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1985

La verdadera liberación

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La Evangelización de América, verdadera obra de liberación cristiana

LA EV ANGELIZACION DE AMERICA, VERDADERA
OBRA
DE LIBERACION CRISTIANA
POR
PEDRO MIGUEL FuNEs DÍAZ
La celebración del V centenario del descubrimiento de Améri­
ca por Cristóbal Colón y del inicio de la evangelización del
Nuevo Mundo tiene un hondo
significado cultural, histórico y
religioso.
·
Para abrir paso a la acción de gracias «a Dios por la voca­
ción cristiana y católica de América Latina, y a ·cuantos fueron
instrumentos
vivos y activos de la civilización» ( 1) y para re­
novar el espíritu evangelizador que impulsó «el hecho de por

más grande entre los hechos humanos» (2), su Santidad Juan
Pablo II inauguró el 12 de octubre de 1984 en Santo Domingo,
Repóblica Dominicana, la gran novena de años que
la Confe..
renda del Episcopado Latinoamericano había convocado con el
nombre de Novena de la
Esperanz!l (

3
).
Una celebración así es de gran interés para despertar la con­
ciencia de la identidad católica, tanto en América Latina como
de España
misma. El reconocimiento del ser nacional propio en
una historia
y una cultura cuyo origen y fundamento es la ins-
(1) Juan Pablo JI, Alocución al CELAM, en Haití, 9 de marro de
1983. Viaje Apostólico a Ceiitroamérica. BAC popular. Madrid, 1983, pil­
gina 20~.
(2) Le6n XIII, Carta del 15 de julio de 1892 .. Citado por Juan Pa­
blo
II en Discurso al CELAM, 12 de octubre de 1984.
(3) La idea de la Novena fue acogida por la Santa Sede con· gran
interés, demostrado en el hecho inesperado de que fuera inaugurada per­
sonalmente por Juan Pablo Il.
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piración de la fe cat6lica, debe estar presente en las decisiones
fundamentales que en los pueblos de América Latina han de
tomarse hoy para dirigir
el rumbo del subcontinente, de tal modo
que pueda hablarse con verdad de «consolidar
la obra iniciada
y no de" realizar proyectos nuevos de naciones y civilización,
como ha pretendido. el nacionalismo revolucionarió de Améri­
ca» (4).
Para España, la reflexión
aéerca de estos grandes hechos sig­
nifica el redescubrir los dones de . la Providencia divina que
constituyen
sus vínculos nacionales más esenciales y poder dar
respuesta
al llamado imperioso de su vocaci6n, expresado por
Juan Pablo
II con aquella exigencia de «sé tú mistrul» (5).
Tanto para América
como para España el recuerdo vivo de la
gesta iniciada hace cinco
siglos ha de servir para entender las
responsabilidades de la Hispanidad en un mundo secularizado
como el nllestro.
La evangelizaci6n es de suyo . Jiberadora, pues «como núcleo
y centro de
.su Buena• Nueva, Jesús anuncia la salvación, ese
gran don de Dios que es liberaci6n de todo lo que oprime al
hombre, pero que es, sobre todo, liberación del pecado y del
maligno, dentro de la
alegria de conocer a Dios y de ser conO'
cido por El, de verlo y de entregarse a El» ( 6 ). La obra de la
evangelización de América es una gran
empresa de liberaci6n
cristiana.
Y a desde las razones que motivaron el apoyo de los Reyes
Católicos al proyecto de Col6n, brill6 el carácter evangelizador
de la empresa. Ante los ojos de Fray Antonio de Marchena, de
Fray Juan Pérez, de Luis de Santángel y
de otros que intervi­
nieron en favor del
audaz marino en la corte de la recién unifi­
cada· España, se abrían ,enormes posibilidades misioneras en Orlen-
( 4) Por ejemplo, la Constitución mexicana de 1917 es presenta!da por
el partido en el poder como «proyecto de nación». La .Constitución está
inspirada en el modelo del estado social de derecho.
(5) Juan . Pablo II en el Aeropuerto de Zaragoza, 10 de octubre de
1984.
(6) Pablo VI, Exbortació_n Apostólica Bvangelii nuntiandi, núm. 9.
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LA EV ANGEUZACION DE AMERICA
te, según pensaban. Finalmente, la misma Reina Isabel se,. de­
cidió en favor de la expedición, considerando el bien espiritual
que
podría procurarse para muchos hombres, agrrulando así a
Dios, con la expansión del domino español.
Ya iniciada por el descubrimiento
de Colón la obra a reali­
zar por España, su carácter misionero· fue explícitamente san­
cionado por la autoridad del Papa Alejandro
VÍ,. En las Bulas
del
3 y 4 de mayo de 1493 se proveyó efectivamente a la evan­
gelización, mediante el arbitraje acerca
de las pretensiones de
España
y Portugal sobre las tierras descubiettas y por descu­
brir. La Autoridad Apostólica, interesada en
el. ásunto por causa
de la expansión del Evangelio y de la
paz entre los reinos cris­
tianos, decidió sobre
las. responsabilidades del sostenimiento de
las misiones, a las cuales correspondería el dominio, supuesta
la aspiración legítima a
él (7).
Con
el descubrimiento del 12 de octubre de 1492 y con la
decisión
de la Sede Apostólica del 3 y 4 de mayo de 1493 se
inicio la evangelización de América. y con ella llego la libera­
ción cristiana a esas tierras.
El capítulo de los derechos de los amerindios hubo de set
desarrollado durante
las· primeras fases de la conquista y de la
pacificación. Debido a las repetidas actitudes
de algunos con­
quistadores, se dieron denuncias muy. decididas en favor · de la
dignidad
de ]os americanos. El Papa Paulo III, a instancias del
obispo de Tlaxcala, Fray Julián Garcés, en la Bula
Sublimis Deus
ordenó que no se privase a los indios de su libertad ni de sus
bienes y que .se les atrajese a la fe con el ejemplo (8).
No solamente a
raíz de las denuncias, sino a causa del mismo
dinamismo de la labor evangelizadora,
se «suscitó un vasto de­
bate teológico-jurídico, que con Francisco de Vitoria y su Es-
(7) No ha de-interpretarse la decisión -pontificia a la luz de teolo­
gías particuLttes, sino de la misma doctrina de los Papas que se venía
desarrollando acerca de los derechos de los infieles.
(8) Chávez Joya, Monseñor Hilarlo, Obispa de Nuevo Casas Gran­
des México. Exhortación Pastoral. Publicada en España en Iglesia-Mundo,
290, enero de 1985, pág. 16.
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cuela de Salamánca analizó a fondo los aspectos éticos de la
conquista y colonización. Esto provocó la publicación de leyes
de tutela de los indios e hizo nacer los grandes principios del
derecho internacional»
(9),,
La teología católica que respondió a la cuestión de Indias
fue de hecho liberadora, pues supo asumir primeramente la
res­
ponsabilidad de llevar el Evangelio a las tierras descubiertas.
Supo también exigir el respeto a la dignidad y libertad de
los
amerindios (10).
Pero en los fuodamentos de esta. liberación cristiana hubo
otro elemento doctrinal decisivo,
ya no como reflexión acerca
de la justicia de la obra, sino como Verdad que libera, que lleva
a la
fe. Se trata de la Verdad de Jesucristo, Dios y Hombre
verdadero, manifestado
por. el ·amor maternal de María, Madre
del verdadero Dios por quien
se vive ( 11 ), que aplasta la ca­
beza de la serpiente. La misma Madre de Dios dio testimonio
de la misericordia divina de la que
es Madre; en sus apariciones
en el Tepeyac. Por
eso la Virgen de Guadalupe es «la primera
evangelizadora de
América» (12). La predicación de los misio­
neros y la fe de los españoles, esencialmente mariana, se unió
a ese testimonio y
así la verdad, que hace libres a los hombres,
enamoró
los corazones de aquellos pueblos y de la nación que
surgiría
de la unión de sus sangtes con la espa!íola.
La obra de la Evangelización de América fue impulsada por
la doctrina que
se refiere a la expansión del Reino de Dios y a
la dignidad de los hombres en Cristo. No
ha de entenderse como
fruto accidental de pretensiones no cristianas. La verdad de la
fe católica, según esa perspectiva mariana de la Hispanidad,
obró
la conversión del continente. Esta fe, con su impulso mi-
(9) Juan Pablo II, Discurso al CELAM en Saoto Domingo.
( 10) Bellamente ha relatado en verso esta época de la historia de
América Rafael Ramlrez Torres, S. J., eo Trilogla del Pueblo Mexicano,
Ed. Tradición, México, 1977, págs. 73-131.
(11) Nican Mopohua, · relató histórico de las apariciones de la Vir­
gen de Guadalupe. Múltiples ediciones. En España, revista Palabra, ·di­
ciembre de 1981.
(12) Juan Pablo II, citado por Monseñor Chávez Joya, ibld., pág. 18.
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sionero y civilizador, es el patrimonio riquísimo de América
Latina.
Para acercanos
· a comprender. la empresa que se inició· en
1492,
es conveniente contemplar, siquiera sea brevísimamente,
la situación de los pueblos americanos antes de la era colombi­
na, en cuanto a
la condición religiosa y moral en que vivían.
Sirvan para ello algunos ejemplos:
Es sabido que la religión náhuatl, politeísta, poseía, un fon­
do dual o ambivalente, es decir, dialéctico en el sentido de
oposición de contrarios, y por ello Ometéotl, el dios dual y
primordial,
origen de los demás, podía ser Ometecutli, señor
de la dualidad, un Omecíhuatl, señora de la dualidad.
Quetzalcóatl,
la serpiente emplumada, era también un sím­
bolo dual. Encerraba una especie de síntesis de elementos celes­
tes y telúricos, que corresponden a dos polos contrarios.
Singularmente
llamativo es el afán de los aztecas de conse­
guir víctimas humaoas que pudieran ser ofrecidas a Huitzilo­
pochtli, su deidad solar y protectora.
Las guerras llamadas flo­
ridas no perseguían tanto fines políticos cuaoto religiosos,. y se
efectuabao con el objetivo de reunir prisioneros que fueran des­
pués sacrificados mediaote la extracción del
corazón.·
Aunque en menor cuantía, los mayas, sobre todo en el se­
gundo imperio, realizaban también sacrificios humaoos, acompa­
ñados a veces, como sucedía entre los aztecas, de caoibalismo
ritual. Entre los incas, puesto que el soberaoo era
~onsiderado «hijo
del sol», es decir, de
Vir.acocha, era dueño absóluto de todo el
territorio. También ellos conocieron los
. sacrificios humaoos, que
practicaban en solemnidades particulares, como la muerte de un
inca, o
sea de un jefe, o cuando las epidemias asolaban la región.
En · pugna con estas cosa, los pueblos precolombinos erao
a la
vez portadores de valores extraordinarios, fundamentalmen­
te por
su misma disposición religiosa y su gran sentido de la
ley natural.
Admiraron los historiadores
espafioles · del siglo XVI las gran­
des virtudes que presidían la vida · familiar en los pueblos indí-
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gelias. Notables eran también los empeños y las normas de
educación «del saber y del
corazón» de las generaciones jóvenes.
Las
rormas del derechó penal protegían· de modo efectivo la mo­
ralidad pública. En general, las graves injurias a la ley natural
que aparecían· en los cultos religiosos
estaban prohibidas en la
vida civil.
El sentido de la jerarquía era muy acusado. La nobleza de
los gobernantes indígenas impresionó no en vano a los conquis0
tadores. La valentía de los guerreros y su capacidad de combate
han sido referidas por todos
-los cronistas y los historiadores.
El padre José de Acosta, jesuita misionero del siglo XVI e his­
toriador escribió así:
< que con la ventaja que tienen los españoles de sus personas y
caballos, y armas ofensivas y defensivas, podrán conquistar
cual­
quier tierra y nación de indios, mucho se engaña... No piense
nadie que diciendo indios, ha de entenderse hombres de tron­
chos; y
si no llegue y pruebe. Atribúyase la gloria a quien se
debe que es principalmente a Dios y a su admirable disposición,
que si
Montezuma en México y el Inga en Perú, se pusieran a
resistir
.a los españoles la entrada, poca parte fuera Cortés, ni
Pizarro, auoque fueron excelentes capitanes, para hacer pie a
·
tierra»
( 13 ).
La religiosidad de estos pneblos, que ha dejado pruebas se­
culares en los monumentos arqueológicos que se conservan, les
hacía capaces de grandes sacrificios y de emprender obras mag­
níficas sin fines utilitarios. No iluminada aún por el Evangelio
y con las graves desViaciones mencionadas, impresionó,_ sin em~
bargo, a los misioneros por su sinceridad, Fray Bernardino de
Sahagún
lo dice así: «En lo que toca a la religión y cultura de
sus dioses no creo ha habido en el mundo idólatras tan . reve­
renci0:dores de sus diose·s, ni tan a su costa, como éstos de esta
Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo
(13} Acosta, S. J., Historia Natural :v Moral de las Ifldias, citado por
José Luis Guerrero, Actas del Congreso Mariol6gico 1531-1981. Edición
de la Basllica de Santa .Maria del Guadalupe. México, 1982.
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LA EV ANGBUZACION DE AMBRICA
tan pesado y de tantas ceremonias le han tenido estos naturales
por muchos años» (14).
-Esta situación tan constrastante era verdaderamente una es­
clavitud. Con la gracia del . Evangelio la profunda religiosidad
y los aspectos culturales nobles
serían rescatados para la civili­
zación cristiana, por la labor· de la Hispanidad, cuyo trabajo
obedeció a esta
regla: «evangelizar civilizando y civilizar evan­
gelizando» (15).
Esta
síntesis es la base histórica de ya cinco siglos para la
realización de
uná «síntesis nueva y genial _de lo espiritual y lo
temporal» a

- que
_ está llamada América Latina, según las pala­
bras del Papa Pablo VI {16).
En ella los predicadores son también civilizadores: «los
mi­
sioneros formaban pueblos, construían casas e iglesias, llevaban
el agua, enseñaban a cultivar
la tierra, i;itroducían nuevos cul­
tivos, distribuían animales y herramientas de trabajo, abrían
hospitales,
difundían las artes ... enseñaba .nuevos oficios. Cet­
ca de cada iglesia como préOCUpación prioritaria surgía la es­
cuela para formar a los niños» (17). Y los conquistadores, co­
lonos, profesores, gobernantes, eran también evangelizadores,. no
solamente por el testimonio público
de su fe, sino porque las
mismas tareas temporales se. pretendían bispÍrar y estru_cturar
según la dignidad de los hombres en _Cristo. Así, «la obra de
misioneros, clérigos y
seglares que trabajan en América no se
concretó únicamente a la difusión del Evangelio,
sino a encar­
narlo en singulares normas de relieve jurídico y social, adecua­
das á la naturaleza racional del hombre y a su dignidad, y en
instituciones de beneficencia
y progreso social, cuyo recuerdo y
beneficios han perdurado a través de
los tiempos y de las vici­
situdes» (18).
(14) Sahagún, Fray Bernardino, Historia General de las Cosas de
Nueoa España, citado ibld., p,!g. 342.
(15) Chávez Joya, Monseñor Hilarlo. lbld., p,!g. 16.
(16)
Pablo VI. Homilí• en la Basllica de San Pedro, 3 de julio de
1964.
(17) Juan Pablo II, Discurso al CELAM eti Santo Domingo.
(18) _ Oulvez Joya, Monseñor Hilarlo. Ibld., p,!g. 16.
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Evidentemente, para reconocer la obra de evangelizar civili­
zando
y civilizar evangelizando, es necesario aceptar la posibi­
lidad de que
la civilización humana sea estructurada según el
Evangelio y la aptitud de la evangelización de transformar a los
hombres totalmente, incluso en su esfera social.
En realidad se trata de lo mismo, bajo dos puntos de vista.
Lo primero es rechazado por los liberales «católicos». Lo segun­
do, por el pensamiento protestante.
Precisamente al movimiento liberal
Le Sillon dirigió San
Pío X las conocidas palabras: «No se edificará la ciudad de un
modo distinto a como Dios la ha edificado; no se levantará la
sociedad si
la Iglesia no pone los cimiellitos y diri~ los traba­
jos; no, la civilización
no está por inventar, ni la ciudad nueva
por construirse en
las nubes. Ha existido, existe, es la civiliza­
ción cristiana es la ciudad católica» (19 ).
El Concilio Vaticallo II ha profundizado en la doctrina de
la Creación, específicamente en lo que se refiere a la «autono­
mía de lo temporal» (20). Así, «las
cosas creadas y la sociedad
misma
gozan de propias leyes y valores, que el hombre ha de
descubrir, emplear
y ordenar poco a poco». Así se entiende
rectamente
la exigencia de autonomía». «Pero si autonomía de
lo temporal quiere decir que la realidad creada
es independiente
de Dios
y que los hombres pueden usarla sin referencia al
Creador, no hay creyente alguno a quien se le escape la falsedad
envuelta en tales palabras» (21
). Por ello, la construcción de la
sociedad humana no puede ser ajena
. al Evangelio cuando son
cristianos los que la edifican. Acerca de
la misión de los laicos,
enseña el Concilio que
«·a ellos corresponde iluminar y ordenar
las
. realidades temporales a las que · están estrechamente vincula­
dos, de tal modo que sin cesar se realicen y progresen conforme
a Cristo
y sean para gloria del Creador y del Redentor» (22).
(19) Notre Charge Apostolique, núm. 11.
(20) Wojtyla, Karol. La Renovaci6n en sus Fuentes, p,igs. 3541.
BAC, Madrid, 1982.
(21)
Gaudium et Spes, núm. 36.
(22) Lumen Gentium, núm. 31.
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LA EV ANGEUZACION DE AMERICA
En relación con la fuerza y el alcance de la evangelización,
recordamos
la Exhortación Apostólica Evangel# nuntipndi de
Pablo VI:
«Evangeliz.\,: significa para la Iglesia llevar la Buena
Nueva a todos
los ambientes de la humi!11Ídad y, con su influjo,
transformar desde dentro, renovar la misma humanidad. 'He
aquí que hago nuevas todas las cosas'. Pero la verdad es que no
hay humanidad nueva si no hay en primer lugar hombres nue­
vos con la novedad del bautismo y de la vida según el Evan­
gelio.
La finalidad de la evangelización es por consiguiente este
cambio interior y, sí hubiera que resumirlo en una palabra, lo
mejor
serla decir que la Iglesia evangeliza cuando, por la sola
fuerza divina del Mensaje que proclama, trata
de convertir al
mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres,
la actividad en la que ellos están comprometidos, su vida y am­
biente concretos» (23 ). A propósito de los seglares dice que su
tarea primera e inmediata
es «poner en practica todas las po­
sibilidades cristianas y evangélicas escondidas, pero á su vez ya
presentes y activas en las cosas del mundo. El campo propio de
su actividad evangelizadora es el mundo vasto y complejo de
la política, de lo social, de la economía, y también de ia cultura,
de · las ciencias y de las artes,, de la vida internacional, de. los
medios de comunicación de masas, así como otras realidades
abiertas a
la evangelización como el amor, la familia, la educa­
ción de los niños y jóvenes, el trabajo profesional, el sufrimien­
to, etc.» (24).
Para la mentalidad protestante, que
hace caminar el espíri­
tu ( cultura) por distinto rumbo que el
dominiÓ de la naturaleza
(civilización), no
es posible interpretar la obra de evangelizar
civilizando y
civilizar evangelizando. Es necesario evitar la no­
ción materialista de · civilización para que pueda entenderse este
dinamismo.
Fue justamente en el ambiente protestante donde
se generó
la llamada «leyenda negra, que marcó durante un tiempo no po-
(23) Evengelii nuntiandi, nám: -is.
(24) Ihld., núm. 70.
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PEDRO MIGUEL FUNES DIAZ
cos estudios historiográficos, concentro prevalentemente la aten­
ci6n sobre aspectos de violencia y explotaci6n. que
se dieron en
la sociedad civil durante la fase ·,;ucesiva al descubrimiento. Pre­
juicios políticos, ideológicos y aun religiosos,
han querido tam­
bién
presentar s6lo negativamente la historia de la Iglesia en
este continente» (25).
La
leyenda negra y una valoración de los hechos· no ilumina­
da por la fe,
han dejado un ambiente de absurdo sentimiento
de
culpa en. algunos espafioles, que se manifiesta en un querer
desvirtuar
la empresa en sus motivos esenciales de evangeliza­
ción, en
la pérdida de la perspectiva general de la obra, con la
consiguiente trivialización de los méritos colectivos y en la falta
de reconocimiento de
la hondura de las conversiones. No se
trata de ignorar las verdaderas injusticias que se cometieron.
Tampoco
s'e trata esencialmente de hacer un balance de bene­
ficios y perjuicios.
Querrí¡ esto decir que no se ha captado lo
que es América Latina. Por disposición de la Providencia divi­
na, los pueblos que fueron conquistados, al convertirse a la fe
y recibir la cultura cristiana en lengua de Castilla, no se con­
servaron como tales pueblos, sino que dieron lugar a la nación
hispanoamericana, que es heredera de ellos tanto como lo es de
Es.pafia.
El protestantismo separó lo espiritual de lo temporal. Lo
natural, afitrnó, ha perdido su sentido por el pecado. Con la
Redención no hay verdadera curación y elevación del hombre.
Tampoco puede haber Iglesia
come:, sociedad visible. Evidente­
mente, si la actividad humana
no es elevada desde dentro· por
la gracia que cura y eleva al hombre, el Evangelio queda ajeno
a
la vida civil.
fl llegado la. teplogía protestante ha separar del todo la fe
dec la historia.
La teología de la liberación marxista pretende dirigir hoy
los trabajos de
la liberación cristiana en América Latina. En
su sentido genuino, es indiscutiblemente necesaria dicha libe-
(25) Juan Pablo 11, /bid., pág. 29.
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LA EV ANGEUZACION DE AMERICA
rae1on, también en lo que se refiere a las esclavitudes cultura­
les, políticas y sociales.· Pretendiendo salvar la ruptora de lo
espiritual y lo temporal de las doctrinas que la han inspirado
en buena medida, la teología de la Iiberaci6n marxista s6lo · ha
conseguido invertir los términos, precisamente por la
asunción
del marxismo. Si la fe era ajena a la historia y lo espiritual a
lo temporal, ahora
la fe será. sola historia y lo espiritual mera
realización· política. La Iglesia será pueblo visible, pero
no in­
visible Cuerpo Místico de
Crist-0 .. Si no haMa orden cristiano de
las realidades temporales, ahora la revolución política, la lucha
de clases, es el cristianismo.
La ofensa inferida
al Evangelio no podía ser mayor, pues
se le hace instrumento dé revolución contra el orden que ha
instaurado Jesucristo;
en efecto, el enemigo de la liberación mar­
xista no es la injusticia, sino el hombre creado· por Dios a ima­
gen suya, redimido
por Jesucristo y llamado a la comunión de
la vida divina. En una concepción así, no hay· lugar para la sín­
tesis nueva y genial que ha
de llenar lo temporal de espíritu
cristiano
y ha de encamar lo espiritual adecuadamente en los
hom:bres según sus condiciones temporales. ·
La liberación en sentido cristiano «es ante todo . y pnnCl·
palmente liberación de la esclavitud del pecado. Su fin y su
término es la libertad de los hijos de Dios, don de la gracia.
Lógicamente reclama la liberación de múltiples esclavitudes · de
orden
cultural, económico, social y político, que, en definitiva,
derivao del pecado y constituyen taotos obstáculos que impiden
a los hombres vivir
segm, su dignidad» (26). La liberación de
esclavitodes temporales
es auténticamente cristiana cuando busca
a libertad de los
hijos de Dios, don de la gracia, y se ordenan
l.as realidades temporales según las exigencias de la dignidad a
la que hemos sjdo llamados en Cristo. Entonces la civilización
se inspira en
el Evangelio. .
América Latina ha de buscar la verdadera liberación en la
(26) Sagrada Congregaci6n para la doctrina de la f,,. lmtt"ucci6n so­
bre algunos aspectos de la teologla de la liberación. Introducción. -
Tl3
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PEDRO MIGUEL FCJNES DIAZ
«slntesis nueva y genial de lo espiritual y lo tempotal», que
está ya en los inicios de
su· historia, cuando recibió de Dios . su
vocación cristiana y católica. Cuando nos proponen liberaciones
distintas de ésta, podemos decir como
los antiguos amerindios:
«no
somos un pueblo de ayer». Tenemos cinco siglos de historia
· en los que han brillado muy notables Jrutos de civilización cris­
tiana.· Por don de la misericordia, de Dios España y América
hispana encuentran en
su propia historia las obras de la liber­
tad cristiana.
Lo mejor de su pasado es la verdad que libera,
la cual se mantiene siempre viva. por presencia de la Iglesia.
Es bien sabido que el error
más grave de la teología de la libe­
ración marxista es pretender .liberar al hombre atentando contra
los
fundamentos mismos de la fe, que es el inicio de la justifi­
cación del pecador (27)
y, por tanto, de la liberación verdadera.
Esta vendrá, por el
contrario, de la fe misma y de su fuerza
para transformar al hombre y
a todo
lo humano para gloria
de Dios.
Y
ya que el término de la liberación es la libertad para ser­
vir a todos, la liberación en América Latina será verdadera
cuando le prepare a
cumplir su misión histórica, que, en pala­
bras de Su Santidad Pablo VI . es dar «un novísimo testimonio
de civilización ctistiana» que «ilumine al mundo entero» (28).
(27) Concilio. de Trento, ses. VI, cap. 7.
(28) )?ablo VI, Mensaje al Pueblo de México. Citado por Monse­
fior Chávez Joya, ibld., pág. 17.
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