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El transnacionalismo hispánico, una doctrina para las Américas

EL TRANSNACIONALISMO IDSPANO, UNA DOCTRINA
PARA
LAS AMERICAS
POR
}OSÉ PEDRO GALVAO DE SoUZA.
Se ha caracterizado la nación como un proyecro, ideas que corres­
ponden

a
la maroha histórica de la comunidad nacional apuntando a
objetivos que no se deben
r,ducir apenas a!l desarrollo económico de
las mems recnocráticas. La· nación es el pasado, el presente, y el fu­
turo. Se asemeja a un árbol, que no pu savia
que le viene de las raíces. Esa savia, en el caso de las naciones,
es la tradición, elemento por excelencia caraaerizador de cada una de
ellas.
Pueblos sin tradición se vuelven árboles secos, higueras estériles.
La tradición nos da el elemento esencial de una nación por ser
ésta una comunidad de her legado de los antepasados. Transmitir o entrega, en la expresión lati­
na wadere. De donde rradición, una entrega constante. Tradición que
no es
conservación estática,
sino
más bien dinamismo del movimiento,
del
progreso, de la vida.
Tradición
que, por eso miStOO, viene del pasado y tiene !os ojos
vueltos
hacia el futuro. Y

que
en el

decir del gran historiadot chileno
Jaime Eyzaguitte, "no

es una nostalgia sino una
esperanza".
Nacionalismo asociativo.
La nación se compone de pequelias comunidades, que viven en
regiones
diferentes, costwnbtes, el folklote y a veces los dialect00. Las autonomías regio­
nales,
debidamente entendidas,

lejos de
oponerse a

una política nacio-
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/OSE PEDRO GALV AO DE SOUZA
nalista equilibrada, sirven para fortalecer la unidad nacional. En este
sentido
es saludable rerorda. aquellas polabras de Vázquez de

Mella,
en uno de sus memorables disc.ursos parlamentarios pronunciado ante
las Cortes Españolas. "La nación es un río formado por afluentes que
· son las regiones; no nació de una sola fuenre, está formado por esos
afluentes
que
aunque
pierdan sus aguas y tuer7.an su cauce en arenales,
pueden ·existir sin el irío; el río sin ellos, no. Luego es política insensata
la de seca, los afluentes, pensando que así se va a aumentar el agua
del río".
Entre el localismo del terrón natal y el ámbito más extenso abat­
cado
por

la nación
hay, pues, agrupamientos o rolectividades interme­
diarias

que se integran en la comunidad
nacional.
El nacionalismo tiene, pues, un matiz federalista, aplicándose aquí
el

principio
federativo no
como
expresión de una forma particular de
Estado,
. opuesto

al
Estado · unitairio, sino más bien romo modalidad
agregativa
de
sociedad que une para ronstruit ronjuntos de tnayot
amplitud.
Por otro lado, una nación se aproxima. naturalmente a otras nacio­
nes afines, existiendo entre ellas faz.os de comprensión, amistad y
cooperación dictada por ideales comunes, pudiendo deducir de allí
alianzas políticas
fundadas ,.., ramaes profundas provenienres de la
histotia
y de los orígenes étnicos y cmrurales. Tales alianzas se dan
también entte pueblos de nacionalidad muy diversa y sin el mismo
pasado hlstóriro, dictadas por intereses eron6micos o por imperativos
geopolíticos. Pero
cuando

ellas se
forman entre naciones hermanas,
vernos entonces que ,el nacionalismo se rompleta por una especie de
transnacionalismo, como ocurre con los pueblos que componen la ro­
munidad hispánica en el mundo

(o la anglosajona, la
germánica, la
eslava,

la
de los pueblos ánihes y otras, entendidas según los criterios
de

la
razón, de

la
historia y

del
derecho de las gentes).
Es precisamenre con miras a las naciones hispánicas de América
que

cumple
localizar aquí la

problemática
del nacionalismo.
Por
naciones

hispánicas
deben set entendidas todas las de progenie
lusa

o espafiola. Se
destacan ellas en· el cuerpo de la latinidad por
la
colonización que

recibieron
--en e!! sentido de una acción civiliza­
dora superior (de colere: cuiltivar) y no de un colonialismo que nun-
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Fundaci\363n Speiro

EL TR,ANSNACIONALISMO HISPANO
ca existió-y por los trazOS peculia,res de ,Jos cuales resulta esa raza
c6smica, de que nos habla el pensador mexicano José Vasconcelos,
la síntesis 'tlimente en el decir del maestro peruano Víctor Andrés
Belaúnde.
Cumple recordar que las naciones como los individuos tienen una
vocación en el plan de la Providencia. Cada una de ellas ha de dar
proseguimiento a su misión histórica. Dieho esto podemos percibir el
sentido
de nación en
cuanto comunidad

de 'herederos en
la realiza­
ción de un proyecto (el presen,e, el pasado y el futuro). Herederos
que reciben y transmiten un pattrimonio común con miras a hacer
efectivo los objetivos nacionales.
El trananacionalim,o hispánico.
Es frente a la rultura moderna, de orígenes protestantes y racio­
nalistas que se delinea netamenre en la época de los Descubrimientos,
la
misión

histórica de
Portugal y

de
España. En casi OOho siglos de
Reconquista,
en la lucha amtta el Oriente, los pueblos de la penín­
sula ibérica se fueron constituyendo en baluartes de la Cristiandad.
En el mismo año en que el último ~edUICtO moro en España es arome­
tido por Fernando e Isabel, Colón llega por primera vez a América.
Cuando
1" Cristiandad se fragmenta en Europa, dividida espiritua:l y
políticamente
como consearencia del protestantismo, ella ve abrirse
ante

sí nuevos y amplísimos
hori2loo.res, ,pues "la conversión de los gen­
tiles a la Fe
Católica" es el fin principal de la empresa marítima y
rolonizadora de portugueses y españoles, según los tétminos del Re­
gimiento dado por D. Juan III al primer Gobernador General del
Brasil y
romo se deriva de las admirables Leyes de Indias de la reina
de Gastilla. O sea, en la eii:presión de los "Lusiadas", la "dilatación"
de
la Fe y1 del Imperio.
Nacidas

bajo
el signo de la Cruz, y continuando en el Nuevo Mun­
do aquella
unidad católica mantenida. ioc6Ju.me en España y en Por­
tugal,
mientras se perdía más allá de los Pirineos, las naciones hispa­
noamericanas tuvieron toda su trayectoria hist6rioa marcada por los
ideales de la Cristiandad, hasta que vinieron a sufrir los efectos dis-
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gregantes de las influencias idrológicas revolucionarias y de las ms­
tumbres europeas
o yanquis, a partir del siglo XVIII, pero principal­
mente después de haberse constituido en Estados independientes. Esto
sin bi>blwr todavía de los imperialismos políticos y económicos, a los
cuales se
suman hoy las actividades de las empresas multinacionales.
A!l Brasil y a las naciones de ascendencia española en América
importa estar alerta para fa preservación de su patrimonio de cultura.
Si el nacionalismo implica, por parte de sus gobiernos, la defensa de
las fuentes de riqueza nacional, requiere también urgentemente un
esfuer:zo intrépido para que los valores éticos de la cnmunidad no se
vengan
a
perder o disminuir ante aquella

invasión de ideas
y costum­
bres
desnacionalizantes, sirviéndose de todos los medios de penetra·
ción: el libro, la revista, el periódico, la radio, la televisión, el cine,
el teatro, la escuela, la universidad... se trata sobre todo de preser­
var la
familia, célula social, en su fe, en sus sentimientos, en sus cos­
tumbres tradicionales para mantener la gran familia histórica que es
la nación.
Obra ingente

que
solo puede ser llevada a cabo a partir del mo­
mento en que la vinculación de todos nuestros pueblos vecinos y her­
manos entre sí sea más fuerte y que sus gobiernos estén capacitados
para servir a las respectivas naciones procurando siempre mantener in­
tangibles los iddles que constituyen la razón de ser de ,1as nacinali­
dades
integrantes del mundo hispániro.
Cuando el Occidente se desune y cede oobttdemente a!l poder co­
munista en la expansión del marxismo por todo el mundo, esa obra
de
defensa y preservación en el plano del ttansnaciona:lismo hispánico
representa la última espera112a de que la propia civilización occiden­
tal no

llegue
a perecer. lls preciso restitnir a esa civilización los va­
lores que ella comprometió desde la
época del
Renacimiento, y está
ahora perdiendo por completo
valores que España, Portugal

y
las na­
ciones de
su estirpe hasta hoy, a pesar de los pesares, ronsiguieron me­
jor
resguardar.
La esperanza en nuestros pueblos [a deposita hasta el gran his­
toriador Toynbee, que, siendo inglés y proresranre, ron mucha pro­
bidad declaró, frente a un auditorio de los Estados Unidos, los siguien­
te: "Los españoles
y porrngueses, cristianos y católicos, llevaran a a,bo
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EL TRANSNACIONALISMO HISPANO
un sentido colonizador peculiar: no sólo comieron su pan ron los in­
dígenas que
civilizaron, sino
que también
se casaron con ellos. Si el
género
humano llega

un
día a

reunirse en una
sola familia, será gra­
cias a ellos y no a nosotros".
De dos maneras OIJbe al nacionalismo de nuestros pueblos en las
Américas, complemdo por esa visión del transnacionalismo hispánico,
inspirar

la
actuaeión de los gobiernos y de las clases intelecruales y di­
rigentes. Primero, suscitando una
aaitud defensiva frente al enemigo, em­
peñado en
destruí< a

la Cristiandad, aún
viva y vigorosa entre nos­
otros;

enemigo que tiene una cabeza de puente en
Cuba, estuvo
a
punto de
dominar el

Brasil
y Chile, y actóa sagazmente, infiltrado
por rodas potttes, sobre todo en las universidades y en los medios de
comunicación de masas.
Defensa mediante
la
cual se tratará de pre­
servar 'la comunidad hispánica en las Américas, no permitiendo que
venga a
sudnr el mismo destino de fJ.a comunidad lusíada destruida en,
Mrica.
Pero,

además de eso, importa
mucho la afirmación de los valores
de

la
civilización cristiana, consubstanciales a

nuestros pueblos
y de
los cuales ellos fueron siempre los abandemdos, valores hoy esfuma­
dos

en
la conciencia del Occidente. Y es preciso también que se mues-'
tre la capacidad de instirucionalizar políticamente la comunidad na­
cional,
dentto
de
las características peculiaires a cada una.
Esto sólo
podrá ser obra de una imaginación creadora inspirada
en nuestro estilo de vida y no en fótmulas extranjeras, extmñas a nues­
tra manera de ser, copiadas servilmente, como ha ocurrido hasta hoy
en las marchas y contramarchas de nuestros inadecuados regímenes
consriruciona1es. Sólo así llegaremos a reconciliar el Estado con la
Nación poniendo fin a ese antagoni91IlO entre el "país legal" y el
"país reai", producido por las clases políticas relegadas y hoy resultan­
tes de los planeamientos
tecnocráticos.
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