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El hombre en la sociedad de masas

EL HOMBRE EN LA SOCLEDAD DE MASAS(*).
POR
JUAN V ALLET DE GoYTISOLO.
SUMARIO: l. El hombre, su naturaleza racional y su sociabilidad.-2.
Pueblo y masa.-3. El desarraigo religioso o apátrida espiritual.-4. La
pérdida del sentido de lo real o desarraigo intelectual.-5. El desarraigo
existencial.-6. SustitÚción mental del mundo, real por un mundo ar­
tificial.-7. Pérdida de la interioridad, de la · unidad psíquica y de la
inmediatez.-8. La homogene:izaci6n social.-9. El adocenamiento y

la
estandardización.-10. La mediatización racionalista del saber y del vivir.-
11. Tópicos,
lugares comunes y «sfo.ga.ns». La demagogia.-12. La. tec­
nocracia.-13. El

Estado
totalitario.
l. Por vetusta que sea, merece que recordemos la definición que
dio Boecio de persona: «ndJurae rálionalis individua substantia>> (1).
Esa naturaleza racional, que implica una inteligencia dotada de
individualidad, hace de la
persona humana

el elemento singular
básico de toda universalidad, comunidad, colegio, ciudad, nación. Y esa individualidad hace del hombre un ser concreto, no un ente
abstracto; ser dotado de existencia singular
y distinta en cada uno,
con caracteres y circunstancias específicas que nos dif,erencian de cada
uno de nuestros semejantes con los que somos iguales en sustancia
(2). No existe, pues, entre nosotros la igualdad de las partículas en
una masa (3).
(*) úmferencfa leída el 18 de marzo de 1977, en Madrid, Fundación
Universitaria Española., en las II Jornadas de Fiiosofía,
{l) BoECIO: Liber. de Persona, P. L., 64, 1338-354.
{2) MlcHELE FEDERICO SCIACCA: Perspectiva de /a Metdfisica en Santo
Tomás,
cap. IV, dr. versión en castellano. Madrid, Speiro 1976, págs. 75 y
siguientes,
y
V1c'rORINO RODRÍGUEZ, O. P.: Antropo/o-gla tomista y antropo­
logía actual, en SAPIENTIA, XXX,

:Buenos
Aires, 1975, págs. 37 y sigs.
(3) Cfr.
mi libro Sociedad-de masas y Derecho, Madrid, Tauros Ed.,
1968, I Parte, cap. I, págs. 15 y 22 y cap. V, págs. 171 y sigs.
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
Pero nuestra individualidad no hace de cada hombre un ser flo­
tando en el vacío, impermeable
y herméticamente aislodo en su perso­
nalidad.
Integrados de

cuerpo-materia
y alma-espíritu, existencialmente uni­
dos,
tenemos unas ralees (valgá, por su expresividad, la imagen),
espiritual-es, intelectuales y exÍ!tenriale.r que comunican nuestro ser
(4):
- ron el Ser que es nuestro origen y nuestro fin;
- con el universo que nos rodea,
- y con nuestros semejanres, ru,ro en profundidad -vertical-
mente-, en eslabones generacionales no sólo carnales sino también
espirituales, como · también en ·extenSión -horizontalmente-ron
aquellos
ron
quienes convivimos.
Cada persona humalllt, aunque sustancial y ontológicamente io­
comunicable, metafísicamente solitaria; está operácionalmenie en comu·
nicación interpersonal, pues, como ·animal político~ el hombre preci­
sa de la convivencia
y necesita organizarse en sociedad para llevar
una vida digna de su condición; no sólo por sus necesidades bioló­
gicas sino también por fas del espíritu (

5).
Teleológicamente esa
sociabilidad humana,

que une seres desi­
guales, no debe: uolficarlos en. un todo unívoco, sino tan sólo en cuanto
se refiere a su fin -común. No se desarrolla en un solo-grado, en una
única comunidad políticá totalizante, sino en distintos órdenes y
gráduaciones de comunidades humanas. Por eso, el Estado, o comuni­
dad política

soberana, no es una sociedad de
individttüs sioo una so­
ciedad de.sociedades ----OOlllO las familias, municipios, sindicatos, etc.­
en las cuales la sociedad humana se desarrolla de modo natural y esca­
lonadamente,
sin que sus formas más elevadas deban absorber a las
inferiores, sino completarlas paca
el logro de los fines que aquellas
no
1
6).
(4)-ar. nuestro volumen Sociedad de masas y Derecho, I, cap. III,
págs. 87 y sigs.
(5) Victorino Rodríguez, O. P., loe. cil.1 págs. !H y sigs-, -59 y sigs.
(6) SANTO TOMÁS DE AQUINO: De regímine principum, lib. I, cap. I;
y
Comentarios a la Polltica Je Ari.rtóteles, Proemio, 6 4.2; y su explicación
por HUGUES KERALY, Explicación del Preface a la P0Jitique1 París, Nouvelles
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EL HOMBRE EN LA SOCIEDAD DE MASAS
2. La masa, en cambio -como nos dice Philipp Lersch (7)-,
es
«pura cantidad,

una aglomeración o conglomerado sin trabazón in­
terna
y sin forma externa; implica homogeneidad de sus partes com­
ponentes o, cuando menos, la insignificancia de las diferencias que
pudieren existir». No tiene «trama, urdimbre ni estructura»: «es la
mera reunión o contigüidad de
partículas iguales»,
según ha precisa­
do Emil Brunner (8).
Pío XII, en su
Radiomensaje de

Navidad de 1944 (9), trazó esta
distinción entre
pueblo y masa o multitud amorfa: «El pueblo vive
y se mueve por su vida propia¡ la masa es de por si inerte y sólo
puede ser movida desde fuera, El pueblo vive de la plenitud de vida
de los hombres que lo componen, cada uno de los cuales
-en su pro­
pio puesto y según su manera propia- es una persona consciente de
su propia responsabilidad
y de sus propias acciones. La masa, por el
contrario, es para el impulso exterior fácil
juguete en

manos de cual­
quiera que explote sus instintos o sus pasiones, presta a seguir suce­
sivamente
hoy esta

bandera, mañana otra distinta».
Así, vemos

una
relación de interdependencia entre masa y Estado
totalitario, en cuanto éste es
«la estatalización

integral de la vida»,
que
arrebata el

poder a las formas sociales preestatales. Obedece, cier­
tamente, a una tendencia
del poder observada por Berrrarul de Jou­
venel (10) : la de que
el poder «es nivelador mientras es Estado»;
y para «apoderarse de loo medios que existen en · la comunidad» des­
truye «los
alcázares sociales, . igual que el oso

en
bwca de la miel
destruye las cédulas de las colmenas»·.
Editions Latines, 1974, pág. 105¡ y la de TEÓFILO URDANOZ, o. P. a la
Summa Theológica, Iª na.e-, El bien común según Santo Tomás~ vol. VIII
de la edición de
I,. B.A.C., 1956, pág. 778.
(7) PHIUPP LERSCH: El hombre en la actualidad, vers, al castellano,
Madrid, 1958, cap. IV, F., pág. 74.
(8) EMIL BRUNNER: La Justicia, trad. al castellano de Luis Recaséns
Siches, México, Universidad Autónotxl.ll, 1961, cap. XIX,. pág. 2291_
(9) Pío XII: Benignitas et h11manitas, I, 17.
(10) BERTRAND I>B-JOUVENEL: _Bl Poder, Madrid, Ed. Nacional, 1956,
cap. IX, págs. 187 y sigs.
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JUAN V ALLET DE GOYTISOW
3. Pero no se trata solamente de una dialéctica entre Estado y
sociedad, reductora del pueblo a masa.
La masificación social implica intrínsecamente desarraigo, segmen­
tación 1 descomposición de lo masificado, y, extrínsecamente su
mediatización y su manipulación (11 ).
El desarraigo es la causa primera y la caractedstica principal de
la masificación.
El más profundo es el desarraigo religioso (12).
El hombre necesita, para hallar su sitio en
el mundo, saber de
dónde viene
y a dónde va. Su principio y su fin es el Ser Absoluto
por el cual somos, es decir Dios. De ahí dimana que las normas
religiosas nos trascienden, especialmente las emanadas de la Revelación.
El hombre
religioso tiene
en
las verdades reveladas algo así como
unos
guaroacantones que

le indican los lugares en
los que
se corre el
peligro de salirse de la ruta.
La voluntad y la razón humana perciben
la
señal. de

detenerse o de rectificar
la dirección cuándo y dónde el
guardacantón
religia.o se

lo advierte.
El hombre, al obedecer humilde lo que la religión le ordena,
ge­
neralmente se ha salvado - tra con reiteración- de caer en terribles catástrofes,_ -en opciones en
las curues Jos resultados inmediatos de la alternativa rontraria, apre­
ciados . por su corra visión,

le parecieron
buenos; y, viceversa, ha
caído en ellas por atenerse, miope o egoístamente, a esa corra visión
puramente racionalista.
Sin embargo, hay una constante histórica que muestra cómo el
hombre, en ciertas fases de desarrollo
y prosperidad, trata de raciona­
lizar
y de poner a su medida los preceptos religiosa. (13).
La

religión deja de ser trascendente
y se hace antropocéntrica en
sentido subjetivo, al colocar en su centro al hombre, a
la humanidad,
a
la masa. San Pío X (14) expuso este proceso con claridad: < repudiada la teología natural y rerrado, en cosecuencia, todo acceso a
(11) Sociedad de masas y_ Derecho, I, cap. II, págs. 37 y sigs.
(12) EMIL BRUNNER, op. cit., cap. XIX, pág. 230.
(13) Sociedad de masa,, 1, cap. III, págs. 89 y sigs.
(14) SAN Pío X: E. Pascendi Dominici Gregi.r, 1., 5 y 6.
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EL HOMBRE EN LA SOCIEDAD DE MASAS
la revelación al desechar los motivos de credibilidad ; más aún, abolida
por completo toda revelación externa, resulta claro
que no puede
buscarse

fuera del hombre la explicadón apetecida,
y debe hallarse
en
su interior; pero corno la religión es una forma de la vida, la
explicación ha de hallarse en la vida misma del hombre. Por tal pro­
cedimiento se llega a establecer el principio de la inmanencia reli­
giosa» ... Según los modernistas:
«la ciencia y la historia están ence­
rradas entre ·dos límites: uno exterior al mundo visible; otro, interior
a
la conciencia>> ... «m.ás allá está lo incognoscible» ...
El hombre queda de ese modo flotando como un barco sin ancla y
sin brújula, arrastrado por el viento y la corriente en una dirección
que él supone la de su meta ideal, pero lo ignora, en noche brumosa
en la que no alcanza a divisar las estrellas, sin
más guía

que la voz
interior que ha de arrancar de su subconsciente
y la ruta de los demás
barcos que

naveguen delante suyo
sin·

otra derrota que unas idénticas
voces interiores, difíciles de escnchar
y discernir, aturdidos todos
por las sensaciones
táctiles de

las sirenas de la concupiscencia del
mundo
y de la carne, que les solicitan, por las señales auditivas de sus
cantos que les. anuncian tesoros. en unas islas ideales que, les asegu­
ran, están hacia delante, en dirección del viento y la corriente, y por
los
impactos audiovisuales

de
los espejismos

que por todas partes
se les cruzan, en un piélago de sensaciones fantásticas
y sub reales ( 1 S).
4. De Corte (16), por su parte, repite el trastorno que produce
en el
hombre la

ruptura de su relación fundamenta:! con el Principio
del Ser, con el Universo y con sus semejantes, característi_cas de la era
moderna.
Ello da lugar el rechazo de la realidad y la embriaguez de toda
clase de idealismos y, al fin, la entrega a las utopías.
Esta es
la causa

del
desamtigo i11telectt1al.
Precisamente la formación del hombre-masa comienza ---<:orno dice
(15) Sociedad de maw, 1, cap, 111, pág. 97.
(16) MÁRCEL im Co.R.Til: La educación política, dr. en castellano en
VERBO, 59, págs. 664 y sigs.
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/UAN V ALlE1' DE GOYTISOW
también De Corte (17)- por la pédida del sentido de lo r"'1l, por
«la rotw:a de la relaclón entre el hombre y la naturaleza» que desa­
rrolla

ese rústico bien sentido
que consiste «en sentir, palpar, ver y
de ahí alcanzat .a comprender c¡ue existe un orden en la naturaleza
al

que nadie
pt¡ede sustraerse sin daño» (18), Esa experiencia nos
muestra que
hay una ley . natural independiente de nuestra voluntad,
respecto

de
la. rual la libertad se obtiene obedeciéndola. Como ha apre­
cisado el profesor Di Pietro (19) la
tellus nos enseña que «toda
experiencia de

lo concreto nos
trasciende indefectiblemente al plano
divino».
En este aspecto, prosigue Di Pietro (20), «el hombre de la ciudad
contemporanea es nn
desatraigado, ya
que se han cortado los vínculos
que lo
unen con el nutricio

contacto con la tierra. Son
precisamente
la

piedra
y el cemento los impedimentos sempiternos». Inclnso el
tiempo
es distinto: ya no es la sucesión de días
y de noches y, en ge­
neral, los ciclos
naturales, sino el tic-tac del reloj (21).
El
hombre ya

no se siente integrado en un orden universal
del
que

él
y las cosas fonnan parte. Asf pierde el concepto de la natu­
raleza
y, al perdedo, cambia totalmente su mirada sobre las cosas. Se
siente separ~do y su mente a.islada de las cosas, que examina desde
su
propia perspectiva, o
sea, desde nn punto de vista, exterior a ellas,
situado en
fa propia conciencia del sujeto. Así resulta que 1a realidad
viene siendo
objeto de

múltiples visiones, todas incompletas
y par­
ciales.
La visión por transpatencia, desde dentro, ha sido sustituída
--
por la perspectiva desde nn pnnto de
Vista .exteriOr, Y, a veces, ·a· traVés dé aparatos,· cuya percepción ais-
(17) DE CoRTB: L'homme contre luí mime, París, Nouvelles Ed.itions
Latines,
1962,
cap. I, págs. 18 j sigs.
( 18) DE CORTE: Sen.r comm,tm, metaphi.rique et theolo-gie, en JTINE·
RAIRES, 86, sept.-oct. 1964, pág. 4.
(19) ALFREDO DI PIBTRO: lustis.rima 7'ellus, en IUSTITIA, 1, 3, Buenos
Aire., 1965, págs; 63 y sigs.
( 20) lbld., págs. 66 y slgs.
(21) N:BLs ANDERSON: Sociología de la comunidad urbana, México,
Fondo de Cultura Económico, 1965, pág. 313.
(22) · MARsHALL Me. LUHAN: La. Galaxia Gutenberg,. al. en francés,
Montreal-Mame, 1967, págs. 131 y 139 y sigs.
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EL HOMBRE EN LA· SOCIEDAD DE 'MASAS
!amos y absolutivizamos en exceso. Antes de mucho ---decía Ches­
terton- (23) el mundo estará en guerra eutre telescopistas
y micros­
copistas.
Erigida
así nuestra conciencia intelectual en sujeto y reducida la
naturaleza a materia de conocimierito empírico, a res extensa, aisla:
da del mundo del pensamiento, de la res rogittms, la función cog­
noscitiva del mundo se
circunscribe tan

sólo a lo meramente ma­
terial, excluyendo el conocimiento · de las esencias, de los valores,
de
los
fines y de la realidad del ser de orden sobrenatural. Las
realidades inmateriales son considera.das como «abstracciones meta­
física&»
y, romo tales, excluidas por no ci¡entíficas (24). ·
5.
El desarr,t;go exi!tenrial es otra enfermedad qne conduce a la
masificación.
Con su fina sensibilidad Simone Weil (25) lo advier­
te: «El
arraigo es

tal vez
la más importante y la más desconocida ne­
cesidad del
alma humana. Es una de las más difíciles de definir. Un
ser fo1mano tiene una raíz por su participación· real, activa y natural
en la existencia de una colectividad real, que conserva viVos ciertos
tesoros del pasado y ciertos presentimientos del porvenir. Partici­
pación natural,
es decir,
producida automáticamente por el
lugar, el
nacimiento, la profesión, el contorno. Cada ser
hwiwio tiene nece­
sidad

de tener múltiples raíces. Tiene precisión de recibir casi la
totalidad de su vida
in.oral, intelectual,

espiritual, por intermedio
de los ambientes de los que naturalmente forma parte.»
Esas
multiples
raíces existenciales
nos ligan a
las cosas, nos en­
lazan
con nuestros antepasados y nos unen con nuestros coetáneos en
una red de muy varias relaciones.
(23) J. K. ÚiESTERT0N: Hereies, III, dr .. «Obras completas», ed. en
castellano, Barcelona, ed. Janés, 1952, pág. 340.
(24) MICHEL VILLEY: La, formation de la pe,uée juridique mtxlerne Cours
d'histaire
de

la
Philo.rophie du Droit, París, Ed. Montchretien, 1968, V parte,
págs . .574 y sigs., e Ivns SIMoN: La tradición de la ley natural, vers. en cas­
tellano, Madrid, Razóri. y Fe, 1968, cap. 3-, pág. 67.
(25) SIM0NE WEIL: Le déracinement, en L'enracinement, París, Gallimard,
1949, pág. 45.
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JUAN V ALLET DB GOYTISOLO
En la primera dirección, como ha explicado Rafael Gamhra (26),
«cabe concebir
la. vida humana como
una creación de
la.zoo (
cognosci­
tivos, volitivos, activos), entre el Yo
y las cosas. Tales lazos son,
para
el sujeto, compromisos
(engagement,), y respecto a las cosas,
domesticación
(apprivoÍJement). Cada hombre viene a hacer su pro­
pio mundo, su vida; y las cosas se hacen así sustancia humana. De
este modo, la Ciudad -el habitáculo humano-- ha de ser creada
por lo que
Sain-Exupéry llama el fervor, esto es, el esfuerzo y la en­
trega guiados por el
amor, en

cuya obra el sujet;o intercambia su vida
con su creación
y ésta le sobrevive y fecunda y alberga la vida de los
que le seguirán».
Así se crean raíces en el espacio, que se mantienen en el tiempo.
<~or el contrario, por el desarraigo -sigue Gambra (27)- pier­
de el hombre «el bien
más profundo, aquello que constituye propia­
mente
su. existencia

de
hombre: el
lazo misterioso
y cordial con las
cosas de
su mundo por el que éstas se hacen valiosas para él y otor­
gan arraigo
y sentido a su vida. El empobrecimiento de la persona­
lidad, la trivialización de los deseos y la masificación humana. son sus
consecuencias visibles».
En su segunda dirección, las raíces existenciales nos llegan en
profundidad, No podemos olvidar que el hombre eJ un heredero (28),
no sólo por la -sangre, sino asimismo por una serie de adquisiciones de
orden moral, intelectual y material. Su superioridad respecto de los
animales dimana precisamente de la capacidad de heredar sociológica­
mente saberes de otros hombres (29).
Esta herencia, estos conocimientos en profundidad, que recibe el
(26) RAFAEL GAMBRA: El silencio de Dios, Madrid, Ed. Prensa Espa­
fiola, 1968, cap. III, págs. 50 y sigs., y cap. N, pág. 69.
(27) Ibiá., cap. X, pág. 174.
(28) PAUL BouRGET: Ref-lexion.r sur /'heritage, en «Au service de l'or­
dre», París, 1929, cap. IX, págs, 123 y sigs., y ,)!EAN MAluE V AISSJERE: El
amor humano, vers, en castellano, Madrid, Euramérica, 1966, cap. V, pá­
ginas 95, y sigs.
(29) FRANCISCO ELf.AS DE TEJADA: Libertad abstracta y libertades con­
cretas, en VERBO 63, págs. 61 y sigs. o en «Contribución al estudio de los
cuerpos intermedios», Madrid, Speiro, 1967, págs. 126 y sigs.
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EL HOMBRE EN LA SOCIEDAD DE MASAS
hombre como fruto de experiencias de generaciones anteriores, los
viene obteniendo primordialmente en la familia y en las entidades hu­
maoas menores inmediatas, en forma de tradiciooes adecuadas al me­
dio natural donde se halla arraigado.
Costwnbres que

encarnao los
saberes heredados, dotándolos de penetración
y de presión social para
darles

firmeza
y eficiencia (30).
«La grao ventaja de las costumbres
saoas --Jia escrito

Gustave Thi­
bon (31 )- es hacer fáciles y naturales
cosas muy

difíciles para la
moralidad pura del individuo aislado. La decadencia de las
costwnbres
ha aislado, atomizado, a los individuos. Hoy sería preciso que cada
hombre supliese con su flaca voluntad
y con su sensibilidad fugaz
las corrientes profundas surgidas del alma aoimal
y del alma colec­
tiva.

Esto no es posible más que para algunas
almas grandes.
Las otras
caen en el
rulto exclusivo

del interés o del amor sensible e inmediato.
El hombre atomizado tiene horror a todo lo que es penoso y, sobre todo, a lo que es lejano».
Pero, corno ha
hecho notar

Ortega
y Gasset (32), a partir del
siglo
XIX el hombre medio se halla «rodeado de instrumentos prodi­
giosos, de medicinas benéficas, de Estados previsores, de derechos có­
modos. Ignora, en cambio, lo difícil que es inventar estas __ medicinas e
instrumentos y asegurar para el futuro su producción ; no advierte lo
inestable que es la organización del Estado y apenas si siente dentro
de sí obligaciones. Ese desequilibrio le falsifica, le vicia en su raíz de
ser viviente, haciéndole perder contacto con la sustancia misma de la
vida, que es absoluto peligro radical problematismo».
«El hombre masa
-dice Ortega y Gasset (33 )- cree .que la civi­
lización en que
ha nacido y que usa es tan espootánea y primigenia
como la naturaleza, e ipso facto se convierte en primitivo».
(30) Sociedad d, masas, I, cap. 111, pág. 116.
(31) GUSTAVE THIBON: La moral y las costumbres, en «DiagÍlósticos de
fisiología socirul», vers, en castellano, Madrid, Ed, Na.ciona.l, 1958, páginas
113
y sigs.
(32) JosÉ ORTEGA y GMSET: La rebelión de las masas, ed. Madrid,
Revista de Occidente,
1954, cap.

XI, págs. 92
y sigs.
(33) Ibid., cap. X, pág. 84.
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
«El hombre masa -insiste (34)- no afirma el pie sobre la fir­
meza inconmovil:;Je de su sino, antes bien, vegeta suspendido ficticia­
mente- en el espacio. De a:hí que nunca como ahora esas vidas sin
peso y y sin raíz --déracinées de su destino---se dejen arrastrar por
la
más ligera corriente. Es la época de las corrientes y del dejarse
arrastrar. Casi nadie presenta resistencia a los superficiales torbelli­
nos que se forman en arte o en ideas o en política, o en los usos so­
ciales. Por eso más que nunca triunfa la retórica ... »
En la tercera dirección, las raíces existenciales nos enlazan en
extensión con nuestros semejantes en las más varias direcciones.
«Las comunidades tradicionales -nos dicen Coheo-Séat y Fougey­
rollas (35)- eran visibles
y próximas. Los individuos se sentían en­
vueltos en su tejido
y podían, mediante la reflexión, abarcar su medi­
da.
Las sociedades modernas son, como se sabe, más lejanas y, hasta
cierto punto,
abstractas. La comunidad de masa es invisible».
El desarrollo de
la actual sociedad industrial -prosiguen los
mismos autores (36)-
«ha producido
la desaparición de las anti­
guas comunidades, ha tendido a hacer desaparecer, por ello mismo,
los
vínculos comunitarios
que existen entre los individuos. El estado
de masa tiende actualmente a integrar-esos individuos en una comu­
nidad invisible, planetaria y uniformante, de .la cual, corrientemente,
no tienen conciencia. El problema que una antropología nueva debería
plantear, como
problema capital para el hombre contemporáneo, es el
del acceso a ser persona de los individuos masificados».
6.
Esos desarraigos --espiritual, intelectual y existeocial- son
interdependientes. Cada uno
acelera la producción del otro.
La pérdida de las
raíces existenciales
anquilosa
y seca las raíces
intelectuales,
y la esterilidad de éstas impiden un arraigo existencial
verdaderamente humano.
La
falta de
ambas deja ramas
y hojas sin el
alimento preciso para que
la ck>rofila capte el oxígeno del aire y la
luz del cielo. Y, sin arraigo espiritual, las raíces existenciales se pier-
(34) Ibid., cap. XI, pág. 95.
(35) GnBERT COHEN-SÉAT y PIERRE FoUGBYROLLAS: L'action sur /'hom­
me cinema et televisi6n, París, E. Danoel, 1961, cap, 11, págs. 63 y sigs.
(36) Ibid., cap. cit., págs. 98 y sigs.
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EL HOMBRE EN LA SOCIEDAD DE MASAS
den en un roquedal del que nada pueden extraer y en el que no
pueden
penetrar fa• raíces intelectuales que se secan antes· de des­
arrollarse, sin, por tanto, obtener nada.
Como ha notado Me. Luhan (3 7), cuando se esfuma el sentimien­
to «de
inte:racrión y trasparencia de la trama del ser» ocurre que «el
pensamiento humano no se siente ya formando parte de las cosas»
y, también, se «aísla la razón del -tiempo» ... «La conciencia humana
separada de la duración de las cosas, e incluso de la de los medios de
su -existencia, se halla redw:ida a una existencia sin duración: Está
siempre en el momento presente. Desde este instante, el Dios creador,
ordenador y conservador está ausente. El autor principal ya no está en
escena.
En el papel sobreeminente de causa primera se halla sustituido
por
las causas segundas».
Ese hombre que deja ·de -creer· en la existen.da, o en la cognoscibi­
lidad, de una orden coherente en la naturaleza, busca la coherencia
en su
propio pensamiento.·
Rota

en la
época moderna
su relación fundamental con
el cosmos
---<:orno
explica

De Corte (38): «El hombre se volvió de espaldas
al universo para adueñarse desde el principio de sí mismo como única
y sola rei.µdad: cogito ergo sum. El hombre se erigió. así cómo ·centro
del mundo por la única facultad que, debido a su espiritualidad, es
capaz en él de replegarse sobre sí misma: por su inteligencia». «A partir de esta ruptura, la inteligencia reina, no ya
sobre la
realidad de la que se ha liberado como quien abandona un peso in­
tolerable, sino sobre el
mundo ºde sus

sueños.
Pero -como prosigue el mismo De Corte-«el hombre no puede
vivir sin un mundo alrededor suyo. Su decisión de romper las
ata~
duras que le unen al mundo y a su Principio, le obligan a un tra­
bajo gigantesco, siempre vuelto a empezar: construir ·un mundo m.ieYo,
una nueva sociedád e indudablemente un nuevo dios, partiendo sola­ mente de las exigencias de la razón humana. La inteligencia ya no
se· conforma

a la realidad, es
la realidad la que debe conformarse a
la inteligencia, y sólo puede
hacerlo si

la inteligencia la refunde, la
(37) Me. LUHAN, op, cit., ¡,ágs. 293 y sigs.
(38) DE CoRTE: La educaci&n política, VERBO, 59, pág. 645.
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/UANVALLET DE GOYTISOLO
remodela, la vuelve a crear para hacerla corresponder al modelo per­
fecto del mundo que
se forjó en su seno».
Kant dio filosóficamente ese «giro copemicano», al entender que
conocer no es-traer la cosa representativamente a la razón, sino, in­
versamente, ·sacar de la razón la. cosa. Los ju.ici05 sintéticos a priori son
las formas con las cuales el hombre, al ordenar aquella materia bruta,
se

transforma
en el gran arquitecto del universo (39).
«A un mundo natural -insiste De Corte ( 40)-, no construido
por el
hombre, sino creado por Dios, le sustituye de un guipe un
mundo
nuevo, un mundo artificial, elaborado por el hombre, regido
por él, sometido a sus órdenes terminantes, no
importa cuáles. Ya la
razón no observa lo que está fuera de ella, sinO que se contempla a
sí misma, comienza un inmenso proceso de- introversión extendido a
escala universal, · que desborda los límites del mundo moral, invade
los dominios
del mundo
físico
y hace del· hombre, del homo ratio­
na!i,, el demiurgo por excelencia, el creador de la realidad, de la
sociedad
y, al limite, de sí mismo. El hombre se ha convertido en
dios. No es de extrañar que Man: haya codificado más tarde el allhelo
demiúrgiro

de
esra humanidad nueva: "La conciencia humana es la
más alta divinidad. No se trata ya de conocer el mundo, sino de
cambiarlo". El marxismo no es sino el resultado último del racio­
nalismo.»
7. Esa. «desalienación» de la mente, puramente intelectual, en su
nacimiento
parecía que

estaba muy lejos de
cwdquier camino

que
pudiese llevar a
la masificación. Sin embargo, en su ulterior proceso,
ha preparado la
erapa intelectual

preliminar de la fase vivencia!, o
existencial, del desarraigo del hombre.
Y, muy especialmente, ha pre­
sidido
la etapa final, en la que se opera el condicionamiento y · 1a
conducción de la masa -ya formada- por parte de quienes la ma­
nipulan y
reacionalizan su existencia, al

tecnificar y planificar la
vida económica
y social.
(39) LuCAS GARCÍA BORREGUERO: El mundo moderno y la experiencia
cristiana, Madrid, Fax., 1963, págs. 42 y sigs.
(40)
Dn GoRTB: Diagnostic d11 progresúme, en ITJNERAIRES 99, 1966,
pág. 35.
1394
Fundaci\363n Speiro

EL HOMBRE EN LA SOCIEDAD DE MASAS
Ello viene facilitado porque ese desequilibrio, producido por el
despegue intelectual del hombre moderno de las raíces, con las que
había vivido vinculado a:l mundo circundante, le afecta en las esferas
más relevantes del saber y le producen una serie de fenómenos, cui­
dadosamnte estudiados y catalogados, en los que también influye el
modo acelerado, ruidoso
y sin sosiego del vivir actual. Consisten estos
fenómenos

en
la pérdida de la interioridad, la pérdida de la unidad
p,lquica
y la pérdida de la inmediatez de lt, vida que roncurren, de
una
parte, con
la pérdida del ,entido de lo rer,/ y, de otra, con la
mediacizací6n racionr,/iJta de todo. Todos ellos se interfieren y cada
uno influye en el mayor desarrollo de los demás, con una recíproca
excitación impulsora de su crecimiento ( 41).
Según Philipp Lersch ( 42), las causas de la masificación con­
vergen
y hallan su explicación en el fenómeno de la pérdida de la
interioridad:
«el enriquecimiento del hombre moderno con nuevas
posibilidades vitales, imprime a su vida un ritmo apresurado; y éste,
a su vez, es causa de que el hombre no pueda acoger el mundo en
el santuario de su intimidad, ni vivirlo desde lo profundo de la
interioridad ... ».
La contemplación reposada, la reflexión amorosa y
profunda, han quedado arrumbadas por el llamado «culto a la pura
velocidad», según expresión
de Ortega y Gasset ( 43).
Por
otra parte,

se
produce la pérdida de la unidad p,íquica, fa­
cilitada por el principio de la división del trabajo
y de la especia­
lización, pues

ese principio -dice Lersch ( 44)- no permite
al hom­
bre desarrollar el repertorio variadísimo de
sus posibilidades

interio­
res, sino que se limita a reclamar a su servicio zonas particu:lares, de­
jando inactivas las demás esferas vitales».
«Antes, cada artesano elaboraba íntegramente una relización, en
todas sus partes, como un todo», y «su relación con el traba.jo, como
·su relación humana con sus compañeros y clientes era,_ en general,
una relación personal».
(41) Sociedad de masas, I, cap. IV, págs. 129 y sigs.
(42) PHILIPP I.ERSCH, op. cit., cap. IV, G. pág. 92.
(
43) ÜRTEGA Y GASSET, op, cit.1 cap. IV, págs. 48 y ·sigs.
( 44) LERSCH, cap. cit., D. págs. ,9 y sigs.
139'
Fundaci\363n Speiro

JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
Hoy -,-prosigue Lersch-.: «Bajo la fuerza de la división del
trooajo, cada dia resulta más difícil al hombre sentirse y desarrollarse
en su actividad como aquel todo orgánico que integra
la esencia de
la personalidad».
Además, esa

pérdida de la totalidad no sólo se
refiere «a la unidad del
hombre como

persona, sino también con res­
pecto al mundo
en el que vive ... », «a la pérdida ·de nuestra unidad
psíquica corresponde
· la
pérdida de la unidad
en nuestra imagen del
mundo •.. ».
:Estamos en la barbarie del espeaalismo ( 45), que explicó Ortega
y Gasset, El especialista «es un sabio-ignorante, cosa sobremanera
grave,
pues significa que es un
señor el cual se comportará en todas
las cuestiones que ignora no como un ignorante, sino ron toda la petu­
lancia. de quien en su cuestión especial es un sabio» .. . «En política,
en ·arte, en: usos· sociales, en Jas otras ·ciencias,-tomará posicipnes de
primitivo; de ignorantísimo; pero las tomará con

energía
y suficiencia,
sin admitir -y esto es lo paradójico-----especialistas de esas cosas» ...
De
ahí que,

aun en
este ca.o, quien «representa un máximum de
hombre

cualificado
-especialisimo-y, pot tanto, Jo más opuesto
al hombre
masa»: «se compormrá sin cuaHficación y como hombrO.:
masa en· OISi rodas las esferas de la. vida».
La influencia de los medios audiovisuales de· inforJllaCión ha· -incre­
mentado esta evidente realidad. Han observado bien Cohen-Séat y
Fougeyrollas ( 46), que «el académico, el ingeniero; el asalariado, el
labrador, se prestan

igualmente a
los efectos de la información visual
(fílmica)
y la sufren de un modo muy parecido. Por eso participan
en-un mismo fenómeno de masificación. Diferenciados entre sí en
cuanto al equipo verbal y mental, no lo están ya en el mundo per­
ceptivo
y de las estructuras impuestas por su representación».
8. El desarraigo, es considerado, sin embargo, por
el hombre ma­
sificado
como la libera,ión de las vie¡as ataduras y estimado como la
realización de un anhelo. Y a éste, en seguida, se Je suma otro
deseo,
(45) ÜR.TEGA Y GASSET, op. cit., cap. XII, págs, 97 y sígs.
( 46) COHBN-SÉAT y FoUGBYROLLAS: op. UI., cap,, II, págs. 62 y sigs.
139.6
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EL HOMBRE EN LA SOCIEDAD DE MASAS
el de la homr,geneizdei6n, que corre tras el dogma jacobino de la
igualdad.
Emil Brunner ( 47) ha dicho precisamente que la «causa primaria
inmediata» de la masificoción «es do¡J!Ila moderno de la igualdad».
«El dogma de la igualdad de

todos arranca al hombre de su
estructura
social, destruye la estructura orgánica ... » ... Hay estructura -advier­
te----«sólo en virtud de la desigualdad».
Igualar es, precisamente, la tarea que se realiza en la segunda
etapa de la obra masificadora.
En una simple labor mecánica, para masificar un cuerpo cualquie­
ra se ha de romen:zar por desprenderlo, corrarlo o arrancarlo, para
luego reducirlo a minúsculas parrírulas iguales que

constituyan una
masa uniforroo y amorfa.
Tratándose de sociedades humanas, una vez destruida la estructu­
ra metafísica del hombre, al evaporarse todas
sus creencias
religiosas
que no le resulten racionalizadas -es decir, los elementos religiosos
suprarradonales-,
al creerse liberado de su sumisión· al orden de la
naturaleza, de su contacto vital con lo real natural y de sus senti­
mientos
y usos tradicionales, resulta fácilmente sometido a la segunda
fase del proceso .. de masificación, es decir, a un tratamiento unifor­
mante, que reduce la sociedad a una suma de individuos separados e
iguales, manipulables por una organización centralizante.
Desmenuzar, revolver de arriba abajo y de un lado a otro, ato-
1$;ar ... (48). La operación viene facilitada porque la igualdad ha sido en to­
das las
épocas un

deseo constante de
las clases menos favorecidas, y
porque, a su
vez, el poder siempre la ha utilizado como instrumento
político
para acrecentarse.
Nivelando las fuerzas sociales, puede do­
minarlas mejor. Recordemos la respuesta, muda pero clara, de un
tirano de Corinto a otro de Mileto, acerca de
cuál era el mejor modo
de gobernar, y que se limitó a expresar poniéndose a
cortar las
es­
pigas
de trigo que sobresalían de las demás. Así la aspiración de las
clases menos favorecidas a una mayor
igualdad social
y económica, se
( 47) E. BRUNNER, op. cit., cap. XIX, pág. 230. e
(48) Sociedad de masas, I, cap. V, págs. 172 y sigs.
1397
Fundaci\363n Speiro

JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
alía con el deseo de mayor poder de dominacioo por parte de quien
detenta el mando político ... ¿Qué resulta de esa alianza?
¿Mayor o
menor

igualdad?
¿Más o
menos
libertad? (49).
Bertrand

de Jouvenel (50) resume así las respuestas
más señaladas
que la historia
nos presenta:

«El final es la destrucción de todo mando
en
provecho del

solo mando estatal. Es la libertad de
cada uno con
respecto a todas las autoridades familiares
y sociales, libertad que se
obtiene del Estado
a cambio

de una entera sumisión. Es la perfecta
igualdad de todos los ciudadanos entre
ellos, al precio de su igual ano­
nadamiento ante
el poder estatal, su · dueño absoluto. Es la desapa­
rición de toda fuerza que no proceda del Estado. Es, en una palabra,
la atomización. social, la ruptura de todos los lazos particulares entre
los hombres a los que se mantiene juntos solamente como siervos co­
munes del Estado. Es, a la vez,
y por una coovergencia. fatal, el ex­
tremo del individualismo
y el extremo del socialismo» ... Es la masi­
ficación ...
Hace más de un siglo que Alexis de Tocqueville (51), después
de observar un primer efecto de la igualdad favorable a
la libertad,
eón

su peligro
consiguiente de exageración anarquizante, aseveró que
sin
embargo, estaba convencido de que «la anarquía no es el principal
mal que los siglos demix:rátiros deben temer, sino el menor».
«La
igualdad
produce, en
efecto, dos
tendencias : la una conduce
directamente a
los hombres

a
la independencia y puede lanzarlos de
golpe
hasta la anarquía; la
otra les conduce por un camino más largo,
más secreto, pero más seguro, hacia la servidumbre».
«Li:>s pueblos ven claramente la primera y la resisten, pero se de­
jan conducir por
la otra sin verla.»
Su , perspicacia,

que revelan los párrafos siguientes ( 5 2), ilumina
muchos hechos ocurridos bastante después de escritos:
«El odio que los hombres sienten por el privilegio se incrementa
(49) [bi¡I., pág. 179.
(l0) BBR11UN DE JOUVBNBL, op. cit., ca¡,. IX; pág. 202.
(51) Aunas D.E TOCQUBVILLB: De la démocratie en Amériq11e, ed., defi­
nitiva bajo Ja dirección de JR. P. Mayer, París, Gallimard, 1961, vol. II, IV
parte,
cap. I, págs. 295. y ·sigs.
(l2) Ibid., cap. III, pág. 302.
1398
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EL HOMBRE EN LA SOCIEDAD DE MASAS
en la medida en que los privilegios se hacen más raros y menores, de
tal forma que se diría que las pasiones democráticas se inflaman más
con el tiempo, incluso donde hallan menos alimento» ... «No hay
desigualdad por grande que sea, que hiera la vista cuando todas las
condiciones son desiguales; mientras que la
más pequeña disparidad
resulta
ohocante en

el seno de la uniformidad general;
la visión
resul­
ta
más insoportable a medida que la uniformidad es más completa, .. »
«Este odio inextinguible
y cada vez más. encendido, que anima
los pueblos democráticos cop.tra fos menores privilegios, favorece la
concentración gradual de todos los derechos políticos en las solas
manos del único representante del Estado.»
A su vez: «Todo poder central que sigue sus instintos naturales
ama la

igualdad
y la favorece; pues la igualdad facilita singularmente
la acción de semejante poder, lo extiende y lo asegura>>.
«Se puede decir, igualmente, que todo gobierno central adora la
uniformidad, la uniformidad les ahorra el examen a una infinidad de detalles de los que deberla ocuparse si hiciera
las reglas para los hom­
bres, en
lugar de

hacer pasar indistintamente a todos los hombres
bajo la misma regla.» Y termina el capitulo con una reflexión pesimista: «Pienso que,
en los siglos democráticos que van a abrirse, la independencia indivi­
dual
y las llbertades locales serán siempre una obra de arte. La cen­
tralización será el gobierno natural».
9. Pero esta nivelación no sólo iguala externamente en derechos,
fortuna r posibilidades a los súbditos, sino también en su mismo
modo de ser. Asi -como nota Lersch
(53)-los individuos «quedan
uniformados, estandardizados, por el influjo externo del aparato de la
organización».
«Esta nivelación, este adocenamiento, esta estandardización -pro­
sigue- como fenómeno parcial de la masificación progresiva, alcanza
y se extiende a las zonas más dispares. Primeramente se conforma la
fisonomía del hombre; surge así el tipo de rostro medio, adocenado,
sin el sello distintivo que sólo la individualidad incanjeable puede con-
(l3) l'H; Ll!RSCH, op. dt., cap. IV, F., pág. 80.
1399
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JUAN V AILET DE GOYTISOLO
ferirle. Pero también la manera de pensar del hombre, su mentalidad
y su ideario, se \'en sometidos a este proceso nivelador» ... «De
fabricar
y
confeccionar las opiniones así comn de imprimir a las
dis­
tintas voluntades una dirección única y uniforme se encargan princi~
palmente de prensa y la radio, que hechizao al individuo para mol­
dear
su pensamiento.
El mismo periódico
es leído
diariamente por
millones de hombres; el boletín de informaóón de la radio llega dia­
riamente también a millones de
oídoo. De esta suerte hay la posibi­
lidad de influir al mismo tiempo
y en el I_IlÍsmo sentido en la concien­
cia de millones de seres.»
Así se forma, según palabras de Gambra (54), nna «humanidad
de hombr,es de

mentalidad amorfa, educados en la sola idea de la
igualdad
y de la envidia; de hombres empeñados en parecer mujeres,
de mujeres empeñadas en parecer hombres, de clérigos obstinados en
parecer seglares; de humanos en disimular_ su edad, su condición, su
jerarquía, loo límites y el sentido que aún conserve su vida ... Sociedad
nivelada de
almas en serie que aborrece las diferencias de situación o
de
inserción humana que
la constituían
en verdadera sociedad y la
guardaban de convertirse en masa o en rebaño ... »
10. El desarraigo existencial e intelectual da paso a nna media­
tización radomiü,ta del saber y del :vivir que, en las mentes de
nnos seres liberadoo de

sus
lazos sociales natura.les, desemboca
en
ideologías desencarnadas, en toda clase de utopías y concluye por
someterlos a la volnntad de quienes tomen las riendas
del poder

(
5 5) .
De
Corte (56)
lo ha subrayado magistralmente: «La negación del
"lazo
nupcial" que nne el
hombre al
nniverso desde su llegada al
mundo, ha acarreado la desestimación de esta experiencia vitaJ que
lastra con nn peso real todas las facultades, las acciones y las empresas
humanas. La inteligencia del hombre, en particular, renuncia a recibir
activamente por medio de este cordón umbilical, que la une con el
mnndo, la realidad de
loo seres y

de las cosas» ...
«La filosofía prác-
( 54) GAMBRA, op. cit., cap. VIII, pág. 14~.
(55) Sociedad de masas, I, cap. N, págs. 191 y sigs.
(56) DE CORTE: La educitci611 politica, VERBO 54, pág. 646.
14-00
Fundaci\363n Speiro

EL HOMBRE EN LA SOCIEDAD DE MASAS
tica y teórica, la concepción del hombre, del mundo y de Dios, no
proceden ya

de )a experiencia, sino
. que son

prefabricadas mediaote
la razón, admitidas o rechazadas según su conformidad o no confor­
midad a las normas dictadas por el espíritu, autónomo, sometiéndolo
todo a sus métodos, a sus procedimientos, a su legislación universab>.
Consecuencia de «la pérdida de una concepción del cosmos y de la
falta de una concepción filosófica del mundo»
es -dice
Lersch
(57)-ese intento moderno de «organización racional de la exis­
tencia, orientada hacia los valores prácticos
y no hacia los valores
intrínsecos», que «explica la
pérdida de

la totalidad» tanto
«en el
alma» como «en la imagen del mundo» que son «sacrifica.das en aras
del aparato y la organización».
No es de extrañar que aislada
de las cosas,

la razón conduzca fa­
cilmente a un hombre desarraigado hacia la
prosecución de

toda clase
de utopías.
Todo bien real tiene su reverso de males; toda ventaja lleva anejos
inconvenientes; rualquier iniciativa conlleva sus riesgos. No hay luz
sin obscuridad, como ha recordado Gustave Thibon (58), al desarro­
llar el pensamiento de Simone Weil de que «la vida real siempre es
una mezcla de bienes y males y la cosa mejor tiene siempre su lado
negativo»: «la sabiduría consiste en elegir no solamente el bien mayor,
sino también el
maJ menor,

y ocurre a menudo que la solución menos
mala es la mejor». En cambio, en este mundo el bien sin mezcla de
mal no es sino utopía. «Santo Tomás Moro describió, en una obia
célebre, un Estado en el que reinaba la justicia ideal y la felicidad
absoluta. Pero situó este
Estado en
la Isla de la Utopía, que en grie­
go significa: El país
que no está en ninguna parte».
Sin embargo, en un mundo en que la inteligencia, como compren­
sión de la realidad, es sustituida por una racionalidad operativa en la que el
objeto de
la
inteligencia y el de tJn miaginación se me7JClan
fácilmente,

y en que el
legere medianre la contemplación es sus-
(57) LERSCH, op. cit., caip. IV, C., .págs. 54 y sigs.
(58) GusTAVE THIBON: La utopie, Bi/lets1 en ITINERAIRES 210, fe­
brero 1976, págs. 73 y sigs.
1401
Fundaci\363n Speiro

JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
tituido por un /acere poiético (59), el h<>mo ,"f1iens vuelve al nivel
de
honw faber, aunque dotado de unos medios fabulosos.
Ello no puede más que acentuar el aspecto voluntarista de mies­
tra actuación que, en lugar de subordinarse a nuestra razón, la
emplea. en la ·pretensión de construir es-é mundo nuevo, con sus nuevas
estructuras, y ¡hasta de un hombre nuevo! Si el imperativo categórico
de Kant,
tras el giro copemicano que operó su filosofía, implicó una
una

actitud voluntarista (60), ésta fue acentuada por Fichte que con­
cibió el Ego, < y
del entendimiento, sustitutivo de una realidad, que de otra manera
le
resulraría ininteligible, y qu.e la remodela haciéndola más y más
inteligible. Pero el «yo» de cada individuo queda absorbido en
producto
del acuerdo de las voluntades
individuales que
constituye
la Una Eterna
VOiluntad Infinita dcl Estado que crea el mundo en
nuestras mentes

y por
nuestras mentes
(61).
Así esa voluntad creadora en el libre pensamiento de cada uno, es
socialmente dominada por la de quienes alcanzan
las riendas del Es­
tado. Y, aun cuando
Hegel (62)

no pretendiera prescindir de la con­
ciencia individual, lo cierto es _que en su fáctica síntesis subordinó
la certidumbre moral a la certeza objetiva del Estado que identifica con
la
Razón objetivizada,
identificándose de ese modo la realidad en
acto de

la
idea moral
objetiva y la
idea del
Estado que se impone
«como género y como potencia absoluta sobre 105 estados individuales»,
como «el espíritu que da su realidad en el progteso de la historia
universal». De ahí, como deduce Welzel (63), tras la presuposición de Hegel de que
«la historia

se desarrolla racionalmente»,
< ( 59) ar. nuestro estudio: Del legislar como legere al legislar como
facere, en VERBO 115-116, mayo-junio-julio 1973, págs. 507 y sigs., o en
Contemplación y acción, Madrid, Speiro, 1974, págs. 81 y sigs.
(60) ETIENNE GILSON: La unidad de la experiencia filosófica, ed. en
castellano, Madrid, Riailp, 1960, cap. IX, págs. 269 y sigs.
(61) MICHELE · FEDERICO SCIACCA: Estudios sobre filosofia moderna,
vers. en castellano, Barcelona, L. Miracle, 1966, IV parte, III, págs. 350 y sigs.
( 62) HEGEL: Philosophie d11 Droit, ed. en francés, París, Gallimard,
19'49, '§§, 137, 259 y 341 g, ptgs. 190, 194 y sigs., y 256 y sigs.
(63) HANS WELZEL: Derecho natural, justicia material, vers. en caste­
llano, Madrid, Aguilar, 1957, IV, 3, pág. 320.
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EL HOMBRE EN LA SOCIEDAD DE MASAS
nantes palabras sobre la conciencia y la singularidad subjetiva» que­
dan sumergidas,

siendo dominadas
por «la pura facticidad de las
concepciones culturales y jurídicas dominantes en cada momento». Y
de ese modo, como ha notado Bodenheimer ( 64) : «So capa de rea­
lizar una idea moral, se somete y da paso al ejercicio arl,itrario de un
poder autocrático por parte de los gobernantes
y de la sociedad totali­
taria».
Esa sorprendente prestidigitación resulta facilitada en la sociedad
masificada de hoy, en la cual las masas ,no piensan sino que sólo apren­
den lo que se
les suministra, presenrándoselo como su propio pen­
samiento, que i-es es elaborado, exacerband.o sus sentimientos eleva.­
dos

a mitos, que les son presentados
como promesas, para que en
la

dirección indicada
se dejen llevar por el devenir, tal como por la
comente del

río son
arrastradas millones
de
goras de agua.
11. El hombre masa, en
el breve repaso que hemos venido afec­
tuando, se nos ha perfilado como un hombre con el conocimiento
y
la vivencia de la realidad empobrecidos. Así sufre facilmente el influjo
de sentimientos
y emociones guiados por slo gans y consignas que le
conducen a la pérdida de su libertad de
opinión. Esta ----como ha
he­
cho notar Jacques
Ellul ( 65 )-

queda sometida a los
tópicos y los lu­
gares comunes en uso y a un lenguaje funcional, que producen una
constante movilidad de criterios en esas masas al compás en que su­
fren tales impactos.
Tiene
razó~ Marcuse (66)

ruando dice que la
palabra «se
con­
vierte en

cliché;
y en tanto que cliché reina sobre el lenguaje ha­
blado o escrito; la comunicación impide desde este momento un au­
téntico desarrollo de los seotidos» ... «el lenguaje, al volverse fun­
cional, provoca una reducción del sentido que tiene un contenido
(64) EDGAR BoDENHEINER: Teoría del Derecho, vr. ed. en castellano,
México, Fondo de Cultura Económica, V, 16,: págs. 101 y sigs.
(65) JACQUBS ELLUL: L'illus;On pol#ique, París, Payot, 1965, cap. VIII,
§§ 11, págs. 233 y sigs.
( 66) HERBERT MARcusE: L' homme uniJ;mensional, ve.rs. en francés,
París,
Les editions du Mi.nuit, 1968, cap. N, págs. 110 y sigs.
1403
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
político. Los nombres de las cosas son "indicativos de sus modos de
funcionamiento", pero sus modos (ax:tuales) de funcionar sirven
también pa1'a defioir
las

cosas;
"encier!lUl" el
sentido
de las cosas
y al hacerlo exd~en los otronnodos de funcionamiento. El sustan­
tivo gobierna la frase de un modo autoritario
y absoluto y la frase se
convierte en una afirmación que debe ser aceptada. Su sentido de­
clara, codifica, no puede
ser demostrado, modificado y negado» ...
De
ahí
«la forma proposicional del discurso político que se justifica
por sí misma. Términos tales como "libertad"", "igualdad"", "demo­
cracia", "paz", implican, .analíticamente, ui1a apropiación específica
de los atributos que iovariablemente aparecen cuando la palabra es
escrita o pronunciada». Hemos
observado, también,

al hombre
masa insolidario
con los
principios
y costumbres heredados, sio percatarse de que éstos han
cimentado la civilización que le ha permitido alcanzar ese bienestar
al que no quiere renunciar sino
acrecentarlo indefinidamente.
Su en­
trega a ideologías desencarnadas que prometen un paraíso aquí en
la tierra, le conducen a la utopía de pretender el logro de bienes sin
mezcla de mal alguno, de ventajas sio inconvenientes, de confort y
seguridad sin responsabilidad, de bienestar sin propias iniciativas,
esfuerzos ni riesgos.
Todo lo pide al Estado.
Naturalmente, así se acrecienta el poder que
el Estado extiende
por doquier para realizar
la homo geneizttdón que impone en. aras del
igualitarismo (
67). Combinados, pues, esos afanes de bienestar sin
responsabilidades ni riesgos
y de igualdad que dominan a las masas,
tienen que producirse necesariamente importantes consecuencias po-.
líticas, que implacablemente se resumen en los fenómenos de la de­
mttgogia, la .tecnaeracia y el totalitarismo ( 68).
La superficialidad de las masas
y su sumisión a los lugares co­
munes, que las hacen impermeables a toda verdad profunda, por
real que sea, en tanto no se ajuste a su sensiblidad, las -hac-en, en
cambio, fácilmente conducibles por ~u.ienes saben alargarlas y, para
( 67) Sociedad de masar, I, cap. V, págs. 178 y sigs.
( 68) Sociedad Je masas, I, cáp. VI, págs. 214 y sigs.
1404
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EL HOMBRE EN LA SOCIEDAD DE MASAS
convencerlas, toman como base discursiva los lugares comunes pre­
viamente aceptados, o los nuevos que logran sugerirles, enlazándolos
a sus sentimientos, buenos o malos.
Así triunfan los demagogos y
con ellos una degeneración mental.
Notemos, con Ortega y Gasset (69), que la demagogia es ya de
por sí
< de degeneración intelectual» : «La demagogia
esencial del demagogo está dentro de su mente
y radica en su irres­
ponsabilidad ante
las ideas mismas que maneja y que él no ha creado,
sino recibido de los verdaderos creadores».
12. Si el demagogo es la figura que agita la rebelión de las
masas, la función contraria, es decir, la rebaño a través de las rutas planeadas por el Estado, lo asume una
nueva figura que emerge en la
escena política: el tecnócrdia. Si bien
éste, en su función propagandística, a veces esgrime también artificios
demagógicos, no los emplea para provocar la rebelión, sino para fa­
cilitar la conducción pacífica, haciendo que las masas se lancen vo­
lnntariamente por los caminos predeterminados para llevarlas (70). La figura del tecnÓ las técnicas extienden su aplicación al gobierno de las masas .. .
Hoy
desde la economía a la información y mañana, tal vez, al planing
familiar (71 ).
Existen varios elementos que favorecen el desarrollo temocrático.
De nna parte, el progreso de las técnicas y de la metodología cuan­
tificadora con sus computadoras y aparatos electrónicos. De otra,
como explica De Corte (72), el Estado, «que se constituye en las
arenas movedizas de la disociedad», que sustituye la tradición y la
aperiencia por «dosis ideológicas», se ve forzado a evolucionar hacia
la tecnocracia, para combinar la previa manipulación de la propa­
ganda con la «instauración de "estructuras" rígidas que aprisionan
(69) ÜRTEGA Y GASSBT, op. cit., Prólogo para franceses, pág. 20.
(70) Sociedad de masas, cap. VI, págs. 217 y si¡¡,.
(71) Cfr. nuestra obra Ideologiá, praxis y mito de la tecnocracia, 3.! ed.,
Madrid, Montecorvo, 197.5, III parte, págs. 143 y sigs.
(72) DE CORTE:
La educación politica, en VERBO 59, págs. 650 y sigs.,
especialmente 654 a 657.
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JUAN V AILET DE GOYTISOLO
al hombre desde su nacimiento hasta su muerte, reemplazando las
instituciones naturales
anemizadas, extinguidas

o
evacuadas, para
en­
granadas en los
rodamientos met6dicamente

revisados
y engrasados
de la gigantesca
máquina estatál. El conocimiento de los mecanismos
que rigen el comportamiento
y los reflejos elementales de la humana
marioneta, mecanismos que se disparan automática.mente cuando la
mariooeta es privada de su razón nutrida por la experiencia, ha sido
hoy suficientemente

desarrollado para permitir la manipulación de
los ciudadanos mediante
técnicas análogas

a las empleadas por un
ingeniero que manipula cosas materiales
y las somete a sus direc­
trices ... ».
Por eso, los tecnócratas que tratan de realizar la racionalización
cuantitativa
de todas las actividades -desde la enseñanza y la infor­
mación
hasta las

económicas, laborales
y recreativas- se dividen en
dos tipos
(73) :
-los que condicionan las cosas;
- y los que condicionan las mentes, mediante la propaganda,
para que acepten las cosas
tál como
van siendo condicionadas por
aquéllos.
Notemos que la ideología
teaiocrática presupone una concep­
ciót1
ideológica

del
mpndo que admite su mecanizaci6t1 dirigida

cen­
tralmente por un,,s cerebros capaces de ordenar/" e impulsarla del

modo
más perfecto (74).
Es una concepción operativa que trata de sustituir el orden natural
por un orden racional, acorde con esa operatividad, mediante la me­
canización social adaptable al servicio de las ideologías políticas más
diversas, que convierten al Estado en
un vasto y complejo mecanismo
utilitario,
que usa de los mejores adelantos técnicos para cuantificar
y planificar centralmente, desde arriba, el logro del mayor bienestar
posible
(75).
(73) Ideologla, praxis y mito de la temomuia, III parte, 11 sec., ca.
p!tulo IV, págs. 185 y sig,,.
(74) Ibid., 11 parte, 11 se<., cap. I, pág,,. 76 y sigs.
(75) Ibid., cap. III, págs. 89 y sig,.
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EL HOMBRE EN LA SOCIEDAD DE MASAS
13. Es inquietante esta afirmación de Beroanos (76): «El Es­
tado totalitario es menos una causa que un síntoma. No -es él quien
destruye su libertad, se organiza sobre sus ruinas.
Ciertamente, el Estado totalitario, que es la omniestatalidad, no
puede imponerse si no concurren ciertas circunstancias
(77):
- Ante todo una concepción inmanentista, en la que el Estado
ocupa el lugar de Dios, pues al no aceptar nada que le trascienda,
convierte su poder en absoluto.
-Seguidamente la absorción por el Estado de todas las institu­
ciones, atrebatando
el poder a las formas de vida preestatales, im­
poniendo una concepción
social que considera «que todos los miem­
bros de la ordenación de estructura fluyen desde arriba hacia abajo
partiendo del centro
estatal», es decir, «donde desapare:zca la construc­
ción desde abajo
hacia arriba», como ha notado Emil Btunner (78).
~ Y, finalmente, la alienation totaJe del individuo -que se
siente
liberado de
las viejas ataduras--
al Estado, que apoyado en
la volonté générale puede modificar y configurar a su guisa todos
loo derechoo.
Alcanzamos así el «mejor de los mundos», presentido por Aldous
Hauxley, que
Roland Huntford (79) observa en el llamado paraíso
sueco y al que acl.ifica de nuevo totdit,,,.;smo. Tocqueville (80) ya
lo habla vislumbrado
proféticamente:
«Pienso ~ribió hace

más de un siglo-- que
la especie de
opresión que
amenaza a

los pueblos democráticos no se parecerá nada
a las que han precedido en el mundo>> ... «Busco en vano, yo mismo,
una expresión que reproduzca exactamente la idea que me--formo y
(76) BERN.ANOS: La libertad ¿para qué?, vers. castellana, Buenos Aires,
1947, pág. 136.
(77) Cfr. mi ponencia en el 11 Convegno Romano de la Fundación «Gioac­
chino Vol pe»: El hombre ante el totalitarismo e.stala/. LJnea.r de defensa po­
lílirn-jurídicas, en VERBO, 124-125, abril-mayo 1974, pá~. 387 y sigs.
(78) EMIL BRUNNER: op. cit., cap. XVI, págs. 167 y sigs.
(79) ROLAND HUNTFO:rtT: Le nouve.au tota/itarisme. Le parad.is socie­
dois, ed. en francés, Pa.rls, Fayard, 1975, cap. XV, págs. 241 · y sigs.
(80) TOCQUBVJLLB: De la de_mocratie en Amerique; Lib. III, cap. VI,
págs. 324

y
sigs.
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JUAN V AI.LBT DE GOYTISOLO
la comprenda; las antiguas palabras despotismo y tiranía no me re­
sultan adecuadas en absoluto. La cosa es nueva ... ».
«. .. veo una muchedumbre innumerable de hombres parecidos e
iguales que giran sin reposo sobre ellos mismos para procurarse pe­
queños y vulgares placeres con los que llenan su alma. Cada uno de
ellos, visto por separado, es
coino extraño
al destino de todos los
demás» ... : «no existe sino en sí mismo y para sí solo y, si le queda
aún una familia, puede decirse por lo menos que ya no tiene patria».
«Por encima de ellos se eleva un poder inmenso
y tutelar, que
se encarga él sólo de asegurar ·sus goces y velar por su suerte. Es
absoluto, detallado, regular, previsor y dulce. Se parecería a la po­
testad paterna si, como ésta, tuviera por objeto preparar a los hombres
para la edad viril; pero no procura, por el contrario, más que fijarlos
irrevocablemente en la infancia; quiere que los ciudadanos disfru­ ten con tal de que no piensen sino en disfrutar. Trabaja de buen
grado para su bienestar; pero quiere ser el único agente
y el solo
ái:bitro, provee a su seguridad, prevé y asegura sus necesidades, fa­
cilita sus placeres, conduce sus principales negocios, dirige su indus­
tria, regula. sus ·sucesiones, divide sus, herencias. ¡Por qué no podría
quitarles por completo el trastorno de pensar y el esfuerzo de vivir!».
«Es así como cada día convierte en menos útil y en más raro el
empleo del libre arbitrio; que encierra la acción de la voluntad en
un espacio menor,
y sustrae poco a poco a cada ciudadano hasta el
uso de
si mismo. La igualdad prepara a los hombres para tódas las
cosas__; les dispone a sufrirlas y a menudo incluso a mirarlas como
un bien.» «Después de haber tomado así, poco a poco, en sus poderosas
manos a cada individuo,
y de haberlo moldeado a S)l guisa, el so­
berano extiende sus brazos sobre la sociedad entera; le cubre la su­
perficie de una red de pequeñas reglas complicadas, minuciosas
y uni­
formes a

través de las cuales los talentos más originales
y las almas
más vigorosas no podrían hallar la claridad para sobrepasar la mu­
chedumbre; no les rompe las voluntades, pero se las reblandece, las
pliega
y las dirige; obliga rara vez a obrar, pero se opone sin cesar
a que se actúe; no destruye nada, pero impide que nazca; no tiraniza
nada, estorba, comprime, enerva, apaga,
atenta, reduce;
en fin, cada
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EL HOMBRE EN LA SOCIEDAD DE MASAS
nación a no ser más que un rebaño de animales tímidos e industriosos,
de los que el gobierno es el pastor.»
Pío XII (81), eo su radiomeosaje de Navidad de 1952, dio ya
la
voz de alerta i=cliara: «Desdichadamente no se ttara aibora de hipó­
tesis y previsiones, pues es ya un hecho esta triste realidad : donde el
demonio de la organización invade
y tiraniza el espíritu humano,
en
seguida se

revelan las señales de la falsa
y anormal orientación
del
desarrollo social. En no pocas naciones el Estado moderno se
va convirtiendo en una gigantesca máquina administrativa, que extien­
de su mano sobre casi toda la vida: la escala completa de los sectores
político, económico, social, intelectual, hasta
el nacimiento y la muer­
te, quiere que sea materia de su administración. No .es, pues, de ma­
ravillar que en este clima de lo impersonal, que tiende a penetrar y
envolver toda la vida, el sentimiento del bien común se embote en
las conciencias de los individuos, y que el Estado pierda cada vez
más

el carácter primordial de .una comunidad moral de ciudadanos».
«De ese

modo se revela
el origen y el punto de partida de la co­
rriente

que
arrastra el

hombre moderno a un estado de angustia: su
derpersonalización.
Se le ha quitado, en gran parte, el rostro y el
nombre; en muchas de las más
importantes actividades

de
la vida
ha quedado reducido a mero
obj,eto de

la sociedad, porque ésta, a
su vez, se ha transformado en un sistema impersonal, en una fría
organización de fuerzas.»
El nudo gordiano -la imagen es de Georges Pompidou (82)-,
se
aprieta, ...

¡Es preciso cortarlo!
(81) Pío XII: 1..ev-,, capita, 18 y 19.
(82) GEORGES PoMPIDOU: EJ nudo gordiano, cap. final, vers. en caste­
llano, Madrid, Sociedad Hispano-americana de Ediciones y Distribución, 1975,
págs.
1'8 y sigs.
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