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Número 539-540

Serie LIIi

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Cristina Martín Jiménez, Los planes del Club Bilderberg para España

Cristina Martín Jiménez, Los planes del Club Bilderberg para España, Madrid, Planeta, 2015, 287 págs.

Este libro continúa una serie de la misma autora sobre las actividades del Club Bilderberg, y nos trae las noticias más recientes de las mismas, hasta junio de 2015. Está muy documentado y casi todas las páginas tienen referencias al pie que delatan que en el extranjero se pueden encontrar cultivadores de este género. Igualmente está bien construido y es ameno. Hay que distinguir en él dos cuestiones mezcladas: una, de generalidades de dicha organización, a veces un tanto reiterativas, y otra, de las últimas noticias inéditas surgidas en gran parte de la apertura al público de los archivos estatales norteamericanos. Además, la autora ofrece sus propias opiniones que son síntesis de los relatos.

Este asunto de los Bilderberg ya va siendo antiguo y está en un digno y decoroso declive; lo cual no quiere decir, de ninguna manera, que pierda interés. Su actualización, lo mantiene. Aparte de que las filtraciones de sus secretos se suceden, el núcleo duro y fundacional se va relacionando con otros semejantes de la misma época, como la Trilateral, el Council on Foreign Relations, el Fondo Monetario Internacional, la Masonería, la Sociedad Teosófica, la ONU, la Unión Europea, y otros más especializados en aspectos de lo mismo. Todos apuntan a este viejo tema: la existencia y la bondad (según ellos) de un súper gobierno mundial misterioso, que tiene independientemente sus cultivadores propios. La relación entre esos organismos afines se establece por la condición bipolar de algunos políticos que tienen un pie en cada uno. Se ha dicho que, a veces, el ingreso en alguno de esos organismos se concedería a altos funcionarios de los Estados como premio a su amable (¿o desleal?) comportamiento en el seno de negociaciones bilaterales.

La existencia de un súper gobierno mundial, en principio y de momento, repugna por lo que puede tener de lesivo para la independencia nacional. Pero, como a otros asuntos complicados, hay que ponerle con cautela un telón de fondo con el principio clásico de que «no todo lo que hacen los malos es malo, ni todo lo que hacen los buenos es bueno». Por otra parte el principio de subsidiariedad puede legitimar disposiciones supranacionales, si no son malas por otros conceptos y según la presión con que se aconsejen o impongan.

En toda la historia no vemos más intento de súper gobierno mundial que la Torre de Babel, que ya es sabido como acabó. Ha habido intentos fragmentarios, los imperios, que han tenido vida corta. El libro que seguimos informa, pero levemente, del NOM o Nuevo Orden Mundial concebido por el ex presidente de los Estados Unidos de América George W. Bush, que es el diseño secreto que actualmente atraparía a países soberanos y les daría órdenes por medio de unos organismos interpuestos.

Con ser este libro de los que más información reciente nos ofrece, adolece de escasez de los últimos detalles concretos de todas las actividades, pero este mal, o desilusión, es común a todos los del género y en éste en todo caso menor que en los demás. La mayoría de las directrices que se recogen, de unos y otros, disfrutan de cierta alevosía por ese rasgo abstracto que le señalamos. Hay alguna que otra noticia, pocas, de «gobernanzas», sugerencias, proyectos y, finalmente, órdenes que incluyen nítidamente el laicismo propio del sincretismo. En otras, se puede fundadamente sospechar. Y aquí es donde nuestras cavilaciones se interrumpen para decir que «no». Aunque alguna alta instancia como el Papa Benedicto XVI en El Eliseo (13 de septiembre de 2008) y el Papa Francisco en Río de Janeiro (27 de julio de 2013) se hayan mostrado benévolos con el laicismo en términos ajenos a su magisterio infalible, somos muchos los católicos españoles que nos oponemos al laicismo, tanto al de los del Bilderberg como al de cualquiera otra procedencia o denominación.

En este punto llama la atención que la autora, que brillantemente presenta a los Bilderberg como enemigos de la soberanía nacional que ella defiende, no diga ni una palabra de religión. Su libro es un alegato patriótico inteligente y digno de elogio. Aunque no se acaba de entender por qué no destacan las palabras «patria», ni patriotismo. Las fuerzas supranacionales quedan también malheridas por las reiteradas denuncias de cómo las actividades de los dirigentes Bilderberg están disociadas de los intereses y sentimientos de las bases populares. Resulta así que, al merito del patriotismo, este libro añade otro, grande, que es denunciar que la democracia es un fraude, una mentira de sus más altos dirigentes, que ni atienden ni sirven siempre a ese pueblo al que dicen representar. Pero, repito, choca que a esos dos impagables aspectos no se incorpore una parecida defensa de la religiosidad católica amenazada del pueblo español, que aunque ciertamente menguante, sigue mereciendo alguna consideración general por parte de todos.

Y eso que no le faltan ocasiones. Por ejemplo: en la segunda mitad del libro, a la que el lector llega con prisa, se dice, y otras veces se da a entender cautelosamente pero con suficiencia, que los más altos y variados dirigentes políticos españoles de hoy mismos han tenido, o buscado, contactos con dirigentes del núcleo duro de los Bilderberg para saber si estaban de acuerdo, y en qué grado, con sus proyectos políticos próximos pero aún inéditos. No se detallan éstos, ni las respuestas, y por ende, las respectivas posiciones acerca de cuestiones religiosas y mixtas. Pero la impresión que puede sacar algún lector es que esas son cuestiones secundarias y marginadas.

La autora se compromete en explicar que la reciente abdicación de Juan Carlos no fue una humorada de éste, sino parte de un misterioso embrollo en las altas nubes de los poderes internacionales, que habrían decidido un cambio de época en España, y aun en el mundo. Esa teoría se completa apuntando que quienes forzaron la abdicación estarían con toda lógica interesados en la conformación del reinado sucesor y por ello se recogen indicios de algunos contactos de Felipe con altos dirigentes de Bilderberg. Son demasiado breves y escasos, sin detalles que necesitan más tiempo para ir aflorando. Pero el lector, comprensivo con las cautelas de la autora, queda convencido de que los planes del Club Bilderberg están presentes y operativos en el nuevo reinado.

Puede quedar, pues, apuntada esta hipótesis, a barajar con otras. Es natural que los muñidores de esta presencia, y aun embrión de injerencia, se dotaran de garantías. ¿Cuáles? Entre otras posibles tendría ese carácter de prenda el laicismo purísimo y radical impreso a la coronación del nuevo monarca y a su primer mensaje. No tenía precedentes ese laicismo y fue tan llamativo y conmovedor que ahí queda entre los enemigos históricos pendientes. ¿Nos ayudará a entenderlo, o a desmentirlo, Cristina Martín Jiménez en su próximo libro?

Finalmente: este libro produce sentimientos contradictorios. Por una parte, la más oficial y propia del libro, exacerba el malestar y los temores que el lector ya padece por conductos anteriores a su lectura, de que «no somos nadie», sino juguetes de poderes superiores mal conocidos pero reales. Pero por otra parte se pueden ir espigando del relato motivos de esperanza en la posibilidad de resistirles, a saber: el gran principio moral, citado al principio, de que no todo lo que hacen los malos es malo ni todo lo que hacen los buenos es bueno. Se relatan situaciones, o más bien sucesos fugaces, en los cuales los Bilderberg han sido buenos, por ejemplo, en un firme anticomunismo. No tengamos, pues, el prejuicio, el apriorismo, de considerarles siempre y en todo lugar malos y enemigos nuestros. Puede haber situaciones en que un estudio sereno y tranquilo, y sobre todo profundo y completo, disminuya el temor que les tenemos. Ellos mismos no son, a veces, y además, tan fuertes como parecen. Se muestran vacilantes y desorientados acerca de su propia conducta a seguir. También sufren la debilidad de divisiones de opiniones, de contradicciones internas y de luchas intestinas. Son demasiado grandes para ser monolíticos. Así, pueden ser también compañeros de viaje nuestros en la lucha contra la democracia y en la búsqueda de un relevo para ésta. Este libro es profundamente crítico contra la democracia aunque por consideraciones distintas a las principales muestras. Pero muy aprovechables y útiles. Resulta, al fin, que no estamos tan solos frente a ese súper gobierno mundial. Nos acompañan sentimientos, ideas y fuerzas antidemocráticas distintas de las nuestras, pero convergentes en la oposición a esos súper gobiernos, no a todos ni siempre. Y eso, aunque en todo el libro no hay un solo latido de preocupación religiosa. Esa originalidad suya complementaria de nuestras ideas religiosas le puede hacer especialmente valioso e interesante, siempre, claro está, que en vez de alianzas secundarias no aporte incompatibilidades.

Los que creemos en la Divina Providencia, interpretamos como manotazos de ésta, que han desbaratado imperios colosales, ciertas acciones pequeñas y aparentemente insignificantes en un primer momento, como la del Alcalde de Móstoles, frente a Napoleón, y otros análogos. Eduquemos a nuestro pueblo en el conocimiento histórico de lo mucho que han podido en ciertos momentos hombrecillos insignificantes frente a gigantes, los David contra los Goliat.

Manuel DE SANTA CRUZ