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Número 121-122

Serie XIII

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El pensamiento contrarrevolucionario español: José Cadalso

EL PENSAMIENl'O CONTRARREVOLUCIONARIO
ESPM CADALSO
(l)
POR
FilANCISCO JosÉ FERNÁNDEZ DE LA ÜGOÑA.
El 8 de octubre de 17 41 nace en Cádiz, en el seno de una acomo­
dada familia, José Cadalso. Cuarenta
y un años más tarde moriría
en campaña ante
Gibraltar. No

logró en. vida grandes éxitos en la
carrera de las armas; en la literatura, sús Cartas Marruecas se impri­
mieron después de su muerte y su tragedia neoclásica, Don Sancho
(1) Bibliografía: Obras. Repullés, Madrid, 1813, 3 vals.; Obras esco.­
gidas, Bibl. Clásica Española, Barcelona, 1885; Los eruditos a la violeta o
curso completo de todas las ciencias, con el suplemento de éJte compuesto por
]osef
Vázquez Cadalso, Eulalia Piferrer, Barceloria,

1782; Cartas
Marruecas.
Los erudito¡ a

la violeta o
Curso completo
de
todas las ciencias, nota

prelimi­
nar de F. S. R. Rolland, M¡aclrid (s. a.); Cartas Marruecas, Biblioteca de
Autores Españoles,
t. XIII, Madrid, 1945; Carlas Marruecas, prólogo, edi­
ción y notas de Juan Tamayo y Rubio, Espasa-Calpe, Madrid, 1935;
-Cartas
Marrueca1
1 prólogo, edición y notas de Luden Dupuis y Nigel Glendinning
(segunda impresión),
Taqiesis Books,
Londres, 1971;
Lo1 eruditos a la vio­
leta, introducción, selección y notas de Nigel Glendinning, Biblioteca Anaya
de Autores Españoles, Salamanca,
19:67; Noche1 lúgubres, introducción, edi­
ción y notas de Joaquín Arce.
Anaya; Madrid,

1970;
Optica del cortejo y
Lo1 eruditos a la violeta1 prólogo de Agustín Aguilar y Tejera. Compañía ]be­
roamericana

de Publicaciones,
3.ª ed.,

Madrid;
Poe.rías, Biblioteca de Autores
Españoles,
t. LXI, Madrid, 1952; Quince cartas inéditas del coronel Cadalso
(s. l., s. e.), 1960; Hughes, John B., José Cadalso y las Carlas Metrruecas,
Tecnos, Madrid, 1969; Tamayo y Rubio, J., Cartai Marruecas del coronel D'on
Joseph Cadahalío, Estudio crítico, 1927; Ximénez de Sandoval, Felipe, Ca­
dalso {Vida
y muerte de un poeta 10/dado), prólogo de José María Pemán,
Editora Nacional, Madrid, 1967; Glendinning, Nigel,
Vida y obra de Cadal­
so, 1962; L'Heritier, M., Un esprit internationa/. dans l'Espagne du XVIII
siecle: /01é Cadalso, 1936; Glendinning, Nigel, Ortelip en la poesía y la vida
153
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE .LA CIGORA
García, pasó el estreno con más pena que gloria, y tampoco. en su
vida afectiva. Sufrió destierros, vió postergado el ascenso en varias
ocasiones y la prematura e inesperada muerte de la actriz María Ig­
nacia Ibáñez en 1771, a
la que había amado intensamente pese a.mil
de Cadalso, Revista de Literatura, julio-diciembre 19S8; Glendinning, Nigel,
Prólogo a las Noches Lúgubres, Espasa-Calpe, Madrid, 1961; Glendinning,
Nigel, The traditional Jtory of «La difunta pleiteada»1 Cadalso's Noches lú­
gr1bres, and the Romantics, Bulletin of Hispanic Studies, july 1961; Ibarra y
Bergé, Javier de, La vizcainía de Cadalso, ilustre eICritor y soldado, Vida
vasca, núm. XXXII, Vitoria, 1955; Iglesia y Carnicero, E. de la, Garcia t/e
la Huerta y

el coronel Cadalso,
Madrid, 1889; Fernández Montesinos, José, Ca­
dalso o la noche cerrada, Cruz· y Raya, XIII, abril, 1934; Sáinz de Robles,
Federico Carlos, Prólogo a la edición de las Cartas
Marrueca.s y

Los
eruditos
a la violeta, Aguilar,

colección Crisol,_ Madrid, 1944;
Marenduzzo,-E., José
Cadalso
e

Je Cartas .Marruecas.
Spec.chio della vita

spagnuola del XVIII secolo,
Nápoles, 1934;
Tarii.ayo, J. A., El problema de las Noches Júguhres, Revista
de
Bibliografía Nacional, 1943; Glendinning,
Nigel, Text and ideas of Ca­
dalso's Noches lúgubres, The Modero Language
Review, Cambridge,

1960;
Marichal,
J., Cadalso: el estilo Je un «hombre de bien», Papeles de Son Ar­
madans, 1957; Belman, Edith F., «Caprichos» a11d «monstruos» of Cmialso
and

Goya, Hispanic Review,
Filadelfia, 1958;

Adinolfi,
G., Le Cartas Ma­
rruecas di

J.
Cadalso e

la
cultura spagnuola delta

seconda metá del settecento,
Filología Romanza, Nápoles, 1956; Menéndez y Pelayo, Marcelino, Historia de
los

Heterodoxos españoles,
t. II, BAC, Madrid, 1956; Fraile, Guillermo, His­
toria de la Filosofía española, t.
II, BAC, Madrid, 1972; Sánchez Agesta, Luis,
Introducción al pensamiento
español del Despotismo Ilustrado, Atbor, 1950;
Sánchez

Agesta, Luis, El pensamiento
político del Despotismo Ilustrado, Ins­
tituto

de Estudios Políticos, Madrid, 1953; Valbuena Prat,
Angel, Historia de
la_
Litertflura española, t. III, Gustavo Gili, Barcelona, 1968; Vaca de Guz­
mán
y Manrique, José María, Obras, t. -I, Madrid, 1789; Sempere y Guarinos,
Juan, Ensayo
de una biblioteca española de

los
meiores escritores del re~nado de
Carlos

III,
t. II, Madrid, 1785; Quintana, M. J., Reseña de la Ohra de Ca­
dalso en
Variedades de

ciencia, literatura y
artes, t.
I, Madrid, 1803; M. de
L. S. de A., Reflexiones sobre la crítica de la obra de Cadalso, Los eruditos
a
la

violeta, contestación a la crítica de Quintana inserta en Variedades de
ciencia, literatura y artes; Cossío,
J. M. de, Lor eruditos a la violeta de Ca­
dalso, Boletín de la Biblioteca Menéndez y Pela.yo, VIII, 1926; Miguel y Pla­
nas, R., Una vida
romántica, José Cadalso, Madrid,

1928; Lunardi, E.,
La
crisis del settecento, Studi di Filología Neolatina,_ Génova, 1948; Ramírez
Aráujo, A., El cervantirmo de Cadalso, Romanic Review, XLIII, 1952; Baader,
Horst,
Jost! Cadalso und der «Barocke»

Racine, Romanische Forschungen,
154
Fundaci\363n Speiro

EL PENSAMIENTO DE /OSE CADALSO
dificultades, le puso en un estado anímico tal que fruto del mismo
fueron
las Noches lúgubr/Jf, en quienes muchos han visto el reflejo
de un hecho real
y macabro cual el intento de desenterrar a la amada.
Leopoldo Augusto del Cueto (2), Marcelino Menéndez
y Pela­
yo (3) y otros muchos autores aceptaron la realidad del siniestro he­
cho y, últimamente, Felipe Ximénez de Sandoval (4), versión que es
negada, sin embargo, por los más recientes estudiosos de Cadalso,
entre los que cabe destacar a Nigel Glendinning (5). Las mayores satisfacciones de su breve
y agitada vida las reci­
bió Cadalso de su amistad con los escritores de su época, reflejada en
numerosos escritos. Tomás de Iriarte le escribió varias epístolas en
verso (6). Juan Meléndez Valdés le dedicó
Odas (7),

una de ellas con
motivo de su muerte que lleva la siguiente dedicatoria: "En la des­
graciada muerte del coronel Don José Cadalso, mi maestro y tierno
amigo, que acabó de un golpe de
granada en el sitio de Gibraltat".
También
José María

Vaca de Guzmán dedica una Oda a
la muerte
del escritor (8). Y es numerosa su correspondencia con literatos de entonces
(9), así como menciones elogiosas de su nombre en cartas
1963; Marí~, Julián, La España posible en tiempos de Carlos III, Madrid,
1963.
Esta

nota, que no pretende ser exhaustiva aunque es lo suficientemente
amplia, facilitará la tarea a todo aquel que quiera ocuparse niás extensamen­
te del autor
a que nos vamos a referir.
(2) «Biblioteca de Autores Españoles»,
t. LXI, pá~. CVI y 246-248.
Ediciones Atlas, Madrid, 1952. (3) Menéndez
y Pelayo, Marcelino, Historia de los Heterodoxos espa­
ñoles, t. II, pág. 620, BAC, Madrid, 1956.
(4) Ximénez de Sandoval, Felipe, Vida y muerte de un poeta soldado,
págs. 241-260. Editora Nacional, Madrid, 1967.
(5) Glendinning, Nigel,
Cfr. supra, Nota bibliográfica.
( 6) Iriarte, Tomás, «Biblioteca de Autores Españoles», Epístolas I, 11,
V y XI, t. LXIII, Madrid, 1952. págs. 23-25, 25-26, 29-31 y 37-38.
(7) Meléndez Valdés, Juan, <~Biblioteca de Autores Españoles», t. LXIII,
Madrid, 1952, págs. 194-195
y 239-240.
(8) Vaca de Guzmán, José María, «Biblioteca de Autores Españoles»,
t. LXI,
Madi-id, 19'.52, págs. 291-292.
(9) ar., por ejemplo, Ximénez de Sandoval, Felipe,
Quince cartas iné­
ditas del

coronel Cadalso,
separata de Hispanófila, núm. 10, 1960.
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FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGOFIA
de sus colegas. Todas estas expresiones de afecto, que no han pasado,
con toda justicia, a las páginas gloriosas de nuestra literatura, pronto
se acallaron
y hoy es Cadalso una figura semiolvidada que se cita en
los Manuales más por rellenar un período de postración de nuestras
letras que por admitirse su verdadera categoría.
Lo que no corres­
ponde en modo alguno al mérito de Cadalso que, tanto por Los eru­
ditos

_a
la violeta como por las Cartas Marruecas, acredita ser, no sólo
un magnífico escritor, sino, lo que es más importante, un pensador
nada común.
Las obras recientes de Ximénez de Sandoval y de Glendinning,
· mejor

intencionada
la primera y más densa y documentada la segun­
da, no
han conseguido popularizar su figura, quedando apenas a los
españoles una imagen de heroico militar que además escribió algu­
nos libros leídos por muy pocos. ¿Por qué este olvido que no me­
rece el escritor ni el pensador? Muy posiblemente porque sus ideas
no encajan con las que hoy están de moda en ciertos ambientes que
otorgan títulos y honores sólo a quienes piensan de determinada ma­
nera. Y el coronel Cadalso no pensaba así.
No se encuentra en ningún sitio
_un verdadero

análisis del pen­
samiento de Cadalso tal como se deduce de sus textos. Menéndez y
Pela yo, en su "Historia de los heterodoxos españoles", nos dice del
escritor: "Este coronel Cadalso, ingenio ameno
y vario, maestro de
Meléndez y uno de los padres y organizadores de
la escuela salman­
tina, se había
educa.do en Fra.ilcia, y volvió de allí encantado, según
dice su biógrafo, «de Voltaire, de Diderot
y de 1'-fontesquieID>. Imitó
las
«Cartas persas» del último, en unas
«Cartas Marruecas»,
harto
más inocentes que su modelo,
y aun tan inocentes, que llegan a rayar
en insípidas. El espíritu no es _ malo en general,
y parece como que
tira a defender a
Espafia de las detracciones del mismo Montesquieu
y otros franceses" (10).
Pese a
la opinión del "biógrafo", por ningón lado aparece la de­
voción hacia los escritores revolucionarios franceses en
la obra de
Cadalso, sino más bien
la refutación de muchas ideas de los mismos.
No en vano la formación de Cadalso, si bien tuvo lugar en Francia
(10) Menéndez y Pelayo, M., Op. cit,1 pág. 620.
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EL PENSAMIENTO DE /OSE CADALSO
durante algunos años, fue en el colegio Louis-le-Grand de los jesui­
tas, donde no cabe suponer grandes devociones por los autores cita­
dos. Pero, además, Cadalso estuvo antes- en el colegio que los jesuitas
tenían en Cádiz, donde debió recibir de su tío, el P. Mateo Vázquez
y
de los demás profesores de la Compañía, una formación que cier­
tamente no
era la Enciclopedia. A su regreso de Europa estuvo to­
davía dos años en el Colegio de Nobles de Madrid, también bajo la tutela de la Compañía de Jesús.
En lo que si hay que corregir
al insigne historiador santanderi­
·no es

en su tenue apreciación
del españolismo de Cadalso, _pues si
algo rebosan sus escritos es amor a España, como reconoce el do­
minico
GiliJlermo Fraile
en
la breve mención que hace de Cadalso
en su "Historia de la Filosofía española" (11).
Donde quiera que se busque un análisis de la obra de
Cadalso, a
excepción de Glendinning que adolece, en cambio, de otros defectos,
la brevedad y la superficialidad son común denominador. Así ocu­
rre,
y ello es más disculpable, en notas enciclopédicas, tales como la
de Juan Marichal, en la Collier's Encyclopedia (12) y la de Edith
F. Helman, en
la Británica (13). Menos explicación tiene en obras
más especializadas como, por ejemplo,
la "Historia de la Literatura
española", de Valbuena Prat (14).
La brevedad llega al límite en el
tendencioso libro de Javier Herrero, "Los orígenes del pensamiento
reaccionario español" (15).
De 460 personas que aparecen citadas en el índice de nombres
de la obra de Herrero, alguna de ellas, como Barruel, citado en 70 de las 402
p~ginas del

libro, ni. una sola vez nos encontramos con
Cadalso. Sin duda era más útil
a. sus

ptopósitos ya que la ignorancia
general
podría-alarmarse

de encontrar entre· los nombres de unos
(11) Fraile, Guillermo, Historia de la Filosofía española. Desde la Ilus-
tración, t. 11, pág. 44, BAC, Madrid, 1972.
(12) Tomo, V, pág. 99, 1968.
(13)

Tomo IV,
págs. 560-561, 1969.
(14) Valbuena Prat, Angel, Historia de la Literatura espa.iola, t. III,
págs. 84-88. Gustavo Gili, S. A., Barcelona, 1968.
(15) Herrero, Javier, Los orígenes del pensamiento reauionario espa-
1íol, Cuadernos para el Diálogo, Madrid, 1971.
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FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGOFIA
frailes de los que nunca había oído hablar el de un militar que se es­
tudiaba en el bachillerato. O aro que su obra, que estudia "seria y
científicamente" (16), según él, a nuestros pensadores conttarrevo­
ludonarios,
considera que Menéndez y Pelayo "lefa mucho y, a veces,
leía muy mal" (17), "su formación filosófica era deplorable" (18),
"los resultados de sus trabajos son no ya deleznables, sino franca­
mente grotescos" (19); Suárez Verdaguer "posee esa frívola ligereza que atribuye a los afrencesados" (20) y una "meliflua agilidad" (21)
mientras que los pensadores que Herrero analiza "constituyen la
es-_
caria
de

su época" (22).
No vale la pena seguir, pues pocos traba­
jos

menos
"serios", "científicos" y universitarios habrán visto la luz
en los últimos años si descartamos ese subproducto literario, culti­
vado frecuentemente en España, que es el panfleto.
No obstante lo dicho no faltó clérigo que, posiblemente sin
ha­
ber o ido hablar en su vida de Barruel, Ceballos, Hervás, Vélez, Al·
varado
y demás escritores contrarrevoludonarios, al ver que Herrero
atacaba a la Iglesia del siglo
XVIII y comienzos del XIX, de la que sin
duda estos autores eran representantes ilustres, encontró en él a un
genio de
la historia. Que no se necesita más para verse atribuidos toda
clase de laureles por ciertos hombres de Iglesia. Como ejemplo de
esta crítica favorable, sin
el menor aparato crítico y cuyo valor no
pasa de anecdótico, por ser reflejo de
la ieso!idaridad de algunos ecle­
siásticos con un pasado glorioso, podemos
citar la que apareció en el
semanario
Vida Nueva, fruto de la pluma de Bernardino M. Her-
nándo
(23). ·
El

libro del catedrático de la Universidad de Santiago, Francisco
Puy, "El pensamiento tradicional en la España del siglo
XVIII" (24),
158
(16) Herrero, Op. cit., pág. 14.
(-17) Herrero, Op. cit., pág. 16.
(18) Herrero, Op. cit., pág. 16.
(19) Herrero,
Op.-cit., pág. 16.
(20) Herrero,
Op, .cit, pág. 20.
(21) Herrero,
0P.": cit., pág. 21.
(22) Herrero,
Op .. cit.i pág. 24.
(23) «Vida Nueva»,
15 de

abril de 1972, núm. 828,
pág. 38.
(24) «Instituto de Estudios Políticos», Madrid, 1966.
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EL PENSAMIENTO DE /OSE CADALSO
que por el título prometía ocupru:se, con la profundidad y el acopio
de datos en él acostnmbrados, de José Cadalso, abarca solamente el
período comprendido entre 1700
y 1760, por lo que la figura de nues­
tro autor, que en
1760-contaba diecinueve años, queda sin tocar. Y
el artículo de Sánchez Agesta, "Introducción al pensamiento espa­
ñol del Despotismo Ilustrado" (25) apenas se ocupa de Cadalso y
cuando lo hace es con una interpretación confusa
y no autorizada por
los textos. Así, por ejemplo, cuando manifiesta que las "Cartas Ma­
rruecas"
y "Los eruditos a la violeta" se hallan en clara. contradic­
ción (26), cuando afirma que Cadalso estampa "en la primera pá­
gina de sus Cartas MaMuecas una condenación de las costumbres de
nuestros abuelos" (27), lo que no concuerda en absoluto con
el con­
tenido de las "Cartas", por lo que no es real esa oposición
al pasado
que Sánchez Agesta da a entender,
y, sobre todo, cuando aduce el tes­
timonio de Cadalso, también de modo confuso, en
la condenación
de
la guerra (28), cuando su vida y sus textos demuestran todo lo
contrario.
Ese trabajo de Sánchez Agesta constituye la primera parte del
libro que escribió después bajo
el título de "El pensamiento político
del Despotismo Ilustrado" (29). Esta obra, de indudable interés, se
ocupa preferentemente del P. Feijoo
y de Jovellanos y mantiene la
ambigua interpretación de Cadalso ~n sus páginas primeras. Sin em­
bargo,

bajo el epígrafe "La legitimación tradicional de la Nobleza:
Cadalso, Pérez
y,López: Peñalosa"

(30) corrige su versión en un sen­
tido más concorde con
la mente de Cadalso cuando escribe: "Ejem­
plar
es aquel

pasaje en que frente a la crítica de Montesquieu, rei­
vindica
la nobleza española, fundada durante ocho siglos de guerras
continuas
y sangrientas por amor a la religión y a su patria" (31).
(25) Sánchez Agesta, Luis, «Arbor», núm. 60, diciembre 1950, · pági-
nas
357-375.
(26) Jdem, pág. 358.
(27) Jdem,
pág. 360.
(28) Jdem,
pág. 373.
(29) Sánchez Agesta, Luis, El pen.samiento político del Despotismo Ilus­
trado, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1953,
(30) Idem, págs. 271-274.
(31) Jdem, pág. 271.
159
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FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGOFIA
Y concluye: "Cadalso se cruza así en-una de las polémiai.s más acres
del siglo con el argumento que más podía escandalizar los oidos de
aquella centuria: el hálito de una tradición, el peso de una historia
gloriosa" (32). Esta es la verdadera interpretación de Cadalso. Que no
se deduzca de las primeras páginas del libro hay que atribuirlo a que
proceden de un trabajo previo de Sánchez Agesta, que al ser añadido
sin correcciones posteriores a la obra y elaborado entonces sin un
estudio profundo de Cadalso, hace que sea contradictorio con el pen­
samiento del autor del
XVIII y con el. del mismo profesor Sánchez
Agesta.
Es Nigel Glendinning (33), sin duda, quien se ha ocupado más
de Cadalso. Lo que no deja de ser sorprendente por tratarse de un
extranjero. Aunque la tradicional abulia española nos ha de seguir
d_eparando en lo -sucesivo sorpxesas similares. Glendinning, amigo de
Herrero (34), se enfrenta con el escritor español desde posiciones
ideológicas totalmente opuestas y, al no encontrar en Cadalso, al que
aprecia como escritor, nada que abone su postura contraria a la Es­
paña: tradicional, recurre a un expediente tan fácil como grotesco.
Cadalso pensaba como enciclopedista, pero sus escritos reflejan otra
ideología porque la Inquisición se los cambiaba. Así llega a decir
que la causa por la que "Solaya o los citcasianos", obra desaparecida,
que nunca se representó, fue la "gran cantidad de materia heterodo­
xa" (35).
Nada
importa que

todas sus
investigaciones no· hayan

encontra­
do más que el cambio de algún "pecho" del manuscrito por "alma"
en
el texto impreso. De tan banales datos, atribuibles con toda pro­
babilidad a la voluntad
del autor,

deduce Glendinning la clarísima
intervención del Tribunal de la Fe que tenía aterrado al escritor
al
igual que a todos sns contemporáneos. Aun debiéndose a la Inqui­
sicióri, esos cambios en riada alteran el pensamiento de Cadalso, pero
además está más. que demostrado que por aquel entonces
la Inqui­
sición más bien perseguía el pensamiento tradicional, como puede
160
(32) Jde!n, págs. 271-272.
(33) Cfr. supra Nota bibliográfica.
(34) Herrero, Op. cit., pág. 9.
(3:;) Glendinning, Nigel, Cadalso, Vida, págs. 13-14.
Fundaci\363n Speiro

EL PENSAMIENTO DE /OSE CADALSO
atestiguarlo fray Fernando de Ceballos, que los leves atisbos enci­
clopédicos que pudiera tener José Cadalso. El mismo Glendinning
se ve obligado a concluir que "no puede deducirse nada concreto de
las copias manuscritas de poemas que se conservan" (36). Por lo que
es preciso añadir que si quien tanto interés puso en encontrarlo nada
halló es porque el pensamiento de Cadalso estaba en los antípodas
de los escritores revolucionarios contemporáneos.
Las "Cartas Marruecas", impresas por primera vez
el año 1793 en
Madrid (37), destacan ante todo por su recio españolismo. No se
trata de una obra contra los principios revolucionarios, sino más bien
de una afirmación del ser autéritico de España, con
lo que resulta
ciertamente contrarrevolucionaria. Igual que las ''Noches Lúgubres" tienen claros antecedentes en Young, a las "Cartas
Marruecas" hay
que buscárselos en las que el barón de Montesquieu había redactado
en su
dfa en
Francia. Pero
el adoptar el modelo de las "Cartas Per­
sas" no hace desmerecer en nada, en cuanto ~ fuerza de lenguaje y
originalidad de pensamiento; a las de José Cadalso frente a las del
escritor francés.
Las "Marruecas" son las cruzadas entre dos
marroquíes, el
an­
ciano Ben Beley
y su ahijado Gacel, este último en viaje por Espa­
ña; entre el joven Gacel y el español Nuño Núñez y entre Ben Beley
y Nuño Núñez. El anciano marroquí es un hombre honrado y piadoso
que ha sabido inculcar en Gacel los mejores sentimientos,
y el español
"hombre que ha pasado por muchas vicisitudes
_de la suerte, carreras
y
métodos de vida" (38), caballero bien relacionado y de gran inte­
gridad personal que va instruyendo a Gacel en las cosas de España. Gacel llega a la España de Carlos III. Los monarcas de la Casa
de Borbón son para el joven marroquí "varones grandes" (39) todos
ellos. De Felipe V llega a decir que "fue héroe,
y fue rey, sin que
sepa la posteridad en qué clase de estas dos _colocarlo, sin agraviar
(36) Idem, pág. 14.
(37) «Biblioteca de Aútores Españoles»,
dones
Atlas, Madrid,
1945.
u
(38) Op. cit., Carta l, pág. 593.
(39) Op. cit., Carta LXXIII, pág. 635-
( 40) Op. cit., Ca,ta LXXIll, pág. 635.
t. XIII, págs. 59,3 y sigs. Edi-
161
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FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGOflA
a la otra" (40). Pero "la Monarquía española nunca fue más feliz
por dentro ni tan respetada por fuera, como en
la época de la muer­
te de Fernando el Católico" (41).
La identificación de Cadalso con la historia de España se apre­
cia a Jo largo de todas las "Cartas"
y puede resumirse en el elogio
que hace de Fernando VI, que "confirmó a la nación en que
era el
nombre

que tenía siempre buen agüero para España" (42). Su ad­
miración por el Santo
y el Católico de los Fernandos vibra en· estas
palabras.
La Casa de Austria no sale, en cambio, tan bien parada. Era
muy reciente
el cambio de dinastía e indudable que "a la muerte de
Carlos II no era España sino el esqueleto de un gigante" (43).
En los días en que Gacel analiza la sociedad española una idea
típicamente revolucionaria encandilaba a
las gentes: el mito del pro­
greso índefinido (44). "Los europeos del siglo presente están insu­
fribles con las alabanzas que amontonan sobre la era en que han
nacido ... Cada particular funda una vanidad grandísima en haber tenido muchos abuelos, no sólo tan buenos como él, sino mucho me-
(41) Op. cit., Carta LXXIV, pág. 635.
(42) Op.
cit., Carta LXXIII, pág. 635.
(

43) Op.
cit., Carta III, pág. :59S.
(44)

El
mito del progreso fue muy grato siempre a un determinado sec­
tor
del pensamiento, Las ciW.S podrían ser innumerables. Basten, como ejem­
plo las palabras de
Jovellanos recogidas
por el dominico Guillermo Fraile en
la obra que venimos citando (pág.
49) :

«Mediante el progreso llegará un
día» en que < y la naturaleza y unida 1a gran familia
del género humano ... , se establecerá
la inocencia y se llenarán los augustos
fines de la creación».
«La generación

que nos aguarda, a pesar del despotis­
mo y la ignorancia que la oprimen»,
«será más

ilustrada, más libre y feliz
que la presente» (Diario, 1795)». Fue la generación de las Guerras Napa·
leónicas. Sobre el tema ha publicado un excelente trabajo Rafael Gambra en «Verbo», marzo, 1969, págs. 159-177, bajo el título
El mito del progreso:
El progreso de la historia
y el progreJo en la histof'ia, dr. también en «Verbo»:
Monsegú, Bernardo,
El testimonio de un hi¡o del siglo, octubre-noviembre,
1969, núm. 7,8-79,
págs. 753 y sigs. ;· Thibon, Gustave, Los valoreJ perma­
nentes
de la cultura,
enero-febrero, 1970, nú_m. 81-82, págs. 45 y sigs.; Ousset,
Jean, Nuestro combate cu/!,wa/, -enero-febrero, 1970, núm. 81-82, págs. 62 y
siguientes. Cfr. también: Toynbee, Arnold,
El desafío del progreso técnico,
«Futuro Presente», noviembre, 1971, núm. 1, págs. 5-10.
162
Fundaci\363n Speiro

EL PENSAMIENTO DE /OSE CADALSO
jores, y la generación entera abomina de las generaciones que la han
precedido: no lo entiendo" (45). Dos siglos más tarde se mantiene en su totalidad
1a incongruencia. Sigue existiendo el prurito heráldi­
co
y genealógico de entroncar con ilustres antepasados, cuanto más
remotos mejor, al lado de un menosprecio absoluto por las virtudes
de esos antepasados que fueron, precisamente, las que los hicieron ilustres. Para Cadalso no son los adelantos técnicos los que definen
la
bo_ndad del siglo. "La excelencia de un siglo sobre otro creo debe
regularse por las ventajas morales o civiles que produce a los hom­
bres. Siempre que estos sean mejores, diremos también que su era
es superior en lo moral a la que no produjo tales proporciones; en­
tiéndase en ambos casos esta ventaja en el mayor número" (46).
La superioridad moral por encima de los valores técnicos, que
tienen un simple valor instrumental por óptimos que sean, en el
siglo
XVIII no aparece clara a Gacel, respecto a centurias anteriores
al observar
el siguiente cuadro: "Horrorosas relaciones de príncipes
dignísimos destronados (47),
~antados tratados
muy justos, ven­
didas muchas patrias merecedoras de amor, rotos los vínculos matri­
moniales, atropellada la
autoridad paterna,

profanados juramentos
solemnes, violado
el derecho de hospitalidad, destruida la amistad y
su nombre sagrado, entregados por traición ejércitos valerosos,
y sobre
las ruinas de tantas maldades, levantarse un suntuoso templo al des­
orden general" ((48). Y al lado de todo esto un sentimiento en las gentes de ser supe­
riores a sus antepasados en
adtura y dignidad, sentimiento ilusorio
pero que tiene
la enorme atracción del mito. Y que a quien se esfuer­
za en estudiar la realidad hace exclamar: "Concédote cierra ilustra­
ción aparente, que ha despojado a nuestro siglo de la austeridad
y
rigor de los pasados (49), ¿pero sabes de qué sirve esta ilustraci6n,
(45) Op. cit., Carta IV, pág. 595.
( 46) Op. cit.,
Carla IV, pág. 595.
( 47) Aún no había tenido lugar la Revolución Francesa.
(48) Op. cit., Carla IV, pág. 595.
(49) Naturalmente
ese

barniz de cultura al uso en los salones de
1a
época tenía que contrastar con el «rigor» de los afios anteriores ell los que
1a gente instruida nada tenía que ver con los eruditos a la violeta.
163
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA C/GOl' ese oropel que brilla en toda Europa, y deslumbra a los menos cuer­
dos? Creo firmemente que no sirve más que de confundir el orden
respectivo, establecido
pru-a el

bien de cada estado en particular"
(50).
Y termina la carta IV con esta invocación: "Que el cielo aparte de
mi patria los efectos de la cultura de este siglo, si consiste en lo que
este (el que defendía las ventajas de la época) ponía en su defen­
sa" (51). Para Cadalso, pues,
el "oropel" de la "ilustración" que se vivía
a fines
del siglo XVIII nada tenía que ver con la verdadera cultura, tal
como se dio en siglos anteriores y que exigía un rigor del que los
ilustrados carecían. - Porque lo que Cadalso rechaza, aunqtie en la
carta IV no lo diga expresamente, es la cultura francesa importada
que entonces
vivía la sociedad española intelectual. Que en una mi­
noría era conscientemente revolucionaria (52) y en el resto de la so­
ciedad "ilustrada" inconsciente traición a los valores tradicionales
españoles. El
rechazo que

Cadalso hace de este afrancesamiento viene ex­
presado en la deliciosa sátira que aparece en la carta de
la hermana
de Nuño Núñez a su amiga, _transcrita en la carta XXXV
y que, pese
a ser el texto más conocido o, mejor aún, casi el único texto conoci­ do de Cadalso, merece ser transcrita una vez más:
"Hoy no

ha sido
día en mi apartamento hasta medio día
y" medio. Tomé dos tazas
de te; púseme un deshabillé y bonete de noche;
hice un
tour en
mi
jardín;

leí cerca de ocho versos del segundo
acto de la Zaira. Vino
Mr. Labanda; empecé· mi toeleta; no estuvo el abate. Mandé pagar
mi modista. Pasé a
la· sala de compañía; me sequé toda sola. Entró
un poco de mundo; jugué una partida de mediator; tiré las cartas.
Jugué al piquete. El maltte d'hotel avisó.
Mi nuevo jefe de cocina es
divino,
el viene de árrivar de París. La crapaudina, mi plato favorito,
estaba deliciosa. Tomé café y licor. Otra partida de quince; perdí mi todo. Fuí al espectáculo; la pieza que han dado es exectable; la
pe-
(50) Op. cit., Ca,/a IV, págs. 595-596.
(51) Op. cit., Carta IV1 pág. 596.
(52)

Revís_ese el epistolario y los
elogios de
elevados
políticos con_ las
grandes

figuras intelectuales de la Revoluci6n Francesa: Voltaire, D' Alam­
bert, etc.
164
Fundaci\363n Speiro

EL PENSAMIENTO DE ]OSE CADALSO
queña pieza que han anunciado _para el lunes que viene es muy ga­
lante, pero los actores son pitoyables; los vestidos horribles, las de­ coraciones tristes. La Mayorita cantó una cavatína pasablemente bien. El actor que hace los criados, es un poquito extremado; sin eso sería
pasable. El que hace los amorosos no jugaría
mal, pero su figura no
es preveniente. Es menester tomar paciencia, porque es preciso ma­
tar el tiempo. Salí al tercer acto y me volví de allí a casa. Tomé de
la limonada; entré en mi gabinete para escribirte esta; porque soy
tu
veritable amiga. Mi hermano no abandona su humor de misántropo;
él siente todavía furiosamente
el siglo pasado, y no le pondré jamás
en estado de brillar: ahora quiere irse a su provincia. Mi primo ha
dejado la joven persona que él entretenía. Mi tío ha dado en la de­
voción; ha sido en vano que yo he pretendido hacerle entender
la
· razón. Adiós mi querida amiga; hasta otra posta; y ceso porque me
traen un

dominó nuevo para ensayar" (53). Este afrancesamiento de
la élite española no podía
ser para

Cadalso, ni para nadie que se to­
mase
la molestía de analizar los hechos, un progreso sobre edades
pasadas. En
la misma carta, además de la aceráda crítica de las costumbres
de la sociedad de entonces, se percibe el pensamiento profundo del
escritor. Nuño Núñez "siente todavía furiosamente
el siglo pasado",
es decir, la tradición española
frente· a la nueva ci.tltura; su tío "ha
dado

en la devoción", cosa que a
la damisela ridiculizada se le antoja
contrario a
la razón e intenta volverle, sin resultado, a lo que era el
ideal de
la alta sociedad de entonces, la importación de las costum­
bres galas frente a los valores españoles. Y, naturalmente, lo más irra­
cional para la señorita Núñez era
la religión. Bastaría esta carta para
desmentir el enciclopedismo de Cadalso, pues claramente resulta que
lo contrario de lo que zahiere es lo que aprecia. En la carra XLVIII (54) Cadalso atenúa algo su opinión sobre el
siglo en que vive señalando que, al lado de las desgracias que Gacel advertÍa, existen también cosas buenas que deben tenerse en cuenta.
Y la conclusión es doble: todas las épocas están llenas de horrores y
(53) Op. cit., Carta XXXV, pág. 615.
(54)
Op. cit., Carta XLVIII, págs. 621-622.
165
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGOEIA
miserias, y lo peor de la que él vivía es la defensa que de ella
hacen quienes la ensalzan; es decir, esos eruditos a
la violeta que de
nada saben y de todo pretenden entender, totalmente desconectados
de las
raíces históricas
que conformaron el ser de España
y poseedo­
res de una pseudocultura mimética
y artificial.
Dos siglos después la sociedad ha cambiado poco
y las '"Cartas Ma­
rruecas" podrían ser fechadas en cualquier año de la segunda mitad
del siglo XX. El vocabulario de la hermana de Nuño Núñez sería tan
extraño al castellano como lo era en el siglo
XVIII, aunque las pala­
bras fuesen distintas, hoy importadas sobre todo del mundo anglosa­
jón. Y el papanatismo de sus contemporáneos, convencidos de vivir
en el mejor de los mundos, se ha trasladado plenamente del
.. siglo
de

las
luces'" al

de la bomba atómica, las drogas
y los campos de con­
centración. Cadalso critica otros males de la sociedad española que nos hacen
ver lo poco que ésta
ha evolucionado en doscientos años ,de historia.
Su -pluma, cual acerado bisturí, va sajando los vicios de la época, que
son los de nuestros días. -El sincero españolismo de Cadalso ve
ea ellos
la causa de nuestra
decade·acia y en su eliminación el camino de la
esperanza. La relación de Cadalso, que parece escrita hoy, hace pen­
sar que la actualidad de los escritos contrarrevolucionarios se debe a
que no son producto de
ideologías abstractas

sino que se encuentran
profundamente enraizados en la realidad de las cosas. Y la naturale­
za humana es
la misma ayer que hoy. Y lo será mañana. Pese a uto­
pías tan hermosas y sugerentes como falsas. Los males que Cadalso retrata, forzosamente extractados pero
res~
petando

sus palabras, que le hacen maestro del
idioma, son
los mis­
mos que hoy se oponen a una regeneración social, todavía más di­ fícil que la que Cadalso deseaba en el siglo
XVIII debido a la masi­
ficación. Las causas son las mismas pero cerebros lúcidos, como el
del autor
-de
las "Cartas Marruecas",
-,casi han
desaparecido. Y las
enfermedades no pueden curarse si no hay
alguien que

previamente
las diagnostique. Estos son los males que Cadalso señala:
La relajación de costumbres (55): "La poligamia entre nosotros
(55) Op. cit., Carta X, págs. 602-603.
166
Fundaci\363n Speiro

EL·PENSAMIENTO DE JOSE CADALSO
(dice Gacel a Ben Beley) está, no sólo autorizada por el gobierno, sino
mandada expresamente por
la religión. Entre estos europeos la re­
.
ligión

la prohibe, pero casi me atrevo a decir que la tolera la cos­
tumbre" (56).
La inoperancia de la nobleza: "Nobleza hereditaria es la vanidad
que
yo fundo en que ochocientos años antes de mi nacimiento mu­
riese uno que se
llamó como yo me llamo, y fue hombre de prove­
cho, aunque yo sea inútil para todo" (57).
La falta de respeto de los hijos para con los padres: "Tapáreme los
oidos para impedir la entrada a voces sediciosas de jóvenes n.ecios
que con tanto desacato me hablan de la
dignidad paterna"

(58).
La poca afición al trabajo
y la vanidad: "Por cada uno que se
emplee en . un arte mecánica, habrá un sin número que estén pron­
tos a cerrar sus tiendas por ir a las Asturias o a las montañas en bus­
ca de una ejecutoria" (59). Los afanes de nobleza: "En este país cada padre quiere colocar
a su hijo más alto,
y si no, el hijo tiene buen cuidado de dejar a su
padre más abajo, con cuyo método ninguna familia se fija en gremio alguno determinado de los que contribuyen al bien de
la república
por la industria, comercio o labranza, procurando todos con increíble anhelo colocarse por éste o por ·el otro medio en la clase de los no­
bles, menoscabando al Estado de lo que producirían si trabajaran" (60). Cambiadas hoy las circunstancias y
sustituida la

nobleza de la
sangre por la aristocracia
del dinero" los

males señalados por Cadal­
so se mantienen con toda su fuerza. El desprecio por el trabajo ma­
nual ha incrementado, si cabe, desde
el siglo XVIII. Hoy todo el mun­
do cifra sus esperanzas en el título universitario del hijo, cuando lo
que sobran son licenciados
y existe paro en todas las carreras,. mientras
faltan buenos artesanos
y operarios que, por otra parte, ganan más
dinero que muchos de los titulados: Pero el desprecio del español
por estas profesiones hace que
tiadie las

apetezca. Los hijos de los
(56) Op. cit., Carta X, pág. 602.
(57) Op.
cit., Carta XIII, pág. 605.
(58) Op.
cit., Carta XVIII, pág. 606.
(59) Op. cit., Carta XXI, pág. 607.
(60) Op.
cit., Carta XXIV, pág. 609.
167
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FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGORA
grandes hombres de industria, que levantaron emporios de riqueza
. con su trabajo personal, se dedican, salvo excepciones, a dilapidar el caudal acumulado por
sus padres.

El máximo anhelo de los españo­
les es dedicarse a actividades especulativas que permitan incrementar sustancialmente los ingresos con
el mínimo de riesgo, dejando al mar­
gen toda clase de consideraciones éticas, o ingresar en el funciona­
riado, entendido no como servicio a la comunidad, sino como modo
de disfrutar de unos sueldos seguros, que proceden del trabajo de los
demás a través de los impuestos, con la mínima dedicación posible.
Es la misma situación que la de la nobleza del siglo
XVIII, posible­
mente empeorada, cuando aquélla había perdido su razón de ser, pues
no se legitiinaba por el ejercicio de unas responsabilidades tal como
había acontecido en años anteriores.
Y Cadalso continúa:
La afición a lo extranjero, sin otro motivo que el ser extranjero,
y el derroche: "El poderoso de este siglo (hablo del acaudalado, cuyo
dinero físico es el objeto del lujo) ¿en qué gasta sus rentas? Des­
piértanlo dos ayudas de cámara peinados
y vestidos. Toma café de
Moca exquisito en raza traída de
la China por Londres. Pónese una
camisa finísima de Holanda, luego una bata de mucho gusto, tejida en León de Francia.
Lee un libro encuaderflado en París. Viste a la
dirección de un sastre
y peluquero francés. Sale con un coche que
se pintó donde se encuadernó el libro. Va a comer en vajilla labrada
igualmente en París o en Londres las viandas
calientes-, y en platos
de Sajonia o de China las frutas
y dulces. Paga un maestro de música
y otro de baile, ambos extranjeros. Asiste a una ópera italiana, mal
o bien representada, o a una tragedia francesa, bien o mal traducida;
y . al tiempo de acostarse puede decir esta oración: Doy gracias al
cielo de que todas mis operaciones han sido dirigidas a echar fuera de mi patria cuanto oro y plata ha estado en mi poder" (61).
La política entendida como medro personal y no como servicio al
bien común:
"Políticos de

esta segunda clase son unos hombres que
no sueñan de noche
y de día sino en hacer fortuna por cuantos me­
dios

se ofrezcan.
Las tres potencias del alma racional, y los cinco sen-
( 61) Op. cit., Carta XU, pág. 618.
168
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EL PENSAMIENTO DE /OSE CADALSO
tidos del cuerpo humano, se reducen a una desmesurada ambición en
todos ellos" (62).
La falta de patriotismo y el hablar mal de España por sistema:
"Hijas mías, decía una de ellas, nuestra España nunca será más de lo
que es. Bien sabe el cielo que
me muero

de pesadumbre, porque
quiero mucho a mi patria. Vergüenza tengo de ser española, decía
la segunda.
¡ Qué dirán las naciones extrañas! ¡ Jesús, y cuánto mejor
hubiera sido quedarme yo en el convento de Francia, que no venir a
España a ver estas miserias!, dijo
la que aún no había hablado. Te­
niente coronel soy yo, y con algunos méritos extraordinarios, pero quisiera ser alférez de húsares en Hungría, primero que vivir en Es­
paña, dijo uno de los tres que estaban con las tres. Bien lo he dicho
yo mil veces, dijo otro del triunvirato, bien lo he dicho yo.
La mo­
narquía no puede durar lo que queda de siglo. La decadencia es rá­
pida,
la ruina inmediata ¡ Lástima como ellal ¡ Válgame Dios! Pero,
señor, dijo el que quedaba ¿no se toma providencia para semejantes
daños? Me aturdo. Créanme
vuestras mercedes,

que en estos casos
siente un hombre saber leer
y escribir. ¿Qué dirán de nosotros más
allá de los Pirineos?" (63). Gacel, ante este coro de lamentaciones in­
dagó por las mil desgracias posibles que podían haber acontecido.
"Al cabo
de mucho

tiempo, lágrimas, sollozos, suspiros, quejas,
la­
mentos, llantos y hasta invectivas contra los astros, estrellas y cielos,
la que había callado y parecía la más juiciosa de todas, exclamó con
voz muy dolorida: ¿Creerás, Gacel, que en todo Madrid no se ha ha­
llado cinta de este color, por
más que

se ha buscado" (64).
El retrato del patriomasoquismo sólo es superado por
el que Ca­
dalso hace en
la carta XXXIV (65); del tecoócrata de la época al
que él llama "proyectista". Su
traro es

totalmente válido dos siglos
después. El hombre de ideas de gabinete, no contrastadas con la rea­ lidad, que nada tiene que ver con el técnico o especialista cuya cien­
cia es cada vez más necesaria por la complejidad de los asuntos pú­
blicos, el creador de utopías e idealismos abstractos que sólo se sos-
(62) Op. cit., Carta LI, pág. 623.
(

63) Op.
cit., Carta LVI, pág. 624.
(64) Op.
cit., Carta LVI, pág. 625.
(65)
. Op. cit., Carta XXXIV, págs. 613-614.
169
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FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGOfvA
tienen sobre el papel, porque el papel, incluso el de los Boletines
Oficiales,
aguanta todo, pero que son absolutamente nefastos para la
sociedad, bien merece la extensa transcripción de las palabras de
Cadalso.
"Con más rapidez que
la ley de nuestro profeta :M:a.homa han
visto los cristianos de este siglo extenderse en sus países una secta de
hombres extraordinarios, que se llaman proyectistas. Estos son unos
entes que sin particular patrimonio propio (es de gran interés resal­
tar esta atinadísima observación de Cadalso de que el tecnócrata o
"proyectista" no se juega su capital sino el del Estado o el de otros
conciudadanos. Si asumiera un riesgo económico propio no sería tan
osado en sus acciones, pues se vería afectado en sus propios intere­
ses), pretenden enriquecer los estados en que se hallan, o como na­
turales o como advenedizos. Aun en España, cuyos habitantes no han
dejado
de ser

alguna vez demasiado tenaces en
conservar sus
anti­
guos usos, se hallan varios de estos innovadores de profesión. Mi
ami­
go Nuño me decía, hablando de esta secta, que jamás había podido
mirar uno de ellos sin llorar o reír, según
la disposición de humores
en que se hallaba."
"Bien_ se yo, decía ayer
mi amigo a un proyectista, bien se yo
que desde el siglo
XVI hemos perdido los españoles el terreno que
algunas otras naciones han adelantado en varias ciencias
y artes ( ... ).
Bien se que para igualar nuestra patria con otras naciones es preciso
cortar muchos ramos podridos de este venerable tronco,
ingerir otros
nuevos

y darle un
fomento continuo;

pero no por eso le hemos de
aserrar por medio,
ni cortarle las raíces, ni menos me harán creer que
pata
darle su

antiguo vigor es suficiente ponerle hojas postizas
y
frutos arrificiales". Estas palabras demuestran cuán lejos está el pen­
samiento contrarrevolucionario español del inmovilismo que, desde irresponsables trincheras ideológicas, se le achaca. Se reconoce el "ve­
nerable tronco" que es
la base de la tradición, pero se postulan podas
e injertos pata que el árbol pueda crecer
y progresar. Y las "hojas
postizas" y los
"frutos artificiales"

no pasan de engañabobos aque­
jados de la más absoluta esterilidad. "Pata hacer un
· edificio

en que
vivir, no basta con la abundancia de los materiales y de obreros; es
preciso examinar el terreno para los cimientos, los genios de los que
170
Fundaci\363n Speiro

EL PENSAMIENTO DE /OSE CADALSO
lo han de habitar, -la calidad de sus vecinos, otras mil circunstancias
como la de no preferir la hermosura de la fachada a la comodidad
de las viviendas". Este es uno de los escritos más radicalmente con­ trarrevolucionarios de Cadalso. Nada puede hacerse en buena
polí­
tica sin la atenta consideración de todos los factores. Lo contrario es
demagogia, improvisación, revolución. El buen sentido de Cadalso, su racionalidad, tiene que imponerse a todos aquellos que no hayan
renunciado a la caiacterística más esencial del ser humano: la _posi­ bilidad de pensar. "Los canales, dijo
el proyectista, interrumpiendo a
Nuño, son de ran aira utilidad, que el hecho sólo de negarlo, acredi­ taría a cualquier necio".
Cadalso
ha captado perfectamente la base sofística de la argu­
mentación tecnocrática. Hay una primera idea evidente: aquí
lo es
la utilidad de los canales, en otro caso lo serán
las ventajas de la edu,
cación,

la necesidad del impuesto o
la conveniencia de la elevación
der nivel de vida del agricultor. Y en base a esta primera idea se
intenta desacreditar a todos los que se opongan a las más absurdas
conclusiones que el "proyectista" pretende extraer del primitivo pos­
tulado. Quien contradice al "proyectista" es un "necio", cuando es
precisamente la necedad la característica más acusada de los proyec­
tos, no sólo invariables, sino lo que es_ peor, radicalmente destruc­
tores, fruto de la mente soñadora del tecnócrata.
Continuemos con el texto de Cadalso: "Tengo un proyecto para
hacer uno en
España, el

cual se ha
de· llamar canal

de San Andrés,
porque
ha de tener la figura de las aspas de aquel bendito mártir.
Desde La Coruña ha de llegar a Cartagena,
y desde el cabo de Rosas
al de San Vicente. Se han de cortar estas dos líneas en Castilla la
Nueva, formando una isla, a la que se pondrá el nombre del proyec­
tista para inmortalizarme. En ella se levantará un monumento para
cuando muera,
y han de venir en romería todos los proyectistas del
mundo para pedir al cielo los ilumine". He aquí otra acusada carac­ terística del tecnócrata, la idea de que está haciendo algo
tan genial
que ha de merecer la gratitud de todas las generaciones venideras. Y sigue Cadalso: "Perdónese esta corta disgresión a un hombre
ansioso de fama póstuma. Ya tenemos además de las ventajas civiles
y políticas de este archicanal, una división geográfica de España, muy
171
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO.JOSE FERNANDEZ DE LA CIGOf
cómodamente hecha, en septentrional, meridional, occidental y orien­
tal ( ... ). Hasta aquí lo material de mi proyecto. Ahora entra lo su­
blime de mi especulación, dirigido al mejor expediente de las pro­
videncias dadas, más fácil administración de justicia y mayor faci -
lidad de los pueblos. Quiero que en cada una de estas partes se hable
un idioma y se estile un traje.
En la septentrional se ha de hablar pre­
cisamente vizcaíno; en la meridional, andaluz cerrado; en la oriental,
catalán; en la occidental, gallego. El traje en la septentrional ha de
ser como el de los maragatos, ni más ni menos; en la meridional,
montera granadina muy alta, capote de dos faldas y ajustador de ante;
e.q la tei"cera, gambeto catalán y gorro encarnado; en la cuarta, cal­
zones blancos, largos, con todo el restante del equipaje que traen los
segadores gallegos. Item: en cada una de dichas citadas, mencionadas
y referidas cnatro partes integrantes de la Península, quiero que haya
una -iglesia patriarcal, universidad mayor, capitanía general, chanci -
llería, intendencia~ casa de contratación, seminario de nobles, hospi­
cio general, departamento de marina, tesorería, casa de moneda,_ fá­
bricas de lana, seda y lienzos, aduana general. ltem: la corte irá mu­
dando según
las cuatro estaciones del año por las cuatro partes, el
invierno en
la nieridional, el verano en la septentrional, et sic .de cae­
teris."
Es el final de toda tecnocracia: el totalitarismo. Una vez que
el tecnócrata llega al convencimiento de la utilidad del vestido ma­
ragato lo impone con toda
la fuerza coactiva que le da el haberse
apoderado del Estado.
La libertad, necesaria para el progreso social,
ha desaparecido
'y en su lugar se gobierna al hombre masificado por
decreto. Se ha coiricidido con el totalitarismo _ comunista.
"Fue tanto lo que aquel hombre iba diciendo sobre su proyecto,
continúa Cadalso, que sus secos labios iban padeciendo notable per­
juicio, como se conocía en
las contorsiones de boca, convulsiones de
cuerpo, vuelta de ojos, movimiento de lengua, y todas las señales de
verdadero frenético. Nuño se levantó por no dar más pábulo al po­
bre en su frenesí, y sólo le dijo al despedirse, ¿sabéis lo que falta en
cada parte de vuestta España
cuadripartita? Una

casa de locos para los
proyectistas de norte, sur, poniente y levante".
Y concluye Cadalso: "¿Sabes lo malo de esto? díjome, volviendo
la espalda al otro. Lo malo es que la gente, desazonada con tanto pro-
172
Fundaci\363n Speiro

EL PENSAMIENTO DE JOSE CADALSO
yecto frívolo, se preocupa contra las innovaciOnes útiles; y que éstas,
admitidas con repugnancia, no surten los buenos efectos que produ­
cirían si hallasen los ánimos sosegados." "Tienes razón, Nuño, respon­
dí yo. Si me obligaran a lavarme la cara con trementina, luego con
aceite y luego con pez, me repugnaría menos al principio, hasta <¡ne
con tanto lavarme, no me lavaría gustoso después, ni con agua de la
fuente más cristalina". Pocas veces alcanzó
la pluma

de
Cadals~ tanta

agudeza como en
esta carta XXXIV transcrita casi íntegramente. La sátira del proyec­
tista ha cobrado, si cabe, en el siglo xx más lozanía
y actualidad que
cuando se escribió. Y debía figurar como
texro obligatorio

en la bi­
blioteca de todo político, pues su meditación le evitaría,
y con ello
al país, males a veces irreparables.' La crítica de Cadalso alcanza también a la escolástica que, tal como
se conocía en
el siglo XVIII, nada tenía que ver .con la fi\osofía que
luego la Iglesia había de calificar de perenne. La decadencia de la
escuela,
la pérdida de su norte entre sutilezas y bizantinismos, hizo
que la postura de sus contemporáneos fuese sumamente advérsa
y
Cadalso no llega en sus expresiones ( 66) a la dureza de los términos
de Feijoo (67). Son, en cambio, aunque escasas, siempre respetuosas las .referen­
cias que hace a su religión y a su rey: "Adoro la esencia de mi Cria­
dor; traten otros de sus atributos. Su magnificencia, su justicia, su
bondad llenan mi
alma de reverencia pata adorarle, no · mi pluma de
orgullo
para queretle

penetrar" (68). "Yo nací para obedecer,
y para
esto basta amar
'a su

rey y a su patria, dos cosas a que nadie me ha
ganado hasta ahora" (69). Estas dos citas reflejan el set de Cadalso:
militar, patriota fetviente, leal
súbdiro de

la Majestad divina
y de
la terrestre. En su obra poética (70), que no desdice de las lumbreras de aquel
(66) Op. cit., Carta VI, pág. 597; Carta XXI, págs. 607-608; Carta
LXXVIII, págs. 638-639-
( 67) Fraile, Guillermo, Op. ch., págs. 22 y sigs.
(68) Op. cit., Carta VIII, pág. 600.
(69) Op.
cit.. Carta VIIi, pág. 600.
(70) Cadalso, José, «Biblioteca de Autores Españoles», t. LXI. Poetas
líricos del siglo XVIII (I). Ediciones Atlas, Madrid, 1952, págs. 243-276,
173
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FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
siglo academicista y bucólico, como por ejemplo un Meléndez Val­
dés, siglo que ciertamente no ha pasado a las más gloriosas páginas
del verso español, entre Filis, Corinas
y Delias apenas se encuentra
un verso que se aleje del tono pastoril. Pero ttes de ellos pueden de­
finir su
sentir como

escritor español contrarrevolucionario:
"No leas con temor. Ni voz ni idea
verás en mí que indecorosa sea,
ni ofenderé al pudor más recatado" (71).
Y, así es, efectivamente. Sus ideas, tanto en las "Cartas Marrue­
cas" como en "Los eruditos a la violeta" (72) rebosan españolismo
en unos días afrancesados. Solamente en su poesía, en
la que desta­
can las "Lettillas", llenas de gracia (73 ), brilla por su ausencia el pen­
samiento patriótico y cualquier otro excepto los suspiros de
enruno­
rado,

tan
al gusto de la época. Pese a ello, entre las anacreónticas
reaparece de cuarido en cuando el espíritu del soldado, como en la "Canción de un patriota retirado a su aldea" (74), en la que, des­
pués de cantar las delicias de la paz campesina ante el peligro de la
guerra exalta el patriotismo en versos, si no antológicos, sinceros y
refrendados más tarde con su muerte en campaña:
"Y si Marte os turbare
con
su horrorosa saña,
sonando sus trompetas
y tocando sus cajas,
dejad esos placeres
y acudid a las armas;
que para su defensa
produce nuestra España
los caballos del Betis, el hierro de Vizcaya
(71) Op. cit., pág. 249.
(72) Cadalso, José, Los eruditos a la violeta, introducción, selección y
notas de Nigel Glendinning, Ediciones Anaya, Salamanca, 1967.
174
(73) «Biblioteca de Autores Españoles», t. LXI, págs. 270-272.
(74) Op, cit., págs. 275-276.
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EL PENSAMIENTO DE /OSE CADALSO
y sangre antigua goda,
que alegre se derrama si su patria Jo pide
y si su Rey Jo manda" (J5).
En su defensa de España se encontró Cadalso con la "Leyenda
negra", lo que le sirve para hacer un encendido elogio de Hernán
Cortés y de los españoles que Je acompañaban (76). Y denuncia la
actiru.d hipócrita de quienes desde el exttanjerO toman la pluma con­
tra España cuando "los pueblos que tanto vocean la crueldad de los
españoles en América, son precisamente los mismos que van a las
costas de Africa, compran animales racionales de ambos sexos a sus
padres, hermanos,
amigoS y guerreros victoriosos, sin más derecho
que ser los compradores blancos
y·los comprados
negros; los
erobar~
can

como brutos; los llevan millares de leguas desnudos, hambrien­
tos
y sedientos; los desembarcan en América, los venden en público
mercado como jumentos, a más precio los mozos sanos y robustos,
y a mucho más las infelices mujeres que se hallan con otro fruto de
miseria dentro de sí mismas; toman el dinero, se
lo llev8;D a sus hu­
manísimos países,
y con el producto de esta verita imprimen libros
llenos de elegantes invectivas, retóricos insultos
y elocuentes injurias
contra Hernán Cortés por lo que hizo" (77).
,
Y

más adelante tiene una consideración sobre Hispanoamérica
que, como tantas otras de Cadalso, adquiere más actualidad con el
paso de los años:
"¡ Extraña suerte es la de América! Parece que está
destinada a no producir jamás el menor beneficio a sus poseedores.
Antes de la llegada de los europeos, sus 'habitantes comían carne hu­
mana, andaban desnudos, y dueños de
la mayor parte de la plata y
oro del mundo no tenían la menor comodidad de la vida. Después de
la conquista, sus nuevos dueños, los espiiñoles, son los que menos se
aprovechan de aquella abundancia" (78). Hoy la cita
podría prolon­
garse con la consideración del triste destino ·de aquellos pueblos en-
(75) Op. cit., pág. 276.
(76) Op.
cit., Carta IX, págs. 600-602.
(77) Op. cit., Carta IX, pág. 600.
(78) Op. cit., Carta XU, pág. 618.
175
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FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGOÑA
trañables que continúan siendo explotados por el gran capitalismo
internacional que fija los precios de los mercados de materias primas
y que, además, corren el riesgo de caer en una explotación todavía
más opresora como es la del comunismo, que pretende expoliarles no
sólo sus cuerpos sino también sus almas.
Sobre el profundo catolicismo de
Cadalso, aparte de varias refe­
rencias a lo largo de sus cartas, algunas de las cuales ya se han men­
cionado, existen dos pasajes que requieren más atenta consideración.
El primero es
su. protesta

por el lenguaje
artificio.SO que
se venía em­
pleando para tratar de las cosas de la religión. Y así, a guisa de ejem­
plo, cita, entre otros, los siguientes títulos: "Manojito de diversas
flores, cuya fragancia descifra los misterios de la misa y oficio divino;
da esfuerw a los moribundos y ahuyenta a las tempestades", "Eterni­
dad de diversas eternidades", .. Sacratísimo antídoto el nombre inefa­
ble de Dios contra el abuso de agur", etc. Lo que le hace exclamar:
"Siento mucho que para hablar de los asuntos sagrados de una reli­
gión verdaderamente divina, y por consiguiente digna de que se trate
con la más profunda circunspección, se useri expresiones tan extra­
vagantes
y metáforas tan ridírulas. Si semejantes locuciones fueran
sobre materias menos respetables, se pudiera hacer buena mofa de
ellas" (79).
El segundo pasaje, de mayor importancia, responde a la pregunta
de Gacel sobre las apariciones de Santiago en las luchas de la nación
española contra el moro. Las objeciones de Gacel son las mismas que
hoy se oyen a tanto clérigo necio y
serularizante y a tanto erudito
a la violeta que han caído como plaga sobre la sociedad española.
"¿Creeís que los que están gozando del eterno bien bajan a dar cu­
chilladas y estocadas a los hombres de este mundo? Si el cielo quería
libertar
tu patria del yugo africano, ¿había menester fuerzas huma­
nas, la presencia efectiva de Santiago,
y mucho menos la de su caba­
llo blanco, para derrotar al ejército moro? El que lo ha hecho todo
de la nada con sólo su palabra y con sólo su querer, ¿necesitó acaso
de una cosa tan material como la espada?" (80).
(79) Op. cit., Ct11'ta LVII, pág. 637.
(80) Op. cit., Carta LXXXYII, pág. 642.
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EL PENSAMIENTO DE /OSE CADALSO
La respuesta de Nuño está- llena de sensatez.· El, personalmente,
cree en la presencia jacobea o,
al menos, en la religiosidad de los es­
pañoles que atribuyen a intervenciones celestiales
la victoria en mo­
mentos de extrema dificultad. Y esa convicción del auxilio divino y
de que pelean las batallas del Señor hace que superen todas las
ad­
versidades. Lo que no deja de ser un modo indirecto de actuar de 1a
Divina Providencia. Y le indigna la actitud- de los representantes de
la ideología revolucionaria, que entonces se iba infiltrando en Es­
paña, de negar hechos como éste, "aunque no sea artículo de fe ni
demostración· de geometría" (81).
"Los que pretenden destruir ciertas cosas que el
vulgo cree bue­
namente sin perjuicio de
la religión, añade Cadalso, y de cuya creen­
cia resultan
efectos útiles al Estado, no se hacen cargo de lo que su­
cedería si
el pueblo se metiese a filósofo y quisiera indagar la razón
de cada establecimiento. El pensarlo me estremece,
y· es uno de los
motivos que me irrit-an contra una
secta· tan

extendida en Europa,
que quiere _traer a juicio cuanto hasta ahora se ha tenido por más
evidente- que una demostración
geométrica. De

los
abuso~ pasan
a los
usos,
y de lo accidental a lo esencial. No sólo niegan aquel_los artíai­
los

que pueden absolutamente negarse sin perjuicio de
la religión, sino
que pretenden ridiculizar hasta los cimientos de
la religión misma,
la revelación y
la. tradición; y con vanas lisonjas de-libertad buscan
el
medio más

corto
y eficaz de hundir el mundo entero en un caos
moral, el más espantoso, en que se_ aniquile todo lo divino
y huma­
no. Dime,
Gacel, si

el hombre no esperara
otra_ vida,

¿en
qu~ em­
plearía

la presente? En todo género de delitos, por atroces y perju­
diciales que
fueran"' (82).
Es

uno de los párrafos más abiertamente contrarrevolucionarios
de Cadalso en
él sentido

de oposición a las doctrinas de esa
.. secta
tan

extendida por Europa", el enciclopedismo, que pretendía hacer
tabla rasa del Altar
y del Trono. Las "vanas lisonjas de libertad" no
eran otras que las que los
"filósofos" 'brindaban desde

sus escritos
revolucionarios con
la finalidad,_ Cadalso se percata de inmediato, de
(81)
(82)
u
Op. cit., Carta LXXXVII, pág. 642.
Op.
cit., Carta LXXXVII, pág. 643.
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FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGOÑA
"ridiqilizar hasta los cimientos de la religión misma". Y su oposi­
ción
_al i_ntento de racionalizar los misterior de la fe, !o que implica­
ría la desaparición de
la-misma es, una vez más, de una tre~enda ac­
tualidad
ante los intentos
des1I}itificadores de
una parte de la Teolo­
gía, que cerrando el círculo de
la incongruencia . ha llegado a "la
J:p.uerte de Dios".
De lograr éxito estos intentos revolucionarios las Consecuencias
son claras para nuestro autor: "un caos moral, el más
espantoSO" en
el

que "todo género de delitos" será posible: Casi cien años más tar­
de otro pensador contrarrevolucionario, Donoso Coités, formularía
magistralmente, en su comparación de los· dos termómetros (83) lo
sustancial de:_ Cadalso: Si no hay ·represión religiosa, al contener el
propio indiv-Íd,uo_ sus tendencias al' mal porque la religión le incita
a

ello, ha de haberla política para evitar la anarquía social.
No. se comprende, pues, a la vista de los textos de Cadalso cómo
se Je ha podido calificar de enciclopedista, a no ser que no se hu­
biera leído su obra. Por -sus denuncias, que· extiende al igualitarismo
y a la tesis de que el estado natural del hombre es el salvaje, la alu­
sión a Juan Jacobo· Rousseau, aunque no
.le nombre,
no
puede ser
más

clara, merece figurar, con todo derecho, entre los pioneros de la
lucha,_ _contrarrevolucionaria.
En

la última_ de sus cartas está la condena expresa de quienes
"han
defendido

que lo_ tuyo
y-mío etan delirios· formales; que en la igual­
dad de los hombres es vicioso el establecimiento de
jerarquías; que
el

estado natural del hombre es la soledad, como el de la fiera en el
monte" (84). "Los que no ahondarnos tanto en especulaciones, sigue
diciendo, no podemos determinarnos a dejar las ciudades de Europa
y pasar a .vivir con los hotentotes, patagones, araucanos, iroqueses,
apalaches
y otros tales pueblos; que sería más conforme a la nam­
raleu,
según
el sistema de estos filósofos, o lo que sean" (85).
Una vez más es el sentido común frente a los delirios de quienes
se empeñan en _que la _nanualeza humana sea como la configuran sus
(83) Donoso Cortés, Juan, «Obras Completas», t. II, pág. 316, BAC,
Madrid, 1970.
178
(84) Op. cit., Ca,ta LXXXIX, pág. 644.
(85)
Op.
cit., Carta LXXXIX, pág. 644.
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EL PENSAMIENTO DE /OSE CADALSú
sueños y no como es en realidad. Y aquí está la principal caracteiís­
tica

de todo escritor- contrarrevolucionario. Independientemente de
sus valores literarios, sobresalientes en
él caso de Cadalso, sus doctri­
nas se alinean siempre del lado de la realiáad
y en contra de la uto­
pía. Por ello, aun cuando los defensores de la vida entre -los iroque­
ses o los patagones se llamen a si mismos filósofos
y se tengan por
espíritus avanzados, los pensadores contrarrevolucionarios no verán en ellos más que a peligrosísimos adversarios de cuanto hace posible
una vida humana razonable.
No cabe
~dejar las

"Cartas Marruecas" sin considerar
el pensa­
miento de Cadalso, militar de profesión, sobre el ejército. Ya en el
siglo
XVIII existía antiinilitarismo entre quienes se tenían por "ilus­
trados". Cadalso les dice lo que es el ejército, escuela de sacrificio
y abnegación, donde se gana poco y se, arriesga mucho, él perdería
la vida
y, sin embargo, artífice de "los más gloriosos triunfos que ha
tenido nación alguna del· orbe" (86). Sus palabras merecen figurar en
una antología de escritos sobre la milicia
y deberían ser consideradas
por todos los jóvenes que, arrastrados por esa vocación heroica
y tre­
menda del soldado, acuden a las Academias militares: "La milicia
estriba toda en una subordinación poco menos rígida que la escla­
vitud que hubo entre los
romanos; no

ofrece
Sino trabajos

de cuer­
po a los bisoños,
y de espíritu.iti, los veteranos; no promete jamás pre­
mio, que pueda así llamarse, respecto de las penas con que amenaza
continuamente. Heridas
y pobreza son Jo que queda para la vejez al
soldado que no muere en el polvo de alguna batalla en
el campo, o
entre las tablas de un
navío de

guerra. Son además tenidos en su
misma patria por ciudadanos despegados del gremio; no falta filó­ sofo que los llama verdugos; ¿y qué, Gacel, por
eso no ha de haber
soldados? ¿No ha de mirarse esta carrera como la cuna de la noble­
za?" (87). Esa es la dignidad de la carrera de las armas. Quienes a
ella se entregan saben que
el beneficio es poco y el sacrificio mucho,
en ocasiones incluso de la vida.
Pero eso

es lo que arrastra a la juven­
tud
más noble,

que no piensa en el lucro
y la comodidad, a asumir
(86) Op, cit., Carta LXXXVII, pág. 642.
(87) Op. cit., Carta LXX, pág. 634.
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FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA ClGOÑA
sobre sus espaldas la carga dura y sagrada de la defensa de la patria.
Y
el recuerdo de los héroes de nuestra Historia q~e sigue emocionado
a qÍiienes las ideologías alie!l.adoras de hoy no han secado el alma,
el ejemplo de todos aquellos
"de quien

ingleses
y turcos y franceses
conservarán impresa
la memoria,
contando en cada acción una victoria" (88);.
es

uno de los mejores tesoros de
España y en él han de mirarse las
nuevas generaciones, sintiéndose orgullosas del pasado, para edificar el mejor futuro. Todo
ello aunque

"España es, digámoslo así,
la Patria menos pa­
triota del mundo. Aquí se ponderan
y lloran mucho las pérdidas na­
cionales;
y se oscurece en silencio toda época gloriosa" (89).
El patriotismo constante del pensamiento de Cadalso reaparece,
también incesantemente,.en "Los eruditos a la violeta", sátira mordaz
de
lc:,s que

figuran en los salones de la época con aire de saberlo todo
y en realidad sin conocer de nada y haciendo gala siempre de despre­
ciar a su patria: La idea de que vivían en el mejor de los siglos gra­
cias a haber sµperado las tradiciones del pasado ignorante hace ex­
clamar al maestro de eruditos: "¡Siglo feliz! ¡ Edad incomparable en
los anales del tiempo! ¡ Envidia de .la posteridad admirada y afrenta
de la ignorante antigüedad! Rásgase el velo de la ignorancia desde la
estrella el Cirio hasta lo que está ex-diámetro opuesto a ella en la
inmensa esfera. Brotan torrentes de ciencia desde ambos polos del
mundo ... Hasta nuestra
Espafi.a, tierra
tan dura como el carácter de
sus habitantes, produce ya unos hijos que no parecen descendientes
de sus abuelos. ¡ Siglo feliz digo otra vez!" (90).
(88) Cadalso, José, ·«Biblioteca de Autores Españoles», t. LXI, pág. 249,
Ediciones Atlas, Madrid,
19'.52.
(89)

Ximénez de Sandoval, Felipe,
Quince cariaI inédilas del coronel
Joié Cadalio1 separata de la Revista Hispanófila; núm. 10, 1960. Carta a Ar­
cadio firmada
por Dalmiro (Cadalso).
(90) Cadalso, José, Los eruditoi a la violeta, págs. 46-47.
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EL PENSAMIENTO DE /OSE CADALSO
"Entre los franceses celebrad a Boileau sus sátiras y Arte poé­
tica, y aprended, sin perder sílaba, aquel hermoso pasaje en que se
sirve llamarnos salvajes porque no gustamos de comedias con uni­
dades ... " (91), recomienda el maestro a sns discípulos para poder
brillar en

las reuniones. "Si habláis (del teatro español) delante de
los que creen que el español no debe andar en dos pies, soltad los
diques y decid éuanto se os antoje en desdoro nuestro, que todo sci:á
bien admitido, verdadero o falso, cierto o exagerado" (92). El caso
es hablar
mal de España y de cuanto significó en la Historia, Sus
creencias y sus valores nada significan ya ante el nuevo siglo que
amanece .en Europa y que es el siglo de la Revolución.
En la misma obra figuran las .. Instrucciones dadas por un padre
anciano· a su hijo que va a emprender sus viajes". Si se despoja de
su tono satírico a las palabras de Cadalso, y por ello de su punto de
exageración,

se
encontrará en

ellas la actitud de tanto erudito a
la
violeta de nuestros días que ve en nuestra patria la cuna de todos
los males y en el extranjero el crisol de todas las virtudes. ¿Qué es,
si no, el europeísmo estúpido de tantas gentes en el que no se apre­
cia nada concreto de lo mucho bueno que puede haber en Europa sino un abstracto espíritu que no es otra cosa que
el rechazo de todo
cuanto hizo grande a España? "Volveréis a entrar en España, dice aquel padre, con
algún ex­
traño vestido, peinado, tonillo
y· gesto, pero, sobre todo, haciendo
tántos ascos y gestos. como si entrarais en un bosque o desierto. Pre­
guntad cómo se llama el pan y el agua en castellano, y no habléis de
cosa alguna de las que Dios crió de este lado de los Pirineos por acá.
De vino, alabad los del Rin; de caballos, los de Dinamarca, y así de
los demás renglones, y seréis hombres maravillosos, estupendos, ad­
mirables y dignos de haber nacido en otro clima" (93).
La ironía de Cadalso concluye en
el siguiente Post scriptum:
"Era mi ánimo salirme unos quince días de España y salir pregun­
tando, no como se llama el
vino y pan en castellano, según V md. Jo
aconseja en su sólida, madura y benemérita instrucción, sino pregun-
(91) op. e;,., pág. 67.
(92)
Op. cit., pág. 70.
(93)
op. e;,., págs. 121-128.
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FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGO1'A
tand_o, viendo a mi padre con otros amigos suyos: ¿Quién de estos
caballeros es
mi padre?" (94). _
El recorrido por los textos de Cadalso ha sido largo, pero resul­
tará esclarecedor respecto al silencio que sobre su obra y su figura se
ha hecho por plumas interesadas en que el pensamiento tradicional
español aparezca como obra de unos frailes reaccionarios ignorados
por la imbecilidad general que hoy padecernos.
Cadalso representa,
sin

embargo, un eslabón más en ese
ruerpo de
doctrina, tan sólido
como olvidado, en
el que está contenido lo que una sociedad nece-.
sita para sobrevivir. Los sustitutivos ensayados, desde
el siglo XVIII
hasta nuestros días, se han revelado tan contraproducentes que cada
vez se hace . más necesario el volver a estudiar el pensamiento de
nuestros mayores para intentar aplicarlo, con cuantas adaptaciones
exigidas por nuevas circunstancias se precisen, a una sociedad enfer­
ma como la que hoy nos amenaza.
El epitafio que el mismo Cadalso redactó para su tumba, que
no
ha podido figurar · sobre ella, en la versión · castellana que da en
su libro
Ximénez de

Sandoval, es tal vez
el mejor colofón del pen­
samiento de este militar, escritor, filósofo
y, sobre todo, español de
bien (95).
ESTE QUE YACE
AQUf
NI

DE SU
NAGMIENTO NI

DE SU MUERTE CUIDÓ
NACIÓ RICO; MURIÓ POBRE _
Vló INGLATERRA, _FRANCIA, ITALIA, ALEMANIA
Y BATAVIA
AMANDO
SIEMPRE A SU-PATRIA: ESPARA
DE NrnO ESTUDIÓ;

DE JOVEN
EMPUlSró LAS
ARMAS
CANTÓ ALABANZAS A SU PATRIA.
DE ÉL SE DIJO UNA GRAN LOA:
FUE JUSTO Y AMÓ A
-LQS JU~TOS
(94) Op. cit., pág. 163.
(95) Ximénez de Sandoval, Felipe,
Cadalso, Vida y muerte de un poeta
soldado,
págs. XXVIII-XXIX.
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EL PENSAMIENTO DE JOSE CADALSO
ESTA PAZ QUE VNIENDO EN LA TIERRA A TODOS PROPORCIONÓ
DÉSELA A ÉL DIOS ÓPTIMO
Y MÁXIMO
EN

EL OELO
AMEN
Creyó en ·Dios, amó a su Patria, sirvió a su Rey. Y nos dejó a
todos los españoles una obra digna de figurar en una antología del
pensamiento contr,~revolucionario español.
RECTIFICACION
EL PENSAMIENTO CONTRARREVOLUCIONARIO
ESPA&OL:
FRAY
ATILANO DEHAXO SOLORZANO
.(VERBO, núm. 117-118, pág. 743.)
Una ficha mal colocada no apareció cnando debía y me / :,
hizo decir que Menéndez_ Pelayo no se había ocupad9 del
P. Dehaxo.
No es
asL En
las páginas 892 y
893 del
tomo se­
gundo de los Heterodoxos, edidón de la
BAC de 1956,

se re­
fiere a nuestro autor. Nuestra opinión .. del -benedicti[_lÓ coincide
exactamente con -la interpretación doctrinal- que da d insigne
polígrafo. Corríjanse, pues, fas ·,b.t:~es líneas de nu~s~o ar­
tículo en el sentido de esta rectificación.-F. J. F. de la C.
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