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Homenaje al Papa

HOMENAJE AL PAPA
POR
SAL VADOll MuÑOZ IGLESIAS
el 3 de marzo de 1980
.en el acto celebrado e_p. la Catedral ~e Valen~i&:, organizado por la Uni6n. de
Seglares Católicos Espafioles,
Lo recuetdo como si hubiera sucedido ayer.
Era una fresca mañana de mayo en Roma. Se celebraba: la fiesta
de la Ascensión del Señor, y el recién nombrado · Papa Pío XII
--41asta hace poco Cardenal Eugenio Paa:elli~ tomaba posesión de
su
catedral
romana, la
Basílica de San Juan de
Letrán.
Era

un
día de
sol espléndido.
·E] cortejo, conduciendo al Papa
en Silla Gestatoria, avanzaba majestuoso, -entre las aclamaciones de
la muchedumbre, desde los palaci06 lateranenses • la Basílica.
Al llegar al vestíbulo, el Papa se puso en pie
con los brazos en
alto. La melodía gregoriana y el texto bíblico del introito de la
festividad
parecían dirigidos

a
los presentes: «¡ Hombres de Galilea!
¿Qué hacéis
ahí parad06 ~rando al cielo?&.
Por

un
lllOlllel!to nos
sentimos transportados a la
cumbre del
Olivete, cuando

Jesús, tras bendecir a los
apóstoles, subió majes­
tuosamente
a

los cielos, hasta que una nube lo
ocultó definitivamente
a
fas miradas de los discípulos. Aquella imagen ergnida, cnbierta de
una sotana blanca resplandeciente, con muceta y estola granate,
le­
vantando los braros en alto, recordaba la figura y el gesto de Cristo
en la mañana de la Ascensión. No
faltaba: siquiera en el inmenso
azul del
cielo romano

de aquella mañana
la presencia de alguna nube­
cilla

dispuesta, si
fuera preciso, a la jugada del ocultamiento. Temla,
mos
tener

que
apostrofarla como
el
poeta:
539
Fundaci\363n Speiro

SALVADOR MUEWZ IGLESIAS
«¡Ay, nube envidiosa aun de este breve
gozo! ¿Qué te aquejas?
¿Do vuelas presurosa?
¡Cuán rica tú te alejas!
¡Cuán pobres .y ~ tristes, ay, nos dejas!»
Pero esta vez no fu.e así.
La imagen blanca del Papa descendió de la sedia, y con los pies
en el suelo, a
la altura de los circunstantes que besábamos su mano,
entró

en
la Basilica.
Recordé emocionado la acertada expresión de

Catalina de Siena
ctiando llamaba al

Papa
«il dolce
Cristo in
tetra»: el dulce Cristo
en
la tierra.
Cristo subió a los cielos.
Cristo se ocultó una mañana a la vista de
los mortales, tras la
oscuridad de

una nube
que sólo

con
los ojos

de la fe podrán los
hombres traspasar.
Pero se que,;!ó realmente· entre nosotros:
De
manera invisible
en la Eucaristía.
Visiblemente; ..
¡en ~ Vicario! ·
España
se distinguió siempre por su acendrado amor al Romano
Pontlfice
y a la Sede Apostólica.
Fue algo que tuvimos siempre los españoles cómo timbre de
gloria, como

patente
y distintivo de nuestro ser católico. De nosotros
lo heredaron -y mantienen vivo hoy-los palses de habla hispana.
Lo sabían los Papas, que siempre correspondieron recíprocamente a
ese amor. Y lo incluía el mundo entero entre las características dife­
renciales del ser español.
Pero, de prónto, han soplado sobre la piel de toro vientos ul­
tramontanos. · Y,

en
nuestros ·días,· el

Papa ve
con dolor, América
comprueba

con escándalo,
y el mundo cóntempla con extrañeza, que
en España se

habla
y se escribe 'contra el Vicario de Cristo con una
virulencia
inusitada. Y no poi: loa que se dicen enemigos de la Iglesia,
sino
por quienes presumen . de estar dentro de dla y entenderla mejor
que nadie. Hoy, el Papa en
Espalia no

es que tenga solamente mala
prensa, es que está teniendo, incluso, mala Hoja
Parroquial. Y, por
Fundaci\363n Speiro

HOMENA/B AL PAPA
desgracia,. lo que ac:al¡o de decir -bien lo sabéis-no es ¡¡na simple
metáfora.
Y siendo esto as!:
¿Podemos los católicos españoles cruzarnos
de bruos ante

esta
situación? ¿Pueden dejarnos insensibles
las ofensas proferidas en nuestra
propia
lengua y escritas en las publicaciones de nuestra propia Iglesia
contra el Papa? ¿Vamos a tolerar sin protesta qu.e
se denoste al que consideramos
Vicario de Cristo
en la tierra, y en un país que preswne de respetar
las creencias de

todos sns
ciudadanos?
¿Hemos
de permitir que

fuera de nuestras fronteras vaya cun­
diendo la imagen de

una
España. antipapa!, o

de
~ Iglesia . espa­
ñola

que se distancia de la unidad católica, encarnada
y apoyada en
el Magisterio del

Primado Pontificio?
¿Seríamos
capaces de

asistir impasibles al
desmoronamiento de
la

fe católica en nuestros
hermanos, sin procurar ayudarnos. IDIJtua­
mente a consolidar las bases que la sustentan?
* * *
Este es el motivo qne nos congrega esta tarde a los pies de Nues­
tra
Señora de
los
Desamparados, Patrona
de Valencia
y Madre de la
Iglesia.
Venimos:
- a proclamar, en nombre de millones de católicos españoles,
nuestra inconmovible devoción al Vicario de Cristo en
la
tierra;
-a reafirmar nuestra fe en la función fundamentalmente uni­
ficadora, magisterial y directora qne Cristo asignó, en la Iglesia
por El fundada, a Pedro y a sus sucesores;
-

a profesar
· póblicamente

nuestra militancia en una Iglesia qne
tiene el encargo de
realizar en

el mundo el designio salvífico
de Dios bajo la
Capitanía visible

del
Romano Pontífice;
541
Fundaci\363n Speiro

SALVADOR MUNOZ IGLESIAS
-a-repetir, una vez más, ·nuestro compromiso de sumisión · y
obediencia al magisterio infalible y a la autoridad auténtica de
aquél a quien Jesucristo Nuestro Señor entregó las llaves del
Reino de
los Cielos, prometiendo que

allí se
daría por atado
y desatado lo que él atare y desatare en la tierra.
Aunque

esta
celebración no quiere ser exclusiva, n.i siquiera pri­
mariamente polémica, Sino, ante todo, constructiva en el amor, he
querido recoger las principales cosas que hoy se dicen en España
contra el Papa, a

fin de responder a
ellas y fijar, así, en sentido afir­
mativo, la verdadera postura que en católico deberiamos adoptar.
Con
satisfacción inmensa, he
descubierto una cosa:
. La actual postura contestataria frente al Papa en España es muy
pobrecita. Aparte de no ser nada original --ae limita a copiar lo que
se dice
fuerá de

nuestras
fronteras-, da muy poco de sí, No tiene
altura ni categoría.
Loo cargos son tan ridículos que me darla ver­
güenza -y tendría remordimiento de haber defraudado vuestras es­
peranzas-si · Ílmitara mi conferencia a refutarlos.
542
l. Lo primero que lanzan contra Juan Pablo 11 -como si fuera
una deshonra
para él o una desgracia para la Iglesia-es la
tremenda acusaci6n de ser polaco; porque ello implica ---di­
cea-que no conoce Occidente, y que concibe la iglesia uni­
versal a la luz oscurantlsta de lo que llaman «nacional-cato­
licismo»

de
su pals natal.
2. Viene luego la acusación de anticonciliar. Juan Pablo 11
---dicen-no continúa la linea del Concilio Vaticano 11.
Hay en
· él

una
regresión -«involución» la llaman-hacia
las posturas conservadoras, trasnoohadas y de extrema dere­
cha, de
Pío XII.
3. Se le reprocha, en tercer lugar, de provocar concentraciones
masivas de fieles (Méjico, Polonia, Irlanda, Nueva.
York ... ),
fomentando así el culto a la pe.raorialidad y un condenable
triunfalismo, que
estaría degenerando eli lo que llaman «pa­
polatrla»,
4.
Por último, se le
echa
0
en caia su defensa· del celibato ecle-
Fundaci\363n Speiro

HOMENAJE AL PAPA
siástico en la «anacrónica» carta del Jueves Santo de 1979 a
· todos los sacerdotes del mundo; su «frenazo» a las secula­
ri2aciones
que con llltita facilidad se veo.lan concediendo en
los
últimos años ; su actuaci6n enérgica frente· a los desmanes
o

desviaciones de
algunos teólogqs; y . hasta su devoción a
la Santísima Virgen, que algunos consideran «beatería tras­
nochada»,
y que otros han ,tenido la osadía, irreverente y
ofensiva, de involucrar con el fenómeno de la atracción de
los sexos ...
¡Inconcebible!
¡Inaceptable!
¡Insostenible!
¡Intolerable!
¡Falso!
¡Injusto!
Se podrían añadir innumerables calificativos de rechazo a esta
postura contestataria antipapa! que estamos presenciando en nuestra
católica
España.
Los
dejo a vuestra discreción... y caridad.
Pero no quiero que
se me quede en el tintero el que, a mi juicio,
califica
mejor que nada esta postura.
Me duele decirlo, por el respeto que me merecen y por el sincero
amor que profeso a estos hermanos discrepantes; pero su actitud es
una
actitud ... ¡ridicula!
l. ,'IDesde cuándo es un «impedimento dirimente» para ser Papa
el
haber nacido en -Polonia, país de una vivencia cristiana cuantita­
tiva
y cualitativamente no superada por ningún otro país del mundo
actual; con

unos porcentajes de vida sacramental no
alcan%8dos en
ninguna
otra nación; con un indice envidiable de vocaciones sacer­
dotales,
religiosas y misioneras; con unas familias visceralmente cons­
cientes y responsables de su quehacer insustituible en la formación
cristiana de
los hijos;
con una
preocupación por la cultura religiosa
que
los lleva , a

sostener
generosamente, en

medio de su pobreza
ge­
neral, la Universidad Católica de Lublin, con ¡nás de 500 profesores
Fundaci\363n Speiro

SALV ADOK MUhOZ IGLESIAS
y con una Biblioteca de más de 800.000 volúmenes? Hay que tener
la .humildád de reconocer paladinamente: Un Papa pohu:o no es una
de&hoora ni.
una.

desgracia
para la Iglesia. .. Un Papa polaco es el
p,emilJ meredd() que Dios · ha otorgado a la católica nación polaca,
y un regálo inmerecid() que la Iglesia de Polorua ha hecho a la
Iglesia
Universal.
¿Se pnede decir, sin caer en el ridículo, que e-por ser polaco­
descoooce
los ¡,roblemas· de la Iglesia Universal .un hombre que es­
tudió y trabajó
pastoralmente en Roma varios años; que hizo su tesis
doctoral en Teologla con un
¡,rofesor francés
sobre un místico es­
pañol; que
domina más de 10 lenguas ( aparte del latín y el griego,
las principales lenguas europeas: alemán, español, francés, inglés,
italiano, portugués,
polaco, ucraniano,
ruso ... ) ; que me consta
que
estaba suscrito en Cracovia a tres revistas de nuestro Consejo Su¡,erior
de Investigaciones Científicas (imaginad las

revistas
franc~, ale­
manas e inglesas que recibirla.) ;

que
habla asistido
y tomado parte
activa
en nombre de Conferencia Episcopal ¡,ola.ca a todos los Sínodos
celebrados en Roma después del Concilio; que en 1976 fue invitado
por Su Santidad Pablo VI a dirigir
los Ejercicios Espirituales que
habla de hacer el Papa, y con él los principales dirigentes de la Curia
Romana?
La ridiculez sube de puoto cuando se considera uo demérito de
Juan
· Pablo
II el
proceder de un· país donde se vive -dicen-un
«nacional-catolicismo»; que hay peligro de que el Papa quiera im­
plantar en el mundo entero. Si esto no estuviera en · letras de molde,
pensaríamos que
era una calumnia atribuírselo a

nadie.
¿«Nacional-catolicismo» el de un

país dominado
por la bota de
Moscú, con

un
gobierno comunista, oficialmente

ateo y marxista,
im­
puesto contra la voluntad masivamente mayoritaria de la nación?
¿«Nacional-catolicismo»
el de un
pais cuya legislación es abier­
tamente anticristiana, ·
cuya enseñanza es

obligatoriamente estatal y
laica, y qne ni
siquiera mantiene

relaciones diplomáticas
con el
Va­
ticano?
¿Hay peligro de que Juan Pablo considere ideal y trate de im­
plantar en el mundo un «na.cional-catolicismo» semejante?
· ¿No será más bien una suerte para la Iglesia -especialmente para
544
Fundaci\363n Speiro

HOMENAJE AL PAPA
países de reciente orientación laicista y marxistizante, ¡como hoy el
nuestro!-
que el
Papa pueda ofrécemoa la experiencia de una Igle­
sia totalmente
desviru:ulada def

poder civil,
y que se esfuerza por
mantener sus esencias en un
clima adverso de desasistencia, seru­
larismo, e incluso de pe,secución, que le niega, a veces, los más ele­
mentales derechos
y la más imprescindible libertad ... ?
2. La segunda
acusación presenta
al Papa
como anticonciliar y
regresivo. Afirmación gratuita que no se prueba jamás.
Desde el

primer
momento de su Pontificado, Juan Pablo 11 ha
dedicado
sus esfuerzoa a poner en práctica las decisiones del Conci­
lio. A la vista
está, por ejemplo, su respeto a la Colegialidad Epis­
copál
con

la preparación del VI Sínodo que tendrá lugar
en el próxi­
mo otoño sobre el
tema de

la familia cristiana; en la mente de
todoa
están las frecuentes

reuniones con las
Conferencias Episcopales (

de
Hispanoamérica., en Puebla; de Polonia, en Cracovia ;·

de Alemania,
en Castelgandolfo,
para el caso Hans Küng; .de Holanda, en Roma,
recientemente);
y el mundo ha sido testigo de un gesto de Colegia­
lidad
inédito en

la
historia de

la Iglesia con la reunión de
los Car­
denales convocada a fin de hacerles solidarios en la solución de pro­
blemas importantes
para la marcha de la Iglesia Universal. ·
Si se trata

de la
preocupación del
Concilio
por el hombre mo­
derno, alhí está la magistral Encíclica Redem¡,tor Hominfr con que
Juan
Pablo
II ba iniciado su Magisterio Pontificio.
Y
si nota
distintiva del Concilio es la apertura de la Iglesia al
ecumenismo, testimonio fehaciente dcl espíritn · conciliar de Juan
Pablo
II es su reciente viaje a Turquía para establecer cootactos per­
sonales con la Iglesia ortodoxa.
Lo que ocurre es que
algunoa desearian una actitnd poiltconciliar
del

Papa que condujera
la Iglesia hacia las metas que desatinadamente
propugnaron durante el Concilio y
que no lograron hacer triunfar
en él. Juan Pablo
II, perfecto conocedor del Concilio desde dentro
y auténtico intérprete de su pensamiento, constituye una rémora para
loa proyectoa iconoclastas de algunoa sectores .dentro de la Iglesia.
Por
eso le atacan.
Hoy es historia ya una significativa
anécdota que
tnvo Jugar en
545
Fundaci\363n Speiro

SALVADOR MUNOZ IGLESIAS
Roma a, las pocas horas de clausurarse el Concilio Vaticano II. Se
celebraba una reunión de · despedida en el local que durante el Con­
cilio habla ocupado el IDOC, aquel Servicio de Infonnación y Do­
cwnentacióo montado por un grupo de teólogos centroeuropeos para
influir

sobre los Padres conciliares. Hablaba
un conocido
teólogo
belga, cuyo nombre silencio
por los lazos de amistad que con él me
unieron algún tiempo. Y
deda textualmente: «En el Concilio hemas
perdida fa batalla
de los tex/{)S. H"y q11e l11char @or<> para ganar a
todo trance la batalla de S1I interpretación».
Esta consigna, lanzada a raíz de la clausura del Concilio, puede
explicar muchas
cosas del Postx:oncilio.
Porque

como desgraciadamente el ejército eo cuestión disponía
de
abundan.te presupuesto para armamento, la estrategia ha funcio­
nado
maravillosameote.
No

se trata en esta lucha de
interpretar fielmente
lo que el Con­
cilio dijo.
Se trata de hacerle decir lo que no dijo. Si Juan Pablo II
es para
nosotros perfectameote conciliar,

porque hace lo primero,
para ellos
no lo

es,
potque no

hace lo segundo.
3
.. No· quisiera

perder
mucho 'tfompo en contestar a la tercera
acusación formulada contra Juan Pablo II eo base a su
gran con­
vocatoria

de muchedumbres,
puesta de manifiesto eo
sus viajes
pas­
torales a Méjico, Polonia, Irlanda y Norteamérica, as! como en lá
afluencia, cada día más numerosa, a las audiciencias de los miér­
coles y al rezo del Angelus los domingos eo la Plaza de San Pedro.
Me
gustarla ceder la palabra a alguien que hubiera participado
en alguna de
estas inauifestaciones, para que os certificara --como
yo os certifico por lo que se refiere
al viaje a Polonia, donde tuve
la suerte de
acompañarle paso a paso-que no hay en las apariciones
públicas de Juan Pablo II el
más leve afán de vedetismo ni de bús­
queda

de
culto a la · propia personalidad. Lo que hay en él es una
dosis de humanidad
poco 'corriente; una espontánea cercanía del Papa
a los
problemas de lá vida

ordinaria de cada
cual --«Santo Padre,
,!quiere bendecirme

este retrato que es
dé mi ·novia?»·, y el Papa sé
lo

coge
y se lo besa-; una sensación de aplomo y de seguridad en
su., palabras que tanto se echa de meoos en fas ideologías vacilantes
Fundaci\363n Speiro

HOMENAJE AL PAPA
de estos tiempos que vivimos; una capacidad de convocatoria, en fin,
que raya en lo carismático, al arrastrar
masivamente a
las gentes, a
pesar de no halagarles los oídos con ·· promesas · facil<>ru1S, · sino con
exigencias
evangélicas descarnadas.
fil fen6meno, más que las desconsideradas críticas de sus detrac­
tores, está pidiendo a los soci6logos y psicólogos un estudio en pro­
fundidad.
Porque
la Iglesia n
está
buscando hace
tiempo afa­
nosamente-encontrar

la
imagen aciecuada de

su comportamiento
pastoral
y misionero en este mundo secularizado que se nos va.
Y
no
estaba dando resultado -porque

nunca
lo dio ni pudo
darlo-

el sistema de contemporizar
hasta el extremo de suprimir
del mensaje cristiano lo que
al mundo desagrada. San Pablo lo hizo
una vez,
silenciando · ante

los atenienses el escándalo de la
Crui:; y,
a pesar de que el discurso en el Areópago fue un modelo de aco­
modación al lenguaje de sus oyentes, fracasó: apenas log¡có un par
de conversiones (Hechos 17, 34). Pocos dias después, en Corinto,
escarmentado, cambiaba de

táctica. Y
más tarde escribiría a los co­
rintios: «Yo,
hermanos, cuando llegué a vosotros, no llegué anun­
ciándoos el misterio de Dios con
excelencia de palabra o de sabidu­
ría;
pues me

propuse
no saber

entre
vosotros otra cósa que a Jesu­
cristo;
y a éste, érucificado... Mi palabra y mi pre,licación no tuvie­
ron
nada
de persuasivos discursos sabihondos; sino que fueron de­
mostración de
espiritu y de poder» (1 Cot 2, 1-4).
Tras varios años de excesivo afán
irenista, en
los que :muchos
cristianos; de buená fe pero equivoca,los, con un extraño y funesto
complejo de inferioridad,
estaban tratando de

presentar
al mundo
un cristianismo sin aristas, que el mundo, lejos de aceptar,
rechaza
cada

día con mayor
estriépito, ha

venido Juan Pablo II diciendo
des­
camadamente

la verdad,
y las masas le siguen y aplauden.
El Papa no se
muestra en público para redbir los aplausos de la
muchedumbre, sino
para dar a las masas lo que cada uno de ellos
viene buscando en

el encuentro con
el Vicario de Cristo: la palabra
del

Maestro, sin ambages
ni mixtificaciones, un cristianismo genuino
¡ sin descafeinar!, tina seguridad en lo inamovible que permitá sin
mareamos el

balanceo
sobre los columpios de las verbenas del mundo.
~47
Fundaci\363n Speiro

SALVADOR MUNpz IGLESIAS
4. Finalmente, la lista de agravios a :Juan Pablo II enumera
entre
sus fallos
los
que nosotros consideramos precisa.mente los me­
jores

logros
de su Pontificado.
Porque
nosotros pensamos -'/ para decirlo

muy alto hemos
ve­
nido aquí-que ha sido para la Iglesia una gracia del cielo extra­
ordinaria su Carta
del Jueves Santo del pesado año a los sacerd0tes,
reafirmando

la identidad inconfundible
y permanente del sacerdocio
ministerial
cristiano; que st• llamada a las almas consagradas para
que

mantengan con el
celibato la palabra dada a Cristo y a su Iglesia
no es -:--eomo se nos quiere y se le quiere hacer ver-un atentado
a los derechos del hombre al que se niega la secularización, sino una
invitación
y estímulo caritativos a la debida fidelidad a Dios «que
es,
al mismo
tiempo, comprobación de la auténtica fidelidad a sí
ll)ismo, a la propia conciencia, a la propia humanidad y dignidad»
(Carta a lo, sa&erd<71e,, núm. 9); que su aceptación enérgica frente
a
las desviaciones doctrinales de algunos teólogos no es un «frenazo»
que paralice la auténtica inveotigación teológica,

ni un intento de
sofocar
el imprescindible y valiosp carisma de los te61ogos en la
Iglesia, sino que es en el Papa el obligado
ejercicio de

su función
de Maestro Supremo
pata declarar lo que pertenece al mensaje reve­
lado y lo que de él se ·aparta; finalmente, que la fervorosa devoción
filial de Juan Pablo II a la Madre de Dios se inserta en las coor­
denadas fundamentales del cristianismo
plurisecular, y, por ello, en­
cuentra un eco emocionado de resonancia inmensa en millones de
aJmas que, a fuer de fervorosos seguidores de Cristo, le dicen como
aquella mujer de la turba en
el Evangelio: «¡Dichoso el vientre que
te llev6 y los pechos que te alimentaron!» (Le 11, 27).
• * *
El tenor y la . andadura de esta deslaba.zada charla, a la que no
quiero dar

-porque no lo merece-- el
honroso titulo
de conferen­
cia, me
trae irremediablemente a la memoria dos pasajes de los es­
critos del apóstol· San Pablo.
El primero es aquel de su segunda
carta a los corintios, donde
obligado a
hacer la autoapologfa de

su ministerio
y categoría apos-
548
Fundaci\363n Speiro

HOMBNA]B AL PAPA
tólicos, puestos en tela de juicio por los judaizantes, tras la enume­
ración

de sus trabajos
apostólicos y
de
los dones extraordinarios con
que el Señor le enriqueció, tennina diciendo: «Me he vuelto un in­
sensato; vosotros
me habéis obligado» (2 Cor 12, 11).
No es estilo de
los fieles
y
conscientes devotos del Vicario
de
Cristo en la tierra
apoyar esta

devoción en las
cualidades puramente
humanas del pontífice de

turno, aunque nos
guste que

las tenga muy
perfectas, como suele suceder. No constituyen ellas, sino la misión
que

Cristo le confió, las credenciales que le granjean
nuestra indis­
cutible

adhesión. Para
animarnos esta tarde a proclamar nuestra fe
en el Primado de
Roma y nuestra obediencia a los dictados de su
magisterio infalible, no hubiéramos necesitado recurrir a la
ponde­
ración

de sus
méritos y exaltación de sus virtudes. No lo hemos hecho
tampoco
por
adulación ni

papanatismo que
pueda ser interpretado
como

triunfalismo barato o culto a la
personalidad. Lo hemos hecho
obligados
por las acusaciones de sus detractores.
El

segundo pasaje de
San Pablo
que
me viene
a la memoria es
el de Rom 7,
15-23 donde,

hablando de la contradicción interna
del
hombre,

reconoce el apóstol que él mismo
muchas v= no hace lo
bueno que se propone,
sino lo

malo que pretendía no
hacer.
Y o me propuse no defraudaros con una larga apología de Juan
Pablo
11, y he consumido en ello prácticamente el tiempo de que
disponía.
Pero vuelvo
a decir:

me han
obligado a
ello.
• * *
Sin embargo --,y aunque sea más brevemente de lo que vosotros
esperabai1r--
no quiero defraudar del

todo vuestras legítimas
aspi­
raciones al acudir a este acto.
Nuestra afirmación de fidelidad al Papa· tiene unos fundamentos
que
conviene recordar
y debe traducirse en unos propósitos que de­
bemos formular .
. El fundamento

de nuestra adhesión
al Vicario de Cristo es la
palabra de Jesús, que constituyó tal a Pedro y a sus sucesores.
Tres pasajes
evangélicos definen Ja figura y el papel del papado
549
Fundaci\363n Speiro

SALVADOR MU~OZ IGLESIAS
en la Iglesia: la escena de la promes,, del primado en. Cesarea. de
Filipo
(Mt 16,
13-19, cit. Me 8, 27,29; Le 9, 18-20); facolaci6n
efectiva

de
ese primado coo el cargo de Pastor Supremo de la Iglesia
conferido a Pedro después de la Resurrea;ión junto al Lago de Ti­
beriades (Jn 21,
15,17); y la oración, de Jesús por el. Príncipe de
los
Apóstoles antes

de la Pasión
(Le 22, 31-32).
En el. prime¡-episodio, Cristo promete a Cefas hacerle Vicario
suyo, constituyéndole
fundamento . de la pe~dad de su Iglesia. y
otorgándole los ,poderes omnímodos de las llaves del Reino con fa.
atltades, en el ámbito de su misión, para atar y desatar valederarnente
ante

Dios.
En la aparición junto a Tiberíades, queda coostituido Pedro en
mayoral de
las ovejas del Buet! Pastor, con la función --que no es
hot¡orlfica, sino

un deber- de
. velar sobre la . totalidad. del rebaño.
Y en
el pasaje de Le 2.2, 31 Jesús asegura a Pedro que, en vista
de
que
Satanás va a %afandear .. a. los apóstoles durante su Pasión como
trigo
en una
criba, m ha. rogado por Pedro para que su fe no se
eclipse, y Pedro deberá, cuando recapacite y .vilelva en sí, confirmar
a sus
_hermanos en el apostolado.
Porque la oración de Jesús es eficaz, Pedro y sus sucesores a lo
largo de la historia, a pesar ~ sus miserias y de· sus fallos como
h()lllbtes, hán mantenido sóliqo y sin eclipses la fe de la Iglesia.
Como concreción auténtica de esta
enseñanza de
Cristo,
destáca­
mos

la infalibilidad del
RODll!DO-Pontlfice cuanqo habla ex calhedra,
puesta hoy en tela de juicio por algunos, pero definida por el Con­
cilio Vaticano I y reafirmada !'Xpresamente por el Vaticano II.
Dice
el Vaticano I en la Const. Dogm. Partor Aetern11s:
« ... enseñamos y definimos, ser dogma divinamente revelado: Que
el Romano Pontífice, cuando ·habla ex cathedr" -esto es, cuando
ejerciendo su
cargo de
pastor y maestro de todos los
cristianos, de­
fine

por su suprema autoridad
apostólica que
una doctrina sobre
la
fe y ,ostumbres debe ser s.osteoida por la Iglesia Universal-goza.,
por la asistencia divina que le fue prometida en la persona del bien­
aventurado Pedro,
de. aquella infalibilidad

de que el Redentor Divino
quiso que estuviera provista
.su Iglesia

en
la definición de la doctrina
sobre la fe y
las costumbres; y, por tanto, que las definiciones del
550
Fundaci\363n Speiro

HOMENAJB AL PAPA
Romano Pontífice son irreformables por sl mismas y no por el con­
sentimiento de
la Iglesia. Y si alguno tuviera la osadía, lo que Dios
no permita, de contradecir esta nuestra
definición, sea anatema» ( Den­
zinger, núm. 1839-1840).
Y corrobora el Vaticano II :
«Este Santo

Concilio, siguiendo
las huellas
del Vaticano I,
enseña
y declara con él que Jesucristo, eterno Pastor, edificó la santa Iglesia
enviando a sus
apóstoles como

El mismo habla sido
enviado por
el
Padre (cfr.

Jn 20,
U) y

quiso
que los sucesores de

éstos, los obispos,
hasta la conswnación de los siglos fuesen los pastores· de su Iglesia.
Pero
para que el episcopado mismo fuese uno solo e indiviso, esta,
bleció

al frente de
los demás apóstoles al
bienaventurado Pedro,
y
puso en él el principio y fundamento, perpetuo y visible, de_ la unidad
de

fe y de
comunión, ESta doctrina

de la institución,
perpetuidad,
fuerza
y razón de

ser del sacro primado del.
RO!llallo Pontifice y de
su
magisterio infalible,

el Santo Concilio la propone nuevamente como
objeto de firme
fe a todos sus fieles» .(Ltlmen Gmti11111, núm. 18).
* • •
Nuestro acto de hoy no se inserta en el marco de las Fallas Valen­
cianas, aunque
estamos en

Valencia y en vísperas de sus tradicionales
fiestas. Quiero decir que nuestro homenaje al
Papa no

puede
tetminar
con una estruendosa traca y una espectacular cremá.
Tiene que tetminar en algo práctico.
Algo

práctico que yo resumirla
en cuatro
palabras:
Oración, sin­
tonía, adhesión y colaboración

solidaria.
l. ORACION.-Tres razones fundamentales hay, entre otras mu­
chas,
para que oremos por el Pontífice. Es la primera .el ejemplo de
Cristo: Si El oró por Pedro
y quiso que lo supiéramos, fue una forma
de decimos que
rezáramos por
el sucesor de Pedro, como su oración
sacerdotal por los
apóstoles en la Ultima

Cena
fue una invitación a
que
lo hagamos
por los obispos y sacerdotes.
La segunda
razón es que el oficie> y responsabilidad del Papa se
551
Fundaci\363n Speiro

SALVADOR MUiWZ IGLESIAS
mueven en el orden sobrenatural donde los medios humanos y las
cualidades naturales tienen mny poco que· hacer. Es la gracia de Dios
la que
opera.:
«Si Dios no construye la casa,
en vano trabajan los albañiles;
Si el Señor no defiende la ciudad,
en vano vigilan los centinelas»
(Salmo 127, 1).
Por·último, nuestra ferviente plegaria por el Papa es la mejor ma­
nera -la única manera que tenem.c.-de pagarle sus desvelos por la
Iglesia Universal que
somos todos nosotros.
2.
SIN10NIA.-Llamo así
a
la actitnd de escuchar que debe ca­
racterizar a todos los fieles seguidores del Vicario de Cristo. El Papa,
como supremo Pastor en la Iglesia, es el más fuerte altavoo: de la
palabra de Dios al mundo. Pero de
poco sirve que el Papa grite, si
los hombres van con tapones en
los oídos,

o si el
estrépito del
mundo
loco les impide oírle.
Los que estamos convencidoo de que el sucesor de Pedro repite
las que

Pedro consideraba
«palabras de
vida eterna»,
deben)os sinto­
nizar continuamente nuestro receptor con la emisora papal. Hay que
preocuparse
por saber lo que el Papa dice en cada momento y en cada
situación, para participar en aquella bienaventuranza que de su Madre
proclamó

Jesús:
«¡Bienaventurado el que O/fe la Palabra de Dios y
la cumple!» (Le 11, 28).
3.
ADHBSION.--Porque no

basta oir. Hay que poner en
prác­
tica.

Y poner en
prictica es: cuando se

trata de
doctrina, aceptarla
con

espíritu de fe y amoldar a
ella nuestros criterios;. cuando se trata
de normas, incorporarlas
a nuestra

conducta y a nuestra vida.
Sintonía
y adhesión deben ser totales: Hay que oír e incorporar
todo el mensaje evangélico que el Papa proclama. No vale seleccionar
canales para oír sólo algunos y sólo aceptar aquello que nos gnsta o
que
nos va.

Justamente,
noo enriquece

la
adquisición de
lo
que no
ten!amos,

y nos mejora lo que suprime y corrige nuestras
deficienc~.
552
Fundaci\363n Speiro

HOMENA!B AL PAPA
4. COOPERACION SOLIDARIA.-Se está convirtiendo en tó­
pico -y hay que
evitar que se quede en tópico-eso de que < somos Iglesia».
La Iglesia es una comunidad de salvación.
No

sólo
es la comunidad en la que hay que eutrar para salvarse.
Es uua comunidad sdlvadora. Nosotros no hemos entrado en ella sólo
para salvamos, sino para salvar: para ayudar a Cristo en la tarea de
salvar al muudo.
Ese quehacer salvador es uu quehacer solidario de todos los miem­
bros de la Iglesia: Unidos a la Cabeza Invisible, que es Cristo, a
través de la
cabeza visible, que es su Vicario. Lo que eu nombre de
Cristo
Cabeza, y

para
salvación de

toda
la humanidad, propone su
Vicario,

debe
ser solidariamente repetido y llevado hasta el último
rincón del mnndo
por los miembros de esa Iglesia salvadora.
La devod6n al Papa -si no ha de ser puro fuego de artificio­
o debe
traducirse eu sintonía y adhesi6n a su ma,gisterio y a sus di­
rectrices. La adhesión comporta necesariamente colaborar. Y colaborar
con el Papa
es empeñarse con

él eu la
tarea fascinante de llevar a los
hombres

de nuestro mnndo
la salvación que Cristo trajo a la Huma­
nidad.
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Fundaci\363n Speiro