Índice de contenidos
Número 121-122
Serie XIII
- Textos Pontificios
- Actas
-
Estudios
-
Sustancia y accidente en la sociedad según Antonio Rosmini
-
Buscad primero el Reino de Dios y su justicia
-
La escalonada marxistización de la teología
-
El orden universal en la concepción cristiana medieval y la angustia del hombre moderno
-
La Iglesia, Maestra de los pueblos (siglos VI-XIII)
-
¿Es posible la coexistencia pacífica?
-
El pensamiento contrarrevolucionario español: José Cadalso
-
- Ilustraciones con recortes de periódicos
- Información bibliográfica
Autores
1974
Buscad primero el Reino de Dios y su justicia
BUSCAD PRIMERO EL REINO DE DIOS
Y SU JUSTICIA ·
POR
MANUEL ZuRDO PIERNO, C. M. F.
1.--El reino del hombre frerite al reino de Dios. 2.-Praxis marxista
y praxis cristiana. 3.-La praxis cristiana no p_uedé-desglosarse de
los principios y criterios morales. 4.-«Buscad primero ...
»
La transcendencia del cristianismo, su proyección hacia una vida
ultraterrena,
constiruye la
piedra de escándalo para los hombres ins
talados en el mundo
y para cuantos viven exclusivamente de cara
hacia el progreso material extensivo a todos los pueblos subdesarro
llados o marginados por oligarquías tan prepotentes como despia
dadas, Es
un
viejo prejuicio
que arranca desde los tiempos apostóli
cos, en apariencia desentendidos de las preocupaciones terrenales, ante la supuesta próxima venida de Cristo: "Ven, Señor, ven";
y
que se perfila, a lo largo de los siglos, por el odio entrañable al ju
dío
usurero, monopolizador de las riquezas
y tesoros de la tierra.
Hasta nuestros días, no se concebía
la espiritualidad del hombre de
negocios-
y finanzas. Sobre todos ellos recaían, al igual que sobre los
publicanos del A. T., los anatemas populares. Para reconciliarse con el Cristianismo, pondrían por condición muchos hombres de
nues:tro
tiempo
la eliminación del Sermón de la Montaña, para ellos conjun
to de aporías
y enunciados absurdos, inaceptables dentro de una eco
nomía y moral social elaboradas a imagen y semejanza del hombre
moderno. ¿Cómo admitir --discurren ellos- una providencia reñida con
los principios fundamentales de la previsión social, la gran conquis ta
de nuestros
tiempos? ¿Cómo esperar del cielo alimento y vestido,
41
Fundaci\363n Speiro
MANUEL ZURDO PIERNO, C. M. F.
cuando la experiencia más elemental nos enseña que todo debe ir
programado y planificado en esta época de racionalización y solida
ridad? Tan sólo una mala inteligencia del texto evangélico puede expli
car tamaños desvaríos. Porque no se trata de una invitación
al sesteo
y a la holganza colectivos, en espera de un maná que lloverá sin falta
del
cielo. Tal
interpretación sería incompatible con
el precepto divino
del trabajo impuesto al hombre en el Génesis.
l. El reino del hombre frente al reino de Dios.
Para el marxismo es un crimen de lesa humanidad hablar del reino
de
Dios. Si
no
hay otro dios que el hombre, el cual, en su enajena
ción milenaria, ha proyectado sobre un ser quimérico sus propios
atributos
y prerrogativas regias, se da una transposición lastimosa
cuando se habla del reino de Dios en
la tierra y de un filás allá torna
solado por sentimentalismos anacrónicos y senescentes. La meta final
hacia donde
camina la
historia a ritmo acelerado es el reinado del
hombre, su liberación de la opresión burguesa
y su dominio pleno
sobre las fuerzas de la
natttraleza. Cierto
que ese reinado del hombre
colectivo deberá pasar por varios estadios de lucha y heroísmo so
brehumanos personificados
en· varios
tipos de hombre forjados por
la dinámica creadora del marxiSmo. Así, el hombre marxista de hoy es el proletario que tiene conciencia de su condición de· tal
y lucha
denodadamente por el triunfo· sobre su alienación y la conquista de
las prerrogativas esenciales del hombre. Portador en su carne de
fa
deshumanización del hombre y espoleado por este sufrimiento secu
lar, trabaja
sin descanso por llegar al objetivo supremo de la reali
zación total de las humanas potencialidades.
En la etapa final caracterizada por la sumisión
completa: de la
naturaleza al dominio -del hombre, emergerá el auténtico hombre
marxista, el hombre "escatológico"
--con léxico
cristiano- que dará
comienzo a
la verdadera historia de la humanidad, a la era paradi
síaca en que se verán satisfechos los utópicos anhelos de
una' seudo
religión
cuya deidad única será
la comunidad internacional socialista.
42
Fundaci\363n Speiro
BUSCAD PRIMERO EL REINO DE DIOS
Pero la 'dialéctica marxista exige un tipo de hombre intermedio
entre el proletario iniciador de
la lucha Y. el hombre escarológico,
beneficiario definitivo de la era irreversible de paz
y fraternal con
vivencia en la sociedad internacional comunista. Y ese hombre es el
representante de
la dictadura del proletariado que, arma al brazo,
mantiene las conquistas conseguidas: la supresión de la lucha de cla
ses, el final de la desalienación en curso y la anulación total de las
fuerzas- reaccionarias que surgen, aquí y allá, contra los pueblos so
cialistas.
2. Praxis marxista y praxis cristiana.
Crece por días el entusiasmo del progresismo más radicalizado por
fa "praxis" marxista, por el realismo con que actúa sobre los resortes
de la historia proyectada, según ellos, hacia el triunfo universal del
comunismo. Con frase plástica ha calificado Mounier el realismo
marxista de "mordre sur l'histoire", mordedura sobre la historia, de
acción directa sobre su sentido, que no es otro que la liberación de
las clases trabajadoras en el régimen de justicia social gestado por Engels, Marx y Lenin. Para este tipo de progresistas sociales,
ver
dadera
cabeza de puente con las organizaciones marxistas, el
escán
dalo
mayor de nuestros tiempos es la pasividad de la Iglesia que no
se
deC:ide a
ponerse de parte de los oprimidos, mediante una coope
ración sincera con las huestes del comunismo, en la empresa común de
arrumbar para siempre
la hegemonfa de las oligarquías capitalistas.
Pretender, como quiere la Iglesia, alumbrar un mundo más justo y
humano con la sola irradiación de su doctrina social es, para ellos,
la ingenuidad más simplista que imaginarse puede. ¿Cómo limitar
la lucha contra las injusticias sociales a la esfera inoperante de una ideología cada vez más periclitada, cuando ellos, los detentadores del
poder económico y político disponen de los medios y recursos más eficaces para perpetuar su dominio sobre el mundo del hambre y de
la servidumbre? Tan sólo "la colaboración franca. y resuelta del
mun
do
cristiano con
el comunismo en su lucha contra el régimen capi
tali.sta
alumbrará
el gran día de la fusión en un solo pueblo de los
43
Fundaci\363n Speiro
MANUEL ZURDO PIERNO, C. M. P.
hijos de Dios y el pueblo de los hijos del hombre, el pueblo cristiano
y las muchedumbres seguidoras de Marx" (1). ¿A qué clase de co
laboración se refería Mahdouze en
la _primera virulen~ aparición
del
progresismo cristiano a raíz de la segunda Guerra?
La actuación · hodierna de no pocos de s_us· seguidores lo pone bien
de manifiesto. Querrían -una Iglesia alineada en orden de batalla con
las organizaciones marxistas; una jerarquía que descendiera de la
cátedra magistral de las pastorales más o menos enérgicas y hasta
condenatorias de las injusticias· sociales y atropellos de los derechos sagrados de la persona, para animar los movimientos revolucionarios
que luchan en el ágora,
eh el agro y en la fábrica; unos sacerdotes que
silmultanearan la presidencia .de la asamblea litúrgica .con el liderazgo
de los grupos sociales en colisión con el Poder constituido -par-a
ello-, "el desorden establecido".
Aberración que llevaría a la Iglesia
a· un
enfeudamiento con
el
régimen marxista y a un clericalismo más odioso de los cuales pre
tenden liberar a
la Esposa de Cristo. ¿No fue éste el falso camino se
guido por Lamennais, el precursor del progresismo cristiano? ¿No
es esto confundir
la teología con la sotiologfa, la..salvación espiritual
del mundo con
la liberación socioeconómica de las clases trabajado
ras? ¿O es que
el Evangelio ha necesitado de la espada, como el Corán
de la cimitarra para ganar los pueblos para Cristo?
3~ La
praxis_ cristiana no puede desglosarse de los
princip-ios
y
criterios morales.
Para los partidarios de
la colaboración con el marxismo en la
~;u.cha de
clases, ésta se impone por razón de su eficacia. Es, a modo
q~ idea-fuerza, que imanta a las muchedumbres populares y las sos
tirne, contra
viento y marea, en su esperanza mesiánica de futura
sal
v,ción.
E_s
decir, que hoy la acción social, para muchos sedicentes
apóstoles del pueblo sufriente, se ha desplazado delcampo de la mo-
., (1) Dixif!me Cahier, editad~ por Jeunesse_ de l'Eglise. Roud-Point-Petit
Cfamárt (Seine). Para' una expasición triás amplia, véase mi
obra:
De Moimie,·
a Ú teología de
la
violencia, págs. 35-62. Madrid, 1969. · ·
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BUSCAD PRIMERO EL REINO DE DIOS
ral sodal con sus principios y normas directrices para situarse en el
palenque de
la pura competividad. No interesa tanro la ortodoxiá de
los principios en que se basa
la acción social, cuanto la ·eficacia de
ésta para llegar rápidamente a
la meta codiciada.
Ante la lenta
y aun problemática encarnación de la doctrina so
cial de la Iglesia en la conciencia colectiva, frente a la rapidez fulmi
nante de las cainpañas
marx:istas por
la conquista de la justicia social,
la opción no puede ser otra que
la de em~rcarse con el marxismo en
la tremenda aventura del porvenir del mundo, identificado con el
porvenir de los pobres y oprimidos. En último término -argumentan
ellos- bien vale
la pena de arrojar por la borda los escrúpulos de la
licitud o ilicitud de los medios a escoger, cuando la meta a que con
ducen es, a todas luces, honesta y beneficiosa para
la humanidad.
Tal solución pragmática
y oportunista es todo un síntoma del
progreso alarmante de la
moial de
_situación en. las conciencias. Se
dice aceptar los principios reguladores
de_ la
humana actividad; pero,
en la práctica, la conducta privada, familiar
y social deslízase ·siste·
máticamente
por la rampa indinada de la conveniencia, del
·uriiitariS·
mo
y hasta del hedonismo más descarado. Se reivindican fieramente
los derechos sagrados de
la conciencia,
como supremo
atributo de la
dignidad de la persona; pero, en realidad, no se trata de la concien·
cia
auténticamente humana iluminada por la luz de los principios y
criterios morales; sino de una seudoconciencia, verdadero
caleidoscO·
pio
de actitudes cambiantes
y arbitr_arias inspiradas en el. talante de
cada momento o tensión emocional. Hoy ya no se pregunta: ¿qué dicen los dioses?, o, con lenguaje nuestro, ¿qué normas de acción
die·
tan
la ética social y la moral
cristiatla?; sino
que se interroga
al yo
fluctuante, al humor visceral o al vitalismo de las pasiones individua·
les o colectivas.
Ante ese giro copernicano de las conductas y
modos de
vida
¿ha
bremos de admirarnos de que la doctrina social de la Iglesia, "parte
integtante de
la vida cristiana", pierda prestigio y'vigencia en
\~-hu·
mana
convivencia y de que se vea arrumbada
por ciertos escritores
católicos al trastero de las ideologías senescentes y desfasadas? Hay en todo ello un .confusionismo lamentable, una crasa igno
rancia del valor
y alcance de los principios de la doctrina social-de la
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MANUEL ZURDO PIERNO, C. M. F.
Iglesia. Los principios en que ésta se basa --escríbese con harta fre
cuencia- son principios abstractos e inmutables que no tienen co
nexión con la realidad social concreta hecha- de fluencias históricas y
complejos fácticos. He aquí
el gran sofisma en que se parapetan los
adversarios de la doctrina social de la Iglesia para enclavarla en
el
"i!lri" de la preterición y el menosprecio. La objeción sería válida
si
la doctrina social de la Iglesia se limitara a _formular principios
morales en perpetuo psitacismo desde León XIII hasta Pablo VI,
sin el menor contacto con los problemas
vitales de
cada época
y co
yuntura económica
y sociopolítica. Mas no es así. Esos principios de
valor perenne, por estar anclados en
la Revelación y el derecho natu
tural, descienden a aplicaciones concretas y muy variadas y hasta dis
pares, al ser confrontados con la realidad fluente de los problemas
en cada momento histórico. Así, por e;emplo, la dignidad de la per
sona humana, el bien común y la justicia social, son principios igual
mente intangibles para León XUI, que para Pío XI, Pío XII, Juan
XXIII
y Pablo VI. Pero la persona humana de la "Pacem in Terris'
y del "VariCano 11", esrudiada más a fondo y confrontada con el ni
vel social de nuestro tiempo, vese aureolada con una guirnalda de
derechos inéditos en la época del Papa de
la "Rerum novarum" (2).
4. ''Buscad primero "
La evangelización del mundo del trabajo, problema urgente si
los
hay, alumbró una corriente á.postólica marcadamente temporalis-
(2) «Si bien no interviene (la Iglesia con su doctrina) para dar auten
ticidad a una estructura determinada o para proponer un modelo prefabricado,
ella-no se limita ·simplemente a recordar unos principios generales. Se des
arrolla por medio de una reflexión madurada al contacto con situaciones cam biantes de
este mundo,
bajo el impulso del Evangelio como fuente de renova
ción, desde
el momento en que su mensaje es aceptado en su totalidad y en sus exigencias. Se desarrolla con la sensibilidad propia de la Iglesia, marcada
por una voluntad desinteresada de servicio
y una atención a los más pobres;
finalmente se alimenta en una experiencia rica de muchos siglos, lo que per
mite asumir en la continuidad de sus preocupaciones permanentes la innovación
atrevida
y creadora que req_uiere 1a situación presente del mundo» (Pablo VI,
en la
Octoges1ima Adveniens, núm. 42).
46
,
Fundaci\363n Speiro
BUSCAD PRJMERO EL REINO DE DIOS
ta que pone entre paréntesis la predicación del mensa je cristiano a la
espera de la implantación de
.. la justicia social en las relaciop.es so
cioeconómicas.
Prototipo de esa corriente, en
la actualidad muy cau
dalosa, fue Montuclard, con sus consignas a la promoción sacerdotal
francesa volcada, en cuerpo y alma, a la reconquista de las masas
obreras. ¿Quién iba a decirlo? El teólogo de mayor resonancia entre
el equipo autor de "L'Évangile caprif", grito de protesta contra la
sordina impuesta desde arriba a la predicación del Evangelio en su
proyección sociorreligiosa, dio marcha atrás a sus ímpetus evangeli
zadores para replegarse al "apostolado del testimonio mudo", postu
ra difícilmente conciliable con la "participación activa" en la lucha
del proletario contra el capitalismo, su opresor.
"En espera de la futura irradiación del Evangelio --decía Mon
tuclard a los sacerdotes obreros- el apóstol debe resignarse, aun con
dolor de su alma, a llevar
el Evangelio dentro de su corazón (" a tenir
en son coeur l'Evangile captif"), es decir, a no predicarlo, a renun
ciar hasta la intención misma de convertir y de buscar
el menor re
sultado apostólico inmediato que podría confirmar, en
el ánimo de
los militantes solventes del movimiento obrero, la objeción dema siado extendida de que la religión sólo puede existir en las concien
cias
alienadas."
"Haciendo caso omiso del ateísmo explícito o implícito de las
masas -prosigue Montuclard- el apóstol debe bajar a la arena
po
lítica, en el plan sugerido por la realidad del proletariado; esto es,
por 13:5 razones
objetivas puestas
al día por esta "ciencia de la so
ciedad" que es el marxismo ... " Tan optimista se siente nuestro teólogo de esa actitud de
silen-.
ciamiento
del Evangelio y abierta colaboración con la revolución
marxista, que llega a afirmar con énfasis profético: "La clase obrera
volverá a ser cristiana pese
al ateísmo actual de los regímenes comu
nistas" (3). Más o menos influidos por las consignas de Monruclard
di
luidas en cierta literatura social de nuestros días, pululan por ahí los
predicadores de homilías "descralizadas", en que el tema central
y
(3) Cf, De Mounier a la teología de la viiolencia~ págs. 36-51.
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Fundaci\363n Speiro
MANUEL ZURDO PIERNO, C. M. F.
hasta el único lo constirnyen las diatribas contra las injusticias socia
les,
y ello aun cuando el auditorio sea"el menos indicado para tales
andanadas políticosociales. ¿Queremos decir con esto que los temas
sociales hayan ·de eliminarse sistemáticamente de
la homilía y la pre
dicación sagrada? Nada menos que eso. Si
la predicación há de ser
medularmente
-evangélica
y el Evangelio tiene un valor y sentido so
cial del que no puede disociarse, es obvio que los temas sociales, en
sus grandes. líneas y en el plano.religiosomoral, entran ·de lleno en el
COIJ:!etido del sacerdote, en cuanto proclamador .de la divina palabra.
Pero, eso sí, las aplicaciones a problemas sociales de actualidad exi
gida por razones de autenticidad y eficacia pastorales han de fluir
virtualmente del evangelio o lectura bíblica comentada, no de la ar
bitrariedad del predicador que hace de la glosa bíblica una
lección
de
sociología
pfófana o,
lo que es peor, es una soflama mitinesca in
digna de labios clericales y del lugar sagrado en que se pronuncia.
Movimientos pendulares de los tiempos... Del silenciamiento casi absoluto de los documentos sociales
y políticos de la Iglesia en las
primeras décadas de nuestro siglo, se ha
pasado, en los
últimos años
a la obsesión declamatoria de los temas temporalistas.
se··ha clamado
contra el "moralismo" de la antigua oratoria sa
grada por su martilleo constante en torno
al sexto precepto; y se in
cide ahora en semejante unilateralismo,_ al hacer de la justicia social
el. tema exclusivo de la predicación al pueblo fiel. ¿ Dónde han que
dado los entusiasmos por el kerigma, por el retorno a las fuentes
primigenias de la predicación? (4). ¿O
es· que ya
no cuentan el dogma,
los sacramentos
y la vida litúrgica de que tanto necesita el pueblo de
Dios extravertido, en su máxima parte, hacia el dima hedonista
y
hacia los incentivos del erotismo más desenfrenado? Se dirá con len
guaje calcado
en Montuclard
y sus epígonos aún más radicalizados,
ci{ie para
llegar a la mente·
y corazón de las masas desci:-istianizadas es
d~l todo
punto indispensable una "época precristiana" en que
la im
Plantación de' ia justicia social prepare los caminos del reino de Dios
en
la tierra. Evidentemente. Sería e!Jlpresa quimérica fundamentar la
(4) Cf. «Fe y moral en el actual momento eclesial español», Ecc/esia,
núm. 1.609, septiembre de 1972.
48
Fundaci\363n Speiro
BUSCAD PRIMERO EL REINO DE DIOS
paz social y la fraternal convivencia so~re las aristas irritantes de la
injusticia y el atropello sistemático de los débiles y marginados. La
paz es fruto sazonado de la justicia -"opus iustitae pax"- o, mejor,
según
la bella imagen bíblica: "iustitia et pax osculatae sunt" (texto
del antiguo salterio).
Pero esperar
a
la -~ealización plena de tan hermoso ideal para ini
ciar el apostolado deí pueblo sufriente distanciado de la Iglesia, es
desamparar espiritualmente a gran parte del mundo del trabajo que
se hunde por días en la incredulidad y el materialismo. Ni se diga
que tal riesgo se evitará con el triunfo rápido del justicialismo so
cialista o comunista. Porque, aparte de que tal· jUSticialismo impues
to por un régimen totalitario de tipo marxista o promarxista comporta
la suspensión de los derechos más
sagrados de 'la persona y de la fa.
milia, la promoción econóf!lica de las masas hnmildes llevada a cabo
bajo signo
mateiialista y ateo, las llevaría insensiblemente al olvido
de Dios
y de
los valores religiosos y morales.
, .
Es un fenómeno -de repercusión planetatia ·dem@strado por el
P. Desqueyrat en su obra:
Crise iéligieuse des temps nouveaux. Cuan
do se
ha hecho correr a las gentes tras el pan material y la elevación
del nivel
4e vida en su acépción puramente económi~ apágase en
ellas
la sed de Dios y de su reino sobre, los espíritus. Trátase de una
ley pendular que nunca deja de cnmplirse. y esque el hombre de
hoy,
co¡no el
de
aye~ y el de mañan:¡, es algo más que estómago y
apetencias terrenales.
'
Fundaci\363n Speiro
Y SU JUSTICIA ·
POR
MANUEL ZuRDO PIERNO, C. M. F.
1.--El reino del hombre frerite al reino de Dios. 2.-Praxis marxista
y praxis cristiana. 3.-La praxis cristiana no p_uedé-desglosarse de
los principios y criterios morales. 4.-«Buscad primero ...
»
La transcendencia del cristianismo, su proyección hacia una vida
ultraterrena,
constiruye la
piedra de escándalo para los hombres ins
talados en el mundo
y para cuantos viven exclusivamente de cara
hacia el progreso material extensivo a todos los pueblos subdesarro
llados o marginados por oligarquías tan prepotentes como despia
dadas, Es
un
viejo prejuicio
que arranca desde los tiempos apostóli
cos, en apariencia desentendidos de las preocupaciones terrenales, ante la supuesta próxima venida de Cristo: "Ven, Señor, ven";
y
que se perfila, a lo largo de los siglos, por el odio entrañable al ju
dío
usurero, monopolizador de las riquezas
y tesoros de la tierra.
Hasta nuestros días, no se concebía
la espiritualidad del hombre de
negocios-
y finanzas. Sobre todos ellos recaían, al igual que sobre los
publicanos del A. T., los anatemas populares. Para reconciliarse con el Cristianismo, pondrían por condición muchos hombres de
nues:tro
tiempo
la eliminación del Sermón de la Montaña, para ellos conjun
to de aporías
y enunciados absurdos, inaceptables dentro de una eco
nomía y moral social elaboradas a imagen y semejanza del hombre
moderno. ¿Cómo admitir --discurren ellos- una providencia reñida con
los principios fundamentales de la previsión social, la gran conquis ta
de nuestros
tiempos? ¿Cómo esperar del cielo alimento y vestido,
41
Fundaci\363n Speiro
MANUEL ZURDO PIERNO, C. M. F.
cuando la experiencia más elemental nos enseña que todo debe ir
programado y planificado en esta época de racionalización y solida
ridad? Tan sólo una mala inteligencia del texto evangélico puede expli
car tamaños desvaríos. Porque no se trata de una invitación
al sesteo
y a la holganza colectivos, en espera de un maná que lloverá sin falta
del
cielo. Tal
interpretación sería incompatible con
el precepto divino
del trabajo impuesto al hombre en el Génesis.
l. El reino del hombre frente al reino de Dios.
Para el marxismo es un crimen de lesa humanidad hablar del reino
de
Dios. Si
no
hay otro dios que el hombre, el cual, en su enajena
ción milenaria, ha proyectado sobre un ser quimérico sus propios
atributos
y prerrogativas regias, se da una transposición lastimosa
cuando se habla del reino de Dios en
la tierra y de un filás allá torna
solado por sentimentalismos anacrónicos y senescentes. La meta final
hacia donde
camina la
historia a ritmo acelerado es el reinado del
hombre, su liberación de la opresión burguesa
y su dominio pleno
sobre las fuerzas de la
natttraleza. Cierto
que ese reinado del hombre
colectivo deberá pasar por varios estadios de lucha y heroísmo so
brehumanos personificados
en· varios
tipos de hombre forjados por
la dinámica creadora del marxiSmo. Así, el hombre marxista de hoy es el proletario que tiene conciencia de su condición de· tal
y lucha
denodadamente por el triunfo· sobre su alienación y la conquista de
las prerrogativas esenciales del hombre. Portador en su carne de
fa
deshumanización del hombre y espoleado por este sufrimiento secu
lar, trabaja
sin descanso por llegar al objetivo supremo de la reali
zación total de las humanas potencialidades.
En la etapa final caracterizada por la sumisión
completa: de la
naturaleza al dominio -del hombre, emergerá el auténtico hombre
marxista, el hombre "escatológico"
--con léxico
cristiano- que dará
comienzo a
la verdadera historia de la humanidad, a la era paradi
síaca en que se verán satisfechos los utópicos anhelos de
una' seudo
religión
cuya deidad única será
la comunidad internacional socialista.
42
Fundaci\363n Speiro
BUSCAD PRIMERO EL REINO DE DIOS
Pero la 'dialéctica marxista exige un tipo de hombre intermedio
entre el proletario iniciador de
la lucha Y. el hombre escarológico,
beneficiario definitivo de la era irreversible de paz
y fraternal con
vivencia en la sociedad internacional comunista. Y ese hombre es el
representante de
la dictadura del proletariado que, arma al brazo,
mantiene las conquistas conseguidas: la supresión de la lucha de cla
ses, el final de la desalienación en curso y la anulación total de las
fuerzas- reaccionarias que surgen, aquí y allá, contra los pueblos so
cialistas.
2. Praxis marxista y praxis cristiana.
Crece por días el entusiasmo del progresismo más radicalizado por
fa "praxis" marxista, por el realismo con que actúa sobre los resortes
de la historia proyectada, según ellos, hacia el triunfo universal del
comunismo. Con frase plástica ha calificado Mounier el realismo
marxista de "mordre sur l'histoire", mordedura sobre la historia, de
acción directa sobre su sentido, que no es otro que la liberación de
las clases trabajadoras en el régimen de justicia social gestado por Engels, Marx y Lenin. Para este tipo de progresistas sociales,
ver
dadera
cabeza de puente con las organizaciones marxistas, el
escán
dalo
mayor de nuestros tiempos es la pasividad de la Iglesia que no
se
deC:ide a
ponerse de parte de los oprimidos, mediante una coope
ración sincera con las huestes del comunismo, en la empresa común de
arrumbar para siempre
la hegemonfa de las oligarquías capitalistas.
Pretender, como quiere la Iglesia, alumbrar un mundo más justo y
humano con la sola irradiación de su doctrina social es, para ellos,
la ingenuidad más simplista que imaginarse puede. ¿Cómo limitar
la lucha contra las injusticias sociales a la esfera inoperante de una ideología cada vez más periclitada, cuando ellos, los detentadores del
poder económico y político disponen de los medios y recursos más eficaces para perpetuar su dominio sobre el mundo del hambre y de
la servidumbre? Tan sólo "la colaboración franca. y resuelta del
mun
do
cristiano con
el comunismo en su lucha contra el régimen capi
tali.sta
alumbrará
el gran día de la fusión en un solo pueblo de los
43
Fundaci\363n Speiro
MANUEL ZURDO PIERNO, C. M. P.
hijos de Dios y el pueblo de los hijos del hombre, el pueblo cristiano
y las muchedumbres seguidoras de Marx" (1). ¿A qué clase de co
laboración se refería Mahdouze en
la _primera virulen~ aparición
del
progresismo cristiano a raíz de la segunda Guerra?
La actuación · hodierna de no pocos de s_us· seguidores lo pone bien
de manifiesto. Querrían -una Iglesia alineada en orden de batalla con
las organizaciones marxistas; una jerarquía que descendiera de la
cátedra magistral de las pastorales más o menos enérgicas y hasta
condenatorias de las injusticias· sociales y atropellos de los derechos sagrados de la persona, para animar los movimientos revolucionarios
que luchan en el ágora,
eh el agro y en la fábrica; unos sacerdotes que
silmultanearan la presidencia .de la asamblea litúrgica .con el liderazgo
de los grupos sociales en colisión con el Poder constituido -par-a
ello-, "el desorden establecido".
Aberración que llevaría a la Iglesia
a· un
enfeudamiento con
el
régimen marxista y a un clericalismo más odioso de los cuales pre
tenden liberar a
la Esposa de Cristo. ¿No fue éste el falso camino se
guido por Lamennais, el precursor del progresismo cristiano? ¿No
es esto confundir
la teología con la sotiologfa, la..salvación espiritual
del mundo con
la liberación socioeconómica de las clases trabajado
ras? ¿O es que
el Evangelio ha necesitado de la espada, como el Corán
de la cimitarra para ganar los pueblos para Cristo?
3~ La
praxis_ cristiana no puede desglosarse de los
princip-ios
y
criterios morales.
Para los partidarios de
la colaboración con el marxismo en la
~;u.cha de
clases, ésta se impone por razón de su eficacia. Es, a modo
q~ idea-fuerza, que imanta a las muchedumbres populares y las sos
tirne, contra
viento y marea, en su esperanza mesiánica de futura
sal
v,ción.
E_s
decir, que hoy la acción social, para muchos sedicentes
apóstoles del pueblo sufriente, se ha desplazado delcampo de la mo-
., (1) Dixif!me Cahier, editad~ por Jeunesse_ de l'Eglise. Roud-Point-Petit
Cfamárt (Seine). Para' una expasición triás amplia, véase mi
obra:
De Moimie,·
a Ú teología de
la
violencia, págs. 35-62. Madrid, 1969. · ·
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BUSCAD PRIMERO EL REINO DE DIOS
ral sodal con sus principios y normas directrices para situarse en el
palenque de
la pura competividad. No interesa tanro la ortodoxiá de
los principios en que se basa
la acción social, cuanto la ·eficacia de
ésta para llegar rápidamente a
la meta codiciada.
Ante la lenta
y aun problemática encarnación de la doctrina so
cial de la Iglesia en la conciencia colectiva, frente a la rapidez fulmi
nante de las cainpañas
marx:istas por
la conquista de la justicia social,
la opción no puede ser otra que
la de em~rcarse con el marxismo en
la tremenda aventura del porvenir del mundo, identificado con el
porvenir de los pobres y oprimidos. En último término -argumentan
ellos- bien vale
la pena de arrojar por la borda los escrúpulos de la
licitud o ilicitud de los medios a escoger, cuando la meta a que con
ducen es, a todas luces, honesta y beneficiosa para
la humanidad.
Tal solución pragmática
y oportunista es todo un síntoma del
progreso alarmante de la
moial de
_situación en. las conciencias. Se
dice aceptar los principios reguladores
de_ la
humana actividad; pero,
en la práctica, la conducta privada, familiar
y social deslízase ·siste·
máticamente
por la rampa indinada de la conveniencia, del
·uriiitariS·
mo
y hasta del hedonismo más descarado. Se reivindican fieramente
los derechos sagrados de
la conciencia,
como supremo
atributo de la
dignidad de la persona; pero, en realidad, no se trata de la concien·
cia
auténticamente humana iluminada por la luz de los principios y
criterios morales; sino de una seudoconciencia, verdadero
caleidoscO·
pio
de actitudes cambiantes
y arbitr_arias inspiradas en el. talante de
cada momento o tensión emocional. Hoy ya no se pregunta: ¿qué dicen los dioses?, o, con lenguaje nuestro, ¿qué normas de acción
die·
tan
la ética social y la moral
cristiatla?; sino
que se interroga
al yo
fluctuante, al humor visceral o al vitalismo de las pasiones individua·
les o colectivas.
Ante ese giro copernicano de las conductas y
modos de
vida
¿ha
bremos de admirarnos de que la doctrina social de la Iglesia, "parte
integtante de
la vida cristiana", pierda prestigio y'vigencia en
\~-hu·
mana
convivencia y de que se vea arrumbada
por ciertos escritores
católicos al trastero de las ideologías senescentes y desfasadas? Hay en todo ello un .confusionismo lamentable, una crasa igno
rancia del valor
y alcance de los principios de la doctrina social-de la
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Iglesia. Los principios en que ésta se basa --escríbese con harta fre
cuencia- son principios abstractos e inmutables que no tienen co
nexión con la realidad social concreta hecha- de fluencias históricas y
complejos fácticos. He aquí
el gran sofisma en que se parapetan los
adversarios de la doctrina social de la Iglesia para enclavarla en
el
"i!lri" de la preterición y el menosprecio. La objeción sería válida
si
la doctrina social de la Iglesia se limitara a _formular principios
morales en perpetuo psitacismo desde León XIII hasta Pablo VI,
sin el menor contacto con los problemas
vitales de
cada época
y co
yuntura económica
y sociopolítica. Mas no es así. Esos principios de
valor perenne, por estar anclados en
la Revelación y el derecho natu
tural, descienden a aplicaciones concretas y muy variadas y hasta dis
pares, al ser confrontados con la realidad fluente de los problemas
en cada momento histórico. Así, por e;emplo, la dignidad de la per
sona humana, el bien común y la justicia social, son principios igual
mente intangibles para León XUI, que para Pío XI, Pío XII, Juan
XXIII
y Pablo VI. Pero la persona humana de la "Pacem in Terris'
y del "VariCano 11", esrudiada más a fondo y confrontada con el ni
vel social de nuestro tiempo, vese aureolada con una guirnalda de
derechos inéditos en la época del Papa de
la "Rerum novarum" (2).
4. ''Buscad primero "
La evangelización del mundo del trabajo, problema urgente si
los
hay, alumbró una corriente á.postólica marcadamente temporalis-
(2) «Si bien no interviene (la Iglesia con su doctrina) para dar auten
ticidad a una estructura determinada o para proponer un modelo prefabricado,
ella-no se limita ·simplemente a recordar unos principios generales. Se des
arrolla por medio de una reflexión madurada al contacto con situaciones cam biantes de
este mundo,
bajo el impulso del Evangelio como fuente de renova
ción, desde
el momento en que su mensaje es aceptado en su totalidad y en sus exigencias. Se desarrolla con la sensibilidad propia de la Iglesia, marcada
por una voluntad desinteresada de servicio
y una atención a los más pobres;
finalmente se alimenta en una experiencia rica de muchos siglos, lo que per
mite asumir en la continuidad de sus preocupaciones permanentes la innovación
atrevida
y creadora que req_uiere 1a situación presente del mundo» (Pablo VI,
en la
Octoges1ima Adveniens, núm. 42).
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ta que pone entre paréntesis la predicación del mensa je cristiano a la
espera de la implantación de
.. la justicia social en las relaciop.es so
cioeconómicas.
Prototipo de esa corriente, en
la actualidad muy cau
dalosa, fue Montuclard, con sus consignas a la promoción sacerdotal
francesa volcada, en cuerpo y alma, a la reconquista de las masas
obreras. ¿Quién iba a decirlo? El teólogo de mayor resonancia entre
el equipo autor de "L'Évangile caprif", grito de protesta contra la
sordina impuesta desde arriba a la predicación del Evangelio en su
proyección sociorreligiosa, dio marcha atrás a sus ímpetus evangeli
zadores para replegarse al "apostolado del testimonio mudo", postu
ra difícilmente conciliable con la "participación activa" en la lucha
del proletario contra el capitalismo, su opresor.
"En espera de la futura irradiación del Evangelio --decía Mon
tuclard a los sacerdotes obreros- el apóstol debe resignarse, aun con
dolor de su alma, a llevar
el Evangelio dentro de su corazón (" a tenir
en son coeur l'Evangile captif"), es decir, a no predicarlo, a renun
ciar hasta la intención misma de convertir y de buscar
el menor re
sultado apostólico inmediato que podría confirmar, en
el ánimo de
los militantes solventes del movimiento obrero, la objeción dema siado extendida de que la religión sólo puede existir en las concien
cias
alienadas."
"Haciendo caso omiso del ateísmo explícito o implícito de las
masas -prosigue Montuclard- el apóstol debe bajar a la arena
po
lítica, en el plan sugerido por la realidad del proletariado; esto es,
por 13:5 razones
objetivas puestas
al día por esta "ciencia de la so
ciedad" que es el marxismo ... " Tan optimista se siente nuestro teólogo de esa actitud de
silen-.
ciamiento
del Evangelio y abierta colaboración con la revolución
marxista, que llega a afirmar con énfasis profético: "La clase obrera
volverá a ser cristiana pese
al ateísmo actual de los regímenes comu
nistas" (3). Más o menos influidos por las consignas de Monruclard
di
luidas en cierta literatura social de nuestros días, pululan por ahí los
predicadores de homilías "descralizadas", en que el tema central
y
(3) Cf, De Mounier a la teología de la viiolencia~ págs. 36-51.
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hasta el único lo constirnyen las diatribas contra las injusticias socia
les,
y ello aun cuando el auditorio sea"el menos indicado para tales
andanadas políticosociales. ¿Queremos decir con esto que los temas
sociales hayan ·de eliminarse sistemáticamente de
la homilía y la pre
dicación sagrada? Nada menos que eso. Si
la predicación há de ser
medularmente
-evangélica
y el Evangelio tiene un valor y sentido so
cial del que no puede disociarse, es obvio que los temas sociales, en
sus grandes. líneas y en el plano.religiosomoral, entran ·de lleno en el
COIJ:!etido del sacerdote, en cuanto proclamador .de la divina palabra.
Pero, eso sí, las aplicaciones a problemas sociales de actualidad exi
gida por razones de autenticidad y eficacia pastorales han de fluir
virtualmente del evangelio o lectura bíblica comentada, no de la ar
bitrariedad del predicador que hace de la glosa bíblica una
lección
de
sociología
pfófana o,
lo que es peor, es una soflama mitinesca in
digna de labios clericales y del lugar sagrado en que se pronuncia.
Movimientos pendulares de los tiempos... Del silenciamiento casi absoluto de los documentos sociales
y políticos de la Iglesia en las
primeras décadas de nuestro siglo, se ha
pasado, en los
últimos años
a la obsesión declamatoria de los temas temporalistas.
se··ha clamado
contra el "moralismo" de la antigua oratoria sa
grada por su martilleo constante en torno
al sexto precepto; y se in
cide ahora en semejante unilateralismo,_ al hacer de la justicia social
el. tema exclusivo de la predicación al pueblo fiel. ¿ Dónde han que
dado los entusiasmos por el kerigma, por el retorno a las fuentes
primigenias de la predicación? (4). ¿O
es· que ya
no cuentan el dogma,
los sacramentos
y la vida litúrgica de que tanto necesita el pueblo de
Dios extravertido, en su máxima parte, hacia el dima hedonista
y
hacia los incentivos del erotismo más desenfrenado? Se dirá con len
guaje calcado
en Montuclard
y sus epígonos aún más radicalizados,
ci{ie para
llegar a la mente·
y corazón de las masas desci:-istianizadas es
d~l todo
punto indispensable una "época precristiana" en que
la im
Plantación de' ia justicia social prepare los caminos del reino de Dios
en
la tierra. Evidentemente. Sería e!Jlpresa quimérica fundamentar la
(4) Cf. «Fe y moral en el actual momento eclesial español», Ecc/esia,
núm. 1.609, septiembre de 1972.
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paz social y la fraternal convivencia so~re las aristas irritantes de la
injusticia y el atropello sistemático de los débiles y marginados. La
paz es fruto sazonado de la justicia -"opus iustitae pax"- o, mejor,
según
la bella imagen bíblica: "iustitia et pax osculatae sunt" (texto
del antiguo salterio).
Pero esperar
a
la -~ealización plena de tan hermoso ideal para ini
ciar el apostolado deí pueblo sufriente distanciado de la Iglesia, es
desamparar espiritualmente a gran parte del mundo del trabajo que
se hunde por días en la incredulidad y el materialismo. Ni se diga
que tal riesgo se evitará con el triunfo rápido del justicialismo so
cialista o comunista. Porque, aparte de que tal· jUSticialismo impues
to por un régimen totalitario de tipo marxista o promarxista comporta
la suspensión de los derechos más
sagrados de 'la persona y de la fa.
milia, la promoción econóf!lica de las masas hnmildes llevada a cabo
bajo signo
mateiialista y ateo, las llevaría insensiblemente al olvido
de Dios
y de
los valores religiosos y morales.
, .
Es un fenómeno -de repercusión planetatia ·dem@strado por el
P. Desqueyrat en su obra:
Crise iéligieuse des temps nouveaux. Cuan
do se
ha hecho correr a las gentes tras el pan material y la elevación
del nivel
4e vida en su acépción puramente económi~ apágase en
ellas
la sed de Dios y de su reino sobre, los espíritus. Trátase de una
ley pendular que nunca deja de cnmplirse. y esque el hombre de
hoy,
co¡no el
de
aye~ y el de mañan:¡, es algo más que estómago y
apetencias terrenales.
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