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Número 121-122

Serie XIII

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El orden universal en la concepción cristiana medieval y la angustia del hombre moderno

EL ORDEN UNIVERSAL EN LA CONCEPCION
CRISTIANA
MEDIEVAL Y LA ANGUSTIA DEL HOMBRE MODERNO(*)
POR
GABRIEL ALFÉREZ CALLEJÓN.
SUMMIO
1.-EL ORDEN
1.1.-El mundo medieval: positividad y armonía.
1.2.-Plan divino: ley eterna, ley natural y leyes físicas.
1.3.--0rden universal.
2.-EL DESORDEN HUMANO
2.1.-El libre albedrío y sus consecuencias: pecado y gracia.
2.2.-Concepción cristiana de la vida
y angustia del hombre ff!Oderno.
3.-EL HOMBRE NUEVO
3.1.-El premio supone un vencimiento.
3.2.-Todo lo ordenado es bello.
3.3.-Valor divino de lo humano. El camino de la felicidad.
1.-EI orden.
1.1. Sólo tin movimiento pos1t1vo puede ser creador. Lo ne­
gativo es, en el mejor de los
.casos, odio
contra lo malo, pero no es
creación.
El movimiento negativo es herético por cuanto se dirige contra
una doctrina generalmente admitida.
La Edad Media, al contrario que la Moderna, era una afirmación: ·
la Iglesia, fuera de la cual no había sino herejías que arremetían
(*) Este trabajo está basado en la obra de Pablo Luis Landsberg, La
Edad

Media
y nosotros, y en la de G. K. Chesterton, Ortodoxia.
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GABRIEL ALFEREZ CALLEJON
contra ella. Las Cruzadas, el movimiento franciscano, el misticismo,
son

muestras de positividad en la Edad Media.
La Edad Media era
una formidable unidad, un todo armónico:
la Cristiandad. Los gran­
des creadores, santos, filósofos, artistas de la Edad Media, fueron
maestros, constructores de catedrales, canrores, músicos, escultores
y
pintores de la Cristiandad organizada en la Iglesia. No estaban aque­
llos hombres ligados a una determinada nación. Santo Tomás, hijo
de un conde napolitano, estudió
y enseñó en Nápoles, Roma, Colo­
nia y París.
La idea central que nos abre la inteligencia del pensamiento, de
la visión del mundo y de la filosofía de la Edad Media, es la creen­
cia de que el mundo es un Cosmos, un todo, ordenado con arreglo
a un plan, un conjunto que se mueve tranquilamente según leyes
y ordenaciones eternas, las cuales, nacidas con el primer principio
de Dios, tienen tambiéii en Dios su referencia final. Santo Tomás
de Aquino considera
la finalidad de la filosofía, "imprimir en el
alma
el orden total del UniVerso y de sus causas".
La confianza apriorista ea el orden universal impuesto por Dios,
constituye la base del optimismo metafísico del mundo medieval.
El místico flamenco Jan van Ruisbroek, que vivió a fines del siglo
xnr, ha expresado ea cuatro líneas rimadas la concepción del mun­
do en la
F.dad Media:

"En orden, armonía y número fueron creadas
poi Dios todas las cosas. Vivamos, pues, según un plan de pureza
y se nos abrirá la vida iantltiva por encima de la. razón". Así, Santo
Tomás, en un pasaje importante, cita
la sentencia de la· sabiduría:
"Todo
lo has dispuesto con arreglo a número, peso y medida".
1.2. El universo está regido por la
Ley Eterna. Esra es, según
San Agustín,
"la Razón

y vol untad divinas, que mandan conservar
el orden natural de las cosas y prohiben perturbarlo".
En relación con la Ley Eterna están los términos: Ideas divinas,
Providencia divina, Orden universal, Leyes físico-naturales
y Ley
·natutaI.
Las Ideas divinas son el arquetipo, el pensamiento divino sobre
las cosas que se han de hacer. Es el plan divino sobre
la Creación y
sobre todas las cosas. Las Ideas. divinas existen con Dios mismo des­
de siempre.
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EL ORDEN UNIVERSAL EN LA CONCEPCION CRISTIANA
Providencia divina es la asistencia particular de Dios. a todo lo
creado en cada caso concreto.
Derivación de la Ley eterna son las leyes físico-naturales, leyes
físicas, por las cuales las cosas cumplen fatalmente el fin que les fue impuesto por Dios en la Creación.
La Ley natural es la participación del hombre en la Ley eterna.
La
Ley natural se diferencia de las leyes físicas en que los seres
físicos cumplen su destino fatalmente, mientras que el hombre está
dorado de libertad
y por esto puede apartarse de su fin.
1.3. El Orden consiste en estar cada cosa en su sitio, en cum­
plir todas su. fin. El Orden universal es la armónica dirección de
todas las cosas al fin que Dios les señaló.
El Orden teológico ofrece en Santo Tomás estos caracteres: en
primer lugar, cada- cosa es un fin en sí misma; pero aparte de Dios,
no hay tampoco cosa alguna que sea exclusivamente un fin en sí
misma.
Al mismo tiempo que a sí misma, cada cosa sirve a otra más
alta.
Así el mu.nao de las cosas muertas, junto con las plantas y ani­
males, sirve al hombre. A su vez, dentro del hombre, los órganos
inferiores sirven a los superiores; por ejemplo, la sensibilidad sirve
al enten manidad
hay dispuesta una jerarquía eterna y firme de señorío y
servidumbre entre el pueblo, los nobles y los eclesiásticos. Finalmen­
te la naturaleza toda, comprendidos el hombre, el animal y el ángel,
sirven a
la glorificación del Ser Supremo que los ha creado a éllos
y a su orden, y que los conserva y guía. Glorificándole por su mera
existencia
y esencia, ya que en ellas se refleja la Suprema Bondad;
pero el mismo tiempo, las criaturas dotadas de razón, tienen a Dios
como fin último de un modo especial, pues pueden encaminar su
vida a Dios por libre decisión
y alcanzarle por conocimiento amo­
roso
(Suma, I, 65,2).
Como vemos, en la Edad Media, la vida del hombre
es vivida y
conocida primariamente en conexiones metafísicas, al contrario que en la actualidad. Empleando una
fórm_ula, puede
decirse que el
pen'
samiento

moderno es histórico; el medieval es metafísico. Hoy se
considera al hombre, como viviendo en el espacio y en el tiempo,
como de una determinada naci6n
y época; en la Edad Media se le
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GABRIEL ALFEREZ CALLEJON
ronsideraba como un eslabón de la cadena que es el Orden univer­
sal,

como una parte de la armonía universal, como una nota de
la
composición musical eterna que es el mundo, el cosmos.
2.-El desorden humano.
El hombre moderno considera a menudo una evolución histó­
rica, como una exigencia del momento y desoye la voz de la eter­
nidad para escuchar los supuestos imperativos de la hora. El
hom·
bre medieval tiene por norma las maravillosas palabras de la liturgia:
"Sicut erat in principio et aune et semper et in secula seculorum.
Amen". Clavaban su pensamiento en la Verdad,
y la Verdad no
cambia, es siempre igual. En la anterior sencilla frase litúrgica está
el enlace ron Jo eterno que el hombre de la Edad Media sentía y que
tanta falta nos está haciendo a los modernós.
Las doctrinas histórica, ética, política, etc., están fundadas como
eternas, como partes de una filosofía a la cual sus autores, tan hu­
mildes en sus personas, dieron
el nombre de filosofía perennis. Es
fácil comprender cómo encaja
la Erica en Una filosofía del Orden.
Si el mundo es una gran armonía, la ley del hombre habrá de ser
acorde con ella. Si el mundo está dispuesto según un plan divino,
tiene
el hombre que acomodarse a él. Así en la Summa de Santo
Tomás, al libro de Dios
y de la Creación y del Orden divino, sigue
el libro del movimiento del hombre· hacia Dios:
la Etica cristiana.
2.1. Pero
el hombre medieval no dejó de ver que él mismo era
una disonancia en la
armonía, y
.que el hombre parecía descampo·
ner el plan divino. En efecto: todas las cosas servían, "amaban" a
Dios con su mera existencia, cumpliendo fatalmente las leyes que le fueron impuestas por Dios en la Creación. Sólo el
hombre, creado
para

amar racionalmente a Dios
-"Ama a Dios, tu Señor, con toda
tu alma, con todo
tu corazón, ·con todas tus potencias, y al prójimo
como a ti mismo"
-podía apartarse de él. Y aquí aparece la es­
pantosa posibilidad del pecado. Piénsese en lo
terrible de

esta
po­
sibilidad. Toda la naturaleza viviendo en el Orden de Dios y sólo
el hombre en pecado; el hombre, la mancha de la naturaleza, que
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EL ORDEN UNIVERSAL EN LA CONCEPC/ON CRISTIANA
tiene que avergonzarse ante los árboles y las bestias. Y para castigar
tan horrible falta, las penas del infierno.
Difícil es, sin duda, resolver la cuestión de cómo será posible
el abismo del pecado entre en orden y la realidad en un mundo
creado
y regido por el Padre amoroso.
La causa de nuestra
inclinación al mal es
el pecado original,
y la
razón del pecado es la libertad humana. Pero, ¿por qué quiso Dios
dársela, limitando voluntariamente su omnipotencia
pqtencial? Quizá
no

haya más que una respuesta .
stÚiciente a

esta pregunta:
"Por­
que

servir libremente es muy otra cosa que glorificar necesariamen­
te a Dios en virtud de un orden preestablecido". Dios no quería el
amor del hombre como necesidad ordenada sino como libre entre­
ga;
y esto se comprenderá bien sabiendo que lo esencial en el amor
espiritual es la libertad del amante.
A esto se agrega que, creado el
hombre por Dios a su imagen y semejanza, tenía que reflejarse la
libertad
de Dios

en la libertad de
las criaturas. Pero la libertad hu­
mana no se agota en el pecado, sino que existe la posibilidad de
salir de él por el arrepentimiento. Pecado y Gracia son los dos tér­
minos en que la libertad se mueve; como resto de esperanza en el
malo, y como sentimiento de gracia en el bueno, tiene el hombre
siempre libertad de elegir
el buen ca.inino. Religiosamente sólo es
decisivo el

último momento
de la
vid.a, pero con la conciencia
de
la

libre responsabilidad
y de que los designios de Dios son indesci­
frables, hay que vivir cada momento.
"como si
fuese
el último".
2.2. Teniendo en cuenta esa mezcla de libertad
y gracia, esa
lucha entre el pecado
y el orden, es como se _ comprende el típico
nexo vital del hombre que posee la índole religiosa del cristiano me­
dieval, cuya misión es vencerse orientándose hacia la verdad, do­
minarse, ya que por
el pecado original estamos inclinados al mal.
Milicia, lucha consigo mismo
y con el desorden, vencimiento pro­
pio
y alabanza de Dios, es la concepción de la vida del hombre me­
dieval, cuya conducta, para
serle provechosa,
se ha de ajustar a
la
ley

natural, cuyo reflejo deben ser las
ley~s y normas de conviven­
cia. Gracias a este encadenamiento lógico entre las leyes
y costum­
bres, la
ley natural y la Ley eterna, que debe presidir el armonioso
orden universal, se ve libre
la Edad Media de ese elemento arbi-
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GABRJEL ALFEREZ CALLEJON
trario de los sistemas morales modernos, que parecen asentarse en
la nada. Así ha podido calificar acerradamente N elson a nuestra
ciencia jurídica, como "ciencia jurídica sin derecho". Pero aun cuan­
do el siglo
XIX niega el Derecho natural y la Ley eterna, la legislación
y la jurisprudencia tienen que basarse en ella. La Etica y la J uris­
prudencia no pueden vivir sin la Religión, como un brazo no pue­
de vivir separado del cuerpo a que' pertenece. La concepción cristiana de la Edad Media, al ser profundamen­
te sentida, se refleja en tocios los actos del hombre medieval.
A este
propósito viene a nuestra mente la aguda interrogación que hace
Unamuno en uno de sus escritos: "si un día se convenciese una persona de que no había Dios, ¿en qué se conocería en su vida?".
La concepción. cristiana de la vida, hondamente sentida por el hom­
bre, tiene que empapar de sentido religioso todos los actos que rea­
lice. Otra cosa es absurda. Sin embargo, hoy día, frecuentemente,
aunque el hombre reconozca ordinariamente que hay Dios, vive
también normalmente como si no existiese; no se traduce en su con­
ducta. Y esto mentalmente no tiene explicación lógica.
Así, en

la Edad Media, la explotación económica
era una
cosa
secundaria, como ha demostrado Oppenhaimer, por no ser espiri­
tual, y su desenvolvimiento estaba saturado de un sentido humano
y religioso. Las clases no son, en primer término, hechos sociales, sino hechos vitales y espirituales. La clase supone el deber de clase,
el honor de clase y la solidaridad entre todos. Hoy, al deshumani­
zarse la producción, hay superabundancia de pro la humanidad corre tras la dicha
económica

como a la caza de un fantasma · o de una sombra, que por
ese camino nunca podrá alcanzar.
La producción artística como
la científica y la filosófica, y en
una palabra, la vida del hombre medieval, está totalmente determi­
nada por una idea clara acerca del sentido de la vida. ¿No es
el tor­
mento característico del hombre moderno el no poder formarse idea
de este sentido de la vida, que propiamente ha desaparecido de su
inteligencia? La vida
ha perdido su sentido y por ello se convierte
muchas veces en una terrible carga, especialmente para las mejores
almas. El hombre actual, inteligente y consecuente, rara cosa, o cree
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EL ORDEN UNIVERSAL EN LA CONCEPCION CRJSTIANA
en Dios o se suicida, porque ve que todo lo que no sea El no tiene
permanencia. Ni
la amistad, ni el amor, la realidad se lo demuestra,
son consistentes en sí mismos,
y el hombre tiene ansiedad de ver­
dad, de eternidad.
Es característica de nuestro tiempo la angustia espiritual del hom­
bre que busca en la asociación estas cosas, y que sin un pensamien­
to religioso no puede encontrar, porque como dice Santo Tomás,
"sólo Dios puede llenar
el corazón del hombre", coincidiendo con
lo expresado por
San Agustín en el más conocido pasaje de sus
Confesiones.
3.~El hombre nuevo.
3.1. La vida de esta forma medieval, con un pensamiento reli­
gioso de la misma y desenvolviéndose conforme· a las normas mar­
cadas por Dios, tanto individual como socialmente, hacen que se sea
feliz.
El sacrificio produce gozo cuando se hace_ con gusto, y el es­
fuerzo es grato cuando se espera recompensa. Por otra parte, el pre­
mio supone una condición, un obstáculo a superar, un vencimiento.
No se puede premiar la inercia,
el no hacer nada. Un fuerte deseo,
una gran pasión pide una gran disciplina
y no puede existir sin ella.
los cuentos de hadas nos
lo muestran con su formidable enseñanza:
"Si llegas
al castillo sin volver la vista atrás, serás dueño de todos
sus tesoros; si no, te convertirás en piedra". La vida, supone lucha,
servicio, sacrificio, que hay que superar con optimismo sonriente; el pesimista está de antemano vencido.
3.2.
La tierra encierra en sí maravillas que nos pueden-hacer
felices. "Todo lo ordenado es bello", dice San Agustín. Para el hombre
centrado en la idea religiosa, todo es maravilloso. Las cosas, por el
sólo hecho de existir, son ya maravillosas. Que
el manzano produz­
ca
manzanas es

un hecho formidable que no nos produce extrañeza
por verlo repetido siempre; pero
la repetición no es razón para qui­
tarle a lo maravilloso su encanto.
'"Si tocas la corneta,_ el castillo
caerá" dicen los cuentos de hadas, y aunque
esto suceda muchas ve-
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GABRIEL ALFEREZ CALLEfON
ces, nos resulta siempre encantador. Y es que detrás de todo aque­
llo, hay un formidable poder que lo dirige todo. En el momento
en que cesara, todo sería desordenado
y el castillo no se derrumba­
ría
al toque de corneta. Lo maravilloso es el orden que denota exis­
tencia permanente; ficticiamente en los cuentos de hadas y realmen­
te en
el orden de la creación. Esta es la idea central de uno de los
capítulos de la "Ortodoxia" de G. K. Chesterton.
3.3. Y si las cosas materiales son maravillosas por su mera
existencia, mucho más extraordinario por su mero existir es el hom­
bre racional. Y supe.tjor a todo esto, el hombre viviendo, la actua­
ción libre y ordenada del hombre. Las acciones libres y ordenadas
del hombre son de un valor espiritual grandísimo.
Incluso las acciones desordenadas, que suponen la facultad de
apartarse del orden, son por este supuesto de libertad que implican,
de un

gran valor, aunque, claro está, negativo, o sea desvalor.
El valor extraordinario de las acciones humanas ordenadas, una
sola de ·las cuales bastaría para justificar la existencia dichosa de la
persona al meditar
la bondad divina que supone la creación del
hombre capaz de realizarlas, lo podemos ver en el arte, que con su
referencia al Valor o atributo divino de Belleza, incluso en cosas
materiales, puede llevar la tranquilidad al espírim más desasosegado,
y con mayor razón todos los actos justos
y bondadosos del hombre,
referencia a
la Justicia y a la Bondad divinas.
Para calmar las inquietudes
y las ansiedades del hombre actual
hay que centrar de nuevo el pensamiento al modo m.edieval, median­
te una concepción cristiana, total
y armónica del mundo y de la
vida.
Sólo así nos será la vida no sólo soportable, sino maravillosa
y feliz.
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