Índice de contenidos

Número 431-432

Serie XLIII

Volver
  • Índice

Coincidencias cronológicas

COINCIDENCIAS CRONOLÓGICAS
POR
FRANCISCO Jos~ FERNÁNDEZ DE LA CIGOl Quiero señalar dos hechos coincidentes en el tiempo y que
merecen un comentario común. Acaba de fallecer don Federico
Suárez Verdeguer, sacerdote del Opus Dei e historiador ilustre.
Esto
no quiere ser una nota, necrológica pues su vinculación a
Verbo ha sido nula. Yo, en cambio, le debo no poco pues su
"época" es la que me ha interesado siempre y de la que
he escri­
to algo.
Me refiero, claro está, a la época a fa que dedicó muchos
de sus trabajos y
no a sus días existenciales.
Federico Suárez, aparte de meritorios trabajos personales,
creó escuela. Cosa bastante extraña en nuestra patria caracterizada
sobre todo
por el individualismo. Y la escuela de Historia contem­
poránea de la Universidad de ~avarra imunpió en nuestra histo­
riografía por decirlo gráfica y vulgannente como caballo en cacha­
rrería.
Los viejos mitos liberales en los que abrevaban la mayoría
de nuestros historiadores quedaron, si
no pulverizados, gravemen­
te tocados. Cierto
que no fue el primero. Nombres ilustres, como
los de Vicente de la Fuente, Marcelino Menéndez Pelayo, éste ver­
daderamente glorioso, y algún otro,
alú están. Y alú estarán, pese
a quien pese. Pero no supieron,- o no quisieron, hacer escuela. Y
también están los apologistas que, aunque su intento
no fuera el
de ser historiadores, resultan imprescindibles para la historia. El
Randa, Vélez, el editor de la Colecdón Edesiástica Española ...
Por los motivos que fueren, que seguro que los hay, don
Federico se aburrió de lo que a mí me parece es la mayor.gloria
de su biografía. Y aquella explosión de títulos que derrumbaban
los viejos parámetros de
la historia oficial, y abrían nuevas y fun-
Verbo, núm. 431-432 (2005), 145-149. 145
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSÉ FERNANDEZ DE LA ClGONA
dadas perspectivas, se agotó. Pienso que con notable quiebra de
nuestra historia. Pero
alú están, como referencia inexcusable, ya
para siempre.
La escuela, ciertamente, nacía con vacilaciones: Había una
aportación de documentos que nadie podrá objetar. Valiosisima.
Ya imprescindible. Y una nueva visión de la época. Más discuti­
. ble. Pero creo que muy fundamentada. _Las Cortes de Cádiz, los
agraviats, Fernando VII... ya no se pueden estudiar descono­
ciendo a Suárez y a su
escuela.
Luego están sus escolásticos. Y alú ya caben otras opiniones.
La historia está llena de tesis doctorales que han sido, como en
no pocos niños, su primera y última comunión. Tal vez el desen­
ganche de
don Federico frustrara comuniones posteriores. Dedi­
cado a otros menesteres, tal vez
más apostólicos, no sé si volun­
tarios o itnpuestos, muchas promesas se quedaron solan1ente en
eso. Ya no cuajaron tnás.
Yo no voy a decir que las obras de Maria del Carmen Pintos,
Maria Cristina Diz-Lois, Diem, Perlado y algún otro foeran defini­
tivas. Ningún historiador escribe
una obra definitiva. Y menos en
sus años meritorios. Tal vez don Marcelino foera la excepción
que confirma la regla. Y
aun as! sus Heterodoxos, increíble apor~
tación de juventud, tiene errores. Los escolásticos citados de
Suárez prometían pero se quedaron en la nada. Ciertamente
abrieron perspectivas pero, desgraciadamente,
no foeron capaces
de profondizarlas. Y
en Perlado, el enorme cúmulo de errores
que tiene su obra -alú don Federico acredita que no se la leyó
antes de
imprimirla-es licito pensar que no pasaba de un b/uff.
. De aquel vivero salieron historiadores de notable importan­
cia. Eiras,· un tanto apagado ·hay en su Galicia, o quizá sea más
propio decir alejado; Comellas, de obra considerable, y Cuenca.
El último me parece que es hoy ei gran especialista en la histo­
ria de la Iglesia española contemporánea. Campo
en el que, ade­
ntás, no es representante único, si bien, en mi opinión, "el más
importante. Y sin que descuide la historia politica e incluso la lite­
raiia. Y digo que
no es el único representante porque, afortuna­
damente, ya
·está la obra de Cárcel, Andres-Gallego, Martí Gela­
bert, Pazos, Revuelta, Sanz de Diego y alguno más.
Si de todos
146
Fundaci\363n Speiro

COINCIDENCIAS CRONOLÓGICAS
ellos, y de don Federico, me reconozco lector agradecido y sus
obras
son abundantemente . citadas en mis modestos trabajos,
quiero dejar
constancia expresa de cuánto debo, especialmente,
en lo poco que sé, a don José Manuel Cuenca.
Pero el caso de Cuenca
es también algo especial. Porque no
sería cierto adscribirle a la escuela que inició don Federico aun­
que en su entorno publicara su primera obra de entidad. Fue
más
una coincidencia circunstancial por encontrarse en aquellos
momentos de docente
en la Universidad de Navarra que por una
filiación historiográfica de Suárez Verdeguer. Aunque tuvieran
·
coincidencias ideológicas evidentes. Y también me parece, aun­
que en estas cuestiones de conciencia es muy fácil equivocarse,
de
no haber manifestaciones expresas de Io.s interesados, que no
ha existido vinculación de Cuenca al Opus Dei, salvo a1nistades
personales con algún miembro
de la Obra. Pero, ¿quién no tiene
algún amigo del Opus Dei?
Después está otra cuestión curiosa. Al sacerdote del Opus
Dei y a su escuela le interesaron sobre todo las cuestiones polí­
ticas
.. Al profesor Cuenca, seglar y padre de familia numerosa, las
eclesiales. En lo que fue un verdadero pionero en su época. No
e¡1 los estudios de historia eclesial, que existieron siempre; aun­
que, en tni 1nodesta opinión, sie1npre escasos. Pero, en sus días,
se había derivado hacia la. hagiografía. Y él se empeñó en hacer
historia.
Cuenca ha tratado otros aspectos
de la historia contemporá­
nea.
Su libro El Poder y sus hombres es de referencia obligada, y
muchas veces de consulta
no citada, para el acontecer ministerial
de nuestra patria.
Yo ya me he encontrado qúe alguna errata, ine­
vitable
en obra de casi mil páginas y con infinitos nombres pro­
pios, los de todos los ministros desde comienzos del siglo
XVIII,
era asumida por algún historiador plagiario como si fuera pro­
ducto de sus inexistentes investigaciones. Simplemente había acu­
dido a Cuenca, como hemos hecho tantos, aunque él sin citarle.
Pues este año se cumplen los cuarenta de la aparición de su
Don Pedro de Inguanzo y Rivera (1764-1836). Ultimo prelado del
Antiguo Régimen.
En la colección de historia que Federico Suárez
comenzaba a publicar
en Pamplona bajo los auspicios de la
147
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO ]OSI! FERNÁNDEZ DE LA C/GOÑA
Universidad de Navarra. Era José Manuel Cuenca un jovencísimo
profesor
-debía rondar los veinticinco años--, que no sé bien
como recaló allí. Porque, respetuoso siempre con la religión cató­
lica, que entiendo la suya, no tne parece caracterizado, cotno ya
he apuntado, por los aspectos -los "carismas" es la palabra cursi
de
moda-del Opus DeL
En alguna ocasión le leí que era esa biograffa obra de juven­
tud. Como queriendo decir
que hoy requerirla matizaciones. Que
es obra de juventud es evidente porque no hay más que ver la
edad que terna cuando la escribió. Pero, aun así, me parece una
producción Jogradísima en el páramo ·que era entonces_ la his­
toria eclesiástica y más todavía la biografía
de los obispos de
España. Cuarenta
áños después la paramera continúa aunque ya
van apareciendo trabajos-interesantes.
Mi opinión personal es que, aun hoy, se trata de una de las
mejores biografías episcopales de la época. Ahora no me viene a
la mente la de ningún otro obispo de los de entonces que la
supere. Incluyendo a López Aydillo, Ezenarro y algún otro. Ojalá
se decida a reeditarla incrementada con todos los saberes. que ha
ido acumulando después. lnguanzo se lo merece.
Cierto
que quien terminó sus días como cardenal primado
de España tuvo
un protagonismo político indudable. Su último
cargo eclesial lo imponía
y, además, se le quiso instmmenta­
lizar
por el oficialismo en apoyo de la niña que Fernando VII
se empeñó en que fuera su suces.ora en el trono de España.
Inguanzo estaba
en otro lugar y esas presiones y a1nenazas
amargaron sus últimos díás. Y también fue diputado, y relevan­
te,
en las Cortes de Cádiz. Y autor de algún trabajo importante
sobre cuestiones debatidas
en la época que tenían no poca
carga política. Pero todo ello fueron marginalidades en su vida.
Él se quiso eclesiástico. Y eso fue sobre todo. Y un más que
notable obispo en aquella época de obispos notables: el carde­
nal Quevedo y Quintano, los arzobispos Arias Teijeiro, Simón
López, Vélez, el cardenal Cienfuegos
...
El libro de Cuenca sobre Inguanzo, desgraciadamente no ree­
ditado actualizado, o, simple1nente, en su versión originaria, fue,
y sigue siendo, excelente. Quien Jo haya leido, o Jo lea, conoce-
148
Fundaci\363n Speiro

COINCIDENCIAS CRONOLÓGICAS
rá mejor la historia de España y la historia de la Iglesia en España.
Y a
una figura insigne de ambas historias.
Vaya, pues, desde aquí, mi testhnonio de agradecinliento a
don Federico Suárez por su labor historiadora y un llamamiento
al profesor Cuenca para
que reedite, ampliada, su biografía del
último cardenal primado del Antiguo Régimen. Porque a
otros
trabajos no es preciso animarle. El se encarga solo de dar a la
imprenta infinidad de libros y de artículos que le acreditan como
a
uno de nuestros más excelentes historiadores.
149
Fundaci\363n Speiro