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La guerra de España y su signo

LA GUERRA DE ESPAÑA Y SU SIGNO
POR
JUANCAYÓN(*)
A g r a d ezco muy sinceramente la ocasión de exponer ante uste-
des algunas reflexiones re l a t i vas a un periodo trágico de nuestra
historia reciente, precisamente en unos días en los que el actual
gobierno radical socialista español, anda empeñado en r e c u p e r a r
lo que llaman “memoria histórica” y que pasa por “ o l v i d a r” los
hechos a los que aquí vamos a referirnos para re t o rcer la historia,
los hechos ciertos y acreditados, esperando ganar hoy una guerra
que per d i e ron en 1939 y que ha sido considerada por muchos
como auténtica Cruzada (1).
1 . La Iglesia y los católicos como objetivo re vo l u c i o n a ri o
R e c o r demos las palabras del polígrafo santanderino M e n é n -
d e z P e l a yo, cuando señalaba en el prólogo de su Historia de los
H e t e ro d oxos Es p a ñ o l e s: “Dios nos concedió la victoria y premió el
e s f u e r zo perseverante dándonos el destino más alto entre todos los
destinos de la historia humana; el de completar el planeta (…)
España era o se creía el pueblo de Dios y cada español, cual otro
_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _
(*) Publicamos con mucho gusto la parte central de la conferencia pronunciada
el pasado mes de septiembre por el pr ofesor Juan Cayón en el P arlamento de Varsovia,
en virtud de la invitación cursada por el profesor Maciej G iertych, eurodiputado de la
Liga de las F amilias, a la Comunión Tradicionalista, que designó al efecto a nuestro
querido colaborador . El origen condiciona lógicamente el tono del texto (N. de la R.).
(1) Vid. F
RANCISCOJOSÉFERNÁNDEZ DE LACIGOÑA,“Cruzada o guerra civil? La
perspectiv a de Eugenio Vegas”, Verbo (Madrid), n.º 247-248 (1986), págs. 869 y sigs.
Verbo, núm. 447-448 (2006), 525-547. 525
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Josué, sentía en sí fe y aliento bastante para derrocar los muros al
son de las trompetas (…) La fe de aquellos hombres (…) era la fe
que mueve montañas (…) España, evangelizadora de la mitad del
Orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Ro m a ,
cuna de San Ignacio… esa es nuestra grandeza y nuestra unidad;
no tenemos otra ” .
Cuando escribo estas líneas, la Providencia ha querido que me
e n c u e n t r e en las vacaciones estivales, sentado en el patio de armas
del castillo-palacio que sirvió de última morada al Em p e r a d o r
Carlos antes de su ingreso voluntario en el monasterio jerónimo
de Yuste. Y releo las palabras del sabio montañés, levanto la mira-
da sobre el busto de bronce del Emperador que preside el bello
entorno y pienso en la lucha constante contra la herejía p ro t e s t a n-
te, en Lepanto y la victoria salvadora sobre los turcos, pero tam-
bién en nuestra Reconquista tras 700 años de dominación maho-
metana o en la inmensa obra de evangelización de América y
buena parte de Asia… . Por no hablar del arte, las letras o nuestras
U n i v ersidades…. Y sólo puedo concluir que, efectivamente, el
m a e s t r o cántabro tenía razón. Si España ha significado algo en la
historia de la humanidad lo ha sido portando la Cruz de Cr i s t o
d e n t r o o fuera de nuestras fronteras. La Religión ve rdadera ha
sido tradicionalmente parte consustancial de nuestro espíritu, de
nuestra manera de ser como pueblo, de nuestra realidad. Por ello, no podían los re volucionarios del siglo
X Xdejar de
intentar en España la aniquilación sistemática de todo ve s t i g i o
religioso, hasta implantar la ansiada R e volución. No podía aca-
barse con España sin acabar primero con la religión. Como re c o r-
dó en España Vallet de Goytisolo citando a Ma rcel De Cort e ,
“d e s t ru a m , en primer lugar, a e d i f i c a b o, después, esta es la divisa
del racionalismo militante, cuyas consecuencias van a ser mor t a-
les para el animal político”. “Para ser creador es preciso que el
h o m b r e sea libre respecto de todo lo que no sea él mismo, que no
dependa de nada que no haya sido hecho por él mismo (...)” (2).
____________
(2) J
UANB. VALLET DEGOYTISOLO,Sociedad de masas y derecho , Madrid, Taurus,
1968; M
ARCELDECORTE, “De la sociedad a la termitera pasando por la disociedad”,
L’Ordr e Française (París), n.º 180-181 (1974), también publicado en España en Verbo
(M adrid), n.º 131-132 (1975), pág. 120.
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La táctica re volucionaria siempre es destructora primero y edifica-
dora del nuevo orden después. En España, por nuestra historia y
el arraigo providencial de la fe ve rdadera en nuestro suelo, la des-
t r ucción pasaba, necesariamente, por la extirpación de lo re l i g i o-
so de la conciencia pública y privada de los españoles (3). Y ello
pese a que lo cierto es que hasta 1931 la cuestión religiosa no era
p rec isamente un tema que realmente dividiera a los españoles.
Nuestra Patria era, sin duda, un país católico en el que la inmen-
sa mayoría de la población tanto rural como urbana vivía el cato-
licismo transmitido por los padres con absoluta normalidad,
como algo natural que acompañaba su existencia desde el naci-
miento y hasta la sepultura. Así, el agnosticismo o el anticlerica-
lismo, máxime el beligerante, era patrimonio exc l u s i vo de gru p o s
reducidísimos de iluminados por el anarquismo o el mar x i s m o
más extremo, y con anterioridad a 1931, con mínimas e xc e p c i o-
nes (Ley del Candado o alguna discusión constitucional o inci-
dentes puntuales) la religión y la Iglesia siempre habían sido r e s-
petadas en nuestra tierra. Tanto es así que de hecho puede afirmarse sin rubor que la
famosa expresión de Manuel Azaña “España ha dejado de ser cató -
l i c a ” se correspondía de facto más con la expresión pública de un
deseo (lógico por lo demás con las coordenadas emanadas del
Gran Oriente Francés, dada la condición de maestro masón del
político republicano). Por mucho que insistan los planteamientos
idealistas, la realidad sociológica de España muestra que, incluso
h oy, en días difíciles en los que los más de los que se llaman cató-
licos en las encuestas optan por posiciones l i g h to dire c t a m e n t e
ajenas o contrarias a los planteamientos de la Iglesia, se sigue
____________
(3)Como pr oféticamente señalaría el mar tirizado P. Gafo, de la Or den de
Predicador es, a sus compañer os en la cárcel Modelo, a los r eligiosos sólo podía esperar-
les en ese clima r evolucionario “(…) la eliminación y el exterminio, sin dudar . Todavía
tendrán consideración con el pequeño burgués, porque esperan ganarle para su causa,
per o a nosotros, nunca. Demasiado saben ellos que somos elementos inasimilables por
razón de nuestra fe; su designio es suprimirnos por la acción directa. Les conozco bien,
nos matarán, si pueden (…)”, en el testimonio citado por J
OSÉANTONIOGARCÍA
NOBLEJAS, “¿Hubo már tires en la guerra de España?”, Verbo(Madrid), n.º 227-228
(1984), pág. 866.
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manifestando en nuestra sociedad un cierto acervo de catolicismo
de modo que, por ejemplo, la inmensa mayoría de los niños que
nacen son bautizados o los matrimonios, por lo general, se cele-
bran de conformidad con el rito católico. El punto de partida inicial pues es que, con la p ro c l a m a c i ó n
de la República, la cuestión religiosa no estaba en las pr e o c u p a c i o-
nes prioritarias de la mayoría de los españoles y, de hecho, inclu-
so se había planteado en distintos foros republicanos la posibili-
dad de una república conservadora y confesional. Quizás por ello
la Iglesia aceptó sin demasiadas re s e rvas al nuevo régimen a través
del nuncio Mons. Tedeschini. Pe ro en tiempos de la República, con especial virulencia, se
intentó imponer el abandono de nuestra tradición para pr o p u g-
nar ideas nuevas venidas de la Eu ropa anticristiana y el pueblo
español, de nuevo como en el pasado, se resistió con gallardía. No
puede haber ninguna duda entre ustedes al respecto, “lo que se
dilucidó con sangre en los campos españoles no fue una mera
cuestión de poderío, dominio o explotación colonial. Fue una
lucha espiritual, de ideas, entre quienes pretendían fundar la coe-
xistencia sobre bases estatales y laicas y quienes se aferraban a la
comunidad de base re l i g i o s a” (4), o lo que es lo mismo, como sos-
tuviera nuestro llorado Rafael Gambra, la causa inicial de la gue-
rra fue el sentimiento religioso herido y esto es lo que intentare-
mos transmitir en esta comunicación.
2 . Ausencia de legitimidad de origen de la II Re p ú b l i c a
E s p a ñ o l a
Es frecuente en nuestros días, siguiendo la tergiversación de la
historia más al uso, hacer pasar la II República española como el
régimen legítimo, democrático, saludado por toda una nación que
lo esperaba y ansiaba como la panacea política. Los modernos
l i b r os de historia, los diarios, las novelas, las televisiones y las pelí-
____________
(4) M
IGUELAYUSOTORRES,“El sentido de un conflicto ”, Iglesia-Mundo,n.º 323-
324, Madrid, 1986, págs. 5 y sigs.
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culas cinematográficas insisten en presentar la II República espa-
ñola como una frustrada oportunidad perdida de pro g reso, de paz
social y de felicidad inagotable. La táctica de que una mentira cien
veces repetida puede pasar ante la población por categórica ve r-
dad, encuentra en dicha valoración un ejemplo paradigmático. Se g u i remos en este comienzo de la narración de los hechos
re l a t i v os al cambio de régimen, para no poder ser acusados de
buscar en esto testimonios vinculados a los alzados, a César
Vidal, el hereje protestante y ultraliberal más de moda hoy en día
e n t re la democracia cristiana española, gracias por cierto, a la
emisora de Radio propiedad de la Conferencia Episcopal españo-
la. Pues bien, este autor, en uno de sus numerosísimos y muy
vendidos libros (5) al respecto resume bien lo acontecido: “(…)
Aunque la propaganda republicana presentaría posteriormente
las elecciones municipales de abril de 1931 como un plebiscito
popular en pro de la república, no existía ningún tipo de raz o n e s
para interpretarlas de esa manera. En ningún caso la conv o c a t o-
ria tenía carácter de referéndum ni —mucho menos— se trataba
de unas elecciones a Cortes constituyentes. De hecho la primera
fase de las elecciones municipales celebrada el 5 de abril se cerró
con los resultados esperados. Con 14.018 concejales mon árq u i-
cos y 1.832 republicanos, tan solo pasaron a control r e p u b l i c a n o
un pueblo de Granada y otro de Valencia (…) el 12 de abril de
1931 se celebró la segunda fase de las elecciones. Frente a 5.775
concejales republicanos, los monárquicos obtuvieron 22.150, es
d e c i r , el voto monárquico prácticamente fue el cuádruplo del
republicano (…)”. Sin embargo, lo cierto es que los políticos
m o n á rquicos, la práctica totalidad de los miembros del gobierno
y los mandos militares clave consideraron que dicho re s u l t a d o ,
ve rdaderamente abultado por la república en las zonas urbanas
como Madrid o Ba rcelona, suponía una pérdida de confianza de
la masa en el sistema monárquico (aunque liberal), sensación de
d e r rota en las filas monárquicas que se sumó, que duda cabe, a la
c e r t e za de que los republicanos dominarían la calle hasta hacer
caer el régimen.
____________
(5) C
ÉSARVIDAL,Checas de M adrid, 3.ª ed., Madrid, 2003, págs. 54 y sigs.
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Como se re c o rdaba entre nosotros hace ya algún tiempo (6),
cuando el 14 de abril de 1931 la monarquía liberal es suplantada
por la República, el papel del P a rtido Comunista español era r e a l-
mente modesto, dentro de la minoría que re p resentaba el espec-
t ro de la izquierda; todas las fuentes coinciden en calcular entre
800 y 1000 los afiliados en toda la nación. Sin embargo, la tras-
cendencia posterior de los comunistas, como la de los anar q u i s t a s
( f u e r za mucho más arraigada en España, especialmente en algunas
zonas geográficas como Cataluña), sería demoledora pues,
siguiendo las técnicas re volucionarias al uso y con el apoyo y re s-
paldo de los distintos gobiernos, se hicieron con las calles de
forma brutal. Ma yor re l e vancia tenía el P a rtido Socialista O b re ro Español,
fundado en 1879 por Pablo Iglesias y que, ya en 1910 are n g a b a
en el Parlamento: “(…) El PSOE viene a buscar aquí (al
Parlamento), a este cuerpo de carácter eminentemente burgués, lo
que de utilidad pueda hallar, pero la totalidad de su ideal no está
aquí. La totalidad ha de ser obtenida de otro modo. Mi par t i d o
está en la legalidad mientras ésta le permita adquirir lo que nece-
sita; fuera cuando ella no le permita alcanzar sus aspiraciones
(…)”; como puede imaginarse, dichos postulados veinte años más
t a r de seguían plenamente vigentes, especialmente bajo los manda-
tos de Largo Caballero, el llamado Lenin español. Obviamente para los distintos grupúsculos de ultra izqu ierd a ,
el advenimiento de la república no era más que una evolución del
sistema anterior aunque sin corona, un adecuado y necesario paso
intermedio para su ve rdadera finalidad, un estado transitorio que
d e r r ocaría al monarca como pistoletazo de salida para la re vo l u-
ción socialista. El tormentoso advenimiento de la II República a España que
tan bre vemente les acabo de r e s u m i r, vendría seguido casi de
inmediato, apenas un mes después, de las primeras acciones re vo-
lucionarias en la calle, por las que los grupos anticlericales más
____________
(6) Cfr . el interesante artículo de Á
NGELMAESTRO,“La ultraizquierda española
en la II R epública y en la guerra 1936-1939”, Verbo(Madrid), n.º 211-212 (1983),
págs. 105 y sigs.
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a c t i vos, y durante los días 11, 12 y 13 de mayo de 1931 en
Madrid, Valencia, Alicante, Mu rcia, Sevilla, Málaga y Cádiz,
cometían con impunidad tolerada desde el poder establecido, los
p r i m e r os asaltos, el saqueo y el incendio de algunas iglesias y con-
ventos, atrocidades y sacrilegios que fueron desde entonces episo-
dio corriente (7). Con la proclamación de la Constitución republicana, lejos de
establecerse un marco jurídico que permitiera el libre desarrollo de
la catolicidad, se legalizan medidas que, por primera vez en mucho
tiempo dentro de la historia de nuestro derecho, supondrían ata-
ques frontales contra la Iglesia y las manifestaciones públicas de la
fe. Así, como más adelante tendremos ocasión de exponer, los des-
manes contrarios a la Iglesia católica fueron también moneda de
uso corriente en la legislación y no sólo en la calle.
3 . Ausencia de legitimidad de ejercicio de la II Re p ú b l i c a
e s p a ñ o l a :
Y es que incluso comenzó a ser frecuente que ni los p ro p i o s
republicanos respetaran la Constitución republicana (8) ya de por
si anticatólica, de modo que el caos se adueñó de las calles en las
que, aún de forma más o menos larvada, las dos Españas se
e n f rentaban a diario. Probablemente por ello, cuando se celebran unas elecciones el
19 de nov i e m b r e de 1934 (en las que vota el 67’46% del censo,
incluidas mujeres por primera vez), las derechas obtuvie ro n
3.365.700 votos, el centro 2.351.500 y las izquierdas 3.118.000
aunque el sistema electoral, debidamente modificado pr e v i a m e n-
te por la ley electoral, llevaba a las derechas a concentrar 204 esca-
____________
(7)Es ob viamente impr escindible para el estudio de la cuestión que nos ocupa,
acudir a la documentadísima obra de M ons. A
NTONIOMONTEROMORENO,Historia
de la persecución religiosa en E spaña 1936-1939, Biblioteca de A utores Cristianos,
Madrid, 1961. (8) P odrían citarse innumerables ejemplos “legales ”, que no jurídicos, como la
Ley de 12 de junio de 1936 sobre desahucios o la de 13 de julio del mismo año sobr e
nombramiento del presidente del Tribunal Supr emo.
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ños frente a 168 para el centro liberal y 91 para las izquierd a s .
Debiera en este contexto haber sido llamada a formar gobierno la
a g rupación de las derechas de la CEDA y sin embargo no fue así
pues Alcalá Zamora encomendaba formar gobierno al minoritario
L e r roux, por lo que los partidos de izquierda se decidieron a inter-
venir por la fuerza de las armas, máxime cuando el timorato Gi l -
Robles, candidato de las derechas liberales, solicita formar par t e
del gobierno, no como presidente, lo que democráticamente le
hubiera correspondido, sino simplemente con algunas carteras. La
aceptación de dicha propuesta por parte de Lerroux, desencadena
los desórdenes violentos. Este primer ensayo re volucionario en 1934, que sólo triunfa
aunque temporalmente en Asturias, abrupta región situada al
n o r te del país y cuna otrora del resurgir de la patria contra la inva-
sión islámica, es sofocado con la presencia militar enviada por el
gobierno republicano en la cual participó muy activamente, a
f a vor de la legalidad republicana, precisamente, Francisco F r a n c o
Baham onde. Las causas del fracaso de los re volucionarios ha sido
discutida, pero lo que pareció indubitado fue que en Asturias
triunfó, siquiera momentáneamente, por ser el único lugar en el
que las fuerzas re volucionarias actuaron de forma coordinada y
con ello de forma más efectiva, lo que, por citar un simple ejem-
plo, supuso el fusilamiento de todos los seminaristas de la casa de
estudios eclesiásticos de Oviedo, el menor de tan sólo 16 años (9).
El balance final de la intentona se saldó con 324 muertos y 903
heridos entre las fuerzas de orden público, 1.051 muertos y 2.051
heridos entre los civiles, además de 58 iglesias quemadas y ot ro s
muchos daños materiales.
Pe ro tras el episodio de 1934 en el que algunos autores han
c reíd o ver el ve rd a d e r o comienzo de la guerra civil (10) y con la
____________
(9) También son conocidos los diez Már t i res de Turón (9 Hermanos de las
Escuelas Cristianas y un Pasionista), canonizados el 21 de nov i e m b re de 1999 y ase-
sinados el 9 d e octubre de 1934 p or asesinos reclutados de otros lugares porque en el
pueblo de Turón no encontraron quienes estuvieran dispuestos a perpetrar semejan-
te crimen. (10) E ntre los más recientes en manifestar tal parecer , el hoy felizmente recon-
vertido del terrorismo izquier dista Pío Moa, pero mucho antes que él, otr os autores de
más talla fueron del mismo parecer .
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experiencia adquirida, el empuje re volucionario no respetaría en
el futuro norma alguna, por supuesto no las de la sana moral pero
tampoco siquiera las de los textos legalistas republicanos. Como
otra muestra, he extraído esta cita del camarada Nin (11), a la
sazón y en ese momento nada menos que Consejero (M i n i s t ro) de
Justicia del Gobierno independentista catalán y que acabaría sien-
do torturado y ejecutado a sangre fría por sus propios camaradas
en aplicación de sus propias teorías: “(…) no concebimos la jus-
ticia como un ente abstracto que está situado por encima de las
clases (…) La justicia tiene el signo de la clase que domina (…) y
ahora la justicia está al servicio de la clase trabajadora r e vo l u c i o-
naria (…)”. Tanto fue así que el mismo Nin, en un discurso pro-
nunciado en B a rcelona el 8 de agosto de 1936 frente a sus cama-
radas del POUM, no tuvo inconveniente alguno en declarar:
“ Habí a muchos problemas en España (...) El problema de la
Iglesia (...) nosotros lo hemos resuelto totalmente, yendo a la raíz:
hemos suprimido los sacerdotes, las iglesias y el culto ” .
Y es que las fuerzas re volucionarias, más deprisa que en cual-
quier otra nación o en anteriores r e voluciones, desplazaron los
tópicos legalistas y cr e a ron organismos r e volucionarios que
suplantan incluso los creados por la propia legalidad izquie rd i s t a ,
con jueces propios, policía re volucionaria, etc…: “(…) en suma,
un proceso re volucionario tan avanzado y tan pleno que (…)
e m p i e za a despertar el recelo de los estalinistas soviéticos, temero-
sos de un afianzamiento del trotskismo y de desatar una e xc e s i va
suspicacia en las democracias occidentales” (12). En ese contexto, las últimas elecciones antes de la subl eva c i ó n
del 18 de julio, se celebraban en fe bre ro de 1936 y de las irre g u-
laridades cometidas en las mismas, hasta el propio presidente de
la república, el Sr. Alcalá Zamora, declaraba a la prensa interna-
cional (13) lo siguiente: “(…) a pesar de los sindicatos el f re n t e
popular —las izquierdas— obtenía poco más de 200 actas en un
_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _
(11) Andrés N in, conferencia sobr e los tribunales populares y la justicia revolu-
cionaria en Radio POUM, Barcelona, 16 de octubre de 1936. (12) Á
NGELMAESTRO,loc. cit. , pág. 130.
(13) Entr evista a Niceto Alcalá Zamora publicada en el Journal de G enèveel 17
de enero de 1937. Traducción libre.
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parlamento compuesto de 473 diputados (…) con lo que la mayo-
ría absoluta se le escapaba. Sin embargo, logró conquistarla (…)
violando sus escrúpulos de legalidad y conciencia ”. ¿Cómo? Una
v ez más con la presión en la calle (14). D esde el mismo 16 de febre-
ro r eclamando violentamente haber ganado las elecciones (pese a
que los datos oficiales se consolidarían el 20 ante las J untas electo-
rales competentes), alterando o destruy endo las actas, anulando los
r esultados en las circunscripciones no fr entepopulistas, etc... Y una
vez conseguido el poder de este modo, ante las protestas de la dere-
cha, nombrando unilateralmente una comisión de validez de las
actas parlamentarias que actuó de modo uniformemente irr egular,
anulando muchas actas no izquier distas, proclamando diputados a
candidatos izquier distas que perdieron en las urnas, etc…
Por ello, sólo desde la demagogia o el desconocimiento puede
sostenerse que los poderes establecidos en 1936 eran democráti-
cos o gozaban de la más mínima legitimidad de origen. No sólo la
República estaba viciada desde sus orígenes, sino que especial-
mente el poder instituido en ese año de 1936 adolecía de los peo-
res e insubsanables vicios tanto de origen como de eje rc i c i o.
En par t i c u l a r, siendo un tema en el que especialmente se me
solicitó cierto detenimiento para esta disertación, en cuanto a la
____________
(14) Los testimonios de personas ajenas al levantamiento son muy variados e
interesantes, especialmente los de la época. P uede en este sentido por ejemplo consul-
tarse el de M
ELCHORALMAGROSANMARTÍN,La guerr a civil española, Ed. R odríguez
Giles, B uenos Aires 1937, en el que enjuicia con detalle la ilegitimidad del F rente
P opular en las elecciones de 16 de febrero y su segunda vuelta, en la toma del gobier -
no r epublicano por los frentepopulistas y en el proceso de destitución de\
l presidente de
la r epública, donde puede leerse: “(…) P uesto a decir toda la verdad, confesaré que
nunca fueron absolutamente puras nuestras elecciones, entendiendo por tales el libre y
espontáneo testimonio de la voluntad popular , desligado del influjo ejercido desde el
M inisterio del Interior (…) usaron los republicanos del 14 de abril,\
en las elecciones de
las constituyentes, el consabido y desacreditado recurso de hacer influir a los goberna -
dor es y de remover los ayuntamientos a fav or de los candidatos ministeriales. Miguel
M aura, a la sazón Ministro de la Gobernación, desmochó cuantos ayuntamientos le
estorbar on, nombrando, como P rimo de Rivera, comisiones gestoras que los pusieran a
la entera disposición del gobierno (…)” y aún así “(…) el fr ente popular (…) según
datos ministeriales, (…) estaba en minoría (…) ¿En qué, pues, consistió que lograse
aparecer con mayoría en las cortes?... En el empleo de los procedimientos anulatorios y
de fraude, con los cuales se llegó a la soñada supremacía parlamentaria (…)”.
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persecución religiosa desatada por las hordas marxistas y que llevó
a la tumba sin juicio previo a innumerables seglares por el mero
hecho de confesarse católicos o negarse a la apostasía; los testimo-
nios son tan esclare c e d o res como escalofriantes y las cifras, ve rd a-
deramente abr u m a d o r a s .
Como muestra del incremento de actos anticatólicos cabe decir
con F r. J usto Pér ez de Urbel (15) que tan sólo entre febrero y junio
de 1936 se quemaron al menos 297 iglesias con el consiguiente
saqueo y profanación de las mismas, produciéndose incluso, en esos\
días pr evios al levantamiento en armas contra la injusticia roja, pér -
didas irr eparables para el patrimonio artístico nacional.
Hispanistas tan poco sospechosos de mantener posiciones
políticas vinculadas al tradicionalismo o a los alzados, como H u g h
Thomas (16), han llegado a afirmar que “posiblemente en ningu-
na época de la historia de E u ropa y posiblemente del mundo, se
ha manifestado un odio tal contra la religión y todo cuanto con
ella se encuentra re l a c i o n a d o”. Por ello, siguiendo la tradición
bimilenaria de honrar a sus már t i res elevándolos a la santidad
como firmes testigos de la fe de Cristo, se ha colocado ya en los
a l t a res a un considerable número de los perseguidos y tramita
igualmente numerosas causas de beatificación entre los asesinados
en aquellos días (17). Ot ro testimonio que quiero destacarles (18), abrumador por
independiente y espontáneo, es el que nos deja Félix Schl aye r,
____________
(15) Fr. J
USTOPÉREZ DEURBEL,Los mártir es de la Iglesia (T estigos de su fe), en la
colección La epopeya y sus héroes, AHR, Madrid, 1956, pág. 28. (16) H
UGHTHOMAS,La guerra civil española, P arís, Ruedo Ibérico, 1967, aun-
que posteriormente se han hecho innumerables ediciones y ampliaciones de\
dicha obra. (17) Cfr. J
OSÉANTONIOGARCÍANOBLEJAS,loc. cit., págs. 843 y sigs. Nótese que
sólo durante el pontificado de J uan Pablo II fueron canonizados entre otros San Cirilo
Beltrán y sus ocho compañeros de Turón antes r eferidos o San P edro P oveda
Castrover de, y beatificados innumerables más entr e los que cabe destacar a María de los
Ángeles Girar d Martí, Joseph Tapiés y seis compañeros más, José Aparicio S anz y dos-
cientos tr einta y dos compañeros más, M aría del Sagrario de S an Luis Gonzaga, María
Gabriela Hinojosa N averos y seis compañeras más, F rancisca del Sagrado Corazón de
J esús Aldea Araujo… Todos ellos víctimas del terror rojo.
(18) Llama la atención que pese a que el original alemán Diplomat im roten
Madrid impreso en M unich data de 1938, no es hasta 2006 cuando dicho testimonio
ha visto la luz en el volumen Matanzas en el Madrid republicano , Altera, Madrid, 2006.
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Cónsul de No ruega en Madrid en aquel tremendo 1936, ve rd a d e-
ro ángel de la guarda para los más de 900 refugiados en su lega-
ción diplomática y uno de los primeros en percatarse en Ma d r i d
del holocausto de Paracuellos del Jarama en el que se asesinó, a
s a n g r e fría sin juicio ni justificación, a más de 8000 personas en
sólo unos días, sacándolas de madrugada de las cárceles en las que
se hallaban recluidas. Pues Schlayer nos r e c u e rda como “(…) al
p rop io Calvo Sotelo, gran diputado y líder de los partidos dere-
chistas, le anunció la muerte que le esperaba el mismo p re s i d e n t e
del Consejo de Mi n i s t ros, Casares Q u i roga, quien lo hizo en el
m a r co de una agitada sesión parlamentaria [de la que se conser-
van actas] (…) pocos días después tuvo lugar el asesinato durante
la noche y a manos de la policía (…)” (19). Y respecto de los des-
ó r denes generalizados en la zona roja una vez los alzados se le va n-
t a r on contra la r e volución, dice Schlayer que “(…) entre finales de
julio y mediados de diciembre de 1936 (…) estimo, y con mucha
cautela, que el número de asesinatos practicado en Madrid, sin
p roc edimiento judicial alguno, se sitúa entre los 35.000 y 40.000,
quedándome con seguridad por debajo de la cifra real, si estimo
que el número de hombres, mujeres y niños asesinados en toda la
zona roja, durante dicho tiempo, fue de 300.000” (20). Debemos destacar para hacer honor a l a ve rdad que dicha bar-
barie no sólo provenía de turbas incontroladas sino que era per-
fectamente conocida y tolerada por el gobierno. Y el diplomático
n o r uego de origen alemán, por terminar con sus testimonios,
también nos lo indica: “(…) el gobierno rojo imposibilitaba la
distinción que tanto Franco como la Cruz Roja Internacional pre-
tendían establecer (…) porque pretendía utilizar a la población
civil a modo de escudo para sus militares. Culpables de sacrificar
de tal modo a mujeres y niños, no por ello dejaban de utilizar
esas mismas víctimas como cartel de propaganda ante el mundo
(…)” (2 1). Y es que “en la zona dominada por los rojos, estos crí-
menes, producto de la ferocidad de las masas , iban en aumento
____________
(19) F
ÉLIXSCHLAYER,op. cit., pág. 28.
(20) F
ÉLIXSCHLAYER, op. cit., pág. 46.
(21) F
ÉLIXSCHLAYER, op. cit., pág. 209.
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semana tras semana, hasta conve rtirse en una espantosa orgía de
pillaje y de muerte, no sólo en Madrid sino en todas las ciudades
y pueblos de dicha zona. Aquí se trataba del asesinato organizado.
Ya no era sólo el odio del pueblo, sino algo que respondía a una
metodología rusa: era el producto de una “ a n i m a l i z a c i ó n” cons-
ciente del hombre por el bolchevismo” (22). Hasta tal punto llegó la re p resión roja de la catolicidad del
pueblo español que sólo dos testimonios más, ahora pr ove n i e n t e s
de los asesinos, son elocuentes: el secretario general de la sección
española de la III Internacional, José Díaz, afirmaba en V a l e n c i a
el 5 de marzo de 1937 que “en las provincias en que dominamos,
la Iglesia ya no existe. España ha sobrepasado en mucho la obra
de los soviets, porque la Iglesia, en España, está hoy día aniquila-
d a ”. Y en el mismo sentido, el tristemente conocido diario socia-
l i s t a - a n a r quista, Solidaridad O b re raen el número co rre s p o n d i e n-
te al 25 de mayo de 1937, publicaba la siguiente confesión de
p a r te: “¿Qué quiere decir restablecer la libertad de cultos? ¿Qué se
puede vo l ver a decir misa? Por lo que respecta a Ba rcelona y
Madrid, no sabemos dónde se podrá hacer esta clase de pantomi-
mas. No hay un templo en pie ni un altar donde colocar un
cáliz... Tampoco creemos que haya muchos curas por este lad o. . .
capaces de esta misión ” .
4 . El Alzamiento en sí y la posición de la Iglesia y los católicos
P e ro no debe pensarse que los desmanes en el ad ve n i m i e n t o
de la República y los desórdenes de todo tipo que con ella se hicie-
ron presentes en España, fueron igualmente digeridos por los par-
tidos llamados católicos. Mientras el tradicionalismo se mantuvo firme en e l re c h a zo de
la república como contraria a la monarquía tradicional hasta
entonces y aun hoy defendida, siendo muy destacable el impulso
de Eugenio Vegas Latapié, Víctor Pradera, Acción Es p a ñ o l a o el
periódico El Siglo Fu t u ro, sin embargo, otros líderes, ayer como
____________
(22) F
ÉLIXSCHLAYER,op. cit. , pág. 32.
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h oy, optaron por la trampa del mal menor, de lo que ellos lla-
maban y llaman el “bien posible”, por la colaboración con la
República desde la República. Naturalmente nos estamos re f i r i e n-
do a la CEDA, a los grupos que pululaban en torno a la cabecera
de El De b a t e ( i m p o rtante diario de las derechas), a los P ro p a g a n -
distas católicos, en definitiva a lo que hoy podríamos llamar
democracia cristiana. Dichos grupos, pasaron en sus p ro g r a m a s
políticos de la monarquía (aunque fuera liberal) como punto pro-
gramático a la accidentalidad de las formas de gobierno, y con
ella, a la adhesión a la República. La actitud de Ángel H e r rera, de
José María Gil Robles y demás seguidores de esta posición que
podría tacharse de colaboracionista, sin duda contribuyó a la con-
solidación de los desmanes, que encontraron mermada l a re s i s t e n-
cia al pasarse muchos católicos de buena fe de la resistencia a la
cooperación, instada incluso desde el gobierno por los tibios líde-
res de lo que entonces recibió el nombre de Acción Nacional y
luego, por la prohibición republicana, Acción P o p u l a r. Alegando
las instrucciones de León XIII para Francia en un momento con-
c ret o de su devenir histórico, la división entre los católicos se con-
sumó y de hecho, aún hoy, perdura con nefastas consecuencias. Por lo que se r e f i e re a la posición de la Iglesia oficial frente a
los acontecimientos, como se ha dicho, en un principio se mostró
colaboradora con las instituciones republicanas, aunque en el caso
español no se produjo ninguna instrucción explícita o implícita
de ra l l i e m e n t .
Se ha destacado cómo “(…) sin embargo, y tan sólo después de
la sectaria legislación persecutoria de que fue objeto y de los hechos
contra ella permitidos, protestó duramente (…)” (23). E f e c t i -
vamente, los artículos 26 y 27 de la Constitución republicana con-
s a g r a r on oficialmente el sectarismo anticatólico, se produjo la
expulsión de la Compañía de Jesús de suelo español, se p ro h í b e n
las procesiones y se dicta la Ley de Confesiones y Con gre g a c i o n e s
Religiosas, y las protestas no tard a ron en hacerse notar (24).
____________
(23) E
STANISLAOCANTERONÚÑEZ,“Los católicos y la adhesión a la República.
El equívoco de un pretendido r a l l i e m e n te s p a ñ o l”, Ig l e s i a - M u n d o ( Madrid), n.º 323-324
(1986), págs. 13 y sigs. (24) Cfr . la encíclica Dilectissima N obisde 3 de junio de 1933.
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Y ante este panorama desolador, buena parte del pueblo espa-
ñol, ayudados de algunos militares que hasta el momento habían
s e r vido lealmente a la república, junto con otros que cier t a m e n t e
s i e m p r e se mantuvieron más críticos, adoptaron la penosa deci-
sión de alzarse, arriesgando su vida, su prestigio y su patrimonio,
para no perder todo ello en una cuneta en plena madr u g a d a .
Y esa evolución que vivieron los católicos de a pie ante la cru-
d e za de la barbarie que contra ellos se desataba, al tomar la I g l e s i a
con dignísimo celo un papel martirial que día a día se podía apre-
ciar en las calles, donde las turbas incontroladas y alentadas desde
el poder masacraban sin piedad a curas, monjas y a cualquiera que
simplemente fuera suscriptor de algún diario católico, llevó tam-
bién a un posicionamiento de la Iglesia oficial en el que tuvo espe-
cial re l e van cia, una vez iniciado el conflicto, la Carta Colectiva del
Episcopado español a los Obispos de todo el mundo explicando
las razones del alzamiento y los fines de la guerra, de fecha 1 de
julio de 1937. Citando textualmente dicho documento (25) la causa por la
que se emite dicho comunicado no es otra en palabras de los fir-
mantes que corresponder “a la gran caridad que se nos ha mani-
festado de todos los puntos de la tierra. (...) porque ya que D i o s
ha permitido que fuese nuestro país el lugar de experimentación
de ideas y procedimientos que aspiran a conquistar el mundo,
quisiéramos que el daño se redujese al ámbito de nuestra Patria y
se salvaran de la ruina las demás naciones (…)”. Obviamente la Iglesia nunca quiso el conflicto fraticida ni lo
buscó, por más que la propaganda marxista, tanto a nivel nacio-
nal como desde la desinformación que con frecuencia se publica-
ba en periódicos extranjeros, censurara a la Iglesia en España acu-
sándola “de haber provocado esta guerra, o de haber conspirado
para ella, aun de no haber hecho cuanto en su mano estuvo para
e v i t a r l a ”. Por ello se afirma en el texto episcopal que el mismo
contiene “la posición del Episcopado español, de la Iglesia espa-
____________
(25) Puede encontrarse entero en sus más de cuarenta páginas en El Mundo Ca t ó l i c o
y la C a rta Colectiva del Episcopado E s p a ñ o l, Centro de Información Católica I n t e r n a c i o n a l,
Ediciones Rayfe, Burgos, 1938 y extractada en numerosos sitios de I n t e r n e t .
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ñola, frente al hecho de la guerra actual. Se la vejó y persiguió
antes de que estallara; ha sido víctima principal de la furia de una
de las partes contendientes; y no ha cesado de trabajar, con su ple-
garia, con sus exhortaciones, con su influencia para aminorar sus
daños y abreviar los días de prueba (...)”.Y añade para que no quede duda como “(…) fueron los legis-
l a d o res de 1931, y luego el Poder ejecutivo del Estado, con sus
prácticas de gobierno, los que se empeñaron en torcer br u s c a -
mente la ruta de nuestra historia en un sentido totalmente
contrario a la naturaleza y exigencias del espíritu nacional, y
esencialmente opuesto al sentido religioso predominante en el
país. (...) El pueblo español, que en su mayor parte mantenía viva
la fe de sus m ayo res, recibió con paciencia invicta los re i t e r a d o s
agravios hechos a su conciencia por leyes inicuas; (...) la autori-
dad, en múltiples y graves ocasiones resignaba en la plebe sus
p o d e r es. Los incendios de los templos en Madrid y provincias, en
m a y o de 1931; las revueltas de octubre de 1934 (…) el período
turbulento que corre de fe bre ro a julio de 1936, durante el cual
f u e ron destruidas o profanadas 411 iglesias y se cometieron ce rc a
de 3.000 atentados graves de carácter político y social, p re s a g i a-
ban la ruina total de la autoridad pública, que se vio sucumbir con
f rec uencia a la fuerza de poderes ocultos que mediatizaban sus
funciones. N u e s t ro régimen político de libertad democrática se
desquició, por arbitrariedades de la autoridad del Estado y por
coacción gubernamental que trastocó la voluntad popular en
pugna con la mayoría de la nación (…)”. Desgraciadamente y como estamos viendo, esos eran los
hechos que, como señalaban los propios Obispos, cotejados con
la doctrina clásica y en especial de Santo Tomás sobre el de re c h o
a la resistencia defensiva por la fuerza, debería llevar a cada obser-
vador a las mismas conclusiones que estamos hoy intentando
exponer aquí. Pensemos que, hasta la Iglesia oficial, tradicional-
mente diplomática y a veces incluso tibia, llegaba a afirmar que
“es cosa documentalmente probada que en el minucioso proy e c t o
de la re volución marxista que se gestaba, y que había estallado en
todo el país, si en gran parte de él no lo hubiera impedido el
m o vimiento cívico-militar, estaba ordenado al exterminio del
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c l e ro católico, como el de los derechistas calificados; como la
s o vietización de las industrias y la implantación del comunismo ” .
Por ello el documento, tildaba l a re volución marxista ampara-
da si no p ro m ovida desde el poder republicano de “e xcepcional en
la historia (…) [ por cuanto no se conocía hasta esa fecha una per-
secución tan sistemática y efectiva, ni siquiera en los soviets de la
entonces extinta Ru s i a ], premeditada (…) [ya que son innumera-
bles los testimonios que acreditan de forma unánime la alevosía y
planificación de los crímenes cometidos así como el número y
celeridad en la destrucción de templos y la matanza de re l i g i o s o s
sin respetar género ni jer arq u í a ], cruelísima (…) [ considerando
que se ejecutó a civiles y religiosos sin juicio alguno en la m ayo r í a
de los casos y las formas de asesinato r e v i s t i e ron caracteres de bar-
barie horrenda con amputaciones, mutilaciones, vejaciones y tor-
turas, muchas de las cuales se experimentaron por vez primera en
la Españ a re p u b l i c a n a ] , inhumana (…) [ pues la crueldad máxima
e j e r cida con los ministros de Dios y sus fieles era más propia de
animales que de personas] y bárbara (…) [ ya que sus pr o f a n a c i o-
nes y beligerantes destrucciones se dirigieron muchas veces contra
obras de intelectuales y artísticas que re p resentaban signos de civi-
lización heredada de siglos] . Y desgraciadamente, los Obispos fir-
mantes en 1937 aún se quedaban cortos al no haber tenido opor-
tunidad de conocer algunas de las masacres más sistemáticas eje-
cutadas desde los órganos gubernamentales, infiltrados de agentes
s o viéticos, cuando la guerra ya estaba perdida para la causa roja y
se adoptó la política de tierra quemada. Y en cuanto a la doctrina Pontificia, las encíclicas y mensajes
de SS.SS. Pío XI y Pío XII son igualmente contundentes en el
sentido de reconocer la realidad martirial de los hechos que acae-
cían en la España roja y que por sí solos justificaron a la luz de la
Iglesia el Alzamiento en armas contra el poder establecido.
Repasemos siquiera someramente algunos de esos textos
A )El Santo P a d re Pío XI, en la alocución pronunciada en la
audiencia concedida a quinientos españoles el catorce de septiem-
b re de 1936 decía “(…) venís a deciros vuestro gozo por haber
sido dignos, como los primeros apóstoles, de sufrir p ro nomine
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Jesu (…) Nos (…) abrazamos con la mirada y con el corazón a
todos vuestros compañeros de tribulación y de mart i r i o ” .
B ) El mismo Papa, en su encíclica sobre el comunismo ateo
Divini Re d e m p t o r i s habla de “una destrucción tan espantosa lleva-
da a cabo en España, con un odio, una barbarie y una fer o c i d a d
que no se hubiese creído posible en nuestro siglo”. Y siguiendo
con la cita textual del Santo P a d re “obispos y sacerdotes han sido
desterrados, condenados a trabajos forzados, fusilados y asesina-
dos de un modo inhumano; simples seglares, por haber defendi-
do la religión han sido detenidos por sospechosos, perseguidos y
l l e vado s a prisiones (…) el comunismo (…) no se ha contentado
con derribar alguna que otra iglesia (…) sino que, cuando le fue
posible, destruyó todas las iglesias, todos los conventos y hasta
toda la huella de religión cristiana (…) no se ha limitado a matar
obispos y millares de sacerdotes, de religiosos y religiosas (…) sino
que ha hecho un número mucho mayor de víctimas entre los
s e g l a r es de toda clase y condición que, diariamente, puede decir-
se, son asesinados en masa por el mero hecho de ser buenos cris-
tianos o tan sólo contrarios al ateismo comunista (…)”.
C ) Y finalmente, el mismo Pío XI en la Encíclica al E p i s c o -
pado mejicano en 1937, haciendo una clara alusión a la situación
española expresa categóricamente que “(…) es muy natural que
cuando se atacan aun las más elementales libertades religiosas y
cívicas, los ciudadanos católicos no se resignen pasivamente a
renunciar a tales libertades (…)” (26).
D ) Pío XII por su parte, en el radiomensaje al pueblo espa-
ñol de 16 de abril de 1939 destacó como “la propaganda tenaz y
los esfuerzos constantes de los enemigos de Jesucristo parece que
____________
(26) Cita que también tomó el Car denal primado de Toledo cuando el 28 de
agosto de 1945 trataba sobre la legitimidad de la Cruzada. En este sentido y con innu-
merables citas de sentido coincidente, C rf.La Iglesia habla de E spaña, de la serie
D ocumentos históricos, S ervicio I nformativ o Español, M adrid, 1964; para mayor
extensión cfr . también el primer número de dicha serie, intitulado específicamente La
I glesia y la guerra española, de Luis Aguirre Prado, SIE, Madrid, 1964.
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han querido hacer de España un experimento supremo (…) y,
aunque es ve rdad que el Omnipotente no ha permitido por ahora
que lograran su intento, (…) ha tolerado al menos (…) la perse-
cución religiosa (…). Persuadido de esta ve rdad el sano pueblo
español (…) se alzó decidido en defensa de los ideales de la fe y la
civilización cristianas( …). Y ahora, ante el re c u e rdo de las r u i n a s
acumuladas en la guerra civil más sangrienta que re c u e rdan los
tiempos modernos, Nos, con piadoso impulso, inclinamos ante
todo nuestra frente a la santa memoria de los obispos, sace rd o t e s ,
religiosos de uno y otro sexo y fieles de todas las edades y condi-
ciones que en tan elevado número han sellado con la sangre su fe
en Jesucristo y su amor a la religión católica ” .
5 . El Régimen poster ior a la victoria sobre la barbarie ro j a
Un análisis como el que hemos efectuado quedaría incomple-
to sin una puntualización necesaria, en el sentido de diferenciar la
absoluta legitimidad del Alzamiento y la auténtica cruzada conse-
cuente contra las hordas marxistas, de la actuación y legitimidad
posterior del régimen nacido de aquél 18 de julio y liquidado con
la Constitución Española de 1978, hoy vigente. No es ni el momento ni el lugar de entrar a juzgar la política
franquista y el modo y manera tan personalista con el que el
General Franco jugueteó con el fascismo a la vez que se deshacía
de los tradicionalistas (27), para luego mantenerse en la aut arq u í a
caudillista de un reino sin r e y, y acabar cayendo en las manos de
la tecnocracia. No obstante debemos mencionar que el régimen
de Franco (28) llevó a España en 1974 a estar entre las diez pri-
____________
(27) Sobr e este particular se ha escrito mucho pero r esulta especialmente intere-
sante la polémica suscitada por el artículo de G
ONZALOFERNÁNDEZ DE LAMORA,
“España y el fascismo ”, Verbo (Madrid), n.º 188 (1980), págs. 991 y sigs. Al que muy
oportunamente contestaron tanto R
AFAELGAMBRA, “Sobre la significación del Régi-
men de F ranco”, como M
ANUEL DESANTACRUZ,“El tradicionalismo político y el régi -
men que cronológicamente siguió al 18 de julio ”, ambos en Verbo(Madrid), n.º 189-
190 (1980), págs. 1231 y sigs. (28) Cfr . Sobr e este particular G
ONZALOFERNÁNDEZ DE LAMORA,E l Estado de
obr as, M adrid, 1976.
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meras potencias industriales del mundo, pese a que tras nuestra
contienda civil no hubo en nuestra patria ningún Plan Ma r s h a l l ,
sino una sistemática política de aislamiento (especialmente hasta
los años 50 del pasado siglo). El crecimiento económico, la tasa
de convergencia con los países ricos, el prácticamente nulo desem-
pleo, y, en definitiva, la consolidación de una sólida y pujante
clase media permitieron que España estuviera en paz durante casi
c u a r enta años. Todo ello sin perjuicio de las numerosas críticas
que pueden y deben hacerse al régimen franquista, especialmente
desde el tradicionalismo, por su tendencial totalitarismo, su
incompleto reconocimiento de los cuerpos intermedios, del prin-
cipio de subsidiariedad o de la constante aplicación de un p re t e n-
dido posibilismo, así como por su pleno desacierto en la cuestión
sucesoria y el respeto por la tradición de las Españas, necesaria-
mente vinculada a la monarquía tradicional. Pe ro en lo tocante a la religión, el propio Franco (29) tildaba
de “católico del régimen que hoy preside los destinos de España.
Ni racismo, ni persecuciones religiosas, ni violencia sobre las
conciencias, ni imperialismo sobre sus vecinos, ni la menor som-
bra de crueldad tienen cabida bajo el sentido espiritual y católi-
co que preside toda nuestra vida”, y en su propio testamento
político señala cómo “al llegar para mí la hora de rendir la vida
ante el Altísimo y comparecer ante Su Inapelable Juicio, pido a
Dios que me acoja benigno a Su presencia, pues quise vivir y
morir como católico. En el nombre de Cristo me honro y ha sido
mi voluntad constante ser hijo fiel de la Iglesia, en cuyo seno
voy a morir”. Y lo cierto es que, como hemos visto, la I g l e s i a
a p oyó incondicionalmente el Alzamiento y, en buena medida
aunque con distinta intensidad, también al régimen que le
siguió, y en este sentido podemos re c o rdar a título de ejemplo las
palabras del Nuncio Apostólico de Su Santidad en Madrid, pro-
nunciadas el 25 de enero de 1963 en las que se exhortaba “(…)
séame permitido presentar un especial y cordialísimo saludo a Su
Excelencia el Jefe del Estado (…) quien con clarividente visión y
____________
(29) D iscurso Inaugural de las Cortes, 14 de mayo de 1946 en Franco ha dicho,
E d. Carlos J aime, Madrid, 1947, págs. 84 y sigs.
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pulso firme sabe mantener a España en el puesto de honor que le
c o r responde por su labor evangelizadora del pasado y su actual
defensa de todos los va l o res morales, que son el fundamento del
ve rd a d e r o pro g reso y de la ve rdadera paz de los pueblos. Pese a las
injustas maquinaciones e insidiosas campañas pr o m ovidas por los
que alardeando negar a Dios contra esa católica nación, el
Caudillo de España la mantiene con su palabra, con sus sabias dis-
posiciones y con su personal y edificante ejemplo, siempre fiel a
la doctrina que aquí han venido a traer y predicar los A p ó s t o l e s
Santiago y San P a b l o. Como siempre, la ve rdad se va abriendo
paso y triunfando del er ro r, y la ve rdad de España católica se abre
paso y triunfa también de día en día (…)”. Obviamente estas
palabras no podrían mantenerse ni siquiera por la Iglesia actual
(tras el Concilio Vaticano II) de Juan Carlos de Borbón o de nin-
guno de los presidentes del gobierno habidos desde la muerte de
Franco en nuestra Patria y que han p ro m ovido, firmado y ejecu-
tado leyes contrarias a los más elementales postulados de nuestra
Santa Ma d re la I g l e s i a .
6 . Epílogo a modo de conclusión
La sana doctrina escolástica que nos r e c u e rda hoy por ejemplo
la P ro f. M a r t í n e z - S icluna (30) (quien por cierto debió unir sus
apellidos tras el asesinato en Paracuellos de todos lo s va rones de la
rama materna de su familia), reconoce plenamente el derecho de
resistencia, esto es, el de oponerse a los gobernantes injustos
incluso por medio de la violencia. Y dicho reconocimiento, en
modo alguno debe entenderse como mera disquisición intelec-
tual, sino más bien, como principio de acción práctica plenamen-
te vigente pues, como lo fue en el pasado contra los absolutistas
que propugnaban la sumisión incondicional a los monarcas abso-
lutos, cabe aplicarlo en nuestros días contra los demócratas de
____________
(30) C
ONSUELOMARTÍNEZ-SICLUNA YSEPÚLVEDA,“El derecho de resistencia en
el v olumen colectivo ”, Guerr a, mor al y der echo, Actas-R eal Academia de J urisprudencia
y Legislación, Madrid, 1994, págs. 173 y sigs.
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h oy, que perv i e rten el principio de totalidad sometiendo la par t e
al todo sin considerar el ve rd a d e r o Bien Común. Cuanto más
sería aplicable dicho legítimo derecho a la resistencia violenta
cuando se produce un holocausto por causa de persecución re l i-
giosa como en la España r o j a .
La misma corriente doctrinal que hoy en algunos seguimos
alimentando y defendiendo como íntegra y completa, señalaba
que para darse una guerra justa (31), debían cumplirse una serie
de condiciones, a saber: iusta causa, auctoritas principis e i n t e n t i o
r e c t a. A la vista de los hechos parece indudable que la causa de los
alzados era obviamente justa (la defensa de la Patria y la R e l i g i ó n
ve r dadera). Por su parte el Alzamiento es cierto que no provino de
la autoridad establecida, pero es que era precisamente esa autori-
dad establecida la que debía abolirse, por lo que resultaba de
patente aplicación el principio enunciado por el P. Vitoria (32) de
que “cualquiera, aunque sea un simple par t i c u l a r, puede emp re n-
der y hacer la guerra defensiva (…) no sólo para la defensa de su
persona, sino también para la de sus cosas y sus bienes ” .
Finalmente, en cuanto a la recta intención que consiste, en pala-
bras de San Agustín primero y Santo Tomás después, en luchar
con finalidad clara y tendente a lograr el bien o evitar el mal, tam-
bién parece condición sobradamente por los subl eva d o s .
Por todo lo expuesto, en nuestra opinión, creemos que debi-
damente justificada en la forma tan resumidamente expuesta ante
ustedes, no cabe duda de que el poder republicano fue ilegítimo
tanto en origen como en ejercicio, la persecución religiosa se pro-
dujo con resultados brutales y, sin entrar en la consideración de
otras causas justificativas, la misma fue razón bastante para justi-
ficar una sublevación por las armas como única salida posible a la
situación generada por los enemigos de Cristo que, irr e m e d i a b l e-
mente, llevaba al exterminio de los católicos, al fin de la Ig l e s i a
en España y a la conversión de nuestra patria en un s ov i e tre vo l u-
c i o n a r i o.
____________
(31) Cfr . entre otros mi apor tación “Condiciones de la G uerra Justa” en el volu-
men colectiv oop. ult. cit. , págs. 43 y sigs.
(32) F
RANCISCO DEVITORIA, Relecciones del E stado, los Indios y el derecho de la
guerr a, Porrúa, México, 1964, pág. 78.
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Para terminar, y llevado por la indignación ante la constante
t e r g i v ersación de la historia que en nuestros días se hace en nues-
tra patria desde estamentos oficiales imbuidos de la misma ideo-
logía socialista que desde 1931 provocó el enfrentamiento entre
hermanos, permítanme terminar con una última cita textual de la
c a r ta colectiva los Obispos españoles, por desgracia hoy nueva-
mente de plena actualidad: “(...) El olvido de l a ve rdad y de la vir-
tud, en el orden político, económico y social, nos ha ac arre a d o
esta desgracia colectiva. Hemos sido mal gobernados, por q u e ,
como dice Santo Tomás, Dios hace reinar al hombre hipócrita por
causa de los pecados del pueblo. (...) a la pena por lo que sufri-
mos, se ha añadido la de no haberse comprendido nuestros sufri-
mientos. Más la de aumentarlos con la mentira, con la insidia,
con la interpretación torcida de los hechos. No se nos ha hecho
siquiera el honor de considerarnos víctimas. La razón y la justicia
se han pesado en la misma balanza que la sinrazón y la injusticia,
tal vez la mayor que han visto los siglos”; y como ellos hacían
entonces a sus homólogos hermanos en la fe, hoy yo les re i t e ro a
ustedes “(...) Ayudadnos a difundir la ve rdad. Sus derechos son
i m p res criptibles, sobre todo cuando se trata del honor de un pue-
blo, de los prestigios de la Iglesia, de la salvación del mundo ” .
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