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Respuesta a la esperanza de los hombres en materia de trabajo

RESPUESTA A LA ESPERANZA DE LOS HOMBRFS
EN MATERIA DE TRABAJO
POR
JEHAN DE SAINT CHAMAS.
Los problemas del · trabajo, las· mayores esperanzas de los hombres
en
materia de

trabajo,
"parecen como. un contrapunto de la cuestión
de
la salvación. Muchos socialisras lo :han presentido, ya que sus
proyectos presenran fácilmenre esos problemas del rr..bajo bajo

un
áspect<) mesiánico. En sus mov;mienros sólo se habla de liberación
del

hombre, salvación de
la humanidad; futuro mejor, sociedad nue­
va, dfas venideros felices y del advenimiento del hombre nuevo.
Pero
la

estrecha relación que
exisre entre el trabajo y

la salvación
es
precisamente la razón por la que el socialismo nunca ha podido
dar respuesta al trabajo y nunca podrá responder a la esperan,.a de
los hombres en materia de trabajo a pesar de sus promesas.
Pues lo que
promete el

socialismo son los beneficios de la
re­
religión sin la religión, los ~rucos de la civifu:ación cristiana. sin la
civilización cristiana, el remedio para el dolor de los hombres sin
los
medi°" del r~io.
La historia del trabajo de 106 hombres nos da mudlas lecciones.
La primera es· CJ.ue, desde el comienm, s61o. ;la dv'ilización cristia­
na ha 5"bido dar respuesta a las preguntas formuladas por el trabajo;
y
que ha sido y .ligue siendo la única inspiradora d~ los progresos
sociales,

de la
mejora del trabajo, de la· promoción
y de la
paz social.
La segunda es que cualquier otra inspiración, cualquier orro cami­
no y, sobre todo, el camino socialista, · se ha n106trru:lo incapaz de
consegui,r
algo. Mll v,eces se hicieron promesas, se ela!,oca,ron pro­
yectos para promm>er ·progreS06 parecidos a los del cristianismo. «Mil
veces

fue evidente el plagio, mil
veces el fracaso manifiesto».
La· tercera es que . los medi06, que permiten promover cotidil!Jla-
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JEHAN DE SAINT CHAMAS
mente los prog¡:esos reales en la vida del t:rabajo, no son de orden
económico sino político. Son los que harán triunfar nuestra acción
para ahuyentar el mito socialista.
A nuestro
amigo Luis Mauger le gusta recordar que la historia
del

trabajo
empieza en el pairaíso terrenal. Veis que estamos a tono;
esta verdad se
aferra al corazón de los hombres; por eso las propa­
gandas hablan de los
poraísos socialistas.
Es un drama clásico en cinco actos.
Prime, acto: «Días · coloca a Adán en el pr,raíso pára que lo ctd­
UVe».
La ley del trabajo es la del hombre mucho antes de que, converti­
do
en
pecador, oienta dolor por ello.
«Pues, liabajtmdo, perfecdona en sf mismo la imagen de Dias»,
señala Pío XII. Pues el mismo Dios trabaja incesantemente, escribió
San
Vicente de
Paul. Trabaja
desde toda la eternidad en su interior;
no cesa
de trabajar por la. conservación de este gran universo. Ade­
más, Dios trabaja con cada criatura particularmente. Trabaja con el
artesano en

su taller, con
la mujer en su hogar ...
Por
su
trabajo el hombre se hace, en cierto modo; sus facultades
encuentran su ejercicio y desarrollo. Su memoria se enriquece de ex­
periencias, su inteligencia de conocimientos y juicios; su voluntad
descubre y crea objetos dignos de su amor y admitación.
Incluso antes de aparecer como el medio necesario para cubrir
las necesidades materiales,

el
trabajo se
concibe
como una
dignidad,
un honor, un progreso &l ser, un enriquecimiento.
Segundo ac&o: «Ganarás el pan con el .rudo, de tu frente».
He aquí, enlazado, el drama de la condición humana, el del tra­
bajo, al drama de
la salvación.
El
dolor de los hombres y' la escasez de las cosas preceden al
hohor
del
trabajo y

el desarrollo de los
talento.: ·
Cierta filóoofía
del trabajo va.

a
domina,r casi
todo el mundo an­
tiguo
y se perpetúa en el tercer múndo.
Es una filosofía pesimista.
El trabajo es considerado como una esclavitud, es el fruto de

la
dominación del hombre
por la naturaleza hostil. Pot eso, se deja
para los seres inferiores, las bestias de carga, los esclavos, las mu-
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ESPERANZA DE LOS HOMBRES EN MATERIA DE TRABAJO
jeres, los idiotas, los parias, pues es la obra de la condición servil.
El hombre
llbre, él, el ciudadano, el que lleva la rog¡i, e'l. que diserta
sobre

el ágora o
permanece sentado

en las puertas de
la ciudad,
el
hombre libre,

no trabaja.
Sin duda, algunos sabios
intenou:on rehabiliou: el trabajo. He­
síodo

escribió
«Los trabajos y los días» y Virgilio «Las Geórgicas».
Pero
Vulcano,

el dios de los
trabajadotes, repulsivo y

rojo, no tiene
derecho a permanecer en el Olimpo.
Plutón relega a los trabajadores al último
ta(lgó de su República,
¡ ya entottces socialista!
Si Roma honra durante algún tiempo las virtudes laboriosas del
soldado
trabajador, pronto el ideal
del hombre su,perior se ronvierte
en el tiempo libre
llamado ocio. «De/IS nobis haec otia jecit» rontra
Virgilio.

El destino nos procura
el tiempo llbre para pensar; mien­
tras que el trabajo, el romercio, neo otiu,p,, es la obra de los que no
«estén ahí P"'ª pensar». ¡Los principios del taylorismo ya están ahí!
La primera consecuencia es un debilíslmo dinamismo económiro,
puesto

que
fos mejores,
los más
dotados, desdeñaban la explotación
de fos rocursos naturales, no

por un
sentido de reparto de
los deberes
y las funciones ,sociales, sino por desprecio a los trabajadores.
La segunda consecuencia: en un universo de escasez, las· victo­
rias

de los
fuertes son las de la rapiña, la rnzia, la ronfiscación, la
nacionalización, cuyos residuos se ·reservarán, si_ es necesario, bajo
la forma de distribuciones gratuitas, al proletariado murmurante.
La tercera consecuencia es la división social en clases, con un
desprecio básico a la clase trabajador", destinada en ronstrucción po­
lítica a instalarse en las puertas de la ciudad.
«Todos los ,;rtes~s -escribió Cicerón-#enen "" ,,¡;cio des­
preoiable, puesto qúe ,w puede haber nad,¡ Tercer acto: Fue entonces cuando el llamado Hijo del Carpintero,
quiso vivir treinta años en un taller de Nazaret.
En su escala de valores, la dignidad del·trabajo y el desarrollo de
los talentos se anteponen
1tl dolor. del. trabajo y la escasez de las rosas.
Las
consecuencias

de este sentido cristiano
del · traba.jo son

con­
siderables ... Desaparecen
las castas.

Y no
hay diferencia
de
dignidad entre
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JBHAN DE SAINT CHAMAS
los que se ven· obligados a trabajar por necesidad y los otros. Al
contrario,. el trabajo se convierte en el origen de las promociones
más normales,
las menos equívocas.
«En era época --escribe Péguy-un talle, era un lugar de ta
tierra donde los hom!Hes eran felices. Se c m gran d4gmdad, ta mejor de todt,s tas digniitades, ta más oristiana
quizás. Ese amor
.aJ traba¡d biirt hecho, no por el salario, ni por el
patr6n, ni para que se sl#Jliera, sino por el deseo mismo de que es­
tilViese bien
hecho .... Si no fuera así, se ha!Hia .mpt,esto que no
rendúm trmto
como podían. Sería como sl#Jloner de un soltútd,o que
nO consegfiWia La victoria ... ".
En segundo lugar, si la templanza inspira la moderación en los
apetitos personales, y puede llegar · hasta la pobreza voluntaria, la
caridad,
quiere que

se procure
· el rnayor bien posible al prójimo, a
los que dependen de ilosotr<>S, al huésped, al amigo y a1 pobre. La
civilización ctisñána eilCOntró ahí una formidable reserva de ilna­
ginación, iniciativa, creación y progreso material y social, porque
ha promovido . el trabajo desinteresado realizado • en beneficio del
prójimo . . .
Que· 'se. piense · eil · el extraordinario capital·· de ordenación
del territotlo, de
mejora de los medios y condiciones de trabajo, de
edificios
religiosos o sociales· acnmulados a través. de los siglos, y no
por una
acumulación de in""'ese< individuales, sino por

el
afán del
interés común (P.
Romagnan).
En

ninguna
parre, éxcepto en los países · cristianos, eilcontraréis
un capital, -unas inversiones, unas reservas parecidas. , Basta ver 1o
que ocutte en -los palses que no han renido un largo pasado de cris­
tianismo.
Hemos ihablado de capital acnmulado. El decir, del que la civili­
zación cristiana iluminó
COil el verdadero sentido de la propiedad.
La ·propiedad· es · la cualidad ·· de lo que · cada uno posee como
propio. ¿Y qué es lo que cada
urio de nOSOtrOS posee como propio?
Son. nuestras disposiciones físicas, nuestro carácter, · nuestra me­
moria o nuestro buen· sentido, nuestra Patria, familia, educación,. idio­
ma,
cultura,
hábitos, competencias,

nombre
y dignidad; nuestra au­
toridad
y nuestro ·cargo.
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ESPERANZA DE LOS HOMBRES EN MATERJA DE TRABA/O
. Esro es lo que nos es propio, nuestra propiedad, nuestrOS ta­
lentos.
Y se comprende rápidamente, que estos bienes constituyen nues­
tra personalidad misma. Son lo propio de las pet50nas, y cada per­
sona es responsable. Esta es una realidad mayor; la Antigüedad sólo
la había entrevisto. Fuera del 0-istianismo, la responsabilidad del
· grupo o

el
captid,o de
los dioses
borran los conromoo de las per­
sonas.
Sólo hay salvación colectiva. El Cristianismo revela a

los hom­
bres
la vocación personal de cada uno, lo que tiene de único, la so­
ciedad cristiana se convierte en una sociedad de personas, y de per­
sonas responsables. La salvación no está en función del destino, de la
sociedad, de la seguridad
social, o

del
partido. «S6/o _,,,tras obras
nos acompañarán
·a1, otro mundo»: nuestras obras, es decir, la urilidad
que hayamos dado a
nuestrOS talentos, que se

pierden por mal
uso.
¿Qué

ocurre
si descuido mi oficio; si roy infiel a la educación que
he
recibido, o

si traiciono las habilidades que he adquirido?
El cas­
tigo es ineludible, ninguna ley · podrá hacer nada.
Por el contrario, esos mismos bienes se · multiplican y acrecientan
comunicándose, como gusta recordat Gusrave Thibon.
Se multiplican de forma que
desconciertan a
los
economistas, los
estadístas, pero de la que tenemos una experiencia viva a través de
todas nuestras
relaciones humanas:

cada uno recibe mucho
más de
lo que da.
Los esposos lo saben en el interior de su· matrimonio.
Los padres saben lo que reciben de sus hijos, los que cuidan a los
enfermos
saben lo que
reciben de
los pacientes;
moohós patronos
saben

lo que reciben de
sus obreros. Los amigos lo saben en el fondo
de sus
relaciones. No

podernos dat a los
OtrOS lo que no tenemos,
explicar lo que no
sabernos, tti tampoco recibir de los otros los teso­
ros que ni siquiera tienen en mente querer entregarnos.
«Toda la miseria humana está hecha de avaticia», escribe Isabel
Rhriere. La miseria de los cuerpos, del rechazo de entregar sus bienes.
La miseria de las almas. de la negación a dar su tiempo y su cora­
zón ...
Todas las esperanzas son un hatnbre no satisfeclla.
Desde

el
pequeiío que
llora porque su
madre está
en la oficina
cuando él
vuelve de clase, hasta el anciano abnelo a:l que sus nietos
nunca
van

a ver.
Desde el trabajador emigrante cuyo jefe nunca habló
Fundaci\363n Speiro

/BHAN DE SAINT CHAMAS
con él, bosta el obrero en cadena que no ha sabido decir al suyo que
su hijo está
enfermo. Desde

los
desarraigados que
no se «sienten en
su casa» ni en la oficin?,,. ni en su,s casas, ni en los sitidicatos forma­
dos por ellos. Hasta el obrero que jamás pudo enseñad: a su hijo su
máquina y su taller ... Todos iban sufrido la falta de comunicación.
Cada
uno tenía necesidad, para vivir,

de lo que el otto había
reser­
vado para sí, de su tiempo, de su saber, de su atención, de sus ta-·
lentos que se echat0n a perder por no usa,rlos.
Aunque

sean
totalme_nte personales y privados, nuestros talentos
heredados
o adquitidos tienen un valot
social, comunicativo. Ente­
rrados,

son
nuestra condena. Son

nuestros
deberes.
En cuanto a

los bienes
materiales que

poseernos son los soportes,
las
condiciones para ejercitat esos talentos. Eso ni siquiera se discure:
esos
bienes

significan deberes. Me hacen deudot. El sentido cristiano
de
la pmpiedad viene indicado incluso en la ttadióón de los conm­
bles,
que escriben que

lo que se
tiene, se

debe.
Ni sic¡uiera se habla de
derechQ: el derechQ es el nombre de

un
bien que se sabe
amenazado y

que se
tOdea celosamente de barreras
y
deEensas.
Todo el edificio político y social se ha construido sobre acumu­
laciones

de deberes. Deberes
del príncipe de asegura,: la justicia y
la
paz. Deber . del pattono de asegurat la asistencia y la seguridad,
la
casa y la comida, la dore y el bautismo ... Todos los que poseen,
deben;

eso es todo.
La civilización cristiana es el régimen de la co­
munii;,,ci6n de bienes.
La civilización cristiana da a los jeEes sociales tal sentido de su
responsabilidad y de
· sus oliligaciones de
justicia, que todos encuen­
ttan en •ella el mejor remedio a la difícil aventuta de la vida, ya que
las
diferencias entte los hombres son,

ante todo,
¡erarquú,s de deberes.
Las jeratquías son instituidas pata comunicar los medios, la sabidu­
ría,
los poderes, los valores nuevos; un pattón, un jefe, es aquel con
el cual
se puede

hacer
ki que

no
se haría sin el. Las distintas comu­
nidades
comunican
naruralmente los teSOtOs del

pasado y los
p,x,­
sentimiem:os del futuro: y cada persona echa ralees en las comuni­
dades ,en
las que toma partido de formá natural y donde recibe la
Cási totalidad de su

vida
mota!, intelectual; espiritnal ...
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ESPERANZA DE LOS HOMBRES EN MATERIA DE TRABA/O
Todo el mundo reconoce que fue el cristianismo quien abolió la
esclavitud. Pero no lo
hizo al estilo de los tecnócratas o de los ja­
cobinos, por medios jurídicos, por una ley, o por una declaración de
deredhos. Fue suscitando nuevas

comunidades donde
cada uno pueda
alimentarse, desapareciendo así, la esclavitud por sí sola.
La parábola de los talentos describe las relaciones económicas y
contables accesibles al mundo pagano de la época. Tiene por objeto
entrever
aigo de

la in.sondable
sabiduría divina

distribuyendo
sus
gtacias. Peto sirvió también como reveladora de las realidades que
todo hombte de buena voluntl!d puede constatar; la diguidad del
trabajo, la

persona humana con
sus propiedades, sus talentos, sus de­
beres,
sus

jerarquías de
deberes. Abrió

el camino a las
sociedades de
personas y a la civilización de comunicación de bienes.
El principio, respecto al uso de las cosas, es la sobriedad en sí
misma, 1a economía, ·que es una virtud y no se convierte en una téé:~
nica. Pero nada es suficientemente bueno para el prójimo, para aquel
hacia quien tenemos algún deber social. Nada es demasiado bueno
para los
pobres y

los débiles.
En política, el
principio es

el mismo.
Lo que se tiene, se debe a
las comunidades a
las que se pertenece. Todo privilegio engendra un
deber igual en tamaño e importancia; toda superioridad se traduce
por un servicio del bien público.
Y estas dos ca,as de un mismo pensamiento son inseparables. No
es posible considerarse consagrado al bien público si se vuelven hacia
sus
conveniencias los

bienes que se poseen.
Es imposible ejerrer in"
fluencia sobre
los

otros
si uno mismo no· se somete a una disciplina
estricta.
Estas son las realidades que ha revelado el cristianismo. Que más
tarde serán analizadas y publicadas en
las encíclicas, pero que fueron
reconocidas y vividas mucho antes .. No soh rea[idades po,:que los pa­
pas

las hayan promulgado, sino
qúe por

ser
rea,lidades naturnles loo
papas

las
han promulgado. No implican deberes por el hecho de que
la Iglesia haya propuesto la doctrina, sino que no se pueden descui­
dar,
por ser deberes, sin perjuicio de que la Iglesia proponga la doc­
trina.
No se trata de un sistema, de una ideología, de un proyectó po-
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/EJIAN DE SAINT CHAMAS
lítico, de una tooda social En eso, como en todo, la religión rio es ni
un mero conjunro de dogmas, ni una fi!O!!Offa, ni una ceologla, ni
una doctrina social Es el _conjunto de las realidades oreadas y no
creadas. Tiene

dogmas
para aclarar, una filosofía para comprender,
una doctrina para explicar. La Creación es, incluso, anterior a todo eso.
Esto no quiere decir que se haya establecido el paraíso sobre la
tierra, ni el realismo católico jamás lo ha propuesro, pues no ignora
que en todas las
épocas ha habido rermenros de anarquía, de dis­
cordia,
de egoísmo,

de desorden.
Pero también sabe que en ciertas condiciones esos fermentos no
pueden
triunfar duradernmente, y que otras condiciones políticas o
socialles resultan

incapaces
para impedir subversiones de consecuen­
cias incalcufables,
Dijo Carloo Marx que

siempre
ha habido
opresores
y oprimidos,
ricos
y pobres, y que la lucha entre ellos explica la historia.
Estamos

de
acuerdo acerca
de
la afirmación, que Jesucristo había
constatado antes

de Carlos
Marx: «Siempre habrá pobres. enwe vos­
otros».
Pero acerca de la explicación de la hisroria no podemos estar de
acoerdo: es contmria a

los hechos
más evidentes, que las desigual­
dades
económicas hayan

estado siempre
determinadas por
el curso
de la
historia.
Ha habido épocas en que la opresión de los pobres no estaba en
la ley. Incluso estaba fuertemente reprobada por la ley. Bossuet no
solamente podía predicar ante

los ricos y
poderosos sobre «la emi­
nente ,ügnidd de los pobres», sino que todo un sistema de leyes y
costumbres, de instituciones pdlíticas y sociales, tendían a la pro­
tección de

la
viuda y el húéclano. m principal objeto de 1a ley eta
defender a los pequeños (1) contra la violencia de los fue~ y ese
eta también el. principal objeto de la acción política.
Una época donde toda propiedad material se ajustaba a unos de­
beres correspondientes,

donde
,;J. maestro de un taller tenía múltiples
deberes, no
séilo hacia sus clientes, sino también·

hacia
sus · rompa-
( 1) Louis B1~: Proteger a los t!éhi/eJ fue una de las preocupa­
ciones más Caras al legislador cristiáno.
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ESPERANZA DE LOS HOMBRES EN MATERIA DE TR:AJ3AJO
ñeros, :rus colegas, su corpo¡:ación y su parroquia, donde _el asala¡-iado
enconrraba
siempre

un
recurso.
Y, después, ha habido una época, que dura rodavía. en sus prin­
cipios,
en que la ley se convirtió en la expresión de la vobmtad, de
los más fuertes, insrrumenro de defensa de 1os ricos, escudo de los
poderosos contra los débiles, en que la legalidad reside en la defensa
de las venrajas adquiridas, en que 1a única promoción social está
en la riqueza, donde lo único absoluto es la propiedad de los bienes
materiales, donde
la única jerarquía es la de la hoja de impuestos,
donde el único

honor social es no deber nada a
nadie. Esta corres­
ponde al acto cuarto._
Ctlárto acto: No se ha señalado suficientemenre que el adveni­
miento
político

de
-los mitos de la Reforl11'1, a la -re,:. que _ destruía
las jerarquías de deberes e imperaba exclusivamente el re_ino del pro­
vecho, tuvo como consecuencia la trastrocación de la filosofía del
trabajo.
La querella de la fe y de las obras ha restaurado la füósofía pa­
gana del trabajo, que es la clave de este cuarto acto.
Si las obras no tienen ninguna relación con la salvación, el tra­
bajo, que es del dominio de los otros, no tiene v"1or eterno.
Só!o aparece
el dolor inherenre a! trabajo. Se acaba por hacer
creer .,¡ pueblo que el trabajo es el castigo del pecado.
De ahí resulra el desprecio filosófico del trabajo de los tra1baja­
dores manuales, la «canalla» de Vdlta.ire. El trabajo se convierte en
algo maldito y los trabajadores en los maildiros de la tierra.
La antigua esclavitud mejoraba bajo las formas nuevas: no se
venden los esclavos,
pero se vende el trabajo como una mercancía.
«E.r-o -dice Péguy-se debe a que la burguesía se ha puesto a tratar
al trabndo del hombre como val<>r de bolsa y a que el trabndad<>r se
ha
puesto, también él, a tratar como un valor de bolsa su propio
trabndo».
El trabajo ya no es más que una servidumbre de la que hay que
liberarse
[o antes posible: «S6/o e:d.rte libertad con tiempo libre»,
dice Marx.
De ahí provienen las divisiones sociales entre fos que trabajan y
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/ERAN DE SAINT CHAMAS
·los que se aprovechan, y en una misma empresa, entre los que pien­
san y los que no están allí pata pensat.
Taylor y Ma,$ de una misma
filosofía pesimista e inhumana del trabajo.
En cuanto a la propiedad, sólo se reconoce sobre las riquezas
materiales. Es un derecho que ya no implica deberes. Mira comple­
tamente hacia su poseedor.
«H 4,,s
CQS,U lo que domma nuestr" naoron, antaño tan brilltmle. A ,,,,
pueblo apariadc desde hace trescientr;s ,mr;s de la oreencú, y de la
moral de la Iglesia
le hemos dado deseo de lujo cómodo, esa btÍs­
queda del confo,t y del bienesttW, d,gamos la palabra, puesto que la
hemos tomad,:,
de la cosa, ese confo,t que enet'Va lr,s caracteres, que
devora
la, fuerz,u del alma y empequeñece la. inteligencias... Y
mlemras con nuestros Padres el esplendor y el f,uto no era apenas
más que
para los ojos del vi,ii,,,.te y del extraño, o para/,, stltisfac­
ci6n del huésped o del amJgo, h lujo convergen hacú, nuestro propio idr;lo, hacia nuestro dwtino m­
timo 'Y p ... ,Mk!l.»
Quinto acto: En ese contexto nace el socú,!ismo. Puede decirse
que
un
socialista ( un !l{)Cialista que no haya frecuentado demasiado
la praxis dialwi<;a de Marx, un socialista a lo Proudhon, a lo J •u­
res
quizás). es. un descendiente de cristianos que ha visto desaparecer
la civilización cristiana, que aprueba las ideas que han destruido
esta civilización, pero que i,u~da ~n el corazón el recuerdo de sus
benefactores y querría reconqul.tru;los.
Guarda fa nostalgia de un trabajo que no sería una mercancía.
Do un trabajo que asentaría su dignidad. De un trabajo que sería
fuente
de
promoción, de
libertades, de
poderes, de
iniciativas, de
participación,

y que formaría
la personalidad. De un trabajo que
mariifestaría más su utilidad social.
Como recuerdo de :los tiempos cristial?,OS, también en~ los so­
cialistas
se -manifiesta el deseo de no volverse a sentir «solos entre
la multitud», de vcilver a aciuar contra la desjerarquización soci1'1,
contra el desarraigo operado por la revolución individualista, de re­
constituir las solidaridades y los grupos sociales en los que los hom-
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ESPERANZA DE LOS HOMBRES EN MATERIA DE TRABAJO
bres ya no se abandonarían a sí · mismas, síno protegidos por todo
un conjunto
de instituciones. Cuando el jefe industrial ignora al asa­
lariado que empl~ desde el lDOlll"'1to en que abandona 'la fábrica, el
socialista

siente
nostalgia del

señor o del patrón que
se ocuparían de
las funciones visibles de protección, asistencia y previsión.
El socialismo sueíill con todo eso que son los frutos de la civili­
zación· cristiana.
Pero pone una condición, y esa condición le condena perpetua­
mente

a ver rodar
sus sueños

como
Sísifo veía rodar su roca, a ver
petpetuarnente rotos a los que intentan llevar el sueño demasiado
lejos.
Esa condición, Proudhon 'la expresa así: «Hay que supr;,m), todo
lo que queda de divino en el gobierno de la soded,,d. y volver a c01M­
truú- el edificio sobre la idea humana de contrato».
Lo que queda de divino, es simplemente ese ronjunto de realida­
des
sociales, univetsales,

que
son religiosas porque están por encima
del poder de los hombres, porque
escapan a su voluntad y convic­
ciones,

como las realidades
físicas y biológicas.
Y
el socialism9 está en un callejón sin salid.. porque quiete los
frutos
y rechaza el á,cbol quiete los efectos y rechaza ,la causa. Quiere
los beueficios humanos

de
la civi'lización cristiana, pero rec:haza lo
que
ha hecho la civilización cristiana.
Destaquemos de
paso ahí un precioso argumento, un · homenaje
rendido
al catolicismo por todos
,los socialismos, que sólo puede ha­
cerse eseu<:har prometiendo a los hombres los bienes que ni siquieta
imaginarían

si
el Cristianismo
no los hubiese revelado.
Antes del Cristianismo nadie habría imaginado
jrunás el

propó­
sito de
enriquecet el trabajo y de mejorar sus rondíciones. Nadie
habría hablado

de
asistencia, de

seguridad
y promoción. ¿Cómo puede
espetar
un

socialista·
1as considetaciones de su jefe de servicio? Esa
palabra suena mal para el oído pagano. Un jefe se sirve de los otros.
Pero el Cristianismo ha pasado por
ahí : «Cuando presidáis, coside­
raos
romo los servidores

... Vuestros talentos os son dados para
el
bien de los otros • . . Entonces se habla de servicios, y se es exigente
respecto a
un jefe de setvicio. Pet0 hoy se ha suprimido todo lo
que obliga a ese jefe a servir.
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/BHAN .DE· SAINT CH4MAS
Bsa inconsecuencia del giro mental socialista se escucha en todo,s
sus propo6iciones.
En

el plano material, pide el bienestar para todos,
pero rechaza
la iniciativa y la responsabilidad y todo lo que puede desarrollar los
medios

de bienestar. Entonces
el gran medio es el racionamiento. El
informe
Mansholt es característico . de esta actitud. Se raciona. Se
racionan los nacimientos, o se racionan las horas de trabajo, - o bien
se raciona la producción, o bien se raciona "la c:onswnición. A eso se
llama_ raciona:liza..r, pero se lifl#ta a r_acionar.
En el plano moral, se querría la justicia,. la buena gestión y la mo­
ralidad en todo. Pero s:e quiere una moral económica, una moral so·
cial sin razón moral. Entonµ,s se inventan los controles, las jurisdic­
ciones
y los supercontroles. Es la m.agistratura económica y el control.
obrero.
Pero,

¿quién
juzga a

los jueces
y controla a los controladores?
El
socialismo profesa

un
optimismo teórico sobre

la naturaleza
humana. Espera todo de la virtud de los
hombres y practica la des­
confianza,
la centralización, el control.
En
el plano social, . se querría la igualdad de oportunidades,· pero
a las jerarquías se les
descartan deberes· que habrían servido como
las mejores escalas para la promoción de los humildes.
La sabiduría cristiana sabe que el bien social no puede ser aten­
dido sólo por la virtud, que el
deber necesita
casi siempre el incen­
tivo del
interés, que

la
resporu¡abilidad es la mejor escuela, y el con­
trol más seguro. Su
fórmuia es: más cerca/cada vez más terca de las realidades de
las
cooas y de los hombres. Aproximar siempre los lugares donde loo
hombres

hablan
y donde se oye incluso «gritar a las piedras».
La fórmula del socialismo es «más lejos, siempre más te¡os».
Que el poder esté siempre más lejos de los resultados para no asumir
la
responsabilidad, pará no escuchar la voz ·de las cosas.
·· Se ha dicho que el socialismo tiende totalmente a Ja· abolición de
la propiedad, pues le
quedan los

suficientes recuerdos
cristianoo para
saber que la propiedad es, eri primer 'lugar, y ante todo, esos bienes,
esos dones, esos 1talentos propios que sostienen las almas, las con.cien­
cias, fas personalidades.
1372
Fundaci\363n Speiro

ESPERANZA DE LOS HOMBRES F.N MATERIA DE TRABA/O
Pero todo su esfuerzo tiende a hacer desaparecer esos bienes pro­
pios, esos caracteres personales. Antes de
colectivizar las

tierras o
las empresas, el socialismo pone
su
mira en la
colectivización de las conciencias, de las almas y los
pensamientos.
La conciencia colectiva es el objetivo de su acción cotidiana, de
sus campañas, sus proyectos y sus 1eyes.
Las comunidades naturales, donde las personalidades echan raíces
son el objeto de su hostilidad. Persigue todo lo que asegura las res­
ponsabilidades. Antes
· de nacionalizar y de apurar las propiedades materiales, el
socialismo
se aplica en apurar
las personalidades,
en disipar al capital
nacional, tanto

como el patrimonio común
de cada comunidad par­
tirular, las provincias, los oficios, las -profesiones, los-colegios, las
familias ...
1A civilización criJtiana es la de la comunicación de In.enes ---es-­
pirituales y materiales-.
Et socialifmo e.r el régimen de la colectivización de l.os bienes,
espirituales y materiales, es decir, de su agotamiento.
Ya los bienes
espirituales se
agotan por la colectivización de las
conciencias. Y de ahí porque faltan
las personalidades y se agotan
incluso
loo bienes

materiales. El capital común desaparece.
Los resultados se conocen: hoy se ve, se palpa, se sabe por expe­
riencia lo que da el •ociadismo.
Salcliarov escribe: «Ha.ria ahora, el socialismo ha significado, en
todas partes, la destrucción de las fuerza, productivas seguidas de su
restauración
aJ precio de esfuerzos desmesurados impuestos al pueblo».
Se habla prometido la abundancia, y es la miseria; a menudo, el
hambre.
Se habla prometido la
participación, y nadie tiene ya el derecho
de expresarse.
Se
habla prometido

la liberación de las minorías,
y son las mi­
norías quienes
aniquilan puebloo enteroa.
Se

habla
prometido la

solidaridad,
y en la sociedad que brota
nadie tiene ya nada que decirse,
nada que
comunicarse.
Fundaci\363n Speiro

JEHAN DE SAINT CHAMAS
Se habla prometido la fratemidad, y es el reino de la delación,
de la
desconfiaru:a y del odio.
Se ,había: prometido el triunfo de Ia honestidad, y es la corrupción ;
de
ila lealtad, y es el mercado negro; del desinterés, y todo se compra
o se cambia; de
1a abnegación, y es el repliegue egoísta generalizado ;
del sentido

ávico,
y es la deserción asustada.
Se había prometido el honor y el celo del trabajo desaliena en todas partes está el fraude; la indisciplina, el absentismo ... Hasta
el punto que Brejnev invitó
recientemente a los

sindicatos
a reforzar
la
rusciplina del

trabajo.
Es una de las promesas que han terminado al revés de .Jo pro­
puesto,
y, sobre todo, y especialmente, en esos campos de las rela­
ciones entre
[oo hombres

donde según
el sneño socialista debían des­
hacerse totalmente de los vicios del individualismo. Y
ahí donde

el socialismo no tiene totalmente el mando, ¿qué
Jia hecho?
«El problem" del régimen más deseable en las empresas indus­
triales es uno de los 'más importantes, quizás incluso el más importan­
te,
para el movimiento obrero. Es tanto más -extraño que nunca se
haya planteado. A mi juicio, no ha sido estudiado por los teóricos
del
movimiento socialista. Ni Marx, ni sus disclpulos le han con­
sagrado obra alguna, y en la de Proudhon sólo se encuentran indi­
caciones a e.Ite respecto ...
»El mismo movimiento obrero, ya se trate del sindicali1mo · o de
las organiza.iones obreras que precedieron a los sindictlios, tampoco
tuvo la intención
de trdlar ampliamente los. diferentes

aspectos del
problema,» (Simone Weil).
¿Ha intentado, al menos, algo para aliviar la suerte de los tra­
oajadores? El

que, después de
más de un siglo, pretende aliarse a
la clase obrera
y militar por su liberación, ¿qué ha hecho?
¿Cuáles son sus éxitos? ¿Cuáles sus reformas sociales? ¿Cómo ha
mejorado
las condiciones del trabajo? ¿Qué instituciones. ha susci­
tado

para la previsión o la asistencia de
los menos favorecidos?
Me

limitaré en
este punto a citar el

ejemplo francés.
Es
revelador.
En

150 años
de acción, de luchas, de participaciones muy a me-
1374
Fundaci\363n Speiro

ESPERANZA DE LOS HOMBRES EN MATERIA DE TRABA/O
nudo mayoritarias en las asambleas políticas, de pilotaje de la ma­
yoría
de las ·organizaciones sindicales obreras, la corriente socialista
ha obtenido: las
vacaciones pagadas
en 1936.
Además, su instanración había

sido requerida, preparada y
par­
cialmente realizada, en los años procedentes, por la iniciativa de los sindicatos cristianos. ¿Y,
además?
¡Eso
es todo!
Ojead la historia de las instituciones, la historia
sociatl, la historia
del sindicalismo obrero, la historia del socialismo, no encontraréis
ninguna otra reforma, ninguna otra conquista, ningún
progreso social,
ninguna

mejora real. Entrad en
una librería.

Elegid el libro que os
parezca
más acreditado de la literatura socialista. Encontraréis doce­
nas
de obras socialistas evocando los fracasos, los callejones sin salida,
las dudas de los teóricos. Pero pedid
uná historia de

las conquistas
sociales en beneficio de los
trabajadores.
Veréis lá. inquietud del librero si es socialista. Su sonrisa irónica
si no lo es.
Pero, entonces, ¿quién se ocupa de la aflicción de los trabajadores,
de su soledad y su inseguridad
de cara al individUA!ismo materialista?
Pues
bien, después de un siglo y medio, se
ha realizado un in­
menso remiendo. Se han promovido un montón ,de instituciones, se
han votado leyes, se han producido mejoras para proteger a los asa­
lariados en
et! trabajo; la enfermedad, la vejez y el paro; para ayu­
darles en sus problemas familiares, vivienda y aprendizaje.
Todas esas leyes, sin excepción, se -deben a · las iniciativas ca­
tólicas.
Y
también las
obras de
educación, de
asistencia, las instituciones
benéficas, de

salud, de todo lo que
her se llaman obras

sociales. No
hay una cuestión provocada por
la miseria humana, que no haya
encontrado cuidados, iniciativas y remedios.
Hay toda una tarea a la que se asocian grandes nombres : !os
Villenueve

Bergemont, los Montalembert, los Armand de Melun,
los
Le Prevot, los Ozonam, los Falloux, Albert de Mun, el gran lu­
chador que cubre casi medio siglo, y Lerolle, y Ramelle, y
Gailhard
Bance!, Duvail Arnonld, Le Cour Grandmaison, Xavier Vallat.
137'
Fundaci\363n Speiro

/BHAN DE· SAINT CHAMAS
Está el gran León Harmel y los Romanet. Y están esos millares
de d,,sconotidos, directivos y patronos, que, sin embazgo, día a día
han transformado las condiciones cotidianas de vida
y de trabajo.
Basta
volrer a

ver «Los tiempos modernos» de Gharlot, volver a leer
«La condición

obrera» de Simone Weil,
para constatar el camino
recorrido: casi ya no existen talleres que conozcan todavía las-con·
diciones descritas por esos testigos de hace 40 años, y lo que hoy
padecen, proviene, sobre todo, de la progresión de la mentalidad
socialista
por· caminos externo~ a ías empresas, la degradación de
los colegios, la información, las centrales sindicales ... Todos los
progresos reales,

por el contrario, provienen de los no
socialistas.
Pero jamás se

ha visto en
ese orden una iniciativa socialista. Y
es normal. Incluso donde las personalidades, nacidas en el socialismo,
han tomado
las iniciativas, han debido, sin embargo, apartarse de los
principios socialistas que han sido
rechazados por
la
corriente socia,
lista.

Un socialista como Hyacinte
Dubreuil, que se dedicó a poner
de manifiesto la dignidad
y la rique2a del trabajo, es renegado por
eso por lós socialistas.
La iniciativa pri'Vada..es la·que asumen una o varias personas que,
ante una necesidad para si mismas o para otro, se cogen de la .mano
y

realizan lo que hace falta para responder
a. ella.
El socialismo es fundamentalmente enemigo de ese género de
iniciativas.
Sólo concibe el recurso del Estado, única fuente de poder.
Toda acción privada
le: irrita. Sus intervenciones· tienden; por el con­
trario, a socializar, a estatalizaJr lo que las iniciativas privadas habían
suscitado. El resultado siempre es negativo.
En 1891, León XIII publicó la encíc\ica Rerum Nov"'um, una
especie de slntesis de la experiencia católica sobre la condición de
los trabajadores.
Sería bueno releer ese texto.
Puede decirse que la
mayorla de

sus proposiciones sociales que
anuncia se
Iban realizado

en
. nuestro pals.
La acción

del
pensamiento cristiano

no se para. Y se ven
cacla
día hombres alejados de la profesión de fe católica, pero que no han
076
Fundaci\363n Speiro

ESPERANZA DE LOS HOMBRES EN MATERIA DE TRABA!O
perdido el sentido de lo justo y lo digno, que concurren a fin de
construir ese patrimonio
común de
la humanidad.
¿Acaso la

Iglesia no responde a la esperanza de los hombres en
materia de trabajo?
¿Es inaplicable la doctrina política y social de la Iglesia?
Pero es aplicable ahí donde algo
marcha, ahí

donde algo vive.
Se
aplica por la fuerza de las cosas y bajo la presión de las realidades
ahí donde los hechos hablan más fuerte que las rutinas ideológicas
del socialismo. Hace progresos en todas partes. El taylorismo, ese
refinamiento del materialismo, está hoy abandonado, por lo: menos
como filosofía del trabajo. Un poco en todas partes en las empresas,
los hombres descubren bajo la presión de los hechos, ponen en mar­
cha, empujados
por la necesidad, lo que el empirismo católico ha­
bría sugerido. El famoso principio de subsidiaridad es reconocido
por los

hombres, que jamás han leido a Pío XII, como la regla
elemental de una buena gestión. El sentido de la jerarquía, tan con­ traria al mito socialista, es reconocido como el resorte de
la paz
social. La defensa de la propiedad, como, una necesidad vital.
Una
técnica privilegiada

de la propaganda socialista es la de la
dramatización, consistente en no resaltar, sino tan sólo en -los. fracasos,
las miserias, las víctimas de la situación presente, a fin de crear una
situación dialéctica. La técnica socialista de dramatización, ¿nos de­
bilitará hasta el punto de que nos ronvirtamos en incapaces de ver
lo que estalla en
todas partes:
la vida misma? En todas partes donde
vive algo, donde algo funciona en
el plano humano, hagamos esta
pregunta: ¿por qué vive eso, por
qué funciona? Y en las cosas más
humildes como en las más elevadas. ¿ Por qué esa familia es una
buena familia?
¿Por qué en ese taller los hombres aman su trabajo?
¿Por qué en ese otro se conoce la paz social? ¿Por qué reina el sen­
timiento de justicia? ¿Por qué las caras son agradables?
y veremos que la respuesta nos conduce siempre al orden de las
cosas y a ese conjunto de verdades que sólo han sido descubiertas,
y
comprendidas en el sendero del Cristianismo.
«Hasta tal punto lvs hechos verifican -señala Jean Ousset en
su Ecce Homo- que todo el orden humano eítá marcado en adelante,
con el sel/,, de ese hombre que se llama Cristo. Y a en tiempos de
1377
Fundaci\363n Speiro

JEHAN DE SAINT CHAMAS
Herodes, los enviados de Juan habían co11tado lo que habían visto:
los

co¡os
andan y los pobres son evangelizados». Hoy también, po­
demos decir lo que vemos: la tierra llena de las obras de misericor­
dia fundadas sobre la Jlnea de ese hombre, llena de las realizaciones
en todos los órdenes
que viven

los hombres, los talleres, las familias
y las naciones,· incluso _si ignoran su origen.
No obstante, conviene que se establezca por todas partes un
régimen de relaciones sociales conforme a la naturaleza de los
hom­
bres y a las condiciones de su vida. Y lo . que falta resulta de una
reflexión en

orden polltico.
Me explicaré citando un hecho reciente.
Un aotiguo
obrero, socialista

militante,
que había alcaozado

en
su carrera política -la cartera de Ministro, viene UJ,1 día a visitar u.na
empresa.
Tras un
rápido recibimiento, el patrono
Je propone entrar en los
talleres donde se le concede todo el
ma,rgen que quiera para dia­
logar
con los

obreros.
Pasa la mañana informándose y preguntando
a su gusto.
La entrevista se prolonga hasta la comida en la que in­
terroga ampliamente a alguuos miembros de la
dirección. Finalmente,
el

patrono le invita a su despacho y, ahí, le pide su opinión. El visitante, que hasta entonces había
conservado la

expresión im­
pasible del encuestador oficial, cambia de
cora y se anima:
-Lo que he visto, señor, responde exactamente a nuestro ideal,
He visto obreros felices. He visto realizado nuestro sueíio socialista.
-Dicho de

otro modo, si
mañaoa estuviese
encargado de dirigir
una empresa,

V d.
hada lo
que hemos
hecho nosotros.
-Exactamente.
-Pues

bien, querido
seíior, siento
decirle que V d. no podría
hacerlo.
-Y ¿por qué?
-Porque Vd. me ha dicho que es socialista, y por lo tanto no
puede tolerar
las desigualdades.
-Desde luego, pero no veo
la relación.
-Es muy sencillo: nosotros partimos de una comprobación que
es
exactamente la
contraria. La comprobación de que los hombres son
diferentes, y que hay desigualdades entre ellos. Hay fuertes y débiles,
1378
Fundaci\363n Speiro

ESPERANZA DE WS HOMBRES EN MATERIA DE TRABAJO
más dotados e ineptos. Así, pues, partimos de esta comprobación.
Elegimos los mejores,
para hacerles jefes, y estos jefes tienen el deber
de enseñar a los menos favorecidos a fin. de que cada uno ocupe el
lugar más adecuado, donde pueda dar lo
mejor de

sí mismo
y, como
consecuencia, en

el que se sienta
feliz.
Si

no se quieren reconocer las desigualdades, si no se quiere re­
conocer que cada uno tiene talentos diferentes de los del vecino, en­ tonces, nadie tiene nada que dar a los otros. Se
fabrican los

indivi­
dualismos, los egoísmos, los celos,
lacs gentes descontentas de sí mis­
mas
y de los otros.
La única manera de librarse de eso es empujar a los mejor-es. Los
que tienen a la vez la inquietud por el prójimo y algo que aportarle.
Este diálogo pone el acento sobre lo que nos queda por hacer
para responder

a la esperanza de los
. hombres:

establecer en todas
partes relaciones favorables a la comunicación de los dones y talentos
entre los hombres que es el hecho de la civilización cristiana.
Para responder a los hombres, · la. reforma de las empresas de la
que tanto
se habla no ha de buscarse en las transformaciones econó­
micas:
se han probado todas, la cuestión no está ahí.
Ni siquiera en los reglamentos e intervenciones exteriores : no
se haría
más que acentuar el individualismo, el aislamiento, el te·
pliegue sobre sí mismo. La reforma de las empresas es una reforma política.
Una reforma política. que es la misma que la reforma política de
toda la sociedad.
Al término de la primera experiencia misionera en la fábrica, el
abad Godin formuló esta observación: < como si cada
hombre tuviese una personalidad lo bastante fuerte
como para vivir aislado ... Se

ha olvidado
esta ley
de
la humanidad:
las

élites dirigen
gracias a

las
instituciones de
base».
En la vida de
trabajo
se olvidan los jefes que dirigen en el marco de sus funcio­
nes.
Los hombres esperan. Es una necesidad vital de su alma, esperan
tener jefes que los
escudhen, una
autoridad que no sea mirada como
extraña o enemiga, sino que pertenezca a los que dirigen.
Y la regla de esta política, es la que aprendimos en el «Office»:
1379
Fundaci\363n Speiro

JEHAN DE SAINT CHAMAS
impulsad a los mejores, impulsad en todas partes a los mejores, los
hombres de carácter conscientes

de lo que
está en juego, para que
tengan algo que

dar
a los

otros.
Esta regla se extiende a toda
la vida del país, porque el mundo
del trabajo es
inseparable de

las comunidades exteriores donde se
forjan
las personalidades, donde los hombres echan raíces y heredan
sus talentos.
En la medida en que estas comunidades son enemigas,
o ni -los dirigentes ni los dirigidos extraen sus riquezas, ya no tienen
nada
·que comunicarse mufuamente.
Impulsad a los mejores, ,esa fue la política de San Vicente de
Paul, y fue
una
gran· política.
A

menudo no· se ha visto de
San Vicente· de Paul nada más que
esas creaciones en·favor de

los pobres.
Pero no
se
ha destacado sufi­
cientemente cuánto difieren esas creaciones de la mayoría de las obras
sociales.
Lo importante en la política de San Vicente consiste en renovar
los lazos
entre las categorlas sociales provocando esa
comunicación
de dones
y talentos de que hemos hablado. No ha desarra.igado a
nadie.
Ha
movilízado a
los
mejores en
todas las clases sociales, in­
vocando los talentos~ -la'S· competencias, los medios de cada u.no para
la realización· de obras comunes.
Muchos

otros
han consagrado su vida a los pobres. Lo propio
de
San Vicente de Paul es menos en lo que ha hecho el mismo, que
cuanto ha suscitado,
animada y hecho hacer, · 1os rec:uJ:sos humanos
que
ha movilizado. En su
camino ya
no hay privilegio que no
en,
·
gendre ún deber ignal.
No se ha limitado a aliviar a los
débiles ;
lo ha hecho recordando
sus deberes a aquellos de los cuales dependen. Sabía convocar a las
competencias, los
poderes de

todos, incluso, a
veces,. los
libertinos
o los espíritus fuertes.
Empezaba por

atraerlos a hacer el bien, a dar
de su persona· y, de ordinario, seguía la conversión del corazóh. Jamás
se servía de la confianza de los grandes más que para inspirarles los
comportamientos que debían tener. Supo hacerles distinguir
el es­
fuerzo de la inteligencia deseosa de
actuar bien y las vanas querellas
por las que se busca el orgnllo del espíritu.
Supo evitarles
los peli­
gros donde les habrían
atraído, sin duda,

los debates religiosos tan
1380
Fundaci\363n Speiro

ESPERANZA DE WS HOMBRES EN MATERIA DE TRABA/O
apasionantes en tiempos de los Pascal o los Sacy, movilizando en
todas
las clases sociales la élite más extraordinaria que haya estado
jamás al servicio del bien público. Alrededor nuestro, no faltan hombres
cuyos talentos,

persona­
lidad
y poderes permanecen sin empleo.
El
director de
una gran empresa, nutrido en la lectura de
Marx
y
Manod, salió de una huelga convencido de que la única solución
era el socialismo.
Algunos meses después, no dudó en ir a testificar delante de
otros patrones

el entusiasmo y la
satisfacr.ión de
su personal que
había encontrado

jefes dispuestos a cumplir su deber.
Había bastado mostrarle lo que ese personal esperaba de él, con­
vocar los

poderes, la autoridad de que disponía para responder.
Hechos parecidos
. se

pueden renovar
· cotidianamente.
La mies es
abundante.
Sólo · faltan

más obreros que sepan movilizar
pot todas
partes
lo mejor de cada uno, sus talentos.
Leed
de nuevo
la parábola: «Un hombre de alto nacimiento llama
a sus servidores
y les confía los talentos».
Pero
los que le odiaban,
precisa San
Luis,
enviaron delegados
encargados de decir: «No queremos que reine sobre no-sotro-.r>>. Y
siguiendo su consejo, muchos fueron. a enterrar los. talentos que ha­
blan recibido.
Ahora

bien, nosotros queremos que EL reine.
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Fundaci\363n Speiro