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Número 193-194

Serie XX

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El pensamiento contrarrevolucionario español: La Unión Católica

EL PENSAMIENTO CONTRARREVOLUCIONARIO
ESPM.OL:

LA UNION CATOLICA
(*)
POR
FRANCISCO ]OSÉ FERNÁNDEZ DE LA CIOOÑA
SUMARIO: I. El pretexto.-II. La situación española.-III. La Unión Ca­
tólica.-IV. Non Possumus.-V. Las causas del fracaso.-VI. Todos con­
tra todos.
I. El pretexto.
Estamos en los aledaños de un hecho prácticamente olvidado y
que, sin embargo, ha pesado como una losa sobre d catolicismo es,
pañol de los últimos cien años. Me refiero a la carta de felicitación
a monseñor Freppel suscrita el 1 de enero de 1881
por ilustres ca­
tólicos

españoles (1).
¿Quién
er.a .monsetior

Freppel?
Emmanuel Barbier,

en su monu­
mental
Histt,i,re du calhoU&im,e liberal et du catbolicisme sr,cia! en
( *) Dentro de esta serie sobre el pensamiento contrarrevolucionario es-
pañol, han aparecido en Verbo los siguientes trabajos del mismo autor:
«Fray Atilano Dehaxo Solórzano», Verbo, núm. 117-118,
«José Cadalso», Verbo, núm. 121-122.
< «El Manifiesto de los Persas», Verbo, núm. 141-142.
«El Beato Ezequiel Moreno,
Obispo de Pasto», Verbo, 1'1-152.
«Benito M~ría:, .. ~otelo de Noboa, marqués de Villaverde de Limia»,
Verbo, núm. 16,-i66.
«La Instrucción Pastoral de los obispos refugiados en Mallorca» ( 1.!!­
parte), Verbo núm. 181-182.
«La Instrucción Pastoral de los obispos refugiados en Ma1lorca»
(2.!!­
parte), Verbo, núm. 183-184.
(1) LA Ciencia Cristiana, XVII, 1881, págs, 177-179.
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FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGOf!fA
France, du Concile du Vatican a l' t111enement de S. S. Benoit XV
(1870-1814) (2), obra imprescindible para conocer unos años tras­
cendentales de
la Iglesia, nos da puntual referencia de la trayectoria
del obispo

de
Angers, desde su

primer intento fallido de compare­
cencia electoral en 1871 (3),
basta su muerte años

más tarde (4).
Toda su vida episcopal
fue· un

combate
~bierto contra
el libera­
lismo, Jo que le llevó a enfrentamientos con no pocos obispos de
ten­
denci~
proliberales.

Con monseñor Guilbert, obispo de Gap en
1876 (5) y en 1884 cuando era ya
arzobispo de

Burdeos (6), con
monseñor Bellot des
Minieres, obispo

de Poitiers en 1881 (7).
Con
monseñor Larue, obispo de Langtes en 1885 (8). Con el orzobispo de
Ruán, monseñor Thomas (9), en el mismo año. Y, sobre todo, con el
cardenal Lavigerie con motivo de su famosísimo brindis de Argel,
en 1890, que inauguraba el
ralliement de León XIII con tan buen~
intenciones

por parte del Pontífice como
tan funestos resultados
prácticos (10).
Eugenio Vegas. La.tapie, muestra insigne de los escasísimos -espa­
ñoles que conocen la !historia de Francia desde la Revolución hasta
nuestros

días, y que
inj'ertó en la

savia de
la tradición española el ri­
gor racional del movimiento mauttasiano de L'Action Fr""f<'ÍSe,
uno de loo más serios intentos de intelectualizar la política, narró en
un libro que está reclamando su
reedición (11)
aquella triste. equi­
vocación papal que
amargó los. últimÓS años

de su vida. Porque, e
importante es no olvidarlo,
la infalibilidad pontificia no se extiende
(2) Cinco tomos, Imprim~ie Y. Cadoret, Bordeaux, 1924.
(3) Barbier, F.: Op, cit., tomo 1, págs. 111 y 112.
( 4) Barbier, E.: Op. cit., tomo 11, págs. 299-300.
(5) Barbier, E.:
Op, cit., tomo I, págs. 386-388.
( 6) Barbier, E.: Op, cil., tomó 11, págs. 112 y 113.
(7) Barbier, E.: Op. cit., tomo 11, págs. 109-112.
(8) Barbier, E.: Op, cit., tomo 11, págs. 114-117.
(9) Barbier, E.: Op. cit., tomo 11, págs. 164-166.
(10)
Barbier, E.: Op. cit., tomo 11, págs. 289-291. a. también Bau­
nard, Mgr.:
Le tardinal Lavigerie, París, 1898, II, págs_ '.554-597.
(11) Vegas Latapie, Eugenio: Catolicismo y República, Gráfica Uni­
versal, Madrid, 1932.
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LA UNION CATOUCA
a todas las actuaciones del Papa sino sólo al específico contenido
que
definió el primer Concilio Vaticano.
El pensamiento
contrarrevolucionarip español,

heredero sin du­
da del
parece, de Melchor Cano a Felipe II sobre su oposición a
Paulo IV (12) atronó todos
16s rincones
de la patria con
el grito de
¡Viva
el Papa Rey! y cerró filas, tras la insigne figura de Caixal, en
el Vaticano 1, en
defensa de

la infabilidad (13),
pero nada tuvo qne
ver con la papolatría, interpretación morbosa de un amor
y una
disponibilidad
al Pontificado no siempre agradecidos.
El balance
práctico del Rti!Jiewzent, inaugurado a instancias pon­
tificias por Lavigerie, puede resumirse en estos heab.os que tomamos
del citado libro de Eugenio Vegas: "En el mes de abril de 1893
(había muerto ya monseñor Freppel),
Mgr. D'Hulst fue recibido en
audiencia por el Papa. A punto de terminarse la entrevista, el Sanro
Padre

preguntó al militante prelado,
y diputado por Brest, sobre la
situación de las fuerzas políticas en Francia. Y, ¿con quántos buenos
diputados cuenta ho:¡ la Cáma,a?, preguntó León XIII. Unos iwscien­
tos, Sanro Padre. Pues bien
-repuso éste~, abo.-a que he señalado
a los CtJtólWos el caqn,fflO a segtM, e:rpero que aumpnten "!n#Cho en
m/me,o. Santo Padre -tuvo el valor de responder Mgr. D'Hulst-
110/ve,em,qs de oohent" a ciento (14). La. previsión del obispo fue
exacta. "De 219 diputados católicos que triunfaron
el áño 1889,
no volvieron
; la

Cámara en 1893 sino menos de un centenar.
La
opinión católica quedó reducida a 35 ralliés y 6o monárquicos" (15).
"La
Unión Conservadora (monárquicos e imperialistas), en 1889,
había reunido 3.144.978 votos. En 1893 obtuvo 997.598,
y los
ralliés. 569.912. Reuniendo como homogéneos los dos grupos da un
total de 1.567.510, con una pérdida, por tanto, de
la mita! de los
(12) Menéndez Pelayo, Marcelino: Historia de los J!-eterodoxos, BAC,
Madrid, 1956, págs. 399-401.
(13) Martín Tejedor, J. Voz: Concilio Vaticano 1, en el «Diccionario
de Historia Eclesiástica de España», C. S. I,
C., t. I, Madrid, 1972, pági­
nas 496-515,
(14) Vegas Latapie, Eugenio: Op. ciJ., págs. 55 y 56.
(14) Vegas La.tapie, Eugenio: Op. ch., págs. 55 y 56.
(15)

Vegas Latapie, Eugenio:
Op. cit., pág. 61.
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FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGOFIA
sufragios. En cambio, los socialistas ven aumentar sus votos de
90.000 en 1889 a 549.064 en 1893'" (16).
Juan
Roger (17)
resume así el resultado del intento pontificio:
"En 1903 moría León XIII; en Francia, su intento _de reconciliación
se había · comprobado como . un hecho imposible; la religión no
podía
ser restablecida

en todos
s.us derechos más que

por la poten­
cia
legal, la polítioa, y el Papa había creído que uniéndose a esta
política la Iglesia de
Francia podría recuperar su
puesto en
la ciu­
dad; ya hemos visto que, por un lado, tropezó con un non possu~
mus por parte de la inmensa mayoría de los católicos y del clero
francés, y, por otra, resultó que los escasos ra/.liés que intentaron la
experiencia, chocaron con el anticlericalismo militante y agr_esivo
de los comités masónicos, de los ~ores de frtliJ.es. León XIII ya
estaba presenciando

los
comienzos del

fracaso de su política. Su
sucesor, Pío X, verá el hundimiento de la misma de 1903 a 1914:
dispersión de

todas las congregaciones, viaje a Roma del Presi­
dente de la República, llamamiento del embajador francés
cerca
del

Vaticano, regreso del nuncio, separación de la Iglesia
y el Es­
tado, supresión del presupuesto de los cultos, incautación de los
bienes de los obispos y de las parroquias. Un desastre en roda lí­
nea" (18).
Esa aproximación de los católicos a la República auspiciada por
León XIII para, dentro de
ella, intentar snstituirla por un régimen
católico,
debilitó a

los
fieles y envalentonó a
los
grupos laicos
hasta
llegar a una auténtica persecución religiosa. El Papa se equivocó
-la infalibilidad no garantiza aciertos políticos----, muchos católi­
cos no siguieron sus directrices porque estimaron que su fe no les
obligaba a renunciar a legitimas preferencias temporales y termina­
ron enzarzándose en una esté~il, tr;ste, encarnizada y prolon¡ada
baralla,
_ no roa los

enemigos. de la religión, sino con otros católicos
que, coincidiendo en la fe discrepaban en las preferencias políti-
(16) Vegas Latapie, Eugenio: op. cit., pág. 61.
(17)
Roger, Juan: Ideas polltica1 de /01 ca1ó/ico1 france1e.1, C. S. l. C.,
Madrid, 1951.
(18) Roger, Juan: Op, cit., pág. 369.
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LA UNION CATOUCA
cas. Y llegó a producirse el caso de que quienes querían integrarse
a toda costa en la República anticlerical
y masónica, con excelente
intención al comienzo, como tenían que demostnu:, para ser míni­
mamente
aceptados, que
eran señudos
enemigos de
sus hermanos
católicos antirrepublicanos, terminaron contagiándose no sólo del
amor a la República sino también de desviaciones religiosas que
tuvieron que ser corregidas por
San Pío X (19).
Toda esta
problemática, que esterilizó la
acción
de los católicos
durante

largos
años, en evidente perjuicio de los intereses de la
Iglesia y

de la misma Francia, tuvo también su versión
espafiola
con· resultados muy similares: católicos contra católicos, intervencio.:.
nes pontificias desoídas, desronfianza de los fieles ante la jerar­
quía,

sacerdotes polemizando con
obispos y una ausencia católica
de la vida pública por lo menos con el peso que su número le po­
día garantizar.
Volvamos a
monseñor Freppe~ decidido

adversario del
Rallie­
ment, aunque no llegó a ver sus nefastos resultados. Diputado
elegido por Finisterre, en 1879, pronuncia en 1880
unos vibrantes
discursos

en la Cámara contra
Ias leyes laicas de
enseñanza de am­
plísimo eco nacional e internacional (20). Meses después, como
hemos indicado,

un
grupo de católicos españoles
le dirigen la si­
guiente carta:
"Monselior:
Recibid con las felicitaciones que de
todos los ámbitos
de la cristiana Francia consuelan y confortan el paternal co­
razón del Prelado, prestando alientos
nuevos a
la varonil en­
tereza del

político, la muy cariliosa que os dirigen, junta­
mente con el testimonio del
más profundo respeto y de su
más cordial simpatía, católicos espalioles que un solo senti­
miento liga y concierta. en estos supremos instantes.
Sea este saludo afectuosísimo, salvando Ia frontera en alas
del espíritu de confraternidad cristiana, prenda de
unión en­
tre dos pueblos, que la Religión y
la raza hicieron hermanos,
(19) PíO X, San: Notre charge aponolique. Doctrina PqnJificia, 11,
Documentos Politicos, BAC,

Madrid,
1958, págs. 404-423,
(20) Barbier, E.: O¡,. cit., 11, págs. 72-74.
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FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGOil'A
400
y· que en vano intenta convertir en enemigos el espíritu re-­
volucionario.
La católica Espa.fa, .que hoy vive en-momentáneo reposo,
entre una revolución que ,aún _combate con éxito por de­
fender sus posiciones, y otra revolución· que amenaza con más
pavorosós peligro,; para el catolicismo y para la patria, que
los que envolvieron en la pasada tan sagrados
y quetidos
objeros, tienen mucho que llorar, pero a la vez mucb.0 que
aprendet en las desgracias de sus hermanos de Francia y en
la cristiana energía con que las arrostran, consagrando todos
sus alientos, su actividad toda y hasta su reposo, su libertad
y su sangre a ronjurarlas ·
Bieil. · sueria, en esta tierra clásica del catolicismo, que
ha
visto a sus Prelados sufrir las persecuciones y la muerte,
para acudir a los primeros Concilios a rombatir por la Fe
y la Doctrina, o alentar luego en las batallas la Fe religiosa
y el ardor patriótico de sus guetretos, o salvar más tarde la
nave del Estado encomendada a sus robustas
y leales manos
pot la ronfianza de los reyes o por
la coneettada y univetsal
voluntad de los pueblos; bien suena, Monseñor, vuestro nom­
bre y el de vuestros venetables hermanos los Prelados fran­
ceses, perseguidores en todos los terrenos de la impiedad,
debeladores de la hipócrita intriga, fuertes
y serenos en la
lucha, amparadores del débil contra el poderoso,
y llevando
crísdanamente envuelta en universal espíritu de caridad su
acción vivificadora de
padres y maestros a todas las ,esferas
de la actividad humana, llorando con los afligidos los males presentes,
peto enseñando también

a los que no
desmayan,
los anchos horizontes en que es _lícito ver alboreandO la es­
peranza de futuras :regeneraciones.
Así Dios lo quiera en Francia, bendiciendo !os genero­
sos esfuerzos de
tan bizarros adalides romo lo sois vos y
vuestros hermanos, y el clero, la nobleza y el pueblo francés
que

en haz apretado
y deponiendo ante el romún peligro pa­
sajeras y accidentales diferencias, afirman, a.caso por vez pri­
mera en este siglo, lo que puede la acción católica frente a
frente de la acción revolucionaria, cuando a empresas tan uni­
versalmente salvadoras se encamina, y labios tan autorizados
y manos tan poderosas la alientan y dirigen.
·Monseñor: largos afíos de luto y tristeza moral, enru­
biertos a desiguales intervalos por períodos de esplendor, más abrillantado que sólido
y permanente, han descaecido y postrado
las fuerzas vivas de vuestra hermosa patria, en otros tiempos
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LA UNION CATOUCA
centinela avanzado de la civilización cristiana, convirtiéndola
en vehículo de perniciosas doctrinas o peligrosos ejemplos.
La unión de los católicos, que son la mayoría moral, inte­
ligente y civilizada de tan generoso pueblo, puede obrar ma­
ravillas, no mn sólo en su regeneración social y política, base
necesaria para la pa• de Europa, sino tarubién por la magni­
tud y solemnidad del ejemplo para la regeneración de otros
pueblos
y de otraS razas en los que la naturale,. y gravedad
de sus infortunios no han demostrado aún bastante este sen­
cillo principio, que sólo se ganan batallas eficaces y decisi­
vas cuando se lucha bajo la bandera de la

Vuestra elocuente voz expresaba este pensamiento, cuan­
do señalaba a los católicos francese.s el 11erdad,,ro terreno de
ú, defensa, aq#Bl ,m el que, a pesar de las tristes dwisiones
pol#wa.r, podian los hombres
de buew 11oJun.ad enterrderse
y darse ú, mano, y que vos considerábais oomo ú, co,nsigna
para congregm-
a

los
dispersos.
En todos los pueblos ruge o amenaza la tormenta, o con
rayos homicidas o con pavorosos anuncios: todo se discute,
todo vacila, todo tiembla. La cuestión política se amengua
y confunde en la ruestión social; una y Otra se ventilan en la
cuestión filosófica, y a todas abr... y comprende la cuestión
religiosa. Por todas partes, al Norte como a Mediodía, en el
nuevo continente, antes de tiempo envejecido, como en el
viejo, solar nobilísimo de toda contienda moral y metafísica,
se reduce esta providencial subrogación de ideas
y doctrinas
a los dos principios que se han dividido
el mundo desde su
creación:
«La afirmación o la negación de Dios».
El triunfo, pues, pata los que creen como nosotros en 1a
palabra

divina, estriba en esa forma de plantear
la lucha.
Dios no desampara al que invoca su Santo Nombre. Que El
oos proteja a todos, y empe .. ndo por los que más necesitan
de su misericordia y de su omnipotencia infinitas, bendiga
y corone Vllestros generosos sacrificios.
Monseñor:
en-estos sagrados días, .aniversario del más dul­
ce y carifioso vínculo de Dios con su humilde e ingrata cria­
tura, descansad. en esa hermosa tierra de Anjou que gobernais
con amor de padre, de las amarguras sufridas, de la contienda
que aún vocea, de la persecución que aún amenaza; y co­
brando en la mediradón y el reposo nuevos bríos para nue­
vas campañas, admitid a estos católicos españoles a la parte
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FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGORA
que como hermanos toman en vuestras aflicciones y trabajos,
que Dios ha de convertir en triunfos y alegrías.
Admitidnos
también al honor de besar vuestro anillo Pas­
toral
y de ofreceros el testimonio del más cariñoso respeto y
de la más cordial simpatía.
Madrid,
1.0 de Enero de 1881" (21).
Pocos días después es remitida esa carta a todos los obispos es­
pañoles acompañada· de otra
firmada por

los mismos que habían
tomado la iniciativa de dirigirse al prelado
francés: el conde de
Orgaz, el de Guaqui, Alejandro Pidai y Moa, el marqués de Mi­
rabel, el! conde de Ganga-Argüelles, Li,ón Galindo de Vera y León
Carbonero y Sol.
Así decía la carta
a los obispos:
"Madrid,
14 de Enero de 1881.
402
Exono. e Ilmo. Sr.:
TelllerOOS el honor de enviar adjunto a V. E. un ejemplar
de la felicitación que católicos
· de
distintos campos políticos,
con otros que no figuran en ninguno,
hemos dirigido

al
Rdo. Sr. Obispo de Angers, Mons. Freppel, que ha proclamado en Francia la necesidad de la unión de los católicos,
para de­
fender 1os
intereses religiosos

combatidos por la revolución.
·
Este documento, aUilque bastante explícito, no dice, sin
embargo, Excmo. Sr., todo nuestro pensamiento, ni menos
=nifiesta nuestros

propósitos. Conociendo que de día en
día se consumen las fuerzas católicas de nuestra patria, y
sinti~o que en todas partes crece el torrente anticristiano,
amenazando destruir el baluarte de la fe, hemos visto, Ex­
celentísimo señor, que una de las causas de esta aflictiva si­
tuación es la falta de unión entre los católicos: y siguiendo
las inspiraciones de muchos Venerables Prelados, que con­
sideran esta unión como prenda de salud, queremos ,unirnos
y promover en cuanto sea posible la unión de los católicos
españoles, bajo la dirección
y guía de sus Pastores y Maes­
tros.
Estamos, Excmo. Sr., como es notorio, divididos por gra­
ves cuestiones
polfricasJ procedimientos
de conducta, afectos
(21) La Ciencia·Cristiana, XVII, 1881, págs. 177-179.
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LA UNION CATOUCA
y compromiso• personales, y quJ.ZaS no todos entendemos de
la misma manera
la doetrina católica

en orden a la gobetna­
ción de los Estados;
y es, por tanto, empresa superior a la
voluntad de los hombres, unirnos enteramente y para todo.
Pero si esto es una triste verdad, siendo también cierto
que tenemos la misma fe, es decir, que en lo fundamental
todos estamos conformes, que aGep'ta!Dos universalmente como
credo y norma de conducta la doctrina del Syllabu.r, cual la
entienden, explican
y aplican la Santa Sede y los Obispos, y
que creemos que el catolicismo es lo único que puede sa!lvar
a las sociedades, hay sin duda muchas cosas en que pode­
mos
y debemos entendernos y unirnos, como nos unir/amos
y nos hemos unido siempte para edificar templos a nuestro
Dios o socorrer a lo_s pobres, y estas cosas son las que se
refieren al orden puramente religioso y aquellas en que los
prelados son naturales guías, a quienes todo católico está
obligado a seguir. Podemos
y debemos, por ejemplo, trabajar para reconquis­
tar
la Unidad Católica que hemos perdido; podemos
y de­
bemos procurar que la ensefianza sea cris.tiana y conforme a
los derechos de la Iglesia; que el clero viva con el decoro y
la independencia que reclama su santo ministerio; que las
Ordenes religiosas se propaguen libre y desahogadamente en
esta tierra clásica de la fe; que se reprima la licencia de la
impiedad y de la blasfemia; que se difundan las buenas lec­
turas; que no se profanen los días del Señor, con otros mu­
chos bienes, que en m~ o en menos lograríamos, unidos, con
la ayuda de Dios, teniendo fe, prudencia y perseverancia.
La obra es grande, es santa, es-salvadora; pero por serlo
tendrá que sufrir contratiempos, quebrantos y persecuciones.
Nosotros mismos, por nuestra imperfección y -.flaqueza, acaso
4emos lugar a que no se nos entienda 'bien, ni se nos haga
completa justicia; quizá demos o hayamos dado. ocasión a
que
la ceguedad, la pasión o la malicia tergiversen nuestros
propósitos y den· torcida· interpretación a nuestros actos; pero
Dios nos es testigo, Excmo. Sr., de que en este particular no
atendemos a otro fin que al de promover en cuanto podamos
la gloria y extensión del Catolicismo y la salud de la patria.
Para eso queremos unir~os, y trabajaremQs sin descanso
porque
se unan todos los católi_cos, convencidos de que ni el
honor, ni
la dignidad, ni los compromisos, ni las afecciones,
ni las convicciones de ninguno tienen
nada que
perder por
unirse a esta obra;
perri, ante rodo y SObre todo, deseamos y
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Fl/.ANCISCO /OSE FE11NANDEZ DE LA CIG01:U
pedimos y esperamos la bendición y el auxilio de V. E. I.,
porque nuestro propósito es servir a nuestros prelados, po­
nernos a sus órdenes, ser sus humildes cooperadores,
y de­
cirles, como os decimos, Excmo. Sr.,
viliéndonos de

las pa­
labras de un
respetable diario

religioso: «¡deseábais la unión
de los católicos! Por nuestra parte -aquí está, aquí nos tenéis
dispuestos a obedecer t seguiros con una sola voluntad, como
un solo hombre».
Besan respetuosamente el anillo pastoral de V. E.
I., im­
plorando su bendición, sus humildes hijos" (22).
Bien se ve que la carta al obispo francés era sólo_ un pretexto,
pues es en la dirigida a los obispos españoles donde hay, realmente,
doctrina
y declaración de propósitos. Y antes de comentarlos ade­
lantemos nuestro juicio: creemos que en ella están
las bases cla­
rísimas desde las que se
podía montar una acruación decisiva del
catolicismo en
la vida política española que pudiera enterrar nues·
tro desgraciado siglo
XIX y cambiar el curso de nuestra historia,
inaugurando un

sistema político acorde con nuestra tradición y res­
paldo por unas masas católicas que eran
entonces la

inmensa ma­
yoría del pueblo español. Y
ello sin los gravísimos sacrificios que
León XIII iba a exigir a !os monárquicos franceses.
Era para los firmantes, y para los que con posterioridad se
ad­
¡,irieron,
evidente

que la falta de unión de los católicos constituía la
causa de la triste situación de la patria
y lo que producía el avan­
ce del "torrente anticristiano". Esa unión tan apremiante tenía
que hacerse "bajo la dirección y guía de sus Pastores Maestros", los
obispos. La base
s.ería. "la

misma
fe" por todos profesada y un
firme
rechazo de!

liberalismo. Desde
la más puta ortodoxia no se
podía exigir algo superior.
Las finalidades concretas que esa deseable unión tendtía iban
a ser:
404
l. "Reconquistar la Unidad Católica que hemos perdido" .
. 2. "Procurar que

la
e.nseñaru:a sea
cristiana
y conforme a los
derechos de la Iglesia".
(22) La Ciencia Crfrli"!'a, XVII, 1881, págs. 180-182.
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LA UNION CATOUCA
3. "Que el clero viva con. el decoro y la independencia que
reclama su santo. minist~io" .
.4. "Que las Ordenes religiosas se propaguen libre y desahoga­
damente".
5. "Que se reprima
la licencia. de la impied1'd y de la blasfe-
mia".
6. "Que se difundan las buenas lecturas".
7. "Que no se profanen los días del Señor".
8. ~'Otros muchos bienes que en más-o en menos lograríamos
unidos".
Bien

puede decirse que
estos oc!ho mandamientos

se
encerraban
en uno, que era el primero, pues reconquistada la unidad católica
y siendo ella operante y sin las trabas con que la había sujetado el
regalismo,
implicaba todos
los demás.
Una
lectura superficial

podría hacer
pensar que
nos encontra­
mos ante el programa de una asociaciQn piadosa. A nada que con­
sideremos el -contexto político comprenderemos que estam0s ante
una aparición decidida del catolicismo
en la vida pública con franca
militancia antiliberal y propósitos daros de defensa en los frentes
en

que
la religión estaba siendo atacada.
Cierto es que la carta contenía un· germen preocupante, pero
la misma franqueza con que lo declaraban parecía restar importan­
cia a la verdad que suponía: "Estamos como
es notorio
divididos ... ".
Sin embargo, la expresa,
y ai parecer entusiasta, aceptación del
Syllabus daba a eatender que esos obstáculos podrían superarse
fácilmente, sobr,e todo si tenemos en cuenta la manifestación de que
"ni el honor, ni la dignidad, ni los _compromisos, ni las af.eccio~es,
ni !las convicciones de ninguno tienen nada que perder por uni:rse
a
esta obra".
Y entiendo que era verdad. Reconquístese la España católica
y
ya se dec'dirá luego si el rey se ha de llamar Carlos o Alfonso.
Apáguese
el
fue;i¡p" que amenaza

los
hogares que, una vez
apagado,
y
ya cada u~o en su casa, se ve-rá si hay que reunirse a celebrar la
victoria o para reñir, aunque ya entre correligionarios, pa,1' cues­
tiones secundarias menos apremiantes.
405
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FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGOFlA
Pronto . comenzaron ~ recibirse entusiastas aprobaciones episco­
pales. El
cardenal primado (Juan

lgnacio Moreno) (23), el obispo
de Córdoba (fray Ceferino González) (24), el de
Salamanca (Nar­
ciso
Martínez lzquierdo)

(25), el
cardenal Patriarca de

las lndias
(Francisco de Paula
Be1)11vides) (26), el arzobispo

de
Valencia (An­
tolín Monescillo) (27), el obispo de León (Satumino Fernández de
Castro)
(28) ... , todos
aprobaban y bendecían la
iniciativa.
El intento nacía, pues, bajo los mejores auspicios. ~e el ma­
nifiesto de los "Persas" (29) y los intentos de Balmes por conse­
guir la unión dinástica (30), nada había sido intentado desde la
España
tradicional con

mayores posibilidades de éxito.
En esa obra que
Bahnes, Donoso. y Aparisi no habían alcanzado
a ver, podrían marchar
jnntos, tras

los obispos, Cándido y Ramón
Nocedal,
Alejandro Pida! y Mon, Tamayo, Ortí y Lara, Sánchez de
Toca, Menéndez Pelayo, Navarro Villoslada, Vadillo, Canga-Argüe­ lles, Orgaz, V icen
re de. la Fuente, V

alentín
Gómez, Pardo Bazán,
Fernández Montaña, el
marq~s de

Comillas, Aureliano Fernández
Guerra,
Mirabel, Guaqui,

Suárez Bravo,
el marqués ·de Pida:l, Pe­
rujo, Vildósola, Manterola, Gil y Robles, Mateo Gago, Simonct,
Eduardo

de Hinojosa, Sardá, Pereda, Gabriel y Galán,
Brieva, Bra­
ñas,

Pou
y Ordinas, Carbonero y Sol, Galindo de Vera, Polo y Pei­
rolón, Isern, Feliú, Barrio
.y Mi_er, Rubió y Ors, Verdaguer, Cerralbo,
Campión, Llauder, Urquijo,

Gabino
Tejado, Laverde,
Selgas, de las
Rivas, Azcár.r:aga, Cheste, Polavieja, Roca y Poma, los padres Fita,
Villada, _Vilariño,
_Fonseca, Vicent, Mir, Mendive, Muiños ...
· Primeras

figuras de la cátedra
y las Academias, de la milicia y
(23) La Cienda Cri!liana, XVII, 1881, págs. 182-183.
(24) La Ciencia Cristiana; XVII, 1881, pág. 184.
(25) La Ciencia Cristiana, XVII, 1881, págs. 184-186,
(26) La Ciencia Cristiana, XVII, 1881,' págs, 186-187.
(27)
La Ciencia Cristiana, XVII, 1881, pág. 187.
(28) La Cienc~a Cristiana, XVII, 1881, págs. 282-288.
(29) Fernández de la Cigofia, FrandsCO José: «El Manifiesto de los
Persas»,
en Verho, núm. ·141-142, págs. 179-258.
(30) Balmes, Jaime: Obras Completas, BAC, VII, Madrid, 1950, pá·
ginas 423 y sigs.
406
Fundaci\363n Speiro

LA UNION CATOUCA
la aristocracia podrían rectificar los torcidos rumbos de nuestra
historia y

hacer sentir pujante
y vigoroso el peso del catolicismo
español en la vida pública, de la que había estado ausente como
fuerza organizada en los últimos cincuenta años de la vida nacio­
nal. El éxito del partido del Centro alemán (31)
animaba a

la em­
presa. La mente del nuevo Pondfice sintonizaba per.fecramenre con
la idea. El apoyo de las personas de más renombre del episcopado
español
era indudable. Y todo terminó en un monumental fracaso
que
enfrentó a

todos contra todos.
II. La situación española.
La década 1833-1843 fue trágica para la Iglesia. Matanzas de
frailes, expulsión.

de obispos, extinción de
las Ordenes religiosas,
desamortización, cismas encabezados por obispos intrusos en muchas
sedes episcopales... Hasta el triunfo moderado bien se pudo decir
que la Iglesia española padeció una atroz persecución religiosa a
manos de los liberales. El indudable cambio que se experimentó
con la llegada del moderantismo al poder
permitió que

se
pudie­
ran nombrar obispos para las numerosísimas sedes vacantes hasta
que llegó al Concordato de 1851 que fue, en cierto modo, la recon­
ciliación de Roma con la dinastía liberal, al menos en el terreno de
los hechos.
La dinastía carlista, . fiel a la · multisecular alianza del Altar y del
Trono, languidecía
en el_
exilio después de
una guerra
tan heroica
como desigual que, en muchos aspectos fue, como afirmó Menéndez
Pelayo (32), verdadera guerra de religión.
La larga gestación del Concordato de 1851 demostró que el
gesto de magnanimidad de
Pío IX
no fue bastante para
restañar
las viejas her:das. Persona ran ecuánime corno Balmes, que buscó
(31) Rovan, Joseph: El ~atolkiJmo "po/Jtico en Alemania, Instituto de
Estudios Políticos,
Madrid, 1964; Gonzále-z Rojas,

Francisco:
HiJtoria y en­
seflanza de

una
persecución religiosa, Madrid, 1903; Ortí y Lara cita expresa­
mente al Centro cuando propone la unión (cfr. Viribus Unitis, I La Ciencia
Cristiana,
XVII,

1881, pág. 48.
407
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGORA
en ¡ocio momento . conciliaciones que no . pocos j112:garon imposibles,
a
este
deliculo tema (33). El _Gobierno moderado tenía prisa por
arreglar las
querellas

con.Roma (34),
y.para.ello cursa

instrucciones
a Castillo y Ayensa en mayo de 1844. Siete años
pasarían hasta

que
se .resolviese

la cuestión. Y la
principal de

las dificultades era
el
"inmenso latrocinio" cometido. con los bienes. de la Iglesia. Me­
nénde,:
Pelayo, referencia inevitable .aún hoy
de tantas cosas, ha
descrito con su genial clarividencia el fondo de lo que se dilucidaba:
"Y, comenzada aquella irrisoria venta, que, lo repito, no fue de los
bienes

de
-los frailes,
sino de
las conciencias
de los laicos, surgió
como por encanto el gran partido liberal esp,rmo/, lidiador en la
guerra de los siete años con todo el desesperado esfuerro que nace
del ansia de conservar lo -que inícuamente se detenta. Después fue
~l imaginar . teorías pomposas que mata-sen . el gusanillo de la con­
ciencia; el decirse filósofos y librepensadores los que jamás habían
podido
pensar dos
minutos seguidos
a las
derechas; el
huir de la
Iglesia y de los sacramentos por miedo a las restituciones y el acallar
con torpe indiferentismo las voces de la conciencia cuando decía
un poco alto que no deja de haber Dios en el cielo porque al -pe­
cador

no le convenga. Nada
ha influido tanto en la decadencia re­
ligiosa de España, nada ha aumeptado tanto esas legiones de escép­
ticos
ignaros, único
peligro serio para el espíritu
moral de
nuestro
pueblo, como ese inmenso latrocinio (¿por qué no aplicarle la
misma palabra que aplicó San Agustín a las monarquías de que
está ausente la justicia?) que se llama
des.amortización y
el infame
vínculo de solidaridad que ella
est~blece'.'. (35).
Ese

infame vínculo fue el que quiso desatar, o más bien pri­
varle de su carácter infamante, el partido moderado. Y ello, para
ganarse tanto a los católicos que, carlistas
sin esperanza por aque·
(32) Menéndez Pelayo, Marcelino: Op. cit., pág. 956.
(33) Balmes, Jaime: Op. cit., págs. 105 y sigs.
( 34) Sobre este tema, véase el im.por"tante artículo de J. de Si,.laz~r
en el Diuionario de Historia Ec/esi~tica Je España, C. S. I. C., 1972, pá­
ginas 581-595.
(35) Menéndez Pelayo, Marcelino: Op. cit., pág. 959.
408
Fundaci\363n Speiro

LA UNION CATOUCÁ·
llos años o sin vinculaciones con e'i catlismo pero' refractários al
sistema
que canonizó el robo
y el asesinato, permanecían ajenos al
régimen, como a los liberales que habían participado en el inicuo
despojo
y que verían con buenos ojos la absolución de la Iglesia.
El partido· moderado estaba, pues,
por la
concordia pero no
quería restituir. Los citados artículos de Jaime Balmes, fiel espejo
de una triste
época, son

relato fidedigno de las marrulletías
y los
sofismas de aquel
partido que

había nacido con un "espantoso
pecado de

sangre" (36), la
matanza de

los frailes,
y que por tercera
vez volvía al poder no ya sin querer arrepentirse sino también ne­
gándooe a confesar el pecado.
Balines~ ro su magnífico artículo acerca de la discusión en ei
Congreso sobre la devolución de los bienes del clero (37), después
de referir los equilibrios de
loo políticoo del

.partido, lo cierra con
la
actitud del espadón que era, sin duda, su más sólido fundamento:
"Cuando así hablaban
loo jurisconsultos,
nada
extraño es
que el
general
Narváez cerrase

la discusión hablando también de
loo de­
rechos
sagrados de los nuevos poseedores, de la kgitimit:kid de la
adquisición, de la
jusl'im, de la posesión, de la necesidad de acatar
la
ley que había decretado·

la venta" (38).
En el fondo, ambos, progresistas y moderados, eran revoluciona­
rios.
Ba1mes lo constata con su habitwrl perspicacia en el segun'
do

de los
artlculos dedicados
al terna (39):
"Se ha confirmado más
y más una verdad, por cierto ya bien conocida, y es que la única
diferencia entre los
progresistas y cierta fracción de los moderados
consiste

en que aquéllos dicen:
Hágase pronto y po, cttdlquier
medio,
y éstos dicen: Hágase lo mi.rmo con len#tud y po, medios
suaves" (40).
Y aquí es preciso señalar un matiz balmesiano de enotme UD-
(36) Menéndez Pelayo, ·Marcelino: Op. cit., pág. 95,.
(37) Balmes, Jaime: Op. cit.; págs. 10,-116. El Pe.nsamienlo dé la
Nación, 26 de marzo de -1845 .
. (38) Balmes, Jaime: Op. cit., pág. 115.
('39) Balmes, Jaime: Op. cit., págs. 117-127. El Pensamienlo de la
Nación, i" de á.btll de ls4,. .
( 40) Bálmes, Jaime: Op. cit., págs. 117-118.
409
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FRANCISCO JOSE PERNANDEZ DE LA CIGONA
portancia y poco gtato a oídos lntegcistas. Que seguirá pesando
treinta y cinco años después, en la pretendida unión de los cató­
licos, y no sé yo
si no

hipoteca aún nuestros
días .. Fácil le era •
Balmes,

otto
gtan desconocido

hoy
pata desgracia
de esta pobre na­
ción, condenar desde su ideología al pattido
moderádo. Peto

bien
sabía que

en él estaban vetdadetos católicos que luchaban con
la
mejor intención por la Iglesia y por España. ¿Se habían equivocado
de militancia? Bien pudiera ser. ¿Nada
había que
hacer en ese par­
tido? No puede asegurarse tajantemente, pues al menos se pudo
restaurar la Iglesia española y la nación disfrutó de un cierto otden del que estaba
vetdaderamente necesitada.
¿En otto ámbito se hu­
bieran
logrado mejores

resultados? Tal vez sí o tal vez no. ¿Estaban
esos católicos, que no se habían aprovechado de la desamortización
y la repudiaban, obligados a militar en el entonces derrotado y casi
inexistente partido carlista sólo por el
hecho de que estaba . incon­
taminado
aunque no tuviera
la menor probabilidad de éxito? Cier­
tamente
la Iglesia no
lo. mandaba.
Lo interesante a nuestros propósitos es constatar que Balmes
no condena al partido moderado sino a .. cierta fracción" del mis­
mo. Que además,
y esto lo añadimos nosotros, eia la mayoritaria.
Más tarde hemos de vol-.er sobre este tema. Pero quiero dejar
constancia aquí de mi discrepancia -muy pocas hemos tenido­
con un admirado y muy querido profesor, hoy fallecido, talento
insigne donde los haya
y gloria del pensamiento conttanevolucio­
nario español,
•sobre el sacerdote de Vich. No pna:lo menos de re­
cordar cómo
la palabra "liberal", pata él vitanda, y para mí tam­
bién rechazable en -el sentido que le dio Pío IX, adquiría tonos
verdaderamente afectuosos cuando me la aplicaba. Poco antes de
morir me dedicaba uno de sus innumerables libros y en Su nerviosa
letta decía: "Para Francisco José Femández de la Cigoña ... , car­
lista aunque no lo quiera ... ". Entiendo que Balmes sí quiso ser tradicionalista
y lo fue verdaderamente y en gtado máximo. Y aun­
que no quiso
ser abso1utamente carlista lo fue más que muchos
de los
que entonces rodeaban a don Carlos. Pero sus ojos veían
el

gris entte el blanco
y el negro. Y Jo prefería a lo negro aunque
amara lo blanco. Aquí está el quid de muchas cosas y entte ellas la
410
Fundaci\363n Speiro

LA UNION CATOUCA
desventurada polémica sobre el mal menor que volverá a aparecer
en estas páginas.
Balmes describe magistralmente
la. crisis de conciencia de muchos
católicos

españoles (41) ante el anuncio del arreglo con Roma:
""Di­
vetSidad

de
sentimiento5 ha debido

de producir
este suceso: los par­
tidarios de la situación habráo experimentado una alegría por cierto
bien fundada; los que
desean una

revolución habráo visto con dis­
gusto la felicidad del Gobierno en un negocio de tanta importancia;
y los que se han lamentado de las calamidades con que ha sido ·afli­
gida

la Iglesia, no será extraño que conteroplen con tristeza el que
se legitimen adquisiciones con que se han enriquer;ido los que no
han escrupuli2ado en comprar, a pesar de lo terminantes que están
en
este punto los cánones de los concilios
y las decisiones pontifi­
cias.
O>ncebimos muy

bien el que
111gunos experimenten
semejante
tristei.a, y no lo atribuiremos,. por _ cierto, ni a mala intención ni a
deseos de pertubar; sabemos que cuando los hombres con incontes­
table razón han sostenido un principio de justicia, no pueden menos
de sentir que ese principio sucumba ( ... ) .
( ... ) La autoridad
del Pontífice
debe ser reconocida
y acatada en
este punto, sea cua'l fuere el juicio tocante a la conveniencia de la
resolución. Sobre la potestad no cabe duda; y cuando se reconoce
la potestad, no sería
razonable extenderse
demasiado sobre el uso
que de ella se
haya -hecbo.

Con
el
despojo revolucionario se cometió
una grande injusticia, es cierto; se violaron todas las leyes civiles,
incluso la fundamenta!; no puede negarse; se conculcaron los cá­
nones de la Iglesia, es evidente; la venta se hizo sin ventaja _para la
nación, nadie lo ignora; se han improvisado fortunas colosales· con
escándalo de

la conciencia pública, es positivo; pero, a pesar de
esas
injusticias, de

esa
vidl.ación de
todos los
derechos, d-e · ese
daño
irrogado

a
la nación, de ese escándalo, si el Sumo Pontífice
cree que ha llegado el caso de ceder, de pronunciar una palabra de
indulgencia, de
· teoder
un velo sobre lo pasado, el clero
y todos los
carólicos debemos
acatar profundameote

esta resolución, no sólo
(41) Balmes, Jaime: Op. dt .. págs. 128·135. El Pensamiento de la
Nación, 9 de abril de 1845.
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FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGORA
reconociendo la-potes~d, sino-· sometiéndonos con entereza a cuanto
esta potestad resolviere. Así lo hemos pensado siempre; así lo pen­
samos ahora; si es
verdad que
para Roma está concluida
la causa,
para nosotros lo está también.
Será posible que la generosidad del Pontífice la conviertan al­
gunos en arma para añadir, como tienen de costumbre, aflicción a
los afligidos, gloriándose de su triunfo .y ostentando a los ojos de los
defensores de los derechos de
la .· Iglesia el botín cubierto con un
sello sagrado: sea así enhorabuena; estamos ya cansados de ver una
conducta semejante; hemos oído llamar codiciosos a los despojados,
y esto por los despojadores; y así no extrañaremos que ahora la
bondad de la
Silla Apostólica la quieran también hacer servir pru:a
insultar a · 10s que apellidan apostólicos. Sea enhorabuena; ellos triun­
farán en nombre de los intereses, nosotros en nombre de los prin°
cipios, y adquiriremos el más honroso de los triunfos abandonando
el campo en el que antes lidiábamos, y abmdonándole no por otra
razón sino porque nos encontrarnos con el principio religioso por el
cm! combatfumos-SI, Ios hombres rt!ligiosos deben dar el ejempfo
que más honra y ennoblece: fa resignación, la victoria de · sí -mis­
mos" (42).
Pasaron aún años antes de que se hiciera realidad lo que Castillo
y Ayensa con tanta precipitación ·o con tanta intenci6n había' anuri:
ciado. Pero la dolorida voz de Balmes, pese a someterse con filial
acatamiento a

una decisión del Papa que, importante es subrayarlo,
se
movía en

este asunto dentro de su
especifica y propia potestad,
anunciaba

un
mar de

fondo que antes o después
haría asomar · la
espuma a fa superficie:
Tanta era su preocupación por el desánimo que el Papa podía
llevar a los cat61icos españoles que insiste con las mejores razones
que -le Venían· a

su pluma de
periodiSta filósofo: "Que no se de5-
alienten ni -irriten, pues, los hombres que, fieles a su conciencia, ·se
han abstenido de conculcar las leyes de· Ia Iglesia; ellos no se habrán
enriquecido

y otros si,
es ve:dad; pero, ¿es por ventura poco el
poder decirse a sí mismo: «Has cumplido con tus
deberes»? ¿Es
(42) Balmes, Jaime: O¡,. cit., págs. 128-130.
412
Fundaci\363n Speiro

LA UNION CATOUCA
por Ventura: poc6 el poder mirar car-a a cara a todos los. infortunios
del clero regular,. del secúlar y de las monjas, y decir: «Yo no he
contribuid() a causarlos, yo no como 1a s1.lbstancia que era vuestra;
mis hijos viven de mis sudores, no de angustias ajenas»? SL que
no sé desalienten; -que nó se irriten; que no se dejen arrastta:t
hasta el punto de permitirse ninguna expresión dura contra una
medida tomada por el vicario de Jesucristo sobre la tierra. Con­
sideren que es muy triste el necesitar la absolución, y que es muy
honroso el haberse abstenido del manjar vedado, a pesar de tenerlo
por tanto tiempo a la vista. Sometámonos, sin murmurar siquiera,
a lo que el Sumo Pontífice disponga; no demos a los enemigos de
la religión
.eJ placer de que nos oigao quejarnos de la conducta d·e
fa Santa Sede; no olvidemos que somos católicos, y que no hay ca­
rolicismo sin la autoridad del Sumo Pontífice. Si el Sumo Pontífice
cede, será porque habrá conocido que había llegado el caso de
ce­
der;

él· habrá mirado las
cosas desde mayor altura de

la que pode­
mos-mirarlas nOsotrós: esperamos que los ioconveni-entes que re­
sulten por una parte habrá sabido compensarlos por otra. El juez,
así en Cllanto al hecho como en cuanto a fa oportunidad, es el Sufno
Pontífice, no somos nosotros" (43),
Al disgusto católico se añadió en no pocos casos
el monárquico.
La causa carlista quedaría gravemente quebrantada con el reeono·
cimiento de Isabel II. Pero no eran aquellos días prósperos para
,Jos aguerridos

soldados que curaban las heridas de
la reciente de­
rrota en el exilio o en el silencio - de sus hogares. Sin embargo,
como hemos dicho, todo esto lo iba guardando la España tradicional
en el corazón hasta que brotó amargamente en las postrimerías del
siglo._
No

es,
naturalmente, el
propósiro de este
trabajo. hacer
la
his,
toria

del siglo
XIX por lo que apuntaremos solamente los episodios
que tienen relación con nuestro intento. Poco duró el optimismo
del Concordato, pues el bienio espatt nuevo fa persecución religiosa .Y vuelven l:)-romperse lás relaciones
con Roma. Sin embargo, fa ÍgÍesia de Espafia había conseguido re-
(43) Balmes, Jaime, Op, dt., págs, 13,.134.
413
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FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGORA
novar a sus obispos y los dos años progresistas pudieron 11er ca­
peados con mayores o menores quebrantos.
En 1864 Pío IX publica la. Qutmta Cura y el Syli,,bus, que. son
una tajante

condena del liberalismo. Los desaciertos de los innu­
merables gobiernos de
Isabd II

van dejando al trono sin apoyos
hasta
rodar la

corona y huit la reina en
1868. Con

la nueva situa­
ción
vuelve a

reanudarse
lo hostilidad hacia la

Iglesia
y don Gcrlos
es otra vez esperanza para muchos católicos españoles. Relevantes
personalidades católicas, aunque afectas a la dinastf:a liberal, entre
ellas el último Presidenne . del Gobierno, González Bravo, olvidados
sus juveniles
ardores progresistas de El Gumgay, y el ex-ministro
Cándido Nocedal, se pasan al
carlismo. Los católicos españoles vuel­
ven a dar testimonio de actividad y son memorables los discursos
de Manterola y Monescillo en las Cortes (44).
Tres millones de
firmas se presentaron contra· .la ruptura de
1.a unidad religiosa; mas todo fue

en
vano (45).

A
esto hay
que
añadir el desenlace de

la
cuestión romana, que

ya
habf:a ensombre­
cido

las relaciones España-Roma en 1865, cuando O'Donnell reco­
noció
el reino de Italia y alejado a muchos católicos de Isabel II,
pese a que la reina,
según el P. Oatet, fue "engañada y amenaza­
·~··
por

su presidente de Gobierno ( 46). Ahora,
el Papa prisio-
( 44) Rico y Amat, Juan: La Unidad CaJólir:a. Biografía y di.rc11r.ro.r de
Jo.s diputados católicos que han tomado parte en los debate.r sobre la caes·
tión religiosa en las Cortes Constituyentes de 1869, Madrid, Imp. a cargo
de
R.

Moreno, 1869. Figuran en él, con u.na sucinta biografía de cada uno
de los diputados, los

textos de los discursos del cardenal García Cuesta,
págs. 12-33,

del obispo -de Jaén, Monesciilo, que
le dio fama no sólo na­
cional sino también fuera de nuestras fronteras, verdaderamente memora­
bles:
págs. 44-79; del canónigo magistral de Vitoria, Manterola: págs. 87-
12_0; de
Ramón Vinader:

págs. 127-139; de
Cruz Ochoa:

págs. 144-177;
d~ Guillermo

Estrada:
págs. 183-198, y de Ramón Ortiz de Za.cate: pá­
ginas 203-230. (45) Sanz
dé Diego,
Rafael María:
Medio siglo de relaciones lglesia­
Estado: El cardenal Antolin Monescillo y Viso (1811-1879), Madrid, 1979,
pág. 3H;Menéndez Pelayo, Marcelino: Op. cit., pág. 1.128.
( 46) Fernández, Cristóbal: El confe1or de !Jabel II y JtlS acti11idade1
en Madrid, Coculsa, Madrid,_ 1964, pág. 2!59. Sobre el reconocimiento y la
retirada
y posterior regreso del padre Oaret · a la Corte,· cfr. p¡{gs. 258~284.
414
Fundaci\363n Speiro

LA UNION CATOUCA
nero era una bandera alzada ante los católicos y un reproohe per­
manente a los gobiernos que no se oponían a la usurpación de los Estados Pontificios. Los carlistas, en contra de la opinión de Cán­
dido
Nocedal, vuelven

a la
guerra y son de nuevo derrotados. Pero
estamos ya

en plena Restauración. Frente a la
anarquía y
la hos­
tilidad ante la Iglesia, el
advenim.ieruo de Alfonso XII parece que
va
a ser la
vuelta a

los
días relativamente

tranquilos
y. de
buenas
relaciones con la Iglesia de los
,últimos años

moderados antes del
derrocamiento de
Isabel II. Pero habían pasado demasiadas cosas y
aún quedaba la última que iba a agriar definitivamente las rela­
ciones de los católicos entre sí y de muchos de ellos oon la dinastía
recién restaurada.
Cánovas1 atento siempre al equilibrio, quiso hafagar a su· iz­
quierda con el artículo 11 de la O,nstitución, que no oestauraba la
unidad católica. Antes, desde el Ministerio Regencia, había dado
ya muestras de benevolencia hacia la Iglesia (47), y el ministro de
Gracia y Justicia, Francisco de Cárdenas (48), había anunciado a
los obispos días bonancibles (49).
La circular del ministro de Fo­
mento,

marqués de Orovio, de 26 de febrero
de 1875, prohibiendo
las enseñanzas contra "el dogma católico y la sana
moral" (50),
(47) Benavides, Domingo: Democr.uia y rristianismo en Ja España de
la Restauración, Editora Nacional, Madrid, 1978, pág. U.
(48). Fernández Almagro, Melchor: Hfrtoria política dé la &palia r:Ofl­
temporánea, Alianza Editorial, Madrid, 1968, t. I, págs. 251 y sigs.
(49) Benavides, Domingo: Op. rit., pág. 15.
(50) Benavides, Domingo: Op. cit., pág. 16; Ollero Tassara, Andrés:
Universidad y Política. Trddirión y secularización en el siglo XIX, Institu­
to de Estudios Políticos, Madrid, 1972, págs. 102 y 103 Cacho Viu, Vi­
cente:
La ln.rtiJución Libre de En.reñanza, Rial¡,, Madrid, 19·62, págs. 282-
318
y 408 y sigs.; Turin, Ivonne: La educación y la e.rcuela en España de
1874 a 1902,
Aguilar, Madrid, 1967, págs. 1794199; Caro Baraja, Julio:
«El miedo al mono» o la ca11sa directr,1 de la «cue.rtión tmiver.ritaria» en
1875 y A/gunai noticias más sobre el origen de· la «Cuestión universitaria&,
en la obra de varios autores «En el centenario de la Institución Libre de En­
seiianza»,

Tecnos,
Madrid, 1977, págs. 23-41; Jiménez Praud, Alberto: His­
t01'ia de la Universidad e.rpañolá, Alianza, Madrid, 1971, págs. 3·'4-374;
Gómez Molleda, Dolores: Los reformadores de la Eipafia., . ...contemporánea,
C. S. I. C., Madrid, 1966, págs. 235-277; Jiménez Landi, Antonio: La lns-
415
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGOFIA
que llevó al ·nacimiento de la Institución Libre de Enseñanza, era
otra prenda

entregada a los católicos. Su mismo
nombramiento1
no hay que olvidar su intervención también contra catedráticos he­
terodoxos antes del destronamiento de Isabel II, en 1867 (51), tenía
que ser grato al sector tradiciona'1.
Pero el cjtado artículo de la Constitución fue una grieta in­
franqueable

para muchos católicos. Los obispos se opusieron
abier­
tamente
(52) y el Papa intervino en favor de la unidad cacólicac
Todo

fue inútil. Con estos
antecedentes nace,

en 1881, la Unión
Católica.
111. La Unión Católica.
Hemos visto las dos cartas que dieron origen a la Unión Úl·
tólica. Ya han sido comentrulas. Resta narrar Ia historia de aquel
monumental fracaso

e intentar
analizar sus causas.
Antes de nada hemos de preguntarnos si hubo rectitud de in­
tención entre todos los patrocinadores de aquella encomiable
ini,
ciativa.

Y muchas dudas tenemos ante una respuesta afirmativa.
Detrás de todo
el montaje, y romo firmante de la carta estaba Ale­
jandro Pida! y Mon (53). Ambos apellidos tenían amplias reso-
titución Libre de Enseñanza, Taurus, Madrid, 1973, págs. 487-500 y 553-
567. La Cuestión Univenitaria (EpiJtolario de Francisco Gi1ter le los RJos?
Gumersindo de Azcárate y Nicolás Salmerón), introducción, notas e índices
de Pablo de Azcárate, Tecnos, Madrid, 1967; Xirau, Joaquín: Manuel B.
Cmsío y la educación en España, Aríel, Espfogas de Llobregat, 1969, pági­
nas
27-'J7; Menéndez Pelayo, Marcelino: Op. cit., págs. 1.165·1.166.
(51)
Jiménez, Alberto: OJi. cit., pág. 352. Rllpérez, Paloma: La cues­
tión universitaria y

la
noche de San Daniel, Cuadernos para el Diálogo, S. A.,
Madrid; 1975; Menéndez Pelayo, Marcelíno: Op. cit., pág5. 1.104-1.10,.
(52) Benavides, Domingo: Op. cit., págs. 23 y sigs.; Sanz de Diego;
Rafael Maria: Op. cit., págs. 235, 362-268; Ferrer, Mekhor: Historia del
Tradicionalismo
español, t. XXVII, Editorial Católica: Española, S. A., Se­
villa, 1959, págs. 14-19.
· '(53) Sánchez Ortiz, Modesto y Berástegui, Fermín: La, primerd.! Cá­
maras de
la Regentia. Datos electorales, estadísticos y biográficos, Imprenta
de Enrique Rubiilos, Madrid, 1886, págs; 355-356.
416
Fundaci\363n Speiro

LA UNION CATOUCA
nancias políricas en la historia española de los últimos años. Y
dentro de los aguados tonos
.del moderantismo
isabelino nombres
vinculados en

mayor o menor grado a los
. secrores menos

hostiles
o
más propicios incluso a la Iglesia. Afeiandro Pidal y Mon espera
aún la
b'ografía que

por su importancia política merece (54) y
no podernos negarle importantísimos servicios
al catolicismo. Uno
de

sus más encarnizados rivales, Juan Manuel
Prtí. y
Lara
(y de­
bemos hablar con cautela de encarnizados rivales y grandes amigos
en este
época, pues se pasaba. de lo uno a lo otro y de lo otro a lo
uno con gran fadlida4; el mismo Orrí, .terminó su vida en los .ale­
daños de Pida!) escribía, todavía en 1880, el gran elogio del libro
de Pida!, "El triunfo de los jesuitas en
Franela!', en su revista La
Ciencia Crist"""' (5 5). Y tampoco puede olvidarse que el político
asturiano fue decidido paladín,
y de los más brillantes, en la opo,
sición

al artículo 11 de la Constitución.
Pues bien, en 1880, consciente del gran handicap que para
Es­
paña y la causa de la Iglesia suponía la ausencia de un peso católi­
co organizado en la política pronunció un sonado discurso convo­
cando a
la unión de los católicos frente al peligro revolucionario.
Era un llamamiento a conservadores, ~oderados y, aquí está la no­
vedad y la importancia del tema, a las "honradas masas carlistas" (56).
Había, según él, que entrar en
el régimen liberal, colaborar con él,
y con el peso de las
honradas ma.ráS c,,,-iistas, volverlo a los princi­
pios católicos
y tradicionales. Era la misma maniobra política que
León

XIII propiciaría con el
Ralliement.
(l4) Espa.ra, t. XLIV, págs. 611-614, Barcelona, 1921; Andrés-Galle­
go, José: La política religiosa en España: 1889-1913, Editora Nacional, Ma­
drid, 1978; Filibero,
Máximo (José

Domingo Corbató):
León XIII, los
carlistas y la monarquía liberal. Cartas a los señores don Ramón Nocedal,
don Aleiandro Pidal y Mon y don Valentín Gómez~ Valencia, 1894, 2 to.
-mos;
Benavides Gómez, Domingo: Op. cit,,' Ollero y Tassara, Andrés: Op.
cit.; Mateos-Gago y Fernández, Francisco: Col«ción de Opást::11/os del doctor
don Francisco

Mateas.Gago p
Fernández, presbítero, catédrático, etc., tomo
V,

Sevilla, 1884,
Imprenta de
A.
Izqtiierdo y
Sobrino.
(55) La Ciencia Cristiana, t. XIV, págs. 2n.287.
(56) Andrés-Gallego, José: Op; cit., pág. 16.
417
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FRANCISCO JOSE PERNANDEZ DE LA CIGOFIA
¿Podrían, debían los carlistas apoyar tal intento? Nos encontra'
mos ya en el e.entro neurálgico del tema. Y se me permitirá que
adelante mi modesta opinión. Creo que uno de los mayores erro­
res políticos, no s6lo en el orden ,emporal sino también en el mo­
ral, es aferrarse a cuestiones secundarias, impidiendo con ello el
triunfo de supremos valores puestos en juego y que quedan desaten­
didos porque quienes creen en ellos y están decididos a sostenerlos,
no conciertan
esfuerzos para logtarlo y, lo que es peor, se combaten
entre ·sí · con ventaja y regocijo del enemigo. Pero esta afirmación
sólo es válida en el caso de que el concierto sea verdaderamente
para imponer esos supremos valores, porque muchas veces con
pretexto de mantenerlos
Se propicia toda clase de claudicaciones.
¿Estaban en juego esos valores en aquel momento histórico de
España? Parece evidente que sí. El sistema político canovista era,
lo hemos dicho, un modelo de equilibrio. Y, añadimos, de equili­
brio inestable. Todo se montaba sobre un acuerdo · entre prohom­
bres de

los dos
partidos turnantes, mientras las masas permanecíao
ajenas

al tinglado de
la fa narias. El pueblo católico, que era todavía una mayoría, y los re­
volucionarios que iniciaban una creciente y peligrosa ascensión.
Principios muy caros ai catolicismo espaool estaban amenazados
y era posible no s6lo defenderlos sino incluso reconquistar bastiones
que el
libera,lismo había
toroado. La tesis del
frente común era
sugestiva, podía ser apasionante y encerraba ciertamente posibili­
dades inmensas. Pero inmensas eran también la dificultades que s6lo
podrían vencerse con

una
precisa estrategia en la que se falló
lamentablemente. Apuntaremos brevemente algunas de las dificultades que hemos
mencionado:
En primer lugar no se podía desdeñar la fuerza del liberalismo
extremo, tanto del integrado en el sistema político como el que se
mantenía
al margen del ~tenro canovista. El fusionismo que acau­
dilló Sagasta era una mezcla explosiva de progresistas, dem6cratas,
ex-miembros .de la Unión Liberal, conMirucionalistas, republicanos
convertidos al monarquismo sin el menor fervor y por puro interés
418
Fundaci\363n Speiro

LA UNION CATOUCA
material, masones, aristócratas revolucionarios, militares que añoran
el contragolpe, ..
Es curiosa la militancia de numerosísimos miembros de la aris·
tocracia en este partido que a la larga minaría una posición privi­
legiada de una clase que ciertamente no merecía tales privilegios
si juzgamos por la inteligencia de sus miembros. Sin pretender ser
exhaustivos, ni muchísimo menos, mencionaremos sólo algunos nom-,
bres que sorprendentemente apoyaban con celo digno de mejor causa
a un partido que iba
directamente y
a no muy largo plazo contra
sus mismos intereses·. Esa postura que podría ser meritoria si es-·
tuviera inspirada por un convencimiento antiaristocrático de :los
mismos aristócratas era simple

miopía política que
en no pocos
casos rayaru con la estupidez. Estos son algunos de los nombres alu­
didos: los duques de Alba,
Fernán-Núñez, Uceda,
Veragua, Almod6-
var del Valle, Hornachuelas, Frías, Hijar y Tamames, los marque­
ses de la Habana, Guad-el-Jelú, San Juan de Puerto Rico, Almanzora,
Victoria de la Tunas, Ovieco, Muros, Perijaá, Hazas, Perales, Fuen­
sanra,
Narras, Castrofuerte, Fuensanta del Valle, Sar Rey, Arlanza, Mondéjar, Hoyos, Puerto Seguro, Santa Cruz de Agui­
rre, V aldeterrazo, la Mina, Castroserna, Bendaña, Castelmoncayo,
Flores
Dávila, Vega
de Armijo y San Carlos de Pedroso, los condes
de Romanones,
Alm.araz, Gavia,

Montenegr6n,
::Maceda, Peralada,
Almioa, Mansilla, Sanafé, la Patilla, Real; Rascón, Bayona, Robledo
de Cardeña, Sotoameno, Villapadierna, Niebla,
las Infantas, Gomar,
Rius,

Xiquena y Torrepando y los barones del Solar de Espinosa,
Sacro
· Lirio

y Benifayó.
· Esta ristra de
tirulos y grande:r.as, y podrían añadirse muchos
más, eran la izquierda de la política española. Algo ciertamente
no encaja en la izquierda, en la aristoaacia o en el sistema.
De todas maneras el fusionismo era un peso no desdeñable, _pese
a todas las C0:8-_tradicciones internas que encer~aba el artificial par­
tido que el viejo santón de Torrecilla de Cameros apenas acertaba
a mantener unido, cosa que fue mucho mis difícil después de su
muerte. Y si fa oposici6n del partido· _fusionista a u.nas tesis cató­
licas en política era radical, qué hemos de decir de la izquierda del
partido que no había aceptado la legalidad monárquica y
que ·¡,o--
419
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FRANCISCO fOSE FERNANDEZ DE LA CIGOFIA
dríamos personificar en Vicente Blasro Ibáñez, Gumersindo A2cá­
rate, Salmerón, Castel-ar, Pi, Giner y demás represent11.ntes de un
anticatolicismo militante .y activísimo.
La segunda dificulrad provenía del mismo partido conservador.
Cánovas deseaba, y la completa operación Pjdal es prueba de e!Jo,
el

apoyo de las masas católicas carlistas y
conservadoras. Pero
creía
que no podía hacer
ni una sola concesión

más. Y tengo para mí
que incluso pensaba que ya había
collcedido demasiado.

No puede
olvidarse su procedencia ni las manifestaciones _que -~ún en sus úl­
timos años hizo de su pensamiento (57). La derecha canovisra fue
siempre un huésped incómodo en el partido. Hubo que esperar a
la radicalización de los liberales y a un secrarismo desatado para
hacer
bascular el partido hacia la derecha.
La tercera dificulrad, y no la menor, procedía del carlismo. Las
armas le habían sido, una vez más , adversas. Y no porque omitie­
ran derroches de heroísmo, lealtad y sacrificio. La Revolución del 68
había colocado al pretendiente
ea posición destacada de esperanza
nacional. No eran sólo los fieles de siempre quienes miraban al rey
de la barba florida como la única posibilidad de salvación de una
España que se rompía en el cantonalismo y la anarquía. Tras un
prolongado eclipse en el que nadie apostaba por una solución que
parecía definitivarneote muerta,
España había vuelto a encenderse
en guerra ilusionada. Hasra el último presidente
de Gobierno, ex­
ceptuando

los diez fugaces
dlas del marqués

de La Habana, de aquella
reina de los tristes destinos
--ea afortunada frase de otro pasado al
carlismo desde la suma honestidad de una existencia entregada q
España, Aparisi Guijarro,-había llegado a la corte de aquel rey
caballero que fue el séptimo de los Carlos para sus leales. Pero el golpe de Sagunto de don Arsenio
Martínez Campos

no
acabó sólo con un régimen. anómalo que presidí-a. otra vez la triste
-:(:57) Las críticas de. Ortí y Lara: La Ciencia Cristiana, XVII, 1885,
págs. 432-434; XVIII,. 1881, págs. 142-143, 146-147, y Gil y Robles: La
Ciencia. Cristiana, ·XIX, 1881, t>á;gs, 5·12, 103-107, 409-417, 502-506, y
XXIV, 1882, págs. 385-395, 516-526, aún con tolos los reparos que pue­

del
campeón de
la Restaura­
ción alfonsina.
420
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. LA. UNION CATOUCA.
figura del que fuera "el general bonito", o "el Judas de Arjonilla'',
otro

duque liberal, sino que también
fue el
fracaso de las aspiracio­
nes
carlistas. La alternativa del pretendiente no era ya lo único que
se oponía

al caos de
España. Un príncipe casi
niño, católico como
sus mayores
y liberal como su siglo, podía traer también la tran­
quilidad, el orden y la garantía de que España
podía sobrevivir.
Estaban

colocados
ya los
últimos decorados. Alfonso fue "el
Pacificador",
pese a que en Lácar se vio en "un tris" y él "¡ Vol­
veré!" de don Carlos fue una
pr<>mesa incumplida

entre la imposi­
bilidad y doña Berta de Roban. Pero don Alfonso
-,Jo hemos

di­
cho y lo había dicho
él-no

dejaría de ser "como todos mis ante­
pasados, buen católico, ni, como hombre del siglo, verdaderamente
liberal" (58). Y he ahí una dificultad más. Pío IX, el Papa que
inició su
pontificad<> entre

el
aplauso de

los revolucionarios y lo
concluía prisionero
de una dinastía que se ganó así el odio cató­
lioo,

habla proclamado, oon solemnidades que podían creerse extin­
guidas, la condena del
liberalismo. El

último de los errores moder­
nos reflejado en
el Syllabu, decía así: "El Romano Pontífice puede
y debe reconciliarse
y transigir con el progreso, p/ liberdli,mo y la
civilización moderna" (59). Y el rey era liberal. Y el régimen era
liberal.
Luego... non flOIJUmllJ.
IV. Non Possumus.
Los dos Nocedales, Cándido y Ramón, ,padre e hijo, y sobre
todo

el hijo, fueron los abanderados del
"°" pouumw. Cándido
Nocedal y Rodríguez de la Flor (1821-1885) (60) era un
político.
Sabía

de elasticidades
y maniobras. Había sido ministro de Isabel 11
(58) Fernánde, A!,nogro, !1.!ckho,: Op. ,;,., I pág. 242; Coinell~,
José

Luis:
Cánovas, Ediciones Cid, Madrid, 196,, págs. 182-185.
(j9) Pío IX: Sy/14;11~. Dqrtrina PQ~,ifici41 II, Documentos Poll1ico-s1
BAC, 1958, pág. 38.
(60) Uri~, B.: Voi N° Dic~ionario de Hislori4 l11;le$i4stifq ti.e Bs-Ptma, ·C. S. L C.1 Madrilf 1973,
págs. 1.175-1.778.
421
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FRANCISCO. JOSE.FERNANDEZ DE LA CIGORA
con Narvá_ez y _ahora era ~l j~e . que
había sido suJ;ifll\, llamón NQCedal y _Romea (1842'.1907) (61)
era \)tta cqsa. Lo SUJ'l:>, era Jl!< pureza de· :los principios y no .las
~Zllsac9ones y ·.acoµiodaci~~~S· ·:~ 1~wrma. del. i9eal. __ Si fue. político,­
pue paña para Cristo y ello le llevó en alguna ocasión al.Parlamento (62).
Fue el
111~. cató!ico . de l~soca· y terminó enfre,;­
ú\do _ca,;,
casi _la_ totaii ta~t!l ·. ,su inteligencia qu~ lj.bró. q>nq.enas y e~comunion~ de modo
casi _IDiiagroso. Trajo en jaque. a tod~ el episcopado y a Roma mis-.
ma. °"sbarató una ma_niobra política

que propiciaba
el mislllO
León Xlll. Pero esa inreligencja nq le bastó para comprender que
algo
a;,ómalo había
en ese
b¡itallar _constante_ en

el que todos invo­
caban a Cristo y en el_ que . todos -los que se honraban en. su nombre
se despellejaban en
polémia¡s est<
iles y. cruelísimas.
lp que_ los Nocedale~. ~upusieron_ en_ .. un determinado momen~o
del ptolicismo espaiioLe¡ dif/dl . de imaginar. Podría decirse que
la
..Iglesia española
respond/a
a_ su voz de un modo increíble. Ni
1~ _dbispo_s,. pi ·el. P~~~o,. nJ, e:l N~io te~an un eco compa;.ra­
ble aLde ,:stos hompr<;s-~ _ eµos parecíaq confundirse las causas
de Dios
y de don Carlos. Lo que evide_nt~.nwnt, no era identificable
a pesar de la fidelidad
del carlismo
a la religión.
Y ahí está una
de las fuentes de la confusión.
La otra fue exactamente la contra­
ria.
Pida! y León XIII quisieron convertir la causa de Alfonso XII
y luego ,Ja de su viuda también en la causa de Dios por la pene­
tr~~iQ-n de~1~ m~s ~at4ijq.s._ 9rgaqi;;a.4aS:. ~n._el :régimen cons(itui­
do. : Si:_ lo· pl'imero _ era una: identificación abusiva, lo seguruio era
un i.µip~sib}e. Por _ _lo ~enos_ eµ aquel_ entonces. J..os propósitos de la
carta a los., obispos espaiíolces. ~on _motivo de la felkitación a mon­
señor Freppel se habían desvirtuado

por
completo-Y
eran los
úni­
cos · sobre los que se podía edificar sobre seguro. Defendamos jun-
(61) · Uriglién,-B.: Voz :Nil&edal' y· Romea Ram6n, op. cit., págs. i.778-
1.780.
(62) La primera Vez en 18'71; 'Cfr. Bnadislica del person-ál y víci.ri111des
dé Ja.f Cbrtú -Y .Je /Os )dintJtéiioi, ·¡¡e :Espaia,-Vadrid, ·-iSso, pág. 567.
(63) Sanz de Diego, Rafael María: Op. cit., págs, 275-279'.
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tos la causa de Dio,, que es independiente de don . Catlos y don
Alfonso y

que cada cual mantenga luego
las fidelidades personales
que le acomoden, que en
ello-nada tieqe ·que· ver .la religión si los
derechos de
Dios y ·de la

Iglesia
están -a salvo.

No se quiso ver así
y pasó lo que pasó. Pero esramos adelantando acontecimientos.
Dos
heohos nos
darán idea del
p"80 del-apellido Nocedal en el
catolicismo. En 1876 se organiza una peregrinación a Roma t¡ue
a la vez fue un homenaje al Papa prisionero y una manifestación
de carlismo.

Bajo la invocación de
Santa Teresa, los Nocedal lleva0
ron ante el Santo Padre. a ¡ 8.000! españoles, cifra que si hoy, con
los medios de

transporte
existentes ·· -es

impresionante, en aquella
época resultaba increíble. El prestigio" entre los .católicos, jerarquía
incluida, que supuso este éxito a los . Nocedal es fádlmente com ..
prensible.
Los
ulttajes. a las cenizas de Pío-IX fue motivo de escándalo
para católicos de todo el mundo y ocasión para qire los Nocedal pen·
saran

en repetir la romería de 1876
.e incluso aumentarla. León XIII
acoge
con
entusiasmo Ía idea,

pero
ei recelo de los gobiernos de
España e Italia
y de los mismos obispos (64) biw cambiat de opi­
nión al Pontífice.
Y lo t¡ue ibin a·· organizar los aguerridos · cam­
peones
del catolicismo carlista se termina encomendando a los pre­
lados
españoles que en el
proyecto-· ·de Nocedal

tenían un papel
mucho más -honorífico
que· activo.

El fracaso fue
inenarrable. La,
abstención de los Nocedal llevó a Roma minúsculos grupitos que
pasaron totalmente desapercibidos .
. Este pulso Nocedal-episcopado que' demosttó palmariamente quién
era
el que
podía movilizar al catolicismo espafiol tuvo efectos con­
trarios para -nuestros dos personajes. A los obispos, y es compren­
sible, no podía complacerles que alguien mandase más que ellos
en la Iglesia, y si a esto añadimos' el que León XIll cada vez se
volcaba más en
apoyo del sistema, se 'entenderá. fácilmente la difícil
(64) AndiéS.Gallego, José: ·op._ cit.,, pág. 18; Benavides Góme:z, Do­
niingo: Op. Cit., págs: 59-71; 'Má.teOS.Gagó f Fernánd~: _Francisco: Op, dt.,
pag5.--259-260; S~z de Diego; ·~áel -M~ría: Op.-cit., "págs. 275-279;" Fe-
rre,. Melchor; Op, ciJ., XXVIII, I; págs. 67·69. . '•
423
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PR4NGm;o /QSB P/l¡¡NANDBZ DB LA CIGO.IU
~ición en qne se ibl!A coJQcall® los Noce pk¡¡a po!é®r;a de l, U11ión Católica-
¿QtW pasaJ,a pues? Y Q qµe o:eo en u,ga enor.r¡¡;e y dCSIJ$!da hones­
tidad
de RatnÓ!l N!>OOdiJ., abrigo ciertai dndas de qne fuera penna­
nenre. NP ~ ~]>i, la me@r so3Pe®ª de la CIJ3ll d<>& y 1!9lori d<>nde estoy
se ti<;ulos de Jos padres ViJ)ada, y Mi11teg¡¡iaga fueron, ~in duda, el úl­
timo mazazo que apresw:ó Sll muerte, aunq11e ecan t¡:Qpel los sacer­
dptes dispuestas a segui¡cle a\lll a CQSta Pew,
¿y

al
pri11.cipio? Cuando al
vivfa qQI). Q.m:Udo y se plan­
reapa la
unión

de
los católicos, ¿vio Nocetlal las QSC\!J:as intel1ciones
de

Alejandro Pida!?
Pruece in
¿es que eran
Qseutas
esas intenciones en quien
QQ = carlista? Sí lo eran porque las ocu1-
taba a ellai, magistrahnete p11esw que
las desbarató, des mo,
desde el carlismo o desde lllla me~a de ambos? Aquí no po­
demos ya responder. Sería completamente legítima su oposició11.
des catolicismo

si
estuviera convencido
de
q1.1e la proyectada
unión era una argµcia liberal para llevar a los católicos a rechazar
lo

que
la lglesia presc.
los fir­
mantes,
Pida! incl1.1ido, y

el
respaldo del episcopado no a1.1rorizaban
esta interpretacióp. Ciertamente
no

eran
esos los
propósitos de la
Unión Católica.
También seda legítima la oposición, desde el punto
de

vista católico, a
la 1.1nión de la causa católic:,, con la de la mo­
narquía
de Sagunto potque era todavía más abusiva, tel1iendo en
cµ,mta la

historia,
qµe con

el
c:,,dismo, M:ucbo más abusiva. Esta
sería
la interpretación más favorable

de
la ¡,<>&tura de Noceda).
Legítima tambiér¡ la oposici611. desde el carlismo a la amalgama ca­
rólico-alfonsina aunque

no
a la Unión Católica tal como segl
su
declaración
de principios decía que iba a ser. Porque los derechos
de Dios
estátt por encima de

los de don Carlos. Y
sumatnel1te con­
fusa
si se hacia desde u11. carlocatoli<:ismo, si bien es de justicia re­
conocer que

esa fusión
a\lll siendo siempr 424
Fundaci\363n Speiro

LA UNióN CATOLJCA
Evidentemente el téma: étá colnplicádo. Y hay datos que todavía
lo enredan más. El Papa que condenó el
liberalillmO, el
Papa dél
Syllabus, se entendía bien con la reina liberal, le enviaba la Rosa
de

Oro,
apadrioaba a
su hijo en la
pila bautismal y firmaba con
ella un Concordato. Su sucesor volvía a
apadrinar al

liijo
póstW110
del rey y no escatimaba elogios a la reina viuda y regente. Hasta
tal punto no los
escatimaba que

los carlistas entre broma
y resen­
timiento la
llamaban "Doña Virtudes". Y "Doña Virtudes··, como
antes su marido y
antes Isabel

II, nombraba los obispos, que sio
duda le
estaban agradecidos. Y parecía muy religiosa y posible­
mente lo era. Y el confesor de su
suegra, Isabel

II, terminó en los
altares.
Y la monja de las llagas. Y el padre Montaña, caracterizado
integrista, es preceptor de Alfonso
XIII ( 65) aunque la oposición
liberal obligó a su destitución.
Y Nocedal se aleja de don Carlos,
que llevado de ese mal "real" que es el posibilismo, que suele
llevar a los teyes a
la indignidad y al exilio o si yá están en él más
que
ayudarles a

recuperar la corona
les alejan
definitivamente de
ella hundiéndoles
en el desprecio

universal, se aproxima al libera·
(65) Don José Fernández Montaña era un integrista que tuvo que
dejar su
puesto. por
las protestas de
la izquierda. Sacerdote de gran altura
intelectual ( dr. la voz de su nombre en el citado Dkdonario Je Historia
Étlesiástica, 11, Madrid, 1972, págs. 919-920, redactada por J. L. Hoyos)
foe asesinado por los tojos en Madrid eh 1936 en uno de tantos crímenes
gratuitóii y salvajes como entohces se produjeron. Contaba casi cien · años,
pues había nacido en 1842. Antonio Montero, en su Historia de la perse­
cución
religiosa en Españañ (1936-1939), BAC, Madrid, 1961, lo menciona
como asesinado en
la página 804, sin más indicación que la de que perte­
necía al Tribunál de la Rota. Sin duda, el hoy obispo de Badajoz, que se ha
venido resistiendo
a reeditar su más que agotado libto, no tenía ni idea de
quien
era ese para él oscuro sacerdote inmolado con miles dé cómpañeros en
aquel espantoso holocausto, 1>0rque si bien era cierto que pertenecía a la
Rota habíía sido Auditor y su Presidente. Bien se merecía algo más que una
simple nominación
en un · índice alfabético.
(66) Ferrét, Melchor: Op. cil., XXVIII, I, págs. 131-139 y XVIII, 11,
pá.§$. _47-92; Oyarzun, Román: Hí.tt nas ·476-478.
42!
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FRANCISCO /OSB··FllR7' lismo ( 66),. y el Primado alienta sospechas sobre si la Regente per­
teneció a la
masonería (67). Y ...
V. Las causas del fracaso. ·
Esta eta la situación (68). Y lo que pudo ser la base de la unión
de los católicos

condujo a una división todavía mayor
¿Qué falló
pues? En
primer lugar el querer servirse de la Iglesia pata finalidades
pattidistas. Ciertamente por parre de Pidal
y también por los No-
cedales.
· · . . .
Después, y muy intCirelacionado con lo anterior, no haber deli-
mitado en que habría .:inión y' que quedaría al libre arbitrio de los
adherentes al movimiento.
·
Por

último una
intransigencia· radicai y aquí la mayor parte de
la culpa recae sobre Nocedal,
a la

que son muy dados los espaiíoles
y que podemos resumir en la tópica frase de "o todo o nada".
Bien pudiera decirse
que. el fracaso de Pida! dio la raz6n al in­
tegrista. Bien pudiera decirse, si el integrismo nocedalino no hubiera
desbaratado el intento de Pidal. Las segundas intenciones del astu­
riano, que no
eran sólo
deférider
la religión sin apuntalar la dinastía
parecen
hablamos __ de la. clarividencia

de don
_Ramón Nocedal. Y su
alejamiento del
carlismo cuando

creyó que su rey traicionaba los
principios hacen ciertamente· mucho más limpia la figura de Noce­
dal. Pero tanta limpieza, ¿00· hará estéril toda acción política en
perjuicio de la 'mi~ma religióii? ··Porque fa vida del jefe indiscutido
de1 integrismo· fue; -~, ari~té;0tico fr~caso que no consiguió ~ra
cosa qire dejar bien alta una bandera de principios pero en un sitio
tan agreste que apenas nadie -la veía,
Enfrentándónos ron el punto candente de la cuestión. · Es induda­
ble q,;e fa Iglesia ronden.o tajantemente el liberalismo. ¿En qué
(67) Sanz de Diego, :Rafael' Maria, Op, rit., págs_ 317-318,
· ('68)' ·Aigunós· · ~ucesos soñ pósteriores ·pero· -responden perfectamente al
clima que se vivía.
Fundaci\363n Speiro

LA UNIOWCATOLJCA
consístÍa éste? Sigamos a1 autor. de· la conderui: ",rulgunos hombres,
negando

con un desprecio completo los principios
más ciertos
de
la
sana razón, se

atreven a proclamar que
· la wlumad del pueb/9,
mamfesklda po, la. que ellos ll,mum la· opmión pública o de otro
modo cualquiera, oonsutuye la ley stqJrem,,, independiente de ~do
derecho dwino y humano"(69). Esa marginación de Dios y sus le­
yes de la sociedad· empeñaba
toda la autoridad del Papa: "Nos con
nuestra autoridad apóstolica
(esas doctrinas)
las reprobamos, pros­
cribimos
y condenamos; y queremos y mandamos que todos los
hijos de la Iglesia católica las tengan por reprobadas, proscritas
y
condenadas" (70).
Lo que aparentemente era tan sencillo, y así lo entendió Nocedal
en 'la práctica, no lo era tanto. El :liberalismo tenía matices. Y mu­
chos. Había gente que · se tenía' por liberal y no pos rulaba ese libe­
ralismo extremo y anticristiano que pretendía-construir la sociedad
como si Cristo y la Iglesia nó existieran. Todavía más, bahía cató­
licos que

votaban al partido
liberal-consérvador y entendían que
con ello

defendían a la religión de los
fosionistas y de los que ·.,.,.
taban

más a la izquierda de Sagasta,
y en cierto modo no les· faltaba
la razón. O parte de la ra,ón. Para complicar más el tenia ·'había
otto partido; -el carlista, que iódudablemerite estaba mucho, más pró­
ximo al modelo de sociedad que postulaba ·Pío IX.· Pero Sus· posibili­
dades de éxito,· al menos a· corto · plazo, eran oülas, tras 13. reiterada
derrota mifüar. Por otia parte/ el Papa, que lutbía sentado tan cla­
ramente la doctrina --que · sin· ·embargo no era tan clara pues . unos
entendían
que todo lo que· llevaba
el nombre de liberal estaba pros·
crito
para los católicos, miientras '. que· otros· sostenían que lo que es­
taba condenado era un · d.eterminadó Ii&eraliSffio extremo, tesis apo­
yada en no pocas declaraciones y conduttas episcopales-,-, extremaba
sus
manifestaciones de
afecto hacia· la dinastía liberal hasta ·puntos
que distaban mucho del simple respeto . a una situación dé: heého
o

del
acatamiento al poder constituido.
(69) Pío IX: Quanta Cura. Doítrina Pontificia, 11, DoínmetJIQi Poll­
ticos, BAC, Madrid, 1958, pág.:9; '_
(70) Pío IX: Qnanta Cu,a, pi\g .. 13. '
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FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGOl' El libro del canónigo tarraconense Rafael Tous y Ferrá (71) es
claro ejemplo de la utilización
dinástica de
las palabras pontificias
que carlistas e integristas se apresuraban a desvirtuar como podían.
Y hay que recoo.cer que, por parte sobre todo de estos últimos, con
una audacia y una dialéctica extraordinarias. Sin embargo, no eran
ciertamente favorables a la tesis de Noce&ll ni a las de don Catlos
que con la retirada del integrismo se había quedado con un partido
casi analfabeto, referencias como ésta de León XIII

a la Reina Re­
gente: "Es además deber suyo (de los católicos)
sujetarse respemo­
sarnente

a los poderes
constituidos, y

esto se lo
pedimos con
tanta
más razón cuanto que se encuentra a la cabem de vuestra noble na­
ción una Reina ilustre, ruya piedad y devoción a la Iglesia habeis
podido admirar" (72).
Este decidido apoyo a la dinastía era
aún remachado por

León
XIII con palabras que parecía no dejar duda de sus intenciones: "Por estas dotes, siendo a Nos
carísima, le hemos

dado públicos
testimonios de nuestto afecto paternal, y de estos testimonios el más
señalado es el de haber levantado a la pila bautismal a su Augusto
Hijo, que fundadamente esperarnos habrá de heredar con las altas cualidades de gobierno, la
piedad y las virmdes de su madre" (73).
No
era en
verdad profeta León XIH cuando se metía en política.
Y
rio puede
negarse la clara intención política, de la política más
concreta, de

las palabras pontificias. Palabras que eran una ingratimd
con los sacrificios· del

carlismo
por la teligión por · cuanto en la vo­
luntad
del Papa etan un certificado de defunción de
las aspiraciones
de

don Carlos en beneficio de los herederos de
quienes habían
per­
seguido á la religión. Eran, -a. testad. Porc¡ue nada podía objeillsele a su llamamiento a la sujeción
a ·los poderes del Estado sobre todo

cuando no había ninguna posi­
bilidad racional de constimir otro mejor. Pero
el Papa iba mucho
níás allá. Recomendaba pura y simplemente la operación que Pida!
(71) Tous y Ferrá, Rafael: BI Papa y los católicos español,n, Barcelo·
fia, 1894.
428
(72) Tous y Fmá, Rafael: Op. cit., pág. n.
(73) Tous y Ferrá, Rafael: Op_ t-il., pág. 26. ·
Fundaci\363n Speiro

LA úNION CATOLICA
había intentado con su fórmula de uili6n de los tat6licos. El resul­
mdo iba
a Set el mismo: el fracaso.
Las actuaciones de León XIII m tste sentido ron. innumerables,
tanto
en abiettO apoyo a la dinastía como cuando lo hacía . de modó
indirecto censurando a los liltegti&tas que eran quienes más com­
batían esas

tesis. Desde el
rescripto sumamente favorable a lá Unión
Católica,-que no sirvió de nada, son muchos lós documentos más o
menos solemnes en este sentido: los discutsos a los peregrinos de
Toledo

y Zaragoza en
1882, raquíticas represtmtaciones que susti­
ruyeron a la magna concenttaciól! ideada por los Nocedal; la im­
portante encíclica Cum M,m,,, de 8 de diciembre de 1882; la re­
comendación a Pida! de que
se iilcotpóre al

partido
dé CánOvas;
la

encíclica
lnmurlale Dei, de 1884; la S~e ChristÍ 1890; también colaboracionista; las cartas a Benavides y a Casafi.as
de ese mismo año; las palabras que citamos a la rometía de 1894;
la carra de apoyo a Sancha dé 1899 y la dirigida a Spínola contra
Roca

Ponsa ese mismo año;
la censura que por medio de Ratnpolla
se
dirigió

años
antes (1894)

al
anciano Primado Monescillo que
precipitó

su
e11fermedad (74); la ronada adverrentia al gtan obispo
de

Plasencia, Casas y Souto, en 1886
(Ti); la carra a Sancha de
1903
...
Pese a todo, muchos católicos siguieron pénSíil:tdo que la di­
nastía reinante, que era la de la desamottiZlU:ión y el reronocimien­
to
del
Reino de
Italia, la del artítulo 11 y la de Canalejas, no podía
ser
amada y respetada por ellos. Habrían

de
pasar aún bastantes
años para que

el eclipse, una
vez más, del carlismo, que

ha sido el
Guadiana de nuestril histotfa, y 1a radical~ción sectaria y antita­
t6!ica del partido liberal, ápt0:11:imatllll a algunos al· poder consti-
(74) Sanz de Diego, Rafael María: Op. ciJ., pág.,. -317.320.
(75) Amlr.~S~Gallego, José: Op, cit., págs .. 2;-24; Benavides G6mez,
Domingo: Op. ciJ., págs. 103-106; Ollero y Tassara, Andrés: Op. cit., pági­
na 171. El recientemente beatificado obispo de Pasto, de cuyo pensamiento
nos hemos ocupado (Verbo, núm. 151-152, págs. 187-240), llamaba al pre­
lado de Plasencia «ese obispo providencial» ( cfr. Cartas pastorales, circula­
res

y otros
escritos del

Ilmo.
y Rmo. Sr. D. Fr. Ezequiel Moreno y Diaz,
ohfrpo de Pdsto (Cólomhia), Madrid, 1908, pág. 366).
429
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSF, FF,RNANDF.Z DF. LA CIGOFIA
tuido. Nocedal había muerto y, sin él, · el integrismo quedó muy
debilitado. También había
desaparecido la posibilidad de una pre­
sencia activa
y decisiva de los católicos como tales en la vida pú­
blica.
España caminaba de tumbo en tumbo de la Semana Trágica
a
la Dictadura y de ésta a la República. Para mí, todos muertos ya,
en la responsabilidad de los trágicos destinos de nuestra patria es­
taban León XIII, Pida!, Nocedal
y todos 1los que hicieron imposible
una verdadera unión de
fos católicos.
Es fácil juzgar errores desde una perspectiva histórica y conj'e­
turar fururos posibles

si no se hubieran dado hechos concretos que
ya no es posible rectificar.
I,, historia fue de otro modo y no dio la
l'.~n a ninguno de nuestros - personajes. Pid81l consiguió ser mi~
nistro de Cánovas . y no · se a>ttó la mano como había prometido.
Poca gloria le reputó
esa-.modesta
carrera política. León XIII,
el
Pontífice de las luminosas encíclicas, llegó a· ver y a sufrir el fra­
caso
de sus opciones políticas, en merma clara de la
religión. Si
era

un águila remontándose a las alturas de
la teoría no puede de­
cirse Jo mismo
cuando descendía

a
la práctica. Nocedal murió
abandonado
de casi todos.
A.unque posiblemente
con menos
pro­
blemas

de conciencia que los· otros
dos.· Hizo . siempre
lo que
creyó
era su deber. Y tiene su grandeza fa derrota cuando se ha comba­
tido

contra todos, sin rendirse_
nunca-. y -por unos ideales que ·eran
verrladeramente altos. Posiblemente tan altos que no sean dado
alcanzar. en este mundo. Los
demás son pefSODajes de segunda •fila.
Los obispos que primero le ~ostuvieron y luego le abandónaron,-si
bien

obtuvieron sedes metropolitanas e incluso la primada, algunos
apenas dejaron recuerdo de· su mediocridad. Payá, Sandia y Gui­
sasola oscurecie.t;o.n -en eso~--días merecidas famas conquistadás cuan­
do parecían pensar de otra manera. Monescillo es otro caso. Y
otra talla. Su polémic~ antiintegrista responde a otros motivos. Y
h,y-que reconocer que razones, al menos subjetivas, no 1e faltaron.
Para cualquier

obispo tiene que
resultar molesto
comprobar que un
laico manda más . en

su
clero que el prelado·. o que el clero le obe-
1e:e
más, Y !la personali4ad, ·ind,;.iable, de': aquel gran obispo no
lo sµ(rió,.
No

hablemos de
i,:¡áo: ,Cámara, Ortí -y Lara, el obispo de Dau-
439
Fundaci\363n Speiro

· · LA UNION CATOLICA
lia; Sardá, el obispo de Teruel ... Son, el coro de la tragedia. Todos
resultaron

heridos. Gravemente heridos. Y la religión
y España
también.
Cerremos estas

páginas
analizando . los

errores de aquel intento
frustrado:
l. Se utilizó la religión para hacer política en contra de la
declaración primera de poner la política
a1 servicio de ,a religión.
Oarameote por Pida! y posiblemeote al principio, aunque hay
que reconocer que como reacción
al inteoto pidalino, por

Nocedal.
También claramente por León XIII. Que si no tenía interes.es
políticos concrc~:tos, quiso involucrar a los católicos en la causa a,l~
fonsina, creyendo que ello beneficiaría a la religión. Y con lamen­
tables resultados.
2. Se empleó además
la religión para satisfacer opciones políti­
cas al
menos discutibles. Y se pretendió. mandar con autoridad re­
ligiosa,
lo que no era obligado hacer en virn!d de la religión.
Nadie tieoe obligación, exigida por su
catolicismo, dé ser

mo­
nárquico o republicano, carlista o alfonsino.
Y todos pretendieron
decir que sí. Retorciendo argumeotos
y utili%alldo abusivamente
citas y dedlaraciones. Sin embargo, es cierto .que la creencia · re­
ligiosa puede exigir en un momento dado , u~a ~eterminada con­
ducta política. De oposición a pattidQS a.J,lticatólicos. De unión para
defeoder bienes superiores amenazados. Y
aquí hubo una. nueva
confusión. Esas

obligaciones políticas
son concretas _para una situa­
ción dada, realmente·· grave, ante la cual deben posponerse otras
legítimas preferencias

de segundo orden.
Lis cualeS vuelven a ser
perfectamente HdtaS una vez s_uperada la dificultad.
Ante una situación verdaderamente 'lesiva del bien social o el
religioso cabe un mandatO específico de fa autoridad ·eclesiástica
para contrarrestrarla,
impedirla o superarla. 'Ante ese mal- real la
Iglesia puede y debe decir a los fieles que se opongan a él. Su mi­
sión nO: es gobernar el múndo sino procurar la salvación de las
almas, por lo que una vez removido el obstáculo que amenazá
fa
salud de esas almas, el regir !a república· depende de la · voluntad
de los -hombres. · Y· no vale aigumentat la · intervehción en -base · ~
buscar lo mejor freote a lo Jnenos bueno, .porque· de· aceptatse es-
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO ¡OSE PERNANDEZ DE LA CIGOfM
tatíamos en plet>a teocracia y, además, así como es fácil discernir
si una ley ó una situación es gravemente lesiva de los derechós de
Dios
y de la sociedad -ley que introduce el divorcio, el aborto, la
eutanasia, que

niega los derechos de los
pádres a

la educación de
los
hijos

... -,
estat/amos en

plena
arbitrariedad de la autoridad ecle­
siástica si determinara ese "mejor'" de

los
programas de
cada
par­
tido. No olvidando tampoco que no se puede imponer como pre­
cepto
Jo

que en
la voluntad de Cristo se dio como consejo.
No se puede, por
tallro, pretender
hacer
,permanente y en virtud
de autóridad religiosa lo que sólo puede ser voluntario y fruto del
convencimiento. Obrar de Otta manera sería una extralimitación y
una arbitrariedad.
Los carlistas
parecían pretender, y Nocedal hasta su sonado rom­
pimiento con don Carios, que sólo se podía ser un buen
católico
siendo

carlista.
La jerarquía católica no podía seguirles por ese ca­
mino. Lo que no habían conseguido por las armas o
el convenci­
miento

no
cabía imponerlo
por
la religión. Desde el otro bando se
intentó

·hacer Jo
mismo. Como

el Papa alababa a
1a reina (y Jo ha­
cía, en
verdad; con

el intento de que
los católicos

españoles la
aceptaran)
y se había de respetar el poder constituido, todos tenían
que ser alfonsinos. Otro error. Y otra imposición ilegítima. El en­
zarzarse en esa polémica llevó a abrir fosos infranqueables e itre­
concilió por muchos años a los católicos.
3. Se dlevó a categorías absolutas lo que no lo era.
Puede ser· cómodo en ocasiones el ya mencionado planteamiento
del "todo o nada". Pero como la realidad no suele set así, no se tar­
da, al menos por algunos, en caer en éuenta de ello. Y como esas
personas intenten explicarse:lo a los demás chocan con los mantene­
dores de la fórmula mágica que ven en ellos peligrosos enemigos de
la causa.
Más peligrosos
incluso que los enemigós verdaderos,
ya
que

aquellos pueden
hacerles perder más adeptos

que el adversario
declarodo.
Tengo pata ttil que el eatlistno hubiera tenido 1rtejores resulta­
dN
y, s6bre, -tódó llO se hubiera ellfrenrado a la jerarquía religiosa
con el gta"l'e quebranm que eso sn¡,onla en un partido que se nutría
432
Fundaci\363n Speiro

LA UNtON CATO(JCA
de mas¡¡s en las que la religión era ® valor supreq¡o, si en vez de
plantear
el dilema o católico y carlista o an_ticat<\lico y alf<>nsino, ~
hubiese dedicado a convecer a los espajíoles de lo que sí eran dos
grandes verdades: que
la religión es uq vallor indispensable en la
vida de los pueblos
y que el carlismo defendía mejor los intereses
de
la religión que otros partidos,
Cuando

don Carlos se dio cuenca del grave risego que
sufría su
causa

con el enfrentamiento
jerá¡qµico con¡etió qn nuevo error. Al
echar las culpas

al
integrismo y alejar a N0<;edal. no conquistó ua
solo
obispo,

muy
comprometidos ya
con
el sistema establecid!!, y
a1ej6 a infinidad de sacerdotes para los que N0<;edal era iw orácuJ9
y que eran los ·mejores agentes de reclµtamiento del carlistn!>.
4. Esos planteamientos absolutos llevaron a unos ataques per·
sona:les que contribuyeron a hacer im~ible la reconciliación. Sal­
vo la persona del Papa, que ~ respetó generalmente, nadie salió
bien
pacado de ia polémie;a. El O:qncio, los obispos, los "mestfaos",
los

integristas, los que
wr auténtieos problemas de

conciencia o
wr puro

interés pasaban de un
bando a otro, eran despelleja rnisericordemente por

los
adversarios aunque
con la jerarquía
reli­
giosa

se
mantuviera en 9casiones un puro respetQ formal. El famoso
voto de Maeztu de no atacar a los afines fue totalmente descon0<;ido
por

estos
agi1erridos militantes
de
la pluma. :&,te carácter atávico
de
la derecha española de encarnizarse con los más prózin:\os es ®O
de los más lamentables espectárulos de los óltimos ciento cincuenta
años

de nuestra historia. Y
ha conttibuído más al fracaso de las
ideas tradicionales en nuestra patria que todos los ataques del ene­
misa-
5.
Una ve,; metidos

en
este planteamiento dialéctico, en el qµe
los

polemistas de todos los bando
brillaron a gran alrµra, multipli­
caron los puntos de controversfa que en_ no IX>O*,S ocasiones llega­
ron a un puro bizánti¡¡.ismo. Otras mllchas veces lo que se produceía
era
un
auténtico
taba al lado de todos con
lo que el enten difícil.
Veamos, wr ejemplo,
en caricatura, es decir, reduci Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO ,JOSE FERNANDEZ DE LA CIGOflA
esenciales la sonada.polémica ·debnal menor y se comprenderá cuán·
ta

dificulradad había en
entenderse.
El liberalismo -
es un mai, d,daa los integristas, ·y no se puede
que:rer ni apoyar. En-fo· que ten:Ían razón.-
Cierto, argüían iJ.os "·mestizos". :Pero vosotros llámais liberalismo
a lo que no lo es. Prueba de ello es que el Papa lo aprueba y bendiée.
Y tampoco
les

faltaba
parre• de razón-.
Si'
el

Papa
bendice lo qrie decís

que bendice es
porque le
han
engai\ado haciéndo:le creer que es

otra cosa. Ya que si dijo que el
1i~ismo · era muy malo, nó, puede decir ahora que una situación
liberal es buena. Desde un razonamiento simplista; parece que la
razón
está de nuevo del fado del integrismo, pero en este punto ca­
ben i distingos y matizaciones,
Ló que pasa, replicaban de nuevo los "mestizos", es que ·vosotros
sois
unos cismáticos que
hablais mucho de obediencia al
Papa y
cuando el Papa pide que se le obedezca no lo haceis.
Llegados
a este
punto solía haber apelaciones de todos a la
jerar­
qllía, protestando los unos· de que se [e5 llame cismáticos y los otros
de que se les tache de herejes. Los obispos imponían silencio gene­
ralm.eilte-a los integristas ·sin responder a sus preguntas y a los _pocos
días volvía a surgir la misma polémica con el motivo m&s fútil.
Además, contestaban· los: alfonsinos, ·aún concediendo, cosa· que
no concedemos en modo álguno, que el canovismo sea un mal, tell'." ..
dreis que convenir es mucho menos malo que el Jiber,tlismo de Sa­
gasta,
pues
este perseguiría
a la Iglesia mientras que el partido li­
beral-consevador la· favorece. ,Además,como no hay ninguna posi­
bilidad de que el
bien que
vosotros personificais, que
tampoco oon­
ced_emos que sea un bien, obtenga diputados, es mejor apoyar a los
que son
"menos malos" -.¡. evitar 'as{ que lleguen ·los peores. Plantea­
miento que encierra también sabias
razone.s
· De ninguna manera, objetában los integristas. Ese ma[ menor que
vosotros decís es el
mayor de los males.

Porque ante
la persecución
abierta los católicos reaccionan-· y puede'n oponerse :a ella" e inclusó
vencerlla. Pero

de
triunfar ese "mal menor" solapado y astuto, las
conciencias se, tranquilizan y a la hrga se consigue e mismo mal
Fundaci\363n Speiro

LA U.NION CATOUCA
Il)aypr pero -sin reacc10n m protesta . católica. Y justo , ~s reccinocer
que ramb:én tenían, por los menos, par.te de razón (76).
6. Por último
hay que señalar la absoluta intransigencia de la
que:
hizo gala.

Nocedal.
Hombre de
hierro, aunque en allguna
oca,
sión,. cuandv
el vendaval .que desataba Je amenazaba incluso con
sanciones canónicas, se doblase -~mo.~un,junco.-para.-vdlver .un:a, vez:
pasado a recuperar su postura inicial. Salvo retractaciones exigidas
por la jerarquía, que acataba sin convencimiento, sólo recuerdo dos
momentos en que diera muestras de flexibilidad.
.. Era ya

en sus
últimos años, muchos le habían abandonado en la pureza de los
principios buscando acomodaciones que_ si no hicieran triunfar la
tésis en toda su integridad permitieran al menos conseguir aÍgo de
ella. El desastre. del

98 removi6
algunas condenci~s, y en · torna'· al
general Polavieja surgiJ· un cierto movimiento ·regeneracionista f
patriótico. Aquello podía ser· una segunda versión de_ ia Unión o,:.
tólica, tardía y con muchas menos posibilidades. Su adscripción
a la dinastía· no era dudosa en esta ocasión, y si -a · la pfimera le
respaldaba el prestigio del cardenal Moteno, el mentor de esta era
la
figura mucho más

endeble del cardenaÍ
Cascajares. Pues !,ien,
en esta · ocasión

dio Nocedal un cierto apoyo a
lo que se fragua­
ba (77), aunque

el fracaso de
todo el

montaje no permite saber
hasta donde era capaz de llegar. El otro _momento fue pocos años
después, en 1906, cuando encabeza, con el pidalista marqués de
Vadillo y el cadista Vázquez de Mella, la colosal manifestación de
Pamplona (50.000 personas) contta las
medidas anticatólicas
del
Gobierno liberal que presidía el general López Domínguez (78).
Pero ·su ~ida se extinguía ya. Curiosamente, ese b~ta:llador in­
fatigable que bahía reñido con todos, se había ganado el respeto de
todos; .. Morfa ·a los Sesenta y cu.atto años de edad, y coino había
si.iéedido con

su padre, amigos
y enemigos rindieron tributo a su'
(76) Sobre· la polémica del mal menor, con reproducción de los famo­
sos artículos

de
los jesuítas
Minteguiaga
y Villad.a, cfr. Nocedal, Ramón:
Obras, Madrid, Imprenta de Fortanet, tomo 111, 1909•.
(77} Andrés Gallego, José: Op. cit., págs, 106 t sigs.
(78) Andrés Gallego, José: Op. dJ., pág. 295.
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FMNClSCO JOSB FBRNANDBZ DB LA CIGOFIA
descollante persoQa!idad. formaban el cortejo fúnebre, además de
sus amigos,
"liberales" de todos los
matices. En el duelo figuraban
Canalejas, cerno ex pr,esidente del Congreso, junto con Maura, pre­
sidente

del
Consejo de Ministros, además de

otras autoridades
pet­
teneclentes aJ. por él tan execrado partido conservador, que ocupaba
en aquellos momenros el poder" (79).
VI. Todos contra todoo.
Todas estas causas llevaron a infinitas polémicas que sería pro­
lijo enumerar y que distrajeron las energías católicas en combates
domésticos en vez de
eru;auzarlas contra

el
enemigo. Nocedal se
bati6 en todos los fi;entes atacando a sus contrarios o ensallzando a
sus.
amigos, lo que siempre servía para zaherir a sus adversarios.
Contra Pida!
y la Unión Católica, contra el nuncio en defensa del
obispo de Plasencia,
Casas y Souto, contra Celestino Paros en favor
de Sardá, contra el obispo
Cámara, contra Carlos VII, contra i!!
cardenal Sancha en apoyo de Roca Ponsa, contra el cardenal Splnola,
.. roqtra Ortl y l.ara y G>millas, contra los padres Villada y Minte­
guíaga,
contra

los obispos
de Madrld, Guisasola y Barrera, contra
La Es~ Cat6li04, El Fénix y La Fe ••.
La si~icín es ta!I cambiapte que se pasa de correligionarios a
raliicales epemigos y se producen evennwes reconciliaciones. Jua¡i
Maouel
Orrí y Lar,¡, importa!ltÍ!;ima figura del pensamiento tr'ldi­
cional puede ser

buena
muestra de ello. Desde su revista La Ciencia
C,ristúma había lanzado un Jlamar¡¡ienro a la unión en sus artículos
Viribus Unitis {80), se adliiere liespués a la Unión Catcílica con in­
dudal,le e11wsiasmo. Sin em~go, los recelos de qne algo turbio
podía
'haber bajo
todo el montaje pronto ·hacen mella en
él, quizá
a

consecuencia de la
importantísima carta del

arzobispo de Grana-
(79) Benavides G6mez, Dpm(ng<>: Op. ,;,., pág. 200.
(80) Ortí y Lara, Juan M¡¡µUel: Viri!;11s Uwili.f. La Cien~ia. Cri$ti(!,na,
XVII, 1881, págs. 41-51, 120-130 y 289-306.
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LA UNION CATOUCA
da, Bienvenido Monzón, que vemos publicada en la revista de
Ortí (81).
La carta del arzobispo SOtprende por eil contraste con las
entusiastas de otros
hermanos en

el episcopado. Visto
el desenlace
resulta, en cambio, de una clarividencia
excraordinatia. Recojamos
solamente el penúltimo párrafo _de su extensa carta; verdaderamente
profético.
"De no
hacerlo así (si no se organiza con precisión), sería muy
de temer que la hermosa nave de la Unión Católica que, a velas
tendidas y con vistosas banderas y gallardetes adornada, acaba de
salir del puerto

entre vítores y aclamaciones populares y bendicio­
nes de Obispos, quedase en sus primeras singladuras encallada en
alguno de los muchos bancos de arena movediza que hoy se forman
en el revuelto mar de la política moderna, resultando así que la ma­
rinería se
dispersase y retirase a sus hogares, que los jefes y oficia­
les se volviesen solos a las naves políticas de su respectiva proce­
dencia, y que cada cual se Uevase parte de la ja.ráa y carga.mento
pata · lastre de la suya... Confieso a ustedes ingenuamente que el
plantear, organizar y reglamentar la grande obra de la Unión Ca­
tólica al

tenor de cuanto llevo didho, es cosa de suyo muy
árdua y
muy

difícil,
y que si mi pequeñez e insuficiencia hubieran de reali­
zarla, me parecería tener sobre mi el proMema de la cuadratura
del circuló" (82).
Las reservas del arzobispo de Granada y otras críticas aparecidas·
mueven a Ortí a
escribir su La Unión Cat6lica y el tiberdlismo (83),
en el que
sale abiertamente

al paso de
las objeciones. En él apare­
cen

las bases establecidas por el
cardenal Primado pata la

Unión,
de
la que

el mismo cardenal asume la presidencia (84). Ortí piensa
(81) Monzón Martín, Bienvenido: La Cienda Cristittna, XVII, 1881,
págs. 279-287.
( 82) Mónzón Martín, Bienvenido: O p. cit., pág. 286.
(83)
Ortí y Lara, Juan Manuel: La Unión-Católica y el Liberalismo.
La Ciencia Cristiana., X.Vil,. 1881, págs. 420-435.
(84) Ortí 1-Í:ara, .. Juan Mánu.el:, Op .. ciÍ., pág. 425. Con más extensión
pueden verse las Bases en la Carta Pasto-ral del 'ArzobiSpo de Valeilda, de
2 de febrero de 1881, publicada en Doc-umentos y Esnifas D()c-trinales del
437
Fundaci\363n Speiro

FRANCJ$CO ,!OSE, FERNANDEZ DE LA CIGOf'IA
que no se necesitan más garantías. El peligro de una infiltradónc
liberal

hay que descartarlo;
y basándose en un artículo de la Cwiltái
CattoUca;
concluye: "i'lUé lllaneta de paz ni conciliación puede
concebirse
entre los

miembros de la Unión Católica y los
conserva­
dores
liberales?

Vosotros, pues, los que llegado
el caso previsto, sois
llamados

a
tepresentar en

las cámaras
legislativas las ideas y el es>­
plritu _ clel verdadero pueblo , espalíol, guardaos de tomar siquiera
~iento· a su-lado; no 1<:s.- saludéis ·siquiera, nec Ave dixeriti.r, porque,
os ponéis ~ peligro de safrir, los efectos ddl contagio" (85).
No
hay doblez en Ortí y Lata, La segunda intención de Pida!
estaba muy
oculta y muchos buenos católicos ·se ilusionaron con la
empresa. -Pero

como
-decimos,
desde
el comienzo aparecieron las re-­
servas y Ortí tiene la honradez de reflejarlas. Dos cartas del chantre
cle la catedral de Granada, Torxes Asensio, tienen este sentido (86).
Pero la que resultó verdaderamente explosiva fue la escrita por
el
obispo de J;)aulia, e[ 29 de enero de 1881 (87). "Aquí se trata de.
forjar ano Unión de católicos de. prua sangre, de católicos rancios
con católicos liberaÍes;
y ¿para qué? Para acabar, según dicen, con.
los

males que el
libetalismo ha -~ho a la Iglesia, ¡Qué ,lástima que
a San
Ata113sio _ no

se le
ocruriese formar ano liga

de católicos
y
arrianos ·para,._acahar µ,q .,el. arrianismo, en lugar de hacerle [a guerra.
implacable que Je hlzo!" (88). Sin embargo, la argumentación del
obispo , adolece

de una
evide'1te debilidad.
Su fidelidad a don Carlos,
manifiesta, oscutece fos razona¡nientos pamnente religiosos o fil<>-.
¿óficos
, introduciendo , elem'enros, que,

serán_ muy respetables
pero
que

nada tienen que ver con ellos. O muy
poco.
Bmmo. Sr. Cardenal Mon-e,¡dlJo y Vi.so coleccianados en 1897, Toledo, t. V~
1897, págs, 354-358,
· (S5) OÚí y Lár~. )uan Mif'.nuél: Op~ cit., p:ig. 43.5.
(86) Torres Asensio, Joaquín: La Ciencia Cristiana, XVII, 1881, ¡:,á.
ginas 188-192 y 467-473. Véase; también, Torres ASensio, Joaquín: Cartas
sobre·
el liberalismo. y· la neces'ariá concárdia de los católico:r,· Madrid, 190?,.
y Ollero Tassara, Andrés: Op. di., pág. 158:
(87) · Serra, · José,

O. S. B.,
Obispo titular'
de Daulia:
La Ciencia Cri.r·
liana,
XVII, 1881, págs. 474-478,'
(88)

Serra, José:
Op. dt:; pág. 47'.
438
Fundaci\363n Speiro

· · LA UNION CATOUCA
Ortí sigue, entre tanto, con su apoyo a la Unión. Su artíwlo
La polltica cristian,, es ,,,.,, (89), es, sin embargo, uno de los más
insípidos de los
sallidos de

la pluma de
tan formídable polemísta.
¿Empezaba

ya a
'dudar?
Es en La Ciencia Crist,_ del año siguiente donde Ortí .se se.­
para
radicalmente de

la Unión.
La Unión, f-a del liber,ais­
mo (90), Puntos negros de fu Umón {91), El liberalismo oatólioo de
La Unión (92) y Ni compllddad ni rebeldía (93) marcan el punto
álgido de la ruptura. El interito
de· Pida! estaba ya fracasado y séJI0
le quedaba recoger

de Cánovas el
premio de

una
cartera míniste­
rial. Ortí, cada vez: más .próximo a Nocedall, termina siendo vice­
presidente del partido integrista hasta que, en 1893, interpretando
a León

XIII, abandona el
partido para termínat con los hombres
de

Pida! a los que tanto había combatido.
Mientras tanto,· El Sigto Futuro 'proseguía·· implacable su cani­
paña, sólo interrumpida de cuando en cuando por alguna interven­
ción
episcopal y aún papal. Desde el primer momento, otro ex­
'rraordinario polemista, sacerdote y catedráticó de la Universidad de
Sevilla, Francisco Mareos-Gago,
arremete contra· lá que él llama
''espantosa calamídad" (94) en derooledotes attículas contra Pida!,
Suárez
Bravo, Liniers, Busto Valldés; ,el obispo de Ségorbe, don

Fran­
cisro de

Asís
Agui'lar, contra aquel

pobre hombre que fue
el car­
denal de

Sevilla, Uuch (95), contra
el. mismo Monescillo (96) que,
{89) Ortí y Lara:, Júa.ri Manuel: La -Cien.da Cris1iana, XVII, 1881, pá­
ginas 503-'25.
(90) Ortí y Lara, Juan Manuel: La .Ciencia Cristiana, XXIII, 1882, pá~
g:inas l36-164;
(91) Ortí y Lara, Juan Manuel: La Ciencia Cristiana, XXIII, 1882, pá­
ginas 426-444 y )13-)36, y XXN, 1882, págs. 28-4).
(92) Ortí y Lara, Juan Manuel: La Ciencia C1'istiana, XXN, 1882,
págs. 127'146.
(93)· Ortí y Lara, Juan Manuel: La' Cienria Cristiana, 'XXIV, 1'882;
págs. 396-423 y 496-)1).
(94) Matees Gago Fernández, ·Francisco: Op, rit., pág. 11.
(95) Matees Gago: Fem:ández, Francisco:· Op, cit., págs.· 280, 281, 286,
306. 334, 339, 340, 341; 342, 346, 347.
(96) Sano
de Diego,
Rafael María:
Op. 439
Fundaci\363n Speiro

FJl:ANctsco fOSE FERNANDEZ DE LA CIGO~A
a su vez, iba a chocar con-sq. sufragáneo - en . Menorca,. el integrista
Manuel Mercader (97).
También gran
polemista, el mágistra! de Sevilla, Roca y Pansa,
incondicional asimismo de
Nocedal, puso en verdaderos

apuros al
cardenal de To'ledo, Sancha, que sólo. gracias a
la intervención ro­
mana impooiendo

silencio
ál canónigo

pudo
librarse de ataques tan
duros como inteligentes (98). Sancha, que acabó sus días en abierta
militancia

antiinregrista, debía a
Cándido Nocedal
la
libertad cuan­
do
los incidentes

del sonado
"dsma de

Cuba".
Si sacerdotes
y laicos andaban a la greña otro tanto puede de­
cirse
dci los

obispos.·
Hemos mencionado la polémica de Sancba con
Splnola. Podrían

añadirse
v8"ias· más.

El benedictino obispo de
DaÚlia, José

Serra, replica
pú!:,!icamenre al
de
Terudl que
había
atacado
a Nocedal

(99). El obispo de Barcelona
prohíbe que
se
publique la
carta del obispo de Daulia en su diócesis (100). Cosa
que
naturalmente: no queda.· sin
réplica
· por p8"te del belicoso obis­
po
in p-,,rtibm mfidelium (101). No fue Serra el único obispo al
qhe Urquinaona prohibía imprimir sus cartas en la diócesis barce­
lonesa.

El de Osma corrió
la misma suerte (102). Y siempre poi<
que se apoyaba a Nocedal. El cuál tomó cumplida venganza de
Urquinaóna
al difundir
la
''c•rta reservada"
de León XIII a los
(97) Sanz de Diego, Rafael María: Op. di., pág. 283.
(98) (Roca Ponsa, José): Observadones que el capitulo XIII del Opús­
cit/o .del señor cardenál 'Sancha, ArzobiJpO de Toledo, ha ir1Spirado a un du­
dadan-o español, Sevilla, Imp. de Francisco de P. Díaz, 1899. Cfr.; sobre
CStp, Andrés Gallego) Jo.Sé·: Op. ciJ., págs: 166-175, y Benavides Gómez, Do­
mingo: Op. cit., págs. 169-175. De la obra de tan e:rtraoldinario polemista,
dejando
aparté artkulós de pi!riódicos y revistas, podemos resaltar: l!l señor
Licenciado
Lorenzo

y
Gartia ante la fe y la razón, Las

Palmas,
1879 (aún
eia Roca

canónigo
léctoral-de Canarias); El Congreso- de Burgos y el Li­
beralismo, Sevilla, 1899; ¿Se puede en conciencia pertenecer a/"-partido Ji~
beral-con.rervmi01"?; El Magistral de. Sevilla: ¿Cuál es el mal mayor y cual es
el mal menor?, Bilbao, S. A. (1912).
(99) Benavidés
Gómez; Domingo: Op. cit;,-págs. 74--75.
(100)- Beiiavides G6mez: Doniingo: Op:-cit., pág.-75.
(101)

Benavides
Gómez, Domingo·:· op. cit., pág. 75.·
(102)
- BenaV:ides 'Gómez; Dofilingo: op: :rit.; pág. ·10: ·.
Fundaci\363n Speiro

, M UNION CATOU(:A
obispos españoles en la que mandaba la libre citcula<:ión por todas
las diócesis de los documentos episcopales. Urquinaona quedaba 19,
talmente desautorizado.·
,j ·Ni el Primado se' libraba de est<>s ,ataques de todos contra. todos.
A los ya
mencionados

de
Roca y Ponsac ( 1-03) y a su polémica con
Spínola, · santo

varón que casi sin
entera vio desautorizado·
po¡­
Roma, podemos añadir el . libro del' extraño sacerdote carlista Jo-«i
Domingo Corbató (104) ó el' resonante tliscutso de Brañas. en el
Congreso Católico de Burgos en apoyo ,de. Spíno!a que arrancó es­
truendosos aplausos, más que en honor de Brañas, contra el car~
dena! de Toledo (105). No fue Sancba buen compañero, pues tam­
bién se prestó a actuar en Roma, por ruenta del Gobierno, contra el
obispo

de Barcelona, Morgades (106), el gran perseguidor del in­
signe poeta Jacinto Verdaguer (107), y sus críticas al anciano
car­
denal

Monescillo,
al que iba a suceder en Toledo, no son un modelo
de buen
gusto ni de caridad cristiana (108). Más bien parecen de­
latar una saña enfermiu contra el Primado. Tanta burda delación,
el aprovechar el más mínimo motivo para quejarse de Monescillo
dice muy poco en favor de este obispo, que parecía
verdadera.mente
obsesionado por desacreditar a un hombre de mucha más talla que él.
A este punto habíamos llegado en la división no sólo entre los
católicos sino también entre los obispos. Las gravísimas acusaciones
del cardenal Payá contra el obispo de Daulia (109) entran en esta
tónica.
(103) Véase nota número 98.
(
104) Corbató,
José Domingo:
Los consejos del cardenal Sane ha o
apo/ogia católica del carlirmo, 2.1 edición, Barcelona, Imp. de Francisco J.
Altés, 1899.
(105) Andrés Gallego, José: Op. di., págs. 170-171; Benavides Gómez.
Domingo: Op. ril., pág. 177.
(106) Andrés Gallego, José: Op. cil., pág. 229.
(107) Arb6, Sebastián Juan: La vida trágfra Je Mosén /""inlo Verda­
gue,, Planeta, Barcelona, 1970.
(108) Saru: de

Diego, Rafael María: Op.
di., págs. 90, 314, 316, 318,
321 y 371.
(109) San> de Diego, Rafael Maria: Op, dt., pág. 278.
441
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE PEllNANDEZ DE LA ClGORA
Concluyamos. F.sta ttiste., situación. de _la .. Iglesia ~y _ la política
no era mejor

después
.de 1a .m:u.ette: de Cánovas-, fue a nuestro en7'
tender consecuencia, en gran parte, del fracaso de la . unión de los
católicos. Una ocasión
perdida más

para rectificar
la torcida anda­
dura de
nuestra patria.

Y
esta vez: el fracaso no se debió a un, rey
felcSn, a

un
gdlpe de estado liberal o a la derrota en el campo de
batalla. Fue la propia
intapacidad de

los católicos
para organiza y para dirimit sus. rencillas lo que llevó al traste una vez más la
posibilidad de .. regeneración.
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