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Número 121-122

Serie XIII

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Educación y civilización

EDUCACION Y CIVILIZACION
POR
GUSTAVE THIBON (*).
Henos aquí . reunidos una vez más, mis queridos amigos, y tengo
la_ imp_resión de r~nud;u con_ vosotros una conversación interrumpi­
da. Os. lo he dicho más de una vez: quisiera aportaros algo
más que
palabras;·

porque, a pesar quizá de ciertas apariencias, no gusto en
absoluto de
hablar en

público. No hablo ciertamente. pata mí. Hay
conferencias en las que 1:1no al menos se divierte: el conferenciante,
aun cuando se aburra todo el mundo. Yo es diría _como ,el poeta
que,
Si hay un ruido que yo deteste, es el murmullo inútil de las
voces. Quisiera, pues, que mi voz fuera en algo útil,
y esto· depende
en gran medida de vosotros,
porque cuanto

os he enseñado no viene
precisamente de mí, sino que es
algo que pasa a través de mí y que
quisiera no pasara a través de vosotros (porque pasar a través querría
decir desaparecer) sino

que penetrara hasta el
centro del

ser que
dirige los pensamientos, los sentimientos, los actos .
. Me" alegro ante tod.o, sin hacer la menor demagogia, de ver a
tantos jóvenes alrededor de mí; los siento, por lo demás muy frater­
nales, porque, en el fondo, la vida humana, ese estrecho banco de
arena entre dos mareas de infinito, en frase de Shakespeare, que pasa
tan r_ápido,_ es· un campo de batalla donde se dibuja nuestra eternidad,
donde se dibuja y también dond.e se decide.
Bajo esta luz, debo confesaros que comprendo mal
el famoso con-
(*)" Los organizado_res _del XI_ Co_ngreso del «Office Internationab pre­
firieron solicitar dél autor que conservase ,la espontaneidad de su lenguaje,
inseparable de la riqueza de su pensamiento, aun a riesgo de sacrificar, a veces,
las · exigencias de la lengua escrita. Se trata, en realidad, no de un conjunto
didáctico propiamente dicho, sino más bien de un estimulante expresado en
el estilo de una
chai:Ia,· un

tanto
colóqui.áI. ·
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Fundaci\363n Speiro

GUSTAVE THIBON
flicto de geoeraciones del que tanto se nos habla hoy. Me sucede, a
veces, que me siento
pe1'Íectarnente de
acuerdo con los jóvenes,
y en
desacuerdo no menos perfecto con hombres de mi
edad; porque,
cuando se han pasado ya los sesenta años y se quiere mimar a la
juventud, hay algo que
.no marcha.

Cuando se- tiene miedo a perder
el último tren, se lo pierde siempre o se queda uno atrapado en
el
estribo. Estos conflictos generacionales no se deben a que las gene­
raciones se opongan entre sí demasiado, sino ·a que se parecen mucho.
En el fondo, los jóvenes detestan a los viejos porque ven en ellos la
imagen de lo que
llegaráµ a
ser antes o después, a menos de una muer­
te prematura, y de lo que no querrían llegar a ser. Y si los viejos al­
gupas veces simulan burlarse de los jóvenes es porque· ven en ellos
la imagen de lo que fueron y no volverán a ser. En 'estas burlas se
percibe a menudo
el ruido de espejo_s rotos, porque, en efecto, se tra­
ta de espejos. Pues bien, yo trato· de aportaros aquí valores, como en
años precedentes, que no dependen ni de la juventud, ni de la madu­
rez, ni de la vejez, porque no dependen del tiempo,
y pueden inspi­
rar todas las edades de la vida. Estamos, sin embargo, en una época curiosa, en
la qllé se hace
burla de los valores intemporales: en cuanto se habla de lo intempo­
ral se os
· dice

que estáis
superados) que

sois de
la vieja escuela; se
rechazan estos valores en nombre del progreso; se rechaza toda for­
ma de permanencia. Solamente -esto es cur_ioso
y no es contradic­
torio en nuestro tiempo- estos -valores de los que se
bllflan en
el
nivel en el que se aplican, es decir, al nivel de lo verdad.ero, de lo
bello, de lo bueno, se los reencuentra en aquel nivel en que
nO tienen
ninguna

aplicación; dicho de
otro modo,

se introduce
un_ espíritu
de
cambio en lo que está
hec~o para

permanecer, y se sitúa un espíritu
conservador en lo cambiante y en
lo fugaz'. Podría_ citaros mil ejem­
plos. Pensemos,

por ejemplo, en la idea de
revolución permanente:
como si una revolución pudiera, por definición, ser algo más que
transitoria. Pero se pretende justamente eternizar
lo que es efímero
por esencia. Un ejemplo más concreto (quizás me digáis que es un detalle sin
importancia, pero es 'revelador): yo leía recientemente una publici­
dad
müy significativa:

se trataba de una crema de belleza. En una
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EDUCACION Y CIVILIZACION
época en que se rechazan valores intemporales, - he aquí el reclamo:
"Crema intemporal. Crema revolucionaria, gracias a la cual la mujer
puede ofrecer a

la
mirada de
quien la ama
un rostro intemporalmen­
te joven". Si se hace la exégesis de semejante texto resulta extraor­
dinari~mente
profundo.

Se ve, ante todo, una crema - de cuidados
"revolucionaria"; me hace feliz registrar .que existe al fin una revo·
lución conservadora. En general, la revolución es :el cambio; aquí es
la conservaciQn. La divisa de esta .revolución es "no cambiemos más".
Estamos en

los
__ dieciocbo

años
.. Y ahí. nos

quedaremos.
Y después:
"un rqstro intemporalmente joven.' Hasta prueba en contrario yo
creía que la juventud era un estado· temporal, y un estado temporal
por definición;· pero no, se.-introduce lo intemporal aquí precisamen.·
te, lo_ que no deja de tener gracia.
Cabría pensar
.qµe hay algo más precioso para una mujer que
conservarse: es
realizarse, lo que va infinita.mente más lejos. Como
se
ha dicho paia .muchas mujeres y para· muchos _hombres también,
a fuerza de haber querido vivir sin envejecet, acaban por envejecer
sin haber vivido ...
Esta psicología de la juventud es muy divertida; ya no se dice "los
viejos",

sino "los menos jóvenes".
¿Qué· quiere
decir aquí la con­
servación? Cuando se me dice que me encuentran bien conservadci
no me gusta en absoluto; ante todo, porque se~arnente no es ver­
dad, y en segundo lugar pórque no pretendo estar puesto en conser­
va. Es decir, una conserva que valiera aún, pero cada vez meno5,
como una vieja manzana qlle -se desecara: a medida que los años pa­
san. Preferiría quizá
téner algo
que
n~ tuve
en mi juventud, en lugar
de tener simplemente una juventud cada vez más deteriorada, lo que sería desear la muerte antes
_que la

edad.
• • •
En consecuencia, yo os diría, a·nte roda para hablaros de' los va­
lores de la Civilización
y de la educación de los hombres, que yo me
reconozco

en todo caso .lo bastante vecino de
-la muerte como para
que mi principal cuidado sea la Vida Eterna.
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GUSTAVE THIBON
El gran problema de aquí abajo es' saber si Dios y una eternidad
nos esperan más allá
·de 1a tumba;-s·aber si la vida temporaf es un ca­
mino o · si es un fin.--. Creo que todo está ahí.
Es preciso confesar que en d mundo moderno --comprendida
en él una cierta religión
"new look"
que se nos enseña- todo
conver­
ge para hacer de este camino un fin. Cuando oigo (y no doy dema­
siada importancia aunque
sea muy

significárivo) a un predicador de
Notre Dame limitarse a· decirnos que- Cristo no tiene
hada contra la
felicidad temporal -y ciertamente que no tiene nada contra la feli­
cidad temporal- no se coniprende que se tomara
·Dios el
trabajo
de encarnarse
para enseñarnos eso, y me hace pensar que existe otra
dimensión. Y me quedo un poco inquieto ante este Dios
que-se· lí­
quida o se escamotea bajo el lema del mayor placer y del menor es­
fuerzo. Una religión sin -exigeilcias es,_ en todo caso, algo extrémada­
mente grave.
Si no tiene exigencias es que carece de profundidad; y si se hace
de este modo rebajas sobre Dios como-sobre una
mercancía un

poco
estropeada o apolillada, es que
·ya no

se está seguro de Dios. Si ver­
daderamente creemos en Alguien
qu~ ·nos··

aporta
la vida eterna, es
normal que este Ser Supremo tenga exigencias.
La misma impresión tenemos cuando comparamos con otras épo­
cas: yo leía recientemente-un texto de Massillon·
en que

se trataba
de un rechazar el mundo,
,ele un

cierto rechazar el mundo que -el cris­
tiano -debe poseer .. Quizá
· Massillon

exagerase;
pero hoy
se exagera
de
tal modo en el sentido contrario que no deja de ser oportuno citar
hoy estos viejos textos. Hablando a su
a1,1ditorio, entre
el que se
en­
contr¡u,a el rey de Francia y sus pares, Massillon decía:
"Señores ¿cuál es eu mundo por el. cua/. Cristo no ha orado y
que vosotTos debéis odiar? Yo sólo podría responderos que es el
mismo que
vosotros amáis. No

os equivocaréis con
esta señal: ese
mundo

es
una sociedad
de
pec~or~s cuyos deseos, cuyos temores1 es­
peranzas, empeños, proyectos, alegrías y tristezas · no discU1'ren más
que

hacia los
bienes y los mal.es de esta vida; ese mundo es un Con­
junto
de

gentes que
miran la tierra· Como a ·su patria, el

más allá como
un exilio, las promesas de la fe como un sueño, la· muerte como la
más grande de todas las desdichas."
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.EDUCACION Y·CIVIUZACIQN
Todo está ahí dicho. Nos encontramos en los antípodas de todo
eso, y no es ciertamente eso lo que hoy se_ nos predica.
• • •
Solamente· esta promesa de eternidad implica de por. sí exigen­
cias en
la

vida teroporal.
Hay valores teroporales .que es
preciso cultivat

sobre
todo, Siero0
pre sirviendo a Dios, 'sin duda; pero para alcanzar la vida sobrena0
tural y eterna es preciso pasar por el tiempo; es preciso pasar por la
sociedad, es precisa UD.a educación, tina civilización. Porque es una
ley fundamental de la naturaleza h~ana que Jo superior depénde
de

Jo
inferior de
un modoque va
infinitamente más
allá de lo que
podemos pensar; es trágico, peto es así. Es la famosa ley de Augusto'
Comte que nos dice Cómo en ·cuánto existe aparece la dependencia de
lo más alto respectó de lo más bajo. Es conocida esta frase de hwnor:
"La rosa tiene nece,idad del estiércol, pero el estiércol puede muy
bien prescindir
de la rosa": aquí se encierra todo el problema de Jo
terreno, todo el problema del arraigo.
El ser prometido a la Eternidad, este ser que es el hómbre·; es tam-
bién el ser más vulnerable en el tiempo. · ·
· Educere quiere decir sacar las posibilidades de un ser, dar a luz
las potencias que
en 'sí coÍitiené. Estas posibilidades son a la vez po­
sitivas y ·negativas;-y es la sodedad,-el entorno social, lo· que fas saca
de
s_í. Este misterio de la influencia del
medio tiene algo

de inson­
dable; de aquí el problema central que siempre se plantea:
¿Cuál es el medio ,ocia/ que otorga al hombre la, mejore, po,i­
bílidades
de alcanzM ,u esencia, que mejo, prepara al hombre para la
vida eterna, que cons_tituye el terreno más propicio para la eclosión
de la gracia? ¿Cuál es, en último término, la forma de sociedad que
permite superar lo esencial? ¿ Y cuáles
las .condiciones de vida hwnana
que en último extremo podrían liberarnos de todo condicionamiento?
Ahí reside el problema. Es, como ha dicho Simone Weil, "el proble­
ma. de los metaxus", es decir, de los lazos o intermediarios entre el
hombre y Dios.
Pues

bien, yo creo que es fácil responder en
dos palabras. La gra-
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GUST AVE THIBQN
ci _apasa a través de la naturaleza. Se ve a Dios, realidad última, -a tra­
vés de las realidades intermedias de esra vida. Dicho de otro modo,
el hombre se realiza (es casi una tautología) en
el contacto con lo real
que está en él y alrededor de éL Por lo ranto, la forma de sociedad que
educa positivamente a los hombres es aquella en que los hombres
al­
canzan mayores intercambios con Jo real. Lo cual implica una forma
orgánica de sociedad, es decir,
la existencia de grupos humanos don­
de _los
individuo~ están

unidos los unos a los otros por un conjunto
de lazos concretos
y vivientes. Saint-Exupery decía que la calidad de
un hombre se juzga por el número,
y la calidad de sus lazos.
¿Cuáles soµ los lazos?_: El prim~ro es, sin duda, la vinculación a
un pasado, a una tradic!ón;. tradición q~e pp.ede ser familiar, loe~,
profesional, nacional, y_ que. está construj~a. del .conjuµto-de estas tra­
diciones. Por el hecho de nacer,_ somos_ herederos. La expex[e:ncia del
pasado. vivif~ca el presente:_ La trad~ción es un capital entregado , a
cada ser humano desde_ su nacimiento. No un p_eso muerto, como se
nos dice ~ a mei:iudo~ sino una ~a de experiencias, de esfuerzos,
c!e ,i;ealizaciones_ de

las que
e:s:trac;mos ej~plos, lecciones.

No
.siem~
pre

lecciones positivas, a veces lecciones negativas; pero justamente es
del mayor interés saber lo que ha marchado mal en
el pasado pata no
reproducirlo. Como
ha dlCh(? alguieµ, ~ sabiduría es una meditación
sobre los errores pasados.
_Lo importante,-
a veces, es: haberlos tenido;
más bien que haberlos tenido, medirar
sqbre ellos.
Todo

ello nos
provee de

lecciones,
-de orientación.
En una época
en que no se habla más que de porvenir, no olvidemos que el por­
venir está perfectamente. vacío, -que
el pasado está lleno, qué es jn­
mutable y que el porvenir es todavía nada, algo-indeterminado; el
porvenir -no es algo que ha de soñarse, ·sino
algo que debe construir­
se

día a día,
y que no puede construirse más que apoyándose, quié­
rase o no, sobre bases suministradas por
el pasado. Nada tenemos que
recibir
del' porvenir;

el porvenir, por el
contrario espera
todo de nos­
otros, será aquello que nosotros hagamos. Por desgracia,
se· pone

hoy
el mundo al revés, el punto de apoyo sobre
el porvenir . . . Simone
Weil llegó incluso a decir (quizá exageradamente, pero con verdad):
"un pueblo

sin pasado, sin tradiciones, sin raíces, es un pueblo no
apto pata Jo sobrenatural":
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EDUCACION Y CIVIUZACION
Volvamos siempre a la parábola de Ja semilla y la tierra. No 01'
videmos tampoco que la continuidad es precisamente un atributo de
la vida. En
cualquier organismo
existe una tradición
y algo que se
transmite y no se interrumpe nunca. Por esto, cuando se nos habla
de ruptura con el pasado, yo me permito_ sonreír ante todo porque se trata de algo
imposible. Me
acuerdo de uno
de nuestros filósofos
relativamente conocido cuyo nombre prefiero omitir, que
al con1ien­
zo de

una conferencia exclamó golpeando
la mesa: ".romos los hom­
bres de las ruptw-as, de todas las rupturas con el pasado"', ¿Qué querrá
esto decir? Entonces, ·señor, si usted es
el_ hombre de todas las rupturas
con el pasado,
comien~e por callarse, porque

usted .habla
·Una lengua
que es el fruto de un pasado milenirio, y, para hacerse comprender,
está obligado a hablar como todo el mundo ... Además, posee usted
una asce11dencia, una identidad, un
temperamento, un
carácter, así
como bábitos
----11unque sea el hábito

de la
necédad-que
son también
tradicibnes. Tradiciónes igualmente sólidas, p6rque
las tradiciones· ne­
gativas

son tan viejas como las tradiciones
. positivas.
Por
lo ·
tanto,
cállese, e incluso suicídese usted, será mejor.
Esto -sería la ·ruptura ver­
dadera

y definitiva con el pasado.
Pues bien,
el pasado es la pista de despegue hacia el porvenir.
Será muy sensible, pero los aviones despegan de la tierra, no despe­
gan del cielo. Van hacia
él. Por lo tanto, una tradición no debe con­
cebirse como una cosa fija, evidentemente. Admito
y apru~bo que
se
la pueda corregir, enriquecer, purgada de elementos caducos
e· in­
tegrar

en ella elementos nuevos; pero es ella en todo caso, en su
pro~
fundidad, la que nos suministra los criterios de renovación y de se­
lección. Insisto en ello: se puede saltar en
él vacío,

pero no
~e salta
desde

el vacío. La inteligencia, por ejemplo, no puede rechazar
lo verdadero, ni la conciencia el bien, ni el sentido estético la
be­
lleza, puesto que es a partir de estos valores .como se juzga.
El asesinato del padre por lo demás, que está hoy muy de moda,
equivale pronto al suicidio del hijo. El orgullo humano, después de
haber exaltado al hombre desmesuradamente, se
convierte en

seguida
en suicida; es lo que vemos hoy
día en

una ínfima parte (ínfima quie­
ro creer) de
la joven generación que, con freq¡encia,_ después de
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GUSTAVE THIBON
haber realizado todas las éxperiendas sexuales y de todo género, ter­
mina .en_ la droga- como sucede a veces con este admirable
neologis­
mo, hasta. desfondarse, .es decir, como un tonel completamente des­
hecho, .y el ·acto·· siguiente es el suicidio.
Y no olvidemos
,--porque es 11 cia el futuro

adonde yo miro- que
el pasado es
muy interesari.te, pero, en fin de cuentas, no podemos
cambiarlo. Lo que me· inquieta en
la -negación del pasado es precisa­
mente el porvenir. Es él Jo .• que sufre en la mutilación del pasado.
Cuanclo veo _maxchitatse,-o-ar.rancarse Jas'.raíces no lloro sobre la.S
raíces sino sobre-his flóres que Jllañana se· desecarán faltas de savia;
Esto
es Jo más grave. Chateaubriand lo decía proféticamente a prin-_
cipios del siglo pasado:-
"guardémenos del derribar: las columnas del
templo: puede abatl,,se sobre uno el porvenir".
, No es por casualidad ( es por lo demás un símbolo) que la ne­
gación
--a tene.t: -hijos ~n el

mundo moderno vaya
unida .con
el
ase­
sinato del padre. La cadena se rompe por los dos extremos.
Cuando se ha visto el año pasado a estas hembras (la palabra
hembra es todavía demasiado halagüeña ya
que· los-

animales en este
dominio nos son enormemente superiores), seres reducidos al -sexo
y al cerebro, más bien un cerebro up. poco desquiciado que comunica
su delirio
al sexo, cuando s_e ha ::visto a esos_ seres que .desfilan por las
calles para reclamar el aborto Jibre y gratuito (acabo
de leer, y sµ­
pongo

que no es falso, que en _cierto Estados
american?s los
gastos
concernientes
a la

píldora
y al aborto podrían ser deducidos de la
renta, Jo· que disminuía lo~ impuestos ... ), cuando se ha visto a estas
damas desfilar reclamando el aborto a gritos y su subvención, _ por
de pronro lamenta uno que sus madres no hayan tenido principios
tan sólidos. Esto nos hubiera librado de muchos desfiles superfluos.
Pero
la vida no es sólo _una continuidad, es también una unidad
y una unidad he<.:;ha de sofid~idad y de cambios permanentes como
los miembros de un mismo cuerpo en la vida biológica. Quiero decir
que los valores educativos de una ci_vilización tierien necesidad de
pasar por el canal del contacto i.nmediato de prójímo a prójimo, por
el
canal del

ejemplo, por el canal de la encarnación; que tienen ne­
cesidad de eonstituir
Un clima,

un ambiente, una
_i.~1pregnación a ve­
cés
ínconSciente,

un
póco al

modo de
Uila bolsa
de
agua subterránea
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EDUCACION Y CIVILIZACION
que fecunda al hombre desde el interior e influye por una ósmosis
misteriosa en sus pensamientos y en sus actos.
Es algo muy importante, casi irracional; pero lo iri:acional toma
Una gran parte en nuestra vida: es el clima, el ambiente en que vi­
vimos y no los principios teóricos que. están por encima de nuestras
cabezas
y que no se los ve la mayor parte del tiempo.
Recuerdo una anéclota que contiene muchas- enseñanzas. _Se tra­
taba de una familia patriarcal en la que existían tradiciones, pero en
la que uno de sus hijos había evolucionado mal. Una familia aristo­
crática, relativamente conocida. El -descendie_nte de esta familia vivía
en París.
En aquella época babia tenido que aceptar bajo el gobierno
de Vichy, un puesto en provincias, un puesto oficial en el cual se
aburría mortalmente. Las pequeñas comunidades tienen por lo me­
nos i:;nuchas vent:aja.$, a pesar de sus chisinorreos. Estaba, pues, en una
ciudad pequeña donde había· costumbres,. digamos, bastante minucio­
sas, y en ·Una ocasión le oí decirme: ," es tr_iste';. en _;esta localidad, mi
querido amigo, el adulterio es materialmente imposible. :¿A dónde
irá usted? En mi casa
está" mi
mujer;,
en casa.de ella, su marido .. Hay
dos.·
hoteles

en la
ciudrul. En ellos se nos conoce, y en pleno campo
es
.cuando menos

inconforrable". Yo
le contesté: "es maravilloso:
usted es. honesto. a pe~_ de sí mismo".
Pero se trataba de otra c'.osa: era funcioriario en asuntos que con­
cernían más o
m~os a los abastecimientos;· :en aquella-. .é¡x>Ca faltaba
el

dinero,
y se le ofretió un "sobre" considerabhpara· conceder no
se qué
perzp.iso (en\fin, ustedes,·.sabett cómo, suceden

estas:cosas
·en
el dominio ,del -estatismo). Entonces, en aqtlel· ,riromento, este ;hombre
·que tenía necesidad de dinero,. que,tenfa-pocos escrúpulos morales;
por· una _-especie de impulso_, ,irrazonable· -respondió: no; Después de
lo cual lo sintió. Y le oí entonces decirme: "es mi abuelo quien lo
ha rechazado dentro de
mí''. El.

abuelo
había sido

un hombre vene­
rable en la familia, el hombre que-se citaba como ejemplo; todo esto
creó una especie de ambiente·
y llegó a penetrar en el alma más .de
lo que podría suponerse. Porque, notadlo bien, se ha hablado mucho
del· inconsciente, del inconsciente de -abajo, de ese lugar 'donde reinan
los

complejos, las inhibiciones .... Pero
hay-también

un inconsciente
de arriba, .digámoslo así, un sobre-mí que· no es négativo ·como -el 59-
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Fundaci\363n Speiro

GUST AVE THIBON
bre-mí freudiano, sino que es positivo y atractivo; dicho de otro modo,
no hay solamente un inconsciente de bajo fondo, sino también el in­
consciente
dé las

profundidades, y de aquí que entre bajo-fondo
y
profundidades no hay más que un matiz. (Por desgracia es frecuente
que la psicología moderna llame psicología de bajos-fondos a la psi­
cología de las profundidades.)
Puen bien, todo esto constituye al hombre. Esa influencia, que
va mucho más allá de
lo racional, penetra a los niños, a los jóvenes,
incluso sin que ellos lo comprendan. Y los valores de la cultura son
exactamente del mismo orden.
Y o siento desasosiego ante esta cultura despersonalizada, tecno­
lógica, escolar, desencarnada, que hoy se nos ofrece. La atltura no es
sólo asunto de especialistas; si fuera únicamente asunto de especia­
listas, ya no sería cultura. Yo
]legaría a
decir en cierto sentido que
si 'no existiera la familia, si no existiera el medio, el ambiente, aqÚello
que no se aprende
más que

en la escuela, no se
Sabe realmente.
La
cultura debe

estar mezclada con la
Vida como la sal está mez­
clada con el mar, Y continuamente repensada, vivificada, confirmada o
rechazada por la experiencia interior y
extei-ior. De_be
ser un clima,
una átroósfera y no un bagaje intelectual; cuando se habla de baga­
je intelecrual no se trata ya de asimilación, Se trata de un tener, de
un tener exterior
al hombre.y, a veces,·bien molesto.
Cuando los padres diceo: "Quisiéramos dar un buen bagaje in­
telectual a nuemo--hijo", se siente· 1a· tentación de contestárles: "el
pobre, cuantas m¡s maletaS tenga, menos correrá". No es importan­
te lo que se injiere sino lo que se digiere. Por ello, valen más algu­
nas flores esparcidas en un campo auténtico que tiendas enteras de
floristas donde todas las flores están cortadas y se marchitan rápida­
mente. Por ello, es muy frecuente en los "intelectuales"
(hicia los

que
con excepciones siento cada vez un mayor horror) este contraste
trá­
gico entre una especie de pseudo-madurez de inteligencia (j ellos lo
saben todo!) y un infantilismo, un irrealismo en el alma. Diríase que
tienen demasiado de una cosa
y no lo bastante de todo lo demás. Ellos
lo saben todo, pero, como ha dicho alguien, no saben más que esto.
Lo que quiere decir: no saber nada verdaderamente, no prolongarlo
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EDUCACION Y CIVIUZACION
por la experiencia, no haberlo encarnado, no vivirlo. Por esto resulta inquietante el que hoy todo vaya volviéndose escolar.
El sexo en la escuela, por ejemplo. A estas pobres criaturas ante
todo no se les pregunta su opinión ni el parecer de sus
padres, ES
algo

inquietante el
ver la
pornografía que está ya en todas las
pa­
redes, en todos los periódicos y en todas las pantallas, pasar a la es­
cuela. Y, además, incluso si se guardan las medidas, ¿es que se va a
añadir todavía esta materia al repertorio escolar?
¿Es que se van a
hacer
deberes sobre

ésro?
¡ Habría para asquear a estas pobres criatu­
ras de antemano! Con deberes, con calificaciones se les traza el ca­
mino, se les señaliza el camino ...
j que se les deje la-ale$ría del des­
cubrimiento;
de cualquier manera llegarán
.a ello por sí mismos! Y
esta admiración delante _del misterio, incluso si el camino
es. un póco
agitado, que lo recorran por sí, siempre con principios morales.
Personalmente yo no me tengo por gran educador (no estoy nun­
ca en mi casa), pero en fin de
ruentas mis

hijos lo han sabido todo
en este

terreno muy jóvenes; lo
han sabido todo sin saber· cómo lo
han conocido,

lo mismo que aprendieron la lengua francesa,
diríamos
porque-se

hablaba
d~ esto

de una
manera,.natural; y
esto no
les-ha
sorprendido

en absoluto sino que ha
venido' por sf. Pero· esta especie
de asignatura, con este academismo,
esta preocupaci6n,
esta -pesadez,
-esta pedantería;

en fin,
¡ diríase ·que se burlan de nosotros! He aquí
el prototipo de
la mala educación ...
Es un hecho incontestable: los valores de la civilización se trans­
miten y se conservan mejor, infinitamente mejor, en los pequeños
grupos. Se vuelve siempre al desenrarecimienro de
la sociedad: en
los pequeños grupos los hombres se
.conocen, se

vigilan y se ayudan
mutuamente.
Podría citaros mil ejemplos, y podríais objerarme que ya no es
posible re-crear
esros pequeños

grupos.
Está por ver. Yo tengo por
un hecho lo siguiente:
hay condiciones que me parecen necesarias y
cuando algo parece necesario es preciso tratar de hacer lo posible
por que sea bajo una forma o bajo orra. No se trata de volver a crear
la aldea medieval, por ejemplo, ni siquiera quizá la aldea moderna,
pero
sí de

hacer algo en este sentido, es decir, algo-
en el sentido de
la desmasificación
y de la descentralización.
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GUST AVE THIBON
Mil problemas sin solución a· nivel de las grandes cohcentraciones,
sean urbanas o industriales, sobre todo si son estatistas, mil proble~
mas
insolubles
allá, apenas se presentan a nivel local. Fijémonos en
la disolución de las costumbres. Yo observo un pueblo como el mío
-y Q.O quiero_ idealizarlo pgrque _ conozco sus lagunas y sus miserias,
la envidia que pueden esconder ciertas -sonrisas, las murmuraciones
y
todo lo ~emás-~ _ p_ero

queda una cosa,
y es que, de treinta años a
esta parte,
~~ hemos tenido divorcios en mil habitantes. Sucede ·así
porque "eso no s.e hace", porque se vive allá como sostenido por la
comundad, vigilado por el vecino; y además, existen en conjunto
buenas costumbres. Hay evidentemente casos, pero esto es otro asunto.
Dos ejelllplos·_ que puedo citaros al paso. Tengo una vecina que
está e.namorada de su · vecino y que ná qui e.re a su marido. Ella me
ha dicho: "Oígame,
·no es

deseo lo que me falta,
pero es
que
eso no
se hace".
Ni ·más ni :menos. Ella está en cierto sentido "programa­
da", tiene en eso
.. una
especie de virtud visceral, pero esto es-mejor
que nada ""
"Eso. no .se hace" y, sin ,embargo~ ella fstá enamorada y no ama
ya a su marido .. Otro ejemplo: en un gran conjunto urbano conozco
a una. m:ujer,que quiere bien a su marido; lo "quiere bien" -pero nO
lo-:atP.a:·en: sentido

estricto; el marido ha partido para un largo viaje
y ha sobtevenido un supuesto viajante con el cual ella ha llegado hasta
el adulterio; entonces yo le pregunté: "pero al menos, ¿lo que­
rías?". A lo que me contestó: "no,. pero no me disgustaba, y yo me
aburría". El aburrimiento- es-
.solarilerite eso:

ausencia de vigilancia,
ausencia de sociedad, ausencia de
médio ambiente; la nada absoluta;
cada uno hace lo que quiere. .El hombre es una brizna en las olas.
El problema de la prostitución es la misma cosa; insuluble a· ni­
vel de las grandes-
ciudades;· ell._ el

campo es·
algO que sucedé a veces,
pero los pocos que están· ell ello constituyen un

pequeño folklore del
vicio, son algo-
más bien pintoresco·; Pero la prostitución industria­
lizada es absolutamente impensable.
De la delincuencia, ni hablemos:
rateros hay
en todas partes, pero
a la vista de· .gentes que se cOnoceri todas entre sí, esto se ve rápida­
mente detenido y controlado.
El
sentido del deber social es algo que brota solo, por sí mismo,
96
Fundaci\363n Speiro

EDUCACION Y CIVILIZACION
con el prójimo a. quien se conoce; con quien hay una relación direc­
ta
f:!SO marcha de por sí, salvo excepciones. _En el grupo pequeño, en
la pequeña empresa y en la media ...
Dicho de otro modo, con palahras de Simone W eil:
"para que
haya verdadera educación es
preciso

que el hombre
perciba el
lazo
entre
él y su trabajo, entre él mismo y sus semejantes". Es preciso que
ejerza responsabilidades directas
y personales. Es preciso que experi­
mente que algo en la comunidad, en el trabajo, depende de él
y sólo
de
él. Y en este dominio yo otorgo la mayor importancia a una sana
competencia entre los riesgos y las sanciones correspondientes. Es
preciso que
éxistan dificultades

que vencer, algo que hoy se olvida
demasiado; precisamente el sentido de las dificultades es el princi­
pal educador.
Yo asistía no hace mucho tiempo a una reunión en la que es­
taba un rector de Universidad
-persona importante
como ustedes
saben-; yo había atacado un poco ciertos procedimientos de
ense­
ñanza que se llaman audiovisuales, es decir, el abuso de las facilida­
des que no favorecen ciertamente a_ la cultura. El rector me contestó: ·· Señor, todos estos medios,
todas estas facilidades se disponen para
facilitar la
creatividad". (Excusadme este neologismo. Ya saben us­
tedes, tanto más se habla cuanto menos s_e tiene. Siempre que se crea
un neologismo es para designar
algo que está en camino de desapa­
recer) "Y por lo demás, las facilidades no pueden más que avivar el
esfuerzo". Aquí hube de replicarle: "Señor
rector, yo

no lo entien­
do. Siempre creí que la definición del término esfuerzo implicaba una dificultad que superar,
y que cuantas más facilidades se crean,
menos esfuerzos se hacen. Por ejemplo, si instala usted un ascensor en
lugar de obligar a una _ascensión, subirá usted más deprisa, pero no
me hable del sentido del esfuerzo".
Los jóvenes, especialmente, saben que
la dificultad es muy im­
portante. El principio es un poco amargo; como decía_ el poeta "todo
comienza en negación_
y termina en generosidad". Pero si se quiere
que algo comience. en generosidad, suele acabar en negación. Perso­
nalmente aprendí
la lengua latina en viejos métodos que debían da­
tar del reinado de Luis· XVIII, en los ruales se daban reglas pero no
había ni sombra de ejemplos ni menos de imágenes. No se estaba
97
Fundaci\363n Speiro

GUSTAVE THIBON
todavía en "lo audiovisual"; yo me mataba estudiando y me decía:
"si siquiera me explicara alguien esto,
y me diera un simple ejem­
plo concreto, esto iría más
rápidamente". Quizá exagere en
mi di­
rección, pero
cuando yo

había sndado diez o doce horas para supe­
rar
la dificultad, aquello quedaba grabado en mi espíritu de por vida;
al
paso que
si yo lo hubiera recibido previamente mascado,
lo habría
tragado y digerido más deprisa, pero lo hubiera eliminado también
rápidamente. Hoy se recibe mucho, se ingiere quizá demasiado, pero
es evidente que se elimina en proporción, se produce una especie de
diaberes espiritual: la etimología de la palabra diaberes quiere decir
pasar a través en vez de digerir. No se valoran hoy las dificultades
que vencer en la educación, dificultades que deben estar precisamen­ te a medida del hombre.
Es precisamente lo contrario lo que sucede hoy en muchos medios,
donde se oscila sin cesar entre la facilidad extrema y la imposibilidad.
Nuestra civilización, una parte de nuestra civilización, tiende a abolir
el sentido del esfuerzo multiplicando las facilidades: es la civilización
del "apriete un botón", de la que tanto se habla. Pero, cuando la má­
quina se avería, cuando
el sistema deja de marchar, entonces se topa
con la imposibilidad pura y simple; se oscila entre lo uno y lo otro.
Por ejemplo,
ruando estáis

en contacto con la naturaleza, ella misma
es educadora, porque la naturaleza no hace regalos.
Es terriblemente
indiferente al hombre; le presenta dificultades, pero no presenta, en
cambio, imposibilidades salvo en casos raros de un huracán o de una intemperie excepcional; por lo general el hombre llega a arreglárse­
las midiéndose con la naturaleza. Mientras que con las técnicas, estas
maravillosas técnicas, todo va bien y es fácil y cuesta poco en tanto
que funcione. Pero, cuando dejan de hacerlo, nada puede hacerse: si
os véis cogidos en un ascensor por un apagón entre el 27
y el 28
piso, no hay nada que hacer más que esperar a que la máquina vuel­
va a andar.
Lo mismo sucede en el fondo del metro o en cualquier
otro lugat
En este terreno de la educación, precisamente de esta educación
por la responsabilidad _que es condición de
la educación de los hom­
bres, creo que es muy importante subrayar el papel capital que jue­
ga la propiedad privada; no temo decirlo hoy
día cuando

es atacada
98
Fundaci\363n Speiro

EDUCACION Y CIVIllZACION
por todas partes, porque asistimos hoy a la fabricación en serie de
irresponsables
por el hecho mismo de la propiedad colectiva
y, en
su límite, por el hecho del Estado monopolizador.
Pues bien, yo creo que esta destrucción de responsabilidades -es
algo evidente -constituye la muerte misma de la educación de los
hombres. ¿Qué puede representar en este orden el "servicio público?
Un medio que no educa a aquellos que lo representan, salvo, quizá,
a algunos; los mejores, aquellos que tendrían buena voluntad, son
de alguna manera aniquilados por el sistema, neutralizados, al no
estar en su sitio ni encontrar los colaboradores necesarios, al no tener
verdadera responsabilidad ni manera de imponer su autoridad. Siem­
pre hay alguien encima a quien culpar,
y por Jo demás, nadie quiere
mojarse en último término. Todo el mundo se aprieta bajo los
paraguas
y nadie se echa al agua.
Añadid a todo este ambiente la propaganda demag6gica, caldo de
cultivo para el sentimiento de irresponsabilidad. Cuando se lee sobre
los carteles electorales, por
ejemplo: "Votad a tal partido, todo es
posible". ¿Qué quiere decir eso de todo es posible? Léase todo es po­
sible,

no si trabajáis bien (esto no tiene ninguna importancia), sino
simplemente si votáis. ¿Por qué milagro sucederá esto? Esto ya es
otro problema ... La irresponsabilidad se cultiva a
la vez que el sentido de la rei­
vindicación, que es
la antítesis misma de la educación: el derecho a
esto, el derecho a aquello, el derecho al amor, el derecho a la salud,
el
derecho al aborto, el derecho a la libertad sexual . . . ¿ Por qué no el de­
recho

a
la inteligencia para todos los hombres y a la belleza para
todas las mujeres?
En tan buen camino no se detiene ya uno ... Se
dirá entonces: es preciso que el Estado haga esto, que haga aquello: es la ruina misma,
la educación a la inversa.
Tengo amistad con una profesora de Facultad que da clase a un
curso de psicología que habilita para ocuparse de niños
más o me­
nos

deficientes, lo que es una profesión simpática. Sucedió, sin em­
bargo, que hubo de advertirles al principio del curso: "esta profe­ sión está ya muy cubierta y
os_será difícil

encontrar
mi empleo". A
lo cual un alumno revolucionario contestó: "al Estado corresponde
el crear más empleos". "Pero sería preciso entonces -respondió ella-
99
Fundaci\363n Speiro

GUST AVE THIBON
crear también en la misma proporción deficientes mentalés". Como
si hubiera demasiados médicos, por ejemplo, sería necesario difun­
dir la peste en
el país para que los médicos tuvieran rrabajo. Todo
esto está dentro de la lógica de la irrealidad que hoy se nos enseña.
La colectividad tal como existe hoy es corruptora· en vez de edu­
cadora. El Estado moderno, en conjunto, es un mal educador en los
dos sentidos.
Por un lado, permite casi todas las liberrades: considerad el abuso
de poder que ejercen los grupos de
pre§ión, el

de los corruptores en
todos los dominios, de la pornografía; de la prensa, de la panralla,
de cuanto queráis; se puede escribir todo, todo se puede exhibir, los
apóstoles de la subversión hacen casi cuanto quieren. Se tiene una
debilidad culpable hacia los criminales; los criminales son más apre­
_ciados que las víctimas; las lágrimas parecen reservadas
para aque­
llos

que las hacen correr ...
De orro lado, el mismo Estado impide o paraliza la mayor parte
de las verdaderas libertades: la liberrad de poseer, la libertad de em­
prender una obra, la libertad de educar a nuestros hijos. Cuando se
considera lo que representa una cierta escolaridad obligatoria hoy
al
uso: _pobres des.dichados que no_ tienen ninguna vocación intelectual,
que tendrían una vocación manual, atados al pupitre de las escue­
las para hacer de ellos amargados en el momento mismo en que
po­
drían

comenzar a trabajar. Todos los maestros con buen
sentid? os
lo

dirán: es monstruoso. En_tonces ¿dónde está la educación? Las gen­
tes, ya
más o

menos arruinadas
·por los impuestos, por
la inflación del
Estado-Vampiro, no pueden más que echarse en brazos del Estado­
pro'videncia, de

modo tal que el Estado realiza esta paradoja de la
que hablaba ya Paul
Valery: que

la política descansa sobre dos prin­
cipios: el primero, impedir a los hombres ocuparse de lo que los con­
cierne; el segundo, hacerles decidir por la papeleta de voto sobre
aquello de lo que. nada entienden.
La colectivización, creedlo, es la tumba de
la educación; porque,
en último término, no se educa más que a hombres libres. Por
el
momento, domina más bien la anarquía, pero lá anarquía sólo dura
algún tiempo, y llama a la tiranía
en, la
que
el Estado todopoderoso
reemplaza la educación del hombre por el adiestramiento del animal
100
Fundaci\363n Speiro

EDUCACION Y CIVILIZACION
(por no decir por la revisión de la máquina, porque todavía habrá
que agradecer el que se nos trate como animales). En esto estamos,
sin hablar de la mentira
descarada que

nos deseduca, si esto es ya
po­
sible. Suministrándonos malas copias de la fraternidad perdida, se ha
arruinado a las comunidades naturales, todo aquello que constituye
a
la familia o a las empresas a medida del hombre, si no del todo
arruinadas,
en vías
ya de serlo.
Han sido disueltas las comunidades naturales, y en el momento
en que el hombre se descarga cada
vez más

de sus responsabilidades
educativas, de sus responsabilidades reales hacia su trabajo, hacia el
prójimo, a la
hora· en

que, como os he dicho, nadie quiere mojarse,
por una hipocresía monstruosa se nos carga de respbnsabllidades le­
janas o imaginarias sobre asuntos que no nos conciernen.
¿La educa­
ción de nuestros hijos? Sin interés ¿De los obreros? Ya los sindica­
tos se encargarán de ellos, el ·patrón- no tiene nada que hacer. Así en
lo demás.
El-prójimo, el veCino, el vecino del mismo piso, todo esto
carece de

importancia, pero debéis sen_tiros responsables de lo que
sucede en Patagonia o en el Vietnam. Nadie conoce ya a su prójimo,
pero se

le preocupa por el más lejano, se le preocupa por lo demás
de una manera completamente gratuita
y muy confortable ya que
no acarrea ninguna consecuencia;_ peró así os consideraréis todos res­
ponsables: se comete un crimen en Sebastopol, soy yo el responsable
como miembro de la sociedad ... Por mi parte, rechazo esta respon­
sabilidad, tengo
ya suficiente número de responsabilidades que me
incumben para tener que ocuparme de
lo que sucede en el otro ex­
tremo del mundo. He aquí el ejemplo más impresionante que conozco. En una po­
blación de Francia, una mujer de 3 7 años ha sido encontrada muer­
ta en un inmueble de alquiler donde vivía un gran número de in­
quilinos, y su muerte
databa, según el forense, de tres meses. ¿Sabéis
quien encontró el cadáver? El propietario, al que preocupaba el arren­
damiento. Al menos había alguien que pensaba en ella, el único.
Es
trágico: ni un amigo, ni un pariente, ni un vecino cercano que hu­
biera advertido
su desaparición, y probablemente en
el mismo inmue­
ble podrían encontrarse muchas personas dispuestas a manifestarse
101
Fundaci\363n Speiro

GUSTAVE THIBON
por el Vietnam y a bajar para ello a la calle. Es esta una crisis de ex­
traordinaria gravedad.
Tales aberraciones son posibles,
hay que reconocerlo, sólo dentro
de la economía de abundancia en la
_cual estamos
sumergidos
-y a
la que nada objetaré porque más vale la abundancia que la caren­
cia-, pero precisamente esta
econ~mía nos
aporta tales riquezas que
permite a la vez grandes desarreglos de conducta; desarreglos que
son permitidos a los ricos más que a los pobres,
al menos mientras
están en trance de arruinarse. No se es nunca tan rico como cuando
uno se está arruinando -es bien sabido--; cuando se ha consumado
la ruina ya no hay más que hacer. Como el hombre que se tira desde
el séptimo piso, cuando pasa a la altura del segundo, podría decir a
alguien que estuviera en el balcón: "todo va bien por el momento".
lo mismo sucede en la sociedad.
En las épocas de penuria o de economía relativamente menos
abundantes, tales aberraciones y desarreglos hubieran acarreado el
hambre a breve
plaw, lo que hubiera devuelto a los hombres a la
razón. Los progresos técnicos tienen por contrapartida los desmanes de ideologías que permiten mil locuras porque
la vida material está
asegurada
y entonces es posible pervertirse.
¿Será necesario entonces hablar de esa educación
a la inversa que
difunde hoy la triste raza de los "intelectuales", especie de gusanos
instalados en el queso de
la economía de abundancia y que hablan
impunemente de cualquier cosa, de ideas que jamás
han sido con­
frontadas con la realidad? Recuerdo la admirable fórmula de Víctor
Hugo:
"Toda idea expresada entraña una responsabilidad contraúla".
Es admirable, pero estamos infinita.mente lejos de ello.
Cuando se contempla una banda de intelectuales (por lo demás
perfectamente inofensivos, conozco algunos buenos padres de fami­
lia
y aun esposos fieles) que os exaltan al Marqués de Sade, que se
convierte así en el maestro de
muchos jóvenes
actuales, es, cuando
menos un poco fuerte . . . El Marqués de Sade originó un nombre
común, que es hoy la cumbre de la gloria: el sadismo ... La familia Sade cercana a él ( os lo señalo porque es un fenómeno sociológico
importante para ponerse en guardia contra
la fuerza de la opinión),
no estaba al principio demasiado orgullosa del
divino marqués, de
102
Fundaci\363n Speiro

EDUCAC/ON Y CIVILIZACION
modo tal que después de que Napoleón encerró al ilustre hombre en Sharenton, sus libros fueron publicados más o menos bajo capa.
La gran Enciclopedia, hacia 1840 dio una biografía del marqués de
Sade en
la cual se hablaba de sus "escritos infames". El Conde de
Sade, su hijo, intentó procesar al editor por difamación. Natural­
mente, el editor fue absuelto por el sencillo motivo de que el Señor
de Sade, habiendo publicado un libro, daba derecho a la crítica y no
se trataba de difamación personal. Pues bien, mientras ni siquiera se
había osado el poner su nombre en su rumba de Charenton, en cam­
bio el año pasado, cuando
la gloria había llegado, el acrual conde
de Sade dio grandes fiestas en honor de su ilustre antepasado.
Cuando se ha hecho del Marqués de Sade un maestro del pensa­
miento . . . para los buenos profesores inofensivos, el maestro lo es
sencillamente de la subjetividad absoluta. Por ejemplo, él desea ase­
sinar a una mujer: tiene derecho; es la subjetividad absoluta;_ tal vez
no corresponda esto a la subjetividad de la mujer en cuestión que
querría vivir ...
; esto

es ya otro asunto. Pero si después de haber
escrito todas sus elucubraciones sobre el "divino
marquéS", el pro­
fesor en
cuestión, al volver a su casa, encontrara a su mujer y_ a su
hija asesinadas por un émulo moderno del querido marqués, yo me
pregunto cómo
lo tomaría ...
En esta dimisión general del Estado, de una buena parte de los
cuerpos sociales como la Universidad, incluso de la Iglesia en algu­
nos de sus aspectos temporales
y en la pluma de bastantes miembros
de su jerarquía, la responsabilidad de educar va a descansar cada vez
más sobre un corto número de hombres que sean a la vez defensores
de las leyes naturales
y de las leyes divinas violadas hoy simultánea y
correlativamente. Esto entra en el programa de la
Acción de Jean
Ousset.
La anti-naturaleza roba a lo sobrenatural la mayor parte de sus
posibilidades de eclosión, y recíprocamente, la pérdida del sentido
de lo divino trastrueca el orden natural. Fue Chesterton quien escribió
con su admirable buen sentido:
"quitad lo sobrenatural, y no queda
más que lo que no es natural". Esto, más tarde, ha sido comprobado
hasta
la saciedad. En otros términos, no hay Dios sin ná.turaleza y no
103
Fundaci\363n Speiro

GUST AVE THIBON
hay naturaleza sin Dios. Por ello mismo, ¿qué es lo que hemos de
defender? La ley natnral, sin duda.
Ante todo, en
la naturaleza, en la misma naturaleza. No voy a ha­
ceros un curso de ecología de la que tanto se habla hoy día. ( Cuando
yo hablaba de ello
_hace veinte

años se me trataba de extravagante;
hoy se me trata de reaccionario). Sin embargo, es algo que ya existe
esa protección de la naturaleza. Es curioso que el hombre haya
al­
canzado un grado tal de poder que tenga necesidad de proteger a la
naturaleza; miena;as que en _otrp tiempo era él quien tenía que prote­
gerse contra ella. Siempre le hizo el hombre el daño que pudo, pero
por mucho que
fu~ra, tenía
tan _débiles medios que
eran como
pica­
duras de mosquitos sobre un elefante; sólo
la naturaleza era inmensa,
poderosa.
Ahora sucede lo contrario: no es
la naturaleza la fuerte,
sino el hombre, y es preciso que corra a su socorro, a la ayuda de su
madre.
Y después, prot_ección no sólo a esta naturaleza visible, sino de
aquella otra naturaleza que hay más allá de todo medio ambiente, es
decir, de todo aquello que se refiere
al derecho natnral, que es tam­
bién el derecho humano. Y yo llegaría incluso a decir -quisiera
con ello haceros comprender la responsabilidad excepcional que pesa sobre las actuales generaciones-; no solamente protección de la na­
ruraleza, sino

protección en cierto modo de
Dios mismo. Porque Dios
parece retirarse de un mundo dominado por
et vértigo tanto de sus
conquistas materiales_ como de sus .locuras ideológicas. Porque Dios
en
la hora presente --es una gran desgracia, pero puede ser un bien
para las almas escogidas--,
Dios no
está sostenido como lo estuvo
en
otro tiempo

(sostenido en
el alma de los hombres, no en sí mis­
mo que en nada necesita de apoyo). Dios no está ya sostenido por las costumbres, por las leyes, por
el ambiente general, por el confor­
mismo, por el respeto humano ... ¿Por qué lo estará entonces? Por
grupos, por individuos que, en cierto modo, tendrían que devolver
al mundo a Aquel que nos ha puesto en el mundo. Dios se asemeja
cada vez más
a un huérfano, e1: huérfano de sus propios hi joS; hay
una
especie de deber de ser padre hacia un Dios huérfano, de devol­
verlo al mundo
-a este mundo, se entiende--, de salvar a un Dios
que naufraga en
el corazón de los hombres.
104
Fundaci\363n Speiro

EDUCACION Y CIVIUZACION
He aquí lo que me parece absolutamente capital: en otro tiempo
--Os lo he dicho -la dibilidad de los hombres les prohibía tales ex
0
cesas; la fuerza de las cosas, cuando el hombre se desviaba demasiado
le devolvía automáticamente al camino recto. Si se saliera en el
grado de hoy, se vería en plena hambre, pero ya no es este el caso.
Pues bien, voy a concluir,
y voy a hacerlo cediendo .un poco a la
manía moderna de
citar a Freud, Nietzsche O Marx, o alguien seme­
jante, y voy a citar a Freud que no me gusta en absoluto, pero cuando
Freud dice algo inteligente también se le debe aceptar. Freud dijo esta verdad elemental, por lo demás muy conocida antes que él:
"no hay más que dos verdaderas fuerzas educadoras del mundo: la
necesidad y el amor". Lo encuentro perfecto.
Pues bien, en muchos casos
la civilización moderna, al multipli­
-car
las

pantallas entre nosotros
y fa realidad, nos sustrae de la una y
de la otra, de la necesidad y del amor; de la necesidad por el gran nú­
mero de facilidades que nos procura, y del amor deshaciendo los lazos que nos unen con nuestro prójimo,
lo que dificulta el contacto; y con
ello
el amor. La necesidad nos impulsa desde detrás y el amor nos
atrae desde delante: es lo perfecto para caminar. Estas dos formas,
no lo olvidemos, se hacen hoy cada vez más convergentes a causa precisamente de este terrible y tan frágil poder del hombre sobre la
creación. Os diría incluso: es en
la hora en que el hombre parece
poder

prescindir de Dios, cuando
la oración y la humildad -son más
trágicamente

necesarias
bajo pena quizá de un aniquilamiento, no
como ayer de una parte de la humanidad, sino de la especie huma­
na entera.
Me gusta mucho este texto, quizá apócrifo, que narra un
diálogo entre Nerón y Séneca "¿Sabes -le decía Nerón- que mi
poder casi iguala al de los dioses?". Y Séneca le respondió: "Tanto
más debes desconfiar de los dioses y rogarles cuanto más
tu poder
se vaya acercando al suyo".
Pues bien, vemos así que únicamente aquellas virtudes cristianas
tan menospreciadas hoy, el ascetismo, la moderación, los sacrificios
(habrá que hacer sacrificios aunque sólo sea
pa:ra salvar

la natura­
leza en que vivimos, como se prevé),
s6lo esas virtudes cristianas
pueden elevar nuestra responsabilidad a
la altura de nuestros pode­
res: este es el gran problema
actual.
105
Fundaci\363n Speiro

GUSTAVE THIBON
Se había creído en el siglo XIX y a principios de éste en un pro­
greso global de la humanidad; se había imaginado que el progreso
moral crecería en función de progreso material: esta ha sido la gran
ilusión de los dos últimos siglos. Hay una parte de verdad en esta es­
peranza, porque si
el progreso material no entraña en absoluto el
progreso moral
y espiritual, si incluso puede producir lo contrario,
es evidente que objetiVamente
lo exige, y lo exige bajo pena de
muerte.
Quisiera que estas palabras os hicieran sentir vuestra responsabi -
lid.ad
de educadores, no solamente hoy cuando formamos aquí un
ambiente, sino también mañana, cuando nos veamos dispersados en
un mundo hostil, a veces, delirante, cuando -la presión social y la
moda, cuando el conforrriismo con la mayoría, cuando el respeto hu­
mano jueguen contra el buert sentido y el ideal, cuando las lumina­
rias de la plaza pública ensombrezcan la luz lejana de las esrrellas fijas; en fin, cuando estéis solos con vuestra
_fe contra los

ídolos
de
la multitud, ese será el momento de recordar lo que fueron estas jor­
nadas.
Pienso, a veces, en la divisa de una ilustre familia francesa admi­
rable como divisa de caballería andante:
"Si omnes, ego non" -si
todos, yo no-. Si todos escogen el mal, si todos escogen la mediocri­
dad, yo no.
Pienso también qué para
la juventud nada es más exaltante que
poder decir alguna vez: Si todos, yo no; si todos consienten, yo no;
si todos capitulan, yo no. Es exaltador porque, quiérase o no, hay en
la juventud un germen de anarquía que me parece exrremadamente
simpática,
y que, en las épocas normales, en las épocas equilibradas,
puede resultar peligroso; pero hoy posee algo
maraviJI0s0 porque esa
necesidad de originalidad, este impulso de anticonformismo
y de pro­
testa que tienen los jóvenes, pueden colmarlo en favor de la Eterni­
dad. La verdadera revolución es hoy, paradójicamente, defender el
orden. Así, sólo hoy se puede ser a la vez rebelde y defensor del
orden.
En fin, quisiera yo simplemente que mi voz sea aquí una vez
más testimonio de verdades que no he fabricado por mí mismo, que
no tienen mi sello en absoluto; quisiera que esta
voz, que

está más
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EDUCACION Y CIVILIZACION
o menos cercana a apagarse aquí abajo, os ayude, por poco que sea,
a escuchar en vosotros mismos el silencio de Dios por encima de los
ruidos de la plaza pública.
Se nos habla mucho hoy del retorno a las fuentes; quizá fuera
más exacto hablar del retorno al caos original. Se habla de retor¡io a
las fuentes para justificar los peores extravíos; pues bien, yo os in­
cito- a un verdadero retorno a las fuentes. Sólo que no olvidemos que
para retornar a las fuentes
la condición primera consiste en saber
remar a contracorriente: jamás se ha vuelto a las fuentes abandonán­
dose a la corriente.
Se trata, pues, de remontar la corriente, ayudados por nuestros
hermanos, por los pequeños grupos qu_e podamos constituir en torno
a nosotros,
y alguna vez, en el límite, con ·sólo Dios por aliado. Con
Dios
que ha
dicho: "incluso si el mundo entero está contra nos­
otros".
Y también: "ánimo, yo he vencido al mundo". Y en todo
esto no dejaremos de considerarnos, como pide el Evangelio, siervos
inútiles; pero sin decir por ello que estos siervos inútiles, dado que
Dios ha entregado su poder a causas segundas, no sean, al mismo tiempo, siervos necesarios.
CULTURA Y REVOLUCION:
( Actas del Congreso de Lau.anne 19@.)
LOS ITINERARIOS CULTURALES DE LA REVOLUCION,
por
Lauis. Daujarques.
LAS TRES REVOLUCIONES, por Mercel Clément.
LOS VALORES PERMANENTES DE LA CULTURA, por
Gustave Thibon.
NUESTRO COMBATE CULTURAL, por fean Ousset.
80 páginas. 67 pesetas
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