viene
a ser la antesala del «m1111do
feliz» que nos anticipó Aldous Huxley y que nos ha sido mostrado
por Roland Huntford
(7) como el nuevo totaUtnránw instalado . en
el pardso sueco, la tierra prometida de lr>s planificadores, sin que
«la
democracia sufra por ello1>. Al
parecer, los suecoo «han aceptado
la
existencia organizada y estructurada para tener derecho al confort
y a la seguridad» ... «el precio de la satisfacción es la couformidad
absoluta» ... «la sociedad
impone
la uniformidad», con métodos
«civilizados, racionales y humanos, pero no menos implacables»,
y con «un grado de intervención estatal todavía desconocido en la
mayor parte de los paises occidentales».
Los suecos, «a cambio de
la sexnalidad, se
han dejado dominar por sus dirigentes ... ».
El premio Nobel de medicina 1973, Koruad Lorenz (8), ad
vierte, con preocupación, que «según una doctrina pseudodemocrá
tica de hoy» : «la condicionalidad ilimitada del hombre es suma
mente deseable»; y «que todo lo específicamente humano
es inopor
tuno, mientras todas
las manifestaciones ( ... ) que contribuyen a la
pérdida del carácter humano son extraordinariamente deseables para
una mejor manipulación de las masas. "Abajo la individualidad".
Así
reza la consigna. Tanto los grandes fabricantes capitalistas como
los altos funcionarios soviéticos tienen idéntico interés por conver
tir a los seres huinanos en súbditos uniformes e idealmente sumisos,
lo cual no se diferencia mucho de los personajes descritos por Al
doos Huxley eo su espeluznante novela del futuro "Un mundo
feliz"».
2. No es de extrañar,
pues, que la participación, la solidaridad
social y el espíritu comunitario se tengao que buscar y se hayan
bus-
(6) Tocqueville, op. y vol. cits., lib. 11, cap. VI, págs. ,24 y sigs.
(7) Roland Huntford, Le nou11eau talt:ditarismo. Le parailis souedois.
(8) Konrad Lorenz, Los ocho pec/J/Jos mortales 4e la humanidad ci11i-
1izdáa, VIII; cfr. ed. en castellano, Esplugas de Llobregat, Plaza y Janés,
Ed., 1973, pág. 101.
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JUAN V ALLET DE GOYTISOW
cado por otras vías que preserven la libertad de las personas y eviten
el riesgo de su absorción por el Estado.
Tras la
Revolución Francesa,
Edmund Burke (9) subrayó que
los constituyentes franceses, al distribuir geométricamente
y arre
glar aritméticamente su país, trataron a Francia «exactamente como a
oo país ronquistado», e hicieron «libre» a Francia como los romanos
a Grecia, Macedonia y otras naciones, «destruyendo los lazos de
unJón, bajo pretexto de
proveer a la iodependencia de cada una de
sus ciudades» ( 10). Olvidaron que no ha habido
nwica hombres
«que
se hayan vinculado por dignidad, por localismo o por verda
dero amor a una circunscripción determinada geométricamente» ...
«De nuestras familias --escribía (11 )__:__ pasarnos al veciodario y a
los habituales
conocimientos.
Son lugares de intimidad y reposo.
Estas divisiones de nuestro país, que
han sido formadas por el há
bito y no por decreto de la autoridad, son otras
tantas imágenes de
nuestra patria grande en el
cual el corazón encuentra su plenitud.
El amor al todo no se extingue por estos otros amores menores.
Quizás sean estos un aprendizaje elemental ... ». Los viejos parla
mentos regionales, añade ( 12), constituyeron «cuerpos políticos
per
manentes hechos para resistir arbitrarias innovaciones, y tanto estas
corporaciones como la mayoría de sus modos de actuar estaban bien
pensados
para asegurar a las leyes su auteoticidad en conjwito, así
como
su inviolabilidad. Habían sido asilo seguro para las leyes en
todas las revoluciones del capricho y de la opinión. Salvaron este
sagrado depósito de
la patria durante el reioado de príncipes arbi
trarios
y de las tormentosas arbitrariedades de las facciones».
Más tarde, Tocqueville (13)
hizo observar
cómo bajo las ruinas
del antiguo régimen, producidas por la Revolución, habla surgido
«un poder social inmenso que ha
atraído y absorbido en su unidad
(9) Edmund BW'ke, Riiflexione.s .robre la Revolución f,ance.ra¡ cfr. vers.
,.,pañola, Madrid, l. E. J., 1974,
(10) Burke, op. cit., 11, págs, 4
06 y sigs.
(11)
lbld., págs. 469 y sigs.
(12)
Ibid., págs. 489 y sigs.
{13) Tocqueville, L'encien Régime el la Révol11ti01t, lib. 1, ca.p. II;
cfr. ed, París, Gallimatd, 1952, vol, I, págs. 85 y sigs.
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OPCIONES A FAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
todas las partículas de autoridad que autes estabau dispersas en una
infinidad de poderes secundarios: órdenes,
clases, profesiones, fa
milias e individuos, y como difundidas en todo el cuérpo social»,
que
poco a poco el absolutismo había dejado inánimes y la Revo
lución destruyó de golpe
(14). Y propuso, como tímido remedio
a
las sociedades democráticas, el de confiar una parte de los poderes
administrativos «a los
cuerpos secundarios previsoramente formados
de simples ciudadanos», que, a la
sazón, veía
florecer
en los_ Estados
Unidos
de América
(15). Como se ve, estos cnerpos sociales -se
gún ha recordado Larca Navarrete (16)-tienen su misma razón
de
ser envuelta en una filosofía de las libertades reales y concretas. Recientemente,
el profesor Robert Nisbet (17) ha observado
que, a partir del ataque de Burke a la centralización revolucionaria,
se
han producido varias corrientes de signo distinto, pero que tienen
en común la «profunda creencia de la necesidad de proteger del
po
lítico al orden social». Para diferenciar cada uoa de ellas, en resu
men,
señala:
--La
línea conservadora, de la que nombra a De
Maistre, Bonald,
el
joven
Lamennais y a Le Play, en Francia; a Balmes y Do
noso Cortés, en España,
y a Southey y Coleridge, en Inglaterra,
«bajo cuya
influencia
-dice--la familia, el gremio, la locali
dad, la
región, la parroquia y la asociación voluntaria adquirie
ron ascendiente de nuevo en el pensamiento occidental, acabando
con
el período de exaltación del Estado político soberauo que
había iniciado el Renacimiento».
-La línea liberal a favor de lo social, de lo local, de lo voluntario
y de lo descentralizado, en la que sitúa a Lacordaire, Montalem
bert, Tocqueville, Wilhen von Humbolt, Mili
y Acton.
(14) Ibld., lib. I, cap. V, págs. 94 y sigs.
(15) Tocqueville, De la democralie en ... , vol. II, lib. III, cap, VII,
págs. 328 y sigs.
(16) José F. Lorca Navarrete, Plura/isf11(), regioTtflli.rmiJ,. _m11nfrif,alis
mo, Universidad de Sevilla, 1978, pág. 11.
( 17) Robert Nisbct, «La restauración de la autoridad»1 I, en Revista
de OcridenteJ III época, núm. 20-21, junio-julio 1977, págs. 40 y sig5., y
II,
eo· Rev, Oc., núm. 22-23, agosto-septiembre 19r'77, págs. 36 y sigs.
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JUAN V ALlET DE GGYTISOLO
-La línea radical de los anuquistas, expuesta por Proudhon, Ba
kunin y Kropotkin. Contrapuesta
al desprecio
que
Marx y sus
discipulos mostruon por
lo que denominaban pequeños patrio
tismos, la
adhesión a
la familia, al gremio, a la parroquia, a la
asociación cooperativista, qne relegaban
al «vertedero
de
la his
toria».
-Las líneas, próximas entre sí, de los fundadores del movimiento cooperativista
y de los sindicalistas de fines del siglo XIX y de
los socialistas
gremiales.
-
Y,
finalmente,
alude a
los pensadores, cronológicamente más
tudíos, que califica de pluralistas politicos, como
J. N. Figgs,
F. W.
Maitland, Otto von Gierke y Leon iDiguit, qne también
presentan
grandes diversidades
entre
sí.
Sin
perjuicio de que
después analicemos
las direcciones plura
listas en el orden social y politico hoy más destacadas, ha,,emos aquí
una advertencia respecto de la dirección anarquista. Se caracteriza
ésta, en ese punto, por su nominalismo filosófico y por su iguali
tarismo, que la contrapone radicalmente de la dirección tradicional,
pues a nada obedece que trascienda al hombre, a quien estima que
todo le es inmanente. No hay,
pa,,a Proudhon
(18), un orden na
tural que marque pauta alguna en una sociedad, que
estim,. «fun
damentalmente
económica»,
«de esencia conmutativa»,
en la que el
contrato es
«el orden,
porque
es· la
organización de
las fuerzas eco
nómicas en
luga,, de
la enajenación de las
lihertadesi>. Y
es rotundo
al respecto: «Es preciso suprimir, en
, una
palabra, todo lo que reste
de
. divino
en
el gobierno de la sociedad y reconstruir el edificio
sobre la idea humana del contrato». La dirección proudon.iana fue representada en España por Pi
y
Margal! (19), que defendió la federación a través del pacto.
(18) Proudhon, antología de textos recogiQqs por J. Muglioní en el
vol. J11stic'e et Liberté, París, P. U. F., 1962, págs. 206 y sigs., citados por
Legaz Lacambra, . «filosofía. del Pa~smo», en El P«ti.r,na en. la Hhtoria
Je España, Madrit;l, Instituto de ~paña, 19so,' págs .. 42_. y sigs. . ,
(19) Francisco Pi y Margall, las nari011aJidades,
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OPCIONES A FAVOR DE WS CUERPOS INTERMEDIOS
La línea tradicional española fue genuinamente representada. en
la
primera mitad
del siglo
XIX por el mercedario catalán Magín
Ferrer (20), quien señalaba
cuál era el respeto debido a las auto
nomías del padre de familia, de los ayuntamientos
y de las dipu
taciones, en
su
respectiva esfera,
como limitativas del poder real,
anticipando la línea que años
más tarde asumirla el pensamiento
carlista, que en el siglo
pasado estuvo
representado, principalmente,
por
Aparisi y Guijarro (21).
Donoso Cortés (22) había expresado vigorosamente:
«En el
catolicismo el hombre no está solo nunca: para encontrar un hombre
entregado a un aislamiento solitario
y sombrío, personificación su
prema del egoísmo
y del orgullo, es necesario salir de los confines
católicos. En el inmenso círculo que describen esos confines, inmen
sos,
los hombres
viven agrupados entre sí,
y se agrupan obedeciendo
al
impulso
de sus más nobles atracciones. Los grupos mismos entran
los unos en
los otros, y todos en uno más universal y comprensivo,
dentro
del cual
se mueven
anchamente, obedeciendo a la ley de una
soberana armonía. El hijo nace y vive en la asociación doméstica,
cap. I y apéndice V; dr. ed. Madrid, Mllildo Latino, 1929, págs, 115 y sigs.,
y 441 y sigs.
(20)
Fray
Magín Ferrer, l.As-leyes f,t,idamewtdles Je la mo,zarquia espt,1,-,
Jíola, seg,í11 f11eron antiguamente y, segllu cont,if!!.1e ·que sean . en la épocd ac
tual; Barcelona, Impr. y Libr. de Pablo Riera, 1843; dr. especial_mente
11 parle, cap. III, núms. 57, 66 y 72 en el vol. 11, págs. 77,)'"sigs., 91 y 94.
(21)'
Antonio Aparid y Guijarro pedía que las ~ fueran «venla
deta expresión
o representaci6n de las fuerzas· sociales» (Restaiwt1Ción1 1872),
abogaba contra la. centralización (Di/cursa en el Congreso, de 27 de enero
de 1859), defendía ló.s fueros y reclamaba que las Diputaciones, las for
maran,
de una
parte, los ayuntamientos hechos independientes, y, de otra,
la. Iglesia, la universidad, el tribunal de comercio, los colegios,. las acade
mias, los gremios ... de ciencias; de arte, de industria (Di.rc11rsa en el
Congreso, del 22 de _abril de 1859). Cfr. Francisco Puy Muñoz, Apariri y
Guiiat'ro. Sobre
los cuerpos sociales básicos, Sevilla, Ed. _Montejurra, 19'73, y
Raimundo de Miguel, Semblanza humana y política de Aparici j G11i¡an-o,
Valencia, Impr. J. María Montaña, 1980, págs. 29 y sigs. ·
(22) Jwin Donoso· Cortés, Ensayo sobre··_ el útolicism_o, el_ liberalismo
1 el srxi.tfrmo, cap. III; dr. Olwas Completas, ed: Madrid, B. A. C., 1970,
vol. 11, pág.
5 21.
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JUAN V ALLET DE GO'YTISOW
ese fundamento divino de las awciadones humanas. Las familias se
agrupan entre sí de una manera conforme a la ley de sn
origen, y
agrupadas de esta manera, forman aquellos. grupos superiores que
llevan
el nombre de clases: las diferentes clases se consagr.m a di
ferentes funciones: unas cultivan las artes de la
paz, otras las artes
de la
guerra; U)las conquistan la gloria, .otras administran la justicia,
y otras acrecientan la industria. Dentro de estos grupos naturales
se
forman otros espontáneos, compuestos de los que buscan la gloria
por una misma senda, de los _ que se CQ11sagran a una misma indus
tria, de los que profesan un mismo oficio; y todos estos grupos,
ordenados en sus clases, y todas las clases jerárquicamente ordenadas
entre sí, constituyen
. el
Estado, asociación ancha
en la que todas las
otras se mueven con anchura.
»Esto desde el punto de vista social. Desde. el punto de vista
político, las familias se asocian en
grupos diferentes : cada grupo
de familias constituye
uo municipio; cada municipio es la partici
pación en común de las familias que le forman, del derecho de ren
dir culto a Dios, de administrarse a
sí . propias,
de dar pan a los que
viven
y sepultura a los muertos» .. . «De la variedad de los munici
pios se forma la unidad nacional
..... ».
Este escalonamiento de facultades --de la familia, del municipio
y
de las antiguas
entidades
históricas--sirvió también de
línea
di-·
re=iz
a la escneJa jurídica catalana del sigló pasado, en la que des
tacaron Falguera (23) y Durán y Bas (24).
El pollgrafo aragonés Joaquín
Costa (25) configuró jurídica
mente
este escalonamiento en torno a los principios
standum est
cha,te de las fami'lios y el ,t,md,,,n, ,m e~ de las loca
lidades
y cirscunscripciones; y -m!s de una década antes de los
(23) Félix Ma.rJa_ de Falgu.e.ra, Conferencias ,Je Derecho r:dltdá11,
Coof, 1.&; año 1870, Barcelona, Impr. Luís Tasso, 1889, págs. 13 y sigs. ·
(24) Manuel Durán y Bas, Memoria Je las Instit11ciowe1 del Derecho
Ci•il áe Cataluña, Prólogo, Barcelona, Impr. Casa Caridad, 1883, págs. xc
y sigs.
(25) Joaquín Coota, La libert'6á ri•il y el Congmo áe /11riscons11/tos
Arag011e.res, Madrid, Libr. Gral. Victoriano _Suárez, .188~, cap. VI, págs. 167
y sigs.
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OPCIONES A FAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
trabajos que en 1894 publicaría Gustave Le Bon (26)-expuso la
contraposición
del pueblo, , así organizado
y activo, y la «ma.sa inor
gánica
que recibe el impulso
y dirección de los poderes oficiales».
El obispo de Vic, Torras
y Bages (27), también antes de Le
Bon, hizo la misma contraposición entre el «conjunto de innumera
bles
individuos sin
ligamen», o
«masas», y las sociedades organizadas
internamente
en sólidas instituciones, basadas en la
familia y con
el
municipio como
pieza fundamental
de la
organización regional
(28),
en
una jerarquía
fundada en
la naturaleza (29).
3.
En Francia, en
los círculos. católicos
se
había forjado
una
tendencia corporativa, conocida por la Escuela social
católica, fo
mentada
por escritores de /' As,ociation Cdtho{iq11e, que más tarde,
en 1887, formularon su posición
en un
manifiesto firmado
por Al
bert de Mun, de Pascal, Antoine, Raul Jay, Henri Savatier, L. Mil
cent, Le Cour-Grandmaison y Etienne Sain Leon, propugnando la
organización social por
profesiones (30).
El marqués
de
La Tour du Pin :propuso dar nueva vida a la
antigua constitución política y social de su país. Son significativas,
por poder
suscribirlas rualquier tradicionalista
español, las siguien
tes frases que -de su libro
H&ia 11n orden social cristimzo (31)
transcribimos (32): « ... dentro de la nación, el hombre y la idea
de libertad iba unida a las libertades
pqblicas; no
se hablaba
de. li
bertad, sino
de
libertades. En lugar de ser una abstracción de donde
todo puede engendrarse menos un
beneficio cierto,
la libertad era
(26) Gustave Le Bon, Psicología de itJ.J m11/titlldes,· cfr. especialmente
lib.
I.
cap. II, y lib. II, cap. III, ed. en · castellano, Buenos Aires, 1958,
págs. 39 y sigs., y 173 y sigs. · · · · ·
(27) Josep Torras y Bages, La tradició ·catalana; dr, 2.! ed. Vic Estam-
pa de la V da. de Ramón Anglada, 1906, págs. 58 y sigs.
(28)
Ibid., págs. 68 y sigs., 99 y sigs., y 144 y sig.
(29') Ibid., pág. 70.
(30) Cfr. el libro de Joaquín Azpiazu, s·. l., El B.!tetdo c_01'port11ivo,
Madrid, Ed. Razón y Fe, 1934, cap. IX, 1, págs. 141 y sigs.
(31) Marqués de la Tour du Pin, Hacia_ un ,o,w;/en social crjstiano;
cfr. .,!. en castellano, M¡adrid, Cultura Española, 1936.
(32) Ihíd.,
cap.
XII,
págs. 345 y
sigs.
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JUAN VALLEI' DE GCJYTISOW
una idea coocreta que se formulaba a través de derechos y costum
bres. El príncipe juraba
conservarlas y mantenerlas; el pueblo le
prestaba, en
compensación, juramento
de fidelidad
y ,!Ida uno se
sentía suficientemente libre: el monarca en su trono, el magistrado
en su Tribuna~ el señor en su feudo, el mercader eu su tienda, el
artesano ·en su
taller, el labriego en su
manso, del
mismo modo que
el obispo en su
cargo pastoral, el religioso en su convento, el canó
nigo en su capítulo
y el párroco en su parroquia.
»Cada uno
se consideraba protegido,
y al mismo tiempo sujeto,
por las -reglas de su Estado- reglas nacidas de
la costumbre, que
es la forma
más libre y más clara del consentimiento. Por otra parte,
todos se movían en libertad dentro del cuerpo social al que
perte
necían, sin entremezclarse confusamente en la sociedad, como si hu
biesen caldo de la luna y s6lo· el azar los reuniese. Los cuerpos so
ciales,
a su
vez, actuaban autonómicamente
dentro de su órbita,
cada
uno según sus cánones, pero sintiéndose tan libres como los indivi
duos, en el cumplimiento de
sus destinos.
Esta era la formación
dél
cuerpo social, donde la li~ se entendía, más bien, como clave
del normal juego de
sus funciones, que como facultad de producir
el
desorden y fomenmr la anarquía.»
Por
aquellos años, en la
Rev11e des De11x Mondes, Charles Be
noist había
propuesto
«sustituir al sufragio universal inorgánico
por
el sufragio universal organizado», o, en otros términos, «restablecer la natural
estructura de la sociedad y acomodar a la misma su orga
nizarión politica». Haciéndose
eco de
este artículo,
Prat de
la Ri
ba (33) se adhirió.a su propuesta y comentó que significaba incli
narse a
la representación P9< clases y gremios, que alcanzó su ex
plendor
en la Edad Media; pues, «dentro del
circulo primordial»
de
la sociedad natural por
excelencia o
narionalidad, «la naturaleza
ha trazado otros drculos secundarios, agrupaciones dentro del grupo,
sociedades dentro de
la sociedad, de las cuales el individuo, nece
sariamente, por un hecho ineludible, forma parte. sociedad domés tica, municipal,
comarcal,. clase
(profesional},
etc .... ».
(33) Enrique Prat de la. Riba, «El sufragio u¡úversal ioorgáoico y el
sufragio universal corporil.tivÓ», ·en Rev. furídica Je Ca1al11ña, I, 1895,
1'Ó8', 370 y sigs. · ·
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OPCIONES A FAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
El mismo· Prat de la Riba, con Cambó, al discutirse el «Proyecto
de ley estableciendo las bases para la reforma de la Administración
local», se manifestaron a favor del sufragio corporativo
y de una
representación orgánica (34).
Cambó defendió en el Congreso el
voto corporativo en su discurso de 22 de febrero de 1908, con estas
rotundas afirmaciones: «El principio de la representación corpora
tiva ha sido siempre un pliegue de nuestra
bandera y un punto de
nuestro programa», que viene a sustituir «en la parte qlle se concede
en la representación corporativa, aquella · agrupación mecánica, inerte
de los electores en secciones, sin ningún lazo que los una, aquella
organización en partidos y banderías» ... «Si todos los ciudadanos
estuvieran asociados, si formasen parte de alguna
corporación» ...
«creo
que tendrían
razón los
representantes del partido tradiciona
lista que quieren sustituir
in tot11m la. elección directa por la repre
sentación gremial».
Años después, el citado Cha,;les Benoist, ya en nuestro siglo, en
su libro
Las leyes de la política frt1nc,sa (35), insistió en que «la
vida nacional no es sólo la suma de las vidas individuales. Para
formar su tejido, una ~erie compl~a de vi<:).as colectivas se entrecru
zan con
la nuestra por razÓp. de la naturaleza o la socieda4.: vida
familiar, vida profesional, vida social, religiosa, intelectual, moral,
incluso mundana, civil y cívica» ... «El individuo, parte integrante
del
cuerpo de
ciudadanos, no está colocado directa.mente frente al
Estado» ... entre
éste y el individuo «hay un número cada vez mayor
de
cuerpos intermedios». Por eso, una «representación real del país»
deberá basarse en ese punto de vista,
y entonces
se podría
«empezar
a
hablar de
órganos, de orgánica y de organizar>>.
También dentro del campo doctrinalmente jurídico, se observó
una tendencia que proponía defender la libertad del individuo a
través del pluralismo social.
(34) Cfr. el libro de Jesús Pavón, Cambó, vol. I, Barcelona, Alpha,
1952, cap. VI, pág. 290.
(35) Charles Benoist, Las leyes de /a. politka, vers. española, Madrid_,
Cultura Española, 1941, cap. XV, págs, 245 y sigs.
309
Fundaci\363n Speiro
JUAN V ALLET DE GOYTISOW
Así, Hauriou (36) advertía: «La vida social ha hallado un pro
cedimiento de liberación muy simple, que consiste en
las organiza
ciones llamadas a disputarse a un individuo. Este, puede oponerlas
una a la otra para hacerse proteger por la una contra la otra.» En esta linea jurídica, aunque con influencia de la filosofía krau
sista, podernos colocar en España a Adolfo Posada
(37), que lo
centraba especialmente en el municipio, donde -dice- «se convina
la idea
comunidad natural c,m vida prap;a -base real sociológica
de la
autonomía--con la de jerarquía jurídica -base de la subor
dinación
jurídica-».
Y, volviendo a Francia, ya en la tercera década de este siglo,
Le Fur (38) concluía: «El pluralismo de los órdenes sociales es la
mejor garantía contra los
abusos de
cada uno de ellos.»
4. Podemos resumir muy esquemáticamente en cinco las prin
cipales direcciones que en el primer período de este siglo trataron de hallar la solución social en la
organización de
cuerpos interme
dios entre el individuo
y el Estado. Son, fundamentalmente, éstas:
a) La foral, o hiftóricd del tradicionalismo español, que tuvo a
Vázquez de
Mella como su
más genuino
representante. A su jui
cio (39), para poner freno al Estado «omnipotente, avasallador»
que «es como una pirámide de hierro que gravita sobre
las libertades
(36) Maurice Hauriou, La science sociale lraáiccionelle, pág. 370 (cita
de Paul
Roubier, Theorie Générale Ju Droit, 2.3 ed., París, Sírey, 1951,
¡,ág. 282). ar. también Archiv. de Philo1ophie du Droit et de Sodologie
Juridique, 1935, 1-2, pág. 293.
(37) Adolfo Posada, El régimen municipal en la ciudad moderna y bos
quejo del régimen local
en
España, Francia, Inglaterra, Estados AlemaneJ 1
Estados Unidos;
cfr. 4.1 ed., Madrid, tibr. Gral. Victoriano Suárez, 1936,
pigs. 53 y sigs.
(38) Le Fur, «Du droit individue! au droit social», en Arch. Ph. d11
Dr. et Je Soc, J11r,, 1931, 3-4, pág. 307.
(39)
Juan
Vázquez de
Mella,
Discurso en la Semana Regionalista de
Santiago
de Comfwstela, del 31 de julio de 1918, Cfr., en la antología selec
cionada por Santiago Galindo _Herrero,
Regionalismo 1 Monarq11Ja, Rialp.,
1957, págs. 107 y sigs.
310
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A FAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
nacionales», es preciso rechazar la unificación de la soberanía en el
Estado. «¿Qué importa -pregunta ( 40)- que la soberanía emerja
de abajo
y se suponga que brota de una multitud inconsciente, o
que
desciende de
arriba como
en
los césares protestantes,
o que surja
de
esa teoría
absurda
y panteista del Estado único, de la personali
dad
del Estado, que confunde la vida jurídica con
la actualidad
del
todo social?», «aberración tiránica, pero consecuencia inevitable de
haber confundido en una unidad la sociedad civil con el Estado».
Esa «doctrina de la unidad de
soberanía, propagada
por medio de
esa democracia individualista en forma de soberanía
popular pri
mero,
y de soberanía del Estado, por último» : <
vieja estadolatría pagana».
Por
eso, frente a la teoría de la
unificación de
la soberanía,
pro
ponía Vázquez de
Mella ( 41) la de
la doble
soberanía, distinguiendo
una
soberanía política y otra soberanía socia1, «complementarias».
Para
ello,
Mella ( 42),
estimaba necesario «descuajar el árbt>l cen
tral» con «una reintegración a la sociedad, en todos sus órdenes y
jerarquías, de la soheranla social de las atribuciones que el Estado
ha
arrancado o
ha conculcado contra su propio derecho desde la
familia
y el municipio, agregación y senado de familias, las comer
cas, las regiones». Es decir, toda «sociedad
secundaria» (
43), o
sea,
las
«sociedades
intermedias» (
44) o
«poderes intermedios
entre la
familia y el Esrado» (45), entre las que distinguía unas «socie
dades complementarias como el mwiicipio, como la comarca,. como
la región», y otras «sociedades deriv(l,fivas, como la escuela, como la
( 40) Ihid., págs. 112 y sigs.
(41) Ibid., págs. 115 y sigs.
(42) Vázquez de Mella, Di.rc11r.10 en el Parlamento, del día 18 de junio
de 1907; cfr. vol.
cit .• pág. 69.
(43) ]bid., pág. 57.
(44) Cfr. Discurso en la Semana Regio11aiista de Santiago de Compostela,
loe. cit., pág. 107; Discurso en el Parid.mento, del 22 de junio de 1907,
vol. cit., pág. 472.
,(45) Cfr. Discurso en el Parque de la Salud de Bpce/,ona, del 17 de
ma¡,a de
1903; cfr. vol.
cit., pág. 305.
311
Fundaci\363n Speiro
fUAN VALLBT DE GOYTISOLO,
universidad, como la corporaci9n» ( 46). Una fuente de esa organi
zación
socia.!, a
su juicio ( 47), es la
tradición, «pero
no la única ni
la
principal», pues
«cuando la tradición no expresa la necesidad pre
sente,
porque la
necesidad
ha cambiac\o, entonces la necesidad actual
tiene
una importancia mayor
.que la tradición pasada
y engendra otra
que ocupa su
puesto».
En palabras suyas ( 48), estas «entidades socia.les que -aparte
de la persona individua.!, cuyos derechos natura.les somos los prime
ros en reconocer como anteriores y superic;:tres a toda ley civil-,
comienzan por la familia, se prolongan por el municipio, agregación
de las familias,
y siguen por la hermandad de esos municipios ,en
comarcas
que
vienen después a unirse para formar la región», «con
otras corporaciones análogas y, con las clases que las
enlazan,. son
los que limitan, contrarrestan y .sirven de r011tenci6n _orgánica, no
de ccmtenci6n mecánica, como las inútiles que vosotros imagináis, a
los abusos de la sobertmía ¡,oUtic4>>. Así, frente a la soberanía poli
tica, sitúa ( 49)
«la verdadera autonomía socia.!, que la limita, eri
zada, por decirlo
así, de
libertades», «que amura.lla la soberanía del
Estado centra.!, para que no se desborde. y se mantenga dentro de su órbita, contenida
por. esa
serie
escalonada de
baluartes que marcan
en derredor de ella un
dratlo sagrado
que
no. puede
traspasar el
poder soberano sin poder convertirse en tiránico».
Vázquez de Mella tuvo una concepción -que se denominó
so
ciedálista (50)- según la cual la sociedad politica debe ser una
confederaci6n de
grupos humanos históricos e institucionalizados,
(46) Diffurso en el Parlamento, del 18 ·de junio de 1907, vol. .dt.,
pág. 63, y en semejante sentido en el de 31 de julio de 191.8 en Santiago de
Comp.>5tela, vol. cit., págs, 116 y sigs.
(47) Discurso últ. cit., pág, 101.
( 48) Discurso en el Parlamento, del 30 de mayo de 1893; dr. vol. cit.,
pág, 448,
(49)· Discurso en el Parq11e áe la Salud, cit., vol. cit., págs .. 296 y sigs.
(50) Para una síntesis del «sociedalismo» de Mella, cfr.
R,dm11ndo de
Af¾uel, 131 sociedalismo de Don Juan Vázquez de ~1.ella, Sevilla, Ed. Católica
Española, 1979,
312
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A FAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
políticos unos -municipios y antiguos reinos-, y sociales otros:
las
asociaciones, profesionales o no, de todo género
(51).
b) La propugnada por la Federation Regionaliste Franfaise,
de Charles Brun, y por la Action fr/#1faise, guiada por Charles
Maurras, de la cual puede considerarse como
expresión la
expuesta
posición de
Charles Benoist,
cuando, ya
viejo,
escribe l.As leyes de
la Polftica FranceJa.
e) La del círculo católico que formuló los Códigos políticos
y social de MaU,,,,s, según el cual:
·
«Hay
sociedades políticas a nivel inferior al Estado. Tales son la
comuna,
la provincia, el · departamento o la región instituida» ... «A
estas agrupaciones naturales o históricas corresponden verdaderas so
ciedades politicas», con autoridad que
«no es soberana», sino «do
minada
por
. el
Estado»; pero
«con derecho a . la autonomía» que
«responde a una exigencia de la rea'1idad» (52).
«La asociación responde a un instinto y a una necesidad, y cons
tituye, por elfo, un instnÚnento de progreso»; y; en ese campo, co
rresponde al ·Estado «ayudar y proteger la iniciativa privada y, en
caso de flaqueza de la misma, reemplazarla» (53). ·
«B~
en grupos profesionales, la
sociedad
humana se
encuen
tra naturalmente estructurada» ... «En el
seno de la profesión, or·
ganizad¡ o
en
organizaci6n, · 1os interesados pueden · constituir aso
ciaciones», que ·«se deriomirian:, -genera.Imente, sindicatos; de ahí · ta
fórmula "el sindicafo libre en la profesión organizada"» (54). Im-
.(51) Cfr. Rafael .Gambra, 1.4 ,nrma,rqtda .!Otial y repre,rentativa e[t
el pensamiento tradicional, · Madrid, Rialp., 195-3; dr. 2.!-ed., Madrid,
Org. Sala Ed., 1973, a¡,. VI, pág. 103.
(52) Código Polflico de Malintts, núm. 163 y 164. Cfr. en el libro de
José María Garáa Escudero, Los principios de .rólidMiddd y··de iubsidiariedad,
,o,n:q };ostulttdos de Ja po]ltitá -social, Madrid, 1960, pág. 120,
(53) Códigt;, polltico, núms. 111 y.·sigs.; dr, op, e#., págs. 122 y·sigs.
(53)
CóJii;o polltico, núms. 111 · y'sigs;; dr: op. cit:, pags: 122 y sigs:
(54) 'Código sodal de Mal;;11ZJ, núms. 76 y sigs. y 121; cfr. Op, · cit.1
pág. 131.
Fundaci\363n Speiro
JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
porta, pues, «no confundir la autoridad profesional y los sindicatos,
a pesar de las
estrechas relaciones
entre éstos
y aquélla» ( 5 5).
d) La línea corporativa f.arcista la onunció Musolini en su dis
curso pronunciado en la asamblea del O>mejo Nacional de O>rpora
ciones
el
14 de de noviembre de 1933. Tenía, por fin,
inregral orgánica y unitaria de las fuerzas productoras, tendiendo al
desarrollo de la riqueza, a la potencia pollftica y al bienestar del pue
blo
italiano», a
través de
corporaciones constituibles
por grandes ra
mas de
la producción, con un estado mayor que debía comprender a
«los
representa.ntes de las administraciones del listado, del Partido, del
capita~ del trabajo y de 1a téonica», remitiendo al Gran Consejo del
Fascismo «la decisión acerca de los desarrollos ulteriores en sentido
político
constitucional». No recogla tradición
histórica alguna
y se
basaba en la actividad económica, dentro de ta cual entendía qne, en
el
organismo político-jurídico del Estado, se inregraban, como «ór
ganos de la economla moderna», los sindicatos y las corporacio
nes (56).
e) La linea liberal ofrece en este ámbito la importante aporta
ci6n de Salvador de Madariaga (57). Este, en 1934, publicó su
libro
;Anarquismo o ferarqtda, en el cual parte de la distinción entre
demfJCfada estf/Jistira, según la cual «el Gobierno por el pueblo sig
nifica gobierno
por la suma aritmética de los habitantes de la nación
o de su mayorla, postulado que, aun absurdo,
es la
base del funcio
namiento y
del pensamiento
de nuestras
democracias» y democrdd-,
orgánica, integrada «desde el · pw1to de vista de una unidad supe
rior», que
forman «seres razonables», no
corno «fenómeno puramen
te
mecánico en
la dirección
que impone la resultante de la compo
sición
mecánka de
las fuerzas individuales o de grupo
que actúan
en cada momento» (58).
(55) Ibíd., n6m. 119, pág. 132.
(56)
Benito
Musolini, El Brlado Corp,wati,,o, 2.4 ed., l. S. !., Salaman
ca; cfr. especialmente págs. . . . y sig,;.
( 57) Salvador de Madariaga. Anarq11/a o J erarq11I., Madrid, Ag,úlar,
1934; cfr. 3.4 <:d., 1970, y especialmente pág,;. 109-156, 1!>2-195 y 237-264.
(58)
Ib/J., págs. 109 y sig,;.
314
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A FAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
Para ello, organiza paralelamente el Estado ecrmómico y el Es
tado político. El primero dirigido por un Consejo Económico Na
cional «elegido por su competencia»; ápice de una organización cor
porativa por clases de industrias culminada en un Consejo Corpo
rativo
Nacional (59).
Y, el
segundo, tendrla ·por base el cuerpo elec
toral
municipal, que formaría.o los
ciudadanos. Pero, hace
cousrar
que «su derecho
de sufragio directo terminaría en el municipio»;
pues a partir de éste:
«Los concejales
formarían el cuerpo electoral
para
la diputación regional, y los diputados regionales elegirían el
Parlamento, qne, a su vez, elegiría el Gobierno» ( 60).
Es de notar que en
España, además
de ésta
y de la ya referida
posición tradicionalista, con
Vázquez de
Mella como más caracte
rizado representante,
otras dos tendencias, una cultora! y otra polí
tica, se levantaron a favor de una estructura social orgánica como
limitación del poder político supremo.
La primera fue recogida por Acción Españo/4, en la cual las
orientaciones de procedencia francesa del Conde la Tour du Pin y
la de la Action F,""faise confluyeron, en este punto, con la aporm
ción
con raíz tradicionalista de Víctor Pradera, en buena parte
ins,
pirada en Vázquez de Mella. Así, la editorial Cultora Española pu
blicó, traducidas al castellano, Hacia 1111 o,Jen social cristii>no, del
primero,
Las leyes de ¡,. Po·lltica, de Charles Benoist ( 61), y lanzó
hasta tres ediciones de
la obra
de Víctor Pradera,
El Estdd o ""''
vo (62).
Según explica éste, en la concepción de la sociedad conforme a
la
ley nt1111raJ, «no hay garantías escritas en el papel, sino orgánicas
y natorales; es decir, automáticas y eficaces. Contra las extralimita
ciones de la nación en el ejercicio de la soberanía, el ciudadano está defendido,
arriba, por
lo único que cabe:
la idea y el sentimiento
religiosos, que actúan en el orden de
la conciencia; y, abajo, por la
(59) lb/á., págs. 140 y sigs.
( 60) lb/ti., págs. 148 y sigs.
(61) a,. ,up,a, notas 31 y 35.
(62) Víctor
Pradera,
Bl Estado Nuevo; cfr. 3J! ed., Madrid, Cultura
Española, 1941.
315
Fundaci\363n Speiro
JUAN VALLET -DE GOYTISOLO
trama dedas-sociedades infrasoberanas que oponen al abuso del
podet -nacional,
no
la fuerza aislada de un hombre, sino las potentes
autllrquias sociales»
(
63}
La
otra corriente, es decir, la politica, fue -enunciada por José
Antonio Primo de
Rivera, en Bander~ que se-alz,¡ (64), discurso que
Víctor Pradera ( 65) consideró
integrado en
la vertiente tradicional
españp,la. Pero, muerto José Antonio, nada tuvieron que· ver -con esa
linea otros nuevos núcleos intelectuales falangistas, agrupados -en 1940
en torno a la revista Escorial} -que trataron de insertar en la Falange
la filosofía de Nietzche ( 66).
5. Después de concluída la Segunda Guerra Mundial, las ten
dencias
antes expresadas
cohtinuan o incluso se
acentúan en
algunos
aspectos y
direcciones.
En 1943 el profesor
dé la
Universidad de Zurich, Emil Brun
ner (67), advirtió que el Estado totalitario no es, como la dictadura,
una forma de Estado, sino
«la omhiestatalidad,
la estatalización in
tegral de la vida, que es posible
sólo cuando se
ha
arrebatado el poder
a
las
formás de
vida preestatales y al
individuo>>. Por
eso, frente al
Estado
totalitario, propuso
( 68) como
rémedio una
sociedad estruc
turada en estamentos, de abajo hacia arriba, imponiéndose al Estado
él principio de
subsidiariedad. --
En
el
ounpo jurídico, 'el que fue decano de
la Universidad de
Lyon, Paul Roubier ( 69), advirtió de la necesidad de evitar
«una
(63) lb/ti., cap. N, pág. 121>
( 64) José Antonio Primo de Rivera, -Bmulera qge Se alza;· dr. · en Auión
Españ~
núm. 40,_de 1 de.noviembre de 193-3~ págs. 363 y sigs.,.o en Anto-
l!]gia de . .tf.cció~ E,pañc,la, Burgos, marzo. 1937, págs. 172 y sigs.
(6'.5) Víctor
Pradera, «¿Bandera que se alza?, en
~kdón Española,
núm. ·4·3, de 16 de diciembre de 19'33, págs. 643 y ·sigs., o en Antología ... ,
págs. · 210 y sigs. --
(66) Cfr. Vicente Marrero, L:, guerra espa.iold y el trust Je los &erebro1
1
Madrid, Punta Europa, 1962, pág. 269.
( 67) Emil Brunner, La Justicia, trad. de -Luis Recassens Siches, México,
Centro de Estudios Filosóficos de la Universidad Nacional Autónoma de
México, 1961, cap. XVI, págs. 174 y sigs.
-/68) Ib/d., cap. XIX, págs. 232 y sigs.
(
69) Paul
Roubier,
op. rit., núm. 32, pág. 283.
316
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A FAVOR DE WS CUERPOS INTEII.MEDIOS
hipertrofia monstruosa del Fstado», de sefiaJar un campo de acción
mucho más vasto
al interés general, «gracias a la multiplicación de
las
agrupaciones humanas,
dotadas de poderes de derecho»; ya
que (70),
«aun manteniendo la idea de que el Estado debe continuar
siendo la agrupación principal, es necesario organizar una serie de
otras agrupaciones dotadas
de un derecho de poder público; pues el
pluralismn de órdenes jurídicos evitará la atrofia del derecho indi
vidual que conduciría a la
tiranía».
El
profesor
René Savatier
(71) mostró cómn la Revolución fran
cesa, en la escuela de Jean Jacques Rousseau, dejó reducidas todas las
potencias a
autoridad : la
asamblea encargada
de legislar
que detenta el poder legislativo de un,
modo absoluto».
A los ojos
de la revolución, a los de Rousseau y a los de Napoleón
Bona'paite,
«todos
los grupos, todas las comunidades que contienen la
!Íbertad
del
individuo desde la familia
,hasta la
corporación, todos eran.,.
unos
usnrpadores
de la libertad
'individual». Así se ha caído -deda
en
el «nuevo peligro»
de <(subordinar
sistemáticamente,
doetiinal
ll1Cllte,
el hombre a lo social, la persona humana a la persona piíblica,
el
individuo a lo colectivo»,
al quedar el individuo solo ante él Estado,
para la determinación de los fines sociales, y sin el apoyo de los cuer
pos sociales con los que precisamente puede realizarlos.
El
profesor de la Universidad de Viena, Johannes Messner
(72)
fue muy preciso: «El hombre sólo es realmente libre en cuanto mien1-
bro
de comunidades sobre cuya existencia
y actividad puede decidir
en forma compartida», «que,
por ello, han de velar celosamente por
su autodeterminación y autogobierno, .por su autonomía»; pues «no
hay libertad sin comunidad, comn no hay comunidad sin libertad»,
«que significa libertad personal
, y autonomía en todas las esferas vi
tales,
con
participación en
todas las
regulaciones que
en cada una de
ellas afectan a todos los miembros de la sociedad».
(70) Jbíd., núm, 33, ,pág. 290;
(71) René Savatier,
D11 Droit cítJÍJ at1 Jroit public, cap. I; dr. ·2.! ed.,
París,· Libr. Grale. de Droit et Jurisprudente, 1950, págs. 6 y sigs.
(72) Messner, op. cit1; núm. 129~ ·pág. 546.
317
Fundaci\363n Speiro
JUAN V ALLET DE GOYTISOW
El profesor de la Universidad de Lieja, Marce! de Corte (73 ), ha
demostrado cómo el
actual totalitarismo es resultado de haberse hecho
del
Estado una
sariedtld de imlividuos -«verdadera disociedaá»,
dice--, en lugar de 1lillL wciedad de s,;,ckJades; pues (74), «Todo
Estado
construido sobre
las
comunidades naturiles y sobre el arrai
go que ellas difunden, ve de tal suerte su poder reducido a su justa
medida que raramente actúa como una manifestación de una fuerza
exterior a los áudadanos. Por el contrario, todo Estado sin sociedad
es axiomática.mente un Estado coercitivo, policíaco, armado de un ar
senal de leyes y reglamentos encargados de dar sentido a las conduc
tas imprevisibles y aberrantes de los individuos. Su tendencia al tota
litarismo es directamen proporcional a la desaparición de
las comu
nidades
naturales, a la ruina de las costumbres, al desastre de la edu
cación. Al
!únite, el "grueso anima:!" polítioo del que habló Platón,
el terrorífico Leviatán soáal, que conocernos se sustituye a las autori
dades sociales moderadores que una Constitución o una legislaáón
insensatas han
tenido la imprudencia de eliminar ... ».
Gustave Thibon (75), no
hace mucho,
manifestó, en la
televisión
de
su país, que se
sentía «muy poco demócrata>> ante «una especie
de democracia formal en
la cual teóricamente, y bajo la apariencia de
..
lá papeleta- electoral, se
confierén al pueblo todos los poderes
y se le
quitan sus
más legítimos derechos por un conjunto de leyes, de regla
mentos o de intervenciones abusivas del Estado>>. Y expresaba su de
seo de que «el ser humano pueda tener el máximo de libertades
y
responsabilidades. Cada uno en su escala, entiéndase bien;,>. «¿Cómo
queréis que los incompetentes puedan
discernir la competencia
de
quienes les gobiernan?», si
«los responsables son designados
por una
papeleta electoral: pura
abstracción, pues las gentes votan por las eti
quetas políticas
más que por los hombres» ; «se hace votar a la gente
acerca de problemas de los que nada entienden,
y se olvida de con-
(-73) Marcel de Corte, De la .rociedttd a la termitera pasando por la
Jisodedml; cfr. en Verbo, núm. 131-132, enero-febrero 1975, págs. 93 y sig.s.
(74) Marce! de Corte, La ed1m1dón polltka, 2; Verbo, núm. ,9,
pág. 644.
(75) Gustave Thibon, Efdretieni avec Christian Chabatzir, «Emisions de
!'Institut de l'Audiovisuel>, París Fayiird, 1975, pál!I'. 71 • 85.
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A FAVOR DE WS CUERPOS INTERMEDIOS
sultarles acerca de las cuestiones en las cuales tienen interés y com
petencia». Por eso, propugnaba. «el mejor régimen político es aquél
en el
cual los ciudadan06 gozan del máximo de libertades individuales
y
locales, y
donde el Estado
realiza un
papel de coordinación
y ár
bitro», en que «la selección procede, en cierto modo, de la base, quiero
decir, del mérito
personal, de
un
servicio social,
de una entrega au
téntica» ...
«Sueño con
un poder infinitamente más descentralizado,
con muchas
más libertades locales en la base, lo que favorece la se
lección de las autoridades responsables», para «que
106 hombres
que
rigen los destinos de la 'nación emanen de las diversas élites ( en el
arte, en
la religión, en
la industria, en la agricultura, en cualquier otro
sector) por la selerdón positiva muy diferente de la elección ac
tual ... » En Estados Unidos, al frente de una notable tendencia intelectual,
el profesor Robert Nisbet (76) denuncia que
Rousseau, acabó
«ca
yendo en el mito del Estado totalitario que supone el concepto de vo
luntad general con su correspondiente eliminación de todas formas de
comunidad
y asociación que no se deriven directamente de ella». Para
hallar remedio,
parte Nisbet dé «la creencia de que, en cada aspecto,
el orden social ha de disfrutar de una libertad máxima que le permita
realizar sus fines»; que,lo importante
«es hacer
todo lo
'posible para
evitar la intrusión de una: institución como' el Estado político en las
zonas
de
influencia que correspondan a otras
instituciones» ... «Si ha
de respetarse la autonomía funcional de las diferentes unidades so
ciales, si dejamos que florezcan el localismo, el regionalismo y el es
píritu de asociación
voluntária; · el
poder que esgrime
el gobierno habrá
de distribuirse entre el mayor número de manos posible, y no me re
fiero a manos
¡,olíticá! abstractas y desocupadas de lo social, sino a
las manos que vemos realmente en el orden social, la de los trabaja
dores,
106 empresarios,
los profesionales,
las familias y los barrios» ;
pues
la centralización «provoca la apoplejía en el centro y la
anemia
en las extremidades».
Desde
el campo político, después de su larga
experiencia acumu
lada
durante muchos años y culminada como Presidente de la Repú-
(76) Robert Nisbet, op. eit., I; Rev. Oe., 20,21; pá&s. 40 y sigs.
319
Fundaci\363n Speiro
JUAN V ALI.El' DE GOYTISOLO
blica Francesa, en su libro póstumo, Georges Pompidou (77) con
cluía
que<< se
necesitan
instituciones que
aseguren, en todas las etapas
de la vida, en
todos· 1os escalones
de la sociedad, en todos los marcos
en que se inserta la vida individual -familia, profesión, provincia,
patria-, el máximo de
agilidad
y libertad», «con el fin de limitar
los poderes del Estado, de
no dejarle sino lo que es de su propia
responsabilidad, que en nuestros días ya es inmensa,. de dejar a los
ciudadanos la gestión de sus propios asuntos, de su vida personal, la
organización de su felicidad tal y como la conciben, con el fin de
escapar a esa funesta inclinación que, bajo el pretexto de solidaridad,
conduce
derechamente al tebalio», y «con el fin de permitir al pueblo
elegir sus dirigentes
con conocimiento de causa ...
». Para, así, <
a crear-un orden sociab>.
Por otra parte, las investigaciones y los hallazgos científicos, tanto
en
microfísica como
en
biología y
en
etnografía, han
llevado convet
genternente a
la propuesta de soluciones sociales en una dírección pa
ralela
a
'ias que
hemos visto
sostenidas por sociólogos, filósofos y ju
ristas, según hemos reseñado. Así, en la síntesis de Louis de Bro
glie
(78), en materia de
mecánica ondulatoria,
Rueff (79)
ha creído
ver esclarecido «el problema tan frecuentemente discutido en elplano
político
de las "colectividades intermedias"». Y,
a su
vez, Arthur
Koestler
(80)
ha observado una tendencia de «formación» de ámbito
universal hacia
«el
desarrollo espontáneo
de
estados de mayor hete
rogeneidad
'y complejidad», «evolución» que «pasa de la unidad a la
diversidad y de · aquí a formas más elevadas de díversidad; creando el
orden del
desorden, ideando
pautss' donde
antes
no existían». De
modo tal, es tan necesario el todo a la parte como ésta lo es al todo,
(~7) G. Poinpi
Madrid, Sociedad 'HiSpano-Americana de Ediciones y Distribuci6n, 197'5,
pág. 160.
(78) Louis de Broglie, Matiere el Lumiere, París, Ed. · Albín Michel,
1937 .
. (79) Jacques Rueff, Les Dieux el les Rois, París, ed. Hachette, 1968,
I parte, cap. 1, 3, págs, 33 y sigs.
(80) Arthur Koestler, «El misterioso orden del desorden». en ABC do
minical del 27 de octubre de 1974.
320
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A FAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
en recíproca. interacción». Pero esa reci~dad se agota si la presión
integradora del todo es demasiado intensa, pues, en ~ caso, como
dice Rueff (81), «la individualización se atenúa y puede desaparecer
casi por entero en la sociedad. fuertemente integrada de los regímenes
totalitarios o
de "órdenes" muy disciplinados».
El etnólogo Claude
Lévi-Sj:raus {82), profe!Jor del
Colegio de
Francia
y de la Academie Frttnfaise, ha explicado que las libertades,
«a las que los miembros de. una sociedad cualquiera tienden de una
manera muy profunda, con_sisten es~cialmente en cierto número de
posibilidades, de acciones y de conductas concretas enraizadas en el
pasado de una sociedad particular,
y que, por consiguiente, no pueden
definirse de un modo abstracto»; pues
<
tratar de definir las sociedades» ...
«en función:
de una especie de
código de las
libertades ~bstractas que
probablemente no significaría
nada para muchas de ellas, y que estaría para muchas otras en
contra
dicción
con su
experiencia vivida». «El ejercicio de las libertades
-sigue--no se hace en el vacío, sino en relación coo los víncuios
tradicionales que generalmente tienen raíces también tradicionales»
y que «forman el tejido social». Sin embargo, «la evolución de nues·
tras
grandes sociedades modernas tiende a pulverizar
los cuadros in•
termedios y a desposeerlos en provecho de un poder centralizado
y anónimo». Quedan aún «niveles de autenticidad», discernibles
«donde las relaciones de los individuos
reposan sobre bases concretas»,
por ejemplo, en el «nivel de
la vida municipab>, donde «no se trata
de decidir en
abstracto» y la vida colectiva «reposa sobre una ¡,ercep,
ción
auténtica de la
realidad y de su misma verdad». Estima «de lo
más rico de nuestras sociedades» es lo «que aún existe en el plano de
la vida municipal», pero -lamenta- «no existe ya eri otros niveles».
6. Las diferentes tendencias observadas en el siglo pasado y en
las primeras cuatro décadas del actual, entre
las diversas voces favo
rables
a la
defensa de la
libertad mediante el pluralismo social, lam·
(81)
Rueff,
o¡,.
(82)· Claude Lévi-Straw, L'ideologie marxiste, com11niste et totalitaire
n'est- q'Nne ruse de l'histoire,
-«entretien» con Jean-Marie Benoist, en Le
Monde, del 21-22 de febrero de 1979,
321
Fundaci\363n Speiro
JUAN VALLET DE GOYTISOLO
bién se siguen percibiendo con continuidad después de la segunda
postguerra mundial
De ellas,
la
"""'quista poco o nuevo ha aportado, ni siquiera en
Espafia tras
el
fracaso de
las colectivizaciones autogestionarias
reali
zadas
en Cataluña durante los primeros meses de la
guerra civil es
pañola.
Práxima a
ella se halla, sin embargo, la surgida en
el mayo
rojo de
1968 en
Francia.
No podemos incluir entre estas tendencias las
liberadonistas que
hoy
tanto se agitan en el Occidente europeo,
especialmente en
Francia
y en España, pues solamente pretenden
compartir o
trasladar la sobe
ranía política, sin variar su concepto jacobino
asumido por
lo
nacio
nalismos
del siglo pasado. Es este un punto.
fundamental en
el que
deberemos insistir,
y que el principio de subsidiariedad puede ayudar
a
precisar y esclarecer.
Dejarnos también el
intento gr"1mcisi.. dentro del marxismo, que
-advirtámoslo-
no es sino estratégico
y táctico sin que, en modo
alguno, quepa considerarlo portador de una
concepci6n social
orgá
nica. No es sino un método para apoderarse de
la sociedad civil en
los
países occidentales, para
hacer estallar
dialécticamente las actuales es
tructuras, con el fin de adueñarse por ese medio de la sociedad
po
lítica (83).
Vamos a circunscribir, pues, nuestra panorámica a cinco de 1as
direcciones generales, con cuyo examen nos puede resultar más fácil
comprender bien
<'l · sentido profundo de la organización de la so
ciedad. Podríamos denominar estas -direcciones líneas autoritaria, li
beral, democrática, autogestionaria y tr,adiciorud. Sin duda, los mis
mos nombres prejuzgan
anticipadarnenre la
incongruencia,
e inclu
so la contradicción, que los tres primeroS calificativos implican con
un sistema de participación que defienda las vetdaderas libertades
humanas
mediante
'la organización social frente a la del Estado.
La línea, ya frustrada, que calificamos de m11oritarid, la constitu-
(83) Cfr. José A. G. de Cortázar y Sagarminaga, «La dialéctica eo el
eu.rocomunismo», en Verba, núm. 179-180, -noviembre.diciembre 1979, pági
nas
1.251 y sigs., y 1.265 y sigs.
322
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A PAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
yeron el corporativismo portugués del régimen de Salazar y la deno
minada
dem(J(1'acia orgánica de la España de Franco, que vamos a
analizar brevemente;
a) &cribía hace cinco años Luis de Sena Esteves (84), con el
subtítulo
La solución perdida, que Antonio Oliveira Salazar, «forma
do
en
la más auténtica tradición cristiana y portuguesa, heredero del
legado
cultural del "Integralismo Lusitano" de Sardinha», «no con·
siguió
liberarse de
los condicionamientos peculiares
europeos en
que
había nacido, o sea, ni de la influencia nacional socialista, ni de la
influencia del capitalismo liberab>. Fue «evidente la falta de vitalidad
de /(JJ cuerp(J, ,oáale, de la nación.
Si en el 24 de abril de 1974
éstos
hubiesen tenido
plena vitalidad, no
hnbiérarnos llegado
a la
proximidad de una catástrofe».
¿Cuáles fueron
las causas de
«ese tremendo revés del
corporati·
vismo del régimen de Salazar»?
«El, ,orporativismo,
por razones de política enropea, no se pudo
purificar
ni legitimar» - estatal
-el Estado, en su concepción
corriente-fue
absorbiendo pro·
gresivamente la justa libertad y responsabilidad de los órganos
socia
les»;
«funcionó bajo la gestión estatal, con lo
cual se cercenó grave·
mente, no sólo la libertad de los órganos sociales, sino también, lo
que es más grave,
el sentido y el hábito de la responsabilidad». No
fue superado este dilema; «mientras la dictadura ejerce su necesario
poder, los órganos sociales lo pierden, y si los órganos sociales se
desacostumbran a usar
el poder, la dictadura acaba por no conseguir
su
finalidad».
Y luego, Marcelo Caetano, que era corporativista, «concedió cada
vez mayor fuerza a
la corriente
liberal,, al
mismo tiempo que restrin
gía la libertad y responsabilidad de los órganos primarios y secunda
rios de la nación, como
la familia, las empresas y municipios, y a los
organismos corporativos, como gremios, federaciones y otros».
b) En España, es cierto que la mayor parte de las élites que
(84) Luis de Sena Esteve5, «Panorama de Portugal», en Verbo, núm. 137~
138, agosto-septiembre-octubre 1975,
323
Fundaci\363n Speiro
JUAN V ALLBT DE GoYTISOW
llevaron su pensamiento al. Alzamiento Nacional, es decir, los carlis
tas, los hombres de Acción Española,_ los seguidores de Renovación
Española
y la Falange de José Antonio, conforme hemos visto que
expresó éste en su discurso
«Bandera que se
alza»,
propugnaban un
régimen orgánico conforme a la rica tradición española. Sin embargo,
no faltaron tendencias totalitarias
y de otro tipo. Y si bien en los
textos fundamentales, como
ha analizado Rafael Gambra (85), pre
dominó la orientación tradicional, aunque· con evidentes salvedades, aquélla no fue llevada a
la práctica. Los cuerpos sociales más básicos
y su actividad quedaron sometidos a un severo paternalismo del Estado.
Como hice notar
-a raiz del espectáculo que
dieron las Cortes
el
20 de noviembre de 1976, al votar afirmativamente por la reforma
polltica
(86)-éstas no eran orgánicas, sino administrativas. Los sin
dicatos estaban excesivamente funcionarizados
y en manos del Minis
tro
correspondiente.
Los alcaldes, presidentes de Diputación, rectores
de
Universidad,
eran designados a
dedo.
El
mandato del
país real no existía
y, por lo tauto, no podía ser
imperativo, como lo fue en nuestras Cortes rradiciorutles, ni tampoco
se quiso que lo fuera. Siendo así, ¿a quien representaban nuestros
procuradores?, ¿qué
representaban?,
¿cuál era
el
mandato que
les le
gaba? ¿No constituía, acaso, para ellos,
el gobierno algo así como la
dirección de un partido único, al fin ya cuarteado en asociaciones po,.
llticas?
Por otra parte, ¿no se apoyaba el
régimen de Franco en
plebiscito,
masivamente votados por sufragio universal
y directo de la suma de
individuos con
derecho a
voto?
Mas tarde, los tecnócratas acentuaron, cada día más visiblemente,
nuestra condición de administrados y asegurados, poco responsables
de nuestro futuro, pero sí, cada vez
más, del pago de los tributos
y de las cuotas de la seguridad· social.
Eso explica aquella alucinante votación del 20 de noviembre de
1976, de unos procuradores sin arraigo, que durante años desempe-
(85) Rafael Garobra, Tradición o mimetismo, Madrid, I. E. P., 1976.
(86) Del carisma a la democrt«ia,-dr. en Más sobre temas de hoy,
págs. 197 y sigs.
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A FAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
ñaron un papel aparentemente orgánico, sin representar .sino eL nivel
más elevado del poder ejecuti.vo de una democracia plebiscit.aitia, que
votaba
a su jefe carismático. Muerto éste, nada quedaba de
lo.,,que él
decía haber
dejado
«atado y. bien .atado».
7. La linea liberr,J del pluralismo, defensora de las libettad<:11,
tiene
viejas raíces que nos ha recordado Nisbet (87).
«Tocquevil\e
consideraba
la asociación voluntaria
. de
necesidad absoluta en
qna
sociedad libre, sobre todo en el caso de una nación democrática. La
limitación de las ·libertades individuales por parte del Estado masivo
moderno, le preocupaba tanto como a Lamennais,
Lacordaire y
Mon
talambert. Su fe en la sociedad autónoma, en el localismo y en la
descentralización, se evidenáan en su actuación en la Comisión Con,s
titucional de la Revolución de 1848. En aquella ocasión, y en unión
de Lamennais (por quién no
sentía gran
simpatía),
hizo todo
lo
po
sible para que tales principios se integraran en la constitución».
A Tocqueville (88) le impresionó fa proliferación de asociaciones
de tipo social en la vida americana: religiosas, morales,
benéficas, re
creativas,
industriales, comerciales
y culturales. «Los americanos --de
cía- se ·asocian para dar fiestas, fundar seminarios, construir alber~
gues, edificar iglesias, distribuir Iil,ros, enviar misioneros a los antí
podas», para «iluminar una verdad o para desarrollar un sentimiento
con
el apoyo de un ejemplo notable». En ellas, halló todo un .sistema
de
orgauización y de conducta que
estimó de vital
importanqa para
la democracia. A su juicio, en la sociedad monárquica-aristocrática del
antiguo régimen, no era tan grande la necesidad de esas asociaciones,
porque el principio aristocrático
y la diversidad local proporcionalw.n
un contexto de autonomía necesario para el desarrollo de la libertad.
Pero, en la democracia moderna, la autoridad que pesa sobre el pueblo,
dado el efecto atomizador que la soberanía democrática ejerce
sobre
las
instituciones sociales tradicionales, especialmente las de clase,
y la
constante amenaza que supone la opinión pública para la libertad in-
(87) Nisbet, ap.
(88) Tocqueville,
De la d,mo&ratie .en ... , VOi. I, II parte, éáp; V;
págs.
113
y sigs.
325
Fundaci\363n Speiro
JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
dividua!, convierten -a juicio suyo----la asociación voluntaria en una
necesidad fundamental y en una especie de amortiguador entre el
individuo
y el Estado.
Su observación le llevó a
enunciar una
ley natural que le pareció
«más clara y precisa que las otras»; «Para que los hombres no pier
dan su condición de civilizados, o
para que puedan serlo algún día,
I"-' M(Jciariones deben prosperar en la misma proporción en que au
,nenl~ la ig11alddtl
de condiciones» (89) (subrayamos nosotros).
Sin
embargo, .también
éstas, en
Estado., Unidos, han ido deterio
rándose progresivamente, junto con los cuerpos
locales y
regionales
que, según
Nisbet (90),
«en ciertos aspectos eran casi de tipo feudal».
Como el mismo autor explica, la Guerra de Secesión
<
alterar
esta situación de modo
considerable». Posteriormente,
la primera
gue
rra· mundiál «transformó· de forma aún más significativa la naturaw
leza de la lealtad y la ciudadanía con su entusiasmo por el totalita:
rismo
y su patriotismo casi
fanático. Gradualmente
fueron desapare
ciendo los localismos
y regionalismo.,.· Añádase a esto la popularidad
del concepto
de
melting pot con su inevitable desdén por las identi
dades étnicas
y regionales, y comprenderemos por qué se encendió
en aquél pals la misma
llama de
la ciudadanía que
tan brillantemente
había ardido en
Francia durante
la época de la Revolución, acabando
con el concepto tradicional de asociación.
Pero esa concepción de
la
ciudadaniá está
lioy
tan debilitada como el Estado poHtico que la dio
la luz» (¿Será esto
una muestra
de que
loo patriotismo., mayores
se
comprenden por
los
menores, como
notó Burke, y de que
perdido.,
éstos, aqu<\llos, después de
una espectacular explosión, no tardan en
debilitarse y
desaparecer?).
Con gran perspicacia y amplitud de visión, nuestro amigo Thomas
Mol~ar (91} ha contemplado
como, desde Tocqueville a Carter, se
(89) !bid., pág. 117.
(90) Nisbet, op . .it., 11; Re,,. O,., 22-23, pág. 47.
(91) Thomas Molnar, Le modele défig11,é, L'Ameriq11e de Tócq11eville
a Carter, París, Preues Universitaires de France, 1978. Cfr. en Verbo, nú
mero
179-180,
noviembté-diciembre 1979, págs. 1.02·3 y sigs., nuestra reseña
de esta importantísima obra.
326
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A PAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
habla desfigurado el modelo americano que aquél tanto ponderó y
que hoy resulta irreconocible. En efecto, advierte estas diferencias
fundamentales :
-El
gobierno
y la Corte Suprema hacen pasar las libertades locales
por un «rodillo» compresor,
y las burocracias del legislativo y el
ejecutivo gobiernan cada
vez más
en simbiosis con la tercera rama:
la judicial. De tal modo, los burócratas de Washington constitu
yen una
verdadera casta superior,
que se
cree investida del poder
supremo de reglar los asuntos de
la nación.
-Las asociaciones voluntarias se han transformado en cauces de los
grupos de
intereses y de presión, siendo los pequeños aplastados
por los gnwdes, en los cuales resui concluye
la empresa verídica y dónde comienzan la propaganda y
la publicidad mendaces de grupos de presión «feudalizados».
-Los partidos políticos han ido dejando, cada vez más, de ser co
rrea de transmisión de
la voluntad popular, antes formada en sus
diversos cuerpos, y se han ido convirtiendo, también cada vez más,
en lugares de encuentro de los grupos de presión dejando de ser
cuerpos
intermedios en
el sentido tocquevilliano de la palabra.
-La vida cultural sufre de la romerdtllizáCi6n de todo y una ,edur
ción pseudo-dentlfka, accesible a unos cerebros incapaces de al
canzar el nivel elevado de la verda.c:lera ciencia. Campo en donde
también,
en un océano de burocracia, se ahogan fas élites entre un
juego de influencias y, al final, quedan en la esterilidad. Los
fondos de las grandes fundaciones culturales privadas son distri
buidos segón el criterio dictado por la moda
ideol6gica corriente.
La falta de élites sociales es suplida por élites invisibles, que dan
lugar al
fenómeno
de los grandes manipulddores, y por los ídolos
o vedettes de
moda, falsas estrellas
más o menos efímeras. Así,
la
cultura americana
viene mediatizada por la homogeneización
y
el éxito .que conlleva la creación de una cultura de masa, trans
formada en un producto más
de consumo.
327
Fundaci\363n Speiro
JUAN V AUBT DE GOYTISOW
-Los ma,s medi" ven así favorecida su supremacía y poder. En
nombre «del derecho del ciudadano a la información» muy de
mocrático, no sólo pretenden ser libres, sino que actúan a la vez,
como parte y como juez, son censores de las conductas ajenas y
exigen la exención de toda censura
para la suya; y, _al informar,
superponen
a la realidad
un mundo
de
re4iiddd-fkdó".
En suma, las principales modificaciones del modelo ameticanc, se
han
producido en la
zona en la que Tocqueville detectaba los prime
ros síntomas, dimanantes
de la ideología liberal-igualitarista-progre
sista que no puede
resistir una
sociedad que pretende ser amorfa.
Como consecuencia: la economía local ha sido absorbida en la vorá
gine de los grandes movimientos colectivos
y centralizadores; el con
formismo, que
apenas permite
que se perciban
las ideas originales,
se
ha convertido en un útil
auxiliar de
la ideología niveladora. Y, a la
par que esa pasión igualitaria desilusiona a las élites, incluso antes de
su formación, hace que
los mediocres suban a la superficie.
¿Muestra todo esto que la lógica interna de la democracia moder
na, niveladora y
homogeneizante, aplasta
a los cuerpos sociales
bási
cos y reduce a un nivel mediocre, cuando no corrompe; las asociacio
nes voluntarias?
Conviene que sigamos ahondando en este punto.
8. Tocqueville no era un ideólogo, sino un genial observador de
la realidad con ampli~ perspectiva que arrancado del pasado se aden
traba en
el porvenir, anticipándose a él. Dotado de una
gran inteli
gencia
y de una excepcional capacidad de visión y, orientado por
ella, trató de ofrecer
unas soluciones
que estimaba asequibles, a fin
de que el mundo democrático, en el que se veía inmerso, nO ciyera
adonde 8 presentía que, por 'la lógica del igualimrismo, se sentía
impulsado
con
una
fuerza a
la que trataba de poner frenos. Su linea
tal
vez debería
calificarse
· de
liberal más que de democrática en el
sentido moderno de esta palabra que
.ha venido
acentuándose.
En cambio, Lamennais, en su segunda fase, fue un ideólogo de
mócrata, como más tarde lo sería Marc Sagnier y después Maritain,
sin perjuicio de que vieran los
riesgos del
individualismo,
por · una
328
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A PAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
parte, y de predominio estatal, de otra, que conllevaba la democracia
en su versión rousseauniana. Ellos de corazón eran cristianos y demó
cratas, venían
a coincidir en
la sincera aspiración de que imperara la
verdadera libertad, la verdadera igualdad y la verdadera fraternidad
entre los hombres, que produjese un incremento de las relaciones
so
ciales, a través de asociaciones voluntarias impulsadas por el espíritu
de amor y -entrega generosa, en un auténtico cristianismo social, di
fundido por una bienhechora acción popular.
Así, Mar<: Sagnier (92) escribía en 1904 al director de l'Action
Frdnfaise: «unos y otros _queremos una sociedad orgánica y no anár
quica, reclamamos que esté sólidamente arraigada en una tradición
vigorosamente sostenida
por la jerarquia», con «respeto a las leyes
naturales». Y, al año siguiente, en otra carta (93), propugnaba que,
«con
el impulso de la evolución moral que solo el cristianismo hace
posible», se elaborase «una
organización democrática»,
tanto
«en so
ciología
como en politica»,
Aseveraba que «las exigencias de las -leyes
naturales
que
regirán siempre necesariamente», se encuentran «en la
demorrd&ia orgánka (subrayamos
nosotros) tal como la concebimos,
sin que podamos,
entiéndase bien,
definir tan
exactamente lo
que será
como los monárquicos pueden hacerlo con lo que ha sido». Confe
saba que creía en «una tradición y una
herencia morales por encima
de
una tradición
y una herencia carnales», y aseguraba que los cama
radas· de
La Sillón, «mezclados realmente con lo más vivo que hay,
aunque más inconsciente
·tal vez, pero más profundo de la sociedad
contemporánea»,
«edifican, piedra
a piedra,
la casa que querían cons
truir», «realizanclo ya la democracia en los grupos que desarrollan y
en las obras
económicas que crean». De modo que: «Bajo el manto
envejecido del Estado que nos oprime, están ya las células vivas de
un Estado nuevo que
aparece>>.
La expresión «Of'ganizadón democ,á#Ca» motivó una dura res-
(92) Cfr. esta carta en Marc Sagnier, reproducida en Le di/eme de Marc
Sagnier,
de Charles Maurras. en el libro de éste, La re/igiór1 demorratique,
ed; París, Nouvelles Eds. Latines, 1978, págs. 43 y sigs.
(93)
CTr. reproducida
en la misma obra de Maurras,
págs, 79 y sigs.
329
Fundaci\363n Speiro
JUAN V AlLET DE GOYTISOW
puesta de O,arles Maurras (94): Decir «estas dos palabras yuxta
puestas es equivalente a
decir circulo
cuadrado. No se
organiza la
de
mocracia. No se democratiza
la organización. Organizar la democra
cia es instituir aristocracias; democratizar una organización, es intro
ducir la desorganización: organizar significa diferenciar, es decir,
crear
desigualdades
útiles; democratizar, es
ignalar, es establecer en
lugar
de las diferencias, de
las designaldades, de las organizaciones,
la ignaldad que
es estéril e incluso mortal ... ».
Esto nos hace pensar en las pretendidas democratizaciones de la
familia, de
la empresa, de la universidad, o bien en la del arte y de
la cultura ( que no
debemos confundir
con su difusión).
¿Es posible que se organice la sociedad mediante unas instituciones
de ese modo edificadas? ¿Cabe que esas asociaciones voluntarias,
creadas sobre esta
base, constituyan algo más que grupos de presión
para impulsar las finalidades que les insuflen los manipuladores que,
más o menos ocultos, las muevan, tal vez con otros objetivos?
Sobré todo, ¿cómo se compatibilizará la actividad de estas asocia
ciones con la voluntad general, si
la ley
--conforme al dogma de la
democracia moderna- no es sino la expresión de aquélla?
El intento de influir desde dentro en las
democracias, mediante
una concepción y una acción comunitaria pluralista, a fin de orien
tarla por una tercera vía ideológica, opuesta a los sistemas capitalista
y marxista, al individualismo liberal y al totalitarismo colectivista,
ha sido propugnado con la mejor buena voluntad, tanto en el campo
político como en el social. A este efecto, el profesor Lino
Rodríguez
Arias Bustamante (95) dice, certeramente, que a «la persona agru
pada voluntariamente en instituciones e integrada en comunidades, las mismas le prestan protección a la vez que le
otorgan libertad
de
movimientos sin temor a que otros individuos o el Esta.do consigan
su opresión»; y, además, de ese modo «el hombre acrecentará su con
ciencia social al pertenecer a los grupos sociales ya que pasará a to-
(94) Charles Maurras, op. cit., pág. 113.
(95) Lino Rodrí~ Arias Bustamanter: Jacq11e.r Ma,itain y la sociedad
comunitaria,
9, Caracas, Monte Avila Ecls., 1980, pág. 156.
330
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A FAVOR DE WS CUERPOS INTERMEDIOS
mar conciencia de la proximidad y los fines comunes que tiene que
cumplir
con los otros miembros de la institución a la que se encuentre
asociado».
Evidentemente,
creemos que
en toda democracia debe intentarse
hallar este camino y tratar de seguirlo con
la mayor constancia. Pero
no. podemos olvidar las dificultades que habrán de vencerse· para lo
grar
aquello mismo
que se
ha deteriorado, o inclnso perdido, en
las
naciones democráticas que ya lo tenían, como hemos visto que ha
ocurrido en Estados Unidos.
Según el mismo profesor (96), es una evidencia que «la sociedad
comunitaria
-que él
propugna- es un
régimen democrático perfec
tamente articulado hacia adentro
y hacia afuera, en el que la persona
goza de
completa libertad humana dentro del
máximo respeto a la
moral, a
la ley ( que es la expresión de lo justo) y aJ bien común;
pues
está presidida
por un
pluralismo estr11ct11ral en el que el ejer
cicio del
puder públitu se pone
en manos de los partidos pollticos
que hayan sido favorecidos por
la expresión de la voluntad soberana
popolar mediante
el sistema de sufragio libre».
C.OOfesamos que vemos
muy difícil
poder compaginar lo que se
dice hasta llegar al
punto y coma en esta frase, no sólo larga, sino
densa de contenido, y lo que
sigue después. El pl11ralismo· e,tr11c/urdÍ
debe convivir, en un régimen de democracia moderna, con el poder
en .ma.nos de los partidos polítiws mayoritarios en un s-istema de
,uf,agio libre. ¡Esa es la dificulta Arias
(97) señala tres vías complementarias.
Una --de
acuerdo con Giuseppe
Capograssi (98)
y Guido
Gue
rin
(99)- mediante
«una redistribución
de
k autoridttd pública de
modo que sea ejercitada por las
fuerzas sociales y locales», de modo
que «la soberanía del Estado» :
«viene a ser compartida,
pues, una
ve,:
ei;tablecida
la
autonomía de dichos organismos,
y de reglamentar de
(96) [bid., pág. 157.
(97) !bid., 7, págs. 98 y sigs.
(98) Giusepp,,• Capograssi, op,,., I, Milán, Giuffré, 1959, págs. 461
Y sigs.
(99) Guido Guerin, La trisi dello .1/tllo delnotralko, Padova, Cedá.m,
1974, pág. 51.
331
Fundaci\363n Speiro
JUAN. VALLET DE GOYTISOLO
manera concreta y orgánica la acción pública, esto es, de permitir a
los
intereses mUl!LÍcipales, regiooales, federales
y sodales, tomar parte
en
la representación
nacional, asumen una
ftmción política, que les
inviste de categoría
para regularse a sí mismos». Lo cual «exige de
terminadas renuncias por parte del poder central
a favor
de esta mul
tiplicidad de organismos», para •representación de
«intereses concre
tos», «elaborados- sobre una base técnica», con «una estructura admi
nistrativa
.rtrict11. sensu», en «competencias
que con anterioridad eran
reservadas a la exclusiva competencia estatal». Se trata, pues, al pa
recer, de delegaciones -incondicionadas o condicionadas- con in
serción o no de funcionarios de los cuerpos de la administración del
Estado, respecto del cual, en el fondo, se hallarán en relación de
dependencia porenci,rl, pues 4a dererminación de la auronomía re
sultará de esa delegación. Otra
vía -de
acuerdo con Pier Luigi Zampetti
(100)-consiste
en que
cada
· partido
político
«se someta a un nuevo método para se
leccionar sus
dirigentes»,
partiendo de la soc,edad civil, mediante la
democratización de
105 grup05 en
que el individuo
actúe asudtldo,
es decir, que en «cuant05 entes expresan 'la voluntad de un sector de
individu~, sea económico, socia!1, administrativo, adtural, etc. (lo
cual, en suma, corresponde a aquel modelo americano que habíá
observado
Tocqueville, y que 'hciy se !halla desfigurado ... ).
Y, en fin
-
mara de Trabajo situada al lado ·de la Cámara Pol!tica.
9, El impacto producido en ciert05 · sectores socialistas por las
reivindicaciones, mh--cualitativas ·qile aiantitativas, contra. las estruc
turas existentes, partid"" políticos y sindicatos, que fueron esgrimidas
en
el mayo rojo francés del 68, asi como las críticas de
los nuevos
filósofos y de lós nuevos economiscis, han· dado !lugar a nuevas·
(100) Luigi Zampetti, «La participazione dei cittadini itJ-potCre politice»,
en Societá d11ile e parlicipazione politi&", 1Milán, Guiffré, 1970, pág. 10, y
DemoMada y poder Je· 'los Partido.r, Madrid,· Ed. Iberoamerioinas, 1970,
págs. 57, 81, 166 y 175; citas, como las de las dos notas anteriores de
Rodrígu~ Arias.
(101) Lino Rodríguez Arias B., op. rit., 7, pág. 103.
332
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A FAVOR DE WS CUERPOS INTERMEDIOS
orientaciones fundamentales en las secciones y grupos socialistas del
E.D.G. - G.D.F.,
y concretamente del CERES.
El secretario de aquellas secciones
y. grupos y animador del
CERES, Yves Durrieau (102)
ha explicado cual es la respuesta
autogestionaria al ataque antiestatal que afecta al socialismo. «En
trar en
el juego y negar el Estado es entrar en la demogogia o en
la ilusión. Negar el problema y hacer el juego al centralismo jus
tifica el ataque. Es,
pues, preciso superar la alternativa, definiendo
los derechos del Estado, pero
también sus
límites
y su diferente na
turaleza».
Para ello, entiende que es necesario rechazar el esquema leninista
y los abusos que permite al poder absoluto del Estado, y consecuen
temente:
-
«De una parte, limitar
el poder del Estado en su transición al
socialismo, percatándose de que toda extensión desmesurada, in
cluso a título
provisional, de hecho se
convierte en definitiva.»
-
«De otra
parte, eliminar
la hipótesis de la desaparición del Es
tado a largo término, en
la medida en que una sociedad auto
gestionaria socialista no sea homogenea, presta a una armonía
universal, sino que en ella tenga que regir las contradicciones de los intereses divergentes entre los estratos sociales,
regio
nes, etc.
» Y, en fin, que es . preciso tener en cuenta .el hecho de que el
Estado es un instrumento
indispenS11ble para la transformación
de
la sociedad y que una vez es ten los· socialistas a su cabeza será
imposible
diluirlo, la
sociedad civil no puede eclipsar a la socie
dad políticd>>.
Se trata de evitar tanto la senda liberal del capitalismo como la
sociedad soviética. Para ello, propone delimitar las cuatro funciones
para las que estima indispensable al Estado
y que son las de:
(102) Yves_ ~urrieau, ~Cont~tion ~ autogestjon», en Le Monde, S di-
ciembre i978. ·
333
Fundaci\363n Speiro
/UAN V ALI.ET DE GOYTISOW
-guardián de la legdiidad frente a las maniobras antidemocráticas
de la
burguesía y frente aquellos trabajadores que querríau im
poner su punto de vista por
la fuerza;
- inkiad{Jf' de la transform<1eMn socifll, dando prioridad al Plan
sobre el mercado,
una vez se haya manifestado democráticamente
la voluntad popular acerca del nuevo modelo de desarrollo;
- c{Jf'dinador del desarrollo acelerado del equipo y servicios públicos
(enseñanza, cultura, deportes, salud, transportes, información,
etc.), aunque favoreciendo la diversidad de expresión
y de méto
do (notemos sólu de expresión y de métod,,), pudiendo delegar
en las colectividades locales o en asociaciooes de utilidad pública;
- árbitru de los intereses divergentes.
A su juicio el Estado no debe ejercer nn derecho de propiedad
sobre las empresas públicas, ni aportar
como tal el capital, sino pro
veerlo
a éstas a través del crédito público, cooforme normas obje
tivas
basadas en
el Plan ;
ni tampoco
debe
tener derecho
de gestión
de las
empresas públicas sino que ha de corresponder a los traba
jadores, sometidos únicamente
a las normas del Plan y eventualmente
a las obligaciooes dimanantes del servicio público. Valora para ello
la experiencia yugoeslava, «aunque
aún no haya encontrado una solu
ción adecuada entre el
Plan y el mercado.»
Para todo lo expuesto, requiere:
-Independencia del Estada fre,r:te a/, Partido.
- Transferencia de un máximo de funriones a lar entidades lo'ca-
les
y a lds regmnes.
- Introducción
de la democracia diretlt< en las «as
bajadores en las empresas>>"y
en las «iJsamWear·de barrio», coo fa
cultades deliberantes y la posibilidad de crear delegaciones que
controlen» a los
elegidos con
todos los niveles
y aseguren las re
acionei; entre la base y los elegidos.
-Y «el desarrollo de asociaciones de tod,,s los órdenes que CQn-
334
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A FAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
fieran tintrmomía a la i11iciativa y expresión fuera de las estruc
turas del mismo
Estadr,», para que la democracia no se rednzca
soló
al momento
electoral como en
el sistema
vigente «que
fa
vorece las promesas más insen:;atas de las que se reniega apre
suradamente una
vez pasada
la
elección.»
El
sistema más bien semeja un modelo
¡,rerrevr,/ucümari" que pa
rece muy difícil subsista en un socialismo consolidado. No subsistie
ron los
suviets en URSS, sino que Lenin los barrió. El Plan y el
crédito en manos de un Estado, que además tenga la iniciativa de la
transformadión social, le confiere una
fuerza. enorme,
a la que es
dificil puedan oponerse con eficacia ( como no sea destructivamente)
las sambleas de obreros, las que barrio y las asociaciones que recla
men a los elegidos, pero sin capacidad para revocarles un mandato,
que no les fue conferido por ellas sino atribuido por sufragio uni
versal en circunscripciones que exceden en mucho del barrio o de
la empresa.
Por otra parte, frente a la jerarquía estatal, es precisa una jerar
quía social, para mantener un equilibrio frente
al poder
del Estado.
Por su falta, imposible en una soci<>:lad homogénea, resultará que
el Esrado impondrá o bien triunfará la anarquía .con todas sus con
secuencias. Tiranía o anarquía
será el dilema, si no se acepta el tem
peramento de una jerarquía social como contrapeso de la jerarquía
política.
10. Nos queda por referimos a la línea tradicional del plura
lismo social
y político.
La primera característica de esta línea es el reronocimiento de la
existencia de un orden natural, en
el cual este pluralismo tiene su
fundamento; que, a partir del hombre como
animal social y polí
tico
y para su bien común, comienza en la familia y concluye en el
Estado y en 1a comunidad internacional; que es articulado a través
del principio de su~sidiatiedad, y que debe asentarse. en las costum
bres, forjadas a través de la historia, por U'11a. 'tradición viva, contras
tada con las nuevas necesidades y que así produce el verdadero
progreso del cual es
inseparable.
335
Fundaci\363n Speiro
JUAN V ALLE't DE GOYTISOLO
Puede· decirse que esa tendencia ha continuado en Francia y en
&paña, sin
solución
de continuidad con relación a como se soste·
nfa
antes
de la guerra mundial o
de nuestro alzamiento e, incluso,
respecto del
pasado siglo.
Inspiradas, en uno
y otro país, en la res
pectiva historia, a
partir de
la Baja edad media.
En Francia, han destacado en esa dirección los esfuerzos continua
dos de los hombres que primero
se agruparon balo el
nombre de la
Cité Cdtholiq11e y después en el Office Interndliunal, que entroncó
con
el estudio
de las ·enseñanzas politicas y sociales de la Iglesia acer
ca
de esta materia.
La revista V erbe, en sus números 44 a 46, desa
rrolló
el terna: La vida social y el problema de los cuerp(Js interme
dios,
planteando el dilema «socialismo u orden natural»: El Estado
«colocado ante una masa
despersonalizada» o el orden corporativo
natural que «suscita
numerosas autoridades
sociales por el desarrollo
de las clases media muy diversificadas y el ascenso de los mejores
h.ista formar unas aristocracias conscientes de sus deberes», y es fa
vorecedor de «la acción educadora de los cuerpos intermedios». De
ahl surgió el libro de Michel
Creuzet: Lo, c11erpos intermedios ( 103).
Es
de
subrayar que
Jean Ousset siempre ha tratado de impulsar· la
realización, la práctica de esa· obra. Fruto de su impulso ha sido la
labor del S.Í.C.L.E.R., de la C.E.E., del C.E.R,C., y su desarrollo en
el Sodabilisme, tratando siempre de descubrir y suscitar las élites na
turales y
de dotarlas de la formación doctrinal necesaria para realizar
esa
acción recreadora de los vínculos sociales desde sus bases na
turales.
Michel de Penfentenyo
dÍrige el S.I.C.L.E.R., desde donde ha
guiado la publicación
Le Letre d'Enfente frdflfdise (104) que enun
ciaba la voluntad
«de promover
en toda Francia los verdaderos repre
sentantes de la vida local, e impedir
el acceso de.las jerarquías para
lelas, irresponsables y anónimas en los asuntos de la ciudad, con el
fin de promover
la verdadera "participación"», frente: «la centrali-
(103) Michel Creuzet, Los c-uerpos intermedios,· dr. 2.ª ed. española,
M;adrid, Speiro,
1977.
(104)
«Las munidpalités, bases de !'entente f:rantaise», editorial del
núm. 1 del año 1978, de Le Jetre d' enterte franraise.
336
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A FAVOR DE LOS CUERPOS {NTERMEDIOS
zaáón excesiva del Estado, de la Universidad, . de la vida económica
y artística; la reducción siempre creciente de los márgenes de las li
bertades locales
y provinciales, la injerencia universal del Estado y la
deseducación
civica consecuente que dejan a los ciudadanos franceses
sin participación
rea[ en los cuerpos socia:J.es, y l~ hace sufrir por
sentirse frustrados en
sus libertades reales y concretas en el ámbito
en el cual tienen competencia y posibilidad para ejercerla». Su fina
lidad apunta a que se manifiesten los
«verdaderos notables
del
pais»,
que
«están en todos los medios y
· en todas las
clases : artesanos
y pro
fesores, obreros y comerciantes, notarios, profesionales liberales, direc~
tivos de empresa, agricultores ... ».
También hay que situar, en primera línea, el grupo de Itineraires,
con Jean Madiran (105) al frente, revista en la que asiduamente viene
colaborando el profesor Marce! de Corte, con
sus magistrales
estudios,
y que contó con las enseiianzas prácticas y ll~as de experiencia y
buen sentido de los ya falle\'.Ídos hermanos Henri y André Char
lier (106). En España hay que citar, en primer lugar, a
los intelectuales .del
carlismo
que recogieron la obra
de Vázquez de Mella. Citemos como
los
más representativos: a Francisco Ellas de Tejada (107),. llC>.sola
mente en su libro La monarquía tradicional, sino reiterad~~te a
lo largo de toda su ingente obra; a Rafael Gambra (108), en espe_
cial
en su
preciado libro La ;,_,arquía soda/ y representativa en el
pensamtentr, tradíchmal,
y a Francisco Fuy. Los tres, en colaboración,
escribieron la breve síntesis
¿Qué es el carlismo? (109). Eo este Ji-
(105) Cfr., claramente expresada, ia posidóp. de Jean Madiran a este
respecto en Despuh de la Revo.Jución de mayO áe 1968; d!. en Verbo,
núm. 67-68, agosto-septiembre-octubre 1968, págs. ,,i y sigs.
( 106) Henri Charlier, E"or de confundir gobierno y administración y
necesidad Je rerlatlrar las corpOt"aciones y los demás organismo¡ nal11rales,'
cfr. en Verbo, núm. 55, págs. 361 y sigs.
(107) Francisco Elías de Tejada y
Spínola, La monarq11iá tradicional,
Madrid, Rialp., 1954.
(108) Rafael Gambra, cap. cit., 111P,-a nota. 50.
(109) «Francisco EIÍltS de Tejada y Spínola, Rafael Gambra Ciudad y
Francisco Pu.y Muñoi», en el manual ¿Qué es el carlirmo?, Madrid, Escelicer,
1971, en especial núm. 7, págs. 111 y sigs., y p~-9, págs. 143 y sigs.
337
Fundaci\363n Speiro
JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
brito, leemos ~orno: «en los siglos de la cristiandad, la sociedad cris
tiana
pooeía una
ordenación jerarquizada
y orgánica. Cada hombre
se enmarcaba en
un complejo
de grupos sociales : religiosos, como
órdenes
y cofradías; militares, como órdenes de caballería y cnerpos
territoriales
de ejército; políticos, como estamentos
y brazos; econó,
micos,
como hermandades
y gremios», sin que la sociedad fuera in
mobilista en esa «comunidad orgánica cristiana, edificada con los si
llares del hombre concreto» (110).
Propugna esta
linea, por eso, el
retorno a un
regionalismo fora
li,ta
que «vuelva a colocar en el centro de. la consideración política
las instituciones sociales, lo que
hoy se
dice en lengnaje
moderno los
cnerpos
intermedios o
básicos, desplazando
al Estado del abusivo lu
gar en
· que
lo puso el totalitarismo
y también, provisionalmente, el
liberálismo, al
no dejarle enfrente
más que al individuo pequeño y
desarmado». Se trata de «la restauración de la sociedad», «a fin de
dar realidad a
la concepción
del hombre concreto en su dimensión
social». Así:
«se repulsa
el centralismo administrativo»
y «se repudia
al Estado omnipresente», para «plantear esta nueva
y al mismo tiempo
clásica ordenación de las
estru<:turas sociales» (111).
Nosotros,
como amigos
de
la Ciudad· Católica, el equipo de tra
bajo de
Speiro, hemos recibido: la aportación de este grupo de inte
lectuales tradicionalistas,
con quienes
hemÓ5 venido
realizando una
tarea cnltural común; la de nuestros
amigos franceses del «Office
Intemational», y la de nuestro fundador, que fue el alma de Acción
Española,
Eugenio Vegas Latapie. Así, hemos publicado en castellano
las dos ediciones de
tl.o, cuerpos intermedios de Michel Creuzet (112);
la de
El Trdba¡o, es decir, Las estructura, económica, y sindicales de
Ousset
y Crenzet (113), una de nuestras renniones anuales tnvo por
(110) Ibíd., núm. 9,, págs. 114 y sigs.
(111) Ibld., n6m. 33, págs. 145 y sigs.
·(112) Cfr. Michel Creuzet, Los c11erp_o.r intermedios; dr. 2.@ ed. en
castellano, Madrid, Speiro, 1977.
(113) Jean Ousset y Michel Cre,net, El Trdbaio, Partes II y III; pu
blicado en su versión española con el título Est,11ct11,as econ6mkas y sindi
ca/es, :Madrid, 9/»ho, 1964, págs. 79 y sig,., y 133 y sig,.
338
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A PAVOR DE LOS CUERPOS INTERMl!.DlOS
tema: Contribución al estudio de los cuerpo,, intermedios (114), otra:
El munrcip;o en¡,, organizt>ción de la sociedad (115), ambas recogi
das en sendos volúmenes,
y del primero de los cuales pretendió ser un
estracto mi estudio Fandamt!nto y soluciones de la organhación por
cuerpas intermedios (116), También hemos traducido y recogido en
un pequeño volumen, con el título Unidad-unitarismo, pl11ralidad
pl11rdhmo,
cuatro de las más significadas conferencias del IX Con
greso de Lausanne
(117). Materia fundamental en la que hemos se
guido insistiendo siempre
y que hemos reiterado al desarrollar, como
tema de
nuestra XIX
Reunión,
El principio de subsidiariedad ..
11. El principio de subsidiariedad nos miende también la pers
pectiva para alcaru:ar a comprender lo que Gambra (118) ha deno,
minado «doctrina de
la espiritualización y superposición de vínculos
nacionales», conforme la cual
«el progreso de integración habría de
permanecer siempre abierto» hasta «la unidad superior y última de
la catolicidad. libre ya de toda modalidad
humana». A la que conduce
«no la imposición de una parte, sino
una libre integración o federa
ción vista por todos los pueblos como cosa
propia y que para nada
mataría las anteriores estructuras políticas nacionales», en «proceso
semejante al que
en
&paña condujo
a la unidad
nacional».
Tal
vez por no acompañarle el
sentimiento hacia los niveles más
elevados, a Tomis y Bages se le difumina esta perspectiva plena, a
pesar de. que tan lúcidamente la observase desde la familia a la regi6n.
(114) Contribución -al esl11dio de los cuerpos intermedios, Ac:tas de la
VI Reunión de amigos de la Ciudad Católica, Madrid, Speiro, 1968.
(115)· El m1111idpio en la organiZ4'i6n Je la ;rociedad, Actas de la
IX Reunión de amigos de la Ciudad Católica, Madrid, Speiro, 1971.
(116)
ar. en Verbo, núm. so, diciembre 1969, págs. 979 y slg$., o
en Datos y 1101as sobre el cambio de e.r1r11cl11rm, Madrid, Speiro, 1972, pági·
nas 209 y sis>.
(117) UniJaJ.unilarismo. Pluralidlll/·frl11ralis1M, Madrid, Speiro, 1975,
que recopila: Gustave Thibon, Unidad, ¿a q11é pre&iol,· Louis Daujarques,
El pl11ralismo en c11estión1• Yvoone Flour, Regionalismo y unidad
nacional,
y Michel de Penfentenyo, Unidad de ac.ci6n con-. diversidad Je fórmulas.
(118) R. Gambra, op, cit., cap. VII, pág. 112.
;;9
Fundaci\363n Speiro
JUAN V AUEI' DE GOYTISOLO
A partir de ésta, en su libro La tradiriú catalana, se le diluye, como
comprobamos en
un trabajo
nuestro publicado en úri,1ian4ad (119)-
Pero la perspectiva también falla totalmente cuando s6lo se per
ciben dos niveles :
el del Estado y el regional, o nacional to11t ro11rt,
como ocurre en los actuales nacionalismos y regionalismos ; es decir,
en los federalismos que no incluyen sino el Estado
y las regioru,s o
nacionalidades
federadas, olvidándose de extender la vista por dentro
de ellas, o sea, a
los cuerpos sociales que las integran, y entendién
dolos
tan solo como la suma numérica de los individuos amorfos en
ellas avecindados.
En eso se diferencian 105 federalismos postrevolucionarios de loo
federalismos
verdaderos tradicionales
(120), estructnradoo desde la
familia, el municipio
y la comarca, de una parte, y por las institucio
nes gremiales y rultnrales, de otra, que también se integran en cada
municipio.
Este es el concepto, al que Torras y Bages (121) y, más tarde,
Vázquez de Mella (122), denominaron reg;onalfrmo, y éste nambién
f11eri.rmo (123), que Maurras (124) calific6 de de1rentralización, y
que Emil Bru-nner y G=bra (126) han llamado federaliJmo, éste
calificándolo
de
histórico -
(119) «Torras y Bages y "La tradició catalana"», IV, en Crbtiandaá,
núm. 566, págs. 87 y sigs.
(.120) Cfr. Francisco Pu.y Muñoz, «Federalismo histórico tradicional fe
deralismo revolucionario y cuerpos intermedios», en Verbo, núm. 63, págs. 167
y sigs., y en Contribución aJ e1111dio de los cuerpos intermedios, Madrid,
Speiro, 1968, págs. 133 y sigs;
{121) Torras y Bages, op. cit., págs. 70 y sig5., 99 y 144 y sigs.
(122) Vázquez de Mella, Discgrro en C01Jadonga, del 26 d~ octubre de
1976,
loe. dt., pág. 238.
(123)
Ibíd., Dircurso en el Par/amento, del 23 de abril de 1894, loe. cit.,
pá.g: 385, en que se emplea indistintamente r-egio,,ali.rmo, fuerismo y federa
lismo
hist6rico, en oposición al defendido por Pi y Margall.
(124) Charles Maurras,
Au d"gne de Piare, «Oeuvres Representatives»,
1931, .recogido
en De la poli#qRe nal,we/e at1 nalionalirme integral, París,
libr. Ph. J. Urin, 1972, pág .. 45.
(125) E. Brunner, op di., cap. VI, pág. 167.
(126)
R. Gambra, op. cit.,. cap. VI, pág. 91.
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A FAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
también foralismo (127). Con esas diversas denominaciones, en un
común concepto, expresan lo que es péoducto de la natural sociabili
dad del hombre que,
según el
propio Gambra (128),
está «forjado
en
la historia, impregnado de
téacl.ición y créador de
instituciones»,
sistema que «recibió entre nosotros el nombre de foralismo o sistema
foral».
E.s, pues, abistnal la diferencia que media entte un organismo
moral que
va desarrollándose
sin pérdida de identidad de los
órganos
integrantes,
y los constituidos
por varias su¡nas de
individuos que
plebiscitariarnente se unifican o se desunifican, se federan o se des
federan.
Por eso,
Vázquez de
Mella {129)
había advertido
que el tegio
nalismo no ha de
empezarse «por
la
toi:humbre», sino
«por la base»,
no «por la
b6veda», sino <
dmientos del edifido>>;
«han de
empezar por
abajo,
hay que comenzar por el municipio; no hay re
gionalismo sin un municipalismo anterior» ... «Sobre municipios es
clavos no se· pueden leva.titar Diputaciones libres; sobre Diputaciones
siervas no se levantarán nunca mas que
Parlamentos contrahechos
que
falsifiquen la voluntad nacional».
12. Por el lado inverso, nos apena
ver que
las derechas españolas
se aferran al concepto jacobino de
nación, unido
a unos conceptos de
soberanía nacional e, incluso, de patriotiStIJ,o, que son correlativos a
dicho concepto.
Según Mella (180), el patriotismo obtiene su fundamento psico
lógico
en el corazón humano,
de un modo sucesivo, y no se
llega a
sentirlo
por la unidad espiritual común de la patria si no se ha sen
tido primero en la unidad regional; pues, «esa onda está demasiado lejana para
haberse engendrado
en
el lago ella sola; antes la prece
dieron otras que tenían el radio
más corto; después de la onda que se
forma en la familia, de la
más dilatada del municipio y la más grande
(127) lbld., pág. 96.
(128) lbid., pág. 94.
(129) Vázquez de Mella, Discurso en el Congreso, del 30 de junio de
1916, págs. 1811 y· sigs. · · '
(130) Ibíd-., Discurso en Santiago de Compostela, cit., págs. 171 y sigs.
Fundaci\363n Speiro
JUAN VALLET DE GOYTISOLO.
de la región, llega la que forma la patria común. Tengamos rurtes el
amor regional, que así habrá después amor nacional». Siendo así,
como dice Gambra (131), un «amor, unitivo», «sentimiento abierto»,
que «no puede engendrar posiciones negativas y de odio».
Por
el
contrario, según
sigue Gambra (132), un «patriotismo
de
tesis, que puede ser enseñado como una asignatura más con su dog
mática y su simbiología, resulta enseguida esencialmente ajeno y ar
tificial», especialmente para quienes «mejor podrían sentir
-----0 sien
tan- el verdadero patriotismo histórico»; y, de ahí, deriva la aver
sión «al &ta.do moderno, como instrumento informista y antitradicio
nal», hipos-tasiado «como unidad abstracta.>> que «se adueña del nom
bre de la patria -España-, Jo utiliza corno propio y procura iden
tificar su causa y su significado con la de él mismo», y que tiene la
razón de Estádr,, como causa suprema e inapelable. Pero como resul
tado final lleva a que
«los medios
intelectuales
y ciudadanos», más
en condiciones de comprender el patriotismo de tesis, «no tardan en darse cuenta de lo irracional
y peligroso de su mantenimiento y en
derivar por cauces internacionalistas».
Estas palabras, escritas en 1953, resultan hoy, veintiocho años
después, mucho más
claras, pues
los hechos, ¡dolorosamente!, han
ronfirmado su verdad profunda.
Y confirman cuanto ya había enseñado la historia. De una parte,
que -romo asimismo dice Gambra (133 )-«el régimen foral no
fue, como muchos creen, un tránsito obligado y siempre declinante
hacia una más efectiva ·unidad; si así fuese se habría prescindido de
él en la organización política de los pueblos americanos, como un mal
con · el que hay que transigir sólo allá, donde existe; pero, antes al
contrario, a América se llevó el régimen de C"bi!dos ( municipio es
pañol) y Congresos (Cortes) como una prolongación del peninsular».
Y de otra
--como nos
recordó Vázquez de Mella
(134)-Felipe
II,
(131) R. Gambra, op. dt., cap. VI, pág. 99.
(132)
Ibíd., págs. 100 y sigs.
(133)
Ibíd., pág. 95.
(134) Vázquez de Mella, Dfrcur.ro en el Parlamento, del 22 de junio
de 1907, págs_ 407 y sigs.
342
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A PAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
rey a qqien ningµn otro ha superado en serlo, reinó con la mayor uni
dad que jamás ha tenido España en la época en que más y mejor se
guardaron sus fueros, en la que alcanzarnos la mayor grandeza, ex
tensión y poderlo que
jamás ha
tenido
pu
cuando el Conde-Duque de Olivares trató de retirar sus fueros
y quiso
seguir la
política centralista de Francia, se perdió
Portugal y
se su
blevó Catalulia,
recordándonos Vázquez de
Mella (135) que, tan
pronto como concluyó la
privanza del
Conde-Duque y Felipe IV ra
tificó los fueros y libertades
a Catalulia,
ésta reaccionó en favor de
la causa
espaliola y
de su
rey, apoyó y levantó al segundo Juan de
Austria y, hasta el final, defendió la dinastía, siendo
«la última
que
abandonó su bandera» frente
a Felipe V.
El punto clave en esta cuestión ·radica en el denominado «princi
pio de las nacionalidades», que implica: 1.2, la aceptación del con
cepto revolucionario de nación, unitarista y excluyente, fundido
al del
Estado; 2.2, en atribuir como. inherente a la nación el concepto bo
diano de soberanía, y 3.2, en identificarla, en plena ortodoxia rous
seauniana, con
la voluntad
general
de la suma de los individuos abs
tractos en que
el pueblo es desintegrado.
El principio de las nacionalidades, elaborado y puesto en acción
en
el pasado siglo, proclama: «A cada. nación .un Estado». Es decir,
que toda nación tiene derecho a un Estado independiente y a que no
lo rija el Estado de otra nación. Y este principio, que encabeza la
Carta de las Naciones Unidas, transforma en excluyente el concepto
de nación, en contra de lo que anteriormente había significado. Co~
eilo, unidos los concept<>s de nación y de Estado ---como ha escrito
Gambra
(136)-«hipostasiados como unidad abstracta, constituyen
una instancia superior sin ulteri()t recurso», suscitando «un sentimien
to cerrado que aboca
a· situaciones-límite>>.
Ello origina dos consecuencias de signo contrario. Una, de movi
mientos separatistas ;
y otra, que niega el calificativo de nación a países
que antes habían sido considerados naciones, aunque se hubieran
in-
(135) Vázquez de Mella, Discurso en el Parlamento} del 18 de junio
de 1907, págs. 83 y sigs.
ll-36) Gambra, op. dt. y úJt. cit., págs, 100 y sigs.
343
Fundaci\363n Speiro
JUAN VALLET DE GOYTISOLO
tegrado constituyendo, a su vez, otra nación tDÁS amplia, integradora,
formada en el transcurso de la historia por sentimientos, gestas, fi
nalidades y tareas políticas comunes. Asi, en general, se acepta por
unos y por otros el concepto excluyente. Peto con finalidades opues
tas, conforme a las cuales, réspectivamellte, o se niega a la nación in
tegradora el carácter de nación y se dice que tan solo es un Estado,
o bien les
es denegado su atributo a las naciones menores, integradas
en aquélla, afirmando que no pasan de regiones.
Canals Vida!
(137), para hacerlo notar, recordó que en 1088
podia mencionarse ,.¡ rey de León «por la gracia de Dios oonstituido
emperador
sobre todas
las ntJdcmes de Es¡,,,1/d>>, Concepto conforme
al cual,
más de
seiscientos
años después, en el articulo 1.2 de la cons
titución
general pactada
por Felipe
V con las Cortes de Barcelona
de
1702 -o sea, anres de que estallara la guerra de Socesió~ se
hablaba de «la nación catalana». Es decir, tal como cabía dentro de
una la concepción estructural orgánica y no cerrada de nación. Y en
ese mismo sentido, antes de surgir
separatismo alguno,
en el siglo
XIX
seguia hablándose de la nación catalana, como ya se dijera desde los
siglos
XIV y XV (138).
Pero el problema se agrava si aquel otro concepto de nación hi
postasiado, hijo de la Revolución, se auna
con el
concepto de sobe-
(13'7) Francisco Canals Vidal, Países, Nationes y Estados en_ nuestro
procesa histórico; cfr. en Verbo, núm. 155-156, mayo-junio 1977. págs. 733
y sigs., o en Qué nos enseña la hisloria, Madrid, Speiro, 1978, págs. 137
y sigs.
(138)
Referida a Cataluña, se
lee ya nostre patrie en uno de los diploma~
de
San Cugat datad_o en 1108.
(Cfr. Cartulario de
San
Cugat del
Vallés,
núm. 801, cit. por José Antonio MatJ¡.vall, El concepto de España en la Edad
Media, 2.• ed., Madrid, l. E, P., 1964, cap. VI, pág. 261.) La expresión
nación, aplicada también a Cataluña, aparece en un escrito de los diputa.dos
del General en
el' Parlamento
celebrado en Tortosa en 1411 (cfr. Francisco
Elías
de Tejada, Las Españas, Madrid, Ambos Mundos, s. f., cap. VI, l,
pág. 201); despúés en boca de la Reina María, esposa de· Alfonso el Mag
nánimo, en las Cortes
de
Lérida de
1440, y en la del Cardenal Margarit (pri
mer gran apologista de la Hispanidad) en las Cortes de 6 de octubre de 1454
(
cfr. Parlaments de le.r Cortes Catalanes.., Barcelona, Ed. Barcino, 1928, pá
gina 176, línea 9, y pág. 209, líneas 2 a 5, respectivamente).
344
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A FAVOR DE WS CUERPOS INTERMEDIOS
ranía éxpresádo por Bodino y con la atribución· de ésta a la voluntad
general,
seg6n la
formulara
Rousseau.
El
concepto ilimitado de soberanía nos era totalmente
extraño.
Así, Ellas de Tejada (139) ha recordado que el aragonés Gaspar de
Añastro e
Izunza corregía el concepto bodiniano de
s011Vert1nité, que
rechazaba,
dado que
la
soberanía es
poder ilimitado fuera del orden
natural
y por encima de la justa autonomía de los cuerpos sociales, y
la sustituía por el de
s11prem,, a11<1ori1,u.
Por tal falta de límites, que la convierte en totalitaria, el concepto
jacobino
y excluyente de nación, al convinarse con el de soberanía de
Bodino
y el de voluntad general de Rousseau, transforma en imposible
o
explosiva
la concepción de una nación dentro de otra más amplia.
Pero, como hemos dicho, no era .así en su concepto clásico.
Vá.zque2 de Mella (140) se dio cuenta del peligro, y pensamos
que ello motivó que sostuviera que España es «una sola nación, que es un agregado de regiones», es
decir, «constituida por
una unidad
moral resultante de los espíritus
regionales que •e sintetizan
en una
unidad superior».
la región
la consideró (141) como
«una sociedad
pública
o una nación incipiente que, sorprendida en un momento de
su
désá.rrollo por una necesidad poderosa que ella no puede satisfacer,
se asocia
con otra u otras naciones
completas o incipiente,¡ como
ella
y les comllÍlica algo de s11 !IÍd" y se hace pmtlcipe de '" "'Y", pero
sin
confundirlas, antes bien, marcando las líneas de su
personalidad y
manteniendo
íntegros dentro de esa unidad
todo,¡ loo atributos que
la
constituyen». Y
advertia (142)
que la nación
«es un rlo f
por itfl11emes,
que son las tegiones; no ha nacido de una sola fuente,
no
está formado
más que
por afluentes; el río, sin los afluentes,
no
puede
existir; los afluentes, aunque pierdan
sus aguas y tuerzan su
cauce en
arenales, pueden existir sin el tío; el rlo,
sin loo afluentes,
(139) Francisco Elías de Tejada, El Franca-Condado Hispánico; confron
tar 2.• ed., aumentada y cotregida; Tul. Jurra, Sevilla, 19'7), ca¡,, X, 4 y 5
páginas.
(140) Vázquez de Mella, Disatr.ro en el Parlamento, de 18 de junio de
1907;
tfr. vol. cit., ptg. 75.
(141) !bid., ¡,ág.,. 84 y siga.
( 142) Ibld., ¡,ág. 91.
Fundaci\363n Speiro
JUAN V AUET DE GOYTISOW
no. Luego es política. insensáta la de secar los afluentes, creyendo que
así se
van a
acrecentar las ondas del río».
Sin embargo, en una ocasión ( 143), llegó a confesar : <
discutirse sobre palabras, sinó sobre conceptos, y si yo encontrara un
vocablo más expresivo y comprensivo que el de nación lo emplearía».
Su concepto de España es la «unidad, con
.su opulenta
variedad». Del
vocable dice:
«No empleo
el término cwilizaci6n porque es dema
siado genérico» ;
«el de n1Jeionalidád, como algo superior a la nación,
porque no es más que el abstracto de nación»; casta, «porque esta
palabra es demasiado vulgar y se presta a muchas acepciones ; por
eso
sigo llamando nación a ese conjunto, a esa unidad en que todas
las regiones
españolas
han· colaborado y puesto su sangre».
13. Para que sea correcto el funcionamiento de Clletpos sociales
básicos_ y asociaciones voh.iq.tarias, que constituyen los cuerpos inter
medios, éstos debeQ adecuarse a cJ,eterminados requisitos, intrinsecos
unos
y extríns~cos otros.
Como requisitos, que c~os deben calificarse de intrínsecos,
Robert Nisbet (144) .señala los siguientes:
a) A11Jonomía funcional, de· modo· que, dentro de 'su ámbito
social, gocen de la máxima libertad para el logro de sua fines espe
cíficos, evitando «la íntrusi6n de una institución como es el Estado
político en zonas de·influencia·que correspondén a otras instituciones».
Las· revoluciones 'administrativas dél siglo ·xx -dice--«se deben
básicamente a mentalidades que consideran· 1a
unión, la
simplicidad,
y, sobre todo, la uniformidad, valores no sólo deseables sino tambiin
inevitables».
Pero
la experiencia --añade--está demostrándonos cuán
equivocada ha sido esta concepción «racionaliza.dora» y sus consecuen.
cias rnasificadoras y alienantes, de una parte, y que, de otra, han dado
paso al totalitarísmo estatal, manipulado por los
tecnócratas (145).
(143) Vázquez de Mella, Diu-urso en el Parlamento, de 22 de junio de
1907, loe. cit., págs. 475 y sigs.
(144) Nisbet, o/J. ril. I, Reu. O,., núm. 20-21, págs. 42 y sigs.
(145) Cfr. nuestro libro Ideología, praxis y mito de la temocracia,
2.ª ed.. española, Madrid, Montecorvo, 1975, · III parte, sec. II, págs. 165
y sigs.
;46
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A PAVOR DE WS CUERPOS INTERMEDIOS
Incluso tratándose de las regiones, cree V ázquez de Mella ( 146)
que
debe establecerse
entre ellas «una comunidad de principios que
sirva para la diferencia específica de todas
ellas, pero
de
ningún modo
de
principio de unificación para
moldearlas a semejanza de una
sola».
Precisamente -estima (147)- la
a,,tarr¡uía, que les
corresponde,
«es el derecho a regirse interiormente».
b) Detcmtraliz,,ción, requerida para debida autonomía funcio
nal, o
autarquía, precisa para que el gobierno de los cuerpos inter
medios
se quede en
manos de
sns propias élites, no en
las. de
tecnó
cratas, ni de
teóricos, ni
tampoco
«en manos polític
despersonalizadas» (148). Precisamente ésta ha.sido siempre la prin
cipal preocupación de nuestro amigo
Jean Ousset (149).
c)
/
erdrquia suci,i!, consecuente a la estratificación de funciones,
que el poder arbitrario de
.los órgan,,o gubernamentales y la obsesión
igualitaria que sufrimos han ido destruyendo, como también señala
Nisbet (150).
El
sentimiento igualitarista -prosigue el
mismo profesor-
ha
llevado a «la aparición del ressen#ment que profetizaron, entre otros,
Burke, Nietzsche y Tocqueville»- Sin embargo, la jerarquía es ne,
cesaría
para
el funcionamiento de
los órganos sociales y su defensa
contra la manipulación.
Esta necesidad de la jerarquía la reivindica
también, según hemos visto antes, el indiscutido Premio Nobel, Kon rad
Lorenz (151
).
· d) Tradición, basada -como dice Nisbet (152)-«en los me-
(.146) Vázquez de Mella, Dirc11rsq ·de/ 21 de iN/io de 1918 en San
tiago de Compostela, vol. cit., pág. 163'.
(147) Vázquez .de Mella, Discurso en el Congreso, de 30 de junio de
191« pág. 187.
(148)
Nisbet, pág. ú!t. cit. y sig.
(149) Jean Ousset, Discurso ina,,g11ra/ de la VIII Reunión de amigos
Je
la Ciudad Cettólica; cfr. en VERBO, núm. 80, diáembre de 1969, pá
ginas 923 y sigs.
( 150) Nishet, loe. uit, cit., pág. 43 ..
(151) K. Lorenz, op. cit., cap. VII, pág. 86.
(152) Nisbet, págs. ult. cit. y sig.
347
Fundaci\363n Speiro
JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
canismos incomprensibles, pero efectivos, del orden social, en la cos
tumbre, .en . los usos tradicionales de un pueblo y en los innumerables
medios de adaptación con que los seres humanos demuestran ser due ños de
su destino
de forma
qtie los
gobiernos no pueden ni siquiera
comprender»
.. La
libertad se mantiene «en la medida en que es po
sible proteger de la interferencia del gobierno y de la legislatura, a
un sector de la sociedad que se gobierna por medio de lo espontáneo,
de lo sancionado por la
costumbre y sancionado por la tradición» ;
pues costumbres y tradidón «constituyen la verdadera esencia de la
moralidad y, por lo tanto, de lá resistencia a la opresión y a la co
rrupción».
¡En Estados Unidos se descubre, hoy, lo que siempre sostuvieron
nuestros tradicionalistas!
Así; Gambra (153} reiteraba la importanda del árrdigo, que en
gen¡lra sanos sentimientOS y costumbres, que cristalizan en saludables
instituciones que,
a
su vez, conseirvan y afianzan las. buenas costurri·
bres. «Esta -dice--es la esencia del tradicionalismo».
También el científico Katl Lotenz (154) nos habla del valor que
para la cultura riene la · t,tJdición dcumu/a;iva del saber orgánico ad
quirido
mediante
la selección;
y advierte (155) de las perniciosas
consecuencias que acarrea a los jóvenes ese incesante arrinconamiento
actual de la tradición paterna.
En contra de las tendencias democráticas, los dos últimos requisi
tos examinados muestran que, en muchos cuerpos sociales, no con
viene
soslayar el elemento aristocrático, en el sentido de élite, ni el
monárquico, incluso el hereditario. Pensamos, especialmente, en la
familia,
y en la pequeña y mediana empresa, sobre todo en la agraria.
14. Los requisitos
extrinsews para el buen. funciooamiento de
los cuerpos
sociales,
y para la consecuente defensa de las libertades
(153) Rafael Gambra, «Diagnósticos y terapéuticas», en Eso q11e lla.
·=man Estadoi Madrid, Escelicer, 1958, pág. 173.
348 (154)
K. Loren,, op,
y cap. ult. cits., págs. 75 y sigs.
(155) !bid, pág. 88.
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OPCIONES A FAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
civiles y políticas, son los que corresponden a las relaciones de unos
cuerpos con los otros
y a IJ!S de todos y cada uno con el poder po
lítico.
Se refieren a la naturaleza misma del poder político; al pactismo
entre los cuerpos sociales
y el poder poUtico; a la representatividad
en aquéllos y ánle éste, y a la «foralidad>>. Comenzaremos en st, exa
men por orden inverso:
a) El foralism-0 implica que el Estado, y demás cuerpos de un
ámbito que incluya otros menores, respeten Ja constitución específica.
y diferenciada de cada uno de los cuerpos sociales más reducidos que
comprendan,
y de sus tradiciones, usos y costumbres enraizadas en la
historia, tanto más cuanto mayormente lo estén, pero· siempre en ré
gimen abiert~ a las nuevas necesidades (156).
b) La representatividad, a su vez, requiere: la org"1ticiddll, a
tono con la de los cuerpos representados ; la
"11tenticidad; el carácter
imperativr, del máltddlr, conferido por dichos cuerpos ; y la colegia
Ndad
de los representantes.
-· La r,rganicúkd de la representación de un cuerpo si¡¡nif.ica que
los representados no son los indwid,,,r,s integrantes del cuer
po, sino k,s intereses objetivos y colectivos de las diversas agru
paciones humanas
integradas
de éste, como ocurría
en la repre
sentación
de las
ciudad.es, instituciones y clases·, en las cortes
tradicionales. Los integrantes del cuerpo social tienen mejor co
nocimiento cle causa para elegir, ellos mismos, a quienes repre
senten
sus intereses colectivos que para escoger a quienes, según
sus
ideologías, deban
conducir a todo
el país.
-' La t111lenticMad significa que cada cuerpo elije por sufragio sus
propios gestores ;
y que quienes deban representarles en las ins
tancias superiores (municipio, diputación, cortes)
sean elegidos
bien por todos los miembros, por compromisarios o por los ges-
(156) Vázquez de M'Clla, Dhctlf'sO ffl S@tiago de Compaste/d, el :u
de julio de 1918, loe. cit., pág. 163.
349
Fundaci\363n Speiro
JUAN V ALLEr DE GOYTISOI.O
tores, según las circunsfancias del propio cuerpo representado y
lo previsto en sus fueros o estatutos; pero siempre sin interferen
cias de las autoridades estatales o gubernativas.
-El m,mdato imperativo, lo explica con toda claridad Gambr, (157),
siguiendo a
Vázquez de
Mella (158). «El procurador no debe
ser representante de toda la nación como en el régimen liberal,
sino de la corporación»: «No irá a disputar a las Cortes, sirio a
pedir y votar lo que le manden los que le hayan designado. Y ha
de
jurar no recibir honores ni merced alguna durante d cargo.»
-La colegialiddá se refiere a la representación de ·cada uno de los
cuerpos integrantes de uno superior. No se refiere
a1 gobierno de
cada uno de ellos, que
puede ser colegial o monárquico, si bien
normaJmenre es electivo salvo en la familia y en · las empresas
individuales
y familiares.
Ahora bien, esta
colegialidad no
debe tener
más función . que la
representativa
en las instancias inferiores, y de coordinación general
de las entidades ·representadas en las superiores, pero sin interferir-
·--·'Sl'en el gobierno interno de aquéllas, ya que su ·interferencia signi
ficaría su dependencia del órgano colectivo que, en ese caso, resul
taría centralizador. Aquí, como para todo en. un orden orgánico, vuelve
a ser derermioonte el principio de sub,idiariedad, que excluye que
esos ~ganos representativos fo~en una nueva unidad~ en, . la ins-
1Ja11cia
superior, que absorba; en rua.nto no
sea
cotp.Ún, fa persona
lidad de sus representados.
Por lo- tanto, en· la ins~cia supe_rior de. la . nación, no debe ser
soberano ese órgano representativo, o Cortes. Como recuerda Gam
bra
(159), las Cortes tradicionales «no son, pues, soberanas, como
se supone son las Cortes democráticas, ni_ transmisoras del poder» ...
(157) Gambra. La 1111.marqlllá 1ocia!" y repre1er1tati11a en ... , cap. VI,
pág. 105,
(1'8) Vázquez de Mella, «La monarquía carlista.», en BI Correo Es·
pañOI, de 20· de· diciembre dé 1889, cit. por Gim.bra, op. C'ii., nota· 87.
(159)
Gambra, op,
y cap. ult.
cit., pág; 104.
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OPCIONES A FAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
«Sin embargo, en la práctica constituían un elemento de contención
del poder, sobre todo en el terreno económico, pero no tanto por esas
funciones limitativas como por los contrapoderes que representaban,
esto es el conjunto institucionalizado y autónomo de sociedades y co
munidades políticas independientes del poder público». Nótese que
esas facnltades, condicionantes del poder supremo, eran ......:orno acla
ra el mismo Gambra-< por parte del monarca de lo que era una situación de hecho, es decir,
una especie de libertad concreta más concedida a los estamentos so
ciales en su colectividad». Pero nunca significó el otorgamiento de
poder directo, que no fuera arbitral, sobre las comunidades represen
tadas,. específicamente
y con mandato imperativo.
Contrapuesta en este punto, es la
p06ición de
la línea liberal, con
cretamente
la de Salvador de Madariaga. Hemos visto antes que, para
este
ilustre escritor,
los ciudadanos
-no
excluidos del
derecho al
voto-- deberían
formar la
base del cuerpo electoral municipal, donde
concluirla su
derecho de sufragio directo; los concejales formarían el
cuerpo electoral
para la diputación regional,. y los diputados regio
n·ales
elegirían
el Parlamento,
que, a
su vez, elegiría el
~erno.
Pues
bien, para Madariaga (160), las Cortes «serian la única Cá
mara que ejercería la soberanía nacional». Aparte de
las. competen
cias
regionales
y municipales, vendríaQ !imitadas las suyas en las
«cuestiones concernientes a la vida económica)>, en las cuaJes «I~
Cortes no tendrán rompetencia .para legislar». Propone que -la ini
ciativf1 en estas matei;ias corresponda al Consejo Económico Nacio
nal, que deberla presentar las propuestas al Congreso Corporativo,
que los elevaría a las Cortes, y éstas no podrían entrar a discutirlas
en su articulado, sioo adoptarlas como· ley, recha:zárlas o· devolverlas
para enmienda. Elegido el Gobierno para las_ Cortes sobera_nas, el
Presidente de la República no_ tendría ningún poder ni siquiera el
moderador, y no serla sino el Notario general de la R,,pública, e'le
gido por un colegio formado por el O,nsejo de Ministros, el Con·
sejo
Económico Nacional, 50 diputados a
Corres designados ¡,or ésrás
(160) Salvador de Madariaga, op. dt,, págs. 256 y sigs.
Fundaci\363n Speiro
JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
y 25 miembros del Congreso Corporativo, elegidos por éste (161).
Extremo éste del que también
discrepo., como
en seguida
veremos,
la linea tradicional-
') El
pdl:#smo es una consecuencia dimanante de la pluralidad
de
intereses concretos
representados en, las Cortes. Por eso, tales re
presentantes deben pactar colegialmente, en
ese grado
superior, con
el poder estatal.
En ese
sentido, se estableció para Cataluña en la
constitución paccionada de 1283 entre Pedro
el Grande y las Cortes
de Barcelona, que ninguna ley general
podia establecerse sino pactada
entre las Cortes
y el Rey, ni podia derogarse ni modificarse ley, ni
franquicias o fueros así pactados, sin el mismo concurso de estas
Cortes
y el Rey.
Ne;> insistiremos sobre este tema, que recientemente ha sido es
tudiado en sus aspectos histórico, jurídico y filosófico (162). Pero
reiterarnos que el pactismo tradicional nada tiene que ver con el ac tual pactismo dialéctico, a la busca de un
«consenso» que
no pasa
de ser una síntesis provisional sujeta a nuevas antítesis (163).
d) La naturaleza del poder poli#ro del Estado ha de constituir,
sin duda, la
suprema a1morilt1S, delimitada por el prindpio de subsi
diarietlad, dimanante del -orden tWlural de la creación, indudable
mente dinámico.
Pero, ¿cómo habría de determinarse quién o quiénes ejercieran
ese poder?
En nuestro derecho tradicional ejercía ese papel la monarquía he
reditaria. Concretamente en el pactismo cataián, los
juristas del
si-
(161) Ib/d., págs. 261 y sigs.
(162) Luis Legaz Lacambra, Jaume Sobrequés Callicó, Juan Vallet de
Goytisolo, Jesús La.linde Abadía, Alfonso García Gallo y Luís Sánchez
Agesta, 1!.I pactismo en la historia de España. Madrid, Instituto de Espa
ña, 1980.
(163) CTr. nuestra comunicaci6n, «El pactismo de ayer y el de hoy»,
Anales de la Real Atdemia de l]urisprudenda y Legfrlación, núm. 6, 1978
págs. 173 y sigs., o en Más sobre temas de hoy, págs. 1 SO y sigs., y «Del
pactismo de ayer a los consensos de hoy», en VERBO núm. 175-176 mayo-
junio de 1979, p.ig,. 685 y sigs.
352
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A PAVOR DE WS CUERPOS INTERMEDIOS
glo xv formularon esta duplicidad de partes: el Rey, de una, y los
tres
brazos de las Cortes,
representando al
Principado, o
sea a
toda
Cataluña, de otra (164). Es decir, por una parte el poder político
del
Estado, que correspondía al Principe,
y, de otra parte, fa repre
sentación de
los estamentos y cuerpos constitutivoo del país, como
fruto de un contrato social, forjado
en la historia, del cual la primera
célula
no la constituían los individuos, sino las familias, las
casas, los
hogares,
según expresó
Fraru:esc Eiximenis
(165).
El carlismo siempre propugnó por la monarquia hereditaria jun
to a las
rortes tradicionales represen~ivas de
las libertades forales.
Vázquez de
Mella (166)
y Garnbra (167) lo han mostrado con es
pecial dlru:idad. Bn Fr"'1Cia, La Tour du Pin (168), Charles Be
noist (169) y Charles Maurras (170) lo propugnaron decidida-
(164) Cfr. Jaume Callis o Iacóbo Calicio, C11riMNm extr~ravatorium
verum summis il/11slrat11m, cap. II, núm. 4; cfr. ed. Barcelona, I Gicardiola
1556, pág. 5; Tomás Mieres, ApparaJqs ¡11.Per con¡titutionibus C11riar11m Ge·
neralium Cathaiauniae, II,, coll. XI, cap. IV, núm. 108, cfr. 2.@. ed., Bar.
celona. l. Sebastian Cormellas, 1621; Jaume Marquilles, Co_mentarie ..• .r11per
Usatkas Baríhinonensis, U.ratge Una quo,qfle gens, Barcelona, l. Luschner,
1501, folios 358 y sigs.
(165) Francesc Eiximenis, Dotze del Crestia, cap, 156. Cfr. reproduci
do por Torras y Bages, II parte, cap. IV, V; ed. cit., pág. 430. Puede
cfr. también en Francesc Eiximenis, La SQcielat catalana al sec/e XIV, ed. de
Jill Webster, Barcelona, 1967, pág. 27. Nos hemos ocupado de este texto
en «Las fuentes del derecho en el Appat'al11s super Constitu1ionihus C111'ia
r11m Cathaloniae,
de Tomas Mieres», en Libro-Homenaje a Ramón M.!l Roca
Sastre,
'vol. I, págs. 360 y sigs.
(166) Vázquez de Mella. Disc11rso en el Parlamento, de 22 de junio
de 1907, dr. vol. cit., págs. 474 y sigs.
(167) Rafael Gambra, op. y cap. últ. cit., págs. 102 y sigs.
{168) La Tour du Pin, op. cil., cap, XII, IV, págs, 356 y sigs.
(169) Charles Benoist, op. cit.1 cap. XXXVI, págs, 284 y sigs.
(170) Charles Maurras, La encuesta sobre la monarquía, lib. I, I;
d:r. ed.
española,
Madrid, Cultura Española, 1935, pág. 213, donde expone
el lema «Un César con Fueros», expresión que reecordó en.· Vers l'Espagns
de Franco, París, Ed. du Libte Moderne, 194'3, pág. 190, en un texto que
puede confrontarse traducido en
Verho, núm. 150, diciembre 1967, Charle.1
Maut'f'as
y Cataluña (algunos textos de ·vers l1Espagne de Franco), pági
na 1.418.
353
Fundaci\363n Speiro
JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
mente, estimándola una pieza fundamental, clave del sistema. Tam
bién en
España fue ésta la
posición de Acción Española (171).
Oerto es que para revivir esta monarquía tradicional es preciso
tener un rey que jure el sistema -como antaño juraba respetar las
constitucioru,s generales y las costumbres, fueros y privilegios terri
toriales y locales, de forma conmutativa y correlativamente
al jura
mento de fidelidad que recibía- y que penetre y se compenetre en
él. Para ello, es necesario que donde haya rey posible,
éste no
incu
rra en la aceptación -aparentemente
más segura y confortable para
la dinastía.---de
una monarquía constitucional o, incluso,
«parla·
mentarla», ni de una monarquía vinculada a un, dictador vitalicio .o
a
una serie indefinida de sucesivos dictadores.
A falta de rey, habría que recurrir a una coexistencia del régi
men orgánico, -y sus Cortes, con un sistema presidencialista, tam
bién orgánicamente electivo a través de los cuerpos sociales, aunque
no por las Cortes, para que así no se halle totalmente supeditado a
éstas. Oaro está que ese régimen electivo tiene un grave inconve
niente, enunciado con galanura por Lope de Vega, en Los novios
de
Hom«huelos, al explicar que la transformación en hereditaria
de la monarquía se hizo «para evitar disenciones en las nuevas elec
ciones».
(171) Or. Víctor Pradera, El E.rtado N'uevo, 111 parte, cap. III, pá
ginas 188 y sigs.
354
Fundaci\363n Speiro
DE LOS GUEiR!POS INI.1FlRiMiEIDIOS
POB.
JUAN V ALLHT DB GoYTISOLO
l. ¿Puede salvarse aún nuestra libertad, hoy a la deriva, al ha
berse perdido en pos del espejismo de una utópica liberación en el
futuro mundo
feliz de
una sociedad
homogénea que, acá abajo, pro
vea todas nuestras necesi~es, es decir, de un paraíso en esa tierra?
¿Pueden las democracias, advertidas de ese peligro, escapar a él?
La historia del último medio siglo nos muestra el fracaso de la
democracia
rousseauniam corno defen:sa frente a la concen1'rlle.ión
del poder en el Estado, conoecuencia de la alie1'k1IWn tota/,e a la
vokmté géné:rale, propugnada por él propio Rousseau (1). M.,ss
ner (2) lo advirtió hace bastantes años: «El baluarte "moral" que
en las democracias liberales de Occidente debiera constituir la res
ponsabilidad moral de los ciudadanos para ron sus derechos de li
bertad, ha probado su falta de fiabilidad en la democracia de ma
sas>,
No olvidemos que la igualdad, ideal democrático, facilita la ho
mogeneización que conduce a la sociedad de trlaSas, y, con ella, a dar
realidad a la visión que, hace más de cien años, proféticamente, hab~
anticipado Tocquevil!e (3), al advertir que «la anarquía no es el
(1) Cfr. nuestra comunicación al II Encuentro de la «Funda.2:ione Gioac
chino Volpe», El hombre anfe el totalitarismo estala/: U"ea..r fro/Jlko-jNridkas
de defensa, I y 2; cfr. en. Verbo, núm. 124-125, mayo-junio 1974, págs. 387
y sigs., o en Más .robre temas de hoy, págs. 364 y sigs.
(2) Johannes Messner, La cuesti6n social, vers. en castellano, Madrid,
Rialp., 1960, § 126, págs. 459 y sigs.
( 3) Alexis de Tocqueville, De la J'WÍ,ocratie en Amerique, ed. dirigida por J. R. P. Mayer, París, Gallimard, 1961, vol. II, IV ·parte, cap. I,
págs. 295 y sigs.
299
Fundaci\363n Speiro
JUAN V A1LEI' DE GOYTISOLO
principal mal que los pueblos democráticos deben temer, sino el me
nor>>; pues la democracia, además de esta tendencia, provoca otra que
«conduce por W1 camino más secrdo, pero más seguro, hacia la ser
vidumbre», a la que los hombres «se dejan conducir>>, «sin verla»,
,¡úent.~as se
produce
.«la
concen,tración gradual de
los derechos polí
ticos en las
sqlas manos
del Estado».
Por otra parte, unos partidos. presentan en sus programas, romo
meta, la de una futura sociedad homogénea que sólo se puede inten
tar hacerla realidad mediante un totalitarismo que
la imponga. Y los
otros partidos, por fines electorales, no escapan al reto de la dema
gogia.
La conquista- de votos · les incita a ofrecer a sus electores la
extensión de las funciones de la Administración del Estado para su
ministrarles un
bienestar,
cada vez más difundido. Pero esta acción
tutelar
dél Estado
tiene por
precio la
masificación y,
como contrapar
tida,
impele al
Estado democrático a confiar las palancas de su Admi
nistración a la
recnocracia. Puestos también en manos de los tecnó
°"'Í\" 1os· medios de comunicación de masas, permiten obtener, muy
democráticamente
(es d<"Cir,' con
el
refrendo de
votos mayoritarios),
la aprobación incondicional de los planes por ellos elaborados y el
logro de su realización total ( 4).
~ habló, ·en estOS últimos años, "de un so'Cidli.rmo Con rostro
hnm"'1o: Incluso se le creyó preanunciado por la denominada «Pri
mthlera de Pr,.ga» (5). La esperanza de ésta se esfumó violenta
mente. Pero, aunque hubiera tenido
éxito, esta
experiencia no hu
biera significado sino
una dúlcificación de
la
tiranía del
sistema.
Especialmente le
hubiera sido muy difícil, sino imposible, recuperar
la libertad ·perdida, cuando las democracias occidentales, por la vía
de
fa social-democracia, la están perdiendo.
Qertameµte, estas
.últimas se hallan
fuera del telón de
aoero que
las
sepa,,, dt!l roralitarismo tiránko, de 1'ts clínicas psiquiátricas para
( 4) Or. nuestro libro IJeologia, praxis. y mito de la tecn
sec. II. ar. 2.:!! ed. en castellano, Madrid, Montecorvo, 197', cap. II,
págs, 284 y sigs.
(5) Cfr. nuestra ponencia C~pitalism(J.-Socialismo-Tetnacracia, 11, B. b.
en
Verbo, núm. 101-102, .enerc;,-febre.ro 1972, págs. 97 y .sigs., o en Datos
y notas sobre el ,ambio de estruttura.r, págs. 35 y sigs.
300
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A PAVOR DE WS CUERPOS INTERMEDIO~
tratamiento de los disidentes y lejos aún del archipiélago de Gulag.
Pero siguen
otro modelo
de totalitarismo, preanunciado
por Toc
queville en unos párrafos que asombran por su clarividencia de más
de un siglo de anticipación. Viene
a ser la antesala del «m1111do
feliz» que nos anticipó Aldous Huxley y que nos ha sido mostrado
por Roland Huntford
(7) como el nuevo totaUtnránw instalado . en
el pardso sueco, la tierra prometida de lr>s planificadores, sin que
«la
democracia sufra por ello1>. Al
parecer, los suecoo «han aceptado
la
existencia organizada y estructurada para tener derecho al confort
y a la seguridad» ... «el precio de la satisfacción es la couformidad
absoluta» ... «la sociedad
impone
la uniformidad», con métodos
«civilizados, racionales y humanos, pero no menos implacables»,
y con «un grado de intervención estatal todavía desconocido en la
mayor parte de los paises occidentales».
Los suecos, «a cambio de
la sexnalidad, se
han dejado dominar por sus dirigentes ... ».
El premio Nobel de medicina 1973, Koruad Lorenz (8), ad
vierte, con preocupación, que «según una doctrina pseudodemocrá
tica de hoy» : «la condicionalidad ilimitada del hombre es suma
mente deseable»; y «que todo lo específicamente humano
es inopor
tuno, mientras todas
las manifestaciones ( ... ) que contribuyen a la
pérdida del carácter humano son extraordinariamente deseables para
una mejor manipulación de las masas. "Abajo la individualidad".
Así
reza la consigna. Tanto los grandes fabricantes capitalistas como
los altos funcionarios soviéticos tienen idéntico interés por conver
tir a los seres huinanos en súbditos uniformes e idealmente sumisos,
lo cual no se diferencia mucho de los personajes descritos por Al
doos Huxley eo su espeluznante novela del futuro "Un mundo
feliz"».
2. No es de extrañar,
pues, que la participación, la solidaridad
social y el espíritu comunitario se tengao que buscar y se hayan
bus-
(6) Tocqueville, op. y vol. cits., lib. 11, cap. VI, págs. ,24 y sigs.
(7) Roland Huntford, Le nou11eau talt:ditarismo. Le parailis souedois.
(8) Konrad Lorenz, Los ocho pec/J/Jos mortales 4e la humanidad ci11i-
1izdáa, VIII; cfr. ed. en castellano, Esplugas de Llobregat, Plaza y Janés,
Ed., 1973, pág. 101.
301
Fundaci\363n Speiro
JUAN V ALLET DE GOYTISOW
cado por otras vías que preserven la libertad de las personas y eviten
el riesgo de su absorción por el Estado.
Tras la
Revolución Francesa,
Edmund Burke (9) subrayó que
los constituyentes franceses, al distribuir geométricamente
y arre
glar aritméticamente su país, trataron a Francia «exactamente como a
oo país ronquistado», e hicieron «libre» a Francia como los romanos
a Grecia, Macedonia y otras naciones, «destruyendo los lazos de
unJón, bajo pretexto de
proveer a la iodependencia de cada una de
sus ciudades» ( 10). Olvidaron que no ha habido
nwica hombres
«que
se hayan vinculado por dignidad, por localismo o por verda
dero amor a una circunscripción determinada geométricamente» ...
«De nuestras familias --escribía (11 )__:__ pasarnos al veciodario y a
los habituales
conocimientos.
Son lugares de intimidad y reposo.
Estas divisiones de nuestro país, que
han sido formadas por el há
bito y no por decreto de la autoridad, son otras
tantas imágenes de
nuestra patria grande en el
cual el corazón encuentra su plenitud.
El amor al todo no se extingue por estos otros amores menores.
Quizás sean estos un aprendizaje elemental ... ». Los viejos parla
mentos regionales, añade ( 12), constituyeron «cuerpos políticos
per
manentes hechos para resistir arbitrarias innovaciones, y tanto estas
corporaciones como la mayoría de sus modos de actuar estaban bien
pensados
para asegurar a las leyes su auteoticidad en conjwito, así
como
su inviolabilidad. Habían sido asilo seguro para las leyes en
todas las revoluciones del capricho y de la opinión. Salvaron este
sagrado depósito de
la patria durante el reioado de príncipes arbi
trarios
y de las tormentosas arbitrariedades de las facciones».
Más tarde, Tocqueville (13)
hizo observar
cómo bajo las ruinas
del antiguo régimen, producidas por la Revolución, habla surgido
«un poder social inmenso que ha
atraído y absorbido en su unidad
(9) Edmund BW'ke, Riiflexione.s .robre la Revolución f,ance.ra¡ cfr. vers.
,.,pañola, Madrid, l. E. J., 1974,
(10) Burke, op. cit., 11, págs, 4
06 y sigs.
(11)
lbld., págs. 469 y sigs.
(12)
Ibid., págs. 489 y sigs.
{13) Tocqueville, L'encien Régime el la Révol11ti01t, lib. 1, ca.p. II;
cfr. ed, París, Gallimatd, 1952, vol, I, págs. 85 y sigs.
302
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A FAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
todas las partículas de autoridad que autes estabau dispersas en una
infinidad de poderes secundarios: órdenes,
clases, profesiones, fa
milias e individuos, y como difundidas en todo el cuérpo social»,
que
poco a poco el absolutismo había dejado inánimes y la Revo
lución destruyó de golpe
(14). Y propuso, como tímido remedio
a
las sociedades democráticas, el de confiar una parte de los poderes
administrativos «a los
cuerpos secundarios previsoramente formados
de simples ciudadanos», que, a la
sazón, veía
florecer
en los_ Estados
Unidos
de América
(15). Como se ve, estos cnerpos sociales -se
gún ha recordado Larca Navarrete (16)-tienen su misma razón
de
ser envuelta en una filosofía de las libertades reales y concretas. Recientemente,
el profesor Robert Nisbet (17) ha observado
que, a partir del ataque de Burke a la centralización revolucionaria,
se
han producido varias corrientes de signo distinto, pero que tienen
en común la «profunda creencia de la necesidad de proteger del
po
lítico al orden social». Para diferenciar cada uoa de ellas, en resu
men,
señala:
--La
línea conservadora, de la que nombra a De
Maistre, Bonald,
el
joven
Lamennais y a Le Play, en Francia; a Balmes y Do
noso Cortés, en España,
y a Southey y Coleridge, en Inglaterra,
«bajo cuya
influencia
-dice--la familia, el gremio, la locali
dad, la
región, la parroquia y la asociación voluntaria adquirie
ron ascendiente de nuevo en el pensamiento occidental, acabando
con
el período de exaltación del Estado político soberauo que
había iniciado el Renacimiento».
-La línea liberal a favor de lo social, de lo local, de lo voluntario
y de lo descentralizado, en la que sitúa a Lacordaire, Montalem
bert, Tocqueville, Wilhen von Humbolt, Mili
y Acton.
(14) Ibld., lib. I, cap. V, págs. 94 y sigs.
(15) Tocqueville, De la democralie en ... , vol. II, lib. III, cap, VII,
págs. 328 y sigs.
(16) José F. Lorca Navarrete, Plura/isf11(), regioTtflli.rmiJ,. _m11nfrif,alis
mo, Universidad de Sevilla, 1978, pág. 11.
( 17) Robert Nisbct, «La restauración de la autoridad»1 I, en Revista
de OcridenteJ III época, núm. 20-21, junio-julio 1977, págs. 40 y sig5., y
II,
eo· Rev, Oc., núm. 22-23, agosto-septiembre 19r'77, págs. 36 y sigs.
303
Fundaci\363n Speiro
JUAN V ALlET DE GGYTISOLO
-La línea radical de los anuquistas, expuesta por Proudhon, Ba
kunin y Kropotkin. Contrapuesta
al desprecio
que
Marx y sus
discipulos mostruon por
lo que denominaban pequeños patrio
tismos, la
adhesión a
la familia, al gremio, a la parroquia, a la
asociación cooperativista, qne relegaban
al «vertedero
de
la his
toria».
-Las líneas, próximas entre sí, de los fundadores del movimiento cooperativista
y de los sindicalistas de fines del siglo XIX y de
los socialistas
gremiales.
-
Y,
finalmente,
alude a
los pensadores, cronológicamente más
tudíos, que califica de pluralistas politicos, como
J. N. Figgs,
F. W.
Maitland, Otto von Gierke y Leon iDiguit, qne también
presentan
grandes diversidades
entre
sí.
Sin
perjuicio de que
después analicemos
las direcciones plura
listas en el orden social y politico hoy más destacadas, ha,,emos aquí
una advertencia respecto de la dirección anarquista. Se caracteriza
ésta, en ese punto, por su nominalismo filosófico y por su iguali
tarismo, que la contrapone radicalmente de la dirección tradicional,
pues a nada obedece que trascienda al hombre, a quien estima que
todo le es inmanente. No hay,
pa,,a Proudhon
(18), un orden na
tural que marque pauta alguna en una sociedad, que
estim,. «fun
damentalmente
económica»,
«de esencia conmutativa»,
en la que el
contrato es
«el orden,
porque
es· la
organización de
las fuerzas eco
nómicas en
luga,, de
la enajenación de las
lihertadesi>. Y
es rotundo
al respecto: «Es preciso suprimir, en
, una
palabra, todo lo que reste
de
. divino
en
el gobierno de la sociedad y reconstruir el edificio
sobre la idea humana del contrato». La dirección proudon.iana fue representada en España por Pi
y
Margal! (19), que defendió la federación a través del pacto.
(18) Proudhon, antología de textos recogiQqs por J. Muglioní en el
vol. J11stic'e et Liberté, París, P. U. F., 1962, págs. 206 y sigs., citados por
Legaz Lacambra, . «filosofía. del Pa~smo», en El P«ti.r,na en. la Hhtoria
Je España, Madrit;l, Instituto de ~paña, 19so,' págs .. 42_. y sigs. . ,
(19) Francisco Pi y Margall, las nari011aJidades,
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A FAVOR DE WS CUERPOS INTERMEDIOS
La línea tradicional española fue genuinamente representada. en
la
primera mitad
del siglo
XIX por el mercedario catalán Magín
Ferrer (20), quien señalaba
cuál era el respeto debido a las auto
nomías del padre de familia, de los ayuntamientos
y de las dipu
taciones, en
su
respectiva esfera,
como limitativas del poder real,
anticipando la línea que años
más tarde asumirla el pensamiento
carlista, que en el siglo
pasado estuvo
representado, principalmente,
por
Aparisi y Guijarro (21).
Donoso Cortés (22) había expresado vigorosamente:
«En el
catolicismo el hombre no está solo nunca: para encontrar un hombre
entregado a un aislamiento solitario
y sombrío, personificación su
prema del egoísmo
y del orgullo, es necesario salir de los confines
católicos. En el inmenso círculo que describen esos confines, inmen
sos,
los hombres
viven agrupados entre sí,
y se agrupan obedeciendo
al
impulso
de sus más nobles atracciones. Los grupos mismos entran
los unos en
los otros, y todos en uno más universal y comprensivo,
dentro
del cual
se mueven
anchamente, obedeciendo a la ley de una
soberana armonía. El hijo nace y vive en la asociación doméstica,
cap. I y apéndice V; dr. ed. Madrid, Mllildo Latino, 1929, págs, 115 y sigs.,
y 441 y sigs.
(20)
Fray
Magín Ferrer, l.As-leyes f,t,idamewtdles Je la mo,zarquia espt,1,-,
Jíola, seg,í11 f11eron antiguamente y, segllu cont,if!!.1e ·que sean . en la épocd ac
tual; Barcelona, Impr. y Libr. de Pablo Riera, 1843; dr. especial_mente
11 parle, cap. III, núms. 57, 66 y 72 en el vol. 11, págs. 77,)'"sigs., 91 y 94.
(21)'
Antonio Aparid y Guijarro pedía que las ~ fueran «venla
deta expresión
o representaci6n de las fuerzas· sociales» (Restaiwt1Ción1 1872),
abogaba contra la. centralización (Di/cursa en el Congreso, de 27 de enero
de 1859), defendía ló.s fueros y reclamaba que las Diputaciones, las for
maran,
de una
parte, los ayuntamientos hechos independientes, y, de otra,
la. Iglesia, la universidad, el tribunal de comercio, los colegios,. las acade
mias, los gremios ... de ciencias; de arte, de industria (Di.rc11rsa en el
Congreso, del 22 de _abril de 1859). Cfr. Francisco Puy Muñoz, Apariri y
Guiiat'ro. Sobre
los cuerpos sociales básicos, Sevilla, Ed. _Montejurra, 19'73, y
Raimundo de Miguel, Semblanza humana y política de Aparici j G11i¡an-o,
Valencia, Impr. J. María Montaña, 1980, págs. 29 y sigs. ·
(22) Jwin Donoso· Cortés, Ensayo sobre··_ el útolicism_o, el_ liberalismo
1 el srxi.tfrmo, cap. III; dr. Olwas Completas, ed: Madrid, B. A. C., 1970,
vol. 11, pág.
5 21.
305
Fundaci\363n Speiro
JUAN V ALLET DE GO'YTISOW
ese fundamento divino de las awciadones humanas. Las familias se
agrupan entre sí de una manera conforme a la ley de sn
origen, y
agrupadas de esta manera, forman aquellos. grupos superiores que
llevan
el nombre de clases: las diferentes clases se consagr.m a di
ferentes funciones: unas cultivan las artes de la
paz, otras las artes
de la
guerra; U)las conquistan la gloria, .otras administran la justicia,
y otras acrecientan la industria. Dentro de estos grupos naturales
se
forman otros espontáneos, compuestos de los que buscan la gloria
por una misma senda, de los _ que se CQ11sagran a una misma indus
tria, de los que profesan un mismo oficio; y todos estos grupos,
ordenados en sus clases, y todas las clases jerárquicamente ordenadas
entre sí, constituyen
. el
Estado, asociación ancha
en la que todas las
otras se mueven con anchura.
»Esto desde el punto de vista social. Desde. el punto de vista
político, las familias se asocian en
grupos diferentes : cada grupo
de familias constituye
uo municipio; cada municipio es la partici
pación en común de las familias que le forman, del derecho de ren
dir culto a Dios, de administrarse a
sí . propias,
de dar pan a los que
viven
y sepultura a los muertos» .. . «De la variedad de los munici
pios se forma la unidad nacional
..... ».
Este escalonamiento de facultades --de la familia, del municipio
y
de las antiguas
entidades
históricas--sirvió también de
línea
di-·
re=iz
a la escneJa jurídica catalana del sigló pasado, en la que des
tacaron Falguera (23) y Durán y Bas (24).
El pollgrafo aragonés Joaquín
Costa (25) configuró jurídica
mente
este escalonamiento en torno a los principios
standum est
cha,te de las fami'lios y el ,t,md,,,n, ,m e~ de las loca
lidades
y cirscunscripciones; y -m!s de una década antes de los
(23) Félix Ma.rJa_ de Falgu.e.ra, Conferencias ,Je Derecho r:dltdá11,
Coof, 1.&; año 1870, Barcelona, Impr. Luís Tasso, 1889, págs. 13 y sigs. ·
(24) Manuel Durán y Bas, Memoria Je las Instit11ciowe1 del Derecho
Ci•il áe Cataluña, Prólogo, Barcelona, Impr. Casa Caridad, 1883, págs. xc
y sigs.
(25) Joaquín Coota, La libert'6á ri•il y el Congmo áe /11riscons11/tos
Arag011e.res, Madrid, Libr. Gral. Victoriano _Suárez, .188~, cap. VI, págs. 167
y sigs.
306
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A FAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
trabajos que en 1894 publicaría Gustave Le Bon (26)-expuso la
contraposición
del pueblo, , así organizado
y activo, y la «ma.sa inor
gánica
que recibe el impulso
y dirección de los poderes oficiales».
El obispo de Vic, Torras
y Bages (27), también antes de Le
Bon, hizo la misma contraposición entre el «conjunto de innumera
bles
individuos sin
ligamen», o
«masas», y las sociedades organizadas
internamente
en sólidas instituciones, basadas en la
familia y con
el
municipio como
pieza fundamental
de la
organización regional
(28),
en
una jerarquía
fundada en
la naturaleza (29).
3.
En Francia, en
los círculos. católicos
se
había forjado
una
tendencia corporativa, conocida por la Escuela social
católica, fo
mentada
por escritores de /' As,ociation Cdtho{iq11e, que más tarde,
en 1887, formularon su posición
en un
manifiesto firmado
por Al
bert de Mun, de Pascal, Antoine, Raul Jay, Henri Savatier, L. Mil
cent, Le Cour-Grandmaison y Etienne Sain Leon, propugnando la
organización social por
profesiones (30).
El marqués
de
La Tour du Pin :propuso dar nueva vida a la
antigua constitución política y social de su país. Son significativas,
por poder
suscribirlas rualquier tradicionalista
español, las siguien
tes frases que -de su libro
H&ia 11n orden social cristimzo (31)
transcribimos (32): « ... dentro de la nación, el hombre y la idea
de libertad iba unida a las libertades
pqblicas; no
se hablaba
de. li
bertad, sino
de
libertades. En lugar de ser una abstracción de donde
todo puede engendrarse menos un
beneficio cierto,
la libertad era
(26) Gustave Le Bon, Psicología de itJ.J m11/titlldes,· cfr. especialmente
lib.
I.
cap. II, y lib. II, cap. III, ed. en · castellano, Buenos Aires, 1958,
págs. 39 y sigs., y 173 y sigs. · · · · ·
(27) Josep Torras y Bages, La tradició ·catalana; dr, 2.! ed. Vic Estam-
pa de la V da. de Ramón Anglada, 1906, págs. 58 y sigs.
(28)
Ibid., págs. 68 y sigs., 99 y sigs., y 144 y sig.
(29') Ibid., pág. 70.
(30) Cfr. el libro de Joaquín Azpiazu, s·. l., El B.!tetdo c_01'port11ivo,
Madrid, Ed. Razón y Fe, 1934, cap. IX, 1, págs. 141 y sigs.
(31) Marqués de la Tour du Pin, Hacia_ un ,o,w;/en social crjstiano;
cfr. .,!. en castellano, M¡adrid, Cultura Española, 1936.
(32) Ihíd.,
cap.
XII,
págs. 345 y
sigs.
307.
Fundaci\363n Speiro
JUAN VALLEI' DE GCJYTISOW
una idea coocreta que se formulaba a través de derechos y costum
bres. El príncipe juraba
conservarlas y mantenerlas; el pueblo le
prestaba, en
compensación, juramento
de fidelidad
y ,!Ida uno se
sentía suficientemente libre: el monarca en su trono, el magistrado
en su Tribuna~ el señor en su feudo, el mercader eu su tienda, el
artesano ·en su
taller, el labriego en su
manso, del
mismo modo que
el obispo en su
cargo pastoral, el religioso en su convento, el canó
nigo en su capítulo
y el párroco en su parroquia.
»Cada uno
se consideraba protegido,
y al mismo tiempo sujeto,
por las -reglas de su Estado- reglas nacidas de
la costumbre, que
es la forma
más libre y más clara del consentimiento. Por otra parte,
todos se movían en libertad dentro del cuerpo social al que
perte
necían, sin entremezclarse confusamente en la sociedad, como si hu
biesen caldo de la luna y s6lo· el azar los reuniese. Los cuerpos so
ciales,
a su
vez, actuaban autonómicamente
dentro de su órbita,
cada
uno según sus cánones, pero sintiéndose tan libres como los indivi
duos, en el cumplimiento de
sus destinos.
Esta era la formación
dél
cuerpo social, donde la li~ se entendía, más bien, como clave
del normal juego de
sus funciones, que como facultad de producir
el
desorden y fomenmr la anarquía.»
Por
aquellos años, en la
Rev11e des De11x Mondes, Charles Be
noist había
propuesto
«sustituir al sufragio universal inorgánico
por
el sufragio universal organizado», o, en otros términos, «restablecer la natural
estructura de la sociedad y acomodar a la misma su orga
nizarión politica». Haciéndose
eco de
este artículo,
Prat de
la Ri
ba (33) se adhirió.a su propuesta y comentó que significaba incli
narse a
la representación P9< clases y gremios, que alcanzó su ex
plendor
en la Edad Media; pues, «dentro del
circulo primordial»
de
la sociedad natural por
excelencia o
narionalidad, «la naturaleza
ha trazado otros drculos secundarios, agrupaciones dentro del grupo,
sociedades dentro de
la sociedad, de las cuales el individuo, nece
sariamente, por un hecho ineludible, forma parte. sociedad domés tica, municipal,
comarcal,. clase
(profesional},
etc .... ».
(33) Enrique Prat de la. Riba, «El sufragio u¡úversal ioorgáoico y el
sufragio universal corporil.tivÓ», ·en Rev. furídica Je Ca1al11ña, I, 1895,
1'Ó8', 370 y sigs. · ·
308
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A FAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
El mismo· Prat de la Riba, con Cambó, al discutirse el «Proyecto
de ley estableciendo las bases para la reforma de la Administración
local», se manifestaron a favor del sufragio corporativo
y de una
representación orgánica (34).
Cambó defendió en el Congreso el
voto corporativo en su discurso de 22 de febrero de 1908, con estas
rotundas afirmaciones: «El principio de la representación corpora
tiva ha sido siempre un pliegue de nuestra
bandera y un punto de
nuestro programa», que viene a sustituir «en la parte qlle se concede
en la representación corporativa, aquella · agrupación mecánica, inerte
de los electores en secciones, sin ningún lazo que los una, aquella
organización en partidos y banderías» ... «Si todos los ciudadanos
estuvieran asociados, si formasen parte de alguna
corporación» ...
«creo
que tendrían
razón los
representantes del partido tradiciona
lista que quieren sustituir
in tot11m la. elección directa por la repre
sentación gremial».
Años después, el citado Cha,;les Benoist, ya en nuestro siglo, en
su libro
Las leyes de la política frt1nc,sa (35), insistió en que «la
vida nacional no es sólo la suma de las vidas individuales. Para
formar su tejido, una ~erie compl~a de vi<:).as colectivas se entrecru
zan con
la nuestra por razÓp. de la naturaleza o la socieda4.: vida
familiar, vida profesional, vida social, religiosa, intelectual, moral,
incluso mundana, civil y cívica» ... «El individuo, parte integrante
del
cuerpo de
ciudadanos, no está colocado directa.mente frente al
Estado» ... entre
éste y el individuo «hay un número cada vez mayor
de
cuerpos intermedios». Por eso, una «representación real del país»
deberá basarse en ese punto de vista,
y entonces
se podría
«empezar
a
hablar de
órganos, de orgánica y de organizar>>.
También dentro del campo doctrinalmente jurídico, se observó
una tendencia que proponía defender la libertad del individuo a
través del pluralismo social.
(34) Cfr. el libro de Jesús Pavón, Cambó, vol. I, Barcelona, Alpha,
1952, cap. VI, pág. 290.
(35) Charles Benoist, Las leyes de /a. politka, vers. española, Madrid_,
Cultura Española, 1941, cap. XV, págs, 245 y sigs.
309
Fundaci\363n Speiro
JUAN V ALLET DE GOYTISOW
Así, Hauriou (36) advertía: «La vida social ha hallado un pro
cedimiento de liberación muy simple, que consiste en
las organiza
ciones llamadas a disputarse a un individuo. Este, puede oponerlas
una a la otra para hacerse proteger por la una contra la otra.» En esta linea jurídica, aunque con influencia de la filosofía krau
sista, podernos colocar en España a Adolfo Posada
(37), que lo
centraba especialmente en el municipio, donde -dice- «se convina
la idea
comunidad natural c,m vida prap;a -base real sociológica
de la
autonomía--con la de jerarquía jurídica -base de la subor
dinación
jurídica-».
Y, volviendo a Francia, ya en la tercera década de este siglo,
Le Fur (38) concluía: «El pluralismo de los órdenes sociales es la
mejor garantía contra los
abusos de
cada uno de ellos.»
4. Podemos resumir muy esquemáticamente en cinco las prin
cipales direcciones que en el primer período de este siglo trataron de hallar la solución social en la
organización de
cuerpos interme
dios entre el individuo
y el Estado. Son, fundamentalmente, éstas:
a) La foral, o hiftóricd del tradicionalismo español, que tuvo a
Vázquez de
Mella como su
más genuino
representante. A su jui
cio (39), para poner freno al Estado «omnipotente, avasallador»
que «es como una pirámide de hierro que gravita sobre
las libertades
(36) Maurice Hauriou, La science sociale lraáiccionelle, pág. 370 (cita
de Paul
Roubier, Theorie Générale Ju Droit, 2.3 ed., París, Sírey, 1951,
¡,ág. 282). ar. también Archiv. de Philo1ophie du Droit et de Sodologie
Juridique, 1935, 1-2, pág. 293.
(37) Adolfo Posada, El régimen municipal en la ciudad moderna y bos
quejo del régimen local
en
España, Francia, Inglaterra, Estados AlemaneJ 1
Estados Unidos;
cfr. 4.1 ed., Madrid, tibr. Gral. Victoriano Suárez, 1936,
pigs. 53 y sigs.
(38) Le Fur, «Du droit individue! au droit social», en Arch. Ph. d11
Dr. et Je Soc, J11r,, 1931, 3-4, pág. 307.
(39)
Juan
Vázquez de
Mella,
Discurso en la Semana Regionalista de
Santiago
de Comfwstela, del 31 de julio de 1918, Cfr., en la antología selec
cionada por Santiago Galindo _Herrero,
Regionalismo 1 Monarq11Ja, Rialp.,
1957, págs. 107 y sigs.
310
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A FAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
nacionales», es preciso rechazar la unificación de la soberanía en el
Estado. «¿Qué importa -pregunta ( 40)- que la soberanía emerja
de abajo
y se suponga que brota de una multitud inconsciente, o
que
desciende de
arriba como
en
los césares protestantes,
o que surja
de
esa teoría
absurda
y panteista del Estado único, de la personali
dad
del Estado, que confunde la vida jurídica con
la actualidad
del
todo social?», «aberración tiránica, pero consecuencia inevitable de
haber confundido en una unidad la sociedad civil con el Estado».
Esa «doctrina de la unidad de
soberanía, propagada
por medio de
esa democracia individualista en forma de soberanía
popular pri
mero,
y de soberanía del Estado, por último» : <
Por
eso, frente a la teoría de la
unificación de
la soberanía,
pro
ponía Vázquez de
Mella ( 41) la de
la doble
soberanía, distinguiendo
una
soberanía política y otra soberanía socia1, «complementarias».
Para
ello,
Mella ( 42),
estimaba necesario «descuajar el árbt>l cen
tral» con «una reintegración a la sociedad, en todos sus órdenes y
jerarquías, de la soheranla social de las atribuciones que el Estado
ha
arrancado o
ha conculcado contra su propio derecho desde la
familia
y el municipio, agregación y senado de familias, las comer
cas, las regiones». Es decir, toda «sociedad
secundaria» (
43), o
sea,
las
«sociedades
intermedias» (
44) o
«poderes intermedios
entre la
familia y el Esrado» (45), entre las que distinguía unas «socie
dades complementarias como el mwiicipio, como la comarca,. como
la región», y otras «sociedades deriv(l,fivas, como la escuela, como la
( 40) Ihid., págs. 112 y sigs.
(41) Ibid., págs. 115 y sigs.
(42) Vázquez de Mella, Di.rc11r.10 en el Parlamento, del día 18 de junio
de 1907; cfr. vol.
cit .• pág. 69.
(43) ]bid., pág. 57.
(44) Cfr. Discurso en la Semana Regio11aiista de Santiago de Compostela,
loe. cit., pág. 107; Discurso en el Parid.mento, del 22 de junio de 1907,
vol. cit., pág. 472.
,(45) Cfr. Discurso en el Parque de la Salud de Bpce/,ona, del 17 de
ma¡,a de
1903; cfr. vol.
cit., pág. 305.
311
Fundaci\363n Speiro
fUAN VALLBT DE GOYTISOLO,
universidad, como la corporaci9n» ( 46). Una fuente de esa organi
zación
socia.!, a
su juicio ( 47), es la
tradición, «pero
no la única ni
la
principal», pues
«cuando la tradición no expresa la necesidad pre
sente,
porque la
necesidad
ha cambiac\o, entonces la necesidad actual
tiene
una importancia mayor
.que la tradición pasada
y engendra otra
que ocupa su
puesto».
En palabras suyas ( 48), estas «entidades socia.les que -aparte
de la persona individua.!, cuyos derechos natura.les somos los prime
ros en reconocer como anteriores y superic;:tres a toda ley civil-,
comienzan por la familia, se prolongan por el municipio, agregación
de las familias,
y siguen por la hermandad de esos municipios ,en
comarcas
que
vienen después a unirse para formar la región», «con
otras corporaciones análogas y, con las clases que las
enlazan,. son
los que limitan, contrarrestan y .sirven de r011tenci6n _orgánica, no
de ccmtenci6n mecánica, como las inútiles que vosotros imagináis, a
los abusos de la sobertmía ¡,oUtic4>>. Así, frente a la soberanía poli
tica, sitúa ( 49)
«la verdadera autonomía socia.!, que la limita, eri
zada, por decirlo
así, de
libertades», «que amura.lla la soberanía del
Estado centra.!, para que no se desborde. y se mantenga dentro de su órbita, contenida
por. esa
serie
escalonada de
baluartes que marcan
en derredor de ella un
dratlo sagrado
que
no. puede
traspasar el
poder soberano sin poder convertirse en tiránico».
Vázquez de Mella tuvo una concepción -que se denominó
so
ciedálista (50)- según la cual la sociedad politica debe ser una
confederaci6n de
grupos humanos históricos e institucionalizados,
(46) Diffurso en el Parlamento, del 18 ·de junio de 1907, vol. .dt.,
pág. 63, y en semejante sentido en el de 31 de julio de 191.8 en Santiago de
Comp.>5tela, vol. cit., págs, 116 y sigs.
(47) Discurso últ. cit., pág, 101.
( 48) Discurso en el Parlamento, del 30 de mayo de 1893; dr. vol. cit.,
pág, 448,
(49)· Discurso en el Parq11e áe la Salud, cit., vol. cit., págs .. 296 y sigs.
(50) Para una síntesis del «sociedalismo» de Mella, cfr.
R,dm11ndo de
Af¾uel, 131 sociedalismo de Don Juan Vázquez de ~1.ella, Sevilla, Ed. Católica
Española, 1979,
312
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A FAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
políticos unos -municipios y antiguos reinos-, y sociales otros:
las
asociaciones, profesionales o no, de todo género
(51).
b) La propugnada por la Federation Regionaliste Franfaise,
de Charles Brun, y por la Action fr/#1faise, guiada por Charles
Maurras, de la cual puede considerarse como
expresión la
expuesta
posición de
Charles Benoist,
cuando, ya
viejo,
escribe l.As leyes de
la Polftica FranceJa.
e) La del círculo católico que formuló los Códigos políticos
y social de MaU,,,,s, según el cual:
·
«Hay
sociedades políticas a nivel inferior al Estado. Tales son la
comuna,
la provincia, el · departamento o la región instituida» ... «A
estas agrupaciones naturales o históricas corresponden verdaderas so
ciedades politicas», con autoridad que
«no es soberana», sino «do
minada
por
. el
Estado»; pero
«con derecho a . la autonomía» que
«responde a una exigencia de la rea'1idad» (52).
«La asociación responde a un instinto y a una necesidad, y cons
tituye, por elfo, un instnÚnento de progreso»; y; en ese campo, co
rresponde al ·Estado «ayudar y proteger la iniciativa privada y, en
caso de flaqueza de la misma, reemplazarla» (53). ·
«B~
en grupos profesionales, la
sociedad
humana se
encuen
tra naturalmente estructurada» ... «En el
seno de la profesión, or·
ganizad¡ o
en
organizaci6n, · 1os interesados pueden · constituir aso
ciaciones», que ·«se deriomirian:, -genera.Imente, sindicatos; de ahí · ta
fórmula "el sindicafo libre en la profesión organizada"» (54). Im-
.(51) Cfr. Rafael .Gambra, 1.4 ,nrma,rqtda .!Otial y repre,rentativa e[t
el pensamiento tradicional, · Madrid, Rialp., 195-3; dr. 2.!-ed., Madrid,
Org. Sala Ed., 1973, a¡,. VI, pág. 103.
(52) Código Polflico de Malintts, núm. 163 y 164. Cfr. en el libro de
José María Garáa Escudero, Los principios de .rólidMiddd y··de iubsidiariedad,
,o,n:q };ostulttdos de Ja po]ltitá -social, Madrid, 1960, pág. 120,
(53) Códigt;, polltico, núms. 111 y.·sigs.; dr, op, e#., págs. 122 y·sigs.
(53)
CóJii;o polltico, núms. 111 · y'sigs;; dr: op. cit:, pags: 122 y sigs:
(54) 'Código sodal de Mal;;11ZJ, núms. 76 y sigs. y 121; cfr. Op, · cit.1
pág. 131.
Fundaci\363n Speiro
JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
porta, pues, «no confundir la autoridad profesional y los sindicatos,
a pesar de las
estrechas relaciones
entre éstos
y aquélla» ( 5 5).
d) La línea corporativa f.arcista la onunció Musolini en su dis
curso pronunciado en la asamblea del O>mejo Nacional de O>rpora
ciones
el
14 de de noviembre de 1933. Tenía, por fin,
desarrollo de la riqueza, a la potencia pollftica y al bienestar del pue
blo
italiano», a
través de
corporaciones constituibles
por grandes ra
mas de
la producción, con un estado mayor que debía comprender a
«los
representa.ntes de las administraciones del listado, del Partido, del
capita~ del trabajo y de 1a téonica», remitiendo al Gran Consejo del
Fascismo «la decisión acerca de los desarrollos ulteriores en sentido
político
constitucional». No recogla tradición
histórica alguna
y se
basaba en la actividad económica, dentro de ta cual entendía qne, en
el
organismo político-jurídico del Estado, se inregraban, como «ór
ganos de la economla moderna», los sindicatos y las corporacio
nes (56).
e) La linea liberal ofrece en este ámbito la importante aporta
ci6n de Salvador de Madariaga (57). Este, en 1934, publicó su
libro
;Anarquismo o ferarqtda, en el cual parte de la distinción entre
demfJCfada estf/Jistira, según la cual «el Gobierno por el pueblo sig
nifica gobierno
por la suma aritmética de los habitantes de la nación
o de su mayorla, postulado que, aun absurdo,
es la
base del funcio
namiento y
del pensamiento
de nuestras
democracias» y democrdd-,
orgánica, integrada «desde el · pw1to de vista de una unidad supe
rior», que
forman «seres razonables», no
corno «fenómeno puramen
te
mecánico en
la dirección
que impone la resultante de la compo
sición
mecánka de
las fuerzas individuales o de grupo
que actúan
en cada momento» (58).
(55) Ibíd., n6m. 119, pág. 132.
(56)
Benito
Musolini, El Brlado Corp,wati,,o, 2.4 ed., l. S. !., Salaman
ca; cfr. especialmente págs. . . . y sig,;.
( 57) Salvador de Madariaga. Anarq11/a o J erarq11I., Madrid, Ag,úlar,
1934; cfr. 3.4 <:d., 1970, y especialmente pág,;. 109-156, 1!>2-195 y 237-264.
(58)
Ib/J., págs. 109 y sig,;.
314
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A FAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
Para ello, organiza paralelamente el Estado ecrmómico y el Es
tado político. El primero dirigido por un Consejo Económico Na
cional «elegido por su competencia»; ápice de una organización cor
porativa por clases de industrias culminada en un Consejo Corpo
rativo
Nacional (59).
Y, el
segundo, tendrla ·por base el cuerpo elec
toral
municipal, que formaría.o los
ciudadanos. Pero, hace
cousrar
que «su derecho
de sufragio directo terminaría en el municipio»;
pues a partir de éste:
«Los concejales
formarían el cuerpo electoral
para
la diputación regional, y los diputados regionales elegirían el
Parlamento, qne, a su vez, elegiría el Gobierno» ( 60).
Es de notar que en
España, además
de ésta
y de la ya referida
posición tradicionalista, con
Vázquez de
Mella como más caracte
rizado representante,
otras dos tendencias, una cultora! y otra polí
tica, se levantaron a favor de una estructura social orgánica como
limitación del poder político supremo.
La primera fue recogida por Acción Españo/4, en la cual las
orientaciones de procedencia francesa del Conde la Tour du Pin y
la de la Action F,""faise confluyeron, en este punto, con la aporm
ción
con raíz tradicionalista de Víctor Pradera, en buena parte
ins,
pirada en Vázquez de Mella. Así, la editorial Cultora Española pu
blicó, traducidas al castellano, Hacia 1111 o,Jen social cristii>no, del
primero,
Las leyes de ¡,. Po·lltica, de Charles Benoist ( 61), y lanzó
hasta tres ediciones de
la obra
de Víctor Pradera,
El Estdd o ""''
vo (62).
Según explica éste, en la concepción de la sociedad conforme a
la
ley nt1111raJ, «no hay garantías escritas en el papel, sino orgánicas
y natorales; es decir, automáticas y eficaces. Contra las extralimita
ciones de la nación en el ejercicio de la soberanía, el ciudadano está defendido,
arriba, por
lo único que cabe:
la idea y el sentimiento
religiosos, que actúan en el orden de
la conciencia; y, abajo, por la
(59) lb/á., págs. 140 y sigs.
( 60) lb/ti., págs. 148 y sigs.
(61) a,. ,up,a, notas 31 y 35.
(62) Víctor
Pradera,
Bl Estado Nuevo; cfr. 3J! ed., Madrid, Cultura
Española, 1941.
315
Fundaci\363n Speiro
JUAN VALLET -DE GOYTISOLO
trama dedas-sociedades infrasoberanas que oponen al abuso del
podet -nacional,
no
la fuerza aislada de un hombre, sino las potentes
autllrquias sociales»
(
63}
La
otra corriente, es decir, la politica, fue -enunciada por José
Antonio Primo de
Rivera, en Bander~ que se-alz,¡ (64), discurso que
Víctor Pradera ( 65) consideró
integrado en
la vertiente tradicional
españp,la. Pero, muerto José Antonio, nada tuvieron que· ver -con esa
linea otros nuevos núcleos intelectuales falangistas, agrupados -en 1940
en torno a la revista Escorial} -que trataron de insertar en la Falange
la filosofía de Nietzche ( 66).
5. Después de concluída la Segunda Guerra Mundial, las ten
dencias
antes expresadas
cohtinuan o incluso se
acentúan en
algunos
aspectos y
direcciones.
En 1943 el profesor
dé la
Universidad de Zurich, Emil Brun
ner (67), advirtió que el Estado totalitario no es, como la dictadura,
una forma de Estado, sino
«la omhiestatalidad,
la estatalización in
tegral de la vida, que es posible
sólo cuando se
ha
arrebatado el poder
a
las
formás de
vida preestatales y al
individuo>>. Por
eso, frente al
Estado
totalitario, propuso
( 68) como
rémedio una
sociedad estruc
turada en estamentos, de abajo hacia arriba, imponiéndose al Estado
él principio de
subsidiariedad. --
En
el
ounpo jurídico, 'el que fue decano de
la Universidad de
Lyon, Paul Roubier ( 69), advirtió de la necesidad de evitar
«una
(63) lb/ti., cap. N, pág. 121>
( 64) José Antonio Primo de Rivera, -Bmulera qge Se alza;· dr. · en Auión
Españ~
núm. 40,_de 1 de.noviembre de 193-3~ págs. 363 y sigs.,.o en Anto-
l!]gia de . .tf.cció~ E,pañc,la, Burgos, marzo. 1937, págs. 172 y sigs.
(6'.5) Víctor
Pradera, «¿Bandera que se alza?, en
~kdón Española,
núm. ·4·3, de 16 de diciembre de 19'33, págs. 643 y ·sigs., o en Antología ... ,
págs. · 210 y sigs. --
(66) Cfr. Vicente Marrero, L:, guerra espa.iold y el trust Je los &erebro1
1
Madrid, Punta Europa, 1962, pág. 269.
( 67) Emil Brunner, La Justicia, trad. de -Luis Recassens Siches, México,
Centro de Estudios Filosóficos de la Universidad Nacional Autónoma de
México, 1961, cap. XVI, págs. 174 y sigs.
-/68) Ib/d., cap. XIX, págs. 232 y sigs.
(
69) Paul
Roubier,
op. rit., núm. 32, pág. 283.
316
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A FAVOR DE WS CUERPOS INTEII.MEDIOS
hipertrofia monstruosa del Fstado», de sefiaJar un campo de acción
mucho más vasto
al interés general, «gracias a la multiplicación de
las
agrupaciones humanas,
dotadas de poderes de derecho»; ya
que (70),
«aun manteniendo la idea de que el Estado debe continuar
siendo la agrupación principal, es necesario organizar una serie de
otras agrupaciones dotadas
de un derecho de poder público; pues el
pluralismn de órdenes jurídicos evitará la atrofia del derecho indi
vidual que conduciría a la
tiranía».
El
profesor
René Savatier
(71) mostró cómn la Revolución fran
cesa, en la escuela de Jean Jacques Rousseau, dejó reducidas todas las
potencias a
autoridad : la
asamblea encargada
de legislar
que detenta el poder legislativo de un,
modo absoluto».
A los ojos
de la revolución, a los de Rousseau y a los de Napoleón
Bona'paite,
«todos
los grupos, todas las comunidades que contienen la
!Íbertad
del
individuo desde la familia
,hasta la
corporación, todos eran.,.
unos
usnrpadores
de la libertad
'individual». Así se ha caído -deda
en
el «nuevo peligro»
de <(subordinar
sistemáticamente,
doetiinal
ll1Cllte,
el hombre a lo social, la persona humana a la persona piíblica,
el
individuo a lo colectivo»,
al quedar el individuo solo ante él Estado,
para la determinación de los fines sociales, y sin el apoyo de los cuer
pos sociales con los que precisamente puede realizarlos.
El
profesor de la Universidad de Viena, Johannes Messner
(72)
fue muy preciso: «El hombre sólo es realmente libre en cuanto mien1-
bro
de comunidades sobre cuya existencia
y actividad puede decidir
en forma compartida», «que,
por ello, han de velar celosamente por
su autodeterminación y autogobierno, .por su autonomía»; pues «no
hay libertad sin comunidad, comn no hay comunidad sin libertad»,
«que significa libertad personal
, y autonomía en todas las esferas vi
tales,
con
participación en
todas las
regulaciones que
en cada una de
ellas afectan a todos los miembros de la sociedad».
(70) Jbíd., núm, 33, ,pág. 290;
(71) René Savatier,
D11 Droit cítJÍJ at1 Jroit public, cap. I; dr. ·2.! ed.,
París,· Libr. Grale. de Droit et Jurisprudente, 1950, págs. 6 y sigs.
(72) Messner, op. cit1; núm. 129~ ·pág. 546.
317
Fundaci\363n Speiro
JUAN V ALLET DE GOYTISOW
El profesor de la Universidad de Lieja, Marce! de Corte (73 ), ha
demostrado cómo el
actual totalitarismo es resultado de haberse hecho
del
Estado una
sariedtld de imlividuos -«verdadera disociedaá»,
dice--, en lugar de 1lillL wciedad de s,;,ckJades; pues (74), «Todo
Estado
construido sobre
las
comunidades naturiles y sobre el arrai
go que ellas difunden, ve de tal suerte su poder reducido a su justa
medida que raramente actúa como una manifestación de una fuerza
exterior a los áudadanos. Por el contrario, todo Estado sin sociedad
es axiomática.mente un Estado coercitivo, policíaco, armado de un ar
senal de leyes y reglamentos encargados de dar sentido a las conduc
tas imprevisibles y aberrantes de los individuos. Su tendencia al tota
litarismo es directamen proporcional a la desaparición de
las comu
nidades
naturales, a la ruina de las costumbres, al desastre de la edu
cación. Al
!únite, el "grueso anima:!" polítioo del que habló Platón,
el terrorífico Leviatán soáal, que conocernos se sustituye a las autori
dades sociales moderadores que una Constitución o una legislaáón
insensatas han
tenido la imprudencia de eliminar ... ».
Gustave Thibon (75), no
hace mucho,
manifestó, en la
televisión
de
su país, que se
sentía «muy poco demócrata>> ante «una especie
de democracia formal en
la cual teóricamente, y bajo la apariencia de
..
lá papeleta- electoral, se
confierén al pueblo todos los poderes
y se le
quitan sus
más legítimos derechos por un conjunto de leyes, de regla
mentos o de intervenciones abusivas del Estado>>. Y expresaba su de
seo de que «el ser humano pueda tener el máximo de libertades
y
responsabilidades. Cada uno en su escala, entiéndase bien;,>. «¿Cómo
queréis que los incompetentes puedan
discernir la competencia
de
quienes les gobiernan?», si
«los responsables son designados
por una
papeleta electoral: pura
abstracción, pues las gentes votan por las eti
quetas políticas
más que por los hombres» ; «se hace votar a la gente
acerca de problemas de los que nada entienden,
y se olvida de con-
(-73) Marcel de Corte, De la .rociedttd a la termitera pasando por la
Jisodedml; cfr. en Verbo, núm. 131-132, enero-febrero 1975, págs. 93 y sig.s.
(74) Marce! de Corte, La ed1m1dón polltka, 2; Verbo, núm. ,9,
pág. 644.
(75) Gustave Thibon, Efdretieni avec Christian Chabatzir, «Emisions de
!'Institut de l'Audiovisuel>, París Fayiird, 1975, pál!I'. 71 • 85.
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A FAVOR DE WS CUERPOS INTERMEDIOS
sultarles acerca de las cuestiones en las cuales tienen interés y com
petencia». Por eso, propugnaba. «el mejor régimen político es aquél
en el
cual los ciudadan06 gozan del máximo de libertades individuales
y
locales, y
donde el Estado
realiza un
papel de coordinación
y ár
bitro», en que «la selección procede, en cierto modo, de la base, quiero
decir, del mérito
personal, de
un
servicio social,
de una entrega au
téntica» ...
«Sueño con
un poder infinitamente más descentralizado,
con muchas
más libertades locales en la base, lo que favorece la se
lección de las autoridades responsables», para «que
106 hombres
que
rigen los destinos de la 'nación emanen de las diversas élites ( en el
arte, en
la religión, en
la industria, en la agricultura, en cualquier otro
sector) por la selerdón positiva muy diferente de la elección ac
tual ... » En Estados Unidos, al frente de una notable tendencia intelectual,
el profesor Robert Nisbet (76) denuncia que
Rousseau, acabó
«ca
yendo en el mito del Estado totalitario que supone el concepto de vo
luntad general con su correspondiente eliminación de todas formas de
comunidad
y asociación que no se deriven directamente de ella». Para
hallar remedio,
parte Nisbet dé «la creencia de que, en cada aspecto,
el orden social ha de disfrutar de una libertad máxima que le permita
realizar sus fines»; que,lo importante
«es hacer
todo lo
'posible para
evitar la intrusión de una: institución como' el Estado político en las
zonas
de
influencia que correspondan a otras
instituciones» ... «Si ha
de respetarse la autonomía funcional de las diferentes unidades so
ciales, si dejamos que florezcan el localismo, el regionalismo y el es
píritu de asociación
voluntária; · el
poder que esgrime
el gobierno habrá
de distribuirse entre el mayor número de manos posible, y no me re
fiero a manos
¡,olíticá! abstractas y desocupadas de lo social, sino a
las manos que vemos realmente en el orden social, la de los trabaja
dores,
106 empresarios,
los profesionales,
las familias y los barrios» ;
pues
la centralización «provoca la apoplejía en el centro y la
anemia
en las extremidades».
Desde
el campo político, después de su larga
experiencia acumu
lada
durante muchos años y culminada como Presidente de la Repú-
(76) Robert Nisbet, op. eit., I; Rev. Oe., 20,21; pá&s. 40 y sigs.
319
Fundaci\363n Speiro
JUAN V ALI.El' DE GOYTISOLO
blica Francesa, en su libro póstumo, Georges Pompidou (77) con
cluía
que<< se
necesitan
instituciones que
aseguren, en todas las etapas
de la vida, en
todos· 1os escalones
de la sociedad, en todos los marcos
en que se inserta la vida individual -familia, profesión, provincia,
patria-, el máximo de
agilidad
y libertad», «con el fin de limitar
los poderes del Estado, de
no dejarle sino lo que es de su propia
responsabilidad, que en nuestros días ya es inmensa,. de dejar a los
ciudadanos la gestión de sus propios asuntos, de su vida personal, la
organización de su felicidad tal y como la conciben, con el fin de
escapar a esa funesta inclinación que, bajo el pretexto de solidaridad,
conduce
derechamente al tebalio», y «con el fin de permitir al pueblo
elegir sus dirigentes
con conocimiento de causa ...
». Para, así, <
Por otra parte, las investigaciones y los hallazgos científicos, tanto
en
microfísica como
en
biología y
en
etnografía, han
llevado convet
genternente a
la propuesta de soluciones sociales en una dírección pa
ralela
a
'ias que
hemos visto
sostenidas por sociólogos, filósofos y ju
ristas, según hemos reseñado. Así, en la síntesis de Louis de Bro
glie
(78), en materia de
mecánica ondulatoria,
Rueff (79)
ha creído
ver esclarecido «el problema tan frecuentemente discutido en elplano
político
de las "colectividades intermedias"». Y,
a su
vez, Arthur
Koestler
(80)
ha observado una tendencia de «formación» de ámbito
universal hacia
«el
desarrollo espontáneo
de
estados de mayor hete
rogeneidad
'y complejidad», «evolución» que «pasa de la unidad a la
diversidad y de · aquí a formas más elevadas de díversidad; creando el
orden del
desorden, ideando
pautss' donde
antes
no existían». De
modo tal, es tan necesario el todo a la parte como ésta lo es al todo,
(~7) G. Poinpi
pág. 160.
(78) Louis de Broglie, Matiere el Lumiere, París, Ed. · Albín Michel,
1937 .
. (79) Jacques Rueff, Les Dieux el les Rois, París, ed. Hachette, 1968,
I parte, cap. 1, 3, págs, 33 y sigs.
(80) Arthur Koestler, «El misterioso orden del desorden». en ABC do
minical del 27 de octubre de 1974.
320
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A FAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
en recíproca. interacción». Pero esa reci~dad se agota si la presión
integradora del todo es demasiado intensa, pues, en ~ caso, como
dice Rueff (81), «la individualización se atenúa y puede desaparecer
casi por entero en la sociedad. fuertemente integrada de los regímenes
totalitarios o
de "órdenes" muy disciplinados».
El etnólogo Claude
Lévi-Sj:raus {82), profe!Jor del
Colegio de
Francia
y de la Academie Frttnfaise, ha explicado que las libertades,
«a las que los miembros de. una sociedad cualquiera tienden de una
manera muy profunda, con_sisten es~cialmente en cierto número de
posibilidades, de acciones y de conductas concretas enraizadas en el
pasado de una sociedad particular,
y que, por consiguiente, no pueden
definirse de un modo abstracto»; pues
<
«en función:
de una especie de
código de las
libertades ~bstractas que
probablemente no significaría
nada para muchas de ellas, y que estaría para muchas otras en
contra
dicción
con su
experiencia vivida». «El ejercicio de las libertades
-sigue--no se hace en el vacío, sino en relación coo los víncuios
tradicionales que generalmente tienen raíces también tradicionales»
y que «forman el tejido social». Sin embargo, «la evolución de nues·
tras
grandes sociedades modernas tiende a pulverizar
los cuadros in•
termedios y a desposeerlos en provecho de un poder centralizado
y anónimo». Quedan aún «niveles de autenticidad», discernibles
«donde las relaciones de los individuos
reposan sobre bases concretas»,
por ejemplo, en el «nivel de
la vida municipab>, donde «no se trata
de decidir en
abstracto» y la vida colectiva «reposa sobre una ¡,ercep,
ción
auténtica de la
realidad y de su misma verdad». Estima «de lo
más rico de nuestras sociedades» es lo «que aún existe en el plano de
la vida municipal», pero -lamenta- «no existe ya eri otros niveles».
6. Las diferentes tendencias observadas en el siglo pasado y en
las primeras cuatro décadas del actual, entre
las diversas voces favo
rables
a la
defensa de la
libertad mediante el pluralismo social, lam·
(81)
Rueff,
o¡,.
n'est- q'Nne ruse de l'histoire,
-«entretien» con Jean-Marie Benoist, en Le
Monde, del 21-22 de febrero de 1979,
321
Fundaci\363n Speiro
JUAN VALLET DE GOYTISOLO
bién se siguen percibiendo con continuidad después de la segunda
postguerra mundial
De ellas,
la
"""'quista poco o nuevo ha aportado, ni siquiera en
Espafia tras
el
fracaso de
las colectivizaciones autogestionarias
reali
zadas
en Cataluña durante los primeros meses de la
guerra civil es
pañola.
Práxima a
ella se halla, sin embargo, la surgida en
el mayo
rojo de
1968 en
Francia.
No podemos incluir entre estas tendencias las
liberadonistas que
hoy
tanto se agitan en el Occidente europeo,
especialmente en
Francia
y en España, pues solamente pretenden
compartir o
trasladar la sobe
ranía política, sin variar su concepto jacobino
asumido por
lo
nacio
nalismos
del siglo pasado. Es este un punto.
fundamental en
el que
deberemos insistir,
y que el principio de subsidiariedad puede ayudar
a
precisar y esclarecer.
Dejarnos también el
intento gr"1mcisi.. dentro del marxismo, que
-advirtámoslo-
no es sino estratégico
y táctico sin que, en modo
alguno, quepa considerarlo portador de una
concepci6n social
orgá
nica. No es sino un método para apoderarse de
la sociedad civil en
los
países occidentales, para
hacer estallar
dialécticamente las actuales es
tructuras, con el fin de adueñarse por ese medio de la sociedad
po
lítica (83).
Vamos a circunscribir, pues, nuestra panorámica a cinco de 1as
direcciones generales, con cuyo examen nos puede resultar más fácil
comprender bien
<'l · sentido profundo de la organización de la so
ciedad. Podríamos denominar estas -direcciones líneas autoritaria, li
beral, democrática, autogestionaria y tr,adiciorud. Sin duda, los mis
mos nombres prejuzgan
anticipadarnenre la
incongruencia,
e inclu
so la contradicción, que los tres primeroS calificativos implican con
un sistema de participación que defienda las vetdaderas libertades
humanas
mediante
'la organización social frente a la del Estado.
La línea, ya frustrada, que calificamos de m11oritarid, la constitu-
(83) Cfr. José A. G. de Cortázar y Sagarminaga, «La dialéctica eo el
eu.rocomunismo», en Verba, núm. 179-180, -noviembre.diciembre 1979, pági
nas
1.251 y sigs., y 1.265 y sigs.
322
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A PAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
yeron el corporativismo portugués del régimen de Salazar y la deno
minada
dem(J(1'acia orgánica de la España de Franco, que vamos a
analizar brevemente;
a) &cribía hace cinco años Luis de Sena Esteves (84), con el
subtítulo
La solución perdida, que Antonio Oliveira Salazar, «forma
do
en
la más auténtica tradición cristiana y portuguesa, heredero del
legado
cultural del "Integralismo Lusitano" de Sardinha», «no con·
siguió
liberarse de
los condicionamientos peculiares
europeos en
que
había nacido, o sea, ni de la influencia nacional socialista, ni de la
influencia del capitalismo liberab>. Fue «evidente la falta de vitalidad
de /(JJ cuerp(J, ,oáale, de la nación.
Si en el 24 de abril de 1974
éstos
hubiesen tenido
plena vitalidad, no
hnbiérarnos llegado
a la
proximidad de una catástrofe».
¿Cuáles fueron
las causas de
«ese tremendo revés del
corporati·
vismo del régimen de Salazar»?
«El, ,orporativismo,
por razones de política enropea, no se pudo
purificar
ni legitimar» - estatal
-el Estado, en su concepción
corriente-fue
absorbiendo pro·
gresivamente la justa libertad y responsabilidad de los órganos
socia
les»;
«funcionó bajo la gestión estatal, con lo
cual se cercenó grave·
mente, no sólo la libertad de los órganos sociales, sino también, lo
que es más grave,
el sentido y el hábito de la responsabilidad». No
fue superado este dilema; «mientras la dictadura ejerce su necesario
poder, los órganos sociales lo pierden, y si los órganos sociales se
desacostumbran a usar
el poder, la dictadura acaba por no conseguir
su
finalidad».
Y luego, Marcelo Caetano, que era corporativista, «concedió cada
vez mayor fuerza a
la corriente
liberal,, al
mismo tiempo que restrin
gía la libertad y responsabilidad de los órganos primarios y secunda
rios de la nación, como
la familia, las empresas y municipios, y a los
organismos corporativos, como gremios, federaciones y otros».
b) En España, es cierto que la mayor parte de las élites que
(84) Luis de Sena Esteve5, «Panorama de Portugal», en Verbo, núm. 137~
138, agosto-septiembre-octubre 1975,
323
Fundaci\363n Speiro
JUAN V ALLBT DE GoYTISOW
llevaron su pensamiento al. Alzamiento Nacional, es decir, los carlis
tas, los hombres de Acción Española,_ los seguidores de Renovación
Española
y la Falange de José Antonio, conforme hemos visto que
expresó éste en su discurso
«Bandera que se
alza»,
propugnaban un
régimen orgánico conforme a la rica tradición española. Sin embargo,
no faltaron tendencias totalitarias
y de otro tipo. Y si bien en los
textos fundamentales, como
ha analizado Rafael Gambra (85), pre
dominó la orientación tradicional, aunque· con evidentes salvedades, aquélla no fue llevada a
la práctica. Los cuerpos sociales más básicos
y su actividad quedaron sometidos a un severo paternalismo del Estado.
Como hice notar
-a raiz del espectáculo que
dieron las Cortes
el
20 de noviembre de 1976, al votar afirmativamente por la reforma
polltica
(86)-éstas no eran orgánicas, sino administrativas. Los sin
dicatos estaban excesivamente funcionarizados
y en manos del Minis
tro
correspondiente.
Los alcaldes, presidentes de Diputación, rectores
de
Universidad,
eran designados a
dedo.
El
mandato del
país real no existía
y, por lo tauto, no podía ser
imperativo, como lo fue en nuestras Cortes rradiciorutles, ni tampoco
se quiso que lo fuera. Siendo así, ¿a quien representaban nuestros
procuradores?, ¿qué
representaban?,
¿cuál era
el
mandato que
les le
gaba? ¿No constituía, acaso, para ellos,
el gobierno algo así como la
dirección de un partido único, al fin ya cuarteado en asociaciones po,.
llticas?
Por otra parte, ¿no se apoyaba el
régimen de Franco en
plebiscito,
masivamente votados por sufragio universal
y directo de la suma de
individuos con
derecho a
voto?
Mas tarde, los tecnócratas acentuaron, cada día más visiblemente,
nuestra condición de administrados y asegurados, poco responsables
de nuestro futuro, pero sí, cada vez
más, del pago de los tributos
y de las cuotas de la seguridad· social.
Eso explica aquella alucinante votación del 20 de noviembre de
1976, de unos procuradores sin arraigo, que durante años desempe-
(85) Rafael Garobra, Tradición o mimetismo, Madrid, I. E. P., 1976.
(86) Del carisma a la democrt«ia,-dr. en Más sobre temas de hoy,
págs. 197 y sigs.
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A FAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
ñaron un papel aparentemente orgánico, sin representar .sino eL nivel
más elevado del poder ejecuti.vo de una democracia plebiscit.aitia, que
votaba
a su jefe carismático. Muerto éste, nada quedaba de
lo.,,que él
decía haber
dejado
«atado y. bien .atado».
7. La linea liberr,J del pluralismo, defensora de las libettad<:11,
tiene
viejas raíces que nos ha recordado Nisbet (87).
«Tocquevil\e
consideraba
la asociación voluntaria
. de
necesidad absoluta en
qna
sociedad libre, sobre todo en el caso de una nación democrática. La
limitación de las ·libertades individuales por parte del Estado masivo
moderno, le preocupaba tanto como a Lamennais,
Lacordaire y
Mon
talambert. Su fe en la sociedad autónoma, en el localismo y en la
descentralización, se evidenáan en su actuación en la Comisión Con,s
titucional de la Revolución de 1848. En aquella ocasión, y en unión
de Lamennais (por quién no
sentía gran
simpatía),
hizo todo
lo
po
sible para que tales principios se integraran en la constitución».
A Tocqueville (88) le impresionó fa proliferación de asociaciones
de tipo social en la vida americana: religiosas, morales,
benéficas, re
creativas,
industriales, comerciales
y culturales. «Los americanos --de
cía- se ·asocian para dar fiestas, fundar seminarios, construir alber~
gues, edificar iglesias, distribuir Iil,ros, enviar misioneros a los antí
podas», para «iluminar una verdad o para desarrollar un sentimiento
con
el apoyo de un ejemplo notable». En ellas, halló todo un .sistema
de
orgauización y de conducta que
estimó de vital
importanqa para
la democracia. A su juicio, en la sociedad monárquica-aristocrática del
antiguo régimen, no era tan grande la necesidad de esas asociaciones,
porque el principio aristocrático
y la diversidad local proporcionalw.n
un contexto de autonomía necesario para el desarrollo de la libertad.
Pero, en la democracia moderna, la autoridad que pesa sobre el pueblo,
dado el efecto atomizador que la soberanía democrática ejerce
sobre
las
instituciones sociales tradicionales, especialmente las de clase,
y la
constante amenaza que supone la opinión pública para la libertad in-
(87) Nisbet, ap.
De la d,mo&ratie .en ... , VOi. I, II parte, éáp; V;
págs.
113
y sigs.
325
Fundaci\363n Speiro
JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
dividua!, convierten -a juicio suyo----la asociación voluntaria en una
necesidad fundamental y en una especie de amortiguador entre el
individuo
y el Estado.
Su observación le llevó a
enunciar una
ley natural que le pareció
«más clara y precisa que las otras»; «Para que los hombres no pier
dan su condición de civilizados, o
para que puedan serlo algún día,
I"-' M(Jciariones deben prosperar en la misma proporción en que au
,nenl~ la ig11alddtl
de condiciones» (89) (subrayamos nosotros).
Sin
embargo, .también
éstas, en
Estado., Unidos, han ido deterio
rándose progresivamente, junto con los cuerpos
locales y
regionales
que, según
Nisbet (90),
«en ciertos aspectos eran casi de tipo feudal».
Como el mismo autor explica, la Guerra de Secesión
<
alterar
esta situación de modo
considerable». Posteriormente,
la primera
gue
rra· mundiál «transformó· de forma aún más significativa la naturaw
leza de la lealtad y la ciudadanía con su entusiasmo por el totalita:
rismo
y su patriotismo casi
fanático. Gradualmente
fueron desapare
ciendo los localismos
y regionalismo.,.· Añádase a esto la popularidad
del concepto
de
melting pot con su inevitable desdén por las identi
dades étnicas
y regionales, y comprenderemos por qué se encendió
en aquél pals la misma
llama de
la ciudadanía que
tan brillantemente
había ardido en
Francia durante
la época de la Revolución, acabando
con el concepto tradicional de asociación.
Pero esa concepción de
la
ciudadaniá está
lioy
tan debilitada como el Estado poHtico que la dio
la luz» (¿Será esto
una muestra
de que
loo patriotismo., mayores
se
comprenden por
los
menores, como
notó Burke, y de que
perdido.,
éstos, aqu<\llos, después de
una espectacular explosión, no tardan en
debilitarse y
desaparecer?).
Con gran perspicacia y amplitud de visión, nuestro amigo Thomas
Mol~ar (91} ha contemplado
como, desde Tocqueville a Carter, se
(89) !bid., pág. 117.
(90) Nisbet, op . .it., 11; Re,,. O,., 22-23, pág. 47.
(91) Thomas Molnar, Le modele défig11,é, L'Ameriq11e de Tócq11eville
a Carter, París, Preues Universitaires de France, 1978. Cfr. en Verbo, nú
mero
179-180,
noviembté-diciembre 1979, págs. 1.02·3 y sigs., nuestra reseña
de esta importantísima obra.
326
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A PAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
habla desfigurado el modelo americano que aquél tanto ponderó y
que hoy resulta irreconocible. En efecto, advierte estas diferencias
fundamentales :
-El
gobierno
y la Corte Suprema hacen pasar las libertades locales
por un «rodillo» compresor,
y las burocracias del legislativo y el
ejecutivo gobiernan cada
vez más
en simbiosis con la tercera rama:
la judicial. De tal modo, los burócratas de Washington constitu
yen una
verdadera casta superior,
que se
cree investida del poder
supremo de reglar los asuntos de
la nación.
-Las asociaciones voluntarias se han transformado en cauces de los
grupos de
intereses y de presión, siendo los pequeños aplastados
por los gnwdes, en los cuales resui concluye
la empresa verídica y dónde comienzan la propaganda y
la publicidad mendaces de grupos de presión «feudalizados».
-Los partidos políticos han ido dejando, cada vez más, de ser co
rrea de transmisión de
la voluntad popular, antes formada en sus
diversos cuerpos, y se han ido convirtiendo, también cada vez más,
en lugares de encuentro de los grupos de presión dejando de ser
cuerpos
intermedios en
el sentido tocquevilliano de la palabra.
-La vida cultural sufre de la romerdtllizáCi6n de todo y una ,edur
ción pseudo-dentlfka, accesible a unos cerebros incapaces de al
canzar el nivel elevado de la verda.c:lera ciencia. Campo en donde
también,
en un océano de burocracia, se ahogan fas élites entre un
juego de influencias y, al final, quedan en la esterilidad. Los
fondos de las grandes fundaciones culturales privadas son distri
buidos segón el criterio dictado por la moda
ideol6gica corriente.
La falta de élites sociales es suplida por élites invisibles, que dan
lugar al
fenómeno
de los grandes manipulddores, y por los ídolos
o vedettes de
moda, falsas estrellas
más o menos efímeras. Así,
la
cultura americana
viene mediatizada por la homogeneización
y
el éxito .que conlleva la creación de una cultura de masa, trans
formada en un producto más
de consumo.
327
Fundaci\363n Speiro
JUAN V AUBT DE GOYTISOW
-Los ma,s medi" ven así favorecida su supremacía y poder. En
nombre «del derecho del ciudadano a la información» muy de
mocrático, no sólo pretenden ser libres, sino que actúan a la vez,
como parte y como juez, son censores de las conductas ajenas y
exigen la exención de toda censura
para la suya; y, _al informar,
superponen
a la realidad
un mundo
de
re4iiddd-fkdó".
En suma, las principales modificaciones del modelo ameticanc, se
han
producido en la
zona en la que Tocqueville detectaba los prime
ros síntomas, dimanantes
de la ideología liberal-igualitarista-progre
sista que no puede
resistir una
sociedad que pretende ser amorfa.
Como consecuencia: la economía local ha sido absorbida en la vorá
gine de los grandes movimientos colectivos
y centralizadores; el con
formismo, que
apenas permite
que se perciban
las ideas originales,
se
ha convertido en un útil
auxiliar de
la ideología niveladora. Y, a la
par que esa pasión igualitaria desilusiona a las élites, incluso antes de
su formación, hace que
los mediocres suban a la superficie.
¿Muestra todo esto que la lógica interna de la democracia moder
na, niveladora y
homogeneizante, aplasta
a los cuerpos sociales
bási
cos y reduce a un nivel mediocre, cuando no corrompe; las asociacio
nes voluntarias?
Conviene que sigamos ahondando en este punto.
8. Tocqueville no era un ideólogo, sino un genial observador de
la realidad con ampli~ perspectiva que arrancado del pasado se aden
traba en
el porvenir, anticipándose a él. Dotado de una
gran inteli
gencia
y de una excepcional capacidad de visión y, orientado por
ella, trató de ofrecer
unas soluciones
que estimaba asequibles, a fin
de que el mundo democrático, en el que se veía inmerso, nO ciyera
adonde 8 presentía que, por 'la lógica del igualimrismo, se sentía
impulsado
con
una
fuerza a
la que trataba de poner frenos. Su linea
tal
vez debería
calificarse
· de
liberal más que de democrática en el
sentido moderno de esta palabra que
.ha venido
acentuándose.
En cambio, Lamennais, en su segunda fase, fue un ideólogo de
mócrata, como más tarde lo sería Marc Sagnier y después Maritain,
sin perjuicio de que vieran los
riesgos del
individualismo,
por · una
328
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A PAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
parte, y de predominio estatal, de otra, que conllevaba la democracia
en su versión rousseauniana. Ellos de corazón eran cristianos y demó
cratas, venían
a coincidir en
la sincera aspiración de que imperara la
verdadera libertad, la verdadera igualdad y la verdadera fraternidad
entre los hombres, que produjese un incremento de las relaciones
so
ciales, a través de asociaciones voluntarias impulsadas por el espíritu
de amor y -entrega generosa, en un auténtico cristianismo social, di
fundido por una bienhechora acción popular.
Así, Mar<: Sagnier (92) escribía en 1904 al director de l'Action
Frdnfaise: «unos y otros _queremos una sociedad orgánica y no anár
quica, reclamamos que esté sólidamente arraigada en una tradición
vigorosamente sostenida
por la jerarquia», con «respeto a las leyes
naturales». Y, al año siguiente, en otra carta (93), propugnaba que,
«con
el impulso de la evolución moral que solo el cristianismo hace
posible», se elaborase «una
organización democrática»,
tanto
«en so
ciología
como en politica»,
Aseveraba que «las exigencias de las -leyes
naturales
que
regirán siempre necesariamente», se encuentran «en la
demorrd&ia orgánka (subrayamos
nosotros) tal como la concebimos,
sin que podamos,
entiéndase bien,
definir tan
exactamente lo
que será
como los monárquicos pueden hacerlo con lo que ha sido». Confe
saba que creía en «una tradición y una
herencia morales por encima
de
una tradición
y una herencia carnales», y aseguraba que los cama
radas· de
La Sillón, «mezclados realmente con lo más vivo que hay,
aunque más inconsciente
·tal vez, pero más profundo de la sociedad
contemporánea»,
«edifican, piedra
a piedra,
la casa que querían cons
truir», «realizanclo ya la democracia en los grupos que desarrollan y
en las obras
económicas que crean». De modo que: «Bajo el manto
envejecido del Estado que nos oprime, están ya las células vivas de
un Estado nuevo que
aparece>>.
La expresión «Of'ganizadón democ,á#Ca» motivó una dura res-
(92) Cfr. esta carta en Marc Sagnier, reproducida en Le di/eme de Marc
Sagnier,
de Charles Maurras. en el libro de éste, La re/igiór1 demorratique,
ed; París, Nouvelles Eds. Latines, 1978, págs. 43 y sigs.
(93)
CTr. reproducida
en la misma obra de Maurras,
págs, 79 y sigs.
329
Fundaci\363n Speiro
JUAN V AlLET DE GOYTISOW
puesta de O,arles Maurras (94): Decir «estas dos palabras yuxta
puestas es equivalente a
decir circulo
cuadrado. No se
organiza la
de
mocracia. No se democratiza
la organización. Organizar la democra
cia es instituir aristocracias; democratizar una organización, es intro
ducir la desorganización: organizar significa diferenciar, es decir,
crear
desigualdades
útiles; democratizar, es
ignalar, es establecer en
lugar
de las diferencias, de
las designaldades, de las organizaciones,
la ignaldad que
es estéril e incluso mortal ... ».
Esto nos hace pensar en las pretendidas democratizaciones de la
familia, de
la empresa, de la universidad, o bien en la del arte y de
la cultura ( que no
debemos confundir
con su difusión).
¿Es posible que se organice la sociedad mediante unas instituciones
de ese modo edificadas? ¿Cabe que esas asociaciones voluntarias,
creadas sobre esta
base, constituyan algo más que grupos de presión
para impulsar las finalidades que les insuflen los manipuladores que,
más o menos ocultos, las muevan, tal vez con otros objetivos?
Sobré todo, ¿cómo se compatibilizará la actividad de estas asocia
ciones con la voluntad general, si
la ley
--conforme al dogma de la
democracia moderna- no es sino la expresión de aquélla?
El intento de influir desde dentro en las
democracias, mediante
una concepción y una acción comunitaria pluralista, a fin de orien
tarla por una tercera vía ideológica, opuesta a los sistemas capitalista
y marxista, al individualismo liberal y al totalitarismo colectivista,
ha sido propugnado con la mejor buena voluntad, tanto en el campo
político como en el social. A este efecto, el profesor Lino
Rodríguez
Arias Bustamante (95) dice, certeramente, que a «la persona agru
pada voluntariamente en instituciones e integrada en comunidades, las mismas le prestan protección a la vez que le
otorgan libertad
de
movimientos sin temor a que otros individuos o el Esta.do consigan
su opresión»; y, además, de ese modo «el hombre acrecentará su con
ciencia social al pertenecer a los grupos sociales ya que pasará a to-
(94) Charles Maurras, op. cit., pág. 113.
(95) Lino Rodrí~ Arias Bustamanter: Jacq11e.r Ma,itain y la sociedad
comunitaria,
9, Caracas, Monte Avila Ecls., 1980, pág. 156.
330
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A FAVOR DE WS CUERPOS INTERMEDIOS
mar conciencia de la proximidad y los fines comunes que tiene que
cumplir
con los otros miembros de la institución a la que se encuentre
asociado».
Evidentemente,
creemos que
en toda democracia debe intentarse
hallar este camino y tratar de seguirlo con
la mayor constancia. Pero
no. podemos olvidar las dificultades que habrán de vencerse· para lo
grar
aquello mismo
que se
ha deteriorado, o inclnso perdido, en
las
naciones democráticas que ya lo tenían, como hemos visto que ha
ocurrido en Estados Unidos.
Según el mismo profesor (96), es una evidencia que «la sociedad
comunitaria
-que él
propugna- es un
régimen democrático perfec
tamente articulado hacia adentro
y hacia afuera, en el que la persona
goza de
completa libertad humana dentro del
máximo respeto a la
moral, a
la ley ( que es la expresión de lo justo) y aJ bien común;
pues
está presidida
por un
pluralismo estr11ct11ral en el que el ejer
cicio del
puder públitu se pone
en manos de los partidos pollticos
que hayan sido favorecidos por
la expresión de la voluntad soberana
popolar mediante
el sistema de sufragio libre».
C.OOfesamos que vemos
muy difícil
poder compaginar lo que se
dice hasta llegar al
punto y coma en esta frase, no sólo larga, sino
densa de contenido, y lo que
sigue después. El pl11ralismo· e,tr11c/urdÍ
debe convivir, en un régimen de democracia moderna, con el poder
en .ma.nos de los partidos polítiws mayoritarios en un s-istema de
,uf,agio libre. ¡Esa es la dificulta Arias
(97) señala tres vías complementarias.
Una --de
acuerdo con Giuseppe
Capograssi (98)
y Guido
Gue
rin
(99)- mediante
«una redistribución
de
k autoridttd pública de
modo que sea ejercitada por las
fuerzas sociales y locales», de modo
que «la soberanía del Estado» :
«viene a ser compartida,
pues, una
ve,:
ei;tablecida
la
autonomía de dichos organismos,
y de reglamentar de
(96) [bid., pág. 157.
(97) !bid., 7, págs. 98 y sigs.
(98) Giusepp,,• Capograssi, op,,., I, Milán, Giuffré, 1959, págs. 461
Y sigs.
(99) Guido Guerin, La trisi dello .1/tllo delnotralko, Padova, Cedá.m,
1974, pág. 51.
331
Fundaci\363n Speiro
JUAN. VALLET DE GOYTISOLO
manera concreta y orgánica la acción pública, esto es, de permitir a
los
intereses mUl!LÍcipales, regiooales, federales
y sodales, tomar parte
en
la representación
nacional, asumen una
ftmción política, que les
inviste de categoría
para regularse a sí mismos». Lo cual «exige de
terminadas renuncias por parte del poder central
a favor
de esta mul
tiplicidad de organismos», para •representación de
«intereses concre
tos», «elaborados- sobre una base técnica», con «una estructura admi
nistrativa
.rtrict11. sensu», en «competencias
que con anterioridad eran
reservadas a la exclusiva competencia estatal». Se trata, pues, al pa
recer, de delegaciones -incondicionadas o condicionadas- con in
serción o no de funcionarios de los cuerpos de la administración del
Estado, respecto del cual, en el fondo, se hallarán en relación de
dependencia porenci,rl, pues 4a dererminación de la auronomía re
sultará de esa delegación. Otra
vía -de
acuerdo con Pier Luigi Zampetti
(100)-consiste
en que
cada
· partido
político
«se someta a un nuevo método para se
leccionar sus
dirigentes»,
partiendo de la soc,edad civil, mediante la
democratización de
105 grup05 en
que el individuo
actúe asudtldo,
es decir, que en «cuant05 entes expresan 'la voluntad de un sector de
individu~, sea económico, socia!1, administrativo, adtural, etc. (lo
cual, en suma, corresponde a aquel modelo americano que habíá
observado
Tocqueville, y que 'hciy se !halla desfigurado ... ).
Y, en fin
-
9, El impacto producido en ciert05 · sectores socialistas por las
reivindicaciones, mh--cualitativas ·qile aiantitativas, contra. las estruc
turas existentes, partid"" políticos y sindicatos, que fueron esgrimidas
en
el mayo rojo francés del 68, asi como las críticas de
los nuevos
filósofos y de lós nuevos economiscis, han· dado !lugar a nuevas·
(100) Luigi Zampetti, «La participazione dei cittadini itJ-potCre politice»,
en Societá d11ile e parlicipazione politi&", 1Milán, Guiffré, 1970, pág. 10, y
DemoMada y poder Je· 'los Partido.r, Madrid,· Ed. Iberoamerioinas, 1970,
págs. 57, 81, 166 y 175; citas, como las de las dos notas anteriores de
Rodrígu~ Arias.
(101) Lino Rodríguez Arias B., op. rit., 7, pág. 103.
332
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A FAVOR DE WS CUERPOS INTERMEDIOS
orientaciones fundamentales en las secciones y grupos socialistas del
E.D.G. - G.D.F.,
y concretamente del CERES.
El secretario de aquellas secciones
y. grupos y animador del
CERES, Yves Durrieau (102)
ha explicado cual es la respuesta
autogestionaria al ataque antiestatal que afecta al socialismo. «En
trar en
el juego y negar el Estado es entrar en la demogogia o en
la ilusión. Negar el problema y hacer el juego al centralismo jus
tifica el ataque. Es,
pues, preciso superar la alternativa, definiendo
los derechos del Estado, pero
también sus
límites
y su diferente na
turaleza».
Para ello, entiende que es necesario rechazar el esquema leninista
y los abusos que permite al poder absoluto del Estado, y consecuen
temente:
-
«De una parte, limitar
el poder del Estado en su transición al
socialismo, percatándose de que toda extensión desmesurada, in
cluso a título
provisional, de hecho se
convierte en definitiva.»
-
«De otra
parte, eliminar
la hipótesis de la desaparición del Es
tado a largo término, en
la medida en que una sociedad auto
gestionaria socialista no sea homogenea, presta a una armonía
universal, sino que en ella tenga que regir las contradicciones de los intereses divergentes entre los estratos sociales,
regio
nes, etc.
» Y, en fin, que es . preciso tener en cuenta .el hecho de que el
Estado es un instrumento
indispenS11ble para la transformación
de
la sociedad y que una vez es ten los· socialistas a su cabeza será
imposible
diluirlo, la
sociedad civil no puede eclipsar a la socie
dad políticd>>.
Se trata de evitar tanto la senda liberal del capitalismo como la
sociedad soviética. Para ello, propone delimitar las cuatro funciones
para las que estima indispensable al Estado
y que son las de:
(102) Yves_ ~urrieau, ~Cont~tion ~ autogestjon», en Le Monde, S di-
ciembre i978. ·
333
Fundaci\363n Speiro
/UAN V ALI.ET DE GOYTISOW
-guardián de la legdiidad frente a las maniobras antidemocráticas
de la
burguesía y frente aquellos trabajadores que querríau im
poner su punto de vista por
la fuerza;
- inkiad{Jf' de la transform<1eMn socifll, dando prioridad al Plan
sobre el mercado,
una vez se haya manifestado democráticamente
la voluntad popular acerca del nuevo modelo de desarrollo;
- c{Jf'dinador del desarrollo acelerado del equipo y servicios públicos
(enseñanza, cultura, deportes, salud, transportes, información,
etc.), aunque favoreciendo la diversidad de expresión
y de méto
do (notemos sólu de expresión y de métod,,), pudiendo delegar
en las colectividades locales o en asociaciooes de utilidad pública;
- árbitru de los intereses divergentes.
A su juicio el Estado no debe ejercer nn derecho de propiedad
sobre las empresas públicas, ni aportar
como tal el capital, sino pro
veerlo
a éstas a través del crédito público, cooforme normas obje
tivas
basadas en
el Plan ;
ni tampoco
debe
tener derecho
de gestión
de las
empresas públicas sino que ha de corresponder a los traba
jadores, sometidos únicamente
a las normas del Plan y eventualmente
a las obligaciooes dimanantes del servicio público. Valora para ello
la experiencia yugoeslava, «aunque
aún no haya encontrado una solu
ción adecuada entre el
Plan y el mercado.»
Para todo lo expuesto, requiere:
-Independencia del Estada fre,r:te a/, Partido.
- Transferencia de un máximo de funriones a lar entidades lo'ca-
les
y a lds regmnes.
- Introducción
de la democracia diretlt< en las «as
en las «iJsamWear·de barrio», coo fa
cultades deliberantes y la posibilidad de crear delegaciones que
controlen» a los
elegidos con
todos los niveles
y aseguren las re
acionei; entre la base y los elegidos.
-Y «el desarrollo de asociaciones de tod,,s los órdenes que CQn-
334
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A FAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
fieran tintrmomía a la i11iciativa y expresión fuera de las estruc
turas del mismo
Estadr,», para que la democracia no se rednzca
soló
al momento
electoral como en
el sistema
vigente «que
fa
vorece las promesas más insen:;atas de las que se reniega apre
suradamente una
vez pasada
la
elección.»
El
sistema más bien semeja un modelo
¡,rerrevr,/ucümari" que pa
rece muy difícil subsista en un socialismo consolidado. No subsistie
ron los
suviets en URSS, sino que Lenin los barrió. El Plan y el
crédito en manos de un Estado, que además tenga la iniciativa de la
transformadión social, le confiere una
fuerza. enorme,
a la que es
dificil puedan oponerse con eficacia ( como no sea destructivamente)
las sambleas de obreros, las que barrio y las asociaciones que recla
men a los elegidos, pero sin capacidad para revocarles un mandato,
que no les fue conferido por ellas sino atribuido por sufragio uni
versal en circunscripciones que exceden en mucho del barrio o de
la empresa.
Por otra parte, frente a la jerarquía estatal, es precisa una jerar
quía social, para mantener un equilibrio frente
al poder
del Estado.
Por su falta, imposible en una soci<>:lad homogénea, resultará que
el Esrado impondrá o bien triunfará la anarquía .con todas sus con
secuencias. Tiranía o anarquía
será el dilema, si no se acepta el tem
peramento de una jerarquía social como contrapeso de la jerarquía
política.
10. Nos queda por referimos a la línea tradicional del plura
lismo social
y político.
La primera característica de esta línea es el reronocimiento de la
existencia de un orden natural, en
el cual este pluralismo tiene su
fundamento; que, a partir del hombre como
animal social y polí
tico
y para su bien común, comienza en la familia y concluye en el
Estado y en 1a comunidad internacional; que es articulado a través
del principio de su~sidiatiedad, y que debe asentarse. en las costum
bres, forjadas a través de la historia, por U'11a. 'tradición viva, contras
tada con las nuevas necesidades y que así produce el verdadero
progreso del cual es
inseparable.
335
Fundaci\363n Speiro
JUAN V ALLE't DE GOYTISOLO
Puede· decirse que esa tendencia ha continuado en Francia y en
&paña, sin
solución
de continuidad con relación a como se soste·
nfa
antes
de la guerra mundial o
de nuestro alzamiento e, incluso,
respecto del
pasado siglo.
Inspiradas, en uno
y otro país, en la res
pectiva historia, a
partir de
la Baja edad media.
En Francia, han destacado en esa dirección los esfuerzos continua
dos de los hombres que primero
se agruparon balo el
nombre de la
Cité Cdtholiq11e y después en el Office Interndliunal, que entroncó
con
el estudio
de las ·enseñanzas politicas y sociales de la Iglesia acer
ca
de esta materia.
La revista V erbe, en sus números 44 a 46, desa
rrolló
el terna: La vida social y el problema de los cuerp(Js interme
dios,
planteando el dilema «socialismo u orden natural»: El Estado
«colocado ante una masa
despersonalizada» o el orden corporativo
natural que «suscita
numerosas autoridades
sociales por el desarrollo
de las clases media muy diversificadas y el ascenso de los mejores
h.ista formar unas aristocracias conscientes de sus deberes», y es fa
vorecedor de «la acción educadora de los cuerpos intermedios». De
ahl surgió el libro de Michel
Creuzet: Lo, c11erpos intermedios ( 103).
Es
de
subrayar que
Jean Ousset siempre ha tratado de impulsar· la
realización, la práctica de esa· obra. Fruto de su impulso ha sido la
labor del S.Í.C.L.E.R., de la C.E.E., del C.E.R,C., y su desarrollo en
el Sodabilisme, tratando siempre de descubrir y suscitar las élites na
turales y
de dotarlas de la formación doctrinal necesaria para realizar
esa
acción recreadora de los vínculos sociales desde sus bases na
turales.
Michel de Penfentenyo
dÍrige el S.I.C.L.E.R., desde donde ha
guiado la publicación
Le Letre d'Enfente frdflfdise (104) que enun
ciaba la voluntad
«de promover
en toda Francia los verdaderos repre
sentantes de la vida local, e impedir
el acceso de.las jerarquías para
lelas, irresponsables y anónimas en los asuntos de la ciudad, con el
fin de promover
la verdadera "participación"», frente: «la centrali-
(103) Michel Creuzet, Los c-uerpos intermedios,· dr. 2.ª ed. española,
M;adrid, Speiro,
1977.
(104)
«Las munidpalités, bases de !'entente f:rantaise», editorial del
núm. 1 del año 1978, de Le Jetre d' enterte franraise.
336
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A FAVOR DE LOS CUERPOS {NTERMEDIOS
zaáón excesiva del Estado, de la Universidad, . de la vida económica
y artística; la reducción siempre creciente de los márgenes de las li
bertades locales
y provinciales, la injerencia universal del Estado y la
deseducación
civica consecuente que dejan a los ciudadanos franceses
sin participación
rea[ en los cuerpos socia:J.es, y l~ hace sufrir por
sentirse frustrados en
sus libertades reales y concretas en el ámbito
en el cual tienen competencia y posibilidad para ejercerla». Su fina
lidad apunta a que se manifiesten los
«verdaderos notables
del
pais»,
que
«están en todos los medios y
· en todas las
clases : artesanos
y pro
fesores, obreros y comerciantes, notarios, profesionales liberales, direc~
tivos de empresa, agricultores ... ».
También hay que situar, en primera línea, el grupo de Itineraires,
con Jean Madiran (105) al frente, revista en la que asiduamente viene
colaborando el profesor Marce! de Corte, con
sus magistrales
estudios,
y que contó con las enseiianzas prácticas y ll~as de experiencia y
buen sentido de los ya falle\'.Ídos hermanos Henri y André Char
lier (106). En España hay que citar, en primer lugar, a
los intelectuales .del
carlismo
que recogieron la obra
de Vázquez de Mella. Citemos como
los
más representativos: a Francisco Ellas de Tejada (107),. llC>.sola
mente en su libro La monarquía tradicional, sino reiterad~~te a
lo largo de toda su ingente obra; a Rafael Gambra (108), en espe_
cial
en su
preciado libro La ;,_,arquía soda/ y representativa en el
pensamtentr, tradíchmal,
y a Francisco Fuy. Los tres, en colaboración,
escribieron la breve síntesis
¿Qué es el carlismo? (109). Eo este Ji-
(105) Cfr., claramente expresada, ia posidóp. de Jean Madiran a este
respecto en Despuh de la Revo.Jución de mayO áe 1968; d!. en Verbo,
núm. 67-68, agosto-septiembre-octubre 1968, págs. ,,i y sigs.
( 106) Henri Charlier, E"or de confundir gobierno y administración y
necesidad Je rerlatlrar las corpOt"aciones y los demás organismo¡ nal11rales,'
cfr. en Verbo, núm. 55, págs. 361 y sigs.
(107) Francisco Elías de Tejada y
Spínola, La monarq11iá tradicional,
Madrid, Rialp., 1954.
(108) Rafael Gambra, cap. cit., 111P,-a nota. 50.
(109) «Francisco EIÍltS de Tejada y Spínola, Rafael Gambra Ciudad y
Francisco Pu.y Muñoi», en el manual ¿Qué es el carlirmo?, Madrid, Escelicer,
1971, en especial núm. 7, págs. 111 y sigs., y p~-9, págs. 143 y sigs.
337
Fundaci\363n Speiro
JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
brito, leemos ~orno: «en los siglos de la cristiandad, la sociedad cris
tiana
pooeía una
ordenación jerarquizada
y orgánica. Cada hombre
se enmarcaba en
un complejo
de grupos sociales : religiosos, como
órdenes
y cofradías; militares, como órdenes de caballería y cnerpos
territoriales
de ejército; políticos, como estamentos
y brazos; econó,
micos,
como hermandades
y gremios», sin que la sociedad fuera in
mobilista en esa «comunidad orgánica cristiana, edificada con los si
llares del hombre concreto» (110).
Propugna esta
linea, por eso, el
retorno a un
regionalismo fora
li,ta
que «vuelva a colocar en el centro de. la consideración política
las instituciones sociales, lo que
hoy se
dice en lengnaje
moderno los
cnerpos
intermedios o
básicos, desplazando
al Estado del abusivo lu
gar en
· que
lo puso el totalitarismo
y también, provisionalmente, el
liberálismo, al
no dejarle enfrente
más que al individuo pequeño y
desarmado». Se trata de «la restauración de la sociedad», «a fin de
dar realidad a
la concepción
del hombre concreto en su dimensión
social». Así:
«se repulsa
el centralismo administrativo»
y «se repudia
al Estado omnipresente», para «plantear esta nueva
y al mismo tiempo
clásica ordenación de las
estru<:turas sociales» (111).
Nosotros,
como amigos
de
la Ciudad· Católica, el equipo de tra
bajo de
Speiro, hemos recibido: la aportación de este grupo de inte
lectuales tradicionalistas,
con quienes
hemÓ5 venido
realizando una
tarea cnltural común; la de nuestros
amigos franceses del «Office
Intemational», y la de nuestro fundador, que fue el alma de Acción
Española,
Eugenio Vegas Latapie. Así, hemos publicado en castellano
las dos ediciones de
tl.o, cuerpos intermedios de Michel Creuzet (112);
la de
El Trdba¡o, es decir, Las estructura, económica, y sindicales de
Ousset
y Crenzet (113), una de nuestras renniones anuales tnvo por
(110) Ibíd., núm. 9,, págs. 114 y sigs.
(111) Ibld., n6m. 33, págs. 145 y sigs.
·(112) Cfr. Michel Creuzet, Los c11erp_o.r intermedios; dr. 2.@ ed. en
castellano, Madrid, Speiro, 1977.
(113) Jean Ousset y Michel Cre,net, El Trdbaio, Partes II y III; pu
blicado en su versión española con el título Est,11ct11,as econ6mkas y sindi
ca/es, :Madrid, 9/»ho, 1964, págs. 79 y sig,., y 133 y sig,.
338
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A PAVOR DE LOS CUERPOS INTERMl!.DlOS
tema: Contribución al estudio de los cuerpo,, intermedios (114), otra:
El munrcip;o en¡,, organizt>ción de la sociedad (115), ambas recogi
das en sendos volúmenes,
y del primero de los cuales pretendió ser un
estracto mi estudio Fandamt!nto y soluciones de la organhación por
cuerpas intermedios (116), También hemos traducido y recogido en
un pequeño volumen, con el título Unidad-unitarismo, pl11ralidad
pl11rdhmo,
cuatro de las más significadas conferencias del IX Con
greso de Lausanne
(117). Materia fundamental en la que hemos se
guido insistiendo siempre
y que hemos reiterado al desarrollar, como
tema de
nuestra XIX
Reunión,
El principio de subsidiariedad ..
11. El principio de subsidiariedad nos miende también la pers
pectiva para alcaru:ar a comprender lo que Gambra (118) ha deno,
minado «doctrina de
la espiritualización y superposición de vínculos
nacionales», conforme la cual
«el progreso de integración habría de
permanecer siempre abierto» hasta «la unidad superior y última de
la catolicidad. libre ya de toda modalidad
humana». A la que conduce
«no la imposición de una parte, sino
una libre integración o federa
ción vista por todos los pueblos como cosa
propia y que para nada
mataría las anteriores estructuras políticas nacionales», en «proceso
semejante al que
en
&paña condujo
a la unidad
nacional».
Tal
vez por no acompañarle el
sentimiento hacia los niveles más
elevados, a Tomis y Bages se le difumina esta perspectiva plena, a
pesar de. que tan lúcidamente la observase desde la familia a la regi6n.
(114) Contribución -al esl11dio de los cuerpos intermedios, Ac:tas de la
VI Reunión de amigos de la Ciudad Católica, Madrid, Speiro, 1968.
(115)· El m1111idpio en la organiZ4'i6n Je la ;rociedad, Actas de la
IX Reunión de amigos de la Ciudad Católica, Madrid, Speiro, 1971.
(116)
ar. en Verbo, núm. so, diciembre 1969, págs. 979 y slg$., o
en Datos y 1101as sobre el cambio de e.r1r11cl11rm, Madrid, Speiro, 1972, pági·
nas 209 y sis>.
(117) UniJaJ.unilarismo. Pluralidlll/·frl11ralis1M, Madrid, Speiro, 1975,
que recopila: Gustave Thibon, Unidad, ¿a q11é pre&iol,· Louis Daujarques,
El pl11ralismo en c11estión1• Yvoone Flour, Regionalismo y unidad
nacional,
y Michel de Penfentenyo, Unidad de ac.ci6n con-. diversidad Je fórmulas.
(118) R. Gambra, op, cit., cap. VII, pág. 112.
;;9
Fundaci\363n Speiro
JUAN V AUEI' DE GOYTISOLO
A partir de ésta, en su libro La tradiriú catalana, se le diluye, como
comprobamos en
un trabajo
nuestro publicado en úri,1ian4ad (119)-
Pero la perspectiva también falla totalmente cuando s6lo se per
ciben dos niveles :
el del Estado y el regional, o nacional to11t ro11rt,
como ocurre en los actuales nacionalismos y regionalismos ; es decir,
en los federalismos que no incluyen sino el Estado
y las regioru,s o
nacionalidades
federadas, olvidándose de extender la vista por dentro
de ellas, o sea, a
los cuerpos sociales que las integran, y entendién
dolos
tan solo como la suma numérica de los individuos amorfos en
ellas avecindados.
En eso se diferencian 105 federalismos postrevolucionarios de loo
federalismos
verdaderos tradicionales
(120), estructnradoo desde la
familia, el municipio
y la comarca, de una parte, y por las institucio
nes gremiales y rultnrales, de otra, que también se integran en cada
municipio.
Este es el concepto, al que Torras y Bages (121) y, más tarde,
Vázquez de Mella (122), denominaron reg;onalfrmo, y éste nambién
f11eri.rmo (123), que Maurras (124) calific6 de de1rentralización, y
que Emil Bru-nner y G=bra (126) han llamado federaliJmo, éste
calificándolo
de
histórico -
núm. 566, págs. 87 y sigs.
(.120) Cfr. Francisco Pu.y Muñoz, «Federalismo histórico tradicional fe
deralismo revolucionario y cuerpos intermedios», en Verbo, núm. 63, págs. 167
y sigs., y en Contribución aJ e1111dio de los cuerpos intermedios, Madrid,
Speiro, 1968, págs. 133 y sigs;
{121) Torras y Bages, op. cit., págs. 70 y sig5., 99 y 144 y sigs.
(122) Vázquez de Mella, Discgrro en C01Jadonga, del 26 d~ octubre de
1976,
loe. dt., pág. 238.
(123)
Ibíd., Dircurso en el Par/amento, del 23 de abril de 1894, loe. cit.,
pá.g: 385, en que se emplea indistintamente r-egio,,ali.rmo, fuerismo y federa
lismo
hist6rico, en oposición al defendido por Pi y Margall.
(124) Charles Maurras,
Au d"gne de Piare, «Oeuvres Representatives»,
1931, .recogido
en De la poli#qRe nal,we/e at1 nalionalirme integral, París,
libr. Ph. J. Urin, 1972, pág .. 45.
(125) E. Brunner, op di., cap. VI, pág. 167.
(126)
R. Gambra, op. cit.,. cap. VI, pág. 91.
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OPCIONES A FAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
también foralismo (127). Con esas diversas denominaciones, en un
común concepto, expresan lo que es péoducto de la natural sociabili
dad del hombre que,
según el
propio Gambra (128),
está «forjado
en
la historia, impregnado de
téacl.ición y créador de
instituciones»,
sistema que «recibió entre nosotros el nombre de foralismo o sistema
foral».
E.s, pues, abistnal la diferencia que media entte un organismo
moral que
va desarrollándose
sin pérdida de identidad de los
órganos
integrantes,
y los constituidos
por varias su¡nas de
individuos que
plebiscitariarnente se unifican o se desunifican, se federan o se des
federan.
Por eso,
Vázquez de
Mella {129)
había advertido
que el tegio
nalismo no ha de
empezarse «por
la
toi:humbre», sino
«por la base»,
no «por la
b6veda», sino <
dmientos del edifido>>;
«han de
empezar por
abajo,
hay que comenzar por el municipio; no hay re
gionalismo sin un municipalismo anterior» ... «Sobre municipios es
clavos no se· pueden leva.titar Diputaciones libres; sobre Diputaciones
siervas no se levantarán nunca mas que
Parlamentos contrahechos
que
falsifiquen la voluntad nacional».
12. Por el lado inverso, nos apena
ver que
las derechas españolas
se aferran al concepto jacobino de
nación, unido
a unos conceptos de
soberanía nacional e, incluso, de patriotiStIJ,o, que son correlativos a
dicho concepto.
Según Mella (180), el patriotismo obtiene su fundamento psico
lógico
en el corazón humano,
de un modo sucesivo, y no se
llega a
sentirlo
por la unidad espiritual común de la patria si no se ha sen
tido primero en la unidad regional; pues, «esa onda está demasiado lejana para
haberse engendrado
en
el lago ella sola; antes la prece
dieron otras que tenían el radio
más corto; después de la onda que se
forma en la familia, de la
más dilatada del municipio y la más grande
(127) lbld., pág. 96.
(128) lbid., pág. 94.
(129) Vázquez de Mella, Discurso en el Congreso, del 30 de junio de
1916, págs. 1811 y· sigs. · · '
(130) Ibíd-., Discurso en Santiago de Compostela, cit., págs. 171 y sigs.
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JUAN VALLET DE GOYTISOLO.
de la región, llega la que forma la patria común. Tengamos rurtes el
amor regional, que así habrá después amor nacional». Siendo así,
como dice Gambra (131), un «amor, unitivo», «sentimiento abierto»,
que «no puede engendrar posiciones negativas y de odio».
Por
el
contrario, según
sigue Gambra (132), un «patriotismo
de
tesis, que puede ser enseñado como una asignatura más con su dog
mática y su simbiología, resulta enseguida esencialmente ajeno y ar
tificial», especialmente para quienes «mejor podrían sentir
-----0 sien
tan- el verdadero patriotismo histórico»; y, de ahí, deriva la aver
sión «al &ta.do moderno, como instrumento informista y antitradicio
nal», hipos-tasiado «como unidad abstracta.>> que «se adueña del nom
bre de la patria -España-, Jo utiliza corno propio y procura iden
tificar su causa y su significado con la de él mismo», y que tiene la
razón de Estádr,, como causa suprema e inapelable. Pero como resul
tado final lleva a que
«los medios
intelectuales
y ciudadanos», más
en condiciones de comprender el patriotismo de tesis, «no tardan en darse cuenta de lo irracional
y peligroso de su mantenimiento y en
derivar por cauces internacionalistas».
Estas palabras, escritas en 1953, resultan hoy, veintiocho años
después, mucho más
claras, pues
los hechos, ¡dolorosamente!, han
ronfirmado su verdad profunda.
Y confirman cuanto ya había enseñado la historia. De una parte,
que -romo asimismo dice Gambra (133 )-«el régimen foral no
fue, como muchos creen, un tránsito obligado y siempre declinante
hacia una más efectiva ·unidad; si así fuese se habría prescindido de
él en la organización política de los pueblos americanos, como un mal
con · el que hay que transigir sólo allá, donde existe; pero, antes al
contrario, a América se llevó el régimen de C"bi!dos ( municipio es
pañol) y Congresos (Cortes) como una prolongación del peninsular».
Y de otra
--como nos
recordó Vázquez de Mella
(134)-Felipe
II,
(131) R. Gambra, op. dt., cap. VI, pág. 99.
(132)
Ibíd., págs. 100 y sigs.
(133)
Ibíd., pág. 95.
(134) Vázquez de Mella, Dfrcur.ro en el Parlamento, del 22 de junio
de 1907, págs_ 407 y sigs.
342
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A PAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
rey a qqien ningµn otro ha superado en serlo, reinó con la mayor uni
dad que jamás ha tenido España en la época en que más y mejor se
guardaron sus fueros, en la que alcanzarnos la mayor grandeza, ex
tensión y poderlo que
jamás ha
tenido
pu
y quiso
seguir la
política centralista de Francia, se perdió
Portugal y
se su
blevó Catalulia,
recordándonos Vázquez de
Mella (135) que, tan
pronto como concluyó la
privanza del
Conde-Duque y Felipe IV ra
tificó los fueros y libertades
a Catalulia,
ésta reaccionó en favor de
la causa
espaliola y
de su
rey, apoyó y levantó al segundo Juan de
Austria y, hasta el final, defendió la dinastía, siendo
«la última
que
abandonó su bandera» frente
a Felipe V.
El punto clave en esta cuestión ·radica en el denominado «princi
pio de las nacionalidades», que implica: 1.2, la aceptación del con
cepto revolucionario de nación, unitarista y excluyente, fundido
al del
Estado; 2.2, en atribuir como. inherente a la nación el concepto bo
diano de soberanía, y 3.2, en identificarla, en plena ortodoxia rous
seauniana, con
la voluntad
general
de la suma de los individuos abs
tractos en que
el pueblo es desintegrado.
El principio de las nacionalidades, elaborado y puesto en acción
en
el pasado siglo, proclama: «A cada. nación .un Estado». Es decir,
que toda nación tiene derecho a un Estado independiente y a que no
lo rija el Estado de otra nación. Y este principio, que encabeza la
Carta de las Naciones Unidas, transforma en excluyente el concepto
de nación, en contra de lo que anteriormente había significado. Co~
eilo, unidos los concept<>s de nación y de Estado ---como ha escrito
Gambra
(136)-«hipostasiados como unidad abstracta, constituyen
una instancia superior sin ulteri()t recurso», suscitando «un sentimien
to cerrado que aboca
a· situaciones-límite>>.
Ello origina dos consecuencias de signo contrario. Una, de movi
mientos separatistas ;
y otra, que niega el calificativo de nación a países
que antes habían sido considerados naciones, aunque se hubieran
in-
(135) Vázquez de Mella, Discurso en el Parlamento} del 18 de junio
de 1907, págs. 83 y sigs.
ll-36) Gambra, op. dt. y úJt. cit., págs, 100 y sigs.
343
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JUAN VALLET DE GOYTISOLO
tegrado constituyendo, a su vez, otra nación tDÁS amplia, integradora,
formada en el transcurso de la historia por sentimientos, gestas, fi
nalidades y tareas políticas comunes. Asi, en general, se acepta por
unos y por otros el concepto excluyente. Peto con finalidades opues
tas, conforme a las cuales, réspectivamellte, o se niega a la nación in
tegradora el carácter de nación y se dice que tan solo es un Estado,
o bien les
es denegado su atributo a las naciones menores, integradas
en aquélla, afirmando que no pasan de regiones.
Canals Vida!
(137), para hacerlo notar, recordó que en 1088
podia mencionarse ,.¡ rey de León «por la gracia de Dios oonstituido
emperador
sobre todas
las ntJdcmes de Es¡,,,1/d>>, Concepto conforme
al cual,
más de
seiscientos
años después, en el articulo 1.2 de la cons
titución
general pactada
por Felipe
V con las Cortes de Barcelona
de
1702 -o sea, anres de que estallara la guerra de Socesió~ se
hablaba de «la nación catalana». Es decir, tal como cabía dentro de
una la concepción estructural orgánica y no cerrada de nación. Y en
ese mismo sentido, antes de surgir
separatismo alguno,
en el siglo
XIX
seguia hablándose de la nación catalana, como ya se dijera desde los
siglos
XIV y XV (138).
Pero el problema se agrava si aquel otro concepto de nación hi
postasiado, hijo de la Revolución, se auna
con el
concepto de sobe-
(13'7) Francisco Canals Vidal, Países, Nationes y Estados en_ nuestro
procesa histórico; cfr. en Verbo, núm. 155-156, mayo-junio 1977. págs. 733
y sigs., o en Qué nos enseña la hisloria, Madrid, Speiro, 1978, págs. 137
y sigs.
(138)
Referida a Cataluña, se
lee ya nostre patrie en uno de los diploma~
de
San Cugat datad_o en 1108.
(Cfr. Cartulario de
San
Cugat del
Vallés,
núm. 801, cit. por José Antonio MatJ¡.vall, El concepto de España en la Edad
Media, 2.• ed., Madrid, l. E, P., 1964, cap. VI, pág. 261.) La expresión
nación, aplicada también a Cataluña, aparece en un escrito de los diputa.dos
del General en
el' Parlamento
celebrado en Tortosa en 1411 (cfr. Francisco
Elías
de Tejada, Las Españas, Madrid, Ambos Mundos, s. f., cap. VI, l,
pág. 201); despúés en boca de la Reina María, esposa de· Alfonso el Mag
nánimo, en las Cortes
de
Lérida de
1440, y en la del Cardenal Margarit (pri
mer gran apologista de la Hispanidad) en las Cortes de 6 de octubre de 1454
(
cfr. Parlaments de le.r Cortes Catalanes.., Barcelona, Ed. Barcino, 1928, pá
gina 176, línea 9, y pág. 209, líneas 2 a 5, respectivamente).
344
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A FAVOR DE WS CUERPOS INTERMEDIOS
ranía éxpresádo por Bodino y con la atribución· de ésta a la voluntad
general,
seg6n la
formulara
Rousseau.
El
concepto ilimitado de soberanía nos era totalmente
extraño.
Así, Ellas de Tejada (139) ha recordado que el aragonés Gaspar de
Añastro e
Izunza corregía el concepto bodiniano de
s011Vert1nité, que
rechazaba,
dado que
la
soberanía es
poder ilimitado fuera del orden
natural
y por encima de la justa autonomía de los cuerpos sociales, y
la sustituía por el de
s11prem,, a11<1ori1,u.
Por tal falta de límites, que la convierte en totalitaria, el concepto
jacobino
y excluyente de nación, al convinarse con el de soberanía de
Bodino
y el de voluntad general de Rousseau, transforma en imposible
o
explosiva
la concepción de una nación dentro de otra más amplia.
Pero, como hemos dicho, no era .así en su concepto clásico.
Vá.zque2 de Mella (140) se dio cuenta del peligro, y pensamos
que ello motivó que sostuviera que España es «una sola nación, que es un agregado de regiones», es
decir, «constituida por
una unidad
moral resultante de los espíritus
regionales que •e sintetizan
en una
unidad superior».
la región
la consideró (141) como
«una sociedad
pública
o una nación incipiente que, sorprendida en un momento de
su
désá.rrollo por una necesidad poderosa que ella no puede satisfacer,
se asocia
con otra u otras naciones
completas o incipiente,¡ como
ella
y les comllÍlica algo de s11 !IÍd" y se hace pmtlcipe de '" "'Y", pero
sin
confundirlas, antes bien, marcando las líneas de su
personalidad y
manteniendo
íntegros dentro de esa unidad
todo,¡ loo atributos que
la
constituyen». Y
advertia (142)
que la nación
«es un rlo f
que son las tegiones; no ha nacido de una sola fuente,
no
está formado
más que
por afluentes; el río, sin los afluentes,
no
puede
existir; los afluentes, aunque pierdan
sus aguas y tuerzan su
cauce en
arenales, pueden existir sin el tío; el rlo,
sin loo afluentes,
(139) Francisco Elías de Tejada, El Franca-Condado Hispánico; confron
tar 2.• ed., aumentada y cotregida; Tul. Jurra, Sevilla, 19'7), ca¡,, X, 4 y 5
páginas.
(140) Vázquez de Mella, Disatr.ro en el Parlamento, de 18 de junio de
1907;
tfr. vol. cit., ptg. 75.
(141) !bid., ¡,ág.,. 84 y siga.
( 142) Ibld., ¡,ág. 91.
Fundaci\363n Speiro
JUAN V AUET DE GOYTISOW
no. Luego es política. insensáta la de secar los afluentes, creyendo que
así se
van a
acrecentar las ondas del río».
Sin embargo, en una ocasión ( 143), llegó a confesar : <
vocablo más expresivo y comprensivo que el de nación lo emplearía».
Su concepto de España es la «unidad, con
.su opulenta
variedad». Del
vocable dice:
«No empleo
el término cwilizaci6n porque es dema
siado genérico» ;
«el de n1Jeionalidád, como algo superior a la nación,
porque no es más que el abstracto de nación»; casta, «porque esta
palabra es demasiado vulgar y se presta a muchas acepciones ; por
eso
sigo llamando nación a ese conjunto, a esa unidad en que todas
las regiones
españolas
han· colaborado y puesto su sangre».
13. Para que sea correcto el funcionamiento de Clletpos sociales
básicos_ y asociaciones voh.iq.tarias, que constituyen los cuerpos inter
medios, éstos debeQ adecuarse a cJ,eterminados requisitos, intrinsecos
unos
y extríns~cos otros.
Como requisitos, que c~os deben calificarse de intrínsecos,
Robert Nisbet (144) .señala los siguientes:
a) A11Jonomía funcional, de· modo· que, dentro de 'su ámbito
social, gocen de la máxima libertad para el logro de sua fines espe
cíficos, evitando «la íntrusi6n de una institución como es el Estado
político en zonas de·influencia·que correspondén a otras instituciones».
Las· revoluciones 'administrativas dél siglo ·xx -dice--«se deben
básicamente a mentalidades que consideran· 1a
unión, la
simplicidad,
y, sobre todo, la uniformidad, valores no sólo deseables sino tambiin
inevitables».
Pero
la experiencia --añade--está demostrándonos cuán
equivocada ha sido esta concepción «racionaliza.dora» y sus consecuen.
cias rnasificadoras y alienantes, de una parte, y que, de otra, han dado
paso al totalitarísmo estatal, manipulado por los
tecnócratas (145).
(143) Vázquez de Mella, Diu-urso en el Parlamento, de 22 de junio de
1907, loe. cit., págs. 475 y sigs.
(144) Nisbet, o/J. ril. I, Reu. O,., núm. 20-21, págs. 42 y sigs.
(145) Cfr. nuestro libro Ideología, praxis y mito de la temocracia,
2.ª ed.. española, Madrid, Montecorvo, 1975, · III parte, sec. II, págs. 165
y sigs.
;46
Fundaci\363n Speiro
OPCIONES A PAVOR DE WS CUERPOS INTERMEDIOS
Incluso tratándose de las regiones, cree V ázquez de Mella ( 146)
que
debe establecerse
entre ellas «una comunidad de principios que
sirva para la diferencia específica de todas
ellas, pero
de
ningún modo
de
principio de unificación para
moldearlas a semejanza de una
sola».
Precisamente -estima (147)- la
a,,tarr¡uía, que les
corresponde,
«es el derecho a regirse interiormente».
b) Detcmtraliz,,ción, requerida para debida autonomía funcio
nal, o
autarquía, precisa para que el gobierno de los cuerpos inter
medios
se quede en
manos de
sns propias élites, no en
las. de
tecnó
cratas, ni de
teóricos, ni
tampoco
«en manos polític
cipal preocupación de nuestro amigo
Jean Ousset (149).
c)
/
erdrquia suci,i!, consecuente a la estratificación de funciones,
que el poder arbitrario de
.los órgan,,o gubernamentales y la obsesión
igualitaria que sufrimos han ido destruyendo, como también señala
Nisbet (150).
El
sentimiento igualitarista -prosigue el
mismo profesor-
ha
llevado a «la aparición del ressen#ment que profetizaron, entre otros,
Burke, Nietzsche y Tocqueville»- Sin embargo, la jerarquía es ne,
cesaría
para
el funcionamiento de
los órganos sociales y su defensa
contra la manipulación.
Esta necesidad de la jerarquía la reivindica
también, según hemos visto antes, el indiscutido Premio Nobel, Kon rad
Lorenz (151
).
· d) Tradición, basada -como dice Nisbet (152)-«en los me-
(.146) Vázquez de Mella, Dirc11rsq ·de/ 21 de iN/io de 1918 en San
tiago de Compostela, vol. cit., pág. 163'.
(147) Vázquez .de Mella, Discurso en el Congreso, de 30 de junio de
191« pág. 187.
(148)
Nisbet, pág. ú!t. cit. y sig.
(149) Jean Ousset, Discurso ina,,g11ra/ de la VIII Reunión de amigos
Je
la Ciudad Cettólica; cfr. en VERBO, núm. 80, diáembre de 1969, pá
ginas 923 y sigs.
( 150) Nishet, loe. uit, cit., pág. 43 ..
(151) K. Lorenz, op. cit., cap. VII, pág. 86.
(152) Nisbet, págs. ult. cit. y sig.
347
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
canismos incomprensibles, pero efectivos, del orden social, en la cos
tumbre, .en . los usos tradicionales de un pueblo y en los innumerables
medios de adaptación con que los seres humanos demuestran ser due ños de
su destino
de forma
qtie los
gobiernos no pueden ni siquiera
comprender»
.. La
libertad se mantiene «en la medida en que es po
sible proteger de la interferencia del gobierno y de la legislatura, a
un sector de la sociedad que se gobierna por medio de lo espontáneo,
de lo sancionado por la
costumbre y sancionado por la tradición» ;
pues costumbres y tradidón «constituyen la verdadera esencia de la
moralidad y, por lo tanto, de lá resistencia a la opresión y a la co
rrupción».
¡En Estados Unidos se descubre, hoy, lo que siempre sostuvieron
nuestros tradicionalistas!
Así; Gambra (153} reiteraba la importanda del árrdigo, que en
gen¡lra sanos sentimientOS y costumbres, que cristalizan en saludables
instituciones que,
a
su vez, conseirvan y afianzan las. buenas costurri·
bres. «Esta -dice--es la esencia del tradicionalismo».
También el científico Katl Lotenz (154) nos habla del valor que
para la cultura riene la · t,tJdición dcumu/a;iva del saber orgánico ad
quirido
mediante
la selección;
y advierte (155) de las perniciosas
consecuencias que acarrea a los jóvenes ese incesante arrinconamiento
actual de la tradición paterna.
En contra de las tendencias democráticas, los dos últimos requisi
tos examinados muestran que, en muchos cuerpos sociales, no con
viene
soslayar el elemento aristocrático, en el sentido de élite, ni el
monárquico, incluso el hereditario. Pensamos, especialmente, en la
familia,
y en la pequeña y mediana empresa, sobre todo en la agraria.
14. Los requisitos
extrinsews para el buen. funciooamiento de
los cuerpos
sociales,
y para la consecuente defensa de las libertades
(153) Rafael Gambra, «Diagnósticos y terapéuticas», en Eso q11e lla.
·=man Estadoi Madrid, Escelicer, 1958, pág. 173.
348 (154)
K. Loren,, op,
y cap. ult. cits., págs. 75 y sigs.
(155) !bid, pág. 88.
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OPCIONES A FAVOR DE LOS CUERPOS INTERMEDIOS
civiles y políticas, son los que corresponden a las relaciones de unos
cuerpos con los otros
y a IJ!S de todos y cada uno con el poder po
lítico.
Se refieren a la naturaleza misma del poder político; al pactismo
entre los cuerpos sociales
y el poder poUtico; a la representatividad
en aquéllos y ánle éste, y a la «foralidad>>. Comenzaremos en st, exa
men por orden inverso:
a) El foralism-0 implica que el Estado, y demás cuerpos de un
ámbito que incluya otros menores, respeten Ja constitución específica.
y diferenciada de cada uno de los cuerpos sociales más reducidos que
comprendan,
y de sus tradiciones, usos y costumbres enraizadas en la
historia, tanto más cuanto mayormente lo estén, pero· siempre en ré
gimen abiert~ a las nuevas necesidades (156).
b) La representatividad, a su vez, requiere: la org"1ticiddll, a
tono con la de los cuerpos representados ; la
"11tenticidad; el carácter
imperativr, del máltddlr, conferido por dichos cuerpos ; y la colegia
Ndad
de los representantes.
-· La r,rganicúkd de la representación de un cuerpo si¡¡nif.ica que
los representados no son los indwid,,,r,s integrantes del cuer
po, sino k,s intereses objetivos y colectivos de las diversas agru
paciones humanas
integradas
de éste, como ocurría
en la repre
sentación
de las
ciudad.es, instituciones y clases·, en las cortes
tradicionales. Los integrantes del cuerpo social tienen mejor co
nocimiento cle causa para elegir, ellos mismos, a quienes repre
senten
sus intereses colectivos que para escoger a quienes, según
sus
ideologías, deban
conducir a todo
el país.
-' La t111lenticMad significa que cada cuerpo elije por sufragio sus
propios gestores ;
y que quienes deban representarles en las ins
tancias superiores (municipio, diputación, cortes)
sean elegidos
bien por todos los miembros, por compromisarios o por los ges-
(156) Vázquez de M'Clla, Dhctlf'sO ffl S@tiago de Compaste/d, el :u
de julio de 1918, loe. cit., pág. 163.
349
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JUAN V ALLEr DE GOYTISOI.O
tores, según las circunsfancias del propio cuerpo representado y
lo previsto en sus fueros o estatutos; pero siempre sin interferen
cias de las autoridades estatales o gubernativas.
-El m,mdato imperativo, lo explica con toda claridad Gambr, (157),
siguiendo a
Vázquez de
Mella (158). «El procurador no debe
ser representante de toda la nación como en el régimen liberal,
sino de la corporación»: «No irá a disputar a las Cortes, sirio a
pedir y votar lo que le manden los que le hayan designado. Y ha
de
jurar no recibir honores ni merced alguna durante d cargo.»
-La colegialiddá se refiere a la representación de ·cada uno de los
cuerpos integrantes de uno superior. No se refiere
a1 gobierno de
cada uno de ellos, que
puede ser colegial o monárquico, si bien
normaJmenre es electivo salvo en la familia y en · las empresas
individuales
y familiares.
Ahora bien, esta
colegialidad no
debe tener
más función . que la
representativa
en las instancias inferiores, y de coordinación general
de las entidades ·representadas en las superiores, pero sin interferir-
·--·'Sl'en el gobierno interno de aquéllas, ya que su ·interferencia signi
ficaría su dependencia del órgano colectivo que, en ese caso, resul
taría centralizador. Aquí, como para todo en. un orden orgánico, vuelve
a ser derermioonte el principio de sub,idiariedad, que excluye que
esos ~ganos representativos fo~en una nueva unidad~ en, . la ins-
1Ja11cia
superior, que absorba; en rua.nto no
sea
cotp.Ún, fa persona
lidad de sus representados.
Por lo- tanto, en· la ins~cia supe_rior de. la . nación, no debe ser
soberano ese órgano representativo, o Cortes. Como recuerda Gam
bra
(159), las Cortes tradicionales «no son, pues, soberanas, como
se supone son las Cortes democráticas, ni_ transmisoras del poder» ...
(157) Gambra. La 1111.marqlllá 1ocia!" y repre1er1tati11a en ... , cap. VI,
pág. 105,
(1'8) Vázquez de Mella, «La monarquía carlista.», en BI Correo Es·
pañOI, de 20· de· diciembre dé 1889, cit. por Gim.bra, op. C'ii., nota· 87.
(159)
Gambra, op,
y cap. ult.
cit., pág; 104.
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«Sin embargo, en la práctica constituían un elemento de contención
del poder, sobre todo en el terreno económico, pero no tanto por esas
funciones limitativas como por los contrapoderes que representaban,
esto es el conjunto institucionalizado y autónomo de sociedades y co
munidades políticas independientes del poder público». Nótese que
esas facnltades, condicionantes del poder supremo, eran ......:orno acla
ra el mismo Gambra-< por parte del monarca de lo que era una situación de hecho, es decir,
una especie de libertad concreta más concedida a los estamentos so
ciales en su colectividad». Pero nunca significó el otorgamiento de
poder directo, que no fuera arbitral, sobre las comunidades represen
tadas,. específicamente
y con mandato imperativo.
Contrapuesta en este punto, es la
p06ición de
la línea liberal, con
cretamente
la de Salvador de Madariaga. Hemos visto antes que, para
este
ilustre escritor,
los ciudadanos
-no
excluidos del
derecho al
voto-- deberían
formar la
base del cuerpo electoral municipal, donde
concluirla su
derecho de sufragio directo; los concejales formarían el
cuerpo electoral
para la diputación regional,. y los diputados regio
n·ales
elegirían
el Parlamento,
que, a
su vez, elegiría el
~erno.
Pues
bien, para Madariaga (160), las Cortes «serian la única Cá
mara que ejercería la soberanía nacional». Aparte de
las. competen
cias
regionales
y municipales, vendríaQ !imitadas las suyas en las
«cuestiones concernientes a la vida económica)>, en las cuaJes «I~
Cortes no tendrán rompetencia .para legislar». Propone que -la ini
ciativf1 en estas matei;ias corresponda al Consejo Económico Nacio
nal, que deberla presentar las propuestas al Congreso Corporativo,
que los elevaría a las Cortes, y éstas no podrían entrar a discutirlas
en su articulado, sioo adoptarlas como· ley, recha:zárlas o· devolverlas
para enmienda. Elegido el Gobierno para las_ Cortes sobera_nas, el
Presidente de la República no_ tendría ningún poder ni siquiera el
moderador, y no serla sino el Notario general de la R,,pública, e'le
gido por un colegio formado por el O,nsejo de Ministros, el Con·
sejo
Económico Nacional, 50 diputados a
Corres designados ¡,or ésrás
(160) Salvador de Madariaga, op. dt,, págs. 256 y sigs.
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y 25 miembros del Congreso Corporativo, elegidos por éste (161).
Extremo éste del que también
discrepo., como
en seguida
veremos,
la linea tradicional-
') El
pdl:#smo es una consecuencia dimanante de la pluralidad
de
intereses concretos
representados en, las Cortes. Por eso, tales re
presentantes deben pactar colegialmente, en
ese grado
superior, con
el poder estatal.
En ese
sentido, se estableció para Cataluña en la
constitución paccionada de 1283 entre Pedro
el Grande y las Cortes
de Barcelona, que ninguna ley general
podia establecerse sino pactada
entre las Cortes
y el Rey, ni podia derogarse ni modificarse ley, ni
franquicias o fueros así pactados, sin el mismo concurso de estas
Cortes
y el Rey.
Ne;> insistiremos sobre este tema, que recientemente ha sido es
tudiado en sus aspectos histórico, jurídico y filosófico (162). Pero
reiterarnos que el pactismo tradicional nada tiene que ver con el ac tual pactismo dialéctico, a la busca de un
«consenso» que
no pasa
de ser una síntesis provisional sujeta a nuevas antítesis (163).
d) La naturaleza del poder poli#ro del Estado ha de constituir,
sin duda, la
suprema a1morilt1S, delimitada por el prindpio de subsi
diarietlad, dimanante del -orden tWlural de la creación, indudable
mente dinámico.
Pero, ¿cómo habría de determinarse quién o quiénes ejercieran
ese poder?
En nuestro derecho tradicional ejercía ese papel la monarquía he
reditaria. Concretamente en el pactismo cataián, los
juristas del
si-
(161) Ib/d., págs. 261 y sigs.
(162) Luis Legaz Lacambra, Jaume Sobrequés Callicó, Juan Vallet de
Goytisolo, Jesús La.linde Abadía, Alfonso García Gallo y Luís Sánchez
Agesta, 1!.I pactismo en la historia de España. Madrid, Instituto de Espa
ña, 1980.
(163) CTr. nuestra comunicaci6n, «El pactismo de ayer y el de hoy»,
Anales de la Real Atdemia de l]urisprudenda y Legfrlación, núm. 6, 1978
págs. 173 y sigs., o en Más sobre temas de hoy, págs. 1 SO y sigs., y «Del
pactismo de ayer a los consensos de hoy», en VERBO núm. 175-176 mayo-
junio de 1979, p.ig,. 685 y sigs.
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OPCIONES A PAVOR DE WS CUERPOS INTERMEDIOS
glo xv formularon esta duplicidad de partes: el Rey, de una, y los
tres
brazos de las Cortes,
representando al
Principado, o
sea a
toda
Cataluña, de otra (164). Es decir, por una parte el poder político
del
Estado, que correspondía al Principe,
y, de otra parte, fa repre
sentación de
los estamentos y cuerpos constitutivoo del país, como
fruto de un contrato social, forjado
en la historia, del cual la primera
célula
no la constituían los individuos, sino las familias, las
casas, los
hogares,
según expresó
Fraru:esc Eiximenis
(165).
El carlismo siempre propugnó por la monarquia hereditaria jun
to a las
rortes tradicionales represen~ivas de
las libertades forales.
Vázquez de
Mella (166)
y Garnbra (167) lo han mostrado con es
pecial dlru:idad. Bn Fr"'1Cia, La Tour du Pin (168), Charles Be
noist (169) y Charles Maurras (170) lo propugnaron decidida-
(164) Cfr. Jaume Callis o Iacóbo Calicio, C11riMNm extr~ravatorium
verum summis il/11slrat11m, cap. II, núm. 4; cfr. ed. Barcelona, I Gicardiola
1556, pág. 5; Tomás Mieres, ApparaJqs ¡11.Per con¡titutionibus C11riar11m Ge·
neralium Cathaiauniae, II,, coll. XI, cap. IV, núm. 108, cfr. 2.@. ed., Bar.
celona. l. Sebastian Cormellas, 1621; Jaume Marquilles, Co_mentarie ..• .r11per
Usatkas Baríhinonensis, U.ratge Una quo,qfle gens, Barcelona, l. Luschner,
1501, folios 358 y sigs.
(165) Francesc Eiximenis, Dotze del Crestia, cap, 156. Cfr. reproduci
do por Torras y Bages, II parte, cap. IV, V; ed. cit., pág. 430. Puede
cfr. también en Francesc Eiximenis, La SQcielat catalana al sec/e XIV, ed. de
Jill Webster, Barcelona, 1967, pág. 27. Nos hemos ocupado de este texto
en «Las fuentes del derecho en el Appat'al11s super Constitu1ionihus C111'ia
r11m Cathaloniae,
de Tomas Mieres», en Libro-Homenaje a Ramón M.!l Roca
Sastre,
'vol. I, págs. 360 y sigs.
(166) Vázquez de Mella. Disc11rso en el Parlamento, de 22 de junio
de 1907, dr. vol. cit., págs. 474 y sigs.
(167) Rafael Gambra, op. y cap. últ. cit., págs. 102 y sigs.
{168) La Tour du Pin, op. cil., cap, XII, IV, págs, 356 y sigs.
(169) Charles Benoist, op. cit.1 cap. XXXVI, págs, 284 y sigs.
(170) Charles Maurras, La encuesta sobre la monarquía, lib. I, I;
d:r. ed.
española,
Madrid, Cultura Española, 1935, pág. 213, donde expone
el lema «Un César con Fueros», expresión que reecordó en.· Vers l'Espagns
de Franco, París, Ed. du Libte Moderne, 194'3, pág. 190, en un texto que
puede confrontarse traducido en
Verho, núm. 150, diciembre 1967, Charle.1
Maut'f'as
y Cataluña (algunos textos de ·vers l1Espagne de Franco), pági
na 1.418.
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mente, estimándola una pieza fundamental, clave del sistema. Tam
bién en
España fue ésta la
posición de Acción Española (171).
Oerto es que para revivir esta monarquía tradicional es preciso
tener un rey que jure el sistema -como antaño juraba respetar las
constitucioru,s generales y las costumbres, fueros y privilegios terri
toriales y locales, de forma conmutativa y correlativamente
al jura
mento de fidelidad que recibía- y que penetre y se compenetre en
él. Para ello, es necesario que donde haya rey posible,
éste no
incu
rra en la aceptación -aparentemente
más segura y confortable para
la dinastía.---de
una monarquía constitucional o, incluso,
«parla·
mentarla», ni de una monarquía vinculada a un, dictador vitalicio .o
a
una serie indefinida de sucesivos dictadores.
A falta de rey, habría que recurrir a una coexistencia del régi
men orgánico, -y sus Cortes, con un sistema presidencialista, tam
bién orgánicamente electivo a través de los cuerpos sociales, aunque
no por las Cortes, para que así no se halle totalmente supeditado a
éstas. Oaro está que ese régimen electivo tiene un grave inconve
niente, enunciado con galanura por Lope de Vega, en Los novios
de
Hom«huelos, al explicar que la transformación en hereditaria
de la monarquía se hizo «para evitar disenciones en las nuevas elec
ciones».
(171) Or. Víctor Pradera, El E.rtado N'uevo, 111 parte, cap. III, pá
ginas 188 y sigs.
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