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Número 121-122

Serie XIII

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Sustancia y accidente en la sociedad según Antonio Rosmini

SUSTANCIA Y ACCIDENTES DE LA SOCIEDAD SEGUN
ANTONIO ROSMINI (*).
POR
MlCHELE FEDERICO SCJACCA.
L En todo ente contingente, real y conocido, todos distingui­
mos
un algo sustancial
y un algo accidental Es evidenté que sin lo
sustancial, el ente no existiría, dejaría de ser, y si fuera, sería otro
ente,
el ente que· existiría por el algo sustancial que le es propio. De
un modo semejante sucede con
las sociedades, en cada una de las
cuales hay un algo, la sustancia,
"pot la que la sociedad existe" y
un algo (los accidentes), "por lo que la sociedad se desarrolla y rea­
liza" (1). Si se menoscaba el fundamento sobre el que la sociedad se
sostiene, la sociedad "debe caer irremediablemente, como si fuera una
mole a la que se le hubieran quitado los cimientos"; si el funda­
mento
dui:a,
·dura
la
sociedád, aunque se halle
prívada de
sus acci­
dentes. De
lo que se sigue ·"que la principal causa por la que una so­
ciedad subsiste es
la conservación de aquel principio, sea el que
fuere, que la hace subsistir,
y que la principal causa por la que perece
es la destrucción de ·aquel mismo principio". Por consigufonte, la
primera de todas las reglas de un· buen gobierrio y el prinier criierio
según el cual conviene medir el valor de los medios idóneos para
gobernar una sociedad pueden reducirse a la siguiente máxima:
(*) Como prólogo a la publicación de las comunicaciones de la -XIII
Reunión

.de Amigos de
la Ciudad Católica, heffios creído· de gran interés re­
producir
este estudio

de
nuestro-admirado
amigo_
el profesor Sciacca, que cons­
tituye el capítulo VIII de la II parte de su libro
Metafísica, gnoseología Y
moral,
publicado en castellano por Editorial Gredos, Madrid, 1963.
(1) La obra de Rosmini, acerca de la cual se escriben estas reflexiones,
se titula: Della sommaria
ragione -per la qualé stanno o

rovinano le
societá
(1833).
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Fundaci\363n Speiro

MICHELE FEDERICO SCIACCA
"Debe conservarse y fortalecerse lo que constituye la existencia o sus­
tancia de
la sociedad, aun a costa de tener que descuidar lo que forma
su accidental ornato". Por el contrario, los errores máximos de un
gobierno "son aquellos por los que quien gobierna una sociedad pier­
de de vista cuantó constituye_ la subsistencia de la misma, excesiva­
mente atraído por lo que forma su accidental perfeccionamiento".
Puede
parecer que
· Rosmini considera la sociedad en abstracto al
decir que se
ha de conservar el principio o la sustancia (aquello sobre
lo que cada sociedad se mantiene), aun "a costa" de descuidar los ac­ cidentes. Pero no es así, ya que
si bien es verdad que no puede ha­
ber accidentes sino en cuanto lo son de una sustancia, también es
verdad_ que no hay sustancia o principio de un ente contingente real sin accidentes; por consiguiente, toda sociedad ha de ser considerada
en su principio o sustancia
y en sus accidentes, es decir, en su con­
creción. Pero, precisamente, no
hay nada eoncreto que no sea a la
vez sustancia y accidente y no en el sentido de que los accidentes "se
añadan"
~ la sustancia o que la sustancia se resuelva en sus acciden­
tes, sino en el de que sustancia
y accidentes forman una unidad.
l:I~b~da. qienta de esto, me parece que el pensamiento de Rosimini es
el siguiente: no perder de vista la sustancia (en virtud de la cual
una sociedad ·subsiste) por excesivo cuidado de sus accidentes, sin
descuidar, sin embargo, estos últimos, que, como accidentes de
la
sustancia, también pertenecen a ella y con ella forman una síntesis .
.En otros térm:itJos, el principio .se conserva y fortalece como aquello
en virtud de lo cual subsiste una sociedad., pero los accidentes no son
des,cuidad.os, ya

que representan
el desarrollo histórico, el progreso de
toda sociedad y .la manifestación en el tierupo del principio que la
sost_iene y la sustancia. Si esto es así, ~ambién -los accidentales des­
arrollos históricos, a pesar de seguir siendo accidentes del principio
sustancial, al que manifiestan
y en la medida en que lo actualizan
históricamente,
son' también

sustanciados por el principio, que, sin
embargo, no se agota en ninguno de ellos ni en su totalidad, como
tampoco se identifica con ellos. Por consiguiente, la subsistencia del
prindpio no sólo es
la condición necesaria de la existencia y de la
Subsistencia de una sociedad (perdido su "ser' deja de ser para ser ·
otro

ente u otra sociedad con sustancia propia), sino que también lo
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Fundaci\363n Speiro

es del "ser" de sus accidentes o .desarrollos históricos, de su "exis­
tencialidad" significante,
. ·habida
cuenta de que tales accidentes son
los que "traducen
y hacen "aparecer" el mismo principio; de otro
modo, si el principio sufre menoscabo o no es expresado en
y por
los accidentes; estos últimos no "dicen" nada, no "hablan" del prin­
cipio, carecen de valor
sustancial.; ni siquiera son "historia": son
!'apariencias" que no muestran riada, por lo que ni siquiera son ·"apa­
riencias", sino sólo "insignificancias". En pocas palabras, el princi­
pio debe sustanciar los accidentes
y los accidentes deben manifestar
el principio, de modo que la sustancialidad se haga madre de histo­
ria-y la

accidentalidad, hija del principio, se haga historia del mismo.
Hay una dialéctica sustancia-accidente que nos parece que ex­
presa adecuadamente la vida compleja de aquel ente que es la
so'
ciedad

humana; dialéctica de implicación, que, aun manteniendo la
distinción entre los· dos términos, hace que los accidentes no sean sin el principio
(y por ello privados del ser por el que "son" accidentes
de un
ser) y

que -la sustancia no sea sin .los accidentes que la expre­
san; dialéctica que hace -que el desarrollo o la historia de una so­
ciedad no se_ halle carente -de su
-principio· (en ruyo caso

setía_histori_a
sin valor), ni ·que el -principio se halle fuera de
la historia, en cuyo
caso carecería de
"expresión" histórica,

no sería padre de la histo­
ria y, por consiguiente, sería históricamente
eStéril.
En

esta diléctica se halla planteado el problema de
la historia y
de su valor en abierta polémica contra el historicismo (idealista, ma­
terialista o positivista, cualquiera que sea), que hace naéer el prin­ cipio a
partir de la contingencia y que lo identifica con ella; y tam­
bién con el existencialismo, que hace_
nacer de

la existencia la esen­
cia. El problema es planteado sin perder de vista la exigencia de 'la
historicidad del principio, planteada
(y no resuelta) por el histori­
cismo,
y·la de la existencialidad, reivindicada por el mejor existen­
cialismo. Y es que, en efecto, en
la -dialéctica de principio y acciden­
tes de la sociedad sucede, por una
parte, que

al poner· como condi­
ción necesaria de la existencia··
dé la SOciedad la conservación del
principio, queda a salvo su no contingencia
y su irreductibilidad al
evento histórico, mientras que, por otra parte, precisamente en cuan­
to que el principio subsiste
y no se pierde, se demuestra su "histo-
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Fundaci\363n Speiro

MICHELE FEDERJCO SCIACCA
ricidad", es decir, su manifC::stación histórica a través de los acciden­
tes
y del desarrollo histórico de la _sociedad, es decir,. su fecundidad,
por lo
tj_ue el accidente es sustancializado por el principio y el prin­
cipio es existencializado por el accidente. Aquí se trata de "histori­
cidad" y no ·de "historicismo" del principio (el historicismo, intento
de resolver el problema de la historicidad de los valores, niega, en el fondo, los valores
y la historicidad); y es que el principio, hallán-
. dose presente en los accidentes, hace que una sociedad tenga historia,
es decir, se desarrolle históricamente, sea la historia de dicho princi­
pio, aun cuando él sea irreductible a sus mismos accidentes.
Por consiguiente, es un buen gobierno el que se impone como
primer cuidado la conservación del principio constitutivo de la exis­
tencia de la sociedad gobernada y hace que dicho principio sustan­
cialice todos los accidentes y los desarrollos d_e dicha sociedad, per­
maneciendo fiel a "la razón principal por la que una sociedad sub­
siste";
y es mal gobierno el que pierde de vista el principio y sólo se
preocupa de los accidentes, que, al ser considerados como accidentes o
desarrollos a los que no corresponde ningún principio, no son ni si­
quiera tales
y no significan más que la ruina y la muerte de la so­
ciedad. Como dice Rosmini, en tal caso todo se reduce a cuidar so­
lamente el "accidental ornato". Y esto sucede con
frécuencia cuando
el gobernante sólo se halla preocupado por satisfacer la ambición del
mando, hasta el punto de subordinar
el principio y el fin de la so­
ciedad gobernada a su interés personal, a la sed de poder. Este es el
criterio demagógico, que no es propio de un régimen o gobierno de­
terminado, sino ·que. puede ser practicado por cualquier régimen o
gobierno, ya sea dictatorial o democrático; con lo que después tene­
mos
qtie, a 'fuerza .de -preocuparse. en exceso. por los "perfecciona­
mientos accidentales"
-sin- cons-idetar el

principio ni el
heéhO · de

que
tales perfeccionamientos·
guarden conformidad

con él o lo expresen,
se llega a contemplar una ·sociedad carente de fundamento o que
tiene uno opuesto al que debía de tener, aunque ·aparentemente se
diga o -se crea que
· se
le está comOatiendo.
· ¿Cuántos

gobiernos
son--acttial:mente. buenos
gobiernos en -el
sen·
tido

de la_
máxima rosminiana y cuántos, en carribio --demócrátieos
o

no
y democráticos. eon o· sin adjetivos-, se han Olvidado del prin·
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Fundaci\363n Speiro

«SUSTANCIA> Y «ACCIDENTES» DE LA SOCIEDAD
cipio de la sociedad, al _que sólo atienden por. motivos propagandísc
ticos, llevados por el atractivo del. éxito contingente, de lo acciden­
tal, de ésta o de aquella_ "cuestión",.mientras privan de su principio
a
la sociedad, en nombre del' cual dicen que la gobiernan? Los tales,
de hecho
y contra el susodicho principio, conducen a la sociedad a
su ruina. 2. Si buen gobierno es el
qu.e sabe "conservar

y fortalecer"
el
principio o la sustancia de una "Sociedad, sin descuidar no obstante
sus desarrollos, será bueno el gobierno que sabe "respeúr al máximo''"
las "instituciones primordiales", es decir, las que constituyen el .ser
mismo de una
sociedad_ y, si son originales y originarias -hasta di­
ría ontológicas en cuanto constitutivas de la naturaleza humana-,
las de toda sociedad y de todo pueblo. ¿ Acaso será "ridículo", como
creen algunos, este respeto hacia el constirutivo fundamental y .ori­
ginario, habiendo de-considerarlo como
fruro de

·"ciega ignorancia",
de servil obsequio a la autoridad" o, "brevemente, como una
nece,-,
dad"?

Quien así opina, dice Rosmini, no se ha
· percatado

de que
dicho respero "es un efecto proveniente de un principio de la
naru­
raleza,

de una ley racional, y no ha -reflexionado sobre
el hecho de
que las instituciones primordiales son aquéllas sobre las que reposa
la sociedad". Conservar-los principios no significa rechazar el pro­
greso, ya que esto sólo
ocurre no
cuando se conservan, sino
,ruando
se

repiten, cuando se arrojan fuera de la historia y se deja que
el
desarrollo de la- sociedad se halle vacío de dichos principios, no le
importen o contraste con ellos.
-Conservarlos
fuera o contra
el pro­
greso histórico de
la sociedad es un modo de perderlos de vista, de
descuidarlos, de olvidarlos, de negarlos; es tirar por
la borda el valor
de la historia, hacer que pierda su historicidad
9.uedando sin
valor,
ya que entonces la
hiStoria no

es expresión. del mismo ni
el valor es
principio que en ella se existencie. He aquí, pues, cómo Rosmini.
ii:tstal:lra una

-dialéctica de impli­
cación de lo "antiguo" y lo "nuevo", exigida por
el hecho de que
el
"nanual" y "sabio respeto" de lo antiguo ·"no nos fuerza a ser
enemigos de las innovacionef útiles'', sino
más -bien
a
fomeiltarlas
y

a actuarlas, par.a que lo antiguo sea· nuevamente
feéundo y
lo nue­
vo se nutra de lo antiguO, que
al ser propuesto de quevo, recuperado
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Fundaci\363n Speiro

MICHELE FEDERICO SCIACCA
en lo nuevo y así renovado, ya no es cosa pasada, "desarraigada" y
lejana, sino algo presente formando con lo nuevo una unidad, siendo
en ella algo actual, vivo y operante, "contemporáneo", fuerza genera­
dora de progreso y de ava_nce. Por el contrario, dicho respeto "nos
obliga a

distinguir sutilmente entre las innovac;iones que destruyen
lo antiguo
y las que a lo antiguo se añaden" .
.&ta obligación, que es sabiduría política en el gobierno de una
sociedad, es de gran actualidad; lo que destruye el principio no es la
innovación, sino la subversión. "Innovar" es conservar en lo nuevo,
que, si es nuevo, se añade a lo antiguo; pero para añadírsele, lo an­
tiguo debe conservarse renovado en él (y precisamente en cuanto
renovado), es decir, conservado como antiguo en lo nuevo, que, a su
vez, es lo nuevo de lo antiguo, su nueva realización, algo que antes
no era y que ahora es. Pero lo que ahora es, lo es en virtud de lo que
antes era, creación y, por esto, fruto de la iniciativa libre realizada
no a partir
de lo antiguo o del principio, sino en lo antiguo o en el
principio, que es norma de la misma iniciativa
y fecundadora. y re­
guladora de ella, hasta el punto de haber podido "añadirle" algo a
él
y marcar un progreso, es decir, manifestar algo de lo antiguo que
antes no había tenido desarro11o
histórico y que, una
vez manifesta­
do, marca la nueva conquista,
la nueva especificación del principio.
Sólo en este caso hay innovación, es decir, continuidad de
la "tradi­
ción",
lo que equivale a una confiada transmisión del principio o de
lo antiguo desde un momento histórico a otro, que, en cuanto otro, es
nuevo con relación al precedente, pero que al mismo tiempo es
la
innovación o la vivencia en el presente de lo antiguo, que por esto
se conserva vivo con la fecundidad de una nueva vida. También se
trata en este caso de "historicidad" del principio
y no de "historiza­
ción" del mismo, por lo que se puede hablar del valor de la historia
como expresión histórica del principio no
histórico, que,

no obstan­
te, es principio generador de la misma historia, sustancializador de su desarrollo, que es desarrollo no
del principio, sino por y en el
principio, como perenne "descubrimiento" histórico del. mismo.
, lCuántos. gobernantes y pueblos reflexionan en la actualidad acer­
ca de si su fiebre innovadora puede "destruir" el principio o lo an­
tiguo o
"añadirle" algo?

¿Cuántos tratan de evitar "sutilmente" las
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Fundaci\363n Speiro

«SUSTANCIA» Y «ACCIDENTES» DE LA SOCIEDAD
subversiones y de favorecer las auténticas innovaciones que hacen
crecer a
Ja sociedad
sobre sí misma, en vez de aniquilarla?
Dice Rosmini: "las instituciones.- primeras (o primordiales)
ata­
ñen a la 1ustancia; las segundas (o se·cundarias) a los accidentes, pues
la primera necesidad es la de ser, mientras que la segunda es la de
gozar de los frutos de la existencia". Palabras densas de significado
y profundas. La primera necesidad de un ente y -,-en nuestro caso­
de una sociedad es
la de ser; y una sociedad no es el quid constitutivo
de su fundamento y que la hace existir, es decir, sin la sustancia o
principio por el que es. Por esto, los hombres piensan pri_mero en
el ser de la sociedad, á fin de que la sociedad sea; luego proruran
gozar

los
fn1tos de su existencia. Desde luego, pero los frutos "de
su existencia" son _ aquellos que son producto de
la sustancia y del
-J?rincipio fundamentante, no los

que
los' contradicen

o provienen
de un principio opuesto. Frecuentemente se desea "saborear los fru­
tos" no

del principio que hace subsistir a la sociedad humana, sino
los frutos sin más, vengan de donde vinieren, con tal de gozarlos,
aunque tal disfrute destruya
tado fundamento

de la misma socie­
dad. Esto no
es ni

más ni menos que
la pérdida del ser de la socie­
dad, la caída en
el puro accidente.- En este caso, la causa principal
de la ruina se ha actualizado o, mejor dicho,
la sociedad ya está
arruinada
y sólo se preocupan sus miembros de gozar lo que sea,
sin preocuparse siquiera si existe o no existe la sociedad ni si des­
cansa sobre un principio que le dé la existencia.
3. En el momento de su fundación, la sociedad siente la ne­
cesidad de tener un· principio o una sustancia, es decir, siente
la
necesidad de existir. Una vez que existe, tal exigencia pierde su
fuerza; de la fase de la necesidad urgente
y perentoria se pasa a
la de la "costumbre". Esto significa que el principio o las "ins­
tituciones esenciales" ya no constituyen
el presente de la sociedad,
sino su pasado, que, en cuanto tal,-
se halla fuera de la vida, es in­
actual; actuales son las instituciones "secundarias", los "accidentes",
la necesidad de "gozar los frutos de su existencia", En otros térmi­
nos, lo

secundario goza de actualidad y lo originario es inactual; es
actual
el accidente e inactual el ser :de la sociedad; lo priinero que
hemos indicado se practica participando a lo vivo en
él; 0lo _ se-
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MICHELE FEDERJCO SCIACCA
gundo se repite por costumbre, sin que goce de actualidad algu­
na.
La sociedad disfruta
de una existencia que ya no "siente", de
un ser que es su ser,
inoperant~ y
estéril, lejano ya de su praxis, como
si gozara de los frutos de una existencia inexistente, en
ruanto
ausente

de su vida actual. En semejante caso, las instituciones vie­
nen a ser no ya cosa
"antigua", sino

cosa muerta que
se repite "por
inveterada costumbre". Lo que, cáreciendo de actualidad; se prac­
tica por rutina, "resta interés a la reflexión sobre las razones de- Ia-s
cosas". La costumbre suplanta "a la actualidad deliberada", die€
Rósmini con una expresión henchida de significado. He aquí, pues,
que para que las instituciones esenciales constituyan la vida de la sóciedad, su mismo ser en acto, es necesario practicarlas, es preciso
qlie sean

su "pensar" o su conciencia refleja, que incluso es con­
ciencia "volitiva", es decir, "actualidad deliberada"
y; por esto rriis~
roo,
actuación

libre de la voluntad, ejercicio de la libertad, confor­
midad de la voluntad libremente deliberadora con la norma
funda~
mental y fundamentalmente, actual en su presencia ante la concien­
cia y

actual en la práctica de
la voluntad.
Fuera de esta actuaiidad deliberada, las instituciones esenciales
de la sociedad no son más -.que una "inveterada costumbre", un
obstáculo para el progreso; cesa su actualidad y dejan de practicarse deliberadamente; se vive de lo contingente, lo único que sigue sien­
do actual
y sólo por hábito se guarda uniformidad con lo esencial
que ya está muerto. Lo esencial, en tal caso, ya no es "contempo­
ráneo", no es la verdad en que se vive: es el "pasado", presente
como pasado (y, por tanto, sin vigencia efectiva) en la actualidad
de lo contingente,
lo único que está vivo y actualmente presente.
Ya no se piensa deliberadamente en
el principio social y se piensa
fuera de

él y sin él. Pero el hombre, observa Rosmini, "se cansa de
obrar· de

este modo, mecánicamente",
y el "entendimiento opri­
mido" se rebela;
y es que "en él se despierta con máyor viveza el
deseo de vólver a su función natural, de volver a empezar a ser la
guía del hombre, que durante tanto tiempo ha sido esclavo de an­
tiguas
y -oscuras costumbres". Añádase "a esta noble voz de la razón,
deseosa de recobrar sus derechos, la fuerza del amor propio, que impulsa a las
-men_tes humanas

a inventar cosas nuevas"; así se
ex-
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«SUSTANCIA» Y «ACCIDENTES> DE LA SOCIEDAD
plica cómo "en muchos se lnan_ifiestan, junto a cierta prevención, las
pasiones y un interés por sofistiair, con objeto de abrirse mayores
horizontes,
dentro de los cuales
y sin fr~no ·alguno poder saciar sus
excesivos deseos".
Y es que, como bien puede verse, no se busca lo nuevo porque
lo antiguo carezca de valor y no responda al progreso de la socie­
dad, sino porque esta última, preócupada más por lo accidental-que
por lo esencial, ha hecho
que_ sea
inactual
y sólo lo conserva por cos­
tumbre, como una "mísera corteza" sin "meollo".
A estas alturas, la
razón reivindica su derecho de guiar al hombre, de instaurar una
forma de vida que goce de "actualidad deliberada.. y no sea -esclava
de hábitos inoperantes e impuestos por la costumbre. Sin embargo,
otras razones

menos nobles desvían su juicio,
la mueven a realizar
valoraciones erróneas, es decir, a considerar las instituciones esencia­
les
como "rancios

prejuicios", "restos inútiles de tiempos groseros
y mezquinos". Quienes piensan así no se peré:atan de-que el mal de
la sociedad no está en que sobrevivan las antiguas instituciones que
son el ser de la misma sociedad, sino en el hecho de que ellas, por
haber sido descuidadas en favor de los accidentes o de lo nuevo, sólo "sobreviven" en vez de "vivir" como principio de la vida social,
cuya expresión serían los accidentes, lo nuevo, que ya no sería noci­
vo, puesto que
sería fruto

de lo antiguo;
y tampoco se dan cuenta
de

que
el bien de la sociedad no consiste en calificar erróneamente
el principio como prejuicio y en rechazarlo como tal_ (lo que su­
pondría la destrucción de la existencia misma de la sociedad) ni en
buscar maniáticamente Jo nuevo
contra lo antiguo, como si un árbol
diera mejores frutos arrancándolo de raíz o derribándolo, sino en
descubrir "dónde reside lo falso de las nuevas doctrinas, descubriendo
los antigtios orígenes de las cosas, demostrando por qué los estable.:
cieron

así
lós antepasados,
y cómo éstos llegaron
a ellos
no tanto
por su

propia sabiduría, cuanto por
la necesidad en que se vieron
obligados de hacerlo". O estos últimos prevalecen - y entonces las instituciones esenciales "adquieren consistencia
y nueva estabilidad",
es decir, se hacen principios de "actualidad deliberada" y la socie­
dad se salva; o prevalecen lós otros, y entonces t!iunfa la subversión
y la sociedad se arruina.
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MICHELE FEDERICO SCIACCA
Por otra parte, aquellos ("pocos'') que se percatan de que los
principios han de ser separados de los prejuicios y que la salud so­
cial reside en su restauración
y no en su abandono, se -han de dis­
tinguir de los llamados "conservadores", de aquellos que, a fuerza
de conservar sin actualizar, son causa de la pérdida de los mismos
principios; salvar los
principi,os es
reintroducirlos como fuerzas ope­
rantes
y activas, actualizarlos, es decir, hacer de ellos_ elementos de
nuevo progreso, hacer que sean los principios del progreso y la
fuerza propulsora de la historia. Ros.mini es severo con los inno­
vadores que actúan con~a los principios, siendo, .por esto, subverti­
dores de la sociedad, pero lo es igualmente contra los que "aparen­
tan un inmoderado
y ciego amor por la antigüedad" (aun suponiendo
sincera y carente de segundas intenciones esta devoción que ellos
tienen por -las cosas antiguas), los cuales demuestran siempre una
notable "estrechez de miras". Los tales consideran "las hojas sin va­
lor con relación al tronco",
y se enojan al ver "que el gran árbol
perfectamente crecido no
lanza nuevos
brazos, sino que se desarro­
lla en sus últimas extremidades, en las hojas, en las flores
y en los
frutos-". Es cierto que las ramas y hojas "valen menos que el tron­
co", pero sería irracional pretender
que, en

lugar de hojas ... salie­
ran del árbol nuevos troncos. Conservadurismo
y subversión, apa­
rentemente opuestos
y sustancialmente idénticos, son la ruina de
una sociedad; el primero, por la razón de que conserva sin renovar; el segundo, porque pretende innovar sin conservar;
el primero, "con­
servando" fuera de ·su actualidad el principio, la vuelve inoperante y hace que "envejezca"
y dej~ ·de ser "antiguo"; el segundo, recha­
zándolo como viejo prejuicio,
,Pretende innovar
la misma existencia
de la sociedad -precisamente... negándole el ser. En pocas palabras,
el primero se mantiene apretado
al tronco y quisiera que, conser­
vándose tal
Y como esi en virtud de un milagro, echara nuevas ramas,
sin que brotaran _nuevas hojas y
sin,. que
cayeran las secas; el se­
gundo derriba el tronco
y, cuando lo tiene echado ror tierra, le exige
que dé vida a ramas siempre nuevas
y verdes.
4. Por lo menos desde el siglo
XVIII, según Rosmini, se han
atacado encarnizadamente los principios del vivir social. "El siglo
XVIII es un siglo de doctrinas materiales. Abandonadas, vilipendia-
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«SUSTANCIA» Y «ACCIDENTES> DE LA SOCIEDAD
das y casi aniquiladas las ciencias que se ocupan del espíritu, dicho
siglo se ocupó exclusivamente en cultivar las que tienen por objeto
la materia. Todo lo que se halla sujeto a la cantidad, fue estudiado
con increíble ardor, y las matemáticas, las artes mecánicas y todo
cuanto
arañe a

los oficios, al comercio y a las manufacturas tuvo, sin
lugar a dudas, un pronto
y maravilloso progreso. Pero todo esto no
es
más que

un
accidente de la felicidad de los pueblos". Podríamos
preguntarnos qué escribiría Rosmini si en la actualidad
levantara la
cabeza.

Sin
embargo, a

nosotros sólo nos interesa subrayar aquí
el
concepto de que el progreso material, por extraordinario que sea, _es
siempre un accidente; la sustancia viene dada por la vida espiritual
y por los valores que ella expresa; por esto, el progreso material, entendido como fin en sí mismo y como principio fundamental de
la sóciedad, es la destrucción de la existencia de la sociedad huma -
na. Y no
es que dicho progreso haya de ser impedido o destruido;
lo que· sucede es que ha de
ser el
accidente de la sustancia espiritual
de la ·sociedad. Y esto porque "la materia es sujeto de división, con­ trariamente a lo que ocurre con el espíritu, que reduce todas las
cosas a unidad; y sólo en la unidad está la fuerza, está el verdadero
poder social. La materia es
objeto-externo,

superficial, mientras
que
el espíritu es sujeto interno y fundamental, y sólo dentro de él está
la verdadera satisfacción, mientras que -de fuera viene la inquiemd
y la necesidad··.
El siglo
XVIII encontró a los pueblos 1' débiles para defenderse"
porque se habían olvidado de las "instituciones esenciales", sólo
repetidas rutinariamente, y,
por esto rilismo, dispuestos

a a-eeptar
lo nuevo. No se percataron (como tampoco nos damos cuenta hoy día, incluso quienes dicen o creen que luchan por lo "antiguo") de "que en la lucha no se trataba de perder hábitos inútiles
y rancias
costumbres, sino que se trataba de perderlo todo,
la misma existen­
cia". También hoy está en juego la misma existencia de las socieda­
des cristianas,
y los gobiernos, como los del siglo de la Revolución,
ven en la subversión actual únicamente "una gran lotería, en la que
los estados vecinos" tienen algo "que ganar: los débiles, sin arr_ies­
gar nada;

los _ fuertes, en proporción a su fuerza". Para cambiar los
acontecimientos no basta oponer la
•cfuerza bruta" y la "astucia" de
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MICHELE FEDERICO SClACCA
los hombres, cosas y hombres; es necesario ·que ·entre en la palestra
una fuerza superior ... "que disponga a su modo de los hombres y
de las cosas. Dicha fuerza ·.son los principios, que, sembrados en las
mentes, se enseñorean del hombre y, a través del hombre, .de las
cosas pertenecientes al hombre". Sólo así se sale de la siru.ación ab­
surda de considerar sustancial lo accidental y se vuelven a poner
las cosas cada_ una en su puesto; sustanciales son los principios, razón
de ser de la sociedad, mientras que accidentales son sus progresos
a partir de los principios. De otro modo ·se cae en la subversión de
los valores.
Por consiguiente, es necesario, para que la sociedad ·exista, que
ella viva y se desarrolle según su su~tancia y que se encuentre a sí
misma en
la "entrega __ .i la verdad", de modo que "en· la virtud prac­
ticada
sin limitaciones halle
la suprema fuerza social; finalniente
será conveniente que busque en el mismo Cristianismo
lo que en
él hay de más sólido, de más acabado y de más íntimo para asentar
en él la tranquilidad
.Y el buen estado de los pueblos". Este.,.'cristia­
nismo

es
el caroliciSmo, el único que tiene "solidez", que es "poten­
cia absoluta", "religión verdaderamente completa". "Después de éste
ya no hay por qué buscar otro
Con mayor

solidez. No queda más
que
ir tras el medio de hacer que el catolicismo sea cada vez más
puro en

las mentes, cada vez más fecundo en los corazones y cada
vez más
·efectivo en

la práctica. He
aquí a
lo que se
ha de reducir
la política más consumada". En cambio, hoy parece que la política, toda la política, se está
consumando (y consume a
la sociedad) en la dirección opuesta.
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