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Número 431-432

Serie XLIII

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San Agustín y la degradación moral del mundo tardorromano: Enseñanzas para el tiempo presente

SAN AGUSTÍN Y LA DEGRADACIÓN MORAL
DEL MUNDO TARDORROMANO:
ENSEÑANZAS PARA
EL TIEMPO PRESENTE
POR
SANTIAGO CANTERA MONTENEGRO, O.S.B.
y
ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE LA PENA
SUMARIO: l. LA AMBICIÓN TERRENAL.-2. EL VACÍO ESPIRITUAL: 2.1. La idolatría del
paganismo, incapaz de satisfacer al hombre; 2.2. La búsqueda errada de un
sentido de la vida.-3. LA INSUFICIENCIA INTELBCTUALISTA.--4. LA CORRUPCIÓN DE
coSTUMBRES: 4.1. Desenfreno sexual y burdos espectáculos; 4.2.· Exaltad6n de
la homosexualidad; 4.3. Ruptura del matrimonio y de la familia; 4.4. In­
cremento de los suiddios.-5. CONFUSIONISMO Y DESORDEN NATURAL Y MORAL.-
6. EL TRIUNFO FINAL DE CRISTO.
El valor del pensamiento y de la obra de San Agustín es
pern1anente y sie1npre actual, incluso en 11luch_os aspectos que
podrian parecernos, a prilnera vista, simples datos históricos
de su época. Así, co1no testigo de la crisis de civilización vivi­
da en el mundo tardon·o1nano, 11os ha transmitido en varios de
sus libros noticias de un inestimable interés para conocer la
situación que describe, pero además aporta sus juicios sobre
los hechos y los rasgos de la misma. De este modo, nos es
posible establecer no pocas relaciones y abundantes paralelis­
mos entre los elementos de aquella crisis de civilización y los
de esta otra que (¿por qué ocultarlo?) sufre hoy el mundo occi­
dental.
Aunque hagan1os referencia ~ va1ias de sus obras, nos fijare­
mos principalmente en el riquísimo tratado De civitate Dei, que
Verbo, núm. 431-432 (2005), 75-116.
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SANTIAGO CANTERA MONTENEGRO, O.S.B. y ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE LA PENA
es donde recoge mayor número de datos al respecto (1). Escrito
entre
_los años 413 y 426/427, como respuesta apologética del
cristianismo frente a las criticas venidas desde el paganismo a raiz
de saqueo de Roma por los visigodos de Alarico
en 410, San
Agustln se propuso demostrar en él que los males que estaban
padeciendo el Imperio Romano y la propia "Ciudad Eterna"
no
se debían a la religión cristiana, sino a la degradación n1oral a
que había conducido la antigua religión romana y, en general, a
toda la corrupción de costumbres provocada asimismo
por otras
causas más.
Consideramos que es posible extraer toda una serie de ense­
ñanzas para el tiempo presente y la actual crisis de la civilización
occidental, a partir de
la expedencia vivida por el Imperio Ro­
mano, tal como San Agustín nos la ha transmitido. Entonces será
posible comprender mejor también la fuerza renovadora del
cris­
tianismo católico frente a una sociedad decadente. No obstante,
hoy nos encontramos con una realidad sin duda más grave: en
aquel tiempo, el cristianismo era la fuerza que iniciaba la cons­
trucción de una nueva civilización, ante un inundo pagano que
agonizaba; ahora, sin
·embargo, el mundo europeo, y el occiden­
tal de forma más amplia, han optado por una apostasía más o
menos abierta, renegando del mensaje de Cdsto, que fue el que
les dio vida.
(1) A esta obra, los dos autores hemos dedicado hace poco otro traba­
jo conjunto:
"El tratadci De clvltate Dei y la interpretación agustiniana de
la Historia", en Arbll. Anotaciones de Pensamiento y Críttc_a (Revista virtual,
por Internet: www.arbil.Org), núm. 76 (diciembre 2003). En cuanto al texto de
la obra, manejamos la edición bilingüe latín-español de la Biblioteca de
Autores Cristianos (en adelante, BAC) realizada pcir el P. Victorino Capánaga,
o.R.S.A.: SAN -AGusTfN, Obras Completas, t. XVI, La Ciudad de Dios (l.º),
Madrid, BAC, 1977 (3.ª ed.); y t. XVII, La Ciudad de Dios (2.º), Madrid, BAC,
1978
(3.ª ed.); asimismo, la anterior edición bilingüe de los dos volúmenes
en uno, preparada por el P. José Morán, O.S.A., Madrid, BAC, 1958. En ade­
lante, para ésta y otras obras del santo, citaremos De cfv. Dei o el título corres­
pondiente o su abreviatura, el libro en números romanos y el capitulo en
arábigos.
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SAN AGUSTÍN Y LA DEGRADACIÓN MORAL DEL MUNDO TARDORROMANO
l. LA AMBIOÓN TERRENAL
La raíz de la degradación moral y de la decadencia general
de la sociedad romana venía,
al parecer de San Agustín, de una
ambición terrenal, de un amor excesivo y desenfrenado de las
cosas temporales, capaz de st1scitar las peores pasiones. Es decir,
algo que hoy podemos entender como una actitud plenamente
i111Uanentista y negadora de la trascendencia de la vida, que se
contenta con la satisfacción de los deseos del sujeto, los cuales
se limitan 1neramente al á1nbito de lo terreno, sin n1ira alguna
hacia objetivos mayores.
Este ambiente lo expresa muy bien el obispo de Hipona con
las siguientes palabras:
"Mas los adoradores y amadores de esos
dioses, cuya bellaquería y maldades se glorían de imitar,
en
manera alguna procuran que la república no sea pésima y diso­
lutísitna. «Subsista ella --dicen-, florezca abundante en riquezas,
gloriosa
en victorias o, lo que es 1nás felicidad, asegurada en la
paz. ¿Y a nosotros qué? Lo que 111ás nos itnporta es que cada uno
acreciente 1nás sus riquezas, que provean a· tos diarios despilfa­
rros, por los cuales el que tenga 1nayor poder so111eta a sí a los
más ruines. Que los pobres obedezcan a los ricos por saciar su
hambre y que a su amparo gocen de
una tranquila ociosidad.
Que los ricos abusen de los pobres para sus clientelas y para
satisfacción de su fausto.
Que los pueblos aplaudan no a los ser­
vidores de sus intereses, sino a los proveedores de sus placeres.
Que no se leS 1nande cosa dura · ni se les prohiba cosa impura.
[. . .] Que abunden las muje(es públicas, así para todos los que
quisieren gozarlas corno de un 1nodo especial para quienes no
pueden tenerlas en privado. Que se edifiquen anchos y suntuo­
sos palacios¡ que .con frecuenciá. se celebren opíparos convites, y
que donde a cada uno 1nás gusto le diere o tuviere más oportu­
nidad,
de día y de noche, se juegi1e, se beba, _se invite, se gaste.
Que reine por doquier estrépito de bailes. Húndanse los teatros
al griterío de una lujuriante alegría y de todo género de placeres
bestiales y torpísimos. Que a quien
no gustare esta .felicidad, sea
tenido por enen1igo público, y cualquiera que intentare alterarlo
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SANTIAGO CANTEÍM MONTENEGRO, O.S.B. y ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE LA PE!vA
o quitarlo, apártelo la multitud licenciosa, échelo de su patria,
quítelo de
en medio de los vivientes. Ténganse por verdaderos
dioses los que pusieron
al alcance de los pueblos esta felicidad
y, una vez alcanzada, la han mantenido. Adóreseles según qui­
sieren [
.. .].'' (2).
Por lo tanto, como se puede ver, se unen varias ambiciones:
la de riquezas, la del poder, la de los placeres carnales, la de la
diversión sin medida, la del libertinaje ... Y esta situación,
que
favorece la demagogia y el ascenso al poder de quien da al
pueblo, no aquello que 1nás le conviene, sino lo que satisface
la bajeza de estas aspiraciones, conlleva también el descrédito
impuesto contra los
que se alcen frente a este desorden social,
descrédito
que puede llegar incluso a la forma de persecución
abierta.
¿Resulta extraño acaso establecer un páralelismo con la socie­
dad occidental de hoy, donde el materialismo imperante, mani­
festado
por el hedonismo y el consumismo, el ansia de ocio y
vana diversión, el pansexualis1no y la exaltación de una libertad
mal comprendida, son el caldo de cultivo de una política dema­
gógica que, bajo
la forma de democracia liberal de partidos, opta
por otorgar a sus súbditos aquello que piden sus más bajos ins­
tintos? Aún más, los responsables de esa política demagógica,
aupados
por sectores que protagonizan hoy la promoción del
desorden moral, colaboran de lleno
en la transformación mental
que se está produciendci en la civilización occidental a través de
los 1nedios de comunicación, de tal n1odo que a un nún1ero cada
vez mayor
de personas le va111)areciendo nor1nales hechos como
el crimen del aborto, la homosexualidad, etc. Incluso políticos
que se consideran católicos llegan a sucu1nbir ante esta situación
y se les puede ver dech·, como hicieron varios responsables del
"Partido Popular" en Espaüa cuando ya hace aüos se planteó aña­
dir el cuarto supuesto
en la legislación abortista, que no parecía
oportuna la ampliación
por la "inexistencia de una demanda
social en el 1nomento". ¿Es 1nás hnportante esa "demanda social"
que la firmeza en unos principios? Posiblemente por eso mismo
(2) De cív. Dei, II, 20.
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SAN AGUSTÍN Y LA DEGRADACIÓN MORAL DEL MUNDO TARDORROMANO
no hic_ieron fiada, en sus cuatro ·años de gobierno con 1nayoría
absoluta, para derogar tal legislación introducida por el "Partido
Socialista".
San Agustín recuerda en varias ocasiones cómo la soberbia,
la ambición y la avaricia están en la raíz de todos los demás
males y pecados, tal como enseña
la Sagrada Escritura. En efec­
to, "el principio de todo pecado es
la soberbia; y el principio de
la soberbia del hombre es apartarse de Dios" (3). Y citando a San
Pablo, el obispo
de Hipona recuerda que "la raíz de todos los
males
es el amor al dinero" y que debemos tener presente que
"nada trajimos al mundo" y "nada podremos llevarnos" (4). Tam­
bién da a entender que el imperialismo romano fue fruto funda­
mentalmente de la ambición de gloria y
de riquezas, y que ésta
es la
que motiva las guerras injustas (San Agustín es uno de los
primeros teorizadores cristianos de la "guerra justa") (5).
"Es este
apetito de dominio el
que trae a mal traer y destroza a la huma-
nidad" (6).
.
¿Qué decir, a este respecto, de nuestra sociedad capitalista
actual, que del dinero ha
hecho un ídolo, por el cual se suscitan
envidias, deseos de ascender en la vida a cualquier precio y de_
la manera que sea, y que es el que regula poderosamente la gran
economía a todos los niveles? ¿Qué decir
de nuestra sociedad
liberal,
que en la política partitocrática fomenta las mayores an1bi­
ciones de poder, pOr enchna de todos los pi.incipios y valores, de
tal modo que en la práctica se considera lícito el engaño electo­
ral, el insulto abierto y
la calumnia, y que elimina de la palestra
a todo_s aquellos personajes y grupos que atnenazan con ad­
quirir un cierto apoyo popular con el que resten estabilidad al
siste1na?
Todo esto nace, pues, de la soberbia, de un desmedido amor
de sí misn10, de la egolatría; y de ahí St1rgen la a1nbición, la ava­
ricia, la lujuria, etc. Es decir, todo aquello
que hace referencia a
(3) Eccli. 10, 14-15.
(4) I Tirn. 6, 7-10; De dv. Dei, I, 10.
(5) De clv. Dei, lll, 10 y 14.
(6) De clv. Dei, III, 14.
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SANTIAGO CANTERA MONTENEGRO, OSB. y ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE LA PENA
una ambición de lo terrenal, olvidando y hasta despreciando las
realidades eternas a las que el hombre está constitutivamente lla­
mado. Para el santo
de Tagaste, en virtud de su libre albedrío, el
ho1nbre puede elegir entre amar a Dios o an1arse a sí 1nismo:
Dios es el Bien Sumo, así que si el ho1nbre escoge a Dios, esco­
ge el Bien; por el contrario, si por soberbia escoge el pecado,
entonces
escoge el mal. Y es así como "dos a1nores han dado
lugar a dos ciudades: el amor de sí mismo hasta el desprecio de
Dios,
la terrena; y el amor de Dios hasta el desprecio de sí, la
celestial. La primera se gloria en s! misma; la segunda se glo1ia
en el Señor" (7). Ambas existen tanto en el mundo angélico como
en el humano (8), pero en éste se ven además diferenciadas por
el modo de vida: "una, la de los hombres que quieren vivir según
la carne, y otra, la
de los que pretenden seguir el espiritu" (9).
Nacen así las dos ciudades, la de Dios y la terrena, separadas en
el mundo angélico y entremezcladas (permixtae) en el humano
hasta d Juicio final. La soberbia se constituye en el origen de la
"Ciudacl terrena", lla1nada ta1nbién "del diablo" o "Babilonia terre­
na". La humildad, en cambio, fundamenta la "Ciudad de Dios" o
"Cele.stial", la "Jerusalén celeste".
Hay que añadir que San Agustín advierte: "no vaya1nos a
sobrestin1ar la felicidad terrena, que con frecu~ncia se concede a
los malos L .. ], ni tampoco la lleguemos a tener como algo detes­
table, puesto
que vemos cómo muchos hombres religiosos, ado­
radores del único Dios verdadero, la
han disfrutado en abundan­
cia pese a la oposición de los demonios"; lo
que hay que hacer
es pedir. los bienes temporales a Dios, que es su Dador, y no a
los espíritus malignos. Así, "la felicidad verdadera y segura en
sumo grado", tanto en este inundo co1no en la vida eterna, "la
alcanzan, ante todo, los ho1nbres de bien que honran a Dios, el
único que la puede conceder" (10).
Indudablemente, la decadencia del Imperio Romano, espe­
cialn1ente tnanifiesta en realidades co1no el a1nbiente bastante
80
(J) De dv. Dei, XIV, 28.
(8) De dv. Dei, XIY, 13.
(9) De civ. Dei, XIV, 1.
(10) De dv. Dei, 11, 23.
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SAN AGUSTÍN Y LA DEGRADACIÓN MORAL DEL MUNDO TARDORROMANO
extendido de degradación moral y com1pción de costumbres, era
la consecuencia lógica,
en 1't visión agustiniana, de la implanta­
ción más depravada
de la. "Ciudad te1Tena". Desde nuestra pel'Sc
pectiva católica actual, podemos decir lo mismo con relación a la
situación
ele hoy.
2, EL VAdO ESPIRITUAL
2.1. La idolatría del paganismo,
incapaz de satisfacer al hombre
A una situación. de degradación moral sólo es posible llegar
cuando se
han puesto todas las miras únicamente en las realida­
des terrenales y se
han dejado ele lado las espirituales, que son
las que más ennoblecen al hombre. Esto em. algo evidente para
San Agustín.
Ahora bien, en gran 1nedida, tal evolución podía ser la con­
secuencia lógica -y en la mente del santo doctor lo era-, ele la
insatisfacción espiritual que la antigua religión pagana romana
producía
en el. ho1nbre, más aún cuando eran esas 1nis1nas creen­
cias y prácticas
las. que alentaban la búsqueda exclusiva ele bie­
nes temporales. Parn el santo obispo, por lo tanto, los males que
Roma estaba entonces padeciendo a manos de los bárbaros no
provenían de haberse abandonado el culto a sus antiguos dioses,
sino que más
bien la falsedad de éstos era el motivo auténtico de
esas desdichas (11). Más aún, quienes se ocultaban detrás de
tales dioses eran · demonios, que anhelaban recibir el ho1nenaje
de los hombres, pero luego, como artífices del engaño, no devol­
vían a éstos lo correspondiente
¡Jor su tributo, sirio ·desgracias.
Profundamente romano, San Agustín conocía a la perfección
la religión romana y las historias mitológicas de sus dioses, lo
cual le permitía satirizar abun.dantemente
sobre ellos, al demos-
(11) Aborda todo esto principalmente eri los diez primeros libros o primera
parte de De dv. Dei.
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SANTIAGO CANTERA MONTENEGRO, O.S.B. y ALEJANDRf! RODRÍGUEZ DE·LA PEÑA
trar que era algo absurdo y ridículo (12). Asi, muestra su capaci­
dad para el humor al escribir: "Preguntemos, si place, a qué dios
o a
qué dioses, de entre tanto tropel de divinidades a que rinden
culto los romanos, creen ellos asignar la grandeza y conservación
del Imperio. No creo que en obra tan gloriosa y tan digna osen
atribuir algunas partes a la diosa Cloacina, o a Voluptia, asi lla­
mada de
voluptate, el deleite; o a Lubentina, nombre derivado de
libido; o a Vaticano,
que preside los vagidos de los infantes; o a
Cunina, que cuida de sus cunas. ¿Cuándo podré mencionar en un
solo lugar de este libro todos los nombres de los dioses o diosas
que ellos apenas pudieron encerrar
en grandes volúmenes, se­
ñalando a los dioses oficios particulares para cada cosa? Ni se
conformaron con encomendar el oficio de los campos a
un solo
dios ( ..
.]" (13).
La reférencia agu·stiniana a ClÓacina tiene especial ironía, pues
era una antigua diosa itálica del matritnonio, de
la que se encon­
tró una estatua en la Cloaca Máxima de Roma, por lo que recibió
ese no1nbre Y práctican1ente se aSodó a Venus. Reahnente, el
absurdo y hasta la inmoralidad a la que podía llegar la religión
ron1ana eran extretnos, pues. incluso un oficio co1no el de los
ladrones, como es sabido, contaba con su dios particular: Caco
(Cacus), del cual deriva el apelativo "cacos" que los "profesiona­
les" del hurto reciben. Y Caco,
por cierto, tenia una hennana, Caca
(Caca), aunque su nonlbre parecía prestarse 1nenos a la bro1ila en
latín que en castellano, si l?ieri también existía en la lengua de los
romanos el verbo caco, referido a la necesidad fisiológica que nos
podemos imaginar. Quizá puedan resultar al lector
un tanto atre­
vidos y poco serios estos comentarios, ¡:,ero con ello queremos
simplemente resaltar el absurdo del paganismo antiguo que criti­
caba San
Agustín, teniendo en consideración además el tipo de
sátiras que él mismo hacia, y sin olvidar asimismo
que en otros
pasajes del tratado
De civitate Dei el santo doctor muestra un espe­
cial sentido del
buen humor con este tipo de chanzas (14).
82
(12) Así, .sobre todo, De cJv. Dei, IV, 8-11.
(13) De dv. Dei, IV, 8.
(14) Así, De civ. Dei, XIV, 24.
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SAN AGUSTÍN Y LA DEGRADACIÓN MORAL DEL MUNDO TARDORROMANO
Además, co1no indicatnos, el paganismo ·sólo podía ofrecer
expectativas terrenales, lo cual
no era capaz de satisfacer las
aspiraciones más profundas del hombre: a los dioses
no se les
podía pedir la vida eterna, pues su campo de acción estaba
linlitado a cosas temporales concretas¡ y si ni siquiera en éstas
era segura su protección, ¿cómo podrían garantizar la eterni­
dad' (15).
Por otro lado,
como volveremos a referir 1nás adelante, el
obispo
de Hipona atacó también los relatos mitológicos greco-
1Tomanos por los malos ejemplos que en .ellos se ofrecían a los
hombres:
lejos de ser un modelo de. ilnitación, los dioses a los
que se rendía culto eran un conjunto de adúlteros, fornicadores,
raptores
de 1nuchachas, ladrones, embaucadores, asesinos, aue­
les con los hombres, interesados, egofstas ... ¿Qué podía esperar
Roma
_de ellos? Se hacia evidente que, si Roma había gozado en
otros tiempos de prosperidad, había sido gracias a los dones que
la Providencia del Único Dios le había concedido y a las buenas
costumbres que ciertamente se habían desarrollado al menos
entre una parte importante de la sociedad romana; si ahora pade­
cía males, la causa
no podía hallarse en la irrupción del cristia­
nis1no, sino
en la pervivencia de aquel paganistno que daba culto
a los demonios bajo
la forma de dioses, y en la corrupción de las
costumbres, la cual
había comenzado a producirse en realidad ya
antes del Nacimiento de Cristo.
Para San Agustfn, el origen
de la idolatria viene de los peca­
dos,
por los cuales se produce el engaño del alma, "cuando se
busca lo verdadero, dejando
y descuidando la Verdad" (16).
Comentando las opiniones
de Varrón, afirn1a que la idolatría
¡Jagana es una creación humana, a diferencia de la verdadera
religión, que es la cristiana,
la cual tiene un origen divino velidi­
co (17). Pero, vuelve a señalar, los demonios se aprovechan de
tal creación hu1nana para recibir culto ellos mismos: los dioses
(15) De civ. Dei, VI, 1.
(16) De vera religione, 36; 1nanejamos la edición bilingüe de las Obras
Completas,
t. IV, Obras apolog~tfcas, edición preparada por varios autores,
Madrid, BAC, 1962 (3.• ed.), págs. 3-203.
(17) De civ. Dei, VI, 4.
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SANTIAGO CANTERA MONTENEGRO, O.S.B. y ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE LA PEÑA
falsos son "dioses que fabrica el hombre" (18), son "simulacros
inmundos
y demonios perniciosos o, a lo sun10, criaturas, no el
Creador" (19).
Una religión terrenal, que
de la ambición y de los vicios hacía
normas de conducta
y que olvidaba los fines eternos del ser
humanal sólo podía causar Vacío espiritual, insatisfacción y desa­
sosiego, a la vez
que desgracias 1nateriales.
¿Qué decir
de nuestro Occidente actual que, habiendo cono­
cido el mensaje
de Jesucristo, ha decidido abandonarlo para vol­
ver a
un nuevo paganismo que adora el dinero, el poder, el pla­
cer carnal
y otros ídolos? ¿Qué decir también de la idolatría
nacionalista, que desplaza a Dios para convertir a
una nación (y
que para colmo muchas veces no es nación, sino digna región
integrada
en una Patria común) en una divinidad absoluta y
excluyente? El ai1nen del Occidente actual es singtdarn1ente
grave, porque ya no se trata de un simple paganismo, sino de
una apostasía. Y como todo culto idolátrico y toda apostasía, no
puede acabar trayendo sino insatisfacción de las inquietudes 1nás
profundas del l101nbre, a la par que 1nales incluso en el aspecto
material, en la esfera de lo terrenal.
2.2. La búsqueda errada de un sentido de la vida
Ese vac!o espiritual, esa insatisfacción en la respuesta a las
grandes preguntas
que el ser humano siempre se ha planteado,
esa ausencia
de una vida interior que as¡Jira a superar la corrup­
tibilidad de la realidad presente, llevó a numerosos romanos,
co1no
hoy a 1nuchas personas del Occidente, a buscar un senti­
do de la existencia en otras creehcia:s y prácticas religiosas o
pseudorreligiosas. Esto fue algo cada vez más patente
en la época
histórica del Imperio, sobre todo desde el siglo II d. C., de la
mis1na tnanera que en nuestro tiempo lo ha sido fundamen­
talmente desde los años
6o del siglo xx.
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(18) De dv. Del, VIII, 23.
(19)
De dv. Dei, VI, Prólogo.
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SAN AGUSTÍN Y LA DEGRADACIÓN MORAL DEL MUNDO TARDORROMANO
Tal co1no en nuestros días, una de las escapatorias que
entonces se buscó fue la astrología, la magia y la superstición.
Según los astrólogos, nos explica San
Agustín (20), por las cons­
telaciones se
puede predecir el futuro de las personas, y de ahí
la realización de prácticas adivinatorias diversas. Hay
que adver­
tir, de todas fonnas, que los augurios eran ya un elemento cotnún
dentro de la antigua religión ro1nana, pero que en la crisis del
inundo clásico se acentuaron.
El santo doctor, frente al determinismo y al fatalismo astral,
hace
una defensa de la libe1tad del hombre y de la Providencia
divina y de1nuestra con varios argumentos el absurdo de la astro­
logía. Asi, recun-e a los casos de los gemelos y mellizos, que en
la evolución de sus vidas llevan cantinos diferentes (21). También
advierte que,
si el hombre está destinado desde que nace, como
dicen los astrólogos, sin embargo
es un hecho cierto que para
algunas cosas elige libremente fechas concretas (22).
No
ruega San Agustín qué a veces atinen en sus adivinacio­
nes, pero indica que "es razonable creer que cuando los astrólo­
gos dan no pocas respuestas sorprendentemente verdaderas, lo
hacen por una secteta inspiración de los
1nalignos es11íritus1 que
ponen buen cuidado en infundir y acreditar en los espíritus hu­
manos estas falsas y perniciosas creencias de la fatalidad astral y
no valiéndose de un cierto arte de señalar y examinar el horós­
copo, porque tal arte
no existe" (23). Por lo tanto, igual que hoy,
todo este tipo de prácticas pseudorreligiosas degeneran con bas­
tante frecuencia en· formas más o 1nenos claras de satanismo y,
como advierte la Iglesia Católica, debe guardarse sumo cuidado
de no acudir al esoterismo, la 111agia1 la astrología, etc., ¡Jorque
con frecuencia son Satanás y sus ángeles caídos los que aprove­
chan
la ocasión para ganar adoradores y siervos. Para el obispo
de Hipona, resulta evidente
que detrás de la hidr01nancia, la
rtigromancia y la adivinación por métodos similares, se hallan los
(20) De dv. Dei, V, 2-6.
(21) De dv. Dei, V, 2-6.
(22) De civ. Dei, V, 7.
(23) De civ. Dei, V, 7.
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SANTIAGO CANTERA MONTENEGRO, O.S.B .. y ALEJANDRO RODR!GUEZ DE LA PEÑA
de1nonios1 e invita a tener .otra actitud: "quien no desee hacer
alianza con los 1nalignos den1onios,
no teina la perniciosa supers­
tición con que
son honrados; antes bien, reconozca la verdadera
religión,
por la cual son puestos en evidencia y vencidos" (24).
Hay
que añadir que nuestro autor no habla de cosas que des­
conoz~a,
pues en su juventud, cuando se encontraba en ple11a
búsqueda de la Verdad por caminos errados y se inclinó por el
1naniqueísn10, pasó
una época ta1nbién de interés por la astrolo­
gía y se entregó a ella (25). Esto lo hizo a pesar
de los avisos
paternales
que frente a ella le hicieron el procónsul Vindiciano y
su querido amigo Nebridio, quienes ya le adelantaron
que los
adivinos eran
unos personajes que vivían del engaño y que,
cuando acertaban,
no se trataba más que de simple casualidad.
Más tarde, acabaría cayendo en la cuenta de las falsedades del
1naniqueís1no.
_y de las creencias y prácticas astrológicas que le
acompañaban,
y lo hizo en buena medida gracias a los estudios
de los astrónon1os, ·quienes sin embargo incurrían en otros erro­
res
por soberbia (26). En cualquier caso, lo que ahora nos impor­
ta aquí es considerar que fue l_a Astronomía científica la que_ en
parte abrió los ojos a San Agustín, y que no deja de ser paradó­
jico
que hoy, en una época. cientificista hasta el extre1no, haya
tantos occidentales
que vivan pendientes del horóscopo y de
absurdos mágico-astrológicos. NC? _obstante, también es verdad
que este cientificismo es sin duda un causante notable de una
actitud de cansancio de 1nuchas personas ante las linritaciones
reales de la
Ciencia, así que la exaltación idolátrica de ésta es
terriblemente peligrosa para ella.
En cuanto a la magia, el "Doctor
de la Gracia" arremete igual-
1nente. contra ella, habla
de su _itnpiedad y recuerda que, ya antes
del cristianismo,
hubo en Roma ciertas leyes para la prohibición
de algµnas de sus prácticas; también considera que son los de-
(24) De clv. Dei, VII, 35.
(25)
Así Jo refiere en las Confessiones (en adelante, Con!.), IV, 3; manejamos
la edición bilingüe de las Obras Completas, t. II, Las Confesiones, Introducción y
anotaciones del P. Ángel C. Vegá, O.S.A., Madrid, BAC, 1946.
(26) Con!., V, 3. También su a1nigo Fermín le demostró lo falso del fatalis­
mo astral,
como refiere en Coni, VII, 6.
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SAN AGUST!N Y LA DEGRADACIÓN MORAL DEL MUNDO TARDORROMANO
monios los que se aprovechan de las artes mágicas, de la hechi­
ceria y de los encantamientos para engañar a los hombres y obte­
ner adoradores
y. esclavos (27). "Si. a Porfirio le parece que los
hombres fabrican
en la tierra poderes idóneos para llevar a cabo
varios efectos, y esto lo hacen por medio de hierbas, piedras y
animales,
por ciertos sonidos y voces, figuras y representaciones,
por observación de los movimientos de los astros en el giro del
delo, todo esto pertenece a -esos misn1os demonios embaucadq­
res de las almas a ellos sujetas L .. ]" (28). Una vez más, pues, nos
refiere la estrecha conexión existente, igual
que sucede hoy,
entre el satanis1no y el esoterismo en sus diversas modalidades:
astrología, adivinación, magia,. ocultismo, espiritistno y parapsi­
cología, superstición, etc.
En fm, en la búsqueda errada de un sentido de la vida, anhe­
lando unos planteamientos y unos objetivos espirituales, el mundo
romano de la
época del Imperio, y sobre todo a medida que
avanzaba su decadencia, conoció la difusión de lo que se cono­
ció co1no "cultos mistéricos", así como _otras tendencias .filosófi­
co-religiosas
que 1nezclaban ele1nentos varios y prácticas 1nás o
1nenos
'ocultas, como fue el cáso del ya mencionado maniqueís­
mo y del gnosticismo. Los cuales influyeron no poco en algunos
grupos cristianos, ya que, en su sincretis1no, adoptaban y adulte­
raban componentes del aistianismo. Es decir, algo bastante se­
mejante a lo que sucede
hoy en bastantes corrientes que incluso
se 1nueven en el seno del catolicis.1no, y algo shnilar a un eru­
menismo que, olvidando las verdades de la fe católica, cae fre­
cuente1nente en errores sincretistas y en un relativismo.
Más
adel;lnte nos referiremos a alguna de estas religiones
1nistéricas, concretamente la dionisíaca;
al hablar de la _com1pción
de costumbres, pues San Agustín aporta algunos datos de singu­
lar interés. Ahora simplemente recordaremos
que entre estos cul­
tos, los principales fueron el de Dioniso-Baco, de origen griego;
el de !sis, de procedencia egipcia; el de Mitra, de
rafees persas; y
otros como el de Cibeles, etc.
El exotismo, el ambiente de miste,
(27) De civ. Dei, VIII, 19 y X, 8 y 11. .
(28) De civ. Dei, X, 11.
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SANTIAGO CANTERA MONTENEGRO, O.S.B. y ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE LA PEÑA
rio, los ritos de iniciación, el secretismo, etc., caracterizaban por
lo general a estas corrientes, que ofrecían unas respuestas semi­
mlsticas al vacío espiritual
de la sociedad del momento.
No resulta nada alejado de aquella realidad establecer
un
paralelo con lo que hoy podemos observar en la difusión de reli­
giones y de
sectas diversas, entre ellas las neognósticas, las de
cultos
druídicos y neopaganos, etc., y muy principalmente las
venidas del Extremo 01iente, tanto derivadas del hinduismo, como
del
budismo; si bien en los años 60 y 70 predominaron las de
ralees hindúes y sin que hayan desaparecido, hoy gozan de
111ayor éxito otras vinculadas al budismo, sobre todo al la1naísn10
tibetano y al· Zen japonés. No obstante, lo sorprendente es la
adn1ii·ación y el entusiasn10 que suscitan incluso en el seno de
comunidades parroquiales y religiosas, e incluso, dentro de éstas,
en algunas monásticas. No debemos olvidar, por otro lado, la res­
ponsabilidad
que en su difusión por Occidente han tenido y tie­
nen bastantes personajes del mundo del espectáculo, quienes,
llevados de
una insatisfacción ante el materialismo que les cir­
cunda, acuden a
estas religiones y

· sectas.
Y, por otro lado, la
insatisfacción que también acaban creando estas conientes, ade-
1nás del negocio.oscuro que acompaña a-nu1nerosas sectas, llevó
y lleva a muchos a tenninar en el mundo de las drogas, del sa­
tanis1no, en el suicidio, etc. Y· ya que hacetnos -mención del sata­
nismo, hay que advertir que está experimentando un nuevo auge
y una proliferación de sectas, generalmente de alto peligro social
y compuestas por miembros de
buena posición; algunas de ellas,
por cierto, incluso toman nombres relativos al culto de !sis.
Tamb.ién debemos tener
en cuenta el alza de prácticas brnjeriles.
En definitiva, el engaño de los actuales cultos mistéricos no es
menor
que el de los antiguos (29),
(29) Es de un gran interés el libro del P. José María VERUNDE, /La] Experien­
cia prohibida. Del ashram a un monasterio, Burgos, Monte Carmelo, 2003. El
autor, hoy religioso -católico y sacerdote, describe su periplo por las religiones
orientales hasta su redescubrimiento
de la Verdad en la fe católica, y asimismo
explica las diferencias y las incompatibilidades doctrinales y
místicas existentes
entre las
primeras y el cristianismo. En ·cierto modo, la obra es una especie de
Confesiones agustinianas modernas, aunque en forma de diálogo b entrevista y
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SAN AGUSTÍN Y LA DEGRADACIÓN MORAL DEL MUNDO TARDORROMANO
3. LA INSUFICIENCIA INTELECTUALISTA
Todo este panorama de predominio materialista y de vacío
espiritual, frente al cual
mt1chas personas buscan un sentido de
la vida en opciones igualmente falsas, se ve completado en el
plano del pensamiento intelectual
por ciertas formas de intelec­
tualismo, desde lo
que podríamos denominar un "intelectualismo
laicista", es decir, el intento
de hallar y ofrecer unas respuestas
que, lejos
de cualquier postura religiosa, se funda1nenten única-
1nente sobre bases racionales y científicas, hasta otro· intelectua­
lismo más abierto a
la realidad de lo divino e incluso a la expe­
riencia religiosa del hombre. En el tiempo de San Agustín, esta
insuficiencia se manifestó
en las escuelas filosóficas del mundo
grecorromano. El propio autor lo conoció en su vida, dado que
sien1pre estuvo ca1ninando
en un proceso de incansable búsque'­
da de la Verdad, hasta que finahnente la encontró en el Dios
cristiano.
Por lo que respecta, en pritner lugar, a las tendencias 1nás
propian1ente materialistas, el santo doctor aborda
una crítica de
las doctrinas de vatios filósofos griegos y de sus escuelas, como
Tales, Anaximandro, Anaxítnenes, Anaxágoras, Diógenes y Ar­
quelao: si bien les reconoce sus 1néritos intelectuales, a que todos estaban equivocados por ese materialismo, ya que
situaban el principio del
mundo en algo natural (30).
Por
su parte, el obispo de Hipona nos cuenta en sus Confes­
sionPs que, ante su propio pués de haberlo abrazado durante una etapa de su vida (si bien
nunca llegó a adquirir la catego1ia de "electo"), se inclinó hacia
una postura filosófica más bien de tipo materialista, tal como
menos extensa. Resulta muy recomendable para jóvenes y pérsonas que se hallan
en peligro de ser captadas por sectas de tipo oriental y para aquellos que ya han
caído en ellas. Por otra parte, en la ya mencionada revista virtual Arbil, uno de
nosotros ofreció un pequeño artículo,'"Ríesgos de las •técnicas orientales•: breves
notas aclaratorias".
(30) De civ. Dei, VIII, 2.
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SANTIAGO CANTERA MONTENEGRO, O.S.B. y ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE LA PENA
era el escepticismo académico (31), que abandonaría más tarde
cuando optase con mucha mayor decisión por el platonismo. Es
1nuy interesante tener en consideración el argumento que ofrece
en De dvitate Dei contra el escepticismo filosófico y que también
presenta en algunas obras 1nás. Siglos más tarde, pero sin querer
reconocerlo explicitamente para asi pretender apropiárselo como
un descubrimiento racional propio, lo. recogió Descartes en su
Cogito, ergo sum. San Agustin lo expresa del siguiente modo: "si
1ne engaño, existo; ¿có1no 1ne puedo engañar sobre la existencia,
siendo tan cierto que_ existo si 111e engaño? [. . .] Pues conozco que
existo, conozco también esto mis1no1 que me conozco. [. . .] Pues
no me engaño de que amo" (32). Sólo un poco antes, en el
mis1no capítulo, afirtna que los hombres ."existhnos, conocemos
que existilnos y _atnrunos el ser así y conocerlo". Semejante plan­
teamiento ofrece el santo de Tagaste en De Trinitate: "¿quién
dudará que vive, recuerda, entiende, quiere, piensa, conoce y
juzga?; puesto que si duda, vive; si duda, recuerda su duda; si
duda_, entiellde que duda; si duda, quiere estar cie1to; si duda,
piensa¡ si duda, sabe
que no sabe; si duda, juzga que no convie­
ne asentir te1neraria1nénte. Y aunque dude de todas las demás
cosas, de éstas jamás debe dudar; porque si no existiesen, seria
imposible la duda" (33). En el mismo tratado, San Agustin expre­
sa
en otras ocasiories esta conciencia existencial del yo :(34),
cuestión que siglos después sería recogida también por Santo
To1nás
de ·Aquino; pero, en este caso y a diferencia de lo que
haría Descartes 1nás tarde, reconociendo su procedencia (35).
(31) Cohf., V, 10.
(32)
De dv. Dei, XI, 26.
(33) De Tn'nitate (en adelante. De Trln.), X, 10; manejamos la edición bilin­
güe de SAN A.GUSTfN, Obras Completas, t. V, Tratado sobre la Santísima Trinidad,
con introducción y notas de Fray Luis Arias, O.S.A., Madrid, BAC, 1956 (2.ª ed.).
(34) Así, De Trin., IX, 3.
(35) Sobre la importante cuestión de la conciencia existencial del yo y de su
presencia en el pensamiento de Santo Tomás, han incidido especialmente en los
años recientes algunos de los miembros más destacados de la denominada
"Escuela Tomista-de Barcelona". Así, Francisco CANAI.s VIDAL, "Conciencia existen­
cial del yo y conocimiento por connaturalidad", en Cristiandad, LXI/870 (enero
2004), págs. 24-28; también en su obra reciente Tomás de Aquino, un pensa-
90
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SAN AGUSTÍN Y LA DEGRADACIÓN MORAL DEL MUNDO TARDORROMANO
Por lo que atañe a la evolución filosófico-religiosa del santo de
Tagaste, éste afirma que el platonismo, aunque no le satisfizo del
todo y le hizo proseguir
en su búsqueda de la Verdad hasta encon­
trarla definitivamente
en el cristianismo, le sirvió de fonna muy
importante para acercarse cada vez más a éste
(36). Y así se cons­
tituyó también
en un gran conocedor de la filosoffa de Platón y de
su maestro Sócrates, algo que nuevamente se refleja en el tratado
De civitate Dei cuando aborda lo que éstos sostuvieron: a diferen­
cia
de los filosófos materialistas presocráticos, considera que estu­
vieron mucho tnás· acertados, especialmente Platón, y C[Ue por eso
~us discípulos están 1nás cercanos a los cristianos, pero no por ello
dejan de hallarse muy por debajo de la religión cristiana (37). Esta
supelioridad, evidente
en el plano filosófico, viene de que el filó­
sofo
clistiano "filosofa [. .. ] según Dios, que ha hecho el mundo,
[. . .] y mira con cautela, sin embargo, a los que filosofan según
los elementos de este mundo, no según Dios, que ha hecho el
mundo" (38). Ciertamente,
"si la sabiduria es Dios, «por quien todo
ha sido creado», con10 nos cliCen la autoridad y verdad divinas, el
verdadero filósofo es el que ama a Dios" (39).
Ahora bien, a pesar
de la cercanía de Sócrates, de Platón y
de sus
discípulos (de forma especial algunos como Porfirio) a la
Verdad, el hecho
de no llegar a descubrirla ni poseerla plena­
mente les hace imposible ofrecer Una respuesta del todo satis­
factolia a las inquietudes más profundas del hombre, algo que
sólo el clistianismo es capaz de hacer. Eso fue lo que al propio
San Agustín le acabó conduciendo a éste.
Por otra parte, el santo doctor conoce bien asitnisn10 otras
tendencias de tipo nústico-esotérico, como las de los pitagóricos
miento siempre actual y renovador, Barcelona, Scire, 2004, págs. 73-79; y "La sín­
tesis
filosófica de Santo Tomás de Aquino", en Verbo, XI..I/403-404 (marzo-abril
2002), págs. 203-223, concretamente págs. 204-206. Su discípulo Eudaldo FORMEN'I'
lo ha abordado asimismo, por ejemplo, en Introducción a la-Metafísica, Barcelona,
Universitat
de Barcelona, 1984, págs. 40-44 principalmente.
(36) Conf., VII.
(37) De ciV. Dei, VIII, 3 y sigs.
(38) De dv. Dei, VIII, 10.
(39) De dv. Dei, VIII, 1; cf. Sap., 7, 24-27 y Heb., 1-3.
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SANTIAGO CANTERA MONT1JNEGRO, O.S.B. y ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE LA PENA
y las doctrinas de Her1nes Trismegisto, ¡,ero deja ver igual1nen­
te que, por esa misma carencia de la Verdad absoluta, producen
una insatisfacción en la búsqueda del hombre. Se refiere tam­
bién con cierta frecuencia a las teorías y ·visiones filosóficas de
varios autores romanos; Como Cicefón Oa lectura del Hortensia
fue lo que suscitó en San Agustín la afición filosófica), Séneca y
los estoicÜs romanos, Varrón, etc., pero ve en ellos los mismos
defectos de insuficiencia en la globalidad de las respuestas (40).
Igual
que los · observa, por otro lado, en las doctrinas de algu­
nos filósofos
y en corrientes de la religión romana que tendían
al monoteismo por el desarrollo de una Teodicea o Teología
natural (41).
En el plano científico, aparre de los pitagóricos, cabe recor­
dar,
que . San Agustín acusaba de soberbia a los astrónomos, y
esto era bastante extensible a otros investigadores de la Natu­
raleza
que prescindían de las realidades sobrenaturales.
En definitiva, pues, las respuestas inteléctualistas, tantb 1nera-
1nente científicas co1no princi¡)ahnente filosóficas, resultaban insu­
ficientes, no eran capaces de responder del todo a las grandes
preguntas del hombre sobre su existencia, sobre el
mundo y
sobre la divinidad, y eso no podía provocar otra cosa que una
mayor insat;isfacción en una sociedad ya de paf sí angustiada por
los efectos del materialismo y de un vacío espiritual.
En este sentido,
podemos establecer un paralelismo con lo
que hoy sucede entre nosotros. Por una parte, el cientificisn10
imperante es agobiante para el hombre. Y por otro lado, el des­
carrío
de numerosísimas corrientes filosóficas y filosófico-científi­
cas
no puede sino aumentar la angustia y el desasosiego. ¿Qué
decir del existencialismo
de Sattre y de Camus, que es la filoso­
fía del absurdo, de la náusea y de la desesperación? ¿Qué decir
del materialismo marxista,
que todo lo reduce a relaciones eco­
nómico-dialécticas? ¿Qué decir del positivismo,
para el que sólo
valen el dato científico
y sociológico? ¿Qué decir del escepticis-
1110} del relativistno, del nihilismo y de tantas otras vertientes tnás
92
(40) Por ejernplo, De cfv. Del, VI.
( 41) Así, De clv. Dei, VIL
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SAN AGUST[N Y LA DEGRADACIÓN MORAL DEL MUNDO TARDORROMANO
en que se decanta un buen número de las doctiinas filosóficas
actuales?
En fin, haremos alusión ta1nbién a las críticas agustinianas al
panteísmo por su carácter absurdo. Así, frente a aquellos que
decían que Dios es el alma del mundo y éste es el cuerpo de
Dios, les refuta indicando que "cuando uno con sus pies pisa
algo, pisaría una parte de Dios", y que "al matar cualquier ani­
mal, se degollaría una parte
de Dios" (42). Y contra los que creen
que sólo los seres racionales soll partes del Dios único, cayendo
en 11n ¡)anteísn10 hu1nanista, les interroga con la cuestión de por
qué rechazar a los animales irracionales, y con la otra de si tal
vez se podría sostener que, al azotar a un niño1 se estaría gol­
peando a Dios; o también les plantea si algunas partes de Dios se
vuelven injustas (pues hay hombres que se hacen injustos) (43).
Si hacemos esta referencia al panteísmo, ello se debe principal­
mente a
que hoy se presenta en. nuevas formas, de las que posi­
blemente
la principal sea el panteísmo naturallsta defendido por
la mayoría de las corrientes ecologistas, alguna de las cuales
incluso llega a una práctica divinización de Cea.
San Agustín, en ca1nbio, supo pe:rfecta1nente cantar a la Natu­
raleza con10 obra de Dios, anticipándose a lo que haría siglos
después San Francisco de Asís; pero el propio San Agustín, por
su parte, contaba ya con una tradición bíblica de ad1niración por
la Naturaleza y por su Creador, y entre los primeros monjes se
desarrolló igualmente esta faceta.
Es elocuente, para confinnar lo
que comenta1nos, reCoger la siguiente cita del santo de Tagaste:
"Nosotros, en cambio, buscamos un ánilno que, confiado en la
verdad religiosa, no adore al 1n11ndo co1no a su dios, sino que
alabe por Dios al mundo como obra de Dios y, purificado de las
irunundicias 1nundanas, llegue li1npio a Diós, que hizo el n1un­
do" (44). Cita que no sólo es adecuado tener en cuenta frente a
los errores de tipo panteísta, sino también contra el materialismo
que fija sus ojos únicamente en las realidades terrenales y olvida
las sobrenaturales y eternas.
(42) De cJv. Dei, IV, 12.
(43) De cJ~ Dei, IV, 13.
(44)
De cN Dei, VII, 26.
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SANTIAGO CANTEKA MONTENEGRO, 0:s.B. y ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE LA PEÑA
4, LA CORRUPCIÓN DE COSTUMBRES
El materialismo predominante en la sociedad romana de la
época del Imperio, al igual
que hoy, se manifestaba claramente
en un ambiente de degradación moral y corrupción de costum­
bres, dañino incluso para
con aquellas buenas costnmbres que el
propio 1nt1ndo roinano había vivido en tiempos anteriores co1110
auténticos valores, y gracias a las cuales había logrado en buena
medida su grandeza. Pero, como todas las potencias que alcan­
zan
un esplendor y co1nienzan a contentarse con esa situación y
a despilfarrar dinero y diversión, fue un motivo fundamental de
su decadencia.
San
Agustín ha recogido algunos datos de gran interés para
conocer hasta qué
punto había llegado la corrupción de costum­
bres
en la época tardorromana, no de forma global en toda la
sociedad,
co1no resulta evidente, pero sí en an1plios sectores
de ella.
4.1. Desenfreno sexualy burdos espectáculos
Muchas historias mitológicas narraban las aventnras libidinosas
de los dioses y diosas entre sí y el afán
de aquéllos por seducir
también a muchachas humanas, valiéndose del engaño y
de cual­
quier método
dril para cumplir sus deseos carnales. Nada menos
que Júpiter (el Zeus griego), el principal
de los dioses romanos, era
todo
un ejemplo de adúltero y seductor, infiel a su esposa Juno Oa
I-lera helénica), la cual, co1no consecuencia de ataques de celos,
optaba por emprender la más dura venganza contra quienes ha­
bían 1nantenido relaciones sexuales con Júpiter o sobre las otras
diosas y mujeres
en las que él había fijado ya sus ojos lujuriosos.
Además, algunos
de los cultos mistéricos introducidos y difundidos
en el mundo romano en la época del Imperio, especialmente el de
Baco (el Dioniso de los griegos), estaban vinculados a creencias y
ritos de tipo orgiástico, tanto
por lo que se refiere al terreno sexual
como al de la comida y bebida sin tasa.
94
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SAN AGUSTÍN Y LA DEGRADACIÓN MORAL DEL MUNDO TARDORROMANO
Junto a estos modelos de comportamiento que ofrecían las
divinidades, el propio carácter materialista de la sociedad, que
ponía todas sus 1niras en los bienes terrenos, era un caldo de cul­
tivo perfecto para el desenfreno de la concupiscencia. Todo lo
cual se
vela espoleado por los espectáculos teatrales, en los que
se representaban las historias adulterinas de los dioses; por el
paroxismo de
los juegos circenses, reflejo de hasta qué punto se
era capaz de alcanzar sociológica1nente la exaltación de las más
bajas pasiones y el mayor grado de deshumanización del hom­
bre; y
por los ritos de algunas religiones mistéricas, según hemos
apuntado. A pesar de que
la aistianización del Imperio había
comenzado a transformar algunas
de estas realidades y la propia
sociedad tardorromana, e incluso
en la legislación se había regu­
lado ya suprimiendo los combates de gladiadores y limitando los
ritos paganos y los espectáculos obscenos, la presencia de todo
esto se hallaba
aún muy reciente y parte de ello se seguía prac­
ticando
al margen de la ley. En buena medida, San Agustin nos
describe hechos que recuerda de sus tiempos de niño y de joven,
pero
en parte habla de cosas que todavía estaban vivas.
Lógicamente,
en todo ello es fácil encontrar múltiples parale­
los con el 1naterialis1no y el hedonismo hnperantes hoy, no sólo
por lo que se respira en el a1nbiente, sino ta1nbién cuando se
observan los modelos que a la sociedad se proponen abun­
dantemente desde los medios de comunicación: desde las "revis­
tas del corazón", el cine, la televisión, el teatro, etc. ¿Cuántas vio­
laciones
y crítnenes de tipo sexual no hunden sus raíces en la
exacerba.ción salvaje del sexo en tantas películas, en tantas revis­
tas ·pornográficas, en tantos anuncios provocativos, en tantas
fotografías que atraen la vista de los viandantes y de los lectores
y pueden alterar sus pasiones? ¿Cuánto.s é1nbarazos "no desea"­
dos", como se dice ahora, se han producido·y se producen con­
tinuamente por el planteamiento del "sexo fácil" a los jóvenes'
¿Cuánto
puede estar difundiéndose el SIDA, no a pesar de las
campaüas de prevención de la enfermedad y de recomendación
del uso del preseivativo, sino precisamente co1no consecuencia
de ellas, ya que favorecen la promiscuidad? ¿Son conscientes los
políticos y los responsables de los medios de comunicación de la
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SANTIAGO CANTERA MONTENEGRO, O,S,B, y ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE LA PENA
culpabilidad que tienen en la extensión de todos estos males en
nuestra sociedad?
El conocimiento de lo que sucedió en la época del Imperio
en . el mundo romano y de cómo nos lo ha transmitido San
Agustín nos puede ayudar, no 1neramente a saber los datos his­
tóricos, sino sobre todo a
enlitir juicios de valor sobre el futuro
de nuestra sociedad actual y de toda nuestra civilización, en caso
de seguir
por este camino, y a tener presente cómo se puede
continuar avanzando en su destrucción o, por el contrario, hallar
re1nedio a ella.
El santo de Tagaste nos dice que tras los dioses paganos de
Roma se hallaban ocultos demonios que promovían la corrup­
ción de las costumbres a través de la narración de sus hechos
irunorales
en las obras teatrales (45), Esta observación acerca de
la corrupción favorecida
por la mitología y difundida por ciertos
"artistas" y espectáculos "artísticos" no es un sitnple capricho de
un autor cristiano co1no San Agustín, sino que éste mismo recu­
rre al testin1onio de otros antiguos, co1no Platón, quien determi­
nó expulsar de su República a los poetas conuptores de la socie­
dad, dado
que inventaban mentiras y cantaban "la pésima con­
ducta de los dioses, proponiéndola como digna
de admiración
ante los míseros humanos" (
46), También recoge el parecer de
otras autoridades de
la intelectualidad latina, como Salustio, his­
toriador
que expuso a la perfección en sus obras la decadencia
de Rotna, provocada funda1nentahnente, según afirthaba, porque
"las costumbres de los mayores se fueron perdiendo no poco a
poco
L, .J, sino L . .] precipitadamente", y porque "la juventud esta­
ba pervertida por el desenfreno y la codicia de tal modo, que con
razón se podía decir:
ha surgido una generación que ni es capaz
de poseer patrimonio propio, ni permite que los demás lo po­
sean" (47),
El obispo de Hipona comenta acerca de los juegos teatrales
en que se representan las inmoralidades de los dioses: "en ellos
96
( 45) De dV, Dei, II, 10.
(46)
De dv. Dei, II, 14.
(47) Recoge el sánto estas citas en De dv. Dei, 11, 18.
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SAN AGUST!N Y LA DEGRADACIÓN MORAL DEL MUNDO TARDORROMANO
se celebran sus incalificables ruindades en composiciones musi­
cales puestas
en escena o en representaciones teatrales de ima­
ginación" ( 48). "En pleno día, delante de todo el mundo,
se pre­
sentan las indecencias, mezcladas con
aueldades" ( 49). Es decir,
algo del todo semejante a la conjunción de sexo y violencia tan
abundante hoy
en cine y televisión. Y añade: "Todo esto Das obs­
cenidades de los dioses], sí, es lo que a la ciudad se enseñaba
públicamente
por ojos y oidos" (50).
Un marco dentro del
que muy singularmente se producía una
exaltación frenética de la libídine, con acompañamiento frecuen­
te de prácticas sadomasoquistas, era el de los cultos mistéricos,
algunos de los cuales aborda con cierto detalle San
Agustin en De
cívitate Dei
(51). Solía tratarse de creencias religiosas vinculadas
a ideas mágico-telúricas y a la fecundidad de los campos, de los
animales y de los hombres y mujeres, tales como los misterios
de
Ceres en Eleusis (Grecia), los de Dioniso-Baco-Libero y Libera,
los de Telus o "la Gran Madre Tierra", etc. Con diferencias entre
ellos, tenían lugar ritos de adoración y coronación de imágenes
de los órganos genitales y procesiones obscenas, se desarrollaban
orgias (de ahí el nombre de "bacanales", en alusión al dios Baco),
se procedfa a mutilaciones corporales, etc.
La imagen que ello
producía
en las personas normales que terúan la ocasión de asis­
tir en una ocasión o que podían conocerlo, era la de una com­
pleta degradación humana: de ahí las criticas que realizó Varrón
y, aún con una energía 1nucho 1nayor, Séneca, y que San Agustín
recoge, hace suyas y aumenta. Todo el panorama de obsceni­
dad y perversión sexual, de mutilaciones y castraciones, etc., se
veía asimis1no en ~l culto a otro_s dioses y diosas, co1110 Príapo,
Atis, etc.
Ade1nás, tanto
en los cultos mistéricos comó en otros 1nás
propios de la religión ro1nana clásica, existían algunas n1odalida­
des de "prostitución sagrada" (como actualmente en varias sectas
(48) De CiV. Dei, 11, 25.
(49) De civ. Dei, 11, 26.
(50) De civ. Dei, II, 28.
(51) Así, especialmente, De cfv. Dei, VI, 7 y 9; y VII, 21 y sigs.
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SAmIAGO CANTERA MONTENEGRO, O.S.B. y ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE LA PEÑA
hindúes, con una terrible esclavitud y trata de blancas desde la
infancia), incluso 1nasculina. Tal era el caso,
por ejemplo, del
culto tributado a las diosas Celeste y Flora, culto que además se
·
trataba de promover socialmente con la escenificación pública de
sus ritos obscenos, a los
que se añadía la vida inmoral que den­
tro de sus templos llevaban sus adoratrices (52).
Lamentablemente, hoy podemos constatar
que esta capaci­
dad de degradación del ser humano se está repitiendo
en nues­
tro inundó occidental, donde no sólo en los ambientes relacio­
n:ados · con la prostitución se experimenta un incre1nento del
sadomasoquismo, sino que a través del cine, de la televisión y de
no pocas publicaciones se transmite y se fomenta. La conjunción
de erotismo y violenc;ia, de 1naterialis1no y de vado espiritual, no
puede sino conducir a estas consecuencias. Parece ser un "éxito"
más del pansexualismo freudiano hoy tan difundido, el cual. no
puede ser calificado más que como una depravada aberración
intelectual. ¿Cómo se puede -calificar, si no, el denomiriado "com­
plejo de Edipo", por cierto, tomado de la mitología griega y re­
elaborado
por Freud para explicarse a si mismo, a través de él,
sus proJ)ias disfunciones psico-Sexuales? ¿En qué mente normal
cabe que un niño pequeño considere a su propia madre como
un objeto de placer sexual y a su padre como un enemigo que
se o¡Jone a sus deseos?
4.2. Exaltación de la homosexualidad
En un ambiente tal de depravación sexual, era lógico que se
llegase
al "todo vale", al gusto por los individuos del mismo sexo
y a
l_a indiferencia entre los del contrario o los del propio. Es
decir, que el mundo romano decadente de la época del Imperio
conoció
un nuevo auge de la homosexualidad y la bisexualidad.
San Agustín
no entra Con mucho detalle en la exaltación de
la sodomía que se produjo especialmente en ciertas partes y
ambientes, pero .si hace alusiones escuetas a la pi'esencia de
(52) De dv. Dei, ll, 26-27.
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SAN AGUSTÍN Y LA DEGRADACIÓN MORAL DEL MUNDO TARDORROMANO
invertidos en algunos de los ritos religioso-sexuales que comen­
ta y en las representaciones escénicas. No obstante, para hacer­
nos una buena idea de aquella situación que se conoció; pensa­
mos
que resulta óptimo recoger un texto de otro Padre de la
Iglesia,
en este caso oriental, que demostró no tener tampoco
ningún temor a denunciar todo tipo de desorden, aberración,
injusticia y cualquier cosa
que atemase contra la fe católica, con­
tra
las. buenas costumbres y contra la dignidad del hombre. Esa
valentía, precisamente, le valió el
destie.rro y la persecución en
varias ocasiones. Nos referimos a San Juan Crisóstomo (c. 350-
407), perteneciente a
la escuela de Antioquia y obispo de Cons­
tantinopla, que
en su discurso tercero Contra los impugnadores
de la vida monástica
tiene unas severas palabras contra la sodo­
núa, su difusión y su aceptación social, y donde deja claro
que
se trata de un pecado antinatural. Es un pasaje largo, pero cree-
1nos que merece la pena recoger al menos buena parte de él,
dado su valor histórico y su plena actualidad (53):
"Pero todavía no he dicho lo que es el colmo de los. males,
todavía
no he revelado lo que es cifra y compendio de nuestra
calamidad, pues estando muchas veces para
tocar este punto me
he ruborizado y me he callado de vergüenza. ¿Qué punto, pues,
es ése? Porque hay que tener ya el valor de decirlo. Cobardía
grande fuera, efectivamente,
que tratando de extirpar un mal, no
nos atreviéramos a abrir la boca sobre él, como si el silencio
hubiera de curar automáticamente la enfermedad.
[. .. ] ¿Cuál es,
en fin, este 1nal? Un a1nor nuevo y peivers_o ha invadido nuestra
vida; una enfermedad terrible e incurable nos ha atacado; ha
estallado la pestilencia más grave de todas las pestilencias; se ha
excogitado una iniquidad nueva e insufridera; pues
no sólo se
infringen con ella las leyes escritas, sino que se trastornan las
leyes mismas de la naturaleza.
Ya resulta, en punto a disolución,
poco menos que inocente la fornicación, y [. .. ] la enormidad de
(53) SAN JUAN CRISÓSTOMO, "Contra los impugnadores de la vida monástica",
en Obras Coinpletas de San Juan Crisdstomo. Tratados asa§Ucos, edición bilingüe
griego-e1,pañol preparada por Daniel Ruiz Bueno; Madrid, BAC, 1958, págs. 378~
528; concretaniente, págs. 470-475, punto 8 del discurso 11.
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SANTIAGO CANTERA MONTENEGRO, O.S.B. y ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE LA PENA
esta insolencia hace que parezca tolerable lo intolerable, la diso­
lución, digo, con 1nujeres. Ya se tiene por hazaña poder escapar
a estas nuevas redes y a pique está de quedar superfluo el sexo
femenino, comoquiera que los muchachos cumplen todo lo
que
debieran las n1ujeres. Y no es·-eso lo terrible, sino que abomina­
ción tamaña se comete .con la 1nayor tranquilidad y la iniquidad
ha adquirido fuerza de ley. Ya no teme ni espanta a nadie; nadie
se avergüenza ni ruboriza, antes se tiene a gala y se totna a risa.
Los que se contienen pasan por locos y los que lo reprenden por
gentes delirantes. Si los reprensores son más débiles, se exponen
a una paliza; si son más poderosos, son objeto de rechifla y risa
y reciben
una rociada de improperios. [. .. ] Más fácil, en efecto,
sería salvar su vida un sospechoso de aspirar a la tiranfa que rto
escapar a las manos de estos hombres execrables quien intenta­
ra apartar de ellos a sus víctimas [se refiere, como víctitnas, a los
muchachos jóvenes de quienes los sodomitas quieren apropiarse
para satisfacer sus deseos]. Hasta ¡Junto tal, como si se tratara de
un desierto inhabitado, cometen en plena ciudad varones con
varones los actos vergonzosos. Y
si hay algunos que logren esca­
par a estos lazos, de lo
que no escaparán es de la mala fama de
quienes tales itúamias cometen. [. . .]
"De ahí que yo he oído a muchos maravillarse cómo no ha
caídó también e~ nuestro tien1po una nueva lluvia de fuego,
cómo nuestra ciudad no ha sufrido el castigo de Sodoma, sien­
do más culpable
que Sodoma, . cuanto no ha escarmentado con
los males de ésta. Dos mil años hace que aquella región, cori
más claridad que si hablara, está clamando con su propio espec­
táculo a toda la tierra que nadie sea osado a cometer semejante
abominación; y -sin e111bargo, no sólo no sé han retraído los
hombres de este pecado, sino que se han vuelto más desver­
gonzados, co1no si quisieran desafiar a Dios y demostr,u· por vía
de hecho que han de entregarse tanto más furiosamente a estos
1nales, cuanto con más· rigor les amenace. Entonces, ¿cómo es
que no pasa ahora lo que pasó entonces y, cometiéndose lOs
pecados de Sodo1na, no vienen los castigos de Sodo1na? Es que
les espera otro fuego más terrible y un castigo que no tendrá tér­
tnino.
[. .. ]
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SAN AGUSTÍN Y LA DEGRADACIÓN MORAL DEL MUNDO TARDORROMANO
"¿A qué linaje de bárbaros, a qué especie de bestias no deja­
ron atrás estos hnpúdicos con sus to1písimas uniones. Existe} cier­
to, en ciertos animales un fuerte aguijón, un celo sexual insopor,
table que en nada se diferencia de la locura; sin embargo, no hay
animal que conozca esta perversión del amor, todos se contienen
dentro de los límites de la naturaleza, y, por mucho que sea su
ardor,
no traspasan las leyes de la naturaleza. En cambio, los
hombres, dotados sin. duda de razón, los que han gozado de la
divina enseñanza, los que _ saben intimar a otros lo que ha de
hacerse o evitarse, los que han oído las le.tras bajadas del cielo,
no se unen con tanto impudor con las públicas rameras co1no
con los jóvenes. Y es así que con10 si no hubiera hombres, co1no
si no existiera una providencia de Dios que vigila sobre nosotros
y juzga de nuestras acciones, _co1no si las tinieblas lo cubrieran
todo y nadie viera ni oyera, así de descaradamente cometen éstos
sus abominaciones y tal es el furor que los arrebata.
"Por otra parte, los padres. de los hijos así ultrajados soportan
todo
en sile'ncio y no_ se hunden con sus hijos bajo tierra ni bus­
can re1nedio algt1no para tamaño mal [se refiere a _los abusos
sexuales que los sodomitas ejercían sobre los jóvenes, y al temor
. de los padres de hacerles frente, dado el poder que habían alcan­
zado y las consecuencias
que les podrían reportar en caso de
oponerse a ellos]. A la verdad,
si para arrancar a los hijos de esta
pestilencia fuera menester marchar más allá
de las fronteras, o
atravesar el 1nar o habitar en las islas o abordar a tierra inaccesi­
ble o salirse de nuestro mundo habitado, ¿no valdría la pena ha­
cerlo y sufrirlo todo a trueque de evitar tanta. abominación?
[. .. ]"
Como se puede ver, a pesar de lo_largo de la cita, tnerecía la
pena. No tiene desperdicio alguno para comprender lo que se
vivía sobre todo
en algunas partes del mundo romano de la
época del Imperio y para establecer los inevitables paralelismos
con la situación que hoy nos toca vivir.
En efecto, act1.1ahnente asistilnos a una "normalización" de la
hotnosexualidad y a toda· ·una can1paña de pro1noción sócial de
la misma a través de los medios de co1nunicación y de las 1nedi­
das adoptadas por los políticos, tanto de la derecha como de la
izquierda. El poderoso lobby homosexual, con fortísima influen-
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SANTIAGO CANTERA MONTENEGRO, O.S.B. y ALEJANDRO RODRÍGl!EZ DE LA PEÑA
cia en el mundo del cine y de la moda, _ha emprendido la trans­
formación de las costumbres y de la consideración social hacia
la denominada "orientación sexual" de gays y lesbianas. Actúa
corho un _auténtico grupo de 1Jresión _ en pro del "orgullo gay",
con manifestaciones obscenas en plena calle y dando un vuelco
a lo que ellos interpretan co1no la anterior "marginación" de su
"libre opción", para ahora estar llegando a una situación de casi
ni.arginación de las personas que son y se 1nuestran heterosexua­
les. La "Internacional Rosa" o "Arco Iris" aspira a obtener todos
los "derechos" para la pareja homosexual e incluso para el reco­
nod1niento del mal llá.mado "111atrimonio homosexual", así con10
para la consecución de la adopción de niños por dichas parejas,
pues
se pretende derogar la "familia tradicional" (la única natu­
ralmente posible) para sustituirla
por las denominadas "nuevas
formas de familia".
Los colectivos de gays y lesbianas, como una nueva Inqui­
sición laicista y hotnosexual, muclúsimo nienos tolerante que la
Inquisicióri. eclesiástica a la que_ tanto critican, acuden a los tri­
bunales con absoluta intransigencia para elhninar de la circu­
lación toda publicación, e incluso a toda persona, que conside­
ren ofensivas a sus "derechos". Así, cuando algunos psiquiatras,
psicólogos., biólogos, 1nédicos y otros investigadores, únicamen­
te desde la Ciencia y con argumentos científicos, han expuesto
en sus obras y en sus palabras que la homosexualidad es una dis­
función hormonal y que se trata de
una patología psico-sexual
que merece atención y que
puede educarse y corregirse en bue­
na medida, estos grupos de presión han conseguido
que se reti­
ren sus obras de la. circulación y que_ se 1nulte a sus autores.
Cuando un eclesiástico o un moralista advierte que la promoción
social de la homosexualidad es
una exaltación viciosa y aberran­
te de
una disfunción física y psíquica y que puede conducir a la
anormalidad a personas que inicialmente eran normales, se le
tacha de "retrógrado" y se emprenden medidas judiciales contra
él. Y, sin embargo, los católicos, desde la Ciencia, desde la
Historia y desde la Fe, tenemos la obligación de seguir denun­
ciando estos hechos, igual
que cualquier científico que se precie
de serlo de verdad.
102
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SAN AGUSTÍN Y LA DEGRADACIÓN MORAL DEL MUNDO TARDORROMANO
Hay que añadir a todo esto que ya la sociedad helénica había
conocido
una especie de reconocimiento social de la homose­
,malidad y que
en ella fue relativamente habitual el amanceba­
miento, la adopción
de jóvenes muchachos por parte de los
sodo1nitas y los co_nsiguientes abusos de 111enores. POr lo tanto,
lo 1nisn10 que Vetnos que 11os refiere San Juan Crisósto1110. Y es
que, como es sabido, la homosexualidad suele
ir emparejada con
la pederastia, con la pedofilia. Esto es algo que debería ser teni­
do hoy muy en cuenta por parte ocupan de ¡Jarejas hon10sexual_es. Apa1te, lógican1ente, de ·que, .aun en el
caso de que 110 se produjeran abusos sexuales, esos niños crece­
rían sufriendo -graves
trastornos psíqtlicos y afectivos por la
ausencia
de la estabilidad y de la normalidad que la familia "tra­
dicional" Confiere. En
sí nlisn10; ya es una aberración el recono­
cintiento jurídico de las.uniones l101nosexuales.
Por otro laclo,-hay que advertir que los 1non1entos de auge de
la homosexualidad siempre han ido vinculados a tiempos de ai­
sis socia_l y de crisis de ·civilización, a éJ)Ocas de decadencia. Lo
he1nos visto ahora J)ara el caso de Ron1á, 1"1Cro es algo qu_e en
buena parte habla conducido previamente al debilitamiento de la
antigua Grecia, y se obse1va tan1bién, por eje1nplo, ·en la etapa
final del Reino Visigodo español, tal como lo e:,qJresan las actas
del
XVI Concilio de Toledo (693) (54).
4.3. Ruptura del matrimonio y de la familia
Evidenten1ente, todo este a1ri.b_iente de degradación 1noral iba
acompañado, en parte como una de sus causas fundamentales y
en JJarte tan1bién con10 una consecuenc_ia, de un detrin1ento de
la vida matrimonial y familiar .. Este daño venía ya dado por la
(54) VIVES, José (ed.) -MARfN MARTfNEZ, Ton1ás .., MARTfNEZ DfEZ, Qo112alo,
CotJcilios Visig6ticos e Hispano-ron1anos, Barcelona-Madrid, Consejo Superior de
Investigaciones Científicas (C.S.I.C.), 1943, p:igs. 487 (dentro del «Tomo Regio"
presentado poi' el rey Egica) y 500-501 (canon III); en las tnismas actas hay YariaS
referencias explícitas a la época de crisis general que se padecía.
103
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SANTIAGO CANTERA MONTENEGRO, O.S.B. y ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE LA PEÑA
propia mentalidad divorcista romana, que estaba plasmada en el
Derecho, y además se veía favorecido
por los ejemplos de infi­
delidades y
adulterios que los dioses ofrecían y que se represen­
taban
en las obras teatrales y en otros juegos escénicos. Y los
efectos más destructivos, lógicamente, recaían sobre los hijos,
verdaderas víctimas de la inestabilidad en la vida y de la fre­
cuente carencia de un amo:r verdadero, fiel y perseverante.
La vida familiar, que en la antigua Roma había sido una pieza
clave de
la vida ordinaria, se hallaba en crisis. No obstante, como
decimos, la mentalidad divorcista venía
ya de los mismos oñge­
nes, así que la semilla del mal estaba echada de muy atrás. Hay
que indicar que, a raíz de la "11az constantiniana" y la progresiva
impregnación de cristianismo en el Derecho Romano y en la
sociedad, bastantes de los males existentes comenzaron a corre­
girse, tanto en la lucha contra el divorcio y la afirmación de la
fidelidad conyugal, como en el terreno del reconocimiento de un
mayor papel de la madre en la cña y educación· de los hijos, y
asimismo
en el campo de la protección de éstos con respecto
a la antigua y omnímoda paterna potestas
(en virtud de la cual
un hijo o todos podían quedar desheredados y completamente
abandonados a su suerte),
que ahora se fue transformando en la
paterna pletas.
San Agustín,
en De civitate Dei, critica el mal ejemplo dado
por los dioses de la mitología clásica con sus relaciones adulteri­
nas, pues con ello se difundía la práctica de éstas y se acababan
viendo co1no algo 1nás o 1nenos nonnal. Así, 11or citar algún caso,
arremete contra los rélatos que rtarrában los adulteriós cometidos
por Venus y Marte, entre otros (55),
Los paralelismos con lo que actualmente estamos viviendo
son iguahnente inevitables y sugerentes. ¿Qué decir de la actual
mentalidad divorcista
que empaña la estabilidad social del Occi­
dente? Tanto las legislaciones permisivas y reguladoras del divor­
cio
(que en algunos países han sido introducidas por "buenos
cristianos" de línea democristiana), como la mentalidad favorable
a esta realidad ("libertad para rehacer
la propia vida", "posibili-
(55) De dv. Del, III, 3 y 5.
104
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SAN AGUSTÍN Y LA DEGRADACIÓN MORAL DEL MUNDO TARDORROMANO
dad de equivocarse y e1npezar otro catnino", "probar si la cosa
marcha", etc.), resultan terriblemente destructivas para la esta­
bilidad
de la sociedad. Quienes hemos dedicado parte de nues­
tra vida a la
enseñanza o aún estamos entregados a ella, cono­
cemos
bien por la experiencia el tremendo daño que el divor­
cio, las rupturas matrimoniales,
la ausencia del calor familiar y
el aniquila1niento de la mis1na familia causan en los hijos, lo
cual repercute en la salud y en la normalidad psíquica de éstos,
en su rendimiento en los estudios y en la carencia de unos
referentes de cara a su futuro. Si además el adulterio y las
infidelidades conyugales
son presentadas con entusiasmo mor­
boso en unas ocasiones, o co1no algo plenamente norn1al en
otras, por parte de múltiples películas en la televisión y en el
cine, a.demás de serlo en las "revistas del corazón" y en otras
publicaciones periódicas, ¿qué
mis se puede esperar? La des­
trucción de la vida matrilnonial y fa1niliar conlleva sien1pre la
desttucción de la sociedad. Destruir a conciencia la fan1ilia es
una actit1.1d sociahnente suicida. En cambio, con10 advertía San
Agustin, "la familia debe ser el principio y la parte· mínima de
la ciudad", o sea, que es la célula básica y fundan1ental de la
sociedad (56).
Si a todo ello añadimos el antinatural crimen del aborto, por
el que una madre decide asesinar al hijo de sus entrañas aún
en su seno; con1pletaren1os aún 1nás el panora1na de disolución
social al que estamos asistiendo. También a este atentado contra
la vida, cie1tan1ente, se opuso San Agustín en varias ocasiones, y
ademis indicó su convencimiento de que los cuerpos de los fetos
abortivos resucitarían igual
que todos los demis cuerpos en el día
de la resurrección de la carne (57).
(56) De civ. Dei, XIX, 16.
(57) Así, Enchiridion (en adelante, Ench.), 85-86, en SAN AGUSTÍN, Obras
Completas,
t. IV, Obras apologéticas, págs. 453-639; Y De dv. Dei, XXII, 13-14;
en ésta última, en V, 2-6, donde se ocupa de los casos de los gemelos que
hemos visto con anterioridad, se observa claramente que tiene en considera­
ción no el nacimiento, sino la concepción del niño como inicio de la vida
humana.
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SANTIAGO CANTERÁ MONTENEGRO, O.S.B. y ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE LA PENA
4.4. Incremento de los suicidios
Del mismo modo que ocurre con el incremento de la horno-·
sexualidad y su promoción social, el aumento de los suicidios es
uno de los signos más claros de una crisis de civilización, y de
esto
no hay duda que también hoy se puede constatar perfecta­
mente, incluso por las estadísticas. Lo mismo_ ocurrió en la de­
cadencia del Reino Visigodo de To.ledo (58) y, anteriormente, tal
como lo refleja San Agustín, en la de Roma. En realidad, es lógi­
co
que así suceda, pues cuando el materialismo acaba produ­
ciendo irremediablemente la insatisfacción interior del hombre y
éste
se encuentra con un profundo vacío espiritual, y cuando
además
no existe la acogida y el calor de la familia y el amor se
ve sustituido
por el desenfreno sexual y una diversión vana inca­
paz de llenar a
la persona, finalmente se arriba a la mayor deses­
peración posible: el
hombte no ve sentido alguno a una vida
absurda y así concluye
pensando que lo mejor es suprimir su
propio Sufri1niento· acabando con su propia vida. Craso error, sin
duda, pero que es un frecuente término de llegada de muchas
personas tjue Son vícti1nas de un a1nbiente decadente, sobre todo
numerosos jóvenes.
En .el tratado De civitate Dei y de acuerdo con los clásicos, el
obispo hiponense define al hotnbre como "un animal racional
mortal" (59) y señala que la vida es una "carrera hacia
la muer­
te" (60). Según él, "la muerte no debe tenerse como un mal cua.n­
do le ha precedido una vida honrada" (61), ya que, como expo-
(58) Así lo reflejan nuevamente las actas del XVI Concilio de Toledo (693),
celebrado bajo el _reinado de Egica, y cuyo canon IV aborda la cuestión de "los
desesperados' dado el aumento de los suicidios; VIVES, ]., Condlios ... , pág. 501.
Precisamente, este
cánon va a continuación del 111, referido, como ya dijimos, al
terna de la homosexualidad, y a éste precede por su parte otro sobre el rebrote
que estaban conociendo también la idolatría y la superstición. Es decir, son todá
una série de elementos que siempre aparecen en toda crisis de una sociedad y
en toda crisis general de-una civilización.
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(59) De dv. Dei, XVI, 8.
(60) De dv. Dei, XIII, 10.
(61) De dv. Dei, !, 11.
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SAN AGUSTÍN Y LA DEGRADACIÓN MORAL DEL MUNDO TARDORROMANO
ne muy ampliamente en la segunda parte de la obra, los justos
no sólo habrán tenido ocasión de disfrutar en la Tierra de dones
otorgados
por Dios, sino que incluso las desgracias que hayan
padecido, sufridas con paciencia y espíritu de aceptación
de la
Voluntad de Dios, serán méritos de cara a la dicha eterna
que el
Señor les tiene reservada en el Cielo. Efectivamente, el ca1nino de
los miembros de la "Ciudad de Dios" es un recorrido hacia la glo­
ria eterna, hacia la felicidad sin fin, hacia la visión beatífica de
Dios, gracias a la Obra Redentora de Jesucristo, que ha abierto
las puertas del Cielo a los hombres.
El cristiano, pues, es el hom­
bre de la esperanza,
que sabe amar la vida en su justo sentido y
sabe afrontar
la muerte con entereza y con alegria, como un trán­
sito hacia la eternidad gozosa
en Dios. El cristiano posee un sen­
tido positivo de la vida y de la muerte.
Por eso 1nismo, el suicidio es inconcebible para un cristiano
y es un tremendo error para San Agustín: "No sin razón, en los
libros santos y canónicos nunca puede encontrarse un pasaje en
que se nos mande o se nos pemlita inferimos la muerte a noso­
tros mismos, ni
aun a trueque de alcanzar la inm01talidad ni de
excusamos o guardarnos de algún otro mal" (62). El santo de
Tagaste critica los ejemplos que el mundo romano ofrecía del sui­
cidio como una actitud noble y valiente; frente a esa actitud, él
considera que los que se quitan la vida-son en realidad cobardes,
ya que no se atreven a encarar las dificultades que se les pre­
sentan: "Todos los que han perpetrado en si este crimen, quizá
se
han de admirar por grandeza de alma, pero no son de loar por
la santidad de su alma. Aunque, si con mayor diligencia consul­
tares
la razón, no se llama rectamente grandeza de ánimo la del
que,
no pudiendo sobreponerse a ciertas asperezas o tolerar
pecados ajenos, se da la muerte a sí 1nis1no. Más bien se deja ver
aqui una debilidad del alma, que no puede soportar la dura escla­
vitud de su cuerpo o la necia opinión del vulgo. Merecidamente
se
debe tener por espiritu más generoso aquel que, más que huir,
puede sobrellevar la vida trabajosa y desdeñar el juicio humano,
especialmente el del vulgo, que anda comúnmente en las som-
(62) De civ. Dei, I, 20.
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SANTIAGO CANTERA MONTENEGRO. O.S.B. y ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE LA PENA
bras del error, en comparación de la luz y de la pureza de la
conciencia" (63).
Como decimos, la cuestión del suicidio y
de su incremento
sociológico, sobre todo entre la juventud,
es un hecho tristemen­
te
de plena actualidad. A los factores que más arriba hemos indi­
cado (materialismo,
vacío espiritual, ruptura de la vida matrimo­
nial y familiar ... ) hay
que añadir otros relacionados con ciertas
corrientes
de pensamiento muy difundidas o que han calado bas­
tante
hondo en el Occidente de los últimos años. Entre ellas, evi­
dentemente, creemos que
hay que destacar, en un primer lugar,
el existencialismo
de Sartre y de Camus, con toda su filosofía del
absurdo,
de la angustia, de la náusea, del sinsentido de la exis­
tencia, etc. Asitnisn10, han infltlido otras líneas como el escepti­
cis1no, el relativis1no, el nihilis1no, el romanticismo decimonóni­
co, etc. Y frente a todo ello, sólo una finne afirmación cristiana
de la vida puede sobreponerse como remedio eficaz; de ella se
deriv,u·án otros bienes personales y sociales.
S. CoNFUSIONISMO Y DESORDEN NATURAL Y MORAL
Causa y a la vez consecuencia de todo lo que llevamos visto,
fue y es, tanto en la sociedad romana decadente cotno en la occi­
dental actual, el estado general de confusionismo: la incapacid~d
muy extendida que existe en las mentes para distinguir el bien y
el mal, la verdad y el error.
Es decir, la ausencia de criterios claros
y de principios sólidos a partir
de los cuales se puedan emitir jui­
cios ciertos y verdaderos, rectos y confonnes con la realidad pro­
funda de las cosas. Y en estrecha unión con esta lamentable situa­
ción de confusionismo, y según hemos podido ir viendo en estas
reflexiones a
raíz de algunos aspectos del tratado · De civitate Dei,
se observa un desorden natural y moral que, tristemente, en n11es­
tro tiempo se halla aún en fase de incremento en el Occidente.
Parece 1nentira que no aprendamos de las lecciones de la Historia.
(63) De dv. Dei, I, 22.
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SAN AGUSTÍN Y LA DEGRADACIÓN MORAL DEL MUNDO TARDORROMANO
San Agustín expresa muy bien este ambiente, no sólo con la
presentación más o menos detallada
que hace del mismo en la
mencionada obra, sino ta1nbién con algunas sentencias que lo
resu1nen a la perfección. Ante la corn1pción de costumbres, afir­
ma: "A lo vergonzoso se da publicidad y a lo laudable clandesti­
nidad.
[. .. ] ¡Como si la honradez nos diera vergüenza y el desho­
nor gloria!" (64). Ya hemos recogido con anterioridad otras frases
en el mismo sentido, así con10 algunas n1ás de San Juan Crisós­
tomo. También podemos señalar lo que dice el santo de Tagaste
en el Endtiridion, "los pecados, aunque grandes y horrendos,
cuando llegan a ser costumbre,
son tenidos por pequeños y aun
se cree
que no son pecados; hasta tal punto que no sólo parece
que no deben ser ocultados, sino que aun deben celebrarse y
publicarse, cuando, con10 está escrito, «el pecador se jacta en los
deseos de su alma, y el que obra el mal es celebrado,. [. . .] Tal
iniquidad -en los divinos libros es lla111ado cla1nor, como se lee
[. .. ] en el Génesis: .. EJ clamor de Sodoma y Gomorra ha crecido
mucho,. Porque no sólo no se castigaban ya entre ellos aquellas
torpezas, sino
que se celebraban públicamente como por ley. En
nuestros tiempos, muchos niales, aunque no tan grandes, han
venido ya ·a parar en tan m~nifiesta costumbre, que por ellos
no sólo no nos atreve1nos a exco1nulgar a ningún laico, pero ni
siquiera a degradar a un clérigo" (65).
Ahora bien, lo tnás grave es que, co1no decimos, esta confu­
sión de principios y esta carencia de oiterios y de principios va
aparejada a una situación de subversión del orden natural, a tra­
vés de la inversión de su correlativo orden moral. Es, en realidad,
una actitud suicida por parte del hombre que trata de lograr ese
fin; es un intento necio de ser más sabio y más hábil que la
Naturaleza
y que el Creador de la Naturalezá; es un esfuerzo en
vano por querer anularse a sí mismo, porque tal actitud significa
oponerse al ser constitutivo del hombre para reorganizarlo de
nuevo, lo cual es algo que indudablemente le supera. Cabe re­
cordar aquí que el pensador francés Jean Madiran ha hablado de
(64) De civ. Dei, II, 26.
(65) Ench., 80; las citas bíblicas son de Ps. 9, 24 y Gen., 19, 13.
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SANTIAGO CANTERA MONTENEGRO, O.S.B. y ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE LA PEÑA
la formación de una especie de frente "Todó Contra Natura"
(T.C.N.) en nuestros días, como una amalgama de diversas ten­
dencias
que coinciden en la búsqueda de una inversión progre­
siva
pero total de la moral y del derecho (66).
Un elemento muy importante del pensamiento agustiniano
es
la idea del orden, que _ la Providencia divina ha conferido a la
Creación: un orden y una ley eternas. El orden, que "es por el
que se hacen todas las cosas que Dios ha establecido" (67),
puede llevar al hombre que lo guarda hasta el Creador (68). La
ley eterna es aquella "que llevamos impresa en nuestra alma" y
"en virtud de la cual
es justo que todas las cosas estén perfectísi­
mamente ordenadas",
por lo que el hombre debe respetarla e ins­
pirar
en ella la ley temporal (69). En efecto, sobre esta ley eterna
universal
deben asentarse "las costumbres de los países y épo­
cas", pues, "siendo la misma[.
.. ], no varía según las latitudes y las
épocas" (70).
Por lo tanto, de acuerdo con el pens~ento agustiniano, el
desorden será un atentado directo contra un elemento funda­
mental y constitutivo de
la Naturaleza y del propio ser del hom­
bre, y
un atentado igualmente contra la Sabiduría infinita, crea­
dora y providente
de Dios. La alteración del orden solamente
podrá generar consecuencias negativas para el hombre y para el
mundo. Y de hecho, la propia entrega del ser humano a sus
más
bajas pasiones y a los vicios, le lleva a una dependencia servil de
ellos, se convierte en esclavo de sus paSiones y vicios: "el hom­
bre honrado, aunque
esté sometido a servidumbre, es libre; en
(66) MADIRAN, Jean, Une civflisation blesée au coeur, Le Barroux, Sainte­
Madeleine, 2002, ·págs. 53-54; hemos publicado une reseña de este libro en Verbo,
425-426 (mayo-julio 2004), págs. 545-549.
(67) SAN AGUSTIN, De ordine (en adelanté, De Ord.), 1, 10; manejamos la edi..:
ciÓll de SAN .AGUSTIN, Obras Completas, t. 1, bajo la dirección del P. Félix García,
O.S.A, Madrid, BAC, 1946, págs. 64i-765 .
. (6S) De ord., I, 9; y fJf, cfv. Dei, XII, 4.
(69) De libero arbitrio, I, 6; manejamos la edición de SAN AGUS'J1N, Obras
Coinjiletas, t. 111, Obras !JJosrJ!Jcas, edición preparada por varios autores, Madrid,
BAC, 1946, págs. 237-521.
(70) Con[, III, 7.
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SAN AGUSTÍN Y LA DEGRADACIÓN MORAL DEL MUNDO TARDORROMANO
cambio·, el malvado, aunque sea rey, es.esciavo, y no de un hom­
bre, sino de tantos dueños como vicios tenga" (71).
La confusión y el desorden son sin duda la gran obra de
Satanás,
el padre de la mentira y del caos. Y la mentira, según
San Agustín, la dice "quien, teniendo una cosa en la mente,
expresa otra distinta con palabras u otro signo cualquiera", de tal
manera que "el pecado del mentiroso está en el apetito e intui­
ción de engañar" (72). El que miente, lo hace a sabiendas (73), y
la mentira es siempre injusta por ser contraria a la verdad (7 4).
Por lo tanto, podemos afirmar que habrá dos grados funda­
mentales de gravedad moral
en h situación de corrupción de cos­
tumbres, degradación inoral y subversión del orden natural:
por
una parte, la gravedad del pecado o pecados de aquellos que
obran el mal objetivo, pero que, engañados por el ambiente
general,
han perdido ya casi la capacidad para discernir la mora­
lidad de los actos; y
por otro lado, será mucho peor, sin duda, la
actuación
de aquellos que, siendo plenamente conscientes de
cuál es realmente el orden natural y moral, promueven todo lo
que atenta directa1nente contra él. No obstante, en el primer caso
tampoco hay que perder de vista que Dios ha dispuesto la razón
humana de tal forma que
nllflca podrá ser plenamente cegada,
así que -pensa1nos nosotros-, sie1npre permanecerá al menos
cierta capacidad para distinguir el bien del mal y nunca será posi­
ble
perder del todo la conciencia de lo que el orden natural
exige. En efecto, el obispo de Hipona asegura
que "por más
vicios torpes
que lo tengan dominado, no se llega a perder el
sentido de la honradez" (75). Y como es universal ese sentido, lo
es el del pudor, el cual tiene su origen
en el pecado original,
(71) De civ. Del, IV, 3.
(J2) De mendacio (en adelante, De mend.), 3; manejamos la edición bilin­
güe de SAN AGusTfN, Obras Completas, t. XII, Tratados morales, edición prepara­
da por los PP. Félix García, 0.S.A., Lope Cilleruelo, O.S.A y Ramiro Flórez, O.S.A,
Madrid, BAC, 1954, págs. 527-607.
(73) De mend., 4.
(74) Contra mendadum, IS; en· SAN AGUSTfN, Obras Completas, t. XII, Trata­
dos morales,
págs. 609-689.
(75) De civ. Dei, 11, 26.
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SANTIAGO CANTERA MONTENEGRO, O.S.B. y ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE LA PEÑA
cuando Adán y Eva vieron la desnudez de sus cuerpos; el pudor
es algo que se puede constatar en todos los pueblos (76).
San
Agustín, ante el panorama terrible de confusionismo y de
desorden natural y moral,
no opta por la complacencia cobarde y
por el silencio, sino que se decanta abiertamente, igual que San
Juan Crisóstomo y que todos los Padres de la Iglesia, por su
denuncia valiente, incluso arriesgada: "Son culpables los que viven
de una forma distinta y aborrecen
la conducta de los pecadores,
pero hacen
la vista gorda con los pecados ajenos, cuando debe­
rían desaconsejar y reprender. Tienen 1niedo a sus reacciones"
(77).
Y hay que luchar contra esta degeneración, porque "los males
morales y espirituales son los primeros que se deben evitar" (78).
Los católicos, pues, tenemos el deber de denunciar y comba­
tir toda esta situación de confusionismo y
de desorden natural y
moral. Tenemos el deber
ele confesar la verdad y luchar contra la
mentira. Tenemos el deber
de ser testigos de Dios y defensores
del orden y de
la ley que ÉL sabiamente ha impreso a su Creación
y a la aiatura racional que es el hombre. De lo contrario, noso­
tros 1nis1nos nos estaremos exponiendo .a las terribles conse­
cuenCias que la degradación-moral actual augura.
"La paciencia de Dios está invitando a la conversión a los
malos, y el azote de Dios a los buenos les enseña la paciencia.
Asimismo, la misericordia de Dios rodea ainorosa1nente a los
buenos para animarles, y la severidad corrige a los malos para
castigarles.
[. . .] El malvado sufre el castigo de la desgracia tem­
poral, porque
con la prosperidad cae en la cormpción". Pero
Dios, sin e1nbargo, no castiga sie1npre en la Tierra, sino que ha
dejado también penas para el juicio, y no concede siempre dichas
te1nporales a los buenos, ya que, si así fuera, "lejos de hacernos
santos, nos volvería más a1nbiciosos,
1nás avaros. [. . .] He aquí lo
(J6) De civ. Dei, XIV, 7. En la edición realizada por el P. Capánaga, se reco­
ge una acertada cita del trabajo Nuestro tiempo. La supresión del pudor, signo de
nuestro tiempo,
de J. Choza Ar menta: "La supresión del pudor es un signo de
nuestro tiempo, porque implica la supresión de la intilnidad, la masificación, la
disolución de la persona".
112
(Tl) De dv. Del, I, 9.
(78) De civ. Dei, III, l.
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SAN AGUSTÍN Y LA DEGRADACIÓN MORAL DEL MUNDO TARDORROMANO
que interesa: no la clase de sufrimientos, sino cómo los sufre
cada uno. Agitados con igual movimiento, el cieno despide
un
hedor insufrible y el ungüento una suave fragancia" (J9).
Con este párrafo resumido. de San Agustín que acabamos de
ofrecer, queremos, en fin, hacer una llamada a la conversión y a la
perseverancia. La paciencia de Dios ·espera que nos volvamos a Él
con todo nuestro corazón y toda nuestra alma. Sólo Él puede dar
al hombre la felicidad, porque ha hecho al hombre para la felici­
dad y ésta únicamente la podrá hallar
en Él. Todo aquello que se .
aleje de Dios, será un alejamiento de la felicidad, a pesar de los
engaños que le presenten las cosas con otra apariencia. Sólo Dios
puede satisfacer las aspiraciones más profundas del hombre, y sólo
en la Revelación que le ha ofrecido a través de la Iglesia Católica
será capaz de llegar el hombre plenamente al conocimiento del
Dios Bueno y Verdadero. Ése fue,
en definitiva, el camino de San
Agustín: "¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde
te
amé! Y, sin embargo, Tri estabas dentro de mí, y yo fuera, y por
fuera te buscaba; y defor1ne co1no era, 1ne lanzaba sobre las cosas
hermosas que Tú creaste. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba
contigo. Me retenían lejos de Ti esas cosas que, si no estuvieran en
Ti, no existirían. Llatnaste ·y ·cla1naste, y ro1npiste mi sordera; bri­
llaste y resplandeciste, e hiciste huir mi ceguera. Exhalaste tu per­
fume y respiré, y suspiro
por Ti; gusté de Ti, y siento hambre y
sed; me tocaste, y me abrasé
en tu paz" (80).
Conversión
a Dios: no otro es el mensaje de La Salette, de
Lmudes, de Fátima.
6, EL TRRlNFO FINAL DE CRISTO
Aun en medio de la peor de las crisis de civilización, el cris­
tiano debe 1nantener firme su esperanza en la v_ictoria de Cristo.
La paz interior y la profunda alegría que sólo Dios es capaz de
proporcionar,
no han de verse esencialmente alteradas por las
09) De cfv. Dei, !, 8.
(80) Con[, X, 27.
113
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SANTIAGO CANTERA MONTENEGRO, O.SB. y ALEJANDRO RODRÍGIJEZ DE LA PENA
vicisitudes externas, ni siquiera por muy dramáticas que éstas
sean
ni porque, i~evitable1nente, algo afecten siempre al estado
de ánimo e incluso a la salud flsica por las preocupaciones y los
sufrimientos
que puedan conllevar. Debe quedar en todo mo-
1nento, de manera constante, una parcela _muy íntima del alma,
donde sólo Dios pueda penetrar y únicamente Él permanezca
dando solaz y consuelo.
Allí será posible entonces descubrir la
llama del Amor vivo y expelimentar la quies que caracteriza al
santo y que le convierte, sin pretenderlo él mismo, en nn testigo
elocuente de la presencia de Dios en el mundo y un auténtico
transfonnador de las realidades
te1Tenas.
San Agustín asistió a la conversión al cristianis1no que estaba
experimentando el decadente mundo romano, el cual caminaba
hacia su fin porque había ido perdiendo sus energías como civi­
lización. Conoció la labor desarrollada
por su admirado San
Ambrosio de Milán y la obra política de Teodosio el Grande, y a
ambos cantó
en valias de sus obras. La revitalización de la socie­
dad tardan-amana gracias a la energía espiritual del mensaje de
Cristo y de su Iglesia estaba ciertamente produciéndose e iba
dando frutos magníficos, tales como la organización de la
bene­
ficencia y de la asistencia social, la cristianización y hunianización
del Derecho Romano, el descubrimiento de un sentido de la exis­
tencia del hombre, etc.
Sin embargo, aquella sociedad se hallaba
aún contaminada de impureza materialista y de mucho vacío
espilitual, y todavía lastraba el peso de una
con-upción de cos­
tumbres y de una degradación moral que no se podían superar
en sólo unos pocos años. Y esto, evidentetnente, anunciaba de
algún modo la ruina del Imperio Romano, como la de cualquier
civilización que se. encuentre ·en sen1ejante situación.
La arribada creciente de pueblos bárbaros, en un ¡Jroceso
migratorio aco1npañado con cierta frecuencia de acciones violen­
tas y que le valió ser tenida como una ola de "invasiones", cons­
tituyó el ariete definitivo que teffninó de derribar los muros del
Im¡:,erio Romano en Occidente, 1nientras que en Oriente el cris­
tianismo le proporcionaba unas dosis gigantescas de fuerza y le
permitía revitalizarse, hasta ~l punto de configurar el inundo bi-
. zantino medieval. En el ámbito latino, el edificio político del Im-
114
Fundaci\363n Speiro

SAN AGUSTÍN Y LA DEGRADACIÓN MORAL DEL MUNDO TARDORROMANO .
perlo se hundió, pero la Iglesia asumió la defensa, la conse1vación
y
la transmisión de la herencia cultural clásica, a la que infundió el
espiritu de vida
de la fe católica, y con todo ello pudo llevar a cabo
una inmensa tarea de integración social, cultural y religiosa de los
bárbaros, de tal fonna
que dio origen a la Europa occidental del
Medievo, a una nueva civilizacióh. Precisamente, acogiendo y asi­
milando la energia de los pueblos invasores, fundamentalmente
germánicos
en esta primera oleada, y a la vez que,.pacificándolos
e i.tnbuyéndoles de romanismo y c1istianismO, pudo tenninar de
restaurar una sociedad que se hallaba enferma desde mucho tiem­
po atrás por la conupción de costumbres y la decadencia que
habla conocido. Asi, a través de su Santa Iglesia, Jesucristo habla
triunfado sobre la degradación moral y el desorden natural; el mal
babia acabado
por sucumbir, en un proceso de autodestrucción, y
la Verdad de Cristo babia logrado la victoria final.
Hoy padecen1os nueva111ente una crisis de civilización, en este
caso con los rasgos de una apostasía que le confiere tina tnayor
gravedad. La sociedad occidental ha conocido a Jesucristo y renie­
ga de
Él, lo cual es mucho peor que el hecho de que una socie­
dad pagana viviera en gran medida en la vía del desorden natu­
ral y moral: aquello era
la consecuencia lógica de un paganismo
que
no habla conocido a Ciisto, mientras que lo de ahora es el
efecto evidente de
un rechazo abierto a Él después de haberle
conocido. Sin embargo, la ex¡:>erien_cia histórica nos demuestra
que el desorden natural y moral, el estado de confusionismo, el
abandono de Dios
por parte de los hombres y el desprecio a la
Ley Natural que Él ha impreso en su Creación, culminan en la total
autodestrucción y la sustitución de una sociedad y una civilización
decadentes por otras más jóvenes o rejuvenecidas.
Aquí nos hemos ocupado de
la degradación moral que cono­
ció el inundo tardorronlano, qué venía labrándose desde varios
siglos atrás y que, en último extremo, estaba originada por las pro­
pias concepciones mitológicas grecorromanas. Hemos establecido
también los paralelisn1os oportunos con nuestro Occidente actual.
Pero
no he1nos hecho nlás que n1uy so1neras alusiones al proble­
ma de las oleadas migratorias que tenninaron del todo con el
In1pe1io Ro1nano y que para nuestros días cuentan asimis1no con
115
Fundaci\363n Speiro

SANTIAGO CANTERA MONTENEGRO, O.S.B. y ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE LA PEÑA
notables similitudes. La Historia no se repite propiamente, pero sí
hay ciertos aspectos y tendencias
que se reproducen con mayor o
menor frecuencia a lo largo del tiempo y que penniten emitir jui­
cios de valor y adoptar actitudes de prudencia de cara
al preseme
y
al futuro de una sociedad. Muy escuetamente y desde nuestro
punto de vista, indicaremos
que la imnigración hispanoamericana
y eslava, e incluso la asiática y subsahariana
y de otras proceden­
cias, debidamente controlada, encauzada e integrada, podría ser
un
importante factor de revitalización de nuestra sociedad enferma,
como lo fueron las invasiones germánicas y luego las eslavas y
algunas más
en la Europa de otro tiempo. En cambio, la imnigra­
ción 1nahon1etana1 si no se toman las debidas medidas cuando aún
hay op01tunidad, supondrá sin duda el definitivo toque de gracia
para acabar con la civilización occidental
en Europa y para suplan·
tarla por la islámica, pues
el islam no se integra en otras sociedades
distintas
y aspira a absorberlas en el dar al-Islam o "tierra del islam"
Oa otra parte del mundo es el dar al-harb, "tierra de la guerra").
Si Europa y el Occidente en general no reaccionan a tie1npo, ·
si
no vuelven su mirada nueva1nei1te hacia Jesucristo y no aca­
ban con el desorden natural y moral en que hoy están inmersos,
finalmente sucumbirán. Y sin embargo, los católicos hemos de
tener la esperanza
en el ltiunfo final de Cristo, como sucedió en
la época a la que nos hemos acercado en este artículo y que cul­
minó con la génesis de la Europa cristiana del Medievo. Pero, aún
más allá, debemos tener la mirada confiadamente puesta,
no
tanto en triunfos históricos y temporales de Cristo, sino funda­
mentalmente
en su triunfo escatológico, del que podemos estar
plenamente seguros. Nada
podrá hacer vacilar nuestra fe en la
Parusía y en la victoria de C1isto al final de los tiempos, en el
Juicio Final y
en el triunfo de la "Ciudad de Dios" sobre la
"Ciudad del Diablo" en la eternidad,. tal como lo expuso San
Agustín. Con esta perspectiva
sobrenalliral, el cristiano puede
asistir confiadan1ente a las transfor1naciones del mundo terreno,
a la vez con una actitud contemplativa y con un esfuerzo activo
que nazca de ella, y le será posible comprobar la profundidad y
la veracidad del lema cartujano: Stat Crux dum volvitur orbis, "La
Cruz permanece mientras el mundo da vueltas/ cambia".
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